LAS MALDADES QUE
SALEN DE DENTRO HACEN AL HOMBRE IMPURO
ORACION COLECTA
Dios todopoderoso que posees toda
perfección, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre y concédenos
que, al crecer nuestra piedad, alimentes todo bien en nosotros y con solicitud
amorosa lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del
Deuteronomio 4, 1-2. 6-8
Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo les mando cumplir. Así
vivirán y entraran a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de sus
padres, les va a dar.
No añadan nada a lo que les mando
ni supriman nada; así cumplirán los preceptos del Señor, su Dios, que yo les
mando hoy. Pónganlos por obra, que ellos son su sabiduría y su inteligencia a
los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos ellos, dirán:
"Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente.”
Y, en efecto, ¿hay alguna nación
tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de
nosotros, siempre que lo invocamos? Y, ¿cuál es la gran nación, cuyos mandatos
y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy les doy?».
SALMO
RESPONSORIAL ( 14)
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
El
que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones
leales y no calumnia con su lengua. R.
El
que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera despreciable
al impío y honra a los que temen al Señor. R.
El
que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que así
obra nunca fallará. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol Santiago 1,
17-18. 21b-22. 27
Mis queridos hermanos: Todo
beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en el
cual no hay fases ni períodos de sombra.
Por propia iniciativa,
con la palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de
sus criaturas.
Acepta dócilmente la
palabra que ha sido plantada y es capaz de salvarlos. Llévenla a la práctica y
no se limiten a escucharla, engañándolos a ustedes mismos.
La religión pura e
intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus
tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23
En
aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de
Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir,
sin lavarse las manos.
(Los
fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos
restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la
plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de
lavar vasos, jarras y ollas.)
Según
eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus
discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?».
É1
les contestó: «Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, como está escrito:
"Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El
culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos
humanos.".
Dejen
a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.».
Entonces
llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchen y entiendan todos: Nada que
entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que
hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los
malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias,
injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad.
Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.».
COMENTARIO
El corbán es el caso de
una tradición humana, que enmascara intereses humanos y que quiere pasar
por acto religioso y servicio a Dios. Corbán se podría traducir por don. Era
una especie de voto con el cual se consagraban a Dios los bienes propios y
así se hacían intocables. Parece que ni Dios ni el templo tenían algún
provecho en esto, sino el que hacia el juramento, que así ponía a salvo,
bajo el nombre de Dios, sus bienes. Llegó a convertirse en un voto de
rechazo contra alguien que de esa forma no se podía beneficiar de
dichos bienes. Por ejemplo, unos padres necesitados no se podían
beneficiar de unos bienes sobre los cuales el hijo hubiese pronunciado el
voto del corbán. Así, en nombre de Dios, y en contra de lo que Dios había
mandado, un hijo se liberaba de la ayuda a sus padres ancianos y
necesitados. De esta forma la tradición humana conculcaba uno de
los mandamientos más explícitos de Dios, como era el de honrar a los
padres. La casuística rabínica admitía, en casos de hambre, que se podía
dispensar el voto del corbán y por “generosidad", y a través de
terceras personas, ayudar a unos padres en extrema necesidad.
La palabra "fariseos"
significa los separados, lo santos, los observantes. Se ha convertido en sinónimo
de hipócrita, que significa "actor". En el Evangelio son una secta o
tendencia del judaísmo y suelen salir malparados, sea porque se oponen a
Jesús o porque la primera comunidad cristiana los tiene enfrente. O por
ambas cosas juntas. De hecho, entre nosotros, llamarle a uno fariseo es un
insulto y que, referido a unas personas históricas, no está bien.
El fariseísmo constituye en todo
tiempo un peligro de cierto tipo de personas "religiosas" que,
aferradas a lo exterior de la ley, se consideran mejores que los demás, a
quienes juzgan mal, y se hacen orgullosos y duros de corazón.
