viernes, 30 de diciembre de 2016

LECTURAS Y COMENTARIO SANTA MARÍA MADRE DE DIOS CICLO A - 1 ENERO 2017

MARIA, ENSEÑANOS A MEDITAR


ORACION COLECTA

Dios y Señor nuestro, que por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos experimentar la intercesión de aquella de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida. El, que vive y reina contigo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Números 6,22-27

El Señor habló a Moisés: «Di a Aarón y a sus hijos, esta es la fórmula con la que bendecirán a los hijos de Israel: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor.
El Señor te muestre tu rostro y te conceda la paz”. Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré».

SALMO RESPONSORIAL (66)

Que Dios tenga piedad y nos bendiga.

Que Dios tenga piedad nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R.

Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia y gobiernas las naciones de la tierra. R.

Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman todos los confines de la tierra. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4,4-7

Hermanos: Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos la adopción filial.
Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: «¡“Abba”, Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

COMENTARIO

El evangelio del día de hoy traza un retrato de María que la convierte en nuestra maestra espiritual: “Su madre conservaba todos estos sucesos en sus memoria y los meditaba en su corazón”. Es la fe en una tarea de profundización. Nadie podría ahondar tan dentro como María, nadie tendrá que vivir unas cosas tan maravillosas. Ella era judía, educada al estilo judío. Convertirse en madre del Mesías fue algo que la deslumbró y la colmó: todas las jóvenes judías soñaban con ello. El primer acontecimiento desconcertante fue aquella concepción virginal tan extraña: ¡No conozco varón! Y a continuación se muestra deseosa de saber la verdad, no ya aplastada por la verdad, sino con ansias de preguntar: ¿Cómo voy a ser madre? El Espíritu vendrá sobre ti.
Empezaba así a meditar. María emprendía un camino de cuestiones cada vez más acuciantes. Ella, la judía tendrá que ir aceptando poco a poco la idea de que el Dios único tiene un Hijo ¡Y que ese Hijo es Jesús! Tuvo que ir haciéndose a la idea de que el Mesías glorioso era aquel niño que vivía en una humilde aldea y en una familia de obreros. Como todos los niños. Después de cierta agitación en el nacimiento, la inmersión en el silencio de una vida vulgar. Vino luego el episodio de los doce años de Jesús. Su independencia tan poco habitual y su repuesta, insolente si no hubiera encerrado un gran misterio: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre? No, no lo sabían, se atreve a decir; “no lo comprendieron”. Se dice a veces de una persona que se ve desbordada por los acontecimientos. María se vio desbordada. Pero siguió siendo profundamente receptiva: “guardaba todo aquello en su corazón”. Medita, recoge los hechos, las palabras, las luces. El delante los hechos y las palabras de su hijo extraño - ¡extranjero!- lejos de cerrarla ante lo inaccesible, la irán abriendo y levantando cada vez un poco más hacia el misterio; ¿Quién eres tú, tú que eres mi hijo?”.
Jesús ve esta triple tarea de apertura de meditación y de adaptación. Cuando una mujer superficialmente emocionada, le grita “¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!”. Le respondió con una invitación a una profundidad mayor: “Mayor: “dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen!” (Lc. 11, 27-28). ¿Por qué  no acudimos a esta escuela de la fe? No sólo hacia un modelo de alma contemplativa, sino hacia una madre que se siente tan feliz de ayudarnos a que nos adaptemos también nosotros al misterio. La fe cristiana no es fácil; lo vemos al oír a quienes la abandonan y al palpar nuestra propia mediocridad. No basta con  haber escuchado vagamente unas palabras, hay que recibir con avidez las palabras y los acontecimientos para progresar luego hacia todo el misterio de Jesús a fuerza de meditaciones. Como aquella que fue la primera en recorrer todo el camino. Y que puede guiarnos a nosotros.

PLEGARIA UNIVERSAL

Levantemos nuestra voz su0plicante al Señor, por la intercesión de s Madre Santísima, a ella Reina de la Paz imploremos la misericordia divina en favor de todas las personas.

1.- Por el Papa Francisco, los Obispos, sacerdotes y todos los miembros de la Iglesia, para que sean instrumento de Paz en medio del mundo. Roguemos al Señor.

2.- Para que los fieles, a imitación de María, mediten,  conserven en su corazón y anuncien con celo lo que han oído del Hijo de Dios. Roguemos al Señor.

3.- Para que los hombres de todas las razas y pueblos descubran que tienen un único Dios, Padre de todos y nunca se comporten como enemigos unos de otros. Roguemos al Señor.

4.- Para que llegue a la presencia del Señor el lamento de los que sufren a causa de las guerras, y pronto puedan experimentar el retorno de la paz a sus hogares y naciones. Roguemos al Señor.

5.- Para que llegue a la presencia del Señor el lamento de los que sufren a causa de las guerras, y pronto puedan experimentar el retorno de la paz a sus hogares y naciones. Roguemos al Señor.

Escucha, Dios omnipotente y eterno,  nuestras su0plicas bendice el año que hoy comenzamos. Que nuestro trabajo nos de el pan de cada día, y que nuestras almas encuentren el alimento necesario para avanzar en el camino del bien y en la contemplación de tu palabra. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Señor y Dios nuestro, que en tu providencia das principio y cumplimiento a todo bien, concede, te rogamos a cuantos celebramos hoy la fiesta de la Madre de Dios, Santa María, que así como nos llena de gozo celebrar el comienzo de nuestra salvación, nos alegremos un día de alcanzar su plenitud. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Hemos recibido con alegría los sacramentos del cielo, te pedimos ahora, Señor, que ellos nos ayuden para la vida eterna, a cuantos  proclamamos a María Madre de tu Hijo y Madre de la Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor.


PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 2: San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno, Obispos y doctores de la Iglesia (MO)  1Jn 2, 22-28; Sal 97; Jn 1, 19-28.
Martes 3: 1Jn 2, 29—3, 6;  Sal 97;  Jn 1, 29-34.
Miércoles 4: 1Jn 3, 7-10, Sal 97, Jn 1, 35-42.
Jueves 5: 1Jn 3, 11-21; Sal 99; Jn 1, 43-51.
Viernes 6: 1Jn 5, 5-13; Sal 147; Mc 1, 7-11.
Sábado 7:    1Jn 5,  14-21;  Sal  149; Jn 2,   1-12. Se puede celebrar la memoria de San Raimundo de Peñafort, presbítero (Blanco).
Domingo 8:   Epifanía del Señor (S) Is 60, 1.6;  Sal 71; EF 3, 2-3ª.5-6; Mt. 2, 1- 12.



1 ENERO: S. María, Madre de Dios. (S)
Nm 6,22-27; Ga 4,4-7; Lc 2,16-21


PRIMERA LECTURA

La fórmula de bendición sacerdotal señala una función del sacerdocio: bendecir, poner el nombre de Dios en la asamblea (Dt 10,8; 21,5). Como mediador, invoca, intercede. Dios es la fuente de toda bendición, y ésta abarca todo bien material o espiritual, siempre signo del favor de Dios, de su protección, gracia y paz. El reconocimiento de su hondura y significado lo dignifica como revelador.
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Lectura del libro de los Números 6,22-27.
El Señor habló a Moisés:
Di a Aarón y a sus hijos:
Esta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas:
El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor;
el Señor se fije en ti
y te conceda la paz.
Así invocarán mi nombre sobre los israelitas
y yo los bendeciré.


COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Nm 06, 22-27

1.
Composición del relato:
-Se compone de tres partes: una introducción (vs. 22-23), un poema litúrgico que es una fórmula de bendición (vs. 24-26) y una conclusión (v. 27).
En las tres partes una raíz verbal común: "bendecir" (vs. 23. 24. 27), y en las tres oraciones del poema (paralelas por su contenido y forma) un mismo sujeto: el Señor (vs. 24-26). Esta triple invocación del nombre del Señor hace eficaz la bendición de los sacerdotes aaronitas (v. 23). En realidad es Dios el que bendice a través de sus mediadores (v. 27).
Comentario:
-Una de las tendencias dominantes de la primera parte del libro de los Números es poner en claro el papel o función de los sacerdotes. Es cierto que patriarcas, reyes y levitas pueden bendecir (cfr. Bn. 27, 48; II Sam. 6, 18; I Rey. 8, 14. 55; Dt. 10, 8, 221, 5), pero aquí esta función está reservada en exclusiva a los sacerdotes (cfr. Sir. 50, 22 ss).
-La bendición hace presente a Dios en medio del pueblo (v. 27). Toda bendición humana continúa la bendición de Dios a los seres creados y a los patriarcas (cfr. Gn. 1, 22.28; 12, 2 ss). Pronunciada, siempre produce su efecto sin poderse revocar (cfr. Gn. 27, 30-38: difícil de entender a todo hombre occidental. La bendición en el A.T. guarda similitud con la bendición gitana).
-Las fórmula de bendición posee un estilo arcaico y conciso (es muy citada en el A.T..: Sa. 67, 1,; 119, 135..., y en la literatura del Qumran, signo evidente de su importancia en la piedad judía). Se implora la bendición divina para que el Señor:
1) Conceda abundantes cosechas, ganados, éxitos en las empresas... (v. 24; Dt. 28, 2-14). Termino equivalente a bendecir, aunque en forma negativa, es "proteger".
2) "Ilumine su rostro sobre ti": en Prov. 16, 14 ss., esta expresión se opone a la ira del rey. Indica, por tanto, mostrar su favor, conceder el bien y la vida (cfr. Sal 31, 17; 80, 4.8.20).
3) Te concede la paz. La paz es un término muy rico en hebreo, sin traducción posible en nuestras lenguas. Indica la idea de perfección o de totalidad: bienestar, prosperidad material y espiritual tanto a nivel individual como colectivo... La paz aquí no se opone a la guerra solamente, sino a todo lo que puede perjudicar el bienestar humano y las buenas relaciones de los hombres entre sí y con Dios.
Reflexiones:
-Algunas variantes textuales ponen los verbos de este relato en futuro, adquiriendo así la bendición un valor profético. Por eso muchos Padres han visto en este texto el anuncio de la auténtica bendición: la venida de Jesús, nuestra paz (cfr. Is. 9,6; 11, 1-9...). Estos días contemplamos el nacimiento de este Príncipe que nos trae una paz basada en la justicia, el amor a Dios y a los hermanos (cfr. Is. 32, 17; 60, 17...).
-Millones de seres humanos pasan hambre. Los bienes materiales escasean incluso en nuestro mundo occidental: aumento del paro, carencia de poder adquisitivo... El egoísmo reina por todas las partes: sólo nos interesa lo nuestro y los nuestros; los demás no cuentan, ni siquiera Dios. Al contemplar estos días al Príncipe de la paz en el Belén imploremos también su bendición; de lo contrario nuestro mundo tiene visos de convertirse en una jauría de locos.
A. Gil Modrego, Dabar, 1986 Nº 7
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2. PAZ/BENDICION  PAZ-MESIANICA. QUÉ SIGNIFICA.
He aquí una fórmula antiquísima para bendecir al pueblo invocando sobre él el nombre del Señor. La bendición del pueblo estaba reservada a los sacerdotes; por eso aquí se encomienda expresamente la fórmula al primero de ellos, Aarón, y a sus hijos (cf. Dt 10, 8; 21, 5). Si alguna vez los reyes, como hizo David (2 S 6, 18) bendijeron a todo el pueblo, fue porque ejercieron ocasionalmente funciones sacerdotales. Los sacerdotes acostumbraban a impartir la bendición en el templo, bien sea antes de comenzar el culto y como saludo (Sal 118, 26) o después y como despedida (Lv 9, 22).
Esta fórmula de bendición consta de tres miembros paralelos, cada uno de los cuales comienza de nuevo invocando el nombre del Señor (aunque la tradición no ha respetado esta estructura al suprimir el nombre del Señor en el segundo miembro). Notemos también que el primer miembro tiene en el original solamente tres palabras, cinco el segundo y siete el tercero. La pronunciación de la fórmula se acompaña con el rito de la imposición de manos. La repetición del nombre del Señor, el "crescendo" literario y el gesto de imponer las manos sobre el pueblo señalan muy bien la voluntad de eficacia del que bendice. Sin embargo, no estamos ante una fórmula mágica que funcione por sí misma, por la fuerza de las palabras y los ritos. De ser así, el favor de Dios pasaría a depender de los sacerdotes que poseen la fórmula. El modo optativo de todos los verbos que se usan indica que se trata de una oración; por lo tanto, los sacerdotes tienen que pedir a Dios su favor y no pueden controlar su gracia.
Se espera que Dios conceda su protección, su favor y la paz al pueblo sobre el que ha sido invocado su santo nombre. Esta "paz" (en hebreo Shalom palabra con la que se saludan los judíos hasta nuestros días) significa mucho más de lo que nosotros solemos entender. La "paz" es para los judíos el compendio de todos los bienes mesiánicos: reposo, gloria, riqueza, salvación, vida..., y, en todo caso, únicamente es posible como fruto de la justicia.
La paz entendida como desorden establecido y simple ausencia de guerra "caliente" no tiene valor alguno, no es la paz que viene de Dios.
Eucaristía 1985, 1
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3. PAZ-BIBLICA:
EL SEÑOR TE CONCEDA LA PAZ.
A comienzo del nuevo año quisiéramos los cristianos invocar de Dios sobre toda la humanidad la bendición de que nos habla Num. 6, 24-25: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz". La paz bíblica no es un concepto negativo, ausencia de guerra o de violencia, es como la síntesis de todos los bienes necesarios y posibles, es "Shalom", un estado de bienestar espiritual y material, comunión con Dios y con los hermanos. Por eso la paz es una meta hacia la que caminamos, un quehacer en que trabajamos.
PAZ/VAT-II  PAZ/JUSTICIA
Desgraciadamente, esta concepción positiva de la paz que exige como fundamento cotas cada vez mayores de justicia, libertad y amor, ha ido degenerando hasta convertirse en algo exclusivamente negativo: la ausencia de guerra. Un botón de muestra lo tenemos en que la llamada ética de la paz ha estado construida más bien en relación a la evitación de la guerra ("doctrina de la guerra justa") que como camino positivo de construcción de la paz. Por eso el Vaticano II tiene que advertir: "La paz no es la mera ausencia de guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia... Por eso la paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer" (G.S.78).
Dabar 1987, 7


SALMO RESPONSORIAL
Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8

R/. El Señor tenga piedad y nos bendiga.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros:
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que lo teman
hasta los confines del orbe.
COMENTARIOS AL SALMO 66

