LIBERATE
ORACION COLECTA
Te pedimos, Señor que tu gracia
nos preceda y acompañe y nos sostenga continuamente en las buenas obras. Por
Nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de la Sabiduría
7, 7-11
Supliqué, y se me concedió la
prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría.
La preferí a cetros y tronos, y,
en su comparación, tuve en nada la riqueza.
No le equiparé la piedra más
preciosa, porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena, y, junto a ella,
la plata vale lo que el barro.
La quise más que la salud y la
belleza, y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso.
Con ella me vinieron todos los
bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables.
SALMO
RESPONSORIAL (89)
Sácianos de tu misericordia, Señor.
Enséñanos
a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete,
Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión
de tus siervos. R.
Por
la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y
júbilo. Danos alegría, por los días en que nos afligiste, por los años en que
sufrimos desdichas. R.
Que
tus siervos vean tu acción, y sus hijos tu gloria. Baje a nosotros la bondad
del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 4,
12-13
La palabra de Dios es
viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto
donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e
intenciones del corazón.
No hay criatura que
escape a su mirada. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien
hemos de rendir cuentas.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 17-30
En
aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se
arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida
eterna?».
Jesús
le contestó: «¿Por qué me llamas bueno?. No hay nadie bueno más que Dios.
Ya
sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no
darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.».
El
replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.».
Jesús
se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo
que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y
luego sígueme.».
A
estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús,
mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los
ricos entrar en el reino de Dios!».
Los
discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil
les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!
Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico
entrar en el reino de Dios.».
Ellos
se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?».
Jesús
se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios.
Dios lo puede todo.».
Pedro
se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos
seguido.».
Jesús
dijo: «Les aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre,
o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo,
cien veces más—casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con
persecuciones— y en la edad futura, vida eterna.».
COMENTARIO
La gran cuestión de las riquezas no consiste en saber a partir de qué
fortuna o con que salario uno deja de ser cristiano. Marcos no nos hace pensar
en una calculadora, sino en Jesús que nos mira (tres veces se habla de esta
mirada) y nos dice: “Sígueme”. ¿No ha dicho antes: “Liquídalo, dalo todo?”. Sí,
pero esto significa exactamente: “Libérate de todo para seguirme”. Por tanto,
es una lección, no de tristeza, sino de gran alegría. Si creemos que seguir a
Jesús no es embarcarse en la felicidad, que cierre el evangelio. El joven rico se puso a los pies de Jesús,
buscaba la felicidad y se marchó triste. Lo tenía todo, según se dice, para ser
feliz, pero Jesús le trazó este diagnóstico: “Una cosa te falta”. ¡Pobre de
nosotros si nos falta eso! Esa cosa tan preciosa es la posibilidad de seguir a
Jesús. ¡Y esto supone una famosa liberación! “Vete,
libérate de lo que puede encadenar, véndelo todo para comprar la libertad de seguirme”. Ese es
entonces la cuestión. Volvemos al “¡Liquídalo todo!”. ¿Habrá que seguir a Jesús
totalmente desnudo”. Jesús no iba desnudo ni tampoco era un andrajoso.
El no conoció la miseria. Comía y bebía normalmente; admitió incluso
un gasto superfluo como el perfume que le ofrecía la mujer pecadora.
Pero como nada lo ataba, pudo llegar hasta el fin de todo lo que
exigía el amor fraternal. Cuando nos dice: “¡Ven!”, nos llama
por ese camino, no hacia las cimas del despojo, sino hacia las cimas del amor.
Hay que esforzarse por
liberarse de todo lo que nos impide amar y servir. No hay nada que despoje
tanto como el querer ser libre. Chocamos muy pronto con las cadenas del dinero:
tener demasiado no tener bastante.
Una vez más, acaba de constatar que la riqueza estropea a los
mejores. Aquel joven rico era un chico
maravilloso, con grandes deseos de llegar lejos. “Jesús se le quedó mirando y
le tomó cariño”.
Desgraciadamente lo vemos tan
enredado en todo lo que se posee que no habría sido capaz de avanzar por el
camino. Más pronto o más tarde, el
hombre choca con la pared de una imposibilidad “Señor hasta allí no puedo
seguirte”.
Pero Jesús les dice tanto a los
ricos como a los pobres una palabra que puede transformar nuestro desaliento en
experiencia de confianza: “Todo es posible para Dios”.
No es una frase de un hombre, sino una palabra de Dios, vale la pena
arriesgarlo todo para lanzarse a esta
confianza: “Contigo no hay nada
imposible”.
El brazo de Dios es lo bastante fuerte para arrancarnos del egoísmo
así como de la inquietud del amor fraterno. “Es como hacer pasar al camello por
el ojo de la aguja”.
Ante esta imagen pintoresca, pero tremenda, los discípulos miden la
dificultad de seguir a Jesús: “Entonces, ¿quién puede salvarse?”. Cuando Jesús
nos dice: “Libérate”, se trata de una invitación pero
también de un ofrecimiento.
PLEGARIA UNIVERSAL
El Señor nos invita a buscar los bienes que no pasan, el cumplimiento
de la voluntad de Dios y el servicio fraterno o los demás. Pidámosle con fe que
nos ayude a responderle con alegría y generosidad. Digamos: Escúchanos,
Señor.
