JESÚS ESTA EN MEDIO DE NOSOTROS
COMENTAROP
“Se presentó Jesús
en medio de ellos”. Para medir esta afirmación, hay que recordar lo que acaban
de vivir los discípulos: la muerte y la sepultura de Jesús. Al dejar el cadáver
en su tumba, enterraban también su esperanza. ¡Y de pronto está allí!. El
muerto, el crucificado, el enterrado, está allí. ¡Vive! “en medio de ellos”. Lo
que hoy leemos quizás con demasiada tranquilidad es lo que ellos intentaron
contarnos; y aquello no era fácil: “Se presentó”, dicen. No lo vieron llegar,
no le oyeron llamar. Está allí, de pie, sonriendo, amable, aquél a quien habían
desclavado de la cruz y dejado en un sepulcro. Se acuerdan de lo que pensaron
entonces: “¡Es imposible!. Se trata de un fantasma de cualquier otra cosa menos
del hombre que vimos morir”. ¡Menos mal que vacilan!. Menos mal que esas
vacilaciones se nos muestran tal como fueron ya que todo se escribió para que
reviviésemos lo mejor posible su experiencia pascual: “estaba muerto, ahora
vive”. Jesús mide muy bien los pasos que sus discípulos tienen que dar, y
nosotros detrás de ellos: “Si soy yo, pueden tocarme, no soy ningún fantasma”.
Y como están locos de alegría pero todavía incrédulos, les da una prueba más.
“Comió ante sus ojos”. Sus ojos son ahora los ojos de nuestra fe. Porque unos
hombres, hace dos mil años, vieron a Jesús muerto y luego vivo, cuando creemos
en sus ojos, entramos en la fe cristiana, Jesús es ciertamente el Hijo de Dios hecho hombre, crucificado,
sepultado y reconocido con vida el día de Pascua. Pero no vivo como Lázaro
después de su resurrección. Lucas insiste en la “corporeidad” de Jesús
resucitado para que no creamos que los apóstoles vieron visiones; experimentaron
realmente “una” presencia de Jesús vivo. Eso es lo que hay
que creer, sin intentar imaginarse su cuerpo de
resurrección”. Jesús pertenece en adelante al “otro mundo” nuestra mirada, como la de los discípulos, no puede llegar
allá. Con sus palabra, Lucas intenta decirnos lo indecible, la vuelta de Jesús
a la vida. Sea cual fuere la nueva forma de esta vida, para seguir siendo
humana es preciso que se realice en un cuerpo y mediante un cuerpo. A partir de
aquí, todo es misterio y los autores del Nuevo Testamento emplean para
expresarlo junto con su resurrección otra palabra: exaltación. O sea, una
resurrección absolutamente única. Jesús volvió a una vida humana, pero una vida
humana de otro modo, que puede alcanzar y salvar a todos los hombres. El que
Lázaro volviera a la vida por algunos años, eso no cambió en nada el mundo ni
nuestra vida. La resurrección-exaltación de Jesús hace en delante de él, no
sólo el viviente sobre el que ya no puede nada la muerte, sino la fuente de la
vida.
¿Qué vida?. La
“vida eterna” dirá Juan: la vida misma el eterno, que Jesús resucitado puede en
adelante comunicar a todos los hombres. Jesús está entre nosotros ¿Creemos que
está en medio de nosotros, en nuestro mundo actual?. ¿Presente por su acción,
por los actos sacramentales, presente en nuestros hermanos? ¿Presente en mí si
lo quiero, hasta el mundo de poder decir : “Mi vivir es Cristo”?. No se trata
de sueños piadosos ni de verdades etéreas, sino de experiencia que realizar,
inmediatamente, experiencias de vida con el viviente.
R.P. Roland Vicente
Castro Juárez
ANTIFONA DE ENTRADA Sal 65, 1-2
Aclamen al Señor, tierra entera; toquen
en honor en su nombre, canten a su gloria. Aleluya.
ORACION COLECTA
Que tu pueblo, oh,
Dios, exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu, para que
todo el que se alegra ahora de haber recobrado la gloria de la adopción filial,
ansíe el día de la resurrección con la esperanza de la felicidad eterna. Por
nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del
libro de los Hechos de los apóstoles 3, 13-15. 17-19
En aquellos días, Pedro dijo a la gente: «El Dios de
Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su
siervo Jesús, al que ustedes entregaron y rechazaron ante Pilato, cuando había
decidido soltarlo.
