LA BODA EN CANÁ DE
GALILEA
ORACION COLECTA
Dios todopoderoso que gobiernas a un tiempo cielo
y tierra, escucha paternalmente la oración de tu pueblo, y haz que los días de
nuestra vida se fundamenten el tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 62,1-5
Por amor de Sión no callaré, por
amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su
salvación llamee como antorcha. Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu
gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor. Serás
corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios. Ya
no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi
favorita», y a tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu
tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que
te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará
tu Dios contigo.
SALMO
RESPONSORIAL (Sal 95)
Cuenten las maravillas del Señor a todas las naciones
Canten
al Señor un cántico nuevo,
canten
al Señor, toda la tierra;
canten
al Señor, bendigan su nombre. R.
Proclamen
día tras día su victoria,
cuenten
a los pueblos su gloria,
sus
maravillas a todas las naciones. R.
Familias
de los pueblos, aclamen al Señor,
aclamen
la gloria y el poder del Señor,
aclamen
la gloria del nombre del Señor. R.
Póstrense
ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble
en su presencia la tierra toda.
Digan
a los pueblos: «El Señor es rey,
él
gobierna a los pueblos rectamente.» R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pablo a los Corintios 12,4-11
Hay diversidad de dones,
pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y
hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada
uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Y así uno recibe del Espíritu
el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo
Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por
el mismo Espíritu, don de curar. A éste le han concedido hacer milagros; a
aquél, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, la
diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas. El mismo y único
Espíritu obra todo
esto, repartiendo a cada uno
en particular como a
él le parece.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 2,1-11
En
aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba
allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó
el vino, y la madre de Jesús le dijo: «No les queda vino.».
Jesús
le contestó: «Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.». Su madre dijo a
los sirvientes: «Hagan lo que él diga.».
Había
allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos,
de unos cien litros cada una.
Jesús
les dijo: «Llenen las tinajas de agua.». Y las llenaron hasta arriba.
Entonces
les mandó: «Saquen ahora y llévenselo al mayordomo.».
Ellos
se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde
venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces
llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya
están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta
ahora.».
Así,
en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la
fe de sus discípulos en él.
COMENTARIO
Juan alude a la madre de Jesús en el milagro de Caná de Galilea que es
una aldea de Galilea, mencionada tres veces en el evangelio de Juan (2,1; 4,46;
21,2). Un día, en aquella aldea, se celebraban unas bodas (Jn 2,1a). María
estaba entre los invitados a su celebración, quizá era pariente. La invitación
se extendió también a Jesús y a sus discípulos (v. 2).
Según las costumbres del AT, las fiestas de la boda duraban normalmente
siete días (Gén 29 27, Jue 14,12; Tob 11,20), pero podían prolongarse durante
dos semanas (Tob 8,20; 10,8). Y eran lógicamente la ocasión de un alegre
banquete (Gén 29,22; Jue 14,10, Tob 7,14), servido de ordinario en casa del
esposo (cf Mt 22,2). Por tanto, se necesitaba tener una buena provisión de
vino. Y esto fue lo que falló en Caná (v. 3a).
El malestar de la situación no se le pasó de largo a la atención
femenina de María, que puso al corriente de ello a su Hijo (v. 3b). Después de
una respuesta un tanto enigmática (v. 4), Jesús escuchó la petición de la madre
y convirtió en vino copioso el agua contenida en las seis tinajas, puestas allí
para las purificaciones rituales que los judíos realizaban antes de sentarse a
la mesa (vv. 6-10). De esta forma Jesús dio comienzo a sus prodigios y fue
aquél el signo que suscitó la fe incipiente de los discípulos en él comoMesías
(v. 11).
Todo esto constituye el núcleo de lo que ocurrió en Caná, durante aquel
banquete de bodas que estuvo a punto de terminar con una amarga desilusión.
