REFLEXIONES
PARA CADA DÍA DEL MES DE MARÍA
La
Virgen María DOS IDEAS PREVIAS
Se
trata de que hagas oración cada día. Todos los días puedes empezar el rato de
oración con la "oración inicial para cada día"; después leyendo con
atención el "texto de cada día", a continuación hablas con Dios y con
María; por último, terminas rezando la "oración final".
1.
PROHIBIDO CORRER: Es corto; no tengas prisa en acabar. No es leer y ya está.
Dale tiempo a que Ella te hable.
2
LO QUE NO ESTÁ ESCRITO ¿Sabes qué es lo mejor de este texto? Lo que no está
escrito y tú le digas; la conversación que tú, personalmente, tengas con María.
ORACIÓN
INICIAL PARA CADA DÍA
Santa
María, ¡Madre de Dios y Madre mía! Eres más madre que todas las madres juntas:
cuídame como Tú sabes. Grábame, por favor, estas tres cosas que dijiste:
"NO
TIENEN VINO": presenta siempre a tu Hijo mis necesidades y las de todos
tus hijos.
"HACED
LO QUE ÉL OS DIGA": dame luz para saber lo que Jesús me dice, y amor
grande para hacerlo fielmente.
"HE
AQUÍ LA ESCLAVA DEL SEÑOR": que yo no tenga otra respuesta ante todo lo
que Él me insinúe.
ORACIÓN
FINAL PARA CADA DÍA
¡OH
SEÑORA MÍA, Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti; y en prueba de mi
amor de hijo te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi
corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, Madre buena,
guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén
Día
1: Mi Compañera
"Nuestra
Señora -decía Teresa de Calcuta- me acompaña en todos los viajes; la llamo mi
Compañera desde que un día, en Berhampur, le dije al capellán de las Hermanas
que me regalase una imagen de María Milagrosa con las manos abiertas,
derramando gracias sobre el mundo. Aceptó encantado, embaló la imagen y la
llevó a la estación. Era una imagen muy grande, casi de tamaño natural, así que
el jefe de estación quería que la facturase y pagase la correspondiente tarifa.
Pero yo tenía un pase en los ferrocarriles para mí y una compañera, así que le
dije: "ésta es mi compañera..." y me dejó viajar con la imagen sin
pagar nada por ello. Desde entonces, la Virgen me acompaña siempre en mis
desplazamientos. Nunca viajo sola"
Es
ahora cuando puedes hablar con Santa María. Si quieres puedes empezar
diciéndole lo escrito a continuación; luego comenta algo más con Ella.
María,
siempre, pero de modo muy especial en este mes de mayo, necesito que me
acompañes, que estés conmigo todo el día. Me gustaría darme más cuenta de que
realmente te tengo a mi lado en todo momento; aprovecharé -si me ayudas- cada
imagen tuya que vea para decirte algo, recordarlo y contar contigo. Gracias,
"Compañera".
Día
2: Un gran susto
Un
chaval (niño), mientras está dándose un chapuzón en la playa de Pientzia, es
arrastrado por una corriente de remolino; en cuanto se ve en peligro, grita: ¡mamá,
mamá! Agita los brazos como puede, pidiendo auxilio desesperadamente. Con
dificultad, de vez en cuando, logra sacar la cabeza y puede ver en la orilla a
su madre, que pacíficamente broncea su piel en una hamaca. Su única esperanza
es que su madre le oiga y haga lo que sea por rescatarle. Vocea más y más; por
fin, su madre oye los gritos que la llaman. Se incorpora y ve las
circunstancias de su hijo, y se vuelve a tumbar mientras piensa: ¡con lo fría
que está el agua, yo no me meto ni loca! ¡Otra vez -si es que sale de ésta- que
no se meta tan adentro!
¡Increíble!,
pensará quien lea este suceso; ¡no puede ser verdad! ¡Eso no es una madre, es
un monstruo! Es tan increíble, efectivamente, que no es verdad. Pero si no es
posible que una madre se porte así, menos posible es que grites interiormente a
María: ¡Madre mía, ayúdame!, y que Ella pase de ti.
Madre
mía, perdona todas las veces que te he tratado con desconfianza, o como si no
me escuchases; o, lo que es lo mismo, como si pasases de mí, como si no fueses
realmente mi madre. Sé que basta con que te diga una sola vez ¡Madre mía! para
que no pares hasta conseguirme lo que necesito. Y si no me lo consigues es que
claramente, de momento, no me conviene.
Ahora
es el momento importante en el que tú hablas a Santa María con tus palabras,
comentándole algo de lo que has leído. Cuando lo hayas hecho, termina con la
oración final.
Día
3: ¡Cómo le gusta!
En
el año 1917 la Virgen de Fátima se apareció a tres pastorcitos, que estaban en
una cueva, mientras su rebaño pastaba. Lucía, una de las pastoras, cuenta:
"La
aparición no se realizó el día 13 de agosto en Cova de Iría porque el
Administrador del Ayuntamiento apresó y llevó a Vila Nova de Ourem a los
pastorcitos con la intención de obligarlas a revelar el secreto que les había
dicho la Virgen que sólo podrían desvelar al Papa. Los tuvo presos en la
Administración y en el calabozo municipal.
Les
ofreció los más valiosos regalos si descubrían el secreto. Los pequeños
videntes respondieron:
-
No lo decimos ni aunque nos den el mundo entero.
Los
encerró en el calabozo. Los otros presos que estaban en el calabozo les
aconsejaron:
-
Pero decid al administrador ese secreto ¿qué os importa que esa Señora no
quiera?
-
¡Eso no -respondió Jacinta-, prefiero morir antes que no hacer lo que nos ha
dicho la Virgen!
Y
los tres niños rezaron con los otros presos el rosario, delante de una medalla
de Jacinta colgada de la pared.
El
administrador, para atemorizarlos, mandó preparar una caldera de aceite
hirviendo, en la cual amenazó asar a los pastorcitos si no hacían lo que les
mandaba. Ellos, aunque pensaban que la cosa iba en serio, permanecieron firmes
sin revelar nada".
Ni
siquiera en esas circunstancias dejan de rezar el rosario porque la Virgen se
lo ha pedido, y saben que le gusta. Ojalá tú tampoco dejes de dar ese gusto a
tu Madre: dile que todos los días de este mes tratarás de regalarte el rezar,
al menos, un misterio del Rosario (un Padrenuestro, diez Avemarías y un
Gloria). Es muy fácil... y ¡cómo le gusta!
Ahora,
si te parece, puedes comentar con María este propósito. Después termina con la
oración final.
Día
4: No está completa
La
plaza de San Pedro, en Roma, durante siglos no ha tenido una imagen de la
Virgen. Un amigo mío, universitario, en mayo de 1980, al ver tantas estatuas e
imágenes en la plaza comentó: "¡Falta la Virgen!; si tengo oportunidad, se
lo digo al Papa". A los pocos días, en una audiencia de Juan Pablo II con
universitarios, el Papa iba saludando por el pasillo central del aula a los más
cercanos. Cuando pasó cerca de este amigo, le dijo: "Santo Padre: en la
plaza de San Pedro no está la Virgen, no está la Madonna... ". Juan Pablo
II lo pensó un momento y le contestó en castellano: "La Plaza no está completa...
Habrá que terminarla, habrá que terminarla... ".
Al
año siguiente, en 1981, el Papa inauguraba un mosaico grande dedicado a María,
Madre de la Iglesia, que se encuentra en una fachada, sobre la plaza. "Me
alegra inaugurar este testimonio de nuestro amor (...), que todos los que
vengan a esta plaza de San Pedro eleven la mirada a nuestra Señora, para
dirigirle ( ... ) un saludo personal".
Si
en tu habitación no tienes una imagen de la Virgen, tu habitación está
incompleta. Si en la sala de estar de tu casa no tienes una imagen de la
Virgen, está incompleta. ¡Ponla! Y ojalá te acostumbres a mirarla, a saludarle,
cuando entres y salgas. Te ayudará a recordar que Ella te acompaña.
Madre
mía, te quiero. Quiero quererte más; quiero acordarme más veces de ti. ¡Qué me
sirvan tus imágenes!
Continúa
ahora hablándole un rato.
Día
5: ¡Yo lo he cumplido!
"Yo
sí he visto milagros -escribía un sacerdote, Urteaga-. Fíate de mí. Hazme caso.
Reza a la Virgen". Y cuenta uno de los milagros que ha visto.
"Me
encontraba en Madrid. Acababa de ordenarme sacerdote. Tenía 26 años. Era un
atardecer a la hora de terminar el trabajo.
-
Te llaman por teléfono -me dijeron.
Una
voz masculina, un tanto nerviosa, explicaba la razón de la llamada:
-
Mire, tengo un amigo que se encuentra muy mal, puede morir en cualquier
instante. Me pide que le llame a usted porque quiere confesarse. (...) No, no
le conoce, pero quiere que sea usted. (Nunca he entendido por qué.) ¿Puede
venir a esta casa?
-
Salgo para allá en este momento.
-
(Me interrumpió) Mire, el asunto no es tan fácil. Me explicaré. El piso está
lleno de familiares y amigos que no dejarán que un sacerdote católico entre en
esta casa; pero yo me encargo de facilitar su entrada.
-
Pues allá voy, amigo. Dentro de un cuarto de hora estoy ahí: lo que tarde el
autobús.
El
piso era muy grande, lo estoy viendo ahora que describo la situación. La puerta
entreabierta, un pasillo largo. Entro decidido después de encomendarme a la
Virgen para que facilitase el encuentro. Rumores de voces en las habitaciones contiguas;
algunas personas que me miran con gesto de asombro. Con un breve saludo me
dirijo a la habitación que estimo puede ser la del enfermo. Efectivamente lo
es.
-
¿Le han dejado entrar?
-
He visto caras de susto y gestos feos; pero ha podido más la Virgen nuestra
Señora.
-
Gracias. No tengo mucho tiempo (el enfermo jadeaba). Quiero confesarme.
-
(Cogí mi crucifijo, lo besé.). Comienza, Dios te escucha...
Yo
muy emocionado. El hombre (era un personaje importante), también. Apliqué mis
oídos a sus labios porque apenas se le oía. La confesión... larga, muy larga.
-
...Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo.
Al
terminar -pocos minutos le quedaban de vida- quiso explicarme "su"
milagro. Lo hizo fatigosamente. Se lo agradecí con toda el alma.
-
He estado cuarenta años ausente de la Iglesia. Y usted se preguntará por qué he
llamado a un sacerdote.
Él
lo decía todo. Yo callaba.
-
Mi madre, al morir, nos reunió a los hermanos... Mirad. No os dejo nada. Nada
tengo. Pero cumplid este testamento que os doy: Rezad todas las noches tres
avemarías. Y yo (¡cómo lloraba el pobre!), yo lo he cumplido, ¿sabe?, lo he
cumplido.
Se
moría mientras cantaba. A mí me pareció todo aquello un cántico: "Yo lo he
cumplido, yo lo he cumplido".
Por
cansado que esté, Santa María, por burradas que haya hecho, por lejos que me
encuentre de Dios, jamás dejaré de rezarte las tres Avemarías, por la noche, de
rodillas. Porque si un día o una temporada estoy siendo mal hijo tuyo, no cabe
en ninguna cabeza que por esa vayas a ser Tú mala madre. Y, además, cuando peor
estoy, más necesito tenerte cerca. Ángel de mi guarda, encárgate tú de
recordármelo, gracias.
Día
6: Nada podrá destruirlo
Un
hecho extraordinario se produjo, en México, durante la mañana del 14 de
diciembre de 1921, cuando la Basílica de Guadalupe se encontraba vacía de
feligreses.
Luciano
Pérez, un gigantesco obrero de la construcción, entró en la iglesia llevando un
ramo de flores muy grande, proporcionado a su enorme tamaño. De haberse
encontrado en aquellos momentos algún observador en la basílica, quizá se
hubiera sorprendido de que Luciano Pérez llevara el ramo con las dos manos y
los músculos contraídos, dada la extraordinaria fuerza física que se le
atribuía; tanta fuerza tenía, se decía, que le permitía arrojar con facilidad
un ladrillo hasta el tercer piso de una casa en construcción. En efecto, le
pesaba tanto porque el interior del ramo contenía una pesadísima carga de
dinamita.
Luciano
Pérez, subió las gradas del altar y depositó a los pies de la Virgen de
Guadalupe la ofrenda floral. Se marchó y poco después explotó la potentísima
carga de dinamita. El mármol de las gradas del altar quedó hecho añicos, los
candelabros y objetos de metal se doblaron y retorcieron como si fueran de
goma, todos los cristales se rompieron incluidos los de los edificios vecinos,
pero el cristal de la Virgen de Guadalupe ni siquiera se agrietó: "Este
hecho -concluyen los expertos- no puede ser explicado científicamente".
¿Por
qué Dios quiere estos hechos milagrosos? Para decirnos bien claro que la Virgen
existe y que el amor de los cristianos hacia Ella nada podrá destruirlo.
Santa
María, ya se ve que Dios tiene interés en dejarnos muy claro a los hombres que
Él tiene una predilección grande por Ti. Es incapaz de negarte nada: por algo
eres su Madre. Confío en Ti más que en nadie.
Ahora
puedes seguir hablando amarla con tus palabras, comentándole algo de lo que has
leído. Después termina con la oración final.
Día
7: El "Ángelus"
El
rezo del Ángelus es muy antiguo; data del tiempo de Las Cruzadas, en los siglos
XI y XII, en que los cristianos que marchaban a reconquistar la Tierra Santa se
encomendaban a la Santísima Virgen rezando tres Avemarías por la mañana, al
mediodía y al atardecer.
Más
tarde, se introdujeron delante de cada Avemaría unas jaculatorias que recuerdan
el momento más excelso de la historia, la Encarnación del Hijo de Dios.
Durante
el tiempo Pascual (los días que siguen al Domingo de Resurrección) en lugar del
Ángelus se reza el "Reina del Cielo", que nos recuerda la alegría de
la Santísima Virgen por la Resurrección de su Hijo.
