miércoles, 29 de marzo de 2017

LECTURAS Y COMENTARIO V DOMINGO CUARESMA CICLO A - 2 ABRIL 2017

“YO SOY TU RESURRECCIÓN”


ORACION COLECTA

Te rogamos, Señor Dios nuestro que tu gracia nos ayude, para que vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo. Por Nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura de la profecía de Ezequiel 37,12-14

Así dice el Señor: «Yo mismo abriré sus sepulcros, y los haré salir de sus sepulcros, pueblo mío, y los traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra sus sepulcros y los saque de sus sepulcros, pueblo mío, sabrán que soy el Señor. Les infundiré mi espíritu, y vivirán; los colocaré en su tierra y sabrán que yo, el Señor, lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.

SALMO RESPONSORIAL (129)

Del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa

Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz,  estén tus oídos atentos  a la voz de mi súplica. R.

Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?. Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto. R.

Mi alma espera en el Señor,  espera en su palabra;  mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora.  Aguarde Israel al Señor,  como el centinela la aurora. R.

Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa; y él redimirá a Israel  de todos sus delitos. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,8-11

Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también sus cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en ustedes

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Juan 11, 1-45.

En aquel tiempo, [un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. (María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera: el enfermo era su hermano Lázaro).
Las hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo: Señor, tu amigo está enfermo.
Jesús, al oírlo, dijo: Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea. [Los discípulos le replican: Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí? Jesús contestó: ¿No tiene el día doce horas?. Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz.
Dicho esto añadió: Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo.
Entonces le dijeron sus discípulos: Señor, si duerme, se salvará. (Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.).
Entonces Jesús les replicó claramente: Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.
Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: Vamos también nosotros, y muramos con él. ].
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. [Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. ] Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta respondió: Sé que resucitará en la resurrección del último día.
Jesús le dice: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?.
Ella le contestó: Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
[Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: El Maestro está ahí, y te llama.
Apenas lo oyó, se levantó y salió a donde estaba él: porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. ].
Jesús, [viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y] muy conmovido preguntó: ¿Dónde lo habéis enterrado?. Le contestaron: Señor, ven a verlo. Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡Cómo lo quería!.
Pero algunos dijeron: Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?
Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba. (Era una cavidad cubierta con una losa.). Dijo Jesús: Quitad la losa.
Marta, la hermana del muerto, le dijo: Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?.
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado.
Y dicho esto, gritó con voz potente: Lázaro, ven afuera.
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: Desatadlo y dejadlo andar.
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

COMENTARIO

En su diálogo con Martha, Jesús pide un sí que es capital para nuestras relaciones con él: “Yo soy la resurrección y la vida. El que tiene fe en mí, aunque muera, vivirá. Y todo el que está vivo y tiene fe en mí, no morirá nunca. ¿Crees esto?”. Como es lógico, nos apresuramos a responder: ¡Espera! Tú eres la vida”.
Pero. ¿Qué clase de vida? Nosotros somos seres vivos. ¿Qué añade él a nuestra vida? En realidad, somos pequeños vivientes, bajo la asechanza de la muerte. Jesús quiere hacer de nosotros vencedores de la muerte. En el largo y dramático relato de la resurrección de Lázaro, se evocan y se entremezclan tres tipos de muerte: la de Lázaro, la de Jesús y la nuestra. Cuando emprende su ida a casa de Lázaro, Jesús sabe que la muerte planea también sobre él: “Hace nada querían apedrearte los judíos, ¿y vas a ir allí otra vez?”.
Cuando ve la enorme pena de María, Jesús también se siente conmovido y apenado. Siente profundamente toda la miseria de la condición humana, llora al amigo, comulga de la pena de sus hermanas y piensa en su muerte que esta ya cercana. Nunca había estado tan sumergido en  nuestras tristezas.
Los que estaban a su lado se dijeron: “Vean cuanto quería a su amigo”. Pero también se extrañan, lo mismo que nosotros: “¿Es este aquel hombre tan poderoso que decía: “Vengo  a traerles la vida. Yo soy la resurrección y la vida?”. No es al margen   de   nuestras penas, de nuestros dramas ni hasta de la muerte como quiere Jesús hacernos vivir en plenitud.
En lo más profundo de esta miseria que él soporta con nosotros, va a dar una señal esplendorosa de la vida  que vence a la muerte.
Se pone en pie y grita: “¡Sal fuera!”. Como siempre, ante un signo hemos de comprender que se trata de un signo, es decir de una  invitación a ir más lejos.
La resurrección de Lázaro es una victoria sobre la muerte, pero una victoria provisional. Jesús no resucitará como Lázaro. ¡Es algo muy distinto! Esta vez se tratará de una victoria total sobre la muerte.
La entrada en una vida “eterna”, no solamente en el sentido de ilimitada sino de vida distinta. Humana, desde luego, pero con características y dimensiones diferentes. Esta vida distinta es la que nos ofrece: ¡Enseguida! De ahí precisamente aquel: “he venido para que vivan”. Y también aquella afirmación extraordinaria porque está en presente: “Quién oye mi mensaje, posee vida eterna, ya ha pasado de la muerte a la vida” (Jn 5, 24). Jesús fue “resurrección” para él y será “resurrección” para nosotros. Acto de fe difícil, pero que todos hacemos.
O que no acabamos de ver bien es como Jesús es ya resurrección. No son cosas fáciles de concebir. Creemos que María  los santos pasaron de este modo inmediatamente de una pura y luminosa vida de amor aquí abajo a la plenitud eterna, pero nosotros probablemente arrastraremos hasta el final una vida mezclada de muerte, porque no abrimos suficientemente nuestra compuertas a la vida de Cristo.

PLEGARIA UNIVERSAL

Oremos al Señor nuestro Dios. Él es Dios de  vivos y no de muertos, digámosle: Señor, tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, intercede por nosotros.

1.- Por la Iglesia, que ha recibido la misión de anunciar al que es la resurrección y la vida. Roguemos al Señor.

2.-Por los que viven su vida disminuida, en condiciones deplorables, lo que carecen de lo necesario, los enfermos, los drogadictos, los presos y condenados a trabajos forzados, los que son víctimas de odio y la represión, los que están desesperados. Roguemos al Señor.

3.- Por los responsables de tantos crímenes por los que, llevados por el odio y la venganza, dan muerte en su corazón al prójimo. Roguemos al Señor.

4.- Por los médicos y todos los hombres de ciencia que trabajan por mejorar la calidad de vida de las personas y para prologarla. Roguemos al Señor.

5.- Por los que entregan su vida por amor a los demás. Roguemos al Señor.
 6.- Por nosotros aquí presentes, por nuestras intenciones. Roguemos al Señor.

Señor Dios nuestro: tu Hijo Jesús entrego subida por nosotros para que tengamos vida, vida en plenitud; desde lo  hondo gritamos a ti, escucha nuestra voz. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Escúchanos, Dios Todopoderoso, tu que nos has iniciado en la fe cristiana, y purifícanos por la acción de este sacrificio. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Te pedimos, Dios Todopoderoso que nos consideres siempre entre los miembros de Cristo, cuyo Cuerpo y Sangre hemos comulgado. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 03: Dn.13, 1-9.15-17.19-30.33-62; Sal 22; Jn. 8, 1-11.
Martes 04: Nm 21, 4-9; Sal 101; Jn. 8, 21-30.
Miércoles 05: Dn. 3, 14-20.91-92.95; Dn 3, 52-56; Jn. 8, 31-42.
Jueves 06: Gn. 17, 3-9, Sal 104; Jn. 8, 21-59.
Viernes 07: Jr. 20, 10-13; Sal 17; Jn.  10, 31-42.
Sábado 08: Ez. 37, 21-28; Jr. 31, 10-13; Jn. 11, 45-57.
Domingo 09: Is. 50, 4-7; Sal 21; Flp. 2, 6-11; Mt. 27, 11-54.


COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 11. 1-45

A la hora de interpretar un texto del cuarto evangelio hay que tener en cuenta la peculiar técnica de composición empleada por su autor: yuxtaposición de un doble plano, de superficie y profundo. El plano de superficie es el de la dimensión empírica de los acontecimientos: es el plano de los interlocutores de Jesús. El plano profundo es el del significado que los acontecimientos encierran dentro de sí. El significado nunca es empírico ni verbal; hay que descubrirlo y hacerlo palabra y esto es obra del intérprete. En el cuarto evangelio Jesús se mueve habitualmente en este plano profundo; sus palabras representan la labor interpretativa y verbalizadora de Juan del significado de la persona de Jesús. No son, pues, una reproducción del lenguaje materialmente empleado por Jesús, ni deben situarse al mismo nivel que las palabras de los interlocutores; en otras palabras: Jesús nunca habló como lo hace en el cuarto evangelio y, sin embargo, es profundamente verdad todo lo que el "dice" en el cuarto evangelio.
Una buena metodología para entender un texto de Juan será, pues, separar los dos niveles de lenguaje que en él se entremezclan. En el texto de hoy tendríamos las siguientes secuencias. Nivel de superficie: vs. 1-3. 5-8. 12-13. 16-22. 24. 28-39. 41a. 43-45. Nivel de significado: vs. 4. 9-11. 14-15. 23. 25-27. 40. 41b-42.
v. 4:El sentido de estas palabras no es inmediatamente evidente. Se esclarecerá más adelante a través de la siguiente afirmación: "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos" (Jn 15.13). Juan puede poner legítimamente esta afirmación en labios de Jesús, porque responde a algo concreto vivido por Jesús. En efecto, la muerte de Lázaro va a ser el motivo determinante de que Jesús vaya a Judea (Betania dista unos tres kilómetros de Jerusalén, v. 18). Ahora bien, dadas las circunstancias (cf. vv. 8 y 16), Jesús no puede ir a Judea sin grave riesgo para su vida.
La demora de dos días en ir a visitar al amigo (v. 6) no obedece a una conciencia sabedora de su poder; sería un juego sádico por parte de Jesús y no explicaría adecuadamente su llanto posterior.
La demora tiene otra explicación: el cerco mortal que los adversarios de Jesús han montado en torno a Él. Por eso nos estremece tanto el llanto de Jesús por su amigo muerto: expresión dramática de amor y confesión impotente de una forzada tardanza (v. 35; cf. vv. 21 y 32). Pero el amor por su amigo puede más que el cerco y al fin Jesús consigue burlarlo; aunque sólo momentáneamente, porque la visita la terminará pagando con su propia vida (cf. Jn 11. 49-50/53). Para Jesús es más importante un amigo que la propia vida. Esto lo demuestra prácticamente: desafía a la muerte yendo a ver a Lázaro.
Ahora bien, para Juan el amor constituye la esencia misma de Dios (cf. 1 Jn 4. 8); el amor es la gloria de Dios. El desafío a la muerte que supone el ir a ver a Lázaro es el timbre de gloria que manifiesta quién es Jesús. Ahora podemos entender el v. 4. La enfermedad de Lázaro no es para muerte, sino para manifestar palpablemente la gloria de Dios, es decir, el amor que Dios tiene, revelado a través de su Hijo (cf. v. 42). La visita a Lázaro es la ocasión de la glorificación de Jesús, es decir, la ocasión que va a propiciar la posibilidad de amar desafiando a la muerte. De ahí que en el cuarto evangelio la glorificación vaya unida a la muerte; más aún, en la muerte consiste precisamente la glorificación (cf. Jn 12. 24/27-28/32-33; 13. 31-32; 17. 1-2).
De esta manera, el relato de la muerte y resurrección de Lázaro, Juan lo ha compuesto en clave simbólica: Lázaro es símbolo de Jesús. Y lo que es más importante para el hombre: Lázaro es símbolo de la destrucción del destino inexorable y de la fatalidad. El hombre no es ya un ser para la muerte. El símbolo es una realidad en Jesús: El es la resurrección y la vida (v. 25). ¡Qué fantástico sería si a la pregunta "¿Crees esto?", respondiéramos como Marta: "¡Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo!" (v. 27).
Dabar 1978/18



2. MU/RS 
Jesús inicia la subida a Jerusalén que, sus discípulos ya lo saben, es una marcha hacia la muerte (cf. Jn 7.1/8). Y no sin reticencia ni humor negro aceptan los discípulos el seguir a Jesús en ese viaje (vv. 8/12/16) Pero Jesús quiere hacer comprender de entrada a sus apóstoles incrédulos que esa subida a Jerusalén se terminará con la victoria de la vida sobre la muerte y el don de la vida a través de la muerte misma.
a)El relato de la resurrección de Lázaro está pensado todo él como la más adecuada ilustración de esa paradoja entre la vida y la muerte. Jesús espera a que su amigo enfermo haya muerto realmente (vv. 5/17/39): quiere revelar así su imperio sobre la muerte en el momento en que la muerte se va a apoderar de él.
Otra paradoja es el hecho de que el haber devuelto la vida a un muerto precipite su propia muerte (v. 47).
b)Como sucede siempre en san Juan, la obra realizada por Jesús está destinada sobre todo a revelar su personalidad divina (tema de la gloria en el v. 40). El relato de la resurrección de Lázaro no se sustrae a esa ley. Mientras que Marta cree sólo en una resurrección al final de los tiempos (v. 24), Jesús revela que es Él mismo esa resurrección (Yo soy:v. 25): no sólo ahora, sino sobre todo más tarde, en el momento de su propia victoria sobre la muerte a la que, para Juan, le prepara su divinidad.
c)El relato que Juan hace de la reanimación de Lázaro está evidentemente compuesto con la intención de prefigurar el drama pascual: en el deceso de su amigo Lázaro es la muerte la que se presenta ante Jesús y este se "turba" ya como en Getsemaní (v. 33). Pero los signos de la resurrección de Jesús están ya reunidos en el relato de Lázaro: las lágrimas de María ante la tumba (v.33; cf. Jn 20. 11), el sepulcro y la pesada piedra (vv. 38-40; cf. Jn 20. 1), las vendas (v. 43; cf. Jn 20. 5), y sobre todo el hecho de que se hubiera "dejado" a Lázaro irse (v. 44; cf. Jn 20. 17). S. Juan, que creyó ante el sepulcro vacío de Pascua, descifra ya en la muerte y la reanimación de Lázaro la Pascua de Jesús. Juan no nos ofrece el menor detalle sobre las impresiones de Lázaro resucitado, sobre lo que ha podido ver en la muerte, sobre lo que experimenta al ser devuelto (provisionalmente por lo demás) a la vida terrestre. Esto no tiene para él interés alguno: no piensa en absoluto que la vida cristiana sea una especie de estado paradisíaco prematuro concedido al hombre por simple arbitrariedad de un Señor todopoderoso e independientemente de toda decisión del hombre mismo.
Para Juan, las "vueltas a la vida" operadas por Jesús son ante todo "signos" de la actividad misma de Dios, que es vida, en el seno de todas las actividades humanas, comprendida la muerte. La lectura del milagro de la resurrección no tiene, pues, sentido, si no es animada por la intencionalidad religiosa de la fe.
Dentro de esta perspectiva interesa más saber quién es Jesús que lo que fue de Lázaro; interesa más saber que en Jesús ha encontrado Lázaro un medio de comulgar con la vida en el seno mismo de la muerte: en eso radica la fe y ese conocimiento es muy distinto del que manifiestan Marta y María cuando afirman su creencia en una resurrección escatológica.
Maertens-Frisque, Nueva Guia de la Asamblea Cristiana III, Marova Madrid 1969.Pág. 199



3. D/V.
El relato nos presenta la acción significativa de un Dios que se manifiesta partidario de la vida. Jesús se expresa como alguien tremendamente humano a quien un profundo dolor le hace llorar.
Dios se duele por la muerte de los hombres. Sin embargo, es frecuente que el hombre mate, física o moralmente, en nombre de Dios. Las mismas personas que leían en la sinagoga lo escrito por el profeta: "No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva", mataban a pedradas a ciertos predicadores y, sobre todo, a pecadoras. Al grito de ¡Dios lo quiere!, los cruzados de todos los tiempos han practicado algo tan sin sentido como matar "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" a quienes llamaban infieles. Así, el mártir Santiago se convierte en modélico "matamoros". Aún hoy, podemos encontrarnos pidiéndole a Dios que baje cierto fuego del cielo para castigar a sus enemigos, sin pensar que él no tiene enemigos, sino hijos. Todavía seguimos usándolo como instrumento de dominio sobre los hijos o los inferiores: el niño Jesús no haría eso, la voz del superior es la voz de Dios...
Eucaristía 1990/16



