PANORAMAS DEL
ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO
1.1. Formación
del Pueblo de Dios
1.1.1. Período
Patriarcal (1850 - 1700).
Difícilmente se pueden precisar los orígenes
del pueblo de Israel. Los relatos
bíblicos que narran su historia fueron redactados desde la óptica de un Israel
unificado y constituido ya como pueblo en Palestina, y desde la perspectiva
religiosa de una yavismo plenamente desarrollado.
Las tradiciones particulares de diversos
clanes fueron combinadas y llegaron a ser las tradiciones de “todo Israel” se las aumentó o retocó
para explicar situaciones más reciente; se las modificó al ser recitadas en los
santuarios o con Vistas a su empleo en el culto. Es muy difícil determinar qué recuerdos
auténticos se ocultan detrás de esas tradiciones retocadas
Según la Biblia la historia de Israel comienza con ABRAHAM, ISAAC y JACOB pero la razón por la que esos patriarcas retuvieron la atención de la posteridad no fue por los incidentes de su existencia como pastores de rebaños, sino por hechos de orden religioso. Los autores del libro del Génesis que narran la emigración de sus antepasados, descubre en su historia un acontecimiento singular: Dios se reveló a Abraham y le hizo grandes promesas ser padre de un gran pueblo y poseer la tierra de Canaán y Abraham respondió al Señor “Abandonando su tierra”. De los diversos relatos sobre los patriarcas se puede retener como auténtico el hecho esencial de la relación establecida entre Dios y Abraham formulada en términos de alianza. La tradición bíblica no dejará de meditar sobre este acontecimiento.
Según la Biblia la historia de Israel comienza con ABRAHAM, ISAAC y JACOB pero la razón por la que esos patriarcas retuvieron la atención de la posteridad no fue por los incidentes de su existencia como pastores de rebaños, sino por hechos de orden religioso. Los autores del libro del Génesis que narran la emigración de sus antepasados, descubre en su historia un acontecimiento singular: Dios se reveló a Abraham y le hizo grandes promesas ser padre de un gran pueblo y poseer la tierra de Canaán y Abraham respondió al Señor “Abandonando su tierra”. De los diversos relatos sobre los patriarcas se puede retener como auténtico el hecho esencial de la relación establecida entre Dios y Abraham formulada en términos de alianza. La tradición bíblica no dejará de meditar sobre este acontecimiento.
La Alianza divina prometida a la descendencia
de Abraham es la piedra fundamental de todo el edificio de la revelación
bíblica es la decisión divina que crea la historia del pueblo de Dios. Abraham y los suyos pertenecieron a una
de las tribus semitas seminómades que se infiltraron en el Fértil Creciente hacia el segundo milenio,
tal vez entre los años 1850 - 1700; atravesaron el país sirio; pasaron el río
Jordán; llegaron a Siquem y más tarde,
gracias a uno de sus descendientes que llegó a ser “visir” del faraón de Egipto, se instalaron en las tierras verdes
del delta del Nilo.
Pero a los hijos de los patriarcas les harán
falta algunos siglos, y luego los acontecimientos del Éxodo y del Sinaí, para
que lleguen a ser el “pueblo de
Dios se escogió para sí”.
1.1.2. El Éxodo (1250 - 1220)
Después de un largo período de permanencia en
Egipto, difícil de precisar, los hebreos fueron sometidos a trabajos forzados
por un “faraón que no había conocido a
José” (Ex 1, 8); tal vez se trata de
Ramsés II que reinó en Egipto en el siglo XIII.
Hacia el 1250 un hombre de temple poco común,
MOISÉS, siguiendo una inspiración
de Dios, se puso al frente de los
hebreos con la intención de conducirlos al Desierto para “ofrecer sacrificios a Yahvé” (Ex 3, 18), pero al ver que se
le negaba salida apoyó su reclamación con una serie de “prodigios”, señales del poder de Dios, que atemorizaron al faraón
y le hicieron decir. El paso del Mar
Rojo abrió a los israelitas el camino de su libertad.
Los relatos que narran esta salida con rumbo
al Sinaí se encuentra en la primera
parte del libro del Éxodo. Este libro
reúne y yuxtapone escritos de varias épocas. En su conjunto es un relato épico,
más rico de evocación religiosa que de detalles históricos. Los escritores
bíblicos, al recoger esta traducción, le dieron una forma amplia, dramática y
estilizada, impresionante e instructiva, adecuada para hacer que se
comprendiera, al mismo tiempo que un punto esencial de la historia de Israel,
su importancia para el pensamiento y la vida del pueblo de Dios.
Israel se dio cuenta perfecta de que había
sido salvado por Dios, y esa convicción se fue ahondando hasta convertirse en
el artículo fundamental de su fe. El Éxodo será siempre el prototipo y la
promesa de todas las gracias de salvación. En el Sinaí se produjo un
acontecimiento excepcional que marcó el destino de Israel. Moisés y el pueblo
reunido tuvieron la “revelación de Dios”. Yahvé les manifestó su presencia y
el pueblo escuchó su voz interpretada por Moisés. No solo fueron conscientes de ser los
primeros beneficiarios de la revelación de Yahvé, entraron además en una
relación muy especial con su Señor; Dios
pactó una alianza con Israel. La
tradición hebraica verá en este acontecimiento religioso el inicio de su
existencia como pueblo escogido.
Moisés se dedicó entonces a organizar al
pueblo; le enseño a servir al Señor a quien debían su liberación y les dio una
legislación cultural y civil. Esta actividad legislativa - Moisés debió ejercer
la principalmente en el oasis de Cadés donde los israelitas se establecieron
algunos años. La tradición ha asignado a este período la duración convencional
de 40 años, el tiempo de una generación. Los años del desierto causaron en Israel una impresión muy profunda de su unión
con el Señor; más tarde los profetas evocarán idílicamente los “amores” entre Yahvé y su pueblo, “cuando Israel era niño”, “en los tiempos
de su juventud”. Pero esto no impidió que el tiempo del desierto fuera
deplorable en muchos aspectos. El libro de los Números refiere algunos motines
de aquella masa errante y frecuentemente alborotada. Cuando llegó el momento,
las tribus de Israel intentaron el
ingreso en la tierra de Canaán,
bordeando el reino de Edom y a través del país de Moab, llegaron hasta las
proximidades del río Jordán, pero Moisés
murió frente a la “tierra prometida”
antes de atravesar el río.
1.1.3. Conquista de Canaán y periodo de los jueces (1220 - 1030)
Antes de morir, Moisés escogió como sucesor a
JOSUÉ a quien le confió la tarea de
introducir a Israel en al “tierra prometida”. Poco sabemos de la parte que efectivamente
tomó Josué en esta empresa, no siempre lo encontramos en la batalla, ni mucho
menos en el puesto de mando. Ciertamente desempeñó un papel importante en la
organización de las tribus que venían de Egipto y de las que se instalaron en
Transjordania.
El libro de Josué presenta la invasión
israelita como una conquista rápida que muy pronto se vio coronada de éxito,
pero la documentación del libro de los Jueces resalta lo incompleto de la obra
emprendida y las dificultades que afrontaron los israelitas. La ocupación fue
lenta y penosa. Los cananeos tenían una civilización de estilo feudal que en su
conjunto constituían una verdadera fuerza y las tribus de Israel no siempre
luchaban unidas en la mayoría de los casos operaban como organizaciones
independientes. Sin embargo algunos clanes lograron infiltrarse de manera
pacífica.
Las victorias de los israelitas fueron
siempre consideradas como manifestaciones de la protección del Señor que daba a
su pueblo, el hermoso país prometido a sus antepasados. En el curso de los
siglos XII y XI la federación de las tribus fue tomando consistencia; durante
este período sufrió una profunda transformación: de la vida seminómada del
desierto pasaron a las condiciones de un pueblo sedentario. Fueron tiempos
difíciles. Los habitantes de un país
continuaban defendiéndose y conservaban en su poder las regiones fértiles. El
principal peligro lo constituían los filisteos, habitantes de la costa
palestinense, que intentaban apoderarse de la zona montañosa conquistada por
Israel.
Durante el siglo y medio que duró este
período, las tribus se limitaron a formar alianzas defensivas y temporales bajo
la dirección de jefes carismáticos, llamados “jueces”, héroes improvisados que surgían de
algunas tribus para remediar la situación
desastrosa, y que hacían
“justicia” a sus hermanos. Pero ninguno de ellos logró conducir a todo Israel
a la Batalla. Las cosas no podían seguir así. Las miserias de la anarquía, las
guerrillas de los cananeos y principalmente la presencia de los filisteos
hacían ver la necesidad de un régimen político unificador y estable. Surgió entonces un movimiento para instituir
la monarquía “como en las otras
naciones”.
1.2. El drama
del Pueblo
1.2.1. El Reino Unido (1030 - 931).
El último de los “jueces”, SAMUEL,
apareció en un momento crítico de la historia de Israel; presionado por el
pueblo ungió a SAUL como “nagid” (jefe), quien pronto llegó a ser
rey por aclamación popular. El objetivo de su reinado era unificar a las tribus
y conseguir la liberación de Israel del poder filisteo; objetivo que no pudo
conseguir. Saúl pereció con su hijo Jonatán, en el combate de Gelboé. A su
muerte la situación del país era alarmante.
Las victorias de los filisteos cada día eran mayores y de importantes
consecuencias. La unidad nacional era urgente.
Después de la muerte de Saúl, DAVID
fue reconocido como rey por todas las tribus; hizo retroceder a los filisteos,
hacia la costa; emprendió una serie de guerras contra los arameos impuso su
dominio a todos los estados vecinos hasta el norte de Sira. Sus conquistas
dieron a su reino el aspecto de un imperio. Instaló la capital en Jerusalén y
trasladó allí el arca de la alianza, centro del culto común de todas las
tribus.
En el apogeo de su reinado, David recibió del
profeta Natán una promesa de Dios que tendría importantes consecuencias para el
futuro: “Tu casa y tu reino permanecerán
para siempre ante mí, tu trono estará firme eternamente” (2 Sam 7, 16). Después este momento la esperanza
del pueblo se apoyará en la descendencia davídica. Había desesperado el “mesianismo” (Con esta palabra se
designa la esperanza de Israel en el establecimiento definitivo del reino de
Dios por medio del Mesías).
A David sucedió su hijo SALOMON,
rey magnífico y gran diplomático. Organizó los dominios de su padre; estableció
relaciones con Egipto, Arabia y Fenicia, introdujo el comercio internacional
que enriqueció rápidamente al país; adquiriendo con esto un lugar envidiable
entre las demás naciones. Su obra cumbre fue la construcción del templo de
Jerusalén, en el que Israel vio la presencia permanente del Señor en medio de
su pueblo, el centro de la unidad de las tribus y la prueba del establecimiento
definitivo en su tierra. Israel gozó de tal seguridad y abundancia material
como nunca antes la había soñado y sorprendente florecimiento cultural: se
empleó ampliamente la escritura; la música alcanzó cimas muy altas y el género
literario sapiencial comenzó a desarrollarse. Pero desgraciadamente no todo era
de oro. En los últimos años de la vida de Salomón el país fue minado, por
varias rebeliones internas. A su muerte el reino se dividirá para no unirse
jamás.
1.2.2. Los dos reinos Israel y Judá (931 - 721).
A la muerte de Salomón subió al trono su hijo
ROBOAM quien no fue capaz de
gobernar un reino que había sido unido de manera tan superficial. Las tribus
del norte se rebelaron contra el despotismo del rey y se constituyeron en un
estado independiente con el nombre de REINO
DE ISRAEL. Su capital fue Samaria, y su primer rey JEROBOAM.
La tribu de
Judá y una parte de la de
Benjamín fueron fieles al descendiente de David en el REINO DE JUDA que
tuvo su capital en Jerusalén. Este reino
fue ocupado siempre por la dinastía davídica. De esta manera las tribus
quedaron davídica en dos reinos hermanos, que adoraban al mismo Dios y poseían las mismas tradiciones, pero
que luchaban entre si repetidas veces.