1.- Para que la Iglesia, no
busque ni se apegue a los bienes de este mundo, para que sea signo de los bienes
eternos en medio del mundo. Roguemos al Señor.
2.- Para que la Palabra de Dios suscite en los gobernantes el
compromiso de buscar la justicia, promover libertad y garantizar la paz. Roguemos
al Señor.
3.- Para que los que tienen riquezas no apeguen a ellas su corazón y
poniendo solo en Dios su propia seguridad, estén abiertos a socorrer a los que más
necesitados. Roguemos al Señor
4.- Para que Jesús llame muchos de nuestros jóvenes a seguirlo y ellos
tengan la valentía de dejarse conquistar el corazón por El y responder
generosamente a su llamado. Roguemos al Señor.
5.- Para que los que se han consagrado a Dios, dejándolo todo por El,
den testimonio de la libertad y el gozo de pertenecer a Dios siguiendo a Jesús,
su Hijo amado. Roguemos al Señor.
6.- Para que al celebrar la Eucaristía, reconozcamos que Dios es el
Sumo bien que nos da la felicidad verdadera y le demos siempre el primer lugar
en nuestra vida. Roguemos al Señor.
Escucha nuestras oraciones, atraemos a ti, Señor, y haz que tu palabra
nos vivifique y transforme. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta las suplicas de tus fieles, Señor, juntamente con estas
ofrendas, para que lleguemos a la gloria del cielo, mediante esta piadosa
celebración. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Señor, pedimos humildemente a tu
majestad que, así como nos fortaleces con el alimento del Santísimo Cuerpo y
Sangre de tu Hijo, nos hagas participar de su naturaleza divina. Por Jesucristo
nuestro Señor
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA
DÍA
Lunes 15: Ga 4,
22-24.26-27.31-5, 1; Sal 112; Lc 11, 29-32.
Martes 16: Ga 5,
1-6; Sal 118; Lc 11, 37-41.
Miércoles 17: Ga 5,
18-25; Sal 1; Lc 11, 42-46.
Jueves 18: 2Tm 4,
-17ª; Sal: 144; Lc 10, 1-9.
Viernes 19: Ef 1,
11-14; Sal 32; Lc 12, 1-7.
Sábado 20: Ef 1,
15-23; Sal 8; Lc 12, 8-12
Domingo 21: Is 53,
10-11; Sal 32; Hb 4, 14-16; Mc 10, 35-45.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Mc 10, 17-30
Par.: Mt 19,
16-30 Lc 18, 18-30
Texto. -El comienzo refleja una cierta urgencia por parte de la persona
que se aproxima a Jesús: lo hace corriendo. Que fuera un joven, no se deduce en
absoluto del texto de Marcos. La identidad personal del interlocutor no es
significativa para el autor; lo significativo son las situaciones moral y
social del interlocutor: una persona cumplidora del decálogo y muy rica.
La pregunta formulada revela, además, una persona con inquietudes
religiosas: ¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? El gesto de
arrodillarse y la interpelación (Maestro bueno) que acompaña su pregunta
revelan veneración y reconocimiento hacia Jesús.
Las primeras palabras de Jesús revelan magistralmente cómo era él, cual
era su papel e, incluso, cómo se experimentaba a sí mismo. Nadie es bueno sino
solamente Dios. Jesús fue una señal apuntando siempre en dirección a Dios.
Jesús remitía siempre a Dios.
A continuación Jesús recuerda a su interlocutor cosas que, sin duda,
conocía este por los libros del Éxodo y del Deuteronomio. Seis mandatos, cinco
de ellos en formulación negativa y uno en formulación positiva. Los seis son de
naturaleza social, en el sentido de que velan por los demás, por los que no son
uno mismo.
Por último, Jesús propone a su interlocutor algo que a éste le falta,
una única cosa: la renuncia a su dinero. La propuesta es prioritariamente
individual, le afecta a él y a su bolsillo.
Comentario. -La guerra es sólo la expresión última y más llamativa de la
falta de paz; antes ha habido infinidad de expresiones intermedias más
rutinarias de falta de paz. En el final están los políticos, los economistas y
los militares; en el largo y preparatorio camino estamos nosotros, los de a
pie, los de andar por casa, es decir, casi todos los habitantes del planeta.
En el largo y preparatorio camino están las pequeñas y grandes cosas que
hacemos mal en nuestras relaciones con los demás. Las seis apuntadas por Jesús
abarcan bastante bien todo el campo de posibilidades de mala relación con los
demás. Cuando estalle la guerra (escribo este comentario cuando los medios de
comunicación hablan de ambiente prebélico), pensemos que durante mucho tiempo
antes cada uno de nosotros estuvo preparando eso que sólo al final se llama
guerra. No nos engañemos: el final, es decir, la guerra es ciertamente cosa de
altas esferas político-económico-militares; pero la falta de paz es cosa de todos
y cada uno de nosotros. Tenemos el mal hábito de cargar a las altas esferas en
exclusividad la responsabilidad de la guerra, cuando la guerra es, en realidad,
la suma final de nuestras malas acciones contra los demás en el día a día de
nuestro vivir.
De nuestras malas acciones contra los demás y de nuestro amor al dinero.
Tampoco en este punto es conveniente engañarse. El dinero puede, amordaza,
rompe. Parece bastante cierto que el dinero es móvil primordial de las guerras.
