SER AMADOS POR DIOS
COMENTARIO
De la conversación con Nicodemo recogemos la afirmación que puede dar
alimento a más de una meditación: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo
único”. ¿Construimos nuestra espiritualidad sobre este pensamiento de ser
amados? La idea de amar nos resulta más familiar: Señor, te amo, quiero amarte.
Sin embargo es posterior a la de ser
amados. Antes de eso, por ser primero, deberíamos afianzar esta maravillosa
certidumbre: Dios nos ama, Dios me ama. ¿Qué somos entonces, si Dios puede
amarnos?. Más de una vez, esta idea nos hace soñar, pero no acabamos de ver
claro. ¿Tú Señor y nosotros? ¿Qué encuentras en nosotros? ¿Qué ocurre cuando tú
nos miras?. ¿Te conmueves? ¿Te diviertes? ¿Te irritas? Ya el antiguo salmo se
planteaba esta cuestión: “Qué es el hombre para que te acuerdes de él?”. ¿Qué
soy yo a tus ojos, Señor, para que pienses en mí?
Cuando alguien piensa en nosotros, nos sentimos felices. ¿Cómo es que no sentimos esa misma dicha, mil
veces más interesante, ante la idea de que Dios nos ama?. La respuesta es
fácil. Los que nos aman tienen un
rostro, sus ojos nos sonríen, su voz nos conmueve. Pero ¿Dios? ¿Cómo nos mira?. ¡Es tan difícil
imaginarle! ¡Dios es tan silencioso! Apenas dicho esto,
tengo vergüenza de haber hablado así, ¿Cómo puedo olvidar que, para
hablarnos de amor, Dios nos envió su propia palabra? ¿Qué para poder sonreírnos quiso
unos ojos de hombre? “Al verbo de vida, dice Juan, lo hemos visto, lo hemos
oído, lo han tocado nuestra manos, la vida se ha manifestado en él”. ¡La vida
nos ha mirado!.
El secreto de los iconos está ahí: ser mirados por Cristo, ser mirados
con amor por Dios. Esa mirada puede realmente hacernos existir. El hijo mirado con cariño se desarrolla
feliz; el hombre amado, la mujer amada sienten, bajo ese sol, que existen que
son alguien para el otro ¡Sentir, o por lo menos, saber por la fe que yo soy alguien para
Dios!. El ama también a los que me cuesta amar. Pensar en su mirada sobre mí no tiene que llevarme a imaginar un
tú a tú que haga el desierto alrededor de nuestro amor; eso sería perder pronto
ese amor. Yo soy amado por un amor inmenso, en un amor inmenso. “Tanto amó Dios al mundo”. Cuando desprecio a
alguien, cuando le tengo envidia, cuando lo ignoro, me salgo de la revelación
que establece el único espacio en que puede ser amado por Dios; él ama a
todos los hombres, nos ama como pueblo.
Amado por él, comulgo de su mirada de amor a los demás: “Dios no mandó a
su Hijo al mundo para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve”.
R.P. Roland Vicente Castro Juarez
ANTIFONA DE ENTRADA Is 66, 10-11.
Alégrate,
Jerusalén, reúnanse todos los que la aman, regocíjense los que estuvieron
tristes para que exulten; mamaran a sus
pechos y se saciaran de sus consuelos.
ORACION COLECTA
Oh, Dios, que, por tu Verbo, realizas de
modo admirable la reconciliación del género humano, haz que el pueblo cristiano
se apresure, con fe gozosa y entrega diligente, a celebrar las próximas fiestas
pascuales. Por nuestro Señor Jesucristo,
PRIMERA LECTURA
Lectura del segundo Libro de las Crónicas 36, 14-16. 19-23.
En
aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus
infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la
Casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén.
El
Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus
mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos se
burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de
sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto,
que ya no hubo remedio.
Incendiaron
la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos
sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon
de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y
de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo
que dijo Dios por boca del Profeta Jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus
sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los
setenta años».
En
el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la Palabra del Señor,
por boca de Jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que
mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey
de Persia: El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la
tierra. Él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá.
Quien
de entre ustedes pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!».
SALMO RESPONSORIAL (36)
Que no me olvide de ti, Señor.
Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de
Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. R.
Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar, nuestros opresores,
a divertirlos: «Cantemos un cantar de Sión.». R
¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera!. Si me olvido
de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha. R.
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no
pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol
San Pablo a los Efesios 2, 4-10
Hermanos: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó:
estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo -por
pura gracia estáis salvados- nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha
sentado en el cielo con él.
Así muestra en todos los tiempos la inmensa riqueza de su gracia, su
bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Porque están salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a ustedes,
sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda
presumir.
Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que
nos dediquemos a las buenas obras, que él determinó practicásemos.
ACLAMACION ANTES
DEL EVANGELIO Jn 3, 16.
Tanto amo Dios al mundo que entrego
a su Hijo Único. Todo el que cree en Él tiene vida eterna.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio
según San Juan 3,
14-21.
En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: Lo mismo que Moisés elevó la
serpiente en el desiertos así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para
que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no
perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque
Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
se salve por él.
El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está
condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los
hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la
luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad
se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos a Dios, que es rico en misericordia y que en Jesucristo nos ha
llamado a obrar según la ley del amor. Digámosle: R.- Salva a tu pueblo,
Señor.
1.- Para que Jesús, que murió en la cruz para conseguirnos la
reconciliación con Dios, ayude a su Iglesia a mantenerse fiel y a dispensar su
misericordia y su perdón. Oremos. R.
2.- Para que el Hijo de Dios, que dio su vida para reunir en un solo
pueblo a quienes antes estaban distanciados por el odio, consiga de nuestro
mundo el don de la paz, la unidad y el amor. Oremos. R.
