LA PALABRA SE HIZO
CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS
LECTURAS Y COMENTARIO MISA DE DIA NAVIDAD CICLO A - 25 DICIEMBRE 2016
ORACION COLECTA
Oh Dios, que de modo admirable has
creado al hombre a tu imagen y semejanza, y de un modo más admirable todavía
restableciste su dignidad por Jesucristo, concédenos compartir la vida divina
de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana. Por Jesucristo nuestro
Señor.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 52,7-10
¡Qué hermosos son sobre los
montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena
noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!».
Escucha: tus vigías gritan,
cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a
cantar a coro, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo,
ha rescatado a Jerusalén.
Ha descubierto el Señor su santo
brazo a los ojos de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la
salvación de nuestro Dios.
SALMO
RESPONSORIAL (97)
Los confines de la tierra han contemplado la salvación
de nuestro Dios.
Canten
al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la
victoria, su santo brazo. R.
El
Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó
de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R.
Los
confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aclama al
Señor, tierra entera; griten, vitoreen, toquen. R.
Canten
la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de
trompetas, aclamad al Rey y Señor. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 1,1-6
En muchas ocasiones y de
muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas.
En esta etapa final, nos
ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del
cual ha realizado los siglos.
Él es reflejo de su
gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y,
habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de
la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más
sublime es el nombre que ha heredado.
Pues, ¿a qué ángel dijo
jamás: «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy»; y en otro lugar: «Yo seré
para él un padre, y el será para mí un hijo»?.
Asimismo, cuando
introduce en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de
Dios».
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 1,1-18
En
el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era
Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y
sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida
era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo
recibió. Surgió un hombre enviado por
Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la
luz, para que todos creyeran por medio d él. No era él la luz, sino el que daba
testimonio de la luz.
El
Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En
el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les
dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han
nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han
nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y
de verdad.
Juan
da testimonio de él y grita diciendo:
«Este
es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque
existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado
por medio de Jesucristo.
A
Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es
quien lo ha dado a conocer.
PLEGARIA UNIVERSAL
Nos acercamos con gozo al pesebre para presentar nuestras alegrías
y nuestras necesidades, sabiendo
que el Hijo de Dios es nuestro
intercesor ante el Padre. A
cada invocación digamos: R.- Padre, escúchanos.
1.- Padre, te pedimos por el Papa Francisco, por
nuestros obispos y nuestros sacerdotes, para que nunca cesan de anunciar al
mundo la buena nueva del Nacimiento de Cristo Salvador. Padre, escúchanos.
2.-
Padre, te pedimos por todos los pueblos de la tierra, para que descubran en tu
Hijo el camino de salvación que lleva a ti.
Padre, escúchanos.
3.-
Padre, te pedimos por tantos hermanos que están necesitados, para que todos
pongamos un poco de lo que tenemos (tiempo, comprensión, ayuda económica,
etc..) y así aliviemos sus sufrimientos.
Padre, escúchanos.
4.-
Padre, te pedimos por las familias cristianas,
para que el amor reciproco entre sus miembros les ayude en su caminar y las transforme en aquellas iglesias
domesticas que el mundo tanto necesita. Padre, escúchanos.
Padre, ante tu Hijo, cuyo nacimiento celebramos, hemos dejado
nuestras plegarias. Te pedimos que las atiendas con generosidad y nos colmes
con tu bendición. Por Jesucristo nuestro Salvador y Señor.
10.- ORACION
SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, en la fiesta solemne de la Navidad, esta
ofrenda que nos reconcilia contigo de modo perfecto, y que encierra la plenitud
del culto que el hombre puede tributarte. Por Jesucristo nuestro Señor.
12.- ORACION
DESPUES DE LA COMUNION
Dios de misericordia hoy que nos ha nacido el Salvador para
comunicarnos la vida divina, humildemente te pedimos que nos haga igualmente
participes del don de su inmortalidad.
COMENTARIO
Al principio. A Juan le gusta esta palabra bíblica.
Comienzo de su evangelio: “al principio”. Comienzo de su carta: “Lo que existía
desde el principio”. Dios no tiene principio es principio que eternamente mana
nueva vida. El nombre que le reveló a Moisés puede traducirse de este modo: “Yo
soy el que seré”. (Ex. 3, 14).
Es el Dios de los principios, el Dios de las cuatro
mañanas del mundo; mañana de la creación mañana de la encarnación, mañana de la
resurrección y mañana de la parusía, principio de vida eterna, mañana
eternizada.
Antes de todos nuestros principios, “la palabra estaba
junto a Dios”. Es el primera revelación de este prologo en el que Juan nos hace
escuchar los grandes temas de su evangelio, como si fuera la obertura de una
gran opera. El único no es el solitario, el “célibe de los mundos” y acaba por
“el Hijo único que es Dios y está al lado del Padre nos lo ha explicado”·.
Hablándonos de su filiación divina, es como Jesús nos hará vislumbrar el
misterio del Dios único: ese Dios es Trinidad. La segunda revelación se refiere a nosotros:
“A los que los recibieron, los hizo capaces de ser hijos de Dios”. ¿Qué son los
hombres para que Dios piense en hacer de ellos sus hijos?.
Y para ello llegará a realizar algo increíble,
imposible de imaginar. Nuestros hermanos monoteístas, los judíos y los
musulmanes, rechazan con horror esta revelación, que por otra parte hace
sonreír a nuestros hermanos no creyentes: “La palabra se hizo carne”. Dios se
ha hecho hombre.
