LA
PUERTA ESTRECHA
ORACION COLECTA
Oh Dios, que unes los corazones de
tus fieles en un mismo deseo, concede a tu pueblo amar lo que prescribe y
esperar lo que prometes, para que, en medio de las vicisitudes del mundo,
nuestros ánimos se afirmen allí donde están los gozos verdaderos. Por nuestro
Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del
libro de Isaías 66, 18-21
Así dice el
Señor: «Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver
mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las
naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas
que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las
naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros
hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi
monte santo de Jerusalén —dice el Señor—, como los israelitas, en vasijas
puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y
levitas» dice el Señor.
SALMO RESPONSORIAL (116)
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Alaben al Señor, todas las naciones, aclámenlo, todos
los pueblos. R.
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad
dura por siempre. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 12, 5-7. 11-13
Hermanos: Han olvidado la exhortación paternal que les dieron: «Hijo mío,
no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el
Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos.».
Acepten la corrección, porque Dios los trata como a hijos, pues, ¿qué padre
no corrige a sus hijos?.
Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero,
después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz.
Por eso, fortalezcan las manos débiles, robustezcan las rodillas
vacilantes, y caminen por una senda llana: así el pie cojo, en vez de
retorcerse, se curará.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 22-30
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia
Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.
Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los
que se salven?».
Jesús les dijo: «Esfuércense en entrar por
la puerta estrecha. Les digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando
el amo de la casa se levante y cierre la puerta, se quedaran fuera y llamaran a
la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él les replicará: "No
sé quiénes son.". Entonces comenzaran a decir.
"Hemos comido y bebido contigo, y tú
has enseñado en nuestras plazas.".
Pero él les replicará: "No sé quiénes
son. Aléjense de mí, malvados.". Entonces será el llanto y el rechinar de
dientes, cuando vean a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el
reino de Dios, y ustedes se ven echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente,
del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Miren: hay
últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.».
PLEGARIA UNIVERSAL
Invoquemos a Dios, que nos ama como a hijos muy amados, y
digámosle con afecto filial: R. Escúchanos, que confiamos en ti.
1.- Para que en la Iglesia todos los
pastores y fieles nos esforcemos por atravesar la puerta estrecha que nos lleva
a la santidad, luchando contra nuestros intereses egoístas. Roguemos
al Señor. R.
2.- Para que aquellos que tienen autoridad
sobre las naciones presten su servicio con honestidad y responsabilidad,
teniendo en cuenta que todos tenemos derecho a vivir dignamente y en paz. Roguemos
al Señor. R
3. Por nuestras familias: para que los
padres sepan corregir amorosa y oportunamente a sus hijos y estos acepten las
correcciones de sus padres como expresión de su amor y su ternura. Roguemos
al Señor.
4. Para que los ancianos, los enfermos,
los reclusos, los desempleados, a traes de nuestra oración y actitudes de
cercanía solidaria, descubran que el Padre Dios cuida de ellos como hijos
amados. Roguemos al Señor. R
5.- Para que quienes participamos en la
Eucaristía vivamos día a día como peregrinos que caminan hacia la fiesta
universal, dispuestos a renunciar a todo lo que puede separarnos de Dios y de
los otros. Roguemos al Señor. R.
Dios, Padre bueno, que invitas a los hombres a pasar por la
puerta estrecha de la cruz para entrar en el gozoso banquete de tu reino
escucha nuestras oraciones y danos la fuerza de tu Espíritu, para que siguiendo
las huellas de tu Hijo, tengamos parte en la mesa festiva de tu gloria. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que adquiriste para ti n
pueblo de adopción con el sacrificio de una vez para siempre, concédenos
propicio los dones de la unidad y de la paz en tu Iglesia. Por Jesucristo nuestro
Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Te pedimos, Señor que realices
plenamente en nosotros el auxilio de tu misericordia y haz que seamos tales y
actuemos de tal modo que en todo podamos agradarte. Por Jesucristo nuestro
señor.
COMENTARIO
Lucas nos recuerda que “marchamos hacia
Jerusalén”. Jesús “enseña y abre el camino” hacia la prueba; las lecciones son
cada vez más urgentes. Empieza liquidando una cuestión de mera curiosidad: ¿Son
pocos los que se salvan?.. Esfuércense ustedes para entrar. Ábrete paso por la
puerta estrecha. Lucha. Esfuérzate. Jesús,
no quiso responder a una curiosidad inútil de cuántos se van a salvar. Su
mensaje no pretendía aterrorizar pecadores ni tranquilizar justos, sino
convertir a todos.
