ÉL VIENE Y VENDRÁ
ORACION COLECTA
Señor Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu
servicio, porque en servirte a ti, creador de todo bien, consiste el gozo
pleno y verdadero. Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Daniel 12,1-3
Por aquel tiempo se levantará
Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no
los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu
pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo
despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios
brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la
justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.
SALMO
RESPONSORIAL (Sal 15)
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti
El
Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi
suerte está en tu mano.
Tengo
siempre presente al Señor,
con
él a mi derecha no vacilaré. R.
Por
eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi
carne descansa serena.
Porque
no me entregarás a la muerte,
ni
dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.
Me enseñarás
el sendero de la vida,
me
saciarás de gozo en tu presencia,
de
alegría perpetua a tu derecha. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 10,11-14.18
Cualquier otro sacerdote
ejerce su ministerio, diariamente ofreciendo muchas veces los mismos
sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo
ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a
la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean
puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para
siempre a lo que van siendo consagrados. Donde hay perdón, no hay ofrenda por
los pecados.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 13,24-32
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa
gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las
estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al
Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los
ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a
horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen
tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando vean
ustedes suceder esto, saben que él está cerca, a la puerta. Les aseguro que no
pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán,
mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles
del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.».
COMENTARIO
“El sol se hará tinieblas” dice Jesús, la luna no dará su resplandor,
las estrellas caerán del cielo”. Tanto el Génesis (Gen 1, 1 y 16) como Jesús
evocan en final con el estilo tradicional de los Apocalipsis, la misma
trilogía: el sol, la luna, y las
estrellas, es decir el mundo, el universo. Al principio había surgido un mundo
con su espacio y su evolución a lo largo de los siglos. Al final surgirá otro
mundo distinto, en otro espacio y por toda la eternidad.
La Biblia no pretende
hacer ciencia: es un libro religioso que nos da a conocer los planes de Dios:
lo mismo que hubo un comienzo, la creación, habrá también un final y un volver
a comenzar marcado por la llegada triunfal de Jesús. “Entonces verán venir al
hijo del hombre sobre las nubes, con
gran fuerza y majestad, y enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos”.
Esto es lo esencial, el nuevo espacio, la nueva historia: vivir todos,
eternamente, con Jesús.
Un Jesús que toma sus
verdaderas dimensiones: él es el final de nuestro mundo, él es el comienzo del
nuevo, él es la eternidad.
Marcos escribió su
evangelio para decirnos que Jesús es el Hijo de Dios. ¿Y cómo podría decirlo
mejor que con esta visión? Jesús vendrá, lo organizará todo, y eso será la vida eterna. Jesús será nuestra eternidad y
“Lo veremos venir sobre las nubes”.
La creación ha sido
hecha con vista a la llegada triunfal. La humanidad ha nacido para este
radiante amanecer. La historia de los hombres no es sino el parto de su segundo
y definitivo nacimiento al mundo, al mundo de Jesús al mismo de Dios.
Aguardando ese día, a pesar de sus lágrimas de su noche y de
sus gritos, los hombres viven su primavera por así decirlo: las ramas se van
poniendo tiernas y brotan las primeras hojas.
A nosotros nos toca creer
que Jesús está “a la puerta” en el
sentido de que todo cuanto es vivido por los hombres y cuanto vivieron desde el
comienzo de los tiempos va avanzando hacia el día y la hora en que desaparecerá
el mundo antiguo y comenzará el mundo que nuestro Padre celestial ha soñado
para nosotros y organizado en torno a
Jesús.
Vamos caminando hacia
el fin, hacia nuestro propio fin, tanto si somos jóvenes como si hemos llegado
a la vejez, Jesús está a nuestra puerta, cada día anuncia el último día,
cada día se van estrechando las
fronteras entre nuestro mundo de aquí y nuestro mundo de allá.
No se trata de una
amenaza, sino de una visión tranquila en
el que pondremos el pie en el mundo de Jesús, cuando suenen las
trompetas de la gran resurrección.
Pero, ¿cuál es mi
primavera actual? “Estén despiertos”, dice Jesús al final de su discurso.