El verbo había estado siempre presente entre los
hombres. “era su vida y su luz, estuvo en el mundo pero el mundo no lo
conoció”.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo decidieron otra
presencia; el Hijo de Dios vino a vivir nuestra vida haciéndose hombre como
nosotros. Jesús dirá: “Quién me ve, ve
al Padre”. El que sabe mirar a Jesús, ve “la gloria
que tiene de su Padre”.
El sol del prólogo resulta demasiado esplendoroso,
hace daño fijar la mirada en sus tres revelaciones: dios es Trinidad quiere
hacer de nosotros hijos suyos y para divinizarnos, él mismo se hizo uno de
nosotros.
Necesitamos todo el evangelio y toda una serie de
numerosas meditaciones para que pasen finalmente a nuestra sangre estas tres
verdades de la fe cristiana.
Es algo tan difícil que muchos rechazan la idea de
que Jesús de Nazaret pudiera ser el Hijo de Dios, Dios encarnado, Dios que
aceptó nuestra carne, nuestra lenta formación, nuestra alegría, nuestros
sufrimientos, nuestra muerte. Ye en el prólogo
las tinieblas luchan contra la luz: “la luz brilla en las tinieblas y
las tinieblas no la han comprendido…, los suyos no la recibieron”.
Nosotros que hemos recibido la palabra, tenemos que
ser reveladores de la misma a los ojos de los demás.
No tanto mediante discusiones teológicas como por el
testimonio de lo que vivimos con el Padre, el Hijo y el Espíritu. Creer en la
divinidad de Jesucristo es tener en él una confianza tan grande y un deseo de
amar tanto como él, que los que traten con nosotros acaben sintiéndose
intrigados quizás atraídos: “Tú casi
lograrás convertirme a tu Dios”.
De este modo, podríamos ser en parte un reflejo del
“sol” aprovechando todo lo posible nuestras citas con
el Cristo de
Juan, permaneciendo a menudo
durante ratos largos bajo el
sol del prólogo, “Dios se ha hecho hombre, plantó su tienda entre
nosotros y hemos visto su gloria”.
PALABRA DE DIOS Y
SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 26: San Esteban, protomártir (F) Hch 6,
8-10; 7, 54-60; Sal 30; Mt 10, 17-22.
Martes 27: San Juan, apóstol y evangelista (F) 1Jn 1, 1-4; Sal 96; Jn 20, 2-8.
Miércoles 28: Los Santos Inocentes, mártires (F) 1Jn 1,
5—2, 2; Sal 123; Mt 2, 13-18.
Jueves 29: 1Jn 2, 3-11; Sal 95; Lc 2, 22-35.
Se puede hacer
conmemoración de Santo Tomás Becket, obispo y mártir (rojo)
Viernes 30: La Sagrada Familia: Jesús, María y José (F) Eclo 3, 2-6.12-14 (o bien, Col 3, 12-21); Sal
127, Mt 2, 13-15.19-23.
Sábado 31: 1Jn 2, 18-21; Sal 95, Jn 1, 1-18. Se puede
hacer conmemoración de San Silvestre I, Papa.
Domingo 01: Santa María Madre de Dios (S) Precepto. Nm
6, 22-27; Sal 66; Ga 4, 4-7; Lc 2, 16-21.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 1. 1-18
1. Jn/PROLOGO
El prólogo del
evangelio de Jn es un himno solemne -en siete estrofas de estructura semita- al
Logos, al Verbo, revelación del Padre en Cristo. En este prólogo están ya
presentes los grandes temas del evangelio: el Verbo, la vida, la luz, la
gloria, la verdad. Y las fuertes contraposiciones: Luz-tinieblas; Dios-mundo;
fe-incredulidad. Dos veces resuena la voz del testigo: Juan Bautista.
Las tesis que
presenta son las mismas que las del evangelio. La idea de fondo es la plenitud
de la revelación que nos ha traído el Verbo. Ha salido del Padre y se ha hecho
hombre. También de la Sabiduría se dice que estaba en Dios (Pr 8. 30), pero la
sabiduría era una personificación literaria. La Palabra en cambio, es una
persona, es Dios, es la última palabra que Dios ha pronunciado (Hb 1. 3).
En la Palabra
hay vida y la vida era luz. Luz que brilla en las tinieblas. La llegada de
Jesús divide la historia en dos partes. Tinieblas antes de Jesús, luz después
de él y nos coloca en una alternativa: ser hijos de la luz o hijos de las
tinieblas.
Jesús es la luz
verdadera no tanto en contraste con Juan sino con el A.T. Es la luz verdadera
porque en él se cumplen las promesas.
La Palabra se
hizo carne. Así clarifica que la revelación definitiva de Dios no es una
sombra, un sueño, una ilusión sino una realidad tangible. Juan lo reafirma en
el prólogo de su primera carta.
Ha venido para
acampar entre nosotros. Este ha sido siempre el modo de la presencia de Dios en
medio de su pueblo. Desde la revelación en el Sinaí, Dios ha estado en medio de
su pueblo. La tienda primero, el templo después, fueron los modos de presencia.
Ahora esta presencia se ha hecho real y viva con la vida del hombre. La
encarnación es el primer momento de esta morada de Dios entre los hombres y
tendrá su realización plena en la resurrección.
P. Franquesa, Misa Dominical 1985, 24
2. M/VIRGEN.
De acuerdo con
los mejores manuscritos, probablemente habría que leer y traducir el v.13 no en
plural (referido a los que creen), sino en singular (referido a Aquel, o a
aquella Palabra, en la que creen), y que no ha nacido de carne, ni de sangre ni
de deseo de hombre, sino de Dios. Según esta lectura, el v.13 se refiere
primariamente a la generación eterna de la Palabra, pero probablemente también
(el cuarto evangelio está lleno de dobles sentidos), a la concepción virginal
de Jesús, presentada aquí desde el punto de vista del Padre, del mismo modo que
Mt la presenta desde el punto de vista de José y Lc desde el de María.
