DEN AL CÉSAR LO QUE ES DEL
CÉSAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS
ORACION COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos
a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón. Por nuestros Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del Profeta Isaías 45, 1. 4-6
Así dice el Señor a su Ungido, a
Ciro, a quien lleva de la mano: Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las
cinturas de los reyes, abriré ante él las puertas, los batientes no se le
cerrarán. Por mi siervo Jacob, por mi escogido Israel, te llamé por tu nombre,
te di un título, aunque no me conocías.
Yo soy el Señor y no hay otro;
fuera de mí no hay Dios. Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que
sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor y no
hay otro.
SALMO
RESPONSORIAL (95)
Aclamad
la gloria y el poder del Señor.
Canten al Señor un cántico
nuevo, canten al Señor, toda la tierra. Cuenten a los pueblos su gloria, sus
maravillas a todas las naciones. R.
Porque es grande el Señor, y
muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses. Pues los dioses de los
gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo. R.
Familias de los pueblos, aclamen
al Señor, aclamen la gloria y el poder del Señor, aclamen la gloria del nombre
del Señor, entren en sus atrios trayéndole ofrendas. R.
Póstrense ante el Señor en el
atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda. Digan a los pueblos: «el
Señor es rey, él gobierna a los pueblos rectamente». R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 1,
1-5b
Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de
los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia
y paz. Siempre damos gracias a Dios por todos nosotros y los tenemos presentes
en nuestras oraciones.
Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin
cesar la actividad de nuestra fe, el esfuerzo de su amor y el aguante de su
esperanza en Jesucristo nuestro Señor.
Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que
él os ha elegido y que cuando se proclamó el Evangelio entre ustedes no hubo
sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda,
como muy bien saben.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según San Mateo 22, 15-21
En aquel
tiempo, los fariseos se retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a
Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de
Herodes, y le dijeron: Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el
camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te
fijas en las apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al
César o no?
Comprendiendo
su mala voluntad, les dijo Jesús: ¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme
la moneda del impuesto.
Le
presentaron un denario. Él les preguntó: ¿De quién son esta cara y esta
inscripción?. Le respondieron: Del César. Entonces les replicó: Pues páguenle
al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
COMENTARIO
Si estas en contra del impuesto, estás
contra los romanos; si estás a favor del impuesto, estás contra Dios. Para
comprometer a Jesús, le tienden una trampa en la que no tiene más remedio que
caer. El país vive bajo la ocupación romana y los judíos hacen de ello un
asunto religioso. Sobre esto quiere reflexionar el evangelio: la religión y la
política. Los partidarios de Herodes son colaboracionistas y andan al acecho de
cualquier palabra imprudente que les permita denunciar a Jesús como agitador.
Pero los fariseos, y prácticamente todo el pueblo judío, detestan a los romanos
como opresores y como paganos. Pagar el impuesto es reconocerse sometido a un emperador
pagano. ¿Y no es eso obrar contra Dios?
Tú, que te dices Mesías, no puedes aceptar
esto: ¿no estás en contra del impuesto? Jesús deshace el equívoco: se sirven de
la moneda del César, aceptan esta situación del país ocupado: entonces lo que
es del César devuélvanselo al César. Así, Jesús distingue la religión de la
política. No hay como se hace a veces cortando la vida en dos: por un lado, el
terreno del César, la política; y por otro, el terreno de Dios, la religión.
No, la religión y la política son distintas, pero trabadas entre sí.
Hay
ciertamente dos terrenos, o mejor dicho múltiples terrenos. Y en primer lugar,
el de Dios que lo engloba todo. Den a Dios lo que es de Dios, quiere decir:
vean de qué manera todo en tu vida guarda
relación con Dios en política lo mismo que en todo cuanto
hacemos. Una luz muy clara sobre los problemas de fe y política y sobre muchos
problemas.
Porque
en el interior de la soberanía total de Dios hay muchos terrenos en donde
tenemos que ejercer nuestra libertad: la vida personal, la familia, la empresa,
la sociedad. No cuestión de cuestión de vivir todo a nuestro capricho,
declarando por ejemplo que tal comportamiento político es el único cristiano.
