TÚ ERES MI HIJOAMADO, MI PREDILECTO
COMENTARIO
Los
especialistas hablan, a propósito el bautismo de Jesús, de cristología
ascendente (sube desde Jesús hombre a Jesús hijo de Dios) y de cristología
descendente (del verbo de Dios a Jesús
de Nazaret). La evocación más
vertiginosa del descenso es la de Juan en sólo dos palabras: El verbo se hizo
car.
La
subida más extraordinaria se nos
describe en el evangelio que hoy vamos a meditar. Desde Jesús de Nazaret al
Hijo a quien yo quiero. Jesús, hijo de José, llega desde una modesta aldea de
Galilea para recibir el bautismo de penitencia que Juan da en el Jordán. Jesús
se sitúa discretamente en la cola y se mete en el agua ante Juan como todo el
mundo. Pero apenas vuelve a subir a la orilla, explota el sentimiento de lo que
él es y viene una voz desde el cielo: Tú eres mi hijo a quien yo quiero, mi
predilecto.
Como dice
Marcos, cuando se oye semejante afirmación (los cielos se abren) es que Dios se
revela. Porque si Jesús es el Hijo, ¡Dios tiene un Hijo! Pero ¿cómo comprender
esto? ¿Dios es uno tres? Nuestros hermanos ortodoxos responden: Dios es Dios es
Dios, es lo que él ha revelado. Jesús es el revelador. Revelador del Padre a
fuerza de decirnos los vínculos únicos mantiene con aquél a quien llama Abba. ¿Padre querido’ ¿Papá? Es
inútil investigarlo, porque no tenemos
palabras para este misterio. Pero si
vivimos suficientemente con el Hijo, se nos dará algo de esa manera por
encima de las palabras.
Si Jesús no nos reveló tanto al Espíritu con sus
palabras, el evangelio no cesa de indicarnos que él quedó lleno del Espíritu,
que lo condujo el Espíritu y que nos da ese mismo Espíritu, esa misma fuerza,
para comprenderlo a él y para vivir de él. A partir de estas revelaciones es
como ha nacido entre los cristianos la palabra Trinidad. La iglesia y sus
teólogos han elaborado un lenguaje para que se pueda hablar un poco del
misterio de un Dios uno y trino. Pero
este misterio, aunque es el que orienta toda nuestra aproximación a Dios, la
hace también muy difícil. Debido a estas dificultades, muchos cristianos viven
prácticamente al margen de la revelación trinitaria. Sin embargo, el que dice
revelación dice ofrecimiento de Dios.
¿Vamos acaso rechazarlo? La fe cristiana no es la ascensión de nuestra
inteligencia hacia un Dios de las ideas, sino la acogida de lo que Dios ha
querido decirnos de sí mismo, de lo que podía decir con nuestras palabras y
sobre todo por medio de la presencia misma de su Hijo. A partir de aquí, sí:
nuestra fe es trabajo de inteligencia, en la oración, la humildad y la
gratitud. ¡Bendito seas, Señor, por habernos
hecho por los evangelistas que Jesús es tu Hijo muy querido!.
R.P. Roland Vicente Castro Juárez
ANTIFONA DE ENTRADA Mt 3, 16-17.
Apenas se bautizó el Señor, se abrieron los cielos y el Espíritu
se posó sobre el como una paloma y se oyó la voz del Padre que decía. “Este es
mi Hijo amado, en quien me complazco”.
ORACION COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, que en el bautismo de Cristo, en el Jordán, al enviar
sobre el tu Espíritu Santo, quisiste revelar solemnemente a tu Hijo amado,
concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo,
perseverar siempre en tu benevolencia. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura
del Profeta Isaías 42, 1-4. 6-7.
Esto dice
el Señor: Miren a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él
he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.
No
gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará,
el pábilo vacilante no lo apagará.
Promoverá
fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho en
la tierra y sus leyes, que esperan las islas.
Yo, el
Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te he formado y te
he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.
Para que
abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la
mazmorra a los que habitan en las tinieblas.
SALMO RESPONSORIAL (28)
El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamen la gloria y el poder del
Señor, póstrense ante el Señor en el atrio sagrado. R.
La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas
torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica. R.
El Dios de la gloria ha tronado. El Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: ¡Gloria!. El Señor se sienta por encima del
aguacero, el Señor se sienta como rey eterno. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10, 34-38.
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: Está claro que Dios no hace
distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación
que sea. Envió su palabra a los israelitas anunciando la paz que traería
Jesucristo, el Señor de todos.
Conocen lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el
bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret,
ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y
curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO Mc 9, 7
Aleluya. Se abrió el cielo, y se oyó la voz del Padre: “Este es mi Hijo amado;
escúchenlo”. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 6b-11.
En aquel tiempo proclamaba Juan: Detrás de
mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle
las sandalias.
Yo los he bautizado con agua, pero él los
bautizará con Espíritu Santo.
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de
Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el
cielo y al Espíritu bajar bacía él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.
PLEGARIA UNIVERSAL
Conscientes de ser hijos amados de Dios en Cristo Jesús,
dirijamos al Padre nuestras suplicas con confianza filial. R.- Escúchanos, Padre, somos
tus hijos.
1.-
Para que la Iglesia, con el poder
del Espíritu Santo, siga engendrando nuevos hijos de Dios que prolonguen en el
mundo la presencia de Jesús, Hijo de Dios y hermano de todos. Oremos.
R.
2.-
Para que todos los bautizados, guiados por el Espíritu Santo, vivamos
como hijos de Dios y hermanos de verdad. Oremos. R.
3.- Para que quienes tenemos la dicha de
ser cristianos sigamos con alegría las
huellas de humildad y servicio solidario trazadas por Jesús. Oremos.
R.
4.- Para que los que aún no han recibido
el don incomparable de la fe, estimulados por nuestro testimonio, abran su
corazón a Cristo que los espera con amor. Oremos. R.
5.- Para que los niños y adultos que en
este año recibirán el santo bautismo experimenten la alegría de ser hijos de
Dios y tener una comunidad de fe que los acoja con amor. Oremos. R.
6.- Para que los que celebramos con gozo
el bautismo de Jesús nos sintamos felices de particular en su filiación divina
y reconocer que todo ser humano es nuestro hermano. Oremos. R.
Padre bueno, que en el Jordán revelaste que Jesús es tu
Hijo amado y en el todos los hombres
somos hijos tuyos; danos tu Espíritu para que vivamos con gozo y compromiso
nuestra filiación divina. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, los dones en este día en que manifestaste a tu Hijo
predilecto y haz que esta ofrenda de tu pueblo se convierta en el sacrificio de
aquel que quiso borrar los pecados del mundo. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION Jn 1, 32.34.
Este es de quien decía Juan: “Yo
lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.
ORACION
DESPUES DE LA COMUNION
Señor, alimentados con estos dones
sagrados, imploramos de tu bondad, que, escuchando fielmente a tu Unigénito, de
verdad nos llamemos y seamos hijos tuyos. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA
DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 11: Hb
1, 1-6; Sal 96; Mc 1, 14-20
Martes 12:
Hb 2,
5-12; Sal: 8; Mc
1, 21-28.
Miércoles 13: Hb
2, 14-18; Sal 104; Mc 1, 29-39.
Jueves 14: Hb 3,
7-14; Sal 94; Mc
1, 40-45.
Viernes 15: Hb
4, 1-5.11; Sal 77; Mc 2, 1-12.
Sábado 16: Hb 4,
12-16; Sal 18; Mc 2, 13-17.
Domingo 17: 1S
3, 3b-10.19; Sal 39; 1Co 6, 13c-15ª.17-20; Jn 1, 35-42.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Mc 1, 7-11
Par.: Mt 3,
13-17 Lc 3, 21-22
1. - JESÚS MADURÓ COMO CREYENTE JUNTO A JUAN.
-"Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo
bautizara en el Jordán". El bautismo abre la etapa de la actividad pública
de Jesús como predicador itinerante.
Probablemente (no hay datos seguros, tan sólo indicios), Jesús maduró su
vocación de la mano de Juan, que predicaba, en el desierto, un bautismo de
conversión. Eso no ha de extrañarnos.
Jesús es Dios hecho hombre (como hemos contemplado por Navidad), con
todas las de la ley. Y va madurando como lo vamos haciendo los hombres: en
contacto con los demás, recibiendo sus influencias y asimilándolas,
descubriendo, con la ayuda de los demás, nuestras riquezas y nuestra vocación.
El día de la Sagrada Familia leíamos: "...se volvieron a Galilea, a su
ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de
sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba". Jesús -el Hijo de Dios-
crece y madura como hombre bajo la mirada amorosa del Padre, pero con la ayuda
paternal de José y María y de los demás vecinos de Nazaret. ¿Qué tiene de raro
que Jesús madurase como creyente en aquel movimiento baptista que tenía en Juan
una figura cumbre? El domingo próximo, el evangelio nos hablará nuevamente de
sus relaciones con Juan.
"Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo". Nótese que el
evangelio no describe algo "que todos pudieron ver" sino lo que vio
Jesús. Además, ¿qué puede querer decir que el cielo se rasgó, que el espíritu,
como una paloma, bajó hacia él, y que se oyó una voz del cielo? Estas
expresiones no pueden describir nada de lo que se ve con los ojos, se oyen con
los oídos y se graban en un video o en una placa fotográfica o en una
cassette... Nos encontramos en otro orden de realidades: aquellas que
pertenecen al ser más profundo de Jesús: a sus relaciones con Dios. ¿Quién es
Jesús? Es el Hijo amado, el predilecto del Padre y en el que se ha posado su
mismo Espíritu (1a.lect.) En Jesús se establece una íntima comunicación entre
Dios y los hombres: el "cielo" no está "cerrado"(=no hay
separación e incomunicación entre Dios y los hombres), sino que está abierto,
"rasgado". De la misma manera que rompemos la cáscara de una almendra
o de una nuez para sacar el fruto, hemos de romper, también, el lenguaje de
textos como estos para descubrir (¡y no es difícil!) lo que nos quieren decir.
No busquemos hechos maravillosos y extraños, sino comprendamos lo que nos dice
el evangelista. Jesús que viene de Nazaret y está a punto de empezar su
actividad de predicador itinerante por Galilea es aquel sobre el que reposa el
Espíritu de Dios, el Hijo amado, el predilecto.
"A tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Esp. Sto"
(colecta). Nosotros fuimos bautizados: inmergidos, sumergidos, en JC.
Incorporados a él, tomados por él, injertados en él. Y, con él y en él,
entramos en el mismo orden de ralaciones con Dios: somos también hijos amados
del Padre, el Padre se complace en nosotros y nos envía su mismo Esp. Sólo
poniéndonos en la escuela del Hijo amado, fiel en todo al Esp. de Dios, podemos
comportarnos como hijos amados y ser dóciles al Esp. de Dios. Es lo que hacemos
cada domingo al celebrar la Eucaristía. Pero tenemos que vivirlo también a lo
largo de nuestra vida de cada día.
J. TOTOSAUS - MISA DOMINICAL 1991/02
2. - Texto. Comienza la noticia, difundida por Juan Bautista, de la
llegada de alguien con más derechos que él. El segundo domingo de adviento
tuvimos la ocasión de comentar esta noticia propagada por Juan. Veíamos
entonces que desatar las sandalias a alguien es una imagen jurídica para
simbolizar el derecho sobre alguien.
Afirmando Juan que él no es digno de agacharse para desatar las
sandalias del que está para llegar, está formulando su sumisión y dependencia
del que está por llegar. La fuerza de éste radicará en su capacidad para
introducir a las gentes en la genuina atmósfera de Dios.
La segunda parte del texto (vs. 9-11) comienza con la noticia del
bautismo de Jesús por Juan en el río Jordán. Para Marcos esta noticia no es
significativa en sí misma, sino en cuanto ocasión para lo siguiente. En los dos
versículos finales Marcos quiere dejar claro que Jesús es el más fuerte, cuya
llegada ha sido anunciada por Juan. Para la descripción de esta llegada Marcos
se sirve de imágenes y situaciones que la literatura judía, bíblica y no
bíblica, relaciona con la venida del Mesías. Más allá del hecho, tal y como
éste pudo tener lugar, el autor quiere ofrecer la realidad de un Jesús Mesías e
Hijo de Dios. Esta realidad responde en parte a las expectativas judías y en
parte las supera.
Comentario. Comenzando como estamos la andadura cristiana de este año
litúrgico, bueno es conocer a quien va por delante marcando esa andadura.
Se trata de uno que es fuerte. Cualidad imprescindible en un guía para
que pueda ser seguido. Jesús posee la fortaleza capaz de generar seguridad en
sus seguidores. Se trata de uno que responde a las expectativas de un pueblo
ansioso de un mundo mejor. Esto viene a significar sustancialmente la
afirmación de que Jesús es el Mesías. Se trata, por último, del Hijo de Dios.
