EL GOZO DE CRECER
ORACION COLECTA
Derrama Señor, tu gracia en
nuestros corazones para que, quienes hemos conocido, por el anuncio del ángel,
la encarnación de Cristo, tu Hijo, lleguemos por su pasión y su cruz, a la
gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura
de la profecía de Miqueas 5, 1-4a
Así dice
el Señor: «Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti
saldrá el jefe de Israel.
Su origen
es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. La entrega hasta el tiempo en que la
madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel.
En pie,
pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios.
Habitarán
tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste
será nuestra paz.».
SALMO RESPONSORIAL (79)
Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Pastor de Israel, escucha, tú que te sientas sobre querubines,
resplandece. Despierta tu poder y ven a salvarnos. R.
Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven
a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa. R.
Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 5-10
Hermanos: Cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios
ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni
víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro:
"Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."».
Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos
ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí
estoy yo para hacer tu voluntad.».
Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del
cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-45
En aquellos días, María se puso en camino
y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y
saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en
su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita
tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!.
¿Quién soy yo para que me visite la madre
de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de
alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el
Señor se cumplirá.».
PLEGARIA UNIVERSAL
Hermanos, el Señor está cerca, salgamos a su
encuentro, proclamemos su grandeza y pidamos al Padre que nos ayude a esperar
su venida con el corazón en vela. Digamos con fe: Escucha, Señor nuestra
oración:
1.- Por
el Santo Padre y todos los pastores de la Iglesia: para que en su palabras y
gestos de cogida y de misericordia, manifiesten la cercanía y la ternura de
Dios a todos los hermanos. Oremos.
2.- Por las comunidades cristianas: para que viviendo
en continua actitud de servicio, demos testimonio vivo de la presencia de Jesús
en este mundo. Oremos
3.- Por los jóvenes para que se dejen atraer por el
Señor que viene y encuentren en el la razón de su vida. Oremos.
4.- Por los pueblos que sufren la guerra, el hambre o
la injusticia para que a través de nuestras oraciones y solidaridad amorosa
puedan recibir del Señor el bienestar y la paz que tanto anhelan. Oremos.
5.- Por nuestra comunidad parroquial: para que la
llegada del Señor nos encuentre unidos y reconciliados entre nosotros. Oremos.
Aquí nos tienes, Señor, para hace tu voluntad.
Bendice nuestras vidas, acoge nuestras oraciones y ayúdanos a preparar el
camino a tu Hijo que viene a salvarnos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
El mismo espíritu, que colmo con su poder las entrañas de santa María,
santifique Señor estos dones que hemos colocado sobre tu altar. Por Jesucristo
nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Dios todopoderoso después de
recibir la prenda de la redención eterna, te pedimos que crezca en nosotros
tanto el fervor para celebrar dignamente el misterio del nacimiento de tu Hijo,
cuanto más se acerca la gran fiesta de la salvación. Por Jesucristo nuestro
Señor.
COMENTARIO
María, se pone
en camino “rápidamente”. Es el comienzo de las marchas en san Lucas, el evangelista
de los caminos. Su evangelio está siempre en movimiento, lo mismo que su
segundo libro, los Hechos de los apóstoles. De Nazareth la salvación irá a
Jerusalén, luego tras la resurrección comenzará la conquista del mundo (Hch. 1,
8).
Los testigos
dice Pedro, son esos hombres “que nos acompañaron mientras vivía con nosotros
el Señor Jesús” (Hch. 1, 21). Y ésta es la primera marcha misionera: María que
se pone en camino rápidamente, vibrando todavía por su anunciación: “¡Hágase en
mí según tu palabra!”. Se apresura a ir a ver la primera maravilla anunciada:
“Isabel, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y la que decían que era
estéril está ya de seis meses”. María lo cree.
Todo es
inaudito, pero ella cree. Le invade el gozo, el gozo de creer, el gozo de
entrar en los tiempos mesiánicos y de ser ella la que los abre. “Yo soy la
esclava del Señor”. La visitación irradia el gozo de creer. Isabel multiplica
las palabras de gozo: “La criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú,
que has creído! ¡Qué alegría que me visite la madre de mi Señor!”.
