LA
SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
COMENTARIO
La Eucaristía tiene dos dimensiones: su celebración, la misa, en torno
al altar, y su prolongación, con la reserva del Pan eucarístico en el sagrario
y la consiguiente veneración que le dedica la comunidad cristiana.
La finalidad principal de la Eucaristía es su celebración y que los
fieles comulguen con el Cuerpo y Sangre de Cristo. Pero desde que la comunidad
cristiana empezó a guardar el Pan eucarístico, sobre todo para los enfermos y
el caso del viático -cosa que data ya de los primeros siglos- fue haciéndose
cada vez más coherente y connatural que se rodeara el lugar de la reserva
(ahora, el sagrario) de signos de fe y adoración hacia el Señor.
La fiesta de hoy nos invita a hacer un esfuerzo por mejorar nuestra
Eucaristía en sus dos vertientes, que son dos aspectos del mismo misterio. Ante
todo, mejorar la misma celebración de la Misa, como signo de nuestro aprecio
del sacramento que nos dejó el Señor.
Pero mejorar nuestra celebración eucarística es un empeño de todo el
año, para que toda la comunidad pueda sintonizar y participar en profundidad de
lo que significa la Eucaristía en la Palabra y el Sacramento.
También es conveniente que reflexionemos si prestamos suficiente atención
al culto eucarístico fuera de la celebración. Hoy, seguramente, haremos algún
acto especial de adoración, prolongando la Eucaristía con una procesión más
solemne, o bien con unos momentos de meditación y alabanza antes de la
despedida. Este culto -respeto y adoración expresiva- deberíamos cuidarlo
siempre: la dignidad del sagrario, la lámpara encendida, la genuflexión cuando
al principio y al final de la celebración pasamos ante él, los momentos
personales de oración o "visita" ante el Señor en la Eucaristía, la
organización de la "bendición con el Santísimo" con una
"exposición" más o menos prolongada y solemne para la adoración
comunitaria.
A todos nos convienen esos momentos, personales o comunitarios, de una
oración más pausada, meditativa y serena ante el sagrario, en que, por una
parte, prolongamos la Eucaristía, y por otra preparamos la siguiente,
intentando aprender las lecciones que nos da ese Cristo que ha querido hacerse
Eucaristía para nosotros. Podemos organizar algunas veces una "exposición"
con la bendición del Santísimo, o unas jornadas más prolongadas de exposición y
adoración.
Nos dan ejemplo tantos y tantos fieles que pertenecen a la
"Adoración Nocturna", o los que toman parte voluntariamente, por
turnos, en la Adoración Perpetua en algún Santuario. Así como parroquias o
casas religiosas que organizan periódicamente -a diario o los domingos- unas
horas de adoración al Cristo eucarístico.
No sólo la celebración eucarística, sino también los momentos de
adoración ante el sagrario o ante el Santísimo expuesto nos ayudan a dar a toda
nuestra vida el tono de comunión con Cristo, motor de nuestra actuación como
discípulos suyos en medio de este mundo.
R.P. Roland Vicente Castro
Juárez
El Señor los alimentó con flor de harina y los sació con miel
silvestre.
Oh, Dios, que
en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos
nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu
sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención.
Tú, que vives y reinas con el Padre.
Lectura del libro del Génesis 14, 18-20
En aquellos días, Melquisedec, rey de Salem,
sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abrán, diciendo:
«¡Bendito sea Abrán de parte de Dios el
altísimo, creador de cielo y tierra; bendito
sea Dios el altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos!». Y Abrán
le dio el diezmo de todo. Palabra de Dios.
Tú eres sacerdote eterno, Señor Jesús.
Oráculo del Señor a mi señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus
enemigos estrado de tus pies». R.
Desde Sion extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos. R.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora». R.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec». R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san
Pablo a los Corintios 11, 23-26
Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a
mi vez les he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche
en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi
cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en conmemoración mía». Lo mismo
hizo con
el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza
sellada con mi sangre; hagan esto cada vez que lo beban, en
conmemoración mía». Por eso cada vez que comen de este pan y beben de
este cáliz, anuncian la muerte del Señor, hasta que vuelva. Palabra de Dios.
