EL ESPÍRITU SANTO LES IRÁ RECORDANDO
TODO LO QUE LES HE DICHO.
ORACION COLECTA
Dios todopoderoso, concédenos
continuar celebrando con fervor sincero estos días de alegría en honor del
Señor resucitado, para que manifestemos siempre en las obras lo que repasamos
en el recuerdo. Por Nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles 15, 1-2. 22-29
En
aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos
que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían
salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y
Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a
consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia.
Los apóstoles
y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir algunos de
ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barsabá y
a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les entregaron esta carta:
«Los
apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria
y Cilicia convertidos del paganismo.
Nos hemos
enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e
inquietado con sus palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y
enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a
la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a
Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu
Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os
abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales
estrangulados y de la fornicación. Harán bien en apartarse de todo esto.
Salud.».
SALMO RESPONSORIAL (66)
Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te
alaben.
El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre
nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R.
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con
justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.
R.
Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te
alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura del libro del Apocalipsis 21, 10-14. 22-23
El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la
ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la
gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido.
Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce
ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel. A
oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente
tres puertas.
La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de
los apóstoles del Cordero.
Santuario no vi ninguno, porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso
y el Cordero.
La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios
la ilumina y su lámpara es el Cordero.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 23-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«El
que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos
morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras.
Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy a su
lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre,
será quien se lo enseñe todo y se vaya recordando todo lo que les he dicho.
La paz les dejo, mi paz les doy; no se la
doy yo como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde. Me han
oído decir: "Me voy y vuelvo a su lado." Si me aman, se alegraran de
que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes
de que suceda, para que cuando suceda, sigan creyendo.».
PLEGARIA UNIVERSAL
Sabiendo que somos hermanos y que Dios vive en
nosotros, si guardamos su palabra, oremos con confianza diciendo. R. Señor,
danos tu paz.
1.- Por el Papa Francisco, para que, guiado y
sostenido con el poder del Espíritu Santo, continúe orientando a la humanidad
por senderos de paz. Roguemos al Señor. R.
2.- Por todos los que formamos la comunidad cristiana,
para que, acogiendo la paz que el Señor nos da, seamos constructores de paz en
nuestro ambiente familiar, de estudio y de trabajo. Roguemos al Señor. R.
3.- Por los gobernantes de las naciones; para que
luchen contra toda corrupción y trabajen incansablemente por la paz de los pueblos.
Roguemos
al Señor. R.
4.- Por los niños y jóvenes de nuestra comunidad que
se preparan para recibir los sacramentos para que puedan abrir sus corazones a
la acción del Espíritu de Jesús. Roguemos al Señor. R.
5.- Por los que sufren enfermedad, soledad o cualquier
tipo de opresión, para que experimenten la paz que Jesús nos da y reciban el
consuelo que a través de nosotros quiere darles. Roguemos al Señor. R.
6.- Por nosotros aquí presentes, para que, conscientes
de sr habitados por Dios, vivamos conforme a eta inefable realidad. Roguemos
al Señor. R.
Padre de bondad y de ternura, acoge las
oraciones que confiados te dirigimos hoy, con el deseo de vivir como verdaderos
hijos tuyos en tu Hijo amado, Jesucristo que vive y reina por los siglos de los
siglos.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Suban hasta ti, Señor, nuestras suplicas con
la ofrenda del sacrificio para que, purificados por tu bondad, nos preparemos
para el sacramentos de tu inmenso amor. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Dios todopoderoso y eterno, que en
la resurrección de Jesucristo nos has renovado para la vida eterna, multiplica
en nosotros los frutos del Misterio Pascual e infunde en nuestros corazones la
fortaleza del alimento de salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.
COMENTARIO
Como el texto del domingo pasado,
también el de hoy forma parte de la conversación de Jesús con los suyos la
víspera de su muerte. La situación determina absolutamente el contenido de las
palabras del Maestro, no así su tono, lo más opuesto a la tristeza y la
desesperanza. Su muerte va a ser un ir al encuentro del Padre. Este modo de ver
la situación debe constituir para los discípulos motivos de alegría y no de
desasosiego o de miedo. Jesús promete que se manifestará a sus amigos, es
decir, a quienes le amen y guarden sus palabras (v. 21). Y Judas, el hermano de
Santiago (Lc 6, 16; Hch. 1, 13), conocido también como Tadeo (Mt 10, 3; Mc 3,
18), le dice: "Señor, ¿qué ha sucedido para que te vayas a manifestar a
nosotros y no al mundo?" (v. 22).
