JESÚS ESTA EN MEDIO DE
NOSOTROS
ORACION COLECTA
Dios nuestro, que tu pueblo se alegre
siempre por la nueva vida recibida, para que, con el gozo de los hijos, aguarde
con firme esperanza el día de la resurrección final. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos
de los apóstoles 3, 13-15. 17-19
En aquellos días, Pedro dijo a la
gente: «El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha
glorificado a su siervo Jesús, al que ustedes entregaron y rechazaron ante
Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Rechazaste al santo, al justo, y pidieron
el indulto de un asesino; mataste al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de
entre los muertos, y nosotros somos testigos.
Sin embargo, hermanos, sé que lo
hiciste por ignorancia, y sus autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta
manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentidos y convertidos,
para que se borren sus pecados.».
SALMO
RESPONSORIAL (4)
Haz brillar sobre nosotros la luz de tu
rostro, Señor.
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; tú que
en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración. R.
Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?» R.
En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú
solo, Señor, me haces vivir tranquilo. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san
Juan 2,
1-5
Hijos míos, les escribo esto para que no
pequen
Pero, si alguno peca, tenemos a uno que
abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.
Él es víctima de propiciación por nuestros
pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
En esto sabemos que lo conocemos: en que
guardamos sus mandamientos.
Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda
sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.
Pero quien guarda su palabra, ciertamente
el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos
en él.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48
En aquel
tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo
habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban
hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:
«Paz a ustedes».
Llenos de
miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: «¿Por qué os
alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior?. Miren mis manos y mis
pies: soy yo en persona. Pálpenme y dense cuenta de que un fantasma no tiene
carne y huesos, como veis que yo tengo.».
Dicho
esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la
alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tienen ahí algo que comer?».
Ellos le
ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les
dijo: «Esto es lo que les decía mientras estaba con ustedes: que todo lo
escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que
cumplirse.».
Entonces
les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: «Así
estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer
día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a
todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Ustedes son testigos de esto.».
COMENTARIO
“Se presentó
Jesús en medio de ellos”. Para medir esta afirmación, hay que recordar lo que
acaban de vivir los discípulos: la muerte y la sepultura de Jesús. Al dejar el
cadáver en su tumba, enterraban también su esperanza. ¡Y de pronto está allí!
El muerto, el crucificado, el enterrado, está allí. ¡Vive! “En medio de ellos”.
Lo que hoy leemos quizás con demasiada tranquilidad es lo que ellos intentaron
contarnos; y aquello no era fácil: “Se presentó”, dicen. No lo vieron llegar,
no le oyeron llamar. Está allí, de pie, sonriendo, amable, aquél a quien habían
desclavado de la cruz y dejado en un sepulcro. Se acuerdan de lo que pensaron
entonces: “¡Es imposible! Se trata de un fantasma de cualquier otra cosa menos
del hombre que vimos morir”. ¡Menos mal que vacilan!. Menos mal que esas
vacilaciones se nos muestran tal como fueron ya que todo se escribió para que
reviviésemos lo mejor posible su experiencia pascual: “estaba muerto, ahora
vive”. Jesús mide muy bien los pasos que sus discípulos tienen que dar, y
nosotros detrás de ellos: “Si soy yo, pueden tocarme, no soy ningún fantasma”.
Y como están locos de alegría pero todavía incrédulos, les da una prueba más.
“Comió ante sus ojos”. Sus ojos son ahora los ojos de nuestra fe. Porque unos
hombres, hace dos mil años, vieron a Jesús muerto y luego vivo, cuando creemos
en sus ojos, entramos en la fe cristiana, Jesús es ciertamente el Hijo de Dios
hecho hombre, crucificado, sepultado y reconocido con vida el día de Pascua.
