LA PUERTA ESTRECHA
ORACION COLECTA
Oh Dios, que unes los corazones de
tus fieles en un mismo deseo, inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la
esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo,
nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría. Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura
del libro de Isaías 66,18-21
Así dice
el Señor: «Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para
ver mí gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a
las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas
lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a
las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos
vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios,
hasta mi monte santo de Jerusalén –dice el Señor–, como los israelitas, en
vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré
sacerdotes y levitas» –dice el Señor–.
SALMO RESPONSORIAL (116)
Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio
Alaben al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos
los pueblos. R.
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 12,5-7.11-13
Han olvidado la exhortación paternal que les dieron: «Hijo mío, no rechaces
la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor
reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos.» Acepten la
corrección, porque Dios los trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a
sus hijos?.
Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero,
después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Por
eso, fortalezcan las manos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes, y
caminen por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,22-30
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia
Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: «Señor,
¿serán pocos los que se salven?».
Jesús les dijo: «Esfuércense en entrar por
la puerta estrecha. Les digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando
el amo de la casa se levante y cierre la puerta, se quedaran fuera y llamaran a
la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él les replicará: "No
sé quiénes son." Entonces comenzaran a decir. "Hemos comido y bebido
contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él les replicará:
"No sé quiénes son. Aléjense de mí, malvados."
Entonces será el llanto y el rechinar de
dientes, cuando vean a Abrahán, lsaac y Jacob y a todos los profetas en el
reino de Dios, y vosotros los vean echados fuera. Y vendrán de oriente y
occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Miren: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.».
COMENTARIO
Lucas nos recuerda que “marchamos hacia
Jerusalén”. Jesús “enseña y abre el camino” hacia la prueba; las lecciones son
cada vez más urgentes. Empieza
liquidando una cuestión de mera curiosidad: ¿Son pocos los que se salvan?..
Esfuércense ustedes para entrar. Ábrete paso por la puerta estrecha. Lucha.
Esfuérzate. Jesús,
no quiso responder a una curiosidad inútil de cuántos se van a salvar. Su
mensaje no pretendía aterrorizar pecadores ni tranquilizar justos, sino
convertir a todos.
A Lucas le gusta esta idea de combate que ha
sacado de su maestro Pablo (Col 1, 29; 4, 22). Es el combate de la puesta en
práctica de los consejos recibidos.
Haber visto a Jesús, haberlos escuchado y hasta haberse sentado a su lado no
bastará para forzar las puertas de Dios. ¿Qué es lo que cuentas? ¡No sé de
dónde eres!. Uno no se naturaliza cristiano por medio de lecturas o de sueños.
Tendrá que practicar. Una especie de angustia recorre las páginas del
evangelio: lo que están descubriendo ¿lo practicarán de veras? La idea de
“práctica” ha quedado demasiado restringida a la práctica sacramental. Se dice
“Soy practicante”.
Practicante ¿de qué? Podemos ir todos los
días a misa y que de repente el cielo se nos cierre por no haber vivido
realmente el evangelio “¡No sé quiénes son!”. Por fortuna, esa llamada
apasionada a practicar se ilumina; la puerta estrecha se ensancha inmensamente:
“Vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur”.
Ese es también el cántico triunfal del Apocalipsis,
que recoge la fiesta de todos los Santos: “Después de esto, apareció en la
visión una muchedumbre innumerable de toda nación y raza..... (Ap. 7, 9). Pero
la última palabra de esta meditación nos mantendrán alerta: “Hay últimos que
serán primeros y hay primeros que serán últimos”. Volvemos a encontrarnos con
la famosa inversión que nos hace vislumbrar a veces Lucas, poniendo aquí su
nota mesurada.
No todos los primeros serán últimos; se nos
dice tan sólo que algunos de los primeros de clase al tratarse de aprender la
religión y de los últimos en practicarla estarán también, a la hora de llegar
al cielo, en el pelotón de cola.