Pero ¿acaso no lo es de nuestras vidas? ¿Con qué derecho, pues, podemos pensar
que no somos responsables de las guerras? Vende todo lo que posees. La
propuesta es dura y contundente. Como duro y contundente es nuestro apego al
dinero. ¿Propuesta inviable? Jesús no es maximalista ni habla tampoco de un
voto de pobreza. Sencillamente nos pone en guardia a todos contra el dinero. El
dinero, en efecto, puede, amordaza y mata. Donde el dinero sea el móvil, nunca
jamás podrá haber paz. Tomémoslo en serio. El dinero es hoy demasiado dueño nuestro.
Así nunca habrá paz.
2.- Desde el principio el joven plantea la cuestión de la salvación, la
única cuestión importante: ¿qué hay que hacer para salvarse? (v. 17). Pero la
plantea mal al dirigirse a un "maestro bueno", a un rabí entre otros
(v. 17). Busca solamente una opinión de escuela, entre otras..., y como habrá
otras y diferentes respuestas, se reserva de antemano el derecho de escoger
entre ellas, o incluso el de no escoger. Jesús rechaza inmediatamente esta
manera de actuar recordándole la existencia de Dios, único que es bueno (v.
28). De esta forma deja entender que su respuesta no será una opinión de
escuela, sino una orden divina que obliga a actuar en vez de perderse en
discusiones sin fin. Jesús recuerda al joven lo esencial de la ley (v. 19).
Pero el joven plantea una nueva cuestión, no con vistas a obedecer mejor, sino
para prolongar la discusión y así retardar la oportunidad de la obediencia (la
misma actitud en Lc 10, 29).
Y he aquí que la buena conciencia legalista del fariseo orgulloso de
cumplir con todos sus deberes detiene una vez más al joven: él obedece a toda
la ley, cree (v. 20). ¿Qué más hace falta para salvarse? Jesús deshace
inmediatamente este legalismo, nuevo pretexto para no creer, y formula un
mandamiento preciso: "Sígueme" (v. 21). El joven muestra entonces que
sus cuestiones precedentes no eran más que evasiones: situado ante la orden de
creer, confiesa no tener fuerzas para ello y se retira en el momento en que es
invitado a superar la discusión ética y el legalismo para encontrarse con la
persona misma de Jesús y seguirle. Creer y salvarse es, a fin de cuentas,
unirse a la persona de Jesús.
c) Los retoques añadidos por la comunidad primitiva añaden un nuevo
obstáculo para la salvación: no solamente las discusiones éticas, el legalismo
del fariseo, sino también la riqueza, impiden al hombre entrar en el Reino (vv.
22, 23 y la palabra rico en el v. 25). Los primeros cristianos, sobre todo en
Jerusalén, confundieron a veces el Reino con la clase social de los pobres, mientras
que la asamblea creada por Cristo no tiene en cuenta ninguna pertenencia
social, cultural o nacional. San Mateo matizará esta exclusividad al hablar de
los "pobres en espíritu" (Mt 5, 3) y al suprimir la maldición de los
ricos conservada por Lc 6, 24.
LEGALISMO/POBREZA:También es hacer legalismo decir a los ricos que han de hacerse
materialmente pobres para participar en el Reino; lo mismo que es una ilusión
ridícula proclamar a la pobreza bienaventurada dejando entender que los pobres
entrarán un día en un reino de bienestar.
En realidad, la verdadera pobreza del rico no es "no tener
nada", sino comprometerse con los pobres y especialmente con aquellos que
no pueden organizarse, defenderse y liberarse. Un compromiso semejante es
exigido eminentemente a aquellos cristianos que abandonan libremente todo bien
material y hacen voto de pobreza. Comprometerse en el camino de la pobreza
supone hoy analizar las causas de la miseria, tomar en serio la conciencia de
clase, poner los medios que permitan, efectivamente, mejorar la suerte de
todos. Sólo con estas condiciones tiene la pobreza la posibilidad de ser
evangélica.
Maertens-Frisque, Marova Madrid 1969.Pág. 166
3.- Texto. De camino hacia Jerusalén, Marcos hace un tercer alto
docente. El procedimiento es el mismo del domingo pasado. La enseñanza a los
discípulos tiene lugar en la segunda parte del texto, vs. 23-30. La primera
parte sirve para introducir el tema de ese enseñanza.
-Primera parte (vs. 17-22).
Con grandes muestras de respeto, alguien, de quien Marcos no específica
nada, pregunta a Jesús por el camino de la salvación. Maestra bueno, ¿qué tengo
que hacer para heredar la vida eterna? El interlocutor hace un planteamiento de
salvación. Jesús comienza cuestionando la interpelación de que ha sido objeto,
en un intento de resituar al interlocutor en la perspectiva propia de la
pregunta. Esta perspectiva no era otra que la de Éxodo 20 y Deuteronomio 5. En
estos textos están formulados el Credo (yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué
de Egipto) el camino de la salvación (decálogo).
Más allá de un planteamiento de salvación, Jesús formula después su
propia propuesta al interlocutor: Ven y sígueme. Esta es la propuesta que el
interlocutor no acepta. Marcos añade la razón: era muy rico, introduciendo así
el tema sobre el que va a versar la enseñanza de Jesús a sus discípulos.
-Segunda parte (vs. 23-30).
La enseñanza a los discípulos es muy breve. Fundamentalmente se reduce a
una negación rotunda: los ricos no pueden entrar en el Reino de Dios. A
diferencia del domingo pasado, Marcos reitera insistentemente la falta de
comprensión de los discípulos.