3.- para que nuestro Mesías el Salvador, que quiso acoger en su cuerpo
todos los dolores de la humanidad, los reciba hoy, los sane, los santifique, y
haga brotar en los corazones de todos sentimientos de fraternidad y
solidaridad. Oremos. R.
4.- Para que el Señor, que fue colgado de un madero para enseñarnos la
locura del amor de Dios Padre, alcance a todos nosotros una entrega radical, un
espíritu sin fronteras y un corazón nuevo. Oremos.
R.
5.- Para que Jesús, que quiso darse en alimento a sus amigos, ayude a los que hoy celebramos esta
Eucaristía a ser ofrenda generosa para los que tienen hambre física y de amor y
esperanza. Oremos. R.
Señor, Dios que tanto amas al mundo que nos diste a tu Hijo para que
nos salvara de la muerte y del pecado, escucha las suplicas que en nombre de
todos los hombres te hemos presentado, y haz que un día gocemos de tu luz y de
tu verdad. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, al ofrecerte alegres los dones de la eterna salvación, te
rogamos nos ayudes a celebrarlos con fe verdadera y a saber ofrecértelos de
modo adecuado por la salvación del mundo. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ANTIFONA DE
COMUNION Sal
121, 3-4.
Jerusalén está fundada como
ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, a celebrar
tu nombre. Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Oh,
Dios, luz que alumbras a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestros
corazones con la claridad de tu gracia, para que seamos capaces de pensar
siempre y de amar con sinceridad, lo que es digno y grato a tu grandeza. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y
SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes
15: Is 65, 17-21; Sal
29; Jn 4, 43-54.
Martes 16: Ez 47, 1-9.12; Sal 45; Jn 5,
1-3.5-16.
Miércoles
17: Is 49, 8-15; Sal 144; Jn 5, 17-30.
Jueves
18: Ex 32, 7-14; Sal 105; J n 5, 31-47.
Viernes
19: 2Sam 7, 4-5ª.1214ª.16; Rm 4, 13.16-18.22; Mt 1,
16.18-21.24ª (o bien Lc 2, 41-51ª).
Sábado
20: Jr 11,
18-20; Sal 7, Jn 7, 40-53.
Domingo
21: Ez 31, 31-34; al 50-, Hb 5, 7-9; Jn 12, 20-33.
COMENTARIOS AL
EVANGELIO
Jn 3. 14-21
Ver evangelio de TRINIDAD, ciclo A: Jn 3, 16-18
"Tanto amó Dios al
mundo". Esta es su credencial y con ella se presenta desde la primera
página de la Biblia. Por amor anda Dios en busca nuestra por los caminos del
mundo. El autor del texto que hoy leemos hace especial hincapié en ello, como
si quisiera hacer frente a un modo distinto de presentar a Dios, a un modo que
concibiera a Dios como juez rencoroso y buscador de muerte.
Pero Dios no dicta
sentencia contra nadie. Esto es algo que cada uno hacemos contra nosotros
mismos con nuestra incredulidad de creyentes, un modo paradójico de ser, más
hondo y complejo de lo que nosotros calificamos como malas obras. Estas, las
malas obras, nunca estarán bien, por supuesto. Pero de ello podemos ser
suficientemente conscientes y salir. Basta que poseamos una conciencia no
fanática. Ceguera, exaltación, intolerancia: esto es lo realmente preocupante y
grave, porque la conciencia fanática siempre se considera vidente, más aún,
clarividente.
Hagamos el esfuerzo de leer
la última parte del texto de hoy desde la referencia de /Jn/09/41:
"Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro
pecado sigue ahí". Sin esta referencia corremos el riesgo de encaminar la
"la luz y la verdad" por la dirección fanática, que es exactamente la
contraria de por donde discurre el creer en el nombre del Hijo único de Dios.
Creer en el nombre del Hijo es una expresión para decir creer en lo que el Hijo
es y significa.
ALBERTO BENITO - DABAR
1988/19
2. EV/SINOPTICOS. LOS SINÓPTICOS REFLEJAN MEJOR cómo ERA
JESÚS; JUAN REFLEJA MEJOR lo que era JESÚS. PONE EN SUS LABIOS LO QUE NUNCA
DIJO PERO QUE EN REALIDAD ERA.
VE/NO-V-FUTURA:
VIDA ETERNA NO SIGNIFICA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE. ES LA VIDA PROPIA DE UNA
EXISTENCIA FELIZ. DE UN TIEMPO Y DE UN MUNDO NUEVO.
El domingo pasado decíamos
que Juan entendía la expulsión de vendedores y cambistas como
eliminación-sustitucion del Templo por Jesús. En el texto de hoy el autor
profundiza en el significado de este Jesús que sustituye al Templo. Lo hace
sirviéndose de un diálogo entre el propio Jesús y Nicodemo, autoridad
religiosa. Por lenguaje y temática, este tipo de diálogos son característicos
del cuarto evangelio. En los evangelios sinópticos Jesús habla de una manera
muy distinta.
Jn/SINOPTICOS:
¿Quién nos da, pues, la versión más fidedigna del personaje? Uno y otros, pero
a distintos niveles. Los sinópticos, a nivel de lenguaje real; Juan, a nivel de
significado. Los sinópticos reflejan mejor COMO era Jesús; Juan refleja mejor
LO QUE ERA Jesús. En Juan hay más cantidad de mediación interpretativa que en
los sinópticos. Y a este plus de mediación interpretativa Juan le da forma
hablada, poniendo en los labios de Jesús lo que Jesús nunca dijo, pero que en
realidad era. Por eso, al comentar un diálogo de Juan, es más exacto hablar de
significado de Jesús que de palabras de Jesús.