Esto quiere decir que
hemos de estar preparados para la vida eterna.
¿Van haciéndose más tiernas mis ramas de amor a mis hermanos? ¿Van
brotando las hojas de mis actos de justicia y de generosidad?. Sólo tú, Señor, eres capaz de convertir mis días en
días llenos a la vez de vida y de esperanza. ¡Ven, Jesús, ven cada mañana hasta que llegue la
gran mañana! ¡Maranata!. ¡Ven Señor!.
PLEGARIA UNIVERSAL
Pidamos hermanos, al Señor que escuchen nuestras suplicas y acoja
con bondad nuestras peticiones:
1.-
Por la Iglesia para que cogiendo a todos los hombres en la diversidad de razas
y culturas, sea signo de la convocación de Cristo. Roguemos al Señor.
2.-
Por los que gobiernan, por todos los que trabajan por lograre la paz, fruto de
la justicia; para que colaboren con su tarea en la construcción de un mundo
nuevo según el proyecto de Dios. Roguemos
al Señor.
3.-
Por nosotros, aquí reunidos, para que sepamos llevar a todos la esperanza
gozosa de la venida del Señor, que está siempre cerca, a la puerta. Roguemos
al Señor.
4.-
Por todos nosotros que domingo tras
domingo celebramos juntos la Eucaristía, para que el Señor nos conceda
compartir su pan y el pan material. Roguemos al Señor.
5.- Para que Dios conceda buen tiempo a nuestro campos y las cosechas
abundantes nos hagan más libres y más alegres en su servicio. Roguemos
al Señor.
6. Para que
nuestro Creador y Padre nos dé la lluvia necesaria, y nos motive para valorar
los trabajos de los campesinos, así, con abundantes cosechas, podremos reparar
nuestros males, recuperar nuestras emergías y ser solidarios con los
necesitados. Roguemos al Señor
Dios nuestro, infunde en nosotros tu Espíritu, para que, actuando
con amor, esperemos sin desfallecer la manifestación gloriosa de tu Hijo, que
vendrá para reunir a sus elegidos en su reino. El que vive y reina por los
siglos de los siglos.
ORACION
SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos, Señor,
que esta ofrenda sea agradable a tus ojos, nos alcance la gracia de servirte con amor y nos consiga
los gozos eternos. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Ahora que hemos recibido el don sagrado de tu
sacramento,, humildemente te pedimos, Señor que el memorial que tu Hijo nos
mandó celebrar aumente la caridad en todos nosotros. Por Jesucristo nuestro
Señor.
ACCION DE GRACIAS
Bajo tu amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios;
no deseches las oraciones
que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien
Líbranos
de todo peligro,
¡Oh Virgen Gloriosa y bendita!
Amen.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA
DÍA
Lunes 16: 1Mc.
1, 10-15.41-43.54-57.62-64; Sal 118; Lc. 18, 35-43.
Martes 17: 2Mac.
6, 18-31; Sal 3; Lc. 19, 1-10.
Miércoles 18: 2Mac.
7, 1.20-31; Sal 16; Lc. 19, 11-28.
Jueves 19: 1Mac.
2, 15-29; Sal 49; Lc. 19, 41-44.
Viernes 20: 2Mac.
4, 36-37.52-59; Sal 1Cro 29, 10-13; Lc.
19, 45-48.
Sábado 21: 2Mac.
6, 1-13; Sal 9; Lc. 20, 27-40.
Domingo 22: Jesucristo
Rey del Universo. Dn. 7, 13-14; Sal 92; Ap. 1, 5-8; Jn. 18, 33b-37.
