COMENTARIO
Jesús no da una ley nueva, sino una nueva
manera de ver la ley antigua y cualquier otra ley. Decir: “Basta con amar” es
verdad si se añade que esto es una ley y que hay que aplicarla a costa de
presiones que son leyes: no ceder a la cólera, no fomentar malos deseos, ni
divorciarse, decir un sí que sea verdaderamente un sí, no vengarse, amar
incluso a los enemigos. Son cosas tan difíciles de practicar que uno se siente en
un clima muy especial: la infinita exigencia evangélica. Mientras uno no se
haya medido con esta exigencia, se quedará en el antiguo ambiente legalista
contra el que luchó fuertemente Jesús; señala de que la tentación es grande y
nos acecha a todos. Su advertencia solemne (“Yo les digo”) era una provocación.
¿A quiénes decían: “Si su justicia no es mayor que la de los escribas y los
fariseos, no entrarán en el reino?. A unas personas que admiraban la ciencia
real de los escribas y el gran esfuerzo de santidad de los fariseos.
Jesús mismo dice, no se trata de derribar la
ley antigua para construir algo totalmente nuevo: “No crean que he vuelto a
abrogar la ley o los profetas, no he venido a abrogar, sino a cumplir”. No se
trata de mantener el respeto con el pasado y mucho menos de sentir nostalgia:
Jesús es tan libre respecto a todas las cosas que está libre, absolutamente
única, es uno de los signos de su divinidad “Yo he venido –– para…”. ¿Qué
Moisés, que profeta se habría atrevido a enunciar algo semejante?. Antes de él,
el legislador y el profeta hablaban en nombre del Señor, a partir de su vida y
de los acontecimientos. Jesús habla como Señor a partir de un origen misterioso
y de un saber tan grande sobre las capacidades de los hombres como sobre las
exigencias de Dios. Él es el legislador supremo y definitivo. Después de él
nadie dirá: “Jesús se dijo, pero yo les digo…”.
Sin embargo, el recuerda lo que “se dijo”
(formula discreta y respetuosa para decir “Dios dijo”). Se trata ciertamente de
una palabra de Dios. ¿Acaso una palabra imperfecta? Nos encontramos aquí muy
cerca de lo que Jesús quiere revelarnos: la superación. Por muchas bocas Dios
había dado leyes esenciales: no matar, no romper una pareja, ser sinceros,
limitar la venganza. Era algo que se adaptaba a los tiempos duros y que sigue
siendo válido. ¡Pero solo como el comienzo de un caminar! Esto exige no fijar
nada, no aprisionar la justicia y la santidad dentro de una lista de cosas que
hacer o que omitir: hay que hacerse capaces de reaccionar debidamente ante lo inédito.
Jesús ha venido no para añadir unas cuentas
prescripciones más afinadas, sino para revelar el secreto de afinar cualquier
ley. Es la cuestión de la letra y del espíritu. Jesús nos revela que no hay más
que un espíritu; el amor. Se le puede llamar ley nueva, pero más vale verlo
como la razón y la medida de toda ley. Desde el “No matarás” hasta el “Ama a
tus enemigos”, la superación no es ni una oposición ni una añadidura, es otra
cosa, es la locura del evangelio: “Sean perfectos, como es perfecto su Padre
celestial”. Cuando quieres amar de veras, entonces es cuando mejor te adhieres
a la ley de Cristo. Entonces puedes inventar tu vida en medio de las leyes.
R.P. Roland Vicente Castro
Juárez
ANTIFONA DE ENTRADA Sal
30, 3-4
Se la roca de mi
refugio, oh, Dios, un baluarte donde me salve, tu que res mi roca y mi
baluarte; por tu nombre dirígeme y aliméntame.
ORACION
COLECTA
Oh, Dios, que prometiste permanecer en los
rectos y sencillos de corazón, concédenos, por tu gracia, vivir de tal manera
que te dignes habitar en nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura
del libro del Eclesiástico 15,16-20.
Si quieres, guardarás
los mandamientos del Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad. Él te ha
puesto delante fuego y agua. Ante los hombres está la vida y la muerte, y a
cada uno se le dará lo que prefiera. Es inmensa la sabiduría del Señor, es grande
su poder y lo ve todo; los ojos de Dios ven las acciones, Él conoce todas las
obras del hombre; a nadie mandó pecar, ni deja sin castigo a los mentirosos.
SALMO RESPONSORIAL (118)
Dichosos los que
caminan en la voluntad del Señor.
Dichoso
el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor; dichoso el que
guardando sus preceptos lo busca de todo corazón. R.
Tú
promulgas tus decretos para que se observen exactamente; ¡ojalá esté firme mi
camino para cumplir tus consignas! R
Haz
bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras; ábreme los ojos y contemplaré
las maravillas de tu voluntad. R.
Muéstrame,
Señor, el camino de tus leyes y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu
voluntad y a guardarla de todo corazón. R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura de
la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 2,6-10.
Hermanos: A
los que han alcanzado la madurez en su fe, les proponemos una sabiduría que no
es de este mundo, ni de los
príncipes de
este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina,
misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra
gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la
hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Más bien,
como dice la Escritura: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede
pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman». Y Dios nos lo ha
revelado por el Espíritu. El Espíritu lo explora todo, incluso las
profundidades de Dios.
ACLAMACION ANTES DEL
EVANGELIO Mt 11, 25
Aleluya. Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque
has revelado, los secretos del Reino de la gente sencilla. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del
santo Evangelio según San Mateo 5,17-37.
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos: «No crean que he venido a abolir la ley y los profetas:
no he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento. Les aseguro que antes
pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o
tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y
se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el Reino de los
Cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos.
Les aseguro: si no son mejores que los escribas y fariseos, no entrarán en el
Reino de los Cielos.
Han oído ustedes que se
dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo les
digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a
su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el sanedrín, y si lo llama “renegado”,
merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre
el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja
allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces
vuelve a presentar tu ofrenda. Con tu adversario, llega a un acuerdo, mientras
van de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y te metan
a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último
centavo.
Han oído ustedes el
mandamiento “no cometerás adulterio”. Pues yo les digo: el que mira a una mujer
y la desea, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho
te hace caer en pecado, córtatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que
ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer en pecado,
córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero
al infierno. Está mandado: “El que se separe de su mujer, que le dé acta de
divorcio”. Pues yo les digo: el que se divorcie de su mujer, salvo en caso de
unión ilegítima, la expone al adulterio, y el que se case con la divorciada comete
adulterio. Han oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y
“Cumplirás lo que hayas prometido al Señor bajo juramento”. Pues yo les digo
que no juren en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la
tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran
Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro ni un solo
cabello. A ustedes les basta decir “sí” o “no”. Lo que pasa de ahí viene del
maligno».
PLEGARIA UNIVERSAL
Dios nos invita a ofrecerte un culto sincero. Por
eso, antes de presentar nuestra ofrenda en su altar, oremos para que nos
bendiga y nos ayude a vivir con autenticidad nuestra fe. Digamos: R. Danos
tu Espíritu y escúchanos.
1.- Para que
el Papa, los obispos y los que guían la Iglesia se esfuercen por hacer cada vez
mas accesible a todos el Evangelio. Oremos. R.
2.- Para que
el Espíritu de sabiduría y prudencia guie a nuestros gobernantes en la toma de
decisiones a favor de un orden social mas justo. Oremos. R.
3.- Para que
el Dios de la vida y Señor de la creación conceda buen tiempo a los campos y
estos den una cosecha generosa. Oremos. R.
4.- Para que
cuantos sufren encuentren en Dios su fortaleza, su refugio y su consuelo y no
les falte la ayuda y la cercanía de sus hermanos. Oremos. R.
5.- Para que
la celebración del memorial de nuestra salvación nos afiance en nuestra fe y
nos ayude a cumplir la voluntad del Señor y a permanecer en su camino. Oremos. R.
Manifiéstanos,
Señor, los misterios de tu sabiduría, escucha las oraciones de tu Iglesia y haz
que inválidos por tu Espíritu te busquemos de todo corazón. Por Jesucristo
nuestro Señor.
ORACION
SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que esta oblación nos purifique y nos renueve, y sea causa de
eterna recompensa para los que cumplen tu voluntad. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION Jn 3, 16
Tanto amo Dios al mundo que entrego a su Unigénito,
para que todo el que cree en El no perezca, sino que tenga vida eterna.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Alimentados con las delicias del cielo, te pedimos,
Señor, que procuremos siempre aquello que nos asegura la vida verdadera., por Jesucristo
nuestro Señor.
PALABRA
DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes
13: Gn 4, 1-15.25; Sal 49; Mc 8, 11-13.
Martes
14: Gn 6, 5-8; 7, 1-5.10; Sal 28; Mc 8, 14-21.
Miércoles15: Gn 8, 6-13.20-22; Sal 115; Mc 8, 22-26.
Jueves
16: Gn 9, 1-13; Sal 101; Mc 8, 27-33.
Viernes
17: Gn 11, 1-9; Sal 32; Mc 8, 34-9, 1
Sábado
18: Hb 11, 1-7; Sal 144; Mc 9, 2-13.
Domingo
19: Lv 19, 1-2.17-18; Sal 102; 1Co 3, 16-23; Mt
5, 38-48.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 05, 17-37
1. J/ESTRUCTURAS.
Texto.
Es continuación de los dos domingos anteriores en cuanto que los destinatarios
de las palabras de Jesús son los mismos que hace dos domingos eran declarados
bienaventurados y el domingo pasado eran designados sal de la tierra y luz del
mundo. Sin embargo, el texto de hoy ya no va a tratar
de ellos, de sus dificultades y funciones, sino de Jesús y de sus relaciones
con la Ley y los Profetas. De estas relaciones se habla a dos niveles, por lo que
podemos dividir el texto en dos partes.
Primera parte (vs 17-20). Relaciones a nivel de principios generales. El
tono lo da el versículo de entrada. No he venido a abolir la Ley y los
Profetas, sino a darles plenitud. Ley y Profetas es la expresión judía para
designar el conjunto normativo al que todo judío debía ajustar su vida.
Ley-Profetas designan el pasado transmitido hasta el presente de los
individuos, la tradición viva del pueblo judío, las estructuras en las que el
judío individual vivía. ¿Cómo fueron las relaciones de Jesús con esas
estructuras? No de supresión sino de profundización, hasta dar a esas
estructuras su sentido último y definitivo. La relación de Jesús con las
estructuras no fue de enfrentamiento o de negación, pero tampoco fue de conformismo,
de aceptación mecánica o de repetición literal. Fue una relación de búsqueda de
sentido positiva y enriquecedora. A una relación así invita el Jesús de Mateo
en el v.2O de esta primera parte. Ser mejores que los escribas y fariseos
quiere decir tener ante las estructuras el talante positivo y enriquecedor que
Jesús tuvo. Segunda parte (vs.21-37). Cuatro ejemplos prácticos de la relación
de Jesús con el conjunto normativo que le tocó vivir.
En los cuatro se reproduce un mismo esquema: Se ha dicho... yo os digo.
Un esquema que avanza no por abolición o supresión de lo dicho, sino por
ahondamiento y enriquecimiento de lo dicho. Es el esquema letra-espíritu de la
letra.
Versos 21-26. No matarás (Ex.20,13; Deut.5,17). Por supuesto. Pero,
¿sólo se mata con las armas?, ¿Y las peleas?, ¿Y los insultos?, ¿Y los pleitos?.
Hay palabras y actuaciones que matan. La reconciliación debe ser algo previo a
todo tipo de cumplimiento religioso.
Versos 27-30. No cometerás adulterio (Ex.20, 14; Deut. 5,18). Por
supuesto. ¿Basta sin embargo, con no acostarse con la mujer de otro? Hay que
tener también un corazón limpio y desinteresado. Intencionadamente digo corazón
y no mirada, porque hay que reconocer que se han dicho muchas tonterías y se
han creado muchos traumas debido a una miope y mezquina interpretación de la
expresión "mirar a una mujer".
Versos 31-32. El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio
(Dt/24/01). El objetivo de esta ley era garantizar a la mujer repudiada un
mínimo de dignidad y de aceptación social, que por ser mujer y por haber sido
repudiada fácilmente se le negaban. El acta de repudio era un instrumento
jurídico de defensa mínima de la mujer. ¿Basta esta defensa mínima? ¿No sería
mejor no perjudicar a la mujer hasta el punto de obligarla a tener que buscar
otro hombre? Este tercer ejemplo hay que enmarcarlo en el contexto social,
económico y cultural de la época. En él no se trata de la indisolubilidad del
matrimonio, a la que, por cierto, se le reconoce una cláusula exceptiva, sino
de profundizar en el respeto y en el reconocimiento de la mujer.
Versos 33-37. No jurarás en falso, cumplirás tus votos al Señor (Lv 19,
12; Nm 30, 2; Dt 23, 21). Por supuesto que está mal jurar a sabiendas de que lo
que se jura es falso o que no se va a cumplir. Pero, ¿hay que estar poniendo
siempre a Dios por testigo o garante de que lo que se dice o promete se va a
hacer? ¿Somos por nosotros mismos incapaces de cumplir lo que decimos y
prometemos? ¿Somos tan inmaduros que necesitamos de la ayuda de Dios para que
se nos crea? Interesante ejemplo de desacralización.
Comentario. Debe ser breve por fuerza. Nos hallamos ante un texto clave,
propio y exclusivo de Mateo, una vez más el judío de los evangelistas. Y
paradójicamente el menos judío. El eterno problema de lo antiguo y lo nuevo, la
tradición y la innovación, las estructuras y el individuo. Texto capital para
la línea de actuación en él señalada, en su doble vertiente teórica y práctica.
Texto programático por pertenecer al discurso de la montaña. Texto a seguir
practicando en toda su dinámica. Todo letrado que entiende del Reino de los
cielos se parece a un padre de familia que saca de su arcón cosas nuevas y
antiguas (Mt/13/52). También estas palabras son exclusivas del Jesús de Mateo.
La cuestión se ve que le preocupó al evangelista eclesial.
ALBERTO BENITO - DABAR 1987/15
2. PALABRA DE DIOS, PERO NO PALABRA DEFINITIVA. J/PLENITUD.
El v.17 de este capítulo (omitido en la lección breve) es una
declaración de la actitud fundamental de Jesús respecto a la "ley y los
profetas", es decir, al A.T. en su totalidad. Jesús reconoce el A.T. como
palabra de Dios, pero no como palabra definitiva, ya que para pronunciar
precisamente esta palabra definitiva vino él al mundo.
En consecuencia, Jesús no se presenta como un revolucionario religioso
que rompa drásticamente con la herencia de Israel: "No creáis que he
venido a abolir la ley y los profetas; no he venido a abolir, sino a dar
plenitud".
Jesús da cumplimiento en su vida a todas las profecías, cosa que San
Mateo no pasa por alto y constata aquí y allá a lo largo de su evangelio. Por
otra parte, supuesta la ordenación a Cristo del A.T., todo lo que en él tenía
un carácter transitorio queda ya cumplido con la venida de Cristo y, por lo
tanto, superado; por ejemplo, todo el culto vétero-testamentario cede ante el
sacrificio insuperable de la cruz.
Los preceptos morales de la Ley llegan a su plenitud en Cristo en un
doble sentido: a)Porque Jesús es aquél que hace realmente toda la voluntad de
Dios expresada en aquellos preceptos, de suerte que ahora cumplir la voluntad
de Dios es para nosotros seguir a Cristo; b)Porque Jesús restituye los
mandamientos divinos a su pureza, proclamándolos con toda la claridad y
profundidad, derogando aquello que había sido ordenado a título de simple
concesión por la dureza del corazón de Israel y reduciendo todos los preceptos
al mandamiento del amor a Dios y al prójimo.
El sentido de las antítesis tiene ante todo este significado: "Dios
ha dicho por medio de Moisés..., pero por medio de mí dice...". Con esto
se señala expresamente el lugar escriturístico citado como Palabra de Dios; y
los "antiguos", a quienes les fue dicha esta palabra, no son los
maestros judíos (véase Mc 7,3), ni los antecesores de aquellos judíos en
general, sino la generación del desierto, aquélla a la que por vez primera se
le proclamó el Decálogo (véase Ex 19-20).
Solamente las palabras "no matarás" se encuentran en el
Decálogo literalmente. Sin embargo, la coletilla recoge abreviadamente lo que
el A.T. determina como castigo por el asesinato (Ex 21,12: Lev 24,17; Nm 35,16-24).
La Ley vétero-testamentaria prohíbe y castiga el hecho externo, el asesinato
acabado.
v.26: La segunda sentencia, que también se halla en /Lc/12/57-59),
agudiza la obligación de la reconciliación con el enemigo, y lo hace mediante
el ejemplo de la vida cotidiana. Quien con su enemigo de proceso se reconoce
totalmente culpable, cuando aún va de camino hacia el juez, obrará muy
razonablemente, si da por terminado el contencioso y se pone de acuerdo con él,
antes de encontrarse con la dureza del juicio. Lucas es quien ofrece el texto
original de esta sentencia y su mejor composición. En el se ve totalmente claro
que se trata de una llamada a la conversión, en vista del juicio escatológico,
revestida de parábola. Con esta comprensión pierde el texto la forma de regla
de actuación por motivos de carácter egoísta. En la composición de Mateo, en
lugar de la relación a Dios, se encuentra como telón de fondo la relación al
prójimo.
EUCARISTÍA 1987/09
3.- Jesús es el perfecto cumplidor de la Ley, porque la ha cumplido con
un amor cuya única medida es no tener medida. "Habiendo amado a los suyos
que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn/13/01). Nos amó
hasta el colmo, hasta el sacrificio de su vida. Esta es la Nueva Ley del
cristiano. No hay que preguntarse ya hasta dónde es posible llegar sin pecar,
sino cómo es posible llegar hasta el límite del amor. Porque la Ley comienza
con "No matarás", pero se cumple y se perfecciona cuando uno está dispuesto
a morir por sus enemigos.
4.- Jesús pide a quienes le sigan que presten una extremada atención a
la Escritura, y a toda la Escritura: a la Ley y a los Profetas, porque la menor
de sus afirmaciones adquiere una plenitud nueva a partir del momento en que se
la considera con la perspectiva del Reino. Sin duda que Mateo no quiere afirmar
que la totalidad de los preceptos de la Ley o de las afirmaciones proféticas
tengan su desarrollo en el Evangelio, pero sí pretende que el conjunto de la
Ley, el conjunto de los profetas constituyen la base necesaria sobre la que se
edifica la novedad traída por Jesús. Los discípulos del Maestro no pueden
plantear su vida sin conceder una gran dedicación a "entender" (cf.
13, 51: "entender" antes de "enseñar" a la manera del
"escriba", v. 52), y después a "practicar" y, dada la
ocasión, a "enseñar" el conjunto de la Escritura, de la Ley y de los
Profetas.
Practicar, pero de forma "acabada", que va más allá que su
significado primero. De hecho, en la continuación del discurso Jesús prolonga
las exigencias antiguas. Para Él, ya no se trata sólo de evitar el homicidio;
hay que renunciar también a toda palabra descomprometida, y emplearse lo más
rápidamente que se pueda en las actuaciones posibles de reconciliación (vv. 21-26).
No se trata ya sólo de evitar el adulterio, sino que hay que evitar
también la mirada impúdica y el deseo que ésta hace nacer (vv. 27-30). Con
respecto al divorcio, no se trata ya de atenerse únicamente a respetar el
procedimiento; es necesario renunciar a toda separación de los cónyuges: fuera
del caso de una "unión ilícita" (v. 31 s).
No se trata ya sólo de evitar el jurar en falso; no hay que jurar, y por
lo tanto, hay que atenerse a la verdad de la palabra, simplemente (vv. 33-37). No
se trata ya sólo de limitar la pena del culpable a lo correspondiente a su
falta: hay que responder pacíficamente a la conducta del malo (vv. 38-42).
No se trata ya, en fin, de limitarse al amor al prójimo; hay que ir
hasta el amor a los enemigos (vv. 43-47). Este último párrafo formula algo más
que una exigencia; explica el motivo de las novedades exigidas por Jesús. El
discípulo de Jesús es "hijo del Padre que está en los Cielos" (v.
45). Ahora bien, la sociedad de aquel tiempo tenía una teoría simple de las
relaciones entre hijo y padre, una doctrina impuesta por el marco artesanal que
regía aquella sociedad. El aprendizaje se hacía en casa; el hijo "no hacía
nada por sí mismo sin que se lo viera hacer a su padre; y lo que el Padre
hacía, debía hacerlo igual el Hijo" (/Jn/05/19).
La misma relación debe existir entre Dios-Padre y sus hijos; estos
últimos no pueden mostrar su espíritu filial más que aplicándose a imitar al
Padre. La característica de este Padre que está en los Cielos" es la
"bondad" (20, 15), probada en el bien que hace a los
"buenos" lo mismo que a los "malos". Por lo tanto, imitando
este amor universal es como los discípulos se mostrarán "hijos del Padre
que está en los Cielos", y como serán "perfectos como el Padre
celestial es perfecto".
He aquí una primera razón por la cual puede llamarse
"superior" la justicia del discípulo: la reducción de los preceptos a
un centro simple y claro, pero al mismo tiempo rico en movimiento. Al discutir el
caso del divorcio (v. 31: "El que despide a su mujer déle libelo de
repudio"), Jesús cita un texto del Deuteronomio (24,1); sin embargo, aun
sabiendo que el Deuteronomio es palabra de Dios, lo juzga secundario respecto a
un pasaje del Génesis (1,27; 2,24; cfr. Mt 19,3-9). Por tanto, hay textos y
textos; algunos son más importantes y otros menos; los primeros revelan la
intención profunda y originaria de Dios; los segundos pagan tributo a la dureza
de corazón de los hombres. Con ello Jesús ofrece a los escribas una lección de
método: para descubrir la voluntad de Dios hay que ser capaces de hacer una lectura
global de la Escritura; una lectura que sepa distinguir entre lógica de fondo y
sus expresiones parciales, provisionales y fundamentalmente caducas. Esta es la
segunda razón por la cual la justicia del discípulo puede llamarse superior.
BRUNO MAGGIONI - EL RELATO DE MATEO - EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 65
6.- Continúa el sermón del monte, iniciado hace dos domingos. La
designación de los discípulos como sal y luz del mundo puede ser la razón por
la que Mateo ha dado cabida a las afirmaciones de Jesús sobre la Ley. Esta, en
efecto, era para los judíos la sal y la luz del mundo. ¿Cuál es su puesto y
razón de ser si ya no es ella la luz y la sal, sino los discípulos? No he
venido a abolir, sino a dar plenitud (v. 17). Mientras existan el cielo y la tierra,
la Ley no perderá punto ni coma de su valor (v. 18). En el original ambas
afirmaciones están en relación de efecto y causa, y por lo mismo la segunda
afirmación, enunciando la vigencia de la Ley, constituye el punto de partida.
Puesto que la Ley tiene validez y vigencia perpetuas, la Ley no puede ser
abolida. Los siguientes versículos 19-20 extraen la conclusión lógica: la Ley,
pues, debe ser enseñada y practicada en todos sus detalles por el discípulo de
Jesús, quien deberá descollar en ello más incluso que los que dentro del
judaísmo han hecho de la Ley la guía y norma de conducta.
Sin embargo, la primera afirmación del v. 17 deja ya entrever que la no
abolición de la Ley no significa su mantenimiento mecánico y material. Dar
plenitud es completar en línea de sentido y de significado. El v. 17 enuncia
que Jesús no ha venido a anular la Ley de Moisés ni las enseñanzas de los
profetas, sino a darles su verdadero significado. El resto del texto recoge
cuatro ejemplos concretos de esta dinámica de plenitud.
Primer ejemplo (vs. 21-26). Ley: no matar; sentido pleno en la línea de
erradicación de la ira y del insulto, trastienda del asesinato. El discípulo de
Jesús no puede contentarse con no matar: debe ser generador activo de
concordia, no dando pie a que nadie se sienta ofendido.
Segundo ejemplo (vs. 27-30). Ley: no cometer adulterio; sentido pleno en
la línea de erradicación del deseo y deleite libidinosos, trastienda del
adulterio. El discípulo varón no puede contentarse con no tener relaciones
sexuales con la mujer, de otro; debe saber tener limpieza de intenciones. La
Ley y la plenitud están redactadas desde la perspectiva del varón, en
consonancia con las condiciones socioculturales de la época.
Mateo añade unas frases gráficas sobre el ojo y la mano, que Marcos
sitúa en un contexto diferente. La función de las mismas es dar seriedad y
urgencia a lo que en este segundo ejemplo se dice.
Tercer ejemplo (vs. 31-32). Ley: en caso de divorcio dar a la mujer un
acta de separación, que la proteja de futuras veleidades del ex marido; sentido
pleno en la línea de reconocimiento y valoración de la mujer.
De lo que en este ejemplo se trata no es del divorcio, que más bien se
presupone, sino de la mujer, ser de segundo orden en la consideración social y
jurídica de la época. En un supuesto de divorcio, el acta de separación
garantizaba a la mujer un mínimo de reconocimiento y de valoración. Jesús pide
avanzar en esta línea reconociendo a la mujer idéntica capacidad jurídica y
moral que al varón.
Cuarto ejemplo (vs. 33-37). Ley: cumplir lo prometido bajo juramento;
sentido pleno en la línea de ser personas serias y de palabra.
Comentario. Las afirmaciones iniciales del texto. (vs. 17-20) están
catalogadas entre las de mayor dificultad dentro del Evangelio de Mateo por su
defensa de la Ley, lo que parece más bien propio de un rabino que de Jesús. No
son pocos los exégetas ilustres que niegan a Jesús la paternidad de dichas
afirmaciones y ven en ellas una creación de los cristianos de origen judío,
quienes habrían puesto en labios de Jesús lo que ellos pensaban acerca de la
Ley. "Estos sentimientos han sido puestos en boca de Jesús, pero es
absolutamente improbable que él pensara o hablara así" (T. W. Manson, Los
dichos de Jesús).
Es, sin embargo, la propia matriz judía de esas afirmaciones la que avala
la atribución de las mismas a Jesús, judío inmerso como el que más en la
corriente de savia y de tradición de su pueblo, y que por lo mismo puede
desconcertar a quienes no estamos dentro de esa corriente. No me cabe la menor
duda de que Mateo ha recogido palabras genuinas de Jesús, tal cual Jesús las
pronunció, con toda la evocación y sabor de lo tradicional, pero a la vez con
toda la fuerza y frescor de lo novedoso.
El texto de hoy plantea, en última instancia, el eterno problema de la
letra y el espíritu, de lo esencial y lo accidental, de lo permanente y lo
cambiante. Determinar en cada caso o situación qué es, qué puede ciertamente
ser problemático, pero a la luz del texto de hoy, es evidente que no se debe
renunciar a ninguno de los componentes de las binas. Más adelante encontraremos
el siguiente símil para describir al discípulo de Jesús: "viene a ser como
un amo de casa que saca de su arcón cosas nuevas y antiguas" (13, 42). El
discípulo de Jesús será luz y sal en la medida en que, sin renunciar a ninguno
de los componentes, los sepa conjugar adecuadamente.
ALBERTO BENITO - DABAR 1990/14
7. Mt/05/17: AT/CUMPLIRLO
La Ley y los Profetas, los escritos sagrados del AT como tales, no tienen
para nosotros ninguna obligatoriedad. Pero tampoco han venido a carecer de
importancia, sino que siguen en vigor, pero en su última perfección dada por
Jesús.
Él ha dicho de una forma definitiva cómo hay que llevar a cabo la voluntad
de Dios de un modo efectivo; una vez que Jesús "vino a dar
cumplimiento" ya no podemos volver al AT para cumplirlo nosotros. Si
leemos este Libro, sólo podemos hacerlo a la luz de la revelación de JC.
8. Mt/05/20-26.
Dos problemas dan la oportunidad a Jesús de hablar de la "nueva
justicia" de los cristianos: el homicidio y los sacrificios.
Ambos eran juzgados por los judíos según móviles o formas externas. Pero
Jesús reconoce una única y mucho más exigente razón de juicio: la caridad
fraterna. Ya que Dios escruta los corazones y juzga según las intenciones.
MISA DOMINICAL 1990/05
9.- Fragmento del discurso del Señor sobre la justicia nueva cuya
aplicación recae aquí, principalmente, sobre el quinto mandamiento. Además del
exordio general del discurso (v. 20) pueden distinguirse tres secciones:
Versículos 21-22: Cristo va más allá de la prescripción relativa al
homicidio generalizando su aplicación a simples hechos injuriosos. El estilo es
arcaico y el vocabulario típicamente judío, lo que explica, sin duda, que Lucas
no haya recogido este texto pensando en sus lectores griegos.
Versículos 23-24: Pasaje independiente del anterior: hace de la caridad
la condición esencial del sacrificio, haciéndose eco a este respecto del tema
del sacrificio espiritual que ya se vislumbra en el Antiguo Testamento. Algunas
palabras clave enlazan este pasaje con el anterior y permiten, en consecuencia,
considerarle como antiguo. Lucas no lo recoge, puesto que la alusión a los
sacrificios del Templo no interesa directamente a su público. Marcos da otra
versión en Mc 11, 25.
Versículos 25-26: No parecen estar en su lugar original: Lc 12, 58-59
parece más primitivo cuando los introduce en otro contexto.
a) Hay que tener presente, ante todo, las argucias de los escribas y los
comentadores de la ley en torno al homicidio si queremos captar el alcance de
la enseñanza del Señor. Para juzgar si había homicidio o no, los escribas
enumeraban una serie de condiciones tan marginales unas como otras. Cristo
establece un criterio nuevo de apreciación: la intención personal. Esta puede
juzgarse más severamente que un homicidio, incluso aun cuando exteriormente no
pase de ser una simple injuria.
En realidad, esta primera sección del Evangelio está compuesta, a su
vez, por dos sentencias distintas. En la primera (vv. 21-22a) Cristo afirma que
la simple injuria puede ser motivo de llevar a uno al "tribunal" con
igual razón que un homicidio. El tribunal se refiere aquí al consejo de
comunidad que, en el plano nacional (sanedrín) o local (en Qumrán, por
ejemplo), gozaba del derecho de excomulgar a los miembros que han cometido
falta. Gozaba así de una especie de derecho de vida y muerte discerniendo quiénes
merecían y quiénes no pertenecer a la comunidad (Mt 10, 17; Jn 16, 2). No cabe
duda de que una jurisdicción de este tipo existió en las comunidades cristianas
primitivas (Act 5; 1 Cor 5, 1-4; 1 Tim 1, 20; Mt 18, 15-17).
La segunda sentencia (v. 22b-c) no constituye una especie de gradación
con respecto a la primera parte. Simplemente dice las mismas cosas, en otros
términos. El "tribunal" no es ni más ni menos grave que el
"sanedrín" o que la "gehenna". Se trata, igualmente, de la
reacción de una comunidad que rechaza de su seno a los culpables. Pero mientras
que las jurisdicciones judías no juzgaban más que sobre el exterior, las
jurisdicciones cristianas tendrán que examinar atentamente, al igual que Dios,
la intención de cada uno.
Para que Cristo pueda elaborar esa nueva jurisprudencia hay que admitir
previamente dos principios: en primer lugar, que Dios "escruta los
corazones", mientras que el hombre se queda en el lado externo de las
cosas (Jr 11, 19-20; 12, 1-3; 17, 9-11); en segundo lugar, que le asiste un
perfecto derecho a exigir más de quienes se comprometen, en la nueva alianza,
puesto que ésta "cambia el corazón" (Ez 36, 23-30; Jr 31, 31-34).
b) La segunda sección (vv. 23-24) trata de la necesidad de la
reconciliación antes del sacrificio. Si antes de ofrecer su sacrificio un judío
se acordaba de repente que estaba impuro (Lev 15-17), debía someterse a una
serie de abluciones previas. Cristo pide al cristiano que tenga el mismo
reflejo si se acuerda que está en desavenencia con alguno. En este pasaje
Cristo no hace ya alusión a las prescripciones sobre homicidio, sino a las
prescripciones sobre la pobreza ritual. La inspiración de las dos secciones es
diferente, pero derivan del mismo deseo de establecer una justicia nueva,
basada sobre la actividad interior y opuesta a todo formalismo y de la
preocupación por subrayar que los vínculos entre el individuo y la asamblea
cristiana son ahora de orden interior.
Que la asamblea cristiana que hace penitencia o que se presenta delante
de Dios en la Eucaristía se examine para saber si, en este mismo momento, no se
interponen numerosas voces acusadoras entre ella y Dios para poner obstáculos a
su penitencia y a su ofrenda.
EU/CARIDAD:
Generalmente no se advierte el nexo entre Eucaristía y caridad en su verdadera
significación: se hace de la caridad una simple condición individual para
participar en la Eucaristía o una exigencia moral para quienes han comulgado en
ella, pero no se ve con suficiente claridad que Eucaristía y fe coinciden y que
la caridad es también una obligación colectiva que descansa sobre la Iglesia
misma y cada una de las asambleas eucarísticas.
CARIDAD / CULTO PUEBLO - SACERDOTAL/I
Este culto al que se entrega el pueblo sacerdotal es el ejercicio de la
caridad hasta el don total de sí para la salvación de la humanidad entera.
Concretamente, decir que la Iglesia es un pueblo sacerdotal es considerarla,
ante todo, allí donde es levadura en la masa, es decir, allí donde los
cristianos, mezclados entre los hombres, viven durante toda su vida diaria su
misión de congregar progresivamente a los hijos de Dios dispersos. Estas
perspectivas, advirtámoslo, son extraños a las del sacerdocio levítico del
Antiguo Testamento: demasiados cristianos lo ignoran. El pueblo sacerdotal del
Nuevo Testamento no es un pueblo reunido en un templo para la oración y el
sacrificio, un pueblo separado del resto de los hombres y entregado a
actividades exclusivamente religiosas. Es, por el contrario, un pueblo
directamente comprometido en plena masa humana, un pueblo de hombres y mujeres
a quienes nada diferencia de los demás hombres y de las demás mujeres, sino la
pertenencia al Cuerpo de Cristo, sino la participación en el acto en que
Cristo, hoy como ayer, edifica el Reino de su Padre partiendo de los materiales
de la historia humana. La responsabilidad sacerdotal del pueblo eclesial radica
en esa actuación de la caridad y de Cristo hasta las fronteras de la humanidad.
El fruto propio de la misa es, precisamente, revestir al cristiano de un poder
reconciliador que pertenece solo a Cristo.
Sería comprender mal la participación en la Eucaristía el no ver en ella
más que la expresión de la vida de caridad ejercida por los cristianos. La
prioridad de la celebración eucarística con relación al ejercicio concreto de
la reconciliación con los hermanos expresa simplemente, en la existencia del
cristiano, la prioridad absoluta de Jesucristo.
MAERTENS-FRISQUE - NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III - MAROVA
MADRID 1969.Pág. 54s
10.- "Se dijo (Dios dijo)... Pero yo os digo". ¿Se oponía
Jesús a Dios? No a Dios, sino a la interpretación que los escribas hacían de la
Ley. De hecho, Jesús va más lejos que las escuelas rabínicas de su tiempo: se
sitúa al nivel del amor. A menudo, aferrarse a la ley es condenarse a un mínimo
sin vida. El mínimo no es el amor, es sólo su caricatura. El que se contenta
con la justicia de los fariseos -ya considerable- no ha descubierto aún el
camino del Reino. La ley prohibía el homicidio, y Jesús condena la cólera.
Además, no basta con expiar; también hay que reconciliarse con el hermano.
¿Cómo presentarse a la mesa de la reconciliación si el corazón sigue lleno de
resentimientos? El Reino de Dios está ahí. Cuando llegue el Juez, no hay que
estar enfadado con el hermano.
DIOS CADA DIA - SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL - CUARESMA Y TIEMPO
PASCUAL/SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 34
3-11.
- "No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas...":
Entre los judíos o en la comunidad de Mateo circulaba el comentario
sobre el rechazo de la Antigua Alianza por parte de Jesús (ley y profetas, o
ley sola, indica el conjunto del Antiguo Testamento). Su anuncio sobre la
proximidad del fin haría inútil la Ley. La respuesta nos indica que, más bien
hay que tomar la enseñanza de Jesús como la radicalización de la ley:
centrándola en lo que es esencial y pidiendo una obediencia en el corazón del
hombre.
- "... antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse
hasta la última letra o tilde de la ley": No se trata de la observancia
minuciosa de los preceptos de la ley, sino del cumplimiento de toda la ley. En
Jesús el hombre se encuentra de cara con la exigencia absoluta de Dios.
- "Habéis oído que se dijo a los antiguos no matarás, y el que mate
será procesado. Pero yo os digo...": El mandamiento del Decálogo significó
un paso adelante frente al sistema de venganzas personales. Ahora, con Jesús,
se profundiza el mandamiento en su radicalidad.
- "... si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar...":
Esta referencia al culto del Templo podría provenir de la comunidad de
Jerusalén, acostumbrada a participar. Ahora bien, si en el judaísmo la
exigencia de reconciliación con el hermano tenía quizá relación con el miedo a
macular el templo y el culto, aquí la exigencia tiene que ver exclusivamente
con el respeto al hermano. No sólo todo acto de culto reclama una
reconciliación previa, sino que además esta reconciliación es tan fundamental en
el programa del Reino que pasa por encima del culto y puede llegar a
interrumpirlo.
- "Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio":
Nos encontramos aquí con una referencia conjunta a los mandamientos sexto y
noveno. El adulterio significa una ruptura de la unión matrimonial, y Jesús lo
mira desde la perspectiva del respeto al otro y no desde una perspectiva de
pureza dualista. El paso del sexto al noveno mandamientos sólo puede ser
entendido desde la concepción de que la mirada y la acción forman un todo
inseparable: la concupiscencia de la mirada lleva hacia el gesto de posesión de
la mujer que pertenece al prójimo.
- "El que se divorcie de su mujer... la induce al adulterio":
El tema del divorcio aparecerá de nuevo en el evangelio de Mateo en el cap. 19;
allá dará lugar a una enseñanza sobre la indisolubilidad de la unión
matrimonial; aquí aparece en relación con el tema del adulterio: el repudio,
permitido por la legislación judía, implica un adulterio.
- "Pues yo os digo que no juréis en absoluto": En el mundo
antiguo el juramento acompañado de una invocación de la divinidad estaba mal
visto por grupos religiosos bien diversos. Dios, de quien en el juramento judío
sólo se hacía referencia de manera indirecta, es el soberano de todas las cosas
y no algo a la disposición del hombre.
Incluso el hombre no dispone de sí mismo ("ni jures por tu
cabeza"). Hay que volver a encontrar la sobriedad del lenguaje, porque la
mentira, difundida por el Maligno en el mundo, ha creado la necesidad de
juramentos.
JOAN NASPLEDA - MISA DOMINICAL 1990/04
12. AT/CAMINO-J
-El v. 17 de MATEO, es una declaración de la actitud fundamental de
Jesús respecto a "ley y los profetas", es decir, el A. T. en su
totalidad. Jesús reconoce el A. T. como palabra de Dios; pero no como palabra
definitiva, ya que precisamente para pronunciar esta palabra definitiva vino él
al mundo. En consecuencia, Jesús no se presenta como un revolucionario
religioso que rompa drásticamente con la herencia de Israel: "No creáis
que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar
plenitud".
Jesús da cumplimiento en su vida a todas las profecías, cosa que San
Mateo no pasa por alto y constata aquí y allá a lo largo de su evangelio. Por
otra parte, supuesta la ordenación a Cristo del A. T., todo lo que en él tenía
un carácter transitorio, queda ya cumplido con la venida de Cristo y, por lo
tanto, superado; por ejemplo, todo el culto véterotestamentario cede ante el
sacrificio insuperable de la cruz.
Los preceptos morales de la Ley llegan a su plenitud en Cristo en un
doble sentido: a) Porque Jesús es aquel que hace realmente toda la voluntad de
Dios expresada en aquellos preceptos, de suerte que ahora cumplir la voluntad
de Dios es para nosotros seguir a Cristo; b) Porque Jesús restituye los
mandamientos divinos a su pureza proclamándolos con toda claridad y
profundidad, derogando aquello que había sido ordenado a título de simple
concesión por la dureza del corazón de Israel y reduciendo todos los preceptos
al mandamiento del amor a Dios y al prójimo.
La justicia de los letrados (escribas) y fariseos que Jesús declara
insuficiente para entrar en el Reino, era una justicia meramente exterior: la
justicia de los "sepulcros blanqueados" (cfr. Mt. 23, 1-36; Lc 11
3-52). La ley mosaica era normativa para la vida pública de Israel y no sólo
una ley civil. Por eso pudo llegarse en la práctica a una valoración excesiva
de las obras exteriores y a un menosprecio de las actitudes interiores. Jesús
vendría a corregir este defecto subrayando el valor de la intención: el que
odia es ya un criminal, aunque no ejecute exteriormente el crimen y sea por
ello jurídicamente punible. La Ley es sometida por Jesús a un proceso de
interiorización a la par que es asentada en un nuevo principio: el amor que
Dios derrama en nuestros corazones. De esta suerte, el imperativo ético se funda
para los cristianos en el indicativo evangélico, es decir, el deber en el ser
hijos de Dios. Es como si dijera: "Habéis oído en las sinagogas que Dios
dijo a vuestros padres por medio de Moisés... Yo en cambio digo..." Así no
habló nunca ningún rabí cuya misión era transmitir lo que él había aprendido y,
a lo sumo, intentar una explicación de la Ley sin alterar o ampliar su sentido
literal. Pero Jesús habla «como quien tiene autoridad» para corregir lo que la
Ley contenía de provisional y para ampliar su sentido en lo que debía ser
perfeccionada.
-En el sexto mandamiento Jesús ve algo más que la prohibición del
adulterio, ve también la prohibición de cualquier deseo de adulterio. También
en el A. T. (Ex. 20, 17; Dt. 5, 21, en nuestro noveno mandamiento del
Decálogo), se prohibía desear la mujer del prójimo; pero esto se entendía como
un atentado contra la propiedad ajena.
Jesús subraya el aspecto moral y no tiene ya en cuenta aquella vieja
concepción que hacía de la esposa una propiedad privada de su marido. Como
diría San Pablo, en Cristo ya no hay diferencia entre judío y gentil, hombre y
mujer; las discriminaciones son superadas en Cristo.
-El juramento es de suyo un reconocimiento y una confesión pública de la
veracidad de Dios. Ahora bien, su uso sólo tiene sentido allí donde se supone
un ambiente dominado por la mentira. El A.T. prohibía el perjurio y obligaba a
cumplir las promesas hechas bajo juramento; pero Jesús quiere que sus
discípulos sean hasta tal punto sinceros y veraces que no tengan ya por qué
recurrir a juramentos. El mismo nunca usó en su vida el juramento.
EUCARISTÍA 1972/16
13.- Quizá sorprenda encontrar un elogio tan preciso de la observancia
de la ley en el Nuevo Testamento que nos tiene acostumbrados más bien a las
diatribas de San Pablo y de Cristo contra la ley (cf. también: Jr 9, 23-24).
Pero la interpretación escatológica dada por Mateo al tema del cumplimiento
permite disipar esa sorpresa.
De hecho, la justicia del fariseo que obedece a la ley se limita a su
observancia. No está en comunión con Dios, sino sólo con su observancia, y su
tentación será siempre la de divinizar la ley.
La justicia del cristiano depende, a su vez, no principalmente de su
observancia de la ley, sino del hecho de que los últimos tiempos se han
cumplido en Jesús, puesto que ha sido el primero en lograr la obediencia a la
ley en comunión con Dios. De ahí que sea importante que Mateo haya colocado el
v. 17 antes de los vv. 18-19: así, entre el cristiano y la ley existe en
adelante una mediación: la justicia que Cristo concede a los suyos, de tal
suerte que el cristiano que obedece a la ley no lo hace para extraer de ella su
justicia, sino más bien para poner de manifiesto la justicia adquirida en
Jesucristo y que caracteriza los últimos tiempos porque es comunión con Dios.
Esta pretensión arrebata a la ley una de sus prerrogativas: su capacidad
de justificar, confiada ahora a la comunión con Dios en Jesucristo. Esta
justicia ha sido considerada blasfema por los fariseos que han clavado a Cristo
en la cruz. Ahí es donde el cumplimiento de la ley ha sido llevado a su
culminación porque Cristo ha obedecido a la sentencia de la ley, pero dentro de
la más total comunión con su Padre. La Eucaristía nos proporciona la justicia
de la cruz que suplanta la justicia de la ley en la medida en que ella nos
permite observar la ley en la comunión con el Padre.
MAERTENS-FRISQUE - NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI - MAROVA
MADRID 1969.Pág. 42
14.- En el Reino de Dios uno será tal y como aquí haya vivido y
enseñado. No solamente aquí en la tierra, sino también allí en el Reino de Dios
hay cosas pequeñas y cosas grandes. La solicitud incluso en las cosas pequeñas
determina la categoría en el reino de los cielos. Uno será tal como haya vivido
y enseñado. Jesús resalta firmemente el acto, el "hacer", el
"practicar". Todo esto está lejos del orgullo intelectual: discutir
de todo lo humano y lo divino. La verdadera santidad no está "en la
mente" se encarna en la humilde realidad cotidiana.
15. /Mt/05/17-19
-¡No penséis que he venido a derogar la Ley o los Profetas!
La Ley y los Profetas era lo esencial de la Sagrada Escritura: expresión
de la voluntad de Dios. Sería impensable que Jesús viniera a abolir lo que,
durante siglos, había sido la concretización de la voluntad divina para todo un
pueblo.
Y sin embargo, una cuestión grave surgía en tiempo de Jesús y durante
los primeros años de la Iglesia: ¿qué debía conservarse de las costumbres
antiguas y de las leyes de Moisés? ¿Había que continuar circuncidando a los
niños? ¿era necesario santificar el sábado? ¿era preciso continuar ofreciendo
sacrificios de animales degollados en el Templo de Jerusalén... cuando se era
un discípulo de Jesús? ¿Se tenía que seguir absteniéndose de ciertas comidas
prohibidas?
Es también una de las cuestiones más graves de todos los tiempos: ¿qué
hay que conservar del pasado? ¿qué se debe cambiar? En los períodos de grandes
mutaciones, cuando se agudizan los conflictos entre antiguos y modernos, entre
tradicionalistas y progresistas.
Y esto sucede en todas partes: en los oficios y profesiones, en las
familias, en la Iglesia. Escuchemos la respuesta de Jesús a esta cuestión
capital.
-No he venido a "derogar", sino a "dar
cumplimiento".
Para Jesús, no se trata ni de "conservadurismo estereotipado",
ni tampoco de "revolución que lo cambia todo"... se trata de dar una
vida nueva a lo que procede del pasado.
Una tradición no es forzosamente buena por el hecho de ser antigua. Del
mismo modo una idea no es forzosamente buena por el hecho de ser moderna. Jesús
nos dará múltiples ejemplos en las páginas siguientes de su sermón. Jesús
propone una especie de síntesis armoniosa entre la tradición y el progreso: ¡el
cumplimiento!
1. No reniega del pasado. El plan de Dios es "uno~. Lo que los
antepasados vivieron y codificaron en épocas lejanas de la historia, era
respetable... era un esbozo, un inicio. 2. Pero Jesús pretende
"completar", "hacer que progresen" todas estas tradiciones.
El plan de Dios se inserta en una evolución histórica. La vida, para progresar
se desprende continuamente de las cáscaras viejas y de los vestidos usados.
Por muy paradójico que esto parezca, es evidente que el cristianismo, en
relación al judaísmo, es a la vez ¡su perfecta continuidad y también su total
novedad! La Iglesia se ha visto obligada a abandonar muchos de los usos y costumbres
judías. Y, sin embargo, la Nueva Alianza es continuación de la antigua.
¡Señor! ayúdanos, con la Iglesia de HOY a saber unir esta doble
exigencia: fidelidad a las tradiciones... audacia para la renovación.
-Os aseguro que no desaparecerá una sola iota o un solo acento de la Ley
antes que desaparezcan el cielo y la tierra, antes que se realice todo.
La iota es la letra más pequeña del alfabeto hebreo. Importancia de las
fidelidades. Jesús viene a "realizar" lo que sólo estaba
"anunciado". No se puede volver atrás. Dios ha dicho su Palabra
definitiva: "Después de haber hablado varias veces y de diversas maneras a
los antepasados a través de los profetas, Dios, en el período final en que
estamos, nos ha hablado por su Hijo que estableció heredero de todas las
cosas..." (Hebreos 1, 1).
Así el Evangelio realiza y da cumplimiento a la Biblia: la revelación de
Jesús aclara los pasajes del Antiguo Testamento. Jesús no es el fundador de una
nueva secta, es la Palabra última de Dios, Aquel que revela definitivamente la
voluntad del Padre.
-El que cumpla y enseñe los más pequeños de estos preceptos será
declarado grande en el Reino de Dios.
Una vez más, ¡Jesús subraya firmemente el acto, el "hacer", el
"practicar"! Todo ello está muy lejos de ciertos orgullos intelectuales:
la verdadera religión no está "en la mente", se encarna en la humilde
realidad cotidiana.
NOEL QUESSON - PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2 - EVANG. DE - PENTECOSTES A ADVIENTO - EDIT.
CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 12 s.
16.- Jesús intenta mostrar que el camino del cumplimiento profundo de la
Ley no es el legalismo (que trata de interpretar, aprenderse y cumplir la letra
de la Ley hasta el último detalle), sino el radicalismo que procede de
interiorizar el talante y manera de actuar del Dios revelado en la Ley y los
Profetas. Se trata de encontrar la clave que todo lo simplifica. Jesús nos
presenta como botón de muestra una serie de casos: homicidio, adulterio,
divorcio, perjurio. En ninguno de ellos se "facilita" la ley, se hace
la vista gorda, se propone manga ancha. Pero, en lugar de fijar la atención
sobre la "norma", el "precepto", cobra tal relieve la
figura del hermano (obsérvese cuántas veces se repite esta palabra), de la
mujer (tan injustamente discriminada y considerada) y de uno mismo (que tiene
derecho a mostrarse con sencillez y sinceridad como es, sin necesidad de
juramentos), que el respeto al hermano, a la mujer, a uno mismo, se hace
radical, es decir, llega a introducirse y adueñarse de aquel lugar donde está
la raíz de todo comportamiento, nuestro mismo corazón.
La plenitud de la Ley no consiste sólo en la bondad de la acciones, sino
en la bondad del propio corazón, cuyas actitudes han interiorizado las de Dios
y su proyecto del Reino.
JESÚS MARÍA ALEMANY - DABAR 1987/15
17.- No matar, no adulterar, no jurar (mentir) 11.02.17 | 17:41.
[Cicerón] 6. dom. Tiempo ordinario, ciclo A. Mateo 5,17-37. Las tres
primeras antítesis del Sermón de la Montaña nos sitúan ante las raíces la vida
humana:
‒ Los hombres han tendido desde antiguo a matar, matar y mentir (jurar
mintiendo), para así oprimir a los otros y defenderse a sí mismos.
‒ Pero la cultura humana (la vida) sólo puede mantenerse superando el
homicidio, el adulterio y la mentira (un juicio mentiroso).
De esos tres principios tratan antítesis de Jesús; no hablan de un Dios
separado de la vida, sino de una vida que se mantiene y extienden en respeto
radical ante todo ser humano (no matar), en la fidelidad personal (no
adulterar, superar el incesto) y en cultivo de la verdad, entendida como
transparencia persona y fiabilidad (no jurar mintiendo).
De esos tres principios (que él llamaba thanatos, eros y principio de
realidad) hablaba S. Freud hace un siglo, en un plano psicológico. En un plano
más alto habló de ellos Jesús, formulando las bases supremas de la cultura
humana y de la vida, como dice este evangelio. Quizá no se han dicho nunca
palabras más hondas, gratificantes y exigentes. Normalmente sentimos miedo ante
lo que ellas implican, y por eso seguimos recurriendo a juramentos “sagrados”,
a formas “legales” de violencia, a diversos tipos de adulterio. Ante esas
palabras del evangelio de este domingo no hay más respuesta primera que el
silencio, la admiración y, si es posible, la acogida más cordial, para
cumplirlas. Sólo tras ese silencio me atrevo a comentarlas (tomando algunas
ideas de mi Comentario de Mateo, Verbo Divino, Estella 2017) y de mi
Diccionario de la Biblia. Prescindo de todas las notas eruditas, no me ocupo
del “libelo de divorcio” (incluido en el tema del divorcio, pues he tratado en
otras ocasiones). Simplemente evoco estos tres motivos centrales de la vida
humana, según el evangelio:
‒ No matar (es decir, ser fieles a la vida de los demás)
‒ No adulterar (es decir cultivar la fidelidad en el amor personal)
‒ No jurar (no apelas a Dios para sancionar una palabra, ser fieles en
la verdad).
Así las comentaré, una tras otra. Buen domingo a todos.
1. No matar… no airarse contra el hermano (5, 21-26)
La primera antítesis trata, lógicamente, del impulso de muerte. La
estructura del texto es clara, aunque compleja. Hay una afirmación básica (5,
21-22a), propia de Mateo, y tres ampliaciones o concreciones. La primera (el
que llame a su hermano imbécil…: 5, 22b) es propia de Mateo. La segunda (5,
23-24) es también propia de Mateo, y nos sitúa en un contexto donde todavía se
aceptaba el culto del templo de Jerusalén, pero ha sido matizada con una tradición
que aparece en Mc 11, 24 (prioridad del perdón mutuo sobre el templo). La
tercera (5, 25-26) ha sido elaborada por Mateo a partir del Q (cf. Lc 57-59). Mt
5 21 Habéis oído que se ha dicho a los antiguos: “No matarás; el que mate será
reo de juicio22. Pero yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su
hermano, será reo de juicio”. Pues el que llame a su hermano imbécil, será reo
ante el Sanedrín; y el que le llame renegado/invertido, será reo de la gehena
de fuego.
‒ 23. Pues si llevas tu ofrenda ante el altar, y allí te acuerdas de que
tu hermano tiene algo contra ti, 24. deja allí tu ofrenda, delante del altar, y
vete primero a reconciliarte con tu hermano; y entonces, volviendo, presenta tu
ofrenda. 25. Intenta reconciliarte con tu adversario pronto, mientras vas con
él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al
guardia, y te metan en la cárcel. 26. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta
que no hayas pagado el último cuadrante.
Jesús pasa por alto los mandamientos de tipo más religioso (no tendrás
otros dioses frente a mí, no te harás ídolos…), propios de Israel, para
insistir en los de tipo ético, que tienen un carácter universal, de forma que
pueden aplicarse a todos los seres humanos, conforme a la segunda “tabla” del
Decálogo (cf. Ex 20, 1-11; Dt 5, 7-15). Lógicamente comienza con el homicidio,
que es el pecado que aparece con más fuerza a lo largo de la Biblia, desde la
muerte de Abel (Gen 4) hasta la de Jesús, asesinado por las autoridades legales
de su tiempo. Desde el trasfondo de la Biblia, el hombre aparece como un ser
que puede matar a otros seres humanos, de manera que la primera la “ley” se
establece para impedirlo (Gen 9, 6; Ex 30, 13; Dt 5, 17).
Jesús retoma una larga tradición bíblica centrada en el “no matarás”,
que aparece ya en la legislación noáquica (de Noé), tras el diluvio, como ley
universal, para todos los pueblos: «El que derrame sangre de hombre, su sangre
será derramada por hombre; porque a imagen de Dios él hizo al hombre» (Gen 9,
4) Pues bien, Mt 5, 17-26 profundiza en el homicidio, pero no en un plano de
ley, promulgando con más fuerza el talión (cf. Mt 5, 28-32), sino situando el
tema en un plano anterior, que es el de la ira, que está en la raíz del homicidio,
insistiendo en el riesgo de enojarse en contra su hermano (5,22), retomando así
el motivo de fondo del pecado de ira de Caín contra Abel (Gen 4, 4-16).
De manera sorprendente, Mateo nos sitúa ante el principio de la
violencia homicida, que es la “ira”, la raíz mala del pecado, de la que se
ocupan los apocalípticos (4 Esdras, 2 Baruc) y Pablo. La solución no es matar
al homicida, sino superar la ira, esto es, el rechazo del prójimo.
Ésta es la visión que Pablo ha formulado en claves más teológicas (paso de la
ira de Dios al perdón del pecador: Rom 1-3) y Mateo más sociales. Ésta ha sido
la experiencia clave de los primeros cristianos, que han ido descubriendo con
Jesús que ellos pueden superar la ira (la violencia homicida interior), para
convertir la vida en encuentro personal con el hermano. Éste es el tema que
irán desarrollando, desde diversas perspectivas, las antítesis siguientes,
especialmente las dos últimos: superar el talión, amar al enemigo. Estos son
los elementos básicos de esta primero antítesis:
‒ Principio: no airarse contra el hermano. Un proyecto de fraternidad (5,
22 a). El tema fundante es la superación de la ira, el movimiento interior de
enojo contra el hermano. Por eso, el punto de partida ha de ser la limpieza
interna, la transformación del corazón (lo que Dios quería de Caín en Gen 4):
Que no se deje dominar por la “mordedura” de la rabia interna. Jesús condena
expresamente la ira contra el hermano (tw| avdelfw|, 5, 22), que, en un primer
momento, es el compañero de comunidad o iglesia (el co-judío o co-cristiano).
Pues bien, desde la perspectiva de Gen 4, con Abel y Caín como símbolo de la
humanidad y desde Mt 25, 31-46 hermano es cualquier hombre o mujer que está a
tu lado, en especial el pobre.
Un tipo de judaísmo había marcado la importancia de la fraternidad nacional,
con elementos de elección, tradición y cumplimiento legal; pues bien, superando
ese estrechamiento, Jesús insiste en la fraternidad más alta, fundada en Dios
Padre y abierta a los excluidos sociales, sin nación establecida. Sin duda, el
hermano puede empezar siendo el correligionario, pero a la luz del alcance
universal del mal deseo (ira), en el contexto también universal del “no-matar”
(que supera los límites nacionales), parece evidente que hermano es cualquier
hombre o mujer a quien puedo ofrecer o negar mi ayuda (cf. Mt 25, 31-46). En
esa línea, este pasaje nos sitúa ante la tarea suprema y más honda de la
fraternidad, sobre un mundo donde el ser hermano se ha vuelto objeto de
“ira/enojo” que lleva a la muerte. En esa línea, se trata de pasar del cainismo
antiguo (Gen 4) a la afirmación mesiánica: vosotros, todos, sois hermanos (Mt
23, 8)
La palabra hermano toma un sentido extenso, en un plano personal, social y
familiar. Antes que elemento religioso ella es un momento esencial de la vida
humana, que se expresa de formas diversas (en familia y pueblo, en religión y
humanidad). Todo el evangelio de Mateo se despliega en torno a este motivo de
la fraternidad, de fondo judío y dimensión universal. Mateo sabe que el primer
pecado consiste en “airarse” contra el hermano, que es, por un lado aquel que
está más cerca (miembro del propio clan o grupo) y que por otro cualquier
hombre o mujer (en línea de universalidad).
‒ Homicidio verbal (5, 22 b): airarse contra el hermano y llamarle raka
(frívolo, quizá invertido sexual) o môre (loco/imbécil). El primer insulto
consiste en despreciar al hermano, diciendo que carece de valor, que es una
nulidad, despreciable, tanto en un plano mental como físico o moral, invertido
u homoxexual, en forma de desprecio. Tratar así al hermano es lo mismo que
“matarle” en un plano personal, de manera quien comete ese pecado debería ser
llevado al juicio del “sanedrín”, es decir, de la asamblea social que regula la
vida de la comunidad. Dando un paso más, el que llama a su hermano “môre”, que
podemos traducir como necio/loco, en sentido personal y religioso, aparece como
digno de la “gehena del fuego”, es decir, del castigo de aquellos que son expulsados
de la asamblea de Israel, condenados para siempre.
Este homicidio verbal es más que un gesto de ira interior que Jesús
condenaba en 5, 22a como principio de los males; es una “ira hecha palabra”, un
insulto que descalifica al otro, negándole la dignidad y expulsándole así de la
comunidad que se expresa y despliega en forma de palabra compartida. Allí donde
se insulta al hermano o se le niega la palabra se está cometiendo un homicidio.
Entendido así, este pasaje nos sitúa en el contexto de una comunidad
judeo-cristiana, de lenguaje y simbolismo básicamente judío. Una de las
palabras condenadas es raka, de origen arameo; la otra es môre, es de origen
griego, y, a pesar de lo dicho, no es fácil distinguir su sentido, pero es
claro que ambas son insultos que destruye la dignidad de la persona. La condena
(sanedrín, gehena) nos sitúa en un contexto judío, y aparece en forma de talión
(juicio de la comunidad…); se trata de una “condena simbólica”, que Jesús ha
puesto de relieve, desde una perspectiva judeocristiana, insistiendo en la
gravedad del “pecado” verbal, en línea de talión. Como seguiremos viendo, las
dos últimas antítesis (5, 38-48) nos llevan a superar ese plano de talión.
‒ Reconciliación más que sacrificio (5, 23-24). Si cuando llevas tu ofrenda
al altar... Conforme a una visión religiosa muy común (pre-, extra-cristiana),
debemos ofrecer cosas a Dios (toros y corderos, aceite y flor de harina,
monedas de impuesto), llevándolas al templo donde los sacerdotes las reciben,
las consagran y en parte las consumen. Pues bien, conforme a este pasaje, de
origen claramente judeo-cristiano, Jesús no ha rechazado de manera directa las
ofrendas dirigidas a Dios, pero dice que ellas son secundarias.
La primera norma es resolver los problemas interhumanos: que nadie tenga
algo en contra de nosotros. En esa línea asume Mateo un tema universal de la
profecía israelita, que se expresa de forma intensa en Is 1, 10-20 o Jer 7,
1-15, cuando afirman que la verdadera ofrenda es la justicia interhumana. Más
que el posible don a Dios (a quien nunca podemos “comprar” con nuestras
ofendas) importa el perdón interhumano. Ciertamente, Mateo empieza valorando el
tema judío (o pagano) de las ofrendas, dejando abierto por ahora el gesto
sacral de llevarlas al templo. En esa línea él puede pactar con aquellos
judeocristianos, que seguían presentando dones en el templo de Jerusalén (antes
de su destrucción, el 70 d.C.), como signo de ofrenda religiosa y sumisión ante
los sacerdotes. No critica el culto, no quiere herir a los hermanos que piensan
de otra forma, pero lo subordina a la justicia, "reconciliaos primero con
aquellos que tienen algo en contra de vosotros". Eso supone que el mismo
don del templo (cordero o dinero, cabrito o flor de harina) puede y debe estar
al servicio de la reconciliación interhumana.
El texto no exige la pobreza externa total (no tener nada), ni pide sólo
un sacrificio interior, sino al contrario: supone que los creyentes tienen
bienes, pero no para gastarlos de un modo egoísta o para ponerlos ante un templo,
sino al servicio de la reconciliación. En contra de lo que sucede en Mc 13,
41-44 (donde la viuda pobre lleva al templo todo lo que tiene, quedándose sin
nada), Mateo quiere que el hermano se reconcilie primero con el prójimo: Vete
primero (prôton) a reconciliarte con tu hermano... Literalmente, el texto
supone que después, ya reconciliado, puede llevar la ofrenda a Dios, quizá un
cordero para quemarlo en su honor, sobre el ara. Pues bien, de hecho, se puede
pensar que esa reconciliación con el hermano “que tiene algo en contra de ti
nunca se acaba de realizar, de manera que los hermanos creyentes tendrán que
seguir reconciliándose con el prójimo mientras esperan la revelación plena de
Dios. En este plano, el amor al prójimo está antes que el amor a Dios, como
dirá en otro contexto el mismo Pablo (cf. Rom 13, 9).
‒ Reconciliación judicial: Intenta pactar con tu adversario pronto… (5,
25-26). Esta última aplicación del principio básico (no airarse, no mantener la
ira o querella contra el prójimo) ha sido fijada en el documento Q (cf. Lc 12,
57-57), y Mateo la ha colocado aquí porque le sirve para llevar a las últimas
consecuencias lo que presupone el “no matar”. Había una “muerte verbal”, que se
expresaba en el insulto contra el prójimo (5, 22). Aquí estamos el riesgo de
una muerte o condena judicial. Pues bien, en ese contexto, Mateo pide a los
creyentes que se reconcilien antes de llegar al juicio.
La respuesta de Mateo parece paulina, afirmando que en un plano judicial
no hay solución, pues el hombre puede caer siempre en manos de la ley, que
acabará condenándole. La única solución es superar ese nivel de ley, que
desemboca en la exigencia de pagar “hasta el último céntimo o cuadrante”, es la
reconciliación en el camino, llegando a un acuerdo con el adversario. Lo que
está de fondo es la experiencia y exigencia de una justicia directa, por
encuentro y diálogo entre las partes implicadas, sin dejar la solución en manos
de alguaciles/policías y jueces/cárceles. Se trata, pues, de superar la “falsa
mediación” de brókeres e intermediarios, que pueden “arreglar” los temas por
arriba, de un modo judicial (por imposición legal), pero sin solucionarlos,
pues la solución es el diálogo directo entre los litigantes.
Así lo dice el texto; intenta reconciliarte (eunoein) con tu adversario,
encuentra un espacio de comunicación, ponte de acuerdo con él, en gesto de
eunoia o buen pensamiento. No se trata, pues, de conseguir una paz impuesta a
través de un juicio exterior, sino la paz del buen pensamiento (eu-noia) que
implica una conversión (meta-noia; cf. Mt 4, 17; Ef 6, 7), hecha de concordia
mental, que es lo contrario de la “ira” contra el prójimo. Así culmina el largo
despliegue de esta primera antítesis.
2. No adulterar… no desear (5, 27-30). Esta antítesis nos lleva de la
violencia (thanatos) a la regulación del eros en línea de familia, para crear
un amor más alto, en línea de vinculación personal de un hombre y una mujer.
Tal como está formulado, el tema ha de entenderse desde el derecho matrimonial
judío, con el que se enfrenta Jesús, para superar sus limitaciones, pasando del
hecho externo (adulterio consumado), a la regulación del deseo interior (como
en el caso anterior, superando la ira). No se trata de un deseo imaginativo (un
juego de la mente), sino de un compromiso eficaz de fidelidad interior: Mt 5 27
Habéis oído que se dijo: No adulterarás. 28 Pero yo os digo: Todo el que mira a
una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón. 29 Si, pues, tu ojo
derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que
se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la
gehena. 30 Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala
de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu
cuerpo vaya a la gehena. En principio, el matrimonio es una forma de
vinculación entre personas igualmente valiosas (cf. 1, 27; 2, 23-25), pero
luego se ha estabilizado de forma patriarcal (con dominio del varón), en un
contexto donde, más que el matrimonio en sí (relación horizontal entre dos
personas) empieza y termina importando una relación vertical, con predominio
del varón, al servicio de la descendencia y de la estabilidad del grupo. En ese
contexto, los padres de familia (y jefes de clanes más extensos) vendrán a ser
la primera autoridad, representantes del Padre-Dios celeste, de manera que sus
mujeres (que pueden ser varias) están subordinadas. Según eso, lo que importa
es el derecho del varón/padre, definido como fuerte (gibbor), de manera que la
mujer está subordinada, de manera que más que compañera del varón (por el
matrimonio), en relación de igualdad, importa como madre, y así se puede
aceptar y se acepta la poligamia, sin que ello implique un problema social o
familiar.
a. Tema básico. El adulterio (cf. Ex 20, 14; Dt 5, 18) no se entiende
como pecado sexual, ni como ruptura de una relación interpersonal hombre-mujer,
sino como atentado contra la propiedad del marido; no afecta a la mujer en
cuanto tal (pues ella no tiene derecho a la fidelidad del marido), sino al
marido, que tiene el derecho y la obligación de mantener la fidelidad de su
mujer (sus mujeres), para controlar la legitimidad de la descendencia.
Evidentemente, en ese contexto, el divorcio es derecho y prerrogativa del
esposo, que puede repudiar o abandonar a su mujer (o a una de sus mujeres),
siempre que lo haga según ley (Dt 24, 1-3). Esta “ley del matrimonio” ha
evolucionado a lo largo de la historia, de manera que, tras el exilio, se ha
extendido de forma normal la monogamia. Ciertamente, se ha conservado la
condena a muerte contra los adúlteros (cf. Lev 20, 10), pero muchas veces se
han dulcificado de hecho. Por otra parte, algunas escuelas, como la de Shamai
(un poco anterior a Jesús) han endurecido las condiciones para el divorcio.
Básicamente, el cristianismo primitivo ha mantenido la visión del
judaísmo de su tiempo sobre el matrimonio y la familia. Sin embargo, tanto
Jesús como la Iglesia han introducido algunos correctivos (que pueden
advertirse también en otras líneas del judaísmo) que conducen a una visión
igualitaria del amor matrimonial. Éstos son algunos de sus rasgos más
característicos.
‒ Jesús no habla de poligamia. No la aprueba, pero tampoco la condena de modo
directo, quizá porque no entra en el campo de sus preocupaciones. No parece que
él hubiera rechazado sin más a un marido polígamo que amara/respetara a sus
mujeres (y ellas a él), y no hubiera alternativa mejor. Pero, de hecho, la
poligamia parece hallarse fuera de su horizonte mental, de manera que la Iglesia
no tuvo ni siquiera que condenarla.
‒ Adulterio. Tanto Jesús como la tradición cristiana lo siguen
condenando, aunque con tres novedades. (a) La razón para la condena no son ya
los hijos, sino la vinculación especial que se establece entre el esposo y la
esposa, de manera que ambos aparecen en paralelo, con los mismos deberes y
obligaciones, según Gen 2, 24 (cf. Mt 19, 3-9; Mc 10, 11-12). (b) Básicamente,
en Israel, el varón (casado o no) sólo cometía adulterio si se acostara con una
mujer casada (propiedad de otro marido), mientras que una mujer casada lo
cometía siempre que se acostara con cualquier varón (casado o soltero). Por eso,
el adulterio no era tema de deseo interior, ni de placer sexual, sino de
apropiación de propiedad ajena. (c) Pues bien, cuando Jesús plantea el tema en
un plano del deseo está cambiando totalmente el sentido del tema.
‒ ¿Qué castigo? A diferencia de lo que sucede con el homicida, al que en
principio condena (¡es reo de juicio!), Mateo omite la condena, que aparecía
con frecuencia en el AT. (a) En caso del adulterio pleno la solución era clara:
«Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos: el
hombre que se acostó con la mujer y la mujer misma. Así harás desaparecer de
Israel el mal» (Dt 22, 22). En esa circunstancia no se preguntaba si la mujer
ha consentido o no; no se distinguía entre una violación o una relación
consentida, pues la mujer aparecía como una “cosa”, propiedad del marido, de
manera que para impedir que tuviera hijos “adulterinos” debía morir, por más
inocente que fuera en sentido moral. (b) Por el contrario, en el caso de un
adulterio sólo incoado, cuando un hombre (casado o no) se acuesta con una
“virgen prometida” se tenía en cuenta la reacción de la mujer: «Si una joven
virgen está prometida a un hombre, y otro hombre la encuentra en la ciudad y se
acuesta con ella, los sacaréis a los dos a la puerta de esa ciudad y los
apedrearéis hasta que mueran… Pero si es en el campo donde el hombre encuentra
a la joven prometida, y le obliga y se acuesta con ella, sólo morirá el hombre
que se acostó con ella; no harás nada a la joven: no hay en ella pecado que
merezca la muerte» (cf. Dt 22, 23-27).
b. Del adulterio físico al adulterio de deseo. Igual que el homicidio
provenía de una ira que debía superarse, el adulterio proviene de deseo
interior, que debe también superarse: “Quien mira a una mujer para desearla
(pro.j to. evpiqumh/sai auvth.n) ya adulteró con ella en su corazón”. Por eso,
lo que importa no es castigar el adulterio consumado, sino impedir/superar el
deseo que lleva al adulterio. El tema no es por tanto el “hecho externo”,
vinculado a la visión de la mujer como propiedad del marido (y al riesgo de los
hijos ilegítimos, desde el punto de vista masculino), sino la superación de un
deseo interior, personal, que lleva de hecho al adulterio, rompiendo la
relación de fidelidad básica entre un hombre y una mujer.
‒ El tema del deseo ( se sitúa así en la base de la ética sexual y
matrimonial, y nos lleva del adulterio exterior al deseo de un hombre por una
mujer que está ligada con otro varón en matrimonio. En sentido estricto, el
judaísmo en cuanto tal no ha condenado el “deseo”, y en especial el deseo
sexual, como pueden haber hecho otras tradiciones religiosas (budismo y cierto
helenismo, con un cristianismo ascético posterior), aunque algunas tendencias
apocalípticas y sapienciales (cf. 1 Hen; Test XII Pat) insistían en su carácter
peligroso. Lo que ha condenado es el adulterio, como pecado social. Pues bien,
Jesús añade que no puede superarse el adulterio si no se rechaza un tipo de
deseo (dirigido hacia alguien ya casado). De un modo consecuente, Mateo no condena
el buen deseo, pues acepta el matrimonio, en clave de fidelidad entre hombre y
mujer (cf. 19, 3-9), pero sí el “mal deseo”, en una línea que había puesto ya
de relieve el judaísmo, desde la perspectiva del mandamiento final (no desearás
la mujer de tu prójimo: Ex 20,17; Dt 5, 21 LXX), vinculando el deseo de mujer
con el casa, buey o asno del prójimo.
‒ La visión de Mateo puede compararse a la de Pablo, en la línea de Gen
6, 5 cuando afirma que los deseos del hombre están dirigidos al mal desde su
juventud. Desde ese fondo ha de entenderse el texto clave de Rom 13, 9, donde
Pablo condensa los mandamientos del decálogo en el último: ¡no desearás!
«Porque no adulterarás, no matarás, no robarás, no desearás, y cualquier otro
mandamiento se resume en esta palabra: Amarás a tu prójimo como a ti mismo»
(Rom 13, 9).
Significativamente, los tres mandamientos centrales (no matar, no
adulterar, no robar…) desembocan en ese “no desearás”, tomado ahora de un modo
absoluto (a diferencia de Ex 20, 17; Dt 5, 21, que citaban y condenaban sólo
una serie de deseos concretos: (de mujer, casa, siervo o de otra persona). Pues
bien, como buen rabino, Pablo ha resumido los mandatos de la Ley en un mandato
negativo, «no desearás», que él invierte y formula después de manera positiva,
diciendo amarás a tu prójimo como a ti mismo. De esa forma, él nos sitúa en una
línea cercana a la de Mateo, aunque Mateo no condena aquí todo deseo, sino el
de la mujer ajena, en línea de adulterio.
‒ Nueva visión del deseo. Al situar el tema en el plano de
superación/reconducción del deseo, Mateo (y Pablo) han dado un salto esencial,
interpretando el adulterio en un plano de moralidad o ética personal, por
encima del nivel puramente biológico (o de dominio del varón sobre la mujer).
Mateo no ha deducido, ni podía deducir en su tiempo, todas las consecuencias de
este principio, que él sigue formulando, según la tradición, desde la
perspectiva del varón: “quien mira a una mujer para desearla…” (el texto supone
que esa mujer está ya casada, pues de lo contrario no hay adulterio (moicei,a).
Pero desde ese principio, puede completarse la formulación sin dificultad,
diciendo: “la mujer que mira a un hombre para desearle…” (suponiendo que se
trata de una mujer casada).
Este pasaje no condena el deseo en cuanto tal, sino un deseo sin amor
(como Pablo en Rom 13) o, mejor dicho, un deseo que se introduce en la entraña
de un amor familiar, para romperlo (eso es adulterio). Se trata, pues, de
entender y precisar ese deseo, que no es ya de hombre o mujer por otro ser humano
sin más, sino deseo activo dirigido a una mujer ya está casada, que ha
estabilizado su amor en forma de matrimonio. Este pasaje nos sitúa, pues, ante
la tarea de “regular” o, mejor dicho, de humanizar y/o personalizar los deseos
(en una línea donde hombre y mujer son personas, no como objetos abstractos de
un deseo pre-personal).
‒ Escándalo del ojo y de la mano: Si tu ojo derecho te escandaliza, es
decir, si te hace caer (5, 29; cf. Mc 9, 47). El ojo es la lámpara del cuerpo y
así lo “alumbra” si es luminoso (Mt 6, 22). Pues bien, el “ojo que mira a una
mujer ajena para desearla” (cf. 5, 28) se puede volver malo, si se deja dominar
por ese deseo (cf. 20, 15), que aquí se entiende en línea sexual (de oposición
a otra persona, pues la mujer deseada tiene su marido). Significativamente se
habla del ojo derecho, es decir, el ojo bueno, que ha venido de esa forma a
pervertirse, dominado por un tipo de pasión incontrolada (tema destacado en
Test XII Pat). En este contexto, “sacar el ojo y arrojarlo fuera” no se
entiende en sentido físico, sino simbólico; no se trata del ojo material sino
del ojo del deseo que define y marca a la persona. Lo que este pasaje busca no
es por tanto la pura negación (como algunos gnósticos y encratitas
entendieron), sino de la educación del deseo, para un amor sin adulterio.
Hay también un escándalo de la mano derecha (5, 30), que es el signo de
la acción. El hombre es mano que trabaja y se relaciona con otros. Hay, sin
duda, una mano buena, y en esa línea se sitúan los milagros de Jesús que cura a
los mancos (cf. 15, 30-31). Pues bien, nuestro pasaje alude a la “mano” en
cuanto vinculada a un deseo sexual posesivo (poseer a una mujer ajena), no de
amor sin más, sino de “amor” hacia una persona vinculada ya afectivamente con
otro. Ésta es la mano que puede hacer que el hombre caiga, pierda su dignidad,
destruya a los demás (no desarrollo aquí el tema del libelo del divorcio: Mt 5,
21-22, del que he tratado extensamente en La Familia en la Biblia).
4. De no perjurar a no jurar, no mentir... (5, 33-37). Este pasaje
sorprendente ha tenido dificultades para ser aplicado en la teología y en la
praxis normal de las iglesias, a pesar de que ha sido transmitido por Mateo y
por Sant 5, 12 y proviene sin duda de Jesús. Por otra parte, el mismo Mateo
recoge en otro lugar (cf. Mt 23, 16-22) otra versión, que matiza lo aquí dicho,
posiblemente porque había cristianos que no estaban del todo conformes con esta
formulación, de manera que sintieron necesidad de ofrecer otra aclaración sobre
el tema.
Mt 5, 33 Habéis oído también que se dijo a los antiguos: No perjurarás,
cumplirás al Señor tus juramentos. 34 Pero yo os digo que no juréis en modo
alguno: Ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, 35 ni por la Tierra,
porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del
gran rey. 36 ni jures por tu cabeza, porque no puedes hacer un cabello tuyo
blanco o negro. 37 Sea vuestra palabra “sí sí, no no”, pues lo que pasa de de
ellas viene del Maligno.
El juramento al que se alude aquí es un tipo de control religioso que consiste
en poner a Dios como testigo de algo, invocando su castigo para aquel que no lo
cumpla o no diga la verdad. Es un acto social y religioso, una forma de utilizar
a Dios haciéndole garante de un control personal (quien jura tiene miedo de que
Dios le castigue si no cumple su juramento) y social (el grupo entero lo
sanciona). En principio, los juramentos no son malos, aunque pueden
pervertirse, según las circunstancias, y por eso la ley del AT (y de cierta
iglesia posterior) ha querido regularlos, para sean rectos y para que,
siéndolo, se cumplan.
En esa línea el evangelio recuerda negativamente a Pedro, que jura y
perjura en falso, diciendo que no conoce a Jesús (cf. Mt 26, 69-75 par). Pues
bien, Jesús manda a los suyos que no juren en modo algunos, ni aun cuando sus
juramentos sean sobre cosa buena y los cumplan. No quiere que los hombres
manejen a Dios, sino que digan la verdad por sí misma, sin apelar a juramentos,
en contra de algo que era normal en el Antiguo Testamento (cf. Gen 24, 37; 50,
5-6; Ex 13, 19). Ciertamente, Jesús no va en contra de la ley, de un modo
directo, ni rechaza sus implicaciones (como podía suceder en el tema del
divorcio), sino que se sitúa más bien por encima de la misma ley, y así pide a
sus discípulos que no juren, es decir, que renuncien a ese gesto que parecía
tan religioso, avalado por el mismo antiguo Testamento, que decía:
No juraréis en falso por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios.
Yo, Yahvé (Lev 19, 12). A Yahvé, tu Dios, temerás, a él solo servirás y por su
nombre jurarás (Dt 6, 13; cf. 10, 20; 23, 22). No améis el juramento falso,
porque éstas son cosas que aborrezco, dice Yahvé (cf. Zac 8, 17).
La formulación de Jesús no va sin más contra el Antiguo Testamento, pero
deja a un lado un rasgo importante de la Ley judía y, en general, de toda
religión que apela a Dios, exigiendo a sus fieles que juren, poniéndole como
testigo para ratificar ciertas conductas o para resolver discusiones, como
suponen incluso otros textos del mismo Nuevo Testamento (Hch 2, 30; Hbr 6,
16-17). En contra de eso, Jesús prohíbe que se jure en nombre de Dios, porque
Dios es trascendente (no podemos ponerle al servicio de una ley o conducta
humana) y, sobre todo, porque la verdad vale en sí misma, sin fundarla en un
tipo de superestructura sagrada.
Por eso, al prohibir los juramentos, esta sentencia de Jesús supone que
la presencia de Dios se vincula a la palabra sin más, esto es, a las relaciones
humanas, que valen por sí mismas (sí-si, no-no), sin apelar a una sacralidad
más alta. Dios no necesita ningún juramento para actuar como divino; tampoco
los hombres necesitan invocarle de un modo especial (y ponerle como testigo)
para decir la verdad (que sí sea sí, y no sea no: Mt 5, 37).
Esta exigencia (no jurar, no introducir a Dios en nuestras disputas)
constituye un rasgo distintivo del mensaje de Jesús, que ha sido ignorada en
general por las iglesias. Ciertamente, algunos grupos tardíos del judaísmo
tienden a “limitar” los juramentos, como sucede, en Qumrán. Pero no han
impuesto (que sepamos) una prohibición absoluta, como en Mt 5, 33-37 y en
Santiago que dice: “No juréis (mh. ovmnu,ete) Ni por el cielo, ni por la
tierra, ni cualquier otro juramento. Que vuestro sí sea sí y vuestro no (sea)
no para que no caigáis bajo el juicio” (Sant 5, 12). Santiago ofrece aquí la
cita o referencia más clara del NT a un pasaje de los evangelios. Posiblemente,
tanto Mateo como Santiago toman su texto de una tradición anterior, que deriva
de Jesús, con las precisiones “por el cielo y por la tierra”, que aparecen en
ambos casos. Las referencias ulteriores de Mateo provienen de su iglesia
judeo-cristiana, y sólo tiene sentido en ese contexto (Mt 5, 34-36):
‒ Ni por el Cielo, porque es el trono de Dios. En un primer momento el
Cielo es una forma de nombrar a Dios en sí (como en otros casos), pero aquí
aparece en un contexto poético-litúrgico como trono de Dios.
‒ Ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies. Ella aparece así
en Sal 99, 5; Is 66, 11, como espacio y signo de presencia de Dios;
ciertamente, la tierra no es Dios, pero es señal de su presencia, realidad
sagrada.
‒ Ni por Jerusalén porque es la ciudad del Gran Rey. Esta palabra
proviene de los judeo-cristianos, que toman a Jerusalén como Ciudad Mesiánica y
capital del Reinado de Dios (=Gran Rey) en el mundo.
‒ Ni por tu cabeza porque no puedes hacer que ni uno de tus cabellos se
vuelva blanco o negro. Este pasaje puede ser un añadido de Mateo, pues rompe el
esquema de los tres casos anteriores (Cielo, Tierra, Jerusalén…). De todas
formas, al añadir que el hombre no tiene poder para cambiar el color de sus
cabellos, el texto está indicando que también su cabeza es signo/presencia de
Dios.
Junto a la prohibición de jurar hallamos, tanto en Mateo como en
Santiago, el mandato de hablar en verdad, de manera que las palabras valgan por
sí mismas, que el sí sea sí, y el no sea no (Mt 5, 37;; Sant 5, 12), sin
necesidad de apelar a juramentos o superestructuras de tipo especial, pues toda
palabra del hombre es religiosa. Esta exigencia de verdad, con la prohibición
de los juramentos, nos sitúa en el centro de una “religión” que, siendo
radicalmente trascendente (expresión de Dios), se identifica con la verdad
humana, en la línea del mismo decálogo que dice: «No pronunciarás el nombre del
Señor, tu Dios en vano (en falso)» (cf. Ex 20, 7; Dt 5, 11).
PROPUESTA DE CANTOS DOMINGO VI DELTIEMPO
ORDINARIO
01.- REUNIDOS
EN EL NOMBRE DEL SEÑOR
REUNIDOS EN EL NOMBRE
DEL SEÑOR
QUE NOS HA CONGREGADO
ANTE SU ALTAR
CELEBREMOS EL
MISTERIO DE LA FE
BAJO EL SIGNO DEL
AMOR Y LA UNIDAD (Bis).
Tú, Señor, das
sentido a nuestra vida,
tu presencia nos
ayuda a caminar,
tu palabra es fuente
de agua viva
que nosotros,
sedientos a tu mesa, venimos a buscar.
Purifica con tu
gracia nuestras manos,
ilumina nuestra mente
con tu luz,
que la fe se
fortalezca en tu Palabra
y tu cuerpo, tomado
en alimento, nos traiga la salud.
02. A
TU ALTAR HE LLEGADO
Venid a buscar a
Cristo es gozar de pleno amor,
no puede haberlo en
mi alma cuando yo tenga rencor.
Si triste quedó
alguno y sé su falta de amor
vaya y le traiga
conmigo, sin él no me quiere Dios.
HE CREIDO QUE IBA A
TI
Y HASTA TU ALTAR HE
LLEGADO
Y AL ENCONTRARME
CONTIGO
ALGO ME HAS
PREGUNTADO.
¿COMO SE ENCUENTRA TU
VIDA
Y LA AMISTAD CON TU
HERMANO?
SI CON EL NO TE
HALLAS BIEN
ANDA, VETE Y VE A BUSCARLO.
CUANDO CON EL TENGAS
PAZ
VEN AQUI JUNTO A MI
LADO,
ENTONCES SI TE RECIBO
PORQUE YO VIVO EN TU
HERMANO.
Aquel que nos
desagrada es costumbre abandonar.
Busco tan solo al
amigo, los otros suelo dejar.
Este que tanto
molesta y de él yo nada sé,
Dios le ha puesto en
mi camino, sin él no me salvaré.
03.- COMO
BROTES DE OLIVO (Sal. 127) – (L. Deiss)
COMO BROTES DE OLIVO
EN TORNO A TU MESA, SEÑOR,
ASÍ SON LOS HIJOS DE
LA IGLESIA.
El que teme al Señor
será feliz, feliz el que sigue su ruta.
Del trabajo de tus
manos comerás, a ti, la alegría y el gozo.
Y tu esposa, en medio
de tu hogar, será como viña fecunda.
Como brotes de un
olivo reunirás los hijos en torno a tu mesa.
El Señor bendecirá al
hombre fiel con esta abundancia de bienes.
A los hijos de tus
hijos los verás; ¡la gloria al Señor, por los siglos!.
04.- TRAEMOS
A TU ALTAR (Autor: Joaquín Madurga)
TRAEMOS A TU ALTAR,
CON EL VINO Y EL PAN
NUESTRAS OFRENDAS.
TRAEMOS A TU ALTAR,
CON LOS HOMBRES
SU AFÁN Y SUS
PROBLEMAS.
Con los hombres que
trabajan el pan con sudor,
ofrecemos nuestro
esfuerzo.
Por los hombres que
no tienen trabajo, ni pan,
te pedimos el
sustento.
Con los hombres cuyas
vidas son fruto de bien,
ofrecemos nuestra
entrega.
Por los hombres cuyas
vidas son pena y dolor,
que sepamos estar
cerca.
Con los hombres que
construyen un mundo de paz,
ofrecemos nuestras
manos.
Por los hombres que
padecen la guerra y el mal,
que seamos
solidarios.
05.- EN
TORNO A TU MESA (Autor: Agustín Sánchez)
1. En torno a tu
mesa, Señor, te ofrecemos,
toda nuestra vida, el
vino y el pan.
Son para nosotros, tu
cuerpo y tu sangre,
promesa de vida, luz
y libertad.
SEÑOR, EL PAN QUE NOS
DAS
BORRA NUESTRAS
MISERIAS.
SEÑOR, TU COPA SERÁ
SANGRE DE VIDA
ETERNA.
SEÑOR, SABEMOS QUE TÚ
TE DAS SIN
CONDICIONES.
DANOS TU ESPÍRITU Y
HAZ
DE CARNE LOS
CORAZONES... SEÑOR.
2. Tu Espíritu
inflama de amor nuestras vidas,
nos sigues llamando;
Señor, ¿dónde estás?.
Mas tú nos respondes:
“me encuentras amando”.
Queremos sentirte
nuestro Salvador.
06.- EL
PAN DE VIDA (Brotes del Olivo)
TÚ ERES, SEÑOR, EL
PAN DE VIDA,
MI VIDA SIN TI NO
SERÁ VIDA.
1. El pan que yo os
daré
ha de ser mi propia
carne.
Contigo viviré
cuando coma de tu
pan.
2. Aquel que cree en
ti
tiene ya la vida
eterna.
Si como de tu pan,
de tu vida gozaré.
3. Mi Padre es quien
os da
verdadero pan del
cielo,
y a la tierra bajó
para el mundo
alimentar.
4. Quien come de tu
pan
no padecerá más
hambre.
Quien bebe de tu
sangre
ya no tendrá sed
jamás.
07.- HAMBRE
DE DIOS (Autor: J.A. Espinosa)
NO PODEMOS CAMINAR
CON HAMBRE BAJO EL SOL.
DANOS SIEMPRE EL
MISMO PAN, TU CUERPO Y SANGRE SEÑOR.
Comamos todos de este
pan, el pan de la unidad.
En un cuerpo nos unió
el Señor por medio del amor.
Señor yo tengo sed de
ti, sediento estoy de Dios,
pero pronto llegaré a
ver el rostro del Señor.
Por el desierto el
pueblo va cantando su dolor.
En la noche brillará
tu luz, nos guía la verdad.
08.- DICHOSO
EL QUE AMA (Autor: Cesáreo Gabarain)
ERES MI RIQUEZA, ERES
MI SEÑOR.
ERES LA ALEGRÍA, DE
MI CORAZÓN.
No son más dichosos
los que tienen más poder,
los atormentados por
la sed de poseer.
No son más dichosos
los que más dinero tienen,
los que siempre van
buscando su interés.
No son más dichosos
los mendigos del placer,
los que al agua
turbia vienen a calmar su sed.
No son más felices
los esclavos de la envidia,
los que olvidan
sonreír y agradecer.
Los que siembran
odios en lugar de hacer el bien,
los que ganan siempre
y tienen miedo de perder.
No son más felices
los hinchados y engreídos,
que desprecian lo
pequeño en su altivez.
Mucho más dichosos
los que aman la verdad,
los que van brindando
su alegría y su bondad.
Los que nos ofrecen
el amor de cada día
y reciben el amor de
los demás.
09.- CAMINARÉ
EN PRESENCIA DEL SEÑOR (Sal. 114) (Autor: J.A. Espinosa)
CAMINARÉ EN PRESENCIA
DEL SEÑOR (Bis).
Amo al Señor porque
escucha mi voz suplicante,
porque inclina su oído
hacia mí el día que lo invoco.
Me envolvían redes de
muerte, caí en tristeza y en angustia,
invoqué el nombre del
Señor: ¡Señor, salva mi vida!
El Señor es benigno y
justo, nuestro Dios es compasivo,
el Señor guarda a los
sencillos; estando yo sin fuerzas me salvó.
Alma mía recobra tu
calma, que el Señor fue bueno contigo;
arrancó mi alma de la
muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída.
10.- ACOMPAÑAME
MARIA
ACOMPÁÑAME MARÍA,
EN MI LARGO CAMINAR,
ACOMPÁÑAME MAMITA,
CUANDO YA NO PUEDA MÁS. (BIS).
1.- Tú hijo es mi
vida
la razón de mi
existir,
caminando contigo,
tengo fuerzas de seguir.
Él es cuanto
respiro,
la razón de mí
vivir,
no me dejes Madre
mía,
no podría resistir.
2.- Él es música en
mi alma,
Él es sello en mi
corazón,
perfume en mis
sentidos,
amor de mi amor.
Mi corazón ya no
está triste,
mi alma sedienta
está,
madre mía cuanto le
amo,
dime como amarle
más.
11.- SEÑOR
TE OFRECEMOS (Autor: Pilar Escudero)
SEÑOR, TE OFRECEMOS
EL VINO Y EL PAN,
ASÍ RECORDAMOS LA
CENA PASCUAL.
Porque Tú sólo eres
bueno, Señor, queremos cantar.
Tus misericordias,
quién podrá cantar.
Sólo Tú eres nuestro
auxilio, Señor, Tú nos salvarás.
Tus misericordias
quién podrá cantar.
Tú eres nuestra
fortaleza, Señor, ¿quién nos vencerá?
Tus misericordias
quién podrá cantar.
Te ofrecemos nuestras
vidas, Señor, en torno a tu altar.
Tus misericordias
quién podrá cantar.