El Señor tenga piedad y nos bendiga (v. 1). Que Dios nos bendiga (v. 8). La lectura "cristiana" de estos versículos, es decir, su alcance y comprensión a la luz de la plenitud de la Revelación, los convierten en hondos y luminosos.
La bendición de Dios se consuma en su Hijo Jesucristo, por medio del cual nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales 314
Aprovechemos este silencio contemplativo de nuestra oración para agradecer a Dios Padre estas bendiciones: en primer lugar, la bendición consistente en contemplarnos -antes, incluso, de la creación del mundo- como formando un solo cuerpo en la Persona de Cristo. Un cuerpo que llegará "al estado de varón perfecto, a la medida de la edad perfecta de Cristo".315 ¡Qué sublime predestinación!; después, la bendición consistente en realizar esta predestinación de una manera admirable: haciéndonos hijos suyos. ¡Qué excelsa dignidad!
Por medio de Cristo -de su Pasión y de su Muerte- podemos contemplar de nuevo el rostro del Padre, sereno y bondadoso.316 Viene, pues, a propósito la conclusión de nuestra meditación con esta antiquísima colecta sálmica: "Conociendo la tierra tus caminos, Padre santo, y todos los pueblos tu salvación, confesamos que Cristo es nuestro sendero y nuestra patria; por Él caminamos derechamente y llegamos a la más plena victoria; danos, pues, como regalo a aquél que hiciste para nosotros salvación. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén."317
Ilumine su rostro sobre nosotros. Agustín desarrolla su plegaria "cristiana" con estas palabras: "Ya que nos grabaste tu imagen, ya que nos hiciste a tu imagen y semejanza, tu moneda, ilumina tu imagen en nosotros, de manera que no quede oscurecida. Envía un rayo de tu sabiduría para que disipe nuestras tinieblas y brille tu imagen en nosotros ... Aparezca tu Rostro, y si -por mi culpa-, estuviese un tanto deformado, sea reformado por ti, aquello que Tú has formado."318
La tierra ha dado su fruto: Son varios los Padres que, en el comentario a este versículo, nos ofrecen una interpretación concorde. ¡La Tierra! La Virgen María, es de nuestra tierra, de nuestra raza, de esta arcilla, de este lodo, de la descendencia de Adán. La tierra ha dado su fruto; el fruto perdido en el Paraíso y ahora reencontrado. La tierra ha dado su fruto.
Primeramente ha dado la flor: «Yo soy el narciso de Sarón y el lirio de los valles» (Cant 2: 1). Y esta flor se ha convertido en fruto: fruto porque lo comemos, fruto porque comemos su misma Carne. Fruto virgen nacido de una Virgen, Señor nacido del esclavo, Dios nacido del hombre, Hijo nacido de una Mujer, Fruto nacido de la tierra."319 "Nuestro Creador, encarnado en favor nuestro, se ha hecho, también por nosotros, fruto de la tierra; pero es un fruto sublime, porque este Hombre, nacido sobre la tierra, reina en los cielos por encima de los Ángeles."320
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314 Eph 1: 3.
315 Eph 4: 13.
316 MISAL ROMANO. Coll Misa 29. XII, en la Octava de Navidad.
317 F. AROCENA, Orationes super psalmos e ritu Hispano-Mozarabico, Toleti 1993, p. 119: 'Cognoscentes in terra viam tuam, Domine, in omnibus gentibus salutare tuum, Christum Dominum viam esse confitemur et patriam; per quem in directum gradimur et ad profectum plenissimum pervenimus; dona, igitur, ut ipsum habeamus in munere, qui nobis factus es in salutem. Qui vivit et regnat in sancula seculorum. Amen.'
318 S. AGUSTIN, Enarrationes in psalmos. 66, 4
319 S. JERONIMO, Breviarium in psalmos. 66; PL 26.
320 S. GREGORIO MAGNO, Homiliae in Ezechielem, 2, 1; PL 76, 937.
AROCENA-1.Págs. 145-147

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2.
Esta repetición de palabras crea una especie de alborozo en el mismo vocabulario. Una vez más, vemos a Israel consciente del privilegio de ser el "pueblo de la Alianza"... y deseoso de participar esta dicha al conjunto de la humanidad. Pide a todas las naciones, a toda la tierra, a todos los hombres, asociarse a las "bendiciones" de que es el primer beneficiario. Este salmo seguramente se cantaba en una de las dos fiestas de cose cha: Pentecostés o los Tabernáculos. La fertilidad de la tierra, la felicidad de una hermosa siega, incitaba a los hebreos a compartir esta dicha, fruto de la bendición divina.
SEGUNDA LECTURA: CON JESÚS
"Id por todo el mundo: haced discípulos míos entre todas las gentes"... Jesús vivió profundamente en su conciencia este "universalismo" de Israel. Transformó este voto en proyecto... Enviando a sus apóstoles hasta "los confines de la tierra". "¡Jesús debió recitar este salmo con gran fervor!". "Que venga tu reino universal, que se haga tu voluntad".¡"Que los pueblos te aclamen oh Dlos, que te aclamen todos los pueblos"!
"La tierra ha dado su cosecha". Esta dimensión realista, temporal, de la felicidad basada en los bienes de aquí abajo, no fue menospreciada por Jesús: nos manda pedir "el pan nuestro de cada día". "Tu camino será conocido sobre la tierra". Jesús se llamó a sí mismo el "camino". "Yo soy el camino, la verdad, la vida". "Que su rostro aparezca ante nosotros". El "rostro" de Dios, luminoso: La sonrisa de Dios a la humanidad. Jesús, en su encarnación, ¿no fue acaso la respuesta inaudita a esta oración? El Dios invisible, el Dios "sin rostro", se hizo visible a nuestros ojos en el rostro humano de Cristo. "La tierra ha dado su cosecha, su fruto"...¡ Jesús, fruto de la tierra! Jesús, la más bella mies que jamás haya salido del seno de la tierra. "Tu salvación será conocida entre todas las naciones". Esta salvación la trajo El, Jesús. Recitando este salmo, Cristo oró por su propia misión en el plan del Padre: "He venido, no para condenar sino para salvar". "Tú conduces las naciones sobre la tierra". Conducir, guiar, papel divino. Jesús reivindicó explícitamente este papel, presentándose como el "buen pastor" que conduce sus ovejas hacia las fuentes de agua viva.

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

La tierra entera... El mundo entero... Todos los pueblos... Todos los hombres. Esta visión amplia, cósmica, mundial, es muy moderna. Nunca como hoy se han traspasado las fronteras que separan los pueblos. Entramos cada vez más en la era de los viajes al exterior. El mundo entero llega a nuestra casa por la televisión. La manera de vivir de otros pueblos, sus problemas se aproximan a nosotros. Al mismo tiempo se acentúan los sueños de paz universal y definitiva. ¡"Que las naciones se alegren, que canten"! Al hacer esta oración hoy, no podemos encerrarnos en nuestros pequeños universos particularistas o nacionalistas estrechos... Al contrario, este salmo contribuye a ampliar nuestros horizontes. En este sentido, el Padre Teilhard de Chardin con su pensamiento universal, contribuyó a "ampliar nuestros corazones". Escribió un opúsculo titulado: "La Misa sobre el mundo". Admiremos la amplitud de esta "eucaristía". El sol ilumina, allá, la franja extrema del primer oriente. Una vez más, bajo el mantel móvil de sus fuegos, la superficie viviente de la tierra despierta, vibra y reinicia su aterradora labor. Pondré en mi patena, oh Dios mío, la cosecha esperada de este nuevo esfuerzo. Echaré en mi cáliz la savia de todos los frutos que serán triturados hoy"...
La tierra ha dado su cosecha: Dios, Dios nuestro nos bendice. Ha habido en ciertas épocas de la historia de la Iglesia una tentación de espiritualismo desencarnado, un desprecio de las cosas de aquí abajo, un cierto pesimismo ante los alimentos terrestres, considerados como impuros. No se trata de caer en el exceso inverso que idolatra los "bienes de la tierra". Jesús trató de "loco" al hombre que amplió sus graneros al tener una cosecha excepcional... No precisamente por el éxito, sino porque se olvidó de pensar en "su alma". ¡Sí, es verdad! Los placeres terrestres son frágiles, no pueden saciar totalmente el "hambre" y la "sed" del hombre. La verdadera actitud cristiana es la del hombre que se da sin medida al éxito de la "creación": recoger una hermosa cosecha, llevar a feliz término una empresa, terminar bien un trabajo, hacer evolucionar las situaciones, educar a un hombre o una mujer... Esto es un "don de Dios": "Dios, nuestro Dios, nos ha bendecido". ¡Hay que hacer una espiritualidad del fracaso, cuando llegue! pero es más urgente hacer una espiritualidad de la "cosecha": "He aquí el pan, fruto del trabajo del hombre y de la tierra, te lo presentamos, él se convertirá en tu cuerpo".
Que las naciones se alegren, que canten. ¡La búsqueda de la felicidad, de la fiesta. Atreverse a orar así! Atreverse a pedir a Dios no solamente que cese el dolor, sino que aumente la felicidad y la alegría. Y si nosotros oramos para que los pueblos estén "alegres" y "canten"... ¿Cómo podemos tener caras aburridas? La alegría es el gran secreto del Cristiano. Un santo triste es un triste santo. Hagamos a aquellos que viven con nosotros la primera caridad, la caridad de la alegría y de la sonrisa.
La oración del tiempo de cosecha: oración de otoño: La vejez no es un tiempo fácil de vivir. Un poeta habló de esta edad que "siente la decadencia de las cosas perecederas". Este salmo sugiere que nada se acaba. El otoño es una estación nostálgica, es cierto. Pero todo continúa, en las cosechas que se guardan en el granero: todo lo que ha habido de trabajo, de amor, de sacrificio, de don de sí en una vida... "Está guardado en Dios" mejor que en ningún granero. Lo que ha hecho un anciano en su vida, los granos que ha cosechado, servirán para próximas siembras. Para quien cree en Dios, nada se acaba.
Noel Quesson, 50 Salmos para todos los días. Tomo I, Paulinas, 2ª Edición Bogota-Colombia-1988.Págs. 119-121
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3. LA PLEGARIA DEL MISIONERO

«Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe».
Esa es mi plegaria, Señor. Sencilla y directa en tu presencia y en medio de la gente con quien vivo. Bendíceme, para que los que me conocen vean tu mano en mí. Hazme feliz, para que al verme feliz se acerquen a mí todos los que buscan la felicidad y te encuentren a ti, que eres la causa de mi felicidad. Muestra tu poder y tu amor en mi vida, para que los que la vean de cerca puedan verte a ti y alabarte a ti en mí.
Mira, Señor, los seres que viven a mi alrededor adoran cada uno a su dios, y algunos a ninguno. Cada cual espera de sus creencias y de sus ritos las bendiciones celestiales que han de traer la felicidad a su vida como prenda de la felicidad eterna que le espera luego. Valoran, no sin cierta lógica, la verdad de su religión según la paz y alegría que proporciona a sus seguidores. Con ese criterio vienen a medir la paz y alegría de que yo, humilde pero realmente, disfruto, y que declaro abiertamente que me vienen de ti, Señor. Es decir, que te juzgan a ti según lo que ven en mí, por absurdo que parezca; y por eso lo único que te pido es que me bendigas a mí para que la gente a mi alrededor piense bien de ti.
Eso era lo que ocurría en Israel. Cada pueblo a su alrededor tenía un dios distinto, y cada uno esperaba de su dios que su bendición fuera superior a la de los dioses de sus vecinos y, en concreto, que le bendijera con una cosecha mejor que la de los pueblos circundantes. Israel te pedía que le dieses la mejor cosecha de toda la región, para demostrar que tú eras el mejor Dios del cielo, el único Dios verdadero. Y lo mismo te pido yo ahora. Dame una cosecha evidente de virtudes y justicia y paz y felicidad, para que todos los que me rodean vean tu poder y adoren tu majestad.
«El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros: conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación».
Quiero que todo el mundo te alabe, Señor, y por eso te pido que me bendigas. Si yo fuera un ermitaño en una cueva, podrías hacerme a un lado; pero soy un cristiano en medio de una sociedad de hecho pagana. Soy tu representante, tu embajador aquí abajo. Llevo tu nombre y estoy en tu lugar. Tu reputación, por lo que a esta gente se refiere, depende de mí. Eso me da derecho a pedir con urgencia, ya que no con mérito alguno, que bendigas mi vida y dirijas mi conducta frente a todos éstos que quieren juzgarte a ti por lo que ven en mí, y tu santidad por mi virtud.
Bendíceme, Señor, bendice a tu pueblo, bendice a tu Iglesia; danos a todos los que invocamos tu nombre una cosecha abundante de santidad profunda y servicio generoso, para que todos puedan ver nuestras obras y te alaben por ellas. Haz que vuelvan a ser verdes, Señor, los campos de tu Iglesia para gloria de tu nombre.
«La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor nuestro Dios. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben».
Carlos G. Vallés, Busco tu rostro, Orar los salmos Paulinas Sal Terrae. Santander-1989, Pág. 125s.
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4. CATEQUESIS DEL PAPA en la audiencia general del miércoles 9 de octubre de 2002  
Todos los pueblos alaben a Dios
1. Acaba de resonar la voz del antiguo salmista, que ha elevado al Señor un canto jubiloso de acción de gracias. Es un texto breve y esencial, pero que se abre a un inmenso horizonte, hasta abarcar idealmente a todos los pueblos de la tierra.
Esta apertura universalista refleja probablemente el espíritu profético de la época sucesiva al destierro babilónico, cuando se deseaba que incluso los extranjeros fueran llevados por Dios al monte santo para ser colmados de gozo. Sus sacrificios y holocaustos serían gratos, porque el templo del Señor se convertiría en "casa de oración para todos los pueblos" (Is 56, 7).
También en nuestro salmo, el número 66, el coro universal de las naciones es invitado a unirse a la alabanza que Israel eleva en el templo de Sión. En efecto, se repite dos veces esta antífona:  "Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben" (vv. 4 y 6).
2. Incluso los que no pertenecen a la comunidad elegida por Dios reciben de él una vocación:  en efecto, están llamados a conocer el "camino" revelado a Israel. El "camino" es el plan divino de salvación, el reino de luz y de paz, en cuya realización se ven implicados también los paganos, invitados a escuchar la voz de Yahveh (cf. v. 3). Como resultado de esta escucha obediente temen al Señor "hasta los confines del orbe" (v. 8), expresión que no evoca el miedo, sino más bien el respeto, impregnado de adoración, del misterio trascendente y glorioso de Dios.
3. Al inicio y en la parte final del Salmo se expresa el deseo insistente de la bendición divina:  "El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros (...). Nos bendice el Señor nuestro Dios. Que Dios nos bendiga" (vv. 2. 7-8).
Es fácil percibir en estas palabras el eco de la famosa  bendición sacerdotal que Moisés enseñó, en nombre de Dios, a Aarón y a los descendientes de la tribu sacerdotal:  "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz" (Nm 6, 24-26).
Pues bien, según el salmista, esta bendición derramada sobre Israel será como una semilla de gracia y salvación que se plantará en el terreno del mundo entero y de la historia, dispuesta a brotar y a convertirse en un árbol frondoso.
El pensamiento va también a la promesa hecha por el Señor a Abraham en el día de su elección:  "De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y serás tú una bendición. (...) Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra" (Gn 12, 2-3).
4. En la tradición bíblica uno de los efectos comprobables de la bendición divina es el don de la vida, de la fecundidad y de la fertilidad.
En nuestro salmo se alude explícitamente a esta realidad concreta, valiosa para la existencia:  "La tierra ha dado su fruto" (v. 7). Esta constatación ha impulsado a los estudiosos a unir el Salmo al rito de acción de gracias por una cosecha abundante, signo del favor divino y testimonio ante los demás pueblos de la cercanía del Señor a Israel.
La misma frase llamó la atención de los Padres de la Iglesia, que partiendo del ámbito agrícola pasaron al plano simbólico. Así, Orígenes aplicó ese versículo a la Virgen María y a la Eucaristía, es decir, a Cristo que procede de la flor de la Virgen y se transforma en fruto que puede comerse. Desde esta perspectiva "la tierra es santa María, la cual viene de nuestra tierra, de nuestro linaje, de este barro, de este fango, de Adán". Esta tierra ha dado su fruto:  lo que perdió en el paraíso, lo recuperó en el Hijo. "La tierra ha dado su fruto:  primero produjo una flor (...); luego esa flor se convirtió en fruto, para que pudiéramos comerlo, para que comiéramos su carne. ¿Queréis saber cuál es ese fruto? Es el Virgen que procede de la Virgen; el Señor, de la esclava; Dios, del hombre; el Hijo, de la Madre; el fruto, de la tierra" (74 Omelie sul libro dei Salmi, Milán 1993, p. 141).
5. Concluyamos con unas palabras de san Agustín en su comentario al Salmo. Identifica el fruto que ha germinado en la tierra con la novedad que se produce en los hombres gracias a la venida de Cristo, una novedad de conversión y un fruto de alabanza a Dios.
En efecto, "la tierra estaba llena de espinas", explica. Pero "se ha acercado la mano del escardador, se ha acercado la voz de su majestad y de su misericordia; y la tierra ha comenzado a alabar. La tierra ya da su fruto". Ciertamente, no daría su fruto "si antes no hubiera sido regada" por la lluvia, "si no hubiera venido antes de lo alto la misericordia de Dios". Pero ya tenemos un fruto maduro en la Iglesia gracias a la predicación de los Apóstoles:  "Al enviar luego la lluvia mediante sus nubes, es decir, mediante los Apóstoles, que anunciaron la verdad, "la tierra ha dado su fruto" con más abundancia; y esta mies ya ha llenado el mundo entero" (Esposizioni sui Salmi, II, Roma 1970, p. 551).


SEGUNDA LECTURA
El hecho de aceptar a un Dios trascendente no aliena al hombre ni lo esclaviza, sino que hace de él el hijo del Amo, impidiendo así que otros hombres tengan la pretensión sacrílega de ser amos de los que únicamente pueden ser sus iguales.
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Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas 4,4-7.

