“DEN FRUTOS”
ORACION COLECTA
Señor todopoderoso, rico en
misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que
lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta el con sabiduría divina para
qué podamos participar plenamente de su vida. Por Nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 11,1-10
Aquel día, brotará un renuevo del
tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu
del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía,
espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor. No
juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con
justicia, con rectitud a los desamparados.
Herirá al violento con la vara de
su boca, y al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será cinturón
de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas. Habitará el lobo con el
cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán
juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías
se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey.
El niño jugará en la hura del
áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán
daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia
del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé se erguirá
como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada.
SALMO
RESPONSORIAL (71)
Que en sus días florezca la justicia,
y la paz abunde eternamente
Dios
mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu
pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. R.
Que
en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine
de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. R.
Él
librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se
apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres. R.
Que
su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol: que él sea la bendición de
todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Romanos 15,4-9
Todas las antiguas
Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra
paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Que
Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, les conceda estar de acuerdo entre
ustedes, según Jesucristo, para que unánimes, a una voz, alaben al Dios y Padre
de nuestro Señor Jesucristo.
En una palabra, acogeos
mutuamente, como Cristo los acogió para gloria de Dios. Quiero decir con esto
que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios,
cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas; y, por otra parte, acoge a los
gentiles para que alaben a Dios por su misericordia. Así dice la Escritura: «Te
alabaré en medio de los gentiles y cantaré a tu nombre.».
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 3,1-12
Por
aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando:
«Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos.».
Éste
es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto:
"Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."».
Juan
llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y
se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de
Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los
bautizaba en el Jordán.
Al
ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizará, les dijo:
«¡Camada de víboras!, ¿quién les ha enseñado a escapar del castigo inminente?.
Den
el fruto que pide la conversión. Y no se hagan ilusiones, pensando:
"Abrahán es nuestro padre", pues les digo que Dios es capaz de sacar
hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y
el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego.
Yo
los bautizo con agua para que se conviertan; pero el que viene detrás de mí
puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él los bautizará con
Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva,
reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se
apaga.».
COMENTARIO
En este segundo domingo de Adviento tenemos la presentación de Juan el
Bautista. Nadie mejor para prepararnos a recibir al Mesías. Diríamos que Juan
está hecho para eso, para preparar los caminos de Cristo, para anunciar su
llegada y promover los encuentros, el Precursor. Es, no una característica,
sino la definición de Juan.
Juan era hijo de sacerdote y podía haberse manifestado en el templo.
Pero él no iba a seguir el oficio de su padre, ni se iba a llamar como su
padre, Zacarías, que significa «el Señor recuerda». Juan no estaba hecho para
recordar, sino para anunciar algo nuevo. El nombre de Juan significa «Yahveh es
misericordioso», Yahveh se ha compadecido, Yahveh muestra su favor. Juan estaba
hecho para anunciar el favor de Dios, que la misericordia de Dios se ha
manifestado definitivamente.
Lo que Juan anuncia es que el Reino de Dios está cerca, que Dios mismo
está cerca. Por lo tanto, hay que prepararse a fondo, desde la raíz. Hay que
quitar impedimentos, hay que limpiar suciedades, hay que podar estorbos, hay
que acabar con la esterilidad y ofrecer frutos buenos de todas clases. Para
ello Juan bautiza con agua, pero anuncia un bautismo radical «de Espíritu Santo
y fuego». Con Jesús el pueblo será bautizado por el Espíritu, es decir, será
sumergido en esta fuerza de vida y de santidad de Dios que es su Espíritu. Mateo, al estilo judío, evita en lo posible, por un exagerado respeto,
pronunciar el nombre de Dios y recurre a sucedáneos, como "el cielo".
El reino de los cielos y el reino de Dios -de que nos hablan Marcos y Lucas-
son la misma realidad. El reino, o mejor, reinado de Dios, era la más alta
aspiración y esperanza del Antiguo Testamento y del judaísmo. Algo que
pertenecía al más allá y que Dios concedería en el momento oportuno. Sería como
el nuevo cielo y la nueva tierra donde no habrá pecado, muerte ni dolor. El
Bautista anuncia que todo esto, que los judíos esperaban para un futuro
incalculable, se realiza en la persona de Jesús y a través de ella. Estamos
ante la razón última de las exigencias de la conversión: el hombre debe
volverse a Dios, porque Dios se ha vuelto a los hombres.
