¿ERES TÚ EL QUE HA DE VENIR O
TENEMOS QUE ESPERAR A OTRO?.
ORACION COLECTA
Estas viendo, Señor, como tu
pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a
la Navidad de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante. Por
Nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 35,1-6a.10
El desierto y el yermo se
regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de
narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza
del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de
nuestro Dios. Fortalezcan las manos débiles, robustezcan las rodillas
vacilantes; digan a los cobardes de corazón: «Sean fuertes, no teman. Miren a
su Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y se salvará.» Se
despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un
ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor,
vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y
alegría. Pena y aflicción se alejarán.
SALMO
RESPONSORIAL (145)
Ven, Señor, a salvarnos
El
Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos, da
pan a los hambrientos. El Señor liberta
a los cautivos. R.
El
Señor abre los ojos al ciego, el Señor
endereza a los que ya se doblan, el
Señor ama a los justos, el Señor guarda
a los peregrinos. R.
Sustenta
al huérfano y a la viuda y trastorna el
camino de los malvados. El Señor reina
eternamente, tu Dios, Sión, de edad en
edad. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol Santiago 5,7-10
Tened paciencia,
hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto
valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tengan
paciencia también ustedes, manténganse firmes, porque la venida del Señor está
cerca. No se quejen, hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Miren que
el juez está ya a la puerta. Tomen, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de
paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,2-11
En
aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó
a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos
que esperar a otro?».
Jesús
les respondió: «Vayan a anunciar a Juan lo que están viendo y oyendo: los
ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos
oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y
dichoso el que no se escandalice de mí!».
Al
irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salieron a
contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento?. ¿O qué fueron a
ver, un hombre vestido con lujo?. Los
que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salieron?, ¿a ver
a un profeta?. Sí, les digo, y más que
profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de
ti, para que prepare el camino ante ti." Les aseguro que no ha nacido de
mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino
de los cielos es más grande que él.».
COMENTARIO
En este domingo
la Liturgia nos vuelvas a presentar la imagen de Juan el Bautista, pero en
relación con Jesús.
Un visionario judío llamado
Isaías dijo una vez lo siguiente: En aquel día oirán los sordos las palabras
del libro y, libres de las tinieblas y la oscuridad, los ojos de los ciegos
verán. Así imaginaba él lo que nosotros denominamos utopía y que él denominaba
día de Yahvé. Siglos más tarde, un judío llamado Mateo cayó en la cuenta de que
esto era precisamente lo que había sucedido en torno a Jesús. Es entonces
cuando tiene la osadía de escribir lo que hoy hemos leído y escuchado. Así pues, Juan, el gran profeta, estando en la
cárcel, entró en crisis, como si también se pusiera nervioso. ¿Qué pasa con el
Mesías? ¿Será el que yo bauticé en el Jordán? Pero no parece dar señales.
Todo sigue igual. No hay
manifestaciones gloriosas, ni castigos ejemplares.
Ni siquiera mueve un dedo para sacarme de la cárcel.
La respuesta de Jesús es convincente. Le explica las
señales del Reino, como anunciaron los profetas.
Ya han empezado
a cumplirse. Pero de otra manera a como espera Juan: el Reino es una semilla
pequeña, un fermento escondido.
El Mesías actúa desde dentro.
Esta respuesta fue un rayo de luz en la noche de Juan.
Él estaba acostumbrado a interpretar los signos desde el seno de su madre o en
el Jordán. Sentía enseguida la presencia de lo divino. Jesús hará de él
cumplido elogio. Y lo mejor que hizo fue callar a tiempo, para que hablara la
Palabra.
Y no extrañarse que también nosotros podamos dudar
sobre la presencia de Dios en nuestra vida o de Cristo en la Iglesia. Habrá que
orar, dialogar y estar atentos a los signos.
PLEGARIA UNIVERSAL
Es el momento de apurar nuestra preparación a la Navidad, pidiendo
la ayuda de Dios. A cada invocación digamos: R.- Te lo pedimos, Señor.
1.-
Por el Papa Francisco, los obispos y los sacerdotes, para que con su palabra y
su oración lleven al pueblo de Dios hasta los pies del Salvador. Te lo
pedimos, Señor.