El país del norte conoció periodos
brillantes, especialmente bajo OMRI (886-875) fundador se Samaria y bajo JEROBOAM
II (783-743). En tiempos de este último se escribió tal vez la “historia Elohísta”. El Reino, minado
por una inestabilidad crónica, no tuvo los medios necesarios para oponerse a
sus enemigos. En el 732 Sargón, rey de
Asiria, tomó Damasco y con esto se derrumbó el escudo de Israel. En el
721 fue tomada Samaria y gran parte del pueblo fue deportado.
El país del sur, pobre rodeado de vecinos
hostiles, no pudo desempeñar un papel importante, sin embargo, bajo los
reyes JOSAFAT (870-848) y OZIAS (781-740), logró tener puesto en
medio de las naciones.
Durante los siglos IX y VIII aparecieron los primeros profetas. En Israel; ELIAS
y ELISEO (875-800), AMOS y
OSEAS (750-725). En Judá: ISAIAS y MIQUEAS (735-700).
ELIAS, hombre de espíritu
austero, considerado como el padre del profetismo,, fue el defensor de la
auténtica religión en Israel. Su predicación le ocasionó persecuciones.
AMOS, pastor de la
región de Belén, fue escogido por Dios para recordar al pueblo del norte las
exigencias de la justicia de Dios. La
elección que Dios había hecho de Israel no era una garantía absoluta, sino una
responsabilidad.
OSEAS, profeta de alma
delicada, descubrió, a través de un
acontecimiento personal, la ternura de Dios. Dios ama a su pueblo como un
esposo a su mujer.
ISAIAS, hombre político de
gran visión, recordó al país del sur que sólo la Alianza con el “Santo” le podía salvar.
MIQUEAS, campesino que
sufrió en carne propia la guerra y la injusticia, subió a Jerusalén a anunciar
la indignación de Dios
1.2.3. El reino de Judá.
Gracias a la negativa de Ajaz de unirse a la
coalición antiasiria, Judá escapó al desastre que envolvió a Israel; pero Ajaz, viendo su trono en
peligro, recurrió a Teglatfalasar, rey, asirio, pidiéndole ayuda.
Isaías se enfrentó al rey previniéndole de
las terribles consecuencias del paso que iba a dar. Sin embargo, Ajaz, no
escuchó los consejos del profeta y firmó la renuncia a su libertad; convirtió
a Judá en un estado vasallo del Imperio
Asirio.
Ezequías (716), hijo de Ajaz, siguió una política diferente a la de
su padre, al principio previendo reacción asiria, pero después la intensificó
cuando el movimiento de independencia ganó actualidad. Al mismo tiempo
emprendió una amplia reforma religiosa; el pueblo había comprendido que sólo el
poder de Yahvé podría salvarlo.
Pensando que había llegado el momento
oportuno, Ezequías rehusó pagar el
tributo a Asiria y dio pasos para defender su independencia. Pero no lo logró.
Abandonado por sus tropas envió una embajada a
Senaquerib, rey asirio, quien le exigió un aumento drástico del tributo. La lucha por la independencia había
fracasado.
En el año 640 subió al trono el joven
rey Josías. Este realizó un esfuerzo
misionero muy grande para llevar al pueblo a su Dios. En este tiempo el
movimiento profético encontró de Isaías
anunciando el terrible día de Yahvé;
JEREMÍAS que comenzó su ministerio en el 627, se mantuvo dentro de una antigua
tradición que remontaba hasta la misma alianza mosaica. El descubrimiento del
Deuteronomio en el Templo dio un fuerte
impulso a la reforma religiosa. En el año 612 Babilonia despertó de un largo sueño, Nabucodonosor tomó Nínive,
capital de Asiria, y arrojó de Jarán al gobierno asirio refugiado allí.
El faraón de Egipto, Necao, pretendió salir
al encuentro de Nabucodonosor, prestando
ayuda a los asirios que aún resistían en Karkemish Josías, que no deseaba una
victoria egipcio asiria, intentó detener a Necao en Meguiddó, pero murió en la batalla y su
cadáver fue llevado a Jerusalén en medio de gran lamentación. Con su
desaparición terminó la reforma religiosa que aún no había acabado de penetrar
en los corazones. En el 605 la victoria de Karkemish abrió a Nabucodonosor.
El camino de Palestina, Judá quedó consternada ante este giro de los
acontecimientos. Yehoyaquim sucesor de Josías, al principio se hizo vasallo de
Babilonia, pero después se rebeló. Fue un error fatal. Nabucodonosor tomó la
ciudad de Jerusalén en el 598 y deportó a gran parte del pueblo.
Sedecías, fue colocado al mando de los que
quedaron en el país, pero su reinado no fue otra casa que agitación continua y
sedición. En pocos años un fiero nacionalismo llevó a Judá a la abierta e
irrevocable rebelión. Nabucodonosor actuó de nuevo. Envió sus tropas a Judá
destruyeron las murallas de Jerusalén y quemaron el templo y sus edificios. La
población fue deportada. El estado de
Judá había desaparecido para siempre. Año 586 a.C.
1.2.4. El Destierro de
Babilonia (586-538)
El año 586 debería haber sido el final
trágico del pueblo elegido; sin tierra, sin rey y si templo. Sin embargo con
gran admiración del historiador en vez de desaparecer encontró nueva vida. El
exilio fue uno de los momentos más fructíferos de la liturgia del templo,
organizaron el culto de salmos y lecturas meditaron sobre su historia,
recogieron y redactaron sus tradiciones, los oráculos de los profetas y los
usos litúrgicos. Muchos libros bíblicos fueron el fruto de esa reflexión.
En Babilonia, Israel descubrió la ciencia y
la dimensión del mundo, conoció los mitos y cosmogónicas por las que otros
pueblos explicaban el origen del mundo y la situación de los hombres. Al
contacto de las “naciones” sus horizontes se ampliaron y se preguntó una vez
más sobre la salvación de los paganos.
En este tiempo la corriente espiritual llamada “sacerdotal”.
En esa transformación profunda el profeta EZEQUIEL desempeñó un papel muy
importante, lo mismo el SEGUNDO ISAIAS quién, empapado en los
escritos anteriores, escribió el “Libro
de la Consolación” (Is 40-55), anunció el fin del destierro y la
restauración de Sión; proclamó el poder de Yahvé sobre el mundo entero su plan
de salvación universal y el valor redentor del sufrimiento. Momento culmen del
pensamiento religioso de Israel.
De acuerdo con las líneas fundamentales del
Deuteronomio, un grupo de teólogos, los “deuteronomistas” compilaron y
completaron diversos documentos de la historia de Israel; desde la entrada en
Palestina hasta el final de la monarquía y le dieron un nuevo enfoque
religioso. El conjunto de su obra ha recibido tradicionalmente el nombre del
“Profeta anteriores” (Jos, Jue, Sam, Re). Hacía el año 550 las victorias
sucesivas de Ciro el Grande todos los pueblos de Oriente, suscitaron entre los
desterrados una nueva esperanza.
1.3. El
Judaísmo
1.3.1. En el tiempo
de los persas (538-333)
a) Del 538 al 515
Ciró entró en Babilonia en el Otoño del 539 y
dio libertad a todos los cautivos. El destierro había terminado y comenzaba a
brillar en el horizonte la restauración de Israel. En el 538 la primera caravana de judíos
partió hacia Jerusalén, llevando en su corazón su ardiente ideal de patriotismo.
Sin embargo la reinstalación no fue fácil. Los recién llegados encontraron sus
tierras ocupada y muchos estaban dispuestos a aprovecharse de los demás (Is
58).
Bajo el impulso de los profetas AGEO y ZACARIAS se levantó el nuevo
templo de Zorobabel. La solemne fiesta
de la Dedicación en el 515 hizo reinar en
Jerusalén una atmósfera exultante de entusiasmo religioso, cantado en
los poemas del “TERCER ISAIAS” (Is 60-62). A estos religiosos días siguió una
época de oscuridad de la que no faltaron sufrimientos y adversidades para la
comunidad judía.
b) Del año 485 y 424
En el 485 los judíos emprendieron la
reconstrucción de las murallas de Jerusalén, pero sus intentos fueron
frustrados por Jerjes, rey de los persas (Esd 4, 6). En el año 465 los judíos
fueron acusados y Artajerjes mandó interrumpir de nuevo la construcción (Esd 4,
7, 12-16, 21-22). Una delegación de Jerusalén se dirigió a Susa, capital de
Persia, para informar a NEHEMIAS, copero de Artajerjes, sobre las deplorables
condiciones en que se hallaba Judá. El
rey otorgó a Nehemías el permiso de ir a
Jerusalén a levantar las murallas de la ciudad, destruidas desde hacía
más de un siglo. Trabajo arduo y penoso pero que se vio coronado con la
dedicación de las murallas.
A la obra de Nehemías siguió la reforma
religiosa de ESDRAS, “escriba versado en
la ley de Dios” quien venido de Persia, promulgó con valor oficial la
legislación del Pentateuco unificada por él y sancionada por Artajerjes II hacia el 428.
c) Del 400 al 333
A partir de la reforma de Esdras hasta la conquista griega de Alejandro
Magno, la historia permanece silenciosa.
Sin embargo el espíritu de Dios no comunicarse al mundo secreta y abundantemente
con nuevas luces sobre los destinos del hombre y sobre su plan universal de
salvación.
La calma política y la madurez obtenida por
el sufrimiento permitieron a Israel reflexionar sobre el sentido de la vida y
abundantemente con nuevas luces sobre los destinos del hombre y sobre su plan
universal de salvación.
1.3.2. En la época helenística
(333-63).
En el año 333 se produjo un nuevo cambio
radical en la historia del mundo. Alejando Magno, originario de Macedonia
conquistó las vastas regiones del Medio Oriente hasta la India, introduciendo
por todas partes la cultura griega y la lengua “común” (Koiné) que reemplazó pronto al arameo. El Judaísmo entró
en contacto con la cultura y el pensamiento helénico. A la muerte de Alejandro (323) Palestina quedó en manos de
los monarcas egipcios de cultura griega, llamados “TOLOMEOS” (o Lágidas),
los cuales respetaron la constitución teocrática de los judíos. En el
siglo III se comenzó a hacer la
traducción griega de la Biblia, llamada de los LXX que fue más tarde la Biblia de los cristianos.
Los griegos de Siria, llamados “SELEUCIDAS”
se apoderaron en el 198 del territorio palestinense. Antíoco IV Epífanes quiso
realizar la unidad cultural y religiosa de su imperio; suprimió ásperamente la
ley del Estado Judío y su constitución
religiosa (168), castigó a los que seguían las observancias judías, judío sometido
a las arbitrariedades de los procuradores rumanos. Esta exasperación fue
alimentada también por las creencias apocalípticas según los cuales Dios no iba a tardar en restablecer su justicia y
al mismo tiempo, los privilegios de su elegidos, inaugurando de manera
espectacular su Reino sobre la tierra.
En sus inicios el período romano de Palestina
fue dominado por la Dinastía de los Herodes. Herodes el Grande reinó del 40 al
4 a.C. Sus orígenes idumeos, y por lo tanto no davídicos, unidos a su crueldad,
le atrajeron un odio implacable de parte de los judíos. A su muerte sus tres
hijos se repartieron el reino. Herodes
Antipas recibió la Galilea y la Perea en
donde reinó hasta el año 39 d.C. Es conocido por haber hecho decapitar a Juan
Bautista y por haber desempeñado cierto papel en el proceso de Jesús (Mc 6,
17-19; Lc 23, 6-16). Los otros hijos de
Herodes Arquelao y Filipo, que había recibido situados al norte de Perea,
apenas si son nombrados en los evangelios (Mt 2, 22; Lc 3, 1).