Y María responderá con el Magníficat, su cántico de alegría. Lucas nos
indica cuál es la fuente de ese gozo tan especial: el Espíritu. El
Espíritu vino sobre María, llenó a Isabel, en Pentecostés llenará a los apóstoles. Y nos
llena a nosotros cuando creemos y proclamamos que Jesús es Señor, es decir el
Mesías, el Salvador, pero un Mesías tal como ningún judío se habría podido
imaginar: Dios dándonos a su Hijo.
Nuestra fe y nuestro gozo dependen de la fuerza con que creemos en
esto. Nos perdemos en cosas secundarias, disputamos entre cristianos sobre
cuestión de detalles, en vez de vivir a fondo y de proclamar lo esencial, la
revelación fantástica: el niño que va a nacer de María es el Hijo de Dios. Otro
cántico viene después del Magníficat, el Benedictus: “¡Bendito sea Dios, que ha
visitado a su pueblo! ¡Dios mismo que nos viene a visitar!
Hay muchas cosas que creer: la resurrección de Jesús, su presencia en
la eucaristía, el perdón de nuestros pecados, el triunfo final de la vida sobre
el sufrimiento y la muerte.
Pero para todas esas cosas nuestra fe será fácil y sólida si estamos
bien enraizados en lo más difícil: creer que Dios ha venido a recorrer nuestros
caminos: “Hemos visto los pasos de nuestro Dios cruzándose con los pasos de los
hombres”.
Y para que viniera a nosotros necesitaba a María. Nada puede darnos
mayor devoción a la Virgen que verla tan dichosa de creer y ofreciendo ya a su
Hijo para quien explotan los primeros gozos de la fe. Cuando quiere hablar de
María, el concilio tiene estas palabras magníficas: Ella presentó la vida.
PALABRA
DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 24: 2S 7,
1-5.8b-12.14ª.16; Sal 88; Lc 1, 67-79. Vigilia: Is 62, 1-5: Sal 88: Hch 13,
16-17. 22-25; Mt 1, 1-25.
Martes 25: Misa Medianoche: Is 9, 1-3.5-6; Sal
95; Tt 2, 11-14; Lc 2, 1-14. Misa de la Aurora Is 62, 11-12; Sal
96; Tt 3, 4-7; Lc 2, 15-20. Misa del Día: Is 52, 7-10; Sal 97;
Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18.
Miércoles 26: Hch 6, 8-10;
7, 54-60; Sa 30; Mt 10, 17-22
Jueves 27: 1Jn 1, 1-4; Sal 96; Jn 20, 2-8.
Viernes 28: 1Jn 1, 5-2, 2;
Sal 123; Mt 2, 13-18.
Sábado 29: 1Jn 2, 3-11; Sal 95; Lc 2, 22-35.
Domingo 30: Eclo 3, 2-6.12-14; Sal 127; Col 3, 12-21; Lc
2, 41-52.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Lc 1, 39-45
1. M/VISITACION.
Texto: La expresión inicial "en aquellos días" no es el
habitual encabezamiento litúrgico, sino que pertenece al texto y hace
referencia a Lc. 1, 36-37, donde el mensajero celeste ha ofrecido a María la
maternidad de Isabel como señal de garantía de su propia maternidad. La
expresión, pues, enlaza el texto de hoy con ese ofrecimiento. Nótese que María
ha aceptado como suficiente y válida una garantía humanamente inviable. En Lc.
1,7, en efecto, Lucas ha presentado a Isabel como una mujer estéril y en edad
de no poder tener hijos.
El texto comienza con María yendo al encuentro de Isabel. El autor tiene
prisa por llegar. Nada es relevante hasta el salto de la criatura en el vientre
de Isabel. Lucas había preparado cuidadosamente este momento desde 1, 15: ya
desde el vientre de su madre estará lleno del Espíritu Santo. La situación es,
en efecto, una eclosión del Espíritu. El salto de la criatura y el grito
exultante de su madre son la expresión de esta eclosión. La razón es evidente:
el Señor está aquí.
María y los lectores nos enteramos de ello de labios de Isabel. La
atmósfera toda es de alegría y de júbilo. Isabel es toda palabra, en contraste
con su ocultamiento anterior durante cinco meses (Lc. 1, 24) y con la mudez de
su marido (Lc. 1, 22). Isabel es todo buena noticia. Sus últimas palabras son
susceptibles de una doble interpretación, igualmente posible sintácticamente.