¡Qué
gozada, a las doce en punto, en el momento central del día, unirte al Papa y a
todos los cristianos, desde donde estés, para recordar a María el momento más
grande de su vida! ¡Es un gran detalle con Ella! Ponte la alarma del reloj o
algo que te lo recuerde, y dale esa alegría.
¡Madre
mía, hasta las doce de todos los días!
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído. Después termina con la oración final.
Día
8: Confianza
Alexia
es una niña que murió con 16 años de un cáncer. Simpática, con muchas amigas,
alegre. La amistad con Jesús y con María le ayudó a llevar con alegría su enfermedad.
Escribía
una carta a sus amigas del colegio:
"La
operación duró diecisiete horas, me pusieron una escayola que me cogía medio
cuerpo y en donde se sujetaban dos hierros que, a su vez, mantenían mi cabeza
firme mediante una corona, también de hierro, con cuatro clavos sujetos a los
huesos de la cabeza.
Estuve
un día y medio en la UCI con tubos para poder respirar, que más bien parecía
que eran para ahogarme. Lo pasé mal, pero las enfermeras eran tan cariñosas y
tan preocupadas, que lo hicieron más fácil"
El
aspecto que ofrecía después de la operación, con la escayola y la corona de
hierros (ya había perdido su pelo rubio, por los tratamientos de radioterapia)
era tal, que algunos de los pequeños que también estaban internados y con los
que jugaba, la miraban con cierto recelo. Ella comentaba con sentido del humor:
"No me extraña, me parezco a Frankestein".
Su
estancia en la Clínica de Navarra se prolongó por varios meses y si bien el
dolor moral estaba atenuado por el cariño de sus padres y la buena atención de
doctores y enfermeras, el dolor físico continúa siendo muy fuerte. A esto se
añaden las complicaciones, no producidas exactamente por el curso de la
enfermedad, sino ajenas a ella: roces en la escayola, el que se le abriesen las
heridas a causa del calor y la inmovilidad, llagas en la boca e innumerables
dolores. Y aunque Alexia no suele quejarse, a veces no puede más.
Un
día dirigiéndose a Jesús en un momento de dolor agudo le decía: "Jesús,
¿por qué no me ayudas? Por favor, quítame este dolor de cabeza sólo un rato,
aunque no sea más que un rato. ¡De verdad, que no puedo más! ¿Por qué me haces
esto? ¡Yo te he querido de pequeña y te he rezado siempre,... ¿Por qué no me
ayudas? Pido cosas para los demás y me las concedes, pero si son para mí no me
haces caso. Eso es porque no me quieres. Si me quisieras, me ayudarías. ¡No me
quieres, Jesús, no me quieres! Pues ¿sabes lo que te digo? Yo tampoco te voy a
querer a ti"
Su
madre que la estaba oyendo, dejó que durante un rato se desahogase, como Job,
de sus sufrimientos, pero después la interrumpió:
"Bueno,
Alexia, ya está bien. Eso no se dice"
Entonces
ella, rápida, cambiando el tono de voz hasta entonces quejumbroso, dijo con
gran firmeza: "Mamá, Jesús sabe que no se lo digo en serio."
Madre
mía, ¿tengo yo la misma confianza con Jesús? ¿Le hablo de mis cosas, como hacía
Alexia, que le hablaba de su enfermedad? Enséñame María, a hacer oración.
Continúa
ahora hablándole con tus palabras sobre lo que has leído Continúa ahora
hablándole con tus palabras sobre lo que has leído
Día
9: Un deseo expreso de María
Año
1531. Ciudad de Méjico. Caminaba el indio Juan Diego por la falda de Tepeyac,
una pequeña colina junto a la ciudad, al norte. De pronto, oyó que le llamaban.
Volvió la cabeza y vio a una Señora bellísima que la miraba cariñosamente. De
pies a cabeza resplandecía. Tras un breve silencio escuchó: Yo soy la Virgen
María, Madre de Dios. Y añadió que era su deseo que Juan Diego pidiera al
Obispo que levantase allí mismo, donde ellos estaban, un templo en su honor: la
Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.
Juan
Diego se dirigió al obispo y, después de mucho esperar, cuando pudo hablar con
él se lo contó; pero éste no le creyó. Volviendo a casa con gran desánimo se
encontró de nuevo con la Virgen, la cual le dijo que siguiera insistiendo.
Después
de la segunda visita, alegre porque el obispo le había hecho caso, se encaminó
al cerro y se lo contó a la Virgen. Al día siguiente, de madrugada, el indio
tuvo que ir a la ciudad en busca de un sacerdote, ya que un tío suyo se
encontraba muy grave. No quiso acercarse al cerro para no retrasarse por si se
encontraba con la Señora, porque Ésta le prometió el día anterior darle una
señal para entregársela al obispo. Al llegar cerca del cerro, el indio Juan
Diego la vio bajar y se acercó hacia él. La Señora le dijo: -¿Qué te ocurre,
hijo mío? ¿Adónde vas? Él le contó la enfermedad de su tío y la Virgen le
enseñó a acogerse a su protección y a confiar en Ella, pues era su Madre. -Tu
tío ya está recuperado, le dijo la Señora. Y a continuación le pidió: -Antes de
ir a la casa del obispo, sube al cerro y recoge las rosas que allí veas. Juan
Diego subió sin dudar, aunque era imposible que en la cima de aquel cerro, en
el mes de diciembre pudieran florecer rosas. Al llegar arriba quedó
sorprendido, pues toda la cumbre estaba llena de preciosas flores, difundiendo
un olor suavísimo. El indio cortó todas las rosas que pudo, las recogió en su
túnica, doblándola en su regazo y poniéndola en forma de bolsa. Al bajar del
cerro, se las enseñó a la Virgen, que las tomó en sus manos y las volvió a
dejar.
Cuando
Juan Diego llegó a casa del obispo, pasó al despacho de éste y soltó la túnica.
Las flores cayeron al suelo, y todos los que miraron se sorprendieron, porque
en la túnica del indio estaba milagrosamente grabada la imagen de la Virgen
Santísima, tal como está ahora en el templo de Guadalupe.
Ese
era el deseo de María: un templo dedicado a Ella. Es lógico, pues esas
"casas" de María son ocasión para que muchos hijos suyos vayan a
buscarla. Y es verdad que la Virgen agradece que vayamos a esos templos
marianos, y le visitemos, y allí hablemos más confiadamente con Ella.
Madre
mía, en cualquier sitio puedo hablar contigo. Pero voy a procurar durante este
mes ir algún día, o algunos días, a verte a un Santuario, Iglesia o ermita
dedicado a Ti. ¡Te lo aseguro!
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído. Después termina con la oración final.
Día
10: Cambiar con ella
Cuenta
Anthony de Mehlo una fábula que, más o menos, dice así:
"Durante
años fui un neurótico. Era introvertido y egoísta. Y todo el mundo insistía en
decirme que cambiara. Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y
deseaba cambiar, pero no me convencía la posibilidad de hacerlo por mucho que
lo intentara.
Lo
peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo
estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él
estaba de acuerdo. De manera que me sentía impotente y como atrapado.