COMENTARIOS AL EVANGELIO Mc 13, 24-32
Par: Lc 21, 20-33 Mt 24, 15-36
Ante este texto, fascinado por el futuro, ¿hay que sospechar una huida
infantil hacia el porvenir, cierto rechazo de la realidad imposible de
soportar, una evasión hacia lo imaginario, cuya necesidad febril apenas
quedaría oculta bajo el velo cristológico de que está revestida? Podría
pensarse en esto, si los ojos del lector evangélico se mantuvieran clavados por
encima de la línea del horizonte, indiferente a las realidades terrenas. Pero
no hay nada de esto. La mirada del creyente, animado por la fe evangélica,
lejos de encerrarse en el futuro divisa simultáneamente el presente y el
porvenir. Lo exigen la segunda parte de nuestro texto y, más aún los versículos
omitidos (33-37). El futuro es esperado en el presente. En él aparecen los
discretos signos de un futuro cuya fecha es de la competencia exclusiva del
misterio de Dios. Estos signos reclaman una atención animada por la fe, pero
también una eficaz vigilancia aplicada al trabajo de cada día. Sólo hay
futuro... al final del presente. Sólo hay porvenir substancial, al cabo de una
actualidad cuidadosamente organizada.
Los cristianos deben temer -así se les ha dicho con frecuencia- que su
inclinación al futuro les lleve a olvidar las tareas del presente; no se puede
echar en saco roto la amonestación. ¿Pero no deben temer, al menos en igual
medida, olvidar el futuro cuando tan absorbentes son las tareas del presente?
Pues, al fin, creer en el futuro es creer... a pesar de todo. Y creer no es tan
fácil...
LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE MARCOS
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1981Pág. 161
El significado más obvio de "escatología" es el de un discurso
sobre las realidades últimas y definitivas. Se trata ciertamente -aun cuando
esta convicción haya ido madurando lentamente y con no pocas fatigas- de
realidades que están más allá de la historia, pero sin que esto signifique que
no se van preparando dentro de la historia. En efecto, la escatología bíblica
es un discurso sobre la historia, un modo de leerla y de asumirla.
Esta es la sorprendente perspectiva bíblica interesante y concreta. La
mirada hacia el futuro (esto es, la revelación de lo que será el futuro) hace
importante al "presente" y ofrece un criterio de opción y de
valorización. La atención en el fondo se dirige al presente. El futuro ofrece
un criterio de orientación en el presente, pero es en el tiempo presente donde
se está jugando el futuro. Esta es la posición, por ejemplo, frente a Jesús: él
es el Hijo del Hombre que habrá de volver, pero lo decisivo es la actitud que
hoy asumimos frente a su anuncio.
El punto más original del mensaje bíblico en general y del profético en
particular es el concepto de que la historia va caminando hacia un último
término bajo la dirección de Dios. La concepción griega, por el contrario, es
sustancialmente cíclica. La convicción de que la historia es conducida por Dios
hacia una salvación indestructible está ya presente en los orígenes de la fe
hebrea; en esta convicción se arraigan los gérmenes de su desarrollo sucesivo,
incluida la exigencia de que esta salvación tiene que colocarse más allá de la
historia, en la comunión con Dios. Efectivamente, la esperanza que acompañó a
Israel durante toda su historia (y más tarde a la comunidad cristiana desde sus
orígenes hasta la actualidad) es el encuentro entre la promesa de Dios (siempre
amplia) y la situación actual (siempre llena de desilusiones) que continuamente
parece desmentir a la promesa y retrasarla.
Esta experiencia ha obligado a colocar las realidades últimas cada vez
más allá y purificar las esperanzas: las realidades últimas son obra de Dios y
no simplemente fruto del hombre; además, son cualitativamente distintas de lo
que vivimos y soñamos.
Así pues, podemos resumir de este modo las convicciones de Israel sobre
la historia: Dios, y no sólo el hombre, es protagonista de la historia; la
historia es conducida por Dios hacia una salvación definitiva; la historia está
sometida a un juicio (no todas las opciones conducen a la salvación, sino sólo aquellas
que se hacen dentro de la obediencia a los designios de Dios).
Todo lo que hemos dicho corresponde sustancialmente a la visión
escatológica de los profetas. Es una visión grandiosa y sobria al mismo tiempo,
sin intento alguno de penetrar en los secretos de Dios y sin ceder a la
curiosidad del "cuándo" y del "cómo". Pero esta
"sobriedad" parece que fue fallando en el último período postexílico,
cuando se desarrolló en el judaísmo una vasta literatura que fue llamada "apocalíptica".
