sábado, 9 de agosto de 2014

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO XIX TIEMPO ORDINARIO CICLO A - 10 AGOSTO 2014

EL VIENTO AMAINÓ



PRIMERA LECTURA

Lectura del primer libro de los Reyes 19,9a.11-13a

En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: «Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va pasar!»
Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hizo trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 84)

Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.».
La salvación está ya cerca de sus fieles, 
y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

La misericordia y la fidelidad se encuentran, 
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R.

El Señor nos dará la lluvia, 
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 9,1-5

Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo 14,22-33

Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!». Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.». Él le dijo: «Ven.».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.».
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.».

COMENTARIO

En la Iglesia y en toda existencia cristiana las cosas se desarrollan siempre entre la confianza y el miedo. Es lo que nos indica el evangelio de Jesús caminando sobre las aguas. El miedo. Una barca lejos de la orilla y amenazada por el oleaje, el viento contrario, la noche ¡Y un fantasma!. Aquellos hombres, a pesar de estar bien curtidos, gritan de espanto. La confianza. La noche pasa, se reconoce a Jesús. ¡Camina sobre el mar! Les habla: “¡Soy yo! ¡No tengan miedo! Y a Pedro: “¡Ven!”. Juego de la confianza y del miedo. Pedro empieza a caminar sobre las aguas. Pero tiene miedo y se hunde: “¡Sálvame!”. Jesús lo coge: “¡Por qué has dudado!”.
Cuestión clave de nuestra reflexión de hoy. La respuesta será el impulso de confianza total hacia la que se dirige todo el texto: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”.
Este milagro parece inútil (los otros milagros curan). Pero hay que ver en él una lección capital: es un milagro-revelación. Simboliza nuestros miedos más hondos y las cimas de nuestra confianza, cuando nuestra fe es vivida por nosotros como una experiencia: “Realmente eres el Hijo de Dios”. ¿He hablado de símbolo para insinuar que el milagro no tuvo lugar y que se trata tan solo de una enseñanza en imágenes sobre la confianza? No, aquellos hombres vieron ciertamente a Jesús caminando sobre las aguas y comprobaron cómo amainaba el viento. Jesús hizo aquello  por ellos, para robustecer su confianza: “¡Aquí estoy. No tengan miedo!”.
Ahora, releído por nosotros ese mismo suceso nos hace pensar en nuestra confianza en Jesús. En la vida tranquila creer en Jesús es un evangelio bonito: Nos gusta lo que él dice, sentimos ganas de hacer lo que él exige, sobre todo cuando habla del amar. Llega la tempestad, la noche del sufrimiento físico, la noche del fracaso, de la traición, de la vejez. ¿Cómo creer que Jesús va a sacarnos de estas aguas?. El milagro de ayer puede hacerse milagro para nosotros. El mismo Jesús - ¡El mismo!- está allí y nos habla: “No tengas miedo”. Y nos dice: “¡Ven!”. Escuchar a comprender ese ¡Ven! Es sentir en nosotros un calor de confianza, como si fuera calcio en nuestras venas. Le pedimos poder acercarnos a él, hacia un poco de solidez y de calma y él nos dice: “¡Ven!”. Si la batalla contra el miedo es ardua, sentimos sobre nosotros su mirada de mansa severidad: “¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?”.
Nos lo dice a nosotros y se lo dice a la Iglesia; el simbolismo de la barca es natural; la Iglesia está azotada por las olas, pero él está allí. Cuando llegamos a escuchar esa voz que nos dice: “No tengas miedo”, ¿Es que van a cambiar las cosas?. No necesariamente aunque a veces sea así. Pero nosotros sí que cambiamos y llevamos lo que nos parecía imposible de llevar. “Tú eres el Hijo de Dios; contigo caminaré sobre estas  aguas del miedo y del sufrimiento”.
No puedo llegar más lejos; sólo aquel que ha realizado esta experiencia de confianza sabe lo que quiere decir: “El viento amainó”.

PLEGARIA UNIVERSAL.
Oremos, hermanos a Dios Padre todopoderoso que tanto amo al mundo que le dio a su Hijo Único:

1.- Por la santa Iglesia de Dios: para que la unidad, la caridad mutua y el fervor reine entre nosotros. Roguemos al Señor.

2.- Por la humanidad para que cesen en el mundo las guerras, las divisiones, los odios, los recelos y las discordias y recuperemos las esperanzas en el amor. Roguemos al Señor.

3.- Por los que, no conociendo el amor, sufren los frutos del egoísmo; la soledad, la depresión, el desamparo: para que encuentren en su camino quienes les comprenda y ayuden. Roguemos al Señor.

4.- Por nosotros mismos para que, abandonando todos los ídolos: dinero, prestigio, consumismo, amemos a Dios con un corazón indiviso. Roguemos al Señor.

5.- Para que saliendo de nuestra mediocridad, sepamos llevar a plenitud la fe recibida en el bautismo, caminando así hacia la santidad que Dios exige de nosotros. Roguemos al Señor.

Padre, que imitemos a tu Hijo, que paso por la vida haciendo el bien, llevando así la plenitud la ley; para que amemos a ti sobre todas las cosas y a nuestros hermanos como a nosotros mismos. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 11: Santa Clara virgen (MO) Ez 1, 2-5. 24-28c; Sal 148; Mt 17, 22-27.
Martes 12: Ez 2, 8—3, 4; Sal 118; Mt 18, 1-5.10.12-14.
Miércoles 13: Ez 9, 1-7; 10, 18-22; Sal 112; Mt 18, 15-20.
Jueves 14: San Maximiliano María Kolbe, presbiterio y mártir (MO) Ez 12, 1-12; Sal 77; Mt 18, 21—19, 1.
Viernes 15: La Asunción de la Santísima Virgen María (S). Ap 11, 19ª; 12m 1.3-6ª.10ab; Sal 44; 1Co 15, 20-27ª; Lc 1, 39-56.
Sábado 16: Ez 18, 1-10. 13b.30-32; Sal 50; Mt 19, 13-15.
Domingo 17: Domingo XX del T.O. Is 56, 1.6-7; Sal 66; Rm 11, 13-15.29.32; Mt 15, 21-28.