H. Raguer, Misa Dominical 1976, 23
3. - El
prólogo del evangelio de s.Jn, que leemos en la liturgia de hoy, ha dado de sí
para muchas horas de reflexión y muchas páginas escritas. También nosotros
podemos tener la esperanza de conseguir obtener alguna enseñanza de él.
Aprender de Dios, de ese Dios que se hace hombre, es aprender de nosotros y
para nosotros, y no mera especulación. ¿Para qué vino Jesús? Dios viene junto a
nosotros para enseñarnos cómo es Él (o cómo actúa con nosotros, que diría un
teólogo escrupuloso), para que conozcamos de Él aquello que resulta decisivo para
nuestra vida.
Jesús viene a
decirnos que el Dios creador es "anterior" al Dios de la ley; que
Dios es Dios de vida, no de ley. Por eso, a partir de este Dios-Vida de Jesús,
el criterio por el que debemos distinguir lo bueno de lo malo no es el hecho de
estar de acuerdo con la ley o en contra de ella, sino el hecho de estar en
favor de la vida o en su contra.
El dios judío
era un dios de ley, tan guardián y celoso de la misma que llega a ponerla
incluso por encima del hombre. Ese dios, esa ley que él defiende, no da vida
sino con reticencias y muy limitadamente; más bien es un dios y una ley que dan
muerte a sus transgresores. El Dios de Jesús no tiene nada que ver con ese dios
de la ley; el Dios de Jesús es creador y, en consecuencia, se nos revela como dador
y mantenedor de la vida. Y la vida no es cualquier cosa. La vida, estar vivo,
ser un "ser vivo" es la mayor grandeza del hombre; más aún, la vida
es la verdad más auténtica y profunda del hombre. Esa vida que empieza por un
corazón que late, por unos pulmones que respiran, por un estómago que digiere y
asimila; pero que también está formada por una ilusión que alienta, por un amor
que se comparte, por una esperanza que no ceja; vida personal, humana, vida en
plenitud que viene a traernos la Palabra que se hace carne: "ella contenía
la vida, y esa vida era la luz del hombre" (Jn 1.4).
Jesús no viene
a revelarnos escondidos secretos, ocultos arcanos en los que estaría cifrado el
sentido de la vida. Él viene para ser la vida, darnos la vida, llenarnos de esa
vida que es capaz de acabar con la misma muerte (...). ¿Cuál va a ser nuestra
respuesta a este derroche de amor y de vida que Dios ha tenido para con
nosotros? ¿Apagaremos la Navidad con las luces de colores?, ¿la guardaremos en
una caja, con los adornos hogareños de estos días, hasta el próximo año?
Luis Gracieta, Dabar 1988, 5
4.- v.14:"La
Palabra se hizo carne". No se refiere al momento de la Encarnación. Es la
existencia toda de Jesús la que queda abarcada. El proyecto divino realizado es
una existencia humana, visible, accesible, palpable. La tienda del encuentro,
morada de Dios entre los israelitas en el desierto, queda sustituida por Jesús.
El lugar donde Dios habita en medio de los hombres es un hombre de carne y
hueso. Una existencia humana es ahora el resplandor de Dios, su gloria. Ha
desaparecido la distancia entre Dios y el hombre. Buscas al Infinito, ve tras
el Finito. La plenitud personal de Dios es Jesús, una plenitud de amor
incondicional, consistente.
5. PROLOGO/Jn
El prólogo del
evangelio de Juan es un himno cristiano que proviene, probablemente, de los
círculos joaneos y que ha sido adaptado para servir de presentación a la
narración evangélica de los diversos pasos de la Palabra encarnada. Esta
Palabra viene a identificarse no sólo con Jesús, sino con la acción de Jesús.
Esta
personificación, con ribetes sapienciales, viene a mostrar la capacidad que
tiene de dar vida y orientación a todo hombre que se acerca a ella (8, 12). De
verdad que el misterio de la encarnación es, en el fondo, el misterio del
hombre entero.
Los judíos no
han comprendido la realidad de Jesús. O lo que es igual: la antigua economía es
incapaz de comprender la realidad nueva que es Jesús. Por tanto, la conclusión
se impone: es preciso abandonar toda estructura que imposibilita la comprensión
de Jesús. Falló el intento de querer aprisionar la luz -que es Jesús- dentro
del sistema religioso judío (7,34). La Palabra de Dios, sabiduría desde
siempre, se mueve dentro de la máxima libertad. Solamente el que comprende esto
es capaz de construir una fe libre. La realidad de la presencia de Dios ha
comenzado a incidir históricamente en los hombres con el comienzo de la vida de
Jesús: este suceso constituye el momento decisivo de la historia de la
salvación; lo testimonian los cristianos. La palabra "carne" designa
en Juan todo lo que constituye la debilidad humana, todo lo que conduce a la
muerte como limitación del hombre. La encarnación no es ninguna apariencia: por
la experiencia de nuestro ser de hombres es como hemos de acercarnos a Dios, a
Jesús.
Eucaristía
1989, 60
6.- En el
prólogo de su evangelio, Juan nos presenta tanto conceptos como realidades
elementales: palabra, vida, luz. Tres experiencias que hacen al hombre y sin
las que el hombre es impensable. Tres experiencias que Juan proyecta a la
inacabable e insondable eternidad divina a imitación de su viejo maestro, el
autor de Génesis ("En el principio"). Dios se expresa en una palabra
viva, que crea un interlocutor (el hombre concreto, tú y yo), con quien entabla
un diálogo iluminador. Pero desgraciadamente el hombre (tú y yo) rechaza la
Palabra y se hace tiniebla, angustia, ser para la muerte, absurdo radical.
