MI CARNE ES VERDADERA
COMIDA Y MI SANGRE ES VERDADERA BEBIDA
RACION COLECTA
Oh Dios, que has preparado bienes
invisibles para los que te aman, infunde la ternura de tu amor en nuestro
corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos
alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Proverbios 9, 1-6
La
Sabiduría se ha construido su casa plantando siete columnas, ha preparado el
banquete, mezclado el vino y puesto la mesa; ha despachado a sus criados para
que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad: «Los inexpertos que vengan
aquí, quiero hablar a los faltos de juicio: "Vengan a comer de mi pan y a
beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y vivirán, sigan el
camino de la prudencia."».
SALMO
RESPONSORIAL (33)
Gusten y vean qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está
siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen
y se alegren. R.
Todos sus santos, temen al Señor, porque nada les
falta a los que le temen; los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan
al Señor no carecen de nada. R.
Vengan, hijos, escuchadme: les instruiré en el temor
del Señor; ¿hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? R.
Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Efesios 5, 15-20
Hermanos: Fíjense bien cómo andan; no sean
insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos. Por
eso, no estén aturdidos, dense cuenta de lo que el Señor quiere.
No se emborrachen con vino, que lleva al
libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu.
Reciten, alternando, salmos, himnos y
cánticos inspirados; canten y toquen con toda el alma para el Señor.
Den siempre gracias a Dios Padre por todo,
en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Juan 6, 51-58
En aquel
tiempo, dijo Jesús a la gente: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el
que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para
la vida del mundo.». Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a
comer su carne?».
Entonces
Jesús les dijo: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no
beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi
sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que
come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre
que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come
vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros
padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.».
COMENTARIO
El evangelio de este domingo continúa con
el discurso del pan de vida. Hasta ahora había hablado Jesús del pan de vida
que baja del cielo, del pan con el que regala el Padre a los hombres enviándole
a su propio Hijo. Este es el pan de vida (v. 35, 48-51 a), de la misma manera
que es también la luz del mundo (8, 12), y da vida a los que creen en él. Pero
ahora habla Jesús del pan que él mismo les dará y se refiere expresamente a su
carne y sangre, los dones eucarísticos.
El lugar paralelo a estas palabras
"vida del mundo" lo encontramos en las que pronuncia Cristo sobre el
pan en la Cena y precisamente en la forma que recoge la tradición paulina en
1Cor 11, 24. La expresión "para la vida del mundo" significa lo mismo
que "entregada para la vida del mundo" y es una alusión clara al
sacrificio de su muerte en la cruz. Por lo tanto, el pan que da la vida es
precisamente el cuerpo de Cristo entregado a la muerte para salvar al mundo.
(cfr. Lc. 22, 19).
El v. 54 dice literalmente: "el que
mastica mi carne". Jn utiliza un vocabulario particularmente realista para
caracterizar la participación en la eucaristía. Según la costumbre judía, los
alimentos de la comida pascual tenían que ser cuidadosamente masticados. Por
ello los judíos entienden estas palabras literalmente, como verdadera comida de
la carne de Jesús. Pero les parece una locura. No obstante, Jesús no mitiga el
escándalo que han producido sus palabras. Ahora, confirmando de nuevo el
sentido, realista, añade que es también preciso beber su sangre, lo cual
resultaba especialmente escandaloso para los judíos, a quienes les estaba
prohibido el alimentarse de sangre (Lev 17, 10 s.; Hch, 15, 20).
De la misma suerte que el alimento natural
se une orgánicamente al hombre, así también el que come la carne y bebe la
sangre de Cristo entra en una unión de vida con él.
Esta unión es comparada a la que Jesús
tiene con el Padre que le ha enviado al mundo. Así como el Hijo tiene vida por
el Padre (cfr. 5, 26), así también el que coma la carne de Cristo tendrá vida
por el Hijo, esto es, participará en aquella misma vida que el Hijo recibe del
Padre.
Las palabras "vivirá por mí" son
equivalentes a "vivirá por mi carne y sangre"; por lo tanto, esta
última expresión debe entenderse de todo lo que Jesús es.
