YO SOY LA VID
ORACION COLECTA
Dios omnipotente y eterno, realiza
plenamente en nosotros el misterio pascual, para que, renacidos por el santo
bautismo, con tu ayuda demos fruto abundante y alcancemos la alegría de la vida
eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, hijo que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 9, 26-31
En
aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los
discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera
realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles.
Saulo les
contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en
Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús.
Saulo se
quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente el
nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega,
que se propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea
y lo enviaron a Tarso.
La
Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se iba construyendo y
progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu
Santo.
SALMO RESPONSORIAL (21)
El Señor es mi alabanza en la gran
asamblea.
Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse, alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre. R.
Lo recordarán y volverán al Señor hasta de
los confines del orbe; en su presencia se postrarán las familias de los
pueblos. Ante él se postrarán las cenizas de la tumba, ante él se inclinarán
los que bajan al polvo. R.
Me hará vivir para él, mi descendencia le
servirá, hablarán del Señor a la generación futura, contarán su justicia al
pueblo que ha de nacer: todo lo que hizo el Señor. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera
carta del apóstol san Juan 3, 18-24
Hijos míos, no amemos de
palabra y de boca, sino de verdad y con obras.
En esto conoceremos que
somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de
que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y
conoce todo.
Queridos, si la
conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos
lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le
agrada.
Y éste es su
mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos
unos a otros, tal como nos lo mandó.
Quien guarda sus
mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece
en nosotros: por el Espíritu que nos dio.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la
verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto
lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Ustedes ya
están limpios por las palabras que les he hablado; permanezcan en mí, y yo en ustedes.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no
permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecerán en mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en
mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no pueden hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el
sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes,
pidan lo que deseen, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que den fruto
abundante; así serán discípulos míos.».
PLEGARIA UNIVERSAL
Unidos a Jesús y dispuestos a dar frutos de vida, podamos orar con
confianza:
1.- Por el Papa Francisco, la Iglesia, sus comunidades y
pastores, para que se liberen de todo lo que sea apariencia y sus obras tengan sabor a evangelio. Roguemos
al Señor.
2.- Por nuestro país, especialmente por los que sufren el
desempleo, la explotación y la marginación; que todos vivimos como hermanos y
construyamos un mundo más justo, fraterno y solidario. Roguemos al Señor.
3.- Por los que han perdido la fe o tienen dificultades
para creer, para que se acerquen con confianza al evangelio y se reencuentren
con Cristo, camino, verdad y vida. Roguemos al Señor.
4.- Por los que sufren física y espiritualmente, por los
presos, los secuestradores, para que en Cristo la vid verdadera, encuentren consuelo
y fortaleza. Roguemos al Señor.
5.- Por los miembros de nuestra comunidad, para que por la
unión con Cristo, vid verdadera demos frutos de justicia y de paz. Roguemos
al Señor.
Acoge nuestras peticiones y
concédenos permanecer en el amor que recibimos de ti. Por Jesucristo nuestro
Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Dios nuestro, que por este santo
sacrificio nos concedes participar de tu vida divina; te pedimos que así como
hemos conocido tu verdad, vivamos de acuerdo con ella. Por Jesucristo nuestro
Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Padre, ayuda con bondad a tu pueblo, que has alimentado con
los sacramentos celestiales; concédele apartarse del pecado y comenzar una vida
nueva. Por Jesucristo nuestro Señor.
COMENTARIO
El símbolo de la vid designó a través
de todo el Antiguo Testamento al pueblo que Dios se había elegido y del que se
ocupaba con amor.
Jesús se apodera de este símbolo para
hacernos descubrir una nueva realidad: “Yo soy la vid verdadera”. Se trata
siempre de Dios, atento viñador y de los hombres como pueblo-viña. Pero entre
los dos surge un hombre-vid, un hombre “colectivo”: Jesús. La viña de troncos
repartidos se convierte en un tronco único que no dejará de crecer por medio de
sus ramas: “Yo soy la vid, ustedes las ramas”.
Se dibuja un misterio de unidad: la
unión tan estrecha de Jesús con sus discípulos.
Hay una palabra típica de Juan que
define esta unidad divina que se extiende hasta nosotros por medio de Jesús.
Morar. “Moren en mí como yo en ustedes”.
En su gran oración final, Jesús evocará
por última vez esta unidad de inhabitación absolutamente sin ejemplo: “Que sean
todos uno, como tú, Padre, estás conmigo y yo contigo; que también ellos estén
con nosotros”.
Para simbolizar la misma unidad, san
Pablo preferirá la idea de cuerpo: somos el cuerpo de Cristo, un cuerpo que es
la Iglesia. Cristo y la iglesia forman el “Cristo total”.
Desde el Concilio Vaticano II, hemos
aprendido a saborear otra noción muy bíblica, la de pueblo de Dios. Pero
siempre tendremos también la necesidad de vernos como iglesia y cuerpo de
Cristo “Pueblo de Dios. Hace surgir la idea de unos hombres en camino, esa
inmensa caravana que se puso a caminar detrás de Abrahán, de Moisés de David,
de Jesús el verdadero pastor.
La iglesia es la organización necesaria
del trabajo misional de Cristo por toda la tierra, el lugar en donde los
bautizados se encuentran con Dios y entre ellos mismos para aprender a servir a
todos los hombres sus hermanos. Sin mí,
dice Jesús sin mi vida en sus venas, no pueden hacer nada, no pueden vivir nada
en profundidad no habrá vitalidad entre el Padre y ustedes. No serán más que una rama seca.
Describe de este modo otro misterio de
unión: “El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él”.
La vid, un pueblo, una iglesia, un
cuerpo, la eucaristía, todos nos partir de una vida cristiana
individualista. Y hasta de un imaginario
“tú y yo” con Dios. No estamos nunca solos, ni tampoco sólo dos; la realidad
cristiana es una trilogía: nosotros-Dios-los hermanos.
Vivir al estilo cristiano es velar al mismo
tiempo por nuestra comunión con la Trinidad y con la humanidad.
Evitemos separar a Dios de lo cotidiano
hay que vernos en un inmenso universo en el que alcance por todas partes a la
vez, al Señor y a mis hermanos. Esta vida de comunión y diversificada a la vez
es evidentemente una comunión de amor.
En los célebres versículos que siguen y que
vamos a meditar.
Jesús nos dice que una misma savia
divina, el mismo amor, tiene que ir haciendo poco a poco de todos los hombres,
en Jesucristo el inmenso pueblo-vid.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 30: Hch 14, 5-18; Sal 113; Jn 14, 21-26.
Martes 01: Hch 14, 19-28; Sal 144; Jn 14, 27-31a
Miércoles 02: Hch 15, 1-6; Sal 121; Jn 15, 1-8.
Jueves 03: Nm 21, 4b-9;
(o bien Flp 2, 6-11); Sal 77; Jn 3, 13-17
Viernes 04: 1Co 15, 1-8;
Sal 18; Jn 14, 6-14.
Sábado 05: Hch 16, 1-10; Sal 99; Jn 15, 18-21.
Domingo 06: Hch 10, 25-26.34-35.44-48; Sal 97; 1Jn 4, 7-10; Jn
15, 9-17.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Jn 15, 1-8
1.- Texto.
Forma parte de la amplia sobremesa de la cena de
Pascua.
Los comensales son Jesús y sus discípulos. A
diferencia de lo que pasaba en el texto del domingo pasado, en el de hoy el
ambiente es distendido. Las palabras fluyen solícitas y desahogadas. "Yo
soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador". Jesús propone una alegoría.
Las piezas y sus trasposiciones son las siguientes: cepa-Jesús;
sarmientos-discípulos; labrador-Padre; la poda o limpieza no tienen
trasposición; instrumento de podar-las palabras de Jesús.