PLEGARIA UNIVERSAL
A los que en su vida no han seguido las enseñanzas de
Jesús, sino sus propios caprichos, Él les dirá: No sé quiénes son ustedes”. Ya
que solo con la gracia de Dios podremos encontrar el modo de seguir a Cristo, y
entrar por la puerta estrecha,
hoy repetimos: R.- Señor, ayúdanos a seguirte.
1.- Por la Iglesia, para que nunca se
cansa de vivir, celebrar y anunciar la salvación que nos viene del conocer y
seguir a Cristo. Señor, ayúdanos a seguirte.
2.- Por todos los pueblos del mundo para
que, reconociendo a Cristo como Salvador, lleguen a celebrar el Amor que Él nos
ofrece. Señor, ayúdanos a seguirte.
3.- Por los enfermos de larga duración y
por sus familiares, para que atravesando esta puerta estrecha, se vean
socorridos y consolados por Dios misericordioso. Señor, ayúdanos a seguirte.
4.- Por los matrimonios cristianos, para
que sean realmente Cristo la fuente inagotable del amor entre ellos. Señor,
ayúdanos a seguirte.
Padre, que enviaste a tu Hijo a cumplir tu voluntad y así
salvar al género humano, haz que todos conozcamos tus caminos y lso sigamos. Te
lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Por el único sacrificio de Cristo,
tu Unigénito te has adquirido Señor, un
pueblo de hijos; concédenos propicio los dones de la unidad y de la paz en tu
Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Te pedimos, Señor, que lleves en nosotros a su plenitud la obra
salvadora de tu misericordia, condúcenos a perfección tan alta y mantennos en
ella de tal forma que en todo sepamos agradarte. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 22: Tes. 1, 1-5.11b-12; Sal 95;
Mt. 23, 13-22.
Martes 23: Tes. 2, 1-3ª.14-17; Sal 95; Mt. 23, 23-26.
Miércoles
24: Ap.
21, 9b-14; Sal 144;
Jn. 1, 45-51.
Jueves 25: Cor. 1, 1-9; Sal 144; Mt. 24, 42-51.
Viernes 26: Cor.1, 17-25; Sal 32; Mt. 25, 1-13.
Sábado 27: Cor. 1, 26-31;
Sal 32; Mt.
25, 14-30.
Domingo 28: Ecles. 3, 17-18.20.28-29; Sal 67; Heb. 12, 18-19.22-24ª; Lc. 14,
1.7-14.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Lc 13, 22-30
Texto. Lo encabeza una
observación característica de Lucas desde que en 9, 51 ha presentado a Jesús de
camino hacia Jerusalén. ¿Se trata en ambos casos del mismo viaje o de viajes
diferentes? La observación le sirve al autor para introducir una pregunta
anónima interesándose por el número de los que se van a salvar (v.23). El resto
del texto es la respuesta de Jesús (vs. 24-30).
Está formada por una
parábola y una máxima final. Se trata de la misma técnica de respuesta empleada
hace dos domingos ante la pregunta de Pedro (véase Lc. 12,41-48) y hace seis
ante la pregunta del letrado sobre el prójimo (véase Lc. 10,29-37). Esta
técnica la emplea Jesús cuando no comparte el planteamiento del interlocutor.
De ahí que su respuesta resulte chocante y extraña a primera vista. No es, en
efecto, una respuesta directa, que se mueva en el mismo plano de la pregunta.
Lo cual no significa que sea una evasiva. Ni mucho menos. Es una respuesta
indirecta que trata de llevar al interlocutor a un planteamiento diferente del
problema. Esto lo consigue Jesús mediante una parábola. Lo curioso de la
parábola de hoy es que sus personajes no son todos ello imaginarios. Unos de
los personajes son los propios oyentes de Jesús, quienes de esta manera se ven
implicados directamente en el problema tal como lo plantea Jesús, un problema
que no va a tener que ver con el número de los salvados sino con la
autoseguridad y exceso de confianza de los propios oyentes.