El verdadero pan de vida bajado del cielo
no es el "maná", sino el que da Cristo. Porque éste sí que viene
verdaderamente del Padre y conduce a la vida eterna a todos los que lo reciben
con fe y se unen de este modo a Cristo que se entrega para vida del mundo.
Comulgar es entrar en unión de vida con
Cristo para entregarse con él a todos los hombres y alcanzar así vida eterna y
así Cristo cumple las expectativas del Antiguo Testamento: es el verdadero
Moisés que nos nutre con el maná de la Eucaristía, es la verdadera Sabiduría
que nos ofrece el pan y el vino de su Palabra y de su Persona presente en el
Sacramento. Esa vida de Cristo nos compromete a ponerla en obra en nuestra vida
de cada día, como nos indicaba Pablo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos
a Dios, que nos invita a su banquete eterno, y digámosle con confianza.:
Escúchanos, Señor.
1.-
Para que el Espíritu de sabiduría guie las decisiones de los Obispos y
superiores de las comunidades de Iglesia. Oremos con fe.
2.-
Para que con sensatez y prudencia los cristianos nos dejemos guiar por el
Espíritu del Evangelio. Oremos con fe.
3.-
Para que, movidos por el Espíritu del Señor, cada día sean más los que se
comprometan a hacer el bien, a ayudar a los débiles y a consolar a los tristes.
Oremos con fe.
4.-
Para que haya justicia en el mundo y la paz sea una realidad estable en el
nuevo milenio cristiano. Oremos con fe.
5.-
Para que el Pan de la Eucaristía sea el consuelo y la fortaleza de los
enfermos. Oremos con fe.
6.-
Para que al alimenta5rnos del Cuerpo y la Sangre de Cristo dejemos que El viva
en nosotros y guie nuestras acciones. Oremos con fe.
Escucha,
Señor, nuestras suplicas, danos tu sabiduría y haz que al alimentarnos con el
Cuerpo y la Sangre de tu Hijo experimentemos la fuerza de tu amor. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta,
Señor, nuestras ofrendas en las que vas a realizar un admirable intercambio,
para que, al ofrecerte lo que tú nos diste, merezcamos recibirte a ti mismo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Después de haber participado de Cristo por estos
sacramentos imploramos humildemente tu misericordia, Señor, para que,
configurados en la tierra a su imagen, merezcamos participar de su gloria en el
cielo. El que vive y re8ina por los siglos de los siglos.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 20: Ez 24, 15-24; Sal: Dt 32; Mt 19, 16-22.
Martes 21: Ez 28, 1-10;
Sal: Dt 32; Mt 19, 23-30.
Miércoles 22: Ez 34, 1-11; Sal 22; Mt 20, 1-16.
Jueves 23: Ez 36, 23-28; Sal 50; Mt 22, 1-14.
Viernes 24: Ap 21, 9b-14; Sal 144; Jn 1, 45-51.
Sábado 25: Ez43, 1-7ª; Sal 84; Mt 23, 1-12.
Domingo 26: Jos 24, 1-2ª.
15-17.18b; Sal 33; Ef 5, 21-32; Jn 6, 60-69.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Jn 6, 51-59
Jn 6, 51-59
1.PAN/SENTIDO.
El pan eucarístico sigue las leyes de todo
pan ofrecido por el padre de familia a los suyos. El pan, en efecto, no tiene
significado especial en sí mismo; ha tenido que haber alguien que lo ganara y
que lo fabricara, y no tiene sentido sino en cuanto que alguien lo va a comer.
Al hacer entrega del pan, que representa su vida y su trabajo, el padre y la
madre de familia pueden decir en cierto modo: "este pan es mi carne
entregada para mis hijos" (v. 51), mientras que los comensales, al participar
de ese pan, comparten en cierto modo la vida misma de quien se lo ha dado (v.
54). Si los padres y los hijos pueden cargar de un significado profundo al pan
cada vez que lo comparten, ¿por qué Jesús, que es el hombre más perfecto que
haya existido, no habría de poder dar al pan una significación completamente
nueva, al nivel de la profundidad del ser del que vive, y hacer de él la
participación de su vida con el Padre (v. 57) y el elemento constitutivo de un
nuevo tipo de humanidad impregnado de vida eterna? (v. 54).
