“PERO YO LES DIGO”
ORACION COLECTA
Señor, tu que te complaces en
habitar en los rectos y sencillos de corazón, concédenos vivir por tu gracia de
tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del
Eclesiástico 15,16-21
SI quieres, guardarás los
mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad. Él te ha puesto delante fuego y
agua, extiende tu mano a lo que quieras. Ante los hombres está la vida y la
muerte, y a cada uno se le dará lo que prefiera. Porque grande es la sabiduría
del Señor, fuerte es su poder y lo ve todo. Sus ojos miran a los que le temen,
y conoce todas las obras del
hombre. A nadie obligó a ser impío, y a nadie dio permiso para pecar.
SALMO
RESPONSORIAL (118)
Dichoso el que camina en la voluntad del Señor
Dichoso
el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor; dichoso el que,
guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón. R.
Tú
promulgas tus mandatos para que se observen exactamente. Ojalá esté firme mi
camino, para cumplir tus decretos. R.
Haz
bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras; ábreme los ojos, y
contemplaré las maravillas de tu ley. R.
Muéstrame,
Señor, el camino de tus decretos, y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir
tu ley y a guardarla de todo corazón. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pablo a los Corintios 2,6-10
Hermanos: Hablamos de
sabiduría entre los perfectos; pero una sabiduría que no es de este mundo ni de
los príncipes de este mundo, condenados a perecer, sino que enseñamos una
sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los
siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha
conocido, pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de
la gloria.
Sino que, como está
escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios
ha preparado para los que lo aman».
Y Dios nos lo ha
revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo
de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san
EN
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No crean que he venido a abolir la
Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En
verdad les digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse
hasta la última letra o tilde de la ley.
El
que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a
los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero
quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Porque os digo
que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el reino de los cielos.
Han
oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de
juicio.
Pero
yo les digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será
procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el
Sanedrín, y silo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por
tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí
mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el
altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a
presentar tu ofrenda.
Con
el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras van todavía de
camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la
cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el
último céntimo.
Habéis
oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo les digo: todo el que mira
a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Si tu
ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro
que ser echado entero en la “gehenna”.
Si
tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale
perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”. Se dijo: “El que
repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo les digo que si uno repudia
a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el
que se casa con la repudiada comete adulterio.
También
han oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus
juramentos al Señor”.
Pero
yo les digo que no juren en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios;
ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la
ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o
negro un solo cabello. Que su hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí
viene del Maligno».
COMENTARIO
Jesús no da una ley nueva, sino una nueva manera de ver la ley antigua
y cualquier otra ley. Decir: “Basta con amar” es verdad si se añade que esto es
una ley y que hay que aplicarla a costa de presiones que son leyes: no ceder a
la cólera, no fomentar malos deseos, ni divorciarse, decir un sí que sea
verdaderamente un sí, no vengarse, amar incluso a los enemigos. Son cosas tan
difíciles de practicar que uno se siente en un clima muy especial: la infinita
exigencia evangélica. Mientras uno no se haya medido con esta exigencia, se
quedará en el antiguo ambiente legalista contra el que luchó fuertemente Jesús;
señala de que la tentación es grande y nos acecha a todos. Su advertencia
solemne (“Yo les digo”) era una provocación. ¿A quiénes decían: “Si su justicia
n o es mayor que la de los escribas y los fariseos, no entrarán en el reino?. A
unas personas que admiraban la ciencia real de los escribas y el gran esfuerzo
de santidad de los fariseos. Jesús mismo
dice, no se trata de derribar la ley antigua para construir algo totalmente
nuevo: “No crean que he vuelto a abrogar la ley o los profetas, no he venido a
abrogar, sino a cumplir”. No se trata de mantener el respeto con el pasado y
mucho menos de sentir nostalgia: Jesús es tan libre respecto a todas las cosas
que está libre, absolutamente única, es
uno de los signos de su divinidad “Yo he venido – dice autoritariamente –
para…”. ¿Qué Moisés que profeta se habría atrevido a enunciar algo semejante?
Antes de él, el legislador y el profeta hablaban en nombre
del Señor, a partir de su vida y de los acontecimientos. Jesús habla como Señor a
partir de un origen misterioso y de un saber tan grande sobre las capacidades
de los hombres como sobre las exigencias de Dios. Él es el legislador supremo y
definitivo. Después de él nadie dirá: “Jesús se dijo, pero yo les digo…”. Sin
embargo el recuerda lo que “se dijo” (formula discreta y respetuosa para decir
“Dios dijo”). Se trata ciertamente de una palabra de Dios. ¿Acaso una palabra
imperfecta? Nos encontramos aquí muy cerca de lo que Jesús quiere revelarnos:
la superación. Por muchas bocas Dios
había dado leyes esenciales: no matar, no romper una pareja, ser sinceros,
limitar la venganza.
Era algo que se adaptaba a los tiempos duros y que sigue siendo válido.
¡Pero solo como el comienzo de un caminar! Esto exige no fijar nada, no
aprisionar la justicia y la santidad dentro de una lista de cosas que hacer o
que omitir: hay que hacerse capaces de reaccionar debidamente ante lo inédito. Jesús
ha venido no para añadir unas cuentas prescripciones más afinadas, sino para
revelar el secreto de afinar cualquier ley. Es la cuestión de la letra y del
espíritu. Jesús nos revela que no hay más que un espíritu; el amor.
Se le puede llamar ley nueva, pero más vale verlo como la razón y la
medida de toda ley. Desde el “No matarás” hasta el “Ama a tus enemigos”, la
superación no es ni una oposición ni una añadidura, es otra cosa, es la locura
del evangelio: “Sean perfectos, como es perfecto su Padre celestial”. Cuando quieres
amar de veras, entonces es cuando mejor te adhieres a la ley de Cristo.
Entonces puedes inventar tu vida en medio de las leyes.
PLEGARIA UNIVERSAL
La palabra de Dios que hemos escuchado es
fundamento de nuestra fe, alimento de nuestra esperanza y fermento de
fraternidad. Confiadamente presentemos a Dios Padre nuestras suplicas.
Repetimos: R.- Escucha a tu pueblo,
Señor.
1.-
Por el Papa Francisco, los Obispo, los sacerdotes y todo el pueblo de Dios,
para que vivamos en plenitud el mandamiento del amor, siendo así discípulos,
testigos y profetas en medio de un mundo individualista y violento. Escucha
a tu pueblo, Señor.