Comentario. Una pregunta
como la formulada al comienzo era obligada en los comentarios de hace no
demasiados años. ¿Son uno o dos los viajes de los que habla Lucas en 9,51 y en
el texto de hoy? Era la fecunda época de la historia del texto y de la
tradición, de la crítica literaria e histórica. Pero no se valoraba
suficientemente o positivamente la creatividad de los evangelistas. Desde esta
última perspectiva, en cambio, la pregunta anterior pierde importancia. Lucas
ha creado un marco literario de viaje en el que va haciendo altos de reflexión.
Y hablando de altos, uno y muy necesario sería ponernos en contacto con la
exégesis de los veinticinco últimos años del siglo pasado y los veinticinco
primeros del actual. Pero volvamos al que hoy nos brinda Lucas. ¿Serán pocos
los que se salven? El anónimo interlocutor pregunta a Jesús por el número de
los que irán al cielo. Una imagen del cielo muy extendida entonces era la de un
salón dispuesto para un banquete. Es esta imagen la que Jesús recoge en la
historia que propone a sus oyentes. El salón tiene una puerta de acceso
estrecha, la puerta se cierra y en el interior del salón comienza a celebrarse
el banquete. Contra toda expectativa, los comensales no son todos judíos ni
mucho menos.
Judíos son sólo los
antiguos patriarcas y profetas; el resto son extranjeros que han tomado asiento
en vez de los judíos. La historia termina con una máxima que resume y explica
la situación en el interior del salón: Hay últimos que serán primeros y
primeros que serán últimos. Los últimos son los extranjeros; los primeros, los
judíos. ¿Qué quiere decir Jesús? Al preguntarle su interlocutor por el número
de los que se salvarán, éste parte del presupuesto de que pocos o muchos, los
salvados serán sólo judíos en cualquiera de las hipótesis. Pensaba como el
rabino Emir: "Puede considerársele hijo del mundo futuro al que habita en
Israel, habla la lengua santa y recita mañana y tarde el Shemá". Es a este
presupuesto al que Jesús responde y no a la cuestión del número, lo
verdaderamente problemático para Jesús es el hecho de pertenecer al Pueblo de
Dios. Incorporando a sus oyentes judíos a la historia que cuenta, Jesús trata
de introducir una espina de inquietud en sus beatitudes y seguridades.
Pertenecer al Pueblo de Dios, les dice, no da derecho a la salvación. Analizaos
en vuestra autoseguridad y exceso de confianza. Aquí radica el problema y no en
saber cuántos se van a salvar o en si la salvación es fácil o difícil. Quiero
hacer hincapié en esto último, porque este texto ha servido con demasiada
frecuencia para atormentar a las conciencias con un problema que queda
marginado expresamente. Repito (perdonad el tono): el texto de hoy no trata de
la salvación sino de los "salvados" (así, entre comillas). Es una
llamada de atención, un aviso al Pueblo de Dios: La puerta estrecha, la arrogancia
y autoseguridad.
A.- BENITO, DABAR 1986, 44
2.- Sentido del
texto.-Jesús no responde directamente a la pregunta del v. 23 porque la
considera desacertada. ¿Dónde está el desacierto? En reducir la salvación a una
cuestión de número preestablecido. Todos pueden salvarse. El verdadero
planteamiento no es, pues, "quiénes se van a salvar", sino "qué
hacéis vosotros para salvaros". A los judíos, que daban por cosa hecha su
salvación, Jesús les dice: Eforzaos para no estar entre los que pueden
perderse; ser los primeros en haber conocido el plan de "Dios no es un
privilegio o un salvoconducto".
DABAR 1977, 50
3. - La pregunta formulada,
la del número de los que se salvan, no ha dejado de replantearse a lo largo de
los siglos dentro de la Iglesia. Durante siglos, los teólogos y especialmente
los predicadores tendían a aterrorizar a los fieles con el fin de convertirlos,
por miedo, a la práctica cristiana. Actualmente la tendencia general es más
bien contraria: que la misericordia de Dios no puede permitir que nadie se
condene por toda la eternidad, que no hay infierno o que si lo hay está vacío,
etc.
Quizás sería más prudente,
cuando nos plantean o nos planteamos la cuestión, respetar el misterio y hacer
como Jesús, que no quiso responder a una curiosidad inútil. Su mensaje no
pretendía aterrorizar pecadores ni tranquilizar justos, sino convertir a todos.
Las discusiones rabínicas
sobre los últimos tiempos hablaban de una situación mesiánica intermedia, en la
que sólo unos pocos tendrán parte, y la plenitud final del mundo futuro, en la
que todo Israel tendrá parte. Jesús parte seguramente de esta creencia cuando
propone la imagen de la puerta estrecha, que exige grandes apretujones para
entrar por ella, pero después de la cual se supone que se entra en una sala
amplia y cómoda, capaz para todos.
El tema de los dolores como
de parto y de las tribulaciones que precederán el establecimiento del Reino era
ya clásico en la literatura escatológica judía, y lo encontramos de nuevo en
los discursos escatológicos de los evangelios. Si, como casi siempre, el que
había hecho la pregunta era un fariseo o un letrado, de aquella minoría
"que teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban
a los demás" (18,9), se sentiría muy incómodo ante la respuesta de Jesús:
en lugar de presumir ser de los pocos que se salvarán, lo que debéis hacer,
todos, es convertiros, porque otros -publicanos, pecadores, paganos- que
menospreciáis pasarán delante de vosotros.
HILARI RAGUER, MISA
DOMINICAL 1977, 16
4.- La palabra de Jesús
sobre la puerta estrecha es un mensaje que contradice la falsa seguridad de
salvación rabínica y la falsa predestinación apocalíptica. Desde el punto de
vista profético la imagen de la puerta estrecha es la palabra de exclusión de
los judíos y la llamada de los paganos. Es una invitación: la puerta está
abierta, entrad... La palabra de Jesús no quiere intimidar sino estimular. Hoy
todo se quiere resolver a base de números y estadísticas. A Jesús le piden
número y responde con un imperativo: esforzaos y entrad.
P. FRANQUESA, MISA
DOMINICAL 1986, 16
5.- He aquí una cuestión
que preocupaba a los rabinos en aquel tiempo y, no hace muchos decenios, a los
teólogos católicos: el número de los que se salvan. Los rabinos consideraban
que, para salvarse, era necesario o poco menos el pertenecer al pueblo elegido,
y esto pesaba más que una vida personal intachable. Por tanto, confiaban
salvarse y que se salvarían también todos los hijos de Israel con muy pocas
excepciones. Sin embargo, no todos compartían esa confianza; por ejemplo, en el
libro IV de Esdras (3, 15) se dice que "los que se pierden son más
numerosos que los que se salvan".
Jesús no responde a esa
pregunta, que es más teórica que práctica. Prefiere insistir en la necesidad y
la urgencia de la conversión al evangelio.
La "puerta
estrecha" es una alusión al esfuerzo que requiere la auténtica conversión.
No sólo es estrecha, sino que además puede cerrarse en cualquier momento; de
ahí la urgencia: la conversión no puede dejarse para mañana. Jesús hace una
llamada apremiante a todos los hijos de Israel, a quienes ha sido enviado por
el Padre y que no acaban de aceptar su mensaje y su persona. Jesús ha venido
"a los suyos", ha plantado la tienda en medio de su pueblo; pero ni
los vínculos de la sangre, ni la aproximación física del Mesías al pueblo de
Israel va a servirles de nada si no se convierten al evangelio. Lo que importa
para la salvación es la fe y la comunión espiritual con la persona de Jesús.
Si los "suyos" le
rechazan, otros ocuparán el puesto que tenían preparado. Hay
"últimos" que pasarán a ser los "primeros". Jesús no se
refiere a los judíos de la diáspora en contraposición a los que habitan en
tierras de Israel, sino a los provenientes de la gentilidad. Porque lo que
cuenta ya no es la descendencia de Abrahán según la carne, sino creer con la fe
de Abrahán e incorporarse a Cristo y al Reino que él anuncia. Lo que salva es
aceptar con fe el evangelio, que se presenta sin limitaciones raciales o
nacionales y como un mensaje universal.
EUCARISTÍA 1989, 40
6. /Lc/13/22-33
Una de las grandes
preocupaciones de los primeros cristianos era la de saber si únicamente los
miembros de Israel participarían en el mundo futuro. Según Lc 13,23-30, todos
los hombres están llamados a la salvación. En este texto habla Jesús del camino
que conduce al reino.
La pregunta sobre si son
muchos o pocos los que se salvan (v 23) no tiene una respuesta directa. A
menudo Jesús, ante una pregunta responde desde otra perspectiva. Este es el
caso en este fragmento, con la exhortación a entrar por la puerta estrecha
(24). Jesús pide el esfuerzo tenaz del hombre: el verbo «esforzarse» (luchar)
expresa en griego, aquí y en otros lugares del NT, una actitud ética
fundamental, una respuesta del hombre a la invitación de Dios (Lc 16,16, Jn
18,36, 1 Co 9,25). Los vv siguientes precisan en qué debe consistir la lucha o
esfuerzo del creyente: obrar con rectitud y justicia (27). Es una actitud
básica que tiene en Lucas, una consecuencia religiosa: ser reconocidos por el
dueño de la casa, por aquel que puede abrir la puerta del banquete del reino.
El evangelista identifica al dueño de la casa con Jesús en el v 26, y precisa
también que invita a todos los hombres. Los convidados no son los que han
conocido a Jesús externamente, los que han comido con él o han hablado de él,
sino los que, con motivo de su llamada, inician un proceso de conversión,
consistente en una apertura hacia él y hacia los demás. Incorporando a su
mensaje el criterio profético, según el cual es necesario ser justo y bueno con
el prójimo, Jesús da una pista válida para los hombres de todos los tiempos y
comprensible a judíos y a paganos. Justamente por esto, gentes de todas partes,
de oriente y de occidente (29), todos los que respondan a la llamada de Jesús
en favor del hombre, podrán compartir finalmente la mesa del reino de Dios.
Los vv siguientes (31-33)
presentan una nueva escena. Jesús, profeta, actúa cada día («hoy»,
"mañana"...) haciendo el bien -expulsa demonios, lleva a cabo
curaciones-, pero su camino finalizará en Jerusalén, y será tanto un final como
un principio. En Jerusalén culminará la obra histórica de Dios en Jesús y de
allí mismo saldrá el misterio renovador del evangelio.
D. ROURE, LA BIBLIA DIA A
DIA, Comentario exegético a las lecturas, de la Liturgia de las Horas, Ediciones
CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 893 s.
7.- Predicador del Papa:
«¿son pocos los que se salvan?». El padre Cantalamessa comenta el evangelio de
este domingo.
CIUDAD DEL VATICANO,
viernes, 20 agosto 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario que ha escrito
el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, al pasaje
evangélico de la liturgia de este domingo, 22 de agosto, Lucas 13, 22-30, en el
que una persona le preguntó a Jesús: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?».
* * *
Hay una pregunta que desde
siempre se han planteado los creyentes: ¿son muchos o pocos los que se salvan?
En ciertas épocas, este problema se hizo tan agudo que llevó a algunas personas
a una angustia terrible. El Evangelio nos informa que un día este problema fue
planteado a Jesús: «Una persona le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son
pocos los que se salvan?"». La pregunta, como se ve, se refiere al número:
¿cuántos se salvan, muchos o pocos? Jesús cambia el centro de la atención del
cuántos al cómo es posible salvarse, es decir, entrando por «la puerta
estrecha».
Es la misma actitud que se
constata al afrontar el tema del regreso final de Cristo. Los discípulos le
preguntaron cuándo regresará el Hijo del Hombre y Jesús responde indicando cómo
prepararse para ese regreso (Cf. Mateo 24,3-4). Esta manera de actuar de Jesús
no es extraña ni descortés. Es simplemente la actuación de quien quiere educar
a los discípulos a pasar del nivel de la curiosidad al de la auténtica
sabiduría; de las cuestiones ociosas que apasionan a la gente a los auténticos
problemas de la vida. De aquí podemos comprender la absurdidad de aquellos,
como los Testigos de Jehová, que creen saber incluso el número exacto de los
salvados: 144 mil. Este número, que aparece en el Apocalipsis, tiene un valor
meramente simbólico (el cuadrado de 12, el número de las tribus de Israel,
multiplicado por mil) y se explica en esta expresión: «una multitud inmensa,
que nadie podía contar» (Apocalipsis 7, 4. 9). Después de todo, si ése es realmente
el número de los salvados, entonces podríamos ahorrar todo esfuerzo, nosotros y
ellos. En la puerta del paraíso deberían haber escrito desde hace tiempo, como
en el ingreso de algunos aparcamientos, el cartel «Completo».
Si, por tanto, a Jesús no le interesa revelarnos el número de los salvados, sino más bien la manera de salvarse, veamos qué es lo que nos dice en este sentido. Dos cosas esencialmente: una negativa y una positiva; la primera, lo que no sirve, después lo que sirve para salvarse. No sirve, o no basta, el hecho de pertenecer a un determinado pueblo, a una determinada raza, tradición o institución, aunque fuera el pueblo elegido del que procede el Salvador. Lo que lleva a la salvación no es la posesión de algún título («Hemos comido y bebido contigo»), sino una decisión personal, seguida por una conducta de vida coherente.
Si, por tanto, a Jesús no le interesa revelarnos el número de los salvados, sino más bien la manera de salvarse, veamos qué es lo que nos dice en este sentido. Dos cosas esencialmente: una negativa y una positiva; la primera, lo que no sirve, después lo que sirve para salvarse. No sirve, o no basta, el hecho de pertenecer a un determinado pueblo, a una determinada raza, tradición o institución, aunque fuera el pueblo elegido del que procede el Salvador. Lo que lleva a la salvación no es la posesión de algún título («Hemos comido y bebido contigo»), sino una decisión personal, seguida por una conducta de vida coherente.
Esto queda más claro
todavía en el texto de Mateo, que pone en contraste entre sí dos caminos y dos
puertas, una estrecha y la otra amplia (Cf. Mateo 7, 13-14). ¿Por qué les llama
a estos dos caminos respectivamente el "amplio" y el
"estrecho"? ¿Es siempre fácil y agradable el camino del mal, y duro y
cansado el del bien? En esto hay que estar atentos para no caer en la típica
tentación de creer que a los malvados todo les va magníficamente bien aquí,
mientras que por el contrario a los buenos todo les sale mal.
La senda de los impíos es
amplia, sí, pero sólo al inicio. En la medida en que se adentran en ella, se
hace estrecha y amarga. Se hace, en todo caso, sumamente estrecha al final,
pues acaba en un callejón sin salida. La alegría que en ella se experimenta
tiene como característica el disminuir según se experimenta, hasta crear
náuseas y tristeza.
Se puede constatar en
cierto tipo de embriaguez, como con la droga, el alcohol o el sexo. Se necesita
una dosis o un estímulo cada vez más fuerte para producir un placer de la misma
intensidad. Hasta que el organismo deja de responder y entonces tiene lugar es
derrumbe, con frecuencia incluso físico.
La senda de los justos, por el contrario, es estrecha al inicio, pero después se hace amplia, pues en ella encuentran esperanza, alegría y paz del corazón. Lleva a la vida y no a la muerte.
La senda de los justos, por el contrario, es estrecha al inicio, pero después se hace amplia, pues en ella encuentran esperanza, alegría y paz del corazón. Lleva a la vida y no a la muerte.