Maertens-Frisque, Marova Madrid 1969.Pág. 279
2.- Como en el cap. 5 tenemos aquí un
duplicado del discurso del pan de vida que pretende lanzar aún más lejos la
reflexión del tema anterior, es decir: Jesús como revelación y como eucaristía
dentro del simbolismo del pan. Parece como si el autor quisiera terminar su
discusión sobre la contraposición maná/Cristo, volviendo a sacar jugo de Dt 8,
3: el maná no era más que una profecía de la que ahora se saca la lectura y
lección definitiva. Los judíos no han comprendido esta lectura y siguen
aferrados a la perspectiva del alimento material. Esto va a dar pie a una nueva
explicación, aún más en la línea dura de la presentación de la persona de
Jesús. Se va yendo hacia posturas de aceptación o de no aceptación: de amor en
definitiva.
Esta palabra "carne" va a ser en
adelante la palabra clave en torno a la cual se desarrollará la profundización
sobre el misterio revelador. La palabra "carne" designa todo lo que
constituye la realidad del hombre con sus posibilidades y debilidades (cf. 1,
14; 3, 16; 8, 15). Jn tal vez ha conservado una tradición litúrgica
independiente, que traducía literalmente la palabra aramea bisra (carne) que
Jesús había podido emplear en la Cena. Jn insiste sobre todo en el valor
salvífico de la encarnación. No hay posibilidad de fe más que a partir de
Jesús. De un modo u otro hay que llegar a "comprender", a amar a este
Jesús que posibilita el acceso a Dios.
v. 54: Lit.: "el que mastica mi
carne". Jn utiliza un vocabulario particularmente realista para
caracterizar la participación en la eucaristía. Según la costumbre judía, los
alimentos de la comida pascual tenían que ser cuidadosamente masticados. En el
fondo el escándalo nace de la comprensión a dos niveles que se da en un diálogo
de sordos ya que los puntos de partida son diferentes: Jesús habla del todo de
su persona, mientras que los judíos lo están comprendiendo en sentido material.
Sin embargo, Jn quiere decir que los judíos no están dispuesto a aceptar al
todo Jesús, al Jesús de la historia como revelador del Hijo. Por eso se aferran
a un diálogo ficticiamente paralelo. En el fondo y de nuevo, la figura del
Jesús evangélico es la piedra de discernimiento.
Vivir es entrar en comunión con el Hijo y
desde entonces con el Padre. Este intercambio hecho de conocimiento y de amor
mutuos queda asegurado por el hecho "Jesús" de una forma estable y
definitiva. Esto es lo que celebra el creyente cada domingo: la vida de Jesús
y, por la aceptación de ese Jesús, la vida del creyente como lugar único del
encuentro con Dios. Huir en la vida es no creer, mientras que amar la vida y
defenderla es comenzar el camino de la comprensión última del amor de ese Dios
que tiene por Hijo al Jesús de la historia.
Eucaristía 1985, 39
3.- Hasta ahora había hablado Jesús del pan
de vida que baja del cielo, del pan con el que regala el Padre a los hombres
enviándoles a su propio Hijo. Este es el pan de vida (v. 35, 48-51 a), de la
misma manera que es también la luz del mundo (8, 12), y da vida a los que creen
en él. Pero ahora habla Jesús del pan que él mismo les dará y se refiere
expresamente a su carne y sangre, los dones eucarísticos.
El lugar paralelo a estas palabras "vida
del mundo" lo encontramos en las que pronuncia Cristo sobre el pan en la
Cena y precisamente en la forma que recoge la tradición paulina en 1 Cor 11,
24. La expresión "para la vida del mundo" significa lo mismo que
"entregada para la vida del mundo" y es una alusión clara al
sacrificio de su muerte en la cruz. Por lo tanto, el pan que da la vida es
precisamente el cuerpo de Cristo entregado a la muerte para salvar al mundo.
(cfr. Luc. 22, 19).