Hermanos:
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
Como sois hijos Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abbá! (Padre). Así que ya no eres esclavo, sino hijo, y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Ga 04, 04-07

1. CR/HIJO-DE-D LBT/ESCLAVITUD J/OBEDIENCIA
Pablo compara la situación del hombre antes de Cristo o al margen de Cristo a la de un niño que, aun siendo el heredero, vive bajo la tutela de sus pedagogos hasta que "se cumpla el tiempo" y entre en posesión de la herencia. Mientras llega su mayoría de edad, el niño vive sometido y en nada se diferencia de los criados; pero, cuando ya es mayor, cambia su suerte y todos reconocen que es el señor. Los judíos que vivieron antes de Cristo tuvieron como pedagogo la Ley de Moisés, los gentiles que viven al margen de Cristo tienen a los "elementos" de este mundo (3. 23-4. 3). Para unos y otros ha llegado el tiempo de vivir y ser tratados como hijos adoptivos de Dios y coherederos con Cristo. Ha llegado el tiempo de la liberación tanto de la Ley como de los "elementos" de este mundo.
Los "elementos" de los que habla Pablo en este contexto son probablemente los cuatro indicados por Empédocles: el agua, la tierra, el fuego y el aire, quizás también los astros. En cualquier caso se trata de las fuerzas cósmicas que los gentiles veneraban como divinidades o, al menos, como manifestación de lo divino; así que se refiere a las religiones paganas.
Pablo reconoce la ambigüedad tanto de la Ley de Moisés como de los "elementos" o religiones de los gentiles. Pues, si de una parte someten a los hombres, de otra ejercen sobre ellos una función pedagógica por voluntad de Dios. Lo malo es que el hombre llega a sacralizar la Ley y los "elementos", con lo que ambas realidades pierden su función mediadora y el hombre se olvida de su vocación a la libertad. El culto de los fariseos a la Ley es para Pablo tan pernicioso como el culto y la sumisión de los gentiles a las fuerzas de la naturaleza. El hombre actual reproduce la esclavitud y se somete muchas veces tanto a las fuerzas naturales (¿qué otra cosa significa el horóscopo?), como a la ley de un orden establecido, como si todavía no se hubiera cumplido el tiempo.
Todos nacemos de mujer, y, consiguientemente, condicionados por una herencia biológica, y por una ecología; todos nacemos igualmente bajo la ley, esto es, dentro de un orden social y de una civilización que nos determina en gran medida. También JC nació de mujer y bajo la Ley. Pero JC es el Hijo enviado por Dios cuando se cumplió el tiempo. Notemos, de una parte, su preexistencia y, de otra, su encarnación; sólo así descubriremos su estrategia: JC se somete a nuestras necesidades naturales y culturales para librarnos de cualquier necesidad. Y es que sólo puede liberar a los oprimidos el que se solidariza con su opresión. El Hijo hecho hombre ha puesto su libérrima voluntad debajo de nuestras necesidades, se ha sometido para hacerlas saltar en mil pedazos como un poderoso explosivo.
De esta manera, JC, el Hijo de Dios, nos ha dado la posibilidad de ser también nosotros hijos de Dios por adopción.
ADOPCION/FILIACION: Dios nos concede por medio de Cristo el "status" de hijos; pero nos da también un nuevo ser, nos hace efectivamente hijos. La adopción no es meramente legal. El que es poderoso para crearlo todo con su palabra, puede hacernos hijos suyos cuando nos llama a sí. Y si Dios nos llama hijos y nos hace realmente tales, bien podemos nosotros llamarle "Padre", lo mismo que Jesús. Sobre todo porque también nos ha dado el Espíritu de su Hijo, que es el que nos anima y nos enseña un nuevo modo de orar y da testimonio de que somos verdaderamente hijos de Dios (cf. Rm 8, 14-17).
Aquellos hombres que ya no pueden dirigirse a Dios de otra manera que no sea ésta, llamándole "Padre nuestro", aunque sigan viviendo bajo los poderes de este mundo, ya no son esclavos. Su posición bajo las fuerzas cósmicas y bajo la Ley ha cambiado de raíz: son hijos de Dios y su vocación es la libertad. Ciertamente que esperan todavía gozar de la plenitud de la herencia, pero han recibido una esperanza invencible que levanta el ánimo y es el punto de apoyo de la auténtica revolución. Esta es la esperanza que relativiza cualquier orden establecido y sostiene a los discípulos de Jesús en una paciencia activa hasta que él vuelva.
Eucaristía 1988, Nº 1
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2.
Esta perícopa de Gálatas no es directamente mariológica, sino cristologica. En ella Pablo  recuerda brevemente el acontecimiento de la Encarnación -aunque no emplea esa forma de  hablar- desde su normal perspectiva soteriológica. Es decir, quiere describir el estado de  hijos de Dios que los hombres hemos obtenido por Cristo.
El texto implica la trascendencia del Hijo, expuesta de pasada al aludir al plan salvífico  del Padre. Pero pasa Pablo inmediatamente a subrayar dos condiciones típicamente  humanas de ser del Hijo hecho hombre. La primera es su concepción y nacimiento de una  mujer. Es la primera alusión cronológica a María en el Nuevo Testamento. Aquí pretende  destacar la real condición humana del Hijo que tiene algo tan claramente humano como una  madre. No parece que al hablar sólo de madre y no de padre esté Pablo pensando en la  virginidad de María. El contexto, en que, como acabo de decir, se quiere subrayar la  solidaridad del Hijo con los hombres, va más bien en sentido contrario.
Porque esta realidad de la humanidad es esencial para el plan salvador del Padre. La segunda frase, "nacido o puesto bajo la ley", se refiere a la condición de Jesús como  miembro del pueblo judío en las condiciones normales de este pueblo. Inmediatamente  saca Pablo la consecuencia del rescate de la ley precisamente de los hombres con los que  Cristo se ha hecho solidario. Y no solo de los judíos -no hubiera tenido tanto sentido decir  algo sólo de los judíos a los gálatas que no lo eran- sino de todos.
El punto de partida de la salvación que Cristo lleva a cabo es su total semejanza con sus  hermanos los hombres. La culminación es hacerles hijos de Dios como El mismo lo es. Los  Padres lo sintetizaron así: "se hizo lo que somos nosotros para hacernos a nosotros ser lo  que El es"; hijos en el Hijo.
Naturalmente la primera persona que recibe ese modo de ser es la propia María. Ahí está  uno de los rasgos paradójicos de su maternidad: es el medio humano para que el Hijo sea  hombre y, a la vez, es la primera beneficiaria de esa obra salvadora. Madre de Jesús y  hermana mayor de nuestra salvación.
Federico Pastor, Dabar 1991, 7
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3. J/PLENITUD-H:
La celebración de Santa María, Madre de Dios, invita a leer el texto más antiguo del NT  entre los que se refieren a María y, concretamente a su maternidad.
-"Cuando se cumplió el tiempo...".-Dios es el Señor del tiempo y de la historia, y ha  llevado la historia humana a su meta con Cristo. El mismo Dios culmina la obra de la  creación del hombre.
"Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley":
El Hijo ha sido enviado a la humanidad, hecho hombre entre los hombres. Se ha  presentado por la encarnación en plan de igualdad con aquellos a quienes viene a salvar.  El nacimiento de María y su sumisión a la Ley, como subraya el evangelio de Lucas con el  hecho de la circuncisión, son señales de la verdadera humanidad de Cristo y de hasta qué  punto ha llegado el don de Dios al mundo. Con este don de Cristo, la humanidad ha logrado  su mayoría de edad: la liberación de la tutoría de la Ley y el asumir la condición de hijos. -"Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo...".-Esta mayoría  de edad del hombre en Cristo no es una utopía, sino una realidad ya palpable por la  presencia del Espíritu en los creyentes. Por el Espíritu el discípulo de Cristo tiene  conciencia de que es hijo y vive como tal. El grito "¡Abba! Padre" manifiesta la experiencia  de confianza que ha recibido del Hijo. Con él hemos pasado de la esclavitud, de no ser  nada, a ser herederos de las riquezas que vienen del amor de Dios.
J. Naspleda, Misa Dominical 1988, 1