PLEGARIA UNIVERSAL
Nos ponemos en presencia del Señor para pedirle que escuche todas esas necesidades que hacen a nuestra vida sombría y pesarosa. R.- Padre, Escúchanos.
1.- Por el Papa Francico, para que como pastor supremo guie a su rebaño por los caminos de este Adviento, enderezando los corazones de todos hacia Cristo Salvador. Padre, Escúchanos.
2.- Por los gobernantes de las naciones, para que en este tiempo propicio del Adviento conviertan sus corazones al Señor. Padre, Escúchanos.
3.- Por los que viven alejados de Cristo y de su Iglesia, para que renazca un renuevo de aquel tronco que un día era floreciente y hoy está seco. Padre, Escúchanos.
4.- Por los enfermos y todos sus cuidadores para que en estos momentos se reavive en ellos la esperanza que Cristo nos ha traído con su primera venida y nos renueva con la promesa de su segunda venida. Padre, Escúchanos.
Padre, te presentamos estas
suplicas con el corazón lleno de confianza de que tú nos escucharás. Danos tu
Espíritu, que nos guíes durante este
tiempo de preparación. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Que los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan,
Señor, y al vernos desvalidos y sin méritos propios acude, compasivo, en
nuestra ayuda. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Alimentados con esta eucaristía te
pedimos, Señor, que por la comunión de tu sacramento nos des sabiduría para
sopesar los bienes de la tierra, amando intensamente los del cielo. Por
Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA
DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 05: Is 35, 1-10; Sal 84; Lc 5,
17-26.
Martes 06: Is 40, 1-11; Sal 95; Mt 18, 12-14. (Se puede
celebrar la memoria de San Nicolás, Obispo (blanco)
Miércoles 07: San Ambrosio, obispo y Doctor de
la Iglesia (MO) Is 40, 25-31; Sal 102; Mt 11, 28-30.
Jueves 08: La Inmaculada Concepción de la
Santísima Virgen María (S)- Precepto
Gn 3, 9-15; Sal 97; Ef 1, 3-6.11-12; Lc 1, 26-38.
Viernes 09: Is 48, 17-19; Sal 1; Mt 11,
16-19.
Sábado 10: Eclo 48, 1-4.9-11; Sal 79; Mt
17, 10-13.
Domingo 11: III de Adviento Is 35, 1-6ª; Sal
145; St 5, 7-10; Mt. 11, 2-11.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Mt 3. 1-12
Paralelos: Mc 1,
1-8 Lc 3, 1-18
1.- El verbo "convertirse" y el sustantivo correspondiente
aparecen en Mt en momentos de gran importancia para el mensaje evangélico (3.
2; 4. 17; 11. 20; 12. 41). Más que cambio de mentalidad (según el pensamiento
griego) habría que entender "cambio de camino (según la manera de pensar
del A.T.). Todo el que inicia un camino de fe tiene que encontrarse con esta
realidad: vivir de fe es ir cambiando poco a poco nuestra manera de andar por
el camino de la vida.
Eucaristía 1989/57
2.- Todos los evangelistas cuentan con la actividad del Bautista como
previa a la de Jesús. Cada uno lo presenta desde un punto de vista y los
diversos aspectos de esta figura singular nos proporcionan otros tantos
elementos para reconstruir su extraordinaria personalidad. Mateo acentúa el
aspecto de predicador que lleva a cabo su quehacer al estilo profético. Los
profetas antiguos se distinguían tanto por sus vestidos ásperos como por la
austeridad de su vida (2 Re 1, 8). El Bautista entra en escena como un
predicador penitencial.