La traducción litúrgica ha optado por la interpretación causal: ¡Dichosa tú,
que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.
Particularmente me inclino por la interpretación completiva: ¡Dichosa
tú, que has creído que se cumpliría lo que te ha dicho el Señor. Esta
interpretación me parece más en consonancia con el contexto. Lucas, en efecto,
ha relacionado expresamente el texto de hoy con la garantía ofrecida por el
mensajero celeste a María.
La respuesta de María fue entonces de aceptación de la garantía
ofrecida, a pesar de la inviabilidad humana de la misma. Lucas resalta ahora,
por medio de Isabel, la aceptación de María: ha sido una aceptación de
creyente.
Resumiendo: Lucas nos da la increíble buena noticia de que Dios es
realidad humana y, a la vez, nos propone con vistas a su aceptación el modelo
creyente de María. Comentario. Se ha dicho muchas veces: creer es hacer posible
lo imposible. Hoy, una vez más, hay que seguir diciéndolo. Creer contra toda
desesperanza, cuando la evidencia invite incluso a no esperar nada.
¿La evidencia? ¿No habremos confundido esta palabra con pragmatismo
interesado? Demasiado a menudo la evidencia es una simple cuestión de intereses
egoístas. Cuando hay capacidad utópica los límites de la evidencia se hacen
menos férreos y más fluidos e insospechados. ¿Y si la capacidad utópica humana
tiene su fuente en Dios? Isabel felicita a María por este tipo de capacidad
utópica. Dos mujeres, seres sin prestigio ni relevancia en la sociedad de
entonces. Lucas gusta de convertir a los marginados en protagonistas de la
aventura creyente. María, una marginada, es el modelo de creyente que Lucas nos
propone imitar. Gracias a una marginada el Señor es realidad humana. ¡Gracias,
María por haber creído!.
Alberto Benito, Dabar 1988, 4
2.- Nota preliminar. La traducción litúrgica del último versículo es
como sigue: dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor, se
cumplirá. Esta traducción es correcta con la sintaxis del original. Pero
también lo es esta otra: Dichosa tú que has creído que lo que dice el Señor se
cumple. En igualdad de posibilidades habrá que escoger la que responda mejor a
la dinámica del texto. Y creo que es la segunda. Puede quedar así: Dichosa tú
por haber creído en el cumplimiento de lo que Dios te ha dicho.
Comentario. -En realidad el texto de hoy no debería separarse del que
leíamos el día de la Inmaculada. Veíamos entonces cómo María aceptaba que para
Dios no hay nada imposible. Y concluíamos con la siguiente pregunta: ¿Podemos
siquiera sospechar lo que Dios puede cuando encuentra un ser humano sencillo y
abierto a El? Es decir, el de hace dos domingos era un texto abierto, pendiente
de respuesta. Esta llega en el texto de hoy, cerrando lo que entonces quedaba
abierto. Ambos forman, pues, una unidad de sentido dentro de una estructura de
apertura y cierre.
El relato comienza de manera rápida, sin detenciones. En un momento el
autor nos traslada de Nazaret a la casa de Zacarías, al sur del país. Lo
hacemos acompañando a María, cuyo bagaje es su incondicional disponibilidad a
Dios. He aquí la esclava del Señor. Ya en la casa el relato se hace saludo
entre María e Isabel. El autor detiene en este punto el relato para decirnos
que María es la Madre de Dios. La forma de hacerlo es absolutamente deliciosa:
la criatura que lleva dentro Isabel salta de alegría. A partir de aquí todo es
profusión, apoteosis, exaltación. Es el homenaje a María por haber aceptado que
para Dios no hay nada imposible. ¡Dichosa tú por haber creído en el
cumplimiento de lo que Dios te ha dicho! ¿Por qué no pensar que este homenaje a
María es a su vez una invitación a nosotros los lectores? Una invitación a a
ser seres humanos sencillos y abiertos a Dios. ¿Quién puede sospechar lo que
acontecería si fuéramos así? De esta manera el texto adquiere nuevas e
insospechadas aperturas de sentido y, con ellas, la posibilidad de que lo
imposible siga siendo siempre realidad. ¡Qué bonita es la existencia cuando
Dios es diáfano gracias a un ser humano permeable a El.
Alberto Benito, Dabar 1985, 4
3.- Con excepción de la franja marítima, toda Judea es una región
montañosa. Así que Lucas no facilita información precisa sobre el lugar adonde
se dirigió María. Tampoco nos dice que María no emprendería ese camino con el
propósito de comprobar lo que le había dicho el ángel y, por otra parte,
tampoco parece probable que lo hiciera con el ánimo de atender a su prima en el
parto, ya que el mismo Lucas sugiere que no estaba en casa de Isabel cuando
nació su sobrino. Podemos suponer piadosamente que María sintió la necesidad de
comunicar su gozo y compartir el de su prima.
Seguramente María se uniría en el camino de alguna caravana, puesto que
José no parece que la acompañara (cf. Mt 1, 18). En todo caso, lo importante en
este relato no es lo que sucedió o pudo suceder, sino lo que en él se anuncia,
el mensaje evangélico. No olvidemos que los evangelistas no están interesados,
en principio, en escribir una biografía, sino en la proclamación del evangelio.
El saludo de María provoca la respuesta maravillosa de Isabel que,
entusiasmada, prorrumpe en alabanza profética bajo la acción del Espíritu
Santo. Isabel ha reconocido en el hijo de María a "su Señor". Por eso
llama a María la más bendita entre todas las mujeres. Si cualquier hijo es una
bendición de Dios para su madre, mucho más lo será aquel hijo que es bendito delante
de Dios y por quien han sido bendecidos todos los hijos de mujer.
En lenguaje bíblico se llama "visita" de Dios a su pueblo a la
acción salvadora de Dios, a la intervención de Dios en beneficio de su pueblo.
Dios, que ha visitado a su pueblo por medio de profetas, ahora lo visita
definitivamente por medio de su propio Hijo. La familia del bautista es la
primera que experimenta los efectos salvadores de esta visita: hasta el niño de
Isabel salta de gozo en el vientre de su madre; el que había de ser su
precursor nota ya la presencia del mesías tan deseado. Pero, como dice Juan
evangelista, no todos recibieron con agrado la visita del Señor, el cual
"vino a los suyos y los suyos no lo recibieron" (Jn 1,11; cf Lc 19,
42).
Isabel llama dichosa a María porque ha creído y no solo porque es la
madre del Señor. Más tarde, Jesús, respondiendo a una mujer que bendice a su
madre por haberlo llevado en sus extrañas, dirá que la verdadera dicha consiste
en creer en la palabra de Dios y en practicarla (Lc 11, 27s). Y en otra ocasión
afirmará que su madre y sus hermanos son todos los que creen en el evangelio
que predica (8, 19-21).
Eucaristía 1988, 60
4. M/ARCA-ALIANZA.
Los capítulos primero y segundo de Lucas tienen un fuerte sabor del AT,
aunque no se cite explícitamente. Lucas combina aquí datos históricos con una
profunda reflexión de la Escritura, actualizando los bíblicos del A.T. en
función de una nueva situación, descubriendo nuevos valores en esta Palabra y
actualizando en función del Señor Jesús lo que en el AT se refería al Señor
Dios.
Así la escena de la visitación, que es la lectura evangélica de hoy,
tiene como telón de fondo el traslado del arca a Jerusalén realizado por David
(cf. 2 Sam 6,1-12). Ambos viajes -el del arca y el de María- tienen lugar en el
territorio de Judá y provocan las mismas reacciones: alegría en los lugares por
donde pasa el arca y alegría de Isabel, saltos de alegría de David y de Juan
Bautista; el arca que sube hacia Jerusalén entra en casa de Obededom, permanece
tres meses en ella y la llena de bendiciones, María entra en casa de Zacarías,
permanece tres meses en ella e Isabel se llena del Espíritu Santo. No es el
arca del Señor la que ahora sube hacia Jerusalén, sino "la madre de mi
Señor" , la nueva arca de la alianza que lleva al Señor Jesús. David se
considera indigno de recibir en su casa el arca, y por su parte Isabel exclama
"¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?" (recuérdese
que Señor es un título mesiánico).
