viernes, 22 de marzo de 2013

DOMINGO DE RAMOS


DOMINGO DE RAMOS


BENDICION DE LOS RAMOS

Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición estos ramos y a cuantos vamos a acompañar a Cristo aclamándolo con cantos concédenos entrar en la Jerusalén del cielo, por medio de él. El que vive y reina por los siglos de los siglos.

EVANGELIO DE LA ENTRADA DEL SEÑOR

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 28-40

En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: "Vayan a la aldea de enfrente; al entrar, encontraran un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta: "¿Por qué lo desatan?", contéstenle: "El Señor lo necesita".
Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron: "¿Por qué desatan el borrico?" Ellos contestaron: "El Señor lo necesita." Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a montar.
Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos, por todos los milagros que habían visto, diciendo: "¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto."
Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: "Maestro, reprende a tus discípulos". Él replicó: "Les digo, que si éstos callan, gritarán las piedras".


PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías 50,4-17

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 21)

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.» R.

Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. R.

Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos; f
uerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2,6-11
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de  Dios Padre.

EVANGELIO

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 22,14-23, 56 

He deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer

Llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: "Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios". Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: "Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios".

Hagan esto en memoria mía

Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: "Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes".

¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado!

"Pero miren: la mano del que me va a entregar está conmigo en la mesa. Porque el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien será entregado!". Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar.

Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve

Después los discípulos se pusieron a discutir sobre cuál de ellos debería ser considerado como el más importante. Jesús les dijo: "Los reyes de los paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el mayor entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna, como si fuera un servidor. Porque, ¿quién, vale más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad y que es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve. Ustedes han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les voy a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a mí, para que coman y beban a mi mesa en el Reino, y se siente cada uno en un trono, para juzgar a las doce tribus de Israel".

Tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos

Luego añadió: "Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para zarandearlos como trigo; pero yo he orado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos". Él le contestó: "Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la muerte". Jesús le replicó: "Te digo, Pedro, que hoy, antes de que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces".

Conviene que se cumpla en mí lo que está escrito

Después les dijo a todos ellos: "Cuando los envié sin provisiones, sin dinero ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?". Ellos contestaron: "Nada". Él añadió: "Ahora, en cambio, el que tenga dinero o provisiones, que los tome; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. Les aseguro que conviene que se cumpla esto que está escrito de mí: Fue contado entre los malhechores, porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a mí". Ellos le dijeron: "Señor, aquí hay dos espadas". Él les contestó: "¡Basta ya!".

Lleno de tristeza, se puso a orar de rodillas

Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron los discípulos. Al llegar a ese sitio, les dijo: "Oren, para no caer en la tentación". Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y se puso a orar de rodillas, diciendo: "Padre, si quieres, aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya". Se le apareció entonces un ángel para confortarlo; Él, en su angustia mortal, oraba con mayor insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, que caían hasta el suelo. Por fin terminó su oración, se levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena. Entonces les dijo: "¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no caer en la tentación".

Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?

Todavía estaba hablando, cuando llegó una turba encabezada por Judas, uno de los Doce, quien se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo: "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?". Al darse cuenta de lo que iba a suceder, los que estaban con él dijeron: "Señor, ¿los atacamos con la espada?". Y uno de ellos hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino, diciendo: "¡Dejen! ¡Basta!". Le tocó la oreja y lo curó. Después Jesús les dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados del templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: "Han venido a aprehenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido. Todos los días he estado con ustedes en el templo y no me echaron mano. Pero ésta es su hora y la del poder de las tinieblas".

Pedro salió de ahí y se soltó a llorar

Ellos lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía desde lejos. Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó también con ellos. Al verlo sentado junto a la lumbre, una criada se le quedó mirando y dijo: "Éste también estaba con él". Pero él lo negó diciendo: "No lo conozco, mujer". Poco después lo vio otro y le dijo: "Tú también eres uno de ellos". Pedro replicó: "¡Hombre, no lo soy!". Y como después de una hora, otro insistió: "Sin duda que éste también estaba con él, porque es Galileo". Pedro contestó: "Hombre, no sé de qué hablas!". Todavía estaba hablando, cuando cantó un gallo.
El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se acordó entonces de las palabras que el Señor le había dicho: ´Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces´, y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente.

Adivina quién te ha pegado

Los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de Él, le daban golpes, le tapaban la cara y le preguntaban: "¿Adivina quién te ha pegado?". Y proferían contra él muchos insultos.

Lo hicieron comparecer ante el sanedrín

Al amanecer se reunió el consejo de los ancianos con los sumos sacerdotes y los escribas. Hicieron comparecer a Jesús ante el sanedrín y le dijeron: "Si tú eres el Mesías, dínoslo". Él les contestó: "Si se lo digo, no lo van a creer, y sí les pregunto, no me van a responder. Pero ya desde ahora, el Hijo del hombre está sentado a la derecha de Dios todopoderoso". Dijeron todos: "Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?". Él les contestó: "Ustedes mismos lo han dicho: sí lo soy". Entonces ellos dijeron: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca". El consejo de los ancianos, con los sumos sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato.

No encuentro ninguna culpa en este hombre

Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: "Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey". Pilato preguntó a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Él le contestó: "Tú lo has dicho". Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: "No encuentro ninguna culpa en este hombre". Ellos insistían con más fuerza, diciendo: "Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí". Al oír esto, Pilato preguntó si era Galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días.

Herodes, con su escolta, lo despreció

Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía mucho tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de Él y esperaba presenciar algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero Él no le contestó ni una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de Él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran enemigos.

Pilato les entregó a Jesús

Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: "Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en Él ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré".
Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso. Ellos vociferaron en masa, diciendo: "¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!". A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la intención de poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando: "¡Crucifícalo, crucifícalo!". Él les dijo por tercera vez: "¿Pues qué ha hecho de malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de modo que le aplicaré un escarmiento y lo soltaré". Pero ellos insistían, pidiendo a gritos que lo crucificaran. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

Hijas de Jerusalén, no lloren por mí

Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el pecho y lloraban por Él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos, porque van a venir días en que se dirá: ´¡Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado!´. Entonces dirán a los montes: ´Desplómense sobre nosotros´, y a las colinas: ´Sepúltennos´, porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?".

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen

Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con Él. Cuando llegaron al lugar llamado "la Calavera", lo crucificaron allí, a Él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía desde la cruz: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Los soldados se repartieron sus ropas, echando suertes.

Éste es el rey de los judíos

El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo: "A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido". También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a Él, le ofrecían vinagre y le decían: "Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo". Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: "Éste es el rey de los judíos".

Hoy estarás conmigo en el paraíso

Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: "Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro le reclamaba, indignado: "¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho". Y le decía a Jesús: "Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí". Jesús le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso".

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu

Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!". Y dicho esto, expiró.

Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.

El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo: "Verdaderamente este hombre era justo". Toda la muchedumbre que había acudido al espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa dándose golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia, lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían mirando todo aquello.

José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro.

Un hombre llamado José, consejero del sanedrín, hombre bueno y justo, que no había estado de acuerdo con la decisión de los judíos ni con sus actos, que era natural de Arimatea, ciudad de Judea, y que aguardaba el Reino de Dios, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Pascua y ya iba a empezar el sábado. Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea acompañaron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. Al regresar a su casa, prepararon perfumes y ungüentos, y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.

 Palabra del Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes Santo: Is 42, 1-7; Sal 26; Jn 12, 1-11.
Martes Santo: Is 49, 1-6; Sal 70; Jn 13, 21-33. 36-38.
Miércoles Santo: Is 50, 4-9ª; Sal 68; Mt 26, 14-25.
Jueves Santo de la Cena del Señor:  Ex 12, 1-8.11-14; Sal 115; 1Co 11, 23-26; Jn 13, 1-15.
Viernes Santo: Is 52, 13—53; 12; Sal 30; Hb 4, 14-16; 5, 7-9; Jn 18, 1—19, 42.
Sábado Santo Vigilia Pascual; Gn 1, 1-2, 2; (o más breve: Gn 1, 1.26-31ª); Sal 03; (o bien Sal 32) Gn 22, 1-18; (o más breve; Gn 22, 1-2.9ª10-13.15-18) Sal 15; Ex 14, 15—15, 1; Salmo: Ex 15, 1-2.3-4.5-6.17-18; Is 54, 5-14;  Sal 29; Is 55, 1-11; Salmo: Is 12, 2-3. 4.5-6; Ba 3, 9-15.32—4, 4--, Sal 8, 8.9.10.11; Ez 36, 16-28; Sal 41, 3. 5bcd; 42, 3.4; (O bien; Sal 50) Rm 6, 3-11; Sal 117; Evangelio: Lc 24, 1-12.
Domingo de Resurrección:  Hch 10, 34ª.37-43; Sal 117; Col 3, 1-4; (o bien: 1Co 5, 6b-8); Jn 20, 1-9.