2.-
Por los gobernantes de las naciones, para que se dejen iluminar por Cristo a la
hora de tomar sus decisiones. Te lo pedimos, Señor.
3.-
Por los que han dejado enfriar su fe,
para que, volviendo al calor del pesebre, reencuentren a Dios que los espera
para darles la plenitud de la vida y con ella la salvación. Te lo
pedimos, Señor.
4.-
Por los enfermos, los pobres, los afligidos, los que se encuentran sin trabajo,
para que, como dice el apóstol Santiago en su carta, llenen su vida de
paciencia y firmeza como los profetas. Te lo pedimos, Señor.
Padre, ante la inminente llegada de tu Hijo, te pedimos que
prepares a todas las personas de la tierra para que lo acojan como su Salvador.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Haz, Señor, que te ofrezcamos siempre este sacrificio como
expresión de nuestra propia entrega, para que así cumplamos el sacramento que
tú nos diste y se lleve a cabo en nosotros la obra de tu salvación. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Imploramos, Señor,. Tu misericordia
para que esta comunión que hemos recibido nos prepare a las fiestas que se
acercan, purificándonos de todo pecado. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 12: Nuestra Señora de Guadalupe Patrona de
América Latina (F) Eclo 24, 17-22( o bien: Rm 8, 28-30); Sal: Lc 1,
46-55; Lc 1, 39-48.
Martes 13: Santa Lucia, Virgen y mártir (MO) Sof
3, 1-2.9-13; Sal 33; Mt 21, 28-48.
Miércoles 14: San Juan de la Cruz, Presbítero y doctor de
la Iglesia (MO) Is 45, 6b-8.21b-26; Sal 84; Lc 7, 19-23.
Jueves 15: Is 54, 1-10; Sal 29; Lc 7, 24-30.
Viernes 16:
Is 56, 1-3ª.6-8; Sal 66;
Jn 5, 33-36.
Sábado 17: Feria Privilegiada Gn 49, 2.8-10; Sal 71; Mt
1, 1-17.
Domingo 18: IV de Adviento Is 7, 10-14; Sal 23;
Rm 1, 1-7; Mt 1, 18-24.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 11, 2-11
Juan el
Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando un "bautismo de
penitencia para la remisión de los pecados". Fue un predicador
penitencial. Esto ya lo sabe el lector del evangelio. Pero la razón última de
su misión estaba en anunciar "al que había de venir", el que era más
fuerte que él y a quien él no era digno de desatar la correa de su sandalia.
Juan había tenido ya algún contacto con Jesús. Más aún, según el cuarto
evangelio, le había presentado oficialmente como "el cordero de Dios que
quita el pecado del mundo". No obstante, en la misma mentalidad de Juan,
¿hasta qué punto realizaba Jesús aquello que los judíos esperaban del Mesías?
La actividad de Jesús ¿se identificaba con la figura del Mesías tal como el
Bautista se lo imaginaba? Hay razones serias para dudarlo y una de ellas la
tenemos en la embajada que, desde la prisión, hace llegar a Jesús a través de
sus discípulos. ¿Eres el que había de venir? Para nosotros, la expresión indica
evidentemente la culminación de todas las esperanzas en la persona del Mesías.
Se había convertido en frase técnica para describir el tiempo mesiánico y
designaría o bien "el profeta" que había de venir (Deut 18, 15) o al
Mesías en persona. Los judíos no habían vinculado a esta expresión un
significado tan denso, aunque la idea de su venida "en el nombre del
Señor" era una convicción generalizada.
Jesús, en su
respuesta, se limita a citar la Escritura (Is 35, 5-6; 61, 1). Una respuesta
excesivamente concentrada y que nosotros explicitaríamos así: todas estas cosas
estaban anunciadas en el Antiguo Testamento para los días del Mesías; todas
estas cosas están siendo realizadas por Jesús; luego, han llegado los días
mesiánicos en la persona de Jesús. Efectivamente, él es el que había de venir.