Todo lo que Jesús ha ido diciendo durante su
actividad ha ido podando, limpiando a sus discípulos. Por eso puede decirles
ahora que ellos están limpios (v. 3). Ahora bien, mientras Jesús está para
morir, sus discípulos tienen aún mucha vida por delante. De ahí el interés y la
insistencia de Jesús en que ellos sigan con él, permanezcan con él. Siete veces
se mencionaba el verbo permanecer a partir del v. 4. Esta permanencia o
continuidad constituyen el punto central del texto de hoy.
Comentario. Ante la insistencia del texto en el
tema de la permanencia con Jesús, resulta inevitable la pregunta por el porqué
de esa insistencia. Un texto de Mateo puede darnos la pista. Está en el cap. 15
de su evangelio. Léelo. Unos letrados y fariseos, incómodos con el
comportamiento de los discípulos en materias y prácticas tradicionales, le
preguntan a Jesús por la razón de ese comportamiento. La respuesta de Jesús
debió de incomodarles aún más, puesto que los discípulos se le acercaron a
decirle: ¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oírte? Sigue la
respuesta-pista para nuestro texto de hoy: "El plantío que no haya
plantado mi Padre será arrancado de raíz. Dejadlos, son guías de ciegos"
(/Mt/15/13-14).
ESFUERZO/FARISEO CUMPLIMIENTO:
Hay dos modos de concebir y de vivir el hecho religioso: el de Jesús y el de
los religiosos al estilo fariseo. Este segundo modo, no exclusivo ni reducible
a los fariseos, puede llegar a cotas de ejemplaridad realmente altas. Está
hecho de esfuerzo, superación y cumplimiento minucioso. A decir verdad nada de
esto es malo. Más aún, esfuerzo, superación y cumplimiento son siempre
necesarios. Lo malo está en el espíritu que subyace y del que casi nunca es
consciente el religioso al estilo fariseo. Un espíritu cerrado, orgulloso,
preciado de sí mismo. Incapaz de pedir ayuda porque se siente capaz de todo,
superior a los demás y con derecho sobre todo. Dominante, rígido, incapaz de
comprensión. Actúa siempre por el provecho o el derecho que se le seguirán y
nunca por agradecimiento sincero. No tiene nada que agradecer, pues todo se lo
ha labrado él con su esfuerzo. Su ideal es la ley.
El autor del cuarto evangelio concibe la actividad
de Jesús como un trabajo dirigido a erradicar de los discípulos ese espíritu y
a crear en ellos un espíritu nuevo. Esta concepción la ha manifestado el autor
desde el mismo momento que ha empezado a narrar la actividad de Jesús,
presentando a ésta bajo el signo del vino, que proviene del agua ritual, pero
que supera a ésta.
Lee el episodio de las bodas de Caná en Jn 2, 1-11.
Si la actividad de Jesús es comparada al buen vino, es lógico que su persona
sea comparada a la cepa. Desde Caná la actividad de Jesús ha sido una continua
labor de limpia y poda, en continuo con una mentalidad religiosa basada en el
talonario de cheques de sus propias adquisiciones. El poseedor de talonarios
extiende cheques, no espera ni solicita. Para él todo es exigencia, nada es don
o aceptación agradecida. La mentalidad religiosa cerrada no depende de nadie,
ni siquiera de Dios; sólo depende de sí misma. En estas condiciones no hay
plantación divina, y el Padre lo más que puede llegar a ser es cajero o
depositario, pero nunca labrador.
La insistencia en la invitación a permanecer en
Jesús, en la cepa, tiene su razón de ser en la tendencia poco menos que innata
a concebir y vivir el hecho religioso al modo fariseo. La preocupación de Jesús
en la cena de Pascua es que al faltar él sus discípulos lleguen a ser víctimas
inconscientes de esa tendencia. Finalizado el comentario te invito a que
vuelvas a leer el texto de Juan.
A. Benito, Dabar 1988/27
2.- Observación preliminar. -Debido, sin duda, a un
error de imprenta, el v.3 está incompleto en la traducción litúrgica, Léase
como sigue: "Todo sarmiento mío que no da fruto lo corta; los que dan
fruto los limpia para que den más".
