ESCUCHAR LA PASION
BENDICION DE LOS RAMOS
Dios
Todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición estos ramos y a cuantos vamos
a acompañar a Cristo Rey y aclamándolo con cantos, concédenos, por medio de el,
entrar en la Jerusalén del cielo, El que vive y reina por los siglos de los
siglos. Amen.
EVANGELIO DE LA ENTRADA DEL SEÑOR
Lectura del
santo Evangelio según San Mateo 21, 1-11
Cuando se
acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús
mandó dos discípulos, diciéndoles: Vayan a la aldea de enfrente, encontraran en
seguida una borrica atada con su pollino, desátenlos y tráiganlos. Si alguien
les dice algo contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto.
Esto ocurrió
para que se cumpliese lo que dijo el profeta: «Digan a la hija de Sión: Mira a
tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de
acémila.».
Fueron los
discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el
pollino, echaron encima sus mantos y Jesús se montó. La multitud extendió sus
mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la
calzada.
Y la gente
que iba delante y detrás gritaba: ¡Viva el Hijo de David!. ¡Bendito el que
viene en nombre del Señor!.
¡Viva el
Altísimo!. Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada: ¿Quién
es éste?. La gente que venía con él decía: Es Jesús, el profeta de Nazaret de
Galilea.
ORACION COLECTA
Dios todopoderoso y eterno que
hiciste que nuestro Salvador se encarnase y soportara la cruz para que imitemos
su ejemplo de humildad, concédenos propicio aprender las enseñanzas de la
pasión y participar de la resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del
Profeta Isaías 50, 4-7.
Mi Señor me ha
dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de
aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El
Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás.
Ofrecí la
espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No
oculté el rostro a insultos y salivazos.
Mi Señor me
ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal,
y sé que no quedaré avergonzado.
SALMO RESPONSORIAL (21)
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió
al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere.». R.
Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de
malhechores: me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa, echan
a suerte mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven
corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te
alabaré. Fieles del Señor, alabadlo, linaje de Jacob, glorificadlo, temedlo,
linaje de Israel. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 2, 6-11
Hermanos: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su
categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de
esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse
incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo,
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo, y toda lengua proclame:
«¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre.
EVANGELIO
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo 26, 14;
27, 66.
EVANGELIO
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo 26, 14; 27, 66.
C. En aquel tiempo [ uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a
los sumos sacerdotes y les propuso:
S. ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?.
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces
andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le
preguntaron:
S. ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?.
C. El contestó:
Id a casa de Fulano y decidle: «El Maestro dice: mi momento está
cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.».
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la
Pascua.
Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían dijo:
Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar.
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. ¿Soy yo acaso, Señor?.
C. El respondió:
El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El
Hijo del Hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar
al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber nacido.
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. ¿Soy yo acaso, Maestro?.
C. El respondió:
Así es.
C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió
y lo dio a los discípulos diciendo:
Tomen, coman: esto es mi cuerpo.
C. Y cogiendo un cáliz pronunció la acción de gracias y se lo pasó
diciendo:
Bebed todos; porque esta es mi sangre, sangre de la alianza derramada
por todos para el perdón de los pecados. Y les digo que no beberé más del fruto
de la vid hasta el día que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi
Padre.
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos. Entonces
Jesús les dijo:
Esta noche van a caer todos por mi causa, porque está escrito:
«Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño.». Pero cuando
resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C. Pedro replicó:
S. Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.
C. Jesús le dijo:
Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante tres veces, me
negarás.
C. Pedro le replicó:
S. Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les
dijo:
Siéntense aquí, mientras voy allá a orar.
C. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a
entristecerse y a angustiarse.
Entonces dijo:
Me muero de tristeza: quédense aquí y velen conmigo.
C. Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
Padre mío, si es posible que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no
se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos.
Dijo a Pedro:
¿No han podido velar una hora conmigo?. Velen y oren para no caer en
la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu
voluntad.
C. Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban muertos
de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas
palabras.
Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
Ya pueden dormir y descansar. Mira, está cerca la hora y el Hijo del
Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense, vamos!. Ya
está cerca el que me entrega.
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los doce,
acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos
sacerdotes y los senadores del pueblo. El traidor les había dado esta
contraseña:
S. Al que yo bese, ése es: deténganlo.
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. ¡Salve, Maestro!.
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
Amigo, ¿a qué vienes?.
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno
de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó
la oreja al criado del sumo sacerdote.
Jesús le dijo:
Envaina la espada: quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que
no puedo acudir a mi Padre? El me mandaría en seguida más de doce legiones de
ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura que dice que esto tiene que
pasar.
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
¿Han salido a prenderme con espadas y palos como a un bandido? A
diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvieron.
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los
profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo
sacerdote, donde se habían reunido los letrados y los senadores. Pedro lo
seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y entrando dentro, se sentó
con los criados para ver en qué paraba aquello.
Los sumos sacerdotes y el consejo en pleno buscaban un falso testimonio
contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los
muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que
declararon:
S. Este ha dicho: «Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en
tres días.».
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. ¿No tienes nada que responder?. ¿Qué son estos cargos que levantan
contra ti?.
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios.
C. Jesús le respondió:
Tú lo has dicho. Más aún, yo les digo: desde ahora veran que el Hijo
del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las
nubes del cielo.
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:
S. Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?. Acaban de oír
la blasfemia. ¿Qué deciden?.
C. Y ellos contestaron:
S. Es reo de muerte.
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo
golpearon diciendo:
S. Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado.
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y
le dijo:
S. También tu andabas con Jesús el Galileo.
C. Él lo negó delante de todos diciendo:
S. No sé qué quieres decir.
C. Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. Este andaba con Jesús el Nazareno.
C. Otra vez negó él con juramento:
S. No conozco a ese hombre.
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron:
S. Seguro; tú también eres de ellos, se te nota en el acento.
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:
S. No conozco a ese hombre.
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de
Jesús: «Antes de que cante el gallo me negarás tres veces.» Y saliendo afuera,
lloró amargamente.
Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los senadores del
pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y atándolo lo
llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.
Entonces el traidor sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas
de plata a los sumos sacerdotes y senadores diciendo:
S. He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.
C. Pero ellos dijeron:
S. ¿A nosotros qué?. ¡Allá tú!.
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se
ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas porque son precio
de sangre.