ACLAMACION
ANTES DEL EVANGELIO Jn 6, 51
Aleluya. Yo soy el pan vivo que ha bajado del
cielo —dice el Señor—; el que coma de este pan vivirá para siempre. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 11b-17
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la multitud del reino de Dios
y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a
decirle: «Despide a la gente; que vayan a los pueblos y caseríos de los
alrededores a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar
deshabitado». Él les contestó: «Denles ustedes de comer». Ellos replicaron: «No
tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer
para toda esta gente». Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus
discípulos: «Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta». Lo hicieron
así, y todos se sentaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la
mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a
los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Todos comieron hasta
saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas. .
PLEGARIA UNIVERSAL
Jesucristo, sacerdote de la nueva alianza, nos invita a su mesa y nos
ofrece su cuerpo y sangre como alimento capaz de restaurar nuestras fuerzas
para el camino. Antes de partir su pan y beber su vino, oremos junto a toda la
Iglesia y digamos: R. Te rogamos, óyenos.
1.- Por el Papa Francisco, los obispos, sacerdotes y ministros del altar:
para que sigan transmitiéndonos la riqueza de este gran tesoro que es la
Eucaristía. Oremos. R.
2.- Por los gobernantes de nuestro país: para que trabajen con
generosidad para dar el pan y el sustento necesario a nuestro pueblo. Oremos.
R.
3.- Por los pobres, los que viven en la calle, los que están solos, las
viudas: para que, por nuestra solidaridad, tengan siempre el pan en sus mesas. Oremos.
R.
4.- Por los niños que hacen hoy su primera comunión, por los enfermos
que reciben hoy al Señor como viático y por quienes comulgan con su Cuerpo y
Sangre: para que puedan también tener los mismos sentimientos de Jesús. Oremos.
R.
5.- Por todos nuestros difuntos, especialmente quienes han muerto por
la COVID-19: para que el Señor los siente en la mesa del banquete eterno. Oremos.
R.
6.- Por nosotros, que celebramos esta gran fiesta: que, al recibir el
don de su Pan y de su Vino, nos transformemos en pan partido para nuestros
hermanos. Oremos. R.
Tú que saciaste a la multitud
que te seguía, sácianos también a nosotros con el alimento de tu cuerpo y de tu
sangre, escucha nuestras oraciones y no permitas que a nadie falte lo necesario
para vivir con dignidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Señor,
concede propicio a tu Iglesia los dones de la paz y de la unidad, místicamente
representados en los dones que hemos ofrecido. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION Jn 6, 57
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y
yo en él, dice el Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Concédenos,
Señor, saciarnos del gozo eterno de tu divinidad, anticipado en la recepción
actual de tu precioso cuerpo y sangre. Tú,
que vives y reinas por los siglos de los siglos.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA;
Lunes 20: 2Re
17, 5-8.13-15ª.18; Sal 59; Mt 7, 1-5.
Martes 21: 2Re 19, 9b-11.14-21.31-35ª.36, Sal 47; Mt 7,
6.12-14.
Miércoles 22: 2Re 22, 8-13; 23, 1-3; Sal 118; Mt 7, 15-20.
Jueves 23: Is 49, 1-6; Sal 138; Hch 13, 22-26; Lc 1,
57-66.80.
Viernes 24: Ez 34, 11-16; Sal 22; Rom 5, 5b-11; Lc 15,
3-7
Sábado 25: Is 61, 9-11; 1 S 2, 1.4-8; Lc 2, 41-51.
Domingo 26: 1Re 19, 16b.19-21; Sal 15, Ga 5, 1.13-18.; Lc
9, 51-62.
COMENTARIOS AL
EVANGELIO
Lc 9, 11b-17
1.- Texto.
Retomamos el evangelio de Lucas, que a partir de hoy va a servirnos de
hilo conductor. El texto está precedido y seguido por una misma pregunta:
¿quién es Jesús? Entre lo que unos y otros opinan, el autor intercala su propia
opinión por medio de un relato en el que nos muestra a Jesús en acción.
Esta acción está hecha de acogida y preocupación por la gente. A la
gente que le busca, Jesús les da cuanto él posee: su enseñanza y su poder
curativo. Con posterioridad, Jesús no se desentiende de esa gente abandonándola
a su propio destino, a pesar de que la lógica de la situación y del cálculo
aconsejaría hacerlo. Lo imprevisible, el milagro, es el resultado de un
comportamiento de estas características.
