viernes, 14 de junio de 2019

LECTURAS Y COMENTARIO SANTÍSIMA TRINIDAD CICLO C - 16 JUNIO 2019


¿PUEDE VIVIRSE EL MISTERIO DE LA TRINIDAD?.


ORACION COLECTA

Dios Padre que al enviar al mundo la Palabra de la verdad y al Espíritu de la santificación, revelaste a los hombres tu admirable misterio, concédenos, al profesar la fe verdadera, reconocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar la Unidad en su poder y grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Proverbios 8, 22-31

Así dice la sabiduría de Dios: «El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas.
Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales.
Cuando ponía un límite al mar, cuyas aguas no traspasan su mandato; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres.

SALMO RESPONSORIAL (8)

Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? R.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos. R.

Todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 1-5.

Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.
Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 12-15.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por decir, pero no pueden cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y les comunicará lo que está por venir.
É1 me glorificará, porque recibirá de mi lo que les irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y se lo anunciará.».

COMENTARIO

El tema de la Trinidad muchos lo suelen tocar por la curiosidad: “¿Cómo tres es igual a uno?”. Jesús no es el maestro de la curiosidad, sino el maestro de la experiencia. Nos ha dicho: hagan la experiencia del amor del Padre. Hoy nos dice: hagan la experiencia de la ciencia del Espíritu y verán cómo él les conduce a la verdad completa. De esta forma, nuestra aproximación de la Trinidad se convierte en nuestra manera de portarnos con Jesús, con el Padre y con el Espíritu. ¿Acaso esto nos divide? ¿Nos convierte en unos críticos o en unos carismáticos que, de todas formas, se olvidan un poco del Padre? Es posible que reaccionemos así, pero Jesús nos orienta hacia algo muy distinto de la dispersión. “Todo lo que posee el Padre es mío, y lo que les comunicará el Espíritu, lo ha recibido de mí”. ¿Es posible evocar mejor la unidad trinitaria? Esto se traduce para nosotros en la unidad de la revelación. No hay una revelación del Padre que sea la del Antiguo Testamento, luego una revelación del Hijo en los evangelios, y finalmente una revelación del Espíritu en la vida de la iglesia. Algunas visiones del judeocristianismo imaginan este proceso, pero ¡eso sí que es dividir la Trinidad! En realidad es la misma revelación la que progresa a lo largo de los siglos según la evolución de los hombres y la pedagogía de Dios, se trata siempre de la revelación del Padre, del Hijo y del Espíritu. Cuando Jesús nos dice que el Espíritu nos guiará “hacia la verdad plena” y lo llama “El Espíritu de verdad” podría creerse que nos ofrece a un teórico de la religión. Pero basta con leer los Hechos de los apóstoles, el evangelio del Espíritu, para ver que seguimos estando en la verdad evangélica, es decir en una “práctica”, en una vida según Jesús que tiene que transformarnos en verdaderos hijos de Dios.
 El Espíritu nos enseña haciéndonos vivir. Seguiremos estando en el mundo de la experiencia, única base de la fe y de la devoción trinitaria. Esta experiencia del Padre, del Hijo y del Espíritu se irá elaborando poco a poco como teología, pero en su punto de partida está el triple encuentro con Yahvé con Jesús y con el Espíritu de Pentecostés; la Trinidad será siempre un misterio que vivir. ¿No es un misterio que escudriñar?
Sí, pero para vivirlo mejor. ¿Cómo vivirlo? Por el evangelio si es para nosotros una llamada a realizar constantemente una triple experiencia trinitaria. La de la oración que va modelando poco a poco en nosotros un corazón de hijos: “¡Padre, venga a nosotros tu reino!”. La experiencia fraternal que nos hace comulgar con Jesús: “Amen como yo y por medio de mí”. Y finalmente la experiencia de la fuerza de vivir: el coraje de realizar nuestra tarea humana en cualquier situación según las inspiraciones del Espíritu.