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4. J/LIBRE.
Desde el cap. 3 está argumentando San Pablo sobre el papel de la ley en la salvación  del hombre. Ha demostrado que la ley no ha sido nunca, en los designios de Dios, un  instrumento decisivo de justificación; sólo el Espíritu de Dios en nosotros puede realizar esa  salvación (Gál 3, 2-5; 3. 14).
Los primeros versículos del cap. 4 describen el cambio de situaciones que se ha operado  en el momento en que los "tiempos han alcanzado su plenitud" (v. 4). El hombre estaba bajo  la ley en la condición de hijo menor y de servidumbre (vv. 1-3); después de Jesucristo pasa  a la condición filial..., y el pasaje leído hoy en la liturgia está precisamente encaminado a  describir esa condición.
a) El v. 4 está montado en torno a una doble antítesis: Dios envía a su Hijo como sujeto  de la ley para que los sujetos de la ley obtengan la filiación adoptiva. Recordando  igualmente que Cristo ha "nacido de la mujer", Pablo recuerda que el Hijo se ha hecho  esclavo de todas las servidumbres de la naturaleza -y no solo de la Ley- con el fin de que la  filiación libere a la humanidad de la esclavitud de los "elementos del mundo" (cf. v.3). Ahora bien, esta filiación se adquiere a través de una doble misión: la del Hijo que nace  de la mujer y bajo la ley (vv. 4-5) y la del Espíritu que viene a nuestros corazones (V. 6). En  este pasaje volvemos a encontrarnos con la argumentación de /Jn/01/01-14, en donde la  razón última de la encarnación de Cristo es precisamente el don de la filiación divina a  todos los hombres.
El Padre tiene la iniciativa de ese don, pero la realiza en dos misiones sucesivas: el envío  del Hijo que se hace esclavo para que el esclavo se haga hijo y el envío del Espíritu que  realiza esa filiación en lo más íntimo de nuestros corazones (cf. /Rm/08/14-15).
b) LBC/ETAPAS: El contexto general de la carta a los Gálatas introduce, sin embargo,  en la idea de filiación la de libertad (v.7). Pablo ve esa liberación en tres tiempos. El hombre está, en primer lugar, sometido a los "elementos del mundo" (v. 3): la  servidumbre de la naturaleza, la esclavitud respecto a las potencias que se cree dirigen el  mundo y que hasta podrían pretender llevarlo por el camino de la ley (cf. Gál 3, 19; Col 2,  15-18).
Liberado, por una parte, de ese determinismo, Israel es situado por Dios en un proceso  histórico que no está ya dominado por la fatalidad de la naturaleza, sino por intervenciones  gratuitas de Dios, entre las que Pablo ha colocado la Promesa y la Ley (cf. Gál 2, 16-17; 2,  19-21). Pero la ley circunscribe aún al judío a un determinismo (Gál 2, 4; 3, 23; 4, 21-31;  5-1), sobre todo cuando está sobrecargado de elementos humanos. Ella confirma al hombre  en su pecado sin concederle la posibilidad de desprenderse de él. Por lo demás, esa ley  habría sido dada por ángeles (Gál 3, 19), esos seres misteriosos que son comparados con  los "elementos del mundo" que mantienen al hombre bajo su dominación.
Entonces es cuando se dibuja la tercera etapa de nuestra liberación: liberado del  determinismo de la naturaleza y de las exigencias negativas de la ley, el hombre se  encuentra ahora frente a una persona: Cristo, el cual, siendo como es Hijo de Dios, no  podría ser esclavo. Quienquiera que se adhiere a El por los lazos del Espíritu se convierte  en hijo adoptivo y, por tanto, heredero de un mundo nuevo en el que todo es don y libertad  (v. 7; cf. Rom 8, 14-17; Ef 1, 1-5).
c) Pablo hace de los temas de la libertad y de la filiación las características de la plenitud  de los tiempos (v.4). ¿Cómo comprender esa plenitud cuando nada varió en el  desenvolvimiento del tiempo, ni el de las guerras o de las hambres, de los nacimientos o de  los muertos? (Ecl 1). Porque un hombre, nacido de una mujer, sujeto, por tanto, de la  naturaleza y de los acontecimientos, sujeto también de la legislación (vv. 4-5), ha vivido  cada acontecimiento de su vida, cualquiera que haya sido, en profundidad de eternidad,  descubriendo en él la presencia divina que le hace decisivo y asumiéndolo con entera  libertad.
Esta presencia divina se llama sabiduría en la lectura anterior; aquí se llama el Espíritu  derramado sobre nuestros corazones (v. 6): ese Espíritu que hace eternos los momentos  más ordinarios de la vida, que todo hombre posee en sí, pero no pueden descubrir más que  quienes, a imitación de Jesús, poseen una mirada suficientemente penetrante para  descubrirlo y vivir con El en el ahora de la decisión.
El hombre moderno cree en la libertad y quiere liberar a sus hermanos. Pero Cristo fue  para siempre el primer hombre que fue verdaderamente libre. Libre ante la naturaleza y  ante la Ley, ya que tanto a una como a la otra las ha puesto bajo su designio de amor. Libre  ante la muerte y el pecado que no han tenido sobre El ningún domino. Libre, finalmente,  incluso en la obediencia a su Padre, ya que ésta de ningún modo es pasiva o resignada,  sino hasta tal punto filial que se despliega bajo el signo de la invención y de la aventura  espiritual.
Cada cristiano debe manifestar al mundo esta libertad filial con su comportamiento,  mostrando cómo esta libertad completa de manera inesperada el deseo más profundo de  todos los movimientos actuales de liberación. La Eucaristía debería ser, en este aspecto,  una asamblea de hombres libres, reunidos no por un Mesías político que no habría podido  procurarles tal libertad, sino por el propio Espíritu de Dios, que sólo El tiene el secreto de la  libertad al poseer el de la filiación.
El cristiano, efectivamente, es libre, pero aún no tiene la madurez deseada para poner  perfectamente esta libertad al servicio del amor. Por esta razón recurre a la caridad de la  comunidad (que es el Cuerpo de Cristo) y especialmente a la Eucaristía para aprender en  ella cómo el amor le permite expresar su libertad del mejor modo posible. Es preciso  además que las estructuras de esta comunidad eclesial no sean de tal modo inapropiadas  que no permitan el ejercicio de la libertad ni, por consiguiente, el del amor. Acontecimientos  recientes como las reacciones a la Humanae vitae, las medidas demasiado autoritarias de  ciertos obispos, la existencia de una Iglesia subterránea en muchos países del mundo,  prueban que hoy la comunidad eclesial dispone de estructuras inapropiadas.
Parece que su reforma debería tener en cuenta diferentes derechos del cristiano a la  libertad, tales como los definen no sólo las declaraciones humanas como la de los derechos  del hombre, sino también declaraciones eclesiásticas como Pacem in terris o Gaudium et  Spes y los decretos del Vaticano II.