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero
para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de
Sangre.». Así se cumplió lo escrito por Jeremías el profeta:
«Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue
tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del
Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.»].
Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. ¿Eres tú el rey de los judíos?.
C. Jesús respondió:
Tú lo dices.
C. Y mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los senadores no
contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. ¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?.
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy
extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente
quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente
acudió, dijo Pilato:
S. ¿A quién quieren que les suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien
llaman el Mesías?.
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y mientras estaba
sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando
con él.
C. Pero los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a la gente
que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús.
El gobernador preguntó:
S. ¿A cuál de los dos quieren que les suelte?.
C. Ellos dijeron:
S. A Barrabás.
C. Pilato les preguntó:
S. ¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?.
C. Contestaron todos:
S. Que lo crucifiquen.
C. Pilato insistió:
S. Pues, ¿qué mal ha hecho?
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. ¡Que lo crucifiquen!.
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba
formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia del pueblo,
diciendo:
S. Soy inocente de esta sangre. ¡Allá ustedes!.
C. Y el pueblo entero contestó:
S. ¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!.
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo
entregó para que lo crucificaran.
Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron
alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de
color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le
pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se
burlaban de él diciendo:
S. ¡Salve, rey de los judíos!.
C. Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la
cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo
llevaron a crucificar.
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo
forzaron a que llevara la cruz.
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La
Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no
quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a
suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un
letrero con la acusación: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. Crucificaron con
él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban, lo
injuriaban y decían meneando la cabeza:
S. Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a
ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.
C. Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban
también diciendo:
S. A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el Rey de Israel?.
Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo
quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?.
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda
aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
—Elí, Elí, lamá sabaktaní.
C. (Es decir:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?).
C. Al oírlo algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. A Elías llama éste.
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida cogió una esponja empapada en
vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber.
Los demás decían:
S. Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra
tembló, las rocas se rajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos
que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó salieron de las tumbas,
entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el
terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados:
S. Realmente este era Hijo de Dios.
[C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que
habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle; entre ellas, María
Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.
Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era
también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús.
Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo
envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había
excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se
marchó.
María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del
sepulcro.
A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en
grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. Señor, nos hemos acordado que aquel impostor estando en vida
anunció: «A los tres días resucitaré.» Por eso da orden de que vigilen el
sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el
cuerpo y digan al pueblo: «Ha resucitado de entre los muertos.». La última
impostura sería peor que la primera.
Pilato contestó:
S. Ahí tienen la guardia: vayan ustedes y aseguren la vigilancia como
saben.
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la
vigilancia del sepulcro. ].
COMENTARIO
Los relatos de
la pasión vamos a escucharlos nuevamente y los vamos a leer una vez más, es la
mejor de las meditaciones para los días de la semana santa. Tenemos cuatro
relatos y podemos alimentar nuestra fe y nuestro amor con diferentes
contemplaciones: Mateo (ciclo A), Marcos (Ciclo B) Lucas (Ciclo C), Juan para
el viernes santo de cada año
El relato de la
pasión según Mateo recoge y amplía el de Marcos. Nos limitaremos a señalar
algunas características y matices. Leemos la última parte del "acta del
martirio": proceso civil y ejecución.
Mateo da a la
redacción un sentido más expresivamente teológico. Con cierto regusto sacral,
casi litúrgico. Les escribe a una comunidad que conoce las costumbres judías. A
través de su constante referencia a textos de la Escritura, se transparenta el
cumplimiento de las profecías. En el momento culminante del proceso, acentúa la
responsabilidad del pueblo de la alianza: v 25. Palabras desnudas y dolorosas,
que hay que leer con serena comprensión. No fue todo el pueblo judío el
responsable directo de la muerte de Jesús, sino unos cuantos dirigentes
corrompidos. Un puñado de hombres sobornados, de gente mal informada. Con la
colaboración servil de Pilatos. De la triste escena hace Mateo un signo. El
antiguo pueblo de la elección pierde el privilegio de su «herencia» teológica,
que pasará al nuevo Israel universal. Se realiza el drama alegorizado en la
parábola de los viñadores (21,33-46).
La muerte de
Cristo, acontecimiento escatológico. Quizá es el acento más característico de
Mateo (vv 51-53). La tierra que tiembla y las rocas que se hunden avisan, en
lenguaje apocalíptico, que el mundo antiguo ha llegado a su fin. La
resurrección de los muertos anuncia la renovación definitiva del pueblo (Ez
37...). Se ha rasgado el velo del templo. Comienza la nueva y eterna alianza en
la sangre purificadora de Jesús (26,28).
«Los que pasaban»
(39s) actualizan la tentación del desierto: «Si eres Hijo de Dios...» (cf. Mt
4,3ss). Precisamente porque es el Hijo de Dios ha aceptado la cruz (26,42), y
como Hijo de Dios se manifiesta en ella (27,54). Expresión infinita de amor al
Padre (= plegaria de Getsemani). Donación total de sí mismo (= 26,26-28) para
la auténtica liberación del hombre (20,28).
El evangelista
rubrica la historia del Calvario recordando el ejemplo de firmeza de aquellas
mujeres (55-56), discípulos y seguidores del Maestro, que desde donde podían
miraban (exactamente: «contemplaban») al Crucificado. Insinúa en ellas el ardor
con que la espiritualidad cristiana, ya a partir de san Pablo, hará de la cruz
uno de los temas predilectos de contemplación religiosa.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos a Dios de nuestra salvación y sabiendo que Jesús es
el que viene en su nombre para salvarnos de la muerte y del pecado, digámosle: R.-
Te rogamos, óyenos.
1.- Por la Iglesia, extendida por toda la
tierra; para que ponga su confianza y su seguridad solo en Jesús, nuestro
hermano y Salvador. Oremos. R.
2.- Por los gobernantes de las naciones
para que la preocupación por el bien común y la construcción de una sociedad
justa y pacífica estén por encima de sus intereses. Oremos. R.
3.-Por los que se sienten olvidados y los
marginados de la sociedad; para que experimenten la bondad de Dios a través de
nuestros gestos concretos de cercanía fraterna y solidaria. Oremos.
R.