Hay
la tentación de poner a Dios en los argumentos electorales o en las pasiones
políticas. No, se trata del César, no de Dios. Dios está lo mismo a la derecha
que a la izquierda. Pero la tentación contraria es igualmente mala: intentar
evadirse junto a Dios, lejos de todo compromiso colectivo. Entonces huimos del
amor a nuestros hermanos, porque es en gran parte mediante la acción política
como es posible hacer que progrese la justicia social y la calidad de vida.
Permanecer
bien guarecido, decir muchas oraciones y dejar que en el país las cosas vayan
de cualquier manera no es ser piadoso, sino egoísta. Se ha utilizado la
respuesta de Jesús de muchas maneras. Creo que el principio que se deduce de
ella permite rechazar la separación completa entre la fe y la política, aunque
evitando cuidadosamente la amalgama: ninguna política puede ligar a Dios, pero
todas las políticas tienen que rendirle cuentas.
PLEGARIA UNIVERSAL
Confiados
en Dios, que cuida con solicitud e todo lo que ha creado, presentémosle
nuestras necesidades.
1.- Por el
Papa Francisco, los obispos y sacerdotes de la Iglesia para que entreguen al
pueblo de Dios la riqueza del evangelio. Roguemos al Señor.
2.- Por
los líderes políticos, para que promuevan el bien común y guíen las naciones
con sabiduría. Roguemos así Señor
3.- Por
todos los misioneros, para que sean signo de amor, de compromiso, de lucha por
la vida en medio de sus comunidades. Roguemos al Señor.
4.- Por
todos los que sufren soledad, incomprensión, enfermedad, falta de trabajo y
cárcel; para que encuentren consuelo y ayuda en Dios y en nosotros Roguemos
al Señor.
5.- Por
los jóvenes de nuestra comunidad, para que asuman la invitación del Papa a ser
discípulos misioneros, siempre en salida al encuentro de la parroquia, para que
gocen en la presencia de Dios. Roguemos al Señor
Padre,
que nos perdonas sin cesar; concédenos crecer en el amor para poder ser en
verdad hijos tuyos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos, Señor,
ofrecerte estos dones con un corazón libre, para que tu gracia pueda purificarnos
en estos misterios que ahora celebramos. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
La participación frecuente en esta eucaristía nos sea
provechosa, Señor, para que disfrutemos de tus beneficios en la tierra y crezca
nuestro conocimiento de los bienes del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 23: Rm 4, 20-25; Sal: Lc 1, 69-75; Lc 12, 13-21.
Martes 24: Rm 5,
12.15b.17-19.20b-21; Sal 39; Lc 12, 35-38.
Miércoles 25: Rm 6,
12-18; Sal 123; Lc 12, 39-48.
Jueves 26: Rm 6,
19-23; Sal 1; Lc 12, 49-53.
Viernes 27: Rm 7,
18-25ª; Sal 118; Lc 12, 54-59.
Sábado 28: Nm21, b-9; Sal 83; Flp 2, 5-12; Jn 3, 11-16.
Domingo 29: Ex 22,
20-26; Sal 17; 1Ts 1, 5c-10; Mt 22, 34-40.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Mt 22, 15-21
Mt 22, 15-21
Par: Mc 12, 13-17 Lc 20, 20-26
1. D/ALGUIEN
Los fariseos presentan a Jesús un problema o, mejor, un dilema
aparentemente insoluble. Jesús relativiza el insoluble problema introduciendo a
Dios en el horizonte del problema. Pero lo sorprendente de Jesús es que cuando
introduce a Dios no lo hace para hablar de Él o porque quiera discurrir sobre
Él. Es curioso lo poco que habla de Dios Jesús sea cual sea el evangelio que
tomemos. Es como si se hubiera adelantado al problema hermenéutico actual de
las mediaciones del lenguaje. Jesús no hace discursos sobre Dios, ni siquiera
lo erige en objeto de reflexión. Jesús, sencilla- mente, vive desde Dios, habla
con Él, lo presiente y lo siente. Para Jesús, Dios es Alguien y no algo.
Alguien con el que cuenta en cualquiera de los momentos y de los
enredos. Alguien con el que se convive.