El relato lo conocemos también por los otros tres evangelistas. Pero en
ninguno de ellos tiene el matiz pedagógico que tiene en Lucas. Fiel a su
preocupación de profundizar en la instrucción cristiana, Lucas nos presenta a
Jesús como modelo de comportamiento a imitar por el cristiano. Un modelo
volcado siempre hacia los demás, preocupado e interesado por ellos, mirando
antes por ellos que por sí mismo.
Comentario.
De la pluma de Lucas el Corpus de este año tiene un lema muy claro: Los
demás como objetivo.
EU/A-H: Los demás como objetivo a descubrir, no a conquistar. Sensibilidad
para el problema que el otro tiene. Delicadeza para saberse poner en el lugar
del otro.
Los demás, más allá del círculo familiar. Estos en realidad forman
parte de uno mismo. Los íntimos son la fuerza que tú tienes para dar acogida a
los demás.
Los demás en concreto, con un rostro, con nombre y apellidos, con la
fuerza de la proximidad geográfica.
Los demás como objetivo más allá del cálculo o del riesgo programado,
más allá de los egoísmos que atenazan y limitan.
A partir de un comportamiento así es como puede acontecer el milagro de
lo inesperado, de lo impensable incluso. Sólo si no se hace nada por los demás,
es como nunca puede suceder nada que valga la pena.
ALBERTO BENITO - DABAR 1989, 29
2.- Los hechos históricos, en sí mismos, son realidades mudas. Hablan
cuando alguien los interpreta. ¿Cuál es la interpretación de Lucas del hecho
histórico de la multiplicación de los panes? El relato está configurado como un
diálogo entre Jesús y los doce. Son éstos quienes lo inician con una respuesta
razonable (v. 12). Jesús les propone otra (v. 13a). Los doce la consideran
inviable, pero estarían dispuestos a poner los medios para hacerla viable (v.
13b). El diálogo se desarrolla, pues, en términos de propuestas y
contrapropuestas normales; no hay nada que haga pensar en una intervención
milagrosa, ni siquiera cuando Jesús pide a sus discípulos que hagan sentar a la
gente (v. 14b).
Sólo el v. 16 rompe el desarrollo normal, introduciendo la intervención
milagrosa de Jesús. Literariamente hablando, se trata de una intervención
inesperada. Esto quiere decir que Lucas no está interesado en resaltar lo
extraordinario de la escena, aunque indudablemente lo presupone.
ENTREGA/CSO Una vez más, Lucas ha elaborado el relato en perspectiva
catequética. Catequesis a los doce (=los guías) sobre cómo tienen que actuar en
la comunidad cristiana. Esta actuación no debe ser el desentendimiento (¡que se
las arreglen como puedan!, cfr. v. 12), por muy comprensible y razonable que
pueda éste parecer. Su actuación debe ser la entrega, la disponibilidad, la
búsqueda de soluciones, por muy costosas que éstas sean. Es entonces cuando se
produce el milagro. El milagro de una comunidad donde no hay necesidades, donde
todo fluye a raudales y que incluso sobra.
En realidad, la óptica de Lucas en este relato (a diferencia de los
otros evangelistas) no es la eucaristía. Y, sin embargo, su relato puede leerse
en un día significativamente eucarístico. La Eucaristía, como Jesús la
entendió, es la gran señal de una comunidad en torno a una misma mesa, donde a
nadie le falta nada y donde todo es alegría de vivir.
DABAR 1977, 37
3.- El contexto vital del relato originario es una comunidad que espera
la ayuda y la salvación de Jesús en el que ve la plena realización
escatológica. Se trata del mundo teológico palestinense que esperaba la
salvación definitiva con el retorno de Jesús. Hay que recordar las más antiguas
celebraciones litúrgicas fuertemente impregnadas de la espera escatológica. El
relato de hoy se apoya en la espera cristológica y escatológica. ¿Antes han
preguntado... quién es éste...? (9,9), hay después la confesión de Pedro (9,
20). La multiplicación de los panes prepara la manifestación cristológica de 9,
28-36.
En el texto, Jesús se presenta como "redentor" que anuncia el
reino y cura a los enfermos. Acoge al pueblo con su palabra y con sus obras. El
gesto de dar de comer a la gente le presenta como "redentor" que está
siempre con los suyos.