El diálogo de hoy presupone
el texto de /Nm/21/09: "Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en
un estandarte". Fue una medida salvadora. "Cuando una serpiente
mordía a uno, éste miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado". El
correlativo de la serpiente de bronce en el estandarte es Jesús en la cruz; el
correlativo de mirar es creer. Jesús tiene que ser levantado en alto. ¡Honda y
misteriosa necesidad! Para que al levantar la vista hacia esa altura quedemos
salvados. El autor habla en perspectiva de presente. VIDA ETERNA no significa
lo que nosotros solemos llamar vida después de la muerte. En la expresión de
Juan, eterno no se contrapone a temporal. Vida eterna es sinónimo de calidad de
vida; eterno designa plenitud, totalidad. Vida eterna es la vida propia de una
existencia feliz, de un tiempo y un mundo nuevo. Jesús levantado en alto hace
posible este tipo de existencia para todo el que levanta sus ojos hacia él,
para todo el que cree en él. El designio del Padre, continúa Juan, su voluntad
es que tengamos una existencia así. Parece un sueño.
Sólo con pensarlo un
indescriptible relajamiento se apodera de uno. Jesús levantado en alto acaba
con toda situación y sensación de existencia echada a perder. Existencia echada
a perder es lo contrario de vida eterna.
No sé por qué extrañas
razones los humanos estamos empeñados en hacer de Dios un contrincante que está
a nuestro acecho. Debería bastar esta página de Juan para convencernos de lo
contrario. Lo mismo habría que decir sobre nuestra idea de Dios como juez
futuro. Incluso la traducción litúrgica parece favorecer esta perspectiva de
juicio futuro.
No SERA condenado es una
muy mala traducción del original griego, a no ser que este futuro sea entendido
en un sentido puramente lógico. Pero para evitar ambigüedades sería mejor
traducir: el que cree en él no queda condenado, al que cree en él no se le
condena.
No debemos perder de vista
el punto de partida: mirar a la serpiente levantada en alto suponía la
curación. Lo contrario es igualmente válido: dejar de mirar a la serpiente
suponía no curarse. Es decir, excluirse uno a sí mismo de ser curado. Esto es
exactamente lo que dice Juan cuando escribe que los hombres han preferido la
tiniebla a la luz. Lo cual significa que el hombre es el único responsable de
su destino y que Dios no es ni su contrincante ni su juez. Dios es
sencillamente un padre, cuyo hijo único ha sido levantado en lo alto de una
cruz. Pero para fortuna nuestra, al mirar a este hijo quedamos salvados.
A.- BENITO - DABAR 1985/18
3. REDENCION/EXPIACION D/SADICO:
TEOLOGÍAS POCO AFORTUNADAS QUE PRESENTAN A UN DIOS NECESITADO DE DESAGRAVIOS
SANGRIENTOS.
Habrá que evitar ciertas
teologías poco afortunadas que presentan a un Dios necesitado de desagravios
sangrientos por las ofensas de los hombres y que manda a su Hijo para que le
ofrezca su sangre, de valor infinito.
Una presentación adecuada
podría ser constatar que el camino de los hombres andaba desencajado, alejado
de Dios, incapaz de romper el círculo de pecado. Y sólo el propio Dios podía
romper ese círculo infernal. Y el Hijo de Dios se hace hombre, el propio Dios
viene a vivir esa débil y confusa situación humana. Y la vive del modo como
Dios vive las cosas: como un acto absoluto, pleno, constante, de amor. Vivir
así, en este mundo nuestro lleno de mal y de pecado, significa acabar
perdiendo. Y Dios pierde, Dios muere. Pero EL CIRCULO SE HA ROTO, LA FUERZA DEL
PECADO NO HA PODIDO CON LA FUERZA DEL AMOR, AUNQUE EL PRECIO QUE EL HIJO DE
DIOS HA TENIDO QUE PAGAR HAYA SIDO EL PRECIO MAS ALTO que pueda pagarse: su
vida, su sangre. Y eso es la redención: la entrega absoluta del Hijo de Dios ha
hecho que el pecado no domine ya definitivamente. El que cree en él, el que se
acerca a la luz, ya no es reo de la condena por el pecado; el que cree en él,
el que se acerca a la luz, después de la muerte hallará vida.
J. LLIGADAS - MISA
DOMINICAL 1988/06
4. FE/SV/JUICIO
Jesús, pues, no es juicio
sino salvación. Dios no es el que juzga, sino el que salva. La salvación tiene
lugar por la fe. En cambio, "el que no cree ya está juzgado, porque no ha
creído en el nombre del Hijo único de Dios". La luz es dada a todos
(ilumina a todos los hombres: Jn 1,9), pero "los hombres prefirieron la
tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas".
El evangelista va
penetrando en el misterio y apunta al corazón mismo de cada persona y a su
libertad, que se auto-expresa y se auto-decide con su comportamiento, y así se
deja iluminar (¡y salvar!) por la luz, o bien la aborrece y se aleja de ella.
Nosotros nos guardaremos
mucho de distribuir condenas, pero exhortaremos a los creyentes (y nos
exhortaremos a nosotros mismos) a prestar atención a nuestras obras, pues ellas
nos expresan y nos abren (o cierran) a la luz salvadora que "resplandece
en las tinieblas" (Jn 1,5).