PLEGARIA UNIVERSAL

Hermanos oremos a Dios, Padre entrañable, que por Jesucristo nos ha revelado su amor y que escucha complacido los gemidos inefables con que el Espíritu intercede por nosotros. R. Escucha, Dios amor, nuestra oración.

1.-  Para que Dios Padre, nuestro Creador, nos acompañe con su amor providente y así podamos cuidar con amor la naturaleza que nos dio para alimentar y hacer crecer la vida. Roguemos al Señor. R.

2.- Para que el Hijo Unigénito de Dios, nuestro Redentor, que se hizo hombre para participarnos su filiación divina, lleve a cumplimiento su obra salvadora en cada uno de nosotros.  Roguemos al Señor. R.

3.- Para que el Espíritu Santo, nuestro Santificador, que nos lleva a vivir como Jesús y enriquece al mundo con sus dones, encuentre acogida en nuestros corazones y pueda servirse de nosotros, para encender el mundo con el amor de Dios. Roguemos al Señor. R.

4.- Para que el Papa Francisco, profeta de la Comunión y la Sinodalidad, continúe manifestando al mundo el Rostro amoroso de Dios Trinidad. Roguemos al Señor. R.

5.- Para que quienes confesamos la fe en Dios Uno y Trino, reflejamos en nuestra vida imagen viviendo en la fraternidad y buscando, por encima de todo, lo que une y nos hace más hermanos. Roguemos al Señor. R.

6.- Para que Dios Amor, Familia y Comunión mire con misericordia nuestra sociedad de hoy, agobiada y dividida por injusticias, divisiones y guerras, y haga surgir protestas y movimientos de solidaridad y hermandad que nos ayuden a vivir la comunión. Roguemos al Señor. R.

Que te glorifique, Dios nuestro, tu Iglesia, al contemplar el misterio de tu sabiduría con la que has creado el mundo; Tú que, por medio de Jesucristo nos ha justificado y en tu Espíritu Santo nos ha santificado, escucha la oración de tu pueblo por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Por la invocación Dios nuestro, tu iglesia, al contemplar el misterio de tu sabiduría con la que has creado el mundo; Tú que por medio de Jesucristo nos has justificado y en tu Espíritu Santo nos has santificado, escucha la oración de tu pueblo por Jesucristo a nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Señor y Dios nuestro, que la recepción de este sacramento y la profesión de fe en la santa y eterna Trinidad y en su Unidad indivisible nos aprovechen para la salvación del alma y del cuerpo. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 17: 2Cor 6, 1-10; Sal 97; Mt. 5, 38-42.
Martes 18: 2Cor. 8, 1-9; sal 145;   Mt. 5, 43-48.
Miércoles 19: 2Cor. 9, 6-11; Sal 111; Mt. 6, 1-6.16-18.
Jueves 20: 2Cor. 11, 1-11; Sal 110; Mt. 6, 7-15.
Viernes 21: 2Cor. 11, 18.21b-30; Sal 33; Mt. 6, 19-23.
Sábado 22: 2Cor. 12, 1-10; Sal 33; Mt. 6, 24-34.
Domingo 23: Gn 14, 18-20; Sal 109; 1Cor 11, 23-26; Lc 9, 11b-17.

COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 16, 12-15

1.- Texto. Los discípulos no comprenderían ahora lo que Jesús tendría aún que decirles (v. 12). El Espíritu será guía de la verdad plena porque no lo hará por cuenta propia sino en calidad de portavoz e intérprete de Jesús (vs. 13-14) y, en definitiva, del Padre (v. 15). J/VERDAD VERDAD/J: Sentido del texto. Es importante empezar notando que el texto opera con la identificación Jesús-verdad. La verdad no es pues un concepto o una categoría sino una persona. La verdad plena es la comprensión más profunda de Jesús y de su mensaje. Pleno, pues, no en sentido de totalidad cerrada sino en sentido de más profundo. El conocimiento de una persona no se hace ni se agota una vez por todas: se va haciendo continuamente, diariamente. Facilitar este conocimiento es la tarea y la función del Espíritu: El irá llevando al grupo cristiano a un conocimiento cada vez más hondo de Jesús. Este conocimiento es el contenido de la expresión del v. 12: "muchas cosas me quedan por deciros".
"Comunicar lo que está por venir" (v. 13) significa hacer ver a las generaciones venideras el significado que para ellas posee lo que Jesús hizo y enseñó. La mejor preparación cristiana para el porvenir no es una previsión exacta del futuro sino un conocimiento profundo de lo que Jesús significa para cada época. Hay mucho terreno inexplorado en la verdad de Jesús, es decir, en su persona, que sólo puede ser conocido a medida que la experiencia coloca a la comunidad delante de nuevos hechos o circunstancias. Los cristianos deberán saber estar abiertos, por una parte, a la vida y a la historia y, por otra, a la voz del Espíritu que se la interpreta.
El Espíritu, posibilitando un mayor conocimiento de lo que Jesús significa para cada época, glorifica a Jesús es decir, manifiesta quién es, sus enormes posibilidades de vida, de amor, de fuerza transformadora para nuestro mundo. Y, en última instancia, manifiesta al fascinante, maravilloso y sorprendente Dios de Jesús, al Padre.
Dabar 1980, 32



2.- Es cierto que Jesús ha presentado a sus discípulos la verdad de todo lo que él oye (15, 15). Pero los próximos al Jesús histórico no han llegado a captar el alcance de lo dicho. Sobre todo por lo que se refiere al fracaso de la pasión, cf. 19, 17; Lc 11, 46; 14, 27; Gál 6, 2.5). Tal vez haya que reconocer simplemente que la comprensión progresiva del evangelio es parte del querer de Dios sobre los hombres. En la fe es preciso andar sin parar, pero sin prisas.
Uno de los cometidos del Espíritu es llevar a los discípulos hasta el conocimiento pleno de Jesús. Del mismo modo que Jesús remite a su Padre (7, 17-18; 12, 49), el Espíritu remite al Hijo. Lo que en otras palabras quiere decir: la única revelación posible es el Hijo. O, dicho de otro modo: la única forma de acceso a Dios es la persona de Jesús. Cuando en la vida del cristiano esto deja de ser teoría se convierte en algo con una temible capacidad de transformación.
Esta es una expresión que indica cómo los tiempos completos, el fin último de todas las cosas, se realizará según el modelo que es el mismo Cristo.
Que el Espíritu glorifica a Cristo es realidad en la medida en que conduce a los discípulos progresivamente al conocimiento de la realidad que se manifiesta en él; y, al mismo tiempo, acaba su obra, que era la de glorificar o manifestar al Padre. Así la obra de revelación aparece coherente en lo que llamamos misterio trinitario. Una visión que solamente es comprensible desde dentro, desde presupuestos de fe.
Eucaristía 1977, 27



3.- No obstante la profundidad y la cantidad de las palabras de Jesús a sus discípulos, cuando tiene que irse todavía les queda a éstos mucho que aprender. El mismo evangelista Juan nos dice que los discípulos de Jesús llegaron a comprender algunas palabras del Maestro tan sólo después de su muerte y resurrección (2, 22: cfr. 12, 16; Lc. 24, 25-27). Pero aparte aquellas palabras de Jesús referentes a su muerte y resurrección y cuyo alcance no podían medir sus discípulos hasta después de los acontecimientos y bajo la nueva luz pascual, debemos afirmar que la profundización en el conocimiento de la persona, del mensaje y de la obra del Maestro sería posible únicamente bajo el influjo del Espíritu Santo. Fruto de esa comprensión interior son las cartas de Pablo, la Epístola a los Hebreos y el mismo Evangelio según San Juan.
Jesús es la misma Verdad o Palabra de Dios. Y el Espíritu Santo es el espíritu de Cristo, el que Cristo envía desde el Padre; por lo tanto, el Espíritu de la Verdad. De ahí que esta Verdad sólo pueden comprenderla plenamente los que reciben su Espíritu.
El Espíritu no enseñará nuevas verdades, sino que conducirá al pleno conocimiento de la Verdad. Será un Espíritu para recordar lo que el Padre reveló de una vez por todas en Cristo, que es su Palabra; será también un Espíritu para anunciar lo que aún está por ver, la manifestación de Jesús cuando vuelva sobre las nubes del cielo.
Lo mismo que Jesús glorificó al Padre dando a conocer a los hombres lo que él había recibido del Padre, así el Espíritu glorificará a Cristo conduciendo a los hombres al pleno conocimiento de la Verdad y comunicándoles lo que él recibe de Cristo.
Eucaristía 1974, 34