Juan está en disposición de penetrar en el sentido arcano que se
escondía en aquel episodio de las bodas de Caná. Justamente él lo define como
un signo (v. 11), es decir, como un hecho que en sus apariencias exteriores
remite a una realidad más íntima, más oculta, inherente en definitiva al misterio
mismo de la persona de Jesús. Podemos decir que:
-El milagro de Caná nos invita a profundizar en el sentido y el
misterio de la obra de Jesucristo. El primer "signo" conduce
hacia la contemplación y la comprensión del signo central de la muerte-resurrección,
y del signo que es el amor-unidad de la comunidad (Jn 17, 20-23).
-La valoración de todo lo que de positivo hay en la alegría de la vida
de los hombres, no como realidad
neutra o, menos aún, peligrosa, sino como realidad positiva en la vida humana,
capaz de manifestar el don de Dios.
-La urgencia de una dedicación de los cristianos y de las comunidades
cristianas a promover la alegría que proviene de la vida auténtica de la
comunión con los demás, del amor conyugal y familiar, de la participación en un pueblo, de la confianza en
Dios.
PLEGARIA UNIVERSAL
Una vez más pedimos al Señor que aumente
nuestra fe y nos haga capaces de bendecir y celebrar al Señor.
1.-
Pidamos por la Iglesia Universal, de manera especial por nuestros pastores para
que fortalecidos en la fe y animados por el Espíritu, trabajen con esmero en la
misión que han recibido. Roguemos
al Señor.
2.-
Por nuestra comunidad parroquial, para que trabajemos siempre en comunión con
nuestro párroco y todos nos esforcemos en construir una comunidad unida. Roguemos
al Señor.
3.-
Por nuestros hermanos y hermanas que
sufren a causa de una enfermedad, para que Dios cuide de ellos, alivie sus
dolores y haga que pronto se recuperen y
reincorporen sanos a su familia y a la comunidad eclesial. Roguemos al Señor.
4.-
Por los niños y las niñas de nuestra parroquia, para que sus padres siempre
cuiden de ellos y los eduquen en los valores del evangelio. Roguemos
al Señor.
Oh Dios, la fe nos ayude a cercanos a ti y
a cada uno de nuestros hermanos. Por Jesucristo nuestro
Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos, Señor participar dignamente de estos santos
misterios, pues cada vez que celebremos este memorial de sacrificio de Cristo
se realiza la obra de nuestra redención. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Derrama,
Señor sobre nosotros tu Espíritu de caridad para que alimentados con el mismo
pan del cielo, permanezcamos unidos en el mismo amor. Por
Jesucristo nuestros Señor.
ACCION DE GRACIAS
Bajo tu amparo
nos acogemos,
Santa Madre de
Dios;
no deseches las
oraciones
que te dirigimos
en nuestras
necesidades,
antes bien
Líbranos de todo peligro,
¡Oh Virgen
Gloriosa y bendita!
Amen.
PALABRA DE DIOS Y
SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 18:
1Sam 15, 16-23; Sal 49; Mc 2, 18-22.
Martes 19:
1Sam 16, 1-13; Sal 88; Mc 2, 23-28.
Miércoles 20: 1Sam 17, 32-33.37.40-51; Sal 143; Mc 3, 1-6.8
Jueves 21:
Santa
Inés, virgen y mártir (MO). 1Sam 18, 6-9; 19, 1-7; Sal 55; Mc 3, 7-12.
Viernes 22: 1Sam 24, 3-21; Sal 56; Mc 3, 13-19.
Sábado 23:
2Sam 1, 1-4.11-12.19.23-27; Sal 79; Mc 3, 20-21.
Domingo 24: III del Tiempo Ordinario. Neh 8, 2-4ª.5-6.8-10; Sal 18; 1Cor
12, 12-30; Lc 1, 1-4; 4, 14-21.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 02, 01-12
1.- Hay que destacar que Juan, al contrario que los sinópticos, emplea
dos niveles de formulación: el nivel de superficie para los personajes en torno
a Jesús, y el nivel profundo en el que se mueve Jesús mismo. Así es como se
explica la aparente falta de concatenación entre pregunta y respuesta.