4.- Por nuestra comunidad parroquial; para
que al proclamar a Jesús como Rey y Señor de nuestras vidas, superemos
distancias y enemistades entre nosotros. Oremos. R.
5.- Por los niños y jóvenes, para que, con
la ayuda de padres y educadores
descubran el amor apasionado de Dios por nosotros, en la entrega de su Hijo
para devolvernos la Vida. Oremos. R.
6.- Por los que llevan en su vida las
manos de la pasión de Jesús, para que descubriendo el valor redentor del
sufrimiento, experimenten el consuelo de sentirse unidos a la muerte y al
triunfo del Señor. Oremos. R.
Padre de Bondad haz que la contemplación de los misterios
de nuestra redención tenga efectos transformadores en nuestra manera de vivir.
Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que por la pasión de tu
Unigénito se extienda sobre nosotros tu misericordia y aunque no la merecen nuestras obras, que
con la ayuda de tu compasión podamos recibirla en este sacrificio único. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Saciados con los dones santos, te
pedimos, Señor que así como nos has hecho esperar, lo que creemos por la muerte
de tu Hijo, podamos alcanzar, por su resurrección, la plena posesión de lo que
anhelamos. Por Jesucristo nuestro Seño.
PALABRA DE DIOS Y
SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 06: Is.
42, 1-7, Sal 27; Jn
12, 1-11
Martes 07:
Is 49, 1-6; Sal 71, Jn 13, 21-33, 36-38.
Miércoles 08: Is 50, 4-9; Sal 69; Mt 26, 14-25.
Jueves 09:
Ex. 12, 1-8, 11-14; Sal 116; Jn 13, 1-15.
Viernes 10: Is 52, 13-53; 12; Sal 31, Hb 4, 14-16; 5, 7-9.
Sábado 11:
Gn 1, 1-2, 2-2; Sal 104, Gn 22, 1-18; Mt 28, 1-10
Domingo 12: Hc 10, 34, 37-43; Sal 118; Col 3, 1-4; Jn 20, 1-9.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 26, 14-27, 66
1.- -Traición
de Judas. La traición sale del mismo seno de la comunidad.
-Jesús ante
Pilatos. La acusación adquiere el tono de traición contra el poder romano.
Irónicamente, Barrabás ("hijo del padre") es amnistiado en vez del
verdadero Hijo. Y el que es "inocente" en el sueño de la mujer de
Pilatos, es condenado.
J. NASPLEDA -
MISA DOMINICAL 1987/08
2. J/PASION/Mt.
Los Evangelio
de este día nos dan el relato de la Pasión según los tres sinópticos y, en
consecuencia, parece lo más indicado presentar, como comentario a cada uno de
ellos, un análisis de las características de cada relato. De esta forma
penetramos en el misterio de la pasión y la muerte de Cristo por tres accesos
muy concretos.
* * * *
a) Apenas se
comienza la lectura de la versión de Mateo, inmediatamente se advierte la
importancia que tiene el tema del cumplimiento de las Escrituras. Mateo prueba
a los judeo-cristianos, que esperaban un Mesías triunfador y glorioso, que los
profetas anunciaron un Mesías paciente y que las Escrituras previeron el
desarrollo de la pasión hasta en sus menores detalles.
Así, la agonía
de Jesús en Getsemaní estaba prevista por el Sal 41/62, 6 (26, 38). Apenas
detenido Jesús, Mateo precisa que era necesario que así sucediera para cumplir
las Escrituras (26, 54, 56), rechazando con ello la opinión de quienes pudieran
ser partidarios de una respuesta armada a la detención de Jesús. Y cuando se
produce este suceso, Jesús hace alusión al procedimiento que le identifica con
los maleantes (26, 55), actuación que él relaciona con la del Siervo paciente
en Is. 53, 9, 12, según los Setenta: "Catalogado entre los
criminales".
En el diálogo
entre Cristo y el sumo sacerdote, Mateo subraya también el tema del Templo (26,
21), "cumplido" en la persona de Cristo, y cita (mejor que Lucas) el
pasaje de Dan. 7, 13 sobre el Hijo del hombre (26, 64). El evangelista es
también el único que descubre la muerte de Judas (27, 3-10), en la que ve de
nuevo el cumplimiento de las Escrituras (cita de Zac. 11, 12-13).
Al contrario
que Lucas y Juan, Mateo y Marcos insisten en el hecho de que Jesús no contesta
nada a Pilatos. Reflejan así el silencio del Siervo paciente ante las injurias
(Is. 53, 7). Mateo alude igualmente al gesto de Pilatos lavándose las manos
(26, 24-25), duda porque en él ve un rito ejecutado en cumplimiento de la ley
(Dt. 21, 6-9; Sal. 72/73, 13). La multitud responde también a Pilatos por medio
de una expresión tradicional: "Que su sangre caiga..." (27, 25; cf. 2
Sam. 1, 16); quizá Mateo haya visto en ello una profecía de la decadencia del
pueblo judío.
Mientras que
los demás evangelistas no prestan gran atención al detalle, Mateo especifica
que la bebida que se le ofrece a Cristo en la cruz era de hiel, con lo que
verifica el texto del Sal. 68/69, 22 (Mt. 27, 34). Utiliza el mismo
procedimiento a propósito del reparto de sus vestiduras, y del grito lanzado en
la cruz, y otras aplicaciones, según él, del Sal. 21/22 (Mt. 27, 35). Mateo es
igualmente el único que relaciona las burlas de los judíos contra Cristo en la
cruz: "Ha salvado a otros...", con las burlas de los impíos respecto
al Justo (cf. 27, 43; Sab. 2, 18-20).
Y también es el
único autor que describe los episodios que se desarrollaron después de la
muerte de Jesús: el velo del Templo que se rasga, las resurrecciones, los
temblores de tierra son fenómenos anunciados por los profetas para el día de
Yahvé (Am. 8, 9). Mateo es, finalmente, el único que menciona la riqueza de
José de Arimatea (Marcos habla de su notoriedad y Lucas de su piedad), con el fin
de verificar la profecía de Is. 53, 9: tendrá su sepulcro entre los ricos. No
estará de más señalar que, en el pensamiento de Isaías, esta profecía quería
significar que el Siervo sería confundido con los impíos.