Esta falta de comprensión parece radicar en que maestro y discípulos
hablan lenguajes diferentes y tienen planteamientos también diferentes. Jesús
habla de Reino de Dios, mientras que los discípulos hablan de salvación.
En vista de los cual Pedro pregunta a Jesús por la situación de los que
han aceptado seguirle. En la respuesta a esta pregunta Jesús empalma en parte
con las expectativas de sus discípulos. En ese sentido les habla de salvación
en el mundo del más allá. Termina, sin embargo, con unas palabras que el texto
litúrgico no ha recogido: Muchos primeros serán últimos y muchos últimos,
primeros. Con esta lacónica frase Jesús invita a sus discípulos a no operar con
esquemas reduccionistas en materia de salvación. No deben caer en la pretensión
de creer que sólo ellos, por ser seguidores suyos, se salvarán. Otros muchos se
salvarán también, aunque no sean seguidores de él. Lo que sí deben tener muy
presente sus seguidores es que el aquí y el ahora será para ellos gratificante
y maravilloso, pero también difícil y duro.
Comentario. Como en los domingos últimos, todo hay que enfocarlo a la
luz de los acontecimientos de Jerusalén. Marcos sitúa el texto en el camino
hacia la muerte y resurrección de Jesús. A este camino concreto es a lo que
Marcos llama el Reino de Dios y que por esta razón había calificado en 4, 11
como misterio.
El Reino de Dios así concebido es la alternativa que Jesús propone a sus
seguidores. A todo el que quiera ser su seguidor o discípulo. No es una
cuestión de consejos evangélicos, como tantas veces se ha dicho. Es una
cuestión de exigencia para ser discípulo de Jesús. Diferente de este camino a
Jerusalén o Reino de Dios es el camino de la salvación. El camino de la
salvación tiene indudablemente sus exigencias, pero éstas son de índole ética
y, por consiguiente, afectan a todo ser humano, sea o no seguidor de Jesús.
Salvarse o condenarse obedece a un comportamiento ético y forma parte del ámbito
de preocupaciones y expectativas de la conciencia de cada persona, en su doble
dimensión individual y colectiva.
RD/ETICA:El
camino de Jerusalén o Reino de Dios presupone, por supuesto, la dimensión
ética. Nadie malo podrá recorrerlo. Pero la dimensión ética no es la
característica específica del Reino de Dios. Por eso, el ámbito de
preocupaciones y de expectativas del que acepta ser seguidor de Jesús no puede
ser nunca el salvarse o el condenarse. Jesús libera a sus discípulos de este
tipo de ansiedad ante el futuro.
Tomar parte en el camino a Jerusalén o lo que es lo mismo, entrar en el
Reino de Dios, es dar cuerpo a las propuestas de Jesús que estamos escuchando
estos domingos. De ello resulta el talante de vida o estilo cristiano.
La propuesta de hoy dice relación al dinero. No es una propuesta
desarrollada. Es sencillamente una llamada de atención sobre la amenaza que el
dinero encierra para el talante del seguidor de Jesús. Insisto en que no se
trata de salvación, sino de Reino de Dios, no es una cuestión de vida eterna,
sino de talante cristiano. La llamada de atención es gráfica y llamativa: ¡Qué
difícil es que los ricos puedan entrar en el Reino de Dios! ¡Más fácil es a un
camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios!
Son de las frases que se gravan.
Dabar 1988, 51
4.- Comentario. El cambio de escenario, como ya se indicaba el domingo
pasado, es indicio de una nueva temática. Siempre con el telón de fondo de
señalar causas que hacen de esta historia nuestra, una historia de
incomprensiones, enfrentamientos y matanzas. Hasta ahora
Marcos nos ha hablado del afán de grandeza, de la autoridad intolerante,
de la desunión de los esposos. Hoy señala una nueva causa: la riqueza. Hay un
concepto que conviene aclarar previamente: Vida eterna. Es sinónimo de Reino de
Dios. Ambos expresan el nuevo estado de cosas que tendrá lugar aquí en la
tierra por la intervención misma de Dios o de un enviado suyo.
CR/QUÉ-ES:La
escena comienza con la solemnidad de una adoración a Jesús y la pregunta por
los requisitos necesarios para poder tener parte en el nuevo estado de cosas
por llegar. A Marcos no le interesa la identidad del demandante, sino su
situación económica: era muy rico. El diálogo tiene la viveza de lo real.
"Maestro bueno. ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que
Dios". Estas palabras causaron en seguida problemas, como puede verse por
los cambios introducidos en Mateo 19, 16-17. Marcos ha conservado el tenor
fresco, espontáneo, maravillosamente divino de Jesús. Es realmente fascinante
este Jesús de Marcos. Su mirada, su cariño, su dureza. Una cosa te falta. O si
preferimos: Te sobra tu riqueza. Después puedes seguirme. Se impone devolver a
esta escena el sentido lineal e indivisible que Marcos le da, despojándola de
divisiones y distinciones (mandamientos y consejos; estado normal y estado de
perfección). ¿Por qué no reconocemos sencillamente que una de las causas por
las que este mundo nuestro está tan atormentado es la riqueza? Y después de
reconocerlo, ¿por qué no decimos: ¡al diablo la riqueza!? Marcos es bien claro:
para seguir a Jesús no basta con ser buenos por el cumplimiento de los
mandamientos. ¡Hay que ser otra cosa! ¿No habremos confundido cristianismo con
moralidad? Ser cristiano empieza donde termina ser bueno.