Los judíos entienden estas palabras
literalmente, como verdadera comida de la carne de Jesús. Pero les parece un
disparate, una locura. No obstante, Jesús no mitiga el escándalo que han
producido sus palabras. Ahora, confirmando de nuevo el sentido, realista, añade
que es también preciso beber su sangre, lo cual resultaba especialmente
escandaloso para los judíos, a quienes les estaba prohibido el alimentarse de
sangre (Lev. 17, 10 s.; Hech, 15, 20).
De la misma suerte que el alimento natural se
une orgánicamente al hombre, así también el que come la carne y bebe la sangre
de Cristo entra en una unión de vida con él. Esta unión es comparada a la que
Jesús tiene con el Padre que le ha enviado al mundo. Así como el Hijo tiene
vida por el Padre (cfr. 5, 26), así también el que coma la carne de Cristo
tendrá vida por el Hijo, esto es, participará en aquella misma vida que el Hijo
recibe del Padre.
Las palabras "vivirá por mí" son
equivalentes a "vivirá por mi carne y sangre"; por lo tanto, esta
última expresión debe entenderse de todo lo que Jesús es. El verdadero pan de
vida bajado del cielo no es el "maná", sino el que da Cristo. Porque
éste sí que viene verdaderamente del Padre y conduce a la vida eterna a todos
los que lo reciben con fe y se unen de este modo a Cristo que se entrega para
vida del mundo. Comulgar es entrar en unión de vida con Cristo para entregarse
con él a todos los hombres y alcanzar así vida eterna.
Eucaristía 1970, 48
Texto. Su comienzo recoge las afirmaciones
finales del domingo pasado para cuestionarlas. El cuestionamiento lo hacen
también los maestros responsables de la formación del pueblo. Seguimos pues en el
debate iniciado el domingo pasado. Los maestros insisten en cómo una persona
física puede tener capacidad de ser alimento para los demás.
En su respuesta reafirma Jesús que él es el
alimento de vida eterna en su calidad de Hijo del Hombre enviado por el Padre.
Entre el Padre y él hay una comunión de vida que le constituye a él en el
alimento y bebida verdaderos. En esa misma comunión de vida entra todo el que
se alimenta de Jesús.
Comentario. Puesto que la Ley procede y
deriva de Dios, los maestros de Israel podían atribuirle las cualidades y
virtualidades que se reflejan, por ejemplo, en el Salmo 19, 8-11: es perfecta,
genera sosiego, instruye, ilumina, es más preciosa que el oro, más dulce que la
miel. La consideraban fuente de libertad, bienestar y vida. Era sinónimo de
sabiduría y amor.
El texto de hoy fundamenta la supremacía de
Jesús sobre la Ley en algo que ésta no podía en absoluto poseer: la capacidad
de comunión personal. Jesús es alguien, no algo. Alguien distinto del Padre y
en comunión con El. Alguien que vive la misma vida del Padre y que por vivirla
la puede transmitir a otros, haciéndoles capaces de ser hijos del Padre. A una
persona no es una Ley, por divina que ésta sea, lo que de verdad puede saciar
sus aspiraciones. Como personas creyentes vivimos la increíble sorpresa de
poder comer el cuerpo de Cristo y beber su sangre, entrenándonos para la vida
de Dios.
Alberto Benito, Dabar 1988, 43
5.- Texto. Comienza con las afirmaciones
finales del domingo pasado, siendo la última de ellas la que va a concentrar la
atención: "el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo".
El término "carne" designa aquí al
ser humano, considerado bajo el aspecto de ser material, sensible y perceptible
y, en consecuencia, perecedero y corruptible. En los vs. 51 y 52 se emplea sólo
carne; en el resto de versículos se emplea en combinación-distinción con
sangre. Son dos modalidades para expresar en definitiva lo mismo: Jesús como
ser humano. De ahí que carne o carne-sangre puedan ser sustituidas por el pronombre
personal en el v. 57.
Hay, sin embargo, una diferencia de matiz en
el empleo de carne sólo o en combinación-distinción con sangre. Carne, sin más,
designa al ser humano en estado o situación normales; carne-sangre designan al
ser humano en estado o situación violentados.