El sentido de la respuesta de Jesús se escapa a este texto concreto y es
sólo comprensible en la perspectiva global de todo el evangelio.
La hora no es el momento del milagro, sino la pasión (17, 1; 12, 27). La
pasión, a su vez, es el momento de la glorificación de Jesús, porque es la
expresión suprema de su amor. "No hay amor más grande que dar la vida por
los amigos" (15,13). Por este motivo, la pasión es en Juan la gloria de
Jesús; su hora, la hora exuberante del amor. Esta exuberancia de amor tiene en
nuestro relato un símbolo: el vino bueno que aparece con profusión al final de
la boda.
¿De dónde proviene este vino? "De las tinajas de piedra para la
purificación de los judíos". Juan capacita así al lector para que lea
entre líneas algo muy concreto: el orden religioso judío queda superado por
Jesús. Agua y vino funcionan en el relato como símbolos de los dos órdenes
distintos: ley (judaísmo), amor (Jesús).
EUCARISTÍA 1989, 4
2.- El sentido liberador del Evangelio se muestra también en medio de la
vida cotidiana y no sólo en situaciones extremas y en momentos excepcionales.
En el presente relato se dice que Jesús comenzó sus signos, comenzó a dar
"señales" de la vida y de la abundancia de la vida que vino a
traernos, precisamente en medio de una fiesta, en unas bodas que se celebraban
en Caná de Galilea.
Las fiestas nupciales duraban hasta siete días cuando la novia era
virgen, siendo sólo de tres cuando se trataba de una viuda.
Es posible que María llegara a la fiesta el primer día, y hasta que
ayudara a los familiares. De todas formas, le bastaría su condición femenina
para darse cuenta del apuro por el que pasaban los novios al faltarles el vino.
Parece que Jesús llegó más tarde con sus discípulos, y hasta podría pensarse
que la situación se agravaría con la presencia de aquellos pescadores. A todo
esto, María intercede por los novios ante su hijo. La respuesta de Jesús debió
de ser para el evangelista de gran importancia, pero es de difícil
interpretación para nosotros. En ella se aprecia un cierto distanciamiento de
Jesús frente a su madre, como si quisiera dejar en claro que nadie debe
inmiscuirse en la misión que ha venido a cumplir. Por eso la llama
"mujer", cosa muy extraña en la boca de un hijo y sobre todo en el
contexto socio-cultural de Jesús. Sin embargo María no entendió esta respuesta
como un rechazo y advirtió a los sirvientes que estuvieran atentos a lo que les
dijera Jesús.
J/HORA: También es
difícil saber lo que significaba la "hora". Hay comentaristas que
entienden esa "hora" como la hora de la cruz, en la que Jesús tenía que
ser glorificado o exaltado según la voluntad del Padre. Otros dicen que se
trata de la hora del milagro o de su primera manifestación como enviado de
Dios. De todos modos, la hora de la manifestación de Jesús no la señalan los
hombres. Porque es la hora que Dios quiere y que sólo él conoce. De hecho no
llega nunca con el simple transcurrir del tiempo, sino cuando acontece la fe
como un don de Dios. Jesús, con su respuesta aparentemente dura, es el que
prepara y actualiza la fe de su madre, y entonces llega la hora del milagro o
del signo.
Jn/SIGNO: La palabra
"signo" tiene en el evangelio de Juan un doble sentido: de una parte
es una demostración del poder de Dios y de su presencia salvadora; de otra, es
la revelación de la verdad de Dios y su mensaje. Queremos decir que los
"signos" son en el cuarto evangelio como palabras visibles, como
símbolos que deben ser interpretados y que suelen preceder a una enseñanza más
detenida. La transformación del agua en vino significa la abundancia de la vida
que Jesús ha venido a traer al mundo, la nueva vida y el verdadero gozo de
vivir. Es un signo paralelo al de la multiplicación de los panes en el
desierto. Uno y otro anticipan el sacrificio de Cristo, en el que se vuelca la
generosidad de Dios sobre nosotros. Es lo que celebramos en la eucaristía con
pan y vino, con el pan de cada día y con el vino de las fiestas. Es la gracia,
que llena hasta rebosar las tinajas de la ley (de las purificaciones de los
judíos) y que es el cumplimiento de todas las promesas.
EUCARISTÍA 1986, 5
3.- Según la tradición, se trata del lugar conocido por el nombre de
Chirbet Caná, situado al norte de Nazaret, a unos catorce kilómetros.
Si la novia era virgen, duraban las fiestas hasta siete días; pero si
era viuda, solamente se celebraban tres días de fiesta.
Probablemente, María, invitada por motivos de amistad o parentesco, se
encontraba ya en Caná desde los comienzos de las fiestas. Se explica
perfectamente que el vino llegara a faltar durante tantos días de boda y que
María, que con toda seguridad ayudaría en la tarea de atender a los convidados,
se diera cuenta de los apuros de los novios.
Aunque Jesús no había hecho aún ningún milagro, María, al verle ya
rodeado de discípulo, pudo creer que el momento de su manifestación a los
hombres había llegado. La respuesta de Jesús conserva el tono duro e
independiente de aquella respuesta que le dio en el Templo, cuando sólo tenía
doce años. En ambos casos, quiere hacernos ver que en el cumplimiento de su
misión excelsa únicamente depende de su Padre.
Si todavía "no ha llegado la hora", ¿cómo ejecuta el milagro?
La respuesta no es fácil. Entre otras posibles explicaciones, parece ser ésta
la más probable: La fe de María, su petición humilde y confiada, hizo que
sonara la hora de la "manifestación de la gloria" de Jesús. El
momento de la manifestación del poder de Dios no lo señalan los astros sino la
fe de los hombres: donde hay fe, allí ha llegado el momento. Pero la fe es un
don de Dios, que El da cuando quiere y a quien quiere. Jesús, con su respuesta
aparentemente dura, es el que prepara y actualiza la fe de la Virgen que señala
el momento de la manifestación de Dios.
"Signo" debe entenderse en un doble sentido: demostrativo del
poder de Dios y mostrativo o aclarativo del Misterio. Los milagros que nos
relata San Juan tienen siempre un significado.
En este caso puede tratarse de la abundancia de la gracia salvadora
(seiscientos litros de vino) que llena hasta el borde las exigencias de la Ley
(las tinajas servían para la purificación prescrita por la Ley).
EUCARISTÍA 1971, 12
4.- El propio autor dice de él al final que es un signo. Es decir, nos
hallamos ante un relato evocativo, representativo. Su sentido no hay pues que
buscarlo en el relato mismo, sino en la realidad evocada y representada en él.
Para que esta búsqueda no sea subjetiva ni caprichosa deberá partir de los
propios indicadores existentes en el relato.
HORA/GLORIA: Primer
indicador: una indicación temporal no recogida en el texto litúrgico. El relato
comienza así: Tres días después tuvo lugar una boda... En el conjunto de
indicaciones temporales dadas con anterioridad por el autor, estos tres días
después nos llevan al día séptimo. El autor sitúa la boda en el día séptimo.
Segundo indicador: la indicación temporal de futuro "todavía no ha llegado
mi hora". La hora es el término característico que emplea el autor del
cuarto evangelio para referirse a la glorificación de Jesús, la cual tiene
lugar en la cruz. El Calvario es la hora de la gloria de Jesús. Gloria en
sentido etimológico hebreo significa peso, consistencia. En sentido figurado y
aplicado a las personas es el conjunto de cualidades que las distinguen, su
personalidad. En su comentario final el autor nos dice que a través del signo
realizado Jesús manifestó su gloria, es decir, puso de manifiesto su cálida
personal.