El contenido esquematizado de su predicación coincide absolutamente con
lo que después anunciaría Jesús (4, 17). Exige la conversión. Era tema y
exigencia continua también entre los fariseos. La diferencia estaba en el modo
de entenderla. La conversión "farisaica" significaba únicamente el
"cambio de mente". La conversión exigida por el Bautista, y por
Jesús, es mucho más: la exigencia de un cambio radical, total, en la relación
con Dios y esta relación con Dios comprende no sólo el interior sino también lo
externo, todo lo que es visible en la conducta humana (v. 8: dar frutos dignos
de penitencia). La recta relación con Dios debe traducirse en la
correspondiente ordenación y conducta recta de toda la vida. El ejemplo del
árbol lo ilustra: si el árbol es bueno, produce buenos frutos, frutos dignos de
sí. Quien se convierte a Dios es como una planta de su inmenso campo y sus
frutos-obras deben ser buenos. Si el árbol no produce buenos frutos es señal
evidente de que no es bueno.Entonces será cortado y arrojado al fuego.
La radicalidad en las exigencias del Bautista molestaban a los piadosos
de la época: los "fariseos", movimiento de laicos instruidos y
piadosos, que buscaban, con su conversión interna, la seguridad frente al
juicio divino, y los "saduceos", la nobleza sacerdotal influyente.
Había entre ellos diferencias radicales, por ejemplo los saduceos no creían en
la resurrección, pero existía entre ellos un denominador común: su situación de
privilegio por ser hijos de Abraham. A estas clases privilegiadas les anuncia
Juan: ante Dios no existe seguridad basada en privilegios, ante Dios no hay
acepción de personas. El juzga según la conducta observada. Más aún, Dios puede
hacer hijos de Abraham de las piedras. Dios puede llevar a cabo una nueva
creación, lo mismo que hizo al primer hombre del polvo. San Pablo lo formularía
diciendo que los que creen en Cristo son nuevas criaturas. Y esto es, en
definitiva, lo que cuenta. El auto-afianzamiento y seguridad propia es el medio
más adecuado para caer en la ira de Dios. Evidentemente estamos ante una
metáfora. La ira de Dios significa su incompatibilidad con el pecado, la
separación-lejanía de Dios de aquéllos que se separan de él.
Comentarios a
la Biblia Litúrgica NT, Edic Marova /Madrid 1976.Pág. 936
3.- Presentación de Juan el Bautista. Nadie mejor para prepararnos a
recibir al Mesías. Diríamos que Juan está hecho para eso, para preparar los
caminos de Cristo, para anunciar su llegada y promover los encuentros, el
Precursor. Es, no una característica, sino la definición de Juan.
Juan era hijo de sacerdote y podía haberse manifestado en el templo.
Pero él no iba a seguir el oficio de su padre, ni se iba a llamar como su
padre, Zacarías, que significa «el Señor recuerda». Juan no estaba hecho para
recordar, sino para anunciar algo nuevo. El nombre de Juan significa «Yahveh es
misericordioso», Yahveh se ha compadecido, Yahveh muestra su favor. Juan estaba
hecho para anunciar el favor de Dios, que la misericordia de Dios se ha
manifestado definitivamente.
Lo que Juan anuncia es que el Reino de Dios está cerca, que Dios mismo
está cerca. Por lo tanto, hay que prepararse a fondo, desde la raíz. Hay que
quitar impedimentos, hay que limpiar suciedades, hay que podar estorbos, hay
que acabar con la esterilidad y ofrecer frutos buenos de todas clases. Para
ello Juan bautiza con agua, pero anuncia un bautismo radical «de Espíritu Santo
y fuego».
Caritas, Ríos
del Corazón, Adviento y Navidad 1992.Pág. 40
4.- Texto. A diferencia de Marcos y de Lucas, Mateo introduce a Juan
Bautista en acción y después lo presenta. De esta forma resalta más el mensaje
transmitido (v.2) que la identidad del mensajero (vs. 3-4). Como los otros
evangelistas, también Mateo resalta el impacto y acogida del mensaje (vs. 5-6),
pero a partir del v. 7 tiene un punto de mira propio: fariseos y saduceos.
Ellos, en exclusiva, son los destinatarios del desarrollo del mensaje. Fariseos
y saduceos representaban las dos corrientes religiosas más representativas de
la sociedad judía. Los fariseos, con sus haburot o fraternidades laicales,
empeñadas en el más estricto cumplimiento de la Ley, interpretada ésta de
acuerdo a una tradición que buscaba acomodar los principios a las situaciones
siempre cambiantes; los saduceos, con su sacerdocio y su culto en el Templo y
con su fundamentalismo religioso que sólo tenía en cuenta la Ley escrita, sin
la dinámica de la tradición.