Es esta la razón última y fundamental de la fuerza de Jesús. La realidad divina
de Jesús no es una impresión o un deseo de los seguidores; es algo que está en
Jesús y que le hace ser Jesús; real con la realidad de lo divino y misteriosa
con el misterio de lo divino. Esta realidad divina da sentido a todo lo que
Jesús es y significa.
ALBERTO BENITO - DABAR 1991/09
3.- TEXTO.
Los dos primeros versículos sintetizan la buena noticia del mensajero
Juan: "Detrás de mí viene el que puede más que yo".
La persona anunciada viene presentada en cuanto fuerte. Más adelante
sabremos que esta fuerza dice relación al dominio sobre el espíritu malo, que
también es fuerte. Nadie puede meterse en casa del fuerte y arramblar con su
ajuar si primero no lo ata (Mc/03/27). En la primera parte de su evangelio
Marcos va a insistir mucho en este hecho.
"Y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias". Se
trata de un gesto simbólico de alcance jurídico. Desatar a uno las sandalias
significaba privarle de un derecho. La frase es, pues, el reconocimiento
explícito de la superioridad de la persona anunciada. En esta superioridad se
vuelve a insistir en el v. 8. Este versículo lo entenderemos mejor si en vez de
bautizar empleamos los verbos sumergir o introducir. Marcos no parece estar
pensando en un rito concreto sino en una situación calificada de santa por
oposición a la situación no santa del espíritu malo.
Con el v.9 hace su entrada en el marco de acción del evangelio la
persona fuerte anunciada. Se trata de Jesús. Se menciona el lugar de donde
viene y su bautismo por Juan. Pero nada de esto acapara la atención de Marcos.
Esta se centra en el post-bautismo.
"Apenas salió del agua". Los acontecimientos que vienen a
continuación son percibidos sólo por Jesús, a diferencia de lo que escribe
Mateo, que hace partícipe de ellos a Juan y al resto de los presentes.
"Vio rasgarse los cielos". La imagen y su formulación remiten a
Isaías 63, 19: "¡Ah si rasgases los cielos y descendieses!". Pero la
novedad de Marcos es clara: lo que en Isaías es exclamación y deseo, en él es
afirmación y cumplimiento. Los cielos rasgados dan paso al Espíritu, que baja
hacia él como una paloma. No hay paralelos bíblicos para esta comparación. La
imagen emerge, pues, con la novedad y el frescor de una creación original. A
través de ella el lector puede empezar a entender el sentido de la afirmación
hecha por el mensajero en el v. 8. Los cielos rasgados dan paso también a una
voz, cuyas palabras combinan afirmaciones del Salmo 2, 7 y de Isaías 42, 1. Tú
eres mi hijo amado, estoy satisfecho de ti. "Tu" e "Hijo"
comportan los correlativos "Yo" y "Padre". Culmina así la presentación-revelación
al lector de quién es Jesús.
Comentario. El texto nos sitúa en un ambiente de epifanía. Esta
determinación cuadra mejor que la del bautismo de Jesús. En la redacción de
Marcos, en efecto, el bautismo ocupa un lugar secundario, dado que no acapara
la atención del autor. Desde un punto de vista exegético no se justifican los
comentarios bautismales.
El mensajero anuncia la llegada de uno más fuerte que él. Su fuerza
consistirá en su capacidad de introducir a las personas en una atmósfera santa,
dando al traste con la atmósfera contaminada del mal. El primer momento del
texto de hoy es pues de espera, de anhelo. Su concreción puede ser la llamada
con que se cierra la Biblia: ¡Ven, Señor Jesús! (Apocalipsis 22, 20).
El segundo momento es la llegada. Jesús está en medio de nosotros. El
tiempo de esperar ha terminado. El anhelo se ha consumado. El cielo, cerrado
hasta ahora, se abre para dar paso al Espíritu ; y Dios, callado mucho tiempo,
entra en diálogo con Jesús. Momento de contemplación, de asombro, de alegría
contenida. Cielo y Tierra dejan de estar incomunicados por la incomprensión y
la hostilidad. Jesús, el Hombre y el Hijo, las ha roto. La causa del Padre está
en marcha, Un modo nuevo y distinto de generar historia, Jesús va a
introducirnos en una atmósfera incontaminada, limpia, respirable. Esta es su
fuerza. De ahí su importancia.