La distancia y el riesgo puede ser razón explicativa de la tardanza de Jesús en acudir a ver a su amigo, pero no son razón para esperar "dos días", como se afirma en el v. 6. Este v. es un caso concreto de formulación no empírica, sino interpretativa.
Hace dos domingos veíamos que Jesús se quedaba también "dos días" en el pueblo de los samaritanos (Jn 4. 40). A continuación de esos dos días el autor presenta a Jesús curando a una persona que está a punto de morir (Jn 4. 46-54). Los dos días son un recurso del autor para poner a Jesús a las puertas del tercer día y de lo que esta expresión significaba en la tradición cristiana cuando él escribía su Evangelio. Jesús es lo que significa el tercer día, es decir, resurrección, vida. Los dos días de espera no obedecen a la crónica de los hechos, sino al quehacer teológico del autor.
-Gloria no tiene en esta frase el sentido sociológico de la fama y honor resultantes del hecho de resucitar a Lázaro, sino el sentido esencial de lo que son Dios y su Hijo. El término castellano gloria está usado en el sentido etimológico del término hebreo correspondiente y significa peso, consistencia. El autor quiere que leamos este relato como una manifestación de lo que son en sí mismos Dios y Jesús, una manifestación de lo que es su esencia de personas y que como tal les caracteriza. En otras palabras, el relato quiere poner de manifiesto que Dios y Jesús son vida.
El diálogo de Jesús con sus discípulos en los vs. 7-16 es el primer acto de la manifestación. Un acto en el que coexisten, sin invalidarse mutuamente, los dos niveles de la realidad: el empírico (Lázaro ha muerto) y el profundo (Lázaro está dormido). Crudeza y dulzura. Un acto en el que, decidiendo acudir a donde está Lázaro, el portador de vida sume la posibilidad de su propia muerte.
El segundo acto es el diálogo de Marta y de Jesús (vs. 17-27). El acto se abre con la crudeza de lo empírico. Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Y con la muerte, la tristeza y la solidaridad humanas ante lo inevitable. En este contexto Marta representa lo máximo a lo que un creyente judío podía llegar: la fe en una resurrección al final de los tiempos.
Marta cree, en definitiva, que lo inevitable no es definitivo, pero su perspectiva es a largo plazo, en el futuro. Es en estas coordenadas cuando suena nítida la frase: Yo soy la resurrección y la vida. En esta frase nada es futuro: todo es presente, con la presencia empírica y constatable de la persona que la pronuncia.
El futuro del que habla Marta se adelanta y se acerca al presente hasta hacerse uno con él. Yo soy la resurrección y la vida. Aquí no hay ya espera, sólo hay acontecimiento. ¿Crees esto? Es la pregunta crucial del relato.
El tercer y definitivo acto es la realización de lo formulado verbalmente en los dos anteriores, la verificación de las palabras de Jesús. Retorna al esquema narrativo de salir de algo para acudir a donde está Jesús, que veíamos hace dos domingos. Retorna el caso del invidente del domingo pasado. Da la sensación que el autor quiere hacer confluir aquí todo lo escrito con anterioridad. Aquí están efectivamente los judíos y los discípulos, es decir, dos personajes clave en la obra. Aquí están, sobre todo, Jesús y el Padre. Es el momento culminante en lo que llevamos de Evangelio. La reiterada conmoción de Jesús así lo resalta. Es la única vez que aparece este dato en todo el cuarto evangelio. La crudeza de lo empírico es tan total que se hace llanto en el portador de vida. Pero con el mismo realismo de lo empírico emerge lo que Jesús y el Padre son y transmiten: Lázaro vive.
Comentario: No nos hallamos ante un texto prepotente, sino ante un texto indefenso, con la indefensión de quien pregunta. ¿Crees esto? El texto nos dice que Dios es vida en el sentido más literal del término y que esta vida la hace creíble Jesús. ¿Crees esto? El texto es fundamentalmente una invitación a ir al encuentro de Jesús y a descubrir la realidad plena de su persona. Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. Tres facetas diferentes de la persona de Jesús.
Sólo después del encuentro con Jesús podremos entender una frase tan inaudita como la siguiente: no morirnos nunca. Entenderla y tener certeza de ella. ¿Crees esto? El texto no niega nada de la realidad; sencillamente ahonda en ella y amplía su alcance allí donde éste parece tener un límite: la muerte. El texto no niega la muerte: sencillamente afirma que la muerte no es el límite de la realidad humana. ¿Crees esto? Sal al encuentro de Jesús y descubrirás que todo es real y verdadero.
Dabar 1990/21



5. FE/RS.
Como a Marta, me queda una etapa por franquear. Sé muy bien por todo lo que he aprendido, que resucitaremos en el último día. Ante el sufrimiento y la muerte, puedo apoyarme en el dogma; puedo recitar mi catecismo, como lo recita Marta: "Le dice Jesús: Tu hermano resucitará. Le respondió Marta: Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día", pero el dogma no me aporta nada si no descubro que la resurrección no es un momento en el tiempo sino que es alguien. "Jesús le respondió: Yo soy la resurrección". Comprendo entonces que puedo sobrevivir más allá de la muerte si existe otro, eterno, que me ame con un amor tan grande que me acoja en él. Sólo puedo ser inmortal en Dios porque Dios es amor. "El que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás, ¿crees esto?".
Alain Grzybowski, Bajo el signo de la Alianza, Narcea /Madrid 1988.Pág. 95



6. J/V   
Sería desconocer lo más elemental del cuarto evangelio quedarse en la simple consideración de la escena como tal. El evangelista ha seleccionado este gesto de Jesús para acentuar lo que en el signo se halla significado. No se trata simplemente de afirmar el poder de Jesús sobre la muerte. La enseñanza va en la dirección siguiente: los discípulos, los creyentes, se hallan tan íntimamente unidos a Cristo que ni la muerte puede separarlos.
Dicho con las palabras del evangelista: el creyente no morirá para siempre. Esta enseñanza se halla concentrada en la conversación entre Marta y Jesús cuando dice: Yo soy la resurrección y la vida.
Precisamente por eso, la resurrección de Lázaro no puede ser considerada simplemente como un milagro realizado por Jesús, sino como un signo que demuestra el poder eficaz de la fe: el resultado de la fe es la posesión de la vida eterna ya en el momento presente, por parte del creyente. No es necesario esperar hasta el "último día" para la posesión de la vida eterna, como lo pensaba Marta participando de la creencia del judaísmo.
El significado que acabamos de apuntar no se halla condicionado por la historicidad de lo ocurrido en aquel pequeño pueblo llamado Betania. Pero, por otra parte, es imprescindible remitir a las resurrecciones enumeradas por los Sinópticos (Mc 5. 15ss; Lc 7. 11ss.). Más aún, Juan no hubiese recordado la historia si no hubiese creído que había tenido lugar. Y ello porque su convicción más profunda es que el Verbo se hizo hombre y manifestó su gloria en sucesos históricos. No se trata, por tanto, de una simple alegoría inventada en función de una enseñanza.
En esta historia, como es habitual en el cuarto evangelio, se recurre con frecuencia a la ambigüedad de las afirmaciones. Por ejemplo: esta enfermedad no es para la muerte. Lázaro, sin embargo, murió. Pero se halla latente otro pensamiento: la muerte no tendrá poder sobre él, cuando Jesús haga acto de presencia en Betania. Jesús se presenta como la vida desafiando la muerte y venciéndola en su terreno, en un hombre del que ya se había adueñado.
El pensamiento del evangelista no se agota ahí. La resurrección de Lázaro provoca en los enemigos de Jesús el deseo y la decisión de darle muerte. Matar al que es capaz de dar la vida a un muerto arrancándolo del sepulcro.
Otra ambigüedad tenemos en el uso que se hace de la palabra "sueño" (vv. 11ss.). Los discípulos no entienden este lenguaje ambiguo: el sueño significaba la muerte; el despertarlo, significaba la resurrección.
Notemos, finalmente, la aparición de las dos clases de escatologías: la futurista, representada en las palabras de Marta, "resucitará en el último día", y la realizada, aunque no final, que se halla provocada por la presencia de Jesús y su fe en él.
Comentarios a la Biblia Liturgica NT, Edic Marova/Madrid 1976.Pág. 1512