Rechazaron al santo, al justo, y pidieron el indulto
de un asesino; mataron al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los
muertos, y nosotros somos testigos.
Sin embargo, hermanos, sé que lo hicieron por
ignorancia, y sus autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que
había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se
borren sus pecados.».
SALMO RESPONSORIAL (4)
Haz brillar sobre
nosotros la luz de tu rostro, Señor.
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor
mío; tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi
oración. R.
Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la
dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?» R.
En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san
Juan 2, 1-5
Hijos
míos, les escribo esto para que no pequen.
Pero,
si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.
Él es
víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino
también por los del mundo entero.
En esto
sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos.
Quien
dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la
verdad no está en él.
Pero
quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su
plenitud. En esto conocemos que estamos en él.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO Lc 24, 32
Aleluya.
Señor Jesús, explícanos las escrituras; haz que arda nuestro corazón mientras
nos hablas. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo
que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir
el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de
ellos y les dice: «Paz a ustedes.».
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un
fantasma. Él les dijo: «¿Por qué se alarman?, ¿por qué surgen dudas en su
interior?. Miren mis manos y mis pies: soy yo en persona. Pálpenme y dense cuenta
de que un fantasma no tiene carne y huesos, como ven que yo tengo.».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y
como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tienen
ahí algo que comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él
lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras
estaba con ustedes: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y
salmos acerca de mí tenía que cumplirse.».
Entonces les abrió el entendimiento para
comprender las Escrituras. Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá,
resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la
conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por
Jerusalén. Ustedes son testigos de
esto.».
PLEGARIA UNIVERSAL
Hermanos, llenos de confianza en Dios Padre que ha
entregado a su Hijo amado por nosotros y lo ha resucitado de entre los muertos
para que en el fueranos sus hijos, expresémosle con confianza nuestras
necesidades. Digamos: R.- Por la
resurrección de tu Hijo, escúchanos, Padre bueno.
1.- Por el Papa Francisco: para que siga
siendo en la Iglesia y en el mundo signo de la presencia de Jesús resucitado,
que acompaña a la humanidad en su regreso al Padre. Oremos. R.
2.- Por los pastores de la Iglesia: para que, animados por el Espíritu Santo, sean
dispensadores incansables de la bondad de Dios en medio de la humanidad que hoy
se siente debilitada y confundida. Oremos.
R.
3.- Por quienes tienen la responsabilidad de
proteger la vida, la salud y el bienestar de todos: para que encuentren formas
de colaboración recíproca y así superen juntos las graves crisis que afrontamos
como humanidad. Oremos. R.
4.- Para que nuestros hermanos que carecen de
lo necesario para vivir o se sienten desamparados puedan contar co la cercanía
y ayuda solidaria de quienes estamos a su lado. Oremos. R.
5.- Por los que viven el dolor de haber
perdido a sus seres queridos: para que encuentren en nosotros el consuelo y la
amistad que nos une como una familia por la fe en el único Dios que es Padre de
todos. Oremos. R.
6.- Por nosotros que participamos en la Eucaristía:
para que, acogiendo en nuestro corazón a Jesús resucitado, seamos signos d
esperanza y consuelo para los hermanos que están más abatidos por las
consecuencias de la pandemia. Oremos. R.
Señor, haz brillar tu luz gloriosa sobre tu Iglesia,
escucha las oraciones del pueblo que tu rescataste con la Sangre de tu Hijo, y haz que el amor y
la hermandad sean el distintivo de los que hoy celebramos nuestra fe. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante y a
quien diste motivo de tanto gozo concédele disfrutar de la alegría eterna. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION Lc 24, 46-47.
Convenía
que el Mesías padeciera, resucitara de entre los muertos al tercer día y en su
nombre, se proclamara la conversión para el perdón de los pecados a todos los
pueblos. Aleluya.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo
y, ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida
eterna, concédele llegar a la
incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser glorificada. Por
Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 19: Hch 6, 8-15; Sal
118; Jn 6, 22-29.
Martes 20: Hch 7, 51—8, 1ª; Sal 30; Jn 6, 30-35.
Miércoles 21: Hch 8, 1b-8; Sal 65;
Jn 6, 35-40.
Jueves 22: Hch 8, 26-40; Sal
65; Jn 6, 44-51.
Viernes 23: Hch 9, 1-20; Sal
116; Jn 6, 52-59.