Nacionalismo, colaboracionismo. ¿Se paga el impuesto al César o no se
paga? Un enredo humano, tan real y cruel que causó muchas disensiones y se
cobró muchas vidas. Pero, ¿qué pasaría si Dios fuera para nosotros Alguien tan
entrañable como lo fue para Jesús? ¿Qué sería de nuestros enredos? Ya sé que en
nombre de Dios se mata. Pero también sé que ese dios debe ir con la minúscula
de nuestros dioses, hijos del integrismo y de la mentalidad cerrada. Desde el
NT sólo sé que Dios va con mayúscula. Imaginemos no que existe Dios sino que Él
es Alguien junto a nosotros. A lo mejor resulta que nuestros enredos se
relativizan de tal manera que se volatilizan. Y entonces nos topamos con lo que
empieza a valer la pena.
A. Benito, Dabar 1987/51
2. D/ABSOLUTO. PORQUE CREEMOS EN UN SOLO
DIOS, CREEMOS QUE NADA NI NADIE MÁS ES DIOS.
-Dad al César lo que es del César.
Una interpretación apresurada y sesgada del evangelio ha simplificado la
cuestión, reduciéndola al ámbito de la Iglesia y del Estado, el poder temporal
y el espiritual, como si el hombre tuviera que ser el botín de uno de esos dos
poderes. Y no es así. La cuestión que los judíos plantean a Jesús es una
cuestión política: ¿se puede y se debe pagar el tributo impuesto por los
romanos? ¿se puede aceptar el dominio imperialista de Roma? ¿Hay que resignarse
en una situación de colonialismo? Jesús no entra en la cuestión teórica, puesto
que en la práctica los judíos ya han aceptado el hecho imperialista al aceptar
la moneda romana. Por eso Jesús les pide que enseñen una moneda, para que
reconozcan que la pregunta está respondida en la praxis.
Si viven sometidos, ese es su problema. Pero no hay ninguna razón para
que el hombre se someta a ningún poder. Y así Jesús, respondiendo a lo que no
habían preguntado, les ayuda a recobrar la conciencia de la dignidad humana. Si
la organización humana necesita la existencia y concentración de poderes, todos
los poderes están limitados y no pueden ser absolutos. Y así Jesús sentencia:
dad al César lo que es del César. Pero sólo lo que sea del César, no todo lo
que el poder pretende con todo su aparato coercitivo.
-Dad a Dios lo que es de Dios.
Esto significa, por de pronto, que no todo es del César, o sea, que el
poder del Estado no es absoluto. En el lenguaje político los límites del poder
radican en la soberanía popular, en el reconocimiento y declaración de los
derechos humanos. En un lenguaje religioso se dice que los poderes del Estado y
en general cualquier poder está limitado por la soberanía de Dios, que es quien
ha creado al hombre a su imagen y semejanza. Así lo expresa el profeta Isaías
en el texto que hemos escuchado: "Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de
mí no hay dios". La existencia de Dios, el Absoluto, es la negación de
cualquiera otro que pueda presentarse como absoluto. Sólo hay un Dios, todo lo
demás no es Dios. Ni es Dios la idea que los hombres podamos fabricarnos de
Dios, ni siquiera la idea que la Iglesia tiene de Dios. La existencia de Dios
aparece, pues, como la condición de posibilidad de la libertad y autonomía de
la persona frente a los poderosos y poderes de este mundo, políticos o
religiosos. La fe en Dios es la legitimación de toda desobediencia civil y
religiosa, de la objeción de conciencia frente a toda imposición. Porque
creemos en un solo Dios, creemos que nada ni nadie más es dios.
Eucaristía 1987/49
3.- El impuesto al César recordaba a los judíos que eran un pueblo
dominado por los extranjeros, por los paganos. Y esto era una afrenta al Pueblo
de Dios. Frente a la cuestión del impuesto se adoptaron en Israel diversas actitudes:
Mientras los saduceos (los colaboracionistas de aquellos tiempos) no tenían
inconveniente en pagar y someterse a un poder que los privilegiaba, los
fariseos lo hacían de mala gana y los zelotes se negaban en absoluto. Estos
últimos, nacionalistas exaltados, habían hecho de ello una cuestión de
conciencia. Creían que pagar al César era tanto como negar que Dios es el único
Señor de Israel.
La pregunta era comprometedora en extremo y estaba formulada con la peor
intención. Ponía a Jesús entre la espada y la pared, entre los saduceos y los
zelotes, entre el César y el pueblo, entre la autoridad de Dios y el poder
temporal.