A Lucas le gusta esta idea de combate que ha
sacado de su maestro Pablo (Col 1, 29; 4, 22). Es el combate de la puesta en práctica
de los consejos recibidos. Haber visto a Jesús, haberlos escuchado y hasta
haberse sentado a su lado no bastará para forzar las puertas de Dios. ¿Qué es
lo que cuentas? ¡No sé de dónde eres! Uno no se naturaliza cristiano por medio
de lecturas o de sueños. Tendrá que practicar. Una especie de angustia recorre
las páginas del evangelio: lo que están descubriendo ¿lo practicarán de veras?
La idea de “práctica” ha quedado demasiado restringida a la práctica
sacramental. Se dice “Soy practicante”. Practicante ¿de qué? Podemos ir todos
los días a misa y que de repente el cielo se nos cierre por no haber vivido
realmente el evangelio “¡No sé quiénes son!”. Por fortuna, esa llamada
apasionada a practicar se ilumina; la puerta estrecha se ensancha inmensamente:
“Vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur”. Ese es también el
cántico triunfal del Apocalipsis, que recoge la fiesta de todos los Santos:
“Después de esto, apareció en la visión una muchedumbre innumerable de toda
nación y raza..... (Ap. 7, 9).
Pero la última palabra nos mantendrán alerta:
“Hay últimos que serán primeros y hay primeros que serán últimos”. Volvemos a
encontrarnos con la famosa inversión que nos hace vislumbrar a veces Lucas,
poniendo aquí su nota mesurada. No todos los primeros serán últimos; se nos
dice tan sólo que algunos de los primeros de clase al tratarse de aprender la
religión y de los últimos en practicarla estarán también, a la hora de llegar
al cielo, en el pelotón de cola.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 26: 1Tes 1, 1-5.8b-10; Sal 149;Mt 23, 13-22.
Martes 27: 1Tes 2, 1-8; Sal 38; Mt 23, 23-26.
Miércoles
28: 1Tes 2, 9-13; Sal 138; Mt 23, 27-32.
Jueves 29:
Jr 1, 17-19; >Sal 70; Mc 6, 17-29
Viernes 30: Eclo 3, 17-24; Sal 15; Flp 3, 8-14; Mt 13, 31-35.
Sábado 31: 1Tes 4, 9-11; Sal 97; Mt 25, 14-30.
Domingo 01: Eclo 3, 17-18.20.28-29; Sal 67; Heb 12, 18-19.22-24ª; Lc 14, 1.7-14.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Lc 13, 22-30
1. SV/NUMERO SV/INSEGURA:
Texto.
Lo encabeza una observación característica de Lucas desde que en 9, 51 ha
presentado a Jesús de camino hacia Jerusalén. ¿Se trata en ambos casos del
mismo viaje o de viajes diferentes? La observación le sirve al autor para
introducir una pregunta anónima interesándose por el número de los que se van a
salvar (v.23). El resto del texto es la respuesta de Jesús (vs. 24-30).
Está
formada por una parábola y una máxima final. Se trata de la misma técnica de
respuesta empleada hace dos domingos ante la pregunta de Pedro (véase Lc.
12,41-48) y hace seis ante la pregunta del letrado sobre el prójimo (véase Lc.
10,29-37). Esta técnica la emplea Jesús cuando no comparte el planteamiento del
interlocutor. De ahí que su respuesta resulte chocante y extraña a primera vista.
No es, en efecto, una respuesta directa, que se mueva en el mismo plano de la
pregunta. Lo cual no significa que sea una evasiva. Ni mucho menos. Es una
respuesta indirecta que trata de llevar al interlocutor a un planteamiento
diferente del problema. Esto lo consigue Jesús mediante una parábola. Lo
curioso de la parábola de hoy es que sus personajes no son todos ello
imaginarios. Unos de los personajes son los propios oyentes de Jesús, quienes
de esta manera se ven implicados directamente en el problema tal como lo
plantea Jesús, un problema que no va a tener que ver con el número de los
salvados sino con la autoseguridad y exceso de confianza de los propios
oyentes.
Comentario.