4.- El evangelio de hoy es un fragmento del discurso de despedida de Jesús en la última Cena. El tiempo es breve para Jesús y tiene aún muchas cosas que comunicar a los suyos. Por eso, al no poder ahora decirlo todo, habla del Espíritu de la Verdad, el Defensor (Paráclito), diciendo que será él quien les hará conocer todo lo que les enseñó Jesús. No les dirá cosas distintas o referentes a otras verdades no explicadas por Jesús. La función del Espíritu será ir iluminando las palabras de Jesús, las mismas que él dijo a los discípulos. Estando Jesús ausente corporalmente, su Espíritu permanece en medio de los suyos, y les va recordando y aclarando el sentido de sus enseñanzas.
El Espíritu se va a convertir, por tanto, en el Maestro que enseña en los corazones de los discípulos todo lo que salió de la enseñanza de Cristo, y siempre les hará ver más clara la esperanza en el futuro y en la recompensa.
El Espíritu ayudará a descubrir la gloria de Jesús haciendo descubrir todo lo que Jesús dijo e hizo por los hombres. Jesús glorificó al Padre revelando el Padre a los hombres (Jn 17, 4), el Paráclito glorifica a Jesús revelándolo a los hombres.
Todo lo que es del Padre es de Jesús. El mismo misterio del Padre relacionado con el Hijo es lo que el Espíritu anunciará mostrando en realidad quién es Jesús, cuál es su dignidad, cuál la misión que ha tenido, qué gloria va a compartir con todos nosotros.
J. M. Vernet, Misa Dominical 1983, 11



En el evangelio de Juan, Jesús es el revelador del Padre, el que explica y muestra quién es y cómo es este Dios, a quien nadie ha visto nunca. Ahora, en el interior del discurso de despedida, Jesús dice a los discípulos que todavía les debe decir más cosas, pero que no las podrían soportar. Probablemente se refiere a su pasión, muerte y resurrección, sólo comprensibles con la luz del Espíritu de verdad.
El Espíritu es quien conducirá a los discípulos hacia el conocimiento de la verdad plena. Jesús ha sido el testimonio de la verdad. El Espíritu continúa su obra en la comunidad de discípulos de Jesús. No revelará nada nuevo, pero guiará hacia la verdad entera, es decir, conducirá a los discípulos hacia Jesús, que es la verdad del Padre.
Así como Jesús no hablaba por su cuenta, sino que decía lo que había oído al Padre, también el Espíritu de Jesús "hablará de lo que oye". "Y os comunicará lo que está por venir": más que entender el Espíritu como un futurólogo, se trata seguramente de ver en el Espíritu a aquel que, en cada momento de la historia, suscita en los discípulos la capacidad de vivir en concreto y de acuerdo con las circunstancias de la misma vida de Jesús.
El Espíritu da gloria a Jesús porque comunica la vida de Jesús, igual como Jesús daba gloria al Padre al comunicar su vida a los discípulos. La consecuencia es clara: los discípulos de Jesús dan gloria a Dios si anuncian, comunican y hacen participar a los demás de la vida que Jesús les ha dado, la misma vida de Dios.
J. M. Grane, Misa Dominical 1992, 8



6.- Texto. Está entresacado de la conversación de Jesús con sus discípulos poco antes de partir para el Padre. El primer versículo pone expresamente de manifiesto el carácter inconcluso de la revelación de Jesús durante el período de su vida terrestre: hay muchas cosas con las que los discípulos de entonces no podían cargar. Las palabras miran hacia el futuro de la comunidad creyente, un futuro que se prevé difícil, como lo sugiere el propio verbo empleado ("cargar"), tras el que late la imagen del acarreo de cargas pesadas. Puesto que la perspectiva es el futuro de la comunidad creyente, resulta inútil cavilar sobre qué es lo que Jesús no podía decir todavía a sus discípulos. La frase se refiere a situaciones comunitarias posteriores, obviamente imprevistas en el presente de los discípulos con Jesús.
Lo verdaderamente importante y decisivo es la presencia del Espíritu en el futuro de la comunidad, una presencia que le abrirá a ésta la posibilidad de entender su situación existencial a la luz de las palabras de Jesús.
VERDAD/RV: Al Espíritu se le designa como "Espíritu de la verdad". Función suya, entre otras formuladas en otros textos, es guiar a la comunidad creyente hacia la totalidad de la verdad. La verdad de la que aquí se habla es la revelación que promete la vida y que ha traído Jesús. Se trata de la penetración profunda en el contenido de la revelación y simultáneamente de su aplicación al comportamiento de la comunidad en medio del mundo. En comparación con otras funciones que se le asignan al Espíritu en el cuarto evangelio, ésta es la que cobra mayor relieve en la experiencia cristiana.
El Espíritu no oscurece la posición reveladora de Jesús. La función de guía del Espíritu está en conexión con Jesús, al igual que Jesús lo está con el Padre. La comunicación de lo que está por venir no debe entenderse como algo completamente nuevo más allá de la revelación de Jesús, algo así como la manifestación de sucesos futuros. "Hablar de lo oído y comunicar lo que está por venir" son, en realidad, expresiones mutuamente complementarias. El Espíritu no anuncia nada nuevo, sino que abre el mensaje mismo de Jesús a las nuevas y cambiantes situaciones de la comunidad, de forma que ese mensaje vaya adquiriendo su sentido siempre actual. La guía del Espíritu saca a la luz del día a día cambiante las insospechadas e insondables virtualidades de la revelación del Padre traída por Jesús. Lo que está por venir no son sucesos futuros, sino la actualización de la definitiva revelación que Jesús hizo del Padre, revelación que en este texto y en el resto del cuarto evangelio recibe el nombre de "la verdad".
Comentario. La liturgia del día nos invita a centrar nuestra atención en Dios. ¿Cómo hacerlo? Los caminos con punto de partida en análisis de carencias y necesidades humanas tiene graves y, tal vez, insalvables inconvenientes, el único camino con garantía absoluta es Jesús.
Acercándonos a Jesús empezamos descubriendo en él una personalidad humana extraordinaria: su actitud, sus palabras, sus gestos, sus acciones así lo confirman. Jesús despierta simpatía y confianza aun sin haberle visto. J/PADRE: Pero poco a poco este descubrimiento inicial se nos queda corto. La persona de Jesús, en efecto, nos abre horizontes y honduras que trascienden lo humano. A través de Jesús y en Jesús Alguien demuestra una total y absoluta realidad, no obstante su invisibilidad. Alguien está ahí y es. No sabiendo cómo llamarle, le llamamos Dios. Jesús no le llama: está en El y vive con El, en cercanía y familiaridad humanamente inexplicables.
Llega un momento en que el trato con Jesús y el conocimiento de él nos llevan a la certeza total de Dios, aunque no acertemos a explicar su realidad. Lo que sí es cierto es que, a través de Jesús, Dios adquiere unos perfiles bien delimitados, que explican y dan respuesta a nuestras más hondas aspiraciones. Gracias a Jesús estamos absolutamente seguros de que nosotros no llegamos a Dios a partir de nosotros mismos, sino que nosotros adquirimos explicación a partir de Dios y que, por eso, nuestra vida tiene sentido.
Alberto Benito, Dabar 1992, 33