Son tiempos difíciles, de persecución, y parece inútil la fidelidad de los
buenos. Se necesita un consuelo, que se encuentra en la confianza
inquebrantable de que al final de los tiempos (unos tiempos que están ya
"cerca") se realizará el juicio de Dios y cambiará la situación
gracias a una intervención de Dios. El lenguaje de esta literatura es típico:
describe los últimos tiempos como tiempos de guerras y divisiones (pueblo
contra pueblo, reino contra reino), de terremotos y carestía, de catástrofes
cósmicas (el sol y la luna se oscurecerán y las estrellas caerán), todo ello
bajo el signo de una tremenda imprevisión por parte de los hombres (lo mismo
que se presentan de pronto los dolores de parto en la mujer). Este lenguaje
está también ampliamente presente en el discurso de Marcos: no se trata del
mensaje, sino simplemente del medio expresivo que utiliza para comunicárnoslo.
De ninguna forma se pueden entender estas expresiones al pie de la letra.
BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MARCOS
EDIC. PAULINAS/MADRID 1981.Pág. 181
Más allá del lenguaje de las imágenes, son éstos los elementos que
constituyen su contenido: el triunfo del Hijo del Hombre, que parece ahora ser
desmentido por la historia, será visible a todos; será inesperado; el juicio;
la reunión de todos los elegidos en la gran familia de Dios (en efecto, el plan
de Dios es un plan de hermandad universal).
Queda por aclarar todavía un punto: la vuelta del Hijo del hombre en
poder y majestad no significa, de ningún modo, que Dios, al final, abandona el
camino del amor para sustituirlo por el de la fuerza. Si así fuera, la cruz
dejaría de ser el centro del plan de la salvación y el mismo comportamiento de
Dios acabaría dándoles la razón a todos los que afirman que el amor es inútil,
incapaz de conseguir su finalidad; ¡sólo la fuerza es eficaz! Pero no es así,
ni mucho menos. La vuelta del Hijo del Hombre será el triunfo del Crucificado
(Mc/14/61-62), la demostración de que el amor es poderoso, victorioso.
BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MARCOS
EDIC. PAULINAS/MADRID 1981.Pág. 186
Texto. A continuación del texto del domingo pasado Marcos nos presenta a
Jesús abandonando el Templo y hablando de la futura destrucción de éste.
Sentado después en el monte de los olivos, teniendo precisamente ante su vista
ese Templo, Jesús responde a una pregunta formulada por Pedro, Santiago, Juan y
Andrés. Son los mismos cuatro con los que Marcos había iniciado la andadura
pública de Jesús. La pregunta ha sido la siguiente:
¿Cuándo sucederá esa destrucción y cuál será la señal anunciadora? Jesús
les pone en guardia contra la curiosidad por saber tiempos y fechas,
invitándoles más bien a tomar conciencia del difícil futuro que como discípulos
suyos les espera. Es en este punto donde entronca el texto de hoy.
Este comienza con una referencia a esa situación de dificultad de los
discípulos. La llama "gran tribulación". Sin embargo, y ésta es la
peculiar aportación del texto, esta situación de dificultad no va a durar
indefinidamente. Su final se articula en tres actos: fenómenos cósmicos, llegada
gloriosa del Hijo del Hombre, reunión de los elegidos dispersos por los cuatro
puntos cardinales. Esta reunión que pone fin a las penalidades de los elegidos
es el punto culminante y razón de ser de los fenómenos cósmicos y de la llegada
del Hijo del hombre.
A continuación el lenguaje del texto deja de ser informativo para
hacerse interpelativo: empleo de la segunda persona del imperativo (aprended,
sabed). La interpelación está basada en el símil del despuntar de la higuera
como señal inconfundible de la proximidad de la estación buena. La formulación
textual de la trasposición del símil es como sigue: "Así también vosotros,
cuando veáis suceder esto, sabe que está cerca, a la puerta". Los
problemas de esta formulación son dos: a qué se refiere el pronombre
"esto"; ausencia de sujeto en la frase "está cerca". La
traducción litúrgica supone precipitadamente que el sujeto es el Hijo del
Hombre. Por exigencia interna del símil el sentido de la trasposición parece
que debe ser como sigue: cuando por ser discípulos míos os veáis inmersos en la
dificultad, sabed que el final de ésta, está cerca. El pronombre
"esto" se refiere a las dificultades de los discípulos y no a los
fenómenos cósmicos. La función del símil es despertar en los discípulos la certeza
de que sus sufrimientos tendrán un desenlace feliz.