Los versículos de hoy tiene que ver con el
dinamismo interno de la comunidad cristiana, al que hace referencia la primera
lectura; desarrollarán una dimensión fundamental de ese dinamismo: las
relaciones Dios Padre-Jesús-cristianos.
La alegoría de la vid y los sarmientos está introducida
por una referencia importante: el Padre. El es el labrador solícito que cuida
de la vid. No es éste, sin embargo, el aspecto que desarrollarán los versículos
de hoy. A partir del v. 3 el centro de atención pasa de la relación
labrador-vid a la relación vid-sarmientos.
¿Cómo se entra en esta relación? No por un
procedimiento oscurantista y mágico, sino por la palabra de Jesús.
Hablando con propiedad, no se es cristiano, sino
que se hace uno cristiano. El cristianismo no es el orden del ser, sino del hacerse.
A la manera como se hacen las personas: por la comunicación sincera en la
palabra. Esta comunicación crea en los interlocutores una situación abierta,
diáfana, limpia, en terminología de Juan: vosotros estáis limpios por las
palabras que os he hablado (la traducción no es muy afortunada). La palabra de
Jesús crea esta situación de diafanidad, de limpieza. (Evítese, pues, emplear
aquí el término en sentido ético.) Los versículos de hoy no son más que una
invitación en esta interrelación personal con Jesús. Una invitación machacona,
insistente, en formulaciones positivas y negativas. Es un procedimiento
literario para decirnos que se trata de algo esencial. Sin esta interrelación
no hay ni cristiano, ni fruto.
Dabar 1976/31
3.- Lo mismo que el pasado domingo en el evangelio
del Buen Pastor, nos sorprende ahora la afirmación absoluta de Jesús: "Yo
soy la verdadera vid". No dice que fue o que será, pues él es ya la
verdadera vid, la que da el fruto. Tales afirmaciones deben escucharse desde la
experiencia pascual y con la fe en la resurrección del Señor. Jesús vive y es
para todos los creyentes el único autor de la vida y el principio de su
organización. De él salta la savia, y él es el que mantiene unidos a los
sarmientos en vistas a una misma función: "dar fruto". Jesús es la
cepa, la raíz y el fundamento a partir del cual se extiende la verdadera
"viña del Señor".
Entre los sarmientos y la vid hay una comunión de
vida con tal de que aquéllos permanezcan unidos a la vid. Si es así, también
los sarmientos se alimentan y crecen con la misma savia. Jesús ha prometido
estar con nosotros hasta el fin del mundo, y lo estará si le somos fieles. El
no abandona a los que no le abandonan.
"Dar fruto" es una expresión
frecuentemente minimizada por los escritores de la vida espiritual, que la
entienden muchas veces en el sentido de hacer buenas obras y alcanzar así la
salvación del alma. Pero en el evangelio de Juan, "dar fruto"
significa llevar a la madurez la misión de Cristo, esto es, llegar a la cosecha
del reinado de Dios para que se manifieste lo que ha sido sembrado en la muerte
de Cristo: la salvación del mundo, que es la gloria y la alegría del Padre (el
"labrador"). En este mismo sentido dice Jesús que "el grano de
trigo que cae en tierra y muere da mucho fruto" (Jn 12, 24). Y él es ese
grano de trigo, él y su palabra. Los que reciben a Cristo y su palabra, los que
permanecen en él y cumplen lo que él dice, los que mueren con él para que el
mundo viva, dando mucho fruto. Y éste es el fruto que permanece (Jn 15,16). En
este fruto, en esta cosecha, está empeñada la iglesia. Para llevar adelante su
empeño debe continuar unida al Señor, dejando que sea el Señor el que inspire
toda su organización y le infunda la vida.
Eucaristía 1988/22
4. FRUTO/A:
La fidelidad que Yahvé esperaba del pueblo elegido
la encuentra, por fin, en Jesús, la verdadera vid. Hace su aparición una nueva
alianza, ya que la fidelidad de Jesús, que se traduce en obediencia hasta la
cruz, no ha sido engendrada por los recursos del hombre; es la fidelidad del
Hijo eterno puesta al alcance del hombre.
