YO SOY UN TESTIGO
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 61,1-2a.10-11
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque
el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que
sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los
cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del
Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y
me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto
en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna
con sus joyas.
Como el suelo echa sus brotes, como un jardín
hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos
ante todos los pueblos.
SALMO
RESPONSORIAL (Lc. 1)
Me alegro con mi Dios
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones. R.
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación. R.
A los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a
los Tesalonicenses 5,16-24
Esten siempre alegres. Sean constantes en orar. Den
gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto
de ustedes. No apaguen el espíritu, no desprecien el don de profecía; sino
examínenlo todo, quedándose con lo bueno.
Guárdense de toda forma de maldad. Que el mismo Dios
de la paz los consagre totalmente, y que todo su espíritu, alma y cuerpo, sea
custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os
ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.
EVANGELIO
Lectura del
santo evangelio según san Juan 1,6-8.19-28
Surgió un hombre
enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar
testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz,
sino testigo de la luz. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos
enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:
«¿Tú quién eres?». Él confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías.».
Le preguntaron:
«¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?».
Él dijo: «No lo soy.».
«¿Eres tú el Profeta?». Respondió:
«No.».
Y le dijeron: «¿Quién
eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices
de ti mismo?».
Él contestó: «Yo soy
la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como
dijo el profeta Isaías.». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
«Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el
Profeta?».
Juan les respondió:
«Yo bautizo con agua; en medio de ustedes hay uno que no conocen, el que viene
detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
Esto pasaba en
Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
COMENTARIO
Juan
Bautista es el testigo de Cristo. ¿Les
impresiona esta idea? Al final de su evangelio, Juan dirá que también él fue un
testigo, y al término del evangelio de Lucas,
Jesús dice: Serán mis testigos. Habrá que creer que se trata de algo
importante. El testigo revela alguna cosa, sabe, manifiesta la existencia y la
importancia de alguien. Es lo que Juan bautista hizo a favor de Jesucristo.
Sorprendió a las gentes, suscitó la fiebre de su espera: ¿Eres tú el Mesías?
¡Dínoslo!. Y entonces resonó su testimonio: No, no soy yo: pero en medio de
ustedes está ése que no conocen. El terreno estaba preparado. Cuando al día
siguiente mostró a un hombre diciendo: Este es el cordero de Dios, los primeros
discípulos se pusieron a seguir a aquel hombre a Jesús, y se convirtieron a su vez
en testigos suyos: ¡Ha venido el Mesías. Cristo ha venido, pero muchos no lo
saben. Algunos lo esperan confusamente, sienten que en su venida, en el mundo,
hay muchas cosas decepcionantes y angustiosas. Esta sorda espera es la que la
liturgia de adviento recoge y acentúa; pero todo el año, día tras día, los
hombres esperan la salvación, una salvación, un salvador. ¡Dichosos si
encuentran testigo! ¿Soy yo ese testigo?. eguramente ha sentido esa llamada, al
menos una vez en mi vida: ser apóstol, ser testigo de Cristo. Si se ha dormido
ese impulso, el evangelio de hoy podría despertarlo. Tengo ante mí vista al
primer testigo, al modelo de testigos:
Juan Bautista. Era un hombre sorprendente.
¿Hay algo en mí que sorprende a
los que me rodean? ¿Manifiesto yo suficientemente mi fe para que se sientan
movidos a interrogarme: ¿Tú quién eres? ¿Qué es lo que tienes en tu vida? Eso
demostraría que soy un buen cartel de propaganda para Cristo. El anuncio de
algo, el anuncio de alguien: Hay uno en medio de ustedes. Está ahí, en sus
luchas, en sus esperanzas, en la manera de amar de ustedes. ¿Quién es?
-Jesucristo. -Háblanos de él. Allí comienza el momento difícil del testimonio
directo: saber hablar de Jesucristo. ¡Qué pena que nos falten palabras! Para
ser testigos, hay que saber, y tenemos
para ello medio en abundancia: libros reuniones, catequesis audiovisual. Decir
yo no sé, sin poner ningún esfuerzo, es realmente querer ser un mal testigo.
Hay personas muy cultas y creyentes, pero ante las diversas cuestiones su ignorancia
religiosa se va manifestando cada vez más grande, de forma que se sienten
molestas. No me atrevo a afirmar que uno se convierta automáticamente en un
buen testigo a base de la cultura religiosa. Si sé mantener nuestra fe en el
nivel intelectual de nuestra cultura profana es absolutamente necesario, no es
sin embargo más que un aspecto de nuestro testigo. El testigo de Jesucristo es
sobre todo uno que vive de Jesucristo. ¡Y esto es algo que se ve! ¿Quieres
atestiguar que Jesucristo es la esperanza de los hombres? ¿Cómo vives tú esa
esperanza? ¿Quieres atestiguar que Jesucristo trae el amor? ¿Cómo es tu
fraternidad con los demás?.
PLEGARIA UNIVERSAL.
Siguiendo el
consejo de San Pablo pedimos a nuestro Padre que infunda en nosotros el deseo
de buscar la oración y el espíritu de discernimiento: Señor, que el Espíritu
nos abra hacia ti.
1.- Por el Papa,
obispos y sacerdotes para que alienten sin desanimo a la Iglesia y la guíen por
el camino de conversión propio de este tiempo de Adviento. Roguemos al Señor.
2.- Por nuestro
gobernantes para que sea el Espíritu de servicio el que guie sus decisiones,
buscando el bien de todos. Roguemos al Señor.
3.- Por los
catequistas y todos aquellos que dedican su tiempo a evangelizar, para que como
Juan el Bautista trabajen humildemente como voceros de la única Palabra. Roguemos
al Señor.
4.- Por todos los que
viven en necesidad para que tu pronta venida, les colme de alegría y encuentren
satisfacción a sus necesidades. Roguemos al Señor.
5.- Por nosotros, nuestros
familiares y amigos para que el Señor nos bendiga y seamos perseverantes en la
alegría y la oración. Roguemos
al Señor.
Padre, acoge
estas necesidades que tus Hijos te presentan, con el fin de preparar pronta la
venida de tu Hijo. Por El que contigo vive y reina por los siglos de los
siglos.
PALABRA
DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 15: Nm 24,
2-7.15-17ª; Sal 24; Mt 21, 23-27.
Martes 16:So 3, 1-2.9-13;
Sal 33; Mt 21, 28-32.
Miércoles 17: Gn 49, 1-2.8-10;
Sal 71; Mt 1, 1-17.
Jueves 18: Jr 23, 5-8; Sal
71; Mt 1, 18-24.
Viernes 19: Jc 13, 5-8; Sal 71, Mt 1, 18-24.
Sábado 20: Is 7, 10-14;
Sal 23; Lc 1, 26-38.
Domingo 21: Domingo IV de
Adviento
2S
7, 1-5. 8-12.14ª.16; Sal 88; Rm 16, 25-27; Lc 1, 26-38.