Evidentemente no hay que suponer que Jesús no llevaba consigo ni
siquiera un denario (una moneda de plata equivalente a unos diez duros), menos
aún que no lo hubiera visto nunca. Si les pide que le enseñen un denario es
sólo para poner en evidencia su hipocresía y su mala intención. Pues si llevan
dinero del César, si lo utilizan corrientemente en la vida, es claro que
reconocen de hecho su autoridad. Y si es así, ¿por qué han de negarse a pagar
sus impuestos? Era un principio generalmente admitido por todos que el poder
político se extendía tanto como el curso de la moneda. Según este principio,
diríamos hoy que no es posible aceptar los dólares americanos sin reconocer de
hecho su autoridad. Aunque Jesús no dice expresamente qué es del César y qué es
de Dios, es claro que no todo es del César. Y en este sentido Jesús pone coto a
cualquier absolutismo y recorta la autoridad del estado. Por otra parte Jesús
critica también cualquier concepción teocrática que identifique los intereses y
los derechos de una nación con la misma voluntad de Dios. Pone también límites
a cualquier clericalismo. Digamos que la respuesta de Jesús condena por igual
la deificación del estado y la suplantación de Dios por los que dicen
representarlo.
Euca 1987/49
4.- Los evangelios de hoy y del próximo domingo son dos escenas de
controversia, en las que los fariseos buscan el modo de comprometer a Jesús en
sus palabras, con el fin de hallar un motivo para acusarlo. El episodio de hoy
gira en torno al tributo al César, el del próximo domingo sobre el mandamiento
más importante de la Ley, y entre ambos se encuentra la pregunta de los
saduceos sobre la resurrección de los muertos.
El censo de la población y el impuesto personal -que todos, excepto los
niños y ancianos, estaban obligados a pagar- eran los signos más claros de la
dominación romana sobre Palestina. Los partidarios de Herodes aceptaban esta
situación. En el extremo contrario, los zelotas, por motivos religiosos, se
negaban a pagar el impuesto y practicaban una resistencia activa: su único rey
era Yahvé, y el dominio del emperador era para ellos intolerable. Los fariseos,
por su parte, estaban especialmente preocupados por la observancia de la Ley y,
mientras el poder romano no se enfrentase directamente con ella, solían
aceptarlo.
La pregunta, por tanto, estaba puesta para que -tanto si respondía de
modo afirmativo como negativo- Jesús quedase malparado ante las masas populares
simpatizantes de los zelotas o ante el poder romano.
Las primeras palabras que se le dirigen serían un magnífico elogio de
Jesús si hubiesen sido dichas con sinceridad. La mayor alabanza que podía
hacerse de un maestro consistía en decir que era veraz y fiel en la
interpretación de la Ley y que se comportaba libremente en su trato con las
personas. Jesús se da cuenta inmediatamente de que, aparentando interés por una
cuestión actual, lo que pretenden es hacerle caer en una trampa. Así, después
de ponerlos en evidencia -"¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis?"-, hace
que los mismos que han formulado la pregunta queden implicados en la respuesta.
Efectivamente, los que en la vida cotidiana admiten la moneda acuñada
por el César, reconocen de este modo su soberanía sobre ellos y legitiman así
los impuestos que pagan.
La respuesta de Jesús concentra su fuerza en la segunda parte: "a
Dios lo que es de Dios", recordando en primer lugar que el centro de su
misión es la predicación del Reino. Conceder a Dios lo que es de Dios supone
darle la primacía y colocar al César en su justo lugar. Con esta respuesta,
Jesús se distancia tanto de los zelotas, que querían una sociedad teocrática,
como del emperador romano, que divinizaba su poder y su persona, excediéndose
en sus atribuciones.