La vid de la Nueva Alianza produce un fruto
abundante que se llama amor; un amor a los hombres idéntico al que el Padre
siente por ellos; un amor "podado", pues ha tenido que ser purificado
del egoísmo; un amor cuya posesión sólo puede lograrse participando del amor de
Cristo, representado en la Iglesia.
En la realidad del vino eucarístico se dan cita, a
la vez, el amor de Dios, que amó tanto a los hombres que les entregó su Hijo, y
la fidelidad humana de Jesús, "limpio" de todo egoísmo.
Maertens-Frisque, Nueva guía de la Asamblea Cristiana IV, Marova Madrid
1969.Pág. 161
Del vino ya ha hablado el autor al comienzo de su
obra, allá en Caná de Galilea (/Jn/02/01-10). En aquella ocasión el buen vino
de Jesús venía a remediar una carencia que el agua era incapaz de remediar.
¡Qué coincidencia! Las tinajas de agua estaban dispuestas para las
purificaciones, para la limpieza religiosa.
En el texto de hoy también se habla de limpieza, de
purificación. "Vosotros ya estáis limpios". Vosotros no formáis parte
del limpio mundo de la Ley; no, vosotros no sois productores de agua; vosotros
sois productores de vino. ¡El vino que alegra a dioses y a hombres! ¡Qué
fantástico este Dios de Jesús! "Mi Padre es el labrador".
¡Viticultor! ¡Qué maravilloso Dios! Prefiere la cepa a la tinaja de agua. Y es
que el agua aquella apenas si limpiaba.
D/VITICULTOR: La Ley apenas si os sacará de inválidos (cfr.
/Jn/05/01-05). Por eso, quedaos conmigo, "permaneced en mi". No os
paséis a la fiesta del agua: es una fiesta deprimente, donde todos los
participantes son inválidos, incapaces de autonomía, necesitados de un permiso
para comerse un cabrito. ¡Sed vino! "Así seréis discípulos míos. Y mi
Padre recibe gloria". Como viticultor que es, el vino es lo único que le
compensa de sus fatigas. ¡Sed vino! ¡No seáis agua! ¡No seáis Ley! Como agua no
se vale nada. ¿Cómo va a estar alegre mi Padre con el agua? ¡Devolvedle su
sonrisa al rostro del viejo Dios!
Dabar 1982/28
6.- La viña y la vid es una imagen ampliamente
utilizada en el A. T. para referirse a Israel como pueblo de Dios, y es
recogida también por el N. T. Pero ahora la vid no se refiere al pueblo de
Israel en tanto que perteneciente a Dios sino que se aplica directamente al
propio Jesús.
"Yo soy la verdadera vid". Como hijo de
Dios, Jesús se designa a sí mismo, como la vid, en el sentido de que solamente
él -como Hijo de Dios- puede ser la vid. Jesús se pone en el lugar que hasta
ahora solía ocupar el pueblo de Israel.
La afirmación de Jesús se contrapone a los textos
del A.T. El es la vid verdadera, el verdadero pueblos de Dios, formado por la
vid con sus sarmientos. No hay más pueblo de Dios que el que se construya a
partir de Jesús. El ha sido designado como la luz verdadera, que sustituye a la
Ley (8, 12). El verdadero pan del cielo, en contraposición al maná (6, 32).
Ahora se define como el verdadero pueblo de Dios
que sustituye a Israel.
Como en el A.T. es Dios, el Padre de Jesús, quien
ha plantado esta viña. El la cuida, demostrándole su amor.
Según el relato del historiador judío Flavio
Josefo, había en Jerusalén, sobre la puerta del Templo una vid de oro con
sarmientos colgantes. Con Jesús ha llegado el fin del culto del templo judío y
el fin de la comunidad que da culto en ese templo.
Jesús es la vid verdadera en el sentido de que es
él quien da la auténtica vida, la que proviene de Dios, la que encuentra su
fuente en el Padre.
"A todo sarmiento mío que no da fruto lo
arranca".