Enredado en los prejuicios de un mesianismo
nacionalista, Judas manifiesta su incomprensión y extrañeza al escuchar unas
palabras que le parecen un cambio en el programa.
Jesús sale al paso diciendo que su anunciada
venida o manifestación presupone la fe activa de sus discípulos y que se trata,
en primer lugar, de una manifestación y venida en la fe y por la fe de cuantos
crean en él.
Tal venida y presencia de Jesús en el corazón
de los creyentes no tiene que ver nada con los triunfalismos mesiánicos que se
imaginaban los judíos de aquel tiempo, pero no es tampoco la
"parusía" (venida sobre las nubes con poder y majestad).
Quien no ama a Cristo y guarda sus palabras,
tampoco ama al Padre y guarda la Palabra del Padre. Queda excluido de la íntima
experiencia de Dios y de su enviado Jesucristo. El mundo incrédulo no sabe nada
de esa venida íntima del Señor y de la visita de Dios. Por eso Jesús no se
manifiesta a todo el mundo hoy por hoy, sin que esto suponga que deje de
hacerlo al fin de los tiempos. Jesús es el mensaje y el mensajero de Dios, el
profeta y la Palabra de Dios. En él y por él todo ha quedado dicho, todo lo que
Dios tenía que decirnos. Pero no todo ha quedado comprendido. Cuando se vaya
Jesús, el Padre enviará al Paráclito (el Consolador) y éste enseñará a los
discípulos y les introducirá en la plenitud de la verdad. Jesús se despide con
una fórmula usual, pero que en sus labios adquiere plenitud de sentido. Jesús
no da la paz como la gente, ni tan siquiera la paz que la gente puede dar.
Jesús da su paz, y él mismo es la verdadera paz. Se entrega a sí mismo cuando
da la paz, y consigo entrega al mismo Dios, porque él y el Padre son uno (Jn
10,30).
La ausencia de Jesús es para inaugurar un nuevo
modo de presencia en los que crean en él.
Por tanto, debemos ser animosos y no tener
miedo: el Señor está con nosotros, a nuestro lado. Por la fe habita en nuestros
corazones, y si le amamos y guardamos su palabra lo encontraremos también en el
prójimo.
PALABRA DE
DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 27: Hch 16, 11-15;
Sal 149; Jn 15, 26—16, 4ª.
Martes 28: Hch 16, 22-34;
Sal 137; Jn. 16, 5-11.
Miércoles 29: Hch 17,
15.22—18, 1; Sal 148; Jn. 16, 12-15.
Jueves 30: Hch. 18, 1-8;
Sal 97; Jn. 16, 16-20.
Viernes 31: Sof 3, 14-18ª;
o bien Rom 12, 9-16b;Sal: Is 12, 2-6; Lc. 1, 39-56.
Sábado 01: Hch. 18,
23-28; Sal 46; Jn. 16, 23b-28.
Domingo 02: Hch 1, 1-11;
Sal 46; Ef 1, 17-23 o bien Heb 9, 24-28; 10, 19-23; Lc 24, 46-53.
COMENTARIOS AL
EVANGELIO
Jn 14, 23-29
Jn 14, 23-29
1.- Texto. Como el texto del domingo pasado, también el de hoy forma
parte de la conversación de Jesús con los suyos la víspera de su muerte. La
situación determina absolutamente el contenido de las palabras del Maestro, no
así su tono, lo más opuesto a la tristeza y la desesperanza. Su muerte va a ser
un ir al encuentro del Padre. Este modo de ver la situación debe constituir
para los discípulos motivos de alegría y no de desasosiego o de miedo. El que
Jesús esté con el Padre va a significar para los discípulos un mayor apoyo, ya
que podrán contar con el Maestro y con el Padre. La presencia de éstos será
real, debido a que en los discípulos anidará el mismo Espíritu del Padre que
anidó en Jesús mientras estuvo con ellos. Este Espíritu significará también
para los discípulos una mejor comprensión de las palabras del Maestro, una
mayor profundización en ellas.
Por todo ello deben los discípulos sentirse en paz, sentir la paz. No
hay ninguna razón para la intranquilidad o el miedo en quien opta por Jesús, es
decir, ama a Jesús más que a la Ley de Dios. Las palabras que hoy escuchamos a
Jesús arrancan, en efecto, de este presupuesto, sin el cual no es posible nada
de lo que Jesús afirma en ellas.
Comentario. El texto nos ofrece una de las dos dimensiones fundamentales
del modo de ser y de entenderse en cristiano, del modo de estar en la vida en
cristiano. Es la dimensión interior.
Este calificativo de interior lo sugiere el propio texto en sus
afirmaciones iniciales referidas al creyente: "vendremos a él y haremos
morada en él". Condición fundamental para la existencia de esta dimensión
interior es el amor a Jesús. Este amor constituye a una persona en discípulo de
Jesús. Retengamos bien el planteamiento del cuarto evangelista: amar a Dios
pasa necesariamente por amar a Jesús. El autor de este evangelio no confía
mucho en un amor a Dios que no pase por la mediación del amor a Jesús. Hasta
tal punto desconfía que en Jn 16, 2 podemos leer la siguiente afirmación:
"Llegará un momento en que os quitarán la vida, convencidos de que con
ello rinden culto a Dios".
Amar a Jesús, a su vez, funciona en el cuarto evangelio en oposición al
celo por la Ley de Dios. Esta oposición evita que el amor a Jesús sufra un
"enrarecimiento" similar al criticado por el evangelista a propósito
del amor a Dios. En esta oposición se trata de una sutil pero capital cuestión
de matiz. Algo que san Pablo ha dejado muy en claro.
Supuesta esta condición fundamental, los referentes interiores de un
modo de ser y de entenderse en cristiano son el Padre y el Espíritu. El Padre
como hontanar y abismo de amor; el Espíritu como fuerza impulsora, renovadora y
creativa.
El texto de hoy es una invitación a atender a la dimensión interior, a
ocuparnos en ella. No hacerlo sería cercenar uno de los dos apoyos del modo de
estar en la vida en cristiano.
Alberto Benito
- Dabar 1989, 25
2.- Texto. Judas, no el Iscariote, acaba de preguntar a Jesús lo
siguiente: ¿A qué se debe que vayas a revelarte nada más que a nosotros y no al
mundo? Los dos primeros versículos de hoy son la respuesta, cuyo esquema de fondo
es éste: en el supuesto de que se verifique una condición, se seguirán unos
resultados. La revelación de Jesús depende de que antes se le ame. A partir del
v. 25 el centro de atención ya no es la anterior pregunta, sino la totalidad de
lo que Jesús ha dicho a sus discípulos a lo largo del tiempo de convivencia.
¿Qué va a pasar con lo que les ha dicho, ahora que este tiempo está tocando a
su fin? El Espíritu se lo irá enseñando y recordando. Mientras tanto les
confiere el don de la paz y de la esperanza en el Padre.
RV/A: Comentario. ¿No es acaso verdad que las
personas se nos desvelan, es decir, se revelan, en la medida que las amamos? Lo
verdaderamente importante y significativo entre personas comienza con el amor y
se da donde hay amor. ¿Qué tiene pues de extraño que el texto de hoy arranque
de este presupuesto para responder a la pregunta sobre la revelación de Jesús?
Si uno me ama. Es entonces cuando Jesús puede revelarse. Muchas veces nos
quejamos de que a Dios no lo vemos ni lo sentimos. ¿Se nos ha ocurrido pensar
que a lo mejor es porque no lo amamos? Si uno me ama guardará mi palabra y mi
Padre lo amará y vendremos a él y viviremos con él. ¡Qué sencilla y a la vez
fascinante enumeración! se trata, ni más ni menos, que de la dinámica de la
existencia cristiana. Del amor a la ética, y de ésta a la experiencia y la
convivencia con Dios. Es importante señalar que en esta dinámica, ética no
quiere decir ley. Guardar la palabra de Jesús no es cumplir algo que está
mandado, sino expresar un amor que se tiene a Jesús.