7.- Marta y María anuncian a Jesús que su amigo Lázaro está enfermo. Jesús responde que esta enfermedad no es para la muerte, sino para que en ella se manifieste la gloria de Dios. Con estas palabras alimentaba en las dos hermanas la esperanza de una posible curación milagrosa. Además, revela el propósito de querer dar una prueba ostensible de su misión divina.
Marta cree que Jesús puede curar a los enfermos sólo con su presencia, por eso se lamenta ahora de que llegue después de haber enterrado a su hermano. Cree también en general que Dios escucha siempre la oración de Jesús y que Dios puede resucitar a los muertos.
Con todo, la respuesta de Jesús es tan sorprendente que Marta piensa que Jesús se refiere a la resurrección de los muertos al fin de los tiempos. En esa resurrección creían todos los judíos con la sola excepción de los saduceos (Mt 22, 23).
Jesús dice que él mismo es "la resurrección y la vida"; es decir, que tiene poder para resucitar y dar la vida a cuantos crean en él. Los que creen en Jesús viven ya ahora la "vida eterna", y no morirán para siempre. Esta vida es un don que no puede arrebatar al creyente la muerte corporal. Por lo que la muerte, toda muerte, ya ha sido vencida y ha perdido su virulencia. La muerte de los que creen en Jesús es el paso necesario para que se manifieste plenamente en ellos la vida que ya han recibido.
Marta no puede comprender todo lo que escucha, pero cree que Jesús es el mesías. Esto le basta para aceptar cuanto le dice.
Esta oración de acción de gracias presupone otra de petición. Jesús oró de las dos maneras, pidiendo y dando gracias al Padre. Pero la oración de Jesús difiere en un punto esencial de la que nosotros hacemos: Jesús tiene conciencia de su íntima y singularísima unión con el Padre (cf. 10, 30) y sabe que su oración es, por ello mismo, escuchada; además, Jesús pide siempre que se haga la voluntad del Padre, es para que todos cuantos vean después el milagro crean que él es el enviado del Padre.
El milagro es siempre milagro para la fe, para que los hombres crean y tengan vida creyendo. Pero no todos los que vieron creyeron. Algunos de los testigos fueron enseguida a contar lo sucedido a los fariseos, los enemigos de Jesús. Y éstos decidieron acabar con él.
En la dura lucha que Jesús mantuvo contra la incredulidad de los judíos su última palabra fue ésta: "Yo soy la resurrección y la vida". En torno a esta palabra se cuenta la resurrección de Lázaro, la señal más portentosa y la explicación visible de lo que Jesús es para todos los que creen en él. Cualquiera que sea la fuente de esta narración, Juan la sitúa en su evangelio dentro de un contexto polémico. Por eso no se trata simplemente de un milagro para socorrer la necesidad de una vida abandonada (como en Naím) o atender las súplicas de un padre afligido (Jairo), sino de una demostración pública y solemne de la verdad de Jesús y en un momento crítico y definitivo. No es casual que en el mismo instante en el que el Hijo de Dios manifiesta de forma suprema su poder como autor de la vida, los incrédulos decidan su muerte y tomen las medidas necesarias para realizar su crimen.
Eucaristía 1981/17



8.- Lázaro era el pobre, el desposeído de todo, privado de la gracia, privado de la vida, privado del Padre celestial. Se hallaba en el pecado, en la muerte, en la sepultura. No era sólo el leproso, no era sólo el hambriento; era, incluso, el alimento de los gusanos; se encontraba en el reino de la muerte y de la corrupción, en el hedor de la putrefacción. Lázaro, el desposeído de todo, el hombre en el pecado. Adán después de la caída, el género humano que suspira por la redención.
Emiliana Löhr, El Año del Señor, El Misterio de Cristo en el Año Liturgico I Edic.Guadarrama Madrid 1962.Pág. 402



9.- Cristo convierte en realidad la metáfora de Ezequiel. Cristo pasó por la vida abriendo sepulcros y resucitando muertos. Todo tipo de muertos. El es la Resurrección. Un cuadro plástico inmortal: Vida y Muerte enfrentados en el sepulcro de Lázaro. Un signo concentrado de esa interminable partida de ajedrez entre la muerte y la vida. ¿Qué hay que destacar más en Jesús: sus gestos humanos o su poder divino? Jesús es el que llora por un amigo y es el "Yo soy". ¿Quieres ser amigo de Jesús, el que abre los sepulcros? Pues sólo te pide una cosa: creer.
Caritas, La más urgente reconversión, Cuaresma 1984.Pág. 59



10.
Cristo convierte en realidad la metáfora de Ezequiel. «Yo mismo abriré tu sepulcro», amigo mío; yo te rescataré del lugar de los muertos; yo te llenaré de espíritu de vida; yo venceré tu muerte; yo derrotaré toda muerte.
En un cuadro plástico de gran belleza, se nos pinta la Vida y la Muerte enfrentados en el sepulcro de Lázaro. La resurrección del amigo es parábola y profecía de futuras victorias sobre todo tipo de muertes: Cristo ha venido para que «tengamos vida y la tengamos en abundancia» y la tengamos para siempre. El nos repite: «Amigo mío, pueblo mío, yo abriré vuestros sepulcros»; yo abriré todos los sepulcros.
En la narración evangélica no sabemos qué admirar más en Jesús: sus sentimientos humanos o su poder divino, al Jesús que llora o al que se proclama «resurrección y vida». Ambas dimensiones nos convencen de su verdad.
Caritas, La mano amiga de Dios, Cuaresma y Pascua 1990.Pág. 100



viernes, 24 de marzo de 2017

LECTURA Y COMENTARIO IV DOMINGO CUARESMA CICLO A - 26 MARZO 2017

DAME OJOS PARA VERTE

ORACION COLECTA

Señor, que reconcilias contigo a los hombres por tu Palabra, hecha carne, haz que el pueblo cristiano se apresure, con fe viva y entrega generosa, a celebrar las próximas fiestas pascuales. Por Nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del primer Libro de Samuel 16, 1b. 6-7. 10-13a

En aquellos días, dijo el Señor a Samuel: Llena tu cuerno de aceite y vete. Voy a enviarte a Jesé, de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí. Cuando se presentó vio a Eliab y se dijo: «Sin duda está ante el Señor su ungido.».
Pero el Señor dijo a Samuel: No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón. Hizo pasar Jesé a sus siete hijos ante Samuel, pero Samuel dijo: A ninguno de éstos ha elegido el Señor. Preguntó, pues, Samuel a Jesé: ¿No quedan ya más muchachos?. El respondió: Todavía falta el más pequeño, que está guardando el rebaño. Dijo entonces Samuel a Jesé: Manda que lo traigan, porque no comeremos hasta que haya venido. Mandó, pues, que lo trajeran; era rubio, de bellos ojos y hermosa presencia.  Dijo el Señor: Levántate y úngelo, porque éste es. Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió en medio de sus hermanos.

SALMO RESPONSORIAL (22)

El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R.

 Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R

Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 5, 8-14.

Hermanos: En otro tiempo eran tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz, (toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz) buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien poniéndolas en evidencia. 
Pues hasta ahora da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz».

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Juan 9, 1-41.

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?. Jesús contestó: Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: ¿No es ése el que se sentaba a pedir?. Unos decían: El mismo. Otros decían: No es él, pero se le parece. 
El respondía: Soy yo. Y le preguntaban: ¿Y cómo se te han abierto los ojos?. Él contestó: Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver. Le preguntaron: ¿Dónde está él?. Contestó: No sé. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. (Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: Me puso barro en los ojos, me lavé y veo. Algunos de los fariseos comentaban: Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.
Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?.
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: Y tú ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?. Él contestó: Que es un profeta.
Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: ¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?.
Sus padres contestaron: Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse. Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.». Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. Contestó él: Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo:
Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?. Les contestó: Les he dicho ya, y no me han hecho caso: ¿para qué quieren oírlo otra vez?, ¿también ustedes quieren hacerles discípulos suyos?. Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene.
Replicó él: Pues eso es lo raro: que ustedes no saben de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento, si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.  Le replicaron: Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?. Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del hombre?.
Él contestó: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?. Jesús le dijo: Lo estás viendo: el que te está hablando ese es. Él dijo: Creo, Señor. Y se postró ante él. Dijo Jesús: Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos.
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: ¿También nosotros estamos ciegos?. Jesús les contestó: Si estaban ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, su pecado persiste.

COMENTARIO

Juan pone el milagro en un par de versículos de los 41 del relato. Narra despacio el proceso de la fe. Al principio, todos ciegos. Al final, uno curado y muchos ciegos. Tenemos una cita con unas noches y con Jesús-luz. Noches del mal y del pecado. Tenemos una cita con unas noches y con Jesús-luz. ¿Cómo es posible ser ciego desde que uno nace?  ¿Qué pecado ha cometido?.. Jesús elimina una falsa manera de ver las cosas: establecer un vínculo entre las personas inválida y el pecado. Pero no propone otra explicación; quiere ser solamente luz para que podamos vivir lo que hay que vivir. El mal más terrible, la noche más terrible, es carecer de luz: “Llega la noche y yo soy luz”.
El milagro será ese gran signo: Jesús da ojos. Pero, a partir de ese mismo signo, el ciego tendrá un éxito completo en su cita con Jesús-luz. Mientras que los “judíos” (los adversarios) fracasará. El ciego sale de la noche: “¡Creo en ti, Señor!”. Los judíos se sumergen en la noche: “Es Jesús es un pecador”. ¡Un ciego maravilloso!. Patrono de los que buscan la luz. Sube obstinadamente hacia el misterio de  Jesús, sin dejarse de asustar por los que “saben”, y bromeando con ellos cuando los demás tiemblan. Juan escribe aquí su página más viva, salpicada de preguntas y sobresaltos: ¿Quién es ese? ¿Qué ha hecho?. ¿Dónde está? ¿Quién es? Y tú, ¿qué dices de él? ¿Eres tú   discípulo de ese hombre? ¡Desde el nacimiento eres pecador!. Ellos dicen: “nosotros sabemos”, y se ciegan a sí mismos. El responde “yo no sé nada” y ve surgir poco a poco la luz; dice: “El hombre”, luego, “viene de Dios; y finalmente “¡Señor!”. Puede leerse una mil veces el evangelio sin ver a Jesús. Desde el comienzo, Juan no deja de repetirlo: “La Luz  brilla en la noche, pero la noche no capta la luz” (Jn 1 5). Ante el ciego que lo “ve” y los fariseos que lo miran sin verlo, Jesús se siente obligado a constatar lo que ocurre cuando él aparece: “Los ciegos ven y los que ven se hacen ciegos”.
¡Pero yo sé! ¡Yo veo!. No; “intentamos” ver. En cada página, día tras día. Somos ese ciego a quien Jesús da ojos dos veces: primero para mirarlo y luego para verlo. Hasta el último momento de nuestra vida, no dejemos de repetir la misma oración: “Jesús, dame ojos para verte”. Hagamos una anotación: La saliva se consideraba una medicina. Jesús la utiliza alguna vez como signo de sus curaciones (cf. Mc 7. 33; 8. 23). El Talmud prohibía expresamente curar con saliva en día de sábado. También se prohibía expresamente hacer barro en día de sábado. Ambos detalles son necesarios para que surja la controversia en la que va a mostrarse la pertinaz obcecación de los judíos y la progresiva lucidez del ciego de nacimiento. Jesús, al untar con el barro los ojos del ciego, resalta su ceguera y despierta también su esperanza de curación.

PLEGARIA UNIVERSAL

Oremos al Señor nuestro Dios, que nos ha sacado de las tinieblas y nos ha llamado al reino de su luz. Respondemos: Escúchanos Señor.

1.- Por todos los que en la Iglesia han recibido la misión de anunciar la palabra de Dios y tienen el carisma de iluminar con la enseñanza de la fe y la exhortación profética. Escúchanos Señor.

2.- Por los catecúmenos que se preparan durante la cuaresma para recibir el bautismo en la noche de pascua. Escúchanos Señor.

3.- Por los responsables de la educación, los que dedican su vida a la docencia, los que controlan los medios de la información pública. Escúchanos Señor.

4.- Por los que viven en la ceguera de la falsa cultura y la ignorancia sin capacidad de pensar y decidir por falta de la debida luz. Escúchanos Señor.

5.- Por nosotros llamados a dar testimonio de la luz de Cristo. Escúchanos Señor.

Señor Dios nuestro que nos has enviado a Jesucristo luz del mundo para iluminar las tinieblas de nuestra ignorancia y nuestro pecado, escucha nuestras suplicas y cura nuestra ceguera. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Al ofrecerte Señor, en la celebración gozosa de este domingo, los dones que nos traen la salvación te rogamos nos ayudes a celebrar estos santos misterios con fe verdadera y a saber ofrecértelos por la salvación del mundo. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Señor, Dios luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestro espíritu con la claridad de tu gracia, para que nuestros pensamientos sean dignos de ti y aprendamos a amarte de todo corazón. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 27: Is. 65, 17-21; Sal 29; Jn. 4, 43-54.
Martes 28: Ez. 47, 1-9.12; Sal 45;  Jn. 5, 1-3.5-16.
Miércoles 29: Is. 49, 8-15; Sal 144; Jn. 5, 17-30.
Jueves 30: Ex. 32, 7-14; Sal 105; Jn. 5, 13-47.
Viernes 31:  Sb. 2, 1ª.12-22; Sal 33; Jn. 7, 1-2ª10.25-30.
Sábado 01: Jr. 11, 18-20; Sal 7; Jn. 7, 40-53.

Domingo 02:  Ez. 37, 12-14; Sal 129; Rom. 8, 8-11; Jn. 11, 1-45.


COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 9, 1-41

vv. 6-7:Detalle de la piscina y de la interpretación que de su nombre se hace. Esta interpretación no se basa en la filología. Esta piscina (el Enviado) contrasta con la de Jn 5. 2-7, la piscina de los Cinco Pórticos (la Ley), donde era muy difícil obtener la curación. En clave simbólica el autor nos dice lo siguiente: Jesús es la Luz; la Ley la oscuridad. El invidente ve porque acude a Jesús; en cambio, 38 años llevaba inválido el que acudía a la Ley y además sin esperanza de curación. Lo que sigue no es sino una dramatización de esta lección.



En todos nosotros hay zonas oscuras que se ocultan, muchas veces, por miedo a la verdad, y no se abren a la luz del evangelio. La luz y las tinieblas no es, por lo tanto, un esquema para dividir a los hombres en buenos y malos, sino que en cada uno de nosotros experimentamos el antagonismo de la luz contra las tinieblas. Los que reconocen este hecho y no se consideran a sí mismos plenamente iluminados son los que se abren a la luz de Cristo, los ciegos que comienzan a ver. Pero aquellos que lo ven todo claro, que se consideran poseedores de la misma verdad, que no saben dudar ni preguntar, se cierran cada vez más en su propia oscuridad.
Eucaristía 1978/11



4.- Es importante leerla entera. El evangelista, a lo largo del cuarto evangelio, nos plantea una pregunta fundamental: "¿quién es este Hombre? ¿Quién es Jesús de Nazaret?" y la responde desde la propia experiencia de la comunidad. Hoy nos responde: Jesús es la luz del mundo. Se trata de una catequesis sobre el proceso de la fe, tanto personal como de la comunidad joánica (que vivió un largo proceso de fe en Jesús). Podemos distinguir: el hecho de la curación, vv. 1-7; el discurso entre los vecinos y el primer interrogatorio del ex-ciego por los "fariseos", vv. 8-17; la declaración de los padres y el segundo interrogatorio, vv. 18-34; y la fe del hombre curado de la ceguera y la ceguera de los "fariseos", vv. 35-41.
Jesús se revela como luz del mundo. Parece como si Jesús quedara en un segundo plano, pero es él quien está desde el principio -toma la iniciativa, "Jesús vio"- en el centro del relato: "¿quién es este hombre?" y al final como Señor de la vida y de la historia, ante el cual hay que tomar partido: quedarse en las tinieblas (ceguera) o estar en la luz (creer). El evangelista introduce, en este relato, algunos "anacronismos" significativos:
-el hecho de la expulsión de los cristianos joánicos de la sinagoga (v. 22);
-los interlocutores de Jesús (los que interrogan a la comunidad, la fe del creyente, "el que ve") son llamados "fariseos", que son los que dominaron el judaísmo después de la destrucción del templo de Jerusalén, el año 70. La comunidad joánica se enfrenta con la sinagoga. Hay que subrayar la importancia de la fe y del hecho de vivirla en comunidad. Es en el seno de la comunidad donde se puede hacer la experiencia de la relación-encuentro con Jesús, el Señor.
El texto de hoy facilita destacar el proceso de la fe, el don de ver, de permanecer en la luz. El ciego de nacimiento ("para que se manifiesten en él las obras de Dios"), primero, no sabe quién es el que le ha hecho el don de ver (creer), no sabe dónde está (está presente-vivo en la comunidad); después, motivado por las interpelaciones (de los de fuera) reconoce que Jesús "es un profeta". Ha dado un paso más, pero aún tiene que superar las dificultades: de no ser reconocido por los propios padres (no le reconocen por miedo a ser expulsados de la sinagoga, cuando los cristianos ya lo han sido) y de mantenerse firme en la opción. Es entonces cuando Jesús le sale al encuentro y se produce la confesión de fe: "Creo, Señor". Es el encuentro con Jesús vivo.
Jaume Fontbona, Misa Dominical 1990/07



Paralelamente al proceso de recuperación de la vista y conversión del ciego, Juan describe también los distintos tipos de prejuicios que impiden al hombre llegar a la fe. La masa, como siempre anda dividida. Unos, al ver al ciego que ve, dicen que es él; otros, en cambio, dicen que sólo es uno parecido. La gente discute y se entretiene, pero no pasa de ahí, del nivel de la noticia de periódico. No tiene interés, sólo se guía por la curiosidad. y así va de flor en flor, superficialmente, sin llegar a ninguna parte. También los intelectuales y notables del pueblo andan divididos: unos ponen en cuestión la veracidad del relato, otros la del hecho, alguno incluso la de su posibilidad. Y todos coinciden en que eso no puede ser científicamente. Y rechazan la evidencia por falta de lógica, porque no cabe en su razón. Finalmente, están los padres del ciego. Obviamente, están a favor del hijo, pero tienen miedo a las represalias de los fariseos, y así optan por zafarse, sin querer comprometerse. Que se lo pregunten a él, que ya es mayorcito. El ciego, recobrada la vista, se queda solo, como se queda solo el creyente. La fe deslumbra en un mundo que no quiere ver, porque prefiere otras cosas, todas esas cosas que espera le den la felicidad.
-Sólo miramos las apariencias.
El más frecuente de todos los prejuicios es la superficialidad, el detenerse en las apariencias. Así nos lo manifiesta la primera lectura. Samuel debe ungir al sucesor del rey Saúl. Todos apuestan por un hombre adulto, fuerte, experimentado y de presencia. Pero el Señor se ha fijado en la debilidad, la inexperiencia y la fragilidad de un jovenzuelo pastor. Y cuando Samuel intenta hacer valer sus razones, he aquí que el Señor le advierte: el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón. Y ése es nuestro problema. Nos dejamos llevar de las apariencias, del texto literario, incluso del contexto histórico, pero se nos escapa lo profundo, el sentido, el mensaje. La fe no es una mirada superficial, sino profunda. El creyente mira desde lo hondo y cala hasta lo más íntimo de la realidad. Creer es ya ver de algún modo y como en anticipo lo que aún está por ver y descubrir.
Eucaristía 1990/15



Contexto. Mi Padre hasta el presente sigue trabajando y yo también trabajo (Jn. 5, 17). He realizado un trabajo y todos os extrañáis (Jn. 7, 21). Este trabajo al que se refiere está relatado en lenguaje figurado en Jn. 5, 1-9. En lenguaje no figurado el trabajo de Jesús consiste en devolver al hombre la autonomía de movimientos y la emancipación que los responsables de Templo y de la Ley le habían escamoteado. Por eso, esos responsables deciden eliminar a su competidor (cfr. Jn. 5,1 7).
Comentario. La presencia de un ciego de nacimiento es enjuiciada por los discípulos desde un esquema moral. Es el mismo esquema con que operan los fariseos (léase el v. 34).
Jesús nos invita a ver esa presencia desde una óptica laboral: "para que se manifiesten en él las obras de Dios".
Sustituyamos la expresión "obras de Dios" por esta otra: "trabajos que Dios quiere". Es más clara y responde al original.
Desde Jn. 6, 29 el lector del cuarto evangelio sabe cuál es la obra de Dios, es decir, el trabajo que Dios quiere: la adhesión a Jesús. Es precisamente esta adhesión la que el autor tipifica en los vs. 35-38 de hoy, después de haberla formulado figurativamente en los vs. 6-7. De la mano del autor del relato, el ciego funciona como autor-tipo del trabajo que Dios quiere que cada uno de nosotros realice. Este es el significado de la difícil expresión "para que se manifiesten en él las obras de Dios". A este trabajo es al que nos invita el v.4. Este trabajo, es decir, esta adhesión a Jesús, crea personas autónomas, emancipadas. En una palabra: personas mayores (cfr. v. 23).
Pero en el relato hay otros protagonistas, otros actores con otro tipo de trabajo: los fariseos. En el relato funcionan como contra-actores: rechazan al ex ciego. Este rechazo lo tipifica también el autor: léanse los vs. 40-41. Su pecado consiste en no prestar adhesión a Jesús. Por consiguiente, no realizan el trabajo que Dios quiere.
¿Qué trabajo realizan, que hace de ellos unos pecadores? El lector del cuarto evangelio lo sabe por los capítulos anteriores. El autor ha presentado a los fariseos como representantes del agua de las purificaciones, del templo, del sábado, de la ley. Es también un trabajo religioso. Pero, al contrario del trabajo que Jesús realiza, el trabajo de los fariseos tiene como resultado una multitud de inválidos: ciegos, cojos, paralíticos. (Léase Jn. 5, 2-3. Estos yacen junto a una piscina que se llama la Fosa. El ciego de nacimiento, en cambio, se lava en una piscina "que significa Enviado"). El trabajo religioso de los fariseos crea hombres incapaces de autonomía propia, personas incapaces de movimiento, subdesarrolladas.
"He venido para un juicio: para que los que no ven, vean, y los que ven, queden ciegos" (v. 35). Es la conclusión que el lector debe sacar de todo el relato. Hay dos tipos de trabajos y de hombres religiosos, cada uno con su propio concepto de pecado. Una conclusión y una pregunta: el tipo de trabajo religioso, la imagen de hombre religioso y el concepto de pecado con que habitualmente operamos, ¿no son tal vez los cuestionados y enjuiciados por Jesús?
Dabar 1981/21



7.
La ilustración de las palabras de Jesús Yo soy la luz del mundo (cfr. Jn 8, 12) -hecha a través del signo y del diálogo- y de la lucha entre la luz y las tinieblas, con la victoria final de aquélla, es el tema central de este capítulo de Juan. Veamos los aspectos más destacados.
Presentación. La pregunta inicial de los discípulos sobre la causa de la ceguera nos introduce ya en la interpretación teológica que va a tener el signo. Jesús rechaza la creencia popular de que la enfermedad sea la consecuencia directa de los pecados personales o de los antepasados. Se refiere solamente a la urgencia de hacer el bien "mientras es de día", puesto que ve acercarse la hora de su muerte. El dolor continúa en el misterio.
El signo. La curación del ciego se hace ungiéndole los ojos con barro hecho con saliva, considerada con propiedades curativas, y mandándole a lavarse a Siloé. Es importante, teológicamente, el nombre de la piscina: "Enviado". De esta piscina se sacaba el agua para las abluciones de la fiesta de los tabernáculos, un agua que Jesús sustituirá por los ríos de agua viva que él, el verdadero enviado del Padre va a dar a los creyentes (cfr. 7, 27-39).
ILUMINACIÓN: Iluminación progresiva. El que había sido ciego experimenta un proceso de crecimiento de su fe en Jesús. Cuando se identifica ante los conocidos como el ciego mendicante, únicamente puede decir que le dio la vista "ese hombre que se llama Jesús". En el primer interrogatorio ante los fariseos, donde le condujeron para que juzgaran el caso, reconoce a Jesús como "un profeta", y cuando en el siguiente interrogatorio pretenden acorralarlo a base de hacerle repetir los detalles, él no puede dejar de afirmar claramente que Jesús le ha abierto los ojos y que "si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder". Su fe llega a la última etapa cuando es el propio Jesús quien le sale al encuentro preguntándole si cree en el Hijo del hombre. La respuesta no puede ser más clara: "Creo, Señor. Y se postró ante él".
Ceguera progresiva. Después de la curación, los fariseos se convierten en jueces y árbitros de la misma. En realidad a quien se juzga es a Jesús: ¿es un pecador o un enviado de Dios? En el primer interrogatorio algunos se muestran dispuestos a aceptar a Jesús como un hombre de Dios; pero su cerrazón aumenta progresivamente, empeñándose en mantener que Jesús es un pecador porque ha violado el reposo sabático y queriendo que así lo confiese el que había sido ciego. Su conclusión final es que el ciego había nacido en pecado y que cuanto pueda decirles no tiene valor alguno. Al final del capítulo es Jesús quien los juzga a ellos, que se habían erigido en jueces.
Fe y testimonio de la Iglesia. Partiendo de unos hechos y situaciones iniciados durante el ministerio público de Jesús, el evangelista nos presenta su desarrollo posterior: el testimonio de fe que da el ciego es el que deben dar todos los creyentes. La oposición que aparece aquí entre los "judíos" seguidores de Moisés como enviado de Dios y los seguidores de Jesús como Mesías, refleja la situación a que se llegó a fines del siglo I.
J. Roca, Misa Dominical 1981/07



8. P/CEGUERA 
El tema de la luz y de la vida tiene en el evangelio de Juan un tratamiento cuidadoso y que se repite desde variados puntos de vista. Ambos temas constituyen, desde luego, puntos de reflexión importantes para comprender la nueva realidad del hombre transformado por la fe y por el bautismo. La perícopa de hoy desarrolla, sobre todo, el tema de la luz y, como hacíamos notar el domingo anterior, su lectura goza de una larga tradición en estos domingos antes de Pascua.
Pero dejando este aspecto vinculado a la tradición litúrgica de la Iglesia, son muchos los exegetas actuales que ven en la narración del milagro del ciego de nacimiento una clara referencia de Juan al milagro que se realiza en el bautismo de todo cristiano, al pasar de la no-fe a la fe. Sin duda el evangelista toma como punto de referencia un hecho singular de la vida de Jesús, pero a la luz de la experiencia eclesial vivida por el mismo apóstol, aquel hecho se convierte en objeto de una reflexión profundizada con una incidencia que sobrepasa el momento concreto del hecho histórico. La estructura de esta narración tiene semejanza con la curación del paralítico (Jn 5). Los dos enfermos curan gracias al agua de una piscina; en las dos narraciones, el día del milagro es el sábado; la discusión de Jesús con los fariseos después del milagro tiene también un paralelismo: en la primera, Jesús se manifiesta como el que da la vida; en la de hoy, él mismo dice: "Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo" (v. 5). Así pues, Juan repite un esquema catequético que, posiblemente, se funda en una práctica litúrgica de la Iglesia.
-Según el evangelista, "Siloé" significa "enviado", relacionando de este modo el agua de la piscina y la persona de Jesús. El milagro es obra de Jesús por medio del agua. El sigue dando su Espíritu a los que se bautizan.
-El milagro es pasar de las tinieblas a la luz; de la confianza en el hombre Jesús a la fe en el Cristo ("el Hijo del Hombre", vv. 35-38), de la incredulidad a la fe.
-El ciego reconoce repetidamente su condición pasada de ciego, ahora que ya ve (vv. 9, 11, 15, 25, 32) y toda la narración es deudora de la mentalidad según la cual la ceguera se relaciona con el pecado (vv. 2 y 34). El reconocimiento del propio pecado es condición indispensable para recibir el bautismo y la salvación.
-El milagro y el testimonio del ciego tienen como conclusión la exclusión de la sinagoga (v. 34). La salvación de Cristo, consistente en la fe en él, sustituye y supera cualquier otra salvación.
-El juicio de Dios ya ha empezado. El que no cree en Cristo, por este sólo hecho, está ya condenado. La ceguera incurable es la no aceptación de la luz nueva que es el mismo Cristo (vv. 39-41).
Anton Ramon Sastre, Misa Dominical 1978/05



9.
Relato de la curación del ciego de nacimiento y crónica de la discusión que siguió. Es fácil reconocer la pluma de Juan en este relato, que se asemeja de manera singular al de la curación del paralítico.
En ambos casos, efectivamente, la misma realización del milagro un día de sábado (Jn. 5, 9; 9, 14), en beneficio de un enfermo incurable (Jn. 5, 5; 9, 19-20) y no lejos de una piscina (Jn. 5, 2; 9, 7). Los beneficiarios de las curaciones reaccionan de la misma forma, con el buen sentido popular (Jn. 5, 11; 9, 25-27, 30-33), y, sin embargo, no conocen a Jesús (Jn. 5, 12-13; 9, 11). Después, de forma curiosa, Jesús vuelve a encontrar al curado después del milagro para ayudarle a reflexionar sobre él (Jn. 5, 14; 9, 35); los dos beneficiarios del milagro plantean el problema de Jesús ante los fariseos (Jn. 5, 15; 9, 11, 15). Este desarrollo de los hechos es evidentemente más teológico que histórico y nos permite precisar la idea esencial de Juan.
* * * *
a) El primer problema del cuarto Evangelio es el del conocimiento. En la curación del ciego, Juan pone de relieve el avance del conocimiento progresivo del ciego y contrapone la fe a la que accede al "conocimiento" de su entorno (parientes, vecinos y, sobre todo, fariseos).
El ciego empieza por ceñirse a motivaciones insuficientes: no sabe quién es Jesús (v. 12), sino que se pone al lado de quien le ha curado (como quienes se conviertan hoy a la Iglesia por su acción social o cultural). Inmediatamente después de esta conversión, todavía muy limitada, la fe del ciego de nacimiento es sometida a prueba: choca con el conocimiento libresco, teológico y moral de las altas esferas de la sinagoga: un conocimiento tan libresco que no consigue siquiera explicar hechos tan evidentes como su curación. De igual modo, el neoconverso ve muchas veces su entusiasmo roto por el escándalo de sistemas teológicos o moralistas a los que preocupa poco la persona de Jesús.
La fe del ciego curado inicia entonces una tercera etapa en su progresión, la que le permite encontrar a la persona misma de Jesús y vivir en su conversión al Padre (vv. 35-38). En este momento, el convertido ha llegado a la religión de la persona y de la comuniòn con Dios; está muy por encima del libro de los teólogos y puede relativizar la institución.
El ciego ha aceptado el laborioso caminar de su fe; pero hay otros a su alrededor, y entre ellos quienes hubieran debido aprovechar su ciencia para profundizar en la fe, que rechazan deliberadamente esa forma de conocimiento.
Están, en primer lugar, los parientes (vv. 18-23), para quienes la pertenencia al Pueblo de Dios es tan sólo sociología y que soslayan el hacerse preguntas por miedo a tener que tomar partido o ser expulsados por las autoridades: de igual modo, cierto espíritu borreguil, un falso concepto de la obediencia y el miedo a las consecuencias de sus actos impiden a muchos cristianos el que crean.
Y están, sobre todo, los teólogos fariseos que se pierden en discusiones alambicadas y disquisiciones interminables, mientras que al ciego le bastan tres palabras, repetidas como un estribillo (vv. 7, 11, 15) para expresar la realidad. Como su dogmatismo no puede equivocarse, discuten los hechos hasta el punto de caer en el ridículo. Y cuando se encuentran entre la espada y la pared no encuentran otra salida que la injuria (versículo 28) y la excomunión (v. 34).
Entonces aparece claro el juicio de Dios (v. 39): quienes creen ver no ven y siguen en sus tinieblas; los ciegos, por el contrario, llegan hasta la luz, que es, para San Juan, la vida en comunión con Jesús resucitado, luz del mundo.
b)En este pasaje hay algunos otros temas secundarios. Juan subraya, en primer término, que el ciego lo era de nacimiento (vv. 19-20 y 32-34). Con esta precisión expresa su intención de introducir el tema del nuevo nacimiento (3, 3-7).
Este nuevo nacimiento es tanto más importante cuanto que pone en tela de juicio lo que parecía irreformable en el primero: las injusticias nativas de la vida humana. Aceptar un "nuevo nacimiento" equivale, pues, a negarse a una aceptación de las alienaciones contenidas en el primero, equivale a poner mucho amor en la lucha contra las taras nativas de la humanidad y a hacer de la fe un motor en pro de una humanidad mejor.
c) Otro tema; el del envío. Cristo es "enviado" (vv. 4, 7) para realizar las obras de la salvación (vv. 3, 17). Entre esas obras figura la iluminación de los hombres; no es tanto la "luz" intelectual, en el sentido occidental de la palabra, como la "luz" de la salvación en sentido bíblico.
Al proclamarse luz del mundo (v. 5), Cristo da a entender que, sacando a los hombres de sus tinieblas, da cumplimiento a las Escrituras (Is. 9, 1-6; 42, 6-9; 55, 1-9). Pero no todo se reduce exclusivamente al aspecto mesiánico. Juan insinúa que esta luz es la vida misma de Dios hablando de las "obras del Padre" y del envío: Cristo es luz porque es el Hijo de Dios y en este sentido reclama la fe (vv. 33-36).
d) El tema de la luz surge de las simples observaciones naturales. La luz es el símbolo de la vida como las tinieblas lo son de la muerte y del sueño (Gén. 1, 3-18; Sal 103/104, 19-24; Is. 8, 21-9, 2), un símbolo tanto más cargado de sentido cuanto que, entonces, no se disponía como hoy de medios para luchar contra la noche.
Dentro de esta perspectiva se comprende que los profetas hayan presentado frecuentemente el quebrantamiento del ritmo del día y de la noche y la invasión de las tinieblas como un castigo (Ex. 11, 4-8; Sab. 17-18, 4; Am. 8, 9; 5, 18-20; Is. 13, 9-10). Desde entonces las tinieblas se identifican con el pecado; la luz con la vida según la ley (Prov. 4, 18-19; Sal. 17/18, 29; 106/107, 10-16; Is. 59, 9-10). Mas este plano moral ha quedado superado por el de la historia de la salvación: la luz se convierte en el acontecimiento-Cristo que viene a juzgar a las tinieblas y terminar con ellas (1 Pe. 2, 8-10; Rom. 13, 12-14; Jn. 3, 17-21) Estar en la luz consiste, de ahora en adelante, en estar injertado a Cristo resucitado (Jn. 12, 46-47; Act. 13, 46-47; 26, 22-23; 2 Cor. 4, 4-6). La fe es la expresión de ese nexo con la luz (Lc. 18, 39-43; Jn. 9). Portador de luz, el cristiano debe llevársela a los demás (Ef. 5, 8-14; Mt. 5, 15-16; Rom. 13, 11-14). Luz de Cristo y luz de los cristianos triunfarán definitivamente de las tinieblas con la victoria escatológica (1 Tes. 5, 2-7; Ap. 21, 22-27; 22, 16).
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COMUNICACIÓN: Jesús acepta, pues, la totalidad de la condición humana y, en particular, la ambigüedad de la comunicación interpersonal. No es raro que una persona acceda al misterio de otra persona y comulgue con ella. La amistad y el amor conyugal son excepciones; la mayoría de la gente os conoce tan sólo desde fuera; piensan de vosotros lo que piensa su medio; no os conocen más que por vuestros libros y vuestros artículos. Lo mismo sucede con Cristo: pocos son los que establecen con El una relación interpersonal (el ciego, la pecadora...); la mayoría no le conoce sino a través del Libro (escribas, fariseos, Nicodemo) o con una fe popular y sociológica (sus "hermanos", la Samaritana); los unos pasan a lo explícito, otros se quedan en lo implícito. Unos le toman por un curandero o por un profeta, otros por el Mesías o el Hijo del hombre...; algunos vislumbran el misterio del Hombre-Dios.
Pero todos forman parte de un mismo movimiento de búsqueda, y Mt. 25, 31-46 deja bien sentado que hombres que no han conocido claramente al Señor podrán, sin embargo, formar parte del Reino, con tal que no transformen en absoluto sus débiles verdades, como los escribas del Evangelio.
Maertens-Frisque, Nueva Guia de la Asamblea Cristiana III,  Marova Madrid 1969.Págs. 159-162



