LA VIDA DESPUÉS DE
LA MUERTE
ORACION COLECTA
Dios omnipotente y misericordioso,
aparta de nosotros todos los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y
nuestro espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del segundo libro de los Macabeos
7,1-2.9-14
El Rey Antíoco envío a un
consejero ateniense para que obligara a los judíos a abandonar las costumbres
de sus padres y a no vivir conforme a las leyes de Dios.
En aquellos días, arrestaron a
siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para
forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
Uno de ellos habló en nombre de
los demás: «¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes
que quebrantar la ley de nuestros padres.».
El segundo, estando para morir,
dijo: «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto
por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna.». Después se divertían con el tercero. Invitado
a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y
habló dignamente: «De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero
recobrarlas del mismo Dios.».
El rey y su corte se asombraron
del valor con que el joven despreciaba los tormentos. Cuando murió éste, torturaron
de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo: «Vale la pena
morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará.
Tú, en cambio, no resucitarás para la vida.».
SALMO
RESPONSORIAL (16)
Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor
Señor,
escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño. R.
Mis
pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no
vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. R.
Guárdame
como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme. Yo con mi
apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol
san Pablo a los Tesalonicenses 2,16–3,5
Que Jesucristo, nuestro
Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un
consuelo permanente y una gran esperanza, se consuele internamente y les dé
fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Por lo demás, hermanos,
recen por nosotros, para que la palabra de Dios siga el avance glorioso que
comenzó entre ustedes, y para que nos libre de los hombres perversos y
malvados, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, les dará fuerzas
y los librará del Maligno. Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplan y
seguirán cumpliendo todo lo que les hemos enseñado. Que el Señor dirija su
corazón, para que amen a Dios y tengan constancia de Cristo.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 20,27-38
En
aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y
le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su
hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a
su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin
hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron
sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de
cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.».
Jesús
les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean
juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se
casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque
participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo
indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán,
Dios de Isaac, Dios de Jacob." No es Dios de muertos, sino de vivos;
porque para él todos están vivos.».
COMENTARIO
Los tres evangelistas sinópticos, ya al final
de la vida pública de Jesús, nos ofrecen una serie de controversias entre las
que figura ésta con los saduceos. El texto de Lc. coincide hasta el v.33 con
los textos de Mc y de Mt.
Los saduceos eran unos personajes relevantes
en la vida política del país, pertenecían más a un partido político que a una
secta religiosa. Eran los "colaboracionistas" de la ocupación romana
de Palestina. Entre ellas figuraban los sumos sacerdotes. No admitían más
autoridad doctrinal que el Pentateuco (los 5 libros atribuidos a Moisés), razón
por la que negaban la resurrección de los cuerpos (cf. Hch 23.8), ya que en el
Pentateuco no se dice nada al respecto. Este grupo de saduceos se acerca al
Maestro con el ánimo de hacerle quedar en ridículo. Inventan una historia
extraña, pero posible, teniendo en cuenta lo dispuesto por la llamada ley de
"levirato" (Dt 25. 5s; Gn 38. 8). Probablemente se trata de una
objeción típica que utilizaban los saduceos en sus controversias con los fariseos,
que sí creían en la resurrección.
En primer lugar, Jesús resuelve la dificultad
y denuncia a la vez la ignorancia de sus adversarios sobre la Sagrada
Escritura. En los sagrados libros no se dice nunca que la existencia futura de
los resucitados sea exactamente igual que la vida terrena. Además Dios es
poderoso para resucitar a los muertos y acabar con la necesidad de la
procreación para asegurar la supervivencia de la humanidad una vez glorificada.
Que la vida de los resucitados sea como la de los ángeles no quiere decir, sin
embargo, que no puedan tener cuerpo sexuado. Sólo se quiere excluir la
necesidad de la procreación y afirmar la libertad de todas las necesidades a
las que se ven sometidos los hombres en la tierra. Resuelta la dificultad,
Jesús ofrece un argumento positivo en favor de la Resurrección. Se apoya en Ex
3. 6 y procede según costumbre rabínica. Sin duda hay en el A.T. otros textos
más explícitos que hablan de la resurrección de la carne, pero Jesús prefiere
éste por ser del Pentateuco, que, según dijimos, era la única autoridad
doctrinal aceptada por los saduceos. La fuerza del argumento está en que la
Palabra de Dios con todas sus promesas a los patriarcas no valdría nada si Dios
no les salvara del último enemigo, de la muerte.
PLEGARIA UNIVERSAL
En este domingo, San Pablo nos anima a que
tengamos la constancia de Cristo, pero también nos asegura que el Señor nos
dará fuerza para ello. Así le pedimos a Dios nuestro Padre: R.- Señor, escúchanos.
1.-
Por el Papa Francisco, y por los éxitos pastorales del Jubileo de la
Misericordia. Señor, escúchanos.
2.-
Por los Obispos, los sacerdotes y los diáconos, para que la Palabra de Dios
siga el avance glorioso que comenzó en tiempos de los primeros discípulos. Señor,
escúchanos.
3.-
Por todos los dirigentes del mundo, para que descubran que Dios les pide un
servicio preocupado por todas las personas de sus pueblos, en especial por los
más desfavorecidos. Señor, escúchanos.
4.-
Por todos aquellos que aún no han descubierto que el verdadero amor y la vida
verdadera nos vienen de Cristo, para que descubran el sentido autentico de sus
vidas. Señor, escúchanos.
Padre, acoge con bondad las plegarias que
humildemente te presentamos. Por nuestro Señor Jesucristo que contigo vive y
reina por los siglos de los siglos.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Mira, con bondad, Señor, los sacrificios que te presentamos
para que al celebrar la pasión de tu Hijo en este sacramento gocemos de sus
frutos en nuestro corazón. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Alimentados con esta eucaristía, te hacemos presente,
Señor nuestra acción de gracias, implorando de tu misericordia que el Espíritu
Santo mantenga siempre vivo el amor a la verdad en quienes han recibido la
fuerza de lo alto. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 07: Tt 1, 1-9; Sal 23; Lc. 17, 1-6.
Martes 08: Tt 2, 1-8.11-14; Sal 36; Lc 17, 7-10.
Miércoles 09: La Dedicación de la Basílica de Letrán (F)
Ez 47, 1-2.8-9.12; 1Co 3, 9c.11.16-17; Sal 45; Jn 2, 13-22.
Jueves 10: San León Magno, papa y doctor de la Iglesia
(MO) Flm 7-20; Sal 145; Lc 17, 20-25.
Viernes 11: San Martin de Tours, Obispo (MO) 2Jn
4-9; Sal 118; Lc 17, 26-37.
Sábado 12: San
Josafat, Obispo y Mártir (MO) 3Jn 5-8; Sal 111; Lc 18, 1-8.
Domingo 13: XXXIII
Del Tiempo Ordinario Mal 3, 19-20ª; Sal 97; 2Tes 3, 7-12; Lc 21, 5-19.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Lc 20, 27-38
2.- Texto. Se sitúa ya en el final del camino, en la ciudad santa de
Jerusalén. Aquí tenía su enclave principal la corriente saducea, formada por la
aristocracia laica y sacerdotal.
Hombres realistas y pragmáticos, los saduceos se mostraban especialmente
receptivos a la cultura helenístico- romana. Doctrinalmente conservadores, su
fuente de inspiración y de religiosidad era la Torá, cuyos cinco libros eran
los únicos a los que otorgaban validez. De uno de ellos, de Deuteronomio 25, 5,
toman la cita que les sirve de base para argumentar en contra de la
resurrección de los muertos. Una tal resurrección, argumentan, plantearía
problemas matrimoniales en el más allá.
La respuesta de Jesús reproduce el punto de vista fariseo en este tema.
De hecho, al final de las palabras de Jesús, Lucas recoge la intervención
aprobatoria de unos fariseos: Bien dicho, Maestro (Lc. 20, 39). El punto de
vista fariseo que Jesús hace suyo habla de una condición humana diferente en el
más allá, condición caracterizada por la incapacidad de morir y que,
consiguientemente, hará innecesaria la procreación de nuevos seres que
reemplacen a los desaparecidos. Se responde así a la dificultad de problemas
matrimoniales aducida, tal vez irónicamente, por los saduceos.