Es evidente que
Mateo siente la preocupación por explicar los hechos por la Palabra: palabra de
las Escrituras cumplidas, palabra del mismo Jesús (mucho más pródigo en Mateo
que en las demás versiones). No se trata, pues, de una simple visión de
conjunto: en Mateo se elabora ya una teología que se centra preferentemente en
torno a la idea de cumplimiento: los acontecimientos de la Pasión no tienen
nada de accidental y forman parte del designio de Dios sobre el mundo.
Todo se
desarrolla tan bien de la mano de Dios en los acontecimientos de la Pasión que
Mateo puede hacer de ella el final de la era antigua y el comienzo de la era de
la Iglesia. Más aún que los otros, el primer Evangelio subraya el alcance
escatológico y eclesiológico de los acontecimientos. El velo desgarrado es
señal de la caducidad de la economía antigua y el temblor de tierra señala la
introducción de la nueva. La fe del centurión constituye las primicias de la
conversión de las naciones. Al devolver a los "discípulos" el cuerpo
de Cristo, los sumos sacerdotes abdican definitivamente sus prerrogativas y
dejan a la Iglesia la tarea de ser signo de Cristo en el mundo.
Una de las
características propias del relato de Mateo, bastante compleja por otro lado,
es la mención de los guardias en la cruz (Mt. 27, 36 y 54) y sobre todo en el
sepulcro (Mt. 27, 62-66), una mención que no hacen los demás evangelistas. La
clave de esa mención nos la da el mismo Mateo en 28, 11-15.
Parece que
Mateo, o la tradición que representa, compuso esta narración de la custodia con
una finalidad apologética: contrarrestar la fábula judía de la sustracción del
cuerpo. La fe de Mateo en Cristo es tan fuerte que llega incluso a componer un
relato con el fin de anular radicalmente la mentira de los judíos. De hecho, si
Mateo parece engañarnos, a nosotros y a nuestra mentalidad moderna, es fiel a
una historia más verdadera, la de su fe, de la que sabe perfectamente que no
descansa sobre la experiencia verificable de Jesús saliendo del sepulcro.
MAERTENS-FRISQUE
- NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III - MAROVA MADRID 1969.Pág. 232-234.
3. /Mt/26/36-41 CR/VIGILANCIA J/DEBILIDAD DEBILIDAD/J:
-Getsemaní
No hace falta
decir que el episodio de Jesús en Getsemaní posee gran importancia para
comprender la pasión que sigue. Es una escena de revelación. Mientras que la transfiguración
(17,1-9) revelaba por anticipado la gloria del Hijo del hombre, aunque
encaminándose hacia la cruz, aquí se revela la profunda humanidad de Cristo, su
"debilidad". Es una revelación que podemos resumir así: este hombre
que siente "tristeza y angustia", cuya alma está triste hasta morir y
que experimenta el peso de la "carne débil", es el portador de la
revelación definitiva de Dios, ¡es el Hijo de Dios! Así pues, una profunda
revelación del misterio de Cristo que el discípulo, como siempre, no comprende;
en lugar de velar y acompañar, el discípulo se abandona al sueño.
Efectivamente, se advierte un doble movimiento en el relato: por una parte,
Jesús que se aleja, solo (es una manera de subrayar el carácter inaccesible del
misterio encerrado en la oración de Jesús); por otra, Jesús que se acerca, que
vuelve a los discípulos y les invita a acompañarlo (se subraya la cercanía del
misterio de Jesús); pero el discípulo, aunque invitado, no comprende. Además de
revelarnos la profunda humanidad de Jesús (por tanto, el relato que sigue se ha
de leer tomando muy en serio la humanidad del Hijo de Dios), el relato nos
manifiesta la reacción íntima de Jesús frente a los acontecimientos dolorosos
inminentes. Es la pasión interior del Maestro. Los relatos que siguen (proceso,
condena, insultos, crucifixión) son la superficie de la pasión, los hechos, la
crónica; aquí se nos revela la reacción íntima de Jesús; allí lo que los
hombres hicieron con Jesús; aquí cómo reaccionó en su ánimo. Por tanto, la
escena de Getsemaní es, también desde este punto de vista, una clave
indispensable para comprender en profundidad el resto de la narración.
Finalmente, hay un tercer punto, no ya cristológico como los dos primeros, sino
eclesial; refleja la lección de vida que la comunidad cristiana obtenía de la
meditación de la oración de Jesús en el huerto. Como Cristo, por medio de la
vigilancia y de la oración al Padre, superó victoriosamente el momento decisivo
de la prueba, así el discípulo: "Vigilad y orad" es la invitación reiterada
a la Iglesia. El episodio se convierte en un modelo para la existencia
cristiana, en una ilustración de la advertencia que Mateo ha colocado como
conclusión del discurso escatológico (24,42): "Velad, pues, porque no
sabéis el día en que vendrá el Señor".
BRUNO MAGGIONI
- EL RELATO DE MATEO - EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 275
El evangelista
no pierde ocasión de subrayar que Jesús es inocente. La mujer de Pilatos lo
llama "hombre justo" (27,19) y Pilatos, a su vez, reconoce
públicamente su inocencia (27-24): "Yo soy inocente de la sangre de este
justo. Allá vosotros". Jesús es condenado como inocente por su pueblo; una
inocencia tan clara, que hasta los paganos la reconocen. Sin embargo, es
condenado, a pesar de la afirmación de la inocencia por el mismo Pilatos. El
procurador romano asume una actitud manifiestamente contradictoria. Abre el
proceso con una clara intención de objetividad y se esfuerza en librar a Cristo
de la condena. Mas apenas se ve comprometido personalmente ("Viendo que no
conseguía nada y que aumentaba el alboroto": v.24), su objetividad
desaparece; su deseo de objetividad no va más allá de un cierto precio. Hay una
razón de estado que prevalece sobre la verdad y la justicia. Pilatos no está de
ningún modo dispuesto a perderse a sí mismo.
De todas
formas, el intento de objetividad de Pilatos y su pública proclamación de la
inocencia de Jesús ponen de relieve la obstinación y la injusticia que implica
el rechazo de los judíos.
Ellos deben
elegir entre el Mesías y Barrabás (v.17); se ven forzados a elegir -ironía de
la vida- entre el Mesías y un ladrón. La escena es altamente simbólica. No se
puede rechazar a Cristo sin más; se lo cambia. Todo rechazo es una elección.