Desde estos dos indicadores podemos concluir que la realidad evocada en
el relato de Caná es la fiesta del Señor, su gloria puesta de manifiesto en la
cruz, cuya celebración tiene lugar el día séptimo, el domingo, el día del
Señor.
Si, pues, los indicadores nos llevan al Calvario, vayamos a él de la
pluma de Juan y leamos Jn. 19, 25-27. ¿A quién encontramos allí? A la madre de
Jesús. Exactamente la misma designación empleada en el relato de Caná. En ambos
casos no se le designa por el nombre, sino por su relación con Jesús. Pero aún
hay más. En ambos casos Jesús interpela a su madre de la misma manera: ¡Mujer!
Estas correlaciones entre los dos relatos nos llevan a interpretar las palabras
de Jesús a su madre en el relato de Caná no como rechazo, sino positiva y
colectivamente: ¿Qué nos va a ti y a mí ahora, si nuestro tiempo no es éste
sino el de la Cruz? Llegamos así a la conclusión de que el autor está
contraponiendo dos tiempos, de los cuales uno, el de la cruz, es el propio de
Jesús y de su madre. ¿Cuál es el otro? "El tiempo de las purificaciones de
los judíos". Se trata de dos tiempos cualitativos, de dos talantes
contrapuestos, a cada uno de los cuales el autor le asigna un símbolo: agua
para el tiempo de las purificaciones, vino para el de la cruz.
¿Cuál de los dos tiempos es el mejor? El autor responde con toda
claridad que la cruz supera en calidad a la purificación.
Descubrimos además que el autor del cuarto evangelio gusta de la ironía,
pues el reconocimiento de la superior calidad de la cruz lo hace alguien
perteneciente a la purificación.
Resumiendo: el autor ha escrito un relato eminentemente evocador, cuya
clave de interpretación se encuentra en el calvario, donde Jesús manifiesta
todo el peso de su gloria, un peso superior al de las purificaciones.
Comentario. El tiempo de la cruz es el tiempo de la donación
desinteresada. No está mal proceder por reglamento, código o ley, pero está
mucho mejor proceder por amor. Nadie dice que el agua está mal en una comida,
pero un buen vino siempre es mejor, Jesús es el buen vino; el reglamento y la
ley son el agua.
Se tiene siempre más miedo al vino que al agua. ¿Será por eso por lo que
el Judaísmo y la Iglesia gustan tanto de la ley y del código? La diferencia
entre el que ama y el que cumple es que el primero es capaz de imposibles,
mientras que el segundo nunca jamás puede nada.
Si el amor supremo consiste en dar la vida por los amigos, se comprende
perfectamente que la cruz sea el lugar supremo de la revelación de Jesús y,
como consecuencia, del creyente en Jesús.
La madre de Jesús es el prototipo de creyente en Jesús. Por eso mismo su
tiempo y su lugar están, como los de su hijo, en la cruz.
A.- BENITO
DABAR 1989, 9
5.- El texto de hoy no pertenece a Lucas sino a Juan. Dos autores, muy
diferentes en manera de escribir, Juan escribe en clave. De ahí que el sentido
de sus textos no sea siempre evidente a primera vista. La clave la sitúa en el
futuro y la denomina "la hora". Todavía no ha llegado mi hora. Esta
hora es la muerte de Jesús en la cruz. Lo que el autor escribe con anterioridad
a ella es signo de esa muerte, es decir, señal que apunta hacia ella, que la
evoca o la representa. Así comenzó sus signos. El relato de hoy hay que leerlo,
pues, desde la muerte de Jesús. Esta muerte la concibe Juan como la
glorificación de Jesús, es decir, su grandeza, su esplendor, su magnificencia.
Todo lo anterior son adelantos, anticipos de esa gloria, también esta palabra
aparece en el texto de hoy. Manifestó su gloria. Parece evidente que Juan
quiere que leamos este texto como anticipo de la gloria de Jesús que se va a
manifestar en la cruz. Es el relato de su gloria futura anticipada en símbolos,
Jesús es el vino bueno que mejora al anterior. Sus raíces hay que buscarlas en suelo
y tradición judíos. Son el agua de las tinajas. A estas alturas del evangelio
(estamos solamente en el cap. 2) no hay ningún tipo de tensión entre el agua y
el vino. Hay simplemente constatación de una situación mejorada.
"Estaba junto a la cruz de Jesús su madre" (Jn. 19,25). La
misma interpelación: Mujer. Un rasgo más de que el texto de hoy es una
anticipación de la cruz. "Mujer, a ti y a mí, ¿qué nos va la vieja
situación? Nuestra gloria está en la cruz". Es, en efecto, en la cruz donde
el autor nos presenta a la madre de Jesús como madre de la Iglesia. Un
evangelio precioso el de hoy. Un evangelio que en el texto original tiene lugar
al tercer día.
A.- BENITO
DABAR 1986, 11
6.- Texto. Forma parte de las distintas escenas de presentación de Jesús
que el autor del cuarto evangelio hace preceder a la actuación propiamente
dicha de Jesús. Esta actuación, a iniciativa de Jesús, comienza a partir del
último versículo de hoy. En la escena que precede (bodas de Caná) no es Jesús
quien lleva la iniciativa. Jesús se encuentra en una boda y con él los
discípulos: personaje este que en buena parte de los doce primeros capítulos
del evangelio va a tener un simple papel de observador, descubriendo lentamente
quién y de dónde es Jesús.
El relato tiene su centro de atención en el vino. La ausencia de vino
primero y su presencia después dominan la escena. Por el comentario del autor
en el v. 11 resulta claro que el vino funciona como signo de Jesús. Un signo
que se abre hacia un después, hacia una hora. Esta hora puede verse en el cap.
19 del evangelio, donde encontraremos los mismos personajes que en Caná.
Este cap. 19, es la clave de lectura de todo el evangelio y en
particular de 2, 1-12. Comentario. El relato quiere explicar en clave plástica
quién y de dónde es Jesús. La clave es el vino, que procede de un agua, a la
que supera. Los sirvientes conocen-descubren esta clave: el mayordomo, no. Y es
precisamente el que no conoce la clave, quien canta las excelencias del vino
(idéntico recurso empleará el autor con Caifás en 11, 50).
Pero el agua es también signo de algo y de alguien: purificaciones de
los judíos. Agua y vino representan dos órdenes sucesivos. Con mucha ironía el
autor hace que un representante del orden-agua reconozca que el orden-vino es
mejor. Estamos sólo en los comienzos del evangelio. Lo trágico es que esta
mejor calidad la adquiere el vino gracias a su color rojo y recio de sangre. Y
tal vez todavía más trágico es que, en esa hora y creyendo dar culto a Dios, el
mayordomo escanciará la sangre (cfr. Jn. 16,2). Pero también en esa hora
alguien conocerá-descubrirá la clave: unas mujeres (=discípulo amado). Con
audacia de autor genial es a este discípulo a quien Juan reserva el título de
hijo de María (confrontándose Jn. 19, 26-27. Nótese cómo en Caná a María se le
llama madre de Jesús, pero a Jesús no se le llama hijo de María).
DABAR 1983, 11
7.- "La madre de Jesús le dijo: No les queda vino": María
interviene esperando la acción de Jesús, pero recibe una respuesta negativa.
Aquí Juan se mantiene en la misma línea de los sinópticos a propósito de
las intervenciones de su familia: los lazos de parentesco no pueden ni detener
ni poner en marcha su misión.
Aunque a menudo se ha intentado extraer de este pasaje un poder
intercesor de María, más bien se pone de relieve la absoluta soberanía y
libertad de Jesús. "Haced lo que él os diga": María debe colocarse en
el reconocimiento de esta soberanía y en la confianza de la fe: sólo desde esta
posición será posible el milagro.
J.- NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989, 2
8. VINO-ALEGRIA/SV:
Paradójicamente el invitado (Jesús) se convierte en el auténtico Esposo;
para ello, el otro esposo no puede ofrecer vino. De este modo se quiere indicar
la insuficiencia de la etapa antigua de Israel, contrapuesta a la plenitud mesiánica.
Es el último vino, el de los tiempos escatológicos, el que es bueno. Hay una
"Hora" -adelantada, hecha prenda a través del signo- que ratificará
la insuficiencia del Antiguo Testamento. María constata esta insuficiencia e
indica donde está la plenitud: en Jesús, el vino nuevo que trae la alegría
abundante de la salvación, que saca de la situación desesperada e insuficiente
en la que viven los hombres, que ofrece la inmensa perspectiva de la fe
liberadora y transformadora, que es la Palabra que da sentido y dinamismo, que
hace creer en el amor y la fe. El "signo" está relacionado
evidentemente con la Eucaristía y con la Pascua ("signo" culminante y
radical del evangelio de Juan).
Nos hallamos, pues, ante la teología de la salvación; en la plenitud de
los tiempos -en este momento- llega el don de Dios, en abundancia, en la
Iglesia. A nosotros nos corresponde el "reconocimiento", el
convertirnos en discípulos, caminando espiritualmente hacia "la Hora"
de Jesús.
J. GUITERAS
MISA DOMINICAL 1974
3-9.- El leccionario ha reemplazado el inicio del fragmento, "Al
tercer día...", por el convencional "En aquel tiempo...". El
evangelista, con aquella indicación cronológica precisa, quería indicar que el
signo de Caná cierra una semana completa, que él ha descrito día a día: la
semana de la epifanía o manifestación del Señor, que concluye con la revelación
de su gloria y la fe de los discípulos. También al final de la vida pública de
Jesús el cuarto evangelio nos describirá día a día la última semana, para
desembocar asimismo en el acto de fe pascual de los apóstoles y los lectores.
María, que aparece en este primer signo, reaparecerá en la semana final, al pie
de la cruz (19, 25-27); en ambos casos Jesús le da el insólito tratamiento de
"mujer".
En la boda de Caná de Galilea encontramos los temas principales del
cuarto evangelio. Es el primero de los milagros, o signos, como les llama Juan,
porque no son sólo hechos prodigiosos para atraer la atención, sino
significativos o pedagógicos. Los demás evangelios cuentan muchos milagros,
Juan ha escogido sólo siete, cada uno de los cuales es explicado detalladamente
e ilustrado con un diálogo o un discurso de Jesús, con el fin de extraer de él
una lección, puesto que cada signo revela un aspecto del Reino; en este caso, los
tiempos mesiánicos que ya los profetas habían simbolizado con los desposorios y
el banquete.
H. RAGUER
MISA DOMINICAL 1977
10.- Jesús comienza su ministerio de rabino y de taumaturgo casi dentro
de unos círculos familiares: su propia ciudad, Cafarnaún, su familia o la de
sus apóstoles. Pero Juan ve ya en esas actuaciones, todavía discretas, toda la
obra de divinización de la humanidad y, al mismo tiempo, la irradiación del
misterio pascual. La lectura de este episodio bastante insignificante adquiere
relieve si se mira con los ojos de Juan.
* * * *
a) El que María diga a Jesús que los convidados no tienen ya vino
obedece sin duda a una preocupación de orden práctico por parte de una mujer
atenta a los pequeños detalles de la recepción, pero significa también, en el
plano simbólico, que el pueblo falto del vino de la felicidad y de la sabiduría
y que permanece en actitud de pobre, espera la iniciativa de Dios para
devolverle la felicidad. Jesús distribuye efectivamente el "buen
vino" de esa felicidad prometida para los últimos tiempos, signo de la
plenitud y de la sabiduría con que favorece al mundo.
b) Pero ese don depende de la glorificación final del Mesías, de esa
"semana" y de esa "hora" que inaugurarán, a través de la
muerte, el misterio de la gloria del Señor. Parece, en efecto, que las
indicaciones cronológicas sembradas a lo largo de Jn. 1, 19 a 2, 1 (1, 29; 1,
35; 1, 39; 1, 41; 1, 43; 2, 1) son bastante intencionadas en la pluma de Juan:
el evangelista no pondrá tanto cuidado por fechar los hechos y gestos del Señor
a lo largo de su primera semana de ministerio que en su última semana, la de su
pasión. El hecho de que el milagro se sitúe en un "tercer día" (v. 1;
cf. Jn. 11, 6-7; 13, 33; Lc. 24, 7; Os. 6, 2-5) es igualmente una forma de hacer
referencia al cumplimiento de la Pascua de Cristo.
Pero lo decisivo en esta ocasión es el tema de la hora (v. 4; cf. Jn. 2,
14; 7, 30-39; 8, 20; 13, 1; 17, 1). La hora designa concretamente la muerte del
Señor, pero es una muerte que le glorifica y glorifica al Padre, puesto que
realiza la salvación del mundo. Se puede incluso afirmar que, a partir de Jn.
7, 30, las referencias a la hora de Jesús designan ese momento de su vida en
que se verá reducido a la impotencia, en que ya no hará milagros (cf.Jn. 9, 4;
11, 9-10; cf. el tema del "lugar" en Jn. 18, 12, 24; 19, 40).
Así es como se comprende el diálogo entre María y su Hijo. La Virgen no
viene a pedir un milagro, sino que se limita a señalar un momento de apuro (v.
3). Jesús responde con bastante dulzura: "¿Qué nos va a ti y a Mi,
mujer?" (v. 4): que quiere decir: sitúate en otro plano: el de mi
omnipotencia, en lugar de quedarte en este punto de vista rastrero. Y así la
explicación surge normalmente: "mi hora (es decir, la hora en que me veré
atado, imposibilitado) no ha llegado aún. Sigo estando libre para hacer
milagros" (v. 4). María acepta inmediatamente esa visión de fe y ordena
que se hagan los preparativos del milagro (v. 5).
Cristo se refiere, por tanto, claramente al signo y la obra por
excelencia que realizará en la humillación de su muerte, pero hasta tanto suene
esa hora, le es facultativo dejar signos y realizar maravillas provisionales,
algo así como provisionales eran las diferentes liberaciones maravillosas del
Antiguo Testamento.
La idea de Cristo sería, por tanto, ésta: puedo hacer hoy el milagro que
se me propone, pero llegará una hora en que mi omnipotencia realizará el
milagro por excelencia, puesto que pasará por el amor hasta la muerte (Jn. 13,
1): todo milagro tiene una parte de caducidad hasta tanto no haya sido marcado
por mi muerte y no esté vinculado a la única verdadera fe en mi resurrección.
c) Juan nos ofrece, pues, en este relato del episodio de Caná un ejemplo
de la forma en que reflexiona en torno a un milagro de Jesús. aun cuando sea
muy corriente, hasta ver en él un signo (v. 11). Lo sitúa al final de una
semana; introduce incluso el tema de la hora; subraya intencionadamente la
materia del vino; señala, los mismo que en Jn. 7, 1-10, la incapacidad de los
suyos para descifrar correctamente el milagro; y todo eso para probar que un
milagro es un llamamiento a la fe. No se trata tan solo de creer que Jesús
puede hacer un milagro, como sucede en los sinópticos, sino también de leer su
significado misterioso, sólo captable por quien ha comprendido el misterio
pascual y vive del amor que entraña.
Tener esa fe que puede leer los signos no consiste tan sólo en apreciar
el cambio del agua en vino (como quisiera María), ni en comprender el cambio
del vino en la sangre de Cristo en la misa (que es hasta donde llegan algunos
fieles), sino en captar la densidad pascual del signo realizado y en situarse a
sí mismo dentro de una participación convencida en ese misterio.
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II MAROVA MADRID 1969.Pág. 39 ss.