Fariseos y saduceos son objeto de crítica en su calidad de corrientes
religiosas que apelaban a su pertenencia al Pueblo de Dios. No os hagáis ilusiones
pensando que sois descendientes de Abrahán. A pesar de esa pertenencia se les
acusa de no dar frutos adecuados de conversión y por eso se les amenaza con la
llegada del día del Señor, una llegada en la que precisamente ellos tenían
depositada la máxima esperanza. Se les dice que esa llegada es inminente en la
persona del que tiene toda la fuerza y la autoridad de Dios para discernir los
corazones.
En su identificación de Juan en los vs. 3-4, Mateo lo había presentado
vestido a la usanza de Elías (ver 2 Reyes 1, 8). Para Mateo, Juan es el
mensajero del día del Señor, el Elías esperado inmediatamente antes del final
de los tiempos para preparar a los miembros del Pueblo de Dios a salir airosos
ante la llegada del Mesías.
Comentario. Por encima de los inevitables modelos culturales y
religiosos, lo significativo en el texto de hoy es la necesidad de conversión
en los miembros del Pueblo de Dios. A fuerza de manida, la afirmación ni nos
sorprende ni nos inquieta. Quisiera, sin embargo, indicar que la categoría y
altura morales de los destinatarios de la exigencia de Juan hacen de ésta una
sorpresa, en el mejor de los casos. ¿De qué tenían, en efecto, que convertirse
unas personas que, como los fariseos, se caracterizaban por un estricto
cumplimiento de la Ley? Hasta tal punto era ejemplar su cumplimiento que
constituyeron un modelo y un reclamo moral en todo el ámbito greco-romano. Es
ciertamente sorprendente exigir conversión a unas personas así.
CV/MANDAMIENTOS: Por eso mismo la conversión que se les pide tiene que ir por
derroteros distintos de los de la buena conducta. No es que ésta se excluya;
sencillamente se da por supuesta. Ser miembro del Pueblo de Dios presupone ser
buena persona, es decir, cumplir los mandamientos. La buena conducta pertenece
a los presupuestos, no a la esencia del creyente.
La conversión que se le pide a un miembro del Pueblo de Dios ahonda sus
raíces en el complejo y misterioso mundo de las estructuras de la conducta. Se
trata de un cambio de mentalidad y de talante; de un modo de ser, de orientarse
y de estar situado diferentes a los modos al uso. La cercanía de una persona
diferente como es Jesús exige también personas diferentes. Lo que no sea esto
equivaldrá a tener el mundo que tenemos, pero no el Reino de los cielos.
Alberto Benito,
Dabar 1989/02
5.- Comentario. Si hemos de ser fieles a Mateo no tenemos más remedio
que reconocer lo siguiente: Juan Bautista amenaza con Jesús a fariseos y
saduceos. La imagen del pregonero de Isaías anunciando al pueblo la alegre
noticia del final del cautiverio queda contrapesada y eclipsada por la imagen
de Elías, que según los judíos tiene que retornar antes del final del presente
estado de cosas para poner orden y concierto. Para Mateo, en efecto, Juan
Bautista es el duro y terrible Elías, el del segundo libro de los Reyes que
hace bajar fuego del cielo. Esto quiere decir que Mateo se sitúa en el final de
un estado de cosas intolerable. De ahí la irrupción de Juan clamando por el
cambio. ¿Qué cambio? No se nos dice. Sencillamente, se formula su necesidad:
Convertíos. El grito queda así como una exigencia abierta a las mil
concreciones de los oyentes-lectores.
Hay con todo un dato sugerente. Me refiero a las personas fustigadas.
Todo conocedor de la historia judía sabe que fariseos y saduceos no pueden ser
contertulios y compañeros de peregrinación, y sabe también que, sobre todo, los
fariseos, moldean su conducta en el crisol de la Ley de Dios. ¿Qué sentido
puede tener para ellos la exigencia de dar el fruto que pide la conversión? ¿Un
mayor o ejemplo cumplimiento de la Ley? Pero si es así no parecen merecedoras
de una interpelación tan dura como la de raza de víboras.