Hasta el v. 11 el juicio histórico del evangelista Juan es tremendamente
pesimista. De hecho, todo su evangelio va a ser un conflicto continuado entre
Jesús y un mundo incrédulo, que terminará en el proceso y condena de Jesús.
Pero en los vs.
12-13 el juicio histórico se completa haciéndose esperanzador: hay hombres que
aceptan la Palabra y viven la asombrosa experiencia de ser hijos de Dios.
"Y la Palabra se hizo carne" (v. 14). La Palabra de Dios no es un
sueño fantástico del evangelista en un momento de ensueño nostálgico. No. Es
una realidad sensible y tangible, cuyo nombre es Jesús de Nazaret. Con él ha
convivido Juan y esta experiencia ha engendrado en él la certeza de la que da
testimonio.
Un niño nos ha
nacido. Así de indefensa es la omnipotente Palabra. En nuestros sueños divinos
tal vez habíamos imaginado más fastuosidad y prepotencia. Esta sería la gloria
humana, pero no la del Unigénito del Padre.
Dabar 1977, 6
7.- Dios se
acerca a los hombres hasta el punto de hacerse uno de ellos: "carne".
Esta fórmula de Juan, "la palabra se hizo carne", es una afirmación
del misterio de la encarnación del Hijo; del paso de la existencia eterna de la
palabra de Dios, al comienzo de su existencia histórica y de su aparición en el
mundo.
Pero no es ésa
la intención principal del evangelista. Juan intenta, sobre todo, destacar que
Jesús de Nazaret, palabra de Dios hecha carne, no es una apariencia, una sombra
o un fantasma.
La revelación
definitiva de Dios tiene rostro humano. Es una realidad cercana a los hombres.
Ha puesto su tienda entre nosotros.
Desde el
momento de la venida del Hijo al mundo en la debilidad de la "carne",
realiza la presencia de Dios entre los hombres. El cuerpo de Jesús se
convierte, por su muerte y su resurreción, en el templo de la presencia de
Dios.
El es la verdad
y la vida de Dios hecha carne. Ama, cura, perdona. Vive y sufre como un hombre
entre los hombres. Todos pueden verlo y oírlo. Todos pueden creer en él, ver su
luz, beber su agua, comer su pan, participar de su plenitud de gracia y de
verdad. La comunidad cristiana lee solemnemente el prólogo del evangelio de
Juan en la fiesta del nacimiento del Señor. Se trata de proclamar la
misericordia y fidelidad de Dios, su gracia, que se han hecho realidad en
Jesús. Que Dios no actúa mediante favores pasajeros y limitados, sino con el
don permanente y total del Hijo hecho hombre que se llama Jesús, el Cristo.
Eucaristía
1988, 61
8.- Texto: El
día de navidad analizábamos hasta el v. 14. Recordemos: los trece primeros
versículos constituyen el prólogo del evangelio. En él se habla de la dimensión
divina de la Palabra y se presenta la historia universal humana como una
historia de rechazo y aceptación de esa Palabra. Con la afirmación "y la
Palabra se hizo carne" del v. 14 comienza la narración evangélica
propiamente dicha. El mundo divino y la visión general de los hechos dejan paso
a una historia concreta en la que la Palabra es una persona de carne y hueso,
que interactúa con otras personas de carne y hueso, englobadas bajo el genérico
"nosotros" y de quienes se da un perfil creyente. Por
"nosotros" se entiende toda aquella persona contemporánea o no de la
Palabra encarnada, que acierta a ver en la fragilidad de esa Palabra la entidad
(gloria) de la Palabra preexistente, de la que se ha hablado en los tres
primeros versículos del prólogo. A través del personaje "nosotros",
entre los que se encuentra el propio autor del cuarto evangelio, se pone
explícitamente de manifiesto el carácter de obra abierta que este evangelio
posee.
De entre ese
"nosotros" el autor destaca un nombre propio: Juan. De él se ha
hablado ya en el prólogo como testigo de descargo. Pero entonces lo hacía en
calidad de ser humano; ahora va a deponer en calidad de judío, en unas
coordenadas espacio-temporales concretas y en defensa no de la Palabra, sino de
la Palabra encarnada.
Una cuestión
previa es determinar hasta dónde llega el testimonio del testigo. El
entrecomillado de la traducción litúrgica lo limita al solo v. 15. Creo, sin
embargo, que en este punto se debe retomar la opinión de muchos Padres de la
Iglesia, que ven en la totalidad del v. 15-18 el testimonio aportado por Juan.
El testimonio
de Juan se compone de una afirmación inicial (superioridad del que viene
después de él) triplemente justificada y de una afirmación final sobre el papel
único del que viene detrás de él. En la tercera de las justificaciones resuena
por primera vez en el cuarto evangelio el nombre propio de la Palabra
encarnada. En este nombre propio tiene ya la forma completa cristiana de
Jesucristo. El autor del evangelio pone indudablemente en labios de Juan
situaciones, reflexiones y formulaciones propias del tiempo en que él escribía.
Se trata de un recurso habitual en la historiografía antigua, bíblica y
extrabíblica. La afirmación de la superioridad de Jesús sale al paso de la
pretensión de los propios discípulos de Juan que atribuían a su maestro un
rango superior al de Jesús.