Pero
un día mi amigo me dijo: no te preocupes si no consigues cambiar, pues yo te
quiero porque eres mi amigo, independientemente de cómo seas.
Aquellas
palabras sonaron en mis oídos, entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y
cambié".
"Cuánta
razón se encierra aquí: nadie es capaz de cambiar si no se siente querido, si
no siente una fuerza interior suficiente para subirse por encima de sus
fallos", comenta un autor espiritual.
Tú
no eres neurótico quizás, pero sí tendrás cosas que cambiar. Cuéntaselas a la
Virgen. Y que sepas que Ella te dice que te quiere como eres y que cuentas con
toda su ayuda, que es bastante, para conseguir cambiar. Te quiere con tus
defectos pero luchando por vencerlos. Con Ella puedes, y.. ¡qué fácil! Madre
mía, que me sienta amado por ti. Que sepa y me dé cuenta de que me quieres, me
conoces, me sigues, que sepa que te importo, que estás pendiente de mí,... ¡Ah!
y.. gracias.
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído.
Después
termina con la oración final.
Día
11: El truco
"Pura
lana virgen" "¡Da gusto un aire tan puro!" "Agua pura y
cristalina". "Puro sabor americano"... Frases impactantes de
anuncios publicitarios.
El
gran elogio de cualquier cosa es la pureza: no contaminado, sin adulterar,
genuino, no pasado, auténtico.
¡Santa
María qué alegría!, que Tú, mi Madre, seas piropeada siempre como
"Pura", por tu corazón puro, generoso, limpio, grande. Ayúdame a
vivir siempre y en todo momento, la virtud de la pureza. En las tres Avemarías
de la noche te pido, de rodillas (como para suplicártelo también con mi cuerpo)
el regalo de la pureza para mí y para los míos.
Con
qué sencillez y alegría se expresaba aquel chaval: "¡Las tentaciones de
pureza ya no son un problema! ¡ya tengo el truco!, acudo enseguida a la Virgen
"un Bendita sea Tu Pureza y siempre venzo". Después de tiempo
luchando y siendo vencido, por fin se dio cuenta dónde tenía la verdadera
fuerza para luchar: ¡En su Madre!
Perdona,
Madre mía, porque muchas veces me parece que pedir ayuda es... lo de menos, lo
menos importante. Lo que pienso, en el fondo, es que para vencer, para
conseguir hacer algo que me cuesta, lo importante es lo que yo haga y yo
consiga... Ahora me doy cuenta de lo equivocado que estoy. Gracias, Madre,
porque ahora sé que lo más importante es lo que yo reciba de Ti y no lo que yo
solo pueda hacer.
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído. Después termina con la oración final.
Día
12: ¡Mi vida no es mía!
Si
nos ponemos en la piel de María, algo que sorprende es la rapidez con que dice
que sí a lo que Dios le pide, la generosidad ante su vocación. ¿Sabes por qué
actúa así? Porque es consciente de algo muy importante que muchos no sabemos, o
si lo sabemos enseguida lo olvidamos: su vida no es suya. García Morente,
filósofo no creyente, se convirtió al darse cuenta de esto. Él lo explica con
estas palabras que, aunque no son fáciles, si las lees con atención verás qué
interesante:
"Mi
vida, los hechos de mi vida, se habían realizado sin mí, sin mi intervención
(se refiere al trabajo que tenía, las amenazas que recibió, tuvo que emigrar
dejando a su familia .... ). Yo los había presenciado pero en ningún momento
provocado. Me pregunto, entonces: ¿Quién pues, o qué era la causa de esa vida,
que siendo mía, no era mía? Lo curioso era que todos esos acontecimientos
pertenecían a mi vida, pero no habían sido provocados por mí; es decir, no eran
míos. Entonces, Por un lado, mi vida me pertenece, pero, por otro lado, no me
pertenece, no es mía, puesto que su contenido viene en cada caso producido y
causado por algo ajeno a mi voluntad". Sólo encontraba una solución para
entender la vida: algo o alguien distinto de mí hace mi vida y me la entrega.
Madre
mía, enséñame esta lección: Mi vida es mía y no es mía. Alguien distinto de mí
hace mi vida y me la entrega. Yo, con libertad la vivo como quiero, pero hay
Otro que me la entrega con un para qué, con un fin, con una misión. Por eso mi
vida es mía y es de Dios: somos copropietarios. Mi vida es para Dios, y por Él,
para los demás, porque libremente quiero hacer el bien.
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído.
Después
termina con la oración final.
Día
13: Hoy es la Virgen de Fátima
En
la primera ocasión en que se apareció a los tres pastorcitos, Lucía preguntó a
la Virgen: -¿Yo iré al cielo? -Sí, irás. -¿Y Jacinta? -Irá también.
-
¿Y Francisco? También irá, pero tiene que rezar antes muchos rosarios.
Lucía
se acordó de dos amigas que habían muerto hacía poco: -¿Está María de las
Nieves en el cielo?
-Sí,
está (tenía cerca de dieciséis años).
-
¿Y Amelia? -Pues estará en el purgatorio hasta el fin del mundo (tenía entre 18
y 20 años).
Les
dice la Virgen entonces: ¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los
sufrimientos que Él quisiera enviaros como reparación de los pecados con que Él
es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores? -Sí, queremos.
-Tendréis
mucho que sufrir, pero la gracia de Dios os fortalecerá.
En
la segunda aparición, después de rezar el rosario -nos cuenta Lucía- con otras
personas que estaban presentes (unas cincuenta) vimos de nuevo el reflejo de la
luz que se aproximaba, y que llamábamos relámpago, y enseguida a Nuestra Señora
sobre la encina, todo como en mayo.
-
¿Qué es lo que quiere? pregunté a María.
-
Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el rosario
todos los días y que aprendáis a leer. Después diré lo que quiero además.
Le
pedí la curación de una enferma. Nuestra Señora respondió:
-
Si se convierte se curará durante el año.
-
Quisiera pedirle que nos llevase al cielo.
-
Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré en breve, pero tú te quedas aquí algún
tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Quiere
establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien lo
abrazare, le prometo la salvación; y sus almas serán queridas por Dios como
flores puestas por Mí a adornar su Trono.
-
¿Me quedo aquí solita? -pregunté con pena.
-
No, hija. ¿Y tú sufres mucho por eso? ¡No te desanimes! Nunca te dejaré. Mi
Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios.
Puedes
pedir ahora a nuestra Señora que también te lleve a ti al cielo y a los que tú
quieres, como le pidió Lucía. Y también: María, que me dé cuenta que el tiempo
de vida que tengo, me lo da Dios para que yo le ame y le dé a conocer. Y que Tú
no me dejas nunca; que todo lo mío te interesa. Que viva todo contigo.
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído.
Después
termina con la oración final.
Día
14: Dejadme a María: el escapulario
El
día 16 de julio de 1251 se apareció la Virgen a San Simón Stock, superior
General de las Carmelitas, y prometió unas gracias y cuidados especiales para
aquellos que llevaran el escapulario del Carmen.
El
escapulario es una pequeña imagen de la Virgen del Carmen en tela (puede ser
también una medalla) para colgarse al cuello.