El pueblo se confía a Jesús, pero los discípulos no tienen la misma
confianza. A través del servicio de los apóstoles, el pueblo se reúne en
comunidad del reino de Dios. Con todo este relato no presenta sólo al Jesús
histórico, sino la experiencia de fe de la comunidad primitiva que en la
eucaristía ha encontrado al Señor.
Él es quien da y se da. Los discípulos distribuyen en su nombre.
Así cumplen el mandato de Jesús: dadles vosotros de comer. Jesús va más
allá de toda espera humana. No da palabras, sino que se da a sí mismo, quiere
encontrar al hombre en sus necesidades concretas, quiere saciar el hambre de
las profundas exigencias humanas. El es el pan "partido" y
"compartido" que debe continuar en la vida de los discípulos.
P. FRANQUESA - MISA DOMINICAL 1986, 11
4. EU/ALIENACION
Si la exégesis de los relatos de la multiplicación de los panes es
exacta, plantea un problema grave a la conciencia del cristiano que lleva en su
corazón la preocupación por sus hermanos hambrientos. Las comunidades
primitivas dan, en efecto, la impresión de haber suavizado el gesto concreto de
Cristo saciando el hambre de una multitud hambrienta, en un proceso de
idealización y de espiritualización bastante grave. Al orientar la óptica del
relato hacia el simbolismo eucarístico (v. 16; cf. Jn 6), la experiencia
escatológica o la significación misionera (tema de la recogida de los restos
para darlos a los ausentes), etc., los primeros cristianos dan a algunos la
impresión de que se evadían de las exigencias del hambre para refugiarse en un
reino que no es de este mundo, en el que se recibe un pan que no está sumergido
en las contingencias de aquí abajo, donde no será necesario preocuparse del
alimento cotidiano.
Esta concepción es evidentemente falsa y distorsiona gravemente el
pensamiento de Jesús. Por otra parte, éste no ha instituido una Iglesia cuya
misión estaría reducida a saciar los cuerpos. Si los primeros cristianos dieron
al relato una interpretación eucarística, esto se debe a que la saciedad de los
cuerpos está estrechamente ligada a la saciedad de los corazones. En efecto, el
pan eucarístico sólo sacia el corazón del hombre animándole a amar mejor a sus
hermanos y a procurarles el pan que no tienen.
El pan eucarístico no enriquece: empobrece, puesto que sólo puede ser
comido por aquellos que se abren a la voluntad del Padre. Y nos permite unirnos
a los pobres en su lucha contra el hambre y sus causas precisamente porque nos
hace pobres espiritualmente.
De este modo, la participación en el pan eucarístico de nosotros,
ricos, debe hacernos cada vez más desprovistos, arrancarnos a los bienes
perecederos y a su esclavitud. La liturgia del pan de la vida eterna es una
llamada incesante a una mayor pobreza.
MAERTENS-FRISQUE - NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV - MAROVA
MADRID 1969.Pág. 319 ss.
5.- Comentario. Nos hallamos ante un relato. La ocasión está propiciada
por el gentío que se ha reunido en torno a Jesús. Dada la hora, los doce
aconsejan a Jesús que despida al gentío para que éste pueda proveer a sus
necesidades de alojamiento y comida. Ya tenemos, pues, al primer personaje del
relato: los doce.
Representan la razón, la lógica. Entra en escena el segundo personaje:
Jesús. Proveed vosotros. Representa la sinrazón, la ilógica. Dos personajes,
pues, representando dos papeles, dos posturas contrapuestas. El resto del
relato lo conocemos, Cada personaje representa su papel parcamente,
escuetamente. El autor del relato no nos distrae con curiosidades, sino que va
derecho al resultado: todos comieron y aún sobró, tantos cestos cuantos
personajes razonables: doce.
Desde el comienzo de su obra, el autor del tercer evangelio viene
insistiendo en lo siguiente: fíate de Dios y acontecerá lo que parecía absurdo
e imposible. Ha propuesto dos modelos: María (cfr. /Lc/01/38) y Pedro
(/Lc/05/05). Ahora vuelve a insistir en lo mismo, poniendo como modelo al propio
Jesús. Fíate de Dios y acontecerá lo que te parecía imposible. Esta es la razón
de ser de este relato. Fíate de Dios.
DABAR 1983, 32
6.- El gesto de la multiplicación de los panes constituye uno de los
signos reveladores más importantes de todo el evangelio. Como es habitual en
Lucas, la figura de Jesús comienza a manifestarse también aquí a partir de la
doble perspectiva de las palabras y los hechos: abre ante los hombres el camino
del reino que ofrece la salud o vida nueva (9, 11). Sobre ese fondo, ligeramente
precisado, viene a revelarse el signo de los panes.