Una pregunta como la formulada al comienzo era obligada en los comentarios de
hace no demasiados años. ¿Son uno o dos los viajes de los que habla Lucas en
9,51 y en el texto de hoy? Era la fecunda época de la historia del texto y de
la tradición, de la crítica literaria e histórica. Pero no se valoraba
suficientemente o positivamente la creatividad de los evangelistas. Desde esta
última perspectiva, en cambio, la pregunta anterior pierde importancia. Lucas
ha creado un marco literario de viaje en el que va haciendo altos de reflexión.
Y hablando de altos, uno y muy necesario sería ponernos en contacto con la
exégesis de los veinticinco últimos años del siglo pasado y los veinticinco
primeros del actual. Pero volvamos al que hoy nos brinda Lucas. ¿Serán pocos
los que se salven? El anónimo interlocutor pregunta a Jesús por el número de
los que irán al cielo. Una imagen del cielo muy extendida entonces era la de un
salón dispuesto para un banquete. Es esta imagen la que Jesús recoge en la
historia que propone a sus oyentes. El salón tiene una puerta de acceso
estrecha, la puerta se cierra y en el interior del salón comienza a celebrarse
el banquete. Contra toda expectativa, los comensales no son todos judíos ni
mucho menos.
Judíos
son sólo los antiguos patriarcas y profetas; el resto son extranjeros que han
tomado asiento en vez de los judíos. La historia termina con una máxima que
resume y explica la situación en el interior del salón: Hay últimos que serán
primeros y primeros que serán últimos. Los últimos son los extranjeros; los
primeros, los judíos. ¿Qué quiere decir Jesús? Al preguntarle su interlocutor
por el número de los que se salvarán, éste parte del presupuesto de que pocos o
muchos, los salvados serán sólo judíos en cualquiera de las hipótesis. Pensaba
como el rabino Emir: "Puede considerársele hijo del mundo futuro al que habita
en Israel, habla la lengua santa y recita mañana y tarde el Shemá". Es a
este presupuesto al que Jesús responde y no a la cuestión del número, lo
verdaderamente problemático para Jesús es el hecho de pertenecer al Pueblo de
Dios. Incorporando a sus oyentes judíos a la historia que cuenta, Jesús trata
de introducir una espina de inquietud en sus beatitudes y seguridades.
Pertenecer al Pueblo de Dios, les dice, no da derecho a la salvación. Analizaos
en vuestra autoseguridad y exceso de confianza. Aquí radica el problema y no en
saber cuántos se van a salvar o en si la salvación es fácil o difícil. Quiero
hacer hincapié en esto último, porque este texto ha servido con demasiada
frecuencia para atormentar a las conciencias con un problema que queda marginado
expresamente. Repito (perdonad el tono): el texto de hoy no trata de la
salvación sino de los "salvados" (así, entre comillas). Es una
llamada de atención, un aviso al Pueblo de Dios: La puerta estrecha, la
arrogancia y autoseguridad.
A.
Benito - Dabar 1986, 44
2.-
Sentido del texto.-Jesús no responde directamente a la pregunta del v. 23
porque la considera desacertada. ¿Dónde está el desacierto? En reducir la
salvación a una cuestión de número preestablecido. Todos pueden salvarse. El
verdadero planteamiento no es, pues, "quiénes se van a salvar", sino
"qué hacéis vosotros para salvaros". A los judíos, que daban por cosa
hecha su salvación, Jesús les dice: Eforzaos para no estar entre los que pueden
perderse; ser los primeros en haber conocido el plan de "Dios no es un
privilegio o un salvoconducto".
Dabar
1977, 50
3.-
La pregunta formulada, la del número de los que se salvan, no ha dejado de
replantearse a lo largo de los siglos dentro de la Iglesia. Durante siglos, los
teólogos y especialmente los predicadores tendían a aterrorizar a los fieles
con el fin de convertirlos, por miedo, a la práctica cristiana. Actualmente la
tendencia general es más bien contraria: que la misericordia de Dios no puede
permitir que nadie se condene por toda la eternidad, que no hay infierno o que
si lo hay está vacío, etc.
Quizás
sería más prudente, cuando nos plantean o nos planteamos la cuestión, respetar
el misterio y hacer como Jesús, que no quiso responder a una curiosidad inútil.
Su mensaje no pretendía aterrorizar pecadores ni tranquilizar justos, sino
convertir a todos.