Santa
María quiere que llevemos una imagen suya en el pecho. Y como llevar el
escapulario puesto significa que se le ama y que se quiere la compañía y
protección de María, la Virgen prometió a quienes viviesen y muriesen con el
escapulario que Ella se encargaría de conseguirles la ayuda para obtener la
perseverancia final; es decir, una ayuda particular para que, quienes no estén
en gracia, se arrepientan en los últimos momentos de su vida. Y además prometió
que Ella se encargaría de que saliese del purgatorio al sábado siguiente a la
muerte.
Es
lógico: si no le dejamos, ella no nos dejará.
Cuentan
que cuando fue elegido Papa León XI, mientras le revestían con los hábitos
papales, le quisieron quitar el escapulario que llevaba entre la ropa. El Papa
dijo a los que le ayudaban: "Dejadme a María, para que María no me
deje"
Madre
mía, llevaré siempre el escapulario. No te dejaré, y Tú no me dejes en ningún
momento.
Continúa
ahora hablándole un rato.
Día
15: El rezo del Rosario
Santo
Domingo predicó mucho el rezo del Santo Rosario. Cuenta una biografía suya que
un día le llevaron un pobre hombre endemoniado. El Santo puso el rosario que
llevaba en el cuello de este hombre y después preguntó a los demonios que le
poseían:
-
De todos los Santos del cielo, ¿cuál es el que más teméis?
Los
demonios se negaron a responder, debido a que había mucha gente delante y no
querían revelar en público a quién tenían miedo. Como Santo Domingo insistió,
una y otra vez, al final contestaron en voz alta:
-
La Santísima Virgen; nos vemos obligados a confesar que ninguno de los que
perseveren en su servicio se condenará con nosotros; uno solo de sus suspiros
vale más que todas las oraciones, las promesas y los deseos de todos los
santos. Muchos cristianos que la invocan al morir y que deberían condenarse,
según las leyes ordinarias, se salvan por su intercesión. Si no se hubiera
opuesto a nuestro esfuerzo hace mucho tiempo que tendríamos derribada y
destruida a la Iglesia entera. Santo Domingo hizo rezar el rosario a todo el
pueblo, y al fin los demonios salieron del hereje, dando aspavientos.
¡Qué
suerte ser tu hijo, María! Ahora sí que digo con toda paz que no tengo miedo a
nada ni a nadie. Pero sí a una cosa: a vivir sin Ti, como si fuese huérfano.
Encárgate Tú, por favor, de que eso no suceda, y ya está. ¡Gracias, Madre mía!
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído. Después termina con la oración final.
Día
16: Este hombre está chiflado
San
Juan Bosco necesitaba construir una Iglesia en honor de María Auxiliadora, pero
no tenía nada de dinero. Se lanzó, pero las deudas también se lanzaron sobre
él. Para conseguir dinero en un momento en que no podía retrasar más los pagos,
un día le dijo a la Virgen:
-
¡Madre mía! Yo he hecho tantas veces lo que tú me has pedido... ¿Consentirás en
hacer hoy lo que yo te voy a pedir?
Con
la sensación de que la Virgen se ha puesto en sus manos, don Bosco penetra en
el palacio de un enfermo que tenía bastante dinero pero que también era
bastante tacaño. Este enfermo, que hace tres años vive crucificado por los
dolores y no podía siquiera moverse de la cama, al ver a don Bosco le dijo:
-
Si yo pudiera sentirme aliviado, haría algo por usted.
-
Muchas gracias; su deseo llega en el momento oportuno; necesito precisamente
ahora tres mil liras.
-
Está bien; obténgame siquiera un alivio, y a fin de año se las daré.
-
Es que yo las necesito ahora mismo.
El
enfermo cambia con mucho dolor de postura, y mirando fijamente a don Bosco, le
dice:
-
¿Ahora? Tendría que salir, ir yo mismo al Banco Nacional, negociar unas
cédulas... ¡Ya ve!, es imposible.
No,
señor, es muy posible -replica Don Bosco mirando su reloj-. Son las dos de la
tarde... Levántese, vístase y vamos allá dando gracias a María Auxiliadora.
-¡Este
hombre está chiflado! Protesta el viejo entre las cobijas. -Hace tres años que
no me muevo en la cama sin dar gritos de dolor, ¿y usted dice que me levante?
¡Imposible!
-
Imposible para usted, pero no para Dios... ¡Ánimo! Haga la prueba...
Al
rumor de las voces han acudido varios parientes, la habitación está llena.
Todos piensan de don Bosco lo mismo que el enfermo: que está chiflado.
Traigan
la ropa del señor, que va a vestirse -dice Don Bosco-, y hagan preparar el
coche, porque va a salir. Entretanto, nosotros, recemos. Llega el médico.
-
¿Qué imprudencia está por cometer, señor mío?
Pero
ya el enfermo no escuchaba más que a don Bosco; se arroja de la cama y empieza
a vestirse solo, y solo, ante los ojos maravillados de sus parientes, sale de
la habitación y baja las escaleras y sube al coche. Detrás de él, don Bosco.
-
¡Cochero, al Banco Nacional! Ya la gente no se acuerda de él: llevaba tres años
sin salir a la calle. Vende sus cédulas y entrega a don Bosco sus tres mil liras.
Quien
confía en Ti, Madre, jamás se queda a dos velas. Pero no estoy seguro de
poderte decir lo que te dijo don Bosco: Madre mía, yo he hecho tantas veces lo
que Tú me has pedido. Sí, a partir de ahora, sí que podré decírtelo. Pero
ayúdame: quiero, sinceramente, saber lo que me pides.
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído.
Después
termina con la oración final.
Día
17: Lo único que sabe hacer
¿Sabes
a qué edad se jubilan las madres?
"María
-nuestra Madre la Virgen- se dedica por toda la eternidad a ser madre de los
hombres. No se jubiló de la maternidad. Sigue engendrando, engendrándonos.
Ejerce de madre porque tal vez es lo único -¡lo único!- que sabe hacer. ¡Y qué
bien lo hace! (Martín Descalzo, AM 67) ¿Y cómo se trata a una madre? Con
cariño. Como cualquier otra madre, María agradece y " necesita"
nuestras manifestaciones de amor.
En
un viaje a Chile del beato Josemaría (ahora santo), cuenta un sacerdote que se
pusieron a pasear solos a lo largo de un pasillo, al final del cual había una
imagen de la Virgen, una pequeña talla sobre un pedestal; en cuanto la
descubrió interrumpió la conversación y se inclinó sobre la imagen, depositando
en ella un beso de amor.
Y
tenía la costumbre de besar con cariño muchas veces cada día la imagen que
estaba en la mesa donde trabajaba.
Puede
parecer pequeño ese detalle. Y realmente lo es. Pero me trae a la cabeza los
enfados de mi madre, cuando al llegar a casa o al irme a la cama, se me
olvidaba darle un beso.
¡Dile
a María que tratarás de dar besos a sus imágenes con frecuencia, guiños, ... !
Y ten una imagen suya donde trabajas.
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído.
Después
termina con la oración final.
Día
18: La solución para todo
Excursión
montañera de alumnos de Primaria. En un sencillo paso con algo de pendiente y
gran cantidad de barro, uno de los chavales cae. Una mezcla de dolor y de
vergüenza le llena la cara de lágrimas y la boca de gritos desesperados,
invocando la ayuda de su madre -madre que en estos momentos se encontraba a
bastantes kilómetros-: ¡mamá, mamá! Era absurdo -no podría escucharle-, pero
también natural -de pequeño, la madre es la solución para todo.
Madre
mía, ojalá no deje nunca de ser pequeño en esto. ¿Por qué tantas veces me
empeño en levantarme yo solo, en luchar yo solo, en sufrir yo solo? Que en
todas las circunstancias te llame. Además, a nosotros nunca nos separan los
kilómetros... ¡Te llamaré! y perdona si sólo lo hago cuando te necesito,
pero... ya sabes: los humanos siempre somos un poco egoístas con vosotras la
madres. ¡No me sueltes de tu mano!
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído. Después termina con la oración final.
Día
19: Media Ave María y bastará
Vallejo
Nájera, famoso psiquiatra, días antes de morir recordaba divertido y emocionado
esta conversación con un torero famoso llamado Miguel, buen amigo suyo. Miguel
no practicaba como cristiano, y Vallejo trataba de ayudarle para que volviera a
Dios antes de morir, pues el torero, por falta de formación, vivía alejado de
Dios.
Decía
Vallejo: "No digas que no has blasfemado. Pero como eso es una anormalidad
y yo, como psiquiatra, me doy cuenta de los traumas de infancia que te han
podido llevar a esa aberración, creo que Dios, que es mucho más listo que yo,
no te lo va a tener en cuenta. Y con tus muchos disparates será benévolo,
porque sabe que eres un disparatado. Te ha hecho con este vigor y vitalidad que
no se encauzó bien; has aprendido a leer entre los cuernos de los toros, porque
te tuvieron desde los catorce años explotándote para torear(...).
-
Mira Miguel, le dije, no te voy a pedir que cambies de vida, no te voy a pedir
que dejes de beber... Sigue como estás ahora, que estás hecho un desastre, pero
te voy a decir una cosa. Yo sé que me voy a morir muy pronto y Dios me ha dado
la gracia de recobrar mi fe de la infancia, la misma que tuviste tú, porque tu
madre la tenía, y te la enseñó, y tus hermanas la siguen teniendo. No te voy a
pedir que vayas de ejercicios. Sólo que le digas a la Virgen: Virgen mía,
ayúdame a entrar. Dios mío, perdóname. Y te va a bastar con eso, porque la
Virgen te escuchará. Miguel se quedó muy conmovido... - Mira, Miguel, le dije,
vas a rezar conmigo media Avemaría, sólo la segunda parte . Santa María, Madre
de Dios, ruega por nosotros, pecadores... Que tú lo eres de narices... Ahora y
en la hora de nuestra muerte, amén. Hazme un favor, júrame que esa Avemaría la
vas a rezar todas las noches. Yo no juro, me dijo él, yo prometo, y te lo
prometo. Pero, como es muy cabezota y nunca quiere dar su brazo a torcer,
añadió: Te la rezaré a ti y como un fandango. Me da igual, le dije yo, tú
rézala cuando te acuerdes de mí y bastará.
¡María,
eso si que es acertar en el modo de ayudar a un amigo! Yo te acercaré a mis
amigos y Tú haces el resto, ¿de acuerdo?
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído
Día
20: Qué fácil es convencer a María
En
septiembre de 1980, la madre Teresa de Calcuta fue a visitar el Hogar Infantil
de Calcula. Un niño se estaba muriendo y una de las Hermanas se lo dijo a la
madre Teresa, la cual tomó al niño en sus brazos y se puso a rezar un
Padrenuestro y un Avemaría. El capellán bendijo al niño y la madre Teresa se lo
devolvió a la Hermana. Aquella misma tarde el niño comenzó a mejorar y al día
siguiente estaba fuera de peligro. El poder de la oración había obrado el
prodigio.
Santa
María, ¡lo que eres capaz de hacer por nosotros, sólo por un Avemaría! Por
rezar un Avemaría, ¡cuánto puedo conseguir!
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído. Después termina con la oración final.
Día
21: Guadix: ¡era su Hijo!
En
1808 el ejército napoleónico entró en la pequeña localidad de Guadix. Alarcón
relata algunos sucesos ocurridos en su pueblo. Éste entre otros:
"El
general recibe noticias de boca del jefe de la expedición.
-
¿Cuántos prisioneros traéis? -Le pregunta-. ¡Necesitamos ahorcarlos para que
escarmienten los demás pueblos del partido!
-
Sólo traigo dos: un viejo y un muchacho ¡En toda la villa no encontré más
enemigos!-responde el jefe bajando los ojos.
Entonces
el general no puede menos de admirar la actitud verdaderamente antigua,
clásica, espartana de aquellos montañeses. Pero con todo, insiste en que sean
ahorcados los dos débiles prisioneros... Nuestros padres nos han referido
muchas veces de aquella ejecución... Pero nosotros la contaremos rápidamente
... Son de índole demasiado feroz para que la pluma se detenga en su relato.
Ataron una soga al cuello del niño, y lo arrojaron desde un mirador de la casa
del ayuntamiento a la plaza mayor del pueblo. Rompióse la soga, que sin duda
era vieja, y el niño cayó contra el empedrado. Anudaron la parte rota, tornaron
a subir a la pobre criatura, colgáronlo de nuevo, y la soga se volvió a romper.
El
niño quedó en el suelo sin poder moverse. No había muerto pero todas sus
costillas se habían roto. Entonces un oficial de dragones, conmovido al mirar
que se pensaba en colgarlo por tercera vez, llegóse al infeliz... y le deshizo
la cabeza de un pistoletazo. Saciada de este modo, al menos por aquel día, la
ferocidad de los vencedores, dignáronse perdonar al anciano enfermo, el cual
había presenciado toda la anterior escena acurrucado al pie de una columna,
esperando a que le llegase su vez de ser ahorcado.
Diéronle,
pues libertad, y el pobre viejo salió de la plaza corriendo y tambaleándose, y
tomó el camino de su pueblo, donde murió de tristeza aquella misma noche.
¡El
niño asesinado... era su hijo!"
¡Pobre
niño y pobre viejo! Quizá nos podamos haber acostumbrado al drama de la cruz
¡Pobre Jesucristo y pobre María!
Madre
mía, que no me acostumbre a ver crucifijos; que no me acostumbre a vivir la
Misa como si allí no ocurriese nada, como si nadie sufriese en ella. Ayúdame a
ser generoso e ir a Misa con toda la frecuencia que me sea posible: ¡que
necesite la Misa!
Continúa
hablándole con tus palabras un rato.
Día
22: ¡La llevas clara!
Un
mes de otoño. Por motivos profesionales un hombre de una empresa de
electricidad va a un santuario de la Virgen. Uno de los ordenanzas que atienden
el santuario aprovecha para entablar una conversación con él, animándole a
llevar una vida cristiana y confesarse; no consigue nada: se define no creyente
y todo resulta inútil.
Cuando
el ordenanza le despide dando por perdidas las posibilidades de conversión de
aquel hombre ateo convencido, observa que al pasar por una hucha del santuario,
éste echa una limosna; por sus adentros se dice el ordenanza: "la llevas
clara, porque si has dado algo a la Virgen, Ella se las apañará para darte más
a ti".
Me
contaba el ordenanza que al cabo de un par de años, aquel hombre volvió al
santuario para saludarle: no sabía cómo, pero su vida había cambiado
completamente; había vuelto a la fe y se había comprometido con Dios a seguirle
de cerca, y entre sus compañeros y familiares había hecho un gran apostolado.
Santa
María, para ir yo a Dios, y llevarle a mis amigos y familiares, el camino más
seguro y corto eres Tú: darte algo, aunque sea poco y casi diría que sin fe,
significa que Tú haces el resto. Durante este mes trataré de ayudar a algunos
amigos míos (puedes decirle, ahora, quiénes en concreto) a que hagan algo por
Ti.Quizá, haciendo una romería, o dándoles una imagen de la Virgen, o rezando
juntos una oración.
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído.
Después
termina con la oración final.
Día
23 :¿Un acordaos?
Una
reunión numerosa con un Obispo de la Iglesia; uno de los asistentes se dirige a
él; se ve que le tiene cariño y, como quien está dispuesto a todo, le pregunta:
-
¿Qué quiere que recemos por usted cada día?
El
Obispo prefiere hacerse el sordo, pero la insistencia le obliga a contestar:
-
"Un acordaos".
Aquél,
que estaba dispuesto a cualquier cosa, por difícil que fuese, se sintió como
defraudado, pues le parecía poco. El Obispo leyó en la cara de aquel joven su
desilusión y añadió:
-
¿Te parece escaso? ¡Qué poco valoras la oración vocal!
Con
una sola oración a la Virgen, si tenemos fe, hacemos mucho por quienes
queremos. Madre, ayúdame a valorar cada oración. Si llamo por teléfono a un
amigo dándole un recado, sé que me ha oído y que, si puede, lo hará. Cada vez
que te digo algo, que te rezo un Acordaos, es -¡por lo menos!- como si te
llamara por teléfono: Tú me escuchas y me haces caso.
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído.
Después
termina con la oración final.
Día
24: "Querida Madre mía"
Ojeando
papeles viejos encuentro la fotocopia de una carta que leí no sé dónde. Te la
transcribo:
"María:
no sé cómo empezar esta carta. Me había hecho muy feliz que con toda sinceridad
hubiese podido decir: Querida Madre Mía, pero siento que no alcanzo a decirlo
porque no sé si te quiero lo suficiente para ello. El querer a alguien es dar y
hacer por el otro "el todo". Yo sé que Tú lo eres todo eso para mí:
¡eres mi Madre!; pero por mi parte no confío lo suficiente, no amo lo
suficiente, no me entrego lo suficiente. ¿Será por todo eso por lo que no
recibo respuesta a mis peticiones? Diariamente te cuento mis temores, mis
inquietudes, mis preocupaciones, incluso mis alegrías, y Tú callas. ( ... ).
¿Es, como te decía antes, mi falta de amor y confianza, en definitiva mi falta
de fe, la que no me deja entenderte del todo? Yo te espero todos los días.
Gracias,."
¿Puedes
tú decirle con sinceridad Querida Madre mía?; ¿Das y haces "el todo"
por Ella y por Dios?
Puedes
hablarlo con Ella. Lo que no está escrito, es ahora cuando puedes decírselo,
comentando el texto que has leído y las preguntas. Después termina con la
oración final.
Día
25: El milagro de Calanda
Finales
de julio de 1637. Miguel Juan Pellicer, natural de Calanda (Teruel) tuvo un
accidente durante su trabajo. Cayó al suelo y le pasó por encima de la pierna
derecha una de las ruedas del Carro de su tío rompiéndosela más o menos a la
altura del tobillo. Le llevaron al hospital de Valencia y, al ver que cada vez
empeoraba más, lo trasladaron a Zaragoza donde llegó a primeros de octubre, con
mucha fiebre y la pierna totalmente gangrenada. Antes de ingresar en el
hospital fue a la iglesia del Pilar, donde se confesó y comulgó.
Ya
en el hospital, viendo los médicos que la pierna no tenía curación decidieron
cortarla cuatro dedos por debajo de la rodilla. Se la serraron sin más
anestesia que una bebida bien cargada de alcohol mientras él se encomendaba a
la Virgen del Pilar. Después de la operación, dos médicos enterraron la pierna
en el cementerio del hospital.
Cuando
se repuso de la operación, pasó dos años y medio pidiendo limosna en la puerta
del Pilar y durmiendo en una posada o en los bancos del hospital. Regresó a
Calanda. Una noche soñó que se untaba el muñón con el aceite de la lámpara de
la iglesia del Pilar. Al entrar sus padres en la habitación notaron una extraña
fragancia; la madre se aproximó con el candil a su hijo y vio que le salían de
entre las sábanas no una sino las dos piernas. Era su misma pierna amputada:
con antiguas cicatrices de niño y la lesión cerca de tobillo que le hizo el
carro cuando le pasó por encima. Además se comprobó que la pierna enterrada en
el cementerio del hospital no estaba. Todo el pueblo fue testigo del milagro y
el párroco celebró una misa en acción de gracias.
¡Qué
grande eres, Madre mía! No necesito ver milagros, porque ya has hecho miles.
Pero sí necesito que aumentes mí fe cada día, hasta tenerla tan grande como la
tuya. ¡Creo, Madre, pero haz que crea más y más!
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído. Después termina con la oración final.
Día
26: ¡Guapa, guapa y guapa!
Me
viene a la cabeza el fervor con que tanta gente, en la Semana Santa de Sevilla,
gritaba al paso de la Macarena: ¡guapa, guapa y guapa!
Con
lo femenina que es nuestra Madre, podemos estar seguros de que le gustarán los
piropos que le lancemos.
Madre
mía, procuraré decirte algo -aunque sólo sea: ¡guapa!- cada vez que vea una imagen
tuya.
¡Ah!
y qué buena idea la de aquél que siempre que veía una chica guapa decía a María
en su interior: ¡Tú sí que eres guapa!
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído. Después termina con la oración final.
Día
27: ¡Un sólo instante y una María!
En
cierta ocasión, cuando estaban rezando por un chaval endemoniado, ocurrió lo
siguiente, según cuenta un testigo presencial: que "el demonio
multiplicaba sus gritos con más fuerza y confusión, diciendo: "¿Por qué he
de salir?", entonces, una religiosa allí presente exclamó con fervor:
"¡Santa Madre de Dios, rogad por nosotros! ¡María, Madre de Jesús, venid
en ayuda nuestra!". Al oír estas palabras, el espíritu infernal redobló sus
horribles alaridos: "¡María! ¡María! ¡Para mí no hay María! No pronunciéis
ese nombre, que me hace estremecer. ¡Si hubiese una María para mí, como la hay
para vosotros, yo no sería un demonio! Pero para mí no hay María." Todos
los presentes lloraban. Repitió el demonio: "¡Si yo tuviese un solo
instante de los muchos que vosotros perdéis! ¡Un sólo instante y una María y yo
no sería un demonio!."
¡Qué
fuerte! Satanás es un ángel que se separó de Dios; y dice que si tuviera a
María no sería demonio. Esto es, porque no contó con Ella ha caído tan bajo.
Con qué alegría puedo gritar, en momentos de bajón, de dificultad, de vacas
flacas: ¡Tengo a María! Eso es lo importante; lo demás cambia.
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído. Después termina con la oración final.
Día
28: Rezar todos los días, pase lo que pase
Te
copio una noticia del periódico que hace referencia a la operación que Juan
Pablo II sufrió en octubre de 1996.
El
Papa pasará más días en el hospital de los inicialmente previstos. Una
circunstancia que, según el cirujano Francesco Crucitti, se debe a que Juan
Pablo II "es un paciente rebelde" y en el Vaticano podría estar más
ansioso por retomar sus actividades normales. Ello podría dificultar su recuperación.
Crucitti
recordó que el Papa impidió que se adelantara su operación, a pesar que le fue
diagnosticada en las Navidades pasadas, porque tenía numerosos compromisos. Ha
preferido esperar a un "hueco" en su agenda para acceder a la
intervención, aunque esto le haya supuesto más malestares.
Por
otra parte, el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, comentó que el
Pontífice se había levantado el día de la operación a las tres de la mañana,
que rezó sólo en su capilla particular, contigua a su habitación en el décimo
piso del Políclínico, donde leyó el Breviario y rezó parte del rosario.
A
las cinco de la mañana concelebró la Misa con su secretario, monseñor Stanislao
Dziwisz.
Ayúdame,
Madre mía, a rezar todos los días. Que no acepte excusas. Que no deje de
dedicarte un rato aunque esté cansado. Quiero que me resulte necesario rezar.
Gracias.
Comenta
ahora estas cosas con Ella.
Día
29: Le quitó el casco
Balduino
fue el Rey de Bélgica hasta 1994, año en el que muere. Muchos de sus allegados
han hablado y escrito acerca de la vida cristiana ejemplar de este Rey. Un buen
amigo suyo era el Cardenal Suenens. Escribe esta anécdota. Iban de viaje en
coche ellos dos solos.
"La
escena tiene lugar en una carretera secundaria del país. El Rey conducía el
coche y yo era el único pasajero. Al pasar cerca de la estación de un pueblo,
vio una imagen de Nuestra Señora rodeada de un jardincillo de flores, pero
alguien había tenido el mal gusto de profanarla poniéndole en la cabeza un
casco de punta alemán de la Gran Guerra.
Arriesgándose
a que lo reconocieran, frenó en seco y, sin decir palabra, salió del coche, se
subió al pedestal y quitó el casco, que tiró en una zanja. Cogió de nuevo el
volante sin hacer ningún comentario, como la cosa más natural del mundo. Yo vi
en este gesto la actitud de un caballero que no permite que se burlen de su
madre y que ignora cualquier tipo de respeto humano que en ese momento pudiera
pasársele por la cabeza"
Santa
María, que cuando vea algo que pueda no gustarte a ti o a tu hijo, que sepa
reaccionar igual que el Rey Balduino. Que no me dé vergüenza comportarme como
tu hijo.
Comenta
esto con ella un rato.
Día
30: ¡No dejarles... aunque está hecho un desastre!
Cuenta
San Alfonso María este sucedido: en 1604, a dos jóvenes de Flandes, que
llevaban una mala vida, al pasar una noche en casa de una mujer pecadora, de
vida deshonesta, les ocurrió lo que se cuenta a continuación:
Ricardo,
uno de los jóvenes, salió de aquella casa y cuando llegó a la suya se acostó.
Una vez en la cama se acordó de no haber rezado las tres Avemarías, que
acostumbraba rezar todos los días a su Madre la Virgen. El sueño ya le había
vencido, pero venciendo la pereza las rezó, aunque sin mucha devoción y luego
se acostó de nuevo.
Apenas
había empezado a dormir notó que alguien golpeaba con fuerza la puerta de su
habitación.
Quien
golpeaba la puerta era el alma de su amigo. (Cuando morimos, nuestra alma sigue
viviendo, y en algunas ocasiones permite Dios que, de forma extraordinaria,
actúe físicamente. En este caso lo permitió Dios para que Ricardo cambiase de
vida).
Ricardo
se levantó y sin abrir la puerta preguntó: -¿Quién eres?
-¿Es
que no me reconoces?, ¡soy un desgraciado, -exclamó triste el alma del amigo-
estoy condenado!
-
¿Cómo así?
-Tienes
que saber, Ricardo que, al salir de aquella casa me atacaron y caí muerto
ahogado; mi cuerpo quedó tendido en la mitad de la calle y mi alma está en el
infierno. Lo mismo te hubiera pasado a ti, pero Santa María te salvó de él por
las tres Avemarías que le rezas cada noche. Y acabó diciendo: aprovecha esta
revelación de la Madre de Dios, tú que tienes tiempo. Y desapareció.
La
Virgen quiso que el alma de su amigo le revelase a Ricardo lo sucedido para que
cambiase de vida. Ricardo se puso a llorar y a dar gracias a la Virgen; sonaban
entonces las campanas de la iglesia y decidió ir a confesarse y hacer
penitencia.
Fue
y se lo dijo a los sacerdotes; estos, que no lo creían, se dirigieron a la
calle donde estaba el cuerpo de su amigo y lo vieron muerto y tendido en mitad
de la calle; comprobaron así que Ricardo no había mentido. A partir de entonces
Ricardo cambió de vida e hizo muchas cosas por Dios y por los demás.
Perdona,
María, las veces que rezo el Avemaría sin atención, como de carrerilla, sin
darme cuenta de que te lo estoy diciendo a Ti. Procuraré fijarme más en los
pronombres en segunda persona (Tú, te, contigo). De todas formas, aunque me
siga distrayendo, no me preocupa: sé que te gusta lo que digo, y sabes que te
lo digo porque te quiero. Todas las noches te daré las buenas noches rezándote
las tres Avemarías... ¡con atención!
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído. Después termina con la oración final.
Día
31: Temer ¿a qué?
Te
copio una copla popular que hace siglos rezaban los cristianos con frecuencia,
para que ahora se la digas a Ella:
"No,
no temo nada; no temo a mis pecados, porque puedes remediar el mal que me han
causado; no temo a los demonios, porque eres más poderosa que todo el infierno;
no temo a tu Hijo, justamente indignado por mí, porque se aplacará con una sola
palabra tuya. Sólo temo que por mi culpa deje de encomendarme a Ti y así me
pierda".
¡Qué
seguridad! ¡Y qué lógico! Si yo no le dejo, Ella no me dejará. Lo único que
puede darnos miedo es dejar de rezar y alejarse de María.
Madre
mía, hoy acaba el mes dedicado a Ti. Tenme siempre cogido de tu mano. Cuídame
cada día hasta el día de mi muerte. Y así vaya al cielo, donde ya poder estar
contigo por los siglos. Amén.
Ahora
puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que
has leído.
Después
termina con la oración final.