Esta relación profunda de la escena de hoy con la subida del arca hacia
Jerusalén y la propia subida de María hacia la montaña de Judá, nos presentan
ya la gran "subida" de Jesús hacia Jerusalén, uno de los grandes
temas del evangelio lucano.
No podemos dejar de notar el paralelismo entre las palabras que Isabel
dirige a María y las que se dirigieron a Judit (cf. Jdt 13, 18-19):
"Bendita entre todas las mujeres de la tierra... y bendito el Señor
Dios"; Lucas cambia "el Señor Dios" por "el fruto de tu
vientre", estableciendo así una estrechísima relación entre ambos.
El encuentro entre las dos madres es, de hecho, el encuentro de Juan
Bautista con Jesús. Juan queda "lleno del Espíritu Santo desde el vientre
de su madre" como se había anunciado a su padre Zacarías (cfr. Lc 1, 16) y
por boca de su madre inaugura su misión anunciando ya al Mesías.
Finalmente, Isabel declara feliz a María porque -contrariamente a lo que
hizo Zacarías- ella ha creído que se realizaría lo que la Palabra de Dios dijo:
del mismo modo que la fe de Abraham inició la historia del pueblo de Israel, la
fe de María inicia la etapa definitiva de la historia de la salvación. Y esta
bendición queda situada en la línea de Lc 11,27: "Dichosos los que
escuchan la Palabra de Dios y la guardan". FE/M-ABRAHAN M/ABRAHAN.
Josep Roca, Misa Dominical 1979, 23
5.- La profecía se ha convertido en realidad. La anunciada madre del
Mesías, la que lo traería al mundo en Belén, según Miqueas, entra ya en escena:
ella con su hijo en las entrañas. El nacimiento del Mesías en Belén de Efrata
nos lo describirá Lucas en el capítulo siguiente (donde también hará una
referencia a la redención cuando se presente al Niño Jesús en el templo:
2,33-35). El Mesías y su madre, anunciados en el Antiguo Testamento, ahora son
bendecidos en el Nuevo. (Algunos comentaristas creen ver en la escena de la
visitación una realidad de lo que no sería más que la figura en el A.T.: la
entrada del arca de la Alianza en Jerusalén (2 Sam 6). Pero quizás debamos
decir que hay excesivo simbolismo).
Los tiempos nuevos han comenzado, la salvación y la paz anunciadas y tan
deseadas están ya al alcance de la mano, De ahí que junto a la alegría y al
entusiasmo se haga mención de la fe, la fe de María, heredera de la fe de
Israel que ha sabido confiar en la promesa de Dios: "¡Dichosa tú, que has
creído!". La fe ha visto el cumplimiento de las profecías, pero esta misma
fe cree que va a darse aún un nuevo y más amplio cumplimiento: "lo que te
ha dicho el Señor se cumplirá".
María, madre del Mesías, mujer dichosa, junto con la gracia de Cristo
que nos trae, nos da un ejemplo de fe, de alegría, de disponibilidad, de
servicio. Ella, figura del Adviento, prepara el camino al Camino: empieza a
preparar el camino que un día va a hacer Jesús, camino de generosidad y de
entrega total, venido no a ser servido sino a servir.
Jm. Vernet, Misa Dominical 1982, 24
6.- "¡Dichosa tú, que has creído!": La alabanza hacia María es
doble: como madre del Señor y como creyente. Quedan reunidas aquí las dos
bendiciones que encontramos en Lc 11, 27-28: una en boca de una mujer sobre la
maternidad y la otra de Jesús sobre los que creen. Igualmente se acentúan en
toda la escena los aspectos de gozo y de felicidad como señales del nuevo
tiempo mesiánico que empieza.