Incluso se afirma después la proximidad de ese desenlace, aunque su
delimitación exacta no se pueda precisar.
Comentario. En una obra literaria el espacio y el tiempo que cuentan son
el espacio y el tiempo creados por el autor. Una vez más hay que hacer hincapié
en que también este texto hay que verlo a la luz de la muerte-resurrección de
Jesús. Ellas representan para Marcos el final de un mundo y el comienzo de otro
nuevo y bueno.
En la literatura judía anterior y contemporánea de Marcos la esperanza
en un futuro mejor había adquirido relevancia especial. Esa esperanza se
revestía de tintes apocalípticos, es decir, de imágenes sombrías y grandes
cataclismos de la naturaleza. Dichas imágenes y cataclismos pertenecían al
lenguaje metafórico, cuya verdad no está en lo que afirman sino en lo que
traslucen: la esperanza en un futuro mejor.
También Marcos hace suyo este lenguaje metafórico, no para anunciar la
crónica de un futuro, sino para formular una esperanza de novedad y de bondad.
Esta esperanza tiene su realización en la resurrección de Jesús, que pone fin a
la dificultad y a la tribulación, representadas realísticamente por la muerte
de Jesús. Con este esquema, modelo o paradigma es con el que Marcos habla del
fin del mundo y de la llegada gloriosa del Hijo del Hombre. Y lo hace con una
única finalidad: inculcar en los discípulos la certeza de que la penalidad que
tendrán que padecer no serán la ultima palabra. La resurrección de Jesús es la
garantía del final de sus penalidades y de su dispersión. El metafórico
"enviará a sus ángeles para que reúnan a los elegidos" tiene su
realización la mañana de pascua en el encargo dado por el resplandeciente joven
a las mujeres y que ellas deben transmitir a los discípulos: "Os precede
en Galilea. Allí le veréis, como os lo tenía anunciado" (Mc. 16, 7).
Este encargo pone fin a la dispersión de los discípulos provocada por la
muerte del maestro (ver Mc. 14, 27-28). A su vez la relación entre Mc. 13, 27;
14, 27-28 y 16, 6-7 permite dar al término "elegidos" su verdadero
sentido. Es sinónimo de discípulos, es decir, seguidores voluntarios del
maestro en su camino de muerte. Cansado por lo arriesgado del camino, el
seguidor de Jesús encuentra en el texto de hoy la fuerza y la razón de su
esperanza.
Precisamente cuando el invierno arrecia, él sabe que la buena estación
está para llegar.
A.- BENITO
DABAR 1988, 57
5.- Contexto. Visión de la historia según Jesús.
Texto. Descripción imaginativa del final del mundo no bueno en que
vivimos (vs. 24-27). Jesús trata de inculcar en sus discípulos la certeza de
este final. Para ello se sirve de una comparación (vs. 28-29) y de dos
aseveraciones (vs. 30-31). Sin embargo, certeza no es sinónimo de fecha: ésta
permanece oculta (v. 32).
Pre-texto. Ardiente espera de un final del orden presente, al que
seguirá un orden o mundo nuevo. La apocalíptica es la literatura que aborda
esta temática. Para ello se sirve de un lenguaje especial, el lenguaje que
tiene su origen en la fantasía. No es de naturaleza informativa, es decir, no
es una guía en la que se nos comunica el desarrollo de unos hechos. Es de
naturaleza simbólica, plástica y está al servicio de una idea, de una
concepción. Por lo que respecta al final, éste es expresado con imágenes tremendistas:
cataclismos cósmicos, guerras, fuego, derrumbamientos, personajes celestes,
señales luminosas, trompetas convocando a juicio. Es la imaginería que se
recoge en el Evangelio de hoy. Su valor no es literal, sino simbólico.