La primera
razón de la superioridad de Jesús es su preexistencia. Juan pertenece al
nosotros, a los creyentes que descubren en Jesús la Palabra preexistente. La
segunda razón es la plenitud de riqueza divina de vida que Jesús posee y que
transmite a los creyentes en él, designados de nuevo como nosotros, entre los
que se cuenta el propio testigo Juan.
La tercera
razón es la superación de un sistema de ley por otro de gracia y verdad. La
afirmación final sobre el papel de Jesús como exegeta de Dios puede muy bien
estar relacionada con esta tercera razón. El término "exegeta"
aparece expresamente en el verbo griego empleado en el texto original y
responde a la circunlocución "dar a conocer" empleada por la traducción
litúrgica. El camino para saber quién es Dios no pasa por la Ley sino por
Jesús.
En el
"seno del Padre" es una expresión figurada que significa estar junto
al Padre. El origen de la expresión hay que buscarlo en el modo como estaban
entonces sentados a la mesa los comensales.
Comentario. El
análisis del texto nos ha hecho caer en la cuenta del carácter explícitamente
abierto que tiene el cuarto evangelio en lo que a la autoría del mismo se
refiere. Se trata de una obra en continua búsqueda de autor, desde el momento
en que el autor de la misma es un nosotros del que nadie queda excluido, Este
evangelio se juega su ser o no ser en cada uno de los que se acercan a él. Su
existencia efectiva depende de que decidamos creer en Jesús.
Ser creyente en
Jesús significa ahondar en Jesús de forma tal que lleguemos a experimentar toda
su riqueza de Palabra divina no sujeta a la precariedad y transitoriedad del
tiempo. Significa sentirse inmersos en la corriente divina de gracia amorosa,
hasta el punto de dar al traste con su sistema de vida basado en derechos y
deberes. La vida del creyente en Jesús debe caracterizarse por ser una vida
donde nada es ley porque todo es gracia.
Al margen de
las circunstancias que hayan podido dar origen a las afirmaciones de Juan, lo
importante es que esas afirmaciones, centradas todas ellas en Jesús, en cuya
persona estamos invitados a ahondar sin reparos ni trabas. Según sea la hondura
cristológica así será la imagen eclesiológica.
Alberto Benito, Dabar 1992, 8
9.- -Dios no es
un ser lejano. Es un Dios que habla, y su Palabra es entrañablemente cercana.
Se ha hecho un niño y ha nacido en Belén.
Antes, durante
siglos, había hablado por medio de profetas y había enviado Ángeles como
mensajeros. Pero ahora nos ha hablado de otra manera: nos ha enviado a su Hijo.
Y el Hijo es superior a todos los profetas y a los Ángeles. (Es lo que nos dice
el autor de la carta a los Hebreos).
Y es también lo
que llena de entusiasmo a S. Juan, en el prólogo de su evangelio, la solemne
página que acabamos de escuchar: la Palabra estaba junto a Dios -la palabra era
Dios, y la Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros.
La Palabra, ya
lo sabemos, se llama Cristo Jesús, el hijo de Dios, que desde la primera
Navidad es también hijo de los hombres.
Dios nos ha
dirigido su Palabra. Si entre nosotros puede tener tanta transcendencia el
dirigirnos o no la palabra unos a otros, si nuestra palabra de amistad, de
interés o de amor, puede significar tanto ¿qué sería esa Palabra de Dios, su
propio Hijo que ha querido hacerse uno de nuestra raza y está para siempre
entre nosotros? No, no es el nuestro un Dios mudo y lejano, es un Dios cercano
y que nos habla y su Palabra se llama de una vez por todas Jesús. Y desde
entonces siempre es Navidad porque siempre está esa Palabra de Dios dirigida
vitalmente a nosotros, en señal de amistad y de alianza.
Este es el
misterio de la Navidad que hoy nos recuerda la liturgia y vuelve a llenarnos de
alegría. Una palabra hecha persona, que es el Hijo mismo de Dios y por el cual
Dios nos acepta también a nosotros como hijos.
Acojamos a
Cristo, el Hijo de Dios y Hermano nuestro; que no se pueda decir de nosotros lo
que Juan ha dicho de los judíos: "al mudo vino y el mudo no le conoció;
vino a su casa y los suyos no le recibieron". Por este Jesús, el Salvador,
el mundo tiene esperanza. El futuro es siempre más prometedor que el presente.
Porque él es para siempre, y sin retractación posible,. Dios con nosotros.
10.- Los suyos
no le recibieron. La pobreza de Dios se hace drama de Dios. Vino a los suyos y,
al igual que todos, busca acogida y abrigo, comprensión y aliento. Dios viene a
los suyos todos los días. Puerta cerrada a un Dios que no vive según nuestros
reglamentos. Puerta cerrada a una Palabra que desconcierta nuestros
pensamientos. ¡Navidad es también una fiesta de conversión! El Verbo se hace
carne, y Dios sabe lo que le cuesta. Desde el pesebre hasta la cruz, el camino
es uniforme.
Y no
obstante... A los que creen en su nombre les da el poder de hacerse hijos de
Dios. A los que creen en Jesús-Salvador, Dios de los pecadores, Dios de los
perdidos, Dios de los humildes, Dios de ternura. Los que creen en su nombre...
Los que perciban la luz en la obscuridad de la espesa noche, los que escuchan
la Palabra en el silencio de una fe incesantemente zarandeada. ¡Pueblo de la
Samaritana y del Ciego de nacimiento, grupo minúsculo de los pescadores de
Galilea y de los últimos presentes al pie de la cruz! ¡Les dio el poder de
hacerse hijos de Dios!
