QUE POR LA FE TENGA VIDA
ORACION COLECTA
Dios de misericordia infinita, que
reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las fiestas pascuales,
acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que comprendamos mejor la
inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado del espíritu que nos ha
hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura de los Hechos de los
Apóstoles 2, 42-47
Los hermanos eran constantes en
escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del
pan y en las oraciones.
Todo el mundo estaba impresionado
por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los
creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y
bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario
acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y
comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos
de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se
iban salvando.
SALMO
RESPONSORIAL (117)
Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna
su misericordia.
Diga
la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es
su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R.
Empujaban
y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi
energía, él es mi salvación. Escuchen: hay cantos de victoria en las tiendas de
los justos. R.
La
piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor
quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Este es el día en que actuó el
Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del Apóstol
San Pedro 1, 3-9
Bendito sea Dios, Padre
de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección
de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una
esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que les
está reservada en el cielo.
La fuerza de Dios los
custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento
final.
Alégrense de ello,
aunque de momento tengan que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la
comprobación de vuestra fe de más precio que el oro que, aunque perecedero, lo
aquilatan a fuego
llegará a ser alabanza y
gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo nuestro Señor.
No han visto a
Jesucristo, y lo aman; no lo ven, y creen en él; y los alegran con un gozo
inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de su fe: su propia salvación.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-31
Al
anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una
casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús,
se puso en medio y les dijo: Paz a
ustedes.
Y
diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron
de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: Paz a ustedes. Como el Padre me ha
enviado, así también les envío yo.
Y
dicho esto exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo;
a quienes les perdonan los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengan, les quedan retenidos.
Tomás,
uno de los doce, llamado El Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y
los otros discípulos le decían: Hemos visto al Señor.
Pero
él les contesto: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el
dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A
los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó
Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: Paz a ustedes.
Luego
dijo a Tomás: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi
costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó
Tomás: ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús
le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber
visto. Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a
la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es
el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su Nombre.
COMENTARIO
Se
compone de un relato en dos tiempos y de un epílogo o comentario final del
autor a todo el Evangelio. El relato arranca al atardecer del mismo día en el
que, de madrugada, Pedro y el discípulo amado habían comprobado que el sepulcro
de Jesús estaba vacío. El lugar es un espacio cerrado a causa de un miedo al
exterior humano. Jesús se hace presente en ese espacio y su presencia comunica
paz e infunde alegría a los encerrados. Y con la paz y la alegría, el aliento
de un envío a imagen y semejanza del envío de Jesús por el Padre.
La segunda parte del texto nos lleva a una problemática distinta, aunque
ya insinuada el domingo pasado en Jn. 20, 1-9. "¿Porque me has visto has
creído? Dichosos los que creen sin haber visto".
Tomás ha puesto condiciones para poder creer que Jesús está vivo. De
nuevo se hace Jesús presente comunicando paz, e inmediatamente se dirige al
hombre que había puesto condiciones. Jesús no le reprocha su actitud, pero
declara superior la exhibida por el discípulo amado en Jn. 20, 8: sin haberle visto
a él, ha creído, sin embargo, que él estaba vivo.
Por
un lado Juan pone de manifiesto que la convivencia física con Jesús no es
criterio suficiente para entender a Jesús en profundidad. Por otro, adelanta
que esta inteligencia de Jesús puede darse en los que no han convivido
físicamente con El. Juan no niega ni minusvalora el papel de los testigos
oculares o, más en concreto, de los Doce. Sencillamente, rompe una lanza en
favor de los que no han convivido con Jesús. Se trata de una problemática
fundamental vivida intensamente en las primeras comunidades cristianas.
Exponentes de la misma son el libro de los Hechos y las Cartas de Pablo. El
texto de este domingo nos proporciona la gran alegría de saber que hoy podemos
entender a Jesús incluso mejor que los que convivieron con El. Estamos
realmente en el tiempo pascual
Los dos últimos versículos no se refieren sólo al relato de hoy, sino
que tienen en cuenta la totalidad de la obra. Los interlocutores son el autor y
sus lectores. El autor se dirige directa y explícitamente a los lectores,
nosotros por ejemplo. Nos habla de su labor de selección y del móvil que le ha
llevado a escribir.
PLEGARIA UNIVERSAL
Dirijamos nuestra oración a Dios nuestro Padre, para que la
comunidad cristiana, confirmada en la fe, de razón de su esperanza ante todos
los hombres. R.- Padre, santifica en la verdad a tu Iglesia.
1.-
Por todo el pueblo cristiano, convocado en el día del Señor, resucitado de la
semana; para que manifieste la presencia del Cristo resucitado con la alegría
de vivir en un mismo lugar y con el mismo corazón. Roguemos al Señor.
2.- Por nuestra comunidad; para que crezca junto
a los recién bautizados, como una verdadera familia de Dios, asidua a la escucha de la Palabra, perseverante en la
oración, testigo en la caridad fraterna.
Roguemos
al Señor.
3.-
Por todos los que viven la experiencia del dolor: para que no se dejen vencer
por el desánimo, sino que, por la fuerza de la fe y la solidaridad de los
hermanos, sientan que el Señor está cerca de cada uno de ellos.
Roguemos al Señor.
4.-
Por el cristiano que duda, por el incrédulo que quisiera crecer, y por todos
los que buscan con amor la verdad: para que, iluminados por la gracia pascual,
reconozcan que no hay otro hombre fuera de Cristo que pueda salvarnos.
Roguemos al Señor.
5.-
Por todos los aquí presentes: para que nos dejemos evangelizar con un corazón
dócil y seamos resonancia viva de la Palabra que nos salva. Roguemos
al Señor.
Oh Dios, Padre nuestro, principio y fuente de todo don; que el
Espíritu de tu Hijo resucitado nos introduzca en la plenitud de la verdad
pascual y nos inspire los gestos y palabras para testimoniarlas en la realidad
humana de nuestro tiempo. Por Cristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor las ofrendas que (junto con los recién
bautizados) te presentamos y haz que, renovados por la fe y el bautismo,
consigamos la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Concédenos, Dios Todopoderoso, que
la fuerza del sacramento pascual, que hemos recibido, persevere siempre en
nosotros. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 24: Hch. 4, 23-31; Sal
2; Jn. 3, 1-8.
Martes 25: Pe. 5, 5b-14; Sal
88; Mc. 16, 15-20.
Miércoles 26: Hch. 5, 17-26; Sal
33; Jn. 3, 16-21.
Jueves 27: Is. 6, 1-8; Sal
116; Cor. 4, 1-5; Mt. 28, 16-20.
Viernes 28: Hch. 5, 34-42; Sal
26; Jn. 6, 1-15.
Sábado 29: Hch. 6, 1-7; Sal
32; Jn. 6, 16-21.
Domingo 30: Hch. 2, 14.22-33; Sal 15; 1Pe 1, 17-21;
Lc. 24, 13-35..
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 20, 19-31
2.
Comentario. Lo que
un eminente exégeta escribía hace treinta años sobre el relato de la Pasión en
el cuarto evangelio puede también aplicarse al relato de la Pascua: "No se
trata de una construcción hecha con miras a ilustrar unas ideas, sino una
interpretación teológica de una historia verdadera". Esta historia parte
de una situación de miedo a las autoridades judías. La situación no es nueva en
la obra. Es ya la cuarta vez que el autor la menciona (las otras tres en Jn. 7,
13; 9, 22; 19, 38). Por Jn. 7. 11-13 se ve claro que el miedo no es al pueblo
judío, sino a sus autoridades. Este miedo encierra, incapacita, esteriliza.
"En esto entra Jesús". Al autor no le interesa el cómo ni el modo. Lo
importante es el hecho. Jesús está ahí, es la misma persona que había convivido
antes con los que ahora están incapacitados por el miedo. "Paz a
vosotros". Por dos veces resuena la frase. En vez del miedo, la paz. Esta
debe ocupar el espacio interior del que antes se adueñaba el miedo. El corazón
de los discípulos se distiende y la alegría termina por aflorar a sus rostros.
"Paz a vosotros". El cambio ya se ha producido. No tiene ningún
sentido seguir encerrados. "Como el Padre me ha enviado, así también os
envío yo". Padre, Jesús, cristianos (el término discípulos tiene en Juan este
sentido amplio). Los cristianos son a Jesús lo que Jesús es al Padre. Jesús
está ahí para desvelarles su identidad. Son sus enviados, como El lo es, a su
vez, del Padre. Por eso deben tener su mismo talante. "Recibid espíritu
santo". La presencia del artículo determinado "el" en la
traducción litúrgica puede desorientar un poco. El autor no está escribiendo en
términos trinitarios, sino en términos de tipo o calidad de existencia. Es
difícil condensar en unas línea lo que Juan entiende por espíritu y que ha ido
desentrañando a lo largo de su obra. Algo, sin embargo, nos puede orientar el
hecho de que Juan maneja el lenguaje por oposición-negación. Jesús, por
ejemplo, ha sido presentado de esta manera en Jn. 1, 17. El cuarto evangelio se
abre con la gran oposición gracia-verdad por un lado y ley por otro. De ahí a
la oposición espíritu-letra media sólo un paso, el formulado explícitamente
bajo espíritu-carne en Jn. 3,6. Letra (autoridades judías) frente a espíritu
(Jesús). Anquilosamiento frente a movilidad; rigidez frente a fluidez. "El
espíritu sopla donde quiere, oyes el ruido, pero no sabes de dónde viene ni
adónde va. Eso pasa a todo el que ha nacido del espíritu" (Jn/03/08).
Estos son los cristianos en su calidad de enviados de Jesús. Dan curso a una forma
de existencia opuesta al atenazamiento y al miedo, característicos de la forma
de existencia bajo la ley.
La segunda parte
del texto nos lleva a una problemática distinta, aunque ya insinuada el domingo
pasado en Jn. 20, 1-9. "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que
creen sin haber visto".
Por un lado Juan
pone de manifiesto que la convivencia física con Jesús no es criterio
suficiente para entender a Jesús en profundidad. Por otro, adelanta que esta
inteligencia de Jesús puede darse en los que no han convivido físicamente con
El. Juan no niega ni minusvalora el papel de los testigos oculares o, más
concreto, de los Doce. Sencillamente, rompe una lanza en favor de los que no
han convivido con Jesús. Se trata de una problemática fundamental vivida
intensamente en las primeras comunidades cristianas. Exponentes de la misma son
el libro de los Hechos y las Cartas de Pablo. El texto de este domingo nos
proporciona la gran alegría de saber que hoy podemos entender a Jesús incluso
mejor que los que convivieron con El. Estamos realmente en el tiempo pascual.
A. Benito, Dabar
1985, 23
________________________________________
3. COR/PERSONA
No faltan
comentaristas que establecen una relación entre "credere" y
"cor-dare", entendiendo el corazón como la realidad que totaliza a la
persona
________________________________________
4. DO/ORIGEN.
La liturgia invita
a subrayar el sentido del domingo, manteniendo este evangelio -que constituye
un precioso tejido teológico- en cada uno de los tres ciclos. El día del Señor
es el día en que celebramos la fe pascual y la irrupción de la eternidad de la
Trinidad en nuestra historia, lo celebramos alrededor de Jesús resucitado como
centro de la vida de la comunidad de los discípulos.
J. Fontbona, Misa
Dominical 1990, 9
...............
Se podría
considerar el evangelio de este día como el "lugar teológico del domingo
cristiano". La narración de dos apariciones del Resucitado en dos domingos
consecutivos nos hace casi asistir al nacimiento del domingo cristiano: la
comunidad de creyentes se acostumbra a reunirse en domingo en memoria y en la
espera del Resucitado. Nos permite presentar el sentido originario del domingo:
como memoria y presencia del Resucitado en medio de los suyos; como el día de
la Resurrección, Pascua semanal.
I. Oñatibia, Misa
Dominical 1990, 9
________________________________________
5.
Son varios los
temas que componen este Evangelio: las apariciones del Señor ritman de ocho en
ocho días la vida de las comunidades primitivas; Cristo-Señor hace uso de su
poder de Resucitado transmitiendo sus poderes a los apóstoles; finalmente, los
discípulos se ven llevados a descubrir, lo mismo que Tomás, el desprendimiento
de la fe. a) Las apariciones. Juan comienza por resumir los datos que han
llegado a su conocimiento seguramente a través de las mismas fuentes que a San
Lucas (24, 36-49): Cristo no es ya un hombre como los demás, puesto que pasa a
través de los muros; pero no es un espíritu, puesto que se le puede ver y tocar
sus manos y su costado (v. 20). Su resurrección ha supuesto para El un nuevo
modo de existencia corporal. Juan no insiste tanto como Lucas en torno a la
demostración: reemplaza la alusión a los pies por la alusión al costado y no
señala que Cristo tuvo que comer con los apóstoles para que le reconocieran.
Pero, mientras que en San Lucas el Señor está completamente vuelto hacia el pasado
con el fin de probar que su resurrección estaba prevista, Juan le presenta más
bien orientado hacia el futuro y preocupado por "enviar" a sus
apóstoles al mundo.
Este envío de los
apóstoles al mundo es prolongación del envío que el Padre ha hecho de su Hijo
(Jn 17, 18). Los apóstoles están ya habilitados para terminar la obra que
Cristo ha iniciado durante su vida terrestre (Jn 17, 11). La reunión de los
discípulos en torno al Señor se hará en adelante en torno a los mismos
apóstoles.
Un tema importante
de las apariciones es la preocupación de Cristo por organizar los distintos
elementos que prolongarán sobre la tierra su actividad de Resucitado: la
jerarquía, los sacramentos, el banquete, la asamblea (adviértase la doble
mención de la "reunión" de los apóstoles" vv. 19 y 26, ya con su
ritmo dominical: v. 26).
b) El don del
Espíritu (PAS/PENT). ¿Cómo puede Juan descubrir la venida del Espíritu sobre
los apóstoles el domingo de Pascua, mientras que Lucas la anuncia para
Pentecontés? (Lc 24, 49). Realmente, Juan se hace eco de una antigua idea de
los medios judíos, en especial de los que se movían en torno a Juan Bautista.
En esos medios se esperaba a un "Hombre" que "purgaría a los
hombres de su espíritu de impiedad" y les purificaría por medio de su
"Espíritu Santo" de toda acción impura, procediendo así a una nueva
creación (Sal 50/51, 12-14; Ez 36, 25-27). Al "insuflar" su Espíritu,
Cristo reproduce el gesto creador de Gén 2, 7 (cf, 1 Cor 15, 42, 50, en donde
Cristo debe su título de segundo Adán al "Espíritu" que recibe de la
resurrección; Rom 1, 4).
Mediante su
resurrección, Cristo se ha convertido, pues, en el hombre nuevo, animado por el
soplo que presidirá los últimos tiempos y purificará la humanidad. Al conferir
a sus apóstoles el poder de remitir los pecados, el Señor no instituye tan solo
un sacramento de penitencia; comparte su triunfo sobre el mal y el pecado.
Se comprende por
qué San Juan ha querido asociar la transmisión del poder de perdonar con el
relato de la primera aparición del Resucitado. La espiritualización que se ha
producido en el Señor a través de la resurrección se prolonga en la humanidad
por medio de los sacramentos purificadores de la Iglesia.
c) De la visión a
la fe (J/PRESENCIA). La forma de vida del Resucitado es de tal especie que no
se le reconoce: María Magdalena le toma primero por el jardinero (Jn 20,
11-18). Cuando le "reconoce" (v.16) ve cómo se le prohíbe las
muestras de respeto con que trataba al Cristo pre-pascual (v. 17). Aun cuando
este tema figura también en San Lucas (Lc 24, 16, 31), adquiere en San Juan el
evangelista del "conocimiento" (Jn 21, 4), un relieve particular.
Esta pedagogía del
Señor resucitado nos permite comprender la lección dada a Tomás. La nueva forma
de vida del Señor no permite ya que se le conozca según la carne, es decir, a
base tan solo de los medios humanos. Ya no se le reconocerá como hombre
terrestre, sino en los sacramentos y la vida de la Iglesia, que son la
emanación de su vida de resucitado. La "fe" que se le pide a Tomás
permite "ver" la presencia del resucitado en esos elementos de la
Iglesia, por oposición a toda experiencia física o histórica. La fe está ligada
al "misterio", en el sentido antiguo de la palabra.
d) No hay que
perder de vista que esta aparición asocia el don del Espíritu y la fe a la
revelación del costado de Jesús (v.20). Ahora bien: Juan ya había dicho, en el
momento en que fue herido el costado de Cristo en la cruz (Jn 19, 34-37), que
la fe captaría a quienes vieran su costado herido. He aquí lo que sucede: la
contemplación de la muerte de Cristo provoca la fe en la acción del Espíritu.
Si Cristo muestra su costado no lo hace por simples razones apologéticas:
revela a los contemplativos la fuente de la nueva economía.
En este sentido,
el género de visión (v. 25) que los apóstoles han tenido de Cristo resucitado
no ha sido ese tipo de visión material (vv. 26-31) exigida por Tomás. Si no hay
diferencia entre estas dos experiencias, no se ve por qué Cristo habría de
reprocharle lo que no reprocha a los demás y por qué habría que exigir al
primero una fe que no les ha exigido a los segundos. En realidad, los diez
apóstoles han tenido una experiencia real del Señor resucitado, pero
probablemente fue más mística que la experiencia a que aspiraba Tomás. Para
evitar a los hombres a "creer sin ver", ¿no deben, los apóstoles, los
primeros, aprender a pasar las pruebas materiales? La resurrección no es, desde
luego, una cuestión de apologética ni un acontecimiento maravilloso: ella no es
signo más que en la medida en que la fe la ilumina, y es, al mismo tiempo,
interior a la fe.
Maertens-Frisque, Nueva
Guia de la Asamblea Cristiana IV, Marova Madrid 1969.Pág. 36
________________________________________
6. CR/ELECCION
En los textos
bíblicos, las denominaciones de elegido, ungido y enviado son equivalentes.
Cuando los primeros cristianos se llaman a sí mismos elegidos, no están
presumiendo por ningún privilegio, sino recordándose que han sido enviados a
cumplir una misión, en favor de los demás, que prolonga en cierto sentido la
del mismo Cristo: "Como el Padre me ha enviado, así os envío yo".
Para la
realización de esta tarea reciben también la fuerza del Espíritu. El episodio
de Tomás quiere animar la fe de todos aquellos que no vieron directamente al
Señor y para los que se han escrito todos los signos que Juan narra en su
evangelio. "Dichosos los que crean sin haber visto". De cualquier
modo, la simple contemplación de lo exterior de los acontecimientos nos da su
sentido profundo. Sólo la fe permite ver y entender la trascendencia de lo que
se está presentando.
En el resucitado
reconocen los apóstoles al Jesús que anduvo con ellos por los caminos de
Palestina. Distinto, pero él mismo. El Jesús de la historia es el Cristo de la
fe, Jesús es el Cristo.
La más breve
confesión cristiana quedará en esta palabra: Jesucristo.
Eucaristía 1990,
20
________________________________________
7.
Texto. La mañana
del domingo del descubrimiento del sepulcro vacío tiene su culminación en el
cuarto Evangelio en la tarde de ese mismo domingo. Si por la mañana el sepulcro
vacío dominaba el relato, por la tarde lo domina la presencia de Jesús en medio
de sus discípulos. Esta presencia explica aquel vacío, pero, sobre todo,
restablece una continuidad de relación Jesús-discípulos. De aquí arranca la
intencionalidad del texto. Al servicio del final de la relación está el miedo
de los discípulos; al servicio de la reanudación de la relación están el
saludo, enfáticamente repetido, y la identificación del propio Jesús como la misma
persona que antes habían conocido los discípulos. La reanudación de la relación
se sella con la alegría de los discípulos, quienes, a partir de ahora, hablan
de Jesús como el Señor, enraizándolo por completo con Dios. La aceptación de la
identificación de Jesús por los discípulos se plasma en la fórmula de confesión
de fe "ver al Señor".
Pero la
reanudación de la relación es sólo un primer paso. El siguiente es el envío de
los discípulos por Jesús, en continuidad con el envío de Jesús por el Padre.
Los discípulos deben hacer presente a Jesús y prolongar su obra, como Jesús ha
hecho presente al Padre y prolongado su obra. Este envío no debe entenderse
limitado a los doce. En el cuarto Evangelio la denominación discípulos es
sinónima de creyentes. La comunidad creyente en su totalidad es la enviada.
El tercer paso es
la donación del Espíritu, que capacita para el envío. El símbolo de exhalar el
aliento significa la transmisión de vida. Aquí se trataría, por consiguiente,
de una participación en la vida de Jesús resucitado, que posee personalmente el
Espíritu de Dios y que lo transmite a la comunidad creyente.
El último paso es
la potestad de perdonar los pecados. La potestad se da en el seno de la
comunidad creyente, más allá y por encima de las concreciones históricas que
esa potestad ha asumido con posterioridad.
A partir del v. 24
el relato avanza con la conocida historia de Tomás, al que el autor presenta
como "uno de los doce", una expresión que en el cuarto Evangelio se
reserva para Tomás y para Judas el traidor. Los discípulos hacen ante Tomás
confesión de su fe: "hemos visto al Señor". Tomás les responde que él
hará suya esta misma confesión, siempre y cuando tenga razones tangibles para
hacerlo. Jesús en persona le aporta esas razones y Tomás hace suya la confesión
de fe. Jesús la acepta, pero reprocha a Tomás el modo de llegar a ella,
declarando, en cambio, bienaventurados a los que crean sin necesidad de basarse
en la comprobación tangible.
A través de esta
bienaventuranza el texto se abre al futuro, a las personas no contemporáneas de
Jesús, a los lectores del cuarto Evangelio. Así se pone explícitamente de
manifiesto en los dos versículos finales, en los que el autor da cuenta de la
doble finalidad de su escrito.
Con la mayor parte
de los exégetas, la frase "para que creáis" no va dirigida a no
creyentes, a quienes se intenta ganar, sino a creyentes, a quienes se intenta
afianzar en la fe que ya tienen.
Esta finalidad
cristológica se completa con otra soteriológica: "para que tengáis
vida". El cuarto Evangelio es esencialmente un mensaje de salvación,
poniendo explícitamente de manifiesto que no hay cristología separada de la
soteriología.
Comentario. Más
allá y por encima de las legítimas concreciones históricas que, sobre todo en
lo relativo a la potestad de perdonar los pecados, ha ido asumiendo el texto de
hoy, en él se plasman los componentes fundamentales del ser cristiano, a los
que una y otra vez hay que remitir cuando de dar razón de lo que como Iglesia
somos se trata.
Es bien sabido que
el cuarto Evangelio no renuncia a los Doce, pero debe también saberse que en el
cuarto Evangelio se formulan serios reparos a los Doce, cuando de entender a
Jesús se trata.
En el cuarto
Evangelio no son precisamente los Doce -Tomás es un ejemplo- quienes más se distinguen
por la prontitud y facilidad en captar a Jesús. Y, sin embargo, la captación de
Jesús constituye el rasgo básico y fundamental del ser cristiano. Captar a
Jesús es llegar a descubrir en él al Hijo de Dios.
