LA
PASION SEGÚN MARCOS
1°
LECTURA: Isaías
50, 4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría
defraudado.
SALMO: Sal 21: Dios mío, Dios mío, ¿por
que me has abandonado?
2°
LECTURA: Filipenses
2, 6-11: Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo.
EVANGELIO:
Marcos
14, 1 -15, 47
El Domingo de Ramos es el comienzo solemne de la
Semana Santa: Cada año recordamos los grandes misterios de nuestra salvación.
El Hijo de Dios asumió nuestra condición humana para hacerse solidario con nosotros.
Y ofreció su vida para que nosotros
pudiéramos reconciliarnos con el Padre. Hemos observado domingo a
domingo cómo fue aumentando el odio de los enemigos de Jesús. Cada uno de sus
gestos en favor de los enfermos y excluidos fue interpretado de manera
negativa; cada una de sus palabras fue sacada de contexto y manipulada. Sus
enemigos ya habían decidido liquidarlo; solamente esperaban el momento propicio
para echarle mano pues temían desafiar la furia de sus seguidores.
Analicemos cuáles fueron las circunstancias que
acompañaron la entrada de Jesús en Jerusalén: Jesús se dirige a la capital
religiosa e histórica de Israel para llevar a término la misión que le había
sido confiada. Cada año los judíos se reunían en la ciudad santa para celebrar
la Pascua, que era la conmemoración de la liberación de Egipto. A la alegría de
la fiesta religiosa y del reencuentro con los familiares y amigos, se unía un clima de tensión
política, pues los judíos se encontraban sometidos al poder romano. Y era
apenas natural que las celebraciones de la liberación de la esclavitud de
Egipto alimentaran los sentimientos nacionalistas y el anhelo de independencia.
Jesús, que conocía profundamente el alma popular, escogió precisamente este
momento para entrar en Jerusalén. Es el Mesías, descendiente de David, que
entra en su capital. Pero ¡de qué manera lo hace! El pueblo esperaba que el
Mesías entrara en Jerusalén como un nuevo David, con la solemnidad propia de
los grandes desfiles militares: uniformes de gala, música marcial, hermosos
caballos. En verdad, Jesús entra triunfalmente en Jerusalén. El texto
evangélico lo corrobora: muchos alfombraban el camino con sus mantos, otros con
ramas cortadas de los árboles, la gente gritaba. Pero se trata de una entrada
triunfal al revés: Jesús no entra haciendo alarde de poder; entra humildemente
en un burro, que es un animal sin pretensiones. Con este estilo quiere corregir
los imaginarios sobre el Mesías y da un giro radical a las expectativas sobre
el nuevo orden que ha anunciado en su predicación por los pueblos y campos, y
que va a sellar con la sangre que derramará en la cruz.
La gente sencilla, libre de prejuicios, es capaz de
ver en ese personaje que entra en un burro al descendiente del rey David. Por
el contrario, los fariseos, enceguecidos por el
odio, ven en él a un peligroso subversivo al que hay que eliminar. Las
pasiones políticas y religiosas, así como los prejuicios sociales, ciegan
nuestra capacidad de juzgar y nos llevan a decisiones equivocadas.
Al iniciar la Semana Santa los invito a no ser
simples espectadores de estos acontecimientos que cambiaron la historia del
mundo y el sentido de nuestras vidas: Que nuestra actitud interior sea la de
participantes activos, coprotagonistas de los misterios que celebramos.
Que en esta Semana Santa no nos comportemos como
despreocupados espectadores sino que nos involucremos activamente en las
celebraciones, degustemos los textos bíblicos, dejémonos interpelar por ese
Jesús, Hijo de Dios, que firmó con su sangre un pacto de amor que nunca
caducará.
P. Roland V. Castro Juárez