Sábado 24: Hch 9, 31-42; Sal 115; Jn 6, 60-69.
Domingo 25: Hch 4, 8-12; Sal
117; 1Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 24, 35-48
1.- Texto. El relato se sitúa en un lugar de
Jerusalén que el autor no precisa, en la tarde-noche del domingo de
Resurrección. Dos discípulos acaban de llegar de Emaús y están contando a los
once y a sus acompañantes que han visto a Jesús. En esa situación se hace
presente él. Únicamente nosotros, como lectores, conocemos de entrada su
identificación. A nivel, en cambio, de protagonistas de la escena, la
identificación es lenta y costosa, y sólo se produce tras dos demostraciones
corporales de Jesús. A continuación, el centro de atención se desplaza de Jesús
a las Escrituras o, para ser más exactos, a la relación existente entre Jesús y
las Escrituras. En lo que son sus últimas palabras en el tercer Evangelio,
Jesús declara que las Escrituras tienen su culminación y cumplimiento en él, en
su pasión y resurrección al tercer día, posibilitando de esta manera que la
conversión y el perdón no sean una oferta restringida a unas pocas personas, el
pueblo judío, sino oferta abierta y disponible para todo el mundo.
Comentario. El texto gira todo él en torno al
tema de la identificación de Jesús resucitado: relación con el pasado físico de
su persona; relación con el pasado literario del pueblo judío.
En ambos casos el texto no plantea problemas,
sino enuncia conclusiones y certezas: Jesús resucitado es el mismo Jesús de
Nazaret que los once y sus acompañantes habían conocido y tratado (vs. 36-43);
Jesús resucitado da unidad y coherencia de sentido a las Escrituras del pueblo
judío (vs. 44-47).
1. Jesús resucitado y Jesús de Nazaret son la
misma persona. Los garantes de esta verdad son los once. En razón de esta
garantía los once son el fundamento que confiere solidez al nuevo edificio que
a partir de ahora se va a construir. Esta garantía la necesitábamos como
creyentes. Los vs. 36-43 nos la ofrecen.
2. Las Escrituras tienen su razón de ser en
Jesús resucitado. Bajo la denominación "las Escrituras" (BI/ESCRITURAS) quedan comprendidos todos los escritos
que configuran lo que a partir de ahora se va a llamar Antiguo Testamento. Un
total de cuarenta y seis libros, más o menos extensos, más o menos
apasionantes. En ellos se habla de muchas y variadas cosas, se reflejan muchas
y variadas experiencias y situaciones. Sus protagonistas son siempre Dios y el
pueblo judío. Y siempre en continuo tira y afloja, con más momentos de tirantez
que de entendimiento. El texto de hoy nos dice que ese conjunto de cuarenta y
seis libros está articulado en torno a Jesús resucitado. Esto no quiere decir
que en ellos se hable de Jesús, sino que a la luz de Jesús ellos adquieren su
verdadero sentido, por corrección y matización unas veces, por refuerzo y
aprobación otras. El propio texto de hoy nos ofrece un ejemplo concreto de
refuerzo. La conversión y el perdón, es decir, la oferta de la gracia o don de
Dios, siguen en pie. Pero a la luz de Jesús resucitado la oferta no se
restringe a unos pocos, sino que se extiende a todos. Esto ya estaba apuntado
en el Antiguo Testamento, pero con el decurso del tiempo se había oscurecido y
olvidado. A la luz que proviene de Jesús resucitado, el apunte se refuerza y
consolida.
AT/DESAZON: Es el siglo II d.
C. Marción intentó mutilar la Biblia, eliminando, por imperfecto, el Antiguo
Testamento. El intento fue apasionadamente rechazado. Sin embargo, el Antiguo
Testamento sigue produciendo desazón y desconcierto, y la opinión de Marción
sigue contando con seguidores en la práctica. El texto de hoy nos invita a un
bonito compromiso: leer y apreciar el Antiguo Testamento. Sin él la luz de
Jesús resucitado queda privada de cuerpo y de razón de ser. Leer nosotros e
invitar a otros a su lectura. Leyéndolo descubriremos que el Antiguo Testamento
(AT/J: no es la imperfección, sino el camino que todos seguimos para llegar a
Jesús resucitado. Para ayudarnos a esta lectura contamos en lengua castellana
con escritos del que probablemente es el mejor especialista actual en el Antiguo
Testamento. Me estoy refiriendo a Luis Alonso Schökel. Recomiendo la lectura de
sus dos volúmenes recientes bajo el título Hermenéutica de la Palabra,
Ediciones Cristiandad.