Sólo cuando se ama tiene cabida una ética humana y liberadora. A mayor
abundamiento, la palabra de Jesús ni siquiera es una magnitud fijada o
establecida una vez por todas. El Espíritu será quien os vaya enseñando y
recordando todo lo que os he dicho. La existencia cristiana es continuamente
interpretativa, creativa y, a mí, personalmente, un texto como el de hoy me
haría dudar del sentido cristiano de un cristianismo que fuera reglamentado y
reglado. Un cristianismo así es el propio del mundo. No olvidemos nunca que la
palabra mundo tiene en el cuarto evangelio una connotación religiosa. Designa a
las personas que han hecho de la Ley de Dios su recinto fortificado, tan
fortificado que paradójicamente Dios ya no tiene cabida a El.
Se han quedado ellas solas, con su libro de registro del haber y del
debe. Este mundo también tiene su paz, pero es muy triste y atormentada.
Contrapuesta a ella está la paz de Jesús: Os dejo paz, os doy mi paz. Una
existencia dinámica, creativa, donde las personas tenemos un rostro, donde Dios
tiene un rostro. Un Dios con brazos fuertes y acogedores de Padre. Tan fuertes
que el tiempo jamás los debilita ni la muerte los paraliza. El Padre es más que
yo.
Federico Pastor
- Dabar 1986, 27
3.- Sentido del texto. Para que una persona se manifieste a otra se
requiere que ésta demuestre interés, apertura, disponibilidad por aquélla.
Estas actitudes se dan en grado sumo en quien ama. Por eso, sólo quien ama está
en condiciones de recibir y entender manifestaciones personales. Y, a su vez,
sólo quien ama es capaz de respuesta efectiva, respuesta que nunca será fruto
de la imposición, sino expresión del asombro y del agradecimiento a la persona
amada. Este es el esquema antropológico que subyace en los vs. 23-24. Por eso
Jesús no se manifiesta al mundo, porque el mundo en Juan es la noche, la
cerrazón, todo aquél que no ama, todo aquél que odia, todo aquél cerrado en sí
mismo y en sus intereses. Este tal no puede recibir en sí mismo todo el cúmulo
de vida que Jesús ha ido verbalizando y objetivando a lo largo de sus días; no
puede hacer la experiencia de Dios como Padre. Esta ha sido la exégesis de
Jesús: cambiar el concepto antiguo de Dios y la relación del hombre con él. Se
concebía, de hecho, a Dios como una realidad exterior al hombre y distante de
él; la relación con Dios se establecía a través de mediaciones, de las cuales
la primera era la Ley, de cuya observancia dependía su favor. Dios reclamaba al
hombre para sí; éste aparecía ante él como siervo. Según la exégesis de Jesús,
en cambio, el Padre no es ya un Dios lejano, sino el que se acerca al hombre y
vive con él, formando comunidad con los hombres. Buscar a Dios no exige ir a
encontrarlo fuera de uno mismo, sino dejarse encontrar por él, descubrir y
aceptar su presencia por una relación, que ya no es de siervo-señor, sino la de
Padre-hijo.
Esta presencia de Dios en el hombre no es estática; es la de su
Espíritu, su dinamismo de amor y vida, que hace al hombre "espíritu"
como él, haciéndolo participar de su propio amor.
¡Este es el Magisterio del Espíritu! Y el saludo de despedida de Jesús,
que llena al hombre de la alegría de vivir en libertad. Cosa que el mundo (tal
como Juan entiende el mundo) no puede hacer.
Dabar 1980, 29
4.- Jesús promete que se manifestará a sus amigos, es decir, a quienes
le amen y guarden sus palabras (v. 21). Y Judas, el hermano de Santiago (Lc 6,
16; Hech 1, 13), conocido también como Tadeo (Mt 10, 3; Mc 3, 18), le dice:
"Señor, ¿qué ha sucedido para que te vayas a manifestar a nosotros y no al
mundo?" (v. 22). Enredado en los prejuicios de un mesianismo nacionalista,
Judas manifiesta su incomprensión y extrañeza al escuchar unas palabras que le
parecen un cambio en el programa. Jesús sale al paso diciendo que su anunciada
venida o manifestación presupone la fe activa de sus discípulos y que se trata,
en primer lugar, de una manifestación y venida en la fe y por la fe de cuantos
crean en él. Tal venida y presencia de Jesús en el corazón de los creyentes no
tiene que ver nada con los triunfalismos mesiánicos que se imaginaban los
judíos de aquel tiempo, pero no es tampoco la "parusía" o venida
sobre las nubes con poder y majestad.
Quien no ama a Cristo y guarda sus palabras, tampoco ama al Padre y
guarda la Palabra del Padre. Queda excluido de la íntima experiencia de Dios y
de su enviado Jesucristo. El mundo incrédulo no sabe nada de esa venida íntima
del Señor y de la visita de Dios. Por eso Jesús no se manifiesta a todo el
mundo hoy por hoy, sin que esto suponga que deje de hacerlo al fin de los tiempos.
Jesús es el mensaje y el mensajero de Dios, el profeta y la Palabra de
Dios. En él y por él todo ha quedado dicho, todo lo que Dios tenía que
decirnos. Pero no todo ha quedado comprendido.
Cuando se vaya Jesús, el Padre enviará al Paráclito (el Consolador) y
éste enseñará a los discípulos y les introducirá en la plenitud de la verdad.
Jesús se despide con una fórmula usual, pero que en sus labios adquiere
plenitud de sentido. Jesús no da la paz como la gente, ni tan siquiera la paz
que la gente puede dar. Jesús da su paz, y él mismo es la verdadera paz. Se
entrega a sí mismo cuando da la paz, y consigo entrega al mismo Dios, porque él
y el Padre son uno (Jn 10,30).
La ausencia de Jesús es para inaugurar un nuevo modo de presencia en los
que crean en él. Por tanto, debemos ser animosos y no tener miedo: el Señor
está con nosotros, a nuestro lado. Por la fe habita en nuestros corazones, y si
le amamos y guardamos su palabra lo encontraremos también en el prójimo.
Eucaristía 1986, 22
5. VISION/A
Comentario. Como el del domingo anterior, el texto de hoy pertenece al
amplio diálogo entre Jesús y los suyos. Estos acaban de formular a Jesús la
siguiente pregunta: ¿Por qué te vas a dar a conocer sólo a nosotros y no a los
demás? Es decir: ver a Jesús, conocer a Jesús, ¿es una cuestión de
selectividad? ¿Jesús sólo se deja ver por los que él quiere, excluyendo a todos
los demás? En la primera parte de la respuesta (vs. 23-24) se niega
rotundamente que ver a Jesús sea fruto de una selección hecha por Jesús. Verá a
JESÚS todo aquel que esté en condiciones de poder verlo. Y esto sólo se
consigue amándole. Es una experiencia antropológica: el amor nos abre al otro,
nos permite descubrirlo.
Sólo quien ama a otro está en condiciones de verlo realmente, de
percibir quién es y lo que dice. (Palabra en cuanto expresión del ser; percibir
mejor que guardar). Toda percepción-comprensión requiere necesariamente una
pre-comprensión. Y en el ámbito interpersonal esta no es otra que el amor. Este
amor a Jesús nos abre a un mundo insospechado de relaciones. Nos abre al
fantástico mundo de Dios. Hace, a su vez, que Dios se nos abra, se nos acerque,
entre en nosotros. ¡Qué delirio! Y de su mano iremos descubriendo la insondable
persona de Jesús, sus palabras. Y sentiremos, al fin, paz, La paz. Arrobadora,
inebriante, sedante, sublime. Y con ella, por fin, la felicidad.
¡Vete, sí! Pero espera: ¡Gracias! Porque sabemos que Dios es también
amor.
Dabar 1983, 27
Según el versículo 27 Jesús deja a los suyos la paz como un regalo de
despedida. El hecho en sí indica ya que la palabra ha de entenderse en un
sentido pleno y singularmente importante, como don y como promesa que abarca
cuanto Jesús reserva a la fe. En el lenguaje bíblico el concepto de paz (hebr:
shalom; gr. eirene) comprende un campo tan amplio y vario, que no puede
reducirse a una fórmula unitaria. El significado básico de la palabra hebrea
shalom "es bienestar y, desde luego, con una clara preponderancia del lado
físico" (G. von Rad). Se trata de un estado de cosas positivo, que no sólo
incluye la ausencia de la guerra y de la enemistad personal -ésta es el
requisito previo, para la shalom-, sino que comprende además la prosperidad, la
alegría, el éxito en la vida, las circunstancias felices y la salud entendida
en sentido religioso. En su palabra de salud los hombres de Israel y del
próximo oriente siguen hasta el día de hoy deseándose la paz, shalom. En la
aclamación al rey se dice: "Que los montes mantengan la paz (shalom; otros
traducen: salud, bienestar) para el pueblo; las colinas, la justicia. Que él dé
a los humildes sus derechos, libere a los hijos de los pobres, reprima al
opresor. Viva tanto tiempo como duren el sol y la lluvia sobre el césped, como
los chubascos que riegan las tierras. Que en sus días florezca la justicia y la
plenitud de la paz (shalom) hasta que deje de brillar la luna"
(/Sal/071/072/02-07).
