sábado, 13 de octubre de 2012

LECTURAS Y COMENTARIO DEL DOMINGO 14 DE OCTUBRE DEL 20112


LIBERATE




PRIMERA LECTURA

En comparación de la sabiduría, tuve en nada la riqueza


Lectura del libro de la Sabiduría (7,7-11):
Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena, y, junto a ella, la plata vale lo que el barro. La quise más que la salud y la belleza, y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables.

SALMO RESPONSORIAL (Sal  89,12-13.14-15.16-17
Sácianos de tu misericordia, Señor, y toda nuestra vida será alegría.

R. SÁCIANOS SEÑOR, DE TU MISERICORDIA.

Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando?. Ten compasión de tus siervos. R/.

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Danos alegría, por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas. R/.

Que tus siervos vean tu acción, y sus hijos tu gloria. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

SEGUNDA LECTURA

La palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón


Lectura de la carta a los Hebreos (4,12-13):
La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. juzga los deseos e intenciones del corazón. No hay criatura que escape a su mirada. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

EVANGELIO

Vende lo que tienes y sígueme


Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,17-30):
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».
Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno?. No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.».
Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.».
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.»
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!».
Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.».
Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús se les quedó mirando. y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.».
Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.».
Jesús dijo: «Les aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna.»

COMENTARIO

La gran cuestión de las riquezas no consiste en saber a partir de qué fortuna o con que salario uno deja de ser cristiano. Marcos no nos hace pensar en una calculadora, sino en Jesús que nos mira (tres veces se habla de esta mirada) y nos dice: “Sígueme”. ¿No ha dicho antes: “Liquídalo, dalo todo?”. Sí, pero esto significa exactamente: “Libérate de todo para seguirme”. Por tanto, es una lección, no de tristeza, sino de gran alegría. Si alguno cree que seguir a Jesús no es embarcarse en la felicidad, que cierre el evangelio.
El joven rico se puso a los pies de Jesús, buscaba la felicidad y se marchó triste. Lo tenia todo, según se dice, para ser feliz, pero Jesús le trazó este diagnóstico: “Una cosa te falta”. ¡Pobre de nosotros si nos falta eso!. Esa cosa tan preciosa es la posibilidad de seguir a Jesús. ¡Y esto supone una famosa liberación! “Vete, libérate de lo que puede encadenar, véndelo todo para  comprar la libertad de seguirme”. Ese es entonces la cuestión. Volvemos al “¡Liquídalo todo!”. ¿Habrá que seguir a Jesús totalmente desnudo”. Jesús no iba desnudo ni tampoco era un andrajoso. El no conoció la miseria. Comía y bebía normalmente; admitió incluso un gasto superfluo como el perfume que le ofrecía la mujer pecadora. Pero como nada lo ataba, pudo llegar hasta el fin de todo lo que exigía el amor fraternal. Cuando nos dice: “¡Ven!”, nos llama por ese camino, no hacia las cimas del despojo, sino hacia las cimas del amor. Hay que esforzarse por liberarse de todo lo que nos impide amar y servir. No hay nada que despoje tanto como el querer ser libre. Chocamos muy pronto con las cadenas del dinero: tener demasiado  no tener bastante.
Una vez más, acaba de constatar que la riqueza estropea a los mejores.  Aquel joven rico era un chico maravilloso, con grandes deseos de llegar lejos. “Jesús se le quedó mirando y le tomó cariño”.  Desgraciadamente lo vemos tan enredado en todo lo que se posee que no habría sido capaz de avanzar por el camino.  Más pronto o más tarde, el hombre choca con la  pared de  una imposibilidad “Señor hasta allí no puedo seguirte”. Pero Jesús les dice tanto a  los ricos como a los pobres una palabra que puede transformar nuestro desaliento en experiencia de confianza: “Todo es posible para Dios”.  No es una frase de un hombre, sino una palabra de Dios, vale la pena arriesgarlo todo para lanzarse a esta  confianza: “Contigo  no hay nada imposible”.  El brazo de Dios es lo bastante fuerte para arrancarnos del egoísmo así como de la inquietud del amor fraterno. “Es como hacer pasar al camello por el ojo de la aguja”.
Ante esta imagen pintoresca, pero tremenda, los discípulos miden la dificultad de seguir a Jesús: “Entonces, ¿quién puede salvarse?”. Cuando Jesús nos  dice: “Libérate”, se trata de  una invitación  pero  también de un ofrecimiento.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez