LOS
NUEVOS SANTOS DEL AÑO DE LA FE, UN EJEMPLO DE LO QUE ES SER 'PESCADOR DE
HOMBRES'
EL Papa pide
volver a ser pescadores de hombres
El
Papa quiere que el Año de la Fe sea un año de grandes frutos apostólicos en el
mundo, de nueva evangelización de la Iglesia, de volver a ser 'pescadores de
hombres'. Por eso, los modelos que ha propuesto serán hombres y mujeres que,
desde su profunda experiencia de fe y con sus vidas entregadas a los demás,
fueron verdaderos apóstoles entre los suyos. Laicos y religiosos que se
ofrecieron a los demás y que, en algunos casos, murieron mártires.
Sin
duda la más llamativa será Kateri, la primera santa india, de la tribu mohawk,
que se convirtió al catolicismo y consagró su vida en una reserva indígena de
Canadá a la vida de oración y de cuidado de los enfermos y ancianos. Murió con
tan sólo 24 años. Pero no es el único ejemplo de vida heroica para los
cristianos.
Anna Schäffer,
postrada en cama 24 años
Murió
en 1925 después de una dolorosa enfermedad que la tuvo en cama desde los 19
años hasta los 43 que falleció. Anna, nacida en territorio bávaro (Alemania),
quiso desde muy pequeña ser monja misionera. Pero su misión acabó
desarrollándose desde su propia casa. Y es que, cuando aún era una jovencita,
una accidente doméstico la dejó postrada de por vida.
Anna
se quemó las dos piernas con agua hirviendo y quedó llagada e imposibilitada de
por vida. Pero en su dolor y sufrimiento encontró la forma de llevar a Dios a
los demás. Y lo hacía a través de tres llaves: "La más grande es de hierro
y muy pesada, son mis sufrimientos". La segunda era la aguja. Y es que a
Anna le encantaba bordar y regalaba sus costuras a los demás para hacerles la
vida más alegre.
Y
la tercera, las cartas. Anna, desde su cama, escribía multitud de cartas
"para poder abrir la puerta del cielo" a los demás. Era muy
consciente de la responsabilidad que cada cristiano tiene de la santidad del
que está a su lado. Se la conoce como apóstol del dolor.
María Carmen
Sallés, la nueva santa española
Una
nueva santa española. Nuestra nación, cuna de algunos de los más grandes santos
de la historia de la Iglesia, vuelve a tener uno en los altares. Se trata de
María del Carmen Sallés, religiosa fallecida en 1911 que fundó la congregación
de las Hermanas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza, dedicadas en cuerpo
y alma a la evangelización a través de la educación y a la enseñanza de los
jóvenes.
Nacida
y educada para casarse (sus padre la habían prometido a un joven de Manresa),
Carmen pronto vio que el Señor le pedía otra cosa. En 1896 entró como novicia
de las Adoratrices. En el trato con prostitutas y mujeres marginales, la joven
novicia descubrió su enorme interés por la formación de las mujeres.
Constantemente se preguntaba cómo hubieran sido si hubieran tenido otras
oportunidades en la vida.
Durante
22 años, María del Carmen estuvo atendiendo a las mujeres. Pero veía que el
Señor le pedía más, y tras muchos momentos de oración, fundó su congregación,
dedicada a la educación de niños y jóvenes. Precisamente la curación de una
niña es el milagro que le ha valido la santidad oficial. En 1999, una niña
brasileña, María Isabel Gomes de Melo, sufrió una isquemia cerebral cuando
tenía sólo 3 años de edad.
La
pequeña María Isabel acudía a un colegio de la obra de María del Carmen, y sus
compañeros comenzaron una novena a la beata para que se curara. Al quinto día,
la pequeña se curó.
Pedro Calungsod,
el joven mártir filipino
Coetáneo
de Kateri (nació en 1654, dos años antes que ella), este joven filipino murió a
los 18 años mártir de la fe. Su cuerpo fue arrojado al mar y nunca se recuperó.
Calungsod
recibió educación por parte de los jesuitas. Cuando tenía 14 años, y siendo un
joven catequista, acompañó a sus mentores en su misión a las Islas de los
Ladrones, donde fue misionero hasta su martirio.
El
milagro que le ha valido la canonización fue la salvación de una mujer en el
año 2000, cuando, después de ser declarada clínicamente muerta tras un ataque
al corazón, revivió cuando un médico rezó a Pedro Calungsod por ella.
Giovanni
BattistaPiamarta, el santo de los jóvenes
Fundador
de la Congregación de la Sagrada Familia de Nazaret, este sacerdote, que murió
en 1913 a la edad de 72 años, dedicó su vida entera a la educación de los
jóvenes, siguiendo la estela de san Juan Bosco, fundador de los salesianos.
El
milagro que le ha valido la canonización viene de la mano de una espina,
clavada en el estómago de un hombre, que degeneró en una infección y que causó
el desahucio médico de Esteban Figueiredo de Paula. Las cinco operaciones a las
que fue sometido no sirvieron de nada. Hasta que unos amigos de la familia
propusieron a su esposa rezarle al padre Piamarta por él. Y se obró el milagro.
Maria Anna Cope,
la evangelizadora de los leprosos de Hawaii
Religiosa
alemana de la tercera orden franciscana, la beata Maria Anne pasó gran parte de
su larga vida (murió en 1918 a los 80 años de edad) junto a los leprosos de
Molokai, en Hawaii. Desde que tenía 15 años, Maria Anne quería entrar en el
convento. Pero al ser la mayor de cuatro hermanos y al estar sus padres
inválidos, tuvo que esperar para ayudar a su familia.
Finalmente,
a los 24 años, ingresó en la orden y pronto mostró dotes de mando, además de
una querencia especial por la atención de los “excluidos” de la sociedad: los
alcohólicos y las madres solteras.
En
1883, la madre respondió al llamado de Hawaii: se necesitaban enfermeras para
los leprosos. Y allí fue, con la intención también de implantar la misión en la
isla.
En
2011, el Vaticano admitió un segundo milagro de la beata: una mujer enferma de
diabetes que se curó de repente.
Jacques
Berthieu, el hombre que no renegó de Dios
Le
ofrecieron renegar de su fe cristiana para salvar su vida, pero el sacerdote
francés jesuita Jacques Berthieu no lo hizo. Esto le valió el martirio.
Misionero en Madagascar, el padre Berthieu (1838-1896) vivió años de paz hasta
que los movimientos tribales independentistas rompieron su misión.
Arrestado
por una de estas tribus, el jefe le dio la posibilidad de salvar la vida si
renunciaba a su fe: "Abandona tu estúpida religión". Pero Jacques se
negó. Le dispararon dos veces; la tercera fue en la cabeza, un tiro que fue
mortal de necesidad. Su cadáver fue arrojado a un río y nunca se recuperó.
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más: Los nuevos santos del Año de la Fe, un ejemplo de lo que es ser 'pescador
de hombres'
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