La segunda parte, como ya es habitual en Marcos, es un diálogo entre
Jesús y sus discípulos. El asombro, la extrañeza, el espanto de los discípulos,
son exactamente los nuestros al escuchar este Evangelio. Es la mejor señal de
que hemos entendido bien las palabras de Jesús. Pero no hagamos de estas
palabras una bandera de la lucha de clases y del odio a los ricos. En ese mismo
momento habríamos dejado de entenderlas.
Sencillamente reconozcamos que es muy difícil que el nuevo orden de
cosas o Reino de Dios sea una realidad dada nuestra "necesidad" de
riqueza. Pero por muy chocante e imposible que nos parezca, no olvidemos ni
minimicemos en absoluto esta página del Evangelio de Marcos. Tal vez para que
no cayera en el olvido, Jesús se sirvió incluso de una imagen estrambótica
(camello pasando por el ojo de una aguja). Y por ello mismo inolvidable.
¿Empresa imposible? Para los hombres, no para Dios. ¿Qué significa que Dios lo
puede todo? Imaginemos de qué seriamos capaces si realmente fuéramos permeables
a Dios. Pues esto es lo que significa la frase de Jesús. En la medida en que
estamos abiertos a Dios y tengamos confianza en El, en esa misma medida veremos
cómo lo imposible va dejando de serlo. Y todavía más sorprendente: veremos que
no nos falta de nada.
Tendremos hasta cien veces más. Tal vez, pues, no sea cuestión de
empezar por el desprendimiento, sino por descubrir a Dios. Entonces
relativizaremos valores que ahora nos parecen irreemplazables. ¡Y un mundo
nuevo empezará a surgir desde nosotros a pesar de la persecución!
Dabar 1985, 50
5.- Pre-texto. Para el judaísmo de los fariseos, el más extendido, la
riqueza es bendición de Dios, prueba del beneplácito divino y recompensa a la
piedad. Por eso mismo, las palabras de Jesús en el v. 21 son un camino nuevo,
el cual está en contradicción con las creencias aprendidas por el interlocutor
desde su niñez sobre la relación entre piedad y felicidad. Para el
interlocutor, renunciar a la riqueza que posee equivaldría a ser un maldito de
Dios.
Reino de Dios: alternativa que Jesús propone para todo el que quiera ser
cristiano. Se desarrolla en el presente y tendrá su culminación en el futuro.
Lenguaje hiperbólico a base de imágenes agresivas y funcionales. Sentido del
texto. No se trata de consejos evangélicos o del estado de perfección. Este
texto no es para quien quiera ser más perfecto. Jesús habla para todo el que
quiera ser cristiano.
No se es cristiano por cumplir los mandamientos: esto es prerrogativa
humana, se sea cristiano o ateo. Lo específico del cristiano no se mueve en el
campo de la ética, de los mandamientos, de la conciencia: éste es el campo
común a todo ser humano. Y por eso mismo la salvación está al alcance de todo
ser humano, con tal de que siga las normas de su conciencia. El cristiano no
es, pues, mejor que el que no lo es ("mejor" es término ético).
Según este texto, ser cristiano es vivir un modelo de vida distinto de
los habituales. Ser cristiano no es ser mejor, sino ser distinto. Entrar en el
Reino de Dios, es decir, en la alternativa que Jesús propone, es vivir un tipo
de vida en el que el dinero no es un valor. Y esto sólo es posible en la medida
en que se descubre otro valor radical: Dios. Este descubrimiento relativiza lo
que habitualmente llamamos valores (éste es el significado de las palabras de
Jesús en el v. 27). El descubrimiento de Dios lleva a un modelo de vida
fraterno, realmente nuevo y desusado en nuestros ambientes inexactamente
llamados cristianos.
Dabar 1982, 51
6.- Pertenecer al Reino significa fundamentalmente haber descubierto a
Dios. Y a Dios se le descubre sólo como Padre. Consecuentemente, los demás
hombres son hermanos míos.
Consecuentemente, ante un hermano el dinero carece de valor. Pero, por
lo visto, el primer descubrimiento de la cadena no acabamos de hacerlo. De ahí
nuestra incapacidad a renunciar al dinero como valor. Marcos ha expresado esta
incapacidad en las reticencias de los discípulos (vs. 24 y 26) y en las
profundas afirmaciones de Jesús (vs. 23 y 24b-25).
Una última observación muy importante. No pertenecer al Reino no
significa ser malo o estar condenado. El rico que se acercó a Jesús no era malo
(cfr. v. 21a) ni fue odiado por El. Pero mientras la alternativa de Jesús no
sea una realidad, todo seguirá sin cambiar, incluso con hombres buenos.
Dabar 1976, 55
7.- Mateo precisa que este hombre que saluda a Jesús era un joven (Mt
19, 20), y nosotros podemos suponer que este joven era un rico terrateniente.
Su manera de saludar indica un gran respeto, pero no implica el conocimiento de
la dignidad mesiánica, y mucho menos, el reconocimiento de la divinidad de
Jesús. El arrodillarse no es en este caso de adoración.
Y puesto que Jesús para este joven no era más que un hombre, Jesús le
advierte que el único verdaderamente bueno es Dios.