¡Nacieron de
Dios! Venidos al mundo como vino Jesús, hijos e hijas de lo inesperado, de la
pobreza, de la inseguridad. No tienen en este mundo otro apoyo que Dios, su
amor y su Espíritu. Vienen al mundo en pleno viaje, y el tiempo les urge a
proseguir el camino. Hijos frágiles, siempre llamados a renacer; hijos de un Dios
al que nadie vio jamás. Pueblo de los sin nombre, de los apátridas, de los
huérfanos según el mundo.
Hoy se va un
año, según el mundo. Esta noche los hombres se desearán mutuamente un
"feliz año" sin saber cómo será éste.
Hijos de Dios,
¿seremos capaces de afrontar el futuro sin más equipaje que nuestra fe? En esto
nos diferenciamos de todos los anticristos que querrían desviarnos hacia otros
caminos que no son los de la Palabra cada día nueva. Sólo Cristo es el Alfa y
la Omega, el principio y el fin. Y no porque unos anticristos se llaman a sí
mismos "hijos de Dios" vamos nosotros a seguirles por otro camino que
no sea el de Dios-con-nosotros. Verbo hecho carne en la humildad de nuestra
carne.
Dios Cada Día, Siguiendo el leccionario ferial, Adviento-Navidad
y Santoral, Sal Terrae / Santander 1989.Pág. 94
11.- Esta
página de san Juan está tan llena de plenitud que no se debería añadir nada.
Estas sujeciones de abajo no quieren encuadrar ni reducir la meditación, que,
más que nunca, no puede ser tan personal.
-Al
principio...
La primera
palabra del evangelio nos hace recordar el origen de todas las cosas. De un
goIpe de ala vigoroso, el águila de san Juan sube, sube... tan alto que no
existe el horizonte, y, con los ojos penetrantes, ve encima de todo límite, antes
del comienzo de los tiempos.
-Era...
Este verbo
sencillo, "ser", llena el poema... Es la palabra más sencilla y la
más esencial: la existencia, la razón de todo lo demás. Y este verbo, al
pretérito, invoca inmediatamente un "tiempo inmutable", indefinido.
En mi rezo, podría emplear estas dos palabras: "al principio...
era..." saboreando su densidad, dejándome ir a su infinita evocación.
-El verbo... El
"logos"... La "palabra"... La "comunicación"...
La "expresión"... La sabiduría... La acción. Juan, en seguida, llama
a Cristo el "Logos", en griego. Es una palabra difícil de traducir.
Por eso, hemos buscado otras palabras, cercanas, para comprender el sentido más
allá de la palabra.
La palabra
Logos era ya empleada en la reflexión filosófica griega (la Palabra es una de
las maravillas del honre, la expresión propia de la persona, la posibilidad de
relación, la manifestación de la inteligencia). Pero, san Juan probablemente ha
usado esta expresión para incorporarse a la gran corriente de la literatura bíblica
que veía en la Sapiencia o Sabiduría algo así como la expresión misma de Dios:
Proverbios, 8, 23-36. "Yo, la Sabiduría, desde los orígenes fui
establecida desde el principio, antes del origen de la Tierra. Cuando aún no
existían los abismos, yo fui concebida... cuando trazó los fundamentos de la
tierra, yo estaba a su lado como el arquitecto, él tenía en mí sus delicias,
expansionándome en su presencia, sobre la superficie de la tierra y encontrando
mis delicias entre los hijos de los hombres." (Cf. Eclesiástico, 24-1.22).
En el principio era el Verbo. Hijo eterno venido del Padre, el Cristo es la
"expresión" perfecta del Padre, "la imagen misma del Dios
invisible" (Filipenses, 2, 6) el "resplandor" de la gloria del
Padre" (Hebreos, 1, 3) Jesús es la "manifestación suprema de Dios a
la humanidad" (I Epístola de san Juan, 1, 2). Verbo = expresión +
acción... palabra activa...
-Y el Verbo
estaba en Dios, y el Verbo era Dios.
Dos veces
solamente en el evangelio de san Juan, Jesús es designado explícitamente como
"Dios": aquí, en la primera frase... y en boca de Tomás, en el ultimo
capítulo (Juan, 20, 28): "¡Señor mío y Dios mío!". Todo su evangelio
está entre ambas frases.
-Por El, todo
ha sido hecho. En Él estaba la "vida".
La creación
universal es el primer "acto", el primer "gesto", la
primera "expresión" de Dios. La maravillosa creación es lo que
primero revela al Dios invisible. Todo. Todo. Soberanía universal... Y sin El,
nada se hizo. Influencia universal... Nada. Nada. Nada existe fuera de Cristo.
-En el mundo
estaba... Vino a su propia casa... El Verbo se hizo carne... Dios entre los
hombres, Dios en nuestros caminos. Dios en la esquina de la calle. Dios por
todas partes.
-Luz verdadera,
alumbra a todo hombre que viene a este mundo... Pero el mundo no le conoció...
Los suyos no le recibieron... A todos los que le recibieron, les dio poder de
llegar a ser hijos de Dios.
Noel Quesson, Palabra De Dios Para Cada Dia I Evang.
De Adviento a Pentecostés, Edit. Claret/Barcelona 1984.Pág. 70 S.
12.- La Palabra
se hizo carne y acampó entre nosotros Un texto bello e intenso, que invita a la
vez a la proclamación y a la meditación. Podemos destacar en él lo siguiente:
- Al hablar de
la "Palabra" Juan recoge tradiciones helénicas del "logos"
como emanación de Dios, pero sobre todo recoge las tradiciones judías de la
Sabiduría (cf. por ejemplo Eclo 24) y de la misma "palabra eficaz" de
Dios (cf. por ejemplo Is 55,10-11). Dios no es un Dios lejano: es el Dios que
tiene en sí mismo la voluntad de comunicarse a los hombres y manifestarles el
Sentido de todo y el Camino de la vida. Eso es lo que ha hecho con Israel, eso
es lo que hará ahora plenamente.