Señalemos en particular el derecho a la libertad en la búsqueda de la verdad a través de  los sistemas conceptuales más actos para reflejar el carácter dinámico del universo, el  derecho a la libertad de expresar su opinión personal, sobre todo en las materias en que  uno ha adquirido cierta competencia, incluso si es para poner en cuestión una enseñanza  no infalible; el derecho de exponer su propia personalidad en cualquier tarea, incluso de la  Iglesia; el derecho de las culturas no occidentales y, dentro de Occidente, de sus  numerosos subgrupos, de definir la fe partiendo de problemas y de valores verdaderamente  vividos.
Todos estos derechos no son, sin embargo, absolutos: no tienen sentido sino al servicio  del amor y de la manifestación de la filiación. Aún hoy son necesarios para que las  comunidades eclesiales sean de nuevo fermentos de libertad y de amor.
MAERTENS-FRISQUE, NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I, MAROVA MADRID 1969.Pág. 251
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5. J/PLENITUD
Cristo no solamente vino al mundo en la plenitud de los tiempos, sino que Él mismo es la  plenitud de los tiempos. Él es el centro de la historia universal, que separa al mundo  antiguo del nuevo. A Él conduce todo lo que le precede y de Él procede todo lo que le  sigue. Cristo es el eje de los acontecimientos del mundo. Fijaos lo que dice •Dostoievski  en una de sus novelas: "Cristo fue el más sublime de toda la tierra: constituía para ella la  razón de su existencia. El planeta entero, con todo lo que hay en él, sin este hombre, no  sería más que una locura. Ni antes ni después de Él, no ha habido ni habrá jamás un  hombre semejante, ni siquiera por un milagro. El milagro consiste, precisamente, en este  hecho: que ni ha tenido ni tendrá otro semejante".
Cristo es también la clave de la Historia, porque toda la historia de la Humanidad fue  primero preparación y espera del nacimiento de Cristo, y es hoy, tras de la venida de Cristo,  historia de la penetración de la humanidad por ese Cristo, Redentor de los hombres y del  mundo entero. El día en que se haya alcanzado la medida de la plenitud de la gloria que el  Padre quiere para su Cristo, habrá llegado la hora final de los tiempos.
Cristo es también la plenitud del hombre: por su resurrección tiene la plenitud de la vida;  está sentado a la diestra de Dios con la plenitud del poder, enaltecido sobre todos los seres  creados, teniendo la plenitud de la majestad y de la gloria, porque desde toda la eternidad  reside en Él la plenitud de la divinidad. Y únicamente por la adhesión total del hombre a  Cristo, adhesión del entendimiento del hombre a la fe de Cristo, adhesión de la voluntad del  hombre a los mandamientos de Cristo, puede conseguir el hombre la plenitud de su  felicidad.
Ante Él no caben posturas medias. Cristo es la esquina de la humanidad. Ante Él se  dividen los caminos. O a derecha o a izquierda. Hay que separarse. No es posible mezclar.  Ya lo dijo Él: "Quien no está conmigo, está en contra mía. Y quien conmigo no recoge,  desparrama" /Mt/12/30.
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6.
San Pablo después de su conversión, había experimentado un sentimiento que le  admiraba, el de una familiaridad filial con Dios, que da lugar al grito" ¡ABBA!" ¡Padre!: . Es así, probablemente, como descubrió en sí la presencia hasta entonces desconocida  del "Espíritu del Hijo".
-Jesús era Hijo de nacimiento y siempre había reconocido a Dios como Padre suyo, tenía  un corazón filial y por eso el sentimiento filial le era connatural. Y Jesús había encontrado y  empleaba con frecuencia la palabra que expresa ternura, que es una llamada a la intimidad  infantil desconocida para la piedad judía de entonces: Abba. Es el nombre que daba el niño  pequeño a su padre, nombre tan familiar que parecía poco adecuado para una oración  dirigida a Dios.
A Jesús está invocación le subía instintivamente a los labios por el impulso de su  corazón.  Los cristianos sabemos que este impulso es el del Espíritu que se derrama en el corazón.  El Apóstol asegura que el grito "Abba", que a partir de entonces brota también del corazón  de los fieles es el grito del Espíritu, que este Espíritu es el del Hijo de Dios por excelencia,  el Espíritu de filiación divina. Es la comunión con Cristo la que nos hace decir "Padre".
MU/REALIZACION-H J/MU/OBEDIENCIA: Jesús tiene una actitud filial sobre todo en la  muerte. Es en el secreto de la muerte donde el hombre llega a su realización eterna. Nada  anterior es todavía perfecto; una buena acción realizada hoy, y que se ha querido que sea  definitiva, debe repetirse mañana; ninguna decisión humana es absoluta, si no es en la  muerte.
Ahora bien, Jesús es hombre, es en su muerte donde su ser de hombre, Hijo de Dios,  encuentra ser culminación. Por eso la carta a los Hebreos dice en varias ocasiones que  Jesús llegó a su perfección en la muerte.
La muerte de Jesús es la cumbre de su actitud filial. La muerte de Jesús está llena de  Esp. Sto. Porque entonces se realiza la sumisión total de Jesús a su Padre.
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7.
Estos cuatro versículos son todo un tratado dogmático o, si prefieres, todo un poema,  toda una sinfonía, en los que se cruzan los temas de amor, libertad, esperanza,  generosidad, alegría, confianza...
-«Cuando se cumplió el tiempo». Para nuestra mentalidad evolucionista es difícil  entender que algún tiempo llegue a su plenitud. Pero en la historia del hombre hay, sin  duda, momentos preñados, llenos, cargados de semillas del mejor progreso.
-«Envió Dios a su Hijo». No bastaban las bendiciones anteriores; eran bendiciones  parciales. Ahora nos lo dará todo en el Hijo. No hay amor más grande.
-«Nacido de una mujer». No baja apoteósicamente del cielo. La ley de la encarnación,  con todas sus limitaciones. ¿Qué admiras más, la humildad de Dios o la grandeza de  María? María, la Theotokos. La humanidad ha dado un fruto divino.
-«Nacido bajo la ley». Hasta ahí llegó la Encarnación. El Hijo de Dios no sólo se  introduce en las generaciones humanas, sino en sus estructuras políticas, culturales y  religiosas.
-«Para rescatar». Toda una estrategia liberadora. Salva desde dentro.
-«Ser hijos por adopción». Dios nos envía a su Hijo para contagiarnos de filiación, para  unirnos a todos en la fraternidad. El Hijo de Dios se hace hombre para que el hombre llegue  a ser Hijo de Dios.
-«Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo». ¿Cabe mayor generosidad?  Nos mete hasta dentro el Espíritu del Hijo. Cristo no sólo estará con nosotros, sino en  nosotros. Se nos concede lo más íntimo de Dios, que nos cristifica.
-«¡Abba!». Era la canción de Jesús, ininterrumpida. Ahora puedes escuchar en ti el eco  de esa canción y hacerlo tuyo.
-«Ya no eres esclavo, sino hijo». «Donde está el Espíritu, allí hay libertad» (2 Cor. 3, 17)  y hay amor filial.
-«También heredero». La plenitud de las promesas está aún por cumplirse. Poseemos ya  las arras del Espíritu, las semillas de la verdadera felicidad o de la vida eterna. Pero aún  somos hijos de la esperanza.
Caritas, Fuego en la tierra, Adviento Y Navidad 1988/88-2.Págs. 125 S.