Por último, en los vs. 37-38 se aborda el tema central, afirmando
explícitamente la resurrección de los muertos. La argumentación es típicamente
judía: aducir un texto de la Escritura, en este caso Éxodo 3, 6, y extraer de
él una consecuencia: Dios no podría llamarse el Dios de los patriarcas, si
éstos no siguieran viviendo.
Comentario. En el texto de hoy no se trata ya del caminar cristiano,
sino de la meta de ese caminar, del más allá de la actual condición humana. Dos
son las afirmaciones que hace el texto. Primera: el más allá de la actual
condición humana es una nueva condición, a la que no son extrapolables los
datos y la experiencia de una continuidad personal: aquí y allá es la misma
persona la que vive, realmente y no imaginativamente. Esta realidad personal es
lo que se quiere indicar cuando se habla de la resurrección física de los
muertos.
Segunda afirmación del texto: la garantía de esa realidad personal es la
realidad de Dios, vida sin mezcla de muerte.
Desde el momento que la futura condición humana tiene su base y
fundamento en la realidad de un Dios que no es empíricamente controlable ni
demostrable, desde ese mismo momento tampoco lo es la realidad de nuestra
futura condición. Por eso alguien con vista miope de realista y pragmático
puede perfectamente negarla. Pero la miopía nunca es la perfección en vista.
El caminante cristiano sabe de su futura condición. Su caminar es
pletórico, debido, entre otras cosas, a la certeza del sentido del camino. Lo
que pasa es que hay certezas que sólo son tales desde una sensibilidad y un
talante determinados, en este caso desde la sensibilidad y el talante nacidos
de la sintonía y de la familiaridad con Dios, vida sin mezcla de muerte.
A.- Benito, Dabar/89/55
3.- El grupo de los saduceos es un grupo bastante restringido
perteneciente a las clases superiores del sacerdocio. En su sistema doctrinal
no admiten la resurrección, que ya desde Daniel (12, 2-3) era más o menos
aceptada en los círculos religiosos.
Los fariseos la admitían (cf. Hech 23, 8). Jesús la admite también, y
responde al "caso" propuesto por los saduceos con el fin de
ridiculizar la resurrección. La respuesta de Jesús no se apoya en la tradición
popular sino en lo más hondo de la ley. Y es que creer en un Dios de vivos
supone creer en una forma permanente de vida con él: la resurrección. Jesús
hace polvo el absurdo ejemplo propuesto por los saduceos.
En primer lugar hay que decir que la resurrección es un don, no algo
mecánico o que se derive sin más de una vida moral más o menos recta. Dios es
el que resucita (cf. Lc 21, 36).
En segundo lugar se reconoce implícitamente que, por el don
misericordioso de Dios, también los pecadores resucitan (cf. Lc 14, 14; Hech
24, 15), cosa incomprensible para la corriente puritana de la espiritualidad
del judaísmo tardío. Es un antropomorfismo deleznable el representarse la
resurrección como no se qué continuación de esta vida. Ante algo tan
esencialmente incomprensible para el hombre hay que manejar categorías de fe.
v.36: Cuando se trata de Dios es preciso estar abierto a lo maravilloso y a lo
imprevisto.
Por eso critica también Jesús, con esta simple alusión a los ángeles, la
concepción demasiado material que se hacen de la resurrección algunos fariseos.
Resucitar es hacer de la alabanza la médula de una forma de vida (cf. Mt
18,10), ser anegados en la realidad de lo divino. Puesto que nuestra
experiencia en este campo es nula, nuestra expresión es pobre. Pero por eso
mismo la nueva realidad impide una absolutización de la historia.
Jesús en su defensa de la resurrección, no recurre al libro de Daniel
cuyo valor era contestado por los saduceos, sino que se apoya en el valor
indiscutible de la ley, basando su argumentación en Ex 3,6. El argumento es
bien simple: si Dios se ha declarado amigo de los patriarcas, lo será para
siempre; porque el don de Dios permanece. Esta visión espolea la acción del
creyente sabiendo que tiene perfecto sentido su labor en la historia, porque en
el día último tendrá su total cumplimiento.
Eucaristía 1977/53
4.- Pre-texto. -Saduceos: son los representantes de una actitud
conservadora en lo religioso y en lo político. En materia religiosa no admitían
más que los cinco libros de Moisés rechazando toda tradición oral representada
por la jurisprudencia farisea. En lo político eran mantenedores del
"status quo" con el poder romano: Estado teocrático centrado en el
templo, con cierta autonomía dentro del Imperio Romano. Rechazaban toda
tendencia reformista que pusiera en peligro la situación.
A esta corriente saducea pertenecían dos de los tres grupos
parlamentarios que componían el Gran Consejo o Sanedrín: las grandes familias
sacerdotales, de las cuales se nombraban los más altos dignatarios del templo
(sumos sacerdotes), además del sumo sacerdote primado; los ancianos,
pertenecientes a la nobleza seglar, compuesta de terratenientes y ricos comerciantes.
Ley del levirato: Deut. 25, 5-10. La finalidad de la misma era asegurar
la continuidad del nombre familiar. La mujer, por ser una posesión que quedaba
dentro de la familia, no era legalmente viuda a la muerte de su marido; se
quedaba en la casa del difunto, sometida a la autoridad del padre del difunto.
Sentido del texto. -Gira todo él en torno a la vida. Los saduceos la
limitaban: no hay más vida que la que constatamos en el presente. Jesús se
opone frontalmente a esta concepción, defendiendo para el hombre la sagrada
realidad de la vida, sin restricciones ni limitaciones temporales. Jesús
fundamenta su posición en el hecho de que la base de la vida no está en el
hombre, sino en Dios, y Dios es vida sin limitaciones ni restricciones
temporales (v. 38).
Ahora bien, si la base de la vida está en Dios y no en el hombre, ello
quiere decir que nuestro conocimientos y experiencia de la vida son sólo
aproximativos y analógicos porque así es todo modo humano de conocer y
experimentar a Dios. A la hora, pues, de hablar de la vida en plenitud, de
nuestra vida en plenitud como humanos, no podemos hacerlo sirviéndonos de los
módulos que ahora conocemos, simplemente porque son módulos aproximativos y
analógicos. Este es el sentido de las palabras de Jesús a los saduceos en los
vs. 34-36. Estos hombres, atrapados como estaban por intereses muy concretos,
estaban incapacitados para la imaginación, la fantasía y la creación poética.
¡Y la vida es también todo esto! ¡La vida es también poesía!
Dabar 1977/62
5.- Jesús responde recurriendo a la Escritura, en un lugar admitido por
los saduceos, del libro del Éxodo. Pero lo hace con una argumentación rabínica,
sutil, para nosotros algo extraña: juega con el tiempo presente de la expresión
"Yo soy Dios de Abrahán..." (no yo era); por tanto, Abrahán, Isaac y
Jacob tienen a Yahvé como Dios, y por tanto están vivos. Dios es Dios de vivos,
no de muertos.
J.- M. Vernet, Misa Dominical 1983/21
6.- Nos encontramos ya en Jerusalén, después de la entrada mesiánica del
domingo de Ramos, y por tanto en los últimos días antes de la pasión. Estos
días se caracterizan por la creciente hostilidad que se va concentrando contra
JC: el evangelista acumula narraciones de controversias con todas las
tendencias presentes en la sociedad judía. Nuestro texto es una controversia
con los saduceos a propósito de la resurrección, paralela de MT 22, 23-33 y Mc
12, 18-27.
Los saduceos son menos conocidos que los fariseos en las fuentes
bíblicas y extrabíblicas. Formaban el partido de la aristocracia sacerdotal y
por lo que parece representaban también la clase de los terratenientes. Eran
absolutamente conservadores. En política toleraban el dominio romano en
Palestina; en teología aceptaban tan sólo los cinco libros del Pentateuco (la
Ley) como base del judaísmo. Negaban la resurrección con el argumento de que
los cinco libros de la Ley no hablan de ella... El objeto de la pregunta que
hacen a JC es demostrar lo absurdo de creer en la resurrección.
La pregunta se basa en la "ley del levirato" (Deut 25, 5-6),
según la cual, cuando un israelita moría sin hijos, su hermano quedaba obligado
a tener uno con la viuda, que llevaría el nombre del difunto: de ese modo se
perpetuaba la familia. La respuesta de JC niega el presupuesto de que el
matrimonio continúe en la otra vida, entendiendo la resurrección de modo
semejante a como la entiende Pablo en 1 Cor 15, 35-50: la vida resucitada es de
otro tipo, y los que entran en ella (que se caracterizan sobre todo porque
"ya no pueden morir") viven de manera distinta, sin matrimonio (este
es el sentido de la referencia a los ángeles; no significa esta referencia que
en la otra vida no existe el cuerpo, sino que en ella el sexo no tendrá
función). La nueva situación se define por el hecho de que "son hijos de
Dios", debido a que "participan en la resurrección" de JC.
Tras responder a la pregunta JC añade una argumentación directa sobre la
cuestión de fondo de la controversia, y quiere demostrar a los saduceos que
también en los cinco libros del Pentateuco que ellos aceptan está contenida la
resurrección. El argumento de JC, de típico estilo rabínico (y que parece un
poco ilógico) se basa en Ex 3,6. Hacía mucho tiempo que los patriarcas estaban
muertos cuando Dios habló a Moisés; pero Dios no podría llamarse "Dios de
Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob" si estos hubiesen dejado de
existir, puesto que Dios no es un Dios de muertos. Por tanto, los patriarcas
están vivos, aunque de algún modo distinto de la vida terrena.
Josep Lligadas, Misa Dominical 1974/2b
7.- Prosiguiendo sus debates con los principales representantes de las
sectas judías, Jesús responde en este pasaje a los saduceos, para quienes la
resurrección de los cuerpos es algo absurdo, e invocan el caso de la viuda que
se casa sucesivamente con los seis hermanos de su primer marido. Jesús les
responde con toda precisión que el matrimonio es una condición de vida
desconocido en el Reino, afirmando, además, la resurrección de los cuerpos.
Estas dos afirmaciones son difíciles de entender, tanto por su contenido
misterioso ("son semejantes a los ángeles) como por el uso que de ellas
hacen un gran número de citas bíblicas bastante mal apropiadas para la
argumentación.
a) ¿Cómo ha encontrado Jesús una confirmación de la resurrección de los
cuerpos en el Ex 3, 6?. Esta referencia al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob
(v. 37) hace alusión al Dios que sella la alianza con ellos y los protege. Pero
este Dios es un Dios de vivos (v. 38): resulta poco menos que absurdo proteger
a los muertos y hacer alianza con ellos. Si, cuando Dios se proclama su
salvador, Abraham hubiera estado definitivamente muerto, esta salvación sería
simplemente un contrasentido; por consiguiente se impone la resurrección de
Abraham y los restantes patriarcas, y esto que se afirma de los patriarcas
puede afirmarse también de todos los miembros del pueblo elegido: la alianza
debe permitir gozar de la protección de Yahvé contra el único enemigo
importante: la muerte. Es cierto que todo esto no está contenido en el texto de
Ex 3, 6 citado por Jesús, pero ¿quién puede desaprobrar el uso que de él hace
en función del desarrollo de la fe en Israel? b) La segunda afirmación de Jesús
es aún más curiosa. Al hablar de las relaciones conyugales después de la
resurrección, Jesús afirma la vida, semejante a la de los ángeles, de la futura
humanidad, lo cual se asocia mal a la idea de una resurrección corporal y a las
exigencias de ésta. En realidad, Jesús no llega a afirmar nada sobre la
naturaleza de los ángeles ni tampoco dice que un cuerpo resucitado se haga
semejante a los ángeles, hasta el punto de perder su corporeidad, ya que sería
plantear el problema en términos extraños a la antropología judía. Al hacer
alusión a los ángeles, Jesús quiere dar a entender que el lenguaje humanos es
incapaz de expresar la naturaleza de la vida del resucitado.
Maertens-Frisque, Nueva Guia de la Asamblea Cristiana VII, Marova Madrid
1969. Pág. 253
8.-Jesús no busca textos que hablen de la resurrección, prestándose de
ese modo a las discusiones con los saduceos y reduciendo de todas formas la
resurrección a una cuestión exegética y a una disputa de escuela.
Cita, de forma sorprendente, el capítulo 3 del Éxodo, que es un texto
sobre Dios y no sobre la resurrección. Pero aquí está precisamente la
originalidad de Jesús; apela al punto central de la Escritura, esto es, a la
revelación del Dios vivo y lleva la discusión al amor de Dios y a su fidelidad:
si Dios ama al hombre, no puede dejarlo abandonado en poder de la muerte.
Respecto a la exégesis rabínica, el modo de proceder de Jesús no cabe duda
de que es original. Sin embargo, se muestra profundamente coherente con el modo
como Israel ha ido madurando su propia fe, esto es, reflexionando
constantemente sobre el Dios vivo y sacando de este hecho todas las
consecuencias bajo la experiencia de cada día.
Hasta aquí la respuesta de Jesús se dirige contra los saduceos, que
juzgaban a la resurrección como una superstición popular, extraña a las
Escrituras; en realidad, afirma Jesús, se deriva del centro mismo de las
Escrituras. Pero la respuesta de Jesús va también contra los fariseos, que
concebían la resurrección en términos supersticiosos, materiales, que se
prestaban de este modo a la ironía de los espíritus más liberales, ironía de la
que nuestro texto nos ofrece un ejemplo palpable: una mujer tuvo siete maridos,
¿de cuál de ellos será esposa cuando la resurrección? Cristo responde: la vida
de los muertos no entra dentro de los esquemas de este mundo presente; es una
vida distinta, porque es divina y eterna; podría compararse con la de los ángeles.
Después de haber visto la controversia en el contexto judío (que
corresponde sustancialmente a la situación de Jesús), podemos verla también en
el contexto helenista-pagano, que corresponde al parecer a la redacción de
Marcos. El mundo pagano del helenismo no aceptaba la resurrección de los
muertos; el cuerpo es la prisión del espíritu y la salvación consiste
precisamente en liberarse de él. El pensamiento helenista es fundamental- mente
dualista y prefiere hablar de "inmortalidad", no de resurrección. Esto
representa una diferencia primaria y sustancial respecto al pensamiento judío.
RS/INMORTALIDAD: Además, la reflexión griega busca la razón de la inmortalidad en el
hombre mismo: en el hombre hay un elemento espiritual, incorruptible, capaz,
por su propia naturaleza, de sobrevivir al cuerpo corruptible. Esto constituye
una segunda diferencia respecto al pensamiento, que prefiere, como hemos visto,
buscar la razón de la vida en la fidelidad de Dios.
Frente a esta mentalidad pagana, que corría el peligro de traicionar en
lo más profundo la enseñanza de Jesús y la esperanza que él nos había traído,
el evangelista se preocupa, ante todo, de apartar un posible equivoco; explica
que la "resurrección" no significa, de ninguna manera, una
prolongación de la existencia actual. La resurrección no es la reanimación de
un cadáver. Es un salto cualitativo. Por eso precisamente distingue con cuidado
la vida futura de la presente. Los griegos tienen profundamente razón al
mostrarse insatisfechos de esta existencia y de sus limitaciones; no tendría
ningún sentido volver a esta vida y prolongarla.
Por tanto, hay que hablar de una nueva existencia. Pero en esta nueva
existencia es todo el hombre el que entra, no solamente el espíritu. El
evangelio habla de "resurrección", no de inmortalidad. La comunidad
cristiana pone la solidez de las palabras de Jesús por encima de la cultura de
los griegos. No busca la razón de la resurrección en los elementos del hombre,
sino que la hace remontar a la fe en el Dios vivo. La promesa de Dios nos
asegura que toda la realidad de la persona entra en una vida nueva y,
precisamente porque entra en esa vida nueva, dicha realidad queda transformada.