- El texto
empieza igual que el primer libro de la Biblia cuando narra la creación:
"En el principio...". Y, ya al principio, antes que todo, está la
Palabra, el proyecto de comunicación plena de Dios con los hombres. Juan señala
por cuatro veces, con exagerada insistencia, la preexistencia y divinidad de
esta Palabra. ¡Ha de quedar muy claro que es Dios mismo quien se hará hombre! Y
para resaltarlo más, señala para la Palabra las cualidades básicas de vida y
luz que no son cualidades estáticas de Dios, sino cualidades para ser dadas a
los hombres.
- Juan continúa
con una reflexión sobre la aceptación de la Luz por parte de los hombres. No se
trata sólo de la aceptación de Jesús, sino de la aceptación de todos los signos
de Luz que los hombres han tenido a mano y a menudo han rechazado. Pero hay
quienes sí han estado dispuestos a aceptarlos: éstos son los que Dios hará
hijos suyos.
- La afirmación
clave: la Palabra se hizo carne. Es una afirmación muy sabida, pero es
realmente escandalosa: aquella Palabra que Juan tanto ha insistido en que
"era Dios", resulta que asume la total debilidad de la condición
humana, y viene a vivir con los hombres, y en esta debilidad (¡hasta la cruz!)
será donde contemplaremos su gloria divina. A Dios ahora se le puede ver y
tocar. Y se le ve y se le toca en la "carne" débil de Jesús. - Una
vez dicho esto, Juan resalta una y otra vez las cualidades y dones que
recibimos de la Palabra hecha carne (que ahora ya no se llama
"Palabra" sino "Hijo" y "Jesucristo", una persona
concreta y palpable): gracia, verdad, abundancia de su plenitud... Todo para
consolidar la afirmación básica: a Dios sólo se le encuentra en Jesucristo, en
su carne, en su vida concreta.
Josep Lligadas, Misa Dominical 1994, 16
13.- El
comienzo del prólogo de Juan nos remonta a lo más alto y más sublime del
misterio trinitario: "La Palabra, en el principio, estaba junto a
Dios".
La expresión
es, a la vez, sobrecogedora y humilde: nosotros sabemos bien qué es eso de
estar unos junto a otros; somos conscientes de necesitar el cobijo y el calor
que da la cercanía humana. De lo que es y significa "estar junto a
Dios" sabemos menos; es decir, en realidad no sabemos apenas nada: es un
nivel al que, si no fuera por Jesús, no tendríamos posiblidad de acceso.
Nosotros pertenecemos a la noche, y por nosotros mismos no podemos alcanzar el
ámbito de la Luz.
Pero, un día,
ese Dios a quien nadie ha visto nunca decidió rasgar la tiniebla y plantar su
tienda junto a nosotros. La palabra cambió la vecindad de Dios por la vecindad
de los hombres, y el resplandor de la gloria acampó junto a la debilidad de
nuestra carne. El verbo que elige Juan en su prólogo evoca un mundo de imágenes
muy concretas: acampar es muy distinto de instalarse, de residir, de asentarse.
El que acampa no se protege con puertas blindadas ni con alarmas; su única
defensa consiste en confiar en que su misma debilidad y pobreza le defenderán
de cualquier codicia.
Alguien ha
venido a vivir así entre nosotros. No va a imponer nada, no va a ejercer la
fueza de su señorío ni a tomar posesión de nuestra tierra con imperativos
categóricos. Le oiremos decir: "Si quieres"..., "si alguno se
quiere venir conmigo...", "estoy a la puerta y llamo; si alguien me
abre..." Sabremos que es él, porque la caña cascada se enderezará entre
sus manos. Porque su aliento conseguirá que, de la mecha que se apagaba, vuelva
a brotar una llamita. No gritará ni se impondrá con violencia, pero las fuerzas
del mal se someterán a su autoridad, y alguien reconocerá con asombro: "Tú
tienes palabras de vida eterna".
Aleixandre-Dolores
_________________________________________________
3-14.
lectura: Juan
1,1-8. La palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros.
El Antiguo
Testamento conocía ya los temas de la Palabra y de la Sabiduría de Dios quien,
siendo preexistente al mundo, es el artífice de toda la creación. Los libros
sapienciales afirman que Dios lo crea todo con Sabiduría. Ésta estaba presente
cuando Dios fundamentaba la tierra y los mares (cf. Pr 8,22.31). Ella ha
querido habitar entre los hombres y hacerse conocer, como portadora que es de
la Ley del Altísimo (cf. Sir 24, especialmente los vv. 8 y 23). Esta palabra volverá
a Dios después de haber cumplido su misión salvífica y reveladora (cf. Is 40,8;
55.10-11).
El evangelista
Juan es heredero de esta rica tradición veterotestamentaria. Después de la
experiencia fundamental de la Resurrección, Jesús aparece como el portador y el
revelador de la presencia de Dios. Todos los temas reveladores del Antiguo
Testamento son reinterpretados para expresar con ellos el misterio del
Resucitado. Así este hombre, Jesús, es presentado como la Palabra preexistente
de Dios, mediador de la obra creadora del Padre (cf.. Jn 8,24.58; 10,30), que
se ha encarnado en nuestra historia y ha venido a compartir nuestra vida, para
cumplir la misión recibida: revelar a Dios a los hombres y mujeres (cf. Jn
3,17-19; 5,36; 10,36). Después de cumplir su misión, ha de volver al Padre, de
quien había salido (cf. Jn 13,3; 16,5; 17,11.13). La novedad del Nuevo
Testamento está, por una parte, en comprender la Sabiduría-Palabra de Dios como
una persona diferente de la de Dios-Padre; y por otra en darle un rostro
concreto: la persona de Jesús de Nazaret, hijo de María y de José.
La Iglesia
primitiva recurrió con frecuencia al lenguaje poético e hímnico para expresar
los misterios de su fe en Cristo resucitado. Esta pieza es una de las más
significativas. Nos expresa, con un lenguaje lleno de reminiscencias bíblicas,
el misterio de Cristo y lo que supone abrirse a la fe: participar en la vida de
Dios. Y esto es lo que celebramos en la fiesta de Navidad.
Jordi Latorre, Misa Dominical 1999, 16, 38
3-15. ACI DIGITAL
2003
1. Juan es
llamado el águila entre los evangelistas, por la sublimidad de sus escritos,
donde Dios nos revela los más altos misterios de lo sobrenatural. En los dos
primeros versos el Aguila gira en torno a la eternidad del Hijo (Verbo) en
Dios. En el principio: Antes de la creación, de toda eternidad, era ya el
Verbo; y estaba con su Padre (14, 10 s.) siendo Dios como El. Es el Hijo
Unigénito, igual al Padre, consubstancial al Padre, coeterno con El,
omnipotente, omnisciente, infinitamente bueno, misericordioso, santo y justo
como lo es el Padre, quien todo lo creó por medio de El (v. 3).
5. No la
recibieron: Sentido que concuerda con los vv. 9 ss.
6. Apareció un
hombre: Juan Bautista. Véase v. 15 y 19 ss.
9. Aquí
comienza el evangelista a exponer el misterio de la Encarnación, y la trágica
incredulidad de Israel, que no lo conoció cuando vino para ser la luz del mundo
(1, 18; 3, 13). Venía: Así también Pirot. Literalmente: estaba viniendo (en
erjómenon). Cf. 11, 27.
12. Hijos de Dios: "El misericordiosísimo Dios de tal modo amó al mundo, que dio a su Hijo Unigénito (3, 16); y el Verbo del Padre Eterno, con aquel mismo único amor divino, asumió de la descendencia de Adán la naturaleza humana, pero inocente y exenta de toda mancha, para que del nuevo y celestial Adán se derivase la gracia del Espíritu Santo a todos los hijos del primer padre" (Pío XII, Encíclica sobre el Cuerpo Místico).
12. Hijos de Dios: "El misericordiosísimo Dios de tal modo amó al mundo, que dio a su Hijo Unigénito (3, 16); y el Verbo del Padre Eterno, con aquel mismo único amor divino, asumió de la descendencia de Adán la naturaleza humana, pero inocente y exenta de toda mancha, para que del nuevo y celestial Adán se derivase la gracia del Espíritu Santo a todos los hijos del primer padre" (Pío XII, Encíclica sobre el Cuerpo Místico).
13. Sino de
Dios: Claramente se muestra que esta filiación ha de ser divina (cf. Ef. 1, 5 y
nota), mediante un nuevo nacimiento (3, 3 ss.), para que no se creyesen tales
por la sola descendencia carnal de Abrahán. Véase 8, 30 - 59.
14. Se hizo
carne: El Verbo que nace eternamente del Padre se dignó nacer, como hombre, de
la Virgen María, por voluntad del Padre y obra del Espíritu Santo (Luc. 1, 35).
A su primera naturaleza, divina, se añadió la segunda, humana, en la unión
hipostática. Pero su Persona siguió siendo una sola: la divina y eterna Persona
del Verbo (v. 1). Así se explica el v. 15. Cf. v. 3 s. Vimos su gloria: Los
apóstoles vieron la gloria de Dios manifestada en las obras todas de Cristo.
Juan, con Pedro y Santiago, vio a Jesús resplandeciente de gloria en el monte
de la Transfiguración. Véase Mat. 16,27
s.; 17, 1 ss.; II Pedr. 1, 16 ss.; Marc. 9, 1 ss.; Luc. 9,20 ss.
16. Es decir
que toda nuestra gracia procede de la Suya, y en El somos colmados, como enseña
S. Pablo (Col. 2, 9 s.). Sin El no podemos recibir absolutamente nada de la
vida del Padre (15, 1 ss.). Pero con El podemos llegar a una plenitud de vida
divina que corresponde a la plenitud de la divinidad que El posee. Cf. II
Pedro, 1, 4.
17. La gracia
superior a la Ley de Moisés, se nos da gratis por los méritos de Cristo, para
nuestra justificación. Tal es el asunto de la Epístola a los Gálatas.
18. Por aquí vemos que todo conocimiento de Dios o sabiduría de Dios (eso quiere decir teosofía) tiene que estar fundado en las palabras reveladas por El, a quien pertenece la iniciativa de darse a conocer, y no en la pura investigación o especulación intelectual del hombre. Cuidémonos de ser "teósofos", prescindiendo de estudiar a Dios en sus propias palabras y formándonos sobre El ideas que sólo estén en nuestra imaginación. Véase el concepto de S. Agustín en la nota de 16, 24.
18. Por aquí vemos que todo conocimiento de Dios o sabiduría de Dios (eso quiere decir teosofía) tiene que estar fundado en las palabras reveladas por El, a quien pertenece la iniciativa de darse a conocer, y no en la pura investigación o especulación intelectual del hombre. Cuidémonos de ser "teósofos", prescindiendo de estudiar a Dios en sus propias palabras y formándonos sobre El ideas que sólo estén en nuestra imaginación. Véase el concepto de S. Agustín en la nota de 16, 24.