J. Roca, Misa Dominical 1981/19
5.- JC no se mete en si el César tiene derecho a gobernar, sino que
reconoce que, como demuestra la moneda, en realidad gobierna, y por tanto exige
tributos. Pero añade a este reconocimiento la afirmación de que hay que pagar a
Dios lo que es de Dios: y ningún israelita se atrevería nunca a afirmar (y a lo
largo del evangelio la cosa queda clara) que haya algún dominio humano que
quede fuera del poder de Dios. La respuesta, pues, no es ninguna teoría
política, ni establece una división de competencias entre el César y Dios, ni
responde lo que hay que hacer en caso de contraposición entre las exigencias
del César y las de Dios. Si se mira el conjunto del evangelio, se ve como JC
presta una atención muy limitada a dar respuestas a las concretas cuestiones de
la realidad temporal, anunciando, siempre que se plantea una cuestión de este
tipo, que lo que cuenta es la fidelidad a Dios, y que todo el interés debe
estar centrado en el Reino de Dios que viene y que es superior a cualquier
poder humano. En este sentido, aquí se podría recordar la afirmación -Mt 6. 24-
de que nadie puede servir a dos señores (Cf. "Comentario Bíblico San
Jerónimo, vol III, pág. 259).
J. Lligadas, Misa Dominical 1978/19
6. - Algún historiador ha dicho de etapas recientes de nuestra
Iglesia que estaba más interesada en conquistar el Estado que la sociedad.
Imponerse desde poderes similares a los del César o usar su brazo secular no es
el estilo de Jesús. Si los modos de los poderes de este mundo nos cautivan, esa
seducción es peor que una persecución. No se puede convertir al Dios de Jesús
en César de este mundo. Él se negó a ello.
No falta quienes deducen de este pasaje que es preciso que cada uno
ocupe su sitio, que la Iglesia vuelva al puro campo religioso: al culto
litúrgico. A Dios lo que es de Dios y al poder político todo lo demás. Pero la
acción de Jesús no fue ésta. Además de no ser ni siquiera sacerdote judío,
cambió el vocabulario dándoles a las palabras culto, sacrificio, templo, etc.,
un sentido nuevo. No se trata de la religión, se trata de Jesús.
Usar a Dios como elemento integrador de una comunidad o como bandera de
lucha parece tan viejo como la religión misma. La frase: "Dios está de
nuestra parte" viene a significar: "nosotros tenemos la razón".
También en nuestros días, a pesar de la secularización, se sigue repitiendo, ya
sea con motivo de una guerra o de un partido de fútbol. Defender a Dios ha sido
el eslogan de todas las inquisiciones y cruzadas de todos los tiempos. En
realidad, eran y son muy otros los intereses defendidos.
Eucaristía 1990/48
7.- Este pasaje pertenece al relato de las "tentaciones" a las
que escribas, fariseos y saduceos someten a Cristo. Los partidarios de Herodes
formulan el primer ataque con la esperanza de que Jesús pronunciará alguna
palabra que pueda ser atentatoria contra el César.
a) A la pregunta de los herodianos: "¿está permitido pagar el
impuesto al César?", que no posee ningún derecho divino a reinar sobre el
pueblo porque no es de la raza de David, Cristo responde con un argumento
"ad hominem": puesto que los fariseos y sus discípulos aceptan la
autoridad y los beneficios del imperio romano, que soporten también las
prescripciones y las exigencias.
Lejos de pronunciarse sobre la legitimidad del poder, Jesús se limita a
precisar que ha sido aceptado y, por consiguiente, merece obediencia.
Como los inquisidores se encuentran de esta forma no sólo reducidos al
silencio, sino confirmados además en su celo pro-romano, Cristo añade: "y
dad a Dios lo que es de Dios". La obediencia cívica no constituye un
obstáculo para los deberes para con Dios. La enseñanza es doble: la autoridad
civil tiene derecho a la obediencia, sobre todo de parte de quienes se
aprovechan de las ventajas que lleva consigo (Rm 13. 1-8; Tt 3. 1-3; 1 P 2.
13-14).
Pero esta obediencia no puede ser un obstáculo a la obediencia que se
debe a Dios. b) Intercalando este episodio a continuación de la parábola del
festín, Mateo introduce una interpretación suplementaria (Mt 22. 1-14). La
parábola del festín subraya la negativa con que muchos responden al llamamiento
de Dios; al relatar a continuación el triple enfrentamiento de los herodianos,
de los saduceos y de los fariseos, el evangelista caracteriza las tres actitudes
de rechazo que la Iglesia-asamblea puede encontrar. Algunos están de tal forma
ligados a un "César" que les es imposible reconocer al Señor; otros
no pueden admitir un más allá para la vida presente; otros, finalmente, se
envuelven, al igual que los fariseos, en una intransigencia de tal calibre y en
una pureza tal que no pueden significar a la Iglesia de "todo el que
llega". Mateo prepara así el capítulo 23 de su evangelio, en el que Cristo
maldice a esos oponentes, y el cap. 24, en el que Jesús anuncia la nueva
asamblea y la "bendición" de los nuevos congregados (Mt 23. 34),
opuesta a la "maldición" de quienes han rechazado la invitación (Mt
23.), y la nomenclatura de los congregados (Mt 25.).