Es la conclusión lógica que debía deducir el Bautista. Por si el texto no
tuviese la suficiente claridad Jesús añade: dichoso aquél que no se escandalice
de mí. ¿Por qué? Probablemente por el contraste entre lo que se esperaba -mucho
más en la línea del sensacionalismo- y lo que veían realizándose en su persona.
La advertencia de Jesús está en la línea de la identificación entre su persona
y su palabra. La palabra de Jesús no puede separarse de su persona ni la
persona de su palabra. Por algo es la Palabra (Jn 1, 1). Sólo quien comprende
su palabra comprenderá su persona y viceversa. Quien no lo entiende así,
permanecerá a oscuras ante el misterio de la persona de Jesús. La razón de
escandalizarse de él está en su humildad. ¿Es éste el camino hacia Dios?, ¿un
camino de sufrimiento y de cruz? El mismo Pedro se escandalizó y, con su
escándalo, escandalizó a Jesús (/Mc/08/31ss). El mismo escándalo ante el que
sucumbieron sus paisanos de Nazaret (Mc 6,3) y sus mismos discípulos ante la
pasión (Mc 14, 27); el escándalo de la cruz del que nos habla San Pablo (1 Cor
1, 23; Gál 5,1). Terminada su respuesta, Jesús hace la presentación del
Bautista. Cuantos salieron al desierto atraídos por su predicación no vieron en
él una caña agitada por el viento, es decir, Juan no era de esas personas que
se doblegan fácilmente ante amenazas o promesas. Era un hombre íntegro e
inflexible ante el mal. El caso de Herodes Antipas lo pone bien de manifiesto
(14, 1ss). Tampoco se presentó Juan como una figura celeste con atuendo regio
al estilo de lo que esperaban los judíos para cuando llegasen los días
mesiánicos. Juan era un profeta. Pero un profeta singular. Era el mensajero, el
heraldo que había de venir a anunciar la presencia del Mesías y a preparar sus
caminos (Mal 3, 1). Era el precursor del Mesías. Todo esto quería decir que,
efectivamente, había llegado el que tenía que venir. Que había sido inaugurada
la era mesiánica, el mundo nuevo creado por Dios por su última y definitiva intervención
en la historia.
Juan era el
precursor del que había de venir. En ser precursor estaba su grandeza y su
pequeñez. ¿Cómo explicar que el más pequeño en el reino de los cielos es mayor
que Juan? Por supuesto, que no desde la categoría personal de cada uno. Aquí se
nos está diciendo que el reino de Dios pertenece a un nivel distinto al
nuestro. Para pertenecer a él, a ese mundo nuevo, el nuevo eón, es necesaria
una nueva intervención de Dios en el hombre, un nuevo nacimiento (Jn 3. 3ss).
Esto nadie, ni el más grande de los hombres -como nos es descrito Juan-, puede
lograrlo por sí mismo. Sin embargo, el más pequeño e insignificante a los ojos
humanos, en quien se haya realizado este nuevo nacimiento, esta nueva
existencia, es mayor que la personalidad más destacada -como era la de Juan.
Comentarios a la Biblia Litúrgica NT, Edic
Marova/Madrid 1976.Pág. 998
2.- Este
Evangelio se compone de dos partes muy distintas: el relato de la embajada de
los discípulos de Juan Bautista (vv. 2-6) y el elogio de este último por el
mismo Cristo (vv.7-10).
a) La embajada
de los discípulos del Bautista lleva el encargo de investigar si Cristo es
realmente "el que tiene que venir". Hay que comprender esta última
expresión en el sentido que le da Juan Bautista. Está tomada de Is 40, 10
(pasaje que el Precursor conoce bien, puesto que cita ya el v. 3 en Mt 3, 3),
en donde la venida del Mesías va acompañada de fuerza y de violencia. Ahora
bien, para Juan Bautista no hay lugar a duda de que el Mesías que él anuncia
será particularmente violento (Mt 3, 11). El Mesías, en efecto, debe hacer su
aparición dentro del aparato terrible de un día de Yahvé.
Pues bien,
Cristo desmiente esa espera poniendo de relieve que sus obras mesiánicas están
todas ellas hechas de dulzura y de salvación: en lugar de juzgar y de condenar,
cura y libera.