Jesús vive y es para todos los creyentes el único
autor de la vida y el principio de su organización. De él procede la savia y él
es el que mantiene unidos a los sarmientos en vistas a una misma función: dar
fruto. Jesús es la cepa, la raíz y el fundamento a partir del cual pueden vivir
y obrar los sarmientos.
Entre los sarmientos y la vid hay una comunión de
vida con tal de que aquellos permanezcan unidos a la vid. Y ésta es la
condición para que el sarmiento dé fruto. "Dar fruto " es una
expresión frecuentemente minimizada por los escritores de la vida espiritual
que la entienden muchas veces en el sentido de hacer buenas obras y alcanzar
así la salvación del alma.
El fruto es el efecto de la muerte del grano del
trigo, es decir, es la expresión del amor sin medida.
El fruto es la realidad del hombre nuevo, es el
hombre que ya no existe para sí, que se esfuerza por morir a su egoísmo y a
vivir para Dios y para los demás.
El sarmiento que no da fruto es aquel que pertenece
a la comunidad, pero no responde al Espíritu de Jesús, el que come el pan, pero
no se asimila a Jesús. Es el sarmiento que no responde a la vida que se le
comunica.
El Padre, que cuida de su viña, lo corta; es un
sarmiento bastardo, que no pertenece a esa vid.
"Y a todo el que da fruto lo poda, para que dé
más fruto".
Quien practica el amor, tiene que seguir un proceso
ascendente, un desarrollo, que es posible mediante esta poda que el Padre hace.
Es la limpieza que el Padre hace del corazón del discípulo de Cristo,
eliminando cada vez más los factores de muerte, haciendo que el
sarmiento-discípulo sea cada vez más auténtico, más libre para amar, menos
esclavo de sí mismo, con mayor capacidad de entrega y por tanto de eficacia.
"Vosotros ya estáis limpios por las palabras
que os he hablado".
Hay dos limpiezas; una inicial y otra de
crecimiento.
La primera se realiza cuando el cristiano se
inserta en la vid separándose del orden injusto, i. e. cuando el hombre se
adhiere a Jesús y renuncia al mundo, lo cual requiere la decisión de poner en
práctica el mensaje de Jesús. Los discípulos ya han hecho esta elección, por
eso ya están limpios.
La segunda limpieza es necesaria para el
crecimiento de la vida cristiana, es esa poda, de la que acabo de hablar.
"Permaneced en mí y yo en vosotros, como el
sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco
vosotros, si no permanecéis en mí".
Esta fórmula "permaneced en mí y yo en
vosotros", muy típica de este evangelista, define la relación del
discípulo con Jesús como una reciprocidad personal. Y esa relación personal con
Jesús es la condición indispensable para dar fruto.
Una unión con Jesús que no es algo automático ni
ritual: pide la decisión del hombre, y a la iniciativa del discípulo responde
la fidelidad de Jesús "y yo permaneceré en vosotros". Esta unión mutua
entre Jesús y los discípulos será la condición para la existencia de la
comunidad, para su vida y para el fruto que debe producir.
El sarmiento no tiene vida propia, y por tanto, no
puede dar fruto de por sí, necesita la savia, es decir, el Espíritu comunicado
por Jesús.
El que vive unido a Cristo capta, por la plegaria,
cuál es el plan de Dios y es movido a realizarlo; da fruto abundante.
La gloria del padre se ha manifestado plenamente en
Jesús, que conocía su voluntad y la realizó, y ahora debe manifestarse en los
discípulos de Cristo, que, unidos a El, son capaces de dar fruto.
7. J/PLENITUD-H:
"Sin mí nada podéis hacer".
Jesús es la fuerza del hombre, no sólo para ser
cristiano sino para ser plenamente hombre.
Jesús es la humanidad auténtica. Pilato: "He
ahí al Hombre". Es la verdad del hombre. Es la revelación de lo que el
hombre tiene que llegar a ser y cómo tiene que alcanzarlo. Por eso Jesús es
meta y camino del hombre. "Yo soy el camino, la verdad y la vida"
(/Jn/14/06).
