¿A QUIEN IREMOS?.
COMENTARIO
Evangelio de
crisis, meditación de crisis o para prevenir una crisis: las dificultades se
presentan a veces brutalmente y de improviso. De pronto, todos nos cansa: la
misa, un predicador nos molesta, el mal en el mundo nos aplasta, la muerte de
un niño nos rebela, la parroquia nos decepciona, o simplemente el sacerdote de
la parroquia nos desilusiona... y tenemos ganas de dejarlo todo. “Muchos de sus
discípulos se retiraron y dejaron de
acompañarle”.
Hacer entonces
un esfuerzo por mirar a Jesús y acabar diciéndole: ¿A quién iremos?. Eres tú el
que tienes palabras de vida eterna”, puede
ser un reflejo
salvador. Con tal que no sea
un impulso demasiado forzado o
demasiado sentimental. El Jesús con que nos encontramos en el texto de hoy
no es un Jesús tierno. Ve muchas cosas,
“sabe” dice Juan reacciona como lo hace siempre que choca con gente
cobarde. No habla entonces de amor, sino
de fe: “Hay algunos que no creen”. Nosotros “¿A quién iremos?” no es un buen
grito de amor y de confianza pero si una
confianza de fe. Pero la dificultad aumenta. Podríamos pensar que en
esos momentos de crisis lograríamos arrancar nosotros mismos de nuestras
entrañas ese grito de fe-amor. Y también allí se muestra duro y desconcertante:
“Ya les expliqué que nadie puede venir a mí si mi Padre no los llama”. Una
frase que no nos gusta porque nos deja desarmados. ¿En qué momento y de qué forma nos atrae el Padre
hacia Jesús dándonos la gracia de creen de verdad en él?. ¿A quién le hace ese
regalo?. Es la tentación siempre inútil de ponernos en el
sitio de Dios, de intentar colarnos en sus pensamientos, en sus decisiones...
¡y en sus preferencias!.
Tenemos que hacer ciertamente alguna cosa, pero no
cuestionando a Dios en sus opciones, sino recibiendo lo mejor posible lo que él
ha escogido darnos.. En vez de imaginarme demasiado pronto que hemos ido a
Cristo que queremos ir a él y que haremos cualquier cosa por él, empecemos
aceptando humildemente la idea de que todo depende del Padre. Esto nos moverá
primero a pedirle con mucha más pasión la gracia de sentirnos atraídos hacia el
Hijo.
Y seremos además más decididos para explotar al
máximo esta atracción que san Juan llama “creer” en el sentido de la mayor
adhesión posible de todo nuestro Ser. Ese “creer” tan fuerte es prácticamente
todo su evangelio. No se trata de velar, de sufrir, de dar limosna, etc... Como
en Mateo, Marcos y Lucas. Aquí todo se reduce a la fe. Lo que hay que hacer
brotará normalmente de nuestro arraigo en Cristo.
Si podemos decir como Pedro “Creemos y sabemos que
tú eres el santo de Dios” al mismo tiempo porque nos atrae
el Padre y porque nosotros no cesamos de reforzar esa atracción, nuestro “¿a
quién iríamos?” no será
un suspiro por la
última oportunidad o un
resto de afecto sentimental al Jesús de nuestra adolescencia. Será, en nuestras
lágrimas y en nuestra sonrisa de fe-amor
el desafío que lanzaba san Pablo: “¿Quién podrá separarme de
Cristo?” (Rom. 8, 39).
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez
ANTÍFONA
DE ENTRADA SAL 85, 1-3
Inclina tu
oído, Señor, escúchame. Salva a tu siervo que confía en ti. Piedad de mí,
Señor, que a ti te estoy llamando todo el día. Se dice el gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Oh, Dios, que unes los corazones de tus fieles en un
mismo deseo, concede a tu pueblo amar lo que prescribes y esperar lo que
prometes, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros ánimos se
afirmen allí donde están los gozos verdaderos. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA
LECTURA
Lectura del libro de Josué 24,
1-2a.15-17.18b
En aquellos días, Josué reunió a las tribus de
Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los jefes, jueces y
oficiales, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: «Si no les
agrada servir al Señor, digan aquí y ahora a quién quieren servir: a los dioses
que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates o a los dioses de
los amorreos, en cuyo país ustedes habitan; mi familia y yo serviremos al
Señor». El pueblo respondió: «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir
a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a
nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes
signos, nos protegió en el camino que recorrimos y en todos los pueblos por
donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!».