Tanto el corbán como el fariseísmo
iluminan, por contraste, la enseñanza de Jesús, que tan gráficamente
inculta Marcos y hasta pone una lista de pecados. El primer deber de conciencia
de Jesús es tener limpia la conciencia, antes aún de seguirla. Lo primero
es poner en orden el corazón, porque sólo los limpios de corazón verán a
Dios. Sólo del hombre bueno, de la recta intención y del corazón limpio pueden
brotar las obras buenas. Esto es ir a la
raíz. Esta es la radicalidad de Jesús y del Evangelio, que queda ahí como
un hito en la historia y como una llamada a lo mejor del hombre de todos
los tiempos.
PLEGARIA UNIVERSAL
Dios no hace acepción de personas y nos escucha con afecto y ternura
cuando la invocamos llamándolo Padre. Po eso oremos por todo el mundo diciendo:
1.- Para que la Iglesia sea la casa de todos, donde cada uno se sienta
acogido, respetado y amado como es. Oremos al Señor.
2.- Par que nuestros pastores y todos los cristianos no desoigamos el
clamor de los más pobres. Oremos al Señor.
3.- Para que los que tienen en sus manos las decisiones políticas,
económicas y sociales, obren con justicia y rectitud. Oremos al Señor.
4.- Para que los que se sienten atribulados, deprimidos y sin esperanza
puedan experimentar la liberación de Cristo Jesús, que ahora pasa por sus
vidas. Oremos al Señor.
5.- Para que todos los que han muerto sean cobijados por la
misericordia del Señor y participen de su gozo eterno. Oremos al Señor.
6.- Para que al sentirnos acogidos y amados, por el Señor, podamos ser
hospitalarios, comprensivos y bondadosos con nuestros hermanos. Oremos
al Señor.
Escucha Padre, nuestras oraciones, colma de tus bienes a los que te
buscan y a todos danos tu paz y tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que esta ofrenda están nos alcance siempre tu bendición salvadora,
para que perfeccione con tu poder lo que realiza en el sacramento. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Saciados con el pan de la mesa del
cielo, te pedimos, Señor, que este alimento de la caridad fortalezca nuestros
corazones y nos mueva a servirte en nuestros hermanos. Por Jesucristo a nuestro
Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 03: 1Co 2 1-5; Sal 118; Lc 4, 16-30.
Martes 04:
1Co 2 10b-16; Sal 144; Lc 4, 31-37.
Miércoles 05: 1Co 3, 1-9; Sal 32; Lc 4, 38-44.
Jueves 06:
1Co 3, 18-23; Sal 23; Lc 5, 1-11
Viernes 07: 1Co 4, 1-5; Sal 36; Lc 5, 33-39.
Sábado 08: Mi 5, 1-4ª (o bien Rm 8, 28-30);
Sal 12; Mt 1, 1-16.18-23.
Domingo 09:
Is 35, 4-7ª; Sal 145; St 2, 1-5; Mc 7, 31-37.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Marcos 7,1-8.14-15.21-23
Par: Mt 15, 1-20
1. a) La discusión de Jesús con
los fariseos afecta a dos puntos concretos: las abluciones rituales antes
de las comidas sobre la que Marcos proporciona muchos detalles a los lectores
no judíos (vv. 3-4) y sobre la ofrenda sagrada de los bienes familiares que
dispensa del sostenimiento de sus familiares (vv. 10-11). Por lo demás, no
hay que perderse en los detalles de esas costumbres: no existen más que
para hacer comprender el alcance del v. 8, curiosamente repetido en el v.
9 e ilustrado con la cita de Is 29, 13 (v. 7): la tradición de los
hombres mata la Palabra de Dios.