Aunque, por
otro lado, en todo eso no hay nada que no esté previsto por la Escrituras y
esté en conformidad igualmente con la esperanza mesiánica (cf. Is 61, 1; 35,
5-8). Pero hay dos conceptos opuestos del mesianismo que en aquella época se
repartían al pueblo elegido: los unos esperaban los últimos tiempos como
tiempos de poder y de violencia; los otros, como tiempos de liberación y de
felicidad. Oponiéndose a los discípulos de Juan, Cristo revela un estilo de
vida que constituye un problema para ellos y que no dejará de producir
escándalo hasta tanto no se penetre en el misterio del Hombre-Dios sobre la
cruz. Eso es precisamente el alcance del v. 6 (cf. Mt 13, 54-57; 16, 20-23; 26,
31-33, y , sobre todo, 1Cor 1, 17; 2, 5). Si se produce el escándalo a causa de
Cristo, aun comprendiendo que da cumplimiento a tal o cual profecía, es porque
en El se ha producido algo inesperado, algo que ninguna profecía podía prever:
el misterio del Hombre-Dios.
b) Ni el mismo
Juan Bautista ha podido prever este aspecto inesperado de la personalidad de
Cristo. Y precisamente Jesús consagra su elogio del Precursor a demostrarlo.
Para preparar a
su auditorio a la idea de que el Bautista es un profeta, Jesús utiliza una
serie de imágenes: el contraste entre gentes bien vestidas y el hombre vestido
de pelos de camello (Mt 3, 4; 2 Re 1-8), entre el profeta que no tiembla y la
caña frágil (Jer 1, 17-19). Juan es incluso más que un profeta: es el mayor de
los profetas: citando Mal 3,1 y Ex 23, 20, Jesús define, en efecto, la misión
del precursor como la de un servidor que conduce al pueblo de Dios hacia la
tierra tanto tiempo prometida. Y, sin embargo (v. 11), Juan es el personaje más
pequeño del reino. Esta observación es capital para la comprensión del
verdadero alcance del Evangelio. Juan es el mayor del Antiguo Testamento, pero,
en cuanto tal, se mueve aún dentro de una interpretación demasiado humana y
demasiado específicamente judía de las profecías. Por eso es el más pequeño en
el reino: le falta, en efecto, la inteligencia del estilo absolutamente
inesperado que Cristo introduce con su existencia de Hombre-Dios. Las dos
partes del Evangelio, por tanto, se complementan: no basta con comprender que
Cristo y su Precursor dan cumplimiento a las Escrituras, ni con definirlas
partiendo de las profecías antiguas. Y se es el más pequeño en el Reino cuando
uno se detiene ahí, sin llegar a penetrar en el misterio de la personalidad de
Cristo. Este no es tan solo el final de una cadena de pobres espirituales, de
la que Juan sería el penúltimo eslabón (vv. 8-9); Jesús es
"ontológicamente" pobre por su obediencia humana y divina al Padre, y
su pobreza hasta la cruz no es más que la repercusión terrestre de su situación
eterna de absoluta dependencia de Hijo respecto al Padre.
Después de
Cristo, los hombres pueden alcanzar esa pobreza de los hijos de Dios merced a
su dependencia del Padre, y la Eucaristía que celebran, proponiéndoles que se
dejen guiar por la iniciativa del Padre, les capacita para esa aventura.
Maertens-Frisque, Marova Madrid 1969.Pág. 111
4.- Texto. El
domingo pasado escuchábamos a Juan hablar del que viene detrás de él con el
poder y el derecho. En el texto de hoy, Mateo igual que Lucas, recoge una
tradición sobre la perplejidad de ese mismo Juan ante la actuación del Mesías.
El término Cristo, empleado en la traducción litúrgica deriva del griego y es
traducción del hebreo Mesías. En este texto Cristo no es nombre propio sino
título. Jesús reivindica su condición de Mesías, entendiendo ésta no en la
línea de los apocalípticos, sino en la de diversos profetas agrupados bajo el
nombre de Isaías. El v. 5 del texto es una refundición de Is. 29, 18-19; 35,
5-6 y 61, 1. en línea con estos profetas la actuación de Jesús no es destructora,
sino reparadora de los desajustes existentes.