2.-
Para que se nos conceda la sabiduría del corazón y podamos así comprender y
socorrer a los nuevos pobres, las
personas ancianas, los marginados, a los enfermos. Escucha a tu pueblo, Señor.
3.-
Para que las clases sociales construyan juntas una sociedad nueva, abierta a la
participación y a la solidaridad universal. Escucha a tu pueblo, Señor.
4.-
Para que se refuerce el vínculo de comunión entre todos los miembros de la
Iglesia y así el pueblo de la nueva alianza sea signo de reconciliación para
toda la humanidad. Escucha a tu pueblo, Señor.
5.-
Oremos en silencio por nuestras intenciones particulares. Escucha a tu pueblo, Señor.
Extiende, Padre tu mano sobre la humanidad
cansada y oprimida, concédenos a nosotros una fe firme y valiente en el
testimonio profético de tu reino. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
Amen.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que esta oblación nos purifique y nos renueve, y sea
causa de eterna recompensa para os que cumplen tu voluntad. Por Jesucristo
nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Alimentados con el manjar del cielo
te pedimos, Señor, que busquemos siempre las fuentes de donde brota la vida
verdadera. Por Jesucristo nuestro Señor
PALABRA
DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 13: Gn. 4, 1-15.25; Sal 49; Mc. 8,
11-13.
Martes 14: Gn. 6, 5-8; 7,
1-5.10; Sal 28; Mc. 8, 14-21.
Miércoles 15: Gn. 8, 6-13.20-22;
Sal 115; Mc. 8, 22-26.
Jueves 16: Gn. 9, 1-13; Sal
101; Mc. 8, 27-33.
Viernes 17: Gn. 11,
1-9; Sal 32; Mc. 8, 34—9, 1.
Sábado 18: Hb. 11, 1-7; Sal
144; Mc. 9, 2-13.
Domingo 19: Lv. 19, 1-2. 17-18;
Sal 102; Cor. 3, 16-23; Mt. 5, 38-48
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 05, 17-37
1. J/ESTRUCTURAS.
Texto. Es continuación de los dos domingos anteriores en cuanto que los
destinatarios de las palabras de Jesús son los mismos que hace dos domingos
eran declarados bienaventurados y el domingo pasado eran designados sal de la tierra
y luz del mundo. Sin embargo, el texto de hoy ya no va a tratar de ellos, de
sus dificultades y funciones, sino de Jesús y de sus relaciones con la Ley y
los Profetas. De estas relaciones se habla a dos niveles, por lo que podemos
dividir el texto en dos partes.
Primera parte (vs 17-2O). Relaciones a nivel de principios generales. El
tono lo da el versículo de entrada. No he venido a abolir la Ley y los
Profetas, sino a darles plenitud. Ley y Profetas es la expresión judía para
designar el conjunto normativo al que todo judío debía ajustar su vida.
Ley-Profetas designan el pasado transmitido hasta el presente de los
individuos, la tradición viva del pueblo judío, las estructuras en las que el
judío individual vivía. ¿Cómo fueron las relaciones de Jesús con esas
estructuras? No de supresión sino de profundización, hasta dar a esas
estructuras su sentido último y definitivo. La relación de Jesús con las
estructuras no fue de enfrentamiento o de negación, pero tampoco fue de
conformismo, de aceptación mecánica o de repetición literal. Fue una relación
de búsqueda de sentido positiva y enriquecedora. A una relación así invita el
Jesús de Mateo en el v.2O de esta primera parte. Ser mejores que los escribas y
fariseos quiere decir tener ante las estructuras el talante positivo y
enriquecedor que Jesús tuvo.
Segunda parte (vs.21-37). Cuatro ejemplos prácticos de la relación de
Jesús con el conjunto normativo que le tocó vivir.
En los cuatro se reproduce un mismo esquema: Se ha dicho... yo os digo.
Un esquema que avanza no por abolición o supresión de lo dicho, sino por
ahondamiento y enriquecimiento de lo dicho. Es el esquema letra-espíritu de la
letra.
Versos 21-26. No matarás (Ex.20,13; Deut.5,17). Por supuesto. Pero,
¿sólo se mata con las armas? ¿Y las peleas? ¿Y los insultos? ¿Y los pleitos?
Hay palabras y actuaciones que matan. La reconciliación debe ser algo previo a
todo tipo de cumplimiento religioso.
Versos 27-30. No cometerás adulterio (Ex.20, 14;Deut. 5,18). Por
supuesto. ¿Basta sin embargo, con no acostarse con la mujer de otro? Hay que
tener también un corazón limpio y desinteresado. Intencionadamente digo corazón
y no mirada, porque hay que reconocer que se han dicho muchas tonterías y se
han creado muchos traumas debido a una miope y mezquina interpretación de la
expresión "mirar a una mujer".
Versos 31-32. El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio
(/Dt/24/01). El objetivo de esta ley era garantizar a la mujer repudiada un
mínimo de dignidad y de aceptación social, que por ser mujer y por haber sido
repudiada fácilmente se le negaban. El acta de repudio era un instrumento
jurídico de defensa mínima de la mujer. ¿Basta esta defensa mínima? ¿No sería
mejor no perjudicar a la mujer hasta el punto de obligarla a tener que buscar
otro hombre? Este tercer ejemplo hay que enmarcarlo en el contexto social,
económico y cultural de la época. En él no se trata de la indisolubilidad del
matrimonio, a la que, por cierto, se le reconoce una cláusula exceptiva, sino
de profundizar en el respeto y en el reconocimiento de la mujer.
Versos 33-37. No jurarás en falso, cumplirás tus votos al Señor (Lv 19,
12; Nm 30, 2; Dt 23, 21). Por supuesto que está mal jurar a sabiendas de que lo
que se jura es falso o que no se va a cumplir. Pero, ¿hay que estar poniendo
siempre a Dios por testigo o garante de que lo que se dice o promete se va a
hacer? ¿Somos por nosotros mismos incapaces de cumplir lo que decimos y
prometemos? ¿Somos tan inmaduros que necesitamos de la ayuda de Dios para que
se nos crea? Interesante ejemplo de desacralización.
Comentario. Debe ser breve por fuerza. Nos hallamos ante un texto clave,
propio y exclusivo de Mateo, una vez más el judío de los evangelistas. Y
paradójicamente el menos judío. El eterno problema de lo antiguo y lo nuevo, la
tradición y la innovación, las estructuras y el individuo. Texto capital para
la línea de actuación en él señalada, en su doble vertiente teórica y práctica.
Texto programático por pertenecer al discurso de la montaña. Texto a seguir
practicando en toda su dinámica. Todo letrado que entiende del Reino de los
cielos se parece a un padre de familia que saca de su arcón cosas nuevas y
antiguas (Mt/13/52). También estas palabras son exclusivas del Jesús de Mateo.
La cuestión se ve que le preocupó al evangelista eclesial.
Alberto Benito,
Dabar 1987/15
2. PALABRA DE DIOS PERO NO PALABRA DEFINITIVA. J/PLENITUD.
El v.17 de este capítulo (omitido en la lección breve) es una
declaración de la actitud fundamental de Jesús respecto a la "ley y los
profetas", es decir, al A.T. en su totalidad. Jesús reconoce el A.T. como
palabra de Dios, pero no como palabra definitiva, ya que para pronunciar
precisamente esta palabra definitiva vino él al mundo.
En consecuencia, Jesús no se presenta como un revolucionario religioso
que rompa drásticamente con la herencia de Israel: "No creáis que he
venido a abolir la ley y los profetas; no he venido a abolir, sino a dar
plenitud".
Jesús da cumplimiento en su vida a todas las profecías, cosa que San
Mateo no pasa por alto y constata aquí y allá a lo largo de su evangelio. Por
otra parte, supuesta la ordenación a Cristo del A.T., todo lo que en él tenía
un carácter transitorio queda ya cumplido con la venida de Cristo y, por lo
tanto, superado; por ejemplo, todo el culto vétero-testamentario cede ante el
sacrificio insuperable de la cruz.
Los preceptos morales de la Ley llegan a su plenitud en Cristo en un
doble sentido: a)Porque Jesús es aquél que hace realmente toda la voluntad de
Dios expresada en aquellos preceptos, de suerte que ahora cumplir la voluntad
de Dios es para nosotros seguir a Cristo; b)Porque Jesús restituye los
mandamientos divinos a su pureza, proclamándolos con toda la claridad y
profundidad, derogando aquello que había sido ordenado a título de simple
concesión por la dureza del corazón de Israel y reduciendo todos los preceptos
al mandamiento del amor a Dios y al prójimo.
El sentido de las antítesis tiene ante todo este significado: "Dios
ha dicho por medio de Moisés..., pero por medio de mí dice...". Con esto
se señala expresamente el lugar escriturístico citado como Palabra de Dios; y
los "antiguos", a quienes les fue dicha esta palabra, no son los
maestros judíos (véase Mc 7,3), ni los antecesores de aquellos judíos en
general, sino la generación del desierto, aquélla a la que por vez primera se
le proclamó el Decálogo (véase Ex 19-20).
Solamente las palabras "no matarás" se encuentran en el
Decálogo literalmente. Sin embargo, la coletilla recoge abreviadamente lo que
el A.T. determina como castigo por el asesinato (Ex 21,12: Lev 24,17; Núm
35,16-24). La Ley vétero-testamentaria prohíbe y castiga el hecho externo, el
asesinato acabado.
v.26: La segunda sentencia, que también se halla en /Lc/12/57-59),
agudiza la obligación de la reconciliación con el enemigo, y lo hace mediante
el ejemplo de la vida cotidiana. Quien con su enemigo de proceso se reconoce
totalmente culpable, cuando aún va de camino hacia el juez, obrará muy
razonablemente, si da por terminado el contencioso y se pone de acuerdo con él,
antes de encontrarse con la dureza del juicio. Lucas es quien ofrece el texto
original de esta sentencia y su mejor composición. En el se ve totalmente claro
que se trata de una llamada a la conversión, en vista del juicio escatológico,
revestida de parábola. Con esta comprensión pierde el texto la forma de regla
de actuación por motivos de carácter egoísta. En la composición de Mateo, en
lugar de la relación a Dios, se encuentra como telón de fondo la relación al
prójimo.
Eucaristía 1987/09
3.- Jesús es el perfecto cumplidor de la Ley, porque la ha cumplido con
un amor cuya única medida es no tener medida.
"Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta
el extremo" (/Jn/13/01).
Nos amó hasta el colmo, hasta el sacrificio de su vida. Esta es la Nueva
Ley del cristiano. No hay que preguntarse ya hasta dónde es posible llegar sin
pecar, sino cómo es posible llegar hasta el límite del amor. Porque la Ley
comienza con "No matarás", pero se cumple y se perfecciona cuando uno
está dispuesto a morir por sus enemigos.
4.- Jesús pide a quienes le sigan que presten una extremada atención a
la Escritura, y a toda la Escritura: a la Ley y a los Profetas, porque la menor
de sus afirmaciones adquiere una plenitud nueva a partir del momento en que se
la considera con la perspectiva del Reino. Sin duda que Mateo no quiere afirmar
que la totalidad de los preceptos de la Ley o de las afirmaciones proféticas
tengan su desarrollo en el Evangelio, pero sí pretende que el conjunto de la
Ley, el conjunto de los profetas constituyen la base necesaria sobre la que se
edifica la novedad traída por Jesús. Los discípulos del Maestro no pueden
plantear su vida sin conceder una gran dedicación a "entender" (cf.
13, 51: "entender" antes de "enseñar" a la manera del
"escriba", v. 52), y después a "practicar" y, dada la
ocasión, a "enseñar" el conjunto de la Escritura, de la Ley y de los
Profetas.
Practicar, pero de forma "acabada", que va más allá que su
significado primero. De hecho, en la continuación del discurso Jesús prolonga
las exigencias antiguas. Para Él, ya no se trata sólo de evitar el homicidio;
hay que renunciar también a toda palabra descomprometida, y emplearse lo más
rápidamente que se pueda en las actuaciones posibles de reconciliación (vv.
21-26).
No se trata ya sólo de evitar el adulterio, sino que hay que evitar
también la mirada impúdica y el deseo que ésta hace nacer (vv. 27-30).
Con respecto al divorcio, no se trata ya de atenerse únicamente a
respetar el procedimiento; es necesario renunciar a toda separación de los
cónyuges: fuera del caso de una "unión ilícita" (v. 31 s). No se
trata ya sólo de evitar el jurar en falso; no hay que jurar, y por lo tanto,
hay que atenerse a la verdad de la palabra, simplemente (vv. 33-37).
No se trata ya sólo de limitar la pena del culpable a lo correspondiente
a su falta: hay que responder pacíficamente a la conducta del malo (vv. 38-42).
No se trata ya, en fin, de limitarse al amor al prójimo; hay que ir
hasta el amor a los enemigos (vv. 43-47).
Este último párrafo formula algo más que una exigencia; explica el
motivo de las novedades exigidas por Jesús.
El discípulo de Jesús es "hijo del Padre que está en los
Cielos" (v. 45). Ahora bien, la sociedad de aquel tiempo tenía una teoría
simple de las relaciones entre hijo y padre, una doctrina impuesta por el marco
artesanal que regía aquella sociedad. El aprendizaje se hacía en casa; el hijo
"no hacía nada por sí mismo sin que se lo viera hacer a su padre; y lo que
el Padre hacía, debía hacerlo igual el Hijo" (/Jn/05/19).
La misma relación debe existir entre Dios-Padre y sus hijos; estos
últimos no pueden mostrar su espíritu filial más que aplicándose a imitar al
Padre. La característica de este Padre que está en los Cielos" es la
"bondad" (20, 15), probada en el bien que hace a los "buenos"
lo mismo que a los "malos". Por lo tanto, imitando este amor
universal es como los discípulos se mostrarán "hijos del Padre que está en
los Cielos", y como serán "perfectos como el Padre celestial es
perfecto".
He aquí una primera razón por la cual puede llamarse
"superior" la justicia del discípulo: la reducción de los preceptos a
un centro simple y claro, pero al mismo tiempo rico en movimiento. Al discutir
el caso del divorcio (v. 31: "El que despide a su mujer déle libelo de
repudio"), Jesús cita un texto del Deuteronomio (24,1); sin embargo, aun
sabiendo que el Deuteronomio es palabra de Dios, lo juzga secundario respecto a
un pasaje del Génesis (1,27; 2,24; cfr. Mt 19,3-9). Por tanto, hay textos y
textos; algunos son más importantes y otros menos; los primeros revelan la
intención profunda y originaria de Dios; los segundos pagan tributo a la dureza
de corazón de los hombres. Con ello Jesús ofrece a los escribas una lección de
método: para descubrir la voluntad de Dios hay que ser capaces de hacer una
lectura global de la Escritura; una lectura que sepa distinguir entre lógica de
fondo y sus expresiones parciales, provisionales y fundamentalmente caducas.
Esta es la segunda razón por la cual la justicia del discípulo puede llamarse
superior.
Bruno Maggioni,
El Relato de Mateo, Edic. Paulinas/Madrid 1982.Pág. 65
6.- Continúa el sermón del monte, iniciado hace dos domingos. La
designación de los discípulos como sal y luz del mundo puede ser la razón por
la que Mateo ha dado cabida a las afirmaciones de Jesús sobre la Ley. Esta, en
efecto, era para los judíos la sal y la luz del mundo. ¿Cuál es su puesto y
razón de ser si ya no es ella la luz y la sal, sino los discípulos? No he
venido a abolir, sino a dar plenitud (v. 17). Mientras existan el cielo y la
tierra, la Ley no perderá punto ni coma de su valor (v. 18). En el original
ambas afirmaciones están en relación de efecto y causa, y por lo mismo la
segunda afirmación, enunciando la vigencia de la Ley, constituye el punto de
partida. Puesto que la Ley tiene validez y vigencia perpetuas, la Ley no puede
ser abolida. Los siguientes versículos 19-20 extraen la conclusión lógica: la
Ley, pues, debe ser enseñada y practicada en todos sus detalles por el
discípulo de Jesús, quien deberá descollar en ello más incluso que los que
dentro del judaísmo han hecho de la Ley la guía y norma de conducta.
Sin embargo, la primera afirmación del v. 17 deja ya entrever que la no
abolición de la Ley no significa su mantenimiento mecánico y material. Dar
plenitud es completar en línea de sentido y de significado. El v. 17 enuncia
que Jesús no ha venido a anular la Ley de Moisés ni las enseñanzas de los
profetas, sino a darles su verdadero significado. El resto del texto recoge
cuatro ejemplos concretos de esta dinámica de plenitud.
Primer ejemplo (vs. 21-26). Ley: no matar; sentido pleno en la línea de
erradicación de la ira y del insulto, trastienda del asesinato. El discípulo de
Jesús no puede contentarse con no matar: debe ser generador activo de
concordia, no dando pie a que nadie se sienta ofendido.
Segundo ejemplo (vs. 27-30). Ley: no cometer adulterio; sentido pleno en
la línea de erradicación del deseo y deleite libidinosos, trastienda del
adulterio. El discípulo varón no puede contentarse con no tener relaciones
sexuales con la mujer, de otro; debe saber tener limpieza de intenciones. La
Ley y la plenitud están redactadas desde la perspectiva del varón, en
consonancia con las condiciones socioculturales de la época.
Mateo añade unas frases gráficas sobre el ojo y la mano, que Marcos
sitúa en un contexto diferente. La función de las mismas es dar seriedad y
urgencia a lo que en este segundo ejemplo se dice.
Tercer ejemplo (vs. 31-32). Ley: en caso de divorcio dar a la mujer un
acta de separación, que la proteja de futuras veleidades del ex marido; sentido
pleno en la línea de reconocimiento y valoración de la mujer.
De lo que en este ejemplo se trata no es del divorcio, que más bien se
presupone, sino de la mujer, ser de segundo orden en la consideración social y
jurídica de la época. En un supuesto de divorcio, el acta de separación
garantizaba a la mujer un mínimo de reconocimiento y de valoración. Jesús pide
avanzar en esta línea reconociendo a la mujer idéntica capacidad jurídica y
moral que al varón.
Cuarto ejemplo (vs. 33-37). Ley: cumplir lo prometido bajo juramento;
sentido pleno en la línea de ser personas serias y de palabra.
Comentario. Las afirmaciones iniciales del texto. (vs. 17-20) están
catalogadas entre las de mayor dificultad dentro del Evangelio de Mateo por su
defensa de la Ley, lo que parece más bien propio de un rabino que de Jesús. No
son pocos los exégetas ilustres que niegan a Jesús la paternidad de dichas
afirmaciones y ven en ellas una creación de los cristianos de origen judío,
quienes habrían puesto en labios de Jesús lo que ellos pensaban acerca de la
Ley. "Estos sentimientos han sido puestos en boca de Jesús, pero es
absolutamente improbable que él pensara o hablara así" (T. W. Manson, Los
dichos de Jesús).
Es, sin embargo, la propia matriz judía de esas afirmaciones la que
avala la atribución de las mismas a Jesús, judío inmerso como el que más en la
corriente de savia y de tradición de su pueblo, y que por lo mismo puede
desconcertar a quienes no estamos dentro de esa corriente. No me cabe la menor
duda de que Mateo ha recogido palabras genuinas de Jesús, tal cual Jesús las
pronunció, con toda la evocación y sabor de lo tradicional, pero a la vez con
toda la fuerza y frescor de lo novedoso.
El texto de hoy plantea, en última instancia, el eterno problema de la
letra y el espíritu, de lo esencial y lo accidental, de lo permanente y lo
cambiante. Determinar en cada caso o situación qué es, qué puede ciertamente
ser problemático, pero a la luz del texto de hoy, es evidente que no se debe
renunciar a ninguno de los componentes de las binas. Más adelante encontraremos
el siguiente símil para describir al discípulo de Jesús: "viene a ser como
un amo de casa que saca de su arcón cosas nuevas y antiguas" (13, 42). El
discípulo de Jesús será luz y sal en la medida en que, sin renunciar a ninguno
de los componentes, los sepa conjugar adecuadamente.
Alberto Benito,
Dabar 1990/14
La Ley y los Profetas, los escritos sagrados del AT como tales, no
tienen para nosotros ninguna obligatoriedad. Pero tampoco han venido a carecer
de importancia, sino que siguen en vigor, pero en su última perfección dada por
Jesús.
Él ha dicho de una forma definitiva cómo hay que llevar a cabo la
voluntad de Dios de un modo efectivo; una vez que Jesús "vino a dar
cumplimiento" ya no podemos volver al AT para cumplirlo nosotros. Si
leemos este Libro, sólo podemos hacerlo a la luz de la revelación de JC.
8. /Mt/05/20-26.
Dos problemas dan la oportunidad a Jesús de hablar de la "nueva
justicia" de los cristianos: el homicidio y los sacrificios.
Ambos eran juzgados por los judíos según móviles o formas externas. Pero
Jesús reconoce una única y mucho más exigente razón de juicio: la caridad
fraterna. Ya que Dios escruta los corazones y juzga según las intenciones.
Misa Dominical 1990/05
9.- Fragmento del discurso del Señor sobre la justicia nueva cuya
aplicación recae aquí, principalmente, sobre el quinto mandamiento. Además del
exordio general del discurso (v. 20) pueden distinguirse tres secciones:
Versículos 21-22: Cristo va más allá de la prescripción relativa al
homicidio generalizando su aplicación a simples hechos injuriosos. El estilo es
arcaico y el vocabulario típicamente judío, lo que explica, sin duda, que Lucas
no haya recogido este texto pensando en sus lectores griegos.
Versículos 23-24: Pasaje independiente del anterior: hace de la caridad
la condición esencial del sacrificio, haciéndose eco a este respecto del tema
del sacrificio espiritual que ya se vislumbra en el Antiguo Testamento. Algunas
palabras clave enlazan este pasaje con el anterior y permiten, en consecuencia,
considerarle como antiguo. Lucas no lo recoge, puesto que la alusión a los
sacrificios del Templo no interesa directamente a su público. Marcos da otra
versión en Mc 11, 25.
Versículos 25-26: No parecen estar en su lugar original: Lc 12, 58-59
parece más primitivo cuando los introduce en otro contexto.
a) Hay que tener presente, ante todo, las argucias de los escribas y los
comentadores de la ley en torno al homicidio si queremos captar el alcance de
la enseñanza del Señor. Para juzgar si había homicidio o no, los escribas
enumeraban una serie de condiciones tan marginales unas como otras. Cristo
establece un criterio nuevo de apreciación: la intención personal. Esta puede
juzgarse más severamente que un homicidio, incluso aun cuando exteriormente no
pase de ser una simple injuria.
En realidad, esta primera sección del Evangelio está compuesta, a su
vez, por dos sentencias distintas. En la primera (vv. 21-22a) Cristo afirma que
la simple injuria puede ser motivo de llevar a uno al "tribunal" con
igual razón que un homicidio. El tribunal se refiere aquí al consejo de
comunidad que, en el plano nacional (sanedrín) o local (en Qumrán, por ejemplo),
gozaba del derecho de excomulgar a los miembros que han cometido falta. Gozaba
así de una especie de derecho de vida y muerte discerniendo quiénes merecían y
quiénes no pertenecer a la comunidad (Mt 10, 17; Jn 16, 2). No cabe duda de que
una jurisdicción de este tipo existió en las comunidades cristianas primitivas
(Act 5; 1 Cor 5, 1-4; 1 Tim 1, 20; Mt 18, 15-17).
La segunda sentencia (v. 22b-c) no constituye una especie de gradación
con respecto a la primera parte. Simplemente dice las mismas cosas en otros términos.
El "tribunal" no es ni más ni menos grave que el "sanedrín"
o que la "gehenna". Se trata, igualmente, de la reacción de una
comunidad que rechaza de su seno a los culpables. Pero mientras que las
jurisdicciones judías no juzgaban más que sobre el exterior, las jurisdicciones
cristianas tendrán que examinar atentamente, al igual que Dios, la intención de
cada uno.
Para que Cristo pueda elaborar esa nueva jurisprudencia hay que admitir
previamente dos principios: en primer lugar que Dios "escruta los corazones",
mientras que el hombre se queda en el lado externo de las cosas (Jer 11, 19-20;
12, 1-3; 17, 9-11); en segundo lugar, que le asiste un perfecto derecho a
exigir más de quienes se comprometen, en la nueva alianza, puesto que ésta
"cambia el corazón" (Ez 36, 23-30; Jer 31, 31-34).
b) La segunda sección (vv. 23-24) trata de la necesidad de la
reconciliación antes del sacrificio. Si antes de ofrecer su sacrificio un judío
se acordaba de repente que estaba impuro (Lev 15-17), debía someterse a una serie
de abluciones previas. Cristo pide al cristiano que tenga el mismo reflejo si
se acuerda que está en desavenencia con alguno. En este pasaje Cristo no hace
ya alusión a las prescripciones sobre homicidio, sino a las prescripciones
sobre la pobreza ritual. La inspiración de las dos secciones es diferente, pero
derivan del mismo deseo de establecer una justicia nueva, basada sobre la
actividad interior y opuesta a todo formalismo y de la preocupación por
subrayar que los vínculos entre el individuo y la asamblea cristiana son ahora
de orden interior.
Que la asamblea cristiana que hace penitencia o que se presenta delante
de Dios en la Eucaristía se examine para saber si, en este mismo momento, no se
interponen numerosas voces acusadoras entre ella y Dios para poner obstáculos a
su penitencia y a su ofrenda.
EU/CARIDAD:
Generalmente no se advierte el nexo entre Eucaristía y caridad en su verdadera
significación: se hace de la caridad una simple condición individual para
participar en la Eucaristía o una exigencia moral para quienes han comulgado en
ella, pero no se ve con suficiente claridad que Eucaristía y fe coinciden y que
la caridad es también una obligación colectiva que descansa sobre la Iglesia
misma y cada una de las asamblea eucarísticas.
Este culto al que se entrega el pueblo sacerdotal es el ejercicio de la
caridad hasta el don total de sí para la salvación de la humanidad entera.
Concretamente, decir que la Iglesia es un pueblo sacerdotal es considerarla,
ante todo, allí donde es levadura en la masa, es decir, allí donde los
cristianos, mezclados entre los hombres, viven durante toda su vida diaria su
misión de congregar progresivamente a los hijos de Dios dispersos. Estas
perspectivas, advirtámoslo, son extraños a las del sacerdocio levítico del
Antiguo Testamento: demasiados cristianos lo ignoran. El pueblo sacerdotal del
Nuevo Testamento no es un pueblo reunido en un templo para la oración y el
sacrificio, un pueblo separado del resto de los hombres y entregado a
actividades exclusivamente religiosas. Es, por el contrario, un pueblo
directamente comprometido en plena masa humana, un pueblo de hombres y mujeres
a quienes nada diferencia de los demás hombres y de las demás mujeres, sino la
pertenencia al Cuerpo de Cristo, sino la participación en el acto en que
Cristo, hoy como ayer, edifica el Reino de su Padre partiendo de los materiales
de la historia humana. La responsabilidad sacerdotal del pueblo eclesial radica
en esa actuación de la caridad y de Cristo hasta las fronteras de la humanidad.
El fruto propio de la misa es, precisamente, revestir al cristiano de un
poder reconciliador que pertenece solo a Cristo.
Sería comprender mal la participación en la Eucaristía el no ver en ella
más que la expresión de la vida de caridad ejercida por los cristianos. La
prioridad de la celebración eucarística con relación al ejercicio concreto de
la reconciliación con los hermanos expresa simplemente, en la existencia del
cristiano, la prioridad absoluta de Jesucristo.
Maertens-Frisque,
Nueva Guia de la Asamblea Cristiana III, Marova Madrid 1969.Pág. 54s
10.- "Se dijo (Dios dijo)... Pero yo os digo". ¿Se oponía
Jesús a Dios? No a Dios, sino a la interpretación que los escribas hacían de la
Ley. De hecho, Jesús va más lejos que las escuelas rabínicas de su tiempo: se
sitúa al nivel del amor. A menudo, aferrarse a la ley es condenarse a un mínimo
sin vida. El mínimo no es el amor, es sólo su caricatura. El que se contenta
con la justicia de los fariseos -ya considerable- no ha descubierto aún el
camino del Reino. La ley prohibía el homicidio, y Jesús condena la cólera.
Además, no basta con expiar; también hay que reconciliarse con el hermano.
¿Cómo presentarse a la mesa de la reconciliación si el corazón sigue lleno de
resentimientos? El Reino de Dios está ahí. Cuando llegue el Juez, no hay que
estar enfadado con el hermano.
Dios cada día, Siguiendo El Leccionario Ferial, Cuaresma y Tiempo
Pascual/Sal Terrae/Santander 1989.Pág. 34
3-11. "No creáis que he venido a abolir la ley o los
profetas...":
Entre los judíos o en la comunidad de Mateo circulaba el comentario
sobre el rechazo de la Antigua Alianza por parte de Jesús (ley y profetas, o
ley sola, indica el conjunto del Antiguo Testamento). Su anuncio sobre la
proximidad del fin haría inútil la Ley. La respuesta nos indica que, más bien
hay que tomar la enseñanza de Jesús como la radicalización de la ley:
centrándola en lo que es esencial y pidiendo una obediencia en el corazón del
hombre.
- "... antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse
hasta la última letra o tilde de la ley": No se trata de la observancia
minuciosa de los preceptos de la ley, sino del cumplimiento de toda la ley. En
Jesús el hombre se encuentra de cara con la exigencia absoluta de Dios.
- "Habéis oído que se dijo a los antiguos no matarás, y el que mate
será procesado. Pero yo os digo...": El mandamiento del Decálogo significó
un paso adelante frente al sistema de venganzas personales. Ahora, con Jesús,
se profundiza el mandamiento en su radicalidad.
- "... si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar...":
Esta referencia al culto del Templo podría provenir de la comunidad de
Jerusalén, acostumbrada a participar. Ahora bien, si en el judaísmo la
exigencia de reconciliación con el hermano tenía quizá relación con el miedo a
macular el templo y el culto, aquí la exigencia tiene que ver exclusivamente
con el respeto al hermano. No sólo todo acto de culto reclama una
reconciliación previa, sino que además esta reconciliación es tan fundamental en
el programa del Reino que pasa por encima del culto y puede llegar a
interrumpirlo.
- "Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio":
Nos encontramos aquí con una referencia conjunta a los mandamientos sexto y
noveno. El adulterio significa una ruptura de la unión matrimonial, y Jesús lo
mira desde la perspectiva del respeto al otro y no desde una perspectiva de
pureza dualista. El paso del sexto al noveno mandamientos sólo puede ser
entendido desde la concepción de que la mirada y la acción forman un todo
inseparable: la concupiscencia de la mirada lleva hacia el gesto de posesión de
la mujer que pertenece al prójimo.
- "El que se divorcie de su mujer... la induce al adulterio":
El tema del divorcio aparecerá de nuevo en el evangelio de Mateo en el cap. 19;
allá dará lugar a una enseñanza sobre la indisolubilidad de la unión
matrimonial; aquí aparece en relación con el tema del adulterio: el repudio,
permitido por la legislación judía, implica un adulterio.
- "Pues yo os digo que no juréis en absoluto": En el mundo
antiguo el juramento acompañado de una invocación de la divinidad estaba mal
visto por grupos religiosos bien diversos. Dios, de quien en el juramento judío
sólo se hacía referencia de manera indirecta, es el soberano de todas las cosas
y no algo a la disposición del hombre.
Incluso el hombre no dispone de sí mismo ("ni jures por tu
cabeza"). Hay que volver a encontrar la sobriedad del lenguaje, porque la
mentira, difundida por el Maligno en el mundo, ha creado la necesidad de
juramentos.
Joan Naspleda,
Misa Dominical 1990/04
12. AT/CAMINO-J
-El v. 17 de MATEO, es una declaración de la actitud fundamental de
Jesús respecto a "ley y los profetas", es decir, el A. T. en su
totalidad. Jesús reconoce el A. T. como palabra de Dios; pero no como palabra
definitiva, ya que precisamente para pronunciar esta palabra definitiva vino él
al mundo. En consecuencia, Jesús no se presenta como un revolucionario
religioso que rompa drásticamente con la herencia de Israel: "No creáis
que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar
plenitud".
Jesús da cumplimiento en su vida a todas las profecías, cosa que San
Mateo no pasa por alto y constata aquí y allá a lo largo de su evangelio. Por
otra parte, supuesta la ordenación a Cristo del A. T., todo lo que en él tenía
un carácter transitorio, queda ya cumplido con la venida de Cristo y, por lo
tanto, superado; por ejemplo, todo el culto véterotestamentario cede ante el
sacrificio insuperable de la cruz.
Los preceptos morales de la Ley llegan a su plenitud en Cristo en un
doble sentido: a) Porque Jesús es aquel que hace realmente toda la voluntad de
Dios expresada en aquellos preceptos, de suerte que ahora cumplir la voluntad
de Dios es para nosotros seguir a Cristo; b) Porque Jesús restituye los
mandamientos divinos a su pureza proclamándolos con toda claridad y
profundidad, derogando aquello que había sido ordenado a título de simple
concesión por la dureza del corazón de Israel y reduciendo todos los preceptos
al mandamiento del amor a Dios y al prójimo.
La justicia de los letrados (escribas) y fariseos que Jesús declara
insuficiente para entrar en el Reino, era una justicia meramente exterior: la
justicia de los "sepulcros blanqueados" (cfr. Mt. 23, 1-36; Lc 11
3-52). La ley mosaica era normativa para la vida pública de Israel y no sólo
una ley civil. Por eso pudo llegarse en la práctica a una valoración excesiva
de las obras exteriores y a un menosprecio de las actitudes interiores. Jesús
vendría a corregir este defecto subrayando el valor de la intención: el que
odia es ya un criminal, aunque no ejecute exteriormente el crimen y sea por
ello jurídicamente punible. La Ley es sometida por Jesús a un proceso de
interiorización a la par que es asentada en un nuevo principio: el amor que
Dios derrama en nuestros corazones. De esta suerte, el imperativo ético se
funda para los cristianos en el indicativo evangélico, es decir, el deber en el
ser hijos de Dios. Es como si dijera: "Habéis oído en las sinagogas que
Dios dijo a vuestros padres por medio de Moisés... Yo en cambio digo..."
Así no habló nunca ningún rabí cuya misión era transmitir lo que él había
aprendido y, a lo sumo, intentar una explicación de la Ley sin alterar o
ampliar su sentido literal. Pero Jesús habla «como quien tiene autoridad» para
corregir lo que la Ley contenía de provisional y para ampliar su sentido en lo
que debía ser perfeccionada.
-En el sexto mandamiento Jesús ve algo más que la prohibición del
adulterio, ve también la prohibición de cualquier deseo de adulterio.
También en el A. T. (Ex. 20, 17; Dt. 5, 21, en nuestro noveno
mandamiento del Decálogo), se prohibía desear la mujer del prójimo; pero esto
se entendía como un atentado contra la propiedad ajena.
Jesús subraya el aspecto moral y no tiene ya en cuenta aquella vieja
concepción que hacía de la esposa una propiedad privada de su marido. Como
diría San Pablo, en Cristo ya no hay diferencia entre judío y gentil, hombre y
mujer; las discriminaciones son superadas en Cristo.
-El juramento es de suyo un reconocimiento y una confesión pública de la
veracidad de Dios. Ahora bien, su uso sólo tiene sentido allí donde se supone
un ambiente dominado por la mentira. El A.T. prohibía el perjurio y obligaba a
cumplir las promesas hechas bajo juramento; pero Jesús quiere que sus
discípulos sean hasta tal punto sinceros y veraces que no tengan ya por qué
recurrir a juramentos. El mismo nunca usó en su vida el juramento.
Eucaristía 1972/16
13.- Quizá sorprenda encontrar un elogio tan preciso de la observancia
de la ley en el Nuevo Testamento que nos tiene acostumbrados más bien a las
diatribas de San Pablo y de Cristo contra la ley (cf. también: Jr 9, 23-24).
Pero la interpretación escatológica dada por Mateo al tema del cumplimiento
permite disipar esa sorpresa.
De hecho, la justicia del fariseo que obedece a la ley se limita a su
observancia. No está en comunión con Dios, sino sólo con su observancia, y su
tentación será siempre la de divinizar la ley.
La justicia del cristiano depende, a su vez, no principalmente de su observancia
de la ley, sino del hecho de que los últimos tiempos se han cumplido en Jesús,
puesto que ha sido el primero en lograr la obediencia a la ley en comunión con
Dios. De ahí que sea importante que Mateo haya colocado el v. 17 antes de los
vv. 18-19: así, entre el cristiano y la ley existe en adelante una mediación:
la justicia que Cristo concede a los suyos, de tal suerte que el cristiano que
obedece a la ley no lo hace para extraer de ella su justicia, sino más bien
para poner de manifiesto la justicia adquirida en Jesucristo y que caracteriza
los últimos tiempos porque es comunión con Dios.
Esta pretensión arrebata a la ley una de sus prerrogativas: su capacidad
de justificar, confiada ahora a la comunión con Dios en Jesucristo. Esta
justicia ha sido considerada blasfema por los fariseos que han clavado a Cristo
en la cruz. Ahí es donde el cumplimiento de la ley ha sido llevado a su
culminación porque Cristo ha obedecido a la sentencia de la ley, pero dentro de
la más total comunión con su Padre. La Eucaristía nos proporciona la justicia
de la cruz que suplanta la justicia de la ley en la medida en que ella nos
permite observar la ley en la comunión con el Padre.
Maertens-Frisque,
Nueva Guia De La Asamblea Cristiana Vi, Marova Madrid 1969.Pág. 42
14.- En el Reino de Dios uno será tal y como aquí haya vivido y
enseñado. No solamente aquí en la tierra, sino también allí en el Reino de Dios
hay cosas pequeñas y cosas grandes. La solicitud incluso en las cosas pequeñas
determina la categoría en el reino de los cielos. Uno será tal como haya vivido
y enseñado.
Jesús resalta firmemente el acto, el "hacer", el
"practicar". Todo esto está lejos del orgullo intelectual: discutir
de todo lo humano y lo divino.
La verdadera santidad no está "en la mente" se encarna en la
humilde realidad cotidiana.
15. /Mt/05/17-19
-¡No penséis que he venido a derogar la Ley o los Profetas!
La Ley y los Profetas era lo esencial de la Sagrada Escritura: expresión
de la voluntad de Dios. Sería impensable que Jesús viniera a abolir lo que,
durante siglos, había sido la concretización de la voluntad divina para todo un
pueblo.
Y sin embargo, una cuestión grave surgía en tiempo de Jesús y durante
los primeros años de la Iglesia: ¿qué debía conservarse de las costumbres
antiguas y de las leyes de Moisés? ¿Había que continuar circuncidando a los
niños? ¿era necesario santificar el sábado? ¿era preciso continuar ofreciendo
sacrificios de animales degollados en el Templo de Jerusalén... cuando se era
un discípulo de Jesús? ¿Se tenía que seguir absteniéndose de ciertas comidas
prohibidas?
Es también una de las cuestiones más graves de todos los tiempos: ¿qué
hay que conservar del pasado? ¿qué se debe cambiar? En los períodos de grandes
mutaciones, cuando se agudizan los conflictos entre antiguos y modernos, entre
tradicionalistas y progresistas.
Y esto sucede en todas partes: en los oficios y profesiones, en las
familias, en la Iglesia. Escuchemos la respuesta de Jesús a esta cuestión
capital.
-No he venido a "derogar", sino a "dar cumplimiento".
Para Jesús, no se trata ni de "conservadurismo estereotipado",
ni tampoco de "revolución que lo cambia todo"... se trata de dar una
vida nueva a lo que procede del pasado.
Una tradición no es forzosamente buena por el hecho de ser antigua. Del
mismo modo una idea no es forzosamente buena por el hecho de ser moderna. Jesús
nos dará múltiples ejemplos en las páginas siguientes de su sermón. Jesús
propone una especie de síntesis armoniosa entre la tradición y el progreso: ¡el
cumplimiento!
1. No reniega del pasado. El plan de Dios es "uno~. Lo que los
antepasados vivieron y codificaron en épocas lejanas de la historia, era
respetable... era un esbozo, un inicio. 2. Pero Jesús pretende
"completar", "hacer que progresen" todas estas tradiciones.
El plan de Dios se inserta en una evolución histórica. La vida, para progresar
se desprende continuamente de las cáscaras viejas y de los vestidos usados.
Por muy paradójico que esto parezca, es evidente que el cristianismo, en
relación al judaísmo, es a la vez ¡su perfecta continuidad y también su total
novedad! La Iglesia se ha visto obligada a abandonar muchos de los usos y
costumbres judías. Y, sin embargo, la Nueva Alianza es continuación de la
antigua.
¡Señor! ayúdanos, con la Iglesia de HOY a saber unir esta doble
exigencia: fidelidad a las tradiciones... audacia para la renovación.
-Os aseguro que no desaparecerá una sola iota o un solo acento de la Ley
antes que desaparezcan el cielo y la tierra, antes que se realice todo.
La iota es la letra más pequeña del alfabeto hebreo. Importancia de las
fidelidades. Jesús viene a "realizar" lo que sólo estaba
"anunciado". No se puede volver atrás. Dios ha dicho su Palabra
definitiva: "Después de haber hablado varias veces y de diversas maneras a
los antepasados a través de los profetas, Dios, en el período final en que
estamos, nos ha hablado por su Hijo que estableció heredero de todas las
cosas..." (Hebreos 1, 1).
Así el Evangelio realiza y da cumplimiento a la Biblia: la revelación de
Jesús aclara los pasajes del Antiguo Testamento.
Jesús no es el fundador de una nueva secta, es la Palabra última de
Dios, Aquel que revela definitivamente la voluntad del Padre.
-El que cumpla y enseñe los más pequeños de estos preceptos será
declarado grande en el Reino de Dios.
Una vez más, ¡Jesús subraya firmemente el acto, el "hacer", el
"practicar"! Todo ello está muy lejos de ciertos orgullos
intelectuales: la verdadera religión no está "en la mente", se
encarna en la humilde realidad cotidiana.
Noel Quesson,
Palabra De Dios Para Cada Dia 2, Evang. De Pentecostes A Adviento, Edit.
Claret/Barcelona 1983.Pág. 12 S.
16.- Jesús intenta mostrar que el camino del cumplimiento profundo de la
Ley no es el legalismo (que trata de interpretar, aprenderse y cumplir la letra
de la Ley hasta el último detalle), sino el radicalismo que procede de
interiorizar el talante y manera de actuar del Dios revelado en la Ley y los
Profetas. Se trata de encontrar la clave que todo lo simplifica. Jesús nos
presenta como botón de muestra una serie de casos: homicidio, adulterio,
divorcio, perjurio. En ninguno de ellos se "facilita" la ley, se hace
la vista gorda, se propone manga ancha. Pero, en lugar de fijar la atención
sobre la "norma", el "precepto", cobra tal relieve la
figura del hermano (obsérvese cuántas veces se repite esta palabra), de la
mujer (tan injustamente discriminada y considerada) y de uno mismo (que tiene
derecho a mostrarse con sencillez y sinceridad como es, sin necesidad de
juramentos), que el respeto al hermano, a la mujer, a uno mismo, se hace
radical, es decir, llega a introducirse y adueñarse de aquel lugar donde está
la raíz de todo comportamiento, nuestro mismo corazón.
La plenitud de la Ley no consiste sólo en la bondad de la acciones, sino
en la bondad del propio corazón, cuyas actitudes han interiorizado las de Dios
y su proyecto del Reino.
Jesús María
Alemany, Dabar 1987/15