ALBERTO BENITO - DABAR 1988/25
2.- Comentario: El texto parte de una situación
idéntica a la del domingo pasado en Jn. 20, 19-31. Caída de la tarde del
domingo, discípulos reunidos en un local de Jerusalén, llegada inesperada de
Jesús. Lo mismo que a Juan, tampoco a Lucas le interesan el cómo y el modo de
esta llegada. Lo importante es el hecho: Jesús está ahí, expresando deseos de
paz. Es ahora, en el tratamiento del hecho, cuando comienzan las diferencias
entre Lucas y Juan. Y es precisamente este diverso tratamiento de un mismo
hecho lo que da la medida exacta de la diversidad de problemática, intereses y
objetivos existentes en ambos evangelistas, lo cual equivale a decir que nos
hallamos ante autores y obras diferentes. Aprovecho, pues, esta nueva
oportunidad para indicar una vez más que los evangelios son obras diferentes unas
de otras y que, consiguientemente, no puede hacerse uso indiscriminado de
ellas.
La llegada de Jesús es comentada por Lucas en
los siguientes términos: Llenos de miedo por la sorpresa, los once y sus
acompañantes creían ver un fantasma. A diferencia de Juan, Lucas distingue
entre los once y el resto de los discípulos. Lucas hace hincapié en los once
(cfr. Lc. 24, 33). Por otra parte, Lucas no habla de miedo al exterior como
hacía Juan, sino de miedo ante la presencia de Jesús. A Lucas, pues, le interesa
la problemática de identidad del Resucitado. ¿Quién es el Resucitado? ¿Es el
mismo Jesús de antes de morir? ¿Resucitado y Jesús son la misma persona? Desde
el prólogo de su evangelio sabemos que Lucas es un escritor crítico. Vale la
pena leer ahora Lc. 1, 1-4, que por razones de espacio no transcribo. Allí se
habla de testigos oculares, de investigación cuidadosa, de solidez de lo
recibido. En la segunda de sus obras, Hechos de los Apóstoles, la condición
indispensable para cubrir la vacante de Judas dentro de los doce es el haber
convivido con Jesús desde el principio hasta el final, es decir, el haber sido
testigo ocular de su vida. Sólo bajo esta condición se puede ser testigo de la
resurrección de Jesús, es decir, se puede garantizar críticamente que Resucitado
y Jesús son la misma persona (cfr. Hech. 1, 21-22).Si Lucas hace hincapié en
los once (doce en Hechos) es porque sólo ellos cumplen esta condición y son,
por lo tanto, los únicos que ofrecen la garantía crítica incuestionable para
poder creer que el Resucitado y Jesús son la misma persona. Gracias a ellos
podemos hoy, veinte siglos después, creer tranquilos. A Lucas, el autor que se
planteó y abordó esta problemática, debemos la certeza inconmovible de nuestra
fe en el Resucitado. Con su tratamiento del problema, Lucas echó la base sobre
la que se apoya nuestra fe.
J/PASION/NECESIDAD: Pero el texto de
hoy da todavía un paso más. "Todo lo escrito acerca de mí tenía que
cumplirse". Este "todo" queda especificado un poco más adelante:
pasión, resurrección, proclamación universal de la conversión y del perdón de
los pecados. A la problemática de identidad Resucitado-Jesús, Lucas añade ahora
la problemática hermenéutica. ¿Cómo leer el Antiguo Testamento? El
"tener-que" no es del orden de la predeterminación mental ni de la
necesidad física. Es del orden de la captación y de la profundización en el
sentido de los acontecimientos y de la historia. Lucas introduce un sentido de
finalidad en la historia.
Y esta finalidad la formula con la expresión
"tener que". Toda la historia anterior al resucitado la concibe como
un proceso que culmina en este Resucitado y a partir de El se expande al mundo
entero (no sólo a los judíos) en términos de novedad (conversión) y de gracia
(perdón de los pecados). Estamos realmente en el tiempo pascual.
A. BENITO - DABAR 1985/23
3.- Tras su encuentro con el resucitado, los
dos de Emaús han ido a contar su experiencia a los once y demás compañeros.