La
reivindicación de Jesús se cierra con una bienaventuranza. Sería incorrecta
interpretarla como advertencia o llamada de atención a Juan. Es más bien una
declaración a favor de los que no ven en Jesús un motivo de escándalo. La
segunda parte del texto se centra en Juan y en su papel dentro de la historia
de la salvación. La interpelación y la pregunta retórica dan a esta parte
viveza y fuerza. El desierto del que se habla es la misma falla geológica del
domingo pasado, paisaje árido y tórrido, salpicado en algunos lugares por
matorrales, arbustos y cañaverales. Siguiendo la margen occidental del Mar
Muerto, se llega a la altiplinicie rocosa, rodeada de barrancos. Su nombre
actual es Masada, que significa fortaleza. Se trata, en efecto, de una
fantástica fortaleza inexpugnable, donde, entre los años 37 a 31 a. de C.,
Herodes había construido un palacio dotado de todos los lujos y comodidades. Un
palacio proverbial, del que todo el mundo contaba mil maravillas.
Jesús rinde a
Juan tributo de admiración por su entereza y austeridad. Sus referencias a las
cañas y a los palacios se explican y comprenden a la luz de lo mencionado en el
párrafo anterior.
Pero la
verdadera grandeza de Juan reside en su función de mensajero inmediato del
Mesías. Esta grandeza, sin embargo, palidece ante la realidad del reino de los
cielos traída por el Mesías. La llegada del reino de los cielos hace realmente
grandes a las personas. Comentario. Dos son las ideas matrices del texto.
Primera: El reino de los cielos es ya una realidad en nuestro mundo. Segunda:
este reino no destruye el mundo, sino repara lo desajustado en él existente.
Síntomas de
este desajuste son la enfermedad y la marginación de los pobres. La primera es
un misterio; la segunda, una injusticia intolerable. La enfermedad debe ser
combatida como desajuste y aceptada como misterio; la marginación de los pobres
debe sólo ser combatida, nunca aceptada.
A pesar de todo
hay que seguir afirmando la realidad del reino de los cielos en nuestro mundo.
Mucho, sin embargo, nos queda aún por aprender del mensajero, Juan. Existente
entre nosotros demasiado arribismo y búsqueda del sol que más calienta; existe
demasiado despilfarro. Entereza y austeridad: dos grandes olvidadas.
Alberto Benito, Dabar 1992/03
5.- El texto
del domingo pasado terminaba con el anuncio-amenaza de Juan a fariseos y
saduceos con uno que está al llegar. Literalmente: el que viene, el que llega.
Una de las expresiones utilizadas por los judíos para designar al Mesías, el
personaje que inauguraría el nuevo estado de cosas o Reino de los cielos,
circunlocución esta última para designar a Dios, ya que los judíos no
pronunciaban jamás su nombre por respeto. El texto de hoy comienza con esta
misma expresión. ¿Eres tú ese personaje? ¿Estamos ya en el nuevo estado de
cosas o Reino de los cielos? La pregunta la hace el propio Juan. Pero entre la
pregunta de hoy y el anuncio del domingo pasado median ocho capítulos en los
que Mateo ha ido moldeando dichos y hechos de Jesús.
-Versículos
4-6. La respuesta es del que ha llegado y Mateo la concibe como cita y como
recuento. Recuento de los ocho capítulos anteriores. Cita de textos de Isaías
que hablan de un futuro maravilloso, del día de Yavé. Se trata en concreto de
Is. 29, 18-19 y 35, 5-6. Mejor leer ambos capítulos en su totalidad. Son
fascinantes. Pero la respuesta no es sólo esto. Es también promesa de alegría y
de dicha. Dichoso el que no se escandalice por causa mía. La intención del
evangelista parece muy clara: nos hallamos en el nuevo estado de cosas o Reino
de los cielos. Pero alberga la sospecha de que esto se lo creen muy pocos. A
éstos va dirigidos la bienaventuranza.