Casi siempre asociamos conversión y comportamiento. Y no está mal. Pero
casi nunca asociamos conversión y actitud. ¿Se nos ha ocurrido pensar que en un
comportamiento bueno puede darse una actitud mala? Por ejemplo, de
intransigencia, de engreimiento... "Abrahám es nuestro padre" era el
santo y seña común a fariseos y saduceos. De ahí que Mateo los mencione al unísono.
Esa frase equivalía a esta otra: Somos el pueblo de Dios. Y tras ella podía
esconderse una conciencia con alguno de los siguientes componentes:
intransigencia, cerrazón, superioridad, desprecio. El duro y terrible Elías de
Mateo asesta su golpe en esta conciencia, desenmascara al Pueblo de Dios en
cuanto Pueblo de Dios. Y lo hace en nombre del que está para llegar. Jesús es,
pues, una amenaza para el Pueblo de Dios.
A. Benito, Dabar
1986/02
6.- Juan el Bautista es una figura señera que marca la espiritualidad
del tiempo de Adviento. Su importancia no viene dada sólo por el hecho de ser
el último y "el mayor de los profetas", sino, sobre todo, porque él
es el profeta de la inminencia, el que anuncia la presencia del Señor: por este
motivo Juan escapa de los tiempos antiguos y se inserta destacadamente en el
NT. Los tres sinópticos coinciden en reservar una parte importante de su
narración a la descripción del ministerio de Juan el Bautista.
Concretamente, el evangelio de san Mateo, hoy, hace intencionadamente hincapié
en que la aparición del Bautista representa el cumplimiento de las profecías
recordando Is 40, 3, en que la expresión "camino a Yavhé" queda
sustituida por "camino al Señor": Jesús es la manifestación suprema
de Dios entre los hombres. Nos encontramos, pues, dentro de una época nueva: la
expresión inicial "por aquel tiempo" es cronológicamente poco
concreta, pero suficientemente para enterarnos de que la narración evangélica
no se coloca en la línea de las teorías, sino dentro de la temporalidad de los
hechos de la historia. No es el hombre el que interpreta unos hechos, sino que
son los hechos los que revelan el sentido de la historia que ahora empieza a
narrar el evangelista.
Notemos el poder de convocatoria que tiene la predicación de Juan. Más
allá de todo partidismo, los evangelistas ven y destacan el universalismo de su
palabra. En torno a su persona comienza a formarse el nuevo pueblo mesiánico
del cual surgirá Jesús. El contenido de la predicación, centrado especialmente
en las palabras dirigidas contra los fariseos y saduceos, muestra una vez más
que una realidad nueva empieza: no es suficiente la religión formalista, ni la
pureza del linaje; el tiempo nuevo se debe caracterizar por una conversión
fáctica, nacida del fondo del corazón del hombre. El tiempo de la
"fidelidad de Dios" exige asimismo la fidelidad del hombre.
Mateo deja claro que, a pesar de la importancia de Juan, él queda sujeto
y subordinado a la persona de Jesús. Sólo él es portador del Espíritu de Dios y
del juicio definitivo sobre la vida de los hombres y de los pueblos.
A. R. Sastre, Misa
Dominical 1977/22
7.- Después de hablar de la genealogía, nacimiento y narraciones de la
infancia de Jesús en los capítulos 1 y 2, Mateo inicia el evangelio de la
proclamación del Reino, proclamación hecha en primer lugar por Juan, luego por
Jesús, y por encargo de El, por los apóstoles. La expresión inicial "por
aquel tiempo" nos indica que entramos en una nueva sección.
La proclamación de Juan consiste en decir: Convertíos que está cerca el
Reino de los Cielos. Convertirse debe entenderse como un cambio radical en la
vida de cada hombre; siguiendo la línea del Antiguo Testamento, consistiría en
un retorno incondicional al Dios que hizo la alianza con el hombre. Mateo,
siguiendo la tradición judía, evita decir el nombre de Dios, y por eso habla
del "Reino de los Cielos": Dios, que reina en los cielos, se dispone
a reinar también en la tierra y sobre los hombres, y por eso hay que prepararle
el camino, volverse hacia El para que pueda reinar sobre cada persona.