J. TOTOSAUS - MISA
DOMINICAL 1991/05
5.- Así tiene que ser
elevado el Hijo del hombre (evangelio). El levantamiento de Jesús es a la vez
su muerte en cruz y su glorificación; es fruto del rechazo del mundo y
atracción salvadora de todos los hombres; Jesús es elevado (para morir) por el
mundo y es elevado (para salvar) por el Padre; por eso no le ha compadecido:
"para que todo el que crea en él tenga vida eterna". Jesús elevado,
atrae a todos los hombres; es la luz verdadera que ilumina a todos. Hacia ese
Jesús elevado en señal de oprobio nosotros levantamos nuestros ojos de la fe
para tener vida eterna: reconocemos en él el amor salvador del Padre y el amor
fiel y salvador del Hijo; porque tampoco el Hijo no se ha compadecido, no ha
amado tanto su vida que la quisiese guardar sólo para él, sino que ha aceptado
perderla, es decir, entregarla al Padre y a todos nosotros. Y, no obstante,
siempre estamos tentados de preferir más las tinieblas que la luz, por miedo a
que no ponga de manifiesto nuestras obras. En esta doble atracción de la luz
salvadora, pero denunciadora, y de la tiniebla, oscura pero protectora, se
juega toda nuestra vida. ¿Hacia dónde nos inclinamos? ¡Creamos en el amor! (1
Jo 4,16). ¡Dejémonos atraer por el Hijo del hombre elevado sobre la tierra!
¡Caminemos hacia la luz!
J. TOTOSAUS - MISA
DOMINICAL 1991/05
6. CZ/GLORIA
Juan utiliza la narración
de la serpiente de bronce, elevada por Moisés en el desierto (Núm 21, 8s), como
figura que ilustra proféticamente lo que sucede en la "elevación" del
Hijo del Hombre en la cruz. A este respecto, destaca sólo tres puntos de
conexión: la "elevación", la fuerza salvadora y el plan de Dios que
tenía que cumplirse. Importancia especial tiene la "elevación",
palabra utilizada en doble sentido: elevación a la cruz y elevación a la
diestra del Padre. Por esta razón nosotros hubiéramos preferido traducir el
original por la palabra "exaltación". Juan ve en la crucifixión -y no
después de ella- el momento culminante de la vida de Jesús, la
"hora", de su glorificación. La "exaltación" es el tránsito
de Jesús del mundo al Padre, la Pascua.
La salvación viene del Hijo
del Hombre exaltado en la cruz: "Cuando yo sea levantado sobre la tierra,
atraeré a todos hacia mí" (12, 32). Creemos que es así, porque conocemos
que éste es el plan de Dios, cuyo objetivo no es otro que dar vida a los
creyentes, glorificando con ello a su Hijo (17,2; cfr. 13, 31s). El versillo
debiera traducirse: "para que todo el que cree tenga vida eterna en
él".
El plan de salvación no
tiene otro fundamento que el incomprensible amor de Dios al "mundo",
esto es, al mundo de los hombres, que habían quedado sin "vida" por
su culpa.
Llevado por su amor al
mundo, Dios salta el abismo que nos separaba de él y se aproxima a nosotros,
para darnos lo que más quiere: su "único Hijo". Más aún, entregando a
su único Hijo a la muerte para que nosotros tengamos vida. En esto se
manifiesta que Dios es amor. El mejor comentario a este texto lo hace Juan en
su primera carta (4, 9s).
Se contrapone aquí
"perdición" (o muerte) y "vida", lo mismo que en el
versillo siguiente "condenación" (o juicio) y "salvación".
El hombre sólo puede
escapar de la perdición y de la condena, si, creyendo en Jesucristo, recibe la
vida y la salvación. Dios envía a su hijo para salvar al mundo y no para
condenarlo, Dios quiere la salvación de todos los hombres, y Jesús es, como
afirma la Samaritana, el "salvador del mundo" (4, 42). Frente a
cualquier dualismo de buenos y malos, Dios ofrece a todos la salvación y no
sólo a una minoría privilegiada.
El nombre del Hijo único de
Dios es "Jesús", que significa "Dios salva". Creer en el
"nombre", es creer en la misión salvadora de Jesús. Dios quiere la
salvación de todos; si, no obstante, algunos se condenan es porque no creen en
el nombre de su hijo y rechazan la salvación.
Es característico de Juan
lo que se ha llamado "escatología presente", esto es, el considerar
el juicio de Dios como algo que acontece ya cuando el hombre resiste al
Evangelio con su incredulidad; pues el que no cree, a sí mismo se condena y se
priva de la última oportunidad de alcanzar la vida. Según esto, lo que llamamos
"juicio final" no sería otra cosa que la confirmación divina de
aquella sentencia a la perdición y a la muerte.
Frente a las
"tinieblas", que se presentan aquí como una personificación del mal,
se alza la "luz" que es el mismo Hijo de Dios en persona (1, 4s). La
venida de la "luz" al mundo denuncia la existencia de las
"tinieblas" y, aunque el hijo de Dios no viene a juzgar a nadie, su
presencia establece inevitablemente un juicio. La "luz" -y, por lo
tanto, la proclamación del evangelio- cuestiona a los hombres y les obliga a
decidir entre la fe y la salvación, o la incredulidad y la perdición. Muchos se
deciden por la incredulidad, porque sus obras no son buenas.
Se habla aquí de
"hacer la verdad"; pues para Juan la verdad, lo mismo que la mentira,
no son dos teorías opuestas, sino dos modos contradictorios de vivir. Los que
obran perversamente se oponen a la verdad con la mentira de su vida y esconden
sus malas obras huyendo de la luz. En cambio, los que hacen la verdad buscan la
luz, para que se vean sus obras buenas.
EUCARISTÍA 1988/13
7.- Las palabras de Jesús a
Nicodemo -el primero de los discursos que hallamos en el evangelio de Juan-
expresa en forma resumida los principales temas de la revelación de la que
Jesús es portador.