Y, acto seguido, responde a la pregunta citando los mandamientos. Da por
sabido que el joven ya los conoce, y, a título de ejemplo, se limita a nombrar
los que se refieren a los deberes con el prójimo. "No estafará" tiene
en Dt 24, 14 (cfr. Lv, 13) un significado más preciso; quiere decir "no
explotarás al jornalero". Al parecer, esto es justamente lo que dice Jesús
a este joven terrateniente, pensando sin duda en su condición social.
No se puede dudar de la sinceridad y de la honradez de este joven, que
cumple efectivamente las normas generales de la Ley y no se contenta con ello.
Por eso Jesús le mira con complacencia y con amor.
LIMOSNA/RIQUEZA SGTO/QUÉ-ES: Según la doctrina
judía en uso, el que daba limosna adquiría un tesoro en el cielo (cfr. Mt 6, 24
y 20). Por lo tanto, la riqueza era una oportunidad para que un hombre piadoso
y rico pudiese ganarse el cielo más fácilmente que los pobres. Pero Jesús
propone a este joven que, en lugar de pasarse la vida haciendo pobres y
limosnas, haga todas las limosnas a la vez y se haga a sí mismo pobre. Porque
las riquezas, para Jesús, lejos de ser una ayuda, son un estorbo para los que
quieren entrar en el reino de Dios. Ahora bien, Jesús añade "... y luego
sígueme". Más allá del cumplimiento de los mandamientos, más allá de las
obras de caridad o de limosnas, más allá, incluso, de la pobreza voluntaria,
hay un camino, comienza el camino de Jesús y de los que le siguen. La pobreza
es una condición necesaria para recorrer ese camino, pero no basta para
recorrerlo. El voto de pobreza no sitúa a los religiosos en "estado de
perfección" entre otras razones, porque la perfección cristiana no es un
estado, sino una meta y una vocación y, si se quiere, un camino que han de
seguir todos los discípulos de Jesús. Sólo el cumplimiento de este camino, que
es el seguimiento de Jesús, saca al hombre de casa y de sí mismo para que se
encuentre consigo en Jesucristo y, por Jesucristo, con los hombres, sus
hermanos, y con el Padre. Seguir a Jesús no es propiamente
"imitarle", haciendo exactamente lo que él hizo, sino hacer lo que
cada uno tiene que hacer, pero como lo hizo Jesús, esto es, viviendo para los
demás.
Todos los ideales de este joven rico se vienen abajo ante la dificultad
de cumplir la condición necesaria. No tuvo valor para dejar las riquezas. Y
prefirió seguir el camino de los fariseos, que veían en las riquezas una señal
de la propia justicia -un premio de Dios a los justos- y un medio para
acrecentarla haciendo limosnas. Y es que este modo de ganar el cielo con las
limosnas permite, y hasta justifica, conservar y aumentar las riquezas.
El caso de este joven ha sido un botón de muestra. Jesús advierte ahora
en general lo difícil que va a ser a los ricos seguir su camino y entrar en el
reino de Dios.
V. 25: Se trata de un refrán popular en el que se contrapone el menor
agujero al mayor animal de carga. Con él se expresa la mayor dificultad. El
"ojo de la aguja" es la distribución de las riquezas. Los ricos pasan
por todo menos por eso.
De ahí que sólo un milagro pueda salvar a los ricos. Pero este milagro
no consiste en que se salven siendo ricos, sino que dejen de serlo para
salvarse. ¿Y quién nos dice a nosotros que Dios no hace ese milagro sirviéndose
de todos los que luchan por la distribución de las riquezas y contra, es decir,
¡en favor, de los que desean acapararlas...?
Jesús no predicó ningún sistema social concreto. Pero su actitud crítica
frente a la riqueza y frente a los ricos no admite discusión, en esto fue claro
hasta la saciedad. Por eso el evangelio será siempre una llamada urgente a
salir de cualquier sistema que, como el capitalismo, se funde en la explotación
de unos y el enriquecimiento de otros.
Eucaristía 1982, 46
8.- La influencia de Jesús no se debía tanto a la novedad de su
enseñanza como al misterioso poder de atracción que irradiaba de toda su
persona. Muchos hombres rectos y religiosos descubrían de repente al
encontrarlo lo que significa ser perfecto. En esta ocasión viene a Jesús (según
Mt 19, 79) un joven; Lc lo llama un hombre importante (18, 18). A este hombre
le pregunta Jesús, no sin razón. "¿por qué me llamas bueno?", es
decir: ¿no ves que tienes sed de Dios y lo encontrarás al convivir conmigo? El
hombre pregunta a Jesús por el camino que lleva a la vida eterna; pero Jesús no
tiene ningún mandamiento nuevo que enseñar. En el AT ya se dijo todo lo que hay
que hacer para ganar la vida, observando los mandamientos de la justicia y la
misericordia. Entonces Jesús le propone hoy mismo que siga por otro camino, que
adopte otra manera de ser más libre, haciéndose seguidor e imitador suyo:
"¡Vende todo lo que tienes!". Porque la felicidad no consiste en
dejarlo todo, sino en hacerse libre de todo para entregarse a Cristo.
Jesús no dice que el rico no se salvará, sino que "no entrará en el
Reino de Dios", que consiste -¡es evidente!- en compartir desde ahora las
inquietudes, la alegría y la libertad de Cristo.