La diferencia es significativa e importante y
retoma lo que un lector del cuarto evangelio sabe desde Jn. 1, 29-36 y a lo que
ya se hizo referencia hace tres domingos: Jesús es el cordero de pascua. La
pregunta de los judíos tiene como finalidad introducir la reflexión sobre Jesús
alimento en cuanto cordero sacrificado. No es una pregunta sobre el hecho de
comer a Jesús, sino sobre la modalidad de comida ofrecida.
De esta manera, la dificultad formulada el
domingo pasado de cómo un ser humano puede ser fuente de vida adquiere en el
texto de hoy dimensiones mayores si cabe: Jesús es fuente universal de vida en
cuanto carne (es decir, ser humano perecedero y corruptible) y, además, carne
violentada, sacrificada.
En el fondo de la invitación a comer a Jesús
(¡qué realismo de lenguaje!) empieza a vislumbrarse la presencia de la muerte
violenta también en el discípulo. ¿Muerte? Resulta inevitable emplear este
término, pero la realidad profunda nos dice que hay que hablar más bien de
vida. De ahí que el texto siga insistiendo en la resurrección y en la vida.
Comentario. Quedar perplejos ante el texto,
ante lo que dice y cómo lo dice, es probablemente la actitud inicial espontánea
ante él. NI el fondo ni la forma son aquí convencionales. No lo es el fondo,
porque choca con la razón; no lo es la forma, porque el lenguaje realista y
crudo raya con la antropofagia. Todo es aquí provocativo y escandaloso.
Pero, superada la inicial perplejidad,
descubrimos en este texto a un Jesús que vivió la historia, que quedó marcado
por ella, pero que no fue vencido por ella. Es un Jesús con cicatrices, señal
inequívoca de su paso por esta tierra nuestra; pero lleno de la vida cuyo
hontanar está en el Padre. El alimento que se nos ofrece no es un ser etéreo e
irreal, sino el hijo del hombre, no es alguien incapaz de compadecerse de
nuestras debilidades, sino uno probado en todo igual que nosotros excluido el
pecado (Heb. 4, 15). Por eso es un alimento que satisface realmente.
Alberto Benito, Dabar 1991, 41
6.- Continuamos con el discurso del pan de
vida. El fragmento de este domingo entra de lleno en la clave eucarística, tal
como era entendida y vivida por la comunidad joánica. "Mi carne para la
vida del mundo", en el fondo de esta expresión hay una fórmula aramea en
la que "carne" sustituye a "cuerpo" para designar la
realidad creatural de la persona humana. "Para la vida" traduce la
preposición griega "Hyper"., que en el cuarto Cántico del Siervo y en
los relatos de la institución de la eucaristía denota el carácter sacrificial y
expiatorio de la muerte de Cristo. "Mundo" acentúa el sentido
universalista de la salvación. Las murmuraciones de los judíos del v. 42 nos
recuerdan las de sus antepasados ante Moisés en la travesía del desierto del
Sinaí.
La Eucaristía proporciona una comunión real
de vida y de destino con la persona de Jesús. Lo acentúa nuestro texto de
varias maneras: el cuerpo de Jesús nos hace participar en la resurrección, nos
hace vivir "por Cristo", que es vida "para siempre". Ello
hay que entenderlo no de una manera mágica, sino como una comunión
auténticamente personal. La clave de comunión es, además, típica de la teología
joánica: comunión de Cristo con el Padre (cf. 10, 38; 14, 10-11), del discípulo
con Cristo (cf. 15, 4-10), y del creyente con el Padre y con Cristo (cf. 17,
21-23).
Cristo cumple las expectativas del Antiguo
Testamento: es el verdadero Moisés que nos nutre con el maná de la Eucaristía,
es la verdadera Sabiduría que nos ofrece el pan y el vino de su Palabra y de su
Persona presente en el Sacramento. Esa vida de Cristo nos compromete a ponerla
en obra en nuestra vida de cada día, como nos indicaba Pablo.