COMENTARIO

El domingo de ramos, o domingo en la pasión del Señor, abre la semana santa. San Lucas tiene especial interés en situar el desarrollo de los acontecimientos de la Pasión bajo el signo de la misericordia y del amor. Orienta el relato de la pasión hacia el descubrimiento del amor del Padre hacia su Hijo y hacia los hombres.
La cruz es así, para el tercer evangelista, el sacramento de la misericordia divina. En estos días la iglesia, con mayor insistencia que nunca, reclama nuestra atención para que  nos fijemos sobre todo en la cruz de Cristo, para que hagamos memoria de su pasión y  muerte bajo el poder de Poncio Pilatos. 
No hace falta subrayar la importancia que la piedad  popular confiere a estas celebraciones. Pero quizás fuera conveniente  preguntarnos si nosotros hacemos o no, desde la fe, una lectura correcta del evangelio, si  entendemos de verdad la "palabra de la cruz" o si, por el contrario, donde ésta nos dice  "amor" escuchamos solamente "dolor".  Porque a fuerza de describir e imaginar los  sufrimientos de Cristo, de pasearlos en procesión por las calles y plazas, podemos llegar a  desfigurar el rostro de Cristo y a dar la imagen de un Dios que se complace en el sacrificio y  en la muerte del hombre, o en su propio sacrificio.
Como si Dios fuera el Dolor y no el Amor. En cuyo caso no habría para los que lloran otro  consuelo que el de sus lágrimas. Ahora bien, Cristo no amó el dolor sino que amó a los que sufren. No amó la pobreza, sino a los pobres. No amó la muerte, sino la vida. Y el Dios vivo, Dios  y Padre de Nuestro Seños Jesucristo, no es un Dios que mortifique a los hombres sino el Dios que  resucita a los muertos. La cruz es el símbolo del amor, no la glorificación o divinización del  dolor. Es el símbolo de un amor llevado hasta el extremo en un mundo lleno de odio.
Pocas acusaciones tan graves podrían hacerse al cristianismo como la de ser una  religión del dolor y del sufrimiento, una religión masoquista. Pues los que aman el dolor por  el dolor, no lo desean sólo para sí mismos,   sino  también para los demás. Sufren y hacen  sufrir.
El relato de la pasión y muerte de Jesús no es un drama para llevar a la escena o a la  pantalla, no espectáculo para convocar al público  en  general, y no podemos adoptar ante él  una actitud de simples espectadores. Es la revelación del amor, del amor que Dios nos  tiene a cada uno y, por tanto, una interpelación.
Contemplar la pasión de Jesús a distancia, admirarla, incluso, adoptar ante ella una  actitud estética, es lo mismo que dejarle en la cruz y lavarse las manos como Pilatos. Ni la  admiración, ni el asombro, ni el aplauso de su conducta o de su doctrina, ni el  sentimentalismo están aquí en su lugar: el único que está en su lugar es Jesús y los que le  siguen, por amor, hasta la muerte.
El evangelio de la pasión y muerte de Jesús no se anuncia para que aumente el número  de espectadores del drama de Jesús, sino para que nos hagamos sus discípulos y le  sigamos con la cruz a cuestas, para que respondamos al amor de Dios amando a los  hombres como a hijos de Dios. Seamos honestos para con Jesús.

viernes, 15 de marzo de 2013

LECTURAS Y COMENTARIO DEL V DOMINGO CUARESMA CICLO C - 17 MARZO 2013


¿TIRAR LA PRIMERA PIEDRA?



PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías 43,16-21

Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes; caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. No recuerden lo de antaño, no piensen en lo antiguo; miren que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notan?. Abriré  un  camino por el desierto, ríos en el yermo. Me glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi  pueblo, de  mi  escogido, el  pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza.

Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL (Sal 125 )

El Señor ha estado grande con nosotros,
 y estamos alegres

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R..

Al ir, iba llorando, llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3,8-14

Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos.
No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí. Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.