La esperanza en el banquete constituía uno de los grandes elementos de
la apocalíptica tradicional. El apocalipsis de Isaías precisaba: "Y
preparará Yahveh Sebaot para todos los pueblos un festín de suculentos
manjares, un festín de vinos generosos" aluden a la felicidad del que
recibe el pan del reino (Lc 14, 15) o cuando afirman que Jesús anhela
ansiosamente la comida del reino que se acerca (Lc 22,16).
Sobre este fondo se precisa todo el contenido del signo de los panes.
Los que siguen a Jesús han tenido que prescindir de las seguridades que el
mundo les ofrece: entra la noche y están solos; sienten hambre y no disponen de
comida, pues se encuentran lejos del poblado (9, 12). Pues bien, en medio del
desierto, a la llegada de la noche, Dios repite los antiguos prodigios de la
historia de su pueblo; aunque los hombres piensen estar solos y perdidos, Jesús
se encuentra en medio de ellos repartiendo su misterio a manos llenas: enseña,
cura, ofrece el alimento.
Es difícil encontrar una imagen más valiosa del sentido y de la obra de
Jesús. Los que le siguen tienen que arriesgarse, dejando atrás el mundo
antiguo, su seguridad y su comida. Pero, una vez que ya lo han hecho no
necesitan decir nada: Jesús sabe su necesidad y les ayuda.
No interesa demasiado la manera concreta en que el signo se realizó. Lo
que importa es que Jesús dio de comer abundantemente al pueblo. Lo que importa
es que su gesto vino a suscitar entre los suyos el entusiasmo mesiánico de
forma que los hombres descubrieron que el banquete del reino ya ha empezado a
realizarse. Parece como si de pronto se hubieran rasgado los antiguos niveles
de las cosas; da la impresión de que el mundo de los pobres y perdidos de la
tierra se termina y surge la verdad definitiva de la vida.
A manera de conclusión, quisiéramos señalar con brevedad los elementos
más valiosos del signo de los panes:
a) en primer lugar, el gesto constituye una revelación escatológica;
por medio de Jesús, Dios se está mostrando como aquél que ofrece el alimento de
la vida al pueblo.
b) En el gesto se desvela el poder de los apóstoles; por sí mismos son
incapaces de ofrecer comida al pueblo (9, 13); sólo cuando reciben el pan que
les regala el Cristo pueden alimentar verdaderamente al pueblo.
c) Dentro de una vivencia eclesial el milagro se ha convertido en
anticipo y señal de la eucaristía; el mismo comportamiento de Jesús que
pronuncia la bendición, parte el pan y lo ofrece a los hombres nos dirige en
esta dirección; por eso, aquel comer juntos en la tensión de la esperanza
escatológica, se ha venido a convertir en el signo fundamental de la iglesia.
d) Todo esto nos lleva finalmente hacia otro plano: la comida fraternal
y abundante donde los dones del reino se ofrecen a todos los salvados debe
anticiparse en la comida de la tierra. Eso significa que los bienes de este
mundo son los medios, los manjares de un banquete en el que todos se encuentran
invitados; por eso, en una sociedad donde la injusticia separa brutalmente a
los unos de los otros es muy difícil recordar el gesto de la multiplicación de
los panes y celebrar de verdad la eucaristía. Jesús ha invitado a todos con
unos mismos panes (en la multiplicación y en la eucaristía); los bienes del
banquete del reino son comunes. Pues bien, una sociedad donde los hombres se
roban mutuamente la comida (se oprimen mutuamente), está indicando que no sigue
a Jesús ni desea tender hacia el banquete de su reino.
COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT - EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág.
1303 s.
7. ¿Entiendes lo que esto significa?
Fuente: Catholic.net
Autor: P . Sergio A. Córdova
Hay, en Tierra Santa, un pueblecito llamado Tabga. Está situado junto a
la ribera del lago Tiberíades, en el corazón de la Galilea. Y se halla a los
pies del monte de las Bienaventuranzas. La Galilea es una región de una gran
belleza natural, con sus verdes colinas, el lago de azul intenso y una fértil
vegetación. Este rincón, que es como la puerta de entrada a Cafarnaúm, goza
todo el año de un entorno exuberante. Es, precisamente en esta aldea, donde la
tradición ubica el hecho histórico de la multiplicación de los panes realizada
por Jesús.