El fariseo es típicamente el
antiguo Adán, que ha arrebatado a Dios el conocimiento del bien y del mal
y ha utilizado al máximo ese conocimiento para construir una vida de
santidad. Este poder de discernir siempre entre el bien y el mal le lleva
a vivir continuamente en estado conflictual en cada acción, y cada
proyecto le obliga a juzgar entre el bien y el mal. El fariseo es el
hombre continuamente desgarrado por un conocimiento que no estaba hecho para
el hombre, sino que el hombre ha arrebatado a Dios. Es el hombre que desgarra
sin cesar a la humanidad porque es capaz de juzgar a quienes practican el
bien y a quienes son esclavos del mal; pues bien: sólo Dios tiene el poder
de juzgar (Mt 7, 1; cf. Rom 12, 14-21).
Lo que Jesús pide a los fariseos
es que superen ese conocimiento angustioso del bien y del mal para dar con
la unidad de la Palabra misma de Dios. Que en lugar de conocer el bien y
el mal y de juzgar las acciones del hombre, se limiten a conocer a Dios y a ser conocidos
por El.
b) Así es como hay que entender el
v. 8 en el que Cristo contrapone mandamiento y tradición. La tradición es
puramente jurídica: regula los "casos", impone las
"actitudes", dispone el comportamiento del yo externo.
El mandamiento, en cambio, es
personal; habla a la segunda persona lo mismo que el decálogo; proviene de
una persona y no se comprende sino en comunión con esa persona. Afecta al
yo más profundo. El mandamiento no introduce muchos preceptos nuevos que
no figuren ya en las tradiciones humanas. El papel que representa no es
cuantitativo, sino que introduce, ante todo, un estilo nuevo de adaptarse
libremente a las tradiciones viviéndolas en la fe y la comunión con el
Dios que interpela.
c) La crítica que Cristo hace de
las prescripciones de la ley no afecta precisamente a la ley en sí, puesto
que habría llegado, por su mismo dinamismo interno, a la espiritualización deseada
por Cristo. Pero los judíos, y más esencialmente los fariseos, bloquearon ese dinamismo
a causa de una concepción demasiado material. Esta polémica de Jesús contra el fariseísmo terminó por hacer de este nombre,
originariamente sinónimo de piedad y de perfección, el símbolo mismo de la
hipocresía. Sin embargo, el cristianismo le debe mucho: en primer lugar,
varios de sus apóstoles, entre ellos Pablo; y también la importante
doctrina de la resurrección y el canon de las Escrituras, de donde la
predicación apostólica ha sacado la mejor de sus fuentes.
Responsables de la complicación de
las prescripciones legales, los círculos de los fariseos fueron, sin
embargo, los primeros que subrayaron la importancia de la caridad en el conjunto
de la ley. Se constituyeron también en severos guardianes de su observancia en una
época en que el influjo pagano lo invadía todo: fueron los verdaderos
servidores del alma del pueblo. Más para arropar ese alma, los fariseos desfiguraron
considerablemente el mesianismo, considerado demasiado peligroso
políticamente; acentuaron igualmente las prácticas cultuales,
anteponiéndolas a los deberes de la fraternidad humana y de la justicia social.
Cristo, que fundamentaba la
religión sobre la persona más que sobre la ley y que se orientaba
claramente hacia una mesianismo depurado y que atribuía más importancia a
los gestos de fraternidad que a las prácticas cultuales (Mt 15, 18-20),
tenía que chocar necesariamente con la intolerancia y el integrismo de
los fariseos. Proclamó, en contra de ellos, un justo retorno al espíritu
de la ley primitiva; levantó el bloqueo del inmovilismo a la ley con el
fin de espiritualizarla. Pero de ahí a reducir al fariseísmo a un movimiento de hipocresía
(cuando en realidad este defecto era severamente perseguido dentro mismo de los
círculos fariseos), hay una distancia que no se puede salvar, ni siquiera aun
cuando, en el ardor de la polémica, algunas comunidades cristianas
primitivas lo hicieran.