SALMO RESPONSORIAL SAL 33, 2-3.16-23
R. Gusten y vean qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está
siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen
y se alegren.R.
Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos
escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar
de la tierra su memoria.R.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de
sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.R.
Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo
libra el Señor; él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará.R.
La maldad da muerte al malvado, y los que odian al
justo serán castigados. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se
acoge a él.R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Efesios 5, 21-32
Hermanos: Ténganse mutuamente respeto en honor a
Cristo. Que las mujeres respeten a sus maridos como si se tratara del Señor;
salvador de la Iglesia, que es su cuerpo. Por tanto,
así como la Iglesia es dócil a Cristo, así también las mujeres sean dóciles a
sus maridos en todo. Esposos, amen a sus esposas como Cristo amó a su Iglesia. Él
se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del
agua y la palabra, y para presentársela ante sí como una Iglesia radiante, sin
mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también
los maridos amar a sus esposas, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es
amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da
alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
«Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y
serán los dos una sola carne». Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo
y a la Iglesia. Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN
ANTES DEL EVANGELIO JN 6, 63C.68C
Aleluya. Tus
palabras, Señor, son espíritu y vida; tú tienes palabras de vida eterna.
Aleluya.
SANTO
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 60-69
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al
oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto los
escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes?
El espíritu es quien da vida; la carne de nada sirve. Las palabras que les he
dicho son espíritu y vida. Y, a pesar de esto, algunos de ustedes no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a
entregar. Y dijo: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre
no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos suyos se retiraron y ya no
andaban con él. Entonces Jesús dijo a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?».
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna; nosotros creemos
ORACIÓN
UNIVERSAL
Acudamos a Dios y oremos con fe diciendo: R. Te
rogamos, óyenos.
1. Por la Iglesia: para que en este tiempo tan
complejo, en Jesús encuentre su guía y punto de referencia. Oremos. R.
2. Por los que han recibido de Cristo la autoridad
en la Iglesia y en el mundo: que gobiernen según su corazón. Oremos. R.
3. Por los matrimonios: que el respeto, el amor y la
unidad sean una realidad en las parejas y que los hijos aprendan el arte de
amar sin egoísmo a ejemplo de sus padres. Oremos. R.
4. Por los que sufren corporal o espiritualmente,
particularmente los afectados por la pandemia: que encuentren la fuerza que
necesitan en Jesucristo, que asumió nuestras debilidades. Oremos. R.
5. Por los difuntos: que, liberados del poder de la
muerte, gocen de la vida eterna. Oremos. R.
6. Por nosotros y los que confían en nuestras
oraciones: que Dios se haga presente en nuestras vidas y nos transforme según
su querer. Oremos. R.
Te rogamos, Señor, que escuches a tus hijos,
bendigas a tu Iglesia, y que un día nos des a todos tu vida eterna. Te lo
pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que adquiriste para ti un pueblo de adopción
con el sacrificio de una vez para siempre, concédenos propicio los dones de la unidad
y de la paz en tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE COMUNIÓN JN 6, 54
El que come mi
carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día,
dice el Señor.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te pedimos, Señor, que realices plenamente en
nosotros el auxilio de tu misericordia, y haz que seamos tales y actuemos de
tal modo que en todo podamos agradarte. Por Jesucristo, nuestro Señor.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Jn 6, 61-70
1.-
Comentario.