Mateo precisa
que el rechazo es colectivo (v.20). Es todo el pueblo quien condena al Mesías,
y no sólo los jefes: "Todo el pueblo respondió: Recaiga su sangre sobre
nosotros y sobre nuestros hijos". Mateo piensa probablemente en algunos
textos bíblicos; por ejemplo, 2 Samuel 1,16; Jer 51,31, según los cuales el que
derrama sangre inocente es maldito de Dios.
Los judíos
habían entregado Jesús a Pilatos (v.27,2); ahora Pilatos lo entrega a los
soldados para que lo crucifiquen (v.26). Pero antes del viaje al Calvario, el
evangelista relata una segunda escena de ultraje (vv. 27-31), paralela a la
escena precedente, que seguía al proceso judío; allí se hacía burla de Jesús
profeta; aquí, de Jesús rey. Es una escena importante; en cierto sentido ocupa
el centro de toda la sección y enlaza los dos temas principales que el
evangelista desarrolla, a saber, la revelación de la realeza de Jesús y su
rechazo por parte del mundo. El juego cruel de los soldados es burla y rechazo;
Jesús es revestido de las enseñas reales por burla. Sin embargo, y a despecho
de todo, es proclamado "el rey de los judíos".
-La Realeza de
Jesús
Decíamos que el
tema más importante de nuestra perícopa es la realeza de Jesús. Es preciso
profundizar en él. Mateo lo ha introducido desde el principio de su evangelio
(2,2), y ya entonces tuvo cuidado de situarlo en un contexto de oposición y
rechazo: Jesús es un rey que marcha al destierro. Luego, el título de rey
desaparece por completo del relato evangélico y no reaparece hasta el relato de
la pasión, precisamente en nuestra perícopa y en la escena de la crucifixión.
Esto es ya un dato de suma importancia. La de Jesús es una realeza que
únicamente en un contexto de pasión destaca en todo su verdadero esplendor y en
su auténtico sentido; solamente a la sombra de la cruz se la puede entender sin
equívocos. La escena de los ultrajes no expresa solamente hasta qué punto Jesús
fue rechazado y en qué grado se humilló; pretende demostrar hasta dónde la
realeza de Dios, manifestada en Jesús, es diversa de los esquemas comunes; lo
es hasta el punto de parecer una burla. Sin embargo, esta diversidad ya la
había dejado entrever Jesús precedentemente (/Mt/20/25-28): "Sabéis que
los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes imperan sobre ellas.
No habrá de ser así entre vosotros, sino que el que quiera ser grande entre
vosotros, sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros,
se haga vuestro esclavo; como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido,
sino para servir y dar su vida en redención de muchos".
Luego hay una diferencia
radical entre la realeza de Cristo y la del mundo, entre las manifestaciones de
la primera y las manifestaciones de la segunda. No hay nada en común entre
ambas; la realeza del mundo se manifiesta en el poder, en la imposición, en la
salvación de sí mismo; la realeza de Cristo se manifiesta en el servicio, en el
amor, en el rechazo del poder como medio de sustraerse a las contradicciones.
Por eso el mundo rechaza la realeza de Cristo, no la comprende y hasta la
considera una realeza de burla. Por eso los mismos discípulos se sienten con
frecuencia tentados -¡incluso por amor al Maestro!- a modificar la realeza de
Jesús, a hacerla semejante a la del mundo, en un intento, se diría, de hacerla
más convincente y eficaz.
BRUNO MAGGIONI
- EL RELATO DE MATEO - EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 289
-El Mesías,
abandonado
Jesús moribundo
es insultado por los transeúntes (vv. 39-40), que lanzan contra él nuevamente
la acusación de los falsos testigos en el proceso: se glorió de poder destruir
el templo y luego reconstruirlo; que se salve a sí mismo.
Le insultan los
escribas, los fariseos y los ancianos, sus jueces: Ha salvado a otros y no
puede salvarse a sí mismo; si realmente fuera el Mesías, Dios le bajaría de la
cruz; si realmente fuera amigo de Dios, Dios lo libraría. Así pues, éstos ponen
en duda la validez de sus milagros (ya los habían interpretado como
provenientes de Satanás: 12/24), la verdad de sus pretensiones mesiánicas y la
validez de su experiencia del Padre. Se niega la identidad más profunda de
Jesús. También los dos malhechores crucificados con él le insultan del mismo
modo.
El hombre
corriente, las autoridades y los desheredados, todos están contra Jesús. Para
comprender el significado profundo de estos insultos hemos de hacer una
precisión. En la voz de los transeúntes, de los sacerdotes y de los dos
malhechores resuena la misma voz de satanás que ya escuchamos en el relato de
la tentación (/Mt/04/03): "Si eres el Hijo de Dios...". Si realmente
eres el Hijo de Dios, debes usar el poder de que dispones para obtener
credibilidad, para hacer triunfar la verdad. Y no se diga que se trata de un
razonamiento meramente humano; existe toda una literatura de martirio que
asegura justamente que Dios interviene siempre, aunque sea en el último
momento, para derrotar a los enemigos y hacer triunfar al justo. Así en Sal
34,8 y en Sal 1,9-12: "Teniendo a Yahvé por refugio, el Altísimo por tu
asilo, no te llegará la calamidad ni se acercará la plaga a tu tienda, pues te
encomendará a sus ángeles para que te guarden en todos sus caminos". Por
tanto, los jueces tienen ahora la prueba de la verdad de su veredicto (una
prueba, diríamos, ¡tomada de las Escrituras!): si no puede salvarse, si Dios no
le salva, significa que hemos tenido razón al tomarlo por un falso mesías, por
un impostor y un blasfemo. Así comprendemos la soledad de Jesús. Es la soledad
del que se siente al final desmentido, abandonado de aquel mismo Dios en el que
únicamente había confiado y por cuya obediencia ha emprendido su camino:
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (/Mt/27/46).
Como de
costumbre, el evangelista no se limita a relatar los hechos, sino que los
interpreta a la luz de las Escrituras. Lo que está acaeciendo es el
cumplimiento de las Escrituras.