El drama del fariseo es el de toda
una humanidad que se atribuye un conocimiento que viene de Dios, puesto
que define el bien y el mal y juzga a los hombres, pero que se despliega
al final sin el Dios de quien procede. Cristo es el primer hombre que ha podido poner
su conocimiento del bien y del mal al servicio de un conocimiento más profundo:
el de Dios y de su voluntad. Vivir en la conformidad con esa voluntad
libera a Cristo de todo conocimiento del bien y del mal y le permite
encontrarse muy libre frente a las leyes y las tradiciones humanas, muy
libre frente al pecador. El cristiano, a su vez, examina su conciencia, no
para descubrir y analizar en ella el bien y el mal, sino, ante todo, para encontrar
la Palabra de Dios y la persona de Jesucristo que vive en él y para él (1 Cor
4, 3-4). La Eucaristía le recuerda cada día esa presencia de Cristo en él
y le despierta a sus exigencias.
Maertens - Frisque, Nueva Guía de la Asamblea Cristiana VII,
Marova Madrid 1969.Pág. 19
2. Comentario.
Tras un paréntesis de cinco
domingos, retomamos a Marcos. Y lo hacemos con un texto en el que el
autor se ha visto obligado a dar a sus lectores una serie de
explicaciones sobre usos y costumbres judíos (vs. 2-4). Esto tiene un primer
significado evidente: Marcos no escribía para judíos. Pero, por esto
mismo, los que no somos judíos corremos el riesgo de asistir como
espectadores con quienes no va la cosa. Por eso, si queremos comprender
el texto, habremos de situarnos en ese ámbito de emotividad e
intangibilidad que tiene siempre toda tradición. De la tradición, en efecto, se
trata de más allá del caso concreto de comer sin lavarse las manos.
(Huelga decir que comer sin lavarse las manos no es una cuestión de
higiene, sino de limpieza ritual). ¿Por qué no siguen tus discípulos la
tradición de los mayores? Si hay un pueblo para quien la tradición es importante,
éste es el pueblo judío. Repito: con toda la carga de emotividad e
intangibilidad que tiene siempre la tradición.
Bien profetizó Isaías de vosotros,
hipócritas... Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la
tradición de los hombres. La crítica es tremendamente dura y, según muchos
exégetas, históricamente problemática en labios de Jesús. Si fuéramos judíos opondríamos
seguramente resistencias. Pero, dificultades históricas aparte, el sentido de
la frase es muy claro. En perspectiva judía dice lo siguiente: Los
representantes de la corriente farisea siguen la tradición oral a expensas
de la Ley escrita. En perspectiva universal (la de Marcos) dice lo siguiente:
La autoridad central (los interlocutores de Jesús provienen de Jerusalén)
sigue la letra a expensas del espíritu.
Viene a continuación un ejemplo
ilustrativo (vs. 9-13, no recogidos en el texto litúrgico). Llamó Jesús a la
gente y les dijo. Lo que sigue es radical y categórico. Algún exégeta lo ha
calificado de culmen de la ética cristiana. Nada que entre de fuera puede hacer
al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.
El sentido es muy claro. En forma antitética, dado que la estructura
lingüística semita no tiene forma específica de grado comparativo, dice lo
siguiente: la limpieza moral es más importante que la ritual. Las
posibilidades de esta afirmación son infinitas, y sus consecuencias, incalculables
para la libertad y autonomía del hombre religioso según el espíritu de
Jesús.
En el medio judío en que Jesús se
movía, su afirmación afectaba no sólo a la tradición, sino a la propia Ley
escrita, ya que amplias partes de la misma quedaban derogadas. Es cierto que
en su actuación y práctica concretas Jesús fue más bien un fiel cumplidor de la
Ley. Siempre será una gran verdad que la realización concreta de todo
principio general requiere prudencia y respeto a los demás. ¡El difícil
arte de vivir! Pero no olvidemos nunca el principio, el aire fresco. La
actuación de Jesús fue, en general, conforme a la Ley, pero su actitud fue
siempre libre, abierta e intuitiva. Queda reforzado así el rasgo característico bajo
el que parece querer presentar Marcos a Jesús: la novedad. ¿Qué es esto? ¡Una enseñanza
nueva con autoridad! (Mc. 1, 27). A la luz del texto de hoy parece bastante
claro que la novedad la entiende Marcos en relación a lo que siempre se ha
visto, oído y amado.