La
infinitud divina se encierra en los estrechos límites del cuerpo humano de
Jesús y este cuerpo es alimento generador de vida sin término. En los dos
domingos anteriores será la autoridad religiosa judía la que cuestionaba ambos
hechos; hoy son los propios discípulos de Jesús quienes lo hacen. "Este
modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?" Esta crítica no
tiene necesariamente su origen en la mala voluntad humana, sino en la
dificultad real de conciliar términos antitéticos (inmanente-trascendente;
divino-humano). Esta conciliación es un verdadero escollo racional. "¿Esto
os escandaliza?" (Mejor traducción que la litúrgica: "¿esto os hace
vacilar?"). (Recuérdese lo escrito el domingo catorce a propósito del
sentido etimológico de escándalo-escandalizar). El escollo se agranda a la hora
de pensar en el retorno de Jesús a donde estaba antes. Esta misma problemática
ya había aparecido en el diálogo con Nicodemo (cfr. Jn. 3, 11-13). La
dificultad es real y su solución exclusivamente racional poco menos que
imposible. Un claro reflejo de esto es el lenguaje del evangelista. Algo pasa,
escribía el domingo pasado, que el lenguaje de Juan no acierta a expresar o
que, si lo expresa, lo hace de manera contradictoria.
Compárense
estas dos afirmaciones: "Mi carne es verdadera comida; la carne no sirve
de nada". Con esta segunda afirmación el evangelista deja cumplida
constancia de la validez y del peso de las críticas anteriores. La carne, es
decir, la persona con toda su carga de ser efímero y perecedero, no puede, en
efecto, ser generadora de vida sin término. Y, sin embargo, Juan sigue
manteniendo la validez de la primera afirmación: "Mi carne es verdadera
comida". ¿Por qué? Porque, para Juan, Jesús es simultáneamente espíritu.
"El espíritu es quien da vida. Las palabras que yo os he dicho son
espíritu y son vida". Pero, una vez más, Juan insiste en la necesidad de
la experiencia mística para poder descubrir, entender y aceptar esto: "Por
eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".
Y no quisiera pecar de exagerado al afirmar que Juan da a esta experiencia el
nombre de fe: "algunos de vosotros no creen".
Por
primera y única vez en el cuarto Evangelio aparecen los doce. Lo hacen como grupo
ya formado y cuya existencia se da por descontado. Juan los presente como los
hombres de la experiencia mística: "¿A quién vamos a acudir? En tus
palabras hay vida eterna. Nosotros creemos". Es Pedro quien habla por
todos. Nos hallamos probablemente ante el equivalente de Mt. 16, 15-16. Dos
formulaciones diferentes del mismo hecho: del descubrimiento del insondable
misterio de Jesús, de su persona de carne y hueso. De ahí el carácter
fundamental e insustituible de los doce. Pero ahora, querido lector, te invito
a que leas Efesios 3, 14-19. Caerás en la cuenta de que a ese mismo
descubrimiento, a esa insospechada y maravillosa experiencia mística estamos
todos llamados.
ALBERTO
BENITO - DABAR 1985, 43
2.-
Texto. Comienza recogiendo la perplejidad producida por lo dicho por
Jesús en los domingos anteriores. Enseñanza inaceptable: he aquí formulada la
reacción de la razón, algo de lo que hasta ahora eran portavoces los judíos y
de lo que ahora lo son los propios discípulos. De la perplejidad no queda,
pues, exento nadie. Más aún, parece configurarse como reacción inevitable:
"¿Y si vierais al hijo del hombre subir a donde estaba antes?"
Imaginemos que este lugar fuera la cruz. ¿Acaso no sería inaceptable la
pregunta? Pero, ¿y si la pregunta se estuviera refiriendo al amor como lugar de
estancia de Jesús? Ahora bien, ¿no es acaso la cruz donde Jesús manifestaba su
máximo amor? "El amor supremo consiste en dar la vida por los amigos"
(Jn 15, 13).
Efectivamente
la pregunta objeto de perplejidad se refiere a la cruz como lugar de estancia
anterior de Jesús. Nada de esto hace, sin embargo, sentido, si no se está en la
onda de Dios. Estar en la onda de Dios puede ser una formulación inteligible de
lo que el texto afirma en los vs. 63-65. No es posible entrar en detalle en el
análisis de estos versículos, en los que, entre otras cosas, el término
"carne" está empleado en contraposición a "espíritu" y,
consiguientemente con un matiz distinto al que tenía el domingo pasado. Carne,
en efecto, no designa aquí tanto lo sensible y perceptible del ser humano,
cuanto su dimensión perecedera y corruptible; por contraposición, espíritu
designa lo imperecedero, lo incorruptible. Así, por ejemplo, desde el diálogo
con Nicodemo el lector sabe que "Dios es espíritu" (Jn. 4, 24).