Pero no vivo como Lázaro después de su resurrección. Lucas insiste en la
“corporeidad” de Jesús resucitado para que no creamos que los apóstoles vieron
visiones; experimentaron realmente “una” presencia de Jesús vivo. Eso es lo que
hay que creer, sin intentar imaginarse su cuerpo de resurrección”. Jesús
pertenece en adelante al “otro mundo” nuestra mirada, como la de los
discípulos, no puede llegar allá. Con sus palabra, Lucas intenta decirnos lo
indecible, la vuelta de Jesús a la vida. Sea cual fuere la nueva forma de esta
vida, para seguir siendo humana es preciso que se realice en un cuerpo y
mediante un cuerpo. A partir de aquí, todo es misterio y los autores del Nuevo
Testamento emplean para expresarlo junto con su resurrección otra palabra:
exaltación. O sea, una resurrección absolutamente única. Jesús volvió a una
vida humana, pero una vida humana de otro modo, que puede alcanzar y salvar a
todos los hombres. El que Lázaro volviera a la vida por algunos años, eso no
cambió en nada el mundo ni nuestra vida. La resurrección-exaltación de Jesús
hace en delante de él, no sólo el viviente sobre el que ya no puede nada la
muerte, sino la fuente de la vida. ¿Qué vida? La “vida eterna” dirá Juan: la
vida misma el eterno, que Jesús resucitado puede en adelante comunicar a todos
los hombres. Jesús está entre nosotros, en medio de nosotros, en nuestro mundo
actual, presente por su acción, por los actos sacramentales, presente en
nuestros hermanos. Presente en mí si lo quiero, hasta poder decir: “Mi vivir es
Cristo”. No se trata de sueños piadosos ni de verdades etéreas, sino de
experiencia que realizar, inmediatamente, experiencias de vida con el viviente.
PLEGARIA UNIVERSAL
Nos
ponemos en presencia de Jesús resucitado para pedirle que escuche todas esas
necesidades que hacen nuestra vida sombría y afligida, para poder salir al mundo,
llenos de alegría, a comunicar que la vida tiene sentido. R.- Señor,
ayúdanos a resucitar.
1.- Por la
Iglesia, portadora del mensaje de salvación; para que lleve, a toda la
comunidad de creyentes, el don de la paz y esa fe autentica que nos haga disipar
tanta incertidumbre. Roguemos
al Señor.
2.- Por el
Papa Francisco y demás pastores de la Iglesia, para que muestren a los hombres
que la resurrección no es una utopía, sino la autenticidad de un nuevo día
hecha realidad por el encuentro con Jesús resucitado. Roguemos al Señor.
3.- Por
todos los que están tristes, porque carecen de lo fundamental, para que un
hecho tan trascendente como la resurrección nos devuelva la confianza de que
para Dios no hay imposibles. Roguemos al Señor.
4.- Por
los pueblos, las naciones, por todo el mundo, para que entiendan que solamente
en la reconciliación, el perdón y el amor puede llegar la resurrección que
tanto necesitamos. Roguemos al Señor.
5.- Por
las familias, para que la alegría, la paz y la esperanza presidan tantos
hogares en los que se ha instalado la desesperanza, el querer tener más, llegar
más alto, dominarse unos a otros. Roguemos al Señor.
6.- Por
todos los que estamos aquí cuyas peticiones calladas, Dios convoca, para que
seamos fermento de paz, de gozo, libertad, salvación, amor… en esta sociedad
que huye del compromiso y la exigencia. Roguemos al Señor.
Señor,
concédenos la gracia de la resurrección para que llegue la verdadera alegría y
la verdadera confianza a todos nosotros. Te lo pedimos por medio de Jesucristo,
nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia desbordante de alegría y
después de haberle concedido el motivo de un gozo tan grande, concédele
participar de la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Padre, mira con bondad a tu pueblo, y ya que lo has
renovado con los sacramentos de la vida eterna, concédele alcanzar la gloria de
la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 16: Hch 6, 8-15; Sal 118; Jn 6, 22-29.
Martes 17: Hch 7, 51-8,
1ª; Sal 30; Jn 6, 30-35
Miércoles 18: Hch 8, 1b-8; Sal 65; Jn 6, 35-40
Jueves 19: Hch 8, 26-40; Sal 65; Jn 6, 44-51
Viernes 20: Hch 9, 1-20; Sal 116; Jn 6, 52-59
Sábado 21: Hch 9, 31-42; Sal 115; Jn 6, 60-69.