Jordi Latorre, Misa Dominical 1991, 12
7.EU/ESCANDALO:
Es un verdadero escándalo: los judíos están
indignados ante lo que escuchan. "¿Cómo puede éste darnos a comer su
carne?". Nosotros ya no nos extrañamos apenas: ¡estamos tan habituados a
estas palabras....! Sin embargo, el realismo de las palabras de Jesús tiene
motivos para desconcertar. Se trata de pan, de carne dada como comida, de
sangre vertida para apagar la sed. Se trata de comer e incluso, en el texto
original, de "masticar". Nos hallamos muy lejos de ese alimento
espiritual que no se podía tocar con los dientes, so pena de sacrilegio. Para
nosotros ya no existe el escándalo, porque hemos des-encarnado la Eucaristía:
una hostia inmaculada muy distinta del grosero pan de cada día.
Pero nuestras asambleas eucarísticas deberían
constituir verdaderos escándalos públicos. "¿Cómo puede ser eso?".
Sí: los hombres deberían extrañarse al vernos tomar el grosero pan de nuestras
vidas, la vida de todos los hombres, con sus miserias y sus esperanzas, y
atrevernos a pronunciar sobre esas humildes realidades las palabras del Señor:
"Esto es mi cuerpo". Porque ahí está el escándalo: Dios toma sobre sí
la vida del mundo y, si nosotros hemos hecho del "símbolo" del pan el
símbolo del símbolo, es porque ¡hemos deshumanizado a Dios! "¿Cómo puede
ser eso?". No tenemos más testimonio que dar que el desconcertante anuncio
de un Dios que ha dejado su casa para habitar el mundo de los hombres...
Comer es incorporarse, fusionar. "¡Te
comería a besos!", dice la madre mientras estrecha en sus brazos a su
hijo. Tomar el cuerpo y la sangre de Cristo es entrar en comunión de amor y de
destino.
Tomar el cuerpo y la sangre es, además,
reconocer la vida del Espíritu en la carne y en la sangre de la humanidad de
hoy. La humanidad que sufre, que busca, que da a luz al mundo con dolor; la
humanidad que se regocija, que canta y que baila. Humanidad de ricos y de
pobres, humanidad de pecadores y de santos.
Tenían razón para escandalizarse, porque en
lo sucesivo, cuando unos hombres y mujeres, reunidos en el nombre del Señor,
compartan el pan dando gracias, se producirá una y otra vez el advenimiento de
la sorprendente novedad de Dios que toma carne viva, la carne de la existencia
entera de los hombres.
Dios Cada Dia, Sal Terrae/Santander 1989.Pág. 164
8./Jn/06/53-60
La palabra de Jesús es tajante en tres
afirmaciones fundamentales: mi carne es verdadera comida, yo doy mi carne para
vida del mundo, el que no come este pan no tendrá vida, mientras que quien lo
come vivirá eternamente.
Para desempeñar un oficio, para pertenecer a
ciertas sociedades, para poder tener acceso a ciertas profesiones, para poder
realizar ciertos planes... se requieren ciertas condiciones de edad,
preparación, títulos académicos, etc.
La condición que Jesús pone para permanecer
en él y para tener vida eterna es la de comer su pan y beber su sangre, comer
de este pan que Jesús ofrece es una condición decisiva, comerlo es vivir
eternamente, no comerlo es aceptar no tener vida. Desde nuestra experiencia
vital esto es clarísimo. El que no come muere de hambre, y el que come poco
está desnutrido, débil, sin fuerzas para el trabajo que otros bien nutridos,
cumplen con relativa facilidad.
La vida del Espíritu, la vida de Dios,
necesita su adecuado alimento que es el cuerpo de Cristo. No comerlo es
resignarse o morir. Hacerlo con poca frecuencia o de manera inadecuada es
condenarse a estar débil, desnutrido, sin fuerzas para las dificultades morales
de la vida y los compromisos cristianos. No hay cristianos de distinta
naturaleza. Aquí radica la diferente fortaleza o debilidad entre los
cristianos. En la distinta manera de alimentarse de Cristo.