Estar en
la onda de Dios no es, sin embargo, algo impositivo. El texto de hoy reduce el
número de discípulos a un mínimo e incluso éste, cuestionable y reducible. Pero
es en este mínimo donde se da la interpretación de lo que Jesús es y significa.
Comentario.
Este texto, con el que se cierran las reflexiones sobre el signo de la
multiplicación de los panes y los peces, formula la única actitud capaz de
entender ese signo. Se trata de una actitud a la que hay que calificar de
espiritual, por cuanto que es capaz de descubrir el espíritu de Jesús, es
decir, lo consistente e imperecedero que hay en él.
Este
descubrimiento lleva a relativizar todo lo que hasta ese momento parecía ser
fundamental. En lugar de todo ello emerge Jesús, su persona, su palabra, iluminándolo
todo con una luz nueva. A la luz de Jesús hay cosas que dejan de tener interés
y valor, otras que surgen y otras que cobran nuevo sentido. La sed de búsqueda
de lo absoluto se sacia y lo relativo pierde la premura e importancia que a
menudo se le da. De ninguna dificultad queda eximido el creyente, pero ninguna
puede sobre él.
ALBERTO
BENITO - DABAR 1991, 42
3. -
Texto. El comienzo remite al contenido de los tres domingos últimos
calificándolo de inaceptable. En esta ocasión la crítica proviene del propio
campo de los discípulos de Jesús.
En su
respuesta comienza Jesús previendo un nuevo escándalo, a añadir al ya producido
por sus palabras: "Si esto os escandaliza, ¿qué será cuando veáis al Hijo
del Hombre subir a donde estaba antes?" (la traducción litúrgica ha
evitado el verbo escandalizar). Si las afirmaciones de los domingos pasados
escandalizaban, el ver al Hijo del Hombre volver a su lugar natural
escandalizará todavía más.
En los
vs. 63-65 aborda Jesús la cuestión de la raíz o causa de este escándalo. Como
ya sucedía hace dos domingos, esa raíz la sitúa en un posicionamiento
inadecuado: falta de sintonía con el Padre o, lo que es lo mismo, falta de fe.
Al posicionamiento adecuado Jesús lo llama espíritu: al inadecuado, carne.
Estos términos no expresan componentes de la persona, sino comportamientos o
actitudes de la persona. Si ella está en sintonía con el Padre es espíritu; si
no lo está es carne.
En el vs.
66 el autor da cuenta del abandono del seguimiento de Jesús por parte de muchos
discípulos. Aunque la traducción litúrgica no lo refleja adecuadamente, este
abandono está concebido como una vuelta a la observación de la Ley. En nombre
del grupo, Pedro hace profesión de abandono de la ley y de adhesión a Jesús
como fuente de bienestar, libertad y vida.
Comentario.
Una palabra o un hecho son escandalosos en la medida en que rompen los
esquemas, hábitos o comportamientos de los individuos o de los grupos. El grupo
que hoy se escandaliza ya no es el de los maestros de Israel, sino el de los
discípulos de Jesús. Se sienten más seguros siendo observantes que siendo
creyentes. Prefieren el estado de vida orientado por la Ley al estilo de vida
orientado por la fe, el estilo de vida carnal al estilo de vida espiritual. Es
importante insistir en esta acepción de los términos carnal y espiritual,
porque se trata de términos que suelen ser fuente de graves equívocos. En
cuanto opuesta a espíritu, carne no tiene nada que ver con pasión o desenfreno.
Más bien es al contrario: una persona carnal es alguien meticulosamente
observante, debido a que ha hecho de la Ley el norte y guía de su
comportamiento. A diferencia de la persona carnal, la persona espiritual es la
que se entiende a sí misma desde una relación con el Dios manifestado por
Jesús.
El texto
habla de un segundo escándalo a propósito del lugar al que Jesús va a subir.
Espontáneamente pensamos en el cielo. Pero entonces no se entiende como el
cielo pueda ser presentado como motivo de escándalo. El enigma se despeja si,
en vez de pensar en el cielo, pensamos en la cruz. ¡La cruz como morada del
enviado de Dios! Esto sí que de verdad rompe nuestros esquemas de concebir a
Dios y por ello mismo puede resultarnos escandaloso.
Pero ¿ha
estado antes Jesús en la cruz? En el cuarto Evangelio la cruz es el lugar por
excelencia donde se manifiesta el amor de Dios. No hay amor más grande que dar
la vida por los amigos (Jn 15,13). Si algo define a Dios en el cuarto
Evangelio, eso es el amor. Este es el espacio natural de Dios, donde El siempre
ha estado y estará siempre.
A. BENITO
- DABAR 1988, 44
4.- La
actividad de Jesús en Galilea entra en una situación crítica:
Después
de rechazar Jesús la concepción mesiánica popular con todo su exacerbado
nacionalismo, el entusiasmo de las multitudes se va enfriando y llega un
momento en que, escandalizadas éstas por las palabras de Jesús, lo abandonan.
La desilusión penetra incluso en el interior del círculo de los más adictos, en
el grupo de los "discípulos" (más amplio que el de los
"Doce", cfr. Lc 10,1). Pero Jesús, a pesar de este fracaso, anuncia
ya la victoria de su resurrección y la gloria de su ascensión a los cielos.
Los que
permanezcan hasta el fin tendrán un día experiencia de este misterio y
conocerán la existencia gloriosa del Señor ascendido a los cielos. Entonces se
acabarán todas las vacilaciones y serán confirmados en la fe. Comprenderán
también que Jesús, por su ascensión a los cielos libre de todas las
limitaciones naturales, poseerán para los creyentes un cuerpo espiritualizado;
esto es, un cuerpo bajo la acción del Espíritu Santo y capaz de dar vida a
cuantos lo reciban.
Ya ahora,
las palabras de Jesús son espíritu y vida. El Espíritu de Dios da a las
palabras de Jesús un sentido y una fuerza divina capaz de dar a cuantos las
escuchan con fe. Pero no todos quieren escucharle, no todos creen en él. Estos
no pueden entender nada y se escandalizan.
Muchos
discípulos abandonan a Jesús, y aun entre los "Doce" que se quedan
con él, hay un traidor. Sin embargo, Pedro responde a la pregunta de Jesús
haciendo en nombre de sus compañeros una sincera profesión de fe. Ellos creen
que Jesús tiene palabras de vida eterna y que es el Mesías o "Santo de
Dios" por otra parte, como dice muy bien Pedro, la cuestión no es sólo
seguir o dejar a Jesús, sino encontrar a otro que tenga como él palabras
capaces de dar vida eterna.
EUCARISTÍA
1976, 48
5.- El
discurso de Jesús es visto como "duro", difícil para la razón humana.
Jesús se ha movido en el terreno sapiencial y sacramental. En el fondo se ha
propuesto él mismo, y no sólo su mensaje, como lo único válido de todo lo que
existe en este mundo: es el único que puede dar vida. Choca a sus
contemporáneos el hecho de que un hombre se coloque como gozne de todo el
universo. Es también la situación de nuestros contemporáneos: el Evangelio es
un mensaje bonito y hasta interesante, quizás uno de los más interesantes, pero
¿¡el único proyecto de vida válido, entre todos los que nos ofrece el
pluralismo social actual!?
JORDI
LATORRE - MISA DOMINICAL 1991, 12
6.- Las
reacciones de la gente y de los apóstoles cierran este inciso joánico en el
interior de la lectura continua de Marcos.