Al margen ya del texto, me gustaría añadir un nuevo comentario a la
lista de lecturas sugeridas al comienzo del ciclo litúrgico.
Carlos Bravo Gallardo, Jesús, hombre en conflicto. El relato de Marcos
en América Latina, Edit. Sal Terrae, Col. Presencia teológica, n. 30
(Santander, 1986). Libro interesante que conjuga la hermenéutica europea y la
latinoamericana.
ALBERTO BENITO - DABAR 1988/10
4.- El evangelio está formado por dos pequeñas secciones: La predicación
de Juan y el bautismo de Jesús. Toda la fuerza y la atención del Bautista se
dirige hacia el que viene detrás de él, que es mucho más importante. La
diferencia entre Juan y Jesús radica sobre todo en el don del Espíritu que
Jesús va a aportar, que contrasta vivamente con el bautismo de Juan, que sólo
era "con agua". (Véase este fragmento, dentro del contexto más amplio
del ministerio de Juan, en el domingo tercero de Adviento).
El bautismo de Jesús es presentado por Marcos del modo más sencillo
posible, indicando el hecho sin más. Pero antes se hace la presentación de
Jesús: aparece "por entonces", es decir, durante el ministerio de
Juan, y es alguien concreto, procedente de "Nazaret de Galilea", y
que llega de lejos, puesto que los que hasta aquel momento habían acudido al
Bautista eran gente de Judea y de Jerusalén (cfr. 1, 5). Lo que más interesa no
es, por tanto, el hecho del bautismo de Jesús en sí mismo, sino la revelación
sobre Jesús que va unida a este hecho.
El modo de describir esta revelación sobre Jesús está lleno de
simbología vétero-testamentaria. Es Jesús quien ve rasgarse el cielo y que el
Espíritu baja hacia él. El cielo rasgado indica la presencia de Dios entre los
hombres, y sobre todo el deseo de los hombres de que Dios esté presente entre
ellos, expresado sobre todo por Isaias ("Ojalá rasgases el cielo y
bajases": domingo primero de Adviento): La promesa de Dios de estar con su
pueblo se realiza en Jesús.
Inmediatamente desciende el Espíritu sobre Jesús y lo designa como el
Salvador prometido, aquel que puede bautizar con Espíritu Santo porque está
totalmente lleno de él. Es el Mesías-siervo a quien Isaías había descrito como
totalmente lleno del Espíritu de Yahvé. Dios ha bajado porque en Jesús se da la
plenitud de su Espíritu. Y, al mismo tiempo, va a ser el Espíritu quien guíe a
Jesús a lo largo de su misión: "El Espíritu lo empuja al desierto",
leemos en el versículo siguiente al texto de hoy.
Y todo esto es confirmado por la voz del Padre, Jesús es el Hijo amado,
elegido, en quien el Padre se complace precisamente porque es fiel en llevar a
término su misión hasta la muerte.
El relato de Marcos es importante en tanto que nos transmite la
conciencia de Jesús de que ha llegado su hora de llevar a término la misión
salvadora que Dios le encomienda y lo hace identificándose, a través del
bautismo, con el Israel pecador. Y por otro lado, la fe de la comunidad en que
Jesús de Nazaret es el Mesías, el Hijo amado del Padre.
JOSÉ ROCA - MISA DOMINICAL 1982/18
5.- Este texto se encuentra influenciado por la afirmación fundamental
que encabeza el evangelio: Jesús, el Cristo, Hijo de Dios. Su carácter
mesiánico lo vincula a los motivos teológicos de la antigua alianza. Juan hace
de puente entre los dos testamentos. Hay una continuidad explícita entre
Juan=AT, y Jesús-NT. El que viene "detrás de mí" puede más que yo.
"Detrás de mí" significa que él se siente como el principio de una
realidad futura que le supera. La obra del que viene detrás es el bautismo con
Espíritu.
El Bautista es el mayor, pero desaparece ante el que puede más que él.
El bautiza con agua pero está ya presente el que bautiza con Espíritu. Los
otros evangelistas hablan de su bautismo en Espíritu y fuego que se clarifica
con la venida del Espíritu en forma de lenguas de fuego en Pentecostés.
En el evangelio de Marcos, Jesús entra en nuestra historia a través del
bautismo de Juan. Con este gesto se incardina en la historia de salvación del
pueblo de Dios compendiada en el bautismo de Juan. Se pone entre los pecadores y
se somete, junto con ellos, al juicio de Dios.
El bautismo de Jesús es el primero de una serie de signos mesiánicos que
-relacionados intrínsecamente con la muerte de Cristo- representan la salvación
definitiva de Dios. La cena pascual puso fin a estos signos del cumplimiento
escatológico.
Marcos, para demostrar que Jesús bautizará con Espíritu, dice que se
rasgaron los cielos, bajó el Espíritu y se oyó la voz del cielo. Rasgarse los
cielos equivale a decir que ha llegado la salvación definitiva. Dios vuelve a
hablar con su pueblo. Había enmudecido, no había profetas. La conclusión no es
formulada aquí explícitamente, como en la narración de la transfiguración
(Marcos 9,7), pero es clara: es mi hijo amado, mi preferido. Escuchadle.
PERE FRANQUESA - MISA DOMINICAL 1985/02/MISA
6.- Jesús se acerca al Bautista y le reconoce abiertamente sus
credenciales proféticas. E incluso se pone en la cola de sus prosélitos y
recibe el bautismo de sus manos. Ahora bien, como quiera que el bautismo de
Juan, más que ritual, era moral, o sea incluía el conocimiento de los propios
pecados, surge el problema de si el bautismo de Jesús llevaba consigo también
una confesión de los pecados.
Este problema ya se dejó sentir en la iglesia primitiva, como se deduce
de Mt 3, 13ss. y de Heb 5. Pero el contexto próximo es bastante claro: Jesús
comparte la condición de los pecadores, él mismo "se hace pecado" (2
Cor 5, 21); pero en seguida baja del cielo una voz divina que lo declara
inocente. El segundo evangelio es profundamente dialéctico, y solamente desde
una lectura estrictamente dialéctica puede entenderse. Aquí se presenta a Jesús
como hombre con todas sus consecuencias, incluso las del pecado; pero al mismo
tiempo se subraya su dimensión divina, única en toda la historia de los profetas
de Israel.
Jesús, Dios y hombre; Jesús, pecador e inocente: he aquí una clave para
penetrar en la cristología y, por consiguiente, en la eclesiología del segundo
evangelio. Lo divino no debe admitirse a costa de lo humano; ni lo humano debe
subrayarse a costa de lo divino. Igualmente la iglesia deberá aceptar esta
difícil postura dialéctica. Deberá compartir con el resto de la humanidad esa
triste historia empecatada, pero al mismo tiempo deberá ser profundamente pura,
para luchar eficazmente contra el pecado. A lo largo de la historia la Iglesia
ha compartido demasiadas veces el pecado humano, no en lo que éste tiene
"contra el Hijo del hombre", sino en lo que significa "contra el
Espíritu" (Mt 12, 31-32; Lc 12, 10). Esto quiere decir que una Iglesia que
con una espiritualidad evasiva quiere disimular su pecado de compromiso con los
poderosos y los explotadores de la humanidad, no ha cumplido su misión
profética.
La inmersión en el pecado humano exige de ella una gran pureza, para que
así pueda realizar su misión fundamental de exhortar a todos los hombres al
verdadero arrepentimiento. Y si en esta inmersión de la Iglesia en el pecado de
la humanidad doliente comete alguna imperfección, Jesús declara que el perdón
para ella será fácil. No así para una Iglesia que peca contra la luz y que a
sus pecados de compromiso con los poderosos los cubre de mármoles sagrados, los
rocía de agua bendita y los oculta tras el incienso de un culto hipócrita.
COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT - EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1112
7. ACI DIGITAL 2003
7. La conmoción que el Bautista con su predicación de penitencia y su
modo de vivir produjo, fue tan grande, que muchos creyeron que él fuese el
"Mesías" prometido. Para evitar este engaño, Juan acentúa su misión
de "precursor" señalando con su dedo hacia Jesús: En pos de mí, viene
uno... "Así como la aurora es el fin de la noche y el principio del día,
Juan Bautista es la aurora del día del Evangelio, y el término de la noche de
la Ley" (Tertuliano). Véase Juan 3, 30 y nota: "Es necesario que Él
crezca y que yo disminuya. Como el lucero de la mañana palidece ante el sol,
así el Precursor del Señor quiere eclipsarse ante el que es la Sabiduría
encarnada. Esta es la lección que nos deja el Bautista a cuantos queremos predicar
al Salvador: desaparecer. "¡Ay, cuando digan bien de vosotros!"
8.- Un padre debe decir a su hijo que le quiere, sugiere el predicador
del Papa
Comenta el Evangelio de la fiesta del Bautismo del Señor.
ROMA, viernes, 7 enero 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del
padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, al Evangelio de
la liturgia del próximo domingo, 9 de enero (Mt 3,13-17), fiesta del Bautismo
del Señor. Cuando se escribe la vida de los grandes artistas y poetas, siempre
se intenta descubrir la persona (en general la mujer) que ha sido, para el
genio, la fuente de inspiración, la musa frecuentemente escondida. También en
la vida de Cristo hallamos un amor secreto que ha sido el motivo inspirador de
todo lo que hizo: su amor por el Padre celestial. Ahora, con ocasión del
Bautismo en el Jordán, descubrimos que este amor es recíproco. El Padre
proclama a Jesús su «Hijo predilecto» y le manifiesta toda su complacencia
enviando sobre él el Espíritu Santo, que es su mismo amor personificado.
Según la Escritura, como la relación hombre-mujer tiene su modelo en la
relación Cristo-Iglesia, así la relación padre-hijo tiene su modelo en la
relación entre Dios Padre y su Hijo Jesús. De Dios padre «toda paternidad en
los cielos y en la tierra toma nombre» (Ef 3,15), esto es, saca existencia,
sentido y valor. Es una ocasión para reflexionar sobre este delicado tema.
Quién sabe por qué la literatura, el arte, el espectáculo, la publicidad
explotan una sola relación humana: la de fondo sexual entre el hombre y la
mujer, entre el marido y la esposa. Dejamos en cambio casi del todo inexplorada
otra relación humana igualmente universal y vital, otra de las grandes fuentes
de gozo de la vida: la relación padres-hijos, la alegría de la paternidad.
Igual que el cáncer ataca habitualmente los órganos más delicados en el hombre
y en la mujer, así el poder destructor del pecado y del mal ataca los ganglios
más vitales de la existencia humana. No hay nada que sea sometido al abuso, a
la explotación y a la violencia como la relación hombre-mujer, y no hay nada
que esté tan expuesto a la deformación como la relación padre-hijo:
autoritarismo, paternalismo, rebelión, rechazo, incomunicación... El
sufrimiento es recíproco. Hay padres cuyo sufrimiento más profundo en la vida
es ser rechazados o directamente despreciados por los hijos, por los cuales han
hecho cuanto han podido. Y hay hijos cuyo más profundo y no confesado
sufrimiento es sentirse incomprendidos o rechazados por el padre, y que en un
momento de irritación, tal vez han oído decir del propio padre: «¡Tú no eres mi
hijo!». ¿Qué hacer? Ante todo creer. Reencontrar la confianza en la paternidad.
Pedir a Dios el don de saber ser padre. Después esforzarse también en imitar al
Padre celeste.
San Pablo traza así la relación padres-hijos: «Hijos, obedeced en todo a
vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor. Padres, no exasperéis
a vuestros hijos, no sea que se desanimen» (Col 3,20-21). A los hijos
recomienda la obediencia, pero una obediencia filial, no de esclavos o de
militares; a los padres que «no exasperen» a los hijos; esto es, en sentido
positivo, tener paciencia, comprensión, no exigir todo inmediatamente, saber
esperar a que los hijos maduren, saber disculpar sus errores. Se trata de no
desalentar con continuos reproches y observaciones negativas, sino más bien
animar cada pequeño esfuerzo. Comunicar sentido de libertad, de protección, de
confianza en sí mismos, de seguridad.
Como hace Dios, que dice querer ser siempre para nosotros una «roca de defensa»
y una «ayuda siempre cercada en las angustias» (Sal 46). No tengáis miedo de
imitar alguna vez, a la letra, a Dios Padre y de decir al propio hijo o hija:
«¡Tú eres mi hijo amado! ¡Tú eres mi hija amada! ¡Estoy orgulloso de ti, de ser
tu padre!». Si sale del corazón en el momento adecuado, esta palabra hace
milagros, da alas al corazón del chaval o de la joven. Y para el padre es como
generar una segunda vez, más conscientemente, al propio hijo.