ENCONTRARSE
CON JESÚS
ORACION COLECTA
Dios Nuestro, que te complaces en habitar
en los corazones rectos y sencillos, concédenos la gracia de vivir de tal
manera que encuentres en nosotros una morada digna de tu agrado. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Levítico 13, 1-2.
44-46
El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
«Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y
se le produzca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de
sus hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es impuro. El sacerdote
lo declarará impuro de lepra en la cabeza.
El que haya sido declarado
enfermo de lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y
gritando: "¡impuro, impuro!" Mientras le dure la afección, seguirá
impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento.».
SALMO
RESPONSORIAL (31)
Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de
liberación.
Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le
han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el
delito. R.
Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa» y tú perdonaste mi culpa y mi pecado R.
Alégrense, justos, y gocen con el Señor; aclámenlo,
los de corazón sincero. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pablo a los Corintios 10, 31-11, 1
Hermanos: Cuando coman o beban o hagan cualquier
otra cosa, háganlo todo para gloria de Dios.
No den motivo de escándalo a los judíos,
ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios, como yo, por mi parte, procuro
contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de la mayoría,
para que se salven.
Sigan mi ejemplo, como yo sigo el de
Cristo.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Marcos 1, 40-45
En aquel
tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres,
pareces limpiarme.».
Sintiendo
lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.».
La lepra
se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo
despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que
conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó
Moisés.».
Pero,
cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo
que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera,
en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
COMENTARIOI
“Se
le acercó un leproso… Acudían a él de todas partes”. El evangelio describe
muchos encuentros con Jesús, pero ¡qué diferencia! Muchos acudieron pronto a
él, pero superficialmente. Unos fueron verdaderamente atrapados por él (¡muy
pocos!), otros permanecieron indiferentes, la mayor parte se volvieron
hostiles. ¿De qué depende eso que pasa entre Jesús y un hombre? Lo vemos en
este episodio: todo depende de la fe-confianza. La confianza del leproso es
extraordinaria: “Si quieres, puedes”.

Aquí
se encuentran a la vez la terrible situación de un hombre y la gran fuerza del
amor. La lepra era una enfermedad espantosa, porque
excluía de la comunión con el pueblo, o sea, segregaba a un hombre de sus
relaciones con el pueblo de Dios. "¡Impuro, impuro!", gritaba el
leproso desde lejos, de manera que todos se pudieran parar y evitar así
acercarse a él (Lev 13, 45). Los rabinos lo consideraban como si estuviera
muerto y pensaban que su curación era tan improbable como una resurrección. Marcos indica que Jesús lo toca. Y lo cura. Eso es
precisamente lo que pensaba el leproso: él puede todo lo que quiere. Con la
condición de que se crea en él. Así es como se realiza el encuentro. No hay
miseria alguna que lo eche para atrás, pero espera nuestro “si quiero, puedes”,
que debería ser casi tan poderoso como el amor con que está dispuesto a
acogernos. Pensemos en los “leprosos” de hoy.
Habría
que moverlos hacia Jesús; a los despreciados, a los marginados, a los que
sienten la vergüenza de su cuerpo, de su corazón, de su vida. Pero también me
dirijo a mí mismo. ¿Acaso estoy yo tan sano? Muchos de mis encuentros con Jesús
han sido inútiles porque nada me impulsaba a suplicarle: “¡Sálvame! Si quieres,
puedes curarme”. Para decir esto con una
fuerza capaz de arrancarle gracias muy grande, es menester que me sienta
leproso y que lo sienta de verdad. Este doble despertar de nuestra vergüenza y
de nuestra fe es la mejor preparación para un encuentro. Como cuando decimos:
“Ante de celebrar esta eucaristía, reconozcamos nuestros pecados”. Preparémonos
a cada uno de nuestros encuentros con Jesús reconociendo que somos leprosos.
PLEGARIA UNIVERSAL
Señor, como aquellos que acudían a Jesús
llevando su enfermedades, venimos hoy nosotros a tu presencia para que con tu
infinita misericordia atiendas nuestras suplicas. R.- tiende, Señor nuestras suplicas.
1.- Por el
Papa Francisco para que la luz de Cristo lo ilumine con claridad y tome las
decisiones más convenientes para la Iglesia y para el mundo. Roguemos
al Señor.
2. Por los
gobernantes para que apuesten sin condiciones por la vida, desde su concepción
hasta la muerte natural. Roguemos al Señor.
3.- Por
los enfermos, para que la fuerza sanadora de Cristo los “levante” de su
enfermedad. Roguemos al Señor.
4.- Por
los que pasan dificultades, los que se quedaron sin trabajo, para que
encuentren en los demás el auxilio necesario para cubrir sus necesidades. Roguemos
al Señor.
5.- Por
todos los misioneros para experimenten la paga que lleva consigo la predicación
del evangelio. Roguemos al Señor.
6.- Por
las familias que pasan hambre y no tienen atención de ningún tipo, para que el
mensaje de Cristo sea el centro de cada hogar, a pesar de sus dificultades. Roguemos
al Señor.
7.- Por
los que nos reunimos a torno a la Mesa del Señor, para que un día también nos
reunamos en la Mesa Celestial. Roguemos al Señor.
Dios Padre acoge estas plegarias y todas
cuantas llevamos en nuestros corazones que solo tú conoces. Te lo pedimos por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Que esta ofrenda nos purifique y renueve, Señor y sea causa de
recompensa eterna para quienes cumplen tu voluntad. Por Jesucristo nuestro
Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Saciados con el pan del cielo, te pedimos, Padre, la gracia
de desear siempre este alimento que nos da la vida verdadera. Por Jesucristo
nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL
DE CADA DÍA
Lunes 12: St 1, 1-11;
Sal 118; Mc 8, 11-13.
Martes 13: St 1,
12-18; Sal 93; Mc 8, 14-21.
Miércoles 14: Jl 2,
12-18; Sal 50; 2CO 5, 20—6, 2; Mt 6, 1-6.16-18.
Jueves 15: Dt 30,
15-20; Sal 1; Lc 9, 22-25.
Viernes 16: Is 58, 1-9ª; Sal 50; Mt 9, 14-15.
Sábado 17: Is 58,
9b-14; Sal 85; Lc 5, 27-32.
Domingo
18: Gn 9, 8-15; Sal 24; 1P 3, 18-22; Mc 1, 12-15.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Mc 1, 40-45
Par: Mt 8, 2-4 Lc 5,
12-16
1.- Los tres sinópticos cuentan esta curación de un leproso.
Parecen estar de acuerdo en hacer de él uno de los primeros milagros del Señor,
haciéndole en cierto modo el encargado de poner de manifiesto la autoridad del
joven rabino sobre el mal. También están de acuerdo en situar este milagro en
Galilea. Lucas precisa incluso que "en una ciudad" (Lc. 5, 12), lo
que es bastante improbable, dada la severa legislación de los judíos (Lev. 13,
45-46), que alejaba a los leprosos de los centros habitados. Por eso, Mt. 8, 5
corrige este detalle, situando el milagro a las puertas de la ciudad.
Mateo asocia con este milagro la curación de un pagano y de una
mujer (Mt. 8, 1-15) para presentar en Jesús al convocador de las categorías humanas
privadas hasta entonces de toda un parte de ciudadanía en el pueblo elegido.
Lucas, por su parte, se limita a ver en él uno de los primeros milagros del
Señor, fuente de deslumbrada sorpresa por parte de la multitud (Lc. 5, 15). En
cuanto a Marcos, hace igualmente de este milagro uno de los primeros del joven
rabino.
* * * *
El relato de la curación del leproso está, además, fuertemente
cargado de indicios de la toma de conciencia, por parte de Cristo, de su poder
de taumaturgo.
Jesús empieza por sentir piedad ante el sufrimiento que encuentra
a su paso. Es una lástima que Lucas no haya hecho mención de esos sentimientos,
aludidos tan solo por Marcos (versículo 41).
Esa "emoción" y esa "compasión" son
importantes por cuanto en Cristo el amor poderoso y curativo de Dios pasa a
través de esos sentimientos humanos. Cristo quiere humanamente la curación de
los enfermos que encuentra a su paso, y en ese deseo no habría habido milagros.
Por eso Cristo tiene conciencia de que el amor a sus hermanos es el canal del
amor de Dios hacia los hombres.
Por otro lado, Jesús es todavía novicio en el empleo de su carisma
de taumaturgo. Hasta tiene un poco de miedo: presiona al enfermo curado para
que guarde silencio (véase el tono extremadamente duro del v. 43, exclusivo de
Marcos), y le insiste, sobre todo, en que no prescinda de los exámenes legales
(Lev. 13-14). Finalmente, esquiva en lo posible la admiración de la multitud
que podría entender mal sus milagros (v. 45). Se advertirá igualmente que
Cristo no reclama la fe del peticionario, tal como hará más adelante en la
mayoría de los casos. Está realmente descubriendo el poder divino que hay en él
y busca las condiciones más apropiadas para ejercerlo.
La mentalidad religiosa de los contemporáneos de Cristo asociaba
el alma y el cuerpo en una unidad mayor aún que la mentalidad griega. De ahí se
deducía que toda enfermedad física debía ser un reflejo y una consecuencia de
una enfermedad moral. Con la novedad de la curación del Cuerpo, Cristo debió de
tomar rápidamente conciencia de que inauguraba de hecho, con su predicación,
los tiempos mesiánicos y la era de la consolación.
Meses más tarde comprobará que su propia persona condiciona la
venida del Reino y que la fe en su misión es la prenda de la curación y del
perdón que ha venido a traer.
* * * *
Tanto si nos fijamos en la primera curación como en las que
realizó al final de su vida, advertiremos siempre que es el Hombre-Dios quien
actúa. Estructurando su vida de hombre en torno a relacione de amor y de
compasión hacia sus hermanos, y al mismo tiempo sobre la obediencia
perfectamente filial a los designios de su Padre respecto a la creación. Jesús
de Nazaret ha vencido al pecado, ha realizado el primer tipo de humanidad sin
mal y, consiguiente, se ha convertido en la fuente concreta, única, a partir de
la cual la humanidad está en condiciones de promover un auténtico porvenir para
el hombre.
Las curaciones de las enfermedades nos enseñan más sobre la
persona de Jesús que sobre la enfermedad en sí, ya que no son más que un momento
significativo de una curación que afecta a toda la creación en la vida y la
persona de Cristo.
Hoy todo lo relacionado con la curación es patrimonio de la
ciencia y de la civilización y son muchas las maravillas que se realizan en
este campo. El cristiano debe colaborar lo más posible en esta tarea, pero debe
saber que no será un verdadero curador de sus hermanos, sino cuando la
liberación del mal haya alcanzado en él a máximo de plenitud mediante su
fidelidad al Padre, pues no hay enfermedad más grave para la promoción de la
ciudad terrestre que el trastorno provocado por el deseo del hombre de bastarse
a sí mismo en su búsqueda de felicidad.
Maertens-Frisque, Nueva Guía de la Asamblea Cristiana II, Marova
Madrid 1969.Pág. 238 S
2.- Aquí es donde por primera vez se habla de la curación de un
leproso.
La lepra era una enfermedad espantosa, porque excluía de la
comunión con el pueblo, o sea, segregaba a un hombre de sus relaciones con el
pueblo de Dios. "¡Impuro, impuro!", gritaba el leproso desde lejos,
de manera que todos se pudieran parar y evitar así acercarse a él (Lev 13, 45).
Los rabinos lo consideraban como si estuviera muerto y pensaban que su curación
era tan improbable como una resurrección.
En este caso es curioso observar que el leproso no duda en
acercarse a Jesús. Un viejo documento cristiano, el papiro Egerton, inserta en
este texto una insistente oración del leproso cuando descubre a Jesús:
"Maestro Jesús, tú que andas con los leprosos y comes con ellos en su
mansión: yo también me he puesto leproso; si tú quieres, me volveré a poner
puro".
Algunos códices muy autorizados, en vez de decir "tuvo
compasión", dicen que "se había indignado". Evidentemente, Jesús
rechazaba enérgicamente la segregación de la que eran víctimas aquellos pobres
leprosos.
Algunos detalles en el modo en que se realiza la curación subrayan
su indignación por la segregación de los leprosos. Jesús "toca" al
enfermo para demostrar así su desprecio por las inhumanas leyes vigentes.
Estamos en un tema que se repetirá como un "leitmotiv" a lo largo del
segundo evangelio, como igualmente en el epistolario paulino: las leyes no son
soberanas en sí; sólo obligan en cuanto están a favor del hombre. Y el juicio
sobre esta condición humana de la ley lo tiene que hacer el súbdito.
OBJECION-CONCIENCIA Por eso, el considerar la ley -civil
o eclesial- como un absoluto va contra la enseñanza más elemental del Nuevo
Testamento. Habrá momentos en que el cristiano, llevado de su conciencia
humanizadora, deberá rechazar una ley y poner contra ella una válida
"objeción de conciencia". La ley de segregación de los leprosos era,
al mismo tiempo, civil y religiosa. Jesús no solamente pone objeción de
conciencia, sino que la infringe claramente, "tocando" al leproso.
A continuación Jesús ordena severamente al leproso que no haga
publicidad de su curación, ya que su finalidad no era hacer ruido y atraerse
con ello a la gente, con una falsa apologética, sino reintegrar en la sociedad
a un marginado. Por esto le insta a que se presente a los sacerdotes, para que
le den el certificado oficial de reinserción en la comunidad.
Muchas veces la Iglesia se ha preocupado más de una antievangélica
publicidad apologética para con ello adquirir nuevos adeptos para su
institución, que de luchar verdadera y eficazmente por los derechos humanos
conculcados, sean de cristianos o de personas ajenas a su institución.
Comentarios A La Biblia
Litúrgica NT, Edic Marova/Madrid 1976.Pág. 1120
3. - -La actitud de Jesús
Hemos de observar un segundo elemento: la reacción de Jesús. Su
actitud podría parecer contradictoria. Jesús proclama el Reino y libera a un
poseso, pero no quiere que esto se divulgue.
Parece como si creyera que una divulgación anticipada (mientras
que los espíritus que saben superar las apariencias aciertan y leen el misterio
de su persona) acabaría comprometiendo su proyecto mesiánico.
Jesús recorre todas las comarcas de Galilea buscando a la gente
para predicar (1, 39), mientras que, por otra parte, evita el asalto de las
turbas y se retira a lugares solitarios (1, 45).
Cura a un leproso y le ordena que se presente a un sacerdote para
que compruebe su curación, pero le prohíbe que hable de lo ocurrido con todos
los demás.
¿Por qué todo esto? Busca a la gente y al mismo tiempo se separa
de ella; realiza señales que lo revelan como Mesías y al mismo tiempo quiere
ocultarlo. Y no sólo toma sus distancias ante la gente, sino incluso ante sus
discípulos; cuando éstos, "pensando humanamente como los demás, o mejor
sin pensar, sin la vigilancia interior de su Maestro, se llegan a él para
hacerle volver, surge su decisión firme".
Pero la actitud de Jesús no es contradictoria. Se trata -una vez
más- del intento de expresar su misterio, su originalidad. Jesús no niega que
sea el Mesías, pero demuestra que tiene una idea mesiánica diferente.
Busca a la gente y se muestra solidario con la historia, pero
también se cuida de evitar los equívocos que la gente y la historia arrastran
muchas veces consigo y huye de la instrumentalización que les gustaría hacer de
los designios de Dios.
MIGROS/RV: Tiene que llevar el mensaje "a
todas partes", a todos, pero sin ser prisionero de nadie. Ha venido a
anunciar el Reino, no a hacer esos milagros tan cómodos que les gustarían a los
hombres. Por eso Jesús huye de la gente que busca milagros. ¿Por qué?
Habría que hablar mucho de ello y diremos algo más tarde. Pero ya
ahora podemos decir que los milagros no tienen ante todo un valor apologético,
sino un valor de revelación. Están al servicio de la fe y por consiguiente no
eliminan la lógica de la fe, no dan una certeza distinta de la fe y no revelan
un Dios distinto. Están al servicio de Jesús, de un Dios que se revela en la
cruz; por tanto, no eliminan la cruz, sino que -a un nivel más profundo-
revelan que en ella está presente la victoria de Dios.
Bruno Maggioni, El Relato De
Marcos, Edic. Paulinas/Madrid 1981.Pág. 44 Ss
4.- Texto. Se enmarca en el conjunto unitario que deben formar la
proclamación-enseñanza del Reino de Dios y el poder curativo de Jesús. Y, sin
embargo, un leproso apela con gestos suplicantes al poder de Jesús. La reacción
de Jesús es textualmente insegura. La traducción litúrgica ha preferido la
compasión; la mayoría de los comentaristas prefiere la ira, a pesar de que la
variante esté débilmente documentada. Como en el caso de la suegra de Simón, la
fuerza curativa se transmite espontáneamente a través del contacto corporal.
Realizada la curación, Jesús despide con brusquedad al sanado.
Este deberá aguardar silencio absoluto y presentarse a la autoridad sanitario-religiosa
para que ésta confirme su curación y así el curado pueda incorporarse a la vida
en sociedad. La legislación entonces vigente en materia de lepra la puedes
consultar en Levítico, caps. 13 y 14, 1-32.
Aunque la continuación del texto es ambigua, la mayoría de los
comentaristas se inclina por el incumplimiento del mandato de guardar silencio
por parte del curado. De esta forma, Jesús se encuentra metido en una situación
embarazosa, hasta el punto de que tiene que retirarse, pero tampoco en esos lugares
retirados puede pasar desapercibido.
Comentario. Con el texto de hoy concluye el segundo bloque del
Evangelio. En la intención de Marcos, proclamación del Reino de Dios y
actuación poderosa de Jesús deben constituir una estrecha unidad, de forma que la
actuación de Jesús sea vista en la perspectiva del Reino de Dios que está
viniendo. Sin embargo, la unidad se queda sólo en la intención del autor. La
realidad de lo narrado desmiente esa unidad. La gente y los cuatro discípulos
se quedan con la fuerza curativa de Jesús, olvidando la perspectiva a cuya
realización sirve. A la gente le interesa el poder curativo de Jesús, pero no
la realidad del Reino ni el cambio de mentalidad y de comportamiento. Ampliando
los términos, a la gente sólo le interesa egoístamente su salvación. El leproso
es el prototipo de este modo de concebir las cosas. De ahí la ira del Jesús de
Marcos y la brusquedad con que lo despide.
Al curado se le impone la misma orden de guardar silencio que al
espíritu inmundo en 1, 25 y 34. Un silencio relacionado con la persona de Jesús
en cuanto taumaturgo. Pero la realidad de los hechos puede más que el proyecto.
Por derroteros como el tipificado por el ex leproso sólo se llega al fracaso de
la Buena Noticia que trae Jesús. Sin embargo, parece que la gente está más
interesada en un Jesús milagroso que le solucione sus problemas que en el
proyecto de ese mismo Jesús. En el segundo bloque de su Evangelio, Marcos no se
revela como un autor excesivamente optimista. Más bien lo contrario. Tal vez por
eso nos resulte inquietante.
A. Benito, Dabar 1988/15
5.-Comentario. Marcos nos dejaba el domingo pasado con la noticia
de un Jesús yendo de sinagoga en sinagoga. El relato de hoy, sin indicación
alguna de lugar y tiempo, encaja perfectamente en esa forma de vida itinerante.
(Evocación extratextual y marginal: las posesiones son peligrosas: imponen la
obligación de permanecer junto a ellas). Un leproso sale al encuentro de Jesús.
