DOMINGO DE RAMOS DE LA PASION
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
CICLO B - 28 MARZO 2021
COMENTARIO
El Domingo de Ramos es el comienzo solemne de la Semana Santa: Cada año
recordamos los grandes misterios de nuestra salvación. El Hijo de Dios asumió
nuestra condición humana para hacerse solidario con nosotros. Y ofreció su vida
para que nosotros pudiéramos
reconciliarnos con el Padre. Hemos observado domingo a domingo cómo fue
aumentando el odio de los enemigos de Jesús. Cada uno de sus gestos en favor de
los enfermos y excluidos fue interpretado de manera negativa; cada una de sus
palabras fue sacada de contexto y manipulada. Sus enemigos ya habían decidido
liquidarlo; solamente esperaban el momento propicio para echarle mano pues
temían desafiar la furia de sus seguidores.
Analicemos cuáles fueron las circunstancias que acompañaron la entrada
de Jesús en Jerusalén: Jesús se dirige a la capital religiosa e histórica de
Israel para llevar a término la misión que le había sido confiada. Cada año los
judíos se reunían en la ciudad santa para celebrar la Pascua, que era la
conmemoración de la liberación de Egipto. A la alegría de la fiesta religiosa y
del reencuentro con los familiares y
amigos, se unía un clima de tensión política, pues los judíos se encontraban
sometidos al poder romano. Y era apenas natural que las celebraciones de la
liberación de la esclavitud de Egipto alimentaran los sentimientos
nacionalistas y el anhelo de independencia. Jesús, que conocía profundamente el
alma popular, escogió precisamente este momento para entrar en Jerusalén. Es el
Mesías, descendiente de David, que entra en su capital. Pero ¡de qué manera lo
hace! El pueblo esperaba que el Mesías entrara en Jerusalén como un nuevo
David, con la solemnidad propia de los grandes desfiles militares: uniformes de
gala, música marcial, hermosos caballos. En verdad, Jesús entra triunfalmente
en Jerusalén. El texto evangélico lo corrobora: muchos alfombraban el camino
con sus mantos, otros con ramas cortadas de los árboles, la gente gritaba. Pero
se trata de una entrada triunfal al revés: Jesús no entra haciendo alarde de
poder; entra humildemente en un burro, que es un animal sin pretensiones. Con
este estilo quiere corregir los imaginarios sobre el Mesías y da un giro
radical a las expectativas sobre el nuevo orden ue ha anunciado en su
predicación por los pueblos y campos, y que va a sellar con la sangre que
derramará en la cruz. La gente sencilla, libre de prejuicios, es capaz de ver
en ese personaje que entra en un burro al descendiente del rey David. Por el
contrario, los fariseos, enceguecidos por el
odio, ven en él a un peligroso subversivo al que hay que eliminar. Las
pasiones políticas y religiosas, así como los prejuicios sociales, ciegan
nuestra capacidad de juzgar y nos llevan a decisiones equivocadas.
Al iniciar la Semana Santa los invito a no ser simples espectadores de
estos acontecimientos que cambiaron la historia del mundo y el sentido de
nuestras vidas: Que nuestra actitud interior sea la de participantes activos,
coprotagonistas de los misterios que celebramos.
Que en esta Semana Santa no nos comportemos como despreocupados
espectadores sino que nos involucremos activamente en las celebraciones,
degustemos los textos bíblicos, dejémonos interpelar por ese Jesús, Hijo de
Dios, que firmó con su sangre un pacto de amor que nunca caducará.
R.P. Roland Vicente Castro Juárez
BENDICION DE RAMOS
Oremos: Dios todopoderoso y eterno,
santifica con tu bendición estos ramos, y a, cuantos vamos a acompañar a Cristo
Rey aclamándolo con cantos, concédenos, por medio de él, entrar en la Jerusalén
del cielo. El que vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.
EVANGELIO DE LA ENTRADA DEL SEÑOR
Lectura del santo Evangelio según San
Marcos 11, 1-10.
Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y
Betania, junto al Monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos,
diciéndoles: Vayan a la aldea de enfrente, y en cuanto entren, encontraran un
borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien
les pregunta por qué lo hacéis, contéstenle: El Señor lo necesita, y lo
devolverá pronto.
Fueron y encontraron el borrico en la
calle atado a una puerta; y lo soltaron. Algunos de los presentes les
preguntaron: ¿Por qué tenéis que desatar el borrico?.
Ellos le contestaron como había dicho Jesús;
y se lo permitieron.
Llevaron el borrico, le echaron encima los
mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros
con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás, gritaban: Viva,
bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de
nuestro padre David. ¡Hosanna en las alturas!.
ANTIFONA DE ENTRADA Mt 21, 9
Hosanna al Hijo de David, bendito
el que bien en nombre del Señor, el Rey de Israel. Hosanna en el cielo.
ORACION COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, que hiciste que nuestro Salvador se encarnase y
soportara la cruz para que imitemos su ejemplo de humildad, concédenos,
propicio, aprender las enseñanzas de la pasión y participar de la resurrección
gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura
del libro de Isaías 50, 4‑7
Mi
Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una
palabra de aliento.
Cada
mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me
abrió el oído; y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me
apaleaban, las mejillas a los que
mesaban mi barba; no me tapé el rostro
ante ultrajes ni salivazos.
Señor
me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como
pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
SALMO
RESPONSORIAL (21)
Dios
mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?
Al
verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que
lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere.» R.
Me
acorrala una jauría de mastines, me
cerca una banda de malhechores; me
taladran las manos y los pies, puedo
contar mis huesos. R.
Se
reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.
Contaré
tu fama a mis hermanos, en medio de la
asamblea te alabaré. Fieles del Señor,
alábenlo; linaje de Jacob, glorifíquenlo;
témanlo, linaje de
Israel. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6‑11
Cristo,
a pesar de su condición divina, no hizo
alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando
como un hombre cualquiera, se rebajó
hasta someterse incluso a la muerte, y
una muerte de cruz.
Por
eso Dios lo levantó sobre todo y le
concedió el «Nombre–sobre–todo–nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda
rodilla se doble en el cielo, en la
tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
ACLAMACION
ANTES DEL EVANGELIO Flp 1, 8-9
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levanto sobre todo y le concedió el
“Nombre-sobre-todo-nombres”.
EVANGELIO
Pasión
de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos 14, 1-15,
47
[Faltaban dos
días para la Pascua y los Azimos. Los sumos sacerdotes y los letrados
pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S. —No durante las
fiestas; podría amotinarse el pueblo.
C. Estando Jesús
en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer
con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo
derramó en la cabeza. Algunos comentaban indignados:
S. —¿A qué viene este derroche de
perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a
los pobres.
C. Y regañaban a la
mujer. Pero Jesús replicó: Déjenla, ¿por qué la molestan?. Lo que ha hecho
conmigo está bien. Porque a los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden
socorrerlos cuando quieran; pero a mí no me tienen siempre. Ella ha hecho lo
que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Les
aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se
recordará también lo que ha hecho ésta.
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se
presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se
alegraron y le prometieron dinero. El andaba buscando ocasión propicia para
entregarlo.
El primer día de
los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus
discípulos:
S. —¿Dónde quieres que vayamos a
prepararte la cena de Pascua ?.
C. —Él envió a dos discípulos diciéndoles:
Vayan a la ciudad, encontraran un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo,
y en la casa en que entre, díganle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está
la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?»
Les enseñará una
sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la
cena.
C. Los discípulos se marcharon, llegaron
a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo dijo Jesús : Les
aseguro, que uno de ustedes me va a entregar: uno que está comiendo conmigo.
C. —Ellos, consternados, empezaron a
preguntarle uno tras otro:
S. ¿Seré yo?.
C. Respondió: Uno de los Doce, el que
está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del Hombre se va, como está
escrito; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!; ¡más le valdría
no haber nacido!.
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: Tomad, esto es mi
cuerpo.
C. Cogiendo una copa, pronunció la acción
de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo: Esta
es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro, que no
volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el
Reino de Dios.
C. Después de cantar el salmo, salieron
para el Monte de los Olivos. Jesús les dijo: Todos vais a caer, como está
escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.».
Pero cuando
resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C. Pedro replicó :
S. Aunque todos caigan, yo no.
C. Jesús le contestó: Te aseguro, que tú
hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.
C. Pero él insistía:
S. Aunque tenga que morir contigo, no te
negaré.
C. Y los demás decían lo mismo.
C. Fueron a una finca, que llaman
Getsemaní y dijo a sus discípulos: Siéntense aquí mientras voy a orar.
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan,
empezó a sentir terror y angustia, y les dijo: Me muero de tristeza: quédense
aquí velando.
C. Y, adelantándose un poco, se postró en
tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
¡Abba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero no lo que yo
quiero, sino lo que tú quieres.
C. Volvió, y al encontrarlos dormidos,
dijo a Pedro: Simón ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velen y oren,
para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo
las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían
los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió y les dijo: Ya pueden
dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; miren que el Hijo del Hombre va
a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense, vamos! Ya está cerca el
que me entrega.
C. Todavía estaba hablando, cuando se
presentó Judas, uno de los doce, y con él gente con espadas y palos, mandada
por los sumos sacerdotes, los letrados y los ancianos. El traidor les había
dado una contraseña, diciéndoles:
S. -Al que yo bese, es él: prenderlo y
conducirlo bien sujeto.
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le
dijo:
S. —¡Maestro !
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo
prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le
cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo
¿Han salido a prenderme con espadas y palos, como a caza de un bandido?. A
diario les estaba enseñando en el templo, y no me detuvieron. Pero, que se
cumplan las Escrituras.
C. Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo
un muchacho envuelto sólo en una sábana; y le echaron mano; pero él, soltando
la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron a
Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y
los letrados y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior
del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para
calentarse.