El poder político predominante era ejercido
por funcionarios romanos. El Nuevo Testamento ha conservado el recuerdo de
algunos ellos. Poncio Pilato ejerció
brutalmente sus funciones entre los años 27 y 37; Félix, hombre cruel y
vicioso, procurador entre los años 52 y 60 contribuyó para que surgiera la
guerra civil, en los territorios de su jurisdicción. Ante el compareció Pablo
en Cesarea (Hch 23, 23-24, 26), tuvo
como sucesor a Festo, ante quien Pablo
apeló al tribunal del César (Hch 25, 11-12).
En la época de Jesús el judaísmo era un
sistema socio-religioso basado sobre la fe en el Señor, Todopoderoso y Único, y en el respeto absoluto a la “Ley”. Esta era considerada de origen
divino, y por lo tanto, perfecta. Sin embargo, debía ser explicada e
interpretada para que pudiera aplicarse a los problemas concretos e
individuales. Estas explicaciones fueron
constituyendo poco a poco la llamada Tradición de los Ancianos. Los intérpretes de la Ley eran los “escribas”, quienes gozaban de
considerable autoridad entre el pueblo; ejercían en la sociedad las funciones
de teólogos y juristas.
El otro polo de la existencia judía en el
siglo I era el Templo de
Jerusalén, considerado como el centro del mundo y el lugar en el que Dios
debía manifestarse al final de los tiempos. Las funciones culturales y
litúrgicas eran asumidas por los sacerdotes, escogidos entre los descendientes
de la familia de Aarón y asistidas en sus tareas por los levitas. La clase
sacerdotal estaba rigurosamente jerarquizada bajo la autoridad del Sumo
Sacerdote, quien presidía el Sanedrín, asamblea de 70 miembros, sacerdotes y
laicos, competentes en materia civil y religiosa.
Un fuerte antagonismo oponía a los escribas y
a los representantes de la clase sacerdotal.
Este antagonismo era uno de los aspectos de la oposición que reinaba
entre el Templo y la Sinagoga, o entre
los Saduceos y los Fariseos. Estas dos
grandes tendencias constituían lo que de ordinario se llama judaísmo oficial.
Los saduceos eran partidarios del orden social romano, que les garantizaba lo
esencial de sus prebendas. Su autoridad era fuertemente rechazaba, ya que
hacían colaboradores de la potencia romana ocupante. Habían perdido toda su
influencia. El dictó pena de muerte para quienes practicaban la circuncisión;
prohibió el culto del Templo de Jerusalén
y erigió un altar a Júpiter Olímpicos.
A este atropello se opuso con audacia, el
movimiento de los hermanos Macabeos.
Impulsados por el amor a las tradiciones de sus antepasados desataron
con éxito una insurrección. Simón Macabeo (141) fue reconocido como Sumo
Sacerdote y obtuvo la independencia para Judea. Durante más de un siglo los
príncipes asmoneos, descendientes de Simón, se arrogaron el sumo Sacerdocio y el poder supremo de la nación.
Esta situación duró hasta el año 63 en que Pompeyo, aprovechándose de los
conflictos de los hermanos asmoneos Hircano II y Aristóbulo II, tomó la ciudad
de Jerusalén y transformó a Judea en una provincia romana.
2.- PANORAMA DEL NUEVO
TESTAMENTO
2.1.
Historia del Nuevo Testamento.
Después de un largo silencio, finalmente “La Palabra
de Dios descendió sobre Juan, Hijo de Zacarías, en el desierto” (Lc. 3,2),
Juan Bautista es el último profeta del A.T. enviado por Dios “para
preparar el camino de Dios” (Lc. 3,3-6), para “dar testimonio de la
Palabra de Dios que se ha hecho carne” en Jesús de
Nazaret (Jn. 1, 6-8.15.19-34). Estamos en los años 28-30 aproximadamente de la
era cristiana.
El nuevo Rabí de Nazaret, una vez recibido el bautismo de manos de Juan, da
comienzo a su misterio de Mesías Salvador. Actúa y habla. Sus palabras y los
milagros que realiza impresionan a la multitud y a los jefes de los judíos.
Obraba y hablaba con una autoridad (cf. Mc. 1, 22.27; 2,12) jamás conocida en un
profeta. Perdona a los pecadores, a todos sin distinción; y plantea a la gente
las cuestiones más graves acerca de las relaciones con Dios y con los hermanos.
Abre el corazón de sus discípulos, llamados por El para que le sigan, a la
novedad de su persona y compromete sus vidas en la construcción del Reino de
Dios.
Había comenzado diciendo: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertías y
creed en el Evangelio” (Mc. 1,15). El Reino de Dios es dos cosas al mismo
tiempo: Presencia de Dios como acción salvífica en la historia presente (= soberanía de Dios) y también estado
final-escatológico que pondrá fin al viejo mundo, dominado por el pecado y por
la muerte, y que inaugurará el mundo nuevo de la resurrección universal,
incluso cósmica ( = Reino de
Dios). La soberanía de Dios es para el
presente, convoca y compromete en el presente; se acoge mediante la fe, ella
libera del mal y libera para el bien. El Reino de Dios (Juicio final, Parusía del Señor, nueva
creación) es para el futuro, es “adventus”.
No puede decirse, con todo, que exista una total discontinuidad; aquello que en
el mundo futuro será plenamente visible y transparente, está ya actuando aquí
abajo, aunque de una manera oculta.
Jesús de Nazaret no se limita a contarnos “las parábolas del Reino”. Toda su
persona y su vida constituyen por sí mismas una
desconcertante parábola del Reino:
“El Reino de Dios está ya en medio de vosotros” (Lc. 17,21). Toda su vida
está marcada de forma repentina y
coherente por el efecto de “choque”,
como se ve en Mc. 2,1-3. Son cinco historias preocupantes, que obligan a los
testigos presentes a tomar posición : el perdón de los pecados al paralítico,
la comida con los pecadores y los publicanos, la defensa de los discípulos que
no ayunan y que cogen espigas durante el descanso sabatino, una curación en día
de Sábado. La conclusión de estos cinco pasajes anticipa lo que va a ser el fin: “Y los fariseos salieron de repente con los
herodianos y celebraron consejo contra El para hacerle morir” (Mc. 3,6).
Sobre todo de Él, el Profeta, ciertamente que el mundo no era
digno (cf. Hb. 11,38). La fe cristiana es también adhesión no fácil a la manera
imprevisible, escandalosa (para los hombres) de inaugurar el Reino por parte de
Jesús.
Jesús debía morir, rechazado y crucificado por los
dirigentes del Pueblo, como El mismo lo había anunciado (cf. Mc. 8,31-33;
9,30-32) ; pero había dicho además que “después
de tres días resucitaría de entre los muertos”. Su resurrección confirmó
definitivamente a los ojos de sus discípulos la verdad de la palabra de Jesús y
de toda su misión, como enviado de Dios y Mesías de Israel, y como el Señor
vivo. Los discípulos, reconfortados con
las apariciones de Jesús Resucitado e iluminados por el Espíritu Santo en Pentecostés,
proclaman ahora con abierta franqueza su fe; Jesús no es solamente el Cristo,
es decir, el Mesías, sino que es el Señor y Salvador único, el Hijo de Dios
hecho hombre. Muchos entre los judíos creyeron en Jesucristo y la Iglesia se desarrolló
rápidamente; pero la mayor parte rechazaron a Jesús y a la Iglesia naciente. El
apóstol S. Pablo, también él israelita a los centros más importantes del mundo
greco-romano, dio al rechazo de Israel el nombre de “misterios” (Rom. 11,25): aún esto constituye un misterioso plan
divino de salvación universal.
2.1.2. La
predicación de los apóstoles. Los escritos de Pablo.
Al comienzo de la predicación de los apóstoles fue
solamente oral. Las Sagradas Escrituras eran al comienzo, tanto para los
apóstoles como para los cristianos, como para Jesús, las mismas de Israel, es
decir, el A.T. El órgano transmisor del mensaje cristiano es la Iglesia , jerárquicamente
estructurada en torno a los doce apóstoles y a Pedro, su cabeza, junto con su
tradición viva: ejemplo de vida, culto e instituciones.
Sin embargo, los primeros escritos cristianos no
tardaron en aparecer, como testimonios e instrumentos de esa vida tradición.
Los primeros textos son del apóstol S. Pablo, quien dirige diversas cartas a las
comunidades por él fundadas y con las cuales trata de establecer una comunión.
Entre los años 50 y 60: 1 y 2 a los Tesalonicenses, 1 y 2 a los Corintios, a los Filipenses (otros las ponen entre las “cartas de la cautividad”), Gálatas y Romanos. Del año 61 al 63,
mientras S. Pablo está prisionero en Roma, Escribe “las cartas de la cautividad”: Colosenses, Efesios, Filemón. La última serie de cartas tiene como
destinatarios a personas particulares, es decir, pastores de almas: de ahí el
título de “cartas pastorales” que se da a 1 y 2 Timoteo, a Tito. Nos encontramos en el año 63 al 67, en el
caso de que estas cartas sean de S. Pablo. Pero la crítica descubre en ellas
una lenguaje distinto y un cambio en el estilo respecto a las cartas
precedentes del apóstol, así como una diversa situación histórica y eclesial,
que se adapta mejor al último decenio
del siglo Y : según pudo haber utilizado algunos apuntes de S. Pablo. Todo este
conjunto de la cartas de San Pablo constituye un maravilloso testimonio de cómo
el Evangelio transforma a las personas y a las comunidades. El lector queda
cogido por él : las esperanzas de la comunidad naciente, sus éxitos, los
conflictos internos y el enfrentamiento constante con las religiones y las
culturas externas son en el fondo las mismas de la Iglesia de siempre,
incluso la nuestra.
La
carta a los Hebreos, obra
de un discípulos de S. Pablo escrita poco antes de la destrucción de Jerusalén
el año 70, desarrolla una grandiosa tesis sobre la universal mediación
sacerdotal de Cristo y anima a los cristianos, tentados de apostasía.
2.1.3. Los
Evangelios Sinópticos.
La redacción definitiva de los tres primeros Evangelios, Marcos, Mateo y Lucas marca otro período
literario, que va del 65 al 80 d.C., aproximadamente. La Iglesia se difunde
ampliamente en el mundo en el mundo y se aleja cada vez más de los días de
Jesús de Nazaret y de Pentecostés; la memoria oral y vital por sí sola se
diluye en el tiempo y corre el riesgo de desvirtuar la figura, el mensaje y el
misterio de Jesucristo; se hace necesario un punto de referencia escrito,
esencial. Nacen así los Evangelios de Marcos,
Mateo y Lucas, llamados Evangelios
Sinópticos porque, dispuestos en
columnas paralelas, los podemos leer de un golpe de vista y descubrir sus
semejanzas y divergencias. La fundamental conformidad del contenido de estos
tres Evangelios se explica gracias a una común tradición oral, homogénea y bien
estructurada que ha precedido a la puesta por
escrito de los Evangelios, al empleo de fuentes comunes escritas y a la
dependencia de Mateo y Lucas de Marcos.
La divergencias, por su parte, son debidas, bien a la diferencias de
personalidad y problemáticas de las comunidades destinatarias de los Evangelios
(cf. DV 19).
El
Evangelio de Marcos está
escrito para cristianos provenientes del paganismo. Con un lenguaje narrativo
popular y un estilo vivo y pintoresco que pone al lector en contacto inmediato
con los hechos, objeto primordial de su narración, el evangelista se propone
revelar progresivamente el misterio de
“Jesucristo, Hijo de Dios” (Mc.
1,1), culminando en la pasión que lo revela como tal al centurión pagano (Mc.
15,39). Se ha hablado de Marcos como del Evangelio
del catecúmeno: una guía para ir gradualmente introduciéndole en el
“misterio del Reino de Dios” (Mc 4,11), por un camino nada fácil de fe y de
seguimiento, a imitación de los Doce.
El
Evangelio de Mateo está
escrito para judeocristianos y presenta a Jesús como el Mesías anunciado por
las Escrituras hebreas: Jesús es el Enmanuel, es decir, el Dios-con-nosotros, afirmación que abre (Mt 1,23) y cierra (Mt
28,20: Yo estoy-con-ustedes) este
Evangelio. Convencido de que el verdadero judío es, paradójicamente, el que se
hace cristiano y entra en la Ekklesia , Mateo
es el único evangelista que pone en boca de Jesús la palabra Iglesia (Mt
16,18 y 18,17). Al referir las palabras de Jesús, reagrupadas en cinco grandes discursos, está pensando
continuamente en la vida de la comunidad: un Evangelio que podríamos llamar el
Evangelio del catequista, una larga catequista que guía a los cristianos hacia
la formación de una comunidad y traza por ellos un código de vida comunitaria.
El
Evangelio de Lucas
alcanza su singularidad en el hecho de ser el primer cuadro del díptico Lucano:
El Evangelio, que es el tiempo de
Jesús y la historia de Jesús, y de los Hechos de los Apóstoles, que es el
tiempo de la Iglesia.
Cuando Lucas escribe, se ha madurado ya el sentido de una
Iglesia dilatada en el largo tiempo de la historia de la salvación y
comprometida en la obra de evangelización y conversión. Su Evangelio invita a la Iglesia a contrastarse con
la solidez (la asphaleia de Lc. 1.4)
de los orígenes, o si se quiere con la auténtica tradición de Jesús, la única
que garantiza una auténtica contemporaneidad de la Iglesia en cualquier
momento de la historia. El Jesús de Lucas es ante todo el Señor y el Salvador
de todos los hombres un Cristo misericordioso en continua búsqueda de los
pecadores, de los pobres, de los marginados; pero cuya misericordia no atenúa
las radicales exigencias del Evangelio, destacadas particularmente por Lucas, y
que el creyente debe traducir a la vida de todos los días (Lc. 9,23). Después
del Evangelio del catecúmeno y del catequista, tendríamos en Lucas el Evangelio del cristiano que da testimonio en
el mundo.
Los
Hechos de los Apóstoles
son una continuación del Evangelio. La Buena Nueva de Jesús Salvador de todos los
hombres se hace ahora la
Buena Nueva de Salvación anunciada y testimoniada por la Iglesia apostólica ante
todos los pueblos entonces conocidos. Los Hechos son una obra abierta, un libro
cuya conclusión no es un punto final : el apóstol de guardia..., y sujeto con
una cadena (Hch. 28,16.20), pero “anuncia
el Reino de Dios y enseña las cosas relativas al Señor Jesucristo, con toda
libertad y sin impedimento alguno” (Hch 28,31). La antinomia de Pablo,
prisionero pero evangelizador, es la perenne antinomia salvadora de la Iglesia.
2.1.4. Las
epístolas católicas.
Otros escritos apostólicos (carta de Santiago, de Judas, 1 y 2 de S. Pedro, 1, 2 y 3 de S. Juan) se agruparon, después del siglo
IV, bajo la denominación de Epístolas Católicas, es decir, universales, ya que
no estaban destinadas a comunidades particulares, sino a los cristianos en
general. Son mensajes, en forma de carta, escritos por apóstoles o por hombres
de su círculo que todas las generaciones de creyentes deben acoger y vivir : la
fe debe ser verificada por medio de obras (Santiago);
los falsos doctores está ya juzgados (Judas);
debemos estar prontos a responder a cualquier que nos pida razón de la
esperanza que está en nosotros (1 Pedro);
vivir a la espera del día del Señor (2
Pedro), vivir en el amor y amar en la verdad (1, 2 y 3 de Juan). En cuanto a la 2 de Pedro, la crítica está de acuerdo en atribuirla a un discípulo
del apóstol, que escribe a finales del siglo I o comienzos del II.
2.1.5. Los
escritos de Juan.
La obra considerada joanea cierra la colección de
los escritos del N.T. Además de las cartas ya mencionadas, la tradición
cristiana desde sus albores ha atribuido al apóstol Juan el cuarto Evangelio (El Evangelio de San Juan), un escrito
lentamente madurado a lo largo de sucesivas redacciones las cuales, sin
embargo, conservan viva e intacta la impronta del testigo ocular, el apóstol
Juan, su primer autor. La fuerte personalidad suya y de su tradición, paralela
pero independiente respecto a la que confluyó en los Sinópticos; el nuevo
contexto cultural y eclesial es el que se desarrolla la tradición de Juan; una
reflexión más madura sobre la persona de Cristo sólo posible a finales del
Siglo I: todo esto explica suficientemente la diversidad del Evangelio de S.
Juan, que Clemente de Alejandría llamó el Evangelio
espiritual. Podría decirse que es el Evangelio del Creyente contemplativo, que ha llegado a una
esperanza cristiana madura.
En la aventura tan profundamente humana de Jesús
de Nazaret (la sarx-carne del Verbo), que culmina en la pasión y muerte que
constituyen su hora, se hace visible y tangible la Gloria de Dios, o si se
quiere, la Presencia
de la verdad y de la vida que son de Dios y descienden de Dios a través del
Verbo encarnado y se ofrecen a la acogida de la fe. Juan se dirige expresamente
al lector desconocido, llamándolo a entrar en el juego dramático de la opción
en pro o en contra de Jesús ; “Jesús
realizó también delante de sus discípulos otros muchos signos, que no están
escritos en este libro. Y estos han sido escritos a fin de que creáis que Jesús
es el Cristo, el Hijo de Dios y a fin de que creyendo tengáis la vida en su
nombre” (Jn 20,30 s). Al leer el Cuarto Evangelio se tiene la impresión de
estar asistiendo a un prolongado proceso, resultado de la revelación progresiva
en las acciones y palabras de Jesús, que pone al espectador en estado de alerta
y de lucha y que concluye con un juicio (Krisis), es decir, con una separación
: la incredulidad culpable de “los judíos”
por una parte, y la fe de los “discípulos”
por otra. Pero el proceso continúa; los contemporáneos de Jesús representan
todos los hombres de todos los tiempos, en cuyo corazón sigue desarrollándose
este mismo drama hasta su definitivo desenlace. La Palabra de Jesús no deja a
nadie como antes, sino que le obliga a mostrar sin compromiso su verdadero
rostro, lo juzga al instante (cf. Jn. 3,19; 12,31). La fe o la incredulidad
culpable anticipa el juicio final.
Finalmente, el
Apocalipsis. El autor de la obra lleva el nombre de Juan (Ap 1,1. 9; 22,8),
pero la firma puede ser fruto del recurso a la pseudonimia, típica del género
literario apocalíptico : quien lo escribe pretende acogerse idealmente a una
célebre figura, con la que siente especial afinidad. Y de hecho, si algunos
temas del Apocalipsis guardan afinidad con el cuarto Evangelio, su lenguaje
(dejando aparte el estilo) se distancia de él totalmente. Todo hace pensar en
algún discípulo del Apóstol Juan, intérprete apocalíptico en su tiempo del excelso
maestro. El Apocalipsis es un libro profético (Ap 1,3; 22,7) singular, escrito
en un lenguaje simbólico-misterioso que intenta despertar la conciencia de la Iglesia en los tiempos de
la persecución de Dominiciano, pero al mismo tiempo escapar al control de los
perseguidores y de la censura. En el ambiente privilegiado de la asamblea
litúrgica, uno lee y los demás escuchan, como se dice en Ap 1,3- La Iglesia es urgentemente llamada a la conversión y
a la purificación (cf. Ap 2-3); así purificada, estará en disposición de “comprender desde el punto de vista de Dios
las cosas que deben suceder” (cf. Ap. 4,1), entender cuál es su hora dentro
de la historia de la salvación (Ap. 4,20). El “libro sellado”, que el Cordero inmolado pero victorioso abre y
leer para la Iglesia , traza las líneas
de su compromiso en la historia : La
Iglesia peregrina en el mundo, testigos y mártir en su
perpetuo itinerario pascual, camina hacia la Nueva Jerusalén , la Nueva Ciudad De Dios y de los Hombres (Ap. 21, 22).
Conclusión.
Hemos puesto de manifiesto con esta breve historia
que el devenir de la Biblia
corre parejo al devenir de la historia del antiguo y del nuevo Israel. Uno como
estudiante y lector piadoso permanente de Sagrada tendrá un modo de profundizar
en la historia bíblica, en la formación literaria de los grandes complejos y de
cada uno de los libros de la
Biblia y sobre todo en el mensaje religioso de una historia
“profética” que desafía hoy a la
Iglesia y al mundo.[2].
3.1.
AMBIENTE HISTÓRICO.
3.1.0. Introducción
El
cristianismo nace de un pueblo que vivió una historia borrascosa. Jerusalén va
a ser destruida en el año 70, y manifiesta el grado de exasperación a que había
llegado el pueblo judío sometido a las arbitrariedades de los procuradores
romanos. Aparte de ello habrá que decir que parte de esa exasperación se debió
sin duda por las creencias apocalípticas
según las cuales Dios no iba a tardar en restablecer su justicia, y al mismo
tiempo, los privilegios de sus elegidos, inaugurando de manera espectacular su
Reino sobre la tierra. Por eso, para poder entender todo este ambiente en que
nace el cristianismo, conviene tener presente unas ideas acerca de la patria de
Jesús, ambiente y época en que vivió, fiestas, sacrificios de la antigua ley,
sinagogas, sectas judías y el lenguaje de Jesús.
3.1.1.
Ciudades célebres en la vida de Jesús[4].
a. Belén
(de Bet Lehem : Casa del pan).
Se encuentra a 10 Km .
de Jerusalén. Es una ciudad edificada sobre dos colinas, como dos columnas
mirando al desierto. Está situada sobre una loma alargada, a 777 metros sobre el
nivel del mediterráneo. Es una ciudad pequeña y antigua ciudad.
Belén es nombrada por primera vez en una carta de Tell el-Amar-na, en
Egipto (s. XIV a.C.) en donde el reyezuelo de Jerusalén pide en ella apoyo al
faraón contra la insubordinación de Bit-Lahmi
(Belén). En los tiempos patriarcales, Belén es identificada con Efrata, cuando nos habla de la muerte y
sepultura de Raquel, segunda esposa del patriarca Jacob : “Murió Raquel y fue sepultada en el camino de Efrata, que es Belén”
(Gn 35,19). En el reparto de las tierras entre las tribus, quedó asignada a la
tribu de Judá y fue habitada por los Calebitas (1Cr 2,50). En ella nació y fue
enterrado Ibsán, uno de los jueces
menores (Jue 11,8-10). En la vida de David fue ocupada algún tiempo por los
filisteos (2Sam 23,14) y más tarde fortificada por Roboám (2Cr 11,6).
En el AT Belén es sobre todo, la ciudad cuna del rey David, el hijo
menor de Isaí, elegido por Dios de entre sus hermanos y ungido por el profeta
Samuel como el segundo rey de Israel (1Sa 16). El relato que encontramos en el
libro de Rut cuenta los orígenes de la dinastía davídica. Belén y David
quedarán a partir de entonces como una nota destacada de los oráculos
mesiánicos. El Mesías tenía que nacer en Belén. Así lo anunció el profeta
Miqueas (Mi 5,2-4). El texto es recordado por el evangelista Mateo (2,6). Juan
recoge la tradición que existía entre los judíos de su tiempo : “ ¿ No dice la Escritura que del linaje
de David y de la aldea de Belén, de dónde era David, ha de venir el Mesías ? Mateo (2,1) y Lucas (2,1-20) afirman el
nacimiento de Jesús en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes, bajo el
imperio de Cesar Augusto; y en un establo “porque
no había para ellos sitio en la posada...” . Pero hay que anotar que los
evangelistas no dicen que la hubiera vuelto a visitar a pesar de estar a sólo 8 Km . al sur de Jerusalén. El
Protoevangelio de Santiago (18,1) dice que fue en una cueva. El evangelio sólo
menciona el pesebre. Se puede entender perfectamente : una cueva que sirvió de
establo donde había un pesebre, cosa normal y frecuente entonces y todavía en
Palestina. Así lo presenta, San Justino, natural del país a mediados del II
(160)[5]
Donde nació Jesús, hay una inscripción:
"Hic de Virgine María, Iesus Christus natus est".
Los primeros cristianos no
olvidaron este acontecimiento y recordaron con veneración el lugar dónde nació
Jesús. Hasta que en el año 134 el lugar fue convertido en bosque sagrado en honor
de Tammuz-Adonis, dios de la vegetación que muere y vuelve a la vida cada año,
como símbolo del ciclo agrario. Es lógico pensar la existencia de este culto,
pues en este lugar se ubicaba el nacimiento de un dios. Es un dato importante
favorable a la tradición cristiana anterior a este hecho paganizante[6]. Tiene
una población árabe de 35,000 hab. y la
población musulmana desde la guerra desde 1948 ha aumentado
considerablemente, llegando a ser casi la mitad de la población. Hoy es
territorio de los palestinos.
b. Nazaret (Dos torres ¿?)
Ciudad de la baja Galilea, a 157 km . de Jerusalén. Tiene unos 60,000
habitantes, incluyendo el barrio alto (la Nazaret
Ilit ), de reciente construcción, sobre las colinas
orientales y de población judía. La población árabe que ocupa todo el valle y
las laderas del mismo, suma los dos tercios de la población total,
aproximadamente mitad cristianos y mitad musulmanes. En la antigüedad
perteneció al territorio de la tribu de Zabulón.
Lugar donde tuvo la
Encarnación del Hijo de Dios. Allí pasó su vida oculta, desde
su venida de Egipto. Cerca de la
Iglesia de la
Anunciación está la fuente de María, a la que según la
tradición iba la Virgen
muchas veces en busca de aguas con su Hijo.
Era aldea humilde - aunque Lucas le llame “ciudad” en su evangelio - y despreciada (¿Acaso de Nazaret puede salir algo
bueno? Cf. Jn 46). Pero, por haber acordado Dios de su promesa, el
nombre de Nazaret es hoy conocido en todos los rincones del mundo (“Al
llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer”
Cf. Gal 4,4). Gracias a Jesús Nazaret entra en la historia y le dio un nombre
universal, sacándolo de la oscuridad en que hasta entonces había estado
viviendo. Jesús y Nazaret son dos nombres que pueden separarse (cf. Lc 1,26-38;
1,56; Mt 1,18-25; 2,21-23; Lc 2, 39-40 . 50-51; 4, 16-30). Y sobre todo, no se
puede hablar de Nazaret sin mencionar a Jesús de Nazaret. Sin él no hubiera
habido historia de Nazaret.
El poblado sobre el que vivió Jesús no abarcaría más de 200 x 150 m , probablemente y es muy
poco lo que se conoce del Nazaret antiguo. No es mencionado en ninguna de las
fuentes anteriores al Nuevo Testamento. Tampoco lo nombra Flavio Josefo. Van a
ser los evangelistas los que lo van a sacar del silencio citándolo no menos de
treinta veces como el pueblo de Jesús o en relación a su persona.
La arqueología nos permite entrever algunas cosas que no están en las
fuentes literarias. En efecto, la arqueología nos permite remontar la
antigüedad de Nazaret por lo menos al segundo milenio antes de Cristo. En el s
VIII ya existía una comunidad agrícola en la colina donde están los santuarios.
Las excavaciones realizadas en 1955 se pudo constatar que la colina rocosa
sobre la que estuvo asentado el antiguo pueblo está toda ella horadada. Cada
vivienda tenía su bodega excavada en el subsuelo o su granero, y su cisterna de
agua. También se encontraron molinos de grano, de aceite, lagares y abundante
cerámica local, particularmente de los períodos Romano y Bizantino. Había una
cerámica fina importada del período Bizantino. La Sagrada Familia no
conoció semejante vajilla.
La arqueología también nos permite intuir como sería la vida de un
artesano en un pueblo como el de Nazaret. Los evangelios nos dice que José era
un artesano y una noticia del s II, recogida por Eusebio de Cesarea nos dice
que había algunos parientes de Jesús que poseían algunas propiedades, que ellos
mismos cultivaban. Al leer el frescor de las parábolas y de algunas enseñanzas
de Jesús podemos descubrir posibles vivencias de Jesús joven artesano u obrero
de Nazaret. Hasta la edad de treinta años tuvo el tiempo suficiente para
asimilar una forma de vida que tantos recursos le proporcionó luego en la
exposición del mensaje evangélico. No podemos descartar también la idea que
Jesús pudo ser jornalero, pues el trabajo de artesano en un pueblo tan pequeño
como el de Nazaret no da dinero suficiente para poder subsistir, así que lo
podemos imaginar yéndose con José a pueblos cercanos a realizar algunos “trabajitos” y en otras aguardando con
los jóvenes de Nazaret a que los
vinieran a contratar el jornalero para trabajar en su viña u otra labor.
También supo lo que es no poseer más que una túnica para vestir y para cubrirse
durante la noche. Conoció las faenas de la casa, y aunque eran trabajos propios
de mujeres, seguramente colaboró en ellas.
Las viviendas eran estrechas y sencillas, y algunas total o
parcialmente excavadas en la blanda roca de la colina, donde el declive lo
permitía. No había en ella muchas cosas. Frecuentemente sólo lo indispensable,
lo que entonces era muy poco. La vajilla era de cerámica local, poco fina,
cuando no tosca y áspera al tacto. La estera servía de catre en la noche y la
túnica de cobertor. Aquí y así vivió María, y Jesús se desarrolló físicamente
hasta hacerse hombre, y se llenó de sabiduría y gracia, que derramaría después
a manos llenas, “porque el favor de Dios
le asistía”
c. Jerusalén
Es la ciudad santa de los judíos, musulmanes y
cristianos. Para nosotros es santa, pues Jesús la santificó tantas veces con su
presencia. En ella está el Calvario, el Santo Sepulcro, el Huerto de los
Olivos, calle de la amargura, el lugar de la Ascensión , el Templo en
otro tiempo sobre el monte Moria (hoy se halla construido en aquél lugar santo,
la Mezquita
de Omar).
Jerusalén se halla como otras ciudades de la región en la línea de
cumbres de la montaña de Judá. Esta a unos 760 metros sobre el
nivel del Mediterráneo. Es una ciudad que tenía defensas naturales, pero eso no
quitó que se hicieran murallas como las ciudades de aquellas épocas. Los
edificios más importantes de Jerusalén en la primera mitad del siglo Y d.C.
además del colosal templo, eran el palacio de Herodes y la Torre Antonia.
La ciudad que Jesús conoció era bella y muy grande. Vista hoy desde el
Monte de los Olivos, produce una imborrable sensación. La misma que causaba
entonces y aparece en los reflejada en los evangelios (Mt 24, 1-3; Mc 13, 1-3).
Jesús como todo israelita quería y se extasiaba ante la Ciudad Santa. Nos lo
imaginamos recitando algunos salmos (Sal 137, 5-6; 122, 1-2.6-7). Por eso,
Lucas señala que al contemplar a Jerusalén por última vez conociendo su futura
ruina no pudo menos que romper a llorar (Lc 19, 43-44).
d. Cafarnaúm (Aldea de Nahum).
Cafarnaúm en tiempos de Jesús fue una ciudad modesta, con una extensión
de 6 Ha .
y una población que no llegaba ni a los 10,000 habitantes, pero con indudable
interés estratégico, pues se hallaba edificada junto a una de las rutas más
importantes del país y servía de puesto fronterizo entre la Galilea , a la que
pertenecía, y la tetrarquía de Filipos, cuya ciudad Julias (antiguamente
Betsaida) se hallaba también junto a la ribera del lago, pero al otro lado del
Jordán. Por esta razón Cafarnaúm tenía aduanas y por tanto vivían en ella
bastantes recaudadores de impuestos (Mt 9,9-10; Mc 2,13-15; Lc 5,27-29). Por ser una ciudad fronteriza tenía una
guarnición militar del ejército mercenario de Antipas, consistente
probablemente en una centuria. Su capitán o centurión tenía también allí su
residencia en una casa importante con varios criados. Por su posición social
como económica, así como su inclinación hacia la religión judaica a pesar de
ser pagano, había tomado a cargo la edificación de una gran sinagoga en la
ciudad (Mt 8, 5-9; Lc 7,1-8).
La población además del comercio y servicios, vivía de
la pesca en el lago y de ciertos cultivos especiales, principalmente de
plantaciones de olivos, ya que elaboraba aceite en abundancia tal como lo
demuestran las excavaciones. Cafarnaúm era una ciudad modesta, pero no por ello
dejaba de llamarse lo que denominaríamos “pretenciosa” (Mt 11,23; Lc 10,15).
La parte de la ciudad actual tiene unos 125 m de recorrido. Hay
varias manzanas, y entre ellas el gran edificio de la sinagoga[7]. Las
casa suelen hallarse pegadas una a otra, pero en algunos casos hay pequeñas
calles transversales. De estas casas la que le interesa a los cristianos es la
casa de Pedro y Andrés (Mc 1,29), que es una casa como las existentes en esos
tiempos, en donde las casas eran muy comunitarias, sin apenas posibilidad de
una independencia personal. Parece ser que la casa de Pedro, acaso podría ser
de los suegros de Pedro. Alude al hecho que Pedro y Andrés eran de Betsaida (Jn
1,44) y dice el texto que en esa casa vivía la suegra de Pedro (Mc 8,14-15; Mc
1,30-31; Lc 4, 38-39). En esta casa Jesús se va a establecer de manera
permanente, haciéndola centro de su predicación por todo el país. Por eso el
evangelio se refiere a ella llamándola simplemente “su casa” o “la casa” (Mc
2,1; 3,20; 7,17; 9,33) y a Cafarnaúm designándola como “su ciudad” (Mt 9,1).
Hay otras ciudades importantes
como Tiberíades, Naím, Betania, Caná de Galilea, etc...
3.1.2.
Estado político y religioso.
a. Punto
de vista político.
El pueblo había caído de su grandeza. Las guerras civiles,
especialmente la de Cesar contra Pompeyo produjeron nuevos cambios en Palestina
favoreciendo la desaparición de la monarquía Asmonea (descendientes de los
Macabeos) y la ascensión política de Herodes[8]
(37- 4 a .C.),
rey extranjero, el cual fue un hombre cruel y sanguinario. Aparentemente era
judío observante y reconstruye el templo con gran magnificencia y al final de
su reinado nació Jesucristo. Después de su muerte, el reino fue repartido entre
sus tres hijos. (Lc. 3,1). Herodes Antipas recibió la Galilea y la Perea en donde reinó hasta
el año 39 d.C. Es conocido por haber hecho decapitar a Juan Bautista y por
haber desempeñado cierto papel en el proceso de Jesús (Mc 6,17-19; Lc 23,
6-16). Los otros hijos de Herodes, Arquelao y Filipo, que habían recibido el
primero la Judea
y Samaria, el segundo los territorios situados al norte de Perea, apenas si son
nombrados en los evangelios (Mt 2,22; Lc 3,1).
El poder político predominante era ejercido por funcionarios romanos.
El Nuevo Testamento ha conservado el recuerdo de algunos de ellos. Poncio
Pilato ejerció brutalmente sus funciones entre los años 27 y 37; Félix, hombre
cruel y vicioso, procurador entre los años 52 y 60, contribuyó para que
surgiera la guerra civil en los territorios de su jurisdicción. Ante él
compareció Pablo en Cesarea (Hch23,23-24,26); tuvo como sucesor a Festo, ante
quien Pablo apeló al tribunal del César (Hch 25,11-12).
El año 40, Palestina quedó nuevamente unificado bajo el gobierno de
Agripa I. Persiguió a la comunidad cristiana, mandó a matar a Santiago el mayor
encarceló a Pedro (Hch 12,1-3). Murió año 44 (Hch 12,20-23) y Palestina pasó a
ser provincia romana. El ambiente palestinense se iba haciendo cada día más
antiromano y el partido fanático nacionalista (zelotas) estaban en plena
actividad[9]. Los
judíos, pagan impuestos al Cesar y les faltaba libertad para aplicar sus leyes.
Era necesario que el procurador romano[10]
aprobase la sentencia
b. Punto
de vista religiosa.
El judaísmo era un sistema socio-religioso basado sobre la fe en el
Señor Todopoderoso y Único y en el respeto absoluto a la “Ley”. Esta era considerada de origen divino y, por tanto, perfecto.
Pero debía ser explicada e interpretada para que pudiera aplicarse a los
problemas concretos e individuales. Estas explicaciones fueron constituyendo
poco a poco la llamada Tradición de los Ancianos. Los intérpretes de la Ley eran los “escribas” quienes gozaban de
considerable autoridad entre el pueblo; ejercían en la sociedad las funciones
de teólogos y juristas. Los fariseos, con su rigorismo estrecho, había hecho de
la Ley algo
insoportable y los sacerdotes eran influyentes, opulentos y despreciaban al
pueblo y estos a su vez, los despreciaban[11].
El nivel religioso había descendido. A pesar de ser monoteísta
estuvieron embuidos de ideas materialistas y con el peligro latente de la
idolatría. Esperaban un Mesías guerrero que les liberara de la esclavitud de
los romanos.
c. Horario del día según
los judíos.
Dividían el tiempo en cuatro partes, distribuidas entre el nacimiento y
la puesta del sol:
Hora prima: Era la
primera parte y comprendía desde la salida del sol hasta las nueve.
Hora tercia: Era la
segunda y comprendía desde las nueve hasta las doce.
Hora sexta: Era la
tercera; desde el mediodía hasta las tres de la tarde.
Hora nona: Desde las tres
de la tarde hasta ponerse el sol.
El cómputo del día solía hacerse a partir del comienzo de la mañana
hasta la mañana siguiente (Dt. 28,66-67; Is. 28,19) o bien a partir de la tarde
o puesta del sol hasta la tarde siguiente (Lev. 23,32; Ex. 12,18).
En Mt. 27,63 y 1Cor. 15,4; la frase "resucitó al tercer día", es un cómputo que comprende, "dos noches, y día entero y dos incoados".
También dividía el tiempo en vigilias (Mc. 13,31), la tarde, la medianoche, el
canto de los gallos y el amanecer.
La semana, tenía siete días. El sexto día se llamaba también vísperas o
preparación. Durante este día se preparaba todo lo necesario para el sábado,
que era el día de descanso, el día del Señor.
El Sábado, era
uno de los más inculcados deberes de la
Ley mosaica. Lo positivo era que correspondía los sacrificios
del templo, la lectura y explicaciones de la ley en la sinagoga. Lo negativo,
era que preceptuaba el descanso casi absoluto y la abstinencia de trabajo (Nm.
23,3). Se dieron exageraciones arbitrarias y ridículas y que se conservan hasta
el día de hoy.
Las Neomenias eran los días que empezaban los meses, o sea los
novilunios, puesto que los meses celebrados por los judíos eran lunares.
3.1.4.
Fiesta de los judíos.
En Israel hay tres fiestas que juegan un papel muy importante; son
momentos en donde el pueblo se reúne para manifestar la solidaridad de sus
miembros y para celebrar las grandes intervenciones del señor, liberador de su pueblo:
son tres las fiestas de peregrinación, Pascua, Pentecostés y Tiendas
(tabernáculos). “Tres veces irán todos
los varones en peregrinación al lugar que el Señor elija: por la fiesta de los
ácimos, por la fiesta de las semanas y por la fiesta de las chozas ( o tiendas)
“ (Dt 16,16). Parece que fueron inicialmente fiestas relacionadas con el
ritmo de la naturaleza y que luego fueron “historicizadas”
y puestas en relación con un acontecimiento histórico[12].
De todas estas fiestas la más frecuentada era la pascua.
a. La Pascua.
Fue instituida para celebrar la salida de los israelitas de Egipto. Ya
no se celebraba de pie y con el bastón en la mano, pero sí guardaban una serie
de prácticas que recordaban la noche gloriosa entre todos para el pueblo de
Dios.
Durante la Pascua ,
se reunían 180,000 peregrinos en una ciudad que contaba según algunos 25,000
habitantes y probablemente de 45,000
a 50,000[13].
Duraba una semana las fiestas y se prohibía comer pan fermentado y se le
llamaba los días de los Ácimos (sin fermentar, sin levadura). Era la fiesta más
grande y solemne de las tres que celebraban empezando la tarde del 14 del mes
de Nisán (Marzo-Abril) con el plenilunio. El descanso era riguroso. Se
celebraba la
Cena Pascual. Por la
tarde se inmolaba en el templo un cordero para cada familia, y se asaba
enseguida. Llegada la noche la familia se reunían y el jefe de la familia
explicaba a los invitados el sentido de la ceremonia. Las hierbas amargas que
comían, representaban la amargura de la esclavitud, los panes ázimos, los panes
que no tuvieron tiempo de fermentar por la salida presurosa de Egipto y el Cordero
Pascual. Terminada la comida y después haber pasado 4 ó 5 tazas de
vino, se recitaban algunos salmos y se retiraban. En segundo día de la fiesta
de pascua, le ofrecían al Señor las primicias de la recolección, llevando al
templo las primeras espigas maduras.
b. Pentecostés.
Como dice la etimología griega, esta fiesta empezaba 50 días después de
la Pascua (cf.
Dt 26,9). El libro del éxodo la llama fiesta
de la siega(Ex 23,16) o de las
semanas (34,22).Se le llamaba también la Fiesta de la Semana por celebrarse siete semanas después de
haber ofrecido en el templo las primeras espigar y como la recolección estaba
terminada, se hacía una oblación de dos panes de harina. Mediante una ligera
variación vocálica, algunos la convirtieron en la fiesta de los juramentos. En su celebración se
relacionó con la alianza del Sinaí parece ser que en el siglo I de nuestra era
se había convertido en la fiesta de la renovación de la alianza. Es una fiesta que se celebraba cincuenta días
después de la
Pascua. Recordaba la promulgación de la Ley en el monte de Sinaí. Era
muy concurrida.
c. Tabernáculos
(Las Tiendas).
Para Josefo es “la más santa y
mayor de las solemnidades judías”[14].
Tiene también un origen rural, como las anteriores: celebra el final de las
cosechas y tiene toda la apariencia de una fiesta de la vendimia con la alegría
y el peligro de embriaguez que ello supone (Lv 23,43). La dedicación del templo
de Salomón coincidió con esta fiesta (1 Re 8,65-66), dándole de este modo una
relación especial con el santuario, lugar de la presencia y de la protección
divina. Era una fiesta muy pintoresca y espectacular, pues en recuerdo a los
tiempos que pasaron en el desierto, los judíos hacían enramadas en las terrazas
de las casa, o en las plazas y vivían allí durante una semana. El aspecto de
Jerusalén por aquellos días cambiaba totalmente. Por la noche se encendían dos grandes candelabros en el
atrio de las mujeres para recordar la columna de fuego que guió a los
israelitas. Era la fiesta de la alegría.
d. Otras fiestas.
Al lado de estas tres grandes fiestas de peregrinación habían otras
como el Yom Kippur o día de las
expiaciones. Se celebraba unos días antes de la fiesta de las tiendas. No
era un día de regocijo, sino más bien de tristezas y de ayuno; se le pedía a
Dios que borrase todas las culpas de su pueblo; durante 24 horas no comían nada
y en el templo el Sumo Sacerdote realizaba solemnemente el rito de expiación
por sus pecados y por los de todo pueblo.
El año sabático.
De siete años en siete años, estaba prohibido para los judíos durante una año
entero cultivar la tierra que le pertenecía para que los pobres utilizasen lo
que la tierra espontáneamente producía. Se les prohibía todo trabajo en el
campo, los esclavos hebreos eran puestos en libertad y las deudas perdonadas,
pero solamente ese año.
Rosh Hashana es
la fiesta del año nuevo. Se celebraba diez días antes del Yom Kippur. Era una
fiesta austera para preparar la celebración del perdón.
3.1.5.
Instituciones en Israel.
a. Los
Sacrificios de la Antigua
Ley.
Eran cruentos e incruentos. Los cruentos,
eran la inmolación de ciertos animales que era en todo o en parte consumidos
por el fuego. Los incruentos se
ofrecían harina, vino, aceite o perfume. La sal acompañaba siempre estas
ofrendas.
Las purificaciones. Los judíos estaban siempre dispuestos a
incurrir en las impureza legal. Tocar cadáver, un sepulcro, comer ciertos
manjares, rozarse con un leproso, entrar a la casa de un pagano, y otras muchas
circunstancias. Para volver al templo, necesitaban purificarse, lo hacían
ofreciendo un sacrificio expiatorio, después de muchas abluciones.
b. El
Templo de Jerusalén.
El Templo es en todos los aspectos el centro de Israel. Era considerado como el centro del mundo y el lugar en que Dios debía manifestarse al final de los tiempos. El primer templo fue construido por Salomón (1Re 6-7) y destruido por Nabucodonosor en el año
Flavio Josefo describe como era el templo que Jesús conoció[16] y es
lógico pensar que quedaría deslumbrado cuando lo contemplaba desde el Monte de
los Olivos. Tenía varias partes como es el santo de los Santos, el Santo, el
altar, patio de los sacerdotes, patio de Israel, patio de las mujeres y el
patio de los gentiles. Adosados a la pared se encontraban varios edificios
anejos : la sala del sanedrín, almacenes para la leña, el vino, el aceite
destinado al culto, la sala del tesoro,...
Todos los días ante el altar se sacrificaban dos corderos: uno por la
mañana y otro por la tarde. El emperador romano mandó además que se
sacrificaran otros dos animales, uno por él y otro por el imperio. No conocemos
el ritual exacto de estos sacrificios oficiales. Durante el resto de la jornada
se sucedían los sacrificios privados. Los judíos tenías sus círculos de
santidad de acuerdo a sus concepciones. Para Israel sólo Dios es el santo, el
puro, el separado, el perfecto; por naturaleza, el hombre y la creación son en
general lo profano, lo impuro, lo vulgar, lo imperfecto. El hombre por su
proximidad puede comunicar su impureza a su semejante, pero no su santidad.
Dios al contrario comunica su santidad a todo el que se le acerca, una santidad
cada vez más difusa y más débil a medida que se aleja de él. De acuerdo a esta
concepción podemos presentar los lugares dentro del templo: en el centro está
el lugar sagrado por excelencia, el sitio en donde Dios hizo descansar su
gloria (1Re 8,10): el santo de los santos.
Viene luego el santo, donde pueden
penetrar los sacerdotes. Está luego el
altar en el que se ofrecen todos los sacrificios y el espacio entre el
altar y el santo, estrictamente reservado para los sacerdotes. Luego el patio de los sacerdotes al que tienen
acceso los sacerdotes, incluso aunque no sean aptos para el culto (inválidos de
cualquier clase). En quinto y sexto lugar vienen los hombres adultos de Israel y
las mujeres. Finalmente están los
paganos. Estos círculos a su vez se inscriben en un contexto más amplio:
alrededor del templo, el espacio sagrado por excelencia, está la ciudad de
Jerusalén, luego el país de Israel y finalmente el resto del universo.
Según su estado, circunciso o sin circuncidar, puro o impuro, el hombre
puede ir avanzando más o menos por estos “grados”
de santidad: mientras no traspase los grados que se le ha asignado, no hay
problema; pero si los traspasa, su impureza “profana” el sitio en el que ha entrado indebidamente y rompe el
equilibrio querido por el Señor. Del mismo modo cuando Jesús toca a un leproso
para curarle, pretende purificarlo, darle su santidad, mientras que para los
judíos no hace más que contagiar de su impureza.
c. El Sanedrín o el Gran
Consejo.
El Gran Sanedrín (del griego synedrion,
sentarse juntos) es la corte suprema de Israel. Sus orígenes se remontan
seguramente a la época persa y sus primeras menciones a los tiempos del rey Antíoco
III (223-187). Fue instituido en tiempos de Juan Hircano (134-104). Como las
ciudades helenistas se trata de un consejo que asesora al sumo sacerdote, jefe
supremo de la nación, que lo preside. Estaban
compuestos por 71 miembros: los senadores o ancianos, los sumos sacerdotes
depuestos, algunos sacerdotes saduceos y luego, cada vez más, algunos escribas
fariseos. Eran sabios. Presididos por el Sumo Sacerdote, ejercía la autoridad
doctrinal y administrativa. Herodes el Grande limitó sus poderes, que luego
fueron restaurados y hasta ampliados durante la dominación romana.
Como corte de justicia, juzga los delitos contra la ley, fija la
doctrina y controla finalmente toda la vida religiosa. No se sabe a ciencia
cierta si tenían capacidad para condenar a muerte en tiempos de Jesús. De todas
formas, para pronunciar la condenación a muerte se necesitaban dos sesiones con
24 horas de intervalo. Tenía guardias a su disposición (cf. Jn 18,3.12).
Después de la catástrofe del año 70 d.C. volvió a constituirse el senado en
Yamnia pero se trataba entonces de una institución muy diferente en su
competencia y en su espíritu. Por toda Palestina
habían además pequeños sanedrines de tres miembros, uno de los cuales hacía de
juez (cf. Mt 5,25).
d. Las
sinagogas.
El templo es el lugar que polariza toda la vida religiosa, política y
económica de Israel. Pero en la vida cotidiana hay otra institución de enorme importancia:
la sinagoga. Hay solamente un templo al que se sube en contadas ocasiones (una
vez al menos en la vida si reside fuera de palestina), pero la aldea más
pequeña tiene su sinagoga; allí es en el fondo donde se forja la mentalidad y
la piedad del israelita. Son lugares destinados a la oración y a la lectura, y
explicación de la Ley. Se
reunían los sábados, se leía un trozo de la Ley de Moisés o de los Profetas y se hace una
interpretación (Lc. 4,15; 6,6; 13,10). Su origen parece ser el tiempo de
Esdras, pues ante del cautiverio babilónico no tenía más casa de oración que el
templo.
e. El Sacerdocio.
La tribu de Leví, era consagrada al servicio divino. En la repartición
de la Tierra
Prometida no tuvieron parte los levitas, porque Dios era su
herencia. (Nm. 18,20). Recibían el diezmo de la tierra, de los animales, parte
de la carne de los animales les pertenecía, así como la oblación. Está el Sumo
Sacerdote, los sacerdotes, los levitas que guardaban el templo, los conservaban
limpios y manten
E L C L E R O
Comandante del Templo
Culto Vigilancia en el Templo
Administración del templo
Jefe de los 24 grupos 7 vigilantes 3 tesorero
semanales
Jefe
de los 156 grupos 4 levitas jefes
diarios
Sacerdotes
Unos 7,200 en 24 grupos
Unos 9,200 en 24 grupos
Cantores-músicos
servidores-guardianes
f. Sectas
y Autoridades Judías[17].
-
Fariseos
Fariseo = separado. Sus orígenes hay que relacionarlos con los hassidim, que se habían asociado a la
rebelión contra Antíoco IV en la época de los Macabeos y, con el sacerdote
Esdras. Los hassidim eran los judíos
piadosos que durante la restauración nacional llevada a cabo por Esdras creían
que no bastaba con reconstruir el templo, las murallas y la ciudad de Jerusalén
sino que había que construir además una vida espiritual capaz de animar
aquellas piedras, basadas en el estudio de la ley para conocer la voluntad de
Dios y en la oración.
Eran hombres piadosos, conocían bien la ley, se esforzaban en vivirla
ellos mismos y consideraban como obligación difundirla a su alrededor. Es una
pena que se les haya caricaturizado como hipócritas. Salidos del pueblo se
querían separar de él, les parece demasiados ignorantes de la ley y sobre todo
impuro, ya que no respeta suficientemente la ley de santidad, expresión misma
de la voluntad de Dios. De esta ley una parte puso Moisés por escrito, el resto fue transmitido oralmente por Moisés a los profetas y
luego a los sabios o escribas (rabinos) gracias a una enseñanza esotérica que
en el siglo I, se fue haciendo cada vez más importante. esta ley oral tiene
tanto o más valor que la escrita. En la medida que se respeta esta ley, oral o
escrita, se adquieren los méritos necesarios para la salvación y para la venida
del Mesías que establecerá finalmente el reino de Dios, echando al mismo tiempo
a los romanos y a todos los demás ocupantes. Algunos hicieron la ley tan pesada
que la exageraban y le añadían mil defectos fastidiosos (cf. Mt. 15,2; Mc. 7,2;
4; Mt. 23,23).
Habían fariseos rectos y piadosos, sinceros (Jn 3,1-21) tal como nos lo
presenta cuatro textos del Talmud[18] que
presenta siete categorías de fariseos. El evangelio conserva las acusaciones de
Jesús ante esta secta y la de los escribas (Mt. 23,1-36).
-
Los
Saduceos.
Su nombre parece estar relacionado con Sadoq. Los saduceos se creen los
que tienen el sacerdocio legítimo en la línea de Ez 40,46, que es lo que
también reivindican los hijos de Sadoq en Qumrân. Eran partidarios del orden
social romano, que les garantizaba lo esencial de sus prebendas. Su autoridad
era fuertemente rechazada por ser colaboradores de la potencia romana ocupante.
Habían perdido su influencia. Eran los aristocráticos, benévolos con el
helenismo y fieles a la dinastía asmonea. Siguen una actividad de compromiso
con el vencedor para recuperar cuanto puedan. Eran enemigos de los fariseos:
admitían la circuncisión, el sábado, en templo, los sacrificios, pero
rechazaban las tradiciones, especialmente la de los fariseos. Materialistas,
libre pensadores, negaban la espiritualidad e inmortalidad del alma, la
resurrección de los muertos (Mt. 22,23). Eran duros y crueles, les gustaba
discutir y contradecir. Fueron los principales responsables de la muerte de
Jesús (Jn 11,49-50). Se asociaron con los fariseos y Caifás por su odio a
Cristo. Ellos por estar apegados al templo que les daba la razón de ser van a
desaparecer cuando el templo es destruido en el año 70 d.C.
-
Publicanos.
Cobradores de impuestos para romanos, agentes del fisco y aduaneros.
Eran considerados como pecadores públicos. Hombres despreciables a los cuales
se les evitaba todo contacto o relación y por su función desempeñaba eran
odiados por los judíos (Lc 5,27ss).
-
Los
samaritanos.
No pertenecen en el sentido estricto de la palabra al judaísmo ni
constituyen una secta judía. Los samaritanos tienen que ser considerados como
una comunidad característica del ambiente palestino de aquella época.
Los samaritanos son los hombres
de la ley, representada por los cinco libros del Pentateuco; siguen sus
prescripciones con todo rigor en lo que atañe por ejemplo, a la circuncisión,
al sábado y a las fiestas. Rechazan los demás libros del AT y sobre todo no
reconocen a Jerusalén como metrópoli religiosa y al templo de Salomón como
santuario central. Construyeron su templo en el monte Garizim, que se eleva
sobre la ciudad de Siquém, como oposición al de Jerusalén.
Hay entre ellos un mesianismo,
que esperan al Taheb, el que ha de venir.
No se trata de un descendiente de David, como el Mesías judío, sino de una
especie de nuevo Moisés, el profeta de Dt 18,15, que vendrá a ponerlo todo en
orden al final de los tiempos. Eran considerados como herejes y
cismáticos. Dependían de los gentiles
enviado por Salmanasar, rey de Asiria, en el año 721 a .C. que se mezclaron a
los pocos israelitas que permanecieron en el País (2Re. 17,24).
. - Escribas o Doctores.
Eran laicos. Son los especialistas de la ley. Eran los encargados de interpretar la Ley. Se esperaba que él
sea el guía espiritual de la gente, que interiorice cada vez más en la fe de
Dios y enseñe a cumplir cada vez mejor su voluntad. Se le tiene como un sucesor de los antiguos
profetas, que Dios no acaba de enviar ahora; están convencidos que el tiempo de
los profetas se ha acabado hasta que llegue el profeta mesiánico de los últimos
tiempos. Pertenecían casi todos los fariseos y eran Maestros en Israel (Jn.
3,10). Tenían gran prestigio, pero por su modo de pensar y obrar como los
fariseos (Lc. 11,43s), con los que se llevaban muy bien, Jesús los puso al descubierto.
-
Ancianos
y príncipes del pueblo.
Formaban una de las categorías del Gran Consejo o Sanedrín
interviniendo en todo los negocios de la nación. Forman la aristocracia laica
de Israel, una aristocracia muy reducida en número pero muy rica gracias a sus
grandes propiedades o al comercio: en el año 66 a .C. tres de estos
ancianos, prometieron abastecer ellos solos a Jerusalén, durante 21 años, de
trigo, cebada, vino, aceite, sal y leña.
Estaban relacionados con el templo y sus dirigentes, los sumos
sacerdotes. Estaban también ligados al poder romano y eran excelentes apoyos a
la hora de cobrar los impuestos para Roma. Aparte de ello se alegraban de ser
considerados como “los primeros en
dignidad” pero les faltaba algo que constituye la cumbre de la gloria en Palestina:
no tenían acceso al Templo que estaba reservado a los descendientes de Leví.
Como no podían conseguir esto, andaban en busca de migajas y para ello en las
fiestas importantes conservaban celosamente el privilegio de ofrecer la leña
para el sacrificio y los niños de la aristocracia podían cantar con los levitas
músicos.
g) Rasgos
característicos del lenguaje de Jesus Cristo
El hebreo era la lengua de los eruditos y de las escrituras. Pero el
idioma "cotidiano" de Jesús hubiera sido el arameo y es este último
el que la mayoría de los estudiosos de la Biblia dicen que habló. Jesús habló
del dialecto "arameo" el
más corriente en su época en Palestina. Sus características son: sencillo,
claro, transparente, vivo, correcto y siempre al alcance de los oyentes. Usa
parábolas y comparaciones sacadas de la realidad, de las costumbres y objetos a
la vista.
El latín y el griego eran de uso común en la época de Cristo. Es poco probable que Jesús supiera latín más allá de unas pocas
palabras. El latín era el idioma de las leyes y del ejército romano y sería
improbable que Jesús estuviera familiarizado con el vocabulario de ese mundo.
Hay mucha más posibilidad con el griego. Esa era la lengua franca del
Imperio Romano, la que utilizaban los administradores civiles. También estaban
las ciudades de la Decápolis, principalmente en Jordania, donde el idioma y la
cultura griegos dominaban. Así que Jesús probablemente podía hablar un poco de
griego aunque, quizá no fuera muy competente en él.
Tampoco hay evidencia clara de que podía escribir en ningún idioma. El
Evangelio de Juan dice que escribió en el polvo, pero ese es el único relato que hace esa referencia. Tampoco
sabemos en qué idioma pudo ser. Es posible que Jesús estuviera dibujando en
lugar de escribiendo.
4. FORMACIÓN DEL
NUEVO TESTAMENTO
El libro llamado del Nuevo Testamento, es una colección de 27 libros
escritos de estilos y contenidos diferentes. Unos adoptan la manera narrativa e
histórica (evangelios y Hechos), otros son cartas y el último (Apocalipsis) usa
el estilo profético. En las mismas cartas vemos diversos estilos y contenidos
vgr. Algunos corresponden a problemas concretos (1Cor; 2Cor.), Romanos, es un
tratado, Hebreos, es un sermón, Santiago tiene más visos de escritos
sapiencial.
Los apóstoles y los primeros cristianos usaron los libros de los Biblia judía[20].
A diferencia del Judaísmo, la comunidad cristiana leía el AT no como Ley, sino
como testimonio de Cristo que es el fin de la Ley (Rom 10,4). La Escritura se lee a
partir de Cristo y en orden a Cristo y es considerada indiscutiblemente como
palabra de Dios, tanto por la comunidad judeocristiana como por la comunidad
gentílico-cristiana. Ante la sinagoga el cristianismo debe defender que el
acontecimiento Jesucristo era el cumplimiento de las Escrituras.
El evangelio acerca de Cristo
crucificado y resucitado tiene como tema “lo
que Dios había prometido previamente por medio de sus profetas en la Sagrada Escritura ”
(Rom 1,2). Toda las partes de la
Escritura son consideradas a la luz de la buena nueva. En los
Salmos es Cristo quien habla; las palabras de los profetas describen la obra de
Cristo y el Pentateuco muestra con el ejemplo de Abrahám que es lo que
significa la fe en Dios que resucita a los muertos. Por eso el evangelio es la
llave para abrir la riqueza de la
Escritura y revelar su contenido en la predicación que hace
del Señor.
Esta comprensión de la
Escritura está dirigida por la confesión de fe de que Jesús
es el Señor (Kyrios). Se transmiten
palabras del Kyrios, las cuales
instruyen a la comunidad acerca de cómo ha de resolver las cuestiones discutidas:
el problema de los cristianos fallecidos y los que viven (1 Tes 4,13-18), sobre
la cuestión del matrimonio y divorcio (1Cor 7,10), sustentar a los predicadores
del evangelio (1Cor 9,14), la
celebración de la Cena
del Señor (1Cor 11,23-25). Pero, cuando no se ha transmitido ninguna palabra de
Jesús, Pablo advierte expresamente: “Les
hablo yo, no el Señor” (1Cor 7,12).
El mensajero autorizado del Kyrios es el apóstol, el cual reclama para sí la posesión del Espíritu : “Y el Espíritu de Dios creo tener también yo”
(1 Cor 7,40).. El apóstol habla con la autoridad que le da el Espíritu, como “apóstol de Cristo Jesús”. La palabra
apóstol tiene que imponerse contra muchas pretensiones, pero que halla su
reconocimiento universal en las comunidades. De ahí que se conserven sus cartas
que se leen en el culto divino y que se les haga circular. Así como en el AT
estaban divididos los libros en La
Ley y los Profetas, la comunidad cristiana agrupa sus libros
también como el Señor y los apóstoles. La palabra de ellos tiene fuerza
obligatoria para dicha comunidad. Algunos escritos de los apóstoles o
discípulos eran leídos en las asambleas cristianas como lo muestran las
fórmulas litúrgicas finales (1Cor. 16,20-23; Rom. 16,16-16; 2Cor. 13,12-13; Col.
4,16; 1Pe. 5,4). Así se usa afianzando
su autoridad, aunque no se consideraban escrituras como el Antiguo Testamento.
Los escritos protocristianos surgieron al principio como literatura de
ocasión. Así las cartas de Pablo pasaban de una comunidad a otra (Col 4,16), se
hacían copias y se iban coleccionando. Cuando el autor de la segunda carta de
Pedro habla de “todas las cartas de
nuestro amado hermano Pablo” (3,15s) está presuponiendo que existe una
colección de cartas paulinas[21].
Ignacio de Antioquía cita la mayoría de las cartas paulinas y un poco más
adelante lo hace Policarpo de Esmirna.
Los evangelios que surgieron en diversas partes del imperio romano
hallaron muy pronto en la
Iglesia amplia difusión. El evangelio de San Juan ya era
conocido en Egipto en el año 125.
A mediados del siglo II, el autor del final -secundario-
de Marcos conoce los cuatro evangelios y compone con sus datos una armonía de
los relatos pascuales (Mc 16,9-20). Las palabras del Señor tienen la misma
validez que una palabra de la Sagrada Escritura. Justino, a mediados del siglo
II, nos dice que “las memorias de los
apóstoles” se leen en el culto divino, lo mismo que los escritos de los
profetas[22].
A medida que van muriendo los apóstoles y testigos de la primera
generación, se proponía urgencia la necesidad de conservar su testimonio y por
lo tanto decidir sobre su autenticidad sobre los escritos transmitidos.
Empiezan a constituirse colecciones que gozan cada vez más de autoridad.
Ignacio de Antioquía (+ 107) pone el evangelio por encima de los profetas y
desde el siglo II se reúne las cartas de San Pablo (probablemente en Así
Menor), en una colección, disponiéndola por orden de longitud). Los cuatro
evangelios aparecen como colección ante de la mitad del siglo II, al lado de
las tradiciones orales. Paralelo a los escritos canónicos, circulan los
evangelios apócrifos (nunca admitidos en el canon), la carta de Bernabé, el
Pastor de Hermas, la 1ra y 2da carta de Clemente. Con ciertas vicisitudes se va
precisando el canon y el año 405, queda cerrada la cuestión del canon, si
se exceptúa el Apocalipsis, cuya
admisión unánime entre los griegos no llegó ante del siglo X. Los grandes
escritos del N.T. (unos 20), formaban un cuerpo indiscutible ya a fines del
siglo II[23].
[1] R. E. Brown, J. A. Fitzmyer y R. E. Murphy
(eds.), Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo, Antiguo Testamento, Verbo
Divino, 2004, BAGOT-DUBS,
Para leer la Biblia ,
Estella, Verbo Divino 1982, pág 47; Carlos CASTRO TELLO, “Panorama del Antiguo Testamento”
en Teología, búsqueda de Dios;
dirigida por JUAN ANTONIO UGARTE o.c., Lima, Proyección Cristiana 1983, lo
ubica hacia el año 400 a .C.;
HARRINGTON, Eugene, lo pone también en el tiempo de Esdras, Cfr.
"Introducción al Pentateuco", en Comentarios Bíblicos "San Jerónimo, dirigida por
BROWN-FITZMYER-MURPHY; Madrid, Cristiandad 1971, pag. 55, Tomo I.
[2] Tomado de MANUCCI, Valerio, La
Biblia como
Palabra de Dios. Introducción general a la Sagrada Escritura ,
DDB, Bilbao 1995 (3ra. Edición), 74-79.
[3] R. E. Brown, J. A. Fitzmyer y R. E. Murphy
(eds.), Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo, Nuevo Testamento, Verbo
Divino 2004
[4] BIBLIOGRAFÍA: Florentino,
DÍEZ FERNÁNDEZ, Guía de Tierra Santa.
Historia - Arqueología - Biblia, Verbo Divino, Estella 1990; 166-170;
Joaquín GONZÁLEZ ECHEGARAY, Arqueología
y evangelios, Verbo Divino, Estella 1994; 79-102; MARTÍNEZ SÁNCHEZ, Benjamín; Introducción especial a los libros del Nuevo Testamento, Heraldo
de Zamora, Zamora 1963; 75-76.
[5] San Justino, Dialogus cum Tryphone 78, PG 6, 657.
[6] Hay otros datos de
tradición que hablan de la existencia de este sitio como nacimiento de Jesús;
cf. Orígenes (248), Contra Celsum, Y,51; Koetschau 102; PG 11,755; Eusebio de
Cesarea (265-340), Klostermann, 82; Demostratio evang., 7,2; PG 22, 540;
De
laudibus Constantini, 9,17:; Heikel, 221; PG 20, 1371; Vita Constatini III; De Heikel, 95; PG
20, 1102; San Cirilo de Jerusalén (347); Cat. 12,20 PG 33, 749; Cat. 10,19; PG 33, 685; San
Jerónimo; Epist. 46,
CSEL 54, 341; PL 22,490; Epist..
108, CSEL; 55, 316; PL 22, 884; Epist. 58, CSEL 54, 561; PL 22, 581.
Citados en BALDI, Donatus, ENCHIRIDION
LOCORUM SANCTORUM. Documenta S. Evangelii loca Respicientia, Franciscan
Printing Press, Jerusalem 1982, 84-94.
[7] La sinagoga sobre
la que predicó Jesús se encuentra debajo de la actual. Era un edificio tan
grande como el actual, pero los materiales de construcción eran muy toscos.
[8] Era un príncipe de estilo helenista, pero de origen árabe, sin
relación alguna con la familia de los asmoneos, Herodes no pudo hacerse jamás
de las simpatías de los judíos piadosos. Era hijo de un idumeo, Antípatro, y de
una nabatea. Cf. Ch. SAULNIER - B. ROLLAND, Palestina en tiempos de Jesús,
(CB 27) Verbo Divino, Estella 1993, 15s.
[9] MATEOS, Juan "El Nuevo Testamento",
en Nueva
Biblia Española, dirigida por MATEOS, Juan-ALONSO SCHOKEL, Luis,
Cristiandad, Madrid 1974, págs. 18-19.
[10] El procurador romano es un funcionario que depende directamente del emperador, reclutado entre los miembros
del orden ecuestre y por consiguiente con retribución a cargo del estado. Tiene
muchas atribuciones como administrar los bienes patrimoniales del emperador y
de los miembros de su familia, de jefes de cancillería o de los archivos. El
procurador depende del gobernador de la provincia de Siria que dispone de tres
legiones. Cf. Ch. SAULNIER - B. ROLLAND, Palestina
en ... o.c. 16.
[11] MARTÍNEZ SÁNCHEZ,... o.c. pag. 77
[12] Roland de VAUX, Instituciones
del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona 610-648.
[13] Joachim JEREMÍAS, Jerusalén en
tiempos de Jesús, Cristiandad, Madrid 1977, 95-102.
[14] Flavio JOSEFO, Antigüedades
Judías, VII, 10.
[15] A veces se designa la historia judía entre el 583 a .C. y el 70 d.C con el
nombre de período del segundo templo.
[16] De Bello Judaico, V, 222-224.
[17] Ch. SAULNIER - B. ROLLAND, Palestina
en tiempos de Jesús, Verbo Divino, Estella 1993, 49-55.
[18] Ch. SAULNIER - B. ROLLAND,
Palestina... o.c. 53.
[20] El deslinde definitivo del canon del AT no lo hizo la sinagoga hasta finales del siglo I; se siguió discutiendo sobre el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés y Ezequiel hasta que se comprobó que concordaban conla Torá y con ello se aclaró su
pertenencia al canon. Pero de hecho ya en tiempos de Jesús y de los primeros
cristianos se había cerrado el círculo de escritos del Antiguo Testamento. Así
lo demuestran por un lado, el empleo que se hace del AT en los textos de la
comunidad de Qumrâm y, por otro, su utilización por parte de la cristiandad
incipiente, la cual la designa siempre como “La
Escritura ” o como “Las
Escrituras” (1Cor 15,3-5). En Lc 24,44 se mencionanlas tres partes del AT :
“Todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los
Profetas y en los Salmos”; Cf. Eduard LOHSE, Introducción al Nuevo Testamento, Cristiandad, Madrid 1986, 21.
[20] El deslinde definitivo del canon del AT no lo hizo la sinagoga hasta finales del siglo I; se siguió discutiendo sobre el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés y Ezequiel hasta que se comprobó que concordaban con
[21] Hay que pensar que probablemente en los
centros de misión paulina existirían estas colecciones como son Éfeso y
Corinto.
[22] Apol I 66,3; 67,3.
[23] MATEO-ALONSO SCHOKEL
"Nuevo Testamento" (S.E.), Cristiandad Madrid, 1974 (Introducción a los evangelios y al N.T.)