BRUNO MAGGIONI
- EL RELATO DE MATEO - EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 294
6.- La Pasión
es el relato de la Cruz de Jesús. ¿Cómo ha entendido Jesús su propia muerte? Es
difícil penetrar en el secreto de Dios; pero sí que podemos dar algunos datos:
Jesús soluciona su papeleta él solo (26, 29s). Además Jesús experimenta
vivísimamente la fuerza del pecado: el pecado se mete de lleno en toda la
persona de Jesús ("por nosotros se hizo un maldito", /Ga/03/13).
Llega hasta a identificarse con los pecadores: palpa el convencimiento de que
él no muere solamente por la fuerza de las circunstancias, adversas cuanto
cabe, ni siquiera por ser hombre, porque alguna vez debía morir. Jesús se sabe
"muriendo por otros" o, dicho de otro modo: a lo largo del evangelio
vamos viendo que Jesús tiene la intuición de que encarna en su persona de algún
modo la figura de aquel "siervo" del que hablaba el AT (Is 53; Sal 22
y 69) del que se dice que sufrirá por todos (Is 53, 4-5: "Y llevó los
pecados de muchos e intercedió por los culpables". Is 53, 12). Esta
identificación de Jesús con los pecadores es bien real, capaz de motivar la
náusea más grande, la tristeza de los que mueren (26, 38).
J/OBEDIENCIA: En segundo lugar es el
colmo de la obediencia. Según Hb/05/07-10, la trágica oración de Jesús en el
huerto se dice que fue escuchada, y por eso salvado de la muerte. Siendo esto
así, el morir de Jesús fue, según los planes del reino, llegar a la vida. La
obediencia de Jesús llega a unos extremos de fe insospechados. En tercer lugar
vemos que Jesús es entregado por Dios a la furia de sus enemigos (26, 46).
Ocurre a veces en el AT que Israel es "entregado" por Dios a la
devastación de sus enemigos normalmente por incumplimiento de la alianza (Lv
26, 25). A veces suele ocurrir también que el privilegio de Dios es entregado a
otros contrincantes (1 Sam. 24, 5). Otras veces son los mismos pueblos paganos
quienes son entregados por Dios a los ejecutores de su venganza (Ex 29, 19). En
todos estos casos Dios se desentiende, ya no quiere saber absolutamente nada de
su pueblo, o de los que antes estaban bajo su protección. Israel se queda en el
más completo desamparo porque Dios, su goel, su valedor, le hace ascos y le
entrega a sus enemigos como cosa de ningún valor. Jesús se identifica con ese
Israel pecador y se ve abandonado de Dios en el sentido más profundo del
término, en el abandono último. Una diferencia hay, sin embargo, entre Jesús e
Israel: éste es entregado por su incumplimiento de la Alianza, mientras que
aquél es entregado por otros, por el pecado de los que le entregan
("Cristo murió por nosotros cuando éramos aún pecadores". Rm 5, 8). Y
además, paradoja enorme, el entregado, perfecto, obediente, está de acuerdo en
ser entregado (cf. Fllp 2): este es el misterioso e irresoluble porqué de la
Pasión.
Finalmente
hacemos notar el fracaso absoluto del programa de Jesús, quien ve claro que ha
llegado la "hora del poder de las tinieblas" (/Lc/22/53).
Por un cierto tiempo los pecadores van a estar por encima de Jesús. Todo lo que
había construido en su vida, en su predicación, parece venirse abajo. Por eso
no es de extrañar que Jesús muriera con la incertidumbre de la prueba (27, 46).
Sin embargo, de una vez para siempre, Jesús ha puesto su confianza en el Padre,
se fía de él y sabe que, aunque no lo parezca, esto terminará bien. La
incertidumbre de la prueba fue superada por el éxito y el gozo de la
resurrección. No hay palabras en los vocabularios de los hombres para llegar a
ponderar este triunfo tanto del Padre como del Hijo: el Padre por su fidelidad,
el Hijo por su confianza.
V. 11: Esta
pregunta de Pilatos no se comprende bien sin las precisiones de Lc 23 1-2 que
presenta al pueblo denunciando a Jesús como uno que pretende llegar a ser rey.
El término rey tenía en el mundo judío unas claras connotaciones mesiánicas y
políticas. De ahí que la desconfianza del procurador fuera grande. No olvidemos
el pasado político de Israel con sus ansias de independencia que posteriormente
se verán confirmadas en la guerra del 70 contra los romanos. La respuesta de
Jesús ha de entenderse en sentido positivo: eres tú quien lo dice y tienes
razón. Sin embargo, el contexto indica que la realeza que pretende Jesús es de
un estilo muy diferente (esto ha motivado la explicación de Jn 18, 34s).
Pretender ser rey en una situación de tal opresión no es una ironía, sino que
se inscribe en lo paradójico del reino y de la pasión de Jesús: rey de la vida,
rey para salvar.
V. 16: Según
manuscritos de mucho peso el nombre completo es "Jesús Barrabás",
nombre común en la época del Señor. La actitud de Pilatos de desprecio irónico
más por los judíos que por Jesús mismo, encaja muy bien en el carácter del
procurador tal como lo describe Josefo. La "envidia" del v. 18 es el
ascendiente que Jesús tiene entre la gente. Pilatos se da cuenta de ello. Mateo
y los otros evangelios también se sirven de la figura de Barrabás para hacer
notar la responsabilidad que han tenido en este proceso los jefes del pueblo.
Estos son los que han manejado hábilmente la voluntad del pueblo, que, en el
fondo, se adherirá a Jesús (v. 20).
V. 19: Este
rasgo es exclusivo del evangelio de Mt. Pero no hay que ver en la mujer de
Pilatos una cristiana antes de tiempo. Sino que, atormentada por un sueño (en
la antigüedad tenían mucha importancia) que le deja perpleja, no considera a
Jesús como un justo en sentido judío o del mismo Mt. (fiel a la voluntad de
Dios: cf. 1, 19; 5, 45; 9, 13), sino en el sentido griego de un hombre de bien,
interesante e inquietante a la vez. Figuras que, por contraposición, hacen
resaltar más la inocencia de Jesús, y el valor incomprensible de su muerte.