Nuestro ser más auténticamente humano no lo
descubrimos a base de filosofías ni de razonamientos, no lo descubrimos a base
de especulaciones o de un concepto universal aristotélico, sino en la
contemplación de Jesús. Por eso el cristianismo es distinto de toda religión y
de todo humanismo. Es distinto de toda religión, porque lo que está en su
centro no es Dios, sino el hombre. Y es distinto de todo humanismo porque la
razón de esa centralidad del hombre no radica en el hombre mismo, sino sólo en
Dios.
Por eso, ir hacia Cristo es también ir hacia
nosotros mismos. Todo proceso de cristianización es al mismo tiempo un proceso
hominizador. Y cuando llegue la manifestación gloriosa de Jesús se revelará
también la plenitud del hombre.: "hasta que lleguemos todos al
conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez
de la plenitud de Cristo". Efesios.
8. ACI DIGITAL 2003
2. Lo limpia: He aquí encerrado todo el misterio de
Job y el problema de la tentación y del dolor. Recordémoslo para saber y creer,
con la firmeza de una roca, que con cada prueba, siempre pasajera, nos está
preparando nuestro Padre un bien mucho mayor. Es lo que la simple experiencia
popular ha expresado en el hermoso aforismo: "No hay mal que por bien no
venga".
3. "Esta idea de que la fe en la Palabra de
Jesús hace limpio, es expresada aún más claramente por S. Pedro al hablar de
los gentiles que creyeron: "por su fe Dios purificó sus corazones"
(Hech. 15, 9)". P. Joüon. Limpios significa aquí lo mismo que
"podados"; por donde vemos que el que cultiva con amor la Palabra de
Dios, puede librarse también de la poda de la tribulación (v. 2).
4. Nosotros (los sarmientos) necesitamos estar
unidos a Cristo (la vid) por medio de la gracia (la savia de la vid), para
poder obrar santamente, puesto que sólo la gracia da a nuestras obras un valor
sobrenatural. Véase II Cor. 3, 5; Gál. 2, 16 ss. "La gracia y la gloria
proceden de Su inexhausta plenitud. Todos los miembros de su Cuerpo místico, y
sobre todo los más importantes, reciben del Salvador dones constantes de
consejo, fortaleza, temor y piedad, a fin de que todo el cuerpo aumente cada
día más en integridad y en santidad de vida" (Pío XII, Enc. del Cuerpo
Místico). Cf. I Cor. 12, 1 ss.; Ef. 4, 7 ss.
5. No podéis hacer nada: A explicar este gran misterio
dedica especialmente S. Pablo su admirable Epístola a los Gálatas, a quienes
llama "insensatos" (Gál. 3, 1) porque querían, como judaizantes
salvarse por el solo cumplimiento de la Ley, sin aplicarse los méritos del
Redentor mediante la fe en El (cf. el discurso de Pablo a Pedro en Gál. 2, 11 -
21). La Alianza a base de la Ley dada a Moisés no podía salvar. Sólo podía
hacerlo la Promesa del Mesías hecha a Abrahán; pues el hombre que se somete a
la Ley, queda obligado a cumplir toda la Ley, y como nadie es capaz de hacerlo,
perece. En cambio Cristo vino para salvar gratuitamente, por la donación de sus
propios méritos, que se aplican a los que creen en esa Redención gratuita, lo
cuales reciben, mediante esa fe (Ef. 2, 8 s.), el Espíritu Santo, que es el
Espíritu del mismo Jesús (Gál. 4, 6), y nos hace hijos del Padre como El (Juan
1, 12), prodigándonos su gracia y sus dones que nos capacitan para cumplir el
Evangelio, y derramando en nuestros corazones la caridad (Rom. 5, 5), que es la
plenitud de esa Ley (Rom. 13, 10; Gál. 5, 14).