Domingo 22: Hch 4, -12;
Sal 117; 1Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 24, 35-48
1.- Texto. El relato se sitúa en un lugar de Jerusalén que el autor no
precisa, en la tarde-noche del domingo de Resurrección. Dos discípulos acaban
de llegar de Emaús y están contando a los once y a sus acompañantes que han
visto a Jesús. En esa situación se hace presente él. Únicamente nosotros, como
lectores, conocemos de entrada su identificación. A nivel, en cambio, de
protagonistas de la escena, la identificación es lenta y costosa, y sólo se
produce tras dos demostraciones corporales de Jesús. A continuación, el centro
de atención se desplaza de Jesús a las Escrituras o, para ser más exactos, a la
relación existente entre Jesús y las Escrituras. En lo que son sus últimas
palabras en el tercer Evangelio, Jesús declara que las Escrituras tienen su
culminación y cumplimiento en él, en su pasión y resurrección al tercer día,
posibilitando de esta manera que la conversión y el perdón no sean una oferta
restringida a unas pocas personas, el pueblo judío, sino oferta abierta y
disponible para todo el mundo.
Comentario. El texto gira todo él en torno al tema de la identificación
de Jesús resucitado: relación con el pasado físico de su persona; relación con
el pasado literario del pueblo judío.
En ambos casos el texto no plantea problemas, sino enuncia conclusiones
y certezas: Jesús resucitado es el mismo Jesús de Nazaret que los once y sus
acompañantes habían conocido y tratado (vs. 36-43); Jesús resucitado da unidad
y coherencia de sentido a las Escrituras del pueblo judío (vs. 44-47).
1. Jesús resucitado y Jesús de Nazaret son la misma persona. Los
garantes de esta verdad son los once. En razón de esta garantía los once son el
fundamento que confiere solidez al nuevo edificio que a partir de ahora se va a
construir. Esta garantía la necesitábamos como creyentes. Los vs. 36-43 nos la
ofrecen.
2. Las Escrituras tienen su razón de ser en Jesús resucitado. Bajo la
denominación "las Escrituras" (BI/ESCRITURAS)
quedan comprendidos todos los escritos que configuran lo que a partir de ahora
se va a llamar Antiguo Testamento. Un total de cuarenta y seis libros, más o
menos extensos, más o menos apasionantes. En ellos se habla de muchas y
variadas cosas, se reflejan muchas y variadas experiencias y situaciones. Sus
protagonistas son siempre Dios y el pueblo judío. Y siempre en continuo tira y
afloja, con más momentos de tirantez que de entendimiento. El texto de hoy nos
dice que ese conjunto de cuarenta y seis libros está articulado en torno a
Jesús resucitado. Esto no quiere decir que en ellos se hable de Jesús, sino que
a la luz de Jesús ellos adquieren su verdadero sentido, por corrección y
matización unas veces, por refuerzo y aprobación otras. El propio texto de hoy
nos ofrece un ejemplo concreto de refuerzo. La conversión y el perdón, es
decir, la oferta de la gracia o don de Dios, siguen en pie. Pero a la luz de
Jesús resucitado la oferta no se restringe a unos pocos, sino que se extiende a
todos. Esto ya estaba apuntado en el Antiguo Testamento, pero con el decurso
del tiempo se había oscurecido y olvidado. A la luz que proviene de Jesús
resucitado, el apunte se refuerza y consolida.
AT/DESAZON: Es el siglo II d. C. Marción intentó mutilar la Biblia, eliminando,
por imperfecto, el Antiguo Testamento. El intento fue apasionadamente
rechazado. Sin embargo, el Antiguo Testamento sigue produciendo desazón y
desconcierto, y la opinión de Marción sigue contando con seguidores en la
práctica. El texto de hoy nos invita a un bonito compromiso: leer y apreciar el
Antiguo Testamento. Sin él la luz de Jesús resucitado queda privada de cuerpo y
de razón de ser. Leer nosotros e invitar a otros a su lectura. Leyéndolo
descubriremos que el Antiguo Testamento (AT/J: no es la imperfección, sino el
camino que todos seguimos para llegar a Jesús resucitado. Para ayudarnos a esta
lectura contamos en lengua castellana con escritos del que probablemente es el
mejor especialista actual en el Antiguo Testamento. Me estoy refiriendo a Luis
Alonso Schökel. Recomiendo la lectura de sus dos volúmenes recientes bajo el
título Hermenéutica de la Palabra, Ediciones Cristiandad.