La paz aparece aquí, como en la conocida poesía mesiánica de Is 11,1-11,
casi como un estado cósmico de seguridad exterior, prosperidad, fecundidad y
bienestar general, como una gran reconciliación de la sociedad humana y la
naturaleza. No hay duda de que la era mesiánica, el tiempo futuro de salvación
será una época de paz universal. También dentro en este sentido ha de entenderse
el mensaje angélico al nacer el niño Mesías, según el evangelio de Lucas:
"Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres,
objeto de su amor" (Lc 2,14).
Con la aparición del Mesías empieza el verdadero tiempo de paz
escatológica. La paz no se entiende, por tanto, sólo como una realidad interna,
como paz del corazón, si bien este aspecto es importante según aquello que dice
Pablo: "Y la paz de Dios, que está por encima de todo juicio, custodiará
vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (Flp. 4,7). La
amplitud del concepto paz va, pues, desde el saludo cotidiano de "¡todo
bien!" hasta la paz y salvación del hombre y del mundo entero. En el fondo
late la idea de que en definitiva la paz es un don divino en todos los órdenes.
En el Nuevo Testamento, que también aquí recoge y desarrolla el
pensamiento veterotestamentario, la paz va vinculada al mensaje cristiano de
salvación, al evangelio. Sorprende, por los demás que Jesús personalmente haya
empleado raras veces el vocablo "paz". Más aún, a él se debe esta
palabra: "No creáis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz,
sino espada" (/Mt/10/34; /Lc/12/51); palabra que posiblemente se endereza
contra un lenguaje superficial y falso acerca de la paz (cf. /Jr/06/14); "Curan
a la ligera la herida de mi pueblo, diciendo: "¡Paz, paz!", pero
¿dónde está la paz?). Así pues, no se puede tomar el concepto de paz en una
forma negligente o superficial. Sin embargo, los discípulos en su trabajo
misionero deben ir al encuentro de la gente con su saludo de paz (Mt 10,13).
Cuanto más fuerte es la conciencia de la Iglesia primitiva de que con Jesús de
Nazaret ha irrumpido la salvación mesiánica, tanto más convencida se muestra de
que la paz escatológica ha sido ya otorgada con la fe (cf. Rom 5,1ss). En la
carta a los Efesios (/Ef/02/14), que está ya muy próxima a la concepción
joánica, se encuentra la fórmula: "Pues él es nuestra paz" (se
refiere a Jesucristo).
Formalmente la afirmación joánica enlaza con el saludo de paz habitual y
cotidiano, pero va mucho más allá. Se piensa en la paz como don escatológico,
como promesa de salvación y de vida. "La paz os dejo" entra aquí en
un sentido definitivo; se trata del bien escatológico por excelencia, que Jesús
no puede dar más a los suyos; pero quien entiende lo que en ese don se oculta,
tampoco deseará nada más. Si todavía se añade: "Mi paz os doy", se
subraya, una vez más, que esta paz, por su índole, adquiere contenido a través
de Jesús. El don de la paz pertenece también al donante y no cabe separarlo de
la persona de Jesús. En tal sentido, la paz es primariamente, y ante todo, un
don del resucitado (cf. 20,19.21.26), donde claramente se indica que el perdón
de los pecados queda implicado en esta paz). En este mismo contexto habla el
resucitado. Finalmente, en la noción de paz se evoca la presencia del mundo
nuevo, que es dado a la comunidad con el propio Jesús.