Palabra de Dios

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 8,1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor.»
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.».

Palabra del Señor

COMENTARIO

Jesús está hablando tranquilamente, como suele hacerlo cuando tiene ante él a un grupo de corazones sencillos que le escuchan en silencio fascinados por su palabra.  Los escribas y fariseos rompen esta paz y con unas pocas palabras logran suscitar un huracán: odio a Jesús, desprecio por aquella mujer a la que han sorprendido en adulterio y ni siquiera dirigen la palabra. ¿Acaso vale la pena?.
La echan por tierra como si fuera un objeto; sólo les sirve para tender una trampa al joven maestro: ¡que escoja entre la bondad y la ley!.
Silencio de Jesús. Se inclina, traza maquinalmente unos rasgos en el suelo, reflexiona, interioriza, obliga a los demás a interiorizar. Para él, todo tiene importancia; aquella mujer, aquellos hombres, la ley. Respeta la ley, pero no la ve como algo estático que inmovilice los pensamientos y los corazones. No se trata de elegir entre la bondad y la ley; eso es un falso problema. Jesús se pregunta como, a partir de la ley, podría cambiar un poco aquellos corazones endurecidos; desea ponerlos en movimiento.  Dice una palabra y el silencio cambia. Silencio pesado en el que cada uno se encara consigo mismo. Recuerda la ley: “El testigo debe ser el primero en tirar la piedra”.  Pero recuerda además el espíritu de la ley. Está hecha para extirpar el pecado, el del otro... ¡y el nuestro! “¿Quién eres tú, el que quiere luchar contra el pecado? ¿No tienes tú pecados?”. Y se van. La  mujer   queda  libre,  pero  no  huye. Aquel rabino le abre un mundo nuevo. Se siente   muy  lejos  de  su  miedo,  del odio de los demás, del conflicto que siempre nace entre ella y los hombres. Nunca había sido así: interior, pacífica, pura, porque adivina muy bien que está ante la pureza infinita. El es sin pecado.
Podría aplastarla o desecharla con desprecio o con disgusto. Inexplicablemente ella se siente amada, como nunca lo había sido, por alguien que la acepta tal como es, pero queriéndola mejor, seguro de que puede ser mejor. Diálogo pudoroso que deja intacto el silencio.
Ella comprende que con él hay que escuchar. “No te condeno. Vete, pero no peques más”. Todo está dicho. Ni la ley, ni las conveniencias sociales, ni el miedo pueden hacerla cambiar como aquella voz a la vez tan firme y tan buena. No cabe complicidad con el pecado. “No peques más”.
Pero un amor tan grande la crea de nuevo.
Podemos mirar a Jesús en este momento para aprender de él a condenar con claridad un pecado sin aplastar al culpable, dándole por el contrario todo tipo de oportunidades, recreándolo.  Pero no hemos de ponernos demasiado pronto en el sitio de Jesús. Somos nosotros esa acusada y con frecuencia somos también los acusadores.
Dejemos que el silencio de Jesús nos penetre para   recibir  profundamente  sus palabras  de juez que nos ama: “Tú querías  condenar el pecado  y  ahora  estás mirando  tu corazón.  No te condeno, pero quiero que salgas de ahí. No peque más”, dejarse cambiar, no por la ley o la moral o el miedo, sino por el amor de Jesús.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 18: Dn 13, 1-9.15-17.19-30.33-62; Sal 22; Jn 8, 1-11.
Martes 19: San José, esposo de la Virgen María y patrono del Perú – Solemnidad. 2S, 4-5ª.12-14ª.16; Sal 88; Rm 4, 13.16-18.22; Mt 1, 16.18-21.24ª. (o bien Lc 2, 41-51ª.
Miércoles 20: Dn 3, 14-20.91-92.95; Sal; Dn 3, 52-56; Jn 8, 31-42.
Jueves 21:  Gn  17, 3-9;  Sal  104;  Jn 8, 51-59.
Viernes 22: Jr 20, 10-13; Sal 17;  Jn 10, 31-42.
Sábado 23: Ez 37, 21-28; Sal: Jr 31, 10-13; Jn 11, 45-57.
Domingo 24: Domingo de Ramos Is 50, 4-7; Sal 21; Flp 2, 6-11; Lc 22, 14—23, 56. 

jueves, 7 de marzo de 2013

LECTURAS Y COMENTARIO DEL IV DOMINGO CUARESMA CICLO C 10 MARZO 2013


PARÁBOLA DEL PADRE QUE TENÍA DOS HIJOS



PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Josué 5,9a.10-12

En aquellos días, el Señor dijo a Josué: «Hoy los he despojado del oprobio de Egipto.».
Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas. Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.