Joan Naspleda, Misa Dominical 1988, 24
El relato de la Visitación es presentado por San Lucas siguiendo el
mismo procedimiento midráshico que el Evangelio anterior (Lc 1, 26-38).
a) La idea evocada en este relato es la del traslado del Arca de la
Alianza a Jerusalén (2 Sam 6, 2-11). En ambos casos, el viaje se realiza por el
país de Judá hacia Jerusalén (v. 39; cf. 2 Sam 6, 2), da lugar a las mismas
manifestaciones de alegría (vv. 42, 44 y 2 Sam 6, 2), e incluso a
"danzas" sagradas (v. 44, en el que el Niño "salta" en el
seno de su Madre: cf. 2 Sam 6, 12). La casa de Zacarías (v. 40) se convierte en
la réplica de la casa de Obed-Edom (e Sam 6, 10) y María es fuente de
bendiciones en ella como el Arca lo había sido antiguamente (v. 41; cf. 2 Sam
6, 11-12). El grito de Isabel al recibir a María (v.43) reproduce casi
textualmente el de David delante del Arca (2 Sam 6, 9). Finalmente, María, lo
mismo que el Arca, permanece tres meses en casa de su huéspedes (v. 56; cf. 2
Sam 6, 11).
Tras este simbolismo un tanto rebuscado se oculta la idea directriz de
San Lucas: los hechos que rodean el nacimiento de Jesús dan cumplimiento al
mismo tiempo a la profecía de Mal 3 y a la de las setenta semanas de Daniel.
Dios ha enviado ya a su ángel al templo, bajo la figura de Gabriel, cerca de
Zacarías (Mal 3, 1 y Lc 1, 5-25); ahora ya no queda más que el mismo Dios haga
su aparición en su Templo (Mal 3, 2). La salida de María hacia la casa de
Isabel es ya una etapa con la que María conduce a su Hijo hasta Judá; la
segunda etapa será la subida propiamente dicha a Jerusalén en Lc 2, 22-38, que
se termina con la presentación oficial del Niño en el Templo.
b) Si la evocación del Arca de la Alianza es, ante todo, la de la
presencia de Dios en su Templo, no debe olvidarse del todo que el Arca conducía
al pueblo al combate y que su evocación nos sitúa, pues, dentro de un contexto
de combate que se hace más agudo todavía debido a la preocupación de Lucas por
presentar a María bajo los rasgos de la mujer victoriosa de los enemigos. En
efecto, el v. 42, en el que Isabel bendice a María y a su Hijo es la réplica de
las aclamaciones dirigidas a Jael (Jue 5, 2-31) después de su victoria sobre el
enemigo, y a Judit (Jdt 13, 17-18; 15, 9-10) después de su victoria sobre
Holofernes. M/COMBATE M/VICTORIA.
Comparada con el Arca de la Alianza y con las mujeres guerreras del
Antiguo Testamento, María aparece, pues, aquí, como la mujer que asegura a su
pueblo la victoria definitiva sobre el mal e inaugura la era mesiánica en la
que el pecado y la desgracia serán abolidos. María es la verdadera morada de
Dios entre los hombres. Lucas la ha presentado así comparándola con el Arca o
con Sión.
Dios no habita ya, pues, en un templo de piedras, sino en personas
vivas. Al igual que María, cada cristiano es en el mundo signo de la presencia
de Dios. Son las actitudes de su vida y sus compromisos, y no ya piedras
sagradas, las que edifican la habitación divina sobre la tierra. Por profana
que sea, la vida de un cristiano está ya ahora más cargada de presencia divina
que un templo consagrado y que un Arca de la Alianza. La Eucaristía carga
nuestras vidas de esa densidad.
Maertens - Frisque, Nueva Guía de la Asamblea Cristiana I, Marova Madrid
1969.Pág. 159
8.-Los cc.1-2 del tercer evangelio están construidos en forma de
díptico: dos figuras paralelas se entrelazan, la del Bautista y la de Jesús. De
ambos se nos anuncia el nacimiento, se nos narra su nacimiento y circuncisión y
se nos presenta su crecimiento. El fragmento que enlaza las dos anunciaciones
con los dos nacimientos, es precisamente el de la Visitación de María a Isabel.
Las dos madres se encuentran.
Isabel es símbolo del AT. Como las antiguas matriarcas de Israel se nos
dice que es estéril y anciana. Sin embargo, es capaz de ser fecunda por la
acción de Dios. El Espíritu Santo la llena de su presencia, como había llenado
a Israel a lo largo de su historia, para reconocer la presencia del Señor que
llega en María.
María es símbolo de la nueva Sión que es madre fecunda, que lleva al
Señor en su seno y lo presenta a los que quieran recibirlo. Es la nueva Arca de
la Alianza que contiene al que es la Palabra de Dios a los hombres. Ella se
apresura en su paso y comunica gozo mesiánico allí donde llega.
