OTRO PAN PARA OTRO HAMBRE
ORACION COLECTA
Atiende, Señor a tus siervos y derrama tu
bondad empedecerá sobre los que te suplican, para que renueves lo que creaste y
conserves lo renovado en estos que te alaban como autor y como guía. Por
nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Éxodo 16, 2-4.
12-15
En aquellos días, la comunidad de
los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: «¡Ojalá
hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la
olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto
para matar de hambre a toda esta comunidad.».
El Señor dijo a Moisés: «Yo haré
llover pan del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo
pondré a prueba a ver si guarda mi ley o no. He oído las murmuraciones de los
israelitas. Diles: "Hacia el crepúsculo comeréis carne, por la mañana os
saciaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor, su Dios."».
Por la tarde, una banda de
codornices cubrió todo el campamento; por la mañana, había una capa de rocío
alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la
superficie del desierto un polvo fino, parecido a la escarcha. Al verlo, los
israelitas se dijeron: « ¿Qué es esto?».
Pues no sabían lo que era. Moisés
les dijo: «Es el pan que el Señor os da de comer.».
SALMO
RESPONSORIAL (77)
El Señor les dio un trigo del cielo
Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos
contaron, lo contaremos a la futura generación: las alabanzas del Señor, su
poder. R.
Dio orden a las altas nubes, abrió las compuertas del
cielo: hizo llover sobre ellos maná, les dio un trigo celeste. R.
Y el hombre comió pan de ángeles, les mandó
provisiones hasta la hartura. Los hizo entrar por las santas fronteras, hasta
el monte que su diestra había adquirido. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Efesios 4, 17. 20-24
Hermanos: Esto es lo que digo y aseguro en
el Señor: que no anden ya como los gentiles, que andan en la vaciedad de sus
criterios.
Ustedes, en cambio, no es así como han
aprendido a Cristo, si es que es él a quien han oído y en él fueron
adoctrinados, tal como es la verdad en Cristo Jesús; es decir, a abandonar el
anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por desco seductores, