HISTORIA DE LAS LITURGIAS ORIENTALES CATÓLICAS
SUMARIO:
I.
GÉNESIS Y DESARROLLOS.
II.
ÉPOCA ARCAICA (SIGLOS III-V):
1. Rama siro-antioquena;
2. Rama alejandrina.
III.
FASE DE ESTRUCTURACIÓN DEFINITIVA (DEL SIGLO V EN ADELANTE):
1. Grupo siro-oriental;
2. Grupo anticalcedoniano;
3. Grupo calcedoniano.
IV.
LAS FAMILIAS DE LAS ANÁFORAS.
V.
DESCRIPCIÓN DE LOS GRUPOS PARTICULARES:
1. La liturgia sino-oriental
(llamada caldea);
2. La liturgia siro-malabar;
3. La liturgia siro-occidental;
4. La liturgia maronita;
5. La liturgia copta;
6. La liturgia etíope;
7. La liturgia armenia;
8. La liturgia bizantina;
9. La liturgia bizantina en
Italia
I. GÉNESIS Y
DESARROLLOS
Las liturgias de las iglesias
orientales son designadas con frecuencia con el insatisfactorio término de rito,
que comenzó a usarse en la iglesia romana para situar la multiplicidad y la
licitud de las tradiciones litúrgicas orientales, en el sentido, frecuentemente
limitativo, de aspecto ceremonial o uso peculiar. En realidad, es necesario
acudir al primitivo conjunto de normas y tradiciones institucionales y
culturales que forman la base de la vida de cada iglesia oriental en
particular.
La génesis de estas liturgias
debe buscarse en la ordenación patriarcal antigua. Éste es un fenómeno
de condensación administrativa eclesiástica basada en las iglesias locales de
los primeros siglos, que se centraliza primero en torno a un gran número de
metrópolis y después en torno a un número más restringido de centros
patriarcales. La cabeza de éstos se llama, dentro del imperio romano, patriarca
(Alejandría, Antioquía, Constantinopla Jerusalén), fuera de él, katholikos
(Seleucia-Ctesifonte para los siro-orientales, Armenia, Georgja). El
sistema patriarcal es centralizador, y determina una unificación cada vez mayor
en los campos legislativo y disciplinar. La autonomía patriarcal concierne a la
creación de sedes episcopales, a la elección o traslado de los obispos, a la
fijación de la vida litúrgica (Introducción de formularios y de fiestas,
determinación de fechas y costumbres, reglas de ayuno, etc.), a la disciplina
del clero, así como de los laicos.
La autonomía de las provincias
eclesiásticas es la matriz de particularismos que explican el origen de las provincias
litúrgicas. Sin embargo, el sistema patriarcal de los siglos IV y V no
cubre exactamente el número de éstas, porque dentro de un mismo patriarcado ha
habido regiones con una vida litúrgica muy particular e influyente, como en
Éfeso o en Capadocia absorbidas después por la preponderante liturgia de
Constantinopla. La iglesia de Jerusalén, convertida en patriarcado sólo después
del concilio de Calcedonia (451), influyó en la liturgia de otras iglesias
desde el siglo IV, cuando era todavía una iglesia local dependiente del
metropolita de Cesares Marítima.
II. ÉPOCA
ARCAICA (SIGLOS III-V)
Al principio podemos distinguir
dos ramas litúrgicas principales, correspondientes a dos áreas geográficas bien
distintas: rama siro-antioquena; rama alejandrina.
1.
RAMA SIRO-ANTIOQUENA.
Abraza todas las regiones
influidas históricamente por Antioquía, donde convergen elementos semíticos y
helenísticos. Aquí distinguimos:
a) la liturgia de
Antioquía-Jerusalén;
b) oriental siro-oriental
en Mesopotamia -Persia;
c) la liturgia asiático.
Los documentos que atestiguan el
paso de la fase de transmisión oral a la escrita son muy limitados. Los más
antiguos son la Didajé, la Traditio apostolica, las Constituciones
Apostolorum, el Testamentum Domini y ciertas anáforas de tipo
antioqueno, cuya redacción más antigua la poseemos sólo por las
reconstrucciones de B. Botte, A. Raes y A. Tarby. Los testimonios patrísticos
mas antiguos para la región antioqueno-jerosolimitana se encuentran en las catequesis
bautismales de San Juan Crisóstomo, en las homilias catequéticas de
Teodoro de Mopsuestia ,en el Itinerario de Egeria (cc. 29-45), en las
catequesis bautismales y mistagógicas de san Cirilo de Jerusalén y en las
homilías de Narsai.
Las lenguas litúrgicas son el
griego, dominante en los territorios occidentales, en las ciudades, y el arameo
usado en Siria y Mesopotamia, bajo el influjo de Edesa y Nísibe. Las Anáforas
que pueden remontarse al siglo IV son sobrias tienen una estructura emparentada
con la berakah hebrea, la doctrina cristológica está todavía débilmente
desarrollada y pone de relieve sobre todo la misión del Logos, la historia de
la salvación, la gloria divina y el pensamiento eclesiológico. Los códices
antiguos que las conservan son muy posteriores a la fecha de composición. Todos
estos documentos arcaicos contienen de forma diversificada numerosas
informaciones sobre el año litúrgico, las fiestas, la jornada litúrgica, los
oficios, la disciplina de los sacramentos y del ayuno, la catequesis y la
jerarquía eclesiástica.
3.
RAMA ALEJANDRINA.
Los documentos sobre la liturgia
egipcia arcaica son mucho menos abundantes que los del ambiente antioqueno. Los
padres alejandrinos parecen no prestar excesiva atención a los ritos
litúrgicos, ocupándose principalmente de la doctrina. De ellos,
sintomáticamente, no nos ha llegado literatura litúrgico-mistagógica. Aquí y
allá se encuentran detalles sueltos sobre la orientación del bautismo y de la
eucaristía, suficientes para mostrar su originalidad, y en los que se reconoce
la extrema popularidad de que gozaba en Egipto la Traditio apostolica de
Hipólito. Un manuscrito del Monte Athos, conocido con el nombre de Eucologio de
Serapión de Thmuis, amigo de san Atanasio, es la única fuente para la
liturgia alejandrina del siglo IV; junto a rasgos típicamente alejandrinos, se
encuentran otros que no tienen lugares paralelos seguros en la tradición
egipcia posterior. El papiro de Der Balizeh es el más importante de los
raros restos eucológtcos egipcios. Escrito en el siglo VI, utiliza fuentes más
antiguas, como Clemente, Hermas, Serapión y la Didajé, donde el famoso
versículo sobre los trigos esparcidos presenta variaciones que transforman su
sentido eclesiológico en sentido eucarístico. El texto de la anáfora contiene
la doble epíclesis (petición de la consagración y epíclesis de comunión después
de la narración de la institución), que es una constante específicamente
alejandrina. El estilo y la elección de la eucología de esta obra tiene un
cierto carácter de libertad y resulta una muestra del origen heterogéneo de los
fragmentos.
III. FASE DE
ESTRUCTURACIÓN DEFINITIVA (DEL SIGLO V EN ADELANTE)
Las familias litúrgicas
orientales se fueron formando sobre la organización territorial de la iglesia
antigua, calcada en la civil y política, y enriquecida con la aportación de las
iglesias particulares (Jerusalén, Capadocia); en el siglo V comienzan a
diversificarse y a fragmentarse bajo el impulso de nuevos e inconciliables
factores doctrinales, culturales y sociales. Los siro-orientales (erróneamente
llamados nestorianos) no aceptan el concilio de Éfeso y se aíslan en
Mesopotamia y Persia, más allá de los confines del imperio romano. Los
siro-occidentales, coptos y armenios no aceptan el concilio de Calcedonia,
soportan mal la preponderancia política e intelectual del helenismo bizantino,
crean una tradición propia con el uso progresivo de las lenguas nacionales y
tienden a la creación de una doble jerarquía, donde los fieles se dividen entre
quienes acatan la obediencia calcedoniana (ortodoxos) y anticalcedoniana
(llamados monofisitas). A pesar del fraccionamiento de las unidades litúrgicas
precedentes, estas familias siguen siendo en un cierto sentido complementarias:
conservan caracteres e instituciones comunes, derivadas de una larga
experiencia pastoral, de los concilios más antiguos y de las fuentes teológicas
de los cuatro primeros siglos. A pesar del desdoblamiento jurisdiccional de los
patriarcados de Alejandría y Antioquía, en el plano litúrgico se nota una
continuación del influjo antioqueno sobre varias iglesias, fenómeno que se
prolonga también en el medievo, cuando el grupo alejandrino-etíope es
remodelado bajo el influjo antioqueno. Jerusalén no cesa de contribuir al
enriquecimiento o a la reforma de las iglesias armenia, georgiana y
constantinopolitana. Constantinopla, prestigiosa capital del imperio romano y
guardiana de los concilios, extiende también su influjo más allá de los
confines imperiales. Tenemos así, después de los cismas de los siglos V-VI, los
siguientes grupos litúrgicos principales:
1.
GRUPO SIRO-ORIENTAL.
Desde el 362 se encuentra
políticamente bajo el influjo persa; canónicamente autónomo desde el 410
(concilio de Seleucia-Ctesifonte), rechaza el concilio de Éfeso (431). Desde el
484 decide conservar la doctrina de Teodoro de Mopsuestia. Se cierra en un
aislamiento eclesiástico respecto del Occidente siro-helénico que dura casi
ocho siglos, aunque gracias a su intensa actividad misionera comienza a
difundirse en muchos países de Asia. La liturgia conserva rasgos arcaicos.
2.
GRUPO ANTICALCEDONIANO.
Está más diversificado, porque
está compuesto por siro-occidentales, armenios, coptos y etíopes. Mientras las
instituciones y la doctrina reflejan siempre un cierto influjo antioqueno, la
liturgia continúa registrando un influjo bizantino, especialmente entre los
sirios y los armenios. Tiene rasgos muy originales, que se van identificando
progresivamente con la nación.
3.
GRUPO CALCEDONIANO.
Comprende el patriarcado de
Constantinopla, de Jerusalén (geográficamente circundado por la órbita
anticalcedoniana de Siria y Egipto, pero que permanece siempre ortodoxo), y las
partes de los patriarcados de Antioquía y Alejandría que se adhieren a
Calcedonia. La liturgia sufre profundas transformaciones, las tradiciones
locales se atenúan y va tomando cada vez más cuerpo la liturgia bizantina, cuyos
orígenes se conocen claramente. Se persigue un calcedonismo muy fuerte,
expresado en himnos litúrgicos compuestos por una pléyade de himnógrafos. En el
tiempo de la iconoclastia, el ambiente monástico palestinense influye
definitivamente en la organización litúrgica bizantina.
IV. LAS
FAMILIAS DE LAS ANÁFORAS
Las anáforas usadas por las
familias litúrgicas orientales merecen una clasificación aparte, porque el uso
práctico no se corresponde con las divisiones territoriales, jurisdiccionales y
confesionales. Se da, por ejemplo, el caso de anáforas de estructura antioquena
usadas entre los coptos o los etíopes; la anáfora alejandrina de san Marcos,
que los coptos llaman anáfora de san Cirilo, en cambio casi ha desaparecido del
uso egipcio corriente.
Según los tipos de estructura
litúrgica, se aceptan comúnmente tres grupos fundamentales:
1) tipo antioqueno (anáfora
de los X11 apóstoles, de san Juan Crisóstomo, etc.);
2) tipo siro-oriental (Addai
y Mari);
3) tipo alejandrino (san
Marcos).
Existen también otras
clasificaciones más discutidas, pero no carentes de argumentos convincentes,
como la propuesta por L. Ligier:
1) anáfora de estructura
indiferenciada (Traditio apostolica, Epifanio), donde la
celebración-glorificación de Dios y la anamesis no están todavía separadas;
2) anáfora de estructura
diferenciada, en la que la celebración divina se ha convertido en una parte
distinta que precede al sanctus (XII ,apóstoles, Addai y Mari, san Juan
Crisóstomo, san Marcos);
3) anáfora con anamesis
universal de la economía de la salvación entre el sanctus y la
narración de la institución (Santiago, san Basilio bizantina, Santiago de
Sarug, etc.).
Otra clasificación distingue:
1) autores no sirios, pseudoepígrafes
de los siglos VI-VII (XII apóstoles, san Gregorio Nacianceno, san Cirilo de
Jerusalén, etc.) y las originalmente siriacas, pero de autores no sirios (san
Juan Crisóstomo, san Marcos, etc.);
2) autores sirios posteriores
al año 1000 y varios pseudoepígrafes posteriores.
La primera clasificación es más
fácilmente aceptada por todos.
V. DESCRIPCIÓN
DE LOS GRUPOS PARTICULARES
1
. LITURGIA SIRO-ORIENTAL (LLAMADA CALDEA).
La iglesia siro-oriental adquirió
rasgos estables en la esfera de influencia de Edesa, foco de la cultura
semítica cristiana en lengua siríaca y centro misionero para la propagación de
la fe en el imperio persa. La élite cristiana de Persia se formó en la
escuela de Edesa, especialmente en el período 363-489, cuando fue capaz de
asimilar la doble cultura siria y griega y de familiarizarse con costumbres
antioquenas. El influjo de Edesa se siente sobre todo en la himnografía, que es
una antigua tradición local, ya ilustrada por los 150 himnos de Bardesano
(siglo II) y los de san Efrén, que retoma de ellos el ritmo y la melodía,
impregnándoles de una teología rica y profunda. La escasa penetración del helenismo
y el alto número de comunidades judías de Mesopotamia, que se cristianizaron
parcialmente poco después, integran el rasgo semítico de esta iglesia, que
sigue el método de la explicación literal de la Escritura según el antiguo
método del Targum y entiende podo el simbolismo teológico seguido entre los
siro-occidentales.
La codificación litúrgica tiene
lugar en tres etapas fundamentales, ligadas a los nombres de importantes katholikoi:
1) 'Isho 'yab Ill
(650-658): el
rito del bautismo se simplifica y se adapta al bautismo de los niños, el
catecumenado casi queda abolido. Isho'yab tiene predilección por el
ritmo litúrgico septenario, que lleva a una transformación en la anáfora y a
una organización del año litúrgico en series de siete semanas. Bajo su nombre
se transmite el Hudrá, colección de oficios para los domingos del año,
las fiestas y los días del ayuno de Nínive. Su reforma fija el orden de la
salmodia y de los himnos para las vísperas, la oración matutina y las vigilias
festivas. Entre los versos sálmicos se insertan estribillos (Qanona). El
salterio se divide en 70 secciones (marmitha) o 20 hullale. Los
oficios se extienden con la repetición de las respuestas (onitha). 2) Elia
II Abu Halim al Haditi (1176-1190) enriquece el ya abundante género de las
oraciones de origen eclesiástico, como la proclamación (karozutha, invocación
diaconal que se remonta al siglo V, teológicamente rica) con una colección de
oraciones sacerdotales integradas, bien en cada salmo o bien en cada marmitha
al final de la vigilia o al principio del matutino. 3) Yahballaha (1190-1213),
compilador del tesoro (Gazza), colección de himnos y antífonas para los
nocturnos de las fiestas.
Los
principales libros litúrgicos son:
1) Hudrâ (ciclo), con las
composiciones más antiguas para todos los oficios festivos; 2) Gazza (tesoro),
colección de composiciones poéticas de Lelya (nocturno) para las fiestas y las
memorias de los santos; 3) Kashkull (contiene todo): a diferencia del
Hudrâ, que da sólo el principio de los textos festivos, éste contiene todo el
texto ferial; 4) Warda (rosa), antología poética de antífonas ('onitha),
atribuida al poeta Jorge Warda (†1300); 5) Abu Halim, oraciones de la
mañana (Sapra), composición del homónimo katholikos; 6) Ktaba da-qdam
wa-d-balar (libro de antes y después), ciclo que inicia el domingo de
pascua con el propio del oficio durante semanas enteras, respetando la
alternancia de domingos pares e impares; 7) Tres leccionarios: Leccionario
para el AT , Epistolario, Evangeliario para la eucaristía; 8) Naqpayatha
d-rase (suplemento de los misterios), cantos del propio eucarístico.
El
año litúrgico comprende nueve tiempos:
1) Anunciación (Subbara),
cuatro domingos comenzando por el cuarto antes de navidad; 2) Epifanía (Denha),
dura de cuatro a nueve semanas, desde el 6 de enero; y Rogación de Nínive, precuaresma
de veinte días; 3) Cuaresma (Sawma), cuarenta y un días de ayuno; 4) Resurrección
(Qyamta), siete domingos, desde pascua a pentecostés; 5) Apóstoles (Shlihe),
ayuno de siete domingos comenzando desde pentecostés; 6) Verano (Qayta),
período penitencial, desde el domingo séptimo después de pentecostés; 7) Elías
(Eliyya), período variable de ayuno de seis-siete domingos, que empieza el
séptimo domingo después del séptimo de pentecostés; 8) Moisés (Moshe), período
penitencial variable de unas cuatro semanas, que comienza el séptimo domingo
después del primer domingo de Elías 9) Dedicación (Quddash), período de
cuatro domingos, desde el octavo antes de navidad hasta el cuarto, en que
comienza el tiempo de la anunciación.
Las anáforas usadas son
las de los apóstoles; después, desde el siglo VII en adelante, las llamadas de
Teodoro de Mopsuestia y de Nestorio, todas ellas remodeladas. Las lecturas
bíblicas, originariamente oficio independiente, se unen a la eucaristía y son
cuatro (dos del AT, san Pablo, evangelio).
La iglesia sito-oriental se unió
a la de Roma en diversos períodos (1445, 1553-70 bajo Abdisho, 1662, 1672,
1778). Actualmente su cabeza lleva el título de patriarca, mientras que sólo
una parte muy reducida y dispersa ha permanecido autónoma. Después de la unión
con Roma, a siro-orientales unidos a Roma se llama caldeos; han aceptado
varias costumbres latinas, como el bautismo por aspersión, la fórmula latina de
la confirmación y reconciliación y el rito romano de unción los enfermos. Bajo
el patriarca Ebedjesus (1894-99) recuperaron las antiguas fórmulas para la
bendición myron.
También en la actual situación de
latinización, la liturgia siro-oriental se caracteriza por sus rasgos arcaicos,
una notable sobriedad, el simbolismo de los tres tiempos de oración (tarde,
noche, mañana) y la doctrina mariana preefesina. Al haber vivido desde tiempos
inmemoriales como una minoría perseguida, primero por los persas, después por
árabes y los mongoles, muchas oraciones reflejan un sentido agudo de humilde
temor, de penitencia y de espera del día del Señor; se recuerdan
constantemente, mucho más que en otras liturgias, los numerosos mártires de la
propia historia en las Qale llamadas de los mártires, cantados como los
santos predilectos.
2.
LA LITURGIA SIRO-MALABAR.
Creada originariamente por
misioneros siro-orientales dependientes de la iglesia de Seleucia, en Persia
bajo la guía de un obispo-metropolita llamado de la sede de santo Tomás y de
toda la iglesia de los cristianos de la India, permanece fiel a las costumbres
siro-orientales hasta la llegada de los portugueses a comienzos del siglo XVI.
Éstos los consideraron en seguida como católicos, establecieron sin esfuerzo la
communicatio in sacris y los sometieron al arzobispo de Goa. El sínodo
de Diamper (1599), convocado por los portugueses, creó una verdadera mezcla de
ritos, acabando con los viejos libros litúrgicos de tradición siria e
imponiendo un ritual portugués traducido al sirio. El Pontifical Romano
permaneció en uso hasta el 1962, cuando se introdujo el caldeo. La latinización
ha alcanzado un grado muy alto: paramentos y utensilios latinos, actitudes en
la oración, pan ácimo y comunión de los fieles bajo una sola especie, inserciones
latinas en la anáfora de los apóstoles, Addai y Mari y obligación de recitar
privadamente el oficio para los clérigos. En la liturgia se usa la lengua
local, el malayalam. Actualmente hay en curso una interesante reforma
litúrgica.
3.
LA LITURGIA SIRO-OCCIDENTAL.
Se llama a esta liturgia a veces,
jacobita, de Santiago Baradai, obispo de Edesa (†578); es común a la iglesia
siro-ortodoxa y a su filiación moderna siro-católica; pero también a la iglesia
siro-maronita, que forma una rama independiente con originalidades propias. Su
origen se remonta a un fondo siro-palestinense primitivo, con fuerte influjo
jerosolimitano (anáfora de Santiago), completado por un desarrollo que se creó
en la época de las luchas cristológicas de los siglos V-VI y de los cismas
consiguientes.
Severo de Antioquía, durante su
breve patriarcado (512-518), codificó varios usos litúrgicos. Dedicó mucha
atención a la poesía litúrgica; tanto sus 125 predicaciones catedralicias como
su biografía, escrita por Juan Bar Aphtonia, muestran su interés por el pueblo
de Antioquía, amante de la música, de las procesiones y del canto, hasta el
punto de convertirse él mismo en compositor de himnos contenidos en el
Octoechos sirio.
Por lo demás, la preeminencia de
la himnodia es una característica típica de la liturgia antioquena, que
practicaba desde los tiempos de san Efrén el género de las homilías (mamre) y
de las instrucciones (madrashe) en forma de catequesis rítmica. Las
obras atribuidas a Severo de Antioquía son recogidas y traducidas al siríaco un
siglo después por Pablo de Edesa (619-624). La tradición le atribuye también
himnos en forma dialogada (sogyatha).
La iglesia de Siria ha dado otros
nombres célebres de la poesía teológica y litúrgica como Santiago de Sarug
(451-521), del que no se sabe exactamente si se adhirió a la corriente
monofisita. Los sirios lo veneran profundamente como "flauta del Espíritu
Santo y arpa de la iglesia ortodoxa", y sus himnos son reivindicados
también por los siro-orientales (caldeos), los maronitas y los melkitas. Son
particularmente famosos sus himnos marianos, que han acentuado la veneración
por la Madre de Dios, conmemorada en cada oficio.
Un discípulo suyo, Simeón Qutaya
(el alfarero), enriqueció extraordinariamente el oficio siro-occidental con
himnos (que se reencuentran en parte también entre los siro-orientales); su
estilo entusiasta y expresivo ensombreció un poco los himnos más sobrios del Octoechos
de Severo.
El año litúrgico se divide en
nueve períodos: 1) Período inicial, desde el domingo de la dedicación u
octavo antes de navidad; 2) Tiempo de la anunciación (Suboro); 3) Tiempo
de navidad a epifanía.- 4) Tiempo de epifanía (Denho), desde el 6
de enero a la precuaresma 5) Tiempo precuaresmal, con tres domingos. En
la primera semana se hace el ayuno de Nínive; 6) Cuaresma, con seis
domingos; 7) Tiempo de pascua a pentecostés, con siete semanas 8) Tiempo
de pentecostés a la exaltación de la santa Cruz, dividido en dos ciclos: a)
domingos de los apóstoles, b) domingos del verano; 9) De la exaltación
de la santa Cruz ala dedicación.
Los principales libros litúrgicos
son: 1) el libro de las anáforas (Ktobo d’annafuras), que contiene sólo
las oraciones recitadas por el sacerdote comprendido el sedro; 2) diaconal,
con las órdenes, las amonestaciones, letanías diaconales de la fracción del pan
y respuestas del pueblo; 3) ‘Atiqto (el antiguo), para las lecturas
tomadas del AT; 4) Shlîho (Apóstol), para las perícopas paulinas,
dividido en tres ciclos: a) domingos y fiestas móviles, b) fiestas fijas, c)
para los días sin memoria de los santos 5) Evangeliario, dividido como
el Apóstol; 6) la riquísima colección de himnos litúrgicos, contenida
antiguamente en el Beth Gazo (tesoro), se conserva hoy principalmente en
el Fanqîto, que contiene siete volúmenes con los oficios festivos, y en
el Shehimo (simple, común), con los oficios semanales. A éstos hay que
añadir: 7) el salterio; 8) el hyssoye, con los sedros
sacerdotales; 9) el homiliario, del que se leen a veces largos párrafos.
La anáfora más típica y más usada
es la llamada de Santiago. La lengua original de las anáforas es el griego;
sólo después de los siglos VI-VII se tradujeron al siríaco. Los misales
actuales contienen entre 7 y 12 anáforas de estructura similar: doxología del
Trisaghion, anamnesis de la historia de la salvación con la narración de la
institución, epíclesis y grandes intercesiones, divididas en seis cánones: por
los padres de la jerarquía, los hermanos, los reyes, los santos, los padres y
los maestros, los difuntos. Las anáforas siríacas conocidas son más de 70,
todas diversas entre sí incluso en el texto de la narración de la institución.
Las lecturas bíblicas son seis (tres del AT, una de los Hechos o epíst. cat.,
una epístola paulina, evangelio).
La liturgia siro-occidental se
caracteriza también por el uso del sedro (orden), un formulario
sacerdotal de origen sinagogal (de cierto parecido con las 18 bendiciones),
compuesto, en prosa, de un proemio y de un sedro propiamente dicho,
es decir, amonestación de naturaleza homilética llena de pensamientos bíblicos
y referencias a la fiesta celebrada, al domingo, etc. Se puede añadir a esto un
himno para el incienso (Qolo) y una petición por lo agradable del perfume
(etro); originariamente, el sedro era una fórmula para la ofrenda vespertina y
matutina del incienso. Cada domingo y fiesta tienen siempre un sedro propio
para cada hora del oficio y la liturgia eucarística. La colección más antigua
tiene 16, y posteriormente se han compuesto a centenares.
El desarrollo, la codificación
y el complemento de los ritos se ha servido de una profunda teología
litúrgico-sacramental contenida en las obras de los doctores sirios, autores de
explicaciones mistagógicas y de ensayos teológico-litúrgicos: Jorge, obispo de
los árabes ( † 724), autor de una explicación de los misterios la iglesia;
Moisés Bar Kefa (815-903) comentó los misterios principales; Dionisio Bar
Salibi (†1171), sumo representante del renacimiento literario sirio en el siglo
XII, conocido como exegeta, pero autor de numerosos himnos eclesiásticos y
tratados de teología litúrgica, entre los que destaca un comentario a la
liturgia Eucarística (CSCO, 2.a serie 93, París 1903); Santiago Bar
Shokko (†1241), autor del libro de los tesoros; Gregorio Bar Hebraeus
(1226-1286), en su Candelabro del Santuario, comenta la liturgia de los
sacramentos.
La liturgia siro-occidental es
extraordinariamente rica en composiciones poéticas y eucologías (anáforas,
sedros). La himnografía, la teología, la espiritualidad monástica han
enriquecido en distintos tiempos el extenso patrimonio literario siríaco. Los
ritos se conciben fundamentalmente como misterios, es decir, como
simbolismos misteriosos de un mundo superior, y son en esto diferentes del
sobrio minimalismo de los siro-orientales. El papel del Espíritu Santo se
subraya con fuerza, hasta el punto de que Severo de Antioquía considera los
sacramentos, las imposiciones de las manos y la consagración monástica como
comunicación del Espíritu. Las ceremonias y la materia creada son portadoras de
un significado pneumático y de una eficacia misteriosa y, aunque bajo el velo
del misterio, conectan con la fe y la tradición apostólica; no raramente los
autores (Moisés Bar Kefa, Juan de Mardin, † 1165) se esfuerzan por demostrar la
institución divina o apostólica de ciertos usos. Por medio de los misterios y
del sacerdocio, dice Bar Hebraeus, los hombres son conducidos de las costumbres
animales a las de los ángeles. Se subraya el valor objetivo de los misterios,
independientemente de los esfuerzos humanos.
La iglesia siro-occidental está
hoy dividida entre siro-ortodoxos (mayoría) y siro-católicos. En
la India del Sur existe desde el siglo XVII una iglesia siro-ortodoxa, de la
que ha surgido una rama unida a Roma en 1932, llamada iglesia siro-malankar.
4.
LA LITURGIA MARONITA.
La iglesia maronita, una rama
autónoma de la antioquena, se formó en torno al monasterio de Qala'at alMadiq o
de san Marón en el alto valle del Orontes, cerca de Apamea. Desde 1216 los
maronitas están en comunión con la iglesia romana, que entró en contacto con
ellos en tiempo de las cruzadas. Es imposible distinguir las particularidades
litúrgicas maronitas antes del siglo XII. En el siglo XIII comienza una
corriente de fuerte latinización, que aumenta con la fundación del colegio
maronita en Roma (1584) y por obra de los delegados papales, el más intolerante
de los cuales fue Eliano (quema de libros litúrgicos). La cumbre de la
asimilación de la liturgia maronita a la romana se alcanzó con el sínodo del
Monte Líbano (1736). Sólo el ritual de 1942 muestra un retorno de los maronitas
a su tradición antioquena.
A pesar de la menor latinización
de la misa y del oficio respecto al resto, la arquitectura de la iglesia ha
cambiado, hasta el punto de que los muros de separación delante del altar han
desaparecido; el pan eucarístico es ázimo; los sacerdotes ya no llevan el phaino
(paenula), sino la casulla latina; el crisma se confecciona con una simple
mezcla de aceite y bálsamo, al modo latino; desde el siglo XVIII se ha impuesto
una extraña anáfora, que reelabora curiosamente el canon romano, y se la llama anáfora
de la iglesia romana, mientras que en 1592 desapareció la llamada tercera
anáfora de san Pedro, emparentada con la de Addai y Mari, tan antigua y
característica.
Las diversas anáforas de los
misales maronitas son comunes con las siro-occidentales. El comienzo de la misa
presenta variantes derivadas del matutino. En la celebración de los sacramentos
en general se han multiplicado los signos de la cruz las incensaciones y las unciones.
El canto popular ha enriquecido con varias piezas (Sûghito) el
repertorio litúrgico.
El oficio, respecto al
siro-occidental, está simplificado y ofrece menos textos variables para los
diversos tiempos litúrgicos; el ordinario del breviario (Sh’ himto) es
hoy sólo un libro de lectura espiritual y ha sido sustituido por un breviario
ferial mucho más sobrio. Después del Concilio Vaticano II se ha introducido
aquí y allá la celebración de cara al pueblo y la misa dialogada en
contradicción con la mas antigua costumbre.
A pesar de la mezcla de
costumbres sirias y latinas, la liturgia maronita lleva una simpática impronta
de piedad y popularidad, expresión de una vida comunitaria sufrida, plena de fe
simple. La lengua litúrgica es el árabe, aunque permanecen ciertas partes en
siríaco. La reforma litúrgica está en curso.
5.
LA LITURGIA COPTA.
La liturgia alejandrina del
primer milenio ofrece pocos documentos y es mal conocida. La oposición a
Bizancio, la entrada en la órbita anticalcedoniana, la invasión árabe, el
influjo preponderante del elemento monástico y estrechas relaciones
teológico-institucionales delimitan el área de desarrollo litúrgico del Egipto
cristiano. Los cristianos de la iglesia alejandrina, después de la invasión
musulmana (639-642), se han venido llamando coptos, por la pronunciación árabe
corrompida de aigyptios (egipcio), convertido después en qibti,
qubti.
La lengua litúrgica originaria
era el griego; después de las controversias calcedonianas, la lengua popular se
hace literaria y se desarrolla sobre todo a costa del griego. En el ámbito
monástico, la liturgia se celebra también en griego durante muchos siglos; sin
embargo, es en este ambiente donde se originan las traducciones del griego al
copto y esos numerosos himnos (psali), cantos a María (theotokia), odas,
antífonas y doxologías que acompañan la liturgia en griego. El copto se
mantiene como única lengua litúrgica hasta el medievo (está en uso todavía
hoy); pero al comienzo del segundo milenio se impone como lengua hablada el
árabe, que suplanta gradualmente al copto.
Entre los siglos X-XIII florece
en Egipto una importante literatura árabocristiana (los tres Asálidos). De los
dos principales dialectos coptos, el sahídico (en el Sur) y el bohárico (en el
Delta), prevalece en la liturgia este último gracias a la aportación de los
monjes del desierto occidental (san Macario, en Wadi n-Natrun). Por tanto, la
antigua liturgia ciudadana de una Alejandría megalópolis, culta y cosmopolita,
se convierte en esta coyuntura en una liturgia cada vez más copta, es
decir, expresión nacionalista de la vida religiosa del pueblo. El influjo de
los sirios ha sido notable, y ha acontecido al menos en tres etapas: en el
siglo IV, en el momento de la conquista islámica, bajo el patriarca Benjamín
(626-665), y en la reorganización eclesiástica de los siglos XII y XIII, sobre
todo bajo el patriarca Gabriel II Ibn Turaik (1131-1145), al que se atribuye el
ordenamiento del Libro pascual. La obra enciclopédica Lámpara de la
oscuridad, de Abul-Barakat (comienzos del siglo XIV), contiene preciosas
descripciones de las corrientes litúrgicas y de las costumbres locales,
ilustrándolas con preciosos, aunque poco seguros, datos históricos. En el siglo
XV, bajo el patriarca Gabriel V, se redactan definitivamente los rituales de
los sacramentos y de las bendiciones. Las excelentes ediciones romanas de R.
Tukit (siglo XVIII) y las actuales reproducen textos de esta última reforma.
Libros litúrgicos principales: 1) Eucologio,
ordinario de la liturgia eucarística, matutino, oficio vespertino del
incienso, varios oficios cantos propios de ciertas fiestas; 2) Diaconal, partes
variables para el diácono y el pueblo; 3) Leccionario (Katameros),
dividido en tres partes: a) Katameros anual, en cuatro volúmenes, lecturas
para las ferias, domingos, fiestas y santos del año; b) Katameros de
cuaresma, en dos volúmenes; c) Katameros de Khamasin, para el tiempo de pascua
a pentecostés; 4) Synaxario, un martirologio que se lee en la liturgia
eucarística después de los Hechos de los Apóstoles para indicar la continuación
de la historia de la salvación. Cuando no se celebra la eucaristía, se lee en
el oficio vespertino del incienso; 5) Tasafir, interpretación de las
lecturas de la eucaristía, se usatambién en el oficio; 6) Al-Mawá'iz, antología
de homilías patrísticas; 7) Al-Hutab, discursos en árabe, para ser
leídos antes del evangelio; 8) AlMayamir, homilías en árabe, con los
hechos de las fiestas en estilo popular, usado en el oficio del incienso; 9) Sirah,
biografías de santos leídas después de las mayamir con ocasión de las
peregrinaciones y las fiestas patronales; 10) Al-Tamagid, doxologías en
honor de los santos y de los ángeles; 11) Cánticos para distintas
ocasiones y tiempos litúrgicos, que se cantan durante la comunión; 12) Orden
procesional, parados fiestas de la cruz y el domingo de ramos; 13) Horologion
para siete horas canónicas; 14) Salmodia anual, con las cuatro
alabanzas y siete theotokia cotidianos y doxologías para el santoral; 15) Salmodia
de Khoiak, oficios para el mes antes de navidad consagrado a la Madre de
Dios; 16) Menologio (Difnar), breve información sobre las fiestas, con
elogio del santo del día; 17) Libro de los cantos, himnos de la oración
vespertina o nocturna de ciertas fiestas; 18) Orden para Laqqán (pila),
es decir, para la bendición del agua (epifanía, jueves santo, santos Pedro y
Pablo) y para Sagdah (genuflexión de pentecostés); 19) Guía para la
semana santa, comenzando desde el sábado antes de ramos (sábado de Lázaro); 20)
Libro de la santa pascua, leccionario para la semana santa; 21) Libro
de las glosas, con reflexiones sobre los evangelios y horas de la semana
santa.
El año litúrgico es muy particular a causa
del calendario, calculado a partir del 29 de agosto de 284 d.C., comienzo del
reinado de Diocleciano y, para los coptos, de la era de los mártires. Los
trescientos sesenta y cinco días se dividen en trece meses: doce meses de
treinta días y un mes final de cinco días (seis en los años bisiestos). Los
nombres de los trece meses en copto (árabe entre paréntesis) son: 1) Thôut (Tût),
11 septiembre-10 octubre; 2) Paopi (Bâbah), 11 octubre-9 noviembre; 3) Athôr
(Hâtûr), 10 noviembre-9 diciembre; 4) Khoiak (Kîhak), 10 diciembre-8
enero; 5) Tôbi (Tubah), 9 enero-8 febrero; 6) Mekhir (Amshir), 9
febrero-9 marzo; 7) Phamenôth (Baramhât), 10 marzo-8 abril; 8) Pharmouthi
(Baramûdah), 9 abril-8 mayo; 9) Pakhôn (Bashuns), 9 mayo-7 junio;
10) Paôni (Ba’ûnah) 8 junio-7 julio; 11) Epêp (Abîb), 8 julio-6 agosto;
12) Mesori (Misrâ), 7 agosto-5 septiembre; 13) Pikougi Enabot (Khamsat
Ayâm an-Nasi), 6 septiembre-10 septiembre.
Se distinguen tres estaciones
litúrgicas en relación con la vida agrícola y las inundaciones del Nilo,
que incluyen oraciones especiales para la crecida y la recolección: 1) la
inundación (nîlî, Nilo) de ciento veinticuatro días, 19 junio-19 octubre;
2) la siembra (shetwii invierno), de noventa y un días, 20 octubre-18
enero 3) la recolección (sêfi, verano), de ciento cincuenta y un días,
19 enero-18 junio.
La semana comienza el sábado
por la tarde; los días están divididos en dos grupos: 1) Adam, de
domingo a martes; 2) Watos, de miércoles a sábado. Los dos nombres Adam
y Watos son la primera palabra de los theotokia del lunes y del jueves.
Los ayunos son importantes
y observados realmente: 1) de Navidad, de cuarenta y tres días (25
noviembre-enero); 2) de Jonás o de Ninive, tres días antes de la
septuagésima latina; 3) de Heraclio, desde el lunes al sábado de la
octava semana antes de pascua; 4) Cuaresma, de siete semanas; 5) de los Apóstoles,
varía de quince a cuarenta y nueve días; 6) de la Dormición, de
quince días, del 7 al 22 de agosto. Hay que añadir los miércoles y los viernes
de todo el año. El ayuno excluye carne y derivados de la leche. El pescado
tampoco se consume en algunas grandes vigilias, en la cuaresma y en el ayuno de
Jonás.
La celebración eucarística es
larga y sobria. El altar tiene forma de arca; el santuario (Heikal) está
rígidamente separado por una pared divisoria (Higab), con pocos iconos, delante
de la cual hay un lugar bien separado para el coro. La confección del pan
eucarístico tiene lugar la tarde anterior, durante un meticuloso oficio
apropiado. Al comienzo de la liturgia se hace una procesión con los dones en
torno al altar. Muchas exclamaciones están en griego, más que entre los
siro-occidentales. Encontramos una doble epíclesis; la primera de ellas implora
el cambio de los dones y se subraya por medio de repetidos signos de la cruz
sobre las especies. Las lecturas son cuatro. El evangelio se lee siempre en
copto y en árabe. Después de una larga letanía comienza la anáfora. En la
práctica se usan tres anáforas: la más frecuente es la copta de san Basilio (sobria
reducción del texto griego); la de san Gregorio Nacianceno se usa en las
grandes fiestas del Señor y, contrariamente al uso paleocristrano, no se dirige
a Dios Padre, sino a Cristo; la anáfora de san Cirilo es sustancialmente
la antigua anáfora alejandrina de san Marcos (largas intercesiones antes del
sanctus, doble epíclesis antes y después de la narración de la institución,
sanctus sin hosanna; las invocaciones diaconales son escasamente litánicas),
pero a causa de su larga duración casi ha caído en desuso. Otras doce anáforas
han desaparecido del uso. Después de la absolución del Padre, las especies de
la comunión se distribuyen separadamente con la fórmula de tipo realista:
"El cuerpo (la sangre) del Emmanuel, nuestro Dios, es esto en verdad.
¡Amén!" Los vasos sagrados se purifican escrupulosamente con agua. Al
final el pueblo exclama: "¡Amén! ¡Que suceda durante cien años!".
En los días de la celebración
eucarística se hace el rito del incienso, distinto del oficio. Las horas
se practican en los monasterios y contienen una rica salmodia. Cada hora
tiene doce salmos, una lectura y un evangelio. En vísperas, en el oficio
nocturno y en el matutino se añaden himnos de diversos géneros (troparios,
theotokia, doxologías, alabanzas de los santos) y cánticos bíblicos. El ciclo
de las horas y el de los salmos corren recíprocamente paralelos, según una
subdivisión puramente monástica.
Los coptos constituyen hoy en día
la más numerosa comunidad cristiana en un país islámico (al menos seis
millones). La liturgia, larga y rica, es cada vez más seguida, gracias a un
impresionante movimiento de renovación, que partió del ambiente monástico. En
las numerosísimas escuelas dominicales (Sunday Schools) se estudian los
ritos y se vuelve a aprender el copto litúrgico. La predicación está
ampliamente difundida, y se inspira con frecuencia en los temas de la liturgia.
La participación, tal como la entiende un occidental, es un rasgo
sobresaliente, tanto de la tradición corno de la renovación copta, gracias a la
cantidad de cantos y gestos comunes. El pueblo gusta mucho de las procesiones,
especialmente las de la santa Cruz (que se encuentra por todas partes: incluso
en forma de tatuaje en las muñecas y la frente); el ayuno extraordinario de
Heraclio recuerda el hallazgo de la santa Cruz, cuando Heraclio reconquistó
Jerusalén a los persas (614). La veneración a la Madre de Dios alcanza
auténticas cimas de entusiasmo en los gestos y en las costumbres; el calendario
tiene treinta y dos fiestas de María; el mes de Khoiak, antes de navidad,
implica el canto público de numerosos theotokia, de poesía fascinante y llena
de sabor bíblico según el gusto siríaco. Aunque el canto es monótono y
prolongado, el carácter egipcio, piadoso y paciente, aprecia la actitud de
escucha. El gusto por la audición es sin duda un rasgo típico de los coptos; en
el curso de la semana santa hay muchísimas lecturas, hasta el punto de que se
leen los cuatro evangelios completos. Las ceremonias son sobrias, con ritos
externos moderados, en los que se siente la influencia de un monacato
omnipotente y auténtico. Se usan instrumentos de percusión para acompañar
rítmicamente el canto (címbalos, triángulo).
Desde 1895 existe también un
patriarcado copto católico, muy reducido numéricamente, con la liturgia
notablemente abreviada.
6.
LA LITURGIA ETÍOPE.
Los orígenes de la liturgia
etíope son casi completamente desconocidos. El cristianismo llegó en el siglo
IV al antiguo reino de Axum y tomó cuerpo gracias a misioneros coptos y sirios
(Frumencio o Abba Salam). Aunque está bajo la jurisdicción directa del
patriarcado copto de Alejandría (en 1951, el primer arzobispo etíope; en 1959,
el primer patriarca-katholikos etíope), la liturgia no es puramente copta, a
causa del influjo de los misioneros provenientes del imperio bizantino (los
nueve santos romanos de Siria o del Asia Menor, hacia el 500); no faltan influjos
jerosolimitanos, e incluso armenios.
La mayor parte de los documentos
litúrgicos antiguos fueron destruidos por el rey Anida-Sion (1314-1344), y
el resto se perdieron durante la invasión islámica de Ahmad-Ibn-Ibrặhimal Gặzis
(1531-1543). La lengua litúrgica es el ge'ez de origen sud-arábico, que en la
época moderna se subdivide en dos dialectos principales: amhara y tigrinia; en
el ambiente de ciudad se comienza a usar tímidamente el amhárico. La
organización de la liturgia actual se sitúa entre los siglos XIV-XVI, cuando se
introdujeron numerosas costumbres inspiradas en el judaísmo y en el AT (en
Etiopía existe una antigua y numerosa colonia de hebreos falashá). Era también
el tiempo de las grandes invasiones islámicas: la Etiopía cristiana fue rodeada
por sultanatos. Los Negus comenzaron a revalorizar el mito de la
dinastía salomónica y a llevar el sobrenombre de la casa de Israel. Se
introdujo la procesión con el arca de la alianza con siete vueltas en torno a
la iglesia, al son bíblico de los címbalos; las fiestas de los santos del AT;
la práctica de la circuncisión antes del bautismo. El tipo arquitectónico de la
iglesia etíope es de planta central y recuerda el santo sepulcro o la mezquita
de la roca de Jerusalén; en el centro hay un templete con el altar (maqdas),
donde reposa un tabernáculo (tabot) que recuerda el arca de la alianza.
Los libros litúrgicos
principales, producto de la reforma litúrgica del 500-600, son: 1) Misal
(Mets'hafe Qe'ddase), dividido en: a) 16-20 anáforas; b) eucaristía
(Zemmare); 2) Manual de la penitencia (Mets'hafe Nuzaze); 3) Manual
del matrimonio (Mets hafe Taklil); 4) Manual para la unción de los
enfermos (Mets-hale Qandil); 5) Deggwa, conjunto de cuatro
antifonarios (salmodia, cuaresma, fiestas, común) con textos bíblicos y cantos
varios, compilado en el s. xv, revisado en los ss. xvi y xv» y todavía hoy
objeto de investigaciones; 6) Antifonario cuaresmal (Tsomedeggwa); 7) Mawặseet,
antifonario para más de 50 fiestas, pero de uso más raro; 8) Oficio común
(Me'eraf); 9) Sínodos, elenco de las fiestas de los santos. Hay
otros libros para los sacramentos y libros paralitúrgicos usados en los
monasterios o para devociones especiales, como Argặmone Weddase (arpa de
la alabanza), vasto oficio mariano de 1440, con siete lecturas para los siete
días de la semana, basado en la biblia y en apócrifos; o como Gebra Hemamat (actos
de la pasión), leccionario para el tiempo de ramos a pascua, traducido del
árabe al ge'ez.
El calendario sigue el
copio-juliano,con trece meses: 1) Maskaram (29 agosto-27 septiembre); 2)
Tegamt (28 septiembre-27 octubre); 3) Hedor (28 octubre-26
noviembre); 4) Tâhsâsh (27 noviembre-26 diciembre); 5) Ter (27
diciembre-25 enero); 6) Yuk atît (26 enero-24 febrero); 7) Maâbit
(25 febrero-26 marzo); 8) Miyâzyâ (27 marzo-25 abril); 9) Genbot (26
abril-25 mayo); 10) Sanê (26 mayo-24 junio); 11) Hamiê (25
junio-24 julio); 12) Nahâse (25 julio23 agosto); 13) Pâguemên (24-28
agosto).
Fiestas del Señor: nueve principales y seis
secundarias (exaltación de la santa Cruz, circuncisión, multiplicación de los
panes, fiesta de Simeón-presentación, invención de la santa Cruz, venida de
Jesús a Egipto).
Las fiestas marianas tienen
cinco categorías: 1) vida de Mario (presentación, dormición, natividad
concepción); 2) títulos de María (María del Monte Sión, María madre de
la misericordia); 3) milagros de María (milagro de la imagen de
Saidnaya, en Siria; aparición asan Ildefonso de Toledo, aparición en Egipto o
fiesta de las mujeres); 4) santuarios marianos (Debra Quesguam,
dedicación de la fiesta de la cavidad o fuente milagrosa, brotada
a la vuelta de Jesús de Egipto, conmemoración de toda las iglesias de María en
Tierra santa); 5) conmemoración de todas las iglesias marianas. Existen
también fiestas de santos y conmemoraciones mensuales (cuatro del Señor, seis
de la Madre de Dios, siete de los santos).
Los tiempos litúrgicos fijos
son 19, algunos de breve duración y de nombres sugestivos (por ejemplo,
construcción del templo de Jerusalén, descenso o llegada, luz, nube, rocío, ojo
de todo, aurora). El ciclo móvil comienza con el ayuno de Cristo (soma
Krestos), de cincuenta y cinco días, es decir, seis días de ayuno de
Heraclio y seis semanas de cuaresma. Los domingos de cuaresma se llaman: 1) del
santo (enseñanza sobre el reposo sabático); 2) del templo (enseñanza de Jesús
en el templo); 3) del paralítico (milagros de la piscina probática y
paralelos); 4) del monte de los Olivos (discurso escatológico de Mt 24); 5) del
siervo fiel (parábola de Mt 25,14-30); 6) de Nicodemo (Jn 3,1-22).