Nosotros estamos
en condiciones de hacerlo con más facilidad incluso que los Doce. Este es
probablemente el mensaje que quiere transmitirnos el autor de la historia de
Tomás.
Del reconocimiento
de Jesús como Hijo de Dios surge la alegría, componente esencial del ser
cristiano, no siempre suficientemente resaltado. Actitud existencial sin los
miedos y temores radicalmente humanos; estado de ánimo distendido y grato;
fuerza vital desbordante. Todo lo anterior pertenece al ámbito de lo individual
y privado.
Con el componente
esencial del envío el ser cristiano se hace social y público. El envío no es
proselitismo, sino presencia. El cristiano es otro Cristo; a través suyo toma
cuerpo una forma de ser, de organizarse y de vivir. Una forma distinta, porque
está animada por el Espíritu de Dios y porque en ella existe el perdón de los
pecados.
A. Benito, Dabar
1992, 26
________________________________________
8.
Texto.-Son
fácilmente discernibles tres partes. La primera la forman los vs. 19-23. Se
desarrolla en un lugar cerrado. Dentro se encuentran los discípulos, en quienes
ha hecho presa el miedo a los judíos. Llega Jesús y, tras saludarles, se
identifica. El autor comenta lacónicamente: Los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. El saludo repetido abre después las palabras de Jesús,
constituyendo a los discípulos en enviados suyos. Un suave soplo de aire de
Jesús es el símbolo de ese envío, que el propio Jesús explica. La segunda parte
está formada por los vs. 24-29, con Tomás como protagonista. No cree lo que los
demás le cuentan sobre Jesús. Más aún, pone condiciones para su aceptación. A
los ocho días se repite el hecho en las mismas circunstancias de lugar y miedo.
Tras el saludo a
todos, Jesús se dirige directamente a Tomás, a quien invita a dar crédito a la
realidad de su persona. Tomás así lo hace, pero Jesús le puntualiza que el
camino que ha seguido para creer en él no es ni el único ni el más dichoso.
La tercera parte
del texto son los vs. 30-31. Se trata de una conclusión del autor a toda su
obra, indicando las dos motivaciones que ha tenido para escribirla.
Comentario.
-Cuando el cuarto Evangelio habla de judíos no emplea el término en sentido
nacional de pueblo judío, y cuando habla de discípulos no está hablando de los
doce. Judíos y discípulos representan una actitud y una mentalidad religiosas
que se ponen de manifiesto en el modo de entender el sentido y el papel de
Jesús. No parece tratarse de una cuestión tan simple como la que presuponemos
cuando denostamos a los judíos. El autor relaciona fe en Jesús con signos
realizados por él. Véase la tercera parte del texto de hoy. Esta relación de fe
y signo la encontramos desde Jn. 2, 11, es decir, desde el comienzo de la obra.
Ahora bien, la elección del término "signo" nos está indicando que
creer en Jesús no lo entiende el autor en un plano de superficie o de solas
evidencias empíricas. De ahí la crítica a Tomás por querer aferrarse en
exclusividad a este plano: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que
crean sin haber visto. Estas palabras no pretenden quitar importancia a los
testigos oculares.
SIGNO/QUÉ-ES:
Tratan sencillamente de situar la fe, la nuestra, en su verdadera dimensión. Y
esta dimensión no es la de la evidencia empírica, sino la de la significación o
representación. El Diccionario de la Real Academia Española define la palabra
signo de la siguiente manera: "cosa que por su naturaleza o
convencionalmente evoca en el entendimiento la idea de otra". Para el
autor del cuarto Evangelio, creer en Jesús es descubrir lo que sus hechos y
palabras evocan y quieren decir. Esto es, sitúa la fe en el plano de lo hondo a
buscar y descubrir, porque a primera vista no aparece ni se ve. Es entonces
cuando se es discípulo, es decir, creyente. ¡Y la vida empieza a brotar con
fuerza! En realidad, así es como el autor del cuarto Evangelio ha presentado la
fe en Jesús resucitado por parte de los discípulos.
Lo veíamos el
domingo pasado. A ella han llegado a partir de la profundización en un signo,
el sepulcro vacío. Por consiguiente, la primera parte del texto de hoy no
quiere ser una demostración de que Jesús vive. En el planteamiento de Juan no
entra la fe como apologética. Lo que Juan quiere poner de manifiesto en esa
primera parte es el papel de los discípulos en cuanto creyentes.
Son los enviados
de Jesús, como él lo ha sido del Padre. Lo son, por supuesto, desde la íntima
paz y alegría nacidas de la efectiva y real presencia de Jesús. Pero no es esa
presencia lo que se quiere hacer resaltar, sino el envío de los discípulos.
Como el Padre me
ha enviado, así también os envío yo. Los creyentes son una comunidad con un
aire nuevo, el aire de Jesús, simbolizado en su suave soplo sobre ellos. Los
creyentes son la comunidad del perdón de los pecados. ¡Lástima del aire viejo y
enrarecido que a veces se ha infiltrado en estas palabras!
A. Benito, Dabar 1986,
23
________________________________________
9.
Cuando se escribe
este evangelio, el domingo, el día del Señor, es ya el día de la reunión de los
cristianos. Estamos en el mismo día de la resurrección y es el mismo día de la
efusión del Espíritu. Juan muestra que el misterio pascual es una unidad. Miedo
y cerrazón. Unas actitudes de los discípulos que Jesús resucitado supera. A
pesar del miedo y la cerrazón, él se les pone en medio. (Vale la pena tenerlo
siempre presente: como una advertencia y como un motivo de esperanza). El
evangelio subraya que la presencia de Jesús es real, pero distinta de la de
antes, y que este Jesús es el crucificado: la resurrección no quita nada de la
absurdidad y el sufrimiento de la muerte; en todo caso, nos hace ir más allá,
nos la hace mirar con otra esperanza.