Esto es lo que intenta decirnos Marcos. Se trata de una esperanza que Jesús
defendió contra las opiniones de los rabinos y de los saduceos (opiniones
diversas entre sí, pero igualmente prisioneras de un concepto erróneo de la
resurrección) y que Marcos a su vez se preocupa de recordar y defender. Es un
dato que viene de la fe y que debe preceder a las culturas que el hombre
elabora.
Nos gustaría terminar citando una sabia afirmación de Ph. H. Menoud:
"Hoy, para evitar las equivocaciones y permanecer al mismo tiempo fieles a
las enseñanzas del Nuevo Testamento, habría que hablar de la resurrección de la
persona. De todas formas, tanto si se habla de la resurrección del cuerpo o de
la resurrección de la persona, lo que importa subrayar es esto: la finalidad de
la redención en Jesucristo no es la salvación de un elemento -por ejemplo, la
parte "espiritual"- del ser humano, sino la salvación de la persona
humana en su totalidad.
Bruno Maggioni,
El Relato De Marcos, Edic. Paulinas/Madrid 1981.Pág.172s
9.- Jesús prosigue su discusión con los principales representantes de
las sectas judías. Los saduceos le preguntan ahora en torno al tema de la
resurrección de los cuerpos y proponen un argumento que pone de manifiesto su
absurdo (vv. 18-23). La respuesta de Cristo es ambigua: hace alusión al
matrimonio en el Reino (v. 25) y afirma la realidad de la resurrección en
términos misteriosos (seremos como ángeles); la cita que hace no responde bien,
a primera vista, a la argumentación de los saduceos.
a) En efecto, cabe preguntarse cómo Jesús ha podido ver en la cita de Ex
3, 6 una confirmación de la resurrección de los cuerpos. Esta referencia al
Dios de Abraham, de Israel y de Jacob (v. 26) se refiere no tanto al Dios al
que esos padres han adorado cuanto al Dios que ha establecido una alianza con
ellos y les ha protegido. Ahora bien: Dios no es un Dios de los muertos, sino
un Dios de los vivos (v. 27), es decir, que no tiene ninguna razón para
proteger a unos futuros muertos y formar un pacto con ellos. ¿A qué fin ayudar
a los patriarcas a triunfar de unos enemigos para dejarles después sujetos a la
muerte? Si Abraham está definitivamente muerto cuando Dios se proclama su
Salvador, su salvación no ha sido más que una burla. Es preciso, por tanto, que
Abraham y los padres resuciten. Ahora bien: Abraham, Isaac y Jacob participaron
de una alianza con Dios porque eran los fundadores del pueblo elegido. Es
decir, que los beneficios de que se vieron colmados revierten sobre cada uno de
los miembros del pueblo que ellos constituyeron. Si los judíos gozan sobre la
tierra de la alianza y de la protección de Yahvé, este beneficio sería ilusorio
si no les permitiera gozar también de la protección divina frente al único
enemigo real: la muerte.
Cierto que todo eso no está contenido en el texto de Ex 3, 6 citado por
Jesús, pero ¿puede criticársele el uso que hace de él y que consiste en
interpretar el versículo en función del desarrollo de la fe de Israel?
b) La segunda afirmación de Jesús es todavía más curiosa. Aludiendo a
las relaciones conyugales después de la resurrección, hace referencia al mismo
tiempo a una vida cuasi angélica de la futura humanidad, lo que no concuerda
con la idea de una resurrección corporal.
De hecho, Jesús no se define sobre la naturaleza de los ángeles. Tampoco
quiere decir que un cuerpo resucitado se haga angélico hasta el punto de perder
su corporeidad: esto equivaldría a plantear el problema en términos extraños a
la antropología judía, para la cual los ángeles eran "cuerpos
celestes". Jesús quiere decir tan solo que el estado posresurreccional se
escapa a la inteligencia humana. Hay que señalar, en efecto, que el Evangelio
alude a los ángeles siempre que se trata de una realidad que supera a la
inteligencia. Así, por ejemplo, un ángel anuncia a las mujeres la resurrección
de Cristo y la ascensión del Señor. "Ser como un ángel" no quiere
definir la condición futura de la humanidad, sino que afirma que esa condición
supera los alcances de la inteligencia terrestre.