El alimento es el cuerpo de Cristo, a
condición de que se reciba de manera adecuada: con reflexión y no por rutina,
con debidas disposiciones y preparación, con voluntad de aceptar los
compromisos que de ello se derivan.
"¿Esto os escandaliza?" Les dice
Jesús "pues si vierais subir al Hijo del hombre donde estaba antes",
esto sí que os terminaría de escandalizar.
Habla del Hijo del hombre que volverá a subir
donde estaba antes. Dicho en otras palabras. Jesús no es un hombre cualquiera.
No se trata de que se escandalicen más sino de dar la razón del mismo; el
escándalo se produce sencillamente porque no se reconoce quién es Jesús. Los
que lo reconocen como el Hijo del hombre saben que puede hacer lo que dice y
aceptan su palabra.
"¿Y si vierais al Hijo del hombre subir
a donde estaba antes? El Espíritu Santo es quien da vida; la carne no sirve de
nada". El discurso sobre el pan de vida y el pan de la eucaristía alcanza
su lugar exacto hablando de la "ascensión" y del Espíritu Santo. La
carne en cuanto carne pertenece al ámbito del pan "perecedero". El
Espíritu es el que da vida. Ahora bien, Jesús, en cuanto Hijo del hombre,
pertenece a esa esfera de arriba, del Espíritu. Y solamente cuando esté
dominado por el Espíritu, que lo resucitó de entre los muertos, podrá entregar
la carne y la sangre, animadas del mismo Espíritu como principio de vida
eterna.
El evangelista ha querido precisar al final
del relato, algunos datos importantes relacionados con la eucaristía. Da
importancia fundamentalmente a dos cosas: una relacionada a la ascensión del
Hijo del hombre y otra relacionada con el Espíritu con mayúscula.
Sólo después de la ascensión del Hijo del
hombre será posible recibir el pan vivo de la eucaristía. La mención del
Espíritu alude, sobre todo, a la fe como medio absolutamente necesario para ver
la eucaristía como la carne y la sangre del Hijo del hombre. O, dicho de otro
modo, que sólo puede recibirse fructuosamente la Eucaristía cuando se está en
posesión del Espíritu. Se trata por tanto de rechazar una interpretación
mecánica o mágica de la eucaristía. Tal vez está en la mente del evangelista
afirmar que no es el cuerpo terreno o muerto de Jesús, sino el cuerpo
resucitado, lleno, penetrado por el Espíritu de vida, el que aprovecha en la
eucaristía.
La fe es, por tanto, indispensable para comer
el nuevo pan. Los discípulos que ese día abandonan al Maestro han renunciado a
su fe: han preferido juzgar por su cuenta, han intentado comprender lo
incomprensible. Pedro, por el contrario, en nombre de los doce, a la pregunta
de Jesús sobre si ellos también quieren marcharse, contesta arrebatado.
"Señor ¿a quien vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros
hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios".
Al hablar así, Pedro no demuestra haber
comprendido -¿como iba a comprender nadie el misterio eucarístico?- lo que hace
es una acto de inmensa fe, una protesta de adhesión incondicional, a pesar de
la gran oscuridad que envolvía aquellas declaraciones de su Maestro.
Emplea S. Juan la misma palabra
"carne" cuando habla de la encarnación: "el Verbo se hizo
carne". Viene a decir que la realidad del cuerpo de Jesús en la comunión
eucarística es la misma realidad que la del cuerpo de Jesús. Niega, por tanto,
que exista solamente una unión espiritual por la fe con la persona de Jesús, y
por eso repite machaconamente intentado poner de relieve que la carne y la
sangre de Jesús son verdadera comida y verdadera bebida. Que no se trata
simplemente de una comida y bebida simbólicas, sino de una comida real en la
cual se participa realmente de la carne y de la sangre de Cristo.
Tres efectos de la recepción sacramental del cuerpo
de Cristo:
-vida eterna y resurrección.
-inmanencia recíproca de Cristo y del cristiano. -consagración del cristiano a Cristo.
-vida eterna y resurrección.
-inmanencia recíproca de Cristo y del cristiano. -consagración del cristiano a Cristo.