Jesús puede dar
aquella paz que proviene de dar la vida. Jesús resucitado, dador de la paz,
lleva la alegría. Quizá podríamos decir: al principio de la comunidad hay ya
alegría... Jesús, enviado del Padre, envía a los discípulos. La misión de los
discípulos es la misma de Jesús: ser testimonios del Padre, del Dios que ama
tanto al mundo que le da la propia vida. Y el evangelista no habla de unos cuantos
discípulos privilegiados, sino de todos. Empieza una nueva creación. Así como
Dios había alentado sobre aquella figura de barro para darle la vida, Jesús da
el Espíritu a los discípulos para que tengan su misma vida, una vida que se
caracteriza por la reconciliación, por la capacidad de ser corderos de Dios que
quitan el pecado del mundo a base de dar la propia vida por amor y con plena
libertad. Tomás pide otros signos que no son el testimonio de la comunidad
creyente que habla en nombre del Señor. De hecho, le bastará con el
"reproche" que le dirige Jesús, y creerá como los demás, por su
palabra. Y no sólo eso: hará la confesión máxima de la fe. ¡Exclama que Jesús
es Dios! La bienaventuranza final se dirige a todos aquellos que creerán por la
palabra y el testimonio.
J. M. Grané, Misa
Dominical 1992, 6
________________________________________
10.
Sentido del texto.
1. Versículos 19-23. Como el antiguo Israel, los discípulos, que habían
comenzado su éxodo siguiendo a Jesús, se encuentran desamparados en medio de un
ambiente hostil. No tienen experiencia de Jesús vivo. Pero están en la noche en
que el Señor va a sacarlos de la opresión. Jesús viene a liberar a los suyos.
Su primer saludo de paz recuerda a los discípulos su presencia anterior en
medio de ellos y su victoria, eliminando el miedo y la incertidumbre. Se les da
a conocer como el que les demuestra su amor hasta la muerte, con las señales
que indican su poderío (manos) y la permanencia de su amor (costado). El nuevo
saludo en v. 21 sirve para transmitir seguridad y valentía en la misión que
comienza para ellos y que, como la de Jesús, va a consistir en la actividad
liberadora del hombre, hasta la entrega total. La comunidad cristiana es la
alternativa que Jesús ofrece para dar testimonio ante el mundo de la realidad
del amor del Padre. El resultado de la misión de la comunidad viene formulado
en términos positivo y negativo en el v. 23. Ante el testimonio de amor que la
comunidad tiene que dar, sucederá lo mismo que sucedió con Jesús: habrá quienes
lo acepten y den su adhesión y quienes se endurezcan en su actitud hostil al
hombre. Como Jesús, pues, la comunidad es mediación de salvación o de condena,
no porque ella enjuicie a nadie, sino porque la actitud que se adopte ante ella
refrendará lo que cada uno es y decide de por sí.
2. Versículos
24-29. La fe en Jesús vivo y resucitado consiste en reconocer su presencia en
la comunidad de los creyentes, que es el lugar natural donde él se manifiesta y
de donde irradia su amor. Tomás representa la figura de aquél que no hace caso
del testimonio de la comunidad ni percibe los signos de la nueva vida que en
ella se manifiestan. En lugar de integrarse y participar de la misma
experiencia, pretende obtener una demostración particular. No quiere aceptar
que Jesús vive realmente y que la señal tangible de ello es la comunidad
transformada en la que ahora se encuentra. La comunidad transformada es ahora
lo importante: ella es el medio que las generaciones posteriores tendrán para
saber que Jesús vive realmente.
Dabar 1983, 23,
________________________________________
11. PERDON/A.
Así como en la
primera creación del hombre, Dios le infundió la vida, así también el aliento
de Jesús comunica la vida a la nueva creación espiritual. Cristo, que murió
para quitar el pecado del mundo, ya resucitado, deja a los suyos el poder de
perdonar. Así se realiza la esperanza del pueblo de la Biblia. Dios lo había
educado de modo que sintiera la presencia universal del pueblo. En el templo se
ofrecían animales en forma ininterrumpida para aplacar a Dios. Pero ese río de
sangre no lograba destruir el pecado, y los mismos sacerdotes debían ofrecer
sacrificios por sus propios pecados antes de rogar a Dios por los demás. Las
ceremonias y los ritos no limpiaban el corazón ni daban el Espíritu Santo.
Pero ahora, en la
persona de Jesús resucitado, ha llegado un mundo nuevo. Aunque la humanidad
siga pecando, ya el primero de sus hijos, el "hermano mayor de todos
ellos", ha ingresado en la vida santa de Dios.
Los que se afanan
por la vida espiritual, sufren sobre todo por la presencia universal del
pecado. Su tristeza profunda está en no hallarse aún totalmente liberados de
él. De ahí que el perdón de los pecados sea para ellos la riqueza más grande de
la iglesia. La capacidad de perdonar es la fuerza que permite solucionar las
grandes tensiones de la humanidad. Si bien penetra difícilmente en los
corazones, ella no deja de ser un gran secreto... Quien no sabe perdonar, no
sabe amar. En la reconciliación se muestra al prójimo el amor más auténtico.
Eucaristía 1992,
21
________________________________________
12.
Cristo es
percibido como presente entre sus discípulos reunidos en la tarde del primer
día de la semana (tal vez convenga ver aquí una alusión a las reuniones
cristianas que se celebraban en domingo). Este dato, confirmado por 1 Cor 15, 4
(uno de los más antiguos relatos sobre la resurrección), no parece que se
refiera solamente a la costumbre literaria de hacer resucitar a los dioses a
los tres días. Sino que, dado el número, la confluencia de testigos y la
simplicidad de los relatos, podemos admitir que así fue. Posteriormente los
creyentes tomaron este día como el más significativo para celebrar al misterio
cristiano. Obligación de amor, que no de ley.