Ya desde el siglo IV los cristianos construyeron aquí una iglesia y un
santuario, y aun hoy en día se pueden contemplar diversos elementos de esa
primera basílica y varios mosaicos que representan la multiplicación de los
panes y de los peces.
Pero hay en la Escritura un dato interesante. Además de los relatos de
la Pasión, éste es el único milagro que nos refieren unánimemente los cuatro
evangelistas, y esto nos habla de la gran importancia que atribuyeron desde el
inicio a este hecho. Más aún, Mateo y Marcos nos hablan incluso de dos
multiplicaciones de los panes. Y los cuatro se esmeran en relatarnos los gestos
empleados por Jesús en aquella ocasión: “Tomando los cinco panes y los dos
peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos –dio
gracias, nos dice san Juan—, los partió y se los dio a los discípulos para que
se los repartieran a la gente”.
Seguramente, los apóstoles descubrieron en estos gestos un acto
simbólico y litúrgico de profunda significación teológica. Esto no lo
adviertieron, por supuesto, en esos momentos, sino a la luz de la Última Cena y
de la experiencia post-pascual, cuando el Señor resucitado, apareciéndose a sus
discípulos, vuelve a repetir esos gestos como memorial de su Pasión, de su
muerte y resurrección. Y, por tanto, también como el sacramento supremo de
nuestra redención y de la vida de la Iglesia.
Año tras año, el Papa Juan Pablo II escribe una carta pastoral dirigida
a todos los sacerdotes del mundo con ocasión del Jueves Santo, día del
sacerdocio y de la Eucaristía por antonomasia. El año pasado la hizo extensiva
a toda la Iglesia, convirtiéndola en una carta encíclica para todo el orbe
católico: “Ecclesia de Eucharistia”. Yo invitaría a todos los que vean este
artículo de hoy a leer y a meditar en el contenido espiritual tan rico y
profundo de este documento brotado del corazón mismo de Juan Pablo II.
“La Iglesia vive de la Eucaristía”. Así inicia el Papa su meditación.
“Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que
encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia”. Y a continuación
tratará de hacernos comprender, valorar y vivir esta afirmación inicial.
En efecto, la Eucaristía es el sacramento por excelencia de la Iglesia
–y, por tanto, de cada uno de los bautizados— porque brotó del amor redentor de
Jesucristo, la instituyó como sacramento y memorial de su Alianza con los
hombres; alianza que es una auténtica redención, liberación de los pecados de
cada uno de nosotros para darnos vida eterna, y que llevó a cabo con su santa
Pasión y muerte en el Calvario. La sangre y el agua que brotaron del costado
traspasado de Cristo sobre la cruz nos hablan de este mismo misterio.
El Sacrificio eucarístico es –recuerda el Papa, tomando las palabras
del Vaticano II— “fuente y culmen de toda la vida cristiana”. Cristo en persona
es nuestra Pascua, convertido en Pan de Vida, que da la vida eterna a los
hombres por medio del Espíritu Santo.
Juan Pablo II nos confiesa que, durante el Gran Jubileo del año 2000,
tuvo la grandísima dicha de poder celebrar la Eucaristía en el Cenáculo de
Jerusalén, en el mismísimo lugar donde la tradición nos dice que fue realizada por
Jesucristo mismo la primera vez en la historia. Y varias veces ha traído el
Papa a la memoria este momento de gracia tan singular. El Papa sí valora
profundamente lo que es la Eucaristía. En el Cenáculo –nos recuerda el Santo
Padre— “Cristo tomó en sus manos el pan, lo partió y lo dio a sus discípulos
diciendo: Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será
entregado por vosotros” (Eccl. de Euch., nn. 1-2).
Estos gestos y palabras consacratorias son las mismas que empleó Jesús
durante su vida pública, en el milagro de la multiplicación de los panes. Si
Cristo tiene un poder absoluto sobre el pan y su naturaleza, entonces también
podía convertir el pan en su propio Cuerpo, y el vino en su Sangre.