Los sumos
sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para
condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso
testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose de
pie, daban testimonio contra él diciendo:
S. —Nosotros le hemos oído decir: «Yo
destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no
edificado por hombres.».
C. Pero ni en esto concordaban los
testimonios.
El sumo sacerdote
se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. —¿No tienes nada que responder?. ¿Qué
son estos cargos que levantan contra ti?.
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El
sumo sacerdote lo interrogó de nuevo preguntándole:
S. —¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios
bendito?
C. Jesús contestó: Sí lo soy. Y verán que
el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre
las nubes del cielo.
C. El sumo sacerdote se rasgó las
vestiduras diciendo:
S. —¿Qué falta hacen más testigos? Han
oído la blasfemia.
¿Qué deciden?.
C. Y todos lo declararon reo de muerte.
Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le
decían:
S. —Haz de profeta.
C. Y los criados le daban bofetadas.
Mientras Pedro
estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro
calentándose, lo miró fijamente y dijo:
S. —También tú andabas con Jesús el
Nazareno.
C. Él lo negó diciendo:
S. —Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo
cantó.
La criada, al
verlo, volvió a decir a los presentes:
S. —Este es uno de ellos.
C. Y él lo volvió a negar.
Al poco rato
también los presentes dijeron a Pedro:
S. —Seguro que
eres uno de ellos, pues eres galileo.
C. Pero él se puso a echar maldiciones y
a jurar:
S. —No conozco a ese hombre que dicen.
C. Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro
se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el
gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.]
Apenas se hizo
de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los letrados y el sanedrín en
pleno, prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron
a Pilato.
Pilato le
preguntó:
S. —¿Eres tú el rey de los judíos?.
C. El respondió:
Tú lo dices.
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de
muchas cosas.
Pilato le
preguntó de nuevo:
S. —¿No contestas nada? Mira de cuántas
cosas te acusan.
C. Jesús no contestó más; de modo que
Pilato estaba muy extrañado.
Por la fiesta
solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal
Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta.
La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre.
Pilato les
contestó:
S. —¿Quieren que lo suelte al rey de los
judíos?.
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se
lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la
gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de
nuevo la palabra y les preguntó:
S. —¿Qué hago
con el que llaman rey de los judíos?.
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. —Crucifícalo.
C. Pilato les dijo:
S. —Pues ¿qué mal ha hecho?.
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. —Crucifícalo.
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la
gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para
que lo crucificaran.
Los soldados se
lo llevaron al interior del palacio —al pretorio —y reunieron a toda la
compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que
habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. —¡Salve, rey de los judíos !.
C. Le golpearon la cabeza con una caña,
le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la
burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para
crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el
padre de Alejandro y de Rulo, lo forzaron a llevar la cruz.
Y llevaron a
Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «La Calavera»), y le ofrecieron
vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus
ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era media
mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: EL
REY DE LOS JUDÍOS. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro
a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un
malhechor.».
Los que pasaban
lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. —¡Anda!, tú que destruías el templo y
lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
C. Los sumos
sacerdotes, se burlaban también de él diciendo:
S. —A otros ha salvado y a sí mismo no se
puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que
lo veamos y creamos.
C. También los que estaban crucificados con
él lo insultaban.
Al llegar el
mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media
tarde, Jesús clamó con voz potente: Eloí Eloí, lamá sabactani. (Que significa:
Dios mio, Dios mio, ¿por qué me has abandonado?).
C. Algunos de los presentes, al oírlo,
decían:
S. —Mira, está llamando a Elías.
C. Y uno echó a correr y, empapando una
esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. —Dejen, a ver si viene Elías a bajarlo.
C. Y Jesús, dando un fuerte grito,
expiró.
El velo del
templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión,
que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. —Realmente este hombre era Hijo de
Dios.
[C. Había también unas mujeres que miraban
desde lejos; entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y
de José y Salomé, que cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y
otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Al anochecer,
como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea,
noble magistrado, que también aguardaba el Reino de Dios; se presentó decidido
ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se
extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si
hacía mucho tiempo que había muerto.
Informado por el
centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a
Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca,
y rodó una piedra a la entrada del sepulcro.
María
Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde lo ponían.]
PLEGARIA UNIVERSAL
Acudamos a Jesús, nuestro Rey y Mesías, nuestro único Salvador, y
sabiendo que sube a Jerusalén para consumar nuestra liberación definitiva,
salgamos a su paso diciendo:
R.- Bendito el que viene en nombre del Señor.
1.-
Porque, das a tu Iglesia el privilegio de vivir y contemplar los misterios de
tu amor. R.
2.-
Porque, consumando tu obra redentora, borraste los pecados del mundo. R.
3.-
Porque, haciéndote hombre, hiciste de nuestra historia una historia de
salvación universal. R.
4.-
Porque fuiste capaz de padecer hasta el extremo y de aceptar con confianza la
voluntad de Dios, tu Padre. R.
5.-
Porque visitas a los agonizantes, das la vida eterna a los difuntos, y nos
regalas el don de la esperanza que no falla. R.
6.-
Porque nos permites acompañarte en tu sacrificio, en tu banquete y en tu
victoria pascual. R.
Adéntranos, Señor, en el misterio de tu amor, haz que te
descubramos presente en nuestras vidas como el enviado de Dios, y escucha
nuestras oraciones de alabanza, suplica y acción de gracias. Tú, que vives y
reinas por los siglos de los siglos.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que por la pasión de tu Unigénito se extienda sobre
nosotros tu misericordia y, aunque no la merecen nuestras o ras, que con la
ayuda de tu compasión podamos recibirla en este sacrificio único. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION Mt 26,
42.
Padre mío, si este cáliz no
puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
ORACION
DESPUES DE LA COMUNION
Saciadnos
con los dones santos,, te pedimos, Señor, que, así como nos has hecho esperar
lo que creemos por la muerte de tu Hijo, podamos alcanzar, por su resurrección,
la plena posesión de lo que anhelamos. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 29: Is 42, 1-7; Sal 26; Jn 12, 1-11.
Martes 30: Is 49, 1-6; Sal 70; Jn 13, 21-33.36-38.
Miércoles
31: Is 50, 4-9ª; Sal 68; Mt 26,
14-25.
Jueves 01: Jueves Santo
en la Cena del Señor: Ex 12, 1-8.11-14; Sal 115; 1Co 11, 23-26; Jn 13,
1-15.
Viernes 02: Viernes Santo
de la Pasión Del Señor: Is 52, 13-53, 12; Sal 30; Hb 4, 14-16; 5, 7-9;
Sábado 03: Gn 1, 1-2, 2; Sal 50; Gn 22, 1-18; Mc 16, 1-7.
Domingo 04: Domingo de
Pascua de la Resurrección del Señor: Hch 10, 34ª.37-43; Sal 117; Col 3,
1-4; (o bien: 1Co 5, 6b-8); Jn 20, 1-9 (o en las misas vespertinas Lc 24,
13-35).
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Par: /Mt/26/01-13 /Lc/22/01-02 /Jn/12/02-11
1. /Mc/15/01-39. J/PASION.
El relato de la pasión y muerte
de Jesús, que constituye, al parecer, la parte más antigua de la tradición
evangélica, fue contado primero y escrito después, desde la fe de los testigos
y para la fe de la iglesia. Por lo cual no debemos leerlo como un informe de
los hechos desnudos, sino más bien como la interpretación de estos hechos a la
luz de la experiencia pascual y del anuncio de los profetas del AT. Ni la
tradición formulada ya sustancialmente en la predicación apostólica, ni los
evangelistas que la recibieron, pretenden hacer una llamada al sentimiento o a
la admiración, presentando patéticamente al "héroe" de la tragedia
que sufre en silencio. No; hacen, eso sí, una apelación a la fe, a nuestra fe.
Su interés, eminentemente teológico, se centra en el significado de la pasión
de Jesús como acto supremo de la historia de salvación. Si la cruz es para los
"griegos" una necesidad y un escándalo para los "judíos",
es para los creyentes la revelación de la misma sabiduría y de la fuerza de
Dios.
V.1.- El sanedrín, tribunal
supremo de los judíos, tenía varias razones para entregar a Jesús a los
romanos: En primer lugar, el sanedrín, aunque podía sentenciar la pena de
muerte, no podía ejecutarla sin que fuera confirmada por el procurador romano,
y esto era evidentemente lo que deseaba. En segundo lugar, si conseguía
implicar a los romanos en el proceso, podría contar también con su guarnición
militar para hacer frente a la eventual oposición del pueblo. Por último, si
Jesús moría ajusticiado por los romanos, sería clavado en una cruz; esto contribuiría
en gran manera a desfigurar la imagen del Nazareno: todos verían en el
crucificado a un hombre que había sido antes arrojado de la comunidad de Israel
y ahora padecía, bajo el poder de los romanos, la muerte que éstos solían dar a
los esclavos. Por estas razones, apenas despuntó el día, cuando comenzaba,
según el derecho romano, el tiempo hábil para administrar justicia, el sanedrín
llevó a Jesús ante Pilato.
V.3.- Los mismos jueces que
habían condenado a Jesús por blasfemo, según ordenaba que se hiciera la Ley de
Moisés, lo denuncian ahora ante Pilato por hacerse llamar "Rey de los
judíos". La pregunta de Pilato supone tal acusación. Conociendo la
proverbial liberalidad de los romanos en cuestión religiosa y el desprecio que
Pilato sentía por las convicciones judías, era de esperar la maniobra del
sanedrín. Y si éste le había condenado ya por blasfemo, también era de esperar
que Pilato lo condenara por ir contra el César. Y aunque Jesús no era ni
blasfemo ni agitador político, lo cierto es que murió por ambas causas. Por eso
y porque era inocente, la muerte de Jesús en la cruz es la denuncia y la
condena tanto de la institución religiosa como del poder político.
V.5.- Jesús no se defiende.