Este
fragmento nos reporta la crisis final del ministerio de JC en Galilea, que la
tradición sinóptica también recuerda, y el paso a una dedicación más plena al
grupo de los doce fieles. En efecto, un buen número de gente que le seguía,
ante el mensaje que Juan ha concentrado en el discurso que hemos leído en estos
tres días, dejó de tener interés por JC y lo abandonó. Y el motivo no fue sólo,
ciertamente, el malentendido sobre el comer la carne y el beber la sangre. El
"modo de hablar inaceptable" es todo el proceso que JC les ha
marcado: aceptar que lo que merece la pena no es el pan material que JC pueda
dar (milagros, bienestar, fuerza política), sino algo más permanente, este pan
capaz de dar vida eterna es JC mismo, aquel hombre normal que pretende haber
bajado del cielo; aceptar, finalmente, que la participación de la vida de JC se
hace realidad en una carne y una sangre que el hombre puede comer.
Muchos de
los seguidores "vacilan" ante este mensaje, y como respuesta JC les
anuncia una nueva vacilación (un nuevo escándalo), aún más definitivo: el de la
cruz, donde el Hijo del hombre se manifestará glorificado no sólo como un
hombre normal, ¡sino en la situación de un hombre fracasado! Por eso solamente
quien quiera situarse más allá de "la carne" (=el modo de ver las
cosas que el mundo tiene) y aceptar la guía del Espíritu es capaz de creer y
colocarse en la órbita de la vida. Porque -repite JC- el hombre no puede, por
sí mismo, aceptar a JC y caminar hacia él: es un don del Padre que el hombre
acoge.
Así,
muchos de los seguidores no quieren entrar en este juego y aceptar a JC como
fuente de vida. Entonces JC se dirige a los doce y tiene lugar aquella escena
que los sinópticos nos sitúan en Cesarea de Filipo. JC, con un tono que deja
adivinar su amargura (en los sinópticos esta amargura no está tan destacada
pero también está: allí, después de constatar que la gente no ha comprendido
quien es, JC quiere comprobar si los discípulos lo entienden), quiere saber si
aún queda alguien con ganas de emprender el camino que él ha venido a traer. Y
Pedro responde, de un modo también más emotivo que en los sinópticos,
expresando ante todo una viva adhesión personal y vital ("¿A quién vamos a
acudir?"), aceptando después que las palabras (la revelación) de JC dan la
vida eterna, y profesando finalmente la fe en su mesianidad.
JOSÉ
LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1979, 16
7.- Muy
característica del estilo joánico es la autocita del v. 65: "Por eso os he
dicho que nadie puede venir a mi si el Padre no se lo concede" (cf. v.
44). Misterio de la gracia y la libertad: ir a Jesús, o sea creer en él, es
fundamentalmente un don del Padre, pero al propio tiempo es un acto libre, y el
que libremente no corresponde al don del Padre es personalmente responsable de
su no correspondencia. Sin esta noción de libertad y responsabilidad personales
no tendría ningún sentido el final del episodio, que contrapone la retirada de
la mayoría de los discípulos a la fidelidad de Pedro y los doce. Ante las
defecciones, Jesús acorrala a los que siguen a su lado, apela a su libertad y
los exhorta a optar libremente, pero radical- mente (recordemos el tema de la
opción que hemos subrayado en las dos lecturas anteriores).
La
confesión de Pedro (v. 69) equivale sensiblemente a la confesión de Cesarea
según Mt 16, 16 y, como ésta, expresa la fe pospascual, reflejada también en
las palabras del v. 62: "¿y si vierais al Hijo del Hombre subir adonde
estaba antes?". Se han escandalizado al decirles Jesús que ha bajado del
cielo. Más van a escandalizarse luego los que oigan predicar a los apóstoles
que el crucificado ha subido glorioso al cielo.
HILARI
RAGUER - MISA DOMINICAL 1979, 16
8. FE/ESCANDALO:
Los oyentes
califican de "intolerable" el discurso de Jesús. Es un discurso que,
sobre todo por la conexión que se establece entre el discurso del pan y el
discurso de la eucaristía, plantea a los oyentes una grave exigencia, como
exigencia de la fe en Jesús y también como exigencia de una concreción de esa
fe en la participación en la mesa del Señor. Ello pone de manifiesto una vez
más que la fe no es algo autónomo e independiente, sino más bien una decisión
personal, que incluye la aceptación personal de Jesús por parte del hombre.
Jesús no priva a los oyentes de su decisión. Así lo demuestra la pregunta:
""¿Esto constituye un tropiezo (o escándalo) para vosotros?"
