SI EL GRANO NO MUERE
SALMO: Sal 50:
Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
2ª
LECTURA:
Heb. 5, 7-9: Aprendió a obedecer y se ha convertido en autor de salvación
eterna.
EVANGELIO: Jn. 12, 20-33: Si el grano de trigo cae en tierra y
muere da mucho fruto.
El versículo 12,
24 del evangelio de san Juan “si el
grano no muere, queda infecundo” ha tenido la mala suerte de convertirse en una
especie de ley impersonal de la fecundidad espiritual: morir para dar fruto.
¡Pero el evangelio no tiene nada de impersonal! Se trata de la idea al mismo
tiempo grandiosa y angustiosa que Jesús se hace de su muerte. Nos dice: “Desde
la cruz atraeré a todos hacia mí”. Es una perspectiva inmensa: todos los
hombres. Todos salvados por Jesús, por su muerte y su resurrección. Pero en
contraste él mismo nos grita su angustia:”Ahora
me siento agitado; ¿le pido al Padre que me saque de esta hora?”.Luego se impone la visión de la gran obra de
salvación: “Para esto he venido para esta hora. ¡Padre manifiesta la gloria
tuya!”. Si Jesús no hubiera muerto tan trágicamente habría sido en la historia
un hombre excepcional y hasta único, pero en definitiva un hombre solitario.
Aceptando esta muerte que le angustia, va a producir un fruto inmenso: se hará
el salvador de todos, el imán que los atrae, a todos. Es lo que se nos ha
enseñado.
Pero ¿podemos saber por qué esa muerte de uno sólo
nos salva a todos?. Difícilmente. Como Jesús está entretejido de humanidad y de
divinidad, todo lo que le concierne está marcado por lo divino que se escapa de
nuestras manos. Vislumbramos dos cosas. Esa muerte es “totalizante”. En Jesús,
grano de trigo humano-divino están misteriosamente incluidos todos los hombres
de todos los tiempos. Su muerte podrá alcanzar a todos, así como su
resurrección. Ahí es donde radica la fecundidad
de esta muerte: “Si muero, daré mucho fruto”.
Pero ¿cuál es esa salvación que
va a pasar del grano único a la cosecha inmensa? ¿Por qué es “salvadora” esa muerte?.
Estamos aquí, al parecer ante una victoria prodigiosa, imposible por otra parte
de evaluar antes del fin del mundo. Una victoria del amor sobre el odio y el
egoísmo.
Habíamos sido creados para amar y
no lo conseguimos. Ese hombre único, el hijo del hombre va a realizar un acto
de tal categoría que supondrá nuestro desbloqueo, nuestro paso, nuestra pascua.
Después de la muerte y la resurrección de Jesús se les ofrecerá a todos la
posibilidad de amar, de triunfar del pecado que es siempre el no-amor. Jesús no
muere para obedecer una especie de decreto del Padre que se quede en la
exterioridad de su ser más profundo. Jesús no muere aplastado por una coalición
de fuerzas perversas.
La segunda plegaria eucarística
nos dice: “En cual cuando iba a ser entregado a su Pasión voluntariamente
aceptada”. Es verdad, Jesús fue
entregado por el Padre, pero entregado a una libre misión de amor, con todos
los riegos que esto suponía en aquella enorme prisión de odio que era el mundo
y que el hijo del hombre iba a abrir a la libertad. Y la abriría por el acto más pleno, el más
fecundo el más salvador que ningún hombre habría podido realizar. El único
grano sepultado va a dar origen a una cosecha gigantesca.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez
rolancaju@gmail.com