Sentido del texto. ¿Es la vida una gran epopeya de una enorme
insustancialidad? ¿Es algo cerrado en sí mismo y carente de sentido? ¿Es un
caminar constante hacia una meta inalcanzable? ¿Un camino a lo largo del cual
vivimos, sin más y sin perspectiva, el amor y el odio, la voluptuosidad y la
angustia, la esperanza, el anhelo, la soledad y el desaliento?
¿Es un vivir simplemente porque hay que vivir, sin otra razón de ser que
el de tener que hacerlo? La cruda experiencia así parece sancionarlo. Pero, por
encima de la voz de la experiencia, resuena este domingo la voz potente de
Jesús, para gritarnos que la vida es una tarea hermosa, cuyo alcance y
proporciones se verán un día, día que El no está en condiciones de precisar,
pero sí de asegurar, con la seguridad y certeza de quien está también cimentado
en la Roca (Dios).
DABAR 1982, 56
6.- Como en otras ocasiones, Mc habla ayudado de imágenes tradicionales
en su cultura (cf. Is 13, 10; Jl 2, 10; 3, 4; Zac 2, 10). La caída del
"mundo viejo" con todos los poderes que lo rigen y determinan
coincide con la irrupción de una creación nueva. En el mismo momento en que
todo sea oscuro (confesión, caos), aparecerá a los ojos de los hombres el Hijo
de Dios (del hombre), o sea, Jesús = el salvador.
Pero falta una detallada descripción del juicio. Y es que para Mc no es
importante el destino de "los otros", sino la afirmación a los
elegidos: ¡No os perderéis! Podéis permanecer hasta el final como discípulos de
Jesús. Después estaréis en comunión (comunidad) con vuestro Señor. Y como el
mundo sólo encuentra salud y redención en el Hijo del hombre, tampoco Dios
puede llevarlo por otros caminos que obvien esa profunda crisis que le
sobreviene. En manos del mundo está confiar o no confiarse al mensaje de Jesús.
Por eso no tendría sentido que los discípulos de Jesús pidieran a Dios sólo por
el mundo en general.
Los versos finales sobre el fin de los tiempos contienen a primera vista
dos expresiones contradictorias entre sí. De un lado, la reconocible proximidad
del fin; por otro, se acentúa que el momento sólo Dios lo sabe. Esto hace
suponer que el evangelio quiere expresar a sus oyentes esta tensión y hacerles
tomar conciencia de su situación.
EUCARISTÍA 1988, 54
7.- Esta lectura recoge parte del llamado "apocalipsis
sinóptico" según la versión de Marcos.
En las palabras de Jesús se mezclan dos motivos o temas, uno referente
al fin de Jerusalén y otro al fin de los tiempos. No es fácil distinguir entre
ambos. Siendo la destrucción de Jerusalén figura o tipo del fin del mundo, lo
que se dice del hecho ya acaecido quiere decir también algo de lo que está por
venir. De manera que el texto se parece a un cuadro con sus diferentes planos,
sin que sea posible establecer una línea divisoria entre el primer plano y el
segundo.
Las tres versiones del "apocalipsis
sinóptico" (cfr. Mc 13; Mt 24 y 25; Lc 21) coinciden en las siguientes
características: a) el discurso escatológico se presenta como respuesta de
Jesús a la pregunta de los discípulos sobre la destrucción del templo de
Jerusalén; b) se trata de una composición en la que se han reunido palabras del
Señor, pronunciadas en distintas ocasiones, y cuya redacción obedece también a
las exigencias de la catequesis y al deseo de interpretar la situación
histórica en la que se hallaba la iglesia primitiva; c) sobre todo en la
redacción de Marcos y en la de Mateo, se adivina la convicción de los
cristianos de que la venida del Señor era inminente; d) por eso el motivo
dominante es una llamada a la vigilancia ante la venida imprevisible del Señor
y a estar atentos a los signos de los tiempos; e) el estilo apocalíptico se
presenta lleno de imágenes o símbolos de difícil interpretación y que, desde
luego, se resisten al que pretende tomarlos al pie de la letra.
