NO PERDER EL CONTACTO
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad, y para conseguir tus promesas, concédenos amar tus preceptos. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Jeremías 31,7-9
Así dice el Señor: «Griten de alegría por Jacob, regocíjense por el mejor de los pueblos; proclamen, alaben y digan: El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel. Miren que yo les traeré del país del norte, los congregaré de los confines de la tierra.
Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito.».
SALMO RESPONSORIAL (Sal 125)
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R.
Al ir, iba llorando, llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 5,1-6
Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades.
A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón.
Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy», o, como dice otro pasaje de la Escritura: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.».
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.»
Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.».
Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo.».
Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?».
El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver.».
Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
COMENTARIO
Los cuatro domingos anteriores están marcados por el "camino hacia Jerusalén" y hallan hoy su culminación. La referencia topográfica es lo bastante importante para que ninguno de los sinópticos la olvide: Jericó. El hecho: Jesús ilumina al ciego que puedan caminar con él hacia Jerusalén. Se destaca la plegaria del ciego: "Maestro, que pueda ver". La primera lectura, en cambio, recoge las palabras proféticas que anuncian la obra de Jesús: "Entre ellos hay ciegos y cojos... una gran multitud retorna”. Se trata del retorno a la tierra prometida, después del durísimo destierro; se trata de una nueva reunión... "de los confines de la tierra", porque "el Señor ha salvado a su pueblo" (1. lectura).
Cierto, "el Señor ha estado grande con nosotros..." (Salmo responsorial). Es interesante notar que no hay, en el evangelio, ninguna orden de guardar secreto. Podríamos decir que ha llegado el momento en el que ya no hay el peligro de entender el mesianismo de Jesús de un modo equivocado. Está muy claro que Jesús es el Siervo que "pone su vida" (evangelio del pasado domingo). ¡Ahora se hace la luz!
El ciego de Jericó es una figura del cristiano (paralela a la del sordomudo a quien Jesús dijo: "¡Effetá!"). Anuncia, desde ahora, el acto de fe del centurión que, al morir Jesús, será iluminado para decir: “Este hombre era el Hijo de Dios".
Anuncia la multitud de iluminados, es decir, bautizados, que su misterio pascual, en este camino donde Él nos ha precedido, hacia la Jerusalén de la gran congregación universal.
Aplicado a nuestras vidas, vemos que las referencias al camino, a la luz, al retorno, a la acción transformadora de Dios, a la ciudad de la gran congregación, están llenas de posibilidades para una actualización de las lecturas de hoy. La primera, en torno al tema del camino.
Aquí el camino es la vida de Jesús, culminado en el misterio pascual, del que Él tantas veces nos anuncia su proximidad, a la vez que nos invita a la participación.
El salmo, desde las imágenes del pueblo que retorna, explica muy bien este camino: es un "sembrar con lágrimas" (¡qué expresiva es la narración de Lucas cuando habla de Jesús que "lloró al aproximarse y ver la ciudad", Lc 19, 41!), pero también "cosechar entre cantares" (véase Jn 16, 20-22). Sólo cuando Jesús ilumina, puede entonces el hombre ver claro que éste es el camino; y a nosotros, a pesar de estar ya "iluminados", nos es preciso invocar el Señor como "nuestro Maestro": ¡Que pueda ver!.
Si permanecemos indiferentes puede pasar que nos quedaremos sentados pidiendo limosna a cualquiera que pase, o nos dejaremos atemorizar por tantas personas y cosas que procuran hacer callar nuestra plegaria.
PLEGARIA UNIVERSAL
Confiados en que la oración de los pobres llega hasta el Señor, elevemos con humildad nuestra petición a Dios:
1.- Tu eres la luz del mundo. Acuérdate de todos los que han recibido en la Iglesia la misión de iluminar a los demás con tu palabra: los pastores, los catequistas, los teólogos. Roguemos al Señor.