Alberto Benito, Dabar 1985, 44
4.- Este es uno de los lugares en
que cabe preguntarse por qué Marcos inserta esta narración.
Sabido es que su contenido tiene
mucho que ver con los principios fundamentales judíos (y no sólo de los
judíos, sino también de otras culturas de la antigüedad) acerca de lo “puro"
(limpio) y lo "impuro" (sucio). Israel estuvo desde antaño muy bien
acostumbrado a distinguir entre lo "puro" y lo
"impuro". Esto era condición indispensable para saber si el hombre
podía o no entrar en comunión con Dios; e igualmente los animales y las cosas, entrar
en la presencia o contacto con Dios.
Pero los lectores de Marcos, al
parecer, ya no entienden mucho todo esto. ¿Por qué, pues, toma Mc ese
tema? El v. 18 es importante: la incomprensión de los discípulos hace
patente que, si bien no se trata de una vuelta al ceremonial judío, siempre
existe el peligro de caer en un pietismo externo. El hombre tiene tendencia a refugiarse
en la religiosidad y crearse por su cuenta una coartada frente a su negativa
para convertirse a la verdad.
La observancia de exterioridades
hace olvidar el culto verdadero. Esto, pues, también es esencial al evangelio
y, por tanto, a la fe: donde las tradiciones hacen incomprensible el amor
de Dios a cuenta del temor, no habremos de preocuparnos de que a la larga
no nos sintamos vinculados por la normativa humana, aun cuando ésta se remita
a lugares de la Biblia.
Eucaristía 1988, 42
5. LAVATORIO-JUDIO
Un grupo de fariseos del lugar y
algunos letrados o rabinos de Jerusalén, probablemente enviados por el
Sanedrín para espiar a Jesús, se escandalizan al ver que los discípulos comían
sin lavarse las manos según ordenaba la tradición de los mayores.
El evangelista Marcos, que escribe
para los romanos, informa a sus lectores acerca de las costumbres judías.
Los lavatorios de los judíos no respondían a una inexplicable necesidad de
higiene, sino a exigencias religiosas. Eran purificaciones rituales. Hoy día se extrema
hasta tal punto la limpieza que podría pensarse también en una superstición,
sobre todo cuando se es tan poco escrupuloso respecto a problemas de
justicia. Pero sea lo que fuere de este fenómeno moderno, aquí nos
interesa el comportamiento de los fariseos.
Pues bien, estos distinguían entre
"puro" e "impuro" y practicaban consecuentemente una serie
de purificaciones rituales. En esto iban más allá de lo expresamente mandado en
la Ley de Moisés y se atenían a tradiciones humanas. El lavatorio de las
manos antes de las comidas constituía buena parte de esas tradiciones
codificadas en el Talmud y veneradas por los fariseos como si se tratara
de la misma Ley de Dios. La multiplicación de estos lavatorios resultaba
poco menos que intolerable a los trabajadores humildes en un pueblo en el
que el agua era un bien escaso. Al parecer, los galileos no eran demasiado meticulosos
en observar dichas tradiciones, y sabemos que el mismo Jesús produjo un escándalo
al sentarse a la mesa de un fariseo sin haberse lavado antes las manos (Lc 11, 37
s).