Los vv. 24-26
son también propios de Mt, cuya intención general es disculpar a Pilatos y
hacer cargar las culpas al pueblo. No olvidemos que este evangelio está escrito
hacia el 85, momento en que el cristianismo se separaba definitivamente del
judaísmo y menudeaban las tensiones. Esta exclamación de los judíos tiene
también raíces en el AT (2 Sam 1, 13-16; 3, 29; Jer 51, 35; ver también Lc 23,
38). Más allá de una toma de posición política por parte de los judíos, éstos
se ven presionados a una alternativa de tipo religioso: o reconocen a Jesús
como el mesías prometido, o tienen que pedir su muerte como un blasfemo.
Implícitamente se toma la primera posición por parte del autor. Evidentemente
que todo antisemitismo a partir de esta expresión no tiene sentido alguno.
V. 26: Jesús
llega aquí al colmo de la entrega en manos de los hombres (cf. nota 1) y se
cumple perfectamente el anuncio que hiciera meses antes: "A este hombre lo
van a entregar en manos de los hombres" (17, 22). Además aparece con
bastante claridad la imagen del siervo sufriente: "despreciado y
abandonado de los hombres, tenido en nada" (Is 53, 3). La espiritualidad
judía del tiempo hablaba también con frecuencia del siervo que sufrirá (Salmos
de Salomón 17; 1 QH.2, 9-11; 6, 8; etc.) pero siempre terminan diciendo que
Dios le dará el poder y romperá la fuerza de sus propios enemigos. Es
escandaloso ver a Jesús en tal extremo de postración y tenerlo a pesar de todo
como el mesías de Dios y el que es capaz de salvar.
Mateo, como
buen catequeta, insiste más en algunos aspectos, al parecer secundarios, que en
la misma crucifixión, que la narra, muy de pasada. Uno de estos tres motivos
catequéticos (los otros dos serán el de la inscripción en la cabeza del leño y
las burlas de los judíos) es el del reparto de la ropa (vv. 35-36). Es el
despojo total de Jesús que se indica con el Sal 22 que es una súplica a Dios en
un momento de abandono, ya que hasta Dios mismo parece que no escucha la
oración del sufriente (Sal 22, 1). Es el despojo máximo de Jesús junto con la
irrisión que lleva consigo.
La inscripción
o título de la cruz era una tablilla que llevaba el condenado especificando la
causa de la condena. Pilatos hizo escribir esto para burlarse de la
religiosidad judía. Esta perícopa narra con claridad las objeciones que
entonces, y ahora, se pueden hacer a una muerte tan calamitosa: ¿cómo puede ser
rey nuestro un crucificado? (objeción judía o farisea): ¿cómo puede ser éste el
Hijo de Dios? (objeción cristiana de los discípulos): ¿cómo va a poder este
pobre salvar? (objeción de la sabiduría griega). Parece imposible dar crédito a
una persona en tal estado de fracaso. Ya lo decía Pablo con claridad:
"para los judíos un escándalo, para los paganos una locura" (/1Co/01/23). Sin embargo éste es el Cristo de nuestra
fe. CZ/ESCANDALO
v. 41: Este es
el tercer motivo catequético y en el que Mateo quiere hacer sobre todo
hincapié. Si se tiene en cuenta los versículos del Sal 22 que se citan (vv.
2.8.9.19) nos damos cuenta de que las burlas no vienen a subrayar la maldad de
los hombres o los sufrimientos morales de Jesús, sino el hecho irrisorio para
el justo de que el mesías haya sido entregado a la muerte por Dios. Cristo
abandonado por su Dios. Esto no lo puede comprender una mentalidad que esperaba
un mesías libertador y potente. Jesús ha elegido un camino de salvación
perfectamente incomprensible para judíos y griegos. Este es el escándalo de la
cruz. Pero precisamente lo que parecía muerte se convertirá en vida de verdad.
El camino del triunfo en la fe es el de saber valorar la cruz de ser hombre,
con las limitaciones que esto conlleva.
Este grito del
v. 46 está en estrecha relación con el del v. 50. Son, evidentemente, dos
gritos de aflicción. Pero hacemos notar en primer lugar, que estos gritos se
dirigen a su Padre ("Dios mío"), es decir, que son gritos de fe. En
segundo lugar que son el grito de un judío fiel (no en vano emplea el Sal 22,
salmo oracional) que confía en Dios, de ahí que se trate de una aflicción tanto
más real por cuanto no ha abandonado el plano de la fidelidad al Dios que
salva. En él se realiza el juicio salvador de Dios (Rm 3, 21s). Lo trágico del
desenlace de Jesús llega aquí a los más hondos niveles antropológicos y
teológicos. No hay ficción, sino cruda realidad.
La reacción del
centurión ante los raros fenómenos que acompañan a la muerte de Jesús es
(típicamente pagana, por lo que se excluye una confesión de la divinidad de
Jesús en boca del soldado. Incluso parece ser que esta expresión era corriente
en labios de paganos para designar a personalidades extraordinarias. No
obstante la primera comunidad cristiana vio aquí una confesión de fe que ella
misma se apropia. Como luego dirá en su reflexión teológica el evangelista
Juan: Jesús jamás fue el Hijo único de Dios en tanto grado como en la
humillación de la cruz. Todo este relato constituye un cúmulo de paradojas para
el que no tiene fe: para el creyente es fuente de adoración y de actuación en
la vida.
EUCARISTÍA
1981/18
7.- La Pasión
de Jesús, la más hermosa historia de amor y la más sucia historia de pecados,
debe leerse, proclamarse, en la celebración eucarística, despacio, que sirva
casi de homilía y de pregón de Semana Santa; por eso, conviene que se escuche
sentado.
Seguro que la
Pasión fue lo primero que se escribió de la vida de Jesús, no sólo para contar
lo sucedido, sino para interpretar los hechos. La pasión tan cruel y la muerte
tan humillante del Mesías, y el que fuese condenado incluso por las máximas
autoridades religiosas, era algo incomprensible y desequilibrador. Bastaría
comprobar la reacción de los discípulos.
Mateo, que
escribe en una comunidad judía, se esfuerza por demostrar que también en la
Pasión se cumplen las Escrituras. El Mesías es el Siervo de Yahveh, el justo
perseguido. Los jefes obran como los reyes del salmo 2 (cf. Mt 26, 3), que se
amotinan contra Dios y su Mesías. La actuación de los discípulos está ya
cantada en Zacarías y Jeremías (cf. Mt 27, 9 y Zac 11, 12: las treinta monedas
de plata; Mt 26, 31 y Zac 13, 7: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas
del rebaño»).
Datos propios
de este evangelista son la reacción final de Judas, el sueño de la mujer de
Pilatos, los hechos extraordinarios acaecidos a la muerte de Cristo, la
presencia de los guardias en el sepulcro. Mateo se esfuerza por probar los
hechos y dar respuesta a algunas malévolas interpretaciones sobre la
resurrección.
CARITAS - RIOS
DEL CORAZON - CUARESMA Y PASCUA 1993.Pág. 142
8. /Mt/26/14-25:
Para el evangelista
Juan, la Pascua tiene en la vida de Jesús una importancia extraordinaria.
Menciona expresamente como tres jalones, las tres Pascuas de su vida pública, y
la última, la que celebramos esta tarde, es señalada de antemano nada menos que
tres veces. No carece de sentido semejante manera de precisar. Una tras otra,
esas sucesivas fechas litúrgicas iban aproximando a Cristo a la gran Pascua o
tránsito del mundo al Padre: "He deseado enormemente celebrar esta Pascua
con vosotros antes de padecer".
Jesús celebra
el banquete pascual en compañía de los doce. Pero entre sus íntimos hay un
traidor.
Cuando Jesús
anuncia la traición de uno de los doce, cada uno de ellos se siente obligado a
preguntar: ¿Soy yo acaso, Señor?" Ante una acusación inquietante como ésta,
me parece muy auténtica la actitud de no desviar la palabra hacia los demás,
sino de permitir que nos golpee, que se abra camino hacia la conciencia, de
permitir que nos juzgue y nos cuestione.
Este es, en el
fondo, el camino de la salvación: que cuando se oiga hablar de un culpable, no
se dirija la vista hacia el vecino, sino que cada uno se mire a sí mismo.
Porque también se manifiesta la fidelidad reconociéndonos capaces de cualquier
traición.
S. Felipe Neri
le decía todas las noches a Dios antes de meterse en la cama: "no te fíes
de mí, Señor, que te puedo traicionar".
Hay que ser
conscientes de que todos llevamos en la boca, con la posibilidad de darlo un
día, el beso de Judas.
El relato de la
pasión según Mateo recoge y amplía el de Marcos. Nos limitaremos a señalar
algunas características y matices. Leemos la última parte del "acta del
martirio": proceso civil y ejecución.
Mateo da a la
redacción un sentido más expresivamente teológico. Con cierto regusto sacral,
casi litúrgico. A través de su fraseología, alusiva a textos de la Escritura,
se transparenta el cumplimiento de las profecías. En el momento culminante del
proceso, acentúa la responsabilidad del pueblo (laós) de la alianza: v 25.
Palabras desnudas y dolorosas, que hay que leer con serena comprensión. No fue
todo el pueblo judío el responsable directo de la muerte de Jesús, sino unos
cuantos dirigentes corrompidos. Un puñado de hombres sobornados, de gente mal
informada. Con la colaboración servil de Pilatos. De la triste escena hace
Mateo un signo. El antiguo pueblo de la elección pierde el privilegio de su
«herencia» teológica, que pasará al nuevo Israel universal. Se realiza el drama
alegorizado en la parábola de los viñadores (21,33-46).
La muerte de
Cristo, acontecimiento escatológico. Quizá es el acento más característico de
Mateo (vv 51-53). La tierra que tiembla y las rocas que se hienden avisan, en
lenguaje apocalíptico, que el mundo antiguo ha llegado a su fin. La
resurrección de los muertos anuncia la renovación definitiva del pueblo (Ez
37...). Se ha rasgado el velo del templo. Comienza la nueva y eterna alianza en
la sangre purificadora de Jesús (26,28).
«Los que
pasaban» (39s) actualizan la tentación del desierto: «Si eres Hijo de Dios...»
(cf. Mt 4,3ss). Precisamente porque es el Hijo de Dios ha aceptado la cruz
(26,42), y como Hijo de Dios se manifiesta en ella (27,54). Expresión infinita
de amor al Padre ( = plegaria de Getsemani). Donación total de sí mismo (=
26,26-28) para la auténtica liberación del hombre (20,28).
El evangelista
rubrica la historia del Calvario recordando el ejemplo de firmeza de aquellas
mujeres (55-56), discípulos y seguidores del Maestro, que desde donde podían
miraban (exactamente: «contemplaban») al Crucificado. Insinúa en ellas el ardor
con que la espiritualidad cristiana, ya a partir de san Pablo, hará de la cruz
uno de los temas predilectos de contemplación religiosa.
I. GOMA - LA BIBLIA DIA A DIA - Comentario
exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas - Ediciones
CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 899 s.
10. /Mt/27/57-66
San Mateo, en
paralelo con los otros evangelistas, relata concisamente la sepultura de Jesús.
Añade por su cuenta un inciso polémico: la guardia del sepulcro.
La primera
parte de la redacción es muy parecida a la de Marcos: Mateo hace el mayor
elogio de José de Arimatea al decir que también era «discípulo» de Jesús. Anota
que era "rico" para subrayar el cumplimiento de las profecías
(alusión a Is 53,9). La sábana «pura» (limpia) y el sepulcro «nuevo» insinúan
una sacralidad casi litúrgica.
La gestión de
los «grandes sacerdotes» y los «fariseos» para sellar oficialmente el sepulcro
y ponerle custodia, prepara otro inciso, también exclusivo de Mateo: el soborno
de los soldados, testimonios involuntarios de la tumba maravillosamente abierta
por el ángel del Señor, y la invención del cuerpo robado (28,4. 11-15). El
mensaje fundamental de la fe queda así enmarcado por el contramensaje de una
mentira. El evangelista concreta en una narración popular, no exenta de irónica
amargura, las discusiones entre el judaísmo oficial de su tiempo y los
cristianos en torno al acontecimiento principal de la salvación. Quizá este
inciso, polémico y circunstancial, nos puede confortar con la certidumbre que
da la larga experiencia: que las tinieblas, de cualquier forma en que se
manifiesten, no apagarán nunca la luz.
I. GOMA - LA
BIBLIA DIA A DIA - Comentario exegético a las lecturas de la, Liturgia de las
Horas, Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 902 s.