No es el relato de un milagro que Jn despacha en un par de versículos. Narra despacio el proceso de la fe. Al principio, todos ciegos. Al final, uno curado y muchos ciegos.
El ciego sale de la noche: "Creo en ti, Señor". Los judíos se sumergen en la noche: "ese Jesús es un pecador".
Un ciego maravilloso. Patrono de los que buscan la luz. No se deja asustar por los que "saben" y bromea con ellos cuando los demás tiemblan.
Ellos dicen "nosotros sabemos" y se ciegan a sí mismos. El responde "yo no sé nada" y ve surgir poco a poco la luz; dice: hombre; luego: viene de Dios; y finalmente: Señor. Jesús da ojos: primero para mirarlo, luego para verlo.
Hasta el último momento de nuestra vida, no dejemos de repetir la misma oración: Jesús, dame ojos para verte.



11.- Curación del ciego de nacimiento. Una bella historia, en la que se dramatiza el paso de las tinieblas a la luz, las etapas de un encuentro con Cristo en la fe, lo que es y lo que significa el bautismo.
Esta ceguera no es originada por el pecado, sino que viene a representar la condición de la naturaleza humana. Dios ha permitido esta situación, porque Cristo viene a su encuentro, y así se podrán manifestar «las obras de Dios», la misericordia de Dios.
Y empieza la acción salvadora, la iluminación del ciego, el proceso de la fe: la saliva, el barro, el toque de los ojos, el lavado en la piscina del Enviado, la docilidad del ciego, el milagro, la fe, el amor. «Y se postró ante él».
No tardará en venir la persecución y la condena; pero este ciego ya era un hombre libre. La segunda parte de la historia se refiere a los ciegos, no de nacimiento sino por enfermedad o por maldad, por ofuscación. A éstos, Cristo, el Sol, no los pudo curar. Cerraron todas sus ventanas y quedaron más ciegos que antes, más fanáticos que antes, más violentos que antes. No pudieron ser curados, porque no se creían ciegos, y, en vez de aceptar a la luz, terminarían revolviéndose contra ella.
Caritas, Rios Del Corazon, Cuaresma y Pascua 1993.Pág. 95



12.
En este capítulo del evangelio de Juan se nos muestran de manera clara algunas características propias de este evangelio: la presentación de la acción de Jesús como un proceso judicial en el que parece que sea Jesús el que es juzgado pero que, de hecho, es él quien juzga; el método de la discusión, que en este caso es sobre Jesús, sin que él intervenga directamente; un doble nivel de comprensión: se habla de Jesús pero a la vez se habla de la comunidad a la que se dirige este escrito.
La pregunta de los discípulos responde a una mentalidad muy extendida según la cual las enfermedades eran consecuencia de los pecados cometidos. Jesús va más allá de la cuestión, y asegura que en aquel ciego de nacimiento se revelará la manera de obrar de Dios.
Jesús es presentado como la luz del mundo, al comienzo y al final del capítulo. Sólo aceptando esta luz es posible superar la ceguera. El ciego, una vez curado, va llegando a la luz plena de la fe progresivamente: primero afirma que Jesús es el Hijo del hombre, es decir, el que viene de Dios para llevar a los hombres a la plenitud de la vida en Dios, y finalmente afirma que es el Señor y le adora (¡sólo Dios puede ser adorado!). Por otro lado, hay que señalar que el ciego también afirma que Jesús es "aquel hombre", tema fundamental también en el evangelio de Juan. ¡El gran escándalo es que "aquel hombre" sea Dios!
Se creía que la saliva tenía propiedades curativas. Jesús actúa como taumaturgo, pero mandando al ciego a la piscina de Siloé, aporta un elemento simbólico: "el enviado" verdadero es Jesús; él es quien trae la luz de parte de Dios.
El diálogo con los padres del ciego, el miedo a ser excluidos de la sinagoga y la exclusión del ciego curado, así como la referencia a Moisés, nos sitúan en la época de la redacción del evangelio y no en el tiempo de Jesús. La discusión sobre la primacía de Moisés y sobre la mesianidad de Jesús provocó la rotura con el judaísmo posterior en el año 70.
La afirmación final de Jesús acaba de aclarar toda la discusión anterior: su juicio consiste en traer la luz y, ante la luz, hay quien la acepta porque sabe que está necesitado de ella y hay quien la rechaza porque considera que ya ve...
J. M. Grané, Misa Dominical 1993/04