Lo hemos escuchado en la primera lectura, tomado del Levítico: el enfermo de
lepra (no necesariamente la enfermedad de Hansen, sino cualquier tipo de
enfermedad de la piel, vetíligo, leucoderma, etc., cfr., Lev. 13. 1-46) debía
avisar de su condición cuando se acercaba a alguien y gritar: "¡Impuro,
impuro!" Acercándose, pues, a Jesús en la forma que describe Marcos, el
leproso transgrede la ley. Este supuesto es nuevo, pues hasta ahora todas las
personas se han movido en un marco estrictamente legal. Cfr. Mc. 1, 32: la
traída de enfermos después de terminado el sábado, sin infracción por tanto de
la ley. Marcos nos presenta al enfermo suplicando de rodillas: "Si
quieres, puedes limpiarme".
Las palabras no expresan duda sobre el poder curativo de Jesús,
sino sobre su voluntad o disponibilidad a ejercerlo. ¿O son sencillamente un cumplido?
(cfr. Epicteto, III, 10. 14 ss). Es muy raro encontrar reflejados en los
evangelios los sentimientos de Jesús. El relato de hoy es uno de los poquísimos
casos en que éstos se traslucen. "Sintiendo lástima". Escueto como
siempre, Marcos no nos dice el porqué. Este es solamente presumible: las
condiciones especialmente duras de marginación social de este tipo de enfermos
(cfr. Lev. 13, 45-46). Casi sin dar tiempo al sentimiento resuena la palabra de
Jesús: "Quiero, queda limpio".
Sin magias, exorcismos o rituales por parte de Jesús. Y de nuevo
acontece lo inesperado e imprevisto: "He aquí que desapareció la
lepra". Reaparece la típica fórmula: "He aquí que. Y quedó
limpio". La situación nueva se abre una vez más paso con fuerza.
El signo, vehículo o señal de esta situación es la curación
instantánea.
Lo que sigue no casa bien con lo anterior. La traducción litúrgica
ha optado por la forma más mitigada: "Él lo despidió, encargándole
severamente". En realidad se trata de una reacción más bien violenta por
parte de Jesús. Marcos nos presenta a un Jesús contrariado. Y una vez más el
porqué es sólo presumible. El leproso le ha forzado a Jesús a actuar en un
marco no legal.
Probablemente Jesús no ha transgredido la ley, pero según la ley
ha incurrido en impureza. Ahora bien, para un judío, y Jesús lo era por
nacimiento y por educación, "la ley es santa y el mandamiento es santo,
justo y bueno" (Rom. 7, 12). "No se lo digas a nadie, sino ve a
presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés".
Desde 1901, fecha en que W. Wrede publicó su obra "El secreto
mesiánico"
(SECRETO-MESIANICO), estas palabras
han adquirido una especial carga dogmática. A lo mejor, contra Wrede, estas
palabras no esconden intencionalidad alguna especial por parte de Marcos, sino
que simplemente reflejan una vivencia mucho más histórica y sencilla de lo que
el racionalista Wrede imaginaba: el comienzo del cuestionamiento de la ley por
parte del judío Jesús. Un cuestionamiento nada fácil ni snobista por parte de
Jesús. Pero precisamente por ello, un cuestionamiento dramático. ¡Por favor,
vete a Jerusalén y cumple todo lo que prescribe la ley! (cfr. Lev. 14. 1-7:
examen médico, ofrecimiento de dos aves, rito y alta médica). ¡Vete a Jerusalén
para que te declaren sano! De mí no digas nada. No soy el importante para ti.
Pero el ex leproso empezó a hablar de Jesús, de su capacidad
curativa, de su persona. Esta fama, puntualiza Marcos en el v. 45, fue
contraproducente desde el punto de vista del orden establecido. Esta fama
supuso una confrontación con ese orden.
Una confrontación inevitable, a pesar de los esfuerzos de Jesús
por evitarlo y pasar desapercibido.
Dabar 1985/14
6.- Como enfermedad contagiosa la lepra exigía aislar al enfermo
del resto de las personas. Sólo tras dictamen competente podía el ex leproso
incorporarse al grupo social. La regulación del procedimiento a seguir puede
verse en Levítico 14, 2-32.
Sentido del texto. La palabra de Jesús es capaz de crear comunidad
allí donde hay marginación. Este es el sentido que Jesús quería dar a este
milagro. Pero tiene el temor fundado de que no vaya a ser interpretado en este
sentido profundo, sino superficialmente, como un milagro sin más. De ahí el
severo mandato de Jesús al ex leproso. Y ése, efectivamente, se queda con la
superficie del hecho, sin calar en su sentido profundo. Consecuencia: creciente
disgusto de Jesús, porque ve en la gente que le busca una "cuadrilla"
de interesados egoístas.
Dabar 1979/15
7.- Desde el punto de vista estilístico, este texto es una
narración de milagros. El enfermo se presenta en actitud de súplica. Jesús lo
cura con un "gesto" y una "palabra". Las narraciones de
milagros en el NT se atienen en general, a las rígidas leyes de este género
literario. La interpretación en cambio prestará mayor atención a los rasgos que
superan este esquema porque en estos rasgos se manifiesta la intención
kerigmática del narrador cristiano.
Según la concepción judía la curación de la lepra estaba al mismo
nivel que la resurrección de un muerto. Sólo Dios podía realizarla, cfr. 2 R
5,7. En el texto de hoy hay un dato importante: se une el poder de curar con el
querer hacerlo. Basta la voluntad de Jesús. Es el rasgo cristiano que se
introduce en la narración.
En el AT los hombres de Dios tenían poder para realizar estas
obras. El hecho de atribuir este poder a Jesús manifiesta el tipo de
cristología que hay en el fondo del relato. Jesús con un gesto y una palabra
cura al leproso. Se le presenta así como el gran profeta de la época
escatológica.
Jesús manda que el leproso se presente al sacerdote para que se
certifique la curación. Quiere evitar que se divulgue el milagro pero quiere
que se confirme la curación para que el enfermo quede reincorporado a la
comunidad.
La actividad taumatúrgica de Jesús está vinculada, de una manera
característica, a su persona, a su predicación y a su acción salvífica. Los
milagros indican quién es Jesús. Lo que él hace con el leproso es una obra
profundamente humana. Lo cura y lo reincorpora a la sociedad de la que había
sido arrojado. Ha llegado la época mesiánica y en Jesús el leproso encuentra a
Dios. Jesús ante el leproso no se mantiene lejos sino que lo toca. Así muestra
su plena comunión con él. Pero sobre todo no se mantiene inactivo. Lo libera de
la situación y lo incorpora a la comunidad. Jesús elimina toda actitud que
excluya o margine y se acerca a todos los hombres que la sociedad civil o
religiosa margina: endemoniados, leprosos, publicanos.. A la huida o separación
contrapone el encuentro que salva.
Pere Franquesa, Misa
Dominical 1985/04
8.- Hoy acabamos esta primera etapa de la lectura continuada de
Marcos (el miércoles empezamos la Cuaresma), y cuando la recuperemos después de
Pascua ya será en el domingo undécimo, saltando al cuarto capítulo, cuando ya haya
concluido eso que hemos denominado "la explosi6n de Galilea".
Hoy leemos otro de los signos que marcan esta explosión: Jesús
rompe uno de los grandes tabúes: el tabú de la lepra, lo que hemos leído en la
primera lectura. Jesús no rechaza a un leproso que se le acerca, en contra de
lo que la Ley decía. Pero, además de esto, vale la pena notar dos cosas aún más
sorprendentes: una, que nadie del entorno de Jesús haga ninguna observación
sobre los peligros que esto comportaba; la otra, aún más importante, que un
leproso tenga suficiente valor como para romper las obligaciones de marginación
a que estaba sometido y se acerque a Jesús. Con todo esto, Marcos quiere
mostrar que desde el inicio Jesús viene dispuesto a romper todos los tabúes que
sea necesario, y que todo el mundo sabe que Jesús está constantemente dispuesto
a esta ruptura.
Aparece también aquí el tema del "secreto mesiánico":
Jesús no quiere que se divulgue su fama, porque eso podría ocasionar que la
gente entendiera su mesianismo como un mesianismo guerrero y poderoso, como
esperaban muchos. Pero el leproso no puede callar, sino todo lo contrario: de
hecho, el que ha sido salvado por Jesús es imposible que calle. Y su fama, la
explosión de Galilea, es imparable.
Finalmente, vale la pena notar que Jesús, a pesar de romper
tabúes, no es un defensor de una especie de principio general de ilegalidad:
Jesús quiere que la curación sea certificada por el sacerdote, como prescribe
la Ley. La Ley sólo hay que romperla cuando oprime. Y además, el pobre leproso
vivirá mucho más tranquilo si tiene un certificado que le autorice a hacer vida
normal.
Josep Lligadas, Misa
Dominical 1994/03
9.- Un día un leproso se acercó a Jesús y le dijo: "Si tú
quieres, puedes limpiarme". El leproso estaba excluido de la comunidad
religiosa (Lv 13, 45).
En las sociedades pre-científicas la mayor parte de las
enfermedades contagiosas eran consideradas en cierto modo como un castigo da
cielo... y las gentes se defendían como podían poniendo al apestado al margen
de la sociedad, con interdicción de entrar en contacto con el.
Estamos pues ante una de las mayores miserias humanas: este hombre
sufre doblemente... su cuerpo está duramente afectado... y es repudiado por
todos...
-Enternecido ante este hombre, Jesús extiende la mano y le toca...
Marcos subraya el gesto de compasión. Jesús se emociona ante este
infortunio. Delicadeza. Participación en el dolor de los demás.
Nuestro Dios no es insensible y lejano. Se enternece. Permanezco
el mayor tiempo posible en la contemplación de este sentimiento del corazón de
Jesús.
Por este acto, Jesús infringe deliberadamente la Ley. Ha tocado al
leproso, desprecia, por así decirlo la "prohibición" que tanto le
había afectado.
-Y al instante desapareció la lepra y quedó limpio.
¡Eres bueno, Señor! ¡Líbranos de todo mal! ¿Cuál será el día en
que todo mal habrá desaparecido? Señor, desde ahora, quiero trabajar en ello,
contigo. Cada vez que puedo ayudar a alguien a salir de la desgracia o del
pecado... tú estás allí en mí para continuar tu obra de salvación.
-Enseguida, Jesús le despide con esta severa advertencia:
"Mira de no decir nada a nadie .." Siempre la misma
consigna del "secreto mesiánico".
En los catecismos se decía: Jesús probó que era Dios, haciendo
milagros. La fórmula, en cierto sentido, es verdadera. Pero podría inducir a
pensar que Jesús buscaba más "manifestar su Poder" que "probar
quién era El". Ahora bien, es precisamente todo lo contrario, si nos
fijamos bien.
Jesús deliberadamente "ha escondido" su dignidad y ha
pedido que no se hablara de sus milagros.
Y esta consigna "severa" del secreto, Jesús la mantendrá
hasta la hora de su Pasión. La recordará a san Pedro el día de su profesión de
Fe en Cesarea: "Les mandó severamente que no hablasen de El a nadie"
(Mc 8, 29-3O). Es una prueba suplementaria de la autenticidad del evangelio: si
este libro hubiera sido inventado por algunos admiradores, y escrito con una
intención apologética se hubiera insistido sobre la gloria, el poder, las
proezas divinas.
Ahora bien, es un hecho que se impuso a Marco -portavoz de Pedro-:
el verdadero Dios desecha la imagen estruendosa que se ha hecho de El. Y es
característico que Jesús no hubiera reivindicado su título de "Hijo de
Dios" más que en el contexto de su Pasión, ante el tribunal que le
condenaba a muerte, en el momento en que no había ya ningún inconveniente en
afirmar el misterio divino de su persona... en el momento en que todos los
sueños de grandeza humana y política resultaban completamente vanos.
Hoy, Señor, tú eres siempre ese mismo Dios "escondido".
-Pero, habiendo partido Jesús, ese hombre comenzó a pregonar a
voces y a divulgar el suceso, de manera que Jesús ya no podía entrar
públicamente en una ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares desiertos;
pero allí iban a él de todas partes.
Sí; está claro que Jesús rehúsa la popularidad; que huye de los
entusiasmos.
Noel Quesson, Palabra De
Dios para cada día 1, Evang. De Adviento a Pentecostes, Edit. Claret/Barcelona
1984.Pág. 268 S.