Todavía están hablando los dos cuando vuelve a hacerse presente Jesús. En esta
ordenación de los hechos que hace Lucas parece haber una intencionalidad que va
más allá del simple interés cronológico, más o menos artificial: la comunidad
cristiana va a surgir como tal comunidad a partir de una experiencia común de
la realidad del resucitado.
Por otro lado, toda la primera parte del
relato (vs. 36-43) está orientada a resaltar este carácter real del resucitado.
El nuevo Jesús no es ninguna invención espiritual del grupo cristiano.
Como sus oponentes judíos, también los
cristianos dudaron de la realidad de Jesús, no hubo en ellos predisposición
alguna a aceptarla, sino todo lo contrario. Sólo la presencia real del
resucitado les ha llevado al firme y absoluto convencimiento que ahora tienen.
Es comprensible que, ante el arreciar apologético de la oposición judía, la
formulación de ese convencimiento cristiano haya adquirido también formas de
expresión apologéticas. Estas formas de expresión no hay que verlas como
representaciones de la realidad corporal de Jesús, sino como vehículos interpretativos
de algo más profundo: Jesús vive ahora una nueva realidad corporal.
La experiencia de un Jesús real produjo en
los once y sus compañeros (la comunidad cristiana) un cambio de categorías
(conversión) y una liberación interior (perdón de los pecados).EXP-RSD/CV: Ellos son testigos de todo esto porque son
testigos de la muerte y resurrección de Jesús. Muerte y resurrección no son
sólo acontecimientos estáticos en Jesús; son también acontecimientos dinámicos
que inciden operativamente en el individuo y en el grupo transformándolos en
una nueva realidad, cuya expresión es la comunidad cristiana, y en heraldos de
esa nueva realidad.
DABAR 1976/29
4.- Los discípulos de Emaús vuelven
presurosamente a Jerusalén para contar a todo el grupo lo que les ha sucedido
en el camino y cómo conocieron a Jesús "en el partir el pan". Pero,
antes de abrir la boca, los otros les dicen a coro: "El Señor ha
resucitado y se ha aparecido a Pedro" (v. 34; cfr. 1 Cor 15, 5). Por fin
les dejan hablar. Pero, súbitamente, unos y otros se quedan mudos ante la
presencia del Señor, que les saluda: "Paz a vosotros". Juan nos dice
que esta aparición ocurrió aquella misma tarde del domingo (20, 19s).
Aunque todos tenían noticias de la
resurrección por el testimonio de Pedro y de los de Emaús, la presencia de
Jesús les sorprende.
Bajo la tremenda impresión de los
acontecimientos del viernes, entre el miedo a los judíos y la esperanza
alimentada con las primeras noticias de aquel domingo, estos hombres no acaban
de creer a causa de la inmensa alegría lo que ven con sus propios ojos. Jesús
les tranquiliza y les convence de que es verdad lo que están viendo y de que no
se trata de ningún fantasma.
CUERPO-GLORIOSO: No es posible
comprender cómo un cuerpo glorificado. (Pablo dice "espiritualizado"
(1 Co 15,44), esto es, sometido a la acción del Espíritu que es la fuerza de
Dios que opera la resurrección) pueda ingerir alimentos. De todas formas, el
sentido de esta afirmación es que el Señor vive verdaderamente, y lo que los
discípulos han visto no es una simple "visión".
Los apóstoles sólo pueden ser testigos (APOSTOL/TESTIGO-RS) de Jesucristo si están
plenamente convencidos de que él mismo y no otro es el que murió bajo Poncio
Pilato y ahora vive para siempre. Jesús les convence de esta verdad y, además,
les abre el sentido de las Escrituras para que comprendan que todo ha sucedido
como había sido anunciado por los profetas. La vida de Jesús, su pasión y
muerte, y todas las Escrituras deben ser interpretadas a la luz de la
experiencia pascual.
Ahora comprenden que su Maestro no ha
sucumbido ante sus enemigos ni ante la misma muerte. Pues todo ha sucedido tal
y como "tenía que suceder" para que se cumpliera la voluntad de Dios.
La fe no puede evitar lo que "tiene que ser", pero puede siempre
aceptar la realidad e interpretarla, sabiendo que de una u otra manera todo
sucede para la salvación de los hombres y la gloria de Dios.
Esto no es fatalismo, sino realismo
cristiano, en el que la esperanza se hace resistencia allí donde todos los
optimistas fracasan y todos los pesimistas abandonan. Pues también la muerte
que "tiene que ser", puede ser aceptada con esperanza y ganada para
la vida.