Las
discusiones rabínicas sobre los últimos tiempos hablaban de una situación
mesiánica intermedia, en la que sólo unos pocos tendrán parte, y la plenitud
final del mundo futuro, en la que todo Israel tendrá parte. Jesús parte
seguramente de esta creencia cuando propone la imagen de la puerta estrecha,
que exige grandes apretujones para entrar por ella, pero después de la cual se
supone que se entra en una sala amplia y cómoda, capaz para todos. El tema de
los dolores como de parto y de las tribulaciones que precederán el
establecimiento del Reino era ya clásico en la literatura escatológica judía, y
lo encontramos de nuevo en los discursos escatológicos de los evangelios. Si,
como casi siempre, el que había hecho la pregunta era un fariseo o un letrado,
de aquella minoría "que teniéndose por justos, se sentían seguros de sí
mismos y despreciaban a los demás" (18,9), se sentiría muy incómodo ante
la respuesta de Jesús: en lugar de presumir ser de los pocos que se salvarán,
lo que debéis hacer, todos, es convertiros, porque otros -publicanos,
pecadores, paganos- que menospreciáis pasarán delante de vosotros.
Hilari
Raguer - Misa Dominical 1977, 16
4.-
La palabra de Jesús sobre la puerta estrecha es un mensaje que contradice la
falsa seguridad de salvación rabínica y la falsa predestinación apocalíptica.
Desde el punto de vista profético la imagen de la puerta estrecha es la palabra
de exclusión de los judíos y la llamada de los paganos. Es una invitación: la
puerta está abierta, entrad... La palabra de Jesús no quiere intimidar sino
estimular. Hoy todo se quiere resolver a base de números y estadísticas. A
Jesús le piden número y responde con un imperativo: esforzaos y entrad.
P.
Franquesa - Misa Dominical 1986, 16
5.-
He aquí una cuestión que preocupaba a los rabinos en aquel tiempo y, no hace
muchos decenios, a los teólogos católicos: el número de los que se salvan. Los
rabinos consideraban que, para salvarse, era necesario o poco menos el pertenecer
al pueblo elegido, y esto pesaba más que una vida personal intachable. Por
tanto, confiaban salvarse y que se salvarían también todos los hijos de Israel
con muy pocas excepciones. Sin embargo, no todos compartían esa confianza; por
ejemplo, en el libro IV de Esdras (3, 15) se dice que "los que se pierden
son más numerosos que los que se salvan". Jesús no responde a esa
pregunta, que es más teórica que práctica. Prefiere insistir en la necesidad y
la urgencia de la conversión al evangelio.
La
"puerta estrecha" es una alusión al esfuerzo que requiere la
auténtica conversión. No sólo es estrecha, sino que además puede cerrarse en
cualquier momento; de ahí la urgencia: la conversión no puede dejarse para
mañana. Jesús hace una llamada apremiante a todos los hijos de Israel, a
quienes ha sido enviado por el Padre y que no acaban de aceptar su mensaje y su
persona. Jesús ha venido "a los suyos", ha plantado la tienda en
medio de su pueblo; pero ni los vínculos de la sangre, ni la aproximación física
del Mesías al pueblo de Israel va a servirles de nada si no se convierten al
evangelio. Lo que importa para la salvación es la fe y la comunión espiritual
con la persona de Jesús. Si los "suyos" le rechazan, otros ocuparán
el puesto que tenían preparado. Hay "últimos" que pasarán a ser los
"primeros". Jesús no se refiere a los judíos de la diáspora en
contraposición a los que habitan en tierras de Israel, sino a los provenientes
de la gentilidad. Porque lo que cuenta ya no es la descendencia de Abrahán
según la carne, sino creer con la fe de Abrahán e incorporarse a Cristo y al
Reino que él anuncia. Lo que salva es aceptar con fe el evangelio, que se
presenta sin limitaciones raciales o nacionales y como un mensaje universal.
Eucaristía
1989, 40
6.
/Lc/13/22-33
Una
de las grandes preocupaciones de los primeros cristianos era la de saber si
únicamente los miembros de Israel participarían en el mundo futuro. Según Lc
13,23-30, todos los hombres están llamados a la salvación. En este texto habla
Jesús del camino que conduce al reino.