-Versículos
7-11. La liturgia ha cortado las palabras de Jesús en el momento tal vez más
aclarador de las mismas. En su estado litúrgico se trata de palabras sobre
Juan, cuando en realidad no es de Juan de quien Mateo quiere hablar aquí, y ni
siquiera de Jesús. Obsérvese como en su respuesta Jesús no habla de él, sino de
la situación en torno a él. Mateo quiere hablar del Reino de los cielos que ya
ha llegado. Juan es la recta final que precede a la meta, su precursor, su
heraldo, ascético, duro, recio, admirable. Pero no es la meta. Esta la
constituye el Reino de los cielos. Este Reino es lo central, lo verdaderamente
importante. Su presencia lo eclipsa todo. -Comentario. El interés absorbente de
la mayor parte de los comentaristas ha enfocado la problemática de este texto
hacia las disposiciones psicológico-religiosas por las que el bautista prisionero
se decidió a enviar su embajada. Estado de duda, de impaciencia, estrategia
pedagógica para fomentar y favorecer la fe en Jesús. Todo esto puede tener su
razón de ser a nivel de pre-texto, pero en absoluto la tiene a nivel de texto.
El centro de interés del texto, ya lo hemos visto, no es Juan. El centro es la
utopía. Sí, eso que todos anhelamos y que todos andamos buscando. Eso mismo de
lo que nadie tenemos la osadía de decir que exista y de lo que, a lo sumo y con
mucho escepticismo, decimos que puede que a lo mejor alguna vez exista.
Un visionario
judío llamado Isaías dijo una vez lo siguiente: En aquel día oirán los sordos
las palabras del libro y, libres de las tinieblas y la oscuridad, los ojos de
los ciegos verán. Así imaginaba él lo que nosotros denominamos utopía y que él
denominaba día de Yavé. Siglos más tarde, un judío llamado Mateo cayó en la
cuenta de que esto era precisamente lo que había sucedido en torno a Jesús. Es
entonces cuando tiene la osadía de escribir lo que hoy hemos leído y escuchado.
Que no es otra cosa que lo siguiente: el Reino de los cielos existe ya. Dichoso
el que crea y acepte esto de corazón. Es el mayor acontecimiento y la mayor
grandeza que pueda darse.
Alberto Benito, Misa Dominical
6.- -"Juan,
que había oído en la cárcel las obras de Cristo!..": Juan aparece
encarcelado por Herodes, pero como era habitual en las personas del mundo
antiguo no pierde el contacto con el exterior. Conoce la actividad de Jesús y
le envía a sus discípulos. Los discípulos de Juan subsistirán después de su
muerte y algunos mantendrán polémica con la comunidad cristiana primitiva sobre
la mesianidad de Jesús. Por eso el texto evangélico pone sobre la mesa las
dudas del Bautista a fin de darles respuesta.
-"¿Eres tú
el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?": La acción y la
predicación de Jesús no han encontrado acogida en Galilea. Mateo subrayará en
los textos que vienen a continuación de esta perícopa el carácter escondido del
Reino. No es extraño que Juan manifieste también su desconcierto: él esperaba
al Mesías juez poderoso de la apocalíptica judía de su tiempo y, en cambio, ve
en Jesús otro tipo de actuación bien diferente y él mismo está encarcelado. ¡El
Mesías no actúa como liberador!
-"Id a
anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo..": La respuesta de Jesús a
las dudas de Juan remite de nuevo a las obras que hace y que ilustra con el
texto de Isaías leído en la primera lectura y que recibe el complemento de una
referencia a los leprosos y a los muertos. Los signos que realiza Jesús no se
imponen por su evidencia abrumadora ante la gente, sino que piden siempre la
fe.
-"¿Qué
salisteis a contemplar en el desierto...?": Seguidamente Jesús expresa su
pensamiento sobre la figura de Juan, y lo hace interrogando a los oyentes con
tres cuestiones que tiene una progresión impresionante: ¿una caña? ¿un hombre
bien vestido? (notemos la ironía al contrastar el vestido de Juan con la corte
de Herodes?, ¿un profeta? La figura de Juan sólo se puede entender con relación
a Jesús, por eso es más que un profeta: "él es de quien está escrito: Yo
envío mi mensajero delante de ti...".
Joan Naspleda, Misa Dominical 1989/24