Aquí resuena la primera Bienaventuranza de los evangelios: "Dichosa
tú, que has creído". Por la fe de Abrahán dio inicio al pueblo creyente,
por la fe de María inicia su etapa definitiva el pueblo de Dios. La fe de María
está en el origen de la fe de la iglesia. Recordemos que los Padres de la
iglesia afirmaban que María concibió no sólo físicamente a Jesús en su cuerpo,
sino también en su espíritu y en su corazón.
La Creación y la Vocación de Abrahán contenían, en el AT, sendas
bendiciones. Isabel pronuncia una bendición sobre María y Jesús que marca el
final del AT y el comienzo del NT.
Jordi Latorre, Misa Dominical 1991, 17
9. M/VISITADORA
La Virgen es la primera en ser dignificada por el advenimiento divino;
por eso se convierte para el resto de la humanidad en la
"Visitadora". Aun antes de que Dios aparezca en el mundo en forma
visible, lo trae la Virgen a los hombres hecho ya hombre en su seno. Viene Dios
a ella, y en ella visita a la humanidad. Se procura un hogar entre los hombres
a fin de facilitarles el vivir ellos en la Divinidad. La puerta por donde entra
sin necesidad de abrirla es la Virgen. Así como se apareció a los discípulos en
la noche de Pascua, de la misma manera va hoy a casa de Isabel con las puertas
cerradas. No quiere mostrarse del todo ni aparecer ya en pleno día; se limita a
asomarse a través de la puerta cerrada: "Está ya detrás de nuestros muros,
mirando por las ventanas, atisbando por entre las celosías" (Ct/02/09).
Sin embargo, Isabel, inmediatamente lo reconoce: "¿De dónde a mí tanto
bien, que llegue a mí la Madre de mi Señor?, exclama Isabel.
Es un verdadero Adviento; la Virgen viene, llevando a Dios en su seno;
la Madre de Dios viene, o sea, Dios mismo es quien viene.
Su presencia origina a la par temor y alegría; alegre sobresalto y santo
temor, cosas ambas muy propias ante la aparición divina. Pero la alegría sobrepuja
al temor: "Daba saltos de júbilo el niño en mi seno", afirma Isabel.
Sin embargo, hay todavía otra señal que descubre la presencia de Dios: el
espíritu humano es impulsado por ella. El Espíritu (Pneuma) de profecía se
apodera del hombre, le abre los ojos interiores para descubrir el plan
escondido de la redención divina y le desata la lengua en alabanzas al amor
eterno: "Isabel se sintió llena del Espíritu Santo, y, exclamando en alta
voz, dijo: Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu
vientre". A lo que responde María: "Mi alma canta la grandeza del
Señor".
Emiliana Löhr, El año del Señor, El Misterio de Cristo en el Año
Liturgico I, Edic. Guadarrama Madrid 1962.Pág. 64 S.
10.- El Adviento cclebra la Venida mística del Señor a los corazones
mediante la gracia de Cristo, del cual nosotros somos instrumentos. Esto es lo
que nos recuerda la Visitación. A pesar del esfuerzo que representaba en aquel
tiempo para una futura madre aquel viaje de más de cien kilómetros, María no
duda en prestar sus servicios a su prima, de la cual supo que, a pesar de su
edad avanzada, iba a tener las alegrías, pero también los cuidados de la
maternidad. Un servicio fraternal es siempre para nosotros ocasión de llevar a
Cristo. En el caso de María, esto fue auténtico, incluso materialmente,
podríamos decir. Ella lleva a Cristo; ella santifica mediante la irradiación de
Cristo, a quien lleva dentro de sí. También a nosotros se nos pide que
irradiemos a Cristo mediante el ejercicio de la caridad fraterna. Esta
irradiación puede ser real y eficiente independientemente, e incluso con
anterioridad a todo testimonio hablado, a toda «predicación», a todo «sermón».
Para nosotros aquí se trata, pues, de "ser": ser hijo de Dios,
penetrado de la vida divina; al «ser» Cristo, nosotros le irradiaremos.
"To be or not to be, that is the question» (Shakespeare, Hamlet, III, 1);
«ser o no ser», esta es la cuestión, la primera y principal cuestión para un
cristiano.
Puede ser útil, e incluso necesario en ocasiones, dar testimonio expreso
de nuestra fe, estar orgullosos de ella, predicarla; mas esto es un aspecto
secundario. Anteriormente, por la simple presencia en el mundo de verdaderos
cristianos, Cristo está allí presente, y El no puede dejar de santificar, de la
misma manera que santificó a Juan Bautista en la Visitación.
Eligiendo entre «ser» y «parecer», es mucho más importante ser; y es que
«ser» es ya una adquisición importante, una realidad apreciable; parecer sin
ser, no es nada, es mucho menos que nada: es falsedad, fariseísmo.
Oración: Invitación a la plegaria silenciosa para que cada cual examine
si su primera preocupación es más bien la de ser y no la de parecer, la de no
parecer sino porque es y en la medida en que lo es. Recogimiento en silencio;
oración del celebrante, por ejemplo en estos términos: «Ayúdanos, Señor, a
«ser» tus hijos, a vivir en cristiano, a fin de que, por todo lo que somos,
irradiemos a Cristo.
Heuschen, La Biblia Cada Semana, Edic. Marova/Madrid 1965.Pág 31 S.
11.- María se puso en camino, y con buena marcha, al encuentro de
Isabel, No iba a verificar las señales anunciadas. Ni mucho menos para contar
su experiencia angélico-divina, movida por la vanidad. Iba para estas tres
cosas: para felicitar, para compartir y para servir. Iba, como se ve, movida
solamente por el amor. Por eso tiene prisas, porque el amor es fuerza quemante.
La Virgen de la Visitación es la Virgen de la Caridad.
Caritas, Ríos del Corazón, Adviento Y Navidad 1992/91-2.Págs. 68
12.- Una vez recibido el anuncio del ángel y sabiendo que su prima
también espera un hijo, María se dirige presurosa a su casa: los motivos serían
ayudarla y pedirle consejo, pero de hecho la escena se convierte en un momento
de gran celebración gozosa de la obra salvadora de Dios: la alegría rezuma en
cada una de las frases de la escena. También se puede ver un cierto deseo del
evangelista de señalar la primacía de Jesús respecto a Juan, cuestionada en
algunos ambientes cercanos al primer cristianismo.
El viaje es sorprendente: una muchacha joven y embarazada atravesando
sola Palestina. Pero tanto da. Es un gran esfuerzo para ella, pero mayores son
las ganas de estar al lado de su prima y compartir la Buena Noticia. Y hay,
sobre todo, una gran fuerza simbólica: María, procedente de las regiones del
Norte, las tierras siempre en peligro de paganismo, se dirige a Judá, hacia el
centro religioso, llevando con ella al Señor; ahora, la Jerusalén que tiene en
su interior al Señor y de la que hablaba Sofonías el domingo pasado, ya no es
una ciudad de piedra sino que es aquella joven de Nazaret, del territorio de
Zabul6n y Neftalí (Is 8,23; Mt4,12-17).Realmente la manera de acercarse Dios a
los hombres ha cambiado radicalmente.
El encuentro entre las dos mujeres muestra todo lo que comporta la llegada
de Dios a aquellos que tienen ganas de verlo. Es el Espíritu el que hace
descubrir la presencia del Señor a través de las sencillas realidades humanas
que, por ellas mismas, no muestran nada de especial. Y, cuando se descubre, se
produce la explosión de alegría: Juan Bautista en el vientre de Isabel
representa aquí a todo el pueblo que esperaba la llegada del Mesías.
Isabel alaba a María por haber sido escogida por Dios, y alaba al Señor
que está en sus entrañas. Y al final la vuelve a alabar pero expresando
entonces, en una magnífica síntesis, la actitud básica del creyente que María
representa: María es la que ha creído, es decir, la que ha sido capaz de fiarse
de Dios y aceptar lo que ella entendía que Dios le proponía, por complicado que
fuera; y por eso, y por complicado que todo pueda ser en el futuro, en ella y
por ella se realizarán las promesas que Dios ha hecho (ella será la madre del
salvador; por ella el mundo recibirá la salvación): el Magnificat que María
proclama a continuación es la expresión de estos convencimientos.
J.- Lligadas, Misa Dominical 1994, 16