La
pregunta sobre si son muchos o pocos los que se salvan (v 23) no tiene una
respuesta directa. A menudo Jesús, ante una pregunta responde desde otra
perspectiva. Este es el caso en este fragmento, con la exhortación a entrar por
la puerta estrecha (24). Jesús pide el esfuerzo tenaz del hombre: el verbo
«esforzarse» (luchar) expresa en griego, aquí y en otros lugares del NT, una
actitud ética fundamental, una respuesta del hombre a la invitación de Dios (Lc
16,16, Jn 18,36, 1 Co 9,25). Los vv siguientes precisan en qué debe consistir
la lucha o esfuerzo del creyente: obrar con rectitud y justicia (27). Es una
actitud básica que tiene en Lucas, una consecuencia religiosa: ser reconocidos
por el dueño de la casa, por aquel que puede abrir la puerta del banquete del
reino. El evangelista identifica al dueño de la casa con Jesús en el v 26, y
precisa también que invita a todos los hombres. Los convidados no son los que
han conocido a Jesús externamente, los que han comido con él o han hablado de
él, sino los que, con motivo de su llamada, inician un proceso de conversión,
consistente en una apertura hacia él y hacia los demás. Incorporando a su
mensaje el criterio profético, según el cual es necesario ser justo y bueno con
el prójimo, Jesús da una pista válida para los hombres de todos los tiempos y
comprensible a judíos y a paganos. Justamente por esto, gentes de todas partes,
de oriente y de occidente (29), todos los que respondan a la llamada de Jesús
en favor del hombre, podrán compartir finalmente la mesa del reino de Dios.
Los
vv siguientes (31-33) presentan una nueva escena. Jesús, profeta, actúa cada
día («hoy», "mañana"...) haciendo el bien -expulsa demonios, lleva a
cabo curaciones-, pero su camino finalizará en Jerusalén, y será tanto un final
como un principio. En Jerusalén culminará la obra histórica de Dios en Jesús y
de allí mismo saldrá el misterio renovador del evangelio.
D.
Roure - La Biblia día a día - Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia
de las Horas - Ediciones Cristiandad.Madrid-1981.Pág. 893 S.
7.
Predicador del Papa: «¿son pocos los que se salvan?». El padre Cantalamessa
comenta el evangelio de este domingo.
CIUDAD
DEL VATICANO, viernes, 20 agosto 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario
que ha escrito el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia,
al pasaje evangélico de la liturgia de este domingo, 22 de agosto, Lucas 13,
22-30, en el que una persona le preguntó a Jesús: «Señor, ¿son pocos los que se
salvan?».
* *
*
Hay
una pregunta que desde siempre se han planteado los creyentes: ¿son muchos o
pocos los que se salvan? En ciertas épocas, este problema se hizo tan agudo que
llevó a algunas personas a una angustia terrible. El Evangelio nos informa que
un día este problema fue planteado a Jesús: «Una persona le preguntó:
"Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?"». La pregunta,
como se ve, se refiere al número: ¿cuántos se salvan, muchos o pocos? Jesús
cambia el centro de la atención del cuántos al cómo es posible salvarse, es decir,
entrando por «la puerta estrecha».
Es la misma actitud que se constata al afrontar el tema del regreso final de Cristo. Los discípulos le preguntaron cuándo regresará el Hijo del Hombre y Jesús responde indicando cómo prepararse para ese regreso (Cf. Mateo 24,3-4). Esta manera de actuar de Jesús no es extraña ni descortés. Es simplemente la actuación de quien quiere educar a los discípulos a pasar del nivel de la curiosidad al de la auténtica sabiduría; de las cuestiones ociosas que apasionan a la gente a los auténticos problemas de la vida. De aquí podemos comprender la absurdidad de aquellos, como los Testigos de Jehová, que creen saber incluso el número exacto de los salvados: 144 mil. Este número, que aparece en el Apocalipsis, tiene un valor meramente simbólico (el cuadrado de 12, el número de las tribus de Israel, multiplicado por mil) y se explica en esta expresión: «una multitud inmensa, que nadie podía contar» (Apocalipsis 7, 4. 9). Después de todo, si ése es realmente el número de los salvados, entonces podríamos ahorrar todo esfuerzo, nosotros y ellos. En la puerta del paraíso deberían haber escrito desde hace tiempo, como en el ingreso de algunos aparcamientos, el cartel «Completo».