Eucaristía 1988, 48
9.- La perícopa del joven rico se divide fácilmente en tres partes: v.
17-22 describe el encuentro de Jesús con el joven; v. 23-27 contiene una amarga
reflexión de Jesús sobre la riqueza; v. 28-31 partiendo de una pregunta de
Pedro, promete una gran riqueza en el campo de la fraternidad a sus seguidores.
La riqueza y el bienestar son considerados en la mentalidad bíblica como
un sacramento de la bendición divina. Ser rico era casi sinónimo de ser amigo
de Dios. Sin embargo, con un sano realismo, el Deuteronomio (8, 11-18) ve en la
prosperidad material un gran peligro: lleva a olvidarse de Dios, confiando sólo
en el propio trabajo y rendimiento. La riqueza lleva a la autosuficiencia. Por
ello el ideal del "pobre de Yavhé" saca al hombre de sí mismo y lo
abre a Dios y a sus exigencias, al comprender que depende no de sí, sino de
otro. En la misma línea, sapiencial y profética, Jesús condiciona su
seguimiento a la desposesión. En una actitud de desprendimiento de todo aquello
que pueda dar seguridad humana.
Radicalismo absoluto: sólo Dios es el valor absoluto de la vida. La
primera lectura presenta al joven Salomón buscando la Sabiduría, la voluntad de
Dios, por encima de todo. La carta a los Hebreos nos confronta con la capacidad
de discernimiento que tiene la Palabra. El evangelio nos presenta a otro joven
(el anti-Salomón) que opta por la seguridad de lo que ya tiene.
Misa Dominical 1991, 14
10.- El joven plantea la cuestión de la salvación, la única cuestión
importante: ¿qué
hay que hacer para salvarse? Jesús recuerda al joven lo esencial de la
Ley (v. 19). Pero el joven plantea una nueva cuestión, no con vistas a obedecer
mejor, sino para prolongar la discusión y así retardar la oportunidad de la
obediencia (la misma actitud en Lc 10, 29: pero él queriendo justificarse
preguntó ¿y quién es mi profundo?).
Y la buena conciencia legalista de cumplir con todos su deberes, detiene
una vez más al joven: él obedece a toda la ley ¿qué más falta hace para
salvarse? Jesús deshace inmediatamente este legalismo, nuevo pretexto para no
creer y formula un mandamiento preciso: "sígueme". El joven muestra
entonces que sus cuestiones anteriores no eran más que evasivas: se retira en
el momento en que es invitado a superar la discusión ética y el legalismo para
encontrarse con la persona misma de Jesús y seguirle.
No a todos les es indispensable deshacerse de los propios bienes
totalmente, como no todos se encuentran en la necesidad de sacrificar la vida
por causa de Jesús y del evangelio. Sin embargo, todos deben escuchar la
llamada a una total entrega, que Jesús dirige a cada uno aunque de modo
distinto.
11.- Mientras que los fariseos habían querido tender una trampa a Jesús
(ver 10, 2), la actitud del joven rico está teñida de religiosidad. Se
arrodilla ante Jesús y le llama "Maestro bueno"; pero ¿quién es
bueno, sino sólo Dios? Antes de preguntar a Jesús, el hombre se hinca de rodillas
ante el Dios único, el de la Alianza.
Jesús recuerda al joven los principales artículos de la ley mosaica. El
joven los ha cumplido desde pequeño, pero se mantiene disponible para más,
disponible para el Reino.
Por eso, Jesús le ama y le llama; él que cumplió escrupulosamente los
mandamientos es invitado a alcanzar la estatura de los discípulos. Jesús le
pide en concreto quitar el "escándalo" que le impide pasar más
adelante: sus riquezas.
¡Pero aquel hombre se marchó muy triste! ¿Cuál es exactamente su
situación? Oyó el llamamiento de Jesús y, al mismo tiempo, midió su incapacidad
para seguirle. Sólo le falta una cosa: concienciarse de que Dios puede realizar
lo que él es incapaz de hacer ahora. En efecto, acoger el Reino con la actitud
propia de un niño es también reconocer la propia impotencia y dejar actuar al
Espíritu de Dios.
Sal Terrae/Santander 1990.Pág. 141
12.- Jesús marcha hacia Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas. Lo
ha dejado todo para mantenerse fiel a la palabra que le consagró. Su único tesoro
es la pasión que Dios tiene por los hombres, y lo ha vendido todo para adquirir
la perla de gran valor. Se va el Hijo sin volver la vista atrás, sin saber
dónde reclinar la cabeza. El pobre de Dios llegará hasta el despojo supremo y
se dejará tender sobre el madero de la cruz. "Anda, vende lo que tienes...
Y luego sígueme". Déjalo todo. Le vienen a uno ganas de decir: "¡Pero
eso es imposible! ¡No es humano!". Jamás será Dios inhumano. Cuando pide
todo al hombre, devuelve al hombre a sí mismo. El dinero, la sabiduría y el
poder son otros tantos ídolos que pueden recluir al hombre entre los barrotes
de su dictadura. Dios revela que para él el hombre lo es todo. Nada exterior a
nosotros necesitamos para enriquecernos: el hombre lo es todo para el hombre. Vende
lo que tienes, que tú vales mucho más que un gorrión o que un lirio del campo.