La misión de Jesús ha terminado, pues todo ha
sido cumplido. Ahora resta que los apóstoles anuncien a todo el mundo lo que
han visto y oído. Resta que se predique en todas partes, comenzando por
Jerusalén, que Dios salva a los hombres en Jesucristo y concede el perdón de
los pecados.
EUCARISTÍA 1985/19
5.- Este es el último de los evangelios del
tiempo pascual que nos presentan el mensaje de la resurrección. Tiene bastante
relación con el texto de Juan que leíamos hace una semana: presencia inesperada
del Señor en medio del grupo de los discípulos la misma noche del domingo
(cuando regresan los dos que "aquel mismo día, el primero de la
semana" se fueron a Emaús); saludo dándoles la paz; miedo y alegría de los
discípulos a los que Jesús muestra la realidad de su resurrección y,
finalmente, la misión de los discípulos unida a la última enseñanza de Jesús.
Veamos algunos aspectos más característicos.
La construcción literaria está bien ordenada.
En primer lugar, Jesús hace pasar a los discípulos de la incredulidad (que se
debe también a la alegría desbordante) a la fe, dándoles los signos de su
resurrección: El no es un espectro o un fantasma (J/RSD/FANTASMA).
La presencia de Jesús en medio de los discípulos no es una ilusión de éstos; de
ahí la insistencia en los aspectos de mirar, palpar al Resucitado y el hecho de
comer ante ellos. Jesús no pertenece al mundo de los muertos, sino que es el
Viviente que tiene un contacto real con el grupo de los discípulos con los que
comparte la Mesa y la Palabra. Los discípulos han reconocido como Resucitado a
aquel Jesús a quien ya conocían anteriormente.
Todo esto ha sido la preparación para la
enseñanza final del Resucitado que culmina en la promesa del Espíritu Santo
(versículo 49, que ya no leemos) y que va a ser una realidad plena en
Pentecostés (cf. Hech 2). Esta última enseñanza, que consiste en abrir el
sentido de las Escrituras y en mostrar a los discípulos cuál es su misión, toma
ya el matiz de la primera predicación cristiana (véanse las lecturas de los
Hechos de estos domingos).
Las palabras de Jesús se inician con una
referencia al pasado ("esto es lo que os decía mientras estaba con
vosotros") y abren a los discípulos hacia el futuro ("en su nombre se
predicará la conversión..."): la predicación de la Buena Nueva de Jesús es
continuada por los discípulos, que ahora pasan a a ser enviados: se ha iniciado
el tiempo y la misión de la Iglesia. Se trata de una misión que debe comenzar
en Jerusalén, lugar donde todo esto sucede y donde los discípulos deben esperar
al Espíritu Santo, y que debe alcanzar a todo el mundo.
La misión que se encomienda a los once -y a
toda la comunidad significada en ellos- es la de ser testigos de que la muerte
y resurrección de Jesús son el cumplimiento de la voluntad de Dios expresada ya
en el Antiguo Testamento. Y de que, por la fe en este Jesús Mesías, muerto y
resucitado, se ofrece la salvación y el perdón a todos los pueblos. (El
leccionario castellano omite indebidamente en el último versículo la frase
"Vosotros sois testigos de esto". Véase esta lectura completa el
jueves de la octava de Pascua, en el mismo leccionario B).
JOSÉ ROCA - MISA DOMINICAL 1982/09
6.- Texto. Excepcionalmente en el presente
ciclo pasamos al evangelio de Lucas. El texto se data en Jerusalén, al
atardecer del domingo de resurrección, estando reunidos los once y sus
compañeros. A Lucas le interesa resaltar la ciudad, no el lugar concreto dentro
de ella. Jerusalén significa para Lucas el final de una etapa y el comienzo de
otra. Otro dato de interés son los once, en calidad de garantes de la nueva
etapa que comienza con la desaparición física de Jesús.
Con estos datos de interés como fondo narra
Lucas la aparición de Jesús. La perspectiva de la narración difiere por
completo de la que veíamos el domingo pasado en el evangelio. En el texto de
Lucas la reacción inicial del grupo ante el resucitado es de sorpresa y de
miedo: creen estar ante un fantasma. Por ello mismo el texto comienza centrando
su atención en la relación existente entre el resucitado y el Jesús que el
grupo conocía. El texto no puede ser más gráfico y claro: el que ahora está
entre los discípulos y Jesús de Nazaret son la misma persona. El grupo no puede
menos de reconocer con alegría esa identidad, no obstante su reticencia y su
extrañeza.