Partiendo de la misión de
Jesús, el Hijo del Hombre, el fragmento de hoy habla también del Padre que
envía el Hijo al mundo y termina con la postura que toman los hombres ante esta
oferta de salvación por parte de Dios.
1. La misión que Jesús ha
recibido consiste en dar al hombre "vida eterna", la misma vida de
Dios, que proviene del "agua y del Espíritu" (cfr. versículo 3) y que
se concede a los hombres en virtud del Hijo del Hombre elevado. Ser elevado
significa para Jesús no sólo la cruz y la muerte, sino también su resurrección
y exaltación junto al Padre (los sinópticos expresan eso mismo diciendo:
"El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho,... ser ejecutado y resucitar
a los tres días": cfr. Mc 8, 31). El don del Espíritu, íntimamente unido a
la glorificación de Jesús (cfr.Jn 7, 37-39) es fuente de vida eterna,
definitiva, para cuantos creen en El.
2. Los versículos 16 y 17
("Tanto amó Dios al mundo...") explican la misión de Jesús, el
Mesías, partiendo de Dios, puesto que es El quien tiene la iniciativa de
intervenir en la historia. Jesús es "el que bajó del cielo" (cfr.
versículo 13) o "el Hijo que Dios entregó al mundo". Nótese en estos
dos versículos el fuerte contraste entre perecer/tener vida eterna y entre
condenar al mundo/salvar al mundo.
Dios se desprende de su
"Hijo único" (cfr. Gn 22, Abrahán dispuesto a desprenderse de su
"hijo único" Isaac: domingo segundo de Cuaresma) para que los que
creen en él "tenga vida eterna", "para que el mundo se salve por
él". El móvil de Dios es totalmente positivo y universal. Y este propósito
brilla en la vida entera de Jesucristo, pero se manifestará de modo especial
cuando sea elevado, entonces, "cuando yo sea elevado sobre la tierra,
atraeré a todos hacia mí" (cfr. Jn 12, 32, evangelio del próximo domingo).
3. Poco a poco, el texto
termina por referirse a la postura que los hombres toman ante Jesucristo y
aparecen, de modo semejante al prólogo del evangelio, los temas de la luz y las
tinieblas, íntimamente unidos al de la vida. En el prólogo se decía que
"en la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres"; el
texto de hoy identifica el rechazar a Cristo, donador de vida eterna, con
preferir la oscuridad a la luz.
La vida entera de Jesús es
un gran resplandor ante el cual se pone de manifiesto lo que cada hombres es:
cada uno es juzgado y es salvado o condenado no porque el amor de Dios haga
excepciones, sino según la actitud personal de cada uno. Se condena aquel que
"obra perversamente", el que persevera voluntariamente en el mal, no
el pecador ocasional.
J. ROCA - MISA DOMINICAL
1982/06
8. A-D/FE
El evangelio es un anuncio.
Es Buena Noticia. Cuando Jesús habla de Dios, narra historias y parábolas.
Porque sólo las historias permiten adivinar el comportamiento incomprensible de
Dios.
Cuando habla de Dios, Jesús
realiza gestos y acoge en su mesa a los pecadores y a las gentes
insignificantes. Porque sólo los gestos muestran lo que hace vivir a Dios.
"Tanto amó Dios al mundo...", comentará Juan en su ancianidad.
"Tanto amó Dios al
mundo..." (/Jn/03/16): ésta es la única confesión
de fe que estamos obligados a profesar para ser fieles a la herencia que se nos
ha dado. Dios ama al mundo con un amor incomprensible e inconmensurable. El
Dios que revela Jesús no es un Dios al estilo de los hombres, ni el que
garantiza el orden del mundo, ni una superpotencia, ni un super-ingeniero
vigilante del escenario y del plan del mundo, ni el guardián del orden social o
moral. Dios ama: no se puede pensar en El sin darle ese predicado que
impresiona tan profundamente al corazón del hombre hasta en sus fibras más
íntimas: Dios es amor. Sólo Jesús, ese Jesús
cuya palabra y cuyos gestos conducen a la cruz, sólo Jesús crucificado podía
dejar sospechar esto: Dios es amante. El Dios de los filósofos nos diría:
"Hay lo que hay: el azar y la necesidad; busca y encuentra". El Dios
de los sabios nos diría: "Aguarda y verás: encontrarás la Verdad". El
Dios de los moralistas nos diría: "Es preciso, debes hacer esto, ésta es
tu obligación". El Dios de los ideólogos nos diría: "¿Qué has
construido? ¿Cuál es tu combate?" El Dios de Jesucristo, por ser amor, nos
dice solamente: "¿Quieres?" Un "¿Quieres?" que desarma y
está desarmado. Dios está desarmado y es infinitamente pobre; la misericordia
es, ante todo, una súplica de Dios: "Déjame amarte". Pero su palabra,
"¿quieres?", nos desarma, porque su misericordia es el cuestiona-
miento más radical que se nos podía hacer. Desarmante y desarmado; así es Dios;
sólo unas historias y unos gestos pueden hacernos atisbar la interpelación que
nos toca en lo más íntimo de nosotros mismos y nos permite vislumbrar lo que El
quiere decirnos: "Yo os amo: ¿y vosotros?".
SIGUIENDO EL LECCIONARIO
FERIAL - SEMANAS XXII-XXXIV T.O. EVANG.DE LUCAS
SAL TERRAE/SANTANDER
1990.Pág. 154
9.- Jn/03/16: "Tanto
amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo Unigénito".
¡Profundas palabras, en las
que el alma debe abismarse! Dios da.
Este es el hecho
fundamental de nuestra fe; sobre él descansa la revelación. De Dios sólo
sabemos que da; se nos da a Sí mismo.
Pues Dios no tiene algo,
sino que El lo es todo. Si da, sólo puede darse a Sí mismo; y con El se nos da
ciertamente todo. En todo lo que recibimos como don de la naturaleza o regalo
de la gracia se da Dios a Si mismo. Y sólo en la medida en que lo reconocemos,
poseemos lo que nos es dado. Todo lo que nos es dado puede sernos arrebatado de
nuevo. Pero somos poseedores del don en tanto que reconocemos a Dios como la
fuente de lo que nos da.
Dios se convierte en don.
Primero, dentro de su mismo Ser; pues al engendrar a su Hijo, se da a Sí mismo.
Y el Hijo, al reconocer y amar a su causa generatriz, se vuelve a dar al Padre.
La tercera persona divina, el Espíritu vital que sopla y fluye por doquier, el
Espíritu Santo, es don entre Padre e Hijo. Pero el amor generoso de Dios sale
de Sí mismo; en el Hijo se entrega al mundo. El Padre "da al Hijo"
para la encarnación, la pasión y la muerte; para que su muerte borre los
pecados del mundo, dejando en él lugar para Dios, que se entrega al mundo.
Pero esto no basta; es
preciso que los recipientes estén vacíos.
Cuando Dios se da, es
demasiado grande para que un hombre pueda comprenderle y poseerle. Es un don de
tal categoría, que el mismo don nos concede la gracia de recibirlo. Nuestra
naturaleza, aunque creada a imagen de Dios, no puede llegar a eso. Dios ha de
dilatarla, elevarla. Más aún; ha de crearnos de nuevo, ha de darnos parte en su
propia vida divina, en su Espíritu, para que nosotros podamos comprender y
recibir lo que sobrepasa nuestra naturaleza. Con los dones divinos nos otorga
la fuerza, también divina, para comprenderlos y guardarlos; la "virtus
divina" que corresponde al "donum Dei". Esta fuerza para recibir
y guardar los dones, es ya parte del don mismo, es un principio de la vida
divina que ha de sernos dada; en una palabra, es la fe, que se nos da como
comienzo de la vida divina en nosotros y cuya plenitud atrae sobre nosotros.
EMILIANA LÖHR - EL AÑO DEL
SEÑOR - EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO II - EDIC.GUADARRAMA MADRID
1962.Pág. 208 s.
10.- Este Evangelio está
sacado del comentario añadido por Juan al relato de la conversación de Nicodemo
y Jesús, una conversación que constituyó una iniciación a la fe (cf. Jn 3,
1-15) y Jesús subrayó que no basta con ver los signos: hay que "ver"
su persona, especialmente en su papel de mediador levantado sobre la cruz y en
la gloria. Esta visión de Cristo no puede obtenerse sino mediante un nuevo
nacimiento.
Juan prosigue esa
iniciación en la fe evidenciando, por encima de la persona de Cristo, la
persona de su Padre y el designio salvífico peculiar suyo.
a) Juan no emplea aún la
Palabra "Padre" para designar a la primera persona de la Trinidad,
sino solo la Palabra "Dios". Sin embargo, si la paternidad de Dios
apenas es aludida, sus relaciones de amor con el Hijo aparecen ya claramente en
la expresión "Hijo único" (vv. 16, 18). Además, la paternidad de Dios
sobre el mundo queda igualmente esbozada en el don de lo que tiene de más
querido (v. 16) y en el otorgamiento a los hombres de su vida eterna.
b) Este gesto paternal de
Dios que es el envío del Hijo entre los hombres se transforma también en
juicio: da nacimiento a quien cree y condena a quien no cree (v. 18). En
relación con este tema del juicio saca Juan la conclusión de la entrevista
entre Nicodemo y Jesús (vv. 19-21), recordando además el comienzo de esta
entrevista.
Juan 3, 2: Nicodemo viene a
Jesús.
Juan 3, 2: Tú has venido
como maestro.
Juan 3, 2: si Dios no está
con él.
Juan 3, 2: viene de noche.
Juan 3, 21: quien hace la
verdad, viene a la luz.
Juan 3, 19: la luz ha
venido.
Juan 3, 21: sus obras en
Dios.
Juan 3, 19: han amado las
tinieblas.
Este cuadro permite medir el
camino recorrido en la iniciación de Nicodemo en la fe. Este último creía
encontrarse en presencia de un doctor: lo que encuentra es la luz del mundo.
Vivía a ocultas, de noche, y se ve obligado a elegir entre la luz y las
tinieblas.
Basándose en los milagros
de Cristo creía que Dios estaba "con" este último, y he aquí que
descubre que Dios está "en" él.
c) El comienzo del v. 21
hay que traducirlo por "hacer la verdad", y no solo por "obrar
en la verdad". La expresión es, ciertamente, difícil. La verdad puede
conocerse como objeto de saber, y hacer obrar, como motora de actitud. Pero se
trata tan solo de una verdad-teoría que se opone a la práctica o, al menos, se
diferencia de ella.
De hecho, en el lenguaje de
San Juan (Jn 1, 17; 14, 6; 18, 37) la verdad designa la manifestación de lo que
está oculto; algo así como la palabra misterio en San Pablo. La verdad es,
pues, la profundidad de nuestro ser, allí donde el acontecimiento adquiere su
peso de eternidad, allí donde la angustia es superada por el valor de ser. Para
San Juan, esa verdad "viene", es alguien, "se hace", porque
es una manera de ser no solo en el fondo de sí, vinculada a la persona de Jesús
y capaz de modificar el comportamiento.
Se comprende entonces que
Juan asocie verdad y juicio, porque la decisión en pro o en contra de la verdad
es cuestión de vida o muerte, de descubrimiento del fundamento de la vida y de
todas las cosas o de superficialidades y de banalidad.
La esperanza de los
primeros cristianos salidos del judaísmo se refería a un Mesías-Juez, un
"Hijo del hombre" (v. 13) con la misión de separar a los buenos de
los impíos, a los judíos de los paganos. Pero ese juicio no llega: parece que
ya no se puede esperar nada del exterior para juzgar a la humanidad.
Juan viene a confirmar esa
impresión: el juicio de Dios no es una operación exterior distinta de la
presencia de Cristo entre los hombres. Puesto que posee la clave de la
existencia humana por cuanto no es tan solo Hijo del hombre, sino Hijo de Dios
(v. 18), Jesús, por efecto de su sola presencia frente a mí, me obliga a
aceptar o a rechazar el adentrarme hasta el fondo de mí mismo, allí donde vivo
en comunión con El, en apertura a Dios ("hacer la verdad", v. 21). El
juicio no es ya un acontecimiento exterior: está hecho de la respuesta que doy
a la interpelación de Cristo, según que acepte el acercarme a la luz o que
prefiera vivir en las tinieblas.
El cristiano no tiene,
pues, miedo a un "juicio último", y todavía menos a las descripciones
mitológicas que de él se han dado: sabe que el juicio está en él y depende de
su propia elección.
MAERTENS-FRISQUE - NUEVA
GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV - MAROVA MADRID 1969.Pág. 57
12.- El amor de Dios, tal
como se hace patente en la entrega del Hijo, quiere la salvación "... a
fin de que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida
eterna". O, según se dice en el v. 17: Dios no ha enviado al Hijo para que
"juzgue" al mundo, o lo que es lo mismo, para que lo entregue al
castigo escatológico, que sólo significaría la aniquilación y desgracia
completas, sino para que el mundo se salve por el Hijo. El propósito auténtico
y originario de Dios, según se ha hecho patente en el envío del Hijo, es la
salvación del mundo, no su condenación. Se trata, pues de un explícito y claro
predominio del designio de salvación en la actuación amorosa de Dios en el
cosmos, de una preponderancia y prioridad de la salvación sobre la condenación;
se trata de un triunfo de la salud.
Eso quiere decir que,
ateniéndose a la clara afirmación del texto joánico, salvación y condenación
del hombre no son, en modo alguno, unas alternativas equivalentes, sino que a
la salvación le corresponde una prevalencia inequívoca. Según nuestro texto,
existe en Dios una voluntad inequívoca de salvación y de amor, mientras que no
existe una voluntad de condenación en Dios, no hay predestinación alguna divina
para la condenación eterna. Lo que queda abierta, evidentemente, es una
posibilidad de perder la salvación por parte del hombre, y ello, desde luego,
porque responde a la condición humana, a la realidad existencial del hombre en
la historia. En el envío del Hijo -y eso es lo que dice nuestro texto -Dios ha
explicado a todo el mundo que quiere salvar al mundo y que quiere liberarlo de
la condenación y ruina. Es necesario reconocer esa acción anticipada de Dios
con un compromiso claro.
EL NT Y SU MENSAJE - EL
EVANG. SEGUN S. JUAN/4-1ª - HERDER BARCELONA 1983.Pág. 281
13. SV/CONDENACION
"Tanto amó Dios al
mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen
en él, sino que tengan vida eterna".
Jesús es el don del amor de
Dios a la humanidad. Tan incomprensible, tan fuerte, tan eficaz es ese amor de
Dios al mundo, al mundo humano creado por Dios y alejado de él, que "le
entregó a su Hijo único".
En el vocabulario del
cristianismo primitivo esa manera de hablar está siempre en relación con la
cruz.
Es una reflexión sobre la
muerte en cruz de Jesús, muerte que en definitiva atribuye no a simple
"permisión divina", ni a un proceso lleno de vicisitudes, sino a la
misma voluntad de Dios . Ahora bien, esa "voluntad de Dios" no es un
capricho arbitrario y ciego, sino una "voluntad de salvarnos", es
decir, amor.
En esta entrega del Hijo
único hay un recuerdo del sacrificio que otro padre -Abraham- hizo también de su
hijo único: "anda, coge a tu hijo, a tu unigénito, a quien tanto amas, a
Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécemelo allí en holocausto, sobre uno
de los montes que yo te indicaré" (/Gn/22/02)
Aquel sacrificio no llegó a realizarse. El cordero que sustituye a Isaac y se
sacrifica sin resistencias es este Cordero de Dios que quite el pecado del
mundo.
J/MUERTE/VD:
El Padre por amor a nosotros nos entrega a su propio Hijo, el único, en
nuestras manos y nosotros entregamos a este Hijo único de Dios a la muerte. El
Padre no envía al Hijo a la muerte, sino a la solidaridad con los hombres.
Huyendo de la realidad humana Jesús pudo haberse salvado de la muerte. Este es
el sentido de las tentaciones que Jesús sufre a lo largo de su vida. Pero Jesús
sabe que la salvación no le llega al hombre por la huida de la realidad humana,
sino por la identificación hasta el fondo con ella, por aferrarla hasta las
heces.
El Padre no envía al Hijo a
la muerte sino al cumplimiento fiel de su misión de revelar el amor de Dios, su
misericordia sobre todos los hombres, y la muerte de Jesús es una consecuencia
de su obrar. Al enviar a su Hijo al mundo el Padre corre este riesgo que no
"escatimó" (/Rm/08/32) como dice S. Pablo.
Si hubiéramos aceptado
plenamente el amor de Dios ofrecido en Jesús, aquella venida de Jesús habría
sido un acto de amor sólo positivo. Pero como desde nuestra situación de pecado
lo hemos rechazado, aquella entrega tiene la forma negativa de muerte.
El amor de Dios tal como se
manifiesta en la entrega del Hijo, quiere la salvación... "para que no
perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque
Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
se salve por él".
El propósito y la voluntad
de Dios, según se manifiesta en el envío del Hijo, es la salvación del mundo,
no su condenación.
Se trata, por tanto, de un
claro predominio del designio de salvación en la actuación amorosa de Dios en
el mundo; de una preponderancia, de una prioridad de la salvación sobre la
condenación; se trata de un triunfo de la salvación.
Ateniéndonos a la clara
afirmación de este texto del evangelio podemos decir que salvación y
condenación del hombre no son dos alternativas equivalentes, que cada una de
ellas tenga el 50% de posibilidades, sino que a la salvación le corresponde una
superioridad indiscutible.
Según este texto, existe en
Dios una voluntad indiscutible de amor y de salvación, mientras que no existe
una voluntad de condenación en Dios; Dios no quiere que nadie se condene.
Lo que sí queda abierta es
una posibilidad de perder la salvación por parte del hombre. En el envío del
Hijo -y esto es lo que dice el texto- Dios ha explicado a todo el mundo que
quiere salvar al mundo y que quiere liberarlo de la condenación y de la ruina.
Es necesario reconocer esa acción anticipada de Dios con ese compromiso
clarísimo de salvación. Pero el hombre puede rechazar esta oferta del amor
salvador que Dios le ofrece en Jesús, su Hijo: "el que no cree en él ya
está condenado porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios".
Si alguien se excluye de la
salvación se debe al rechazo del ofrecimiento que Dios hace en Jesús.
"Esta es la causa de
la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las
tinieblas a la luz".
Ser sincero con Dios y
consigo mismo, apostar siempre a favor de la luz, de la vida, del hombre y del
mundo. Esto es creer en el nombre del Hijo único de Dios. El que cree así no
será condenado.
Se puede creer así aunque
no se conozca a Jesús.
-Apostar siempre -aun en
medio de los mayores dificultades- por la vida del hombre y del mundo, es creer
en el nombre del Hijo único de Dios.
14. ACI DIGITAL 2003
14. Véase Núm. 21, 9. Cf.
12, 32.
16. "Este versículo, que encierra la revelación más importante de toda la
Biblia, debiera ser lo primero que se diese a conocer a los niños y
catecúmenos. Más y mejor que cualquier noción abstracta, él contiene en esencia
y síntesis tanto el misterio de la Trinidad cuanto el misterio de la
Redención" (Mons. Keppler). Dios nos amó primero (I Juan 4, 19), y sin que
le hubiésemos dado prueba de nuestro amor. "¡Oh, cuán verdadero es el amor
de esta Majestad divina que al amarnos no busca sus propios intereses!"
(S. Bernardo). Hasta dar su Hijo único en quien tiene todo su amor que es el
Espíritu Santo (Mat. 17, 5), para que vivamos por El (I Juan 4, 9).
17. Para juzgar al mundo: Véase San Juan 5, 22 y nota: "Y el Padre no
juzga a nadie, sino que ha dado todo el juicio al Hijo". A Jesús le
corresponde ser juez de todos los hombres, también por derecho de conquista;
porque nos redimió a todos con su propia Sangre (Hech. 10, 42; Rom. 14, 9; II
Tim. 4, 8; I Pedro 4, 5 s.). Entretanto, Jesús nos dice aquí que ahora ni el
Padre juzga a nadie ni El tampoco (8, 15), pues no vino a juzgar sino a salvar
(3, 17; 12, 47). Es el "año de la misericordia", que precede al
"día de la venganza" (Luc. 4, 19; Is. 61, 1 ss.)
19. Este es el juicio de discernimiento entre el que es recto y el que tiene
doblez. Jesús será para ellos como una piedra de toque (cf. 7, 17; Luc. 2, 34
s.). La terrible sanción contra los que rechazan la luz será abandonarlos a su
ceguera (Marc. 4, 12), para que crean a la mentira y se pierdan. S. Pablo nos
revela que esto es lo que ocurrirá cuando aparezca el Anticristo (II Tes. 2, 9
- 12). Cf. 5, 43 y nota: "Yo he venido en el nombre de mi Padre, y no me
recibís; si otro viniere en su propio nombre, ¡a ése lo recibiréis!".
La historia rebosa de
comprobaciones de esta dolorosa realidad. Los falsos profetas se anuncian a sí
mismos y son admirados sin más credenciales que su propia suficiencia. Los
discípulos de Jesús, que hablan en nombre de El, son escuchados por pocos, como
pocos fueron los que escucharon a Jesús, el enviado del Padre. Véase Mat. 7, 15
y nota ("Guardaos de los falsos profetas, los cuales vienen a vosotros
disfrazados de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces". Jesús, como buen
Pastor (Juan 10, 1 - 29), nos previene aquí bondadosamente contra los lobos
robadores, cuya peligrosidad estriba principalmente en que no se presentan como
antirreligiosos, sino al contrario "con piel de oveja", es decir,
"con apariencia de piedad" (II Tim. 3, 5) y disfrazados de servidores
de Cristo (II Cor. 11, 12 ss.). Para ello nos habilita a fin de reconocerlos,
pues sin ello no podríamos aprovechar de su advertencia. Cf. Juan 7, 17; 10, 4,
8 y 14).
Suele verse aquí una
profecía de la aceptación que tendrá el Anticristo como falso Mesías. Cf. Apoc.
13.