Esa paz de Jesús está en oposición con la paz "como el mundo la
da". Descubrimos aquí de nuevo la distancia que separa a Jesús y sus
discípulos, de un lado, y el mundo del otro. Ciertamente que también el mundo
tiene su paz; tiene su propia manera de hacer la paz y de garantizarla, si es
necesario con la fuerza de las armas, y hasta le incumbe la tarea constante de
preocuparse por la paz y de implantarla. Mas esa paz es radicalmente distinta
de la paz de Jesús, pertenece a un campo diferente. Pero es gracias a Jesús que
la paz, que no es de este mundo, está presente en ese mundo. Y ciertamente que
el lugar de esa nueva paz es sobre todo la comunidad cristiana, por cuanto que
es el espacio de la presencia de Cristo; es decir, en la medida en que se deja
definir por la palabra de Jesús. Al respecto se siente en oposición a un mundo
que se le enfrenta hostilmente. Por lo mismo su paz nunca deja de ser
combatida. Su exhortación a no dejarse turbar y a no acobardarse, es siempre
necesaria, porque la paz, como Jesús la ha prometido, no conduce a la gran
vivencia triunfalista frente al mundo. Ni la fe ni la comunión de los creyentes
viven en una zona libre de tormentas; permanecen expuestas al conflicto con el
mundo; y no desde luego aunque crean, sino precisamente porque creen. Pese a lo
cual existe la posibilidad de que la promesa de paz de Jesús se realice y
verifique justo en medio de esa permanente agitación, en medio de todos los
asaltos y peligros. (...)
La partida de Jesús no era sólo su retirada del escenario del mundo y de
la historia, sino su regreso a Dios. Y ese su retorno ha empezado ya con la
pascua; tiene además como consecuencia la constante venida de Jesús a su
comunidad. Dicho en forma general: para la comunidad postpascual Jesús ocupa en
cierto modo un doble lugar: está presente en la comunidad por medio del
Espíritu Paráclito y por su palabra, y está también junto al Padre, junto a
Dios. Ambas cosas no se excluyen, sino que son elementos complementarios; más
aún, la ida de Jesús al Padre es justamente la condición para su presencia
permanente en la comunidad.
El NT y su
Mensaje - El Evang. Segun S. Juan - Herder Barcelona 1979.Pág. 128s.
"Si alguien me ama...". Cuando los sondeos tratan de reflejar
la realidad de la Iglesia, emplean el lenguaje de las cifras, y las
estadísticas cuentan el número de "practicantes", de quienes creen en
la doctrina "tradicional", de quienes aceptan los comportamientos
auspiciados por la autoridad... Pero nosotros, los creyentes, sabemos que la
Iglesia es algo muy distinto. Y es que nadie podrá encerrar en fórmulas la
originalidad de nuestra fe. La fe no es una práctica, un comportamiento o una
doctrina.
"Si alguien me ama...". ¿Quién, sino el poeta, podrá expresar
el sentido de la fe? "Si alguien me ama...". Nadie conoce a Dios si
no experimenta, seducido y asombrado, el sofoco del enamoramiento. Todo es
cuestión de amor. ¿Cómo es, entonces, que hay tantos cristianos que tratan a
Dios a la manera del mundo: como un objeto útil cuando se tiene necesidad de
él, y que se rechaza cuando resulta inservible?" ¿Por qué razón vas a
manifestarte a nosotros y no al mundo?". ¿Cómo podemos pasarnos la vida
inventando contratos con Dios? ¿Cómo va a ser nuestra religión como la conciben
los hombres: como un asunto de deberes y obligaciones? "Si alguien me
ama...". ¡He aquí la originalidad de los cristianos! Ser discípulo significa,
ante todo, referirse a otro, sentir la fascinación producida por el hecho de
que Dios hace todo lo posible por hacernos compartir su vida, llegando al
extremo de dejarse clavar en un madero...
"Si alguien me ama, mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos nuestra
morada en él". Dios ha elegido, para siempre, vivir en el corazón que ama.
¡Ahí es donde hay que buscar y encontrar a Dios!
Siguiendo el
leccionario ferial - Cuaresma y tiempo Pascual Sal Terrae/Santander 1989.Pág.
185
8.- Jesús está con sus discípulos. No hay ningún extraño. Judas ha
salido para llevar a cabo sus planes de muerte (13,31). Según Juan, la muerte
es símbolo del amor. ¿Qué amor es éste? El del Padre al Hijo y el del Hijo al
Padre (14,8-14). Esta mutua relación pertenece a la misma esencia y se llama
Espíritu. El Espíritu pertenece al orden del ser y no del pensar. Es la
realidad propia del Padre y del Hijo. La mediación humana de esta realidad
divina es Jesús. Quien se pone de su parte, está dentro de esta realidad (v.