Para la celebración
eucarística se conocen 20 anáforas; pero sólo se usan 14, y han sido
publicadas en inglés Algunas son de origen sirio, introducidas probablemente
por los monjes sirios de Egipto; dos son una reelaboración de la Traditio
apostolica y del Testamentum Domini. Todas las anáforas en la actual
praxis están precedidas por un oficio largo y complicado (preanáfora), típico
de la tradición etíope: recitaciones de seis salmos, oraciones de purificación
para los celebrantes y vasos sagrados, larga oración de absolución, prótesis de
los dones. Con la enarxis (comienzo) sigue la liturgia de los
catecúmenos, con repetidas incensaciones y letanías; Trisagion, cuatro
lecturas (epístolas paulinas, epístolas católicas, Hechos, evangelio). La
ceremonia del evangelio es particularmente movida: solemne procesión de los
ministros con el evangeliario, diálogo de los ministros entre sí en alabanza de
la Trinidad por el don del evangelio, bendición de los cuatro puntos cardinales
con el libro, canto del evangelio; al final, veneración del evangeliario por
parte de todos. Siguen letanías, una larga fórmula de credo, lavatorio, beso de
la paz y anáfora. Las palabras de la institución y de la epíclesis son diversas
en cada anáfora. Para celebrar son absolutamente necesarios tres sacerdotes y
dos diáconos, por lo que el clero etiópico es numerosísimo.
Es del todo característico el uso
de dos anáforas marianas: una común, llamada de Abba Giyorgis, y
otra especial, llamada Qirqos o Ciriaco de Bahnesặ, que comienza con las
palabras dulce perfume. Criterios literarios internos (lengua, pasajes
en versos poéticos) hacen pensar que estas anáforas son una creación exclusivamente
etíope, fruto de una teología tardía, que intenta de un modo audaz asociar a
María al sacrificio de Cristo. Sus raíces espirituales deben buscarse en el
amor por la tipología bíblica, en los apócrifos y en el influjo del monacato.
La literatura mariana litúrgica y paralitúrgica es incomparablemente abundante
y rica, aunque no muy conocida. La popularidad de Mario entre los fieles viene
sin duda de la liturgia. El pueblo se saluda con expresiones litúrgicas como ¡María
te ama! En el oficio cotidiano hay una larga parte ocupada por los Salặm
(paz), himnos de saludo a María.
La liturgia etíope, nacida de un
tronco mixto alejandrino-sirio-jerosolimitano, es exquisitamente popular y
africana (uso del sonido rítmico del tambor, del Bistro, de la danza sagrada).
Tiene una urgente necesidad de ser reformada. El emperador Hailé Selassié
comenzó a imponer una reforma, interrumpida de momento por la caída de la
monarquía.
Hay en curso una reanudación, en
medio de difíciles condiciones socioculturales. Sin embargo, esta liturgia
sigue siendo un ejemplo de cómo un rito oriental, trasplantado al contexto
cultural africano, puede desarrollarse con rasgos de genio autóctono.
Una rama etíope-católica,
numéricamente débil, se remonta a las misiones italianas del siglo XIX.
7.
LA LITURGIA ARMENIA.
El cristianismo llegó muy pronto
al pueblo armenio, quizá ya en el siglo I y, gracias a los esfuerzos misioneros
de san Gregorio el iluminador, llegó a ser religión de estado todavía antes que
en el imperio romano, bajo el rey Trdat (301). Los influjos misioneros
cristianos venían inicialmente del 0sroene de Siria y de Capadocia, después de
Jerusalén y de Constantinopla. La creación de un alfabeto armenio por parte de
Mashtoz Mesrop (407) favorece en seguida, gracias a numerosas traducciones, la
formación de una tradición litúrgica propia, ecuménicamente abierta al influjo
de otras iglesias. El escrito más antiguo de la liturgia de Jerusalén que
poseemos es la traducción armenia del siglo V de un leccionario aguiopolita
griego, conocido con el nombre de Leccionario Armenio de Jerusalén.
Este pueblo, dividido entre el
imperio romano y el persa, entra con una liturgia ya formada en el movimiento
monofisita (sínodos de Dvin del 502-507, 552, 647); en el 600 se separa de la
iglesia vecina de Georgia, que queda en la órbita bizantina; después va siendo
sometido poco a poco por los turcos saléucidas, los árabes, los persas y,
finalmente, por los turcos otomanos. En el tiempo de las cruzadas, el reino
armenio de Cilicia (1080-1375) entra en contacto con la liturgia de los
francos, de la que tomó muchas costumbres (Dominicos y Hermanos de la Unión).
Después de un período de unión con Roma (1198) y la aceptación pasajera de los
siete concilios ecuménicos, el influjo occidental, tanto griego como latino,
disminuye gradualmente. En el concilio de Florencia (1439), la iglesia armenia
está representada por una delegación. Un patriarcado armenio-católico
minoritario existe tan sólo desde 1742. Los centros difusores de la liturgia han
sido las sedes históricas de los katholikoi (Vagharshapat, s. Iv Dvin,
484; Aghtamar, en el lago de Van, 930; Sis de Cilicia, 1294; Edgimiadzin, 1441)
y los monasterios (cerca de 2.000 es la época de mayor florecimiento).
Litúrgicamente, el patriarcado honorario de Jerusalén y los monasterios
palestinenses juegan un papel particularente importante.
Libros litúrgicos: 1)
Typikon de
las fiestas (Tonaz'oyz); 2) Libro del misterio (Horhrdatetr), misal que
conserva la única superviviente de las cinco antiguas anáforas, bajo el nombre
de san Atanasio; 3) Leccionario (Giashoz), con introitos, salmos,
epístolas, evangelios; 4) Himnario (Tagaran) con los himnos variables de
la eucaristía; 5) Libro de las horas (Sgiamaghirk’) al que a veces va
unido el salterio; 6) Antifonario (Sharakan) para los himnos variables
del oficio; 7) Ritual (Mashtoz') llamado así no por el nombre de
Mashtoz', inventor del alfabeto, sino por el katholikos Mashtoz' de Eghivard
(899). El rito de la sepultura, contenido en él, se edita en ocasiones aparte;
8) Libro de la imposición de las manos (Ghirz' dzernadrutean)para las
ordenaciones y las consagraciones de iglesias.
El calendario, original y
complicado, privilegia las fechas móviles. Sólo hay un gran principio de
inamovilidad: el domingo está siempre reservado para las fiestas del Señor y de
María; miércoles y viernes son siempre días de ayuno, y excluyen toda fiesta.
Las fiestas principales se llaman
Tabernáculo: teofanía, pascua, transfiguración, dormición, exaltación de
la santa Cruz. Todas las fiestas, excepto epifanía y cinco fiestas de María,
son movibles, están precedidas por una semana de ayuno, trasladadas al domingo
más cercano, seguidas de un período de posfiesta cuyo primer día está reservado
a la memoria de los difuntos.
Tiempos litúrgicos: 1) Teofanía (del 6
de enero al séptimo domingo de pascua); 2) Cuaresma (hasta el sábado
santo incluido); 3) Quincuagésima de pentecostés (de pascua a
pentecostés); 4) Advenimiento del Espíritu (desde pentecostés hasta el barekendan
o carnaval de la dormición); 5) Tiempo de las rosas (Varvardar),que
comprende la transfiguración, que es siempre la decimocuarta semana después de
pascua; 6) Dormición, dividido en tres tiempos: a) dormición
(cinco-seis semanas); b) exaltación de la santa Cruz (nueve-diez
semanas); c) adviento (seis-siete semanas). La dormición se celebra el domingo
más cercano al I S de agosto; 7) Exaltación de la santa Cruz; 8) Quincuagenario
de adviento. Navidad y epifanía se celebran juntas en una sola fiesta, al
modo antiguo (sólo los armenios católicos la dividen en dos fiestas, el 25 de
diciembre y el 6 de enero).
Para conmemorar a los santos
quedan los pocos lunes, martes, jueves y sábados libres. Los santos son poco
numerosos, y su memoria cae sobre todo en el tiempo pascual, con la
consiguiente movilidad, dado que los tiempos de pascua y de la dormición
comienzan en fecha movible. Los santos no conmemorados en un tiempo son
transferidos al siguiente.
En el caso de coincidencias, los
oficios se acumulan, como entre los bizantinos.
La liturgia eucarística se
celebra en iglesias de tipo particular (cuadrado con una cúpula en forma de
pirámide octogonal), en general sobrias, con pocos iconos. El altar está muy
elevado (pêm, del gr. bêma), protegido por una gran cortina, que
permanece cerrada en cuaresma. La celebración presenta elementos dispares de
origen sirio y bizantino; algunas influencias latinas son de carácter
secundario. Varias exclamaciones en griego (proschômen, ¡estemos
atentos!; orthoí, ¡estemos en pie!) revelan ciertos orígenes bizantinos.
Se inicia con un solemne rito de vestición, durante el cual el coro canta un
himno de nueve estrofas; sigue la procesión de la sacristía al altar; lavatorio
con el salmo 25, y confesión de los pecados calcada del misereatur latino,
Sal 43 (imitación de las oraciones romanas al pie del altar). El rito de la
prótesis (preparación de las ofrendas) tiene lugar con simplicidad en una
hornacina cercana al altar; el pan es ácimo, cocido el mismo día de la
celebración según la antigua y particular tradición armenia del siglo V, que
rechaza las dos naturalezas; el vino no se mezcla nunca con agua, tal vez como
reacción contra los ebionitas acuarios, que consagraban sólo agua. La
liturgia de los catecúmenos comienza con el pequeño ingreso del evangelio. El
coro canta el Trisagion, con la añadidura de Pedro Fulón, patriarca de
Antioquía (471.475-477.488): "que fue crucificado por nosotros" (considerada
monofisita y teopasquiana, se refiere en cambio a Cristo, y no a la Trinidad).
Las lecturas son tres (profetas, epístolas, evangelio). El credo se recita
inmediatamente después del evangelio (quizá desde el siglo V). La sugestiva
procesión de las ofrendas va acompañada con el himno querúbico (o por el texto
propio de la fiesta). Después del beso de la paz comienza la anáfora, similar
en la estructura a las anáforas usadas por los bizantinos (oración teológica,
institución, epíclesis, memoria de los santos y de los difuntos, intercesiones,
padrenuestro, elevación, doxología). La eucaristía termina, según el uso
latino, con el prólogo de san Juan (desde pascua a pentecostés, en cambio, con
Jn 21,15-19).
Influjos latinos principales, que datan de
la época de las cruzadas: el número de los sacramentos (los dominicos hicieron
una traducción armenia del tratado de los sacramentos de la Summa Theologiae
de santo Tomás); la fórmula de absolución "yo te absuelvo", en
primera persona; la caída de ciertos grados de orden sagrado, como
archidiácono, corobispo y periodeuta (visitador apostólico), sustituidos por
las órdenes menores latinas, incluida la tonsura; las oraciones de ordenación
corresponden a modelos romanos; la unción de los sacerdotes y de los obispos en
la ordenación, así como la entrega de los instrumentos, ambas totalmente
desconocidas en la tradición oriental; la mitra y el pastoral episcopal son de
forma latina; los obispos llevan anillo, jamás usado por otros obispos
orientales, excepto los unidos a Roma; la forma de la patena y del corporal (korpurá);
las oraciones al pie del altar y el evangelio final de la liturgia eucarística;
el rito de coronación (matrimonio), muy similar al bizantino, lleva consigo la
unión de las manos y un cambio de anillos, tomados del ritual franco-romano de
tipo normando.
La liturgia armenia no nació con
la crisis monofisita, porque cuando los armenios se asociaron al grupo
anticalcedoniano sus estructuras litúrgicas estaban en gran parte formadas. La
oposición a Bizancio ha tenido como resultado que fórmulas o costumbres
bizantinas se remonten a la época anterior a las reformas hechas en
Constantinopla después de la iconoclastia; la veneración de las imágenes es muy
moderada y escasamente litúrgica. Los repetidos intentos de unión con Bizancio
y Roma en el medievo, además de los intensos contactos con Jerusalén, han
dejado en el mundo litúrgico armenio la impronta de un ecumenismo antiguo y
apreciable, ahora encerrado en el horizonte exclusivamente nacional; se ve, por
ejemplo, en el calendario, que celebra santos antiguos comunes a todas las
iglesias y después santos más recientes, exclusivamente armenios. La vida
cultural de la iglesia armenia ha producido históricamente varios movimientos
de desarrollo y reforma litúrgica. Todavía hoy la actividad publicista armenia
es notable, especialmente en Europa y en América .