2.- Tú atiendes siempre al que te llama. Acuérdate de los que buscan a tientas una luz que de sentido pleno a su vida: tanto no creyentes de buena voluntad. Roguemos al Señor.
3.- Tú escuchaste la súplica del ciego Bartimeo. Acuérdate de los enfermos e imposibilitados y de todos los que cuidan de ellos. Roguemos al Señor.
4.- Tu nos preguntas: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Acuérdate de nosotros, que no vemos claro tu camino y no nos atrevemos a seguirte. Roguemos al Señor.
Dios nuestro, luz para los ciegos y consuelo para los afligidos, que en tu Hijo nos has dado al Sumo Sacerdote justo e indulgente hacia los que pecan pro ignorancia o error, escuchas las suplicas de tu familia y haz que todos los hombres experimenten la intercesión de Jesús, el Señor, y retornen al camino que conduce a ti. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Con estas ofrendas, Señor, recibe las suplicas de tus hijos, para que esta eucaristía celebrada con amor nos lleve a la gloria del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Lleva a su término en nosotros, Señor, lo que significan estos sacramentos, para que un día poseamos plenamente cuanto celebramos ahora en estos ritos sagrados. Por Jesucristo nuestro Señor.
ACCION DE GRACIAS
Bajo tu amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios;
no deseches las oraciones
que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien
Líbranos de todo peligro,
¡Oh Virgen Gloriosa y bendita!
Amen.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 26: Rom. 8, 12-17; Sal 67, 2.4.6-7.20-21; Lc 13, 10-17.
Martes 27: Rom 8, 18-25; Sal 125, 1-6; Lc 13, 18-21.
Miércoles 28: El Señor de los Milagros (F) Nm 21, 4b-9; Sal 83; Flp 2, 5-12; Jn 3, 11-16.
Jueves 29: Santos Simón y Judas, Apóstoles (F) Ef 2, 19-22; Sal 18; Lc 6, 12-19.
Viernes 30: Rom 9, 1-5; Sal 147, 12-15.19-20; Lc 14, 1-6.
Sábado 31: Rom 11, 1-2ª.11-12.25-29; Sal 93, 12-15.17-18; Lc 14, 1.7-11.
Domingo 1: Todos los santos (S) Precepto. Ap. 7, 2-4.9-14; Sal 23; 1Jn 3, 1-3; Mt 5, 1-12ª.
OTROS COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mc 10, 46-52
1.- Texto. Como última escena en el camino hacia Jerusalén nos
encontramos con el relato de curación del ciego Bartimeo. Como escena de
curación rompe con algo que había sido habitual en los relatos de curación de
Marcos: Jesús no aparta al ciego de entre la muchedumbre. Al contrario, es
Jesús quien pide a la gente que vaya en busca del ciego.
Más aún, en diálogo público con el ciego, Jesús le pregunta por sus
deseos, a los que, públicamente accede. Este diálogo con iniciativa de Jesús es
otra novedad en los relatos de curación de Marcos. Gracias a este diálogo
Marcos consigue que se nos queden bien grabadas dos frases: ¡Maestro, que pueda
ver! ¡Anda, tu fe te ha curado! Pero Marcos no termina el relato con el encargo
de guardar silencio, al que también nos tenía habituados.
En lugar de este encargo leemos lo siguiente: Y lo seguía por el camino.
Caemos en la cuenta que tras el imperativo ¡anda! se escondía una invitación al
seguimiento en el camino, el camino concreto hacia Jerusalén, hacia la cruz y
la resurrección. Marcos ha elaborado un relato de visión del camino.
Comentario. La historia exegética del texto demuestra que nos hallamos
ante un texto simbólico: Jericó es la tierra; el ciego, la humanidad irredenta;
las gentes que impiden los gritos del ciego, las fuerzas que distraen del
cristianismo; el camino a Jerusalén, el camino al mundo celeste.
Una vez más hay que repetir que la debilidad de esta simbología radica
en no estar basada en la globalidad de la obra o macrotexto de Marcos. En el
caso concreto de la exégesis de este texto, tal vez lo único que se debe salvar
de ella es su intuición de que nos hallamos ante un texto simbólico. El resto
mejor es olvidarlo.
Desde que Marcos nos ha hecho saber que el Reino de Dios está abierto a
todos y que es un camino que pasa por la muerte y la resurrección, desde ese
momento ya no necesita envolver en el silencio a la persona y a los milagros de
Jesús. Y no lo necesita porque ya no hay lugar para malinterpretar la persona
de Jesús y sus acciones. A partir de ese momento Marcos ha centrado su interés
en despertar actitudes y comportamientos en consonancia con el Reino de Dios
así concebido. Es lo que hemos ido descubriendo los domingos últimos.
¿Y hoy? Hoy, sencillamente, nos invita a que gritemos: ¡Maestro, que
pueda ver! Nos invita a pedir una visión muy concreta: la del camino a
Jerusalén, su meta y las actitudes a tener. ¡Que pueda ver ese camino p ara
seguirlo! Esto es a lo que Marcos llama tener fe. Es la fe que hace posible lo
imposible, como ya ha dicho el Maestro en 9, 23: Todo es posible para el que
tiene fe.
No es por aguar la fiesta, pero hay algo que se deduce secundariamente
del relato de hoy. Esta fe, esta visión, no son multitudinarios. En el relato
la gente funciona como contrapunto folklórico. No quiero decir con esto que
Marcos sea pesimista. Pero sí se revela como un autor tremendamente realista en
lo que a entrar en el Reino de Dios se refiere.
Recuérdese que entrar o no entrar en el Reino de Dios es una cuestión
distinta de salvarse o condenarse.
DABAR 1988, 53
2.- Marcos cierra el bloque de enseñanza pormenorizada de Jesús al grupo
cristiano antes de la llegada a Jerusalén con un episodio narrativo. En él
todos los participantes son presentados en movimiento, a excepción del ciego,
que aparece sentado al borde del camino y pidiendo (v. 46; Bartimeo no es en
realidad nombre propio, sino la formulación aramea de "hijo de
Timoteo"). Desde su inmovilidad el ciego interpela a Jesús a gritos (vs.
47-48). Jesús se detiene, siendo entonces el ciego quien se pone en movimiento
hacia Jesús (vs. 49-50). La escena se hace totalmente inmóvil para dar paso al
diálogo; breve porque Jesús tiene que continuar el camino, en el que el
ex-ciego quiere también acompañarle.
Interpelación: el hijo de Timoteo no puede seguir a Jesús porque no ve;
en cuanto ve le sigue. Ver ¿qué? La respuesta a esta pregunta constituye sin
duda la clave de la lectura de todo el episodio.
En el v. 47 Marcos da elementos suficientes para responder a la
pregunta: Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: Hijo de David. Es
decir, el ciego afirma que Jesús Nazareno es Hijo de David. Jesús Nazareno
equivale a lo que hoy llamamos nombre y apellido: su mención resulta aquí
inesperada. Hijo de David es un título mesiánico. El ciego ve en los rasgos
humanos, tremendamente humanos de Jesús, al Mesías. En este sentido profundo ya
no es ciego; por eso le dice Jesús: Tu fe te ha curado (v. 52). Un ciego
fisiológico es quien ve realmente, mientras muchos videntes fisiológicos en
realidad no ven:
Muchos le regañaban para que se callara (v. 48). Nos encontramos con la
misma problemática desarrollada por Juan en el cap. 9 de su evangelio; léase,
por ejemplo, 9, 40-41.
Visto en la perspectiva global del evangelio de Marcos, este episodio es
enormemente realista y desgarrador. Muchos son los que acompañan a Jesús pero
sólo un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna es capaz de ver a
Jesús y seguirle. Un ciego, es decir, un hombre con capacidad de asombro, de
admiración, de aceptación, de disponibilidad; un hombre que todo lo espera sin
exigir nada.
DABAR 1976, 57
3.- Nos encontramos en la última etapa de la subida de Jesús a
Jerusalén. El evangelio de los próximos domingos pertenece ya a la actividad
desarrollada en el interior de la ciudad antes de la pasión y muerte. Las
narraciones de milagros que encontramos en esta parte del evangelio de Marcos
son muy escasas, y la de hoy nos ofrece un conjunto de características
peculiares;
-En primer lugar, queda situada geográficamente: a la salida de Jericó,
lugar de paso y una de las últimas etapas de los que iban a Jerusalén
procedentes del Jordán. Además, Jesús va acompañado de "bastante
gente", posiblemente hay entre ellos peregrinos que van a la fiesta de Pascua
y que son los que le aclaman al entrar en Jerusalén (cf. Mc 11).
-También el ciego tiene nombre propio: Bartimeo (y se especifica,
además, que era el hijo de Timeo). Este hombre, privado de la vista y condenado
a vivir de las limosnas de la gente, es -como eran todos los ciegos- un
representante de la miseria y de la desesperanza humana. Pero al oír que pasa
Jesús no quiere de ningún modo dejar escapar su oportunidad. Su actuación está
llena de detalles significativos:
-En primer lugar, llama a Jesús con el título de "Hijo de
David", título mesiánico popular que incluye las esperanzas políticas y
nacionalistas centradas en el restablecimiento de la monarquía davídica. Jesús,
en el momento en que ha emprendido decididamente el camino que va a conducirle
a la muerte, no rechaza ya el título de Mesías. La gente sí que pretende hacer
callar a Bartimeo (¿quizás porque no comparte su opinión sobre el mesianismo de
Jesús?).
-Cuando sabe que Jesús le llama, el ciego no duda ni un momento en dejar
el manto y en dirigirse hacia él; el manto debía tenerlo extendido en el suelo
para recoger en él la limosna: se desprende, por tanto, de aquello que le
permitía sobrevivir porque cree que ha terminado su situación de ceguera.
-No hacía falta que dijeran a Jesús qué es lo que quería el ciego, pero
quiere que sea él mismo quien exprese su deseo: "Maestro, que pueda
ver".
-La curación se produce sólo por la palabra de Jesús, no va acompañada
por ningún gesto. Es la confianza del ciego en Dios y en el poder curativo de
Jesús -una confianza que ha quedado expresada en el conjunto de las palabras y
acciones del ciego- lo que la ha hecho posible.
-Pero las palabras finales hablan de salvación. La fe no ha conducido a
Bartimeo sólo a recobrar la vista, sino a la adhesión personal y al seguimiento
de Jesús "por el camino".
Sigue a Jesús por el camino que lleva a Jerusalén y a la muerte: ésta es
la verdadera salvación.
MISA DOMINICAL 1982, 20
4.- Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino (evangelio).
Después de estas palabras empieza el relato de la entrada de Jesús en
Jerusalén. Marcos contrapone adrede la actitud de los discípulos, que no se
deciden a seguir a Jesús por el camino de la cruz y la de este ciego a quien el
Señor abre los ojos y él inmediatamente le sigue. También el día de Pascua tuvo
lugar la iluminación espiritual de los discípulos (Lc 24,45), que se
convirtieron en hombres nuevos, capaces de seguir a Jesús.
Recordemos las palabras con que el cuarto evangelio acaba el relato de
la curación del ciego de nacimiento: "Dijo Jesús: Para un juicio he venido
yo a este mundo: para los que no ve, vean, y los que ven, se queden ciegos. Los
fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: ¿También nosotros
estamos ciegos? Jesús les contestó: Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado;
pero como decís como véis, vuestro pecado persiste" (Jn 9,39-41).
Estos textos nos ayudan a no caer en clasificaciones precipitadas:
¿dónde están los verdaderos ciegos? Debemos anunciar a todos los hombres y a
todos los pueblos el amor salvador de Dios que se nos ha manifestado en Jesús.
Debemos saber descubrir a todos los que están sentados al borde del camino,
prontos a levantarse y seguir a Jesús. Y mientras tanto, ¿qué hacemos los
cristianos de toda la vida?
JOSEP M. TOTOSAUS
5.- -"Maestro, que pueda ver", que pueda seguir caminando, que
aprenda a esperarlo todo de ti y todo de mí mismo, que aprenda a no hacerme
ilusiones y a mantener la ilusión, a crecer en la esperanza de tus promesas sin
creerme que todo me lo vas a dar hecho. Que aprenda a seguir caminando.
BERNARDINO HERNANDO
6.- La iniciación en la fe comienza
de entrada con una manifestación de Jesús en la vida del hombre: es necesario
que Cristo "pase por allí" (/Mt/20/30). Pero
esa manifestación es misteriosa: el ciego, que representa aquí al hombre por el
camino de la fe, no ve a Jesús: presiente tan sólo la presencia del Señor en
los acontecimientos (v. 47a), pero expresa ya su fe poniéndose a disposición de
la iniciativa salvífica de Dios (v. 47b). Esta apertura a Dios es puesta
inmediatamente en tela de juicio por el mundo que le rodea (v. 48a), y necesita
todo su empuje vital para mantener su decisión de apertura al Hombre-Dios (v.
48b). El candidato a la fe se encuentra entonces con que es objeto de la
atención de alguien que le descubre el llamamiento de Dios, que le invita y le
anima a convertirse ("levantarse" o resucitar y "desprenderse de
su manto" o despojarse del hombre viejo: vv. 49 y 50).
Ahora es cuando se inicia el diálogo final: ¿Qué quieres...? (v. 51). Se
trata del compromiso definitivo, expresado en forma de pregunta y de respuesta
con el fin de dejar bien clara la libertad total de las dos partes contratantes
de la Alianza.
Finalmente, le es devuelta la vista al ciego como una visión de la fe
(vv. 51-52) que le obliga inmediatamente "a seguir" a Cristo
"por el camino".
El ciego es realmente el testigo perfecto del paso de la carne al
espíritu, del egoísmo a la misión. Esta paso se realiza en cinco tiempos: la
marcha hacia Dios por efecto de la presión de la conciencia personal y a pesar
de los obstáculos del mundo; la marcha hacia Cristo al ver su llamamiento y al
escuchar su Palabra; la entrega de uno mismo al Maestro mediante la conversión
y el desprendimiento del hombre viejo; la comunión con Cristo en la visión de
la fe, y finalmente, el caminar en Cristo y en su seguimiento, a través del
mundo y para ser en medio de él signo del Reino.
MAERTENS-FRISQUE
7.- Jesús va de camino a Jerusalén. Sube por última vez a Jerusalén.
Abandonó Galilea y, evitando pasar por tierras de Samaria, marchó por la orilla
oriental del Jordán y por la Perea, siguiendo la ruta que pasa por Jericó (cfr.
10, 1). Ya en esta ciudad, que dista unos 30 km de Jerusalén, realiza el último
milagro que narran los sinópticos. El texto de Marcos es, también en este caso,
el que nos ofrece una narración más viva y cercana a lo acaecido.
Bartimeo, echado al borde del camino, ha oído hablar de Jesús y se ha
enterado que va a pasar por allí. Mientras pide limosna a los peregrinos que suben
a Jerusalén, este pobre ciego pone toda su confianza en el que ha de venir, en
el Mesías o Hijo de David. Por el rumor de la gente y el griterío se da cuenta
de que se aproxima Jesús y que con él ha llegado su gran oportunidad. Entonces
se pone a gritar con todas sus fuerzas llamando a Jesús Hijo de David, que era
el nombre o título con que el pueblo designaba al Mesías prometido. De este
Mesías se esperaba la salvación nacional y el cumplimiento de todas las
promesas que Dios hiciera a Israel (cfr. 11, 10). Se esperaba también que
curara a los ciegos, de ahí la gran confianza de Bartimeo.
Los que marchaban delante del grupo, al oír los gritos del ciego y lo
que decía, le mandaron callar (Lc 18, 39). Pero Jesús se detuvo y lo mandó
llamar. Bartimeo, aumentada su confianza, se puso de un salto delante de Dios. La
pregunta de Jesús le ofrece la ocasión de expresar claramente cuál es su deseo
y cuánta su confianza. Bartimeo llama a Jesús "Rabbuni"
("Maestro mío"), es un título menos frecuente y más honorífico que
"Rabbi". También se expresa el gran respeto que le merece aquél a
quien ha reconocido como Mesías.
Jesús le concede la gracia que le ha pedido y le dice que su fe le ha
curado (cfr. 5, 34). Bartimeo tiene ya luz y camino. Bartimeo no se quedará
sentado en las tinieblas, seguirá a Jesús "glorificando a Dios" (Lc
18, 43). La confesión de este ciego, que ha aclamado a Jesús como Hijo de
David, ha desvelado públicamente el misterio mesiánico del Profeta de Nazaret.
Pronto será todo el pueblo el que aclame a Jesús en Jerusalén y le salude como
Mesías, como el que viene en nombre del Señor. Pues ha llegado el momento en el
que, si callan los discípulos de Jesús, "gritarán las piedras" (Lc
19, 30).
EUCARISTÍA 1982, 40
8.- Con el relato de hoy acaba la predicación de Jesucristo por tierras
de Palestina. Jesucristo sale de Jericó, a unos 28 km de Jerusalén, y se
dispone a hacer su entrada en ella, el domingo de Ramos. Y este relato conciso,
vivo, esquemático, de la curación del ciego, sintetiza la obra de Jesucristo
(cf. Ia profecía de la 1ª lectura) y expresa la actitud del discípulo hacia él.
Los gritos del ciego contrastan con el misterio con que todo el
evangelio ha envuelto la figura de Jesucristo: ¡sólo los demonios llamaban,
habitualmente, con títulos mesiánicos a Jesús! Aquí, en cambio, el ciego
reconoce a Jesucristo sin ninguna ambigüedad como el heredero de las promesas
hechas por Natán a David de parte de Dios (cf. 2Sam 7,12-16): es la afirmación
de Jesús Mesías al término de su vida pública, afirmación que seguidamente será
reafirmada por la entrada en Jerusalén . Y esta afirmación va acompañada de la
demanda de compasión, actitud fundamental del creyente ante Jesucristo salvador
(cf. el "Señor, ten piedad" de la misa).
También en línea con este reconocimiento público de la mesianidad de
Jesucristo, destaca que los que quieren hacer callar al ciego son los que
acompañan a Jesucristo, mientras que él, al contrario de lo que hacía
habitualmente, no se molesta ante las aclamaciones.
Jesucristo hace al ciego la misma pregunta que había hecho el domingo
pasado a los hijos de Zebedeo ("¿Qué quieres que haga?"). Pero
mientras aquellos habían respondido considerando a Jesucristo como un
gobernante poderoso dispuesto a adjudicar prebendas, el ciego responde como
alguien que ha entendido cuál es la misión de Jesucristo: servir, llevar vida a
los pobres con una actitud no dominante sino servidora.
La curación es explicitada de manera muy sintética, sin prestarle casi
atención y sin que se produzcan las habituales reacciones admirativas de los
asistentes: en nuestro relato, el evangelista ha querido dar más importancia a
la situación concreta del hombre curado que a la curación misma. Y esta
situación concreta se presenta claramente, como paradigma de la situación del
creyente; 1) la fe es lo que hace que el hombre sea salvado; 2) el creyente
"ve" gracias a la palabra de Jesucristo; 3) el creyente
"sigue" a Jesús "por el camino" (recordemos que la palabra
"camino" es ampliamente utilizada en la antigua Iglesia para significar
la vida cristiana).
J.. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 13