SALMO RESPONSORIAL (Sal  33 )

Gusten y vean qué bueno es el Señor

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

Proclamen conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.

Contémplenlo, y quedaran radiantes, 
su rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5,17-21

El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo los exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.

06.- EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3.11-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.».
Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos.
Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Saquen en seguida el mejor traje y vístanlo; pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y mátenlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."».


COMENTARIO

Dos situaciones paralelas configuran la introducción del texto. De una parte, los recaudadores y pecadores escuchando a Jesús; de otra, los fariseos y letrados criticando la condescendencia de Jesús. La parábola que sigue es la respuesta de Jesús a la crítica de los fariseos y letrados.
La parábola tipifica en dos hermanos las conductas de los dos grupos de la introducción. De una parte, el hermano menor: símbolo representativo de los recaudadores y pecadores; de otra, el hermano mayor: símbolo de los fariseos y letrados.
La parábola sigue a otras dos en las que se habla de la alegría de Dios por la conversión de los pecadores.  Este ordenamiento de las tres parábolas convierte, a su vez, al padre de la tercera en símbolo representativo de Dios. En su primera parte la parábola reproduce la conducta del hijo menor, desde su marcha de la casa paterna hasta su retorno a ella. Pieza magistral de realismo y ternura. Ciclo sellado por la alegría festiva del reencuentro y cerrado en lo tocante al hijo menor.
En su segunda parte la parábola reproduce la reacción negativa del hijo mayor y los esfuerzos del padre por convencerlo a que se sume a la alegría festiva del reencuentro con su hermano. Todo en esta segunda parte es tipo de las situaciones de la introducción. La alegría festiva es símbolo de la convivencia amigable de Jesús con los recaudadores y pecadores; la negativa del hijo mayor a tomar parte en la fiesta es símbolo de la crítica de los fariseos y letrados a la condescendencia de Jesús.
Esta parábola debería tener otro título, considerando al Padre que concilia a los dos hijos como: parábola del padre que tenía dos hijos.
Hay en esta parábola una radiografía de los pecadores y los “buenos” El problema del texto no son los malos, sino los buenos. La radiografía del bueno la hace el bueno mismo en el v. 29: tantos años que te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya. Hay en esta radiografía una fina ironía por parte del autor. En el original griego el verbo "servir" pertenece al área semántica ser esclavo. Este es precisamente el punto negro del bueno: vivir como esclavo en vez de como hijo. El bueno cumple a la perfección, pero desconoce lo que es estar con el padre. Hijo mío, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Con estas palabras completa el padre lo que le falta a la radiografía del bueno: la filiación, la libertad de hijo, la madurez. A fuerza de cumplir, el bueno se fabrica una coraza que le impide moverse. Tan férrea y opaca es la coraza que sólo le permite ver el propio ombligo. Fuera de sí, el bueno no ve a nadie, ni siquiera al Padre al que paradójicamente dice servir. Pero el Padre sufre por el hijo esclavo. Un hijo así es una tragedia para sí mismo y para Dios, a la par que una desgracia para la convivencia con los demás, a quienes mira por encima del hombro con desdén y lástima. Estos buenos son unos repelentes inaguantables. En el texto de hoy la conversión llama explícitamente a la puerta de los buenos
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez


PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 11: Is 65, 17-21;  Sal  29;  Jn.  4, 43-54.
Martes 12: Ez 47, 1-9; Sal 45;  Jn  5, 1-3.5-16.
Miércoles 13: Is 49, 8-15; Sal 144; Jn 5, 17-30.
Jueves 14:  Ex 32, 7-14; Sal  105;  Jn 5, 31-47.
Viernes 15: Sb 2, 1ª.12-22; Sal 33; Jn 7, 1-2.10.25-30.
Sábado 16: Jr 11, 18-20; Sal 7; Jn 7, 40-53.
Domingo 17:  Is 43, 16-21; Sal 125; Flp 3, 8-14; Jn 8, 1-11.