La liturgia tiene un desarrollo
coral, en el que la popularidad llega a transformarse en magnificencia de
aparato y finura de ejecución. Los ornamentos son particularmente espléndidos:
los sacerdotes y el diácono llevan mitra como la que usan los obispos
bizantinos; todos los miembros del coro, incluidas las mujeres, llevan un
hábito litúrgico de muy bellos colores. La música es una de las más fascinantes
de Oriente, llena de melodías dulces; también en las piezas de mayor vigor se
trasluce la noble melancolía de un pueblo que ha sufrido increíblemente. Las
comunidades de la diáspora han abandonado los címbalos, que algunos usan
todavía, y han introducido el armónium o el órgano. Los flabelos metálicos,
agitados frecuentemente por diáconos, muestran cabezas de querubines adornadas
por campanillas; éstos reflejan toda la interpretación mística de la liturgia
como participación en la alabanza angélica, igual que las iglesias orientales,
el sentido del misterio en la liturgia.
8.
LA LITURGIA BIZANTINA.
La liturgia de las iglesias
ortodoxas nacidas de los siete concilios ecuménicos, reagrupadas en una familia
de iglesias autónomas difundidas ya por todos los continentes, resulta de la
composición de elementos de origen diverso. El término bizantino expresa
la fuerza vital de Bizancio-Constantinopla en el contexto del estado imperial,
del que era capital. Antiguamente se aplicaba la palabra bizantino no a
la liturgia actual, sino a todo el conjunto de tradiciones litúrgicas del área
bizantina: Asia Menor, Ponto, Tracia Siria y Palestina con el Sinaí. Desde los
siglos IV-V en adelante, sirios (Eudoxio, san Juan Crisóstomo, Nestorio) y
alejandrinos (Anatolio) son arzobispos y patriarcas de Constantinopla. Teólogos
e himnógrafos de primer orden (Romano el Meloda, san Andrés de Creta, san Juan
Damasceno, san Cosme de Majuma, etc.) son sirios apreciados y leídos en
Bizancio; no es raro que dejen traslucir en prosa y en poesía una teología de
la salvación que se inspira en Jerusalén y en los lugares santos. Los monjes
son un factor importante de difusión litúrgica, a causa del carácter
cosmopolita del monacato antiguo (lauras de Palestina, monasterios de Siria),
que favorecía los intercambios y las peregrinaciones a Tierra Santa o hacia los
famosos santuarios de Oriente, como san Simeón el Estilita o los santos Sergio
y Baco, en Siria.
La historia de la liturgia
bizantina ofrece momentos de reformas fundamentales que se pueden sintetizar en
el Typikon, el libro que resume las tradiciones concernientes a las reglas
de todas las celebraciones. El Typikon, antes de ser el actual libro homónimo,
es, desde el punto de vista histórico, un término plurívoco. Desde los siglos
VII-IX la liturgia bizantina griega tolera la aplicación paralela de varios
typika. Los más importantes son tres: 1) Typikon de la gran iglesia de
Cristo (Santa Sofía de Constantinopla), expresión de un verdadero rito
catedralicio; 2) Typikon de san Sabas, la gran laura monástica junto a
Jerusalén; 3) Typikon studionense, es decir, del monasterio de Studion,
en Constantinopla seguido por los monasterios afiliados a éste, como la gran
laura de San Atanasio en el Monte Athos. Además de éstos existen otros typika
locales. Tales colecciones de las diversas reglas e interpretaciones litúrgicas
suponen la existencia de otros libros, en los que se aplican las reglas, pero
también de tradiciones no escritas, que han de enumerarse en el capítulo de la
liturgia viva (redacciones, costumbres, prácticas). La tradición litúrgica del
clero secular y la del monástico,, son las dos corrientes paralelas de mayor
importancia; pero los dos grupos de typika, de la gran iglesia y el de
Saba-Studion, no agotan la totalidad de la primera fase histórica de la
liturgia medio-bizantina.
En un typikon, de la clase que
sea, aparecen tres etapas fundamentales de oración oficial: 1) el ciclo
diario, fijado en el Horologion y en el Eucologio; 2) el ciclo pascual, contenido
en el Octoechos (libro de los ocho tonos), en el Triodion cuaresmal y en el
Pentecostarion del tiempo pascual; 3) el ciclo de los doce meses del
año, en el que cada día tiene una fiesta o memoria; está recogido en los 12
Meneos mensuales.
El esbozo histórico de la
liturgia bizantina se sitúa geográficamente en el arco que va de Constantinopla
a Jerusalén, y se debe confrontar con las situaciones que han influido
profundamente y modificado la liturgia: 1) en Constantinopla: período
preiconoclasta, crisis iconoclasta (siglos VII-IX), período posterior a la toma
de Constantinopla por parte de los francos (1204), caída de Constantinopla
(1453) y vigorosa reanudación de la tradición bizantina en Rusia y Moldavia 2)
en Jerusalén: período anterior a la conquista persa (614), período
posterior a los persas e invasión árabe (614-638), período posterior a la
devastación del califa egipcio Hakim (1009).
Las destrucciones iconoclastas y
de los francos en Constantinopla, y las de los persas y árabes en Jerusalén,
interrumpieron la vida litúrgica normal; ésta se reanudó con una reforma que
elimina, añade y crea. En Constantinopla, la época posterior al comienzo de la
iconoclastia (726) es la de insignes liturgistas, como el patriarca Germán de
Constantinopla (autor probable de un comentario a la Divina Liturgia, pero con
seguridad de himnos y estiqueros); es la época de san Teodoro Estudita;
de su hermano José, metropolita de Tesalónica, autor de numerosas homilías
litúrgicas; de José de Siracusa, sublime y fecundo himnógrafo, que enriquecen
el ciclo pascual, adaptan o componen himnos y revolucionan la tradición
monástica, que privilegiaba el salterio. El autor de gran parte del Triodion de
cuaresma es probablemente Teodoro Estudita. Después de la toma de
Constantinopla por parte de los latinos, declina el solemne oficio estudita, y
más tarde desaparece; bajo el influjo de los monasterios del Monte Athos, la
tradición sabaíta es retomada y asimilada, hasta que el Typikon de san Sabas es
consagrado oficialmente por todos los ortodoxos, con su impresión en Venecia en
1546. En Jerusalén, en el período en torno a la invasión persa del 614,
la liturgia vuelve a florecer gracias alas reformas de los patriarcas Modesto y
Sofronio este último, según dice Simeón de Tesalónica (siglo XV), habría
reconstituido el Typikon de san Sabas, "desaparecido después de las
devastaciones del lugar por parte de los bárbaros" (PG 155,556D).
El Horologion se enriquece con una buena himnografía, que a continuación
alcanza su culminación con las composiciones y arreglos de san Juan Damasceno,
san Cosme de Majuma y otros numerosos himnógrafos sabaítas (Teóphanes Graptós,
Juan Paleolabriota, Elías II, patriarca de Jerusalén; Jorge Aguiopolita, etc.).
Después de la destrucción del califa Hakim (1009) se siente la necesidad de
reconstruir los manuscritos destruidos y desde el siglo XII en adelante se
realiza la reglamentación detallada de las vigilias (agrypnia) dominicales,
los oficios predilectos del monacato palestinense.
En Rusia la edición del Typikon
de san Sabas (1610, 1633, 1634, 1682) provoca la importante reforma del
patriarca Nicon, deseoso de eliminar errores y abusos y de reforzar la unidad
litúrgica con el mundo greco-bizantino. El cisma doloroso de los viejos
creyentes (staroviery) fue provocado por reformas de por sí justas. En
medio de toda esta evolución se puede decir que se refuerza un firme principio
discrecional: el celebrante o el superior determina la medida de los oficios y
el modo más o menos solemne de ejecución.
Hoy día la himnografía litúrgica,
lejos de haber muerto, es todavía creativa. Tanto laicos como religiosos
rivalizan en la composición de los oficios para los nuevos santos, los
acatistos (himnos de alabanza para recitar de pie), tan queridos en el
Monte Athos, en Rumania y en Rusia. "El mito del inmovilismo litúrgico
bizantino es precisamente esto: un mito" (M. Arranz).
Libros litúrgicos: 1)
Typikon, ordo-calendario
con las rúbricas detalladas de todos los oficios cotidianos, incluida la
celebración eucarística, con muchas introducciones y reglas para el ayuno,
apéndices para las ceremonias especiales (liturgia patriarcal, ordenaciones,
akathistos, sepultura, tabla de circunstancias y concurrencias festivas); 2) Liturgikon,
con el ordinario de las celebraciones eucarísticas y las partes
sacerdotales del oficio; 3) Eucologio, ritual con la administración de los
sacramentos y los oficios de bendición; 4) Octoechos (libro de los ocho
tonos), con el propio del oficio de cada día según un ciclo de ocho semanas,
con ocho tonos diversos (texto y música); cada tono dura siete días: hay, por
tanto, 56 propios que se repiten cinco-seis veces al año; 5) Triodion (libro
de los himnos triples), con propio del tiempo desde la precuaresma al sábado
santo; 6) Pentecostarion, con el propio del tiempo desde pascua al
domingo de todos los santos (primero después de pentecostés); 7) Meneo (mensual),
colección de 12 volúmenes, uno al mes, con las fiestas y memorias fijas de cada
día (santoral); 8) Apóstol, leccionario de lecturas del NT para la
liturgia eucarística (sigue el orden del NT, comenzando en pascua con los
Hechos, saltándose sólo la carta a Filemón, que se lee el día de su fiesta, 22
de noviembre); 9) Evangelio, con las perícopas para la eucaristía y el
matutino festivo; se lee en cuatro series con el orden Jn, Mt, Mc, Lc y
evangelios de carnaval al sábado santo; 10) Salterio, dividido en 20
kathismos para vísperas y laudes; 11) Horologion, libro de las
horas sintético y portátil, con el ordinario de vísperas y laudes y las horas
menores completas; tiene un calendario que contiene los dos principales himnos
de cada día (tropario y kondakio); como apéndice tiene las tablas pascuales, el
himno akathisto a la Theotokos, el oficio de la comunión (preparación y acción
de gracias), algunos cánones poéticos votivos (a la Trinidad, a la santa Cruz,
a Jesús, Paraklisis a la Madre de Dios).
Los bizantinos unidos a Roma han
condensado varias partes de estos libros en ediciones abreviadas, que se
inspiran en el misal y en el breviario.
El
año litúrgico tiene dos ciclos: fiestas fijas y móviles.
1) Ciclo fijo: comienza el 1 de
septiembre, inicio del año civil bizantino. Tiene nueve grandes fiestas fijas:
a)fiestas del Señor (despotikai heortai): exaltación de la santa Cruz
(14 septiembre), navidad (25 diciembre), teofanía (6 enero), encuentro del
Señor (2 febrero), transfiguración 6 agosto); b) fiestas de la Madre de Dios
(theométorikai heortai): natividad (8 septiembre), entrada en el templo (21
noviembre), anunciación (25 marzo), dormición (15 agosto);
2) Ciclo móvil: tiempo
precuaresmal de veintidós días, con cuatro domingos (domingo del publicano
y del fariseo, domingo del hijo pródigo, domingo de carnaval, domingo de los
lacticinios o del perdón); cuaresma, de cuarenta días, con seis domingos
(domingo de la ortodoxia, domingo de san Gregorio Palamas, domingo de la
adoración de la santa Cruz, domingo de san Juan Clímaco, domingo de santa María
Egipcíaca, domingo de ramos); semana santa; tiempo del pentecostario, de
cincuenta días, con nueve domingos (pascua con semana luminosa, domingo de
santo Tomás o antipascua, domingo de las miróforas o de los justos José de
Arimatea y Nicodemo, domingo del paralítico, domingo de la samaritana, domingo
del ciego de nacimiento seguido del jueves de la ascensión, domingo de los
santos padres del primer concilio de Nicea, domingo de pentecostés o de la
Trinidad, domingo de todos los santos, último de Pentecostario y primero del
Octoechos). El ciclo móvil contiene las restantes grandes fiestas del Señor:
ramos (de por sí fuera también del ciclo cuaresmal, en cuanto fiesta de la
entrada del Señor en Jerusalén), pascua, ascensión y pentecostés. En el
Triodion las semanas se cuentan del lunes al domingo; en el Pentecostarion, del
domingo al sábado. El Triodion contiene un gran número de lecturas bíblicas
también para las horas menores.
Las
fiestas tienen cinco rangos, anotados en los libros por una señal
especial:
a) Gran fiesta (vigilia
nocturna o agrypnia en la que se juntan vísperas y laudes en un solo oficio
solemne, canon poético de la fiesta en el matutino, con canto especial o
megalinario a la Madre de Dios; las fiestas del Señor tienen una cierta
prevalencia sobre el domingo; antefiesta, posfiesta con octava de clausura); b)
media de primera categoría (vigilia nocturna; las más importantes son
san Juan Ev., el 26 de septiembre; san Juan Crisóstomo, el 13 de noviembre los
tres jerarcas san Basilio, san Gregorio Nacianceno y san Juan Crisóstomo, el 30
de enero; san Jorge, el 23 de abril, etc.); c) media de segunda categoría (grandes
vísperas con kathisma sálmico 1.°, antifonario con aleluya, gran entrada
lecturas bíblicas y laudes con Polyeleos es decir, Sal 134-135; se usa en las
fiestas de los apóstoles, en las menores de la Madre de Dios y otros santos);
d) menor de primera categoría (no hay grandes vísperas, sin embargo en
las laudes se cana la gran doxología o Gloria in excelsis Deo; textos
propios); e) menor de segunda categoría (un cierto número de estiqueros
o cantos propios en el oficio). Los días de simple conmemoración no se señalan
con ningún signo especial en los libros.
El ciclo semanal prevé las
siguientes conmemoraciones, ya insertadas en el Octoechos: resurrección
(domingo), santos Ángeles (lunes), san Juan el Precursor (martes), Madre de
Dios, santa Cruz y penitencia (miércoles), santos Apóstoles, san Nicolás el
Taumaturgo (jueves), santa Cruz, difuntos, penitencia (viernes), todos los
santos y difuntos (sábado).
Cuando se celebra la eucaristía,
se usa ordinariamente la Divina Liturgia de san Juan Crisóstomo o la
especial de san Basilio (diez veces al año: vigilia de navidad, primero
de enero, esta de san Basilio, vigilia de epifanía, cinco domingos de cuaresma,
jueves santo, sábado santo). Dado que en los lunes, martes y jueves de cuaresma
está prohibida la Divina Liturgia, que se puede celebrar sólo el sábado y el
domingo, considerados fuera de la cuaresma, el miércoles y el viernes se puede
celebrar la Liturgia de san Gregorio, llamada de los presantificados (es
decir: hora de nona con typicos, grandes vísperas con distribución de la
comunión, mantenida en reserva desde la Divina Liturgia del domingo precedente;
para no prolongar el ayuno se la celebra por la mañana, pese a su carácter
vespertino sin embargo, en muchas partes vuelve a iniciarse la celebración por
la tarde, comenzando el ayuno a mediodía en vez de a medianoche).
El movimiento litúrgico ortodoxo
actual se está esforzando en propagar de nuevo la celebración de la liturgia
jerosolimitana de Santiago, caída en desuso durante siglos entre los
bizantinos, salvo raras excepciones; la tendencia es celebrarla al menos el día
de la fiesta del apostolado (23 octubre); existen buenas ediciones griegas y
eslavas, provistas incluso de las melodías necesarias; pero su celebración
sigue siendo todavía excepcional.
Las dos anáforas que se usan
tienen estructura antioquena. En el medievo, la anáfora de san Basilio cayó en
desuso, dando el relevo a la de san Juan Crisóstomo. La Divina Liturgia está
precedida por el rito tardío, pero altamente simbólico, de la prótesis o
proscomidía (preparación de los ministros y de las especies eucarísticas). Se
distingue fácilmente la parte catecumenal (comienzo, letanías intercaladas con
antífonas, entrada con el evangelio, himnos o troparios del día, Trisagion,
Apóstol con aleluya, evangelio y, entre algunos, letanías de los catecúmenos).
La parte del ofertorio comienza con la solemne traslación de los dones santos
desde la prótesis al altar, pasando por la iglesia al canto del himno querúbico
interrumpido por conmemoraciones; siguen credo, anáfora, padrenuestro,
fracción, elevación, comunión, distribución del Antidoron o eulogia del pan
bendecido.
Rasgos
característicos de la liturgia bizantina:
a) Los orígenes
orientales antioqueno-palestinenses son evidentes, tanto en las estructuras
como en la fuerza imaginativa de los símbolos y en el lirismo de los himnos.
Una veta de optimismo recorre los textos, incluso los de penitencia;
finalmente, los sugestivos oficios del viernes santo dejan traslucir ágilmente
la resurrección. La liturgia se concibe sobre todo como fiesta en el atrio del
Señor; y la iglesia, como edificio, se asemeja a un nuevo paraíso.
b) El aspecto formal lleva
la marca puramente bizantina, es decir, romano-imperial, con su sentido de
jerarquía, de orden, de ceremonia imperial; después de la caída de
Constantinopla, la iglesia rusa retomó esta perspectiva de cesarismo,
desarrollándola con exacta dignidad y magnificencia.
c) El helenismo se ha
combinado con todas las incidencias orientales y asiáticas, introduciendo en el
lenguaje los contenidos especulativos de la teología patrística griega. Las
ideas bíblico-litúrgicas no es raro que se expresen con la terminología de los
filósofos neoplatónicos, de la escuela teológica de Alejandría, de los padres
capadocios, de san Máximo el confesor. En algunos rasgos se nota que la
experiencia litúrgica se ve como una especie de iniciación gnóstica al Dios
trascendente de la Escritura. Luz, sabiduría, logos, pneuma, pistis-gnosis y
sus adjetivos llenan el vocabulario litúrgico y hacen de contrapeso al
sentimiento lírico.
d) El sentido didascálico
está muy difuso en la liturgia, aunque no parece fin en sí mismo. Tal vez
la voluntad de hacer conocer los dogmas de la iglesia y la doctrina de los
concilios a través de la experiencia litúrgica ha creado una mentalidad de
lícito conservadurismo. Se puede decir que los himnos como eucología abundan en
formulaciones teológicas de los sínodos y del pensamiento de los padres.
e) El simbolismo tiene
como objetivo el teocentrismo y el cristocentrismo del culto. La liturgia debe
poder transmitir todo el contenido bíblico de la suprema trascendencia divina.
Dios aparece como el sujeto absoluto de las palabras y de las acciones
litúrgicas, según la enseñanza antioqueno-edesina. La eucaristía se inspira con
toda claridad en la parábola del banquete y no tiene de hecho el carácter de
triste comida de adiós. Dios es más allá de todas las teofanías litúrgicas un
misterio impenetrable tremendo y fascinante; pero la vida litúrgica de la
iglesia permite conquistar el sentido de la transfiguración de las cosas, la
comunión con Cristo como Kyrios. El Cristo de la liturgia bizantina no aparece
nunca velado por el varón de dolores, pues incluso los himnos de semana santa
dejan sentir que en él viven la fuerza, el poder y la gloria.
f) El carácter escatológico aflora
particularmente en la eucaristía. Tanto los textos como el marco exterior
(simbolismo de los gestos, del edificio de las vestiduras, de las imágenes)
tienen la función de signo premonitorio de la unión apocalíptica entre el cielo
y la tierra. Con frecuencia los cantos repiten que la liturgia es un servicio
pneumático-extático, aparición en imagen del reino de Dios participación en la
alabanza angélica según todo lo que enseñan, de modo diverso pero
complementario, las tradiciones catedralicia y monástica. El tema de la gloria (doxa)
final de Dios se expresa frecuentemente mediante la terminología apofática
(negativa), muy del gusto de los capadocios, cuya anáfora, de san Basilio,
sigue siendo una obra de arte no superada. Ni la Divina Liturgia ni el oficio o
los sacramentos sufren la objetividad pragmática de ser instrumentos que
comunican la gracia, porque el culto se transforma en signo anticipador de la
epifanía que vence el determinismo del mundo natural.
g) Esta liturgia, en sus orígenes
históricos y en su espíritu, es, al mismo tiempo, liturgia de una iglesia
local, en cuya asamblea está representada toda la iglesia de Dios. El
obispo está omnipresente espiritualmente, incluso cuando no es el presidente de
la liturgia hic et nunc; rúbricas y costumbres lo recuerdan con
frecuencia. Las numerosas letanías diaconales, con invocaciones breves pero
intensas, provocan con feliz repetición las continuas respuestas de la asamblea
o del coro, y expresan toda la tensión de una eclesiología de comunión en la
que no se olvida a nadie, ni a los vivos ni a los difuntos.
h) El arte, en un
grado más elevado que en todas las otras liturgias orientales, está
profundamente ligado al culto. Iconografía y arquitectura de realización
extremamente convincentes y refinadas se encuentran en el arte armenio y
medieval y, más débilmente, en las otras familias litúrgicas. Respecto a ellas,
sin embargo el mundo bizantino se enfrentó teológicamente con la relación
entre imagen y culto, y conquistó de ello una comprensión de la que
sólo él posee el secreto. Los patriarcas Germán, Nicéforo y Metodio de
Constantinopla, Jorge de Chipre, san Juan Damasceno y Teodoro Estudita
escribieron entre los siglos VIII y IX , acerca del fundamento teológico de la
imagen, y lo sostuvieron: el icono es un documento teándrico que anula la
prohibición veterotestamentaria de hacer imágenes de Dios; la imagen presupone
la encarnación. El hecho cristológico es básico para que Dios pueda ser
representado mediante Cristo en su naturaleza humana. Esquivando la tentación monofisita,
el II concilio de Nicea (787) elabora el pensamiento de san Juan Damasceno y
reconoce a los iconos una veneración (proskynésis, ¡no adoración!)
similar a la tributada a la santa Cruz o al libro de los evangelios, que no
entra en conflicto con el primado de la Escritura. El valor de un icono no
reside sólo en la verdad dogmática abstracta, sino en un instante de
contemplación, de amor agradecido al Dios hecho hombre, capaz de transformarse
en liturgia común o piedad personal. A partir del período posterior a la
iconoclastia, las iglesias, distintos momentos de la liturgia y la oración
personal comportan cada vez más la imagen sagrada como presencia indiscutible.
La imagen sagrada, pintada según criterios rigurosamente eclesiásticos, es
fruto de una espiritualidad auténticamente contemplativa. La figura de Cristo y
las de la Madre de Dios y de los santos, asimilados a él, se representan no de
un modo naturalista, sino con la semblanza de una eternidad creada, inmersa en
la luz tabórica, simbolizada por el fondo dorado o blanco. La humanidad que se
ve en el icono es abstracta y estilizada, llena del Espíritu Santo, no tanto
naturaleza inmanente cuanto cuerpo espiritual; el límite espacial que Dios ha
asumido en Cristo es, a la luz de la resurrección, una ventana abierta a la
eternidad. El mundo fenoménico, justamente como lo inculca la liturgia, se
confronta con el propio destino de transfiguración. Las figuras comunican un
sentido de inmutabilidad, como si la materia se hubiese substraído a la corrupción.
También los colores participan en esta liturgia visual ante la imagen del Dios
invisible hecho visible: la púrpura de la túnica de Cristo significa su realeza
divina, recubierta por el manto azul de la humanidad asumida por nosotros. El
papel del icono en la liturgia es el de compañía y mudo repetidor del dogma de
Calcedonia. Los ministros se preparan para las celebraciones rezando delante
del iconostasio las fórmulas previstas para este acto, inciensan las imágenes,
las llevan en procesión, las comentan. El pueblo las venera también durante la
celebración, sintiendo la identidad profunda entre el mensaje de los textos y
el de las imágenes. La liturgia bizantina presenta las imágenes como parte
integrante de sí misma y medio libre, pero eficaz, para conocer a Dios. El
icono del Hijo de Dios testimonia y revela la gloria de la Trinidad; la vista
se santifica y, en la fe, puede transformarse en visión.
En la situación actual, la
liturgia bizantina se practica en los patriarcados de Constantinopla y Jerusalén,
en la parte greco-ortodoxa de los patriarcados de Alejandría y Antioquía, entre
los católicos de Georgia, en los patriarcados de origen más reciente de Moscú,
Servia, Rumanía, Bulgaria, en una serie de iglesias autocéfalas o autónomas
(las más importantes: Grecia Chipre, USA). A causa de una dilatada diáspora
ortodoxa, esta liturgia se practica en todos los continentes, incluida Oceanía
(Australia y Nueva Zelanda). El movimiento misionero la difunde en África
(Kenia, Uganda, Tanzania, Zaire) y en Asia (Corea, Japón). El movimiento
litúrgico opera de un modo desigual, pero, en ocasiones, con eficacia, sea a
nivel académico (Institut St. Serge, de París; Seminario de Balamand, en el
Líbano; St. Vladimir's Seminary, de Nueva York; facultad de Holy Cross, en
Boston), sea a nivel pastoral (varios movimientos laicos en Medio Oriente,
sobre todo el Mouvement de la Jeunesse Orthodoxe [MJO] siro-libanés, el
Apostoliki Diakonia, confraternidades laicas y otros movimientos en Grecia);
muchos obispos en Rumania Líbano, URSS están comprometidos en la reforma
litúrgica, con éxitos satisfactorios (publicaciones, lengua vernácula, música,
predicación simplificaciones equilibradas). La teología litúrgica ortodoxa está
actualmente representada por valiosos investigadores, como E. Theodorou y J.
Foundoulis (Grecia), E. Braniste (Rumania), B. Bobrinskoy, A. Kniazeff, E.
Meliá, C. Andconikoff, mons. G. Wagner (París), el metropolita Georges Khodre
(Líbano). Son también numerosos los estudiosos no ortodoxos autores de estudios
apreciables sobre la liturgia bizantina: L. Ligier, J. Mateos, M. Arranz, R.
Taft (Roma), E. Lanne (Bélgica), W. Nyssen, H.-J. Schulz, G. Kretschmar y K.
Gamber (Alemania), S.V. Janeras (España), R. Bornert (Luxemburgo), etc.
Las iglesias greco-católicas son
bastante numerosas y surgieron del desmembramiento de iglesias locales
ortodoxas en las dos obediencias, romana y ortodoxa, provocado por movimientos
de unión, algunos de los cuales datan de muy antiguo: unión de Brest-Litovsk
entre los ucranianos (1595-96), de Uzhorod entre los rutenos (1646), de los
croatas (1611), de Alba Julia entre los rumanos (1698) y de los melkitas de
Oriente Medio (1724). Ha habido otras épocas más recientes, pero de menor
importancia (Macedonia, Grecia, Bulgaria). Los ítalo-albaneses, llegados al
reino de Nápoles huyendo de la invasión turca, han adoptado más bien la
intercomunión práctica con la iglesia de Roma, sin suscribir nunca un acto de
unión. Los greco-católicos de Ucrania y Rumania han sido reabsorbidos en la
respectiva iglesia ortodoxa después de coyunturas históricas recientes.
Estas iglesias han conservado
fundamentalmente la liturgia de su iglesia madre; pero, a causa de siglos de
formación teológica occidental, bajo la presión de circunstancias
desfavorables, han realizado reformas litúrgicas inspiradas en el concilio de
Trento, en las devociones de la época barroca, en la teología de la segunda
escolástica y en la devotio moderna. El grado de contaminación es más o
menos fuerte, de forma que los puntos de latinización no valen para todos los
lugares o, al menos, no con la misma intensidad. Al haber perdido el contacto
con las fuentes privilegiadas de inspiración litúrgica (vida sinodal plenamente
autónoma, centros monásticos, teología patrística, estudio de la propia
tradición) y al vivir con frecuencia en un aislamiento social y confesional,
han retocado la liturgia a todos los niveles con criterios extraños al genio
originario; en la eucaristía: abandono o simplificación del rito de la
proscomidia, preparada frecuentemente sin fórmulas por el sacristán la tarde
anterior a la celebración; introducción de las misas secretas y privadas;
posibilidad para los sacerdotes de celebrar varias liturgias al día;
asimilación del ayuno eucarístico oriental (desde la media noche) al de la
iglesia romana; toque de la campanilla después del sanctus (para subrayar la
doctrina católico-romana sobre la consagración) en el momento de la
institución, y no de la epíclesis; pronunciación de las palabras de la
institución por parte de todos los concelebrantes por tuciorismo; sustitución
del evangeliario sobre el altar por el misal; calendario: introducción de
fiestas desconocidas en Oriente (Corpus Domini, sagrado Corazón, inmaculada
Concepción); bautismo, confirmación y comunión se confieren separadamente;
decadencia, que en ocasiones es casi total o extrema simplificación, del oficio
cantado y obligación del breviario privado; primacía de devociones occidentales
(rosario, culto del sagrado Corazón vía crucis, novenas) y reducción de las típicamente
orientales (akathisto, cánones); bendición eucarística extralitúrgica;
decadencia de los Presantificados en favor de la misa cotidiana; sustitución de
la iconografía bizantina por imágenes posrafaélicas italianizantes; culto de
santos extraños al calendario oriental (santa Rita, san Antonio de Padua, santa
Teresa del Niño Jesús); supresión o reducción del iconostasio; estatuas;
recitación del Filioque en el símbolo niceno-constantinopolitano, pese a
no ser obligatorio entre los greco-católicos; sacerdotes que por motivos de
solemnidad externa sirven en la misa como diáconos.
9.
LA LITURGIA BIZANTINA EN ITALIA.
La Italia meridional, helenizada
desde la época precristiana, al formar parte del imperio cristiano de Oriente,
ha practicado desde una época remota la liturgia bizantina. Ésta es también la
única forma de liturgia oriental practicada en la península. Las luchas
iconoclastas de oriente produjeron un aumento numérico de las comunidades
griegas en Italia, mezcladas con los restos de los longobardos. Las encontramos
en Puglia, Basilicata, Calabria, Sicilia y Roma. De los cerca de veinte papas
greco-orientales, nueve reinaron entre el 642 y el 752: Teodoro, Juan V, VI,
VII; Sergio, Sisinio, Constantino, san Gregorio III, san Zacarías. La ciudad de
Roma contaba en el medievo con importantes monasterios griegos: san Sabas, san
Prisco y santos Alejo y Bonifacio, en el Aventino; santos Vicente y Anastasio,
en Tre Fontane; san Cesáreo en vía Apia; san Basilio, en el foro Trajano; san
Silvestre, san Esteban, etc. La reconquista normanda de Sicilia, arrebatada a
los árabes, produjo un reforzamiento gradual del rito latino y un
debilitamiento del griego en todo el reino. Gracias a una cierta tolerancia de
los reyes normandos, en el siglo XII tuvo lugar un renacimiento cultural y
litúrgico que favoreció la importación de libros litúrgicos de Oriente,
especialmente del Monte Athos. Los normandos, sin embargo, al introducir el
derecho feudal de investidura, substrajeron los potentes monasterios basilianos
a la jurisdicción de los obispos bizantinos. Más tarde se llegó a la supresión
de las diócesis bizantinas, transformadas en ocasiones en diócesis latinas. El
rito griego desaparece definitivamente en Puglia y Basilicata en el siglo XV;
en Calabna resistió ininterrumpidamente desde los orígenes hasta los siglos
XVI-XVII.
El monacato basiliano, que
contaba entre los siglos VII-XII con centenares de monasterios, lauras,
eremitorios y grutas, era el punto de apoyo fundamental de la liturgia
bizantina y ha producido decenas de santos, venerados con frecuencia incluso en
Oriente: san León de Catania, san Filerato de Palermo, san Metodio de Siracusa
san Elías de Enna, san Fantino de Mercurion, san Lucas de Tauriana, san
Teoctisto de Caccamo (conocido por los sicilianos como san Calógero por el
título monástico griego "kalogéros", el buen viejo), san Daniel de
Taormina, santos Nilo y Bartolomé de Rossano Calabro, san Lucas de Messina, san
Gregorio de Agrigento, santa Rosalía de Palermo, etc.
Los monjes seguían en parte el
Typikon de san Sabas, pero sobre todo el de Studion, según la federación
monástica a la que pertenecieran (las más importantes son los archimandritados
de san Salvador de Mesina, de 1059, que condividía con el obispo de Monreale la
jurisdicción eclesiástica sobre Sicilia; el Patirion de Rossano Calabro y la
heparquía de Latinianum en Basilicata). Las bibliotecas poseen varios typika
ítalogriegos: el más antiguo es el de Mesina, de 1131. Éstos están, en general,
inmunes de manipulaciones e infiltraciones heterogéneas. La universidad de Roma
ha publicado en 12 volúmenes todo el cuerpo himnográfico ítalo-griego, todavía
poco conocido. Los basilianos dieron un fuerte impulso al estudio del griego,
influyendo directamente en el humanismo italiano. Petrarca y Boccaccio
estudiaron el griego con dos célebres monjes greco-calabreses Barlaam de
Seminara y Leoncio Pilato. Los typika ítalo-estudionenses se dividen en tres
familias: 1) paleo-calabrés, 2) calabro-siciliana 3) pullés (del monasterio del
Casale). La tradición estudionense, desaparecida en Constantinopla y en el
Athos, ha sobrevivido en la Italia meridional. El monasterio de San Salvador de
Messina cambió el Typjkon estudionense por el de san Sabas sólo en el siglo XVI
por imposición del papa.
En el momento en el que el
cristianismo bizantino desaparecía de las provincias meridionales, comienza el
fenómeno dalas inmigraciones de los albaneses desde Epiro y el
Peloponeso, llevando consigo la liturgia bizantina. Se dispersaron por el sur
desde el 1461, acogidos por los aragoneses. El límite septentrional de sus
colonias está en los Abruzos. Muchas comunidades perdieron acto seguido el rito
griego, pese a continuar todavía hoy hablando la lengua albanesa.
Actualmente la liturgia bizantina
la practican cerca de 70.000 fieles en las dos heparquías (diócesis) de Fungo
Albanesa, junto a Cosenza (26 parroquias en Calabria, Basilicata, Abruzzi),
y de Piana degli Albanesi, junto a Palermo (14 ,parroquias), y en la abadía
"nullius" de Santa María de Grottaferrala, junto a Roma (una
parroquia y cuatro monasterios: en Grottaferrata, San Basilio, junto a Cosenza;
Piana deglia Alba y Mezzojuso, junto a Palermo).
El rito se latinizó mucho entre
el 500 y el 700. En este siglo, sin embargo, se ha emprendido una obra de
purificación de los excesivos latinismos del pasado codificada por el sínodo de
Grottaferrata de 1940 y gracias a la mejor formación del clero en el Colegio
Griego de Roma, dirigido por benedictinos belgas. La lengua litúrgica de base
al menos en algunas ceremonias solemnes, es el griego. Recientemente se han
introducido el italiano y el albanés, tanto para toda la Divina Liturgia como
para ciertas partes del oficio. La música psáltica neobizantina va felizmente
acompañada de melodías locales griegas y albanesas. El influjo latino se nota
todavía en la fuerte reducción del oficio, en la Divina Liturgia ferial leída,
dialogada y sin canto, en el estilo occidental de las iglesias, en el uso (en
disminución) de las estatuas y, en ocasiones, del armónium, en el bautismo por
infusión, en la penitencia en el confesonario, en la celebración eucarística en
cuaresma, con la consiguiente desaparición o reducción de los Presantificados.
El movimiento litúrgico registra
ciertos progresos; una nueva corriente iconográfica de pintores autóctonos,
junto a otros provenientes de Grecia, está proveyendo gradualmente los lugares
de culto de buen arte litúrgico de tradición neo-bizantina. No faltan las
publicaciones tanto científicas (Bolletlino de la abadía griega de
Grottaferrata) como de alta divulgación (revista y cuadernos de Oriente
Cristiano de Palermo). La iglesia concatedral griega del almirante
(Martorana) en Palermo se ha convertido en un interesante centro de contacto
ecuménico entre fieles greco-ortodoxos e ítalo-albanos greco-católicos, que se
unen en el canto de la común Divina Liturgia.
Tomado de unos archivos compartidos con compañeros de estudios de École biblique et archéologique française de Jérusalem y compañeros de la Casa de Santiago en Israel