La misión de los
discípulos se deriva del suceso de Pascua (cf. Mt 28, 16-20; Mc 16, 15-20; Lc
24,44-49); pero Juan lo encuadra en el conjunto de la misión de Jesús (17,
17-19). Además no subraya el carácter universal de la misión; tal vez porque
esta meta ya ha sido conseguida a la hora en que se escribe el evangelio de
Juan (cf. 4, 35-38). Los apóstoles y todos los discípulos son portadores de la
misión de Jesús. La Iglesia, si cree de verdad en la resurrección, tiene que
acercarse a los extremos de la miseria humana; allí está su campo de misión, su
labor de hacer ver que el mensaje pascual es coherente y válido.
A pesar de que en
las diferentes Iglesias hay controversia sobre el punto de quién ejerce el don
del perdón, lo que sí es cierto es que la fuerza perdonadora del resucitado
reside en los creyentes, en los discípulos de Jesús (cf. Mt 16, 19). Después de
la resurrección es posible creer en el perdón porque el poder de las tinieblas
ya no volverá a reinar en el mundo. Creer en esto y trabajar en consecuencia es
ser cristiano.
En adelante, la fe
reposa no sobre el "ver", sino sobre el testimonio de los que han
visto. Por esta fe es por la que los cristianos llegamos a Cristo (17, 20). Y
recreamos en nuestras vidas el mismo hecho salvador de la cruz y la misma
alegría de la resurrección. Así entramos en comunión con los Apóstoles, que
"vivieron", y participamos de su experiencia pascual.
Eucaristía 1977,
20
________________________________________
13.
Podríamos llamar
«oficiales», apariciones colectivas, a las de Jesús resucitado a todos los
discípulos juntos. De entre ellas, aquellas cuyo día nos es señalado
claramente, tienen lugar en domingo. La tarde del mismo día de Pascua los
discípulos de Emaús, después de la aparición con que ellos han sido agraciados,
se reúnen con los otros discípulos en Jerusalén (Lc. XXIV, 33), Jesús se
aparece a todo el grupo en ausencia de Tomás. Una semana más tarde se aparece
de nuevo y confunde el escepticismo de Tomás que no creyó lo que le refirieron
sus compañeros. El evangelio de este domingo nos relata punto por punto estas
dos primeras apariciones generales, separadas por una semana. La elección de
este pasaje para el domingo posterior a la Pascua está inspirada en la concreta
indicación que figura en medio del texto y que es como el quicio del evangelio
de este domingo: «ocho días más tarde» (v. 26).
DO/ANIVERSARIO:
Este domingo después de Pascua es, verdaderamente, el primero de todos los
domingos. En efecto, la Resurrección de Jesús es un acontecimiento histórico,
único en el transcurso de los siglos. La reunión de los discípulos, justamente
una semana después, y la visita de Jesús que viene a solemnizar esta reunión
como si le confiriese un carácter oficial, hacen que el misterio de la
Resurrección deje de tener, si así se puede decir, carácter de acontecimiento
para adquirir el de institución. Se trata de algo que no basta recordar como un
hecho histórico, sino que es preciso celebrarlo, es decir, empaparse de su realidad
y de su riqueza espiritual. La primera celebración de la Pascua tuvo lugar el
primer domingo siguiente a la misma. De este modo, el domingo ha venido a ser
el «hebdoversario» de la Resurrección, su celebración hebdomadaria.
Los discípulos del
Señor, judíos de origen, tenían la costumbre de dedicar al Señor un día por
semana; pero ya estaba el sábado. Les era necesario conservar el ritmo
religioso hebdomadario, pero también les era necesario indicar que convenía
cambiar de día para que el día del Señor fuese el día de la Resurrección del
Señor. Jesús, con su aparición del primer domingo después de Pascua, contribuyó
a este desplazamiento del día consagrado y de descanso. Con ocasión de la
Pascua todos los cristianos han cumplido su "deber pascual". Los
inconstantes, los negligentes y los indiferentes también han hecho el
cumplimiento pascual. Es necesario ayudarles a permanecer fieles, a no retornar
a su negligencia... hasta la próxima Pascua. Muchos pastores toman
voluntariamente la negligencia como tema para su predicación del domingo in
albis. La celebración hebdomadaria inaugurada por el Señor, el pasaje del
acontecimiento único convertido en institución habitual, todos estos
pensamientos enmarcados en la liturgia del día, ¿no constituyen un buen punto
de partida para una tal predicación dirigida a los que han hecho el
cumplimiento pascual? San Gregorio Nacianceno escribió en el siglo IV a
propósito del domingo octava de la Pascua: «Después de ocho días, que la octava
sea para ti una gran fiesta... El domingo aquel (la Pascua) era el de la salud,
éste es el del aniversario de la salud; aquél era la frontera entre el sepulcro
y la resurrección; éste es sencillamente el de la segunda creación, a fin de
que, igual que la primera creación comenz6 en domingo, así también la segunda
creación comience en el mismo día, que es, al mismo tiempo, el primero en
relación con los que le siguen y el octavo con relación a los que le preceden,
más sublime que el día sublime y más admirable que el día admirable: él se refiere,
en efecto, a la vida de arriba».
L. Heuschen, La biblia
cada semana, Edic. Marova/Madrid 1965.Pág 175 S.
________________________________________
14.
Nos encontramos
ante el segundo grupo de episodios narrados por el cuarto Evangelio en el
contexto de la resurrección de Jesús. En este conjunto hay claramente tres
perícopas diversas: la aparición de Jesús a los discípulos, sin Tomás (vv
19-23); la aparición de Jesús estando presente Tomás (24-29), y, finalmente, la
conclusión del Evangelio (30-31). Notemos que, con estos dos versículos (30-31)
aparece la conclusión original de la obra, ampliada más tarde con la inclusión
del capítulo 21. De esta forma, el enlace entre la escena de Tomás y la
conclusión resulta todavía más directo e importante. La estructuración de las
apariciones está hecha en paralelo con los dos primeros episodios de este
capítulo 20: por una parte, los discípulos y la fe; por otra, la aparición a
Tomás forma un claro paralelo con la aparición de Jesús a María de Magdala, y
el énfasis en este segundo caso se centra en la dificultad de reconocer a Jesús
y en la correspondencia de Jesús a la fe de los creyentes.