Jesús calla porque sabe que ha llegado su "hora" y que tiene que
morir para que se cumpla la voluntad del Padre. Jesús calla para que todo
suceda conforme a lo que habían anunciado los profetas del Siervo de Yavé (Is
53, 7). Pero Pilato, que no conoce ni la "hora" ni la voluntad de
Dios, se extraña.
V.8.- Pilato quiere
desembarazarse de todo este asunto, pero elige un mal camino: abandona el
terreno de la estricta justicia y entra en el de las negociaciones con la gente
soliviantada y manipulada por la mala voluntad de los sumos sacerdotes. Marcos
supone que un grupo de zelotes, aprovechando el indulto que solía concederse
con ocasión de la pascua, había acudido al pretorio para pedir la libertad de
Barrabás. Este no era un vulgar ladrón, sino un preso político, un zelote o
nacionalista exaltado que había matado a un hombre en una revuelta contra los
romanos. Los otros dos "ladrones" que serían crucificados con Jesús
eran también probablemente zelotes, pues sabemos que el historiador judío
Flavio Josefo llama así a todos los zelotes. "Barrabás" quiere decir
"hijo del padre", y su nombre completo era Jesús Barrabás. Pilato
propone a Jesús de Nazaret como candidato para el indulto pascual, pero el
pueblo elige al otro Jesús.
Sustitución significativa:
Jesús, el hijo amado del Padre, muere en lugar de Barrabás. Por otra parte,
Jesús, que era inocente, no hubiera aceptado un indulto; pero es que además
convenía que el Inocente muriera por todos los culpables y en solidaridad con
todos aquellos que padecen persecución por su amor a la justicia.
Vemos cómo el proceso de Jesús,
quizás indebida pero inevitablemente, se politiza. Hasta el punto que el título
o la causa de su condena será: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos".
v.19.- Después de haber azotado
a Jesús, la soldadesca se divierte con él haciendo gala de su corto ingenio y
de su gran brutalidad. El gobernador romano lo había presentado al pueblo como
Rey de los judíos: los soldados encuentran en ello un buen motivo para mofarse
de Jesús y de los judíos. Los excesos de estos mercenarios en un rincón del
pretorio están en la misma línea que las torturas que se perpetran en tantas
comisarias contra todos los derechos humanos.
V.21.- El único que ayudó a
Jesús a llevar la cruz fue un hombre que venía del campo, un campesino que se
llamaba Simón. Este era padre de Alejandro y Rufo. Aunque este dato no añade
para nosotros nada importante, tiene sentido si pensamos que Marcos escribió su
evangelio en Roma y para los fieles romanos, entre los cuales vivía Rufo con su
madre (Rm. 16, 13). El encuentro de Simón con Jesús, camino del Calvario, fue
para él y toda su familia una hora de gracia.
V.23.- La mezcla de vino con
mirra se daba a los ajusticiados, y era una especie de analgésico. Jesús, que
estaba dispuesto a beber hasta la última gota del cáliz que el Padre le había
preparado, no quiere disminuir en nada su conciencia en aquella hora suprema.
Por eso rechaza el vino mezclado con mirra.
V.32.- Cuando levantaron a
Jesús, clavaron en la cabecera de la cruz el letrero de la acusación, que hasta
ese momento había llevado colgado al cuello. Entonces empezaron a desfilar sus
enemigos en son de triunfo y, meneando la cabeza, unos le recordaban su amenaza
al templo y otros lo denunciaban como falso Mesías. Se repite, pues, la doble
acusación: de blasfemo y de sedicioso político.
V.33.- Los profetas ven en el
oscurecimiento del sol una señal que acompaña siempre al juicio de Dios (Am 8,
9; Is 13, 10; 50,3; Jer 15, 9; Jl 2, 10; 3, 4; 4, 15). Según esto se trataría
aquí de la manifestación de la ira de Dios contra la ciudad y el pueblo que asesina
al Mesías que le ha sido enviado.
V.34.- Con estas palabras
comienza el salmo 22 (21), que tiene un sentido mesiánico. En su contexto
original no implican ninguna duda, ni hay porqué suponerla en la situación de
Jesús. Pero son aquí la expresión de aquella inmensa soledad, en la que sólo
puede encontrarse el que se ha hecho responsable de todo y en favor de todos
delante de Dios. V.36.- Uno de los soldados tiene un gesto de condolencia, le
ofrece a Jesús una esponja empapada con agua y vinagre. Las palabras con las
que acompaña su gesto son desconcertantes. Mateo las pone en boca de los otros
soldados (27, 49).
V.37.- Según Lucas no se
trataría de un grito inarticulado, sino de estas palabras: "Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46; cfr. Sal 31, 6).
V.38.- El sentido salvador de la
muerte de Jesús se muestra inmediata- mente, y el que parecía vencido comienza
a dar señales de victoria: el velo del templo se rasga. Se acabó el viejo culto
y los privilegios de los sacerdotes; ahora todos tienen acceso a la presencia
de Dios en Jesucristo (cfr. Jn 4, 21-24; Heb 5, 19s; 9, 8; 10, 19s).
V.39.- Durante cuatro horas,
este capitán que comanda el piquete de cuatro soldados que custodian a los
reos, ha podido ver el comportamiento de Jesús durante su agonía. Ha visto
también lo que ha sucedido en el momento de su muerte, cuando se ha oscurecido
el sol. Y aunque este fenómeno pudo ser causado naturalmente por el viento
siroco, el capitán, valorando todos los hechos y acordándose del proceso y de
lo que en él se dijo, confiesa: "Realmente este hombre era Hijo de
Dios". Con ello quiere decir que el ajusticiado era inocente y que no era
un embaucador, también que no era sin más un hombre cualquiera. El grano de
trigo ha caído en tierra, ha muerto, y ahora comienza a brotar la espiga. La
muerte no acaba con Jesús ni con la causa de Jesús.
EUCARISTÍA 1985/15
2. RASGOS PECULIARES DE LA
PASIÓN SEGÚN SAN MARCOS. J/PASION/Mc
Literariamente tiene un carácter
netamente descriptivo en el que resalta la simplicidad y concreción de la
catequesis primitiva.
Es una narración de una crudeza
a veces desconcertante. No fue un interés biográfico, histórico o edificante el
que motivó este relato. Sin embargo Marcos aporta gran cantidad de precisiones
históricas. Para él la pasión y la muerte de Jesús no son un mito. Han dejado
su huella en la historia, en el tiempo y en un lugar real: el joven que sigue a
Jesús después del arresto en Getsemaní (14, 51-52); José de Arimatea (15, 43);
Pilato que manda comprobar la muerte de Jesús (15, 44-45).
Los hechos se suceden en un
estilo descarnado, se acentúa el carácter dramático y se detiene en pormenores
que los otros evangelistas o atenúan u omiten. Así en Getsemaní el miedo, la
angustia, la triple petición al Padre para que le libere, el abandono en la
cruz. La narración de Marcos extrema la emoción y la tensión. Utiliza las
palabras que indican el grado extremo de horror y sufrimiento. Pero esto no le
es obstáculo para que, al mismo tiempo, Jesús se dirija al Padre con palabras de
ternura y confianza incondicionales: Abbá, Padre.
En el relato de Marcos hay una
progresiva acentuación de los títulos mesiánicos: Hijo del hombre, Mesías, Rey
de los judíos.
Progresión que culmina en la
profesión de fe de un pagano, el centurión: "Realmente este hombre era
Hijo de Dios" (15, 19).
El evangelio de Marcos se
caracteriza por el secreto y el silencio acerca de Jesús Mesías. Pide secreto e
impone silencio a los demonios y a los enfermos curados. Este silencio durante
la vida, se convierta en la pasión en soledad total. Nadie le acompaña. Todos
le abandonan. Pero a medida que llega la muerte, el silencio y la soledad
terminan y es proclamado Hijo de Dios y Mesías.
Jesús, ante el sanedrín, se
proclama por primera vez Mesías (14, 62) y por ello es condenado a muerte. Al
morir se rasga el velo del templo. Es el judaísmo que, a su manera, reconoce la
divinidad de Jesús. La tradición sobre el velo que se rasga ve en este hecho la
execración del templo.
Esta imagen de Jesús en su
pasión que nos ofrece Marcos, quizá esté más cerca de la sensibilidad y gusto
del hombre de hoy. El libro de los Hechos y las Cartas presentan la pasión y la
resurrección con fórmulas fijas y esquematizadas. De ellas deducen las
enseñanzas soteriológicas y parenéticas. En cambio los evangelios presentan los
hechos como relatos biográficos variados y complejos aunque en orden a una
doctrina.
El relato de la pasión según
Marcos tiene una finalidad claramente teológica. Proclama el acontecimiento
central de la redención en orden a creer en la divinidad de Cristo. Nos invita
a reflexionar sobre los sentimientos y actitudes de los actores del drama. La
actitud de Jesús es de obediencia. Se siente como el realizador de las
expectativas mesiánicas mediante el sufrimiento y la muerte como siervo de
Yavhé. Esta realidad, tan difícil de comprender para los discípulos durante la
vida de Jesús, a la luz de la Pascua pierde su oscuridad. La comunidad
primitiva ve en ella el elemento central del misterio de la salvación e hizo de
ella, junto con la resurrección, el tema central de la predicación. El relato
de la pasión y resurrección que hoy figura al final de las narraciones
evangélicas, en realidad constituyó la base y el punto de partida de la primera
enseñanza apostólica.
La actitud de los fariseos es
una actitud de obstinación. A la autopresentación de Jesús, como príncipes de
paz, se contrapone la dureza extrema de los sacerdotes y fariseos que no sólo
no acogen al enviado sino que traman su muerte.
El juez-Pilato quiere salvar a
Jesús desde una actitud política y sin comprometerse. No consigue su propósito.
El pueblo pide la muerte de Jesús. Barrabás queda libre porque en su lugar se
crucifica a Jesús. Se concede la vida a Barrabás porque Jesús muere en su
lugar. Así nosotros somos llamados a la vida por la muerte de Cristo.