En su parte final el texto es una invitación
a ver en los acontecimientos finales acaecidos a Jesús la culminación de un proceso
abierto mucho tiempo atrás y del que tenemos constancia a través de los
escritos que los cristianos denominamos Antiguo Testamento. Pero Lucas se cuida
mucho de reducir el proceso histórico de salvación a los estrechos límites de
un solo pueblo, el judío. La historia de la salvación es una aventura que
repercute en todos los pueblos. La expresión se refiere a la totalidad del
género humano. Jerusalén es el final de la etapa limitada o reducida y el
comienzo de la etapa abierta o universal.
Comentario. El texto nos transmite, en primer
lugar, una certeza: la realidad del resucitado. Es la certeza básica del hecho
cristiano. La resurrección de Jesús no es el invento fraudulento de unas
personas frustradas en sus aspiraciones o de psicología propensa a la credulidad
facilona. Si creyeron en ella se debió a la fuerza de la realidad. Ellos fueron
los primeros sorprendidos por el hecho, los primeros en oponerse a él. Sólo la
realidad del hecho rompió su sorpresa y su resistencia. La importancia que
Lucas confiere a los once estriba en su capacidad crítica para garantizar la
resurrección de Jesús. Ellos son la garantía incontestable de esa resurrección.
Dudar de ella carece de todo fundamento histórico razonable.
En segundo lugar, el texto nos transmite una
apertura, un horizonte ilimitado: la conversión y el perdón no son una oferta
para privilegiados. Diseñada en un pueblo concreto, la oferta no se limita a
él. Elegidos, en realidad, son todos los pueblos del planeta.
A. BENITO - DABAR 1991/23
Como había desaparecido repentinamente de la
vista de los discípulos de Emaús, también ahora se presenta Jesús
repentinamente en medio de los once y de los que están con ellos.
Jesús no está ya sometido a las leyes del
espacio y del movimiento en el espacio. El modo de existir del resucitado no es
ya el modo de existir del Jesús terrestre. La aparición repentina, inesperada e
inexplicable del Resucitado causa miedo y terror.
La resurrección de Jesús y su aparición en
figura corporal es cosa que sobrepasa la capacidad de comprensión humana. Ni
siquiera viendo y oyendo su saludo de paz logran los discípulos convencerse de
que es él.
Lucas no habla de miedo al exterior como hace
Juan, sino de miedo ante la presencia de Jesús. A Lucas le interesa la problemática
de identidad del Resucitado. ¿Quién es el Resucitado? ¿Es el mismo Jesús de
antes de morir? ¿Resucitado y Jesús son la misma persona? Desde el prólogo de
su Evangelio sabemos que LC. es un escritor crítico. El dice que al escribir su
evangelio buscó testigos oculares de las cosas ocurridas, que investigó
cuidadosamente los hechos, que precisa trasmitir la solidez de lo
recibido". En la segunda de sus obras, Hechos de los Apóstoles, la
condición indispensable para cubrir la vacante de Judas dentro de los doce es
el haber convivido con Jesús desde el principio, hasta el final, es decir, el
haber sido testigo ocular de su vida.
Sólo bajo esta condición se puede ser testigo
de la resurrección de Jesús, es decir, se puede garantizar críticamente que Resucitado
y Jesús son la misma persona.(Hech 1, 21-22).
Si Lucas hace hincapié en los once (doce en
los Hechos) es porque sólo ellos cumplen esta condición y son, por lo tanto,
los únicos que ofrecen la garantía crítica incuestionable para poder creer que
el Resucitado y Jesús son la misma persona. Gracias a ellos, podemos hoy,
veinte siglos después, creer tranquilos. A Lucas, el autor que se planteó y
abordó esta problemática, debemos la certeza inconmovible de nuestra fe en el
Resucitado. Con su tratamiento del problema, Lucas echó la base sobre la que se
apoya nuestra fe. Los discípulos ven la aparición, pero la interpretan como la
de un espíritu sin cuerpo, como un fantasma. Una aparición puede constituir un
fenómeno psicológico y por eso necesita el evangelista resaltar la corporalidad
del Jesús aparecido y la realidad física de su encuentro con los apóstoles. Por
eso les deja que palpen su carne y por eso come con ellos.
La predicación de la primera comunidad
cristiana aludía a estas comidas con el Resucitado precisamente para alejar el
peligro de volatizar el cuerpo de Jesús y dejarlo reducido a algo puramente
espiritual. "A éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la
gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido
de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con el después que resucitó de
entre los muertos" (/Hch/10/40-41), predica Pedro en casa de Cornelio.
"Entonces les abrió el entendimiento
para comprender las escrituras". Este es el don pascual que Jesús hace en
el relato de ayer a los discípulos de Emaús; hoy, a los doce reunidos".
Discurso de Pedro después de la curación del
lisiado de nacimiento entre la Puerta Hermosa del Templo.
"Abrir el entendimiento" significa
comprender que todo el camino de Israel recibe su sentido al culminar en la
pasión y pascua de Jesús. Abrahán y Moisés, David y los profetas, la esperanza
y el destierro, todos los detalles de la historia del pueblo judío, reciben un
encuadre y un valor en el momento en que aparecen como etapas de un camino o
momentos de una experiencia que culmina en Cristo.
Jesús representa el coronamiento y el
cumplimiento de las promesas históricas del Dios de Israel, pero representa
también la satisfacción de las exigencias y de las esperanzas más audaces en el
corazón de cada criatura humana.
Por eso Pedro irrumpe en los primeros
capítulos de los Hechos con una fuerza impulsiva totalmente nueva y con una
clara visión de madurez que da sentido de plenitud a todas sus actuaciones.
Pedro habla convencido y sabiendo lo que dice. La fe en la resurrección ha sido
para él, antes que nada, una maduración de totalidad. Todo lo disperso ha sido
unido y aclarado todo lo oscuro. Y es que la fe, más que una ciencia, es una
clave de interpretación. Por eso, a la luz de la Resurrección de Cristo, Pedro
descubre el sentido de la historia de su pueblo y el sentido de la historia de
su vida.
8. /Lc/24/35-53
El Evangelio de Lucas finaliza con una
aparición a los once, seguida de lo que podríamos llamar las últimas palabras
de Jesús antes de la ascensión. Son tres escenas que tienen lugar aparentemente
el mismo día, pero, según el parecer de los Hechos, el período hasta la
ascensión se prolongó a lo largo de cuarenta días.
La primera escena, la aparición a los once
(vv 36-43), tiene elementos comunes con Jn 20,19-20. Hace ver cómo el
resucitado ayuda a sus discípulos a pasar de la sorpresa, la duda y la
incredulidad a la fe. Los once no se fían de lo que podría ser únicamente la
aparición de un espíritu. El cuerpo glorificado de Jesús es una realidad nueva.
El mensaje de pascua está en la base de la misión de los once (44-49). Lo
corrobora también Mt 28,19-20. Los once pasan de ser discípulos a ser enviados.
Son testigos de lo que Jesús había enseñado y testigos también de que, con su
muerte y resurrección, Jesús cumple la escritura. En nombre de Jesús (47), los
discípulos, en calidad de testigos, son enviados, partiendo de Jerusalén, a
predicar la resurrección y la conversión de los pecados a todos los pueblos
(47). Hay en estos versículos una anticipación de los temas típicos de la
predicación en el libro de los Hechos, testimonio de las Escrituras (Hch
2,23-32; 4,10-11), exhortación a convertirse (Hch 2,38; 3,19) y función de los
once como testigos (Hch 2,32; 3,15). Para cumplir esta misión podrán los
discípulos contar con la promesa del Padre (49), es decir, con la fuerza del
Espíritu Santo.
La escena final del evangelio, típicamente
lucana, nos ofrece la ascensión. Antes de ser transportado al cielo, bendice
Jesús a los suyos con un gesto que hace pensar en la conclusión de una liturgia
(Lv 9,22; Eclo 50,20s). Finalmente, el evangelista hace notar el gozo que había
embargado a los discípulos. Pone así punto final a su versión de la buena nueva
con la misma atmósfera de alegría que se encuentra a menudo en su evangelio
(1,28; 2,10; 10,20; 15,7; 19,6.37). La alegría, según Lucas, acompaña a los
cristianos en su camino, en los momentos decisivos de la conversión y en el
anuncio de las obras de Dios en Jesús y en los hombres.
D. ROURE - LA BIBLIA DIA A DIA - Comentario
exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas - Ediciones
CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 887 s.