Alberto Benito, Dabar 1988/25
2.- Comentario: El texto parte de una situación idéntica a la del
domingo pasado en Jn. 20, 19-31. Caída de la tarde del domingo, discípulos
reunidos en un local de Jerusalén, llegada inesperada de Jesús. Lo mismo que a
Juan, tampoco a Lucas le interesan el cómo y el modo de esta llegada. Lo
importante es el hecho: Jesús está ahí, expresando deseos de paz. Es ahora, en
el tratamiento del hecho, cuando comienzan las diferencias entre Lucas y Juan.
Y es precisamente este diverso tratamiento de un mismo hecho lo que da la
medida exacta de la diversidad de problemática, intereses y objetivos existentes
en ambos evangelistas, lo cual equivale a decir que nos hallamos ante autores y
obras diferentes. Aprovecho, pues, esta nueva oportunidad para indicar una vez
más que los evangelios son obras diferentes unas de otras y que,
consiguientemente, no puede hacerse uso indiscriminado de ellas.
La llegada de Jesús es comentada por Lucas en los siguientes términos:
Llenos de miedo por la sorpresa, los once y sus acompañantes creían ver un
fantasma. A diferencia de Juan, Lucas distingue entre los once y el resto de
los discípulos. Lucas hace hincapié en los once (cfr. Lc. 24, 33). Por otra
parte, Lucas no habla de miedo al exterior como hacía Juan, sino de miedo ante
la presencia de Jesús. A Lucas, pues, le interesa la problemática de identidad
del Resucitado. ¿Quién es el Resucitado? ¿Es el mismo Jesús de antes de morir?
¿Resucitado y Jesús son la misma persona? Desde el prólogo de su evangelio
sabemos que Lucas es un escritor crítico. Vale la pena leer ahora Lc. 1, 1-4,
que por razones de espacio no transcribo. Allí se habla de testigos oculares,
de investigación cuidadosa, de solidez de lo recibido. En la segunda de sus
obras, Hechos de los Apóstoles, la condición indispensable para cubrir la
vacante de Judas dentro de los doce es el haber convivido con Jesús desde el
principio hasta el final, es decir, el haber sido testigo ocular de su vida.
Sólo bajo esta condición se puede ser testigo de la resurrección de Jesús, es
decir, se puede garantizar críticamente que Resucitado y Jesús son la misma
persona (cfr. Hech. 1, 21-22).Si Lucas hace hincapié en los once (doce en
Hechos) es porque sólo ellos cumplen esta condición y son, por lo tanto, los
únicos que ofrecen la garantía crítica incuestionable para poder creer que el
Resucitado y Jesús son la misma persona. Gracias a ellos podemos hoy, veinte
siglos después, creer tranquilos. A Lucas, el autor que se planteó y abordó
esta problemática, debemos la certeza inconmovible de nuestra fe en el
Resucitado. Con su tratamiento del problema, Lucas echó la base sobre la que se
apoya nuestra fe.
J/PASION/NECESIDAD: Pero el texto de hoy da todavía un paso más. "Todo lo escrito
acerca de mí tenía que cumplirse". Este "todo" queda
especificado un poco más adelante: pasión, resurrección, proclamación universal
de la conversión y del perdón de los pecados. A la problemática de identidad
Resucitado-Jesús, Lucas añade ahora la problemática hermenéutica. ¿Cómo leer el
Antiguo Testamento? El "tener-que" no es del orden de la
predeterminación mental ni de la necesidad física. Es del orden de la captación
y de la profundización en el sentido de los acontecimientos y de la historia.
Lucas introduce un sentido de finalidad en la historia.
Y esta finalidad la formula con la expresión "tener que". Toda
la historia anterior al resucitado la concibe como un proceso que culmina en
este Resucitado y a partir de El se expande al mundo entero (no sólo a los
judíos) en términos de novedad (conversión) y de gracia (perdón de los
pecados). Estamos realmente en el tiempo pascual.
A. Benito, Dabar 1985/23
3.-Tras su encuentro con el resucitado, los dos de Emaús han ido a
contar su experiencia a los once y demás compañeros. Todavía están hablando los
dos cuando vuelve a hacerse presente Jesús. En esta ordenación de los hechos
que hace Lucas parece haber una intencionalidad que va más allá del simple
interés cronológico, más o menos artificial: la comunidad cristiana va a surgir
como tal comunidad a partir de una experiencia común de la realidad del
resucitado.