Por supuesto que no será el amor -conyugal o de otra especie- lo que se
suprimirá después de la resurrección, sino sólo la función de procreación. ¿No
es acaso esta última el único medio de que dispone el hombre para sobrevivir y
hacerse así la ilusión de un triunfo sobre la muerte? Esta función de
supervivencia no será ya evidentemente necesaria después de la resurrección,
puesto que el hombre vivirá para la eternidad. Ya no será necesario procrear ni
levantar torres de Babel para sobrevivir y ganarse un nombre... Resucitar es
aceptar de Dios el don de una vida y de un nombre que no podría proporcionarnos
cualquier iniciativa humana.
Maertens-Frisque,
Nueva Guia de la Asamblea Cristiana VI, Marova Madrid 1969.Pág. 17s
10.- "La procreación, vinculada a la condición terrena, manifiesta
la perennidad de la victoria que el hombre, destinado a la inmortalidad, debe
arrancar continuamente a la muerte física. En la resurrección ya no necesita el
hombre engendrar... Resucitar es vivir en Dios, en la comunión interpersonal de
la que es figura la relación carnal conyugal" (J. Radermakers).
Dios cada dia,
Siguiendo el Leccionario Ferial, Semanas I-Ix T.O. Evang.de Marcos, Sal
Terrae/Santander 1990.Pág. 160
11.- La actitud de la pequeña, pero poderosa, facción de los saduceos
era de oportunismo "eclesiástico". Ellos no compartían la atmósfera
febril de los círculos piadosos y escatológicos y se mostraban escépticos con
respecto a la espera mesiánica. Rechazaban la literatura apocalíptica reciente
y la tradición oral. Su canon se reducía al Pentateuco. Rechazaban la idea de
la resurrección, que formaba parte de la espera mesiánica y escatológica, como
también la inmortalidad del alma.
Como se pone al descubierto por el diálogo aquí referido, los saduceos
creían que un hombre resucitaba cuando su hermano le "suscitaba" una
posteridad. Para ellos la eternidad del hombre se confundía con la conservación
de la especie. Era gente realista, que calculaba perfectamente el pro y el
contra de cada situación. En su lógica estaba el querer desembarazarse de un
hombre peligroso como Jesús, pero no perdían la calma, eran
"objetivos" y consideraban superfluo el apasionamiento de los fariseos.
En nuestro relato, los saduceos se contentan con poner a Jesús en ridículo ante
el pueblo, impulsando hasta el absurdo sus ideas sobre la resurrección, que él
compartía con los fariseos.
La anécdota de la mujer con siete maridos entraba, naturalmente, en la
casuística de los doctores de la ley. Los saduceos se refieren aquí a la
antigua regla del "levirato" o del matrimonio con el cuñado. Este es
el texto del Pentateuco: "Si unos hermanos viven juntos y uno de ellos
muere sin descendencia, la mujer del difunto no se casará fuera con un extraño;
su cuñado debe ir a donde ella y tomarla por mujer, cumpliendo así con su deber
de cuñado; y el primogénito que ella dé a luz hará resurgir el nombre del
hermano muerto, y su nombre no será borrado de las listas de Israel" (Dt
25, 5-6). Para los saduceos, fieles solamente al Pentateuco de Moisés, la única
"resurrección" era la referida en este texto del Deuteronomio, o sea,
la realidad del hijo del hermano del difunto. Lo demás era para ellos una
doctrina popular y grotesca que daba lugar a discusiones sin sentido.
La respuesta de Jesús se diferencia de la actitud de los fariseos. La fe
en la resurrección es fe en la potencia de Dios; Dios tiene poder para crearlo
todo nuevo. El creyente no debe perderse en el dédalo racionalista de la
fantasía humana., Efectivamente, Dios -incluso como resulta de la lectura del
Pentateuco- es un Dios de vivos; por esto, se presenta a Moisés como "el
Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob". La fe, para Jesús, no es "una
proyección de este mundo en un mundo extraño creado por la fantasía". Al
contrario: la fe es una apertura a Dios y deja que el Totalmente Otro cree lo
totalmente otro.
Comentarios A La Biblia Liturgica Nt, Edic Marova/Madrid 1976.Pág. 1191
S.