En la descripción de este cataclismo, en la que se descubre la
influencia del libro de Isaías (34, 4), se presupone la visión mítica del
universo. La conmoción del "firmamento" y la "caída" de las
estrellas es la ruina de un orden viejo, el fin del cosmos que dará paso a un
orden nuevo. Los "ejércitos celestiales" son sencillamente los
astros. Jesús, el que habla, es el Hijo del Hombre que vendrá sobre las nubes,
el Señor. Se alude aquí a la misteriosa figura de la visión de Daniel (7, 13).
La palabra "venir" en los profetas significa frecuentemente
"manifestarse", y ése es aquí su sentido más apropiado. Por lo tanto,
Jesús se manifestará como Señor y en él aparecerá la misma gloria de Dios.
Por eso vendrá con "poder" (esto es, acompañado de los ángeles
o ejecutores de la voluntad de Dios) y "majestad" (o "gloria",
que es el atributo exclusivo de Dios).
La reunión de todos los elegidos constituye un rasgo esencial del Reino
de Dios que aparece ya en las expectativas mesiánicas de Israel. La asamblea
eucarística quiere ser también un signo de esperanza en el que se anticipa la
gran reunión de los elegidos cuando vuelva el Señor. Aunque Marcos no menciona
el juicio final, lo presupone: los que no sean reunidos quedarán excluidos del
Reino de Dios. Sólo entonces se reunirán los elegidos en una misma asamblea
como ahora se reúnen las espigas esparcidas por los montes para formar un mismo
pan eucarístico (como dice una hermosa oración de la Didajé). Entonces será el
tiempo de la cosecha, y por lo tanto, del juicio, de la separación del grano y
de la paja. Mientras tanto, en el mundo todo está mezclado, y en la iglesia
también.
Después de referirse al fin del mundo y a su venida gloriosa, Jesús
responde a la pregunta que le hicieron sus discípulos sobre la ruina del templo
(v. 4). De este hecho serán testigos los hombres de su generación.
Hubiera sido preferible traducir así: "Mas de aquel día y hora
nadie sabrá nada..." Pues Jesús se refiere ahora al fin del mundo y no a
la destrucción de Jerusalén; alude a su venida repentina y al día del juicio.
Para esto se utiliza en el género apocalíptico la expresión "aquel
día".
En los evangelios se presenta a Jesús con rasgos verdaderamente humanos,
como hijo de mujer, pero también con otros rasgos que lo elevan por encima de
los hombres. Como hijo de mujer, Jesús crece en edad y sabiduría, se somete a
la voluntad de Dios y nos dice que no conoce "aquel día ni la hora".
Pero, como Hijo de Dios, revela a los hombres la intimidad del Padre y somete a
su dominio las criaturas. Nosotros creemos que Jesús el hijo de María, es
también el Hijo de Dios; pero no sabemos cómo sea esto posible. Por eso tampoco
conocemos el misterio de su conciencia, el misterio que sólo Jesús conoce, su
misterio.
EUCARISTÍA 1982, 52
8.- Hemos escuchado hoy unos textos escatológicos del Nuevo Testamento.
Hablan "escatológicamente" de la salvación que Dios nos dará el
último día. El evangelio habla de la venida de Jesús, acompañada de unos
acontecimientos cósmicos: vendrá como un ladrón en la noche, de manera
imprevista... ¿Cómo se ha de entender todo esto? Aquí hay un lenguaje con
imágenes. No son afirmaciones exactas, sino comparaciones alusivas. Del mismo
modo que los primeros capítulos del Génesis no son historia, sino una expresión
literaria libre de la verdad de la creación, del mismo modo los datos sobre la
venida de Jesús y la salvación escatológica no son más que imágenes sobre la
verdad de que Jesús, de algún modo, quiere conducir a la perfección al mundo y
a los hombres.