Las características externas de Juan son las de un profeta,
especialmente las de Elías (cfr. 2 R 1,8): es él quien prepara el camino para
la venida del Señor. Y su predicación tiene una respuesta verdaderamente
popular: "de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán". Para poder
aceptar el reinado de Dios es necesaria una purificación interior, que se
expresa por medio del bautismo (el baño de inmersión dentro del agua) y que
debe manifestarse en frutos ("dad el fruto que os pide la conversión")
que vayan estrechamente unidos con el deseo y el signo de la conversión. Para
Juan, la llegada del que "puede más que él" supone también el juicio:
todo el que no haya dado frutos de conversión será excluido del reinado de Dios
por este juicio que está ya aquí mismo. Será el propio Mesías quien haga este
juicio: con la imagen de aventar el trigo en la era, se indica la función
purificadora y separadora que va a ejercer.
El bautismo mesiánico tendrá también esta característica: será una
purificación hecha por medio del fuego del Espíritu Santo. El bautismo de Juan
no es más que una purificación para prepararse a recibir el del Mesías, que
consistirá en una donación del Espíritu. De ahí que este bautismo del Espíritu
no lo dé Juan, sino el que viene después de él, a quien llama "el
Poderoso", "el Fuerte", refiriéndose a unos de los nombres que
en el Antiguo Testamento se dan a Dios: "Dios grande, fuerte, Yavhé de los
ejércitos es su nombre" (Is 32,18). Ante El, Juan se sitúa en una postura
como la que el esclavo tenía para con su señor.
Con Jesús el pueblo será bautizado por el Espíritu, es decir, será
sumergido en esta fuerza de vida y de santidad de Dios que es su Espíritu.
J. Roca, Misa
Dominical 1980/23
8.- Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos
Mateo presenta, por un lado, la figura de Juan, el Bautista, y su acción
profética confirmada por la Escritura (3,1-6); y por otro, su predicación
(3,7-12). De este retrato de Juan emerge su estilo de vida, que bautice y que
haga lo que el profeta Isaías había anunciado. Y de su predicación, destaca la
llamada a la conversión y el anuncio del juicio de Dios.
El Bautista aparece como el predicador de la conversión, de la opción
por una vida nueva, condicionada por el hecho de que el Reino de Dios se ha
manifestado históricamente en Jesús de Nazaret, el hombre que trae el juicio de
Dios. El papel de Juan es de precursor: hace que se entrevea en su estilo de
vida y mensaje cuál será la misión de Jesús de Nazaret.
La predicación de Juan Bautista denuncia el conjunto del judaísmo
oficial, que se opone al proyecto salvador de Jesús. Los fariseos (reformadores
laicos con pinceladas fuertemente integristas) y los saduceos (conservadores
del clero y de los notables de la ciudad) son emparentados con la estirpe de la
serpiente (3,7), imagen que significa la maldad perversa y obstinada, y que
contrasta con la estirpe del Mesías. Detrás de esta denuncia del Bautista,
resuena la preocupación del evangelista Mateo por desenmascarar la falsa
seguridad de un ritualismo estéril, que aseguraría la inmunidad ante el juicio
de Dios (el bautismo no sería ninguna garantía); así como la falsa seguridad de
la pertenencia a la estirpe de Abrahán, que serviría de coartada para escaparse
del juicio de condena (3,9). El criterio último y decisivo es la conversión y
la adhesión íntegra y fiel a Dios, que implica un estilo de vida conforme a las
exigencias de su voluntad (hay que dar buen fruto).
Al final, el Bautista presenta al protagonista del juicio de Dios, el
que bautizará con Espíritu Santo y fuego. Aquí se definen las características
de los dos bautismos y se presentan a sus protagonistas (3,11): un bautismo es
con agua para la conversión y el otro es con Espíritu y fuego para la
salvación; el primero es menos que un esclavo y el que viene después es más que
Señor; uno anuncia el juicio y el otro es el juez, el purificador de su parva.
Por tanto, ante la inminencia de la venida del Señor y juez, Juan
propone llevar una vida enraizada en la fidelidad a la voluntad de Dios (el
buen fruto) y no enraizada en falsas seguridades.
J. Fontbona, Misa
Dominical 1995/15