Y decimos que la Eucaristía es el “memorial” de nuestra redención
porque –con palabras del mismo Santo Padre— “en ella está inscrito de forma
indeleble el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor. No sólo lo evoca,
sino que lo hace sacramentalmente presente. Es el sacrificio de la Cruz que se
perpetúa por los siglos”. Esto, precisamente, significa la palabra “memorial”.
No es un simple recuerdo histórico, sino un recuerdo que se actualiza, se
repite y se hace realmente presente en el momento mismo de su celebración.
Por eso –continúa el Papa— la Eucaristía es “el don por excelencia,
porque es el don de sí mismo (de Jesucristo), de su persona en su santa
humanidad y, además, de su obra de salvación.
Ésta no queda relegada al pasado, pues todo lo que Cristo es y todo lo
que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina
así todos los tiempos… Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la
muerte y resurrección de su Señor, se hace realmente presente este
acontecimiento central de salvación y se realiza la obra de nuestra redención”
(Eccl. de Euch., n. 11).
Ojalá, pues, que en esta fiesta del Corpus Christi, que estamos
celebrando hoy, todos valoremos un poco más la grandeza y sublimidad de este
augusto sacramento que nos ha dejado nuestro Señor Jesucristo, la Eucaristía,
el maravilloso don de su Cuerpo y de su Sangre preciosa para nuestra redención:
“Éste es mi Cuerpo. Ésta es mi Sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que
será derramada por vosotros y por todos los hombres, para el perdón de los
pecados. Haced esto en memoria mía”.
Que a partir de hoy vivamos con una fe mucho más profunda e intensa, y
con mayor conciencia, amor y veneración cada Eucaristía, cada Santa Misa:
¡Gracias mil, Señor, por este maravilloso regalo de tu amor hacia mí!
SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
Una fiesta muy popular
La fiesta del Corpus -que ahora se llama mejor "del Cuerpo y
Sangre de Cristo"- ha arraigado hondamente en el pueblo cristiano, desde
que nació en el siglo XIII.
Es una celebración que nos hace centrar nuestra atención agradecida en
la Eucaristía como sacramento en el que Cristo Jesús ha pensado dársenos como
alimento para el camino, haciéndonos comulgar con su propia Persona, con su
Cuerpo y Sangre, bajo la forma del pan y del vino.
Hoy no nos fijamos tanto en la celebración de la Eucaristía, aunque la
organicemos con particular festividad, sino en su prolongación, en la presencia
permanente en medio de nosotros del Señor Eucarístico, como alimento disponible
para los enfermos y como signo sacramental continuado de su presencia en
nuestras vidas.
Génesis 14,18-20. Melquisedec ofreció pan y vino Leemos un breve
episodio de la vida de Abrahán. A la vuelta de una escaramuza en la que tuvo
que luchar contra unos enemigos y los venció, le sale al encuentro el rey de
Salem (Jerusalén), Melquisedec, que era también sacerdote de Dios.
Este misterioso personaje le ofrece pan y vino, y transmite a Abrahán,
de parte de Dios, su bendición.
El salmo recoge, sobre todo, la alusión a Melquisedec, que se ha
convertido en figura de otro Sacerdote que también será "especial",
Cristo Jesús.
Nosotros aplicamos a Cristo esta antífona: "tú eres sacerdote
eterno, según el rito de Melquisedec", o sea no fue sacerdote por
pertenecer a una tribu determinada, sino por motivos especiales, como
Melquisedec.
1 Corintios 11, 23-26. Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la
muerte del Señor Pablo nos acerca más explícitamente al motivo de la fiesta de
hoy: la Eucaristía.
El Señor Jesús "tomó pan, y dijo: esto es mi Cuerpo, el por vosotros.
Y lo mismo con el cáliz: este cáliz es la nueva alianza en mi sangre".
Tanto al hablar del Pan como del Cáliz, añade el encargo: "haced
esto en memoria mía". Que es lo que la Iglesia está haciendo hace dos mil
años. Lucas 9, llb-17. Comieron todos y se saciaron Como quiera que el relato
de la institución de la Eucaristía, en la Última Cena, ya lo hemos escuchado de
labios de Pablo, en el evangelio de Lucas se ha preferido recordar la escena de
la multiplicación de los panes, que era como una promesa y figura de lo que iba
a ser la Eucaristía para la
comunidad cristiana.
"Dadles vosotros de comer". Parece una provocación, porque
era mucha la gente y estaban en despoblado: "¡no tenemos más que cinco
panes y dos peces!". Entonces él, "tomando los cinco panes y los dos
peces, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio".
Este milagro, narrado nada menos que seis veces entre los cuatro evangelios,
era visto en la primera comunidad como el anuncio más explícito del sacramento
de la Eucaristía.
Cristo, nuestro alimento de vida eterna
Melquisedec, en el misterioso episodio del Génesis, ofreció pan y vino a
Abrahán, que volvía de una batalla. El NT le considera como figura profética de
Jesús. Lo recordamos en la Plegaria Eucarística I (el "canon romano"):
"mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala, como aceptaste la
oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec".
En el evangelio leemos
que a una multitud cansada y hambrienta Jesús le ofrece alimento, multiplicando
los pocos panes y peces de que disponen.
Este hecho lo cuenta Lucas con una terminología claramente
"eucarística" -aunque todavía no se trata del sacramento cristiano,
que no empezaría hasta después de Pentecostés-, para que sus lectores supieran
reconocer el alimento que Jesús, ahora Resucitado, les está ofreciendo en su
camino.
Pablo, en la carta a los Corintios, escrita antes que los evangelios –por tanto, es el
primero que nos narra la institución de la Eucaristía- nos cuenta cómo Cristo
nos encargó que celebráramos, como memorial suyo, este sacramento tan sencillo
y tan profundo: ese pan partido y ese vino repartido entre la comunidad, que
son el Cuerpo y Sangre de Cristo.
Abrahán vendría cansado de su expedición. La multitud estaba cansada y hambrienta en su
seguimiento de Jesús. Nosotros, con frecuencia, también experimentamos el
cansancio y el polvo del camino y nos podemos sentir exhaustos por las
dificultades de la vida. Ahí tenemos, unos y otros, el alimento que Dios ha
preparado para nosotros y que no se nos hubiera ocurrido a nosotros: nada menos
que el Cuerpo y la Sangre de Cristo mismo, el Señor Resucitado, como alimento y
"viático" para el camino.
En este admirable sacramento, Jesús ha querido ser para su comunidad, hasta
el final de los siglos, el Maestro que transmite la Palabra viva de Dios. Pero
además ha querido ser su alimento que nos da fuerzas y nos transmite vida:
"quien come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí y yo en él...
vivirá de mí como yo vivo del Padre".
CORPUS CHRISTI
En este día en que celebramos CORPUS CHRISTI, estamos llamados a entrar
en un lugar donde el pan y el vino dejan de serlo para convertirse en
permanente presencia de Cristo en la Eucaristía.
Insertarnos en Cristo comporta siempre salir enriquecidos, no de bienes
materiales sino llenos de su Espíritu en el corazón y en el alma. Treinta
minutos, escasos, no son suficientes ni dan cuenta del valor que encierra
La festividad del CORPUS CHRISTI se hace demasiado grande para
encerrarla en los cuatro muros de un templo. Es tan grande su misterio y tan en
el corazón de la fe... que se desparrama por los aledaños y plazas saliendo de
la mejor catedral o de la iglesia menos importante y más escondida Es tan firme
nuestra devoción hacia
Impresiona tanto la “reserva” del AMOR de
DIOS en el Sagrario... que sale en CUSTODIA para que el mundo entienda que sin
Él, el ser humano, será un fracasado.
CORPUS... es manifestar públicamente la convicción de todo cristiano
católico que siente y vive en
CORPUS... es el AMOR de DIOS que toma cuerpo.... que se hace cuerpo;
visible, alimento, vino y pan. Y, si el amor de DIOS se hace cuerpo, nuestras
calles se hacen hueco y se abren de par en par para que, por unos
momentos, se conviertan en mesa interminable donde los seguidores de Jesús
celebren, proclamen, vivan y coman su pan multiplicado.
CORPUS... es el AMOR de DIOS a los hombres y - en trampolín- amor y
servicio, generosidad y justicia, perdón y fraternidad...... de los hombres con
los propios hombres. Si el AMOR DE DIOS se hace cuerpo, por nosotros, nosotros
somos urgidos por imperativo de Jesús Eucaristía a ser igualmente cuerpo
visible de: justicia y del compartir, de alegría y de tolerancia, de respeto y
de fe de reconciliación y de esperanza, de ilusión de coraje, de piedad y de
compromiso continuado en pro de una sociedad que no tiene más esquemas
sino el poder para tener.
RVCJ/2020