6. Triste es para el orgullo convencerse de que no
somos ni podemos ser por nosotros mismos más que sarmientos secos. Pero el
conocimiento de esta verdad es condición previa para toda auténtica vida
espiritual (cf. 2, 24 y nota: "Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque a
todos los conocía" Lección fundamental de doctrina y de vida. Cuando aun
no estamos familiarizados con el lenguaje del divino Maestro y de la Biblia en
general, sorprende hallar constantemente cierto pesimismo, que parece excesivo,
sobre la maldad del hombre. Porque pensamos que han de ser muy raras las
personas que obran por amor al mal. Nuestra sorpresa viene de ignorar el
inmenso alcance que tiene el primero de los dogmas bíblicos: el pecado
original. La Iglesia lo ha definido en términos clarísimos (Denz. 174 - 200).
Nuestra formación, con mezcla de humanismo orgulloso y de sentimentalismo
materialista, nos lleva a confundir el orden natural con el sobrenatural, y a
pensar que es caritativo creer en la bondad del hombre, siendo así que en tal
creencia consiste la herejía pelagiana, que es la misma de Jean Jacques
Rousseau, origen de tantos males contemporáneos. No es que el hombre se levante
cada día pensando en hacer el mal por puro gusto. Es que el hombre, no sólo
está naturalmente entregado a su propia inclinación depravada (que no se borró
con el Bautismo), sino que está rodeado por el mundo enemigo del Evangelio, y
expuesto además a la influencia del Maligno, que lo engaña y le mueve al mal
con apariencia de bien. Es el "misterio de la iniquidad", que S.
Pablo explica en II Tes. 2, 6. De ahí que todos necesitemos nacer de nuevo (3,
3 ss.) y renovarnos constantemente en el espíritu por el contacto con la divina
Persona del único Salvador, Jesús, mediante el don que El nos hace de su
Palabra y de su Cuerpo y su Sangre redentora. De ahí la necesidad constante de
vigilar y orar para no entrar en tentación, pues apenas entrados, somos
vencidos. Jesús nos da así una lección de inmenso valor para el saludable conocimiento
y desconfianza de nosotros mismos y de los demás, y muestra los abismos de la
humana ceguera e iniquidad, que son enigmas impenetrables para pensadores y
sociólogos de nuestros días y que en el Evangelio están explicados con claridad
transparente. Al que ha entendido esto, la humildad se le hace luminosa,
deseable y fácil. Véase el Magnificat (Luc. 1, 46 ss.) y el S. 50). De aquí
deducía un ilustre prelado americano que la bondad no consiste en ser bueno,
pues esto es imposible porque "separados de Mí no podéis hacer nada".
La bondad consiste en confesarse impotente y buscar a Jesús, para que de El nos
venga la capacidad de cumplir la voluntad del Padre como El lo hizo.
7. Esto es lo que S. Agustín expresa diciendo
"ama y haz lo que quieras". Porque el que ama sabe que no hay más
bien que ese de poseer la amistad del amado, en lo cual consiste el gozo
colmado (I Juan 1, 3 - 4); y entonces no querrá pedir sino ese bien superior,
que es el amor, o sea el Espíritu Santo, que es lo que el Padre está deseando
darnos, puesto que El nos ama infinitamente más que nosotros a El. Cf. Luc. 11,
13; I Juan 5, 14 s.
8. El futuro seréis (genésesthe) según Merk está
mejor atestiguado que el subjuntivo seáis. Así también Pirot y otros modernos.
El sentido, sin embargo, no fluye con claridad, por lo cual cabe más bien, con
la puntuación correspondiente, referir la glorificación del Padre a lo dicho en
el v. 7, sentido por cierto bellísimo y que coincide exactamente con 14, 13 y
con 17, 2, donde se ve que el Corazón paternal de Dios es glorificado en que
nosotros recibamos beneficios de nuestro Hermano Mayor. En tal caso este final
queda como una señal que nos da Jesús en pleno acuerdo con el contexto: que
(hina con optativo) vuestro sarmiento fructifique mucho y entonces sabréis que
está unido a la Vid, es decir, que sois realmente mis discípulos, así como por
los frutos se conoce el árbol (Mat. 12, 33; Luc. 6, 43 ss.). El caso inverso se
ve en Mat. 7, 15: "Guardaos de los falsos profetas, los cuales vienen a
vosotros disfrazados de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces".