jueves, 17 de septiembre de 2015

PANORAMAS DEL ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO

PANORAMAS DEL ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO

1.- PANORAMA DEL ANTIGUO TESTAMENTO[1]

            1.1. Formación del Pueblo de Dios

                        1.1.1. Período Patriarcal (1850 - 1700).
  


Difícilmente se pueden precisar los orígenes del pueblo de Israel.  Los relatos bíblicos que narran su historia fueron redactados desde la óptica de un Israel unificado y constituido ya como pueblo en Palestina, y desde la perspectiva religiosa de una yavismo plenamente desarrollado.

Las tradiciones particulares de diversos clanes fueron combinadas y llegaron a ser las tradiciones de “todo Israel” se las aumentó o retocó para explicar situaciones más reciente; se las modificó al ser recitadas en los santuarios o con Vistas a su empleo en el culto.  Es muy difícil determinar qué recuerdos auténticos se ocultan detrás de esas tradiciones retocadas

Según la Biblia la historia de  Israel comienza con  ABRAHAM,  ISAAC y JACOB pero la razón por la que esos patriarcas retuvieron la atención de la posteridad no fue por los incidentes de su existencia como pastores de rebaños, sino por hechos de orden religioso. Los autores del libro del Génesis que narran la emigración de sus antepasados, descubre en su historia un acontecimiento singular: Dios se reveló a Abraham y le hizo grandes promesas ser padre de un gran pueblo y poseer la tierra de Canaán y Abraham respondió al Señor “Abandonando su tierra”. De los diversos relatos sobre los patriarcas se puede retener como auténtico el hecho esencial de la relación establecida entre Dios y  Abraham formulada en términos de alianza.  La tradición bíblica no dejará de meditar sobre este acontecimiento.

La Alianza divina prometida a la descendencia de Abraham es la piedra fundamental de todo el edificio de la revelación bíblica es la decisión divina que crea la historia del pueblo de  Dios. Abraham y los suyos pertenecieron a una de las tribus semitas seminómades que se infiltraron en el  Fértil Creciente hacia el segundo milenio, tal vez entre los años 1850 - 1700; atravesaron el país sirio; pasaron el río Jordán; llegaron a  Siquem y más tarde, gracias a uno de sus descendientes que llegó a ser “visir” del faraón de Egipto, se instalaron en las tierras verdes del  delta del Nilo.

Pero a los hijos de los patriarcas les harán falta algunos siglos, y luego los acontecimientos del Éxodo y del Sinaí, para que lleguen  a ser el “pueblo de  Dios se escogió para sí”.

                        1.1.2. El Éxodo (1250 - 1220)



Después de un largo período de permanencia en Egipto, difícil de precisar, los hebreos fueron sometidos a trabajos forzados por un “faraón que no había conocido a José” (Ex 1, 8); tal vez se trata de  Ramsés II que reinó en Egipto en el siglo XIII.

Hacia el 1250 un hombre de temple poco común, MOISÉS, siguiendo una inspiración de  Dios, se puso al frente de los hebreos con la intención de conducirlos al Desierto para “ofrecer sacrificios a Yahvé” (Ex 3, 18), pero al ver que se le negaba salida apoyó su reclamación con una serie de “prodigios”, señales del poder de Dios, que atemorizaron al faraón y le hicieron decir. El paso del Mar  Rojo abrió a los israelitas el camino de su libertad.

Los relatos que narran esta salida con rumbo al  Sinaí se encuentra en la primera parte del libro del  Éxodo. Este libro reúne y yuxtapone escritos de varias épocas. En su conjunto es un relato épico, más rico de evocación religiosa que de detalles históricos. Los escritores bíblicos, al recoger esta traducción, le dieron una forma amplia, dramática y estilizada, impresionante e instructiva, adecuada para hacer que se comprendiera, al mismo tiempo que un punto esencial de la historia de Israel, su importancia para el pensamiento y la vida del pueblo de Dios.

Israel se dio cuenta perfecta de que había sido salvado por Dios, y esa convicción se fue ahondando hasta convertirse en el artículo fundamental de su fe. El Éxodo será siempre el prototipo y la promesa de todas las gracias de salvación. En el Sinaí se produjo un acontecimiento excepcional que marcó el destino de Israel. Moisés y el pueblo reunido tuvieron la “revelación de  Dios”. Yahvé les manifestó su presencia y el pueblo escuchó su voz interpretada por Moisés.  No solo fueron conscientes de ser los primeros beneficiarios de la revelación de Yahvé, entraron además en una relación muy especial con su  Señor; Dios pactó una alianza con  Israel. La tradición hebraica verá en este acontecimiento religioso el inicio de su existencia como pueblo escogido.

Moisés se dedicó entonces a organizar al pueblo; le enseño a servir al Señor a quien debían su liberación y les dio una legislación cultural y civil. Esta actividad legislativa - Moisés debió ejercer la principalmente en el oasis de Cadés donde los israelitas se establecieron algunos años. La tradición ha asignado a este período la duración convencional de 40 años, el tiempo de una generación. Los años del desierto causaron en  Israel una impresión muy profunda de su unión con el Señor; más tarde los profetas evocarán idílicamente los “amores” entre Yahvé y su pueblo, “cuando Israel era niño”, “en los tiempos de su juventud”. Pero esto no impidió que el tiempo del desierto fuera deplorable en muchos aspectos. El libro de los Números refiere algunos motines de aquella masa errante y frecuentemente alborotada. Cuando llegó el momento, las tribus de Israel intentaron el  ingreso en la tierra de  Canaán, bordeando el reino de Edom y a través del país de Moab, llegaron hasta las proximidades del río Jordán, pero  Moisés murió frente a la “tierra prometida” antes de atravesar el río.

                        1.1.3. Conquista de  Canaán y periodo de los jueces (1220 - 1030)


Antes de morir, Moisés escogió como sucesor a JOSUÉ a quien le confió la tarea de introducir a  Israel en al “tierra prometida”.  Poco sabemos de la parte que efectivamente tomó Josué en esta empresa, no siempre lo encontramos en la batalla, ni mucho menos en el puesto de mando. Ciertamente desempeñó un papel importante en la organización de las tribus que venían de Egipto y de las que se instalaron en Transjordania.

El libro de Josué presenta la invasión israelita como una conquista rápida que muy pronto se vio coronada de éxito, pero la documentación del libro de los Jueces resalta lo incompleto de la obra emprendida y las dificultades que afrontaron los israelitas. La ocupación fue lenta y penosa. Los cananeos tenían una civilización de estilo feudal que en su conjunto constituían una verdadera fuerza y las tribus de Israel no siempre luchaban unidas en la mayoría de los casos operaban como organizaciones independientes. Sin embargo algunos clanes lograron infiltrarse de manera pacífica.

Las victorias de los israelitas fueron siempre consideradas como manifestaciones de la protección del Señor que daba a su pueblo, el hermoso país prometido a sus antepasados. En el curso de los siglos XII y XI la federación de las tribus fue tomando consistencia; durante este período sufrió una profunda transformación: de la vida seminómada del desierto pasaron a las condiciones de un pueblo sedentario. Fueron tiempos difíciles.  Los habitantes de un país continuaban defendiéndose y conservaban en su poder las regiones fértiles. El principal peligro lo constituían los filisteos, habitantes de la costa palestinense, que intentaban apoderarse de la zona montañosa conquistada por Israel.

Durante el siglo y medio que duró este período, las tribus se limitaron a formar alianzas defensivas y temporales bajo la dirección de jefes carismáticos, llamados “jueces”, héroes improvisados que surgían de algunas tribus para remediar la situación  desastrosa, y que hacían “justicia” a sus hermanos. Pero ninguno de ellos logró conducir a todo Israel a la Batalla. Las cosas no podían seguir así. Las miserias de la anarquía, las guerrillas de los cananeos y principalmente la presencia de los filisteos hacían ver la necesidad de un régimen político unificador y estable.  Surgió entonces un movimiento para instituir la monarquía “como en las otras naciones”.

            1.2. El drama del  Pueblo



                        1.2.1. El  Reino Unido (1030 - 931).

El último de los “jueces”, SAMUEL, apareció en un momento crítico de la historia de Israel; presionado por el pueblo ungió a SAUL como “nagid” (jefe), quien pronto llegó a ser rey por aclamación popular. El objetivo de su reinado era unificar a las tribus y conseguir la liberación de Israel del poder filisteo; objetivo que no pudo conseguir. Saúl pereció con su hijo Jonatán, en el combate de Gelboé. A su muerte la situación del país era alarmante.  Las victorias de los filisteos cada día eran mayores y de importantes consecuencias. La unidad nacional era urgente.

Después de la muerte de  Saúl, DAVID fue reconocido como rey por todas las tribus; hizo retroceder a los filisteos, hacia la costa; emprendió una serie de guerras contra los arameos impuso su dominio a todos los estados vecinos hasta el norte de Sira. Sus conquistas dieron a su reino el aspecto de un imperio. Instaló la capital en Jerusalén y trasladó allí el arca de la alianza, centro del culto común de todas las tribus.

En el apogeo de su reinado, David recibió del profeta Natán una promesa de Dios que tendría importantes consecuencias para el futuro: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, tu trono estará firme eternamente” (2  Sam 7, 16). Después este momento la esperanza del pueblo se apoyará en la descendencia davídica. Había desesperado el “mesianismo” (Con esta palabra se designa la esperanza de Israel en el establecimiento definitivo del reino de Dios por medio del Mesías).

A David sucedió su hijo  SALOMON, rey magnífico y gran diplomático. Organizó los dominios de su padre; estableció relaciones con Egipto, Arabia y Fenicia, introdujo el comercio internacional que enriqueció rápidamente al país; adquiriendo con esto un lugar envidiable entre las demás naciones. Su obra cumbre fue la construcción del templo de Jerusalén, en el que Israel vio la presencia permanente del Señor en medio de su pueblo, el centro de la unidad de las tribus y la prueba del establecimiento definitivo en su tierra. Israel gozó de tal seguridad y abundancia material como nunca antes la había soñado y sorprendente florecimiento cultural: se empleó ampliamente la escritura; la música alcanzó cimas muy altas y el género literario sapiencial comenzó a desarrollarse. Pero desgraciadamente no todo era de oro. En los últimos años de la vida de Salomón el país fue minado, por varias rebeliones internas. A su muerte el reino se dividirá para no unirse jamás.

                        1.2.2. Los dos reinos Israel y  Judá (931 - 721).

A la muerte de Salomón subió al trono su hijo ROBOAM quien no fue capaz de gobernar un reino que había sido unido de manera tan superficial. Las tribus del norte se rebelaron contra el despotismo del rey y se constituyeron en un estado independiente con el nombre de REINO DE ISRAEL. Su capital fue Samaria, y su primer rey JEROBOAM.

La tribu de  Judá y una parte de la de  Benjamín fueron fieles al descendiente de David en el REINO DE JUDA que tuvo su capital en Jerusalén.  Este reino fue ocupado siempre por la dinastía davídica. De esta manera las tribus quedaron davídica en dos reinos hermanos, que adoraban al mismo  Dios y poseían las mismas tradiciones, pero que luchaban entre si repetidas veces.

El país del norte conoció periodos brillantes, especialmente bajo OMRI (886-875) fundador se Samaria y bajo  JEROBOAM II (783-743). En tiempos de este último se escribió tal vez la “historia Elohísta”. El Reino, minado por una inestabilidad crónica, no tuvo los medios necesarios para oponerse a sus enemigos. En el 732 Sargón, rey de  Asiria, tomó Damasco y con esto se derrumbó el escudo de Israel. En el 721 fue tomada Samaria y gran parte del pueblo fue deportado.

El país del sur, pobre rodeado de vecinos hostiles, no pudo desempeñar un papel importante, sin embargo, bajo los reyes  JOSAFAT (870-848) y  OZIAS (781-740), logró tener puesto en medio de las naciones.

Durante los siglos IX y  VIII aparecieron los primeros profetas. En Israel; ELIAS y  ELISEO (875-800),  AMOS y OSEAS (750-725). En Judá: ISAIAS y MIQUEAS (735-700).

ELIAS, hombre de espíritu austero, considerado como el padre del profetismo,, fue el defensor de la auténtica religión en Israel. Su predicación le ocasionó persecuciones.

AMOS, pastor de la región de Belén, fue escogido por Dios para recordar al pueblo del norte las exigencias de la justicia de  Dios. La elección que Dios había hecho de Israel no era una garantía absoluta, sino una responsabilidad.

OSEAS, profeta de alma delicada, descubrió,  a través de un acontecimiento personal, la ternura de Dios. Dios ama a su pueblo como un esposo a su mujer.

ISAIAS, hombre político de gran visión, recordó al país del sur que sólo la Alianza con el “Santo” le podía salvar.

MIQUEAS, campesino que sufrió en carne propia la guerra y la injusticia, subió a Jerusalén a anunciar la indignación de  Dios

            1.2.3. El reino de Judá.

Gracias a la negativa de Ajaz de unirse a la coalición antiasiria, Judá escapó al desastre que envolvió a  Israel; pero Ajaz, viendo su trono en peligro, recurrió a Teglatfalasar, rey, asirio, pidiéndole ayuda.

Isaías se enfrentó al rey previniéndole de las terribles consecuencias del paso que iba a dar. Sin embargo, Ajaz, no escuchó los consejos del profeta y firmó la renuncia a su libertad; convirtió a  Judá en un estado vasallo del Imperio Asirio.

Ezequías (716), hijo de  Ajaz, siguió una política diferente a la de su padre, al principio previendo reacción asiria, pero después la intensificó cuando el movimiento de independencia ganó actualidad. Al mismo tiempo emprendió una amplia reforma religiosa; el pueblo había comprendido que sólo el poder de Yahvé podría salvarlo.

Pensando que había llegado el momento oportuno,  Ezequías rehusó pagar el tributo a Asiria y dio pasos para defender su independencia. Pero no lo logró. Abandonado por sus tropas envió una embajada a  Senaquerib, rey asirio, quien le exigió un aumento drástico del tributo.  La lucha por la independencia había fracasado.

En el año 640 subió al trono el joven rey  Josías. Este realizó un esfuerzo misionero muy grande para llevar al pueblo a su Dios. En este tiempo el movimiento profético encontró de  Isaías anunciando el terrible día de  Yahvé; JEREMÍAS que comenzó su ministerio en el 627, se mantuvo dentro de una antigua tradición que remontaba hasta la misma alianza mosaica. El descubrimiento del Deuteronomio en el  Templo dio un fuerte impulso a la reforma religiosa. En el año 612 Babilonia despertó de  un largo sueño, Nabucodonosor tomó Nínive, capital de  Asiria, y arrojó de  Jarán al gobierno asirio refugiado allí.

El faraón de Egipto, Necao, pretendió salir al encuentro  de Nabucodonosor, prestando ayuda a los asirios que aún resistían en Karkemish Josías, que no deseaba una victoria egipcio asiria, intentó detener a Necao en  Meguiddó, pero murió en la batalla y su cadáver fue llevado a Jerusalén en medio de gran lamentación. Con su desaparición terminó la reforma religiosa que aún no había acabado de penetrar en los corazones. En el 605 la victoria de Karkemish abrió a Nabucodonosor.

El camino de Palestina,  Judá quedó consternada ante este giro de los acontecimientos. Yehoyaquim sucesor de Josías, al principio se hizo vasallo de Babilonia, pero después se rebeló. Fue un error fatal. Nabucodonosor tomó la ciudad de Jerusalén en el 598 y deportó a gran parte del pueblo.

Sedecías, fue colocado al mando de los que quedaron en el país, pero su reinado no fue otra casa que agitación continua y sedición. En pocos años un fiero nacionalismo llevó a Judá a la abierta e irrevocable rebelión. Nabucodonosor actuó de nuevo. Envió sus tropas a Judá destruyeron las murallas de Jerusalén y quemaron el templo y sus edificios. La población fue deportada. El estado de  Judá había desaparecido para siempre. Año 586 a.C.

                        1.2.4. El  Destierro de  Babilonia (586-538)


El año 586 debería haber sido el final trágico del pueblo elegido; sin tierra, sin rey y si templo. Sin embargo con gran admiración del historiador en vez de desaparecer encontró nueva vida. El exilio fue uno de los momentos más fructíferos de la liturgia del templo, organizaron el culto de salmos y lecturas meditaron sobre su historia, recogieron y redactaron sus tradiciones, los oráculos de los profetas y los usos litúrgicos. Muchos libros bíblicos fueron el fruto de esa reflexión.

En Babilonia, Israel descubrió la ciencia y la dimensión del mundo, conoció los mitos y cosmogónicas por las que otros pueblos explicaban el origen del mundo y la situación de los hombres. Al contacto de las “naciones” sus horizontes se ampliaron y se preguntó una vez más sobre la salvación de los paganos.  En este tiempo la corriente espiritual llamada “sacerdotal”.

En esa transformación profunda el profeta EZEQUIEL desempeñó un papel muy importante, lo mismo el  SEGUNDO ISAIAS quién, empapado en los escritos anteriores, escribió el “Libro de la Consolación” (Is 40-55), anunció el fin del destierro y la restauración de Sión; proclamó el poder de Yahvé sobre el mundo entero su plan de salvación universal y el valor redentor del sufrimiento. Momento culmen del pensamiento  religioso de Israel.

De acuerdo con las líneas fundamentales del Deuteronomio, un grupo de teólogos, los “deuteronomistas” compilaron y completaron diversos documentos de la historia de Israel; desde la entrada en Palestina hasta el final de la monarquía y le dieron un nuevo enfoque religioso. El conjunto de su obra ha recibido tradicionalmente el nombre del “Profeta anteriores” (Jos, Jue, Sam, Re). Hacía el año 550 las victorias sucesivas de Ciro el Grande todos los pueblos de Oriente, suscitaron entre los desterrados una nueva esperanza.

            1.3. El Judaísmo


                        1.3.1. En el tiempo de los persas (538-333)
           
                                   a)  Del 538 al 515

Ciró entró en Babilonia en el Otoño del 539 y dio libertad a todos los cautivos. El destierro había terminado y comenzaba a brillar en el horizonte la restauración de Israel.  En el 538 la primera caravana de judíos partió hacia Jerusalén, llevando en su corazón su ardiente ideal de patriotismo. Sin embargo la reinstalación no fue fácil. Los recién llegados encontraron sus tierras ocupada y muchos estaban dispuestos a aprovecharse de los demás (Is 58).

Bajo el impulso de los profetas AGEO y ZACARIAS se levantó el nuevo templo de  Zorobabel. La solemne fiesta de la Dedicación en el 515 hizo reinar en  Jerusalén una atmósfera exultante de entusiasmo religioso, cantado en los poemas del “TERCER ISAIAS” (Is 60-62). A estos religiosos días siguió una época de oscuridad de la que no faltaron sufrimientos y adversidades para la comunidad judía.

                                   b) Del año 485 y 424

En el 485 los judíos emprendieron la reconstrucción de las murallas de Jerusalén, pero sus intentos fueron frustrados por Jerjes, rey de los persas (Esd 4, 6). En el año 465 los judíos fueron acusados y Artajerjes mandó interrumpir de nuevo la construcción (Esd 4, 7, 12-16, 21-22). Una delegación de Jerusalén se dirigió a Susa, capital de Persia, para informar a NEHEMIAS, copero de Artajerjes, sobre las deplorables condiciones en que se hallaba Judá.  El rey otorgó a Nehemías el permiso de ir a  Jerusalén a levantar las murallas de la ciudad, destruidas desde hacía más de un siglo. Trabajo arduo y penoso pero que se vio coronado con la dedicación de las murallas.

A la obra de Nehemías siguió la reforma religiosa de ESDRAS, “escriba versado en la ley de Dios” quien venido de Persia, promulgó con valor oficial la legislación del Pentateuco unificada por él y sancionada por Artajerjes  II hacia el 428.

                                   c) Del 400 al 333

A partir de la reforma de  Esdras hasta la conquista griega de Alejandro Magno, la historia permanece silenciosa.  Sin embargo el espíritu de Dios no           comunicarse al mundo secreta y abundantemente con nuevas luces sobre los destinos del hombre y sobre su plan universal de salvación.

La calma política y la madurez obtenida por el sufrimiento permitieron a Israel reflexionar sobre el sentido de la vida y abundantemente con nuevas luces sobre los destinos del hombre y sobre su plan universal de salvación.
                       
1.3.2. En la época helenística (333-63).



En el año 333 se produjo un nuevo cambio radical en la historia del mundo. Alejando Magno, originario de Macedonia conquistó las vastas regiones del Medio Oriente hasta la India, introduciendo por todas partes la cultura griega y la lengua “común” (Koiné) que reemplazó pronto al arameo. El Judaísmo entró en contacto con la cultura y el pensamiento helénico. A la muerte de  Alejandro (323) Palestina quedó en manos de los monarcas egipcios de cultura griega, llamados “TOLOMEOS” (o Lágidas), los cuales respetaron la constitución teocrática de los judíos. En el siglo  III se comenzó a hacer la traducción griega de la Biblia, llamada de los LXX que fue más tarde la  Biblia de los cristianos.

Los griegos de Siria, llamados “SELEUCIDAS” se apoderaron en el 198 del territorio palestinense. Antíoco IV Epífanes quiso realizar la unidad cultural y religiosa de su imperio; suprimió ásperamente la ley del  Estado Judío y su constitución religiosa (168), castigó a los que seguían las observancias judías, judío sometido a las arbitrariedades de los procuradores rumanos. Esta exasperación fue alimentada también por las creencias apocalípticas según los cuales Dios  no iba a tardar en restablecer su justicia y al mismo tiempo, los privilegios de su elegidos, inaugurando de manera espectacular su Reino sobre la tierra.

En sus inicios el período romano de Palestina fue dominado por la Dinastía de los Herodes. Herodes el Grande reinó del 40 al 4 a.C. Sus orígenes idumeos, y por lo tanto no davídicos, unidos a su crueldad, le atrajeron un odio implacable de parte de los judíos. A su muerte sus tres hijos se repartieron el reino.  Herodes Antipas recibió la  Galilea y la Perea en donde reinó hasta el año 39 d.C. Es conocido por haber hecho decapitar a Juan Bautista y por haber desempeñado cierto papel en el proceso de Jesús (Mc 6, 17-19; Lc 23, 6-16).  Los otros hijos de Herodes Arquelao y Filipo, que había recibido situados al norte de Perea, apenas si son nombrados en los evangelios (Mt 2, 22; Lc 3, 1).

El poder político predominante era ejercido por funcionarios romanos. El Nuevo Testamento ha conservado el recuerdo de algunos ellos.  Poncio Pilato ejerció brutalmente sus funciones entre los años 27 y 37; Félix, hombre cruel y vicioso, procurador entre los años 52 y 60 contribuyó para que surgiera la guerra civil, en los territorios de su jurisdicción. Ante el compareció Pablo en  Cesarea (Hch 23, 23-24, 26), tuvo como sucesor a  Festo, ante quien Pablo apeló al tribunal del César (Hch 25, 11-12).

En la época de Jesús el judaísmo era un sistema socio-religioso basado sobre la fe en el Señor,  Todopoderoso y  Único, y en el respeto absoluto a la “Ley”. Esta era considerada de origen divino, y por lo tanto, perfecta. Sin embargo, debía ser explicada e interpretada para que pudiera aplicarse a los problemas concretos e individuales.  Estas explicaciones fueron constituyendo poco a poco la llamada Tradición de los  Ancianos. Los intérpretes de la Ley eran los “escribas”, quienes gozaban de considerable autoridad entre el pueblo; ejercían en la sociedad las funciones de teólogos y juristas.

El otro polo de la existencia judía en el siglo  I era el  Templo de  Jerusalén, considerado como el centro del mundo y el lugar en el que Dios debía manifestarse al final de los tiempos. Las funciones culturales y litúrgicas eran asumidas por los sacerdotes, escogidos entre los descendientes de la familia de Aarón y asistidas en sus tareas por los levitas. La clase sacerdotal estaba rigurosamente jerarquizada bajo la autoridad del Sumo Sacerdote, quien presidía el Sanedrín, asamblea de 70 miembros, sacerdotes y laicos, competentes en materia civil y religiosa.

Un fuerte antagonismo oponía a los escribas y a los representantes de la clase sacerdotal.  Este antagonismo era uno de los aspectos de la oposición que reinaba entre el  Templo y la Sinagoga, o entre los Saduceos y los  Fariseos. Estas dos grandes tendencias constituían lo que de ordinario se llama judaísmo oficial. Los saduceos eran partidarios del orden social romano, que les garantizaba lo esencial de sus prebendas. Su autoridad era fuertemente rechazaba, ya que hacían colaboradores de la potencia romana ocupante. Habían perdido toda su influencia. El dictó pena de muerte para quienes practicaban la circuncisión; prohibió el culto del  Templo de Jerusalén y erigió un altar a Júpiter Olímpicos.

A este atropello se opuso con audacia, el movimiento de los hermanos Macabeos.  Impulsados por el amor a las tradiciones de sus antepasados desataron con éxito una insurrección.  Simón  Macabeo (141) fue reconocido como Sumo Sacerdote y obtuvo la independencia para Judea. Durante más de un siglo los príncipes asmoneos, descendientes de Simón, se arrogaron el sumo  Sacerdocio y el poder supremo de la nación. Esta situación duró hasta el año 63 en que Pompeyo, aprovechándose de los conflictos de los hermanos asmoneos Hircano II y Aristóbulo II, tomó la ciudad de Jerusalén y transformó a Judea en una provincia romana. 

2.- PANORAMA DEL NUEVO TESTAMENTO
                2.1. Historia del Nuevo Testamento.

Después de un largo silencio, finalmente “La Palabra de Dios descendió sobre Juan, Hijo de Zacarías, en el desierto” (Lc. 3,2), Juan Bautista es el último profeta del A.T. enviado por Dios “para  preparar el camino de Dios” (Lc. 3,3-6), para “dar testimonio de la Palabra de Dios que se ha hecho carne” en Jesús de Nazaret (Jn. 1, 6-8.15.19-34). Estamos en los años 28-30 aproximadamente de la era cristiana.

                               2.1.1. Jesús de Nazaret.



El nuevo Rabí de Nazaret, una vez  recibido el bautismo de manos de Juan, da comienzo a su misterio de Mesías Salvador. Actúa y habla. Sus palabras y los milagros que realiza impresionan a la multitud y a los jefes de los judíos. Obraba y hablaba con una autoridad  (cf. Mc. 1, 22.27; 2,12) jamás conocida en un profeta. Perdona a los pecadores, a todos sin distinción; y plantea a la gente las cuestiones más graves acerca de las relaciones con Dios y con los hermanos. Abre el corazón de sus discípulos, llamados por El para que le sigan, a la novedad de su persona y compromete sus vidas en la construcción del Reino de Dios.

Había comenzado diciendo: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertías y creed en el Evangelio” (Mc. 1,15). El Reino de Dios es dos cosas al mismo tiempo: Presencia de Dios como acción salvífica en la historia presente (= soberanía de Dios) y también estado final-escatológico que pondrá fin al viejo mundo, dominado por el pecado y por la muerte, y que inaugurará el mundo nuevo de la resurrección universal, incluso cósmica ( = Reino de Dios).  La soberanía de Dios es para el presente, convoca y compromete en el presente; se acoge mediante la fe, ella libera del mal y libera para el bien. El Reino de Dios  (Juicio final, Parusía del Señor, nueva creación) es para el futuro, es “adventus”. No puede decirse, con todo, que exista una total discontinuidad; aquello que en el mundo futuro será plenamente visible y transparente, está ya actuando aquí abajo, aunque de una manera oculta.

Jesús de Nazaret no se limita a contarnos “las parábolas del Reino”. Toda su persona y su vida constituyen por sí mismas una  desconcertante parábola del Reino: “El Reino de Dios está ya en medio de vosotros” (Lc. 17,21). Toda su vida está marcada de forma repentina  y coherente por el efecto de “choque”, como se ve en Mc. 2,1-3. Son cinco historias preocupantes, que obligan a los testigos presentes a tomar posición : el perdón de los pecados al paralítico, la comida con los pecadores y los publicanos, la defensa de los discípulos que no ayunan y que cogen espigas durante el descanso sabatino, una curación en día de Sábado. La conclusión de estos cinco pasajes anticipa lo que va a ser el fin: “Y los fariseos salieron de repente con los herodianos y celebraron consejo contra El para hacerle morir” (Mc. 3,6). Sobre  todo de Él, el Profeta, ciertamente que el mundo no era digno (cf. Hb. 11,38). La fe cristiana es también adhesión no fácil a la manera imprevisible, escandalosa (para los hombres) de inaugurar el Reino por parte de Jesús.

Jesús debía morir, rechazado y crucificado por los dirigentes del Pueblo, como El mismo lo había anunciado (cf. Mc. 8,31-33; 9,30-32) ; pero había dicho además que “después de tres días resucitaría de entre los muertos”. Su resurrección confirmó definitivamente a los ojos de sus discípulos la verdad de la palabra de Jesús y de toda su misión, como enviado de Dios y Mesías de Israel, y como el Señor vivo. Los discípulos,  reconfortados con las apariciones de Jesús Resucitado e iluminados  por el Espíritu Santo en Pentecostés, proclaman ahora con abierta franqueza su fe; Jesús no es solamente el Cristo, es decir, el Mesías, sino que es el Señor y Salvador único, el Hijo de Dios hecho hombre. Muchos entre los judíos creyeron en Jesucristo y la Iglesia se desarrolló rápidamente; pero la mayor parte rechazaron a Jesús y a la Iglesia naciente. El apóstol S. Pablo, también él israelita a los centros más importantes del mundo greco-romano, dio al rechazo de Israel el nombre de “misterios” (Rom. 11,25): aún esto constituye un misterioso plan divino de salvación universal.

                               2.1.2. La predicación de los apóstoles. Los escritos de Pablo.


Al comienzo de la predicación de los apóstoles fue solamente oral. Las Sagradas Escrituras eran al comienzo, tanto para los apóstoles como para los cristianos, como para Jesús, las mismas de Israel, es decir, el A.T. El órgano transmisor del mensaje cristiano es la Iglesia, jerárquicamente estructurada en torno a los doce apóstoles y a Pedro, su cabeza, junto con su tradición viva: ejemplo de vida, culto e instituciones.

Sin embargo, los primeros escritos cristianos no tardaron en aparecer, como testimonios e instrumentos de esa vida tradición. Los primeros textos son del apóstol S. Pablo, quien dirige diversas cartas a las comunidades por él fundadas y con las cuales trata de establecer una comunión. Entre los años 50 y 60: 1 y 2 a los Tesalonicenses, 1 y 2 a los Corintios, a los Filipenses (otros las ponen entre las “cartas de la cautividad”), Gálatas y Romanos. Del año 61 al 63, mientras S. Pablo está prisionero en Roma, Escribe  “las cartas de la cautividad”: Colosenses, Efesios, Filemón. La última serie de cartas tiene como destinatarios a personas particulares, es decir, pastores de almas: de ahí el título de “cartas pastorales” que se da a 1 y 2 Timoteo, a Tito. Nos encontramos en el año 63 al 67, en el caso de que estas cartas sean de S. Pablo. Pero la crítica descubre en ellas una lenguaje distinto y un cambio en el estilo respecto a las cartas precedentes del apóstol, así como una diversa situación histórica y eclesial, que se adapta mejor al último  decenio del siglo Y : según pudo haber utilizado algunos apuntes de S. Pablo. Todo este conjunto de la cartas de San Pablo constituye un maravilloso testimonio de cómo el Evangelio transforma a las personas y a las comunidades. El lector queda cogido por él : las esperanzas de la comunidad naciente, sus éxitos, los conflictos internos y el enfrentamiento constante con las religiones y las culturas externas son en el fondo las mismas de la Iglesia de siempre, incluso la nuestra.

La carta a los Hebreos, obra de un discípulos de S. Pablo escrita poco antes de la destrucción de Jerusalén el año 70, desarrolla una grandiosa tesis sobre la universal mediación sacerdotal de Cristo y anima a los cristianos, tentados de apostasía.

                               2.1.3. Los Evangelios Sinópticos.


La redacción definitiva  de los tres primeros Evangelios, Marcos, Mateo y Lucas marca otro período literario, que va del 65 al 80 d.C., aproximadamente. La Iglesia se difunde ampliamente en el mundo en el mundo y se aleja cada vez más de los días de Jesús de Nazaret y de Pentecostés; la memoria oral y vital por sí sola se diluye en el tiempo y corre el riesgo de desvirtuar la figura, el mensaje y el misterio de Jesucristo; se hace necesario un punto de referencia escrito, esencial. Nacen así los Evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, llamados Evangelios Sinópticos  porque, dispuestos en columnas paralelas, los podemos leer de un golpe de vista y descubrir sus semejanzas y divergencias. La fundamental conformidad del contenido de estos tres Evangelios se explica gracias a una común tradición oral, homogénea y bien estructurada que ha precedido a la puesta por  escrito de los Evangelios, al empleo de fuentes comunes escritas y a la dependencia de Mateo y Lucas de Marcos. La divergencias, por su parte, son debidas, bien a la diferencias de personalidad y problemáticas de las comunidades destinatarias de los Evangelios (cf. DV  19).

El Evangelio de Marcos está escrito para cristianos provenientes del paganismo. Con un lenguaje narrativo popular y un estilo vivo y pintoresco que pone al lector en contacto inmediato con los hechos, objeto primordial de su narración, el evangelista se propone revelar progresivamente el misterio de “Jesucristo, Hijo de Dios” (Mc. 1,1), culminando en la pasión que lo revela como tal al centurión pagano (Mc. 15,39). Se ha hablado de Marcos como del Evangelio del catecúmeno: una guía para ir gradualmente introduciéndole en el “misterio del Reino de Dios” (Mc 4,11), por un camino nada fácil de fe y de seguimiento, a imitación de los Doce.

El Evangelio de Mateo está escrito para judeocristianos y presenta a Jesús como el Mesías anunciado por las Escrituras hebreas: Jesús es el Enmanuel, es decir, el Dios-con-nosotros, afirmación que abre (Mt 1,23) y cierra (Mt 28,20: Yo estoy-con-ustedes) este Evangelio. Convencido de que el verdadero judío es, paradójicamente, el que se hace cristiano y entra en la Ekklesia, Mateo  es el único evangelista que pone en boca de Jesús la palabra Iglesia (Mt 16,18 y 18,17). Al referir las palabras de Jesús, reagrupadas  en cinco grandes discursos, está pensando continuamente en la vida de la comunidad: un Evangelio que podríamos llamar el Evangelio del catequista, una larga catequista que guía a los cristianos hacia la formación de una comunidad y traza por ellos un código de vida comunitaria.

El Evangelio de Lucas alcanza su singularidad en el hecho de ser el primer cuadro del díptico Lucano: El Evangelio, que es el tiempo de Jesús y la historia de  Jesús, y de los Hechos de los Apóstoles, que es el tiempo de la Iglesia. Cuando Lucas escribe, se ha madurado ya el sentido de una Iglesia dilatada en el largo tiempo de la historia de la salvación y comprometida en la obra de evangelización y conversión. Su Evangelio invita a la Iglesia a contrastarse con la solidez (la asphaleia de Lc. 1.4) de los orígenes, o si se quiere con la auténtica tradición de Jesús, la única que garantiza una auténtica contemporaneidad de la Iglesia en cualquier momento de la historia. El Jesús de Lucas es ante todo el Señor y el Salvador de todos los hombres un Cristo misericordioso en continua búsqueda de los pecadores, de los pobres, de los marginados; pero cuya misericordia no atenúa las radicales exigencias del Evangelio, destacadas particularmente por Lucas, y que el creyente debe traducir a la vida de todos los días (Lc. 9,23). Después del Evangelio del catecúmeno y del catequista, tendríamos en Lucas el Evangelio del cristiano que da testimonio en el mundo.

Los Hechos de los Apóstoles son una continuación del Evangelio. La Buena Nueva de Jesús Salvador de todos los hombres se hace ahora la Buena Nueva de Salvación anunciada y testimoniada por la Iglesia apostólica ante todos los pueblos entonces conocidos. Los Hechos son una obra abierta, un libro cuya conclusión no es un punto final : el apóstol de guardia..., y sujeto con una cadena (Hch. 28,16.20), pero “anuncia el Reino de Dios y enseña las cosas relativas al Señor Jesucristo, con toda libertad y sin impedimento alguno” (Hch 28,31). La antinomia de Pablo, prisionero pero evangelizador, es la perenne antinomia salvadora de la Iglesia.

                               2.1.4. Las epístolas católicas.

Otros escritos apostólicos (carta de Santiago, de Judas, 1 y 2 de S. Pedro, 1, 2 y 3 de  S. Juan) se agruparon, después del siglo IV, bajo la denominación de Epístolas Católicas, es decir, universales, ya que no estaban destinadas a comunidades particulares, sino a los cristianos en general. Son mensajes, en forma de carta, escritos por apóstoles o por hombres de su círculo que todas las generaciones de creyentes deben acoger y vivir : la fe debe ser verificada por medio de obras (Santiago); los falsos doctores está ya juzgados (Judas); debemos estar prontos a responder a cualquier que nos pida razón de la esperanza que está en nosotros (1 Pedro); vivir a la espera del día del Señor (2 Pedro), vivir en el amor y amar en la verdad (1, 2 y 3 de Juan). En cuanto a la 2 de Pedro, la crítica está de acuerdo en atribuirla a un discípulo del apóstol, que escribe a finales del siglo I o comienzos del II.

                               2.1.5. Los escritos de Juan.

La obra considerada joanea cierra la colección de los escritos del N.T. Además de las cartas ya mencionadas, la tradición cristiana desde sus albores ha atribuido al apóstol Juan el cuarto Evangelio (El Evangelio de San Juan), un escrito lentamente madurado a lo largo de sucesivas redacciones las cuales, sin embargo, conservan viva e intacta la impronta del testigo ocular, el apóstol Juan, su primer autor. La fuerte personalidad suya y de su tradición, paralela pero independiente respecto a la que confluyó en los Sinópticos; el nuevo contexto cultural y eclesial es el que se desarrolla la tradición de Juan; una reflexión más madura sobre la persona de Cristo sólo posible a finales del Siglo I: todo esto explica suficientemente la diversidad del Evangelio de S. Juan, que Clemente de Alejandría llamó el Evangelio espiritual. Podría decirse que es el Evangelio del Creyente contemplativo, que ha llegado a una esperanza cristiana madura.

En la aventura tan profundamente humana de Jesús de Nazaret (la sarx-carne del Verbo), que culmina en la pasión y muerte que constituyen su hora, se hace visible y tangible la Gloria de Dios, o si se quiere, la Presencia de la verdad y de la vida que son de Dios y descienden de Dios a través del Verbo encarnado y se ofrecen a la acogida de la fe. Juan se dirige expresamente al lector desconocido, llamándolo a entrar en el juego dramático de la opción en pro o en contra de Jesús ; “Jesús realizó también delante de sus discípulos otros muchos signos, que no están escritos en este libro. Y estos han sido escritos a fin de que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y a fin de que creyendo tengáis la vida en su nombre” (Jn 20,30 s). Al leer el Cuarto Evangelio se tiene la impresión de estar asistiendo a un prolongado proceso, resultado de la revelación progresiva en las acciones y palabras de Jesús, que pone al espectador en estado de alerta y de lucha y que concluye con un juicio (Krisis), es decir, con una separación : la incredulidad culpable de “los judíos” por una parte, y la fe de los “discípulos” por otra. Pero el proceso continúa; los contemporáneos de Jesús representan todos los hombres de todos los tiempos, en cuyo corazón sigue desarrollándose este mismo drama hasta su definitivo desenlace. La Palabra de Jesús no deja a nadie como antes, sino que le obliga a mostrar sin compromiso su verdadero rostro, lo juzga al instante (cf. Jn. 3,19; 12,31). La fe o la incredulidad culpable anticipa el juicio final.

Finalmente, el Apocalipsis. El autor de la obra lleva el nombre de Juan (Ap 1,1. 9; 22,8), pero la firma puede ser fruto del recurso a la pseudonimia, típica del género literario apocalíptico : quien lo escribe pretende acogerse idealmente a una célebre figura, con la que siente especial afinidad. Y de hecho, si algunos temas del Apocalipsis guardan afinidad con el cuarto Evangelio, su lenguaje (dejando aparte el estilo) se distancia de él totalmente. Todo hace pensar en algún discípulo del Apóstol Juan, intérprete apocalíptico en su tiempo del excelso maestro. El Apocalipsis es un libro profético (Ap 1,3; 22,7) singular, escrito en un lenguaje simbólico-misterioso que intenta despertar la conciencia de la Iglesia en los tiempos de la persecución de Dominiciano, pero al mismo tiempo escapar al control de los perseguidores y de la censura. En el ambiente privilegiado de la asamblea litúrgica, uno lee y los demás escuchan, como se dice en Ap  1,3- La Iglesia es urgentemente llamada a la conversión y a la purificación (cf. Ap 2-3); así purificada, estará en disposición de “comprender desde el punto de vista de Dios las cosas que deben suceder” (cf. Ap. 4,1), entender cuál es su hora dentro de la historia de la salvación (Ap. 4,20). El “libro sellado”, que el Cordero inmolado pero victorioso abre y leer  para la Iglesia, traza las líneas de su compromiso en la historia : La Iglesia peregrina en el mundo, testigos y mártir en su perpetuo itinerario pascual, camina hacia la Nueva Jerusalén, la Nueva Ciudad  De Dios y de los Hombres (Ap. 21, 22).

                               Conclusión.

Hemos puesto de manifiesto con esta breve historia que el devenir de la Biblia corre parejo al devenir de la historia del antiguo y del nuevo Israel. Uno como estudiante y lector piadoso permanente de Sagrada tendrá un modo de profundizar en la historia bíblica, en la formación literaria de los grandes complejos y de cada uno de los libros de la Biblia y sobre todo en el mensaje religioso de una historia “profética” que desafía hoy a la Iglesia y al mundo.[2].

3.- TEOLOGÍA DEL NUEVO TESTAMENTO[3]

3.1. AMBIENTE HISTÓRICO.    

                        3.1.0. Introducción

El cristianismo nace de un pueblo que vivió una historia borrascosa. Jerusalén va a ser destruida en el año 70, y manifiesta el grado de exasperación a que había llegado el pueblo judío sometido a las arbitrariedades de los procuradores romanos. Aparte de ello habrá que decir que parte de esa exasperación se debió sin duda  por las creencias apocalípticas según las cuales Dios no iba a tardar en restablecer su justicia, y al mismo tiempo, los privilegios de sus elegidos, inaugurando de manera espectacular su Reino sobre la tierra. Por eso, para poder entender todo este ambiente en que nace el cristianismo, conviene tener presente unas ideas acerca de la patria de Jesús, ambiente y época en que vivió, fiestas, sacrificios de la antigua ley, sinagogas, sectas judías y el lenguaje de Jesús.

                        3.1.1. Ciudades célebres en la vida de Jesús[4].

                        a. Belén (de Bet Lehem : Casa del pan).


Se encuentra a 10 Km. de Jerusalén. Es una ciudad edificada sobre dos colinas, como dos columnas mirando al desierto. Está situada sobre una loma alargada, a 777 metros sobre el nivel del mediterráneo. Es una ciudad pequeña y antigua ciudad.

Belén es nombrada por primera vez en una carta de Tell el-Amar-na, en Egipto (s. XIV a.C.) en donde el reyezuelo de Jerusalén pide en ella apoyo al faraón contra la insubordinación de Bit-Lahmi (Belén). En los tiempos patriarcales, Belén es identificada con Efrata, cuando nos habla de la muerte y sepultura de Raquel, segunda esposa del patriarca Jacob : “Murió Raquel y fue sepultada en el camino de Efrata, que es Belén” (Gn 35,19). En el reparto de las tierras entre las tribus, quedó asignada a la tribu de Judá y fue habitada por los Calebitas (1Cr 2,50). En ella nació y fue enterrado Ibsán, uno de los jueces menores (Jue 11,8-10). En la vida de David fue ocupada algún tiempo por los filisteos (2Sam 23,14) y más tarde fortificada por Roboám (2Cr 11,6).

En el AT Belén es sobre todo, la ciudad cuna del rey David, el hijo menor de Isaí, elegido por Dios de entre sus hermanos y ungido por el profeta Samuel como el segundo rey de Israel (1Sa 16). El relato que encontramos en el libro de Rut cuenta los orígenes de la dinastía davídica. Belén y David quedarán a partir de entonces como una nota destacada de los oráculos mesiánicos. El Mesías tenía que nacer en Belén. Así lo anunció el profeta Miqueas (Mi 5,2-4). El texto es recordado por el evangelista Mateo (2,6). Juan recoge la tradición que existía entre los judíos de su tiempo : “ ¿ No dice la Escritura que del linaje de David y de la aldea de Belén, de dónde era David, ha de venir el Mesías ?  Mateo (2,1) y Lucas (2,1-20) afirman el nacimiento de Jesús en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes, bajo el imperio de Cesar Augusto; y en un establo “porque no había para ellos sitio en la posada...” . Pero hay que anotar que los evangelistas no dicen que la hubiera vuelto a visitar a pesar de estar a sólo 8 Km. al sur de Jerusalén. El Protoevangelio de Santiago (18,1) dice que fue en una cueva. El evangelio sólo menciona el pesebre. Se puede entender perfectamente : una cueva que sirvió de establo donde había un pesebre, cosa normal y frecuente entonces y todavía en Palestina. Así lo presenta, San Justino, natural del país a mediados del II (160)[5] Donde nació Jesús, hay una inscripción: "Hic de Virgine María, Iesus Christus natus est".

Los primeros cristianos  no olvidaron este acontecimiento y recordaron con veneración el lugar dónde nació Jesús. Hasta que en el año 134 el lugar fue convertido en bosque sagrado en honor de Tammuz-Adonis, dios de la vegetación que muere y vuelve a la vida cada año, como símbolo del ciclo agrario. Es lógico pensar la existencia de este culto, pues en este lugar se ubicaba el nacimiento de un dios. Es un dato importante favorable a la tradición cristiana anterior a este hecho paganizante[6]. Tiene una población árabe de 35,000 hab. y  la población musulmana desde la guerra desde 1948 ha aumentado considerablemente, llegando a ser casi la mitad de la población. Hoy es territorio de los palestinos.

                        b. Nazaret (Dos torres ¿?)


Ciudad de la baja Galilea, a 157 km. de Jerusalén. Tiene unos 60,000 habitantes, incluyendo el barrio alto (la Nazaret Ilit), de reciente construcción, sobre las colinas orientales y de población judía. La población árabe que ocupa todo el valle y las laderas del mismo, suma los dos tercios de la población total, aproximadamente mitad cristianos y mitad musulmanes. En la antigüedad perteneció al territorio de la tribu de Zabulón.

Lugar donde tuvo la Encarnación del Hijo de Dios. Allí pasó su vida oculta, desde su venida de Egipto. Cerca de la Iglesia de la Anunciación está la fuente de María, a la que según la tradición iba la Virgen muchas veces en busca de aguas con su Hijo.

Era aldea humilde - aunque Lucas le llame “ciudad en su evangelio - y despreciada (¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno? Cf. Jn 46). Pero, por haber acordado Dios de su promesa, el nombre de Nazaret es hoy conocido en todos los rincones del mundo (“Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer” Cf. Gal 4,4). Gracias a Jesús Nazaret entra en la historia y le dio un nombre universal, sacándolo de la oscuridad en que hasta entonces había estado viviendo. Jesús y Nazaret son dos nombres que pueden separarse (cf. Lc 1,26-38; 1,56; Mt 1,18-25; 2,21-23; Lc 2, 39-40 . 50-51; 4, 16-30). Y sobre todo, no se puede hablar de Nazaret sin mencionar a Jesús de Nazaret. Sin él no hubiera habido historia de Nazaret.

El poblado sobre el que vivió Jesús no abarcaría más de 200 x 150 m, probablemente y es muy poco lo que se conoce del Nazaret antiguo. No es mencionado en ninguna de las fuentes anteriores al Nuevo Testamento. Tampoco lo nombra Flavio Josefo. Van a ser los evangelistas los que lo van a sacar del silencio citándolo no menos de treinta veces como el pueblo de Jesús o en relación a su persona.

La arqueología nos permite entrever algunas cosas que no están en las fuentes literarias. En efecto, la arqueología nos permite remontar la antigüedad de Nazaret por lo menos al segundo milenio antes de Cristo. En el s VIII ya existía una comunidad agrícola en la colina donde están los santuarios. Las excavaciones realizadas en 1955 se pudo constatar que la colina rocosa sobre la que estuvo asentado el antiguo pueblo está toda ella horadada. Cada vivienda tenía su bodega excavada en el subsuelo o su granero, y su cisterna de agua. También se encontraron molinos de grano, de aceite, lagares y abundante cerámica local, particularmente de los períodos Romano y Bizantino. Había una cerámica fina importada del período Bizantino. La Sagrada Familia no conoció semejante vajilla.

La arqueología también nos permite intuir como sería la vida de un artesano en un pueblo como el de Nazaret. Los evangelios nos dice que José era un artesano y una noticia del s II, recogida por Eusebio de Cesarea nos dice que había algunos parientes de Jesús que poseían algunas propiedades, que ellos mismos cultivaban. Al leer el frescor de las parábolas y de algunas enseñanzas de Jesús podemos descubrir posibles vivencias de Jesús joven artesano u obrero de Nazaret. Hasta la edad de treinta años tuvo el tiempo suficiente para asimilar una forma de vida que tantos recursos le proporcionó luego en la exposición del mensaje evangélico. No podemos descartar también la idea que Jesús pudo ser jornalero, pues el trabajo de artesano en un pueblo tan pequeño como el de Nazaret no da dinero suficiente para poder subsistir, así que lo podemos imaginar yéndose con José a pueblos cercanos a realizar algunos “trabajitos” y en otras aguardando con los jóvenes de Nazaret  a que los vinieran a contratar el jornalero para trabajar en su viña u otra labor. También supo lo que es no poseer más que una túnica para vestir y para cubrirse durante la noche. Conoció las faenas de la casa, y aunque eran trabajos propios de mujeres, seguramente colaboró en ellas.

Las viviendas eran estrechas y sencillas, y algunas total o parcialmente excavadas en la blanda roca de la colina, donde el declive lo permitía. No había en ella muchas cosas. Frecuentemente sólo lo indispensable, lo que entonces era muy poco. La vajilla era de cerámica local, poco fina, cuando no tosca y áspera al tacto. La estera servía de catre en la noche y la túnica de cobertor. Aquí y así vivió María, y Jesús se desarrolló físicamente hasta hacerse hombre, y se llenó de sabiduría y gracia, que derramaría después a manos llenas, “porque el favor de Dios le asistía”

                                   c. Jerusalén


Es la ciudad santa de los judíos, musulmanes y cristianos. Para nosotros es santa, pues Jesús la santificó tantas veces con su presencia. En ella está el Calvario, el Santo Sepulcro, el Huerto de los Olivos, calle de la amargura, el lugar de la Ascensión, el Templo en otro tiempo sobre el monte Moria (hoy se halla construido en aquél lugar santo, la Mezquita de Omar).

Los evangelios sinópticos sólo hablan de la estancia de Jesús en la última semana de su vida. Juan desarrolla una amplia misión evangelizadora del Maestro en esa ciudad, que visita por lo menos en cinco ocasiones. Jerusalén, en la primera mitad del siglo I d.C. era una gran ciudad y la urbanización como monumentalidad se debía a Herodes el Grande. Posiblemente habitaban 200,000 y a esta se unían una población flotante de peregrinos que no bajaban de 100,000 sobre todo en las fiestas de Pascua.
           
Jerusalén se halla como otras ciudades de la región en la línea de cumbres de la montaña de Judá. Esta a unos 760 metros sobre el nivel del Mediterráneo. Es una ciudad que tenía defensas naturales, pero eso no quitó que se hicieran murallas como las ciudades de aquellas épocas. Los edificios más importantes de Jerusalén en la primera mitad del siglo Y d.C. además del colosal templo, eran el palacio de Herodes y la Torre Antonia.

La ciudad que Jesús conoció era bella y muy grande. Vista hoy desde el Monte de los Olivos, produce una imborrable sensación. La misma que causaba entonces y aparece en los reflejada en los evangelios (Mt 24, 1-3; Mc 13, 1-3). Jesús como todo israelita quería y se extasiaba ante la Ciudad Santa. Nos lo imaginamos recitando algunos salmos (Sal 137, 5-6; 122, 1-2.6-7). Por eso, Lucas señala que al contemplar a Jerusalén por última vez conociendo su futura ruina no pudo menos que romper a llorar (Lc 19, 43-44).

d. Cafarnaúm (Aldea de Nahum).


Se encuentra Cafarnaúm junto a la ribera noroeste del lago de Genesaret, por tanto no muy lejos (5 km.) del río Jordán en su tramo alto, que separaba los territorios de la tetrarquía de Antipas y Filipo. La tierra donde se levanta la ciudad es hosca y seca sin llegar a ser desierto, a diferencia de las orillas del lago.

Cafarnaúm en tiempos de Jesús fue una ciudad modesta, con una extensión de 6 Ha. y una población que no llegaba ni a los 10,000 habitantes, pero con indudable interés estratégico, pues se hallaba edificada junto a una de las rutas más importantes del país y servía de puesto fronterizo entre la Galilea, a la que pertenecía, y la tetrarquía de Filipos, cuya ciudad Julias (antiguamente Betsaida) se hallaba también junto a la ribera del lago, pero al otro lado del Jordán. Por esta razón Cafarnaúm tenía aduanas y por tanto vivían en ella bastantes recaudadores de impuestos (Mt 9,9-10; Mc 2,13-15; Lc 5,27-29).  Por ser una ciudad fronteriza tenía una guarnición militar del ejército mercenario de Antipas, consistente probablemente en una centuria. Su capitán o centurión tenía también allí su residencia en una casa importante con varios criados. Por su posición social como económica, así como su inclinación hacia la religión judaica a pesar de ser pagano, había tomado a cargo la edificación de una gran sinagoga en la ciudad  (Mt 8, 5-9; Lc 7,1-8).
           
La población además del comercio y servicios, vivía de la pesca en el lago y de ciertos cultivos especiales, principalmente de plantaciones de olivos, ya que elaboraba aceite en abundancia tal como lo demuestran las excavaciones. Cafarnaúm era una ciudad modesta, pero no por ello dejaba de llamarse lo que denominaríamos “pretenciosa” (Mt 11,23; Lc 10,15).

La parte de la ciudad actual tiene unos 125 m de recorrido. Hay varias manzanas, y entre ellas el gran edificio de la sinagoga[7]. Las casa suelen hallarse pegadas una a otra, pero en algunos casos hay pequeñas calles transversales. De estas casas la que le interesa a los cristianos es la casa de Pedro y Andrés (Mc 1,29), que es una casa como las existentes en esos tiempos, en donde las casas eran muy comunitarias, sin apenas posibilidad de una independencia personal. Parece ser que la casa de Pedro, acaso podría ser de los suegros de Pedro. Alude al hecho que Pedro y Andrés eran de Betsaida (Jn 1,44) y dice el texto que en esa casa vivía la suegra de Pedro (Mc 8,14-15; Mc 1,30-31; Lc 4, 38-39). En esta casa Jesús se va a establecer de manera permanente, haciéndola centro de su predicación por todo el país. Por eso el evangelio se refiere a ella llamándola simplemente “su casa” o “la casa” (Mc 2,1; 3,20; 7,17; 9,33) y a Cafarnaúm designándola como “su ciudad” (Mt 9,1).

Hay otras  ciudades importantes como Tiberíades, Naím, Betania, Caná de Galilea, etc...

            3.1.2. Estado político y religioso.

                        a. Punto de vista político.

El pueblo había caído de su grandeza. Las guerras civiles, especialmente la de Cesar contra Pompeyo produjeron nuevos cambios en Palestina favoreciendo la desaparición de la monarquía Asmonea (descendientes de los Macabeos) y la ascensión política de Herodes[8] (37- 4 a.C.), rey extranjero, el cual fue un hombre cruel y sanguinario. Aparentemente era judío observante y reconstruye el templo con gran magnificencia y al final de su reinado nació Jesucristo. Después de su muerte, el reino fue repartido entre sus tres hijos. (Lc. 3,1). Herodes Antipas recibió la Galilea y la Perea en donde reinó hasta el año 39 d.C. Es conocido por haber hecho decapitar a Juan Bautista y por haber desempeñado cierto papel en el proceso de Jesús (Mc 6,17-19; Lc 23, 6-16). Los otros hijos de Herodes, Arquelao y Filipo, que habían recibido el primero la Judea y Samaria, el segundo los territorios situados al norte de Perea, apenas si son nombrados en los evangelios (Mt 2,22; Lc 3,1).

El poder político predominante era ejercido por funcionarios romanos. El Nuevo Testamento ha conservado el recuerdo de algunos de ellos. Poncio Pilato ejerció brutalmente sus funciones entre los años 27 y 37; Félix, hombre cruel y vicioso, procurador entre los años 52 y 60, contribuyó para que surgiera la guerra civil en los territorios de su jurisdicción. Ante él compareció Pablo en Cesarea (Hch23,23-24,26); tuvo como sucesor a Festo, ante quien Pablo apeló al tribunal del César (Hch 25,11-12).

El año 40, Palestina quedó nuevamente unificado bajo el gobierno de Agripa I. Persiguió a la comunidad cristiana, mandó a matar a Santiago el mayor encarceló a Pedro (Hch 12,1-3). Murió año 44 (Hch 12,20-23) y Palestina pasó a ser provincia romana. El ambiente palestinense se iba haciendo cada día más antiromano y el partido fanático nacionalista (zelotas) estaban en plena actividad[9]. Los judíos, pagan impuestos al Cesar y les faltaba libertad para aplicar sus leyes. Era necesario que el procurador romano[10] aprobase la sentencia

                        b. Punto de vista religiosa.

El judaísmo era un sistema socio-religioso basado sobre la fe en el Señor Todopoderoso y Único y en el respeto absoluto a la “Ley”. Esta era considerada de origen divino y, por tanto, perfecto. Pero debía ser explicada e interpretada para que pudiera aplicarse a los problemas concretos e individuales. Estas explicaciones fueron constituyendo poco a poco la llamada Tradición de los Ancianos. Los intérpretes de la Ley eran los “escribas” quienes gozaban de considerable autoridad entre el pueblo; ejercían en la sociedad las funciones de teólogos y juristas. Los fariseos, con su rigorismo estrecho, había hecho de la Ley algo insoportable y los sacerdotes eran influyentes, opulentos y despreciaban al pueblo y estos a su vez, los despreciaban[11].

El nivel religioso había descendido. A pesar de ser monoteísta estuvieron embuidos de ideas materialistas y con el peligro latente de la idolatría. Esperaban un Mesías guerrero que les liberara de la esclavitud de los romanos.

            c. Horario del día según los judíos.

Dividían el tiempo en cuatro partes, distribuidas entre el nacimiento y la puesta del sol:

            Hora prima: Era la primera parte y comprendía desde la salida del sol hasta las nueve.
            Hora tercia: Era la segunda y comprendía desde las nueve hasta las doce.
            Hora sexta: Era la tercera; desde el mediodía hasta las tres de la tarde.
            Hora nona: Desde las tres de la tarde hasta ponerse el sol.
El cómputo del día solía hacerse a partir del comienzo de la mañana hasta la mañana siguiente (Dt. 28,66-67; Is. 28,19) o bien a partir de la tarde o puesta del sol hasta la tarde siguiente (Lev. 23,32; Ex. 12,18).

En Mt. 27,63 y 1Cor. 15,4; la frase "resucitó al tercer día", es un cómputo que comprende, "dos noches, y día entero y dos incoados". También dividía el tiempo en vigilias (Mc. 13,31), la tarde, la medianoche, el canto de los gallos y el amanecer.

La semana, tenía siete días. El sexto día se llamaba también vísperas o preparación. Durante este día se preparaba todo lo necesario para el sábado, que era el día de descanso, el día del Señor.

El Sábado, era uno de los más inculcados deberes de la Ley mosaica. Lo positivo era que correspondía los sacrificios del templo, la lectura y explicaciones de la ley en la sinagoga. Lo negativo, era que preceptuaba el descanso casi absoluto y la abstinencia de trabajo (Nm. 23,3). Se dieron exageraciones arbitrarias y ridículas y que se conservan hasta el día de hoy.

Las Neomenias eran los días que empezaban los meses, o sea los novilunios, puesto que los meses celebrados por los judíos eran lunares.

            3.1.4. Fiesta de los judíos.

En Israel hay tres fiestas que juegan un papel muy importante; son momentos en donde el pueblo se reúne para manifestar la solidaridad de sus miembros y para celebrar las grandes intervenciones del señor, liberador de su pueblo: son tres las fiestas de peregrinación, Pascua, Pentecostés y Tiendas (tabernáculos). “Tres veces irán todos los varones en peregrinación al lugar que el Señor elija: por la fiesta de los ácimos, por la fiesta de las semanas y por la fiesta de las chozas ( o tiendas) “ (Dt 16,16). Parece que fueron inicialmente fiestas relacionadas con el ritmo de la naturaleza y que luego fueron “historicizadas” y puestas en relación con un acontecimiento histórico[12]. De todas estas fiestas la más frecuentada era la pascua.

                        a. La Pascua.

Fue instituida para celebrar la salida de los israelitas de Egipto. Ya no se celebraba de pie y con el bastón en la mano, pero sí guardaban una serie de prácticas que recordaban la noche gloriosa entre todos para el pueblo de Dios.

Durante la Pascua, se reunían 180,000 peregrinos en una ciudad que contaba según algunos 25,000 habitantes y probablemente de 45,000 a 50,000[13]. Duraba una semana las fiestas y se prohibía comer pan fermentado y se le llamaba los días de los Ácimos (sin fermentar, sin levadura). Era la fiesta más grande y solemne de las tres que celebraban empezando la tarde del 14 del mes de Nisán (Marzo-Abril) con el plenilunio. El descanso era riguroso. Se celebraba la Cena Pascual. Por la  tarde se inmolaba en el templo un cordero para cada familia, y se asaba enseguida. Llegada la noche la familia se reunían y el jefe de la familia explicaba a los invitados el sentido de la ceremonia. Las hierbas amargas que comían, representaban la amargura de la esclavitud, los panes ázimos, los panes que no tuvieron tiempo de fermentar por la salida presurosa de Egipto y el Cordero Pascual. Terminada la comida y después haber pasado 4 ó 5 tazas de vino, se recitaban algunos salmos y se retiraban. En segundo día de la fiesta de pascua, le ofrecían al Señor las primicias de la recolección, llevando al templo las primeras espigas maduras.
                       
b. Pentecostés.

Como dice la etimología griega, esta fiesta empezaba 50 días después de la Pascua (cf. Dt 26,9). El libro del éxodo la llama fiesta de la siega(Ex 23,16) o de las semanas (34,22).Se le llamaba también la Fiesta de la Semana por celebrarse siete semanas después de haber ofrecido en el templo las primeras espigar y como la recolección estaba terminada, se hacía una oblación de dos panes de harina. Mediante una ligera variación vocálica, algunos la convirtieron en la fiesta de los juramentos. En su celebración se relacionó con la alianza del Sinaí parece ser que en el siglo I de nuestra era se había convertido en la fiesta de la renovación de la alianza.  Es una fiesta que se celebraba cincuenta días después de la Pascua. Recordaba la promulgación de la Ley en el monte de Sinaí. Era muy concurrida.

                        c. Tabernáculos (Las Tiendas).

 Para Josefo es “la más santa y mayor de las solemnidades judías[14]. Tiene también un origen rural, como las anteriores: celebra el final de las cosechas y tiene toda la apariencia de una fiesta de la vendimia con la alegría y el peligro de embriaguez que ello supone (Lv 23,43). La dedicación del templo de Salomón coincidió con esta fiesta (1 Re 8,65-66), dándole de este modo una relación especial con el santuario, lugar de la presencia y de la protección divina. Era una fiesta muy pintoresca y espectacular, pues en recuerdo a los tiempos que pasaron en el desierto, los judíos hacían enramadas en las terrazas de las casa, o en las plazas y vivían allí durante una semana. El aspecto de Jerusalén por aquellos días cambiaba totalmente. Por la noche  se encendían dos grandes candelabros en el atrio de las mujeres para recordar la columna de fuego que guió a los israelitas. Era la fiesta de la alegría.

                        d. Otras fiestas.

Al lado de estas tres grandes fiestas de peregrinación habían otras como el Yom Kippur o día de las expiaciones. Se celebraba unos días antes de la fiesta de las tiendas. No era un día de regocijo, sino más bien de tristezas y de ayuno; se le pedía a Dios que borrase todas las culpas de su pueblo; durante 24 horas no comían nada y en el templo el Sumo Sacerdote realizaba solemnemente el rito de expiación por sus pecados y por los de todo pueblo.

El año sabático. De siete años en siete años, estaba prohibido para los judíos durante una año entero cultivar la tierra que le pertenecía para que los pobres utilizasen lo que la tierra espontáneamente producía. Se les prohibía todo trabajo en el campo, los esclavos hebreos eran puestos en libertad y las deudas perdonadas, pero solamente ese año.

Rosh Hashana es la fiesta del año nuevo. Se celebraba diez días antes del Yom Kippur. Era una fiesta austera para preparar la celebración del perdón.

            3.1.5. Instituciones en Israel.

                        a. Los Sacrificios de la Antigua Ley.

Eran cruentos e incruentos. Los cruentos, eran la inmolación de ciertos animales que era en todo o en parte consumidos por el fuego. Los incruentos se ofrecían harina, vino, aceite o perfume. La sal acompañaba siempre estas ofrendas.

Las  purificaciones. Los judíos estaban siempre dispuestos a incurrir en las impureza legal. Tocar cadáver, un sepulcro, comer ciertos manjares, rozarse con un leproso, entrar a la casa de un pagano, y otras muchas circunstancias. Para volver al templo, necesitaban purificarse, lo hacían ofreciendo un sacrificio expiatorio, después de muchas abluciones.

                        b. El Templo de Jerusalén.



El Templo es en todos los aspectos  el centro de Israel. Era considerado como el centro del mundo y el lugar en que Dios debía manifestarse al final de los tiempos. El primer templo fue construido por Salomón (1Re 6-7) y destruido por Nabucodonosor en el año 587 a.C. reconstruido por Zorobabel a la vuelta del cautiverio de Babilonia. El segundo templo se erigió sobre las ruinas del primero en el monte Moria. Era mucho más modesto Fue levantado de nuevo por Herodes sobre bases completamente nuevas[15].

Flavio Josefo describe como era el templo que Jesús conoció[16] y es lógico pensar que quedaría deslumbrado cuando lo contemplaba desde el Monte de los Olivos. Tenía varias partes como es el santo de los Santos, el Santo, el altar, patio de los sacerdotes, patio de Israel, patio de las mujeres y el patio de los gentiles. Adosados a la pared se encontraban varios edificios anejos : la sala del sanedrín, almacenes para la leña, el vino, el aceite destinado al culto, la sala del tesoro,...

Todos los días ante el altar se sacrificaban dos corderos: uno por la mañana y otro por la tarde. El emperador romano mandó además que se sacrificaran otros dos animales, uno por él y otro por el imperio. No conocemos el ritual exacto de estos sacrificios oficiales. Durante el resto de la jornada se sucedían los sacrificios privados. Los judíos tenías sus círculos de santidad de acuerdo a sus concepciones. Para Israel sólo Dios es el santo, el puro, el separado, el perfecto; por naturaleza, el hombre y la creación son en general lo profano, lo impuro, lo vulgar, lo imperfecto. El hombre por su proximidad puede comunicar su impureza a su semejante, pero no su santidad. Dios al contrario comunica su santidad a todo el que se le acerca, una santidad cada vez más difusa y más débil a medida que se aleja de él. De acuerdo a esta concepción podemos presentar los lugares dentro del templo: en el centro está el lugar sagrado por excelencia, el sitio en donde Dios hizo descansar su gloria (1Re 8,10): el santo de los santos. Viene luego el santo, donde pueden penetrar los sacerdotes. Está luego el altar en el que se ofrecen todos los sacrificios y el espacio entre el altar y el santo, estrictamente reservado para los sacerdotes. Luego el patio de los sacerdotes al que tienen acceso los sacerdotes, incluso aunque no sean aptos para el culto (inválidos de cualquier clase). En quinto y sexto lugar vienen los hombres adultos de Israel y las mujeres. Finalmente están los paganos. Estos círculos a su vez se inscriben en un contexto más amplio: alrededor del templo, el espacio sagrado por excelencia, está la ciudad de Jerusalén, luego el país de Israel y finalmente el resto del universo.

Según su estado, circunciso o sin circuncidar, puro o impuro, el hombre puede ir avanzando más o menos por estos “grados” de santidad: mientras no traspase los grados que se le ha asignado, no hay problema; pero si los traspasa, su impureza “profana” el sitio en el que ha entrado indebidamente y rompe el equilibrio querido por el Señor. Del mismo modo cuando Jesús toca a un leproso para curarle, pretende purificarlo, darle su santidad, mientras que para los judíos no hace más que contagiar de su impureza.

            c. El Sanedrín o el Gran Consejo.

El Gran Sanedrín (del griego synedrion, sentarse juntos) es la corte suprema de Israel. Sus orígenes se remontan seguramente a la época persa y sus primeras menciones a los tiempos del rey Antíoco III (223-187). Fue instituido en tiempos de Juan Hircano (134-104). Como las ciudades helenistas se trata de un consejo que asesora al sumo sacerdote, jefe supremo de la nación, que lo preside. Estaban compuestos por 71 miembros: los senadores o ancianos, los sumos sacerdotes depuestos, algunos sacerdotes saduceos y luego, cada vez más, algunos escribas fariseos. Eran sabios. Presididos por el Sumo Sacerdote, ejercía la autoridad doctrinal y administrativa. Herodes el Grande limitó sus poderes, que luego fueron restaurados y hasta ampliados durante la dominación romana.

Como corte de justicia, juzga los delitos contra la ley, fija la doctrina y controla finalmente toda la vida religiosa. No se sabe a ciencia cierta si tenían capacidad para condenar a muerte en tiempos de Jesús. De todas formas, para pronunciar la condenación a muerte se necesitaban dos sesiones con 24 horas de intervalo. Tenía guardias a su disposición (cf. Jn 18,3.12). Después de la catástrofe del año 70 d.C. volvió a constituirse el senado en Yamnia pero se trataba entonces de una institución muy diferente en su competencia y en su espíritu. Por  toda Palestina habían además pequeños sanedrines de tres miembros, uno de los cuales hacía de juez (cf. Mt 5,25).

                        d. Las sinagogas.

El templo es el lugar que polariza toda la vida religiosa, política y económica de Israel. Pero en la vida cotidiana hay otra institución de enorme importancia: la sinagoga. Hay solamente un templo al que se sube en contadas ocasiones (una vez al menos en la vida si reside fuera de palestina), pero la aldea más pequeña tiene su sinagoga; allí es en el fondo donde se forja la mentalidad y la piedad del israelita. Son lugares destinados a la oración y a la lectura, y explicación de la Ley. Se reunían los sábados, se leía un trozo de la Ley de Moisés o de los Profetas y se hace una interpretación (Lc. 4,15; 6,6; 13,10). Su origen parece ser el tiempo de Esdras, pues ante del cautiverio babilónico no tenía más casa de oración que el templo.

                        e. El Sacerdocio.

 La tribu de Leví, era consagrada al servicio divino. En la repartición de la Tierra Prometida no tuvieron parte los levitas, porque Dios era su herencia. (Nm. 18,20). Recibían el diezmo de la tierra, de los animales, parte de la carne de los animales les pertenecía, así como la oblación. Está el Sumo Sacerdote, los sacerdotes, los levitas que guardaban el templo, los conservaban limpios y manten


                                                       E L  C L E R O




                                                       Sumo Sacerdote

                                                                  
                                                     Comandante del Templo

                                                                   
          Culto                                  Vigilancia en el Templo             Administración del templo
Jefe de los 24 grupos                                7 vigilantes                                     3 tesorero
      semanales                                    

Jefe de los 156 grupos                           4 levitas jefes
         diarios

                                                                Sacerdotes
                                                        Unos 7,200 en 24 grupos
                                                                   
        Levitas
                                                      Unos 9,200 en 24 grupos


                                    Cantores-músicos               servidores-guardianes

                        f. Sectas y Autoridades Judías[17].

-           Fariseos

Fariseo = separado. Sus orígenes hay que relacionarlos con los hassidim, que se habían asociado a la rebelión contra Antíoco IV en la época de los Macabeos y, con el sacerdote Esdras. Los hassidim eran los judíos piadosos que durante la restauración nacional llevada a cabo por Esdras creían que no bastaba con reconstruir el templo, las murallas y la ciudad de Jerusalén sino que había que construir además una vida espiritual capaz de animar aquellas piedras, basadas en el estudio de la ley para conocer la voluntad de Dios y en la oración.

Eran hombres piadosos, conocían bien la ley, se esforzaban en vivirla ellos mismos y consideraban como obligación difundirla a su alrededor. Es una pena que se les haya caricaturizado como hipócritas. Salidos del pueblo se querían separar de él, les parece demasiados ignorantes de la ley y sobre todo impuro, ya que no respeta suficientemente la ley de santidad, expresión misma de la voluntad de Dios. De esta ley una parte puso Moisés por escrito, el resto fue transmitido oralmente por Moisés a los profetas y luego a los sabios o escribas (rabinos) gracias a una enseñanza esotérica que en el siglo I, se fue haciendo cada vez más importante. esta ley oral tiene tanto o más valor que la escrita. En la medida que se respeta esta ley, oral o escrita, se adquieren los méritos necesarios para la salvación y para la venida del Mesías que establecerá finalmente el reino de Dios, echando al mismo tiempo a los romanos y a todos los demás ocupantes. Algunos hicieron la ley tan pesada que la exageraban y le añadían mil defectos fastidiosos (cf. Mt. 15,2; Mc. 7,2; 4; Mt. 23,23).

Habían fariseos rectos y piadosos, sinceros (Jn 3,1-21) tal como nos lo presenta cuatro textos del Talmud[18] que presenta siete categorías de fariseos. El evangelio conserva las acusaciones de Jesús ante esta secta y la de los escribas (Mt. 23,1-36).

-           Los Saduceos.

Su nombre parece estar relacionado con Sadoq. Los saduceos se creen los que tienen el sacerdocio legítimo en la línea de Ez 40,46, que es lo que también reivindican los hijos de Sadoq en Qumrân. Eran partidarios del orden social romano, que les garantizaba lo esencial de sus prebendas. Su autoridad era fuertemente rechazada por ser colaboradores de la potencia romana ocupante. Habían perdido su influencia. Eran los aristocráticos, benévolos con el helenismo y fieles a la dinastía asmonea. Siguen una actividad de compromiso con el vencedor para recuperar cuanto puedan. Eran enemigos de los fariseos: admitían la circuncisión, el sábado, en templo, los sacrificios, pero rechazaban las tradiciones, especialmente la de los fariseos. Materialistas, libre pensadores, negaban la espiritualidad e inmortalidad del alma, la resurrección de los muertos (Mt. 22,23). Eran duros y crueles, les gustaba discutir y contradecir. Fueron los principales responsables de la muerte de Jesús (Jn 11,49-50). Se asociaron con los fariseos y Caifás por su odio a Cristo. Ellos por estar apegados al templo que les daba la razón de ser van a desaparecer cuando el templo es destruido en el año 70 d.C.

-           Publicanos.

Cobradores de impuestos para romanos, agentes del fisco y aduaneros. Eran considerados como pecadores públicos. Hombres despreciables a los cuales se les evitaba todo contacto o relación y por su función desempeñaba eran odiados por los judíos (Lc 5,27ss).

-           Los samaritanos.

No pertenecen en el sentido estricto de la palabra al judaísmo ni constituyen una secta judía. Los samaritanos tienen que ser considerados como una comunidad característica del ambiente palestino de aquella época.

Los samaritanos son los hombres de la ley, representada por los cinco libros del Pentateuco; siguen sus prescripciones con todo rigor en lo que atañe por ejemplo, a la circuncisión, al sábado y a las fiestas. Rechazan los demás libros del AT y sobre todo no reconocen a Jerusalén como metrópoli religiosa y al templo de Salomón como santuario central. Construyeron su templo en el monte Garizim, que se eleva sobre la ciudad de Siquém, como oposición al de Jerusalén.

Hay entre ellos un mesianismo, que esperan al Taheb, el que ha de venir. No se trata de un descendiente de David, como el Mesías judío, sino de una especie de nuevo Moisés, el profeta de Dt 18,15, que vendrá a ponerlo todo en orden al final de los tiempos. Eran considerados como herejes y cismáticos.  Dependían de los gentiles enviado por Salmanasar, rey de Asiria, en el año 721 a.C. que se mezclaron a los pocos israelitas que permanecieron en el País (2Re. 17,24).

            .                       - Escribas o Doctores.

Eran laicos. Son los especialistas de la ley. Eran los encargados de interpretar la Ley. Se esperaba que él sea el guía espiritual de la gente, que interiorice cada vez más en la fe de Dios y enseñe a cumplir cada vez mejor su voluntad.  Se le tiene como un sucesor de los antiguos profetas, que Dios no acaba de enviar ahora; están convencidos que el tiempo de los profetas se ha acabado hasta que llegue el profeta mesiánico de los últimos tiempos. Pertenecían casi todos los fariseos y eran Maestros en Israel (Jn. 3,10). Tenían gran prestigio, pero por su modo de pensar y obrar como los fariseos (Lc. 11,43s), con los que se llevaban muy bien, Jesús los puso al descubierto.

-           Ancianos y príncipes del pueblo.

Formaban una de las categorías del Gran Consejo o Sanedrín interviniendo en todo los negocios de la nación. Forman la aristocracia laica de Israel, una aristocracia muy reducida en número pero muy rica gracias a sus grandes propiedades o al comercio: en el año 66 a.C. tres de estos ancianos, prometieron abastecer ellos solos a Jerusalén, durante 21 años, de trigo, cebada, vino, aceite, sal y leña.

Estaban relacionados con el templo y sus dirigentes, los sumos sacerdotes. Estaban también ligados al poder romano y eran excelentes apoyos a la hora de cobrar los impuestos para Roma. Aparte de ello se alegraban de ser considerados como “los primeros en dignidad” pero les faltaba algo que constituye la cumbre de la gloria en Palestina: no tenían acceso al Templo que estaba reservado a los descendientes de Leví. Como no podían conseguir esto, andaban en busca de migajas y para ello en las fiestas importantes conservaban celosamente el privilegio de ofrecer la leña para el sacrificio y los niños de la aristocracia podían cantar con los levitas músicos.

                                   g)  Rasgos característicos del lenguaje de Jesus Cristo

El hebreo era la lengua de los eruditos y de las escrituras. Pero el idioma "cotidiano" de Jesús hubiera sido el arameo y es este último el que la mayoría de los estudiosos de la Biblia dicen que habló. Jesús habló del dialecto "arameo" el más corriente en su época en Palestina. Sus características son: sencillo, claro, transparente, vivo, correcto y siempre al alcance de los oyentes. Usa parábolas y comparaciones sacadas de la realidad, de las costumbres y objetos a la vista. 

El latín y el griego eran de uso común en la época de Cristo. Es poco probable que Jesús supiera latín más allá de unas pocas palabras. El latín era el idioma de las leyes y del ejército romano y sería improbable que Jesús estuviera familiarizado con el vocabulario de ese mundo.

Hay mucha más posibilidad con el griego. Esa era la lengua franca del Imperio Romano, la que utilizaban los administradores civiles. También estaban las ciudades de la Decápolis, principalmente en Jordania, donde el idioma y la cultura griegos dominaban. Así que Jesús probablemente podía hablar un poco de griego aunque, quizá no fuera muy competente en él.
Tampoco hay evidencia clara de que podía escribir en ningún idioma. El Evangelio de Juan dice que escribió en el polvo, pero ese es el único relato que hace esa referencia. Tampoco sabemos en qué idioma pudo ser. Es posible que Jesús estuviera dibujando en lugar de escribiendo.

4. FORMACIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

El libro llamado del Nuevo Testamento, es una colección de 27 libros escritos de estilos y contenidos diferentes. Unos adoptan la manera narrativa e histórica (evangelios y Hechos), otros son cartas y el último (Apocalipsis) usa el estilo profético. En las mismas cartas vemos diversos estilos y contenidos vgr. Algunos corresponden a problemas concretos (1Cor; 2Cor.), Romanos, es un tratado, Hebreos, es un sermón, Santiago tiene más visos de escritos sapiencial.

Los apóstoles y los primeros cristianos usaron los libros de los Biblia judía[20]. A diferencia del Judaísmo, la comunidad cristiana leía el AT no como Ley, sino como testimonio de Cristo que es el fin de la Ley (Rom 10,4). La Escritura se lee a partir de Cristo y en orden a Cristo y es considerada indiscutiblemente como palabra de Dios, tanto por la comunidad judeocristiana como por la comunidad gentílico-cristiana. Ante la sinagoga el cristianismo debe defender que el acontecimiento Jesucristo era el cumplimiento de las Escrituras.

El evangelio acerca de Cristo crucificado y resucitado tiene como tema “lo que Dios había prometido previamente por medio de sus profetas en la Sagrada Escritura” (Rom 1,2). Toda las partes de la Escritura son consideradas a la luz de la buena nueva. En los Salmos es Cristo quien habla; las palabras de los profetas describen la obra de Cristo y el Pentateuco muestra con el ejemplo de Abrahám que es lo que significa la fe en Dios que resucita a los muertos. Por eso el evangelio es la llave para abrir la riqueza de la Escritura y revelar su contenido en la predicación que hace del Señor.

Esta comprensión de la Escritura está dirigida por la confesión de fe de que Jesús es el Señor (Kyrios). Se transmiten palabras del Kyrios, las cuales instruyen a la comunidad acerca de cómo ha de resolver las cuestiones discutidas: el problema de los cristianos fallecidos y los que viven (1 Tes 4,13-18), sobre la cuestión del matrimonio y divorcio (1Cor 7,10), sustentar a los predicadores del evangelio (1Cor 9,14),  la celebración de la Cena del Señor (1Cor 11,23-25). Pero, cuando no se ha transmitido ninguna palabra de Jesús, Pablo advierte expresamente: “Les hablo yo, no el Señor” (1Cor 7,12).

El mensajero autorizado del Kyrios es el apóstol, el cual reclama para sí la posesión del Espíritu : “Y el Espíritu de Dios creo tener también yo” (1 Cor 7,40).. El apóstol habla con la autoridad que le da el Espíritu, como “apóstol de Cristo Jesús”. La palabra apóstol tiene que imponerse contra muchas pretensiones, pero que halla su reconocimiento universal en las comunidades. De ahí que se conserven sus cartas que se leen en el culto divino y que se les haga circular. Así como en el AT estaban divididos los libros en La Ley y los Profetas, la comunidad cristiana agrupa sus libros también como el Señor y los apóstoles. La palabra de ellos tiene fuerza obligatoria para dicha comunidad. Algunos escritos de los apóstoles o discípulos eran leídos en las asambleas cristianas como lo muestran las fórmulas litúrgicas finales (1Cor. 16,20-23; Rom. 16,16-16; 2Cor. 13,12-13; Col. 4,16; 1Pe. 5,4). Así se usa afianzando su autoridad, aunque no se consideraban escrituras como el Antiguo Testamento.

Los escritos protocristianos surgieron al principio como literatura de ocasión. Así las cartas de Pablo pasaban de una comunidad a otra (Col 4,16), se hacían copias y se iban coleccionando. Cuando el autor de la segunda carta de Pedro habla de “todas las cartas de nuestro amado hermano Pablo” (3,15s) está presuponiendo que existe una colección de cartas paulinas[21]. Ignacio de Antioquía cita la mayoría de las cartas paulinas y un poco más adelante lo hace Policarpo de Esmirna.

Los evangelios que surgieron en diversas partes del imperio romano hallaron muy pronto en la Iglesia amplia difusión. El evangelio de San Juan ya era conocido en Egipto en el año 125. A mediados del siglo II, el autor del final -secundario- de Marcos conoce los cuatro evangelios y compone con sus datos una armonía de los relatos pascuales (Mc 16,9-20). Las palabras del Señor tienen la misma validez que una palabra de la Sagrada Escritura. Justino, a mediados del siglo II, nos dice que “las memorias de los apóstoles” se leen en el culto divino, lo mismo que los escritos de los profetas[22].

A medida que van muriendo los apóstoles y testigos de la primera generación, se proponía urgencia la necesidad de conservar su testimonio y por lo tanto decidir sobre su autenticidad sobre los escritos transmitidos. Empiezan a constituirse colecciones que gozan cada vez más de autoridad. Ignacio de Antioquía (+ 107) pone el evangelio por encima de los profetas y desde el siglo II se reúne las cartas de San Pablo (probablemente en Así Menor), en una colección, disponiéndola por orden de longitud). Los cuatro evangelios aparecen como colección ante de la mitad del siglo II, al lado de las tradiciones orales. Paralelo a los escritos canónicos, circulan los evangelios apócrifos (nunca admitidos en el canon), la carta de Bernabé, el Pastor de Hermas, la 1ra y 2da carta de Clemente. Con ciertas vicisitudes se va precisando el canon y el año 405, queda cerrada la cuestión del canon, si se  exceptúa el Apocalipsis, cuya admisión unánime entre los griegos no llegó ante del siglo X. Los grandes escritos del N.T. (unos 20), formaban un cuerpo indiscutible ya a fines del siglo II[23].

La Delimitación del canon de Nuevo Testamento no se efectuó en la Iglesia antigua sino a través de un largo proceso, que quedó terminado por decisión del ministerio episcopal. La Iglesia antigua al descartar los escritos apócrifos, dio muestras de muy buen juicio. En la fijación del Canon se procedió a compilar los escritos más antiguos que se pensaban procedían de los apóstoles y se examinó si su contenido podía servir o no como  testimonio del evangelio. Ese fue el criterio decisivo para deslindar el canon del Nuevo testamento. Porque el Nuevo Testamento testifica cuál fue la predicación de la cristiandad primigenia, la predicación que fundó la Iglesia. Y la validez de esta predicación no depende de que todos y cada uno de los escritos tengan o no como autor a un apóstol. Lo que hay que examinar críticamente, en cuanto los veintisiete escritos del Nuevo testamento, es cómo en ellos se testifica y se desarrolla el kerygma.





[1] R. E. Brown, J. A. Fitzmyer y R. E. Murphy (eds.), Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo, Antiguo Testamento, Verbo Divino, 2004, BAGOT-DUBS, Para leer la Biblia, Estella, Verbo Divino 1982, pág 47; Carlos CASTRO TELLO, “Panorama del Antiguo Testamento” en Teología, búsqueda de Dios; dirigida por JUAN ANTONIO UGARTE o.c., Lima, Proyección Cristiana 1983, lo ubica hacia el año 400 a.C.; HARRINGTON, Eugene, lo pone también en el tiempo de Esdras, Cfr. "Introducción al Pentateuco", en Comentarios Bíblicos "San Jerónimo, dirigida por BROWN-FITZMYER-MURPHY; Madrid, Cristiandad 1971, pag. 55, Tomo I.
[2]  Tomado de MANUCCI, Valerio, La Biblia como Palabra de Dios. Introducción general a la Sagrada Escritura, DDB, Bilbao 1995 (3ra. Edición), 74-79.
[3] R. E. Brown, J. A. Fitzmyer y R. E. Murphy (eds.), Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo, Nuevo Testamento, Verbo Divino 2004
[4] BIBLIOGRAFÍA: Florentino, DÍEZ FERNÁNDEZ, Guía de Tierra Santa. Historia - Arqueología - Biblia, Verbo Divino, Estella 1990; 166-170; Joaquín GONZÁLEZ ECHEGARAY, Arqueología y evangelios, Verbo Divino, Estella 1994; 79-102; MARTÍNEZ SÁNCHEZ, Benjamín; Introducción especial  a los libros del Nuevo Testamento, Heraldo de Zamora,  Zamora 1963; 75-76.
[5] San Justino, Dialogus cum Tryphone 78, PG 6, 657.
[6] Hay otros datos de tradición que hablan de la existencia de este sitio como nacimiento de Jesús; cf. Orígenes (248), Contra Celsum, Y,51; Koetschau 102; PG 11,755; Eusebio de Cesarea (265-340), Klostermann, 82; Demostratio evang., 7,2; PG 22, 540; De laudibus Constantini, 9,17:; Heikel, 221; PG 20, 1371;  Vita Constatini III; De Heikel, 95; PG 20, 1102; San Cirilo de Jerusalén (347); Cat. 12,20 PG 33, 749;  Cat. 10,19; PG 33, 685; San Jerónimo;  Epist. 46, CSEL 54,  341; PL 22,490; Epist.. 108, CSEL; 55, 316; PL 22, 884; Epist. 58, CSEL 54, 561; PL 22, 581. Citados en BALDI, Donatus, ENCHIRIDION LOCORUM SANCTORUM. Documenta S. Evangelii loca Respicientia, Franciscan Printing Press, Jerusalem 1982, 84-94.
[7] La sinagoga sobre la que predicó Jesús se encuentra debajo de la actual. Era un edificio tan grande como el actual, pero los materiales de construcción eran muy toscos.
[8] Era un príncipe de estilo helenista, pero de origen árabe, sin relación alguna con la familia de los asmoneos, Herodes no pudo hacerse jamás de las simpatías de los judíos piadosos. Era hijo de un idumeo, Antípatro, y de una nabatea. Cf. Ch. SAULNIER - B. ROLLAND, Palestina en tiempos de Jesús,  (CB 27) Verbo Divino, Estella 1993, 15s.
[9] MATEOS, Juan "El Nuevo Testamento", en  Nueva Biblia Española, dirigida por MATEOS, Juan-ALONSO SCHOKEL, Luis, Cristiandad, Madrid 1974, págs. 18-19.
[10] El procurador romano es un funcionario que depende directamente  del emperador, reclutado entre los miembros del orden ecuestre y por consiguiente con retribución a cargo del estado. Tiene muchas atribuciones como administrar los bienes patrimoniales del emperador y de los miembros de su familia, de jefes de cancillería o de los archivos. El procurador depende del gobernador de la provincia de Siria que dispone de tres legiones. Cf. Ch. SAULNIER - B. ROLLAND, Palestina en ... o.c. 16.
[11] MARTÍNEZ SÁNCHEZ,... o.c. pag. 77
[12] Roland de VAUX, Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona 610-648.
[13] Joachim JEREMÍAS, Jerusalén en tiempos de Jesús, Cristiandad, Madrid 1977, 95-102.
[14] Flavio JOSEFO, Antigüedades Judías, VII, 10.
[15] A veces se designa la historia judía entre el 583 a.C. y el 70 d.C con el nombre de período del segundo templo.
[16] De Bello Judaico, V, 222-224.

[17] Ch. SAULNIER - B. ROLLAND, Palestina en tiempos de Jesús, Verbo Divino, Estella 1993, 49-55.
[18] Ch. SAULNIER - B. ROLLAND, Palestina... o.c. 53.
[20] El deslinde definitivo del canon del AT no lo hizo la sinagoga hasta finales del siglo I; se siguió discutiendo sobre el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés y Ezequiel hasta que se comprobó que concordaban con la Torá y con ello se aclaró su pertenencia al canon. Pero de hecho ya en tiempos de Jesús y de los primeros cristianos se había cerrado el círculo de escritos del Antiguo Testamento. Así lo demuestran por un lado, el empleo que se hace del AT en los textos de la comunidad de Qumrâm y, por otro, su utilización por parte de la cristiandad incipiente, la cual la designa siempre como “La Escritura” o como “Las Escrituras” (1Cor 15,3-5). En Lc 24,44 se mencionanlas tres partes del AT : “Todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos”; Cf. Eduard LOHSE, Introducción al Nuevo Testamento, Cristiandad, Madrid 1986, 21.
[21]   Hay que pensar que probablemente en los centros de misión paulina existirían estas colecciones como son Éfeso y Corinto.
[22]   Apol I 66,3; 67,3.
[23] MATEO-ALONSO SCHOKEL "Nuevo Testamento" (S.E.), Cristiandad Madrid, 1974 (Introducción a los evangelios y al N.T.)