9.- El cuarto evangelio no relata la
institución de la eucaristía. Al describir la última cena no se menciona la
eucaristía para nada. Es algo realmente sorprendente. Probablemente la razón de
esa ausencia está en que Juan traspasa la narración de la última cena, por lo
que a la eucaristía se refiere, a este momento. Hay comentaristas que dicen que
los vv. 51-59 no fueron pronunciados en Cafarnaún sino en el cenáculo.
A veces se oye hablar de la Eucaristía como
si fuese sólo una cena de hermandad donde los cristianos hacen memoria de Jesús
y de su muerte, casi de la misma manera como se podría recordar a cualquier
otra persona querida. Es evidente que esta manera de hablar resulta totalmente
insuficiente y ajena a la gran tradición de la Iglesia, que desde sus comienzos
celebró la Eucaristía como el misterio absolutamente singular de la presencia
viva y real de Jesús.
Cumpliendo este encargo de Cristo, en las
celebraciones eucarísticas de la Iglesia primitiva recibían siempre todos los
participantes el cuerpo del Señor, todos recibían la comunión. Después, frente
al arrianismo se hizo especial hincapié en la divinidad de Cristo, mientras que
su humanidad pasó a segundo plano en la conciencia de los fieles. Y esa actitud
de amor y confianza para con la eucaristía fue sustituida por la de reverencia
y temor.
Hasta el v. 51 todo el discurso del pan de
vida se viene refiriendo a la persona de Jesús, recibida por la fe. Medio por
el cual es dada la vida eterna. Ahora afirma Jesús, y pudiéramos decir de una
manera descarada, que es su misma carne la que es el pan de vida. Se nos dice
que la vida eterna es el efecto, no de "creer" en Jesús, sino de
"comer" su carne. El protagonista ya no es el Padre, que da el
verdadero pan del cielo, sino Jesús, que da su carne y su sangre.
Hay un crudo realismo -probablemente
intentado por el evangelista- en estas expresiones: comer la carne y beber la
sangre. Cuando Juan escribe estas palabras lleva más de 60 años celebrando la
Eucaristía y han surgido -como aparecen en todos los tiempos- esos hombres tan
espirituales que niegan la materialidad del cuerpo.
10. Juan 6,51-59. Mi carne es verdadera
comida y mi sangre es verdadera bebida
Continuamos con el discurso del pan de vida.
El fragmento de este domingo entra de lleno en la clave eucarística, tal como
era entendida y vivida por la comunidad de Juan.
"Mi carne para la vida del mundo":
en el fondo de esta expresión hay una fórmula aramea en la cual
"carne" sustituye a "cuerpo" para designar la realidad
criatural de la persona humana. "Para la vida" traduce la preposición
griega "hyper", que en cuarto Cántico del Siervo y en los relatos de
la institución de la eucaristía denota el carácter sacrificial y expiatorio de
la muerte de Cristo. "Mundo" acentúa el sentido universalista de la
salvación.
Las murmuraciones de los judíos del v. 52 nos
recuerdan las de sus antepasados ante Moisés al atravesar el desierto del
Sinaí.
La Eucaristía proporciona una comunión real
de vida y de destino con la persona de jesús. Nuestro texto lo acentúa de
diversas maneras: el cuerpo de Jesús nos hace participar en la resurrección,
nos hace vivir "por Cristo", que es vida "para siempre". Lo
cual se ha de entender no de forma mágica,-fino como una comunión
auténticamente personal. La clave de comunión es, demás, típica de la teología
juánica: comunión de Cristo con el Padre (c£10,38;14,10-11), del discípulo con
Cristo (cf. 15,4-10), y del creyente con el Padre y con Cristo (cf. 17,21-23).
Cristo cumple las expectativas del Antiguo
Testamento: es el verdadero Moisés que nos alimenta con el maná de la
Eucaristía, es la verdadera Sabiduría que nos ofrece el pan y el vino de su
Palabra y de su Persona presente en el Sacramento. Esta vida de Cristo nos
compromete a ponerla en práctica en nuestra vida de cada día, como nos indicaba
san Pablo.
Jordi Latorre, Misa Dominical 2000, 11, 8