23), es decir, vive dentro del Espíritu del Padre y del Hijo. Es un Espíritu
vital, personal, santo. Es un Espíritu crítico con el orden presente (16,8-11)
y defensor del orden ausente, el orden del amor. Este es el orden que Jesús ha
ofrecido como alternativa a nuestros órdenes (es decir: desórdenes). Es la paz.
Un nuevo vocablo que coincide fonéticamente (sólo fonéticamente; cf. v. 27) con
nuestra paz. La marcha de Jesús no puede ser motivo de tristeza, porque él va a
volver. Pero esto no significa aquí -como en los sinópticos- "al final de
los tiempos", sino que se habla del Espíritu, o sea, de la realidad propia
del Padre y del Hijo. Por eso, la marcha de Jesús (=su muerte) debe ser motivo
de alegría. Esa marcha significa volver conjuntamente con el Padre, teniendo este
retorno una potencialidad mayor: el señorío del Espíritu. Esto ya ha sucedido y
seguirá sucediendo. ¿Tenemos la predisposición (=fe) suficiente para
experimentarlo?
Eucaristía 1995, 24
9.- Texto. Continuación del domingo pasado, en la sobremesa, pues, de la
cena de Pascua, con Jesús y sus discípulos como comensales. Víspera consciente
del paso de este mundo al Padre. Y, en efecto, Padre y discípulos son las
referencias personales de Jesús. El Padre como fuente de su vida pasada, los
discípulos como proyección en el futuro de esa su vida pasada. El resultado es
una terna: Padre-Hijo-Discípulos (en el cuarto evangelio sinónimo de
creyentes). A través de ella discurre una misma realidad que se transmite: del
Padre a Jesús: de Jesús a los discípulos; de los discípulos entre sí. Esta
realidad tiene un nombre: amor.
Cuatro veces aparece como sustantivo y seis como verbo. Constituye el
dato central del texto de hoy. Ella colma las expectativas de gozo de los
discípulos (v. 11); ella crea niveles nuevos de relación (vs. 13-15).
Comentario. El texto está presidido por el mismo tono de insistencia que
caracterizaba al del domingo pasado. Permaneced.
De nuevo, pues, se esconde entre líneas la preocupación de que, al
faltar Jesús, llegue a faltar también algo tan valioso como raro. ¿No son acaso
valiosas las cosas por ser raras, es decir, poco corrientes? Pues ni más ni
menos ésta es la encomienda de Jesús a sus discípulos: la moneda no corriente
del amor, hasta dar la vida por los demás.
¿Los demás? El término resulta incorrecto cuando la savia que corre es
la que corría por Jesús. "A vosotros os llamo amigos, porque todo lo que
he oído a mi Padre os lo he dado a conocer".
La afirmación es imponente. Haz la prueba de detenerte en ella. ¿Podemos
acaso conocer quién y cómo es el Padre? ¿Conocer no es acaso una forma de
apoderarse de lo conocido? ¿Podemos acaso apoderarnos de Dios? ¡La frase es
realmente imponente!. Pero, por lo visto, amar al estilo de Jesús hace posibles
unos niveles de relación que escapan a toda racionalización.
Termino con la misma recomendación de estos domingos últimos. Valdría la
pena que te tomases ahora unos minutos de tiempo para leer sin prisa Jn. 15,
9-17.
A. Benito - Dabar 1988, 28
10. - Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus
amigos El texto de hoy es continuación del del domingo pasado. Ya no se refiere
a la comparación de la vid y los sarmientos, pero continúa la misma reflexión
sobre las relaciones del cristiano con Jesús, la comunión de vida que eso crea,
y el fruto que de ello se deriva.
El centro es el amor. Los discípulos han sido introducidos en el mismo
círculo de amor que hay entre el Padre y Jesús, y son llamados a vivir en este
mismo amor. Eso se notará en "guardar los mandamientos", es decir, en
seguir la palabra y el ejemplo de Jesús, que ha amado hasta la muerte.
Ciertamente este proyecto de vida no es fácil, pero el discípulo lo podrá vivir
precisamente porque vive del amor de Jesús y de Dios (y eso se traduce en ser
"amigo" y no "siervo": la llamada a amar hasta la muerte no
es una "obligación", sino una "convicción compartida"). Y
así el discípulo vive la misma alegría que Jesús, a la vez que se sabe escogido
personalmente por Jesús para continuar su obra, bajo la protección del Padre.
Josep Lligadas
- Misa Dominical 1994, 7