No existe, pues, una verdadera oposición, basada en el Evangelio, entre
lo que es del César y lo que es de Dios. En efecto, el Reino de Dios no se
sitúa fuera de los reinos terrestres, puesto que éstos son asumidos por Dios en
JC. Querer dar a Dios lo que le es debido implica, pues, que se dé al César lo
que le pertenece. El Reino de Dios no es de este mundo en el sentido de que no
es uno más de los reinos de acá abajo; pero sí está en el mundo en el sentido
de que es extensible a todas las realezas terrestres. Por tanto, no se puede
ser cristiano auténtico al margen de las realidades.
La Iglesia no tiene, pues, por qué disputar a las realezas terrestres un
espacio que tiene reservado para ella: ocupa ya todo el espacio del mundo,
puesto que significa de manera visible la humanidad reconciliada con Dios. Por
otra parte, tampoco tiene por qué ejercer su dominio sobre el mundo profano y
secularizado.
Y no será transformando a este último en cristiandad, sino enviándole
sus miembros, como se hará extensible a él y significará para él su salvación
final en JC.
Maertens-Frisque, Nueva Guia De La Asamblea
Cristiana VII, Marova Madrid 1969.Pág.186 S.
8.- La respuesta de Jesús es del todo inesperada y coge de sorpresa a
sus interlocutores. Es una respuesta que se sustrae a la lógica de tomar
partido. No es una respuesta evasiva. Evita el dilema, mas no por miedo a
comprometerse. Lleva el razonamiento a mayor profundidad, al centro inspirador,
a saber, la justa concepción de la dependencia de Dios y, por tanto, la justa
libertad frente al estado.
Evidentemente, con su respuesta Jesús no coloca a Dios y al César en el
mismo plano. En las palabras "Dad al César lo que es del César, pero a
Dios lo que es de Dios", el acento me parece que cae en la segunda parte.
La preocupación de Cristo es ante todo salvaguardar en toda situación política
los derechos de Dios.
También están los derechos del estado; pero cuando el estado permanece
en su sitio, estos derechos se truecan en deberes de conciencia. Sin embargo,
hay que apresurarse a añadir que el estado no puede erigirse en valor absoluto;
ningún poder político: romano o no, cristiano o no, puede arrogarse derechos
que competen sólo a Dios, ni puede absorber el corazón entero del hombre, ni
reemplazar su conciencia ("pero a Dios lo que es de Dios").
Bruno Maggioni, El Relato De Mateo, Edic.
Paulinas/Madrid 1982.Pág. 231
9.- Censo o contribución por cabeza que, como súbditos del imperio
romano, tenían que pagar todos los judíos una vez entrados en la adolescencia y
hasta los sesenta o sesenta y cinco años. Para la conciencia nacional judía,
fogueada por el movimiento zelota, este censo era absolutamente intolerable. De
ahí el carácter de trampa en que se quiere atrapar a Jesús: o afirma en público
el derecho del César y pierde el afecto de un pueblo resignado a los hechos
pero simpatizante con los zelotas, o lo niega, lo que en aquellas
circunstancias significa una incitación a la resistencia, que era
inmediatamente sofocada por constituir un delito de rebeldía contra Roma.
Partidarios de Herodes (herodianos): su táctica política habitual era el
servilismo sin condiciones a las órdenes de Roma. Sin llegar a este servilismo,
los fariseos no extremistas eran también partidarios del poder constituido,
siempre que éste no se enfrentase con la Ley de Dios. Tanto unos como otros
tienen ya hecha su propia opción y no pretenden cuestionarla: son partidarios
del statu quo, impuestos al César incluidos.
Dabar 1978/56