Por otro lado, toda la primera parte del relato (vs. 36-43) está
orientada a resaltar este carácter real del resucitado. El nuevo Jesús no es
ninguna invención espiritual del grupo cristiano.
Como sus oponentes judíos, también los cristianos dudaron de la realidad
de Jesús, no hubo en ellos predisposición alguna a aceptarla, sino todo lo
contrario. Sólo la presencia real del resucitado les ha llevado al firme y
absoluto convencimiento que ahora tienen. Es comprensible que, ante el arreciar
apologético de la oposición judía, la formulación de ese convencimiento
cristiano haya adquirido también formas de expresión apologéticas. Estas formas
de expresión no hay que verlas como representaciones de la realidad corporal de
Jesús, sino como vehículos interpretativos de algo más profundo: Jesús vive ahora
una nueva realidad corporal.
La experiencia de un Jesús real produjo en los once y sus compañeros (la
comunidad cristiana) un cambio de categorías (conversión) y una liberación
interior (perdón de los pecados).EXP-RSD/CV: Ellos son
testigos de todo esto porque son testigos de la muerte y resurrección de Jesús.
Muerte y resurrección no son sólo acontecimientos estáticos en Jesús; son
también acontecimientos dinámicos que inciden operativamente en el individuo y
en el grupo transformándolos en una nueva realidad, cuya expresión es la
comunidad cristiana, y en heraldos de esa nueva realidad.
Dabar 1976/29
4.- Los discípulos de Emaús vuelven presurosamente a Jerusalén para
contar a todo el grupo lo que les ha sucedido en el camino y cómo conocieron a
Jesús "en el partir el pan". Pero, antes de abrir la boca, los otros
les dicen a coro: "El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Pedro"
(v. 34; cfr. 1 Cor 15, 5). Por fin les dejan hablar. Pero, súbitamente, unos y
otros se quedan mudos ante la presencia del Señor, que les saluda: "Paz a
vosotros". Juan nos dice que esta aparición ocurrió aquella misma tarde
del domingo (20, 19s).
Aunque todos tenían noticias de la resurrección por el testimonio de
Pedro y de los de Emaús, la presencia de Jesús les sorprende.
Bajo la tremenda impresión de los acontecimientos del viernes, entre el
miedo a los judíos y la esperanza alimentada con las primeras noticias de aquel
domingo, estos hombres no acaban de creer a causa de la inmensa alegría lo que
ven con sus propios ojos. Jesús les tranquiliza y les convence de que es verdad
lo que están viendo y de que no se trata de ningún fantasma.
CUERPO-GLORIOSO: No es posible comprender cómo un cuerpo glorificado. (Pablo dice
"espiritualizado" (1 Co 15,44), esto es, sometido a la acción del
Espíritu que es la fuerza de Dios que opera la resurrección) pueda ingerir
alimentos. De todas formas, el sentido de esta afirmación es que el Señor vive
verdaderamente, y lo que los discípulos han visto no es una simple
"visión".
Los apóstoles sólo pueden ser testigos (APOSTOL/TESTIGO-RS)
de Jesucristo si están plenamente convencidos de que él mismo y no otro es el
que murió bajo Poncio Pilato y ahora vive para siempre. Jesús les convence de
esta verdad y, además, les abre el sentido de las Escrituras para que
comprendan que todo ha sucedido como había sido anunciado por los profetas. La
vida de Jesús, su pasión y muerte, y todas las Escrituras deben ser
interpretadas a la luz de la experiencia pascual.
Ahora comprenden que su Maestro no ha sucumbido ante sus enemigos ni
ante la misma muerte. Pues todo ha sucedido tal y como "tenía que
suceder" para que se cumpliera la voluntad de Dios. La fe no puede evitar
lo que "tiene que ser", pero puede siempre aceptar la realidad e
interpretarla, sabiendo que de una u otra manera todo sucede para la salvación
de los hombres y la gloria de Dios.
Esto no es fatalismo, sino realismo cristiano, en el que la esperanza se
hace resistencia allí donde todos los optimistas fracasan y todos los
pesimistas abandonan. Pues también la muerte que "tiene que ser",
puede ser aceptada con esperanza y ganada para la vida.