PERE FRANQUESA - MISA DOMINICAL
1985/07
3.- Claramente más breve que los
relatos paralelos, el Evangelio de la Pasión en San Marcos se limita a la
estructura esencial de los acontecimientos. Eso no obstante, está compuesto por
diversos elementos: puede distinguirse, en efecto, una fuente no semítica (14,
1-2, 10-11, 17-21, 26-31, 43-46, 53; 15, 1, 3-5, 15a, 21-24, 26, 29-30, 34-37,
39, 42-46) y una fuente de inspiración semítica y de origen probablemente
petrino (14, 3-9, 12-16, 22-25, 32-42, 45-52; 15, 2, 6-14, 15b-20, 25, 27-28,
31-33, 38, 40-41). Las preocupaciones doctrinales de estas dos fuentes afloran
con mucha frecuencia. La segunda, por ejemplo, refleja la preocupación por
subrayar el aislamiento de Cristo y las burlas y los sarcasmos a los que Cristo
corresponde con el silencio.
* * * *
a) En esta línea subraya el
aislamiento cada vez más completo del Señor, quien ha perdido ya la aceptación
de que había sido objeto por parte de las multitudes y de sus allegados, y la
Pasión le acarreará el abandono de sus propios discípulos. Cada vez que Mateo
nos presenta a Jesús "con" los suyos (Mt. 26, 36; 26, 40; 26, 51),
puede afirmarse que Marcos no repite esa fórmula. En Getsemaní, quienes
hubieran debido velar con El se duermen (Mc.14, 50), y, para ridiculizar esa
huida, Marcos atribuye un interés particular al episodio el joven que huye
completamente desnudo (Mc. 14, 51-52). El aislamiento de Cristo se trasluce a
lo largo de toda la sesión del sanedrín: mientras que se encuentran falsos
testigos contra El (Mc. 14, 56-60), mientras que Pedro proclama su
contratestimonio (Mc. 14, 62-71), no queda más que un solo testigo para
atestiguar "por dos veces" (Mc. 14, 72, exclusivo de Marcos), como
requería la ley judía, en favor de Jesús: el pobre gallo. El aislamiento de
Jesús es, por tanto, absoluto. Hasta su mismo Padre le abandonará (Mc. 15,
34-35), mientras sus discípulos se mantendrán "a distancia" (Mc. 15,
40).
b) El evangelista subraya
igualmente el silencio de Cristo durante su proceso (Mc. 14, 61; 15, 3-4). Al
contrario que Lucas y Juan, no recogerá más que una palabra de Cristo en la
cruz, fiel en esto a su plan de subrayar el "secreto mesiánico" (Mc.
5, 43; 7, 24; 9, 30). Con ese silencio, Jesús quiere significar la distancia
que separa su misión real de lo que las gentes entienden por ella, y el
misterio de su persona de los títulos que se le atribuyen. Marcos se detiene en
la descripción de las burlas y sarcasmos de que Cristo es objeto (Mc. 15,
16-20, 29-32; cf. también 5, 40; 6, 2). Siempre ha sido sensible a la oposición
de los jefes (Mc. 3, 6, 22), y especifica cómo esa oposición ha llevado a
Cristo a la muerte (14, 53-64).
* * * *
El tema del aislamiento
silencioso de Cristo es el eco de la forma en que Marcos defiende la dignidad
mesiánica de Jesús en medio de los ultrajes más escandalosos. La contraposición
entre el rey de los judíos y un revoltoso homicida, la burlesca entronización
real de Jesús en la sala del cuerpo de guardia, las burlas alrededor de la cruz
aíslan a Jesús en sus pretensiones mesiánicas. Pero justamente cuando ha
llegado al colmo de ese aislamiento hasta en la muerte es reconocido por
"Hijo de Dios" (15, 39) en una profesión de fe que, por sí sola,
anula todas las mofas de la multitud y favorece que se constituya un grupo de
discípulos (15, 40-43); estos últimos no estarán distantes de Cristo y muy
pronto formarán su Iglesia.
MAERTENS-FRISQUE - NUEVA GUIA DE
LA ASAMBLEA CRISTIANA III - MAROVA MADRID 1969.Pág. 234 s.
4. J/ABANDONADO
La pasión según Marcos es la
pasión del abandonado. Todos lo abandonan: la gente alegre del día de ramos,
los discípulos, Pedro... ¡y hasta el Padre! Nunca se sintió Jesús tan
incomprendido y tan solo, entregado a la soldadesca (¡el Hijo de Dios cubierto
de esputos y abofeteado!) y tratado como culpable por los jefes religiosos.
Desciende hasta lo más profundo
de la soledad humana. El, que hablaba, que había venido para hablarnos, se
calla. Son impresionantes dos observaciones de Marcos: "¿No contestas
nada?", dice el sumo sacerdote; "¿No respondes?", le dice
Pilato.
Silencio de Jesús. Hay momentos
en los que Jesús no tiene nada que decir, nada que decirnos. Indicó lo que era,
señaló el camino por donde le podemos seguir. Si no lo seguimos, ¿qué puede
decirnos ya? - ¿No me respondes? - No. Estás demasiado lejos. Sólo se está
cerca de mí por medio de actos de amor y de coraje. Si no seguimos a Jesús más
que escuchando religiosamente sus palabras o predicándolas con elocuencia, sin
ponerlas en práctica, somos de los que lo abandonan. Es una verdad muy dura que
nos negamos a aceptar. La meditación de esta pasión tiene que ponernos ante la
exigencia fundamental del evangelio: sólo se "sigue" a Jesús haciendo
lo que él pide.
Pasión de los abandonos y del
terrible silencio de Jesús. Pero también pasión de los tres gritos:
- ¿Eres tú el mesías, el hijo
del bendito? - ¡Lo soy!, grita Jesús, rompiendo el secreto sobre su mesianidad
y su gloria.
Encadenado, humillado, revela
finalmente lo inaudito: "Vais a ver cómo el hijo del hombre toma asiento a
la derecha del todopoderoso, y cómo viene entre las nubes del cielo".
Aquello no podía aceptarse, en aquel lugar y ante aquellos sacerdotes, mas que
como una blasfemia. Pero ¿y nosotros? ¿Con qué fe lo miramos nosotros, en este
momento? Jesús grita en la cruz su confianza: "¡Dios mío, Dios mío!".
Y lo hace luchando contra el sentimiento más terrible de abandono: "¿Por
qué me has abandonado?". Palabra preciosa que ofrece a los que bajan a
esos abismos. Si no hubiera llegado hasta allá, ¿sería el Enmanuel prometido,
el Dios con nosotros? Jesús, contigo puedo gritar en medio del abandono, pero
contigo quiero decir también: "¡Dios mío!" donde creía que ya no
podía decirlo.
El tercer grito de esta pasión
es aquél al que nos conduce Marcos desde el comienzo de su evangelio. Decir:
"¡Tú eres Dios!" no a aquel que electrizaba a la gente, al que fue
transfigurado, sino al condenado en la cruz. Una muerte tal que el centurión
gritó: "Realmente este hombre era Hijo de Dios". Es el lector del
evangelio el que dice esto al final de esta pasión. Pero una vez más: es inútil
decirlo, si esto no nos cambia.
ANDRE SEVE - EL EVANG. DE LOS
DOMINGOS - EDIT. VERBO DIVINO ESTELLA 1984.Pág. 111
5. Mc/PASION:
Los relatos de la pasión no son
simple crónica o página histórica, son catequesis de la comunidad, meditación e
interpretación teológica de los sufrimientos y la muerte de Cristo. Se busca
justificación y sentido a estos hechos, que serán iluminados desde la Escritura
y la experiencia pascual.
No se trata para nada de un
fracaso y de un engaño. Era un camino marcado y aceptado, un camino que, en
conjunto, era querido por Dios y que terminó siendo salvación para el mismo
Cristo y para todos. El relato es más llamada a la fe que a la compasión.
El evangelio de Marcos que hoy
leemos, es el más cercano a los hechos, el más realista. Marcos nos hace sentir
más intensamente el abandono y el desgarro de Jesús. La cruz termina en «un
fuerte grito». Subraya más la angustia de Jesús, su soledad, el miedo y el
abandono de sus discípulos, la burla de los testigos. Se nota más todo el
fracaso de la cruz, que no se ve iluminada ni por la gloria de Juan o la
misericordia de Lucas o las Escrituras de Mateo. Hay incluso más desconcierto e
incredulidad ante las primeras noticias de la Resurrección.
Pero Marcos también ve en la
muerte de Cristo la confirmación de toda su vida y es el centurión quien repite
el gran mensaje de todo el evangelio: «Realmente este hombre era el Hijo de
Dios».
CARITAS - UN AMOR ASI DE GRANDE
- CUARESMA Y PASCUA 1991.Págs. 129
6. Mc/15/01-41
En el relato de la pasión
tenemos la pieza literaria más antigua del evangelio. «Acta del martirio» de
Jesús. Hay que leerla en sintonía de corazón y pensamiento con la comunidad
apostólica que la releía como si se hallase presente en torno a la mesa de la
fracción del pan. Los hechos se contemplan con realismo detallado, objetivo. La
Iglesia los veía aureolados de gloria a través de la experiencia pascual.
Marcos y los demás evangelistas prepararon la historia de la pasión con las
tres solemnes predicciones, para hacernos comprender que Jesús la aceptó
consciente y libremente. Obediente al Padre. En acto de servicio por la
liberación o «rescate» de los hombres.
Todos y cada uno de los hechos
son transparencia de doctrina. La pasión es una cristología. Revelación del
Hijo de Dios. Marcos titula su libro: «Principio del evangelio de Jesús,
Mesías, Hijo de Dios» (1,1). Pero mantiene este título en una gran reserva a lo
largo de toda la obra. Hasta que, ante la cruz, sentimos la fe de la Iglesia
proclamada por boca del centurión: «Verdaderamente este hombre era el Hijo de
Dios» (15,39). La Iglesia apostólica, habitualmente perseguida, se veía en la
pasión del Maestro como en un espejo. Muchas circunstancias están redactadas o
matizadas con intención de ejemplaridad. Con especial atención las injurias,
menosprecios, humillaciones, expolio y abandono. El desprecio social y las
vejaciones, más que el derramamiento de sangre, eran la cruz diaria de los
cristianos. El velo del templo se partió
en dos (38). El hombre ya puede comunicar con Dios sin trabas. Acceso directo
al Padre (Heb 10,19s). Sellada con la sangre que es vida, ha comenzado la Nueva
Alianza (Mc 14,24). La cruz redentora y voluntaria es donación de sí mismo por los
demás hasta el límite. Epifanía de un amor infinito (Jn 13,1). Manifestación,
realmente, del Hijo de Dios. Ser cristiano es compromiso de seguirlo por el
mismo camino. La pasión ilumina el misterio que sólo comprenden los que aman:
que la perfección del hombre se realiza plenamente en el amor-hecho- dolor. San
Pablo lo vivió y enseñó (Gál 6,14): «Lo que es a mí, jamás me gloriaré más que
de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo quedó crucificado
para mí y yo para el mundo».
I. GOMA - LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las
lecturas de la Liturgia de las Horas - Ediciones - CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 900 s.
7. /Mc/15/42-47
Sepultura de Jesús. La menciona
explícitamente el más antiguo kerigma o proclamación apostólica (1 Cor 15,4),
como lo hacemos nosotros cuando profesamos la fe: "fue crucificado, muerto
y sepultado...". Ultimo paso en la vertiente dolorosa de los hechos
pascuales. Complemento, testimonio y memoria de la muerte.
El relato evangélico de la
pasión tiene una estructura redaccional de tres fases, como muchas «actas de
mártires»: arresto, proceso judicial, muerte violenta. El cadáver del mártir es
sagrado. Parientes, amigos o discípulos cumplen la «buena obra» (Mc 14,6-9),
quizá arriesgada, de enterrarlo con honor y con piedad. El Nuevo Testamento nos
ofrece los casos de Juan Bautista (Mc 6,29) y de Esteban (Hch 8,2). Maldito
según la ley (Dt 21,23 y Gál 3,13), habrían echado el cuerpo de Jesús a una
fosa común. La atrevida decisión de José de Arimatea, figura muy apreciada por
los primeros cristianos, consigue rescatarlo. Cede generosamente su propio
sepulcro. Los que analizan a fondo el relato evangélico de la pasión ven que,
en el momento en que fue redactado, algunos de los "lugares" en que
tuvieron lugar los acontecimientos ya eran objeto de veneración y centro de
celebraciones litúrgicas para la comunidad cristiana de Jerusalén. Esta
hipótesis vale sobre todo para el Santo Sepulcro.
El Santo Sepulcro es «monumento»
o memorial de la continuidad indisociable entre el Jesús de la cruz y el de la
gloria. Templo, a la vez, de la muerte y de la vida. Tres siglos más tarde, una
gran construcción basilical albergó sepulcro y calvario dentro de un mismo
recinto. Tuvieron el acierto de dar a todo el conjunto el nombre de "anástasis":
resurrección. La resurrección es muerte liberadora que ha germinado en vida.
Vida humana-y-divina: trascendente, eterna. La sepultura de Jesús fue la espera
silenciosa de un re-nacimiento universal.
La comprensión profunda del
bautismo en la escuela de san Pablo (Rom 6,4; Col 2,I2) contempla en el gesto
significativo de sumergirse y resurgir del agua el misterio de la asociación
personal de cada uno de los creyentes a la sepultura-y-resurrección de Cristo.
Audacia de morir con él en la misma cruz (Gál 2,19s) y caer en tierra como el
grano de trigo (Jn 12,24), seguros por la fe de que el Redentor ha
transfigurado su muerte y la nuestra en un divino nacimiento.
I. GOMA - LA
BIBLIA DIA A DIA - Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas - Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 903 s.
8. /Mc/14/01-31.
Para comprender esta sección,
que tiene como centro la última cena y que nos introduce en el relato de la
pasión, es preciso que reconstruyamos un trasfondo triple. En primer lugar, la
vida entera de Jesús, cuya cima y cuya revelación al mismo tiempo es la última
cena. Efectivamente, la cena no es un gesto aislado e imprevisto, sino que está
fuertemente arraigado en el contexto evangélico: pone profundamente de
manifiesto el significado del "camino" de Cristo, permitiéndonos
captar la tensión interior que lo dirigió desde el comienzo.
En segundo lugar hemos de tener
presente el trasfondo veterotestamentario (especialmente Is 53 y Ex 24, dos
textos con los que hemos de encontrarnos) y la liturgia judía de la celebración
de la pascua.
Y finalmente hemos de tener ante
la vista el marco litúrgico de la comunidad cristiana, en nuestro caso la
comunidad de Marcos. En este trozo del evangelio no nos encontramos solamente
con las palabras y los gestos de Jesús, sino que vemos esos mismos gestos y
palabras encuadrados dentro de la liturgia comunitaria, que es precisamente
donde son recordados y propuestos a la reflexión de los fieles; así pues,
palabras del Señor y reflexiones comunitarias, recuerdo y meditación. Más
concretamente podríamos decir que los gestos y las palabras del Señor se nos
han transmitido dentro de un contexto litúrgico y homilético. Todo esto es ya
de suyo significativo: para las comunidades cristianas el gesto eucarístico no
era simplemente algo que bastaba recibir de la tradición, conservarlo y
transmitirlo con la fidelidad; era más bien un gesto del que había que deducir
un juicio sobre la comunidad.
Por eso mismo el gesto del Señor
quedó inserto dentro de un contexto que llaman homilético, o sea, dentro de un
contexto atento a sacar de él consecuencias para la vida.
-El marco
El marco en que nuestro
evangelista (lo mismo que harán luego Mateo y Lucas) coloca la cena del Señor
no es un simple cuadro exterior, una descripción externa, sino un cuadro que
nos encamina ya a la comprensión del significado interior de aquel
acontecimiento.
PAS/JUDIA: Está cerca la pascua
de los judíos (14, 1) y Jesús desea celebrar la cena pascual con los discípulos
(14, 14); he aquí la primera indicación. Con toda probabilidad la pascua fue en
su origen la forma israelita de celebrar las fiestas de primavera, comunes a
todos los semitas nómadas del desierto. Pero un texto del Éxodo (12, ss)
relaciona esta fiesta de pascua con el gesto de Dios que liberó a los hijos de
Israel de manos del faraón, haciendo morir al propio tiempo a los primogénitos
de los egipcios. De esta manera, la fiesta quedó insertada en la historia de la
salvación (en su origen, como hemos dicho, era una fiesta de pastores) y su
celebración se vio enriquecida con gestos altamente evocadores. Un texto del
Deuteronomio (16, 1-8) subraya más fuertemente todavía la idea de memoria:
"Así te acordarás del día en que saliste del país de Egipto por todo el
tiempo de tu vida." La fiesta estuvo siempre acompañada de un marco
festivo. En tiempos de Jesús la preparación y el adorno de la sala, el vino y
el cordero caracterizaban a la cena pascual como un banquete de alegría. Se
celebraba con gozo la salida de Egipto y la consecución de la libertad. Pero no
se trataba simplemente de una alegría que tenía su origen en un recuerdo; la
fiesta asumió también un carácter de esperanza. La celebración del gesto
liberador de Dios no es solamente recuerdo del pasado ni es solamente alegría
por la libertad que se posee; es también anticipación de la liberación
escatológica. En tiempos de Jesús era muy viva esta dimensión escatológica. La
cena pascual presentaba un doble aspecto, uno dirigido al pasado y otro al
futuro. Pero esta dimensión escatológica quedaba fácilmente contaminada por las
ambiguas esperanzas mesiánicas del pueblo. Y es aquí precisamente -una vez más-
donde radica la novedad de Cristo: el futuro liberador se anticipa y se
significa en una cena que recuerda la cruz y la ofrenda de amor que en ella se
encierra. El camino mesiánico es el de la cruz. Precisamente en este marco
festivo, tan cargado de esperanzas, es donde llega a su cumplimiento el drama
de Jesús. Es un contraste muy fuerte.
Por eso Marcos no dice solamente
que estaba cerca la pascua: dice además que los fariseos habían decidido
"darle muerte" (14, 1-2), pero andaban buscando la manera de hacerlo
sin suscitar la indignación de la gente. Más adelante Marcos señala una segunda
repulsa, la de Judas (14, 10-11): también Judas aguardaba el momento oportuno
para entregarlo. Así pues, el gesto liberador de Dios tiene lugar en un
contexto de repulsa: Jesús está solo en su gesto de entrega, rechazado.
Entre estos dos episodios de
repulsa tiene lugar una escena con los discípulos: el relato de la mujer que
derrama un frasco de perfume precioso sobre la cabeza de Jesús. Pero también es
"discutido" este gesto y Marcos nos recuerda tres interpretaciones.
Algunos ven en este gesto un "derroche": ¡podía servir para los pobres!
¡Como si Cristo, que va a morir, solo y abandonado de todos, no fuera un pobre!
¡Como si no fuera justo "derrochar" un poco de nuestra amistad con
él! La mujer, por su parte, ve en aquel gesto -y por eso lo realiza- un signo
de amor y de respeto, quizás de gratitud, probablemente un reconocimiento
mesiánico (mesías quiere decir precisamente ungido, perfumado). Pero ¿qué
mesías? La interpretación de Jesús es la que revela el significado último,
verdadero, del gesto de la mujer (un significado que aquella mujer no había
comprendido): es un anticipo de sepultura. Jesús es un mesías que va a morir.
Este es el pensamiento que domina a Cristo y que los discípulos sin embargo no
saben interpretar.
-Una entrega por muchos
Después de haber contemplado
este marco, concentremos ahora nuestra atención en los gestos y en las palabras
de Cristo. Los gestos de Jesús -incluso prescindiendo de las palabras que les
acompañan- están por sí mismos cargados de significados: el pan partido, el
vino rojo, el pan y el vino repartidos.
Todo esto indica la muerte
cercana y el don que allí se encierra: una vida entregada, ése es su
significado. Y las palabras que los comentan no pueden hacer más que aclarar
esta idea.
Las palabras de Cristo sobre la
copa se relacionan con la alianza: "La sangre de la alianza". En el
libro de /Ex/24/08, leemos: "Después Moisés tomó sangre, roció con ella al
pueblo y dijo: Esta es la sangre de la alianza". La alianza (ALIANZA/QUE-ES) es, en su aspecto más profundo, el
gesto con que Dios libera a su pueblo y lo elige para sí; también podríamos
decir al revés (las dos formulaciones son equivalentes) que la alianza es el
gesto con que Dios se entrega a su pueblo, dejándose comprometer por él y
convirtiéndose en su liberador y aliado.
Y las palabras que siguen
("derramada por mucha gente") nos recuerdan a Is 53, en donde el
Siervo de Dios entrega su vida por los muchos que lo rechazan.
Para comprender ese "por
muchos" debemos recurrir además a otra frase de /Mc/10/45, donde el
término "rescate" (que ya hemos tenido ocasión de comentar expresaba
la solidaridad más radical: "solidario con", "en lugar de".
Así pues, todos los elementos (recuerdo de la alianza, referencia a Is 53, el
paralelismo con Mc 10, 45) convergen en la definición del "camino" de
Cristo como un hecho de "comunión"; una vida entregada.
Finalmente, después de la
referencia al Antiguo Testamento y al contexto más amplio, el "por"
nosotros (conservado por todas las tradiciones, incluso por Juan) se comprende
en toda su profundidad únicamente si lo colocamos dentro del contexto de
repulsa que hemos descrito anteriormente: rechazado por nosotros, muere por
nosotros. Y conviene observar que el rechazo no viene solamente de parte de los
"suyos": la traición de Judas y más tarde la negación de Pedro (14,
29-31).
Así pues, la cena es
verdaderamente la revelación de la tensión que ha guiado toda la vida de Cristo
(una vida entregada), es una explicación del ministerio de la encarnación y, en
definitiva, una clave de lectura de la historia de salvación como historia de
comunión. Por eso precisamente decíamos que la cena no es un gesto aislado. No
basta con afirmar que Cristo está presente en el pan y en el vino; es preciso
descubrir allí una vida entregada. Y es preciso tomar parte en ella. Obsérvese
entonces cómo el texto habla de sangre bebida, compartida. De la primera
comunión (la de Dios con nosotros) brota la segunda (la comunión entre nosotros
mismos): el camino de Cristo (una vida entregada) define cuál ha de ser nuestro
seguimiento.
Una última indicación: "No
volveré a beber del jugo de la vid hasta el día en que beba vino nuevo en el
Reino de Dios" (14, 25). Se trata de la dimensión escatológica del gesto
de Jesús (y de la celebración cristiana), que en Lucas es todavía más
explícita. El gesto de Jesús señala un "camino" que tiende, no a la
cruz, sino -más allá de la cruz- a la comunión definitiva con Dios. El don es
anticipado, pero tiende a una plenitud. Por eso precisamente "la misma
celebración eucarística no se vive, en la festividad cristiana, como una simple
participación en la presencia de Cristo; está siempre impregnada de la
melancolía del ausente o de aquel que se hace presente sólo a través de una
materia simbólica.
-La traición
En el relato de Marcos es muy
vivo el sentimiento de la traición.
Repitamos que se trata de la
traición de Judas, de la negación de Pedro y del escándalo de todos los
discípulos. Jesús lo expresa de un modo solemne, como si se tratase de una
realidad profunda, que no es posible olvidar: "Os aseguro" (en el
texto original: "en verdad, os digo a vosotros": /Mc/14/18). Y se
refiere además al salmo 41, 10, la plegaria de un hombre abandonado y
traicionado.
Realmente parece descubrirse en
Marcos una insistencia: "uno de vosotros, uno que comparte mi pan",
"uno de los doce"; se trata de una traición de la amistad y de la
elección. Es verdad que esta traición entra dentro de la historia de Dios (y
por tanto no debe escandalizar), pero se debe igualmente a la responsabilidad
del hombre: "¡Sería mucho mejor que no hubiera nacido!"; quizás no
sea éste un juicio de condenación, sino más bien una lamentación y una
advertencia.
Pero el recuerdo de la traición
-que nos conservan todas las tradiciones, incluso la fórmula catequista de 1
Cor 15- ¿qué significado tiene para nosotros? La comunidad cristiana descubre
ante el gesto de Cristo sus propias divisiones, pero al mismo tiempo descubre
que la fidelidad de Dios es más fuerte que estas divisiones. Por eso la memoria
de Cristo es al mismo tiempo juicio y consuelo.
Precisamente en el contraste
entre la traición y la entrega es donde la comunidad ha captado la grandeza del
amor de Dios, su gratitud, su obstinación. Pero ha captado también una doble
advertencia. La comunidad se siente invitada a no escandalizarse, ya que
descubre en su propio seno la traición y el pecado: es una experiencia que
vivió el mismo Jesús y que previó para su Iglesia; la traición acompaña a la
comunidad desde sus orígenes. Y se ve también invitada a no mecerse en una
falsa seguridad y a no presumir de sí misma (como Pedro): siempre es posible el
pecado y no podemos fiarnos de nuestras propias fuerzas.
BRUNO MAGGIONI - EL RELATO DE MARCOS - EDIC.
PAULINAS/MADRID 1981.Pág. 193
9. /Mc/14/32-15/47. J/Mz/PASION J/SOLEDAD
No no es posible analizar
detalladamente el largo relato de la pasión (14, 32- 15, 47). Nos contentaremos
con unas cuantas observaciones generales, útiles para indicar la perspectiva de
Marcos y los temas predilectos de su largo relato. Haremos además algunas
observaciones más detalladas a propósito de la agonía de Getsemaní, con la que
se abre la pasión, y a propósito de la crucifixión, con la que termina.
Marcos es consciente, sobre
todo, de que la pasión no es sólo la conclusión exterior, temporal, de la vida
de Jesús: en ese caso habría bastado con yuxtaponer la narración de la pasión
al relato anterior de su ministerio público. Se trata más bien de la conclusión
interior de la vida de Cristo, de su cumplimiento, de la manifestación de
aquella lógica tan íntima que la movió desde el principio. Esto quiere decir
que Marcos lee la historia de Cristo a partir de la muerte-resurrección, esto
es, de aquel centro que ilumina todo lo que precede y que permite captarlo en
su verdadero significado. Por eso precisamente Marcos prolonga hacia atrás el
tema de la pasión. Están las tres predicciones que desde el capítulo 8 en
adelante van midiendo la narración; estas predicciones no se limitan a prever
la pasión, sino que demuestran que Cristo era consciente de ella y señalan su
significado: una vida entregada, en sustitución, por todos. Pero ya en el
capítulo 3,6 se habla con claridad de la muerte: "Los fariseos fueron a
ver a los partidarios de Herodes y buscaron con ellos la forma de terminar con
Jesús".
Todavía con mayor frecuencia de
como lo había hecho en las páginas anteriores, Marcos recurre aquí a las
Escrituras (sobre todo a Is 53). Esto se explica por dos motivos: el recurso a
las Escrituras, particularmente intenso en el caso de la pasión, existía ya en
la tradición, esto es, en el relato que Marcos ha encontrado y que utiliza en
su narración de los hechos.
Pero además es cierto que el
mismo Marcos parece haber advertido la importancia de esa referencia y que no
sólo recogió, sino que desarrolló la perspectiva que le había ofrecido la
tradición. Efectivamente, la conformidad de la pasión con las Escrituras estaba
en el centro del debate sobre Jesús.
-El camino de Cristo y del
discípulo
Así pues, la pasión está
inscrita en el plan de Dios, está prevista en las Escrituras y hay que leerla a
la luz de las mismas. No se trata de un incidente, sino que es el cumplimiento
de una lógica que ha guiado desde siempre la historia de la salvación. Aquí
está la razón profunda de las desilusiones que han experimentado todos los que
esperaban a un Dios que aplicase una lógica distinta, resolutoria y victoriosa.
Pero aquí está también la novedad y la originalidad del amor de Dios que se
manifestó en Jesús. Las fuerzas hostiles parecen anular la fuerza del amor de
Dios. La historia del amor aparece en toda su debilidad, en toda su inutilidad:
Cristo está solo y abandonado. Esta experiencia se proseguirá en la Iglesia; y
la Iglesia debe recordar que -como Cristo- también ella tiene que acudir a la
oración, al consuelo de Dios y a la certidumbre de la resurrección.
La pasión nos revela los rasgos más
íntimos de Cristo, esos rasgos que se manifestaron durante toda su vida, pero
que ahora se perciben con mayor claridad todavía: la inocencia de Jesús, su
incondicionada obediencia al Padre, su dignidad frente a las acusaciones, su
bondad, su solidaridad con los pecadores, su abandono sin reservas al amor. Lo
decimos una vez más: el peso de las tinieblas parece anular la luz del amor de
Dios; el amor parece inútil. Pero Jesús sigue fiándose del amor; no cede a la
tentación de los zelotes, no cede a la impaciencia de los que querrían hacer
triunfar el amor recorriendo unos caminos distintos del amor mismo (por
ejemplo, el recurso al poder o a la violencia para imponer el amor). Su
reproche a los discípulos que se empeñan en recurrir a la espada supera todas
las ambigüedades. En la cruz Jesús experimenta, hasta las heces, toda la
debilidad del amor, pero no huye de ningún modo frente a esa debilidad; se
abandona por entero al amor. Los hombres lo crucifican, pero él muere por
ellos.
Pero la pasión revela además, en
toda su dramaticidad, la debilidad del discípulo: la incomprensión, el abandono
y la traición. Las expresiones que Marcos utiliza son muy reveladoras:
traicionar, dormirse, huir, abandonar...
Sin embargo, por encima de todo,
está el amor de Cristo, que es más obstinado todavía que la incomprensión del
discípulo y su traición.
-Getsemaní
Es típico de Marcos narrar la
pasión de Jesús (14, 32-42) con toda su crudeza, sin atenuar nada. Así aparece
con toda claridad el contraste del misterio de Cristo: Hijo de Dios, pero
abandonado al sufrimiento.
En la agonía de Getsemaní,
Marcos pone de relieve la "debilidad" de Jesús, su miedo ante el
sufrimiento, su angustia frente a la muerte; Mateo y Lucas se esforzarán más
bien en atenuar todo esto. Los tres verbos que describen la actitud de Jesús
(versículos 33-34) indican desconcierto, angustia, tristeza, casi una
desorientación. Por lo demás, las palabras de Jesús son muy claras: mi alma
está muy triste, hasta la muerte; quedaos conmigo y velad (versículo 34). Estas
expresiones nos remiten al salmo 42, 6 (la oración de un desterrado que se
siente lejos de Señor y abandonado) y a Jon 4, 9 (la amargura del profeta Jonás
que no acaba de comprender los planes de Dios); por muy paradójico que pueda
parecer, hay que decir entonces que la angustia de Cristo no es sólo la
reacción de la "carne débil" (versículo 38) ante la muerte, sino la
desorientación del que se siente abandonado de Dios (a pesar de que sigue
confiando en él) de que choca contra un plan de salvación que parece estar en
contradicción con la fuerza del amor. En esta situación (el evangelio sabe que
es una situación que se repetirá en la Iglesia y en el discípulo) es como nace
la oración. Es una oración que expresa, por encima de todo, confianza, conciencia
de las propias relaciones filiales: "Abba, padre" (versículo 36). Es
reconocimiento del amor del Padre y de su poder, y precisamente por eso se
convierte en súplica: "Para ti todo es posible, aparta de mí esta
copa". Y después del desconcierto y del intento de sustraerse al propio
camino, se renueva otra vez la confianza, el abandono sin reservas, la
aceptación incondicionada: "Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que
quieras tú" (versículo 36). Pero no se trata sólo de la oración; están también
los amigos y Jesús acude a ellos en busca de aliento, de compasión; más el
discípulo no sabe compartir sus sentimientos y no entiende. La soledad de
Cristo es profunda.
De todas formas, también el
discípulo la vivirá más tarde y tendrá que velar y orar también él: dos
actitudes indispensables para superar la prueba (versículo 38).
-La crucifixión. J/SILENCIO Marcos organiza el relato de la
crucifixión (15, 24-39) de forma que resalte la "soledad" de Cristo
en el momento de morir; él es el Justo abandonado. Se trata de un rasgo que se
subrayó ya anteriormente: 14, 50-54. 56-72, etcétera.
Como Getsemaní, la soledad es
tan profunda que en la boca de Cristo vuelve a brotar la oración del justo que
sufre (Salmo 21), que tropieza con el "silencio" de Dios: "Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" En la cruz vuelve sobre Jesús
aquella tentación que le acompañó durante toda su vida, desde el desierto en
adelante. Pero esta vez no la provoca Satanás, sino el pueblo indiferente, los
jefes que se burlan de él, los soldados. Si eres el elegido de Dios, ¿por qué
no te ayuda Dios? ¿No es su "silencio" la prueba de tu error? El
fracaso del camino del amor ¿no es la señal de que la prudencia está en otra
parte? Pero Jesús se abandona hasta el fondo de esta "debilidad" del
amor y precisamente por eso la muerte de Cristo se convierte en el lugar en
donde se revela la fuerza de Dios, ¡la fuerza del amor! Marcos está
profundamente convencido de ello. Por eso termina su relato con dos textos de
un alcance simbólico: la cortina desgarrada del templo y la conversión del
centurión.
La fe nace de Jesús moribundo.
El centurión reconoce al Hijo de Dios en la muerte, no sólo en los milagros. En
el amor que se entrega sin reservas es donde el discípulo debe descubrir el
rostro del verdadero Dios y el camino de la verdadera salvación.
BRUNO MAGGIONI - EL RELATO DE MARCOS - EDIC.
PAULINAS/MADRID 1981.Pág. 207
10. Un político ( /Mc/15/01-15)
Al comenzar el episodio, el
lector no sabe quién es Pilato. No es presentado de antemano. Se deducirá de
sus palabras y sus acciones. Se deducirá de su encuentro con Jesús. El
contraste de este encuentro es vivo: Jesús atado, conducido por las autoridades
religiosas; un prisionero peligroso, puesto que así es conducido. Pilato, el
gobernador, el político, toma la iniciativa y pregunta. Está en su terreno.
Jesús sólo puede ser peligroso para él si es verdad que tiene pretensiones
reales. No le pregunta si se cree que es rey, sino si lo es, es decir, si actúa
como rey. La escena tiene algo de ridículo. Nada en el relato muestra
animosidad por parte de Pilato contra Jesús. Éste responde con una inteligente
ambigüedad: tú lo dices. De nuevo, es preciso interpretar. El lector debe
interpretar: ¿es Jesús rey? Para responder deberá tener en cuenta todo el itinerario
de Jesús, todo el evangelio, buscando sobre todo su focalización. La nueva
pregunta de Pilato es más provocativa: se escuda en las acusaciones de las
autoridades judías. Jesús no entra en su juego y guarda silencio. Pilato se
sorprende y, como una nueva táctica, trata de implicar a la gente en una
elección política y religiosa a un tiempo. Que sea el pueblo el que decida. Y
el pueblo decide. Pilato elude públicamente toda implicación en el caso. Ya no
dice que Jesús es rey, sino «al que llamáis rey». Y, sin embargo, dice el
narrador que Pilato sabe la razón por la que lo entregan las autoridades
judías: por envidia. Se desvela así la trama política. A Pilato no le importa
Jesús, sino sus propias relaciones con los Sumos Sacerdotes. Al final, el narrador
añade una anotación: Pilato quiere complacer al pueblo y entrega a Jesús a la
muerte. Pilato se descubre en el encuentro con Jesús. Jesús, en una nueva
ironía situacional, revela su identidad divina ante alguien que le considera
como algo que se puede usar y tirar.
MERCEDES NAVARRO - SAL TERRAE 1997/04. Pág. 319
11. ACI DIGITAL 2003
1. Dos días: la unción de Jesús,
referida en los vv. 3 ss., tuvo lugar seis días antes de la Pascua (Juan 12,
1).
3. Sobre su cabeza: el Señor se dignó aceptarle esto en concepto de unción para
la sepultura (v. 8) y limosna hecha a El como pobre (v. 6 s.). Véase sobre esto
Juan 20, 7 y nota: "Y el sudario, que había estado sobre su cabeza, puesto
no con las fajas, sino en lugar aparte, enrollado". Es de notar la
reverencia especial para con la sagrada Cabeza de Jesús que demuestran los
ángeles. No quiso Dios que el sudario que envolvió la Cabeza de su Hijo muy
amado quedase confundido con las demás vendas.
En Juan 12, 3 se habla de los pies, como en Luc. 7, 38.
5. Trescientos denarios: más o
menos, el salario anual de un empleado de entonces.
8. Cada vez más a menudo alude
el Señor a su muerte, para preparar a sus discípulos a los tristes
acontecimientos que se acercan.
9. Este Evangelio: expresión
singular y profética, pues sabemos que los santos Evangelios fueron escritos
mucho más tarde.
Confrontado en San Juan 16, 12:
"Tengo todavía mucho que deciros, pero no podéis soportarlo
ahora".
10. Véase Mat. 26, 14 - 16; Luc. 22, 3 - 6.
14. Comer la Pascua, es decir, el cordero pascual prescrito por la Ley. (Ex.
12, 3 ss.). Jesús, que no había venido a derogarla (Mat. 5, 17), no ve
inconveniente en observarla, como lo hizo con la circuncisión (cf. Rom. 15, 8),
aunque El había de ser, por su Pasión y Muerte en la Cruz, la suma Realidad en
quien se cumplirían aquellas figuras; el Cordero divino que se entregó "en
manos de los hombres" (9, 31) sin abrir su boca (Is. 53, 7); el que San
Juan nos presenta como inmolado junto al trono de Dios (Apoc. 5, 6), y que S.
Pablo nos muestra como eterno Sacerdote y eterna Víctima. Cf. Hebr. caps. 5 -
10; S. 109, 4.
21. Judas el traidor es
expresamente condenado por el Señor y entregado a la maldición. Por eso es
imposible creer que se haya salvado. Véase Juan 17, 12; Hech. 1, 16; S. 40, 10. }
Cf. en I Rey. 31, 13.
24. Léase en Mateo 20, 28 y
nota: "Así como el Hijo del hombre vino, no para ser servido, sino para
servir y dar su vida en rescate por muchos". Al saber esto los que, siendo
hombres miserables, tenemos quienes nos sirvan ¿no trataremos de hacérnoslo
perdonar con la caridad hacia nuestros subordinados, usando ruegos en vez de
órdenes y viendo en ellos, como en los pobres, la imagen envidiable del divino
Sirviente?. Nótese que esto, y sólo esto, es el remedio contra los odios que carcomen
a la sociedad. En rescate por muchos, esto es, por todos. "Muchos" se
usa a veces en este sentido más amplio.
No significa aquí: derramada "por obra de" muchos (aunque esto
también sea verdad en el sentido de que todos somos pecadores), sino que se
derrama como un bautismo de redención sobre todos los que lo aprovechen, según
la palabra del Apocalipsis 22, 14 (Vulgata) coincidente con Ef. 1, 7; Col. 1,
14 y 20; Hebr. 9, 12 ss.; 13, 12; I Pedro 1, 19; I Juan 5, 6; Apoc. 12,
11.
27. Véase Zac. 13, 7.
28. Véase Mat. 26, 30 ss.; Marc.
14, 68 - 72; Luc. 22, 31 ss.; Juan 13, 36 ss.; 16, 32.
32. Una iglesia, construida
recientemente, conmemora el lugar de la agonía del Redentor en el huerto de
Getsemaní, situado al este de Jerusalén, entre la ciudad y el Monte de los
Olivos.
36. Véase Mateo 26, 42; Lucas 22, 42. El cáliz significa la pasión. Cf. 10, 38;
Lucas 12, 50.
41. Estas palabras coinciden con
las que el Señor había dicho a Pedro en el v. 37, y nos muestran, como una
lección para nuestra humildad, el grado de inconsciencia de aquellos hombres en
semejantes momentos. La versión que pone los verbos en imperativo resulta
inexplicable ante la palabra que Jesús agrega inmediatamente:
¡basta!".
43. Véase Mat. 26, 47 ss.; Juan
18, 3 ss.
50. Esta huida general, que nos
enseña la miseria sin límites de que todos somos capaces, es también
inexcusable falta de fe en la bondad y el poder del Salvador, pues Él había
mostrado con sus palabras (Juan 17, 12) y con su actitud (Juan 18, 8 s. y 19
s.) que no permitiría que ellos fuesen sacrificados con Él.
Véase Mat. 26, 56 y nota: "Pero todo esto ha sucedido para que se cumpla
lo que escribieron los profetas". Entonces los discípulos todos,
abandonándole a Él, huyeron.
¡Todos!. Es muy digno de observar el contraste entre esta fuga y la escena
precedente. Allí vemos que se intenta una defensa armada de Jesús, es decir,
que si El la hubiese aceptado, obrando como los que buscan su propia gloria
(Juan 5, 43), los discípulos se habrían sin duda jugado la vida por su caudillo
(Juan 11, 16; 13, 37). Pero cuando Jesús se muestra tal cual es, como divina
Víctima de la salvación, en nuestro propio favor, entonces todos se
escandalizan de Él, como Él se lo tenía anunciado (v. 31 ss.), y como solemos
hacer muchos cuando se trata de compartir las humillaciones de Cristo y la
persecución por su Palabra (13, 21). Algo análogo había de suceder a Pablo y
Bernabé en Listra, donde aquél fue lapidado después de rechazar la adoración
que se les ofrecía creyéndolos Júpiter y Mercurio (Hech. 14, 10 - 18).
53. La casa de Caifás estaba en
la parte sudoeste de la ciudad. Había que andar hasta allí unos dos kilómetros.
Según una tradición piadosa, Jesús en este largo trayecto cayó en tierra, a
consecuencia de los malos tratamientos, muchas veces más que las tres caídas
del Vía Crucis. Cf. S. 109, 7.
58. Véase Juan 2, 19: "Jesús les respondió: "Destruid este Templo, y
en tres días Yo lo volveré a levantar".
Gramática recuerda también aquí el templo celestial de Hebr. 9, 11 y 24.
62. "El nombre de Hijo del
hombre, que Jesús mismo se dio, expresa su calidad de hombre, y por alusión a
la profecía de Daniel, insinúa su dignidad mesiánica" (P. d'Ales). Véase
Dan. 7, 13; Mat. 24, 30; 26, 64; S. 79, 16.
64. Es condenado por blasfemia
el Santo de los santos, el inmaculado Cordero de Dios, el único Ser en quien el
Padre tenía puestas todas sus complacencias (Mat. 3, 17; 17, 5). Su
"blasfemia" consistió en decir la doble verdad de que El era el
anunciado por los profetas como Hijo de Dios y Rey de Israel (Luc. 23, 3; Juan
18, 37).
64. Es condenado por blasfemia
el Santo de los santos, el inmaculado Cordero de Dios, el único Ser en quien el
Padre tenía puestas todas sus complacencias (Mat. 3, 17; 17, 5). Su
"blasfemia" consistió en decir la doble verdad de que El era el
anunciado por los profetas como Hijo de Dios y Rey de Israel (Luc. 23, 3; Juan
18, 37).
66. Véase Mat. 26, 69 ss.; Luc.
22, 55 ss.; Juan 18, 16 ss.
72. La caída de Pedro fue
profunda, pero no menos profundo fue luego su dolor. Muchos seguimos a Pedro
negando al Señor; sigamos también la preciosa lección del arrepentimiento, ya
que, como enseña Jesús, el más perdonado es el que más ama (Luc. 7, 47).
1. Pilato era gobernador y
representante del emperador romano, de cuyo imperio formaba parte la Judea. Sin
el permiso del gobernador los judíos no podían condenar a muerte (Juan 18, 31;
19, 6 s.)
10. Véase la nota a Mateo 27, 18: "Porque sabía que lo habían entregado
por envidia". Por envidia: se refiere a los sacerdotes (Marc. 15, 10), contra
cuya maldad apelaba Pilato ante el pueblo. Marcos (15, 11) reitera lo que aquí
vemos en el v. 20 sobre la influencia pérfida con que aquellos decidieron al
pueblo, que tantas veces había mostrado su adhesión a Jesús, a servirles de
instrumento para saciar su odio contra el Hijo de Dios, hasta el punto de
persuadirlo a que lo pospusiese a un criminal (Luc. 23, 18; Juan 18, 40). San
Pedro recuerda al pueblo esta circunstancia en Hech. 3, 14 - 17.
15. Pilato había preguntado a
Cristo qué verdad era aquella de que Él daba testimonio y no aguardó siquiera
la respuesta (Juan 18, 38), que le habría revelado las maravillas de los
profetas (cf. Rom. 15, 8). De esta despreocupación por conocer la verdad nacen
todos los extravíos del corazón. Pilato ha quedado para el mundo - que lo
reprueba sin perjuicio de imitarlo frecuentemente - como el prototipo del juez
que pospone la justicia a los intereses o al miedo. Véase en el S. 81 y sus
notas las tremendas maldiciones con que Dios fulmina a cuantos abusan del poder. }
16. Véase Mateo 27, 27 ss.; Juan
19, 2 s.
21. Marcos no sólo menciona a
Simón, sino también a sus hijos Alejandro y Rufo, conocidos en Roma, donde el
Evangelista escribió su Evangelio (Rom. 16, 13). Esto demuestra que Simón con
su familia se convirtió a la religión cristiana, sin duda como una gracia que
Jesús concedió al que llevaba con Él la Cruz, aunque no lo hubiese aliviado
mucho. Véase Luc. 23, 26 y nota: "Cuando lo llevaban, echaron mano a un
cierto Simón de Cirene, que venía del campo, obligándole a ir sustentando la
cruz detrás de Jesús". Del texto deducen algunos que la ayuda del Cireneo
no hacía sino aumentar el peso de la Cruz sobre el hombro del divino Cordero,
al levantar detrás de El la extremidad inferior.
22. Véase Mateo 27, 33; Lucas 23, 32 ss.; Juan 19, 17 ss.
28. Véase Is. 53, 12; S. 21, 8;
108, 25.
29. Cf. 14, 58; Juan 2,
19.
34. Jesús no padeció a la manera
de los santos mártires, que sufrían confortados por la gracia. Su alma estaba
oprimida por el peso de los pecados que había tomado sobre sí (cf. Ez. 4, 4
ss.), pues su divinidad permitió que su naturaleza humana fuera sumergida en un
abismo insondable de sufrimientos. Las palabras del S. 21, que Jesús repite en
alta voz, muestran que el divino Cordero toma sobre sí todos nuestros
pecados.
36. Sobre el misterio de Elías,
véase 9, 12 s. y nota: Respondióles: "Elías, en efecto, vendrá primero y
lo restaurará todo. Pero ¿cómo está escrito del Hijo del hombre, que debe
padecer mucho y ser vilipendiado? 13 Pues bien, Yo os declaro: en realidad
Elías ya vino e hicieron con él cuanto les plugo, como está escrito en
él". En espíritu S. Juan era Elías, mas no en persona" (S. Gregorio
Magno). Véase Mat. 17, 11 s. ; Mal. 4, 5; Is. 53, 3.
37. El Hijo de Dios muere
emitiendo una gran voz para mostrar que no le quitan la vida sino porque Él lo
quiere, y que en un instante habría podido bajar de la cruz y sanar de sus
heridas, si no hubiera tenido la voluntad de inmolarse hasta la muerte para
glorificar al Padre con nuestra redención (Juan 17, 2; cf. Mat. 26, 42). Los
evangelistas relatan que Jesús murió en viernes y, según los tres más antiguos,
cerca de la hora nona, es decir, a las tres de la tarde.
39. Véase Mateo 27, 54 ss.;
Lucas 23, 47 ss.; Juan 19, 38 ss.
42. Preparación: Los judíos llamaban así el viernes, pues se preparaba en este
día todo lo necesario para el sábado, en que estaba prohibido todo
trabajo.
43. El heroísmo de José de
Arimatea no tiene paralelo. Intrépido, confiesa pública y resueltamente ser
partidario del Crucificado, confirmando las palabras con sus obras, mientras
los apóstoles y amigos del Señor están desalentados y fugitivos. El Evangelio
hace notar expresamente que José esperaba el reino de Dios, en lo cual vemos
que esa esperanza era común entre los discípulos. Véase 10, 35; 11, 10; Mat.
23, 39; Luc. 19, 11; Hech. 1, 6; II Tim. 4, 1; Hebr. 2, 8; 10, 37, etc.