FE/VISION: Entre
las muchas cosas que aparecen en estas escenas podríamos recoger una: el tema
de la fe y la visión. Por una parte parece que Jesús niega que la visión haya
de ser considerada por los cristianos como necesaria para la fe. Pero, en
cambio, la fe -según este Evangelio- comporta una visión («si tienes fe, verás
el poder de Dios», dice Jesús a Marta: /Jn/11/40). Hay, en este Evangelio, una
clara dialéctica entre visión y fe. Debemos destacar el carácter simbólico de
la escena del ciego de nacimiento para comprender la profundidad de lo que se
nos quiere decir: «Yo he venido a este mundo para abrir un proceso; así, los que
no ven, verán, y los que ven, quedarán ciegos» (/Jn/09/39). El que se imagina
que ve, el que ya tiene un conocimiento claro y definido de lo que ha de pasar
(«a nosotros nos consta...»: 9,24.29.31), en realidad ni ve ni sabe nada, es
ciego. En cambio, el que todo lo ignora, el que no ve, éste llegará a
contemplar el poder de Dios en Jesús. La visión no lleva necesariamente a la
fe; en cambio, la fe sí que lleva a la visión.
Para aquellos que
parecen conocerlo todo, para quienes no necesitan la luz, pues piensan que ya
la tienen, Jesús no actuará abriéndoles los ojos. En cambio, el que se siente
en la necesidad de la luz y de la claridad, que no se fía de sí mismo, tal vez
la fe en Jesús le puede llevar a contemplar la gloria de Dios.
Oriol Tuñi, La
Biblia dia a dia, Comentario Exegético a las lecturas, de la Liturgia de las Horas,
Ediciones Cristiandad Madrid-1981.Pág. 889 S.
________________________________________
15. ACI DIGITAL
22. Recibid: Este
verbo en presente ¿sería una excepción a los reiterados anuncios de que el
Espíritu sólo descendería cuando Jesús se fuese? (16, 7 y nota). Pirot expresa
que "Jesús sopla sobre ellos para significar el don que está a punto de
hacerles". El caso es igual al de Lucas 24, 49, donde el Señor usa también
el presente "yo envío" para indicar un futuro próximo, o sea el día
de Pentecostés. Por lo demás esta facultad de perdonar o retener los pecados
(cf. Concilio Tridentino 14, 3; Denz. 913) se contiene ya en las palabras de
Mateo 18, 15 - 20, pronunciadas por Jesús antes de su muerte. Cf. Mat. 16, 19.
La institución del
Sacramento de la Penitencia expresada tan claramente en estos versículos,
obliga a los fieles a manifestar o confesar sus pecados en particular; de otro
modo no sería posible el "perdonar" o "retener" los pecados.
Cf. Mat. 18, 18; Conc. Trid. Ses. 1; cap. V. 6, can. 2 - 9.
25. La defección
de Tomás recuerda las negaciones de Pedro después de sus presuntuosas promesas.
Véase 11, 16, donde Dídimo (Tomás) hace alarde de invitar a sus compañeros a
morir por ese Maestro a quien ahora niega el único homenaje que Él le pedía, el
de la fe en su resurrección, tan claramente preanunciada por el mismo Señor y
atestiguada ahora por los apóstoles.
29. El único
reproche que Jesús dirige a los suyos, no obstante la ingratitud con que lo
habían abandonado todos en su Pasión (Mat. 26, 56), es el de esa incredulidad
altamente dolorosa para quien tantas pruebas les tenía dadas de su fidelidad y
de su santidad divina, incapaz de todo engaño. Aspiremos a la bienaventuranza
que aquí proclama Él en favor de los pocos que se hacen como niños, crédulos a
las palabras de Dios más que a las de los hombres. Esta bienaventuranza del que
cree a Dios sin exigirle pruebas, es sin duda la mayor de todas, porque es la
de María Inmaculada: "Bienaventurada la que creyó". (Luc. 1, 45). Y
bien se explica que sea la mayor de las bienaventuranzas, porque no hay mayor
prueba de estimación hacia una persona, que el darle crédito por su sola
palabra. Y tratándose de Dios, es éste el mayor honor que en nuestra impotencia
podemos tributarle. Todas las bendiciones prometidas a Abrahán le vinieron de
haber creído (Rom. 4, 18), y el "pecado" por antonomasia que el
Espíritu Santo imputa al mundo, es el de no haberle creído a Jesús (Juan 16,
9). Esto nos explica también por qué la Virgen María vivía de fe, mediante las
Palabras de Dios que continuamente meditaba en su corazón (Luc. 2, 19 y 51; 11,
28). Véase la culminación de su fe al pie de la Cruz (19, 25 ss. y notas). Es
muy de notar que Jesús no se fiaba de los que creían solamente a los milagros
(véase 2, 23 s.), porque la fe verdadera es, como dijimos, la que da crédito a
Su palabra. A veces ansiamos quizá ver milagros, y los consideramos como un
privilegio de santidad. Jesús nos muestra aquí que es mucho más dichoso y
grande el creer sin haber visto.
31. Escritos para
que creáis: San Lucas confirma esta importancia que tiene la Sagrada Escritura
como base, fuente y confirmación de la fe. En el prólogo de su Evangelio dice
al lector, que lo ha escrito "a fin de que conozcas la certeza de lo que
se te ha enseñado". Véase en Hech. 17, 11 cómo los fieles de Berea
confirmaban su fe con las Escrituras Sagradas.