"Déjalo todo". Jesús no ha venido a desesperar al hombre
exigiéndole lo que no puede cumplir. Si hay que liberarse, es para caminar.
libre de todas las trabas, por el camino que lleva a la vida. Jesús ha venido a
pedirnos que crezcamos en el amor.
"Déjalo todo": éste es el quehacer que ha de ocupar toda una
vida, pues la historia de una vida es crecer. "Vende lo que
tienes"... En el orden de la ley, puede uno imaginarse que ha cumplido su
deber. En el orden del amor, siempre se está en deuda con la persona a la que
se ama. El amor se vive en la fidelidad que se inventa cada día y que siempre
descubre horizontes nuevos.
"Déjalo todo" es un llamamiento a no aceptar el estancamiento
de los mediocres, la suficiencia de los satisfechos, la falsa certidumbre de
los que piensan que han llegado. "Vende lo que tienes", es decir,
libérate, no te dejes apresar por las evidencias del mundo, en la facilidad de
una religión muy codificada. Las moscas se dejan atrapar en la miel... No te
fíes de las apariencias engañosas. Déjalo todo, libérate de la parte de ti
mismo que desearía retenerte. "Anda, vende lo que tienes".
Dios nos empuja a nuestros últimos reductos. Para él, renunciar no es
sinónimo de perder. Si vendemos lo que nuestras manos quieren retener todavía,
no es para encontrarnos con las manos vacías, sino para verlas colmadas más de
lo que esperábamos. Si se nos invita a descubrir de nuevo la renuncia como el
deseo del Espíritu de vivir en nosotros, es para que nos neguemos a todo lo que
nos impida vivir en plenitud.
Si vendemos lo que hemos adquirido trabajosamente, no es para partir a
la aventura, sino porque ante nosotros tenemos una morada en la que se nos dará
todo. Mientras dura la espera, debemos caminar en libertad y sin
impedimentos...
Sal Terrae/Santander 1990.Pág. 141 S.
13.- Recibir 100 veces más los bienes que se han dejado no quiere decir
que se van a recibir esos mismos bienes en cantidad multiplicada, sino recibir algo
que sobrepasa cien veces a lo que se deja, es decir, que vale infinitamente
más.
El que sigue a Jesús encuentra en él todo lo que ha dejado, no
multiplicado cuantitativamente, sino cualitativamente. Quiere decir que en el
seguimiento de Jesús se gana una plenitud de vida.
14.- Continuamos en el contexto del camino hacia Jerusalén y las
predicciones de la pasión, cuando Jesucristo va mostrando a través de los
acontecimientos y las palabras cuáles son los ideales de comportamiento para
los que quieren seguirle. El texto de hoy tiene tres partes:
1. La llamada al seguimiento.
En el texto paralelo de Mateo (19,16ss) parece que Jesús presente los
mandamientos de la Ley como el código de comportamiento para la gente
"normal", mientras que el abandonarlo todo para seguirle fuese el
ideal de perfección (recordemos la conocida frase: "Si quieres ser
perfecto..."). En cambio, en el texto de Marcos, que da la impresión de
ser más primitivo y más cercano al estilo radical de Jesús, la perspectiva es muy
distinta.
Para Marcos, efectivamente, todo el que quiera "poseer la vida
eterna" (= experimentar la vida plena del reino de Dios) debe colocarlo
todo en función de un único valor: el seguimiento de Jesús. Y en este todo
entra, claro está, el romper con el lastre de las riquezas y darlas a quien las
necesita. Los mandamientos de la Ley, según nuestro texto, pues, son la base
normal y necesaria que demuestra que uno tiene espíritu de buena voluntad, y
merecen, por tanto, la mirada afectuosa de Jesús; pero en cambio no bastan para
obtener la vida a quien los cumple: la vida sólo se obtiene con la opción total
y con todas las consecuencias por Jesucristo.
2. La cuestión de las riquezas.
La primera parte del texto de hoy se centra en la absolutez del
seguimiento de Jesucristo; ahora Jesús pasa a tratar directamente la cuestión
de las riquezas, que es un impedimento clave para este seguimiento.
Vale la pena señalar sobre todo la "sorpresa" de los
discípulos, que el evangelista destaca, en primer lugar como extrañeza y después
como temor y desconcierto.
Efectivamente, era idea corriente entre los judíos que precisamente la
riqueza era signo de la bendición de Dios: aquí, en cambio, autoritativamente,
Jesús da un giro radical a esta concepción. Y todo esto (la absolutez de la
exigencia del seguimiento, y la crítica a las riquezas) conduce a la angustiosa
pregunta de los discípulos: "¿Quién puede salvarse?". Y la respuesta
de Jesús es una cita de Génesis 18,14, en donde se recuerda la omnipotencia de
Dios para cumplir sus promesas a Abrahán: también ahora Dios es omnipotente
para transformar a los hombres y hacerlos capaces de seguir a Jesús y su
Evangelio.
3. La recompensa a los seguidores.
La reivindicación -entre pícara e ingenua- de Pedro da paso al fragmento
final de hoy. originalmente, probablemente, el fragmento era tan sólo una
presentación del Reino de Dios como algo que superaba "al ciento por
uno" todo cuanto los discípulos pudiesen dejar para seguir a Jesús. Más
adelante, en el tiempo de la Iglesia, se añadió esta distinción entre tiempo
presente y mundo futuro, y la referencia a las persecuciones.
Misa Dominical 1994, 13