Este evangelio no es, por supuesto, una guía de los últimos días; no hay
un reportaje sobre los últimos acontecimientos. Más bien es un balbuceo de la
nueva realidad -que no se puede expresar con nuestras palabras, con la que Dios
quiere llevar a su fin la creación. Dios supera nuestra imaginación y no
podemos comprender su acción. Pero en este futuro actuar de Dios hay un sí
absoluto al mundo que ha creado.
EUCARISTÍA 1988, 54
9. ACI DIGITAL 2003
24. Véase Is, 13, 10; Ez. 32, 7; Joel.. 2, 10.
27. Entonces... congregará, es decir, que el arrebato que anuncia S.
Pablo en I Tes. 4, 15 ss. será al tiempo mismo de la Parusía, esto es cuando
aparezca el Señor (v. 26), como lo dice el Apóstol. Así Marcos explica aquí que
seremos llevados desde la extremidad de la tierra hasta el sumo cielo. Lo mismo
dice Mat. 24, 31. Se trata de los elegidos, ya vivos transformados, ya
resucitados de entre los muertos. Cf. I Cor. 15, 51 ss. texto griego.
30. Véase Mat. 24, 34: "En verdad, os digo, que no pasará la
generación ésta hasta que todo esto suceda". Cf. Luc. 21, 32: "En
verdad, os lo digo, no pasará la generación esta hasta que todo se haya
verificado".
32. Ni el Hijo, sino el Padre: Una de las más sorprendentes palabras del Evangelio que nos podría hacer dudar de la divinidad de Jesucristo, si no tuviésemos de su misma boca el testimonio de que El es igual al Padre. Cf. Juan 10, 30: "Mi Padre y Yo somos Uno", y muchos otros pasajes (Mat. 28, 18; Juan 5, 17; 6, 58; 14, 10; 16, 15; 17, 10, etc.). "La aparente contradicción se explica y justifica con la alteza del misterio que es preciso aceptar a menos que renunciemos a toda certeza. El Hijo todo lo recibe de su Padre, y el Padre todo lo da... pero a manera de comunicación continua, perpetua y constante, por la cual el Padre está en el Hijo, y en el Hijo ejecuta El mismo sus obras, de modo que quienquiera que vea al Hijo y le conozca, ve al Padre y conoce al Padre con un conocimiento que es la vida eterna" (Breton, La Trinidad, pág. 33). Lo mismo expresan las clásicas palabras de S. Hilario: "El Padre no es mayor que el Hijo, en poder, eternidad y grandeza, sino en razón de que es principio del Hijo, a quien da la vida". Cf. Mat. 24, 36; Juan 14, 28; Hech. 1, 7; I Cor. 15, 28 y notas. Los teólogos suelen distinguir entre la ciencia de Cristo como Dios y como Hombre.
32. Ni el Hijo, sino el Padre: Una de las más sorprendentes palabras del Evangelio que nos podría hacer dudar de la divinidad de Jesucristo, si no tuviésemos de su misma boca el testimonio de que El es igual al Padre. Cf. Juan 10, 30: "Mi Padre y Yo somos Uno", y muchos otros pasajes (Mat. 28, 18; Juan 5, 17; 6, 58; 14, 10; 16, 15; 17, 10, etc.). "La aparente contradicción se explica y justifica con la alteza del misterio que es preciso aceptar a menos que renunciemos a toda certeza. El Hijo todo lo recibe de su Padre, y el Padre todo lo da... pero a manera de comunicación continua, perpetua y constante, por la cual el Padre está en el Hijo, y en el Hijo ejecuta El mismo sus obras, de modo que quienquiera que vea al Hijo y le conozca, ve al Padre y conoce al Padre con un conocimiento que es la vida eterna" (Breton, La Trinidad, pág. 33). Lo mismo expresan las clásicas palabras de S. Hilario: "El Padre no es mayor que el Hijo, en poder, eternidad y grandeza, sino en razón de que es principio del Hijo, a quien da la vida". Cf. Mat. 24, 36; Juan 14, 28; Hech. 1, 7; I Cor. 15, 28 y notas. Los teólogos suelen distinguir entre la ciencia de Cristo como Dios y como Hombre.