La misión de Jesús ha terminado, pues todo ha sido cumplido. Ahora resta
que los apóstoles anuncien a todo el mundo lo que han visto y oído. Resta que
se predique en todas partes, comenzando por Jerusalén, que Dios salva a los
hombres en Jesucristo y concede el perdón de los pecados.
Eucaristía 1985/19
5.- Este es el último de los evangelios del tiempo pascual que nos
presentan el mensaje de la resurrección. Tiene bastante relación con el texto
de Juan que leíamos hace una semana: presencia inesperada del Señor en medio
del grupo de los discípulos la misma noche del domingo (cuando regresan los dos
que "aquel mismo día, el primero de la semana" se fueron a Emaús);
saludo dándoles la paz; miedo y alegría de los discípulos a los que Jesús
muestra la realidad de su resurrección y, finalmente, la misión de los
discípulos unida a la última enseñanza de Jesús. Veamos algunos aspectos más
característicos.
La construcción literaria está bien ordenada. En primer lugar, Jesús
hace pasar a los discípulos de la incredulidad (que se debe también a la
alegría desbordante) a la fe, dándoles los signos de su resurrección: El no es
un espectro o un fantasma (J/RSD/FANTASMA). La
presencia de Jesús en medio de los discípulos no es una ilusión de éstos; de
ahí la insistencia en los aspectos de mirar, palpar al Resucitado y el hecho de
comer ante ellos. Jesús no pertenece al mundo de los muertos, sino que es el
Viviente que tiene un contacto real con el grupo de los discípulos con los que
comparte la Mesa y la Palabra. Los discípulos han reconocido como Resucitado a
aquel Jesús a quien ya conocían anteriormente.
Todo esto ha sido la preparación para la enseñanza final del Resucitado que
culmina en la promesa del Espíritu Santo (versículo 49, que ya no leemos) y que
va a ser una realidad plena en Pentecostés (cf. Hech 2). Esta última enseñanza,
que consiste en abrir el sentido de las Escrituras y en mostrar a los
discípulos cuál es su misión, toma ya el matiz de la primera predicación
cristiana (véanse las lecturas de los Hechos de estos domingos).
Las palabras de Jesús se inician con una referencia al pasado
("esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros") y abren a
los discípulos hacia el futuro ("en su nombre se predicará la
conversión..."): la predicación de la Buena Nueva de Jesús es continuada
por los discípulos, que ahora pasan a a ser enviados: se ha iniciado el tiempo
y la misión de la Iglesia. Se trata de una misión que debe comenzar en
Jerusalén, lugar donde todo esto sucede y donde los discípulos deben esperar al
Espíritu Santo, y que debe alcanzar a todo el mundo.
La misión que se encomienda a los once -y a toda la comunidad
significada en ellos- es la de ser testigos de que la muerte y resurrección de
Jesús son el cumplimiento de la voluntad de Dios expresada ya en el Antiguo
Testamento. Y de que, por la fe en este Jesús Mesías, muerto y resucitado, se
ofrece la salvación y el perdón a todos los pueblos. (El leccionario castellano
omite indebidamente en el último versículo la frase "Vosotros sois
testigos de esto". Véase esta lectura completa el jueves de la octava de
Pascua, en el mismo leccionario B).
José Roca, Misa Dominical 1982/09
6.- Texto. Excepcionalmente en el presente ciclo pasamos al evangelio de
Lucas. El texto se data en Jerusalén, al atardecer del domingo de resurrección,
estando reunidos los once y sus compañeros. A Lucas le interesa resaltar la
ciudad, no el lugar concreto dentro de ella. Jerusalén significa para Lucas el
final de una etapa y el comienzo de otra. Otro dato de interés son los once, en
calidad de garantes de la nueva etapa que comienza con la desaparición física
de Jesús.
Con estos datos de interés como fondo narra Lucas la aparición de Jesús.
La perspectiva de la narración difiere por completo de la que veíamos el
domingo pasado en el evangelio. En el texto de Lucas la reacción inicial del
grupo ante el resucitado es de sorpresa y de miedo: creen estar ante un
fantasma. Por ello mismo el texto comienza centrando su atención en la relación
existente entre el resucitado y el Jesús que el grupo conocía. El texto no
puede ser más gráfico y claro: el que ahora está entre los discípulos y Jesús
de Nazaret son la misma persona. El grupo no puede menos de reconocer con
alegría esa identidad, no obstante su reticencia y su extrañeza.
En su parte final el texto es una invitación a ver en los
acontecimientos finales acaecidos a Jesús la culminación de un proceso abierto
mucho tiempo atrás y del que tenemos constancia a través de los escritos que
los cristianos denominamos Antiguo Testamento. Pero Lucas se cuida mucho de
reducir el proceso histórico de salvación a los estrechos límites de un solo
pueblo, el judío. La historia de la salvación es una aventura que repercute en
todos los pueblos. La expresión se refiere a la totalidad del género humano.
Jerusalén es el final de la etapa limitada o reducida y el comienzo de la etapa
abierta o universal.
Comentario. El texto nos transmite, en primer lugar, una certeza: la
realidad del resucitado. Es la certeza básica del hecho cristiano. La
resurrección de Jesús no es el invento fraudulento de unas personas frustradas
en sus aspiraciones o de psicología propensa a la credulidad facilona. Si
creyeron en ella se debió a la fuerza de la realidad. Ellos fueron los primeros
sorprendidos por el hecho, los primeros en oponerse a él. Sólo la realidad del
hecho rompió su sorpresa y su resistencia. La importancia que Lucas confiere a
los once estriba en su capacidad crítica para garantizar la resurrección de
Jesús. Ellos son la garantía incontestable de esa resurrección. Dudar de ella
carece de todo fundamento histórico razonable.
En segundo lugar, el texto nos transmite una apertura, un horizonte
ilimitado: la conversión y el perdón no son una oferta para privilegiados.
Diseñada en un pueblo concreto, la oferta no se limita a él. Elegidos, en
realidad, son todos los pueblos del planeta.
A. Benito, Dabar 1991/23
Como había desaparecido repentinamente de la vista de los discípulos de
Emaús, también ahora se presenta Jesús repentinamente en medio de los once y de
los que están con ellos.
Jesús no está ya sometido a las leyes del espacio y del movimiento en el
espacio. El modo de existir del resucitado no es ya el modo de existir del
Jesús terrestre. La aparición repentina, inesperada e inexplicable del
Resucitado causa miedo y terror.
La resurrección de Jesús y su aparición en figura corporal es cosa que
sobrepasa la capacidad de comprensión humana. Ni siquiera viendo y oyendo su
saludo de paz logran los discípulos convencerse de que es él.
Lucas no habla de miedo al exterior como hace Juan, sino de miedo ante
la presencia de Jesús. A Lucas le interesa la problemática de identidad del
Resucitado. ¿Quién es el Resucitado? ¿Es el mismo Jesús de antes de morir?
¿Resucitado y Jesús son la misma persona? Desde el prólogo de su Evangelio
sabemos que LC. es un escritor crítico. El dice que al escribir su evangelio
buscó testigos oculares de las cosas ocurridas, que investigó cuidadosamente
los hechos, que precisa trasmitir la solidez de lo recibido". En la
segunda de sus obras, Hechos de los Apóstoles, la condición indispensable para
cubrir la vacante de Judas dentro de los doce es el haber convivido con Jesús
desde el principio, hasta el final, es decir, el haber sido testigo ocular de
su vida.
Sólo bajo esta condición se puede ser testigo de la resurrección de
Jesús, es decir, se puede garantizar críticamente que Resucitado y Jesús son la
misma persona.(Hech 1, 21-22).
Si Lucas hace hincapié en los once (doce en los Hechos) es porque sólo
ellos cumplen esta condición y son, por lo tanto, los únicos que ofrecen la
garantía crítica incuestionable para poder creer que el Resucitado y Jesús son
la misma persona. Gracias a ellos, podemos hoy, veinte siglos después, creer
tranquilos. A Lucas, el autor que se planteó y abordó esta problemática,
debemos la certeza inconmovible de nuestra fe en el Resucitado. Con su
tratamiento del problema, Lucas echó la base sobre la que se apoya nuestra fe.
Los discípulos ven la aparición, pero la interpretan como la de un espíritu sin
cuerpo, como un fantasma. Una aparición puede constituir un fenómeno
psicológico y por eso necesita el evangelista resaltar la corporalidad del Jesús
aparecido y la realidad física de su encuentro con los apóstoles. Por eso les
deja que palpen su carne y por eso come con ellos.
La predicación de la primera comunidad cristiana aludía a estas comidas
con el Resucitado precisamente para alejar el peligro de volatizar el cuerpo de
Jesús y dejarlo reducido a algo puramente espiritual. "A éste, Dios le
resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el
pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que
comimos y bebimos con el después que resucitó de entre los muertos"
(/Hch/10/40-41), predica Pedro en casa de Cornelio.
"Entonces les abrió el entendimiento para comprender las
escrituras". Este es el don pascual que Jesús hace en el relato de ayer a
los discípulos de Emaús; hoy, a los doce reunidos".
Discurso de Pedro después de la curación del lisiado de nacimiento entre
la Puerta Hermosa del Templo.
"Abrir el entendimiento" significa comprender que todo el
camino de Israel recibe su sentido al culminar en la pasión y pascua de Jesús.
Abrahán y Moisés, David y los profetas, la esperanza y el destierro, todos los
detalles de la historia del pueblo judío, reciben un encuadre y un valor en el
momento en que aparecen como etapas de un camino o momentos de una experiencia
que culmina en Cristo.
Jesús representa el coronamiento y el cumplimiento de las promesas
históricas del Dios de Israel, pero representa también la satisfacción de las
exigencias y de las esperanzas más audaces en el corazón de cada criatura
humana.
Por eso Pedro irrumpe en los primeros capítulos de los Hechos con una
fuerza impulsiva totalmente nueva y con una clara visión de madurez que da
sentido de plenitud a todas sus actuaciones. Pedro habla convencido y sabiendo
lo que dice. La fe en la resurrección ha sido para él, antes que nada, una
maduración de totalidad. Todo lo disperso ha sido unido y aclarado todo lo
oscuro. Y es que la fe, más que una ciencia, es una clave de interpretación.
Por eso, a la luz de la Resurrección de Cristo, Pedro descubre el sentido de la
historia de su pueblo y el sentido de la historia de su vida.
8. /Lc/24/35-53
El Evangelio de Lucas finaliza con una aparición a los once, seguida de
lo que podríamos llamar las últimas palabras de Jesús antes de la ascensión.
Son tres escenas que tienen lugar aparentemente el mismo día, pero, según el
parecer de los Hechos, el período hasta la ascensión se prolongó a lo largo de
cuarenta días.
La primera escena, la aparición a los once (vv 36-43), tiene elementos
comunes con Jn 20,19-20. Hace ver cómo el resucitado ayuda a sus discípulos a
pasar de la sorpresa, la duda y la incredulidad a la fe. Los once no se fían de
lo que podría ser únicamente la aparición de un espíritu. El cuerpo glorificado
de Jesús es una realidad nueva. El mensaje de pascua está en la base de la
misión de los once (44-49). Lo corrobora también Mt 28,19-20. Los once pasan de
ser discípulos a ser enviados. Son testigos de lo que Jesús había enseñado y
testigos también de que, con su muerte y resurrección, Jesús cumple la
escritura. En nombre de Jesús (47), los discípulos, en calidad de testigos, son
enviados, partiendo de Jerusalén, a predicar la resurrección y la conversión de
los pecados a todos los pueblos (47). Hay en estos versículos una anticipación
de los temas típicos de la predicación en el libro de los Hechos, testimonio de
las Escrituras (Hch 2,23-32; 4,10-11), exhortación a convertirse (Hch 2,38;
3,19) y función de los once como testigos (Hch 2,32; 3,15). Para cumplir esta
misión podrán los discípulos contar con la promesa del Padre (49), es decir,
con la fuerza del Espíritu Santo.
La escena final del evangelio, típicamente lucana, nos ofrece la
ascensión. Antes de ser transportado al cielo, bendice Jesús a los suyos con un
gesto que hace pensar en la conclusión de una liturgia (Lv 9,22; Eclo 50,20s).
Finalmente, el evangelista hace notar el gozo que había embargado a los
discípulos. Pone así punto final a su versión de la buena nueva con la misma
atmósfera de alegría que se encuentra a menudo en su evangelio (1,28; 2,10;
10,20; 15,7; 19,6.37). La alegría, según Lucas, acompaña a los cristianos en su
camino, en los momentos decisivos de la conversión y en el anuncio de las obras
de Dios en Jesús y en los hombres.