EVANGELIO

El nombre de Jesús quiere decir «liberador». Con ello se aludía a Moisés que fue el liberador del pueblo de Israel contra la opresión faraónica. El cristianismo, pues solamente se comprende desde un serio compromiso de liberación humana en todos los aspectos.
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Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2,16-21.
En aquel tiempo los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.


COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 2, 16-21

1.
¿Quiénes son estos pastores a los que el ángel del Señor ha dirigido su mensaje? Siguiendo una tradición antigua se les identifica con los pobres de la tierra, los que viven alejados de los pueblos y no pueden cumplir reglamentos de la ley ceremonial de los judíos. Todas estas notas parecen ser auténticas. Sin embargo, no podemos olvidar que nos hallamos en Belén, ciudad del rey David, que fue pastor, llamado por Dios de entre el rebaño; tampoco olvidemos a Abraham y los patriarcas, que, siendo pastores, escucharon la llamada de Dios y recibieron su visita. En otros pueblos del oriente antiguo se han contado historias más o menos semejantes. Por todo eso pensamos que los pastores del relato no son simplemente los pobres y alejados, sino también aquéllos que están prontos a escuchar la voz de Dios y a fundar su nuevo pueblo entre los hombres.
Sea cual fuere su sentido definitivo, lo cierto es que los pastores aceptan la palabra del ángel, se dirigen a observar el signo y encuentran al niño acostado en el pesebre. Hasta aquí todo parece más o menos lógico. Lo verdaderamente extraño es que el signo les convenza, que hagan suyo el evangelio -creyendo que ha nacido el Salvador- y alaban a Dios por todo ello.
Nosotros, lo mismo que los pastores, nos movemos aquí en el plano de la paradoja fundamental del cristianismo: vemos por un lado a un niño, envuelto en los pañales, indefenso, sencillamente un hombre; o vemos si se quiere a un pretendido profeta del Señor que muere ajusticiado. Tal ha sido el signo, el de Belén o el del Calvario. Pues bien, sobre ese signo se descorre la palabra de la epifanía radical de Dios que anuncia: Os ha nacido (ahí lo tenéis) el salvador, el Mesías de la esperanza de Israel, el Señor de todo el cosmos. Ante esa paradoja, los pastores han respondido como creyentes; en ellos, que eran quizá los más pequeños de la tierra, ha comenzado a brillar como en Abraham, la nueva luz de la verdad de Dios para los hombres. Ante esa paradoja se nos pide también a nosotros el valor de una respuesta.
Como detalle debemos añadir que en realidad no existe adoración de los pastores (en contra de la adoración de los magos de Mt 2, 11). Su gesto se refleja en estos rasgos: a) encuentran al niño y le aceptan como signo de Dios ; b) confían en la palabra del ángel, creyendo en su evangelio (nacimiento de un salvador); c) glorifican a Dios. La historia ha comenzado en Dios, que les ha puesto en camino hacia el niño del pesebre; desde el niño, aceptando el evangelio, todo vuelve a conducirles hacia Dios, a quien alaban por su obra salvadora.
Ante el relato de los pastores, el texto de Lucas nos ofrece dos respuestas. Están a un lado los curiosos, que se admiran por lo extraño del suceso. Está en el otro la figura de María, que conserva todas estas cosas, las medita en su interior y reconoce (va reconociendo) la presencia de Dios en el enigma de su hijo envuelto entre pañales, recostado en un pesebre. También nosotros nos hemos situado ante el relato: ¿Como los pastores y María? ¿Simplemente como curiosos?
Biblia  Litúrgica Nt. Pág. 1239 S
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2. CIRCUNCISIÓN.
Según el historiador Herodoto, la circuncisión se practicaba en Egipto, Etiopía, Fenicia y en otros muchos lugares. Recientes estudios han demostrado que se trata de una costumbre muy arraigada en los pueblos primitivos de África y de Australia. En Israel pasa a convertirse en signo de la Alianza. La Biblia destaca el valor de la "circuncisión del corazón" por encima de la circuncisión de la carne; expresa de esta manera que lo importante es la fidelidad de Israel al pacto con Dios.
Eucaristía 1987, 1
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3. M/CONTEMPLACION.
En medio de toda esta escena, Lucas reserva un versículo a la figura de María, la madre. La presenta con una actitud contemplativa, que contrasta con la exultación gozosa de los pastores. Pero este pequeño contrapunto es de gran importancia, porque por María comprendemos que, a pesar de la gran manifestación de Dios, el hombre está siempre delante del misterio, realidad que debe acoger con el respetuoso silencio de la fe.
A. R. Sastre, Misa Dominical 1989, 1
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4. M/PD
La acción de Dios, la Palabra de Dios, obliga a meditar para hacerse disponible a lo que Dios espera. No es tiempo perdido.
Nuestra realidad humana no puede intuir todo en un momento, por esto necesitamos reflexión, oración.
María tuvo necesidad de meditar la Palabra de Dios; y eso que ella era llena de gracia. María iba avanzando en la fe, una fe que era prototipo de la fe de la Iglesia, por medio de esas actitudes humanas auténticas, una de las cuales es la meditación de la Palabra de Dios.
Curioso. María aprende de los pastores. Del arcángel Gabriel no nos extraña. Pero de los pastores... Así es la Palabra de Dios.
Cualquier prójimo es portador de un mensaje de Dios y es instrumento imprescindible para la historia humana y para cada uno de los demás hombres.
Amar al prójimo no significa sólo ni principalmente ayudarle cuando necesita de nosotros...
El precepto del amor significa propiamente reconocer al prójimo, como lo que es: necesario para nosotros.
Entonces, cuando se encuentre necesitado, no le proporcionaremos solamente una "muestra" de generosidad, sino que le daremos nuestra persona como se la hemos de dar en toda ocasión.
María amó así; por esto los pastores y los "devotos" de María encuentran en ella el mejor aliciente para amar a Dios y al prójimo, es decir, para ser cristianos...
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5. Signo Alianza
La circuncisión, que primitivamente no era más que una medida de higiene, una introducción en la madurez y un rito de iniciación al matrimonio, vendría a tener una auténtica significación religiosa y expresaría la Alianza con Dios. La sangre que se derrama con motivo de esta pequeña operación puede compararse con la sangre de la alianza: ratifica este pacto la sangre de una misma víctima derramada sobre el altar, que representa a Yahvé, y sobre el pueblo (Ex. XXIV, 8). La circuncisión es condición indispensable para participar en el banquete de la alianza, que es el banquete pascual: «Ningún incircunciso podrá tomar parte en él» (Ex. XII, 48).
«La circuncisión es uno de los ritos más significativos de la influencia que el plan de Dios puede tener sobre los gestos de origen natural, casi mágico, para ir espiritualizándoles progresivamente, hasta perfeccionarlos en la nueva alianza mediante una superación total. La circuncisión, antiguo rito mágico de fecundidad matrimonial, vino a ser el signo de la promesa de fecundidad o contenida en la alianza. Y, aunque era un rito practicado por la mayor parte de los pueblos semitas, la circuncisión se convirtió en el rito expresivo de la pertenencia al pueblo de Dios desde el momento en que se encontró mezclado con los pueblos incircuncisos. Como rito expresivo de la pertenencia a la alianza de Abraham, la circuncisión evolucionó como esta misma alianza hacia la moralización e interiorización consumadas en la circuncisión interior de Cristo sobre la Cruz» (1).
Cuando se trata de Jesús, «su circuncisión es para S. Pablo como una profecía de su Pasión. La muerte de Cristo, en efecto, fue una circuncisión inmensamente más total que la circuncisión judía, puesto que ella despojó a Cristo de toda su carne, y no solamente de un pingajo de piel, sellando la nueva alianza con toda su sangre y derramando sobre los cristianos beneficios inmensamente superiores a los de la circuncisión» (2).
«En El fuisteis circuncidados con una circuncisión no de mano de hombre ni por la amputación de la carne, sino con la circuncisión de Cristo» (Col. II, 11). «Ni la circuncisión es nada ni el prepucio, sino la nueva creatura» (Gál. VI, 15). También el Antiguo Testamento conocía la importancia de la «circuncisión del corazón». «Circuncidará Yahvé, tu Dios, tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y vivas» (Dt. XXX, 6). «Circuncidaos para Yahvé, circuncidad vuestros corazones» Jr. IV, 4).
Hemos leído que, en el momento de la circuncisión de Abraham, su nombre fue cambiado de Abram en Abraham (v. 5). He ahí por qué el nombre se le impone al niño en el momento de la circuncisión. Cuando se trata de personajes importantes a quienes Dios destina para una misión particular, entonces es Dios mismo y no la familia quien impone el nombre. Así acontece con Juan Bautista: «Le pondrás por nombre Juan» (Lc. I, 13); y con Jesús: «Le pondrás por nombre Jesús» (en Mt. I, 21 esta orden le es dada a José; en Lc. I, 31 le es dada a María).
Heuschen, La Biblia cada semana, Edic. Marova/Madrid 1965.Pág 76 S.
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6.
Inmediatamente después de terminarse la celestial revelación, los pastores se hacen al camino hacia Belén, y allí se les confirma el mensaje anunciado por los ángeles. Una vez en Belén, cuentan lo que a ellos se les ha comunicado y cómo han sido conducidos de esta manera al recién nacido Mesías-Niño.
La indicación de que encontraron a Jesús en el portal es el signo por el que la fe de los pastores tiene que decidirse. Lo cual hace, a su vez, que ellos en el lugar del nacimiento se conviertan en mensajeros de alegría.
Sobre María se pone de relieve el hecho de que todas las palabras que salían de la boca de los pastores (es decir: "todas esas cosas", los datos narrados) las guardaba y conservaba en su corazón (cf. v. 51; Gn 37, 11; Dn 7, 28). El corazón, como un tesoro, se manifiesta en el caso de los pastores en que no cesan de alabar a Dios y proclamar su gloria. Después, aquella gente sencilla marcha de nuevo a su rebaño, pero ya, como se ha indicado, alabando a Dios por lo que han vivido y por lo que con fe se les ha permitido conocer.
El v. 21 es el fragmento que hace pareja con el contenido de 1,59s. Al igual que en el caso del Bautista, tampoco aquí el tono de la exposición hace hincapié en la circuncisión que había de realizarse en todo niño judío, sino en la imposición del nombre. Y, también como en el caso de Juan, el nombre de Jesús había sido determinado por el ángel, es decir, por Dios, antes de la concepción. Desde este momento, Lucas nombrará a Jesús con su propio nombre en el relato que continúa. Con ese nombre, Dios fija también la misión de Jesús: Dios es salvador. En Jesús trae Dios la salvación: "Pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él" (Hch 10, 38).
Eucaristía 1993, 1