Los fariseos universalizan lo que
no era otra cosa que un hecho anecdótico y acusan al Maestro de que
permita a sus discípulos un comportamiento en contra de la "tradición de los
mayores". Jesús acepta en principio el planteamiento de la cuestión y,
citando al profeta Isaías (29, 13), devuelve la pelota a los fariseos. Les
dice que ellos practican un culto vacío, un culto de los labios y no del
corazón. Además, que se atienen a preceptos humanos y quebrantan sin
escrúpulos los mandamientos de Dios. Pero aún, con el pretexto de dar culto a
Dios, le ofende dejando en la miseria a sus propios padres (vv. 9-13; Mt
15, 4-6).
Después se dirige Jesús al pueblo
y promulga otra moral muy distinta que invalida de raíz todas las
purificaciones rituales.
Lo que importa es la pureza del
corazón, la buena voluntad. Pues lo que mancha al hombre no viene de
fuera, sino que sale del interior. El que habla aquí es el Hijo de Dios, que
está por encima no sólo de las tradiciones de los mayores, sino incluso de la
misma Ley de Moisés. Jesús muestra su autoridad lo mismo que en las
famosas antítesis del Sermón de la Montaña (Mt 5, 21-14).
Eucaristía 1982, 40
6. Texto.
Retornamos al evangelio de Marcos.
El versículo inicial cobra relevancia especial en razón de la procedencia
de los personajes en él mencionados: fariseos y letrados de Jerusalén.
Esta ciudad es bastante más que la capital administrativa y política judía; es
la razón de ser de un pueblo, su orgullo y añoranza; es madre y guía; de
Jerusalén irradia la luz que ilumina el caminar judío; allí están los
pastores del pueblo, a los que, sin embargo, Marcos ha cuestionado ya como
pastores (cfr. 6, 30-34, domingo 16 Ordinario). El conjunto del texto gira
en torno al término impuro. Aparece al comienzo (vs. 2 y 5) y al final (vs. 15
y 23). Manos impuras, hacer impuras a las personas. El término no tiene
nada que ver con los distintos matices del mismo en castellano: mezcla;
falta de castidad; deshonestidad. La impureza de la que el texto habla es
la mancha ritual (pastores) o moral (Jesús) que inhabilita a las personas
para tratar con lo santo. La impureza es una incapacidad religiosa.
La preocupación por la pureza
denota sensibilidad religiosa. Es en esta línea de sensibilidad en la que
hay que entender la preocupación manifestada por los pastores judíos ante
la conducta de algunos de los discípulos de Jesús, por más que a nosotros
pueda resultarnos sobrepasadas las formas concretas de expresión de esa
sensibilidad religiosa. De ellas ofrece Marcos una enumeración en el
paréntesis explicativo de los vs. 3-4.
La preocupación por la pureza se enmarca,
a su vez, en la gran corriente judía formada por la tradición de los mayores. A poco
que se conozca lo que es ser judío, se caerá en la cuenta de la fuerza e
importancia de la tradición en este pueblo. Es en la tradición donde se
articula la esencia de lo judío. La pregunta, pues, de los pastores a
Jesús encierra una gravedad suma. Jesús resuelve el problema dentro de lo más
pura línea judía, tal como ésta aparece ya esbozada en el texto de Isaías
29, 13 que cita: distinción entre el componente humano y divino de la
tradición.
Comentario.
Entresacando el texto de sus
componentes judíos, puede hablarse de moralidad frente a formalismo (en
determinados ambientes el término formalismo se solapa con el de
profesionalidad) y de espíritu frente a letra. Enunciada así la problemática, la
cuestión resulta fácil y evidente; la práctica, sin embargo, dice que no es ni
fácil ni evidente.
Las formas y la letra son, en
efecto, absolutamente necesarias: responden a la esencia misma de nuestro
ser humano, que es forma corpórea en relación con los demás. La tradición
es, desde esta perspectiva, absolutamente necesaria. Donde no hay tradición no hay
vida que valga la pena. ¿Cómo hacer, sin embargo, que las formas y la letra no acapare
la totalidad del ser humano, que es también incorporeidad, interioridad,
individualidad? En este cómo está la verdadera dificultad. Este cómo se
mueve en el campo de las actitudes, un campo lo suficientemente fluido
como para resistirse al imperio absoluto de las formas y de la letra,
aunque precisamente por ser fluido toma sin resistencia la forma del recipiente
que lo contiene.
Del texto de hoy se deducen las
siguientes evidencias:
1. La tradición que vale la pena
es aquélla en la que convive una sana tensión entre fondo y forma,
espíritu y letra.
2. Cuando la forma y la letra
predominan o se anquilosan, se impone la ruptura con ellas.
3. Esta ruptura no significa negar
la tradición ni ir en contra de ella.
Termino con una lacónica frase de
Jesús, que algunos manuscritos intercalan en el texto de hoy: El que tenga
oídos para oír, que oiga.
Alberto Benito, Dabar 1981, 43
7. PUREZA-LEGAL/A-H:
Los interlocutores de Jesús no se
preocupan por la higiene. El lavado de manos antes de las comidas forma
parte de una praxis de pureza ritual que determina la vida diaria del judío
piadoso. Israel es el pueblo de Dios y debe ser santo; también debe ser puro (sacerdotalmente).
Pero el peligro de la impureza acecha por doquier, puede proceder de hombres
y de animales, de manjares y de objetos [7,1V, 1,353s]. El que "come con
manos impuras" infringe "la tradición de los antepasados",
aquella plétora de prescripciones transmitidas oralmente que desarrollan
la ley y quieren fijarla casuísticamente; los fariseos pensaban que debían
venerarse por igual la "tradición" y la ley de Moisés; valen lo mismo
y tienen la misma dignidad la ley y el "vallado" que la cerca.
Pero Jesús rechaza la tradición oral, "y lo hace radicalmente"
[52,20lsl; se funda en el ejemplo de la praxis del corbán, que en
realidad deroga al cuarto mandamiento y la desenmascara, porque es un medio
de esquivar la voluntad de Dios dirigida a la salvación del hombre. Jesús
coloca la propia palabra de Dios contra la tradición humana que se las da
de proteger la divinidad de Dios (v. 13). Detrás de tal crítica está la
concepción de que venerar a Dios sólo tiene sentido "si en ello no se
pierde de vista el ser de Dios a favor del hombre. Jesús hace patente cómo en
la concepción de sus opositores Dios acaba por ser la negación de lo divino,
puesto que quebrantan la voluntad de Dios orientada hacia el hombre"
[45,1531. Jesús no se limita a atacar la tradición. El v. 15 cuestiona la
misma Torá (=ley), igual que en las antítesis del sermón del monte, igual
que en Mc 10,1s. "Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda
contaminarle, sino lo que sale del hombre, esto es lo que contamina al
hombre"; más que una radicalización de la ley, esta afirmación
significa su derogación. Jesús no discute que exista un poder mortal, la
"impureza" que nos hace desgraciados, pero su lugar es el
corazón del hombre. En cambio discute y niega que exista una impureza inherente
a los objetos y que se transmita mágicamente. Ernest Kásemann ha descrito
convincentemente cómo con ello se ha rebasado radicalmente todo
pensamiento orientado por el culto. Han sido aquí tocados, alcanzados de
lleno los "presupuestos de todos los cultos antiguos con sus praxis
de víctima y de expiación", aquí se ha eliminado la "distinción,
básica para la antigüedad, entre el témenos o recinto sagrado, y lo
profano". E igualmente esta palabra de Jesús tritura "los
fundamentos de la demonología antigua", demuestra decisivamente que
Jesús "no ha profesado un dualismo metafísico", sino que ha superado
"la ideología de la antigüedad con su antítesis entre lo cultual y
lo profano" [54,207s]. Así la cuestión de la actitud del hombre ante
Dios queda desligada del ámbito del culto, la pureza y la impureza se dan
en relación con el prójimo. En un mundo que Jesús proclama básicamente
puro como creación de Dios que es, la pureza dista mucho de alcanzarse
con la ayuda de prácticas rituales.