Jesús articula con ello el asentimiento del círculo de los oyentes, que comprende
también a quienes hasta ahora han pertenecido al grupo de los discípulos de
Jesús. También ellos, como antes los judíos, empiezan a murmurar, con lo que
manifiestan su mala disposición para creer. El "tropiezo", o el
escándalo como antes se prefería decir, no se puede evitar. "La
posibilidad del escándalo es la encrucijada o significa lo mismo que hallarse
en un cruce de caminos. Uno se inclina hacia el escándalo o hacia la fe; pero
jamás se llega a la fe sino a través de la posibilidad del escándalo"
(·Kierkegaard).
EL NT Y
SU MENSAJE - EL EVANG. SEGUN S. JUAN. 04/1ª - HERDER BARCELONA 1983.Pág. 414
9.FE/ESCANDALO/EU:
El
discurso de Jesús sobre el pan de vida y más aún las palabras eucarísticas de
que es necesario comer su carne y beber su sangre decepcionan y escandalizan a
la mayoría de los oyentes.
"Muchos
discípulos de Jesús al oírlo, dijeron: Este modo de hablar es duro, ¿quién
puede hacerle caso?". Las palabras de Jesús plantean a los oyentes una
grave exigencia. La fe no es algo autónomo e independiente sino más bien una
decisión personal que incluye la aceptación de Jesús por parte del hombre.
Jesús no priva a los oyentes de su decisión personal. "Esto os hace
vacilar?". También muchos discípulos, como antes los judíos, empiezan a
murmurar, con lo que manifiestan su mala disposición para creer. El tropiezo o
el escándalo no se puede evitar.
"La
posibilidad del escándalo, dice Kirkegaard, es la encrucijada, o significa lo
mismo que hallarse en un cruce de caminos. Uno se inclina hacia el escándalo o
hacia la fe; pero jamás se llega a la fe sino a través de la posibilidad del
escándalo".
10 ¿A
quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna
Estamos
ante el final del discurso sobre el pan de vida. El evangelista, después de
habernos presentado a lo largo del discurso la fe en la palabra de Jesús y la
participación sacramental en su cuerpo como el auténtico alimento para la vida
humana, nos propone dos tipos distintos de reacción entre el auditorio: la
incredulidad (v 60-66) y la fe de los doce (v 67-71), entre los cuales se halla
un traidor.
El
discurso de Jesús es juzgado como "duro", difícil para la razón
humana. Jesús se ha movido en el terreno sapiencial y sacramental. En el fondo
se ha propuesto a él mismo, y no sólo su mensaje, como lo único que es válido
de todo lo que existe en este mundo. Sólo él puede dar la vida. Sorprende a sus
contemporáneos el hecho de que un hombre se coloque como pivote del universo
entero. Es la misma situación de nuestros contemporáneos: el Evangelio es un
bello mensaje, incluso interesante, quizás uno de los más interesantes, pero
¡que pretensión ser el único proyecto de vida válido, de entre todos los que
nos ofrece el pluralismo social actual!
Los vv.
68-69 constituyen la versión juánica de la confesión de Pedro de Mc 8,27-30 y
paralelos. En los cuatro evangelios aparece Pedro como portavoz de la fe de la
primera generación cristiana. La respuesta del apóstol recupera la expresión
del mismo Jesús: "Las palabras que os he dicho son espíritu y vida",
esto es, constituyen la única orientación que puede dar sentido pleno a una
vida. Los discípulos aceptan la propuesta de Jesús, a pesar de las dificultades
ambientales y a pesar de la paradoja del mismo mensaje. Su respuesta constituye
una opción de fe en favor de Jesús.
"Nosotros
creemos y sabemos" (cf. también 17,8 y Ju 4,16): la fe, entendida como
adhesión personal a Cristo, conduce a un mayor conocimiento de su mensaje y de
su persona. Pero también se da el moviomiento a la inversa: conocer a Jesús,
reflexionar su mensaje, asimilar sus actitudes, conduce a una mayor madurez en
la fe.
MISA
DOMINICAL 2000, 11, 14