Si, por tanto, a Jesús no le interesa revelarnos el número de los salvados, sino más bien la manera de salvarse, veamos qué es lo que nos dice en este sentido. Dos cosas esencialmente: una negativa y una positiva; la primera, lo que no sirve, después lo que sirve para salvarse. No sirve, o no basta, el hecho de pertenecer a un determinado pueblo, a una determinada raza, tradición o institución, aunque fuera el pueblo elegido del que procede el Salvador. Lo que lleva a la salvación no es la posesión de algún título («Hemos comido y bebido contigo»), sino una decisión personal, seguida por una conducta de vida coherente. Esto queda más claro todavía en el texto de Mateo, que pone en contraste entre sí dos caminos y dos puertas, una estrecha y la otra amplia (Cf. Mateo 7, 13-14). ¿Por qué les llama a estos dos caminos respectivamente el "amplio" y el "estrecho"? ¿Es siempre fácil y agradable el camino del mal, y duro y cansado el del bien? En esto hay que estar atentos para no caer en la típica tentación de creer que a los malvados todo les va magníficamente bien aquí, mientras que por el contrario a los buenos todo les sale mal.
Es la misma actitud que se constata al afrontar el tema del regreso final de Cristo. Los discípulos le preguntaron cuándo regresará el Hijo del Hombre y Jesús responde indicando cómo prepararse para ese regreso (Cf. Mateo 24,3-4). Esta manera de actuar de Jesús no es extraña ni descortés. Es simplemente la actuación de quien quiere educar a los discípulos a pasar del nivel de la curiosidad al de la auténtica sabiduría; de las cuestiones ociosas que apasionan a la gente a los auténticos problemas de la vida. De aquí podemos comprender la absurdidad de aquellos, como los Testigos de Jehová, que creen saber incluso el número exacto de los salvados: 144 mil. Este número, que aparece en el Apocalipsis, tiene un valor meramente simbólico (el cuadrado de 12, el número de las tribus de Israel, multiplicado por mil) y se explica en esta expresión: «una multitud inmensa, que nadie podía contar» (Apocalipsis 7, 4. 9). Después de todo, si ése es realmente el número de los salvados, entonces podríamos ahorrar todo esfuerzo, nosotros y ellos. En la puerta del paraíso deberían haber escrito desde hace tiempo, como en el ingreso de algunos aparcamientos, el cartel «Completo».
Si, por tanto, a Jesús no le interesa revelarnos el número de los salvados, sino más bien la manera de salvarse, veamos qué es lo que nos dice en este sentido. Dos cosas esencialmente: una negativa y una positiva; la primera, lo que no sirve, después lo que sirve para salvarse. No sirve, o no basta, el hecho de pertenecer a un determinado pueblo, a una determinada raza, tradición o institución, aunque fuera el pueblo elegido del que procede el Salvador. Lo que lleva a la salvación no es la posesión de algún título («Hemos comido y bebido contigo»), sino una decisión personal, seguida por una conducta de vida coherente. Esto queda más claro todavía en el texto de Mateo, que pone en contraste entre sí dos caminos y dos puertas, una estrecha y la otra amplia (Cf. Mateo 7, 13-14). ¿Por qué les llama a estos dos caminos respectivamente el "amplio" y el "estrecho"? ¿Es siempre fácil y agradable el camino del mal, y duro y cansado el del bien? En esto hay que estar atentos para no caer en la típica tentación de creer que a los malvados todo les va magníficamente bien aquí, mientras que por el contrario a los buenos todo les sale mal.
La
senda de los impíos es amplia, sí, pero sólo al inicio. En la medida en que se
adentran en ella, se hace estrecha y amarga. Se hace, en todo caso, sumamente
estrecha al final, pues acaba en un callejón sin salida. La alegría que en ella
se experimenta tiene como característica el disminuir según se experimenta,
hasta crear náuseas y tristeza. Se puede constatar en cierto tipo de
embriaguez, como con la droga, el alcohol o el sexo. Se necesita una dosis o un
estímulo cada vez más fuerte para producir un placer de la misma intensidad.
Hasta que el organismo deja de responder y entonces tiene lugar es derrumbe,
con frecuencia incluso físico. La senda de los justos, por el contrario, es
estrecha al inicio, pero después se hace amplia, pues en ella encuentran
esperanza, alegría y paz del corazón. Lleva a la vida y no a la muerte. [Original
italiano publicado por «Famiglia Cristiana». Traducción realizada por Zenit]