Eckart-Ott, Fiesta y Gozo. Págs.
114-115
8. Dejáis a un lado el mandamiento
de Dios para aferraros a la tradición de los hombres
Recuperamos, después de los
domingos dedicados al discurso del pan de vida, la lectura de Marcos. Lo
hacemos en el capítulo 7, que no presenta ninguna relación de tiempo y de
lugar con los episodios precedentes del c. 6. Los vv. 1-23 forman una unidad
temática. La liturgia suprime algunos versículos de la perícopa. A lo
largo del capítulo, Jesús se dirige a los fariseos, a la multitud y al
grupo de sus discípulos.
Jesús critica a los fariseos y
escribas el hecho de que conviertan en principales aquello que en
realidad son mandamientos secundarios y pone un ejemplo concreto: el
dinero entregado como voto al templo que debiera ser utilizado para
mantener a los padres ancianos. Estos versículos faltan en el texto
litúrgico, pero de hecho ayudan a comprender mejor el mensaje de jesús:
el amor y la atención a los demás condicionan y relativizan todos los
mandamientos, tanto de purificación como los referentes al impuesto religioso.
También faltan los versículos
16-20 que distinguen entre la enseñanza de Jesús a la gente y la que
destina, más en concreto, a sus discípulos. La respuesta de jesús se sitúa
en la linea ya apuntada: aquello que contamina y hace pecador al hombre
no son las cosas externas, sino el egoismo que hay en su personalidad y
determina sus decisiones y relaciones con los demás.
Recomiendo leer Mc 7,1-23
directamente de la Biblia al preparar la homilía, para captar mejor el
pensamiento de Jesús.
La proximidad de Dios, el
cristiano y nuestras comunidades es necesario que la reflejen con una
conducta límpida y moralmente sana, centrada en el amor al necesitado. ¿Es
ésta nuestra perspectiva religiosa?
Jordi Latorre, Misa Dominical 2000, 11, 44
9. ACI DIGITAL 2003
4. Se trata de purificaciones que
no eran prescriptas por la Ley y que los escribas multiplicaban llamándolas
"tradiciones". "No conociendo la justicia de Dios y queriendo
establecer la suya propia (Rom. 3, 10), el fariseo, satisfecho de sí mismo,
espera sorprender a Dios con su virtud que nada necesita (Luc. 18, 1 s.). En
realidad, el fariseo es el más temible de los materialistas, pues el saduceo
sensual ignora lo espiritual; pero él, en cierto modo, lo conoce para reducirlo
a la materia: hechos, realizaciones, obras visibles para que sean vistos de los
hombres y los hombres los alaben y los imiten. Antítesis del fariseo es la
Verónica que al acercarse a Dios presenta, a la faz de la gracia, el lienzo en
blanco de su esperanza". Es evidente que la doctrina de Jesucristo era tan
incompatible con esa mentalidad como el fuego con el agua (véase 12, 38 y
nota). La tradición que vale para la Iglesia es la que tiene su origen en la
revelación divina, es decir, en la predicación del mismo Jesucristo y de los
apóstoles, "a fin de que siempre se crea del mismo modo la verdad absoluta
e inmutable predicada desde el principio por los apóstoles". (Pío X en el
juramento contra los modernistas). Cf. I Tim. 6, 3 s. y 20.
6. Véase Is. 29, 13; Cf. Mat. 15, 1 - 28; 23, 15; Luc. 11, 37 - 41; Juan 4, 23 y notas.
6. Véase Is. 29, 13; Cf. Mat. 15, 1 - 28; 23, 15; Luc. 11, 37 - 41; Juan 4, 23 y notas.
10. Véase Ex. 20, 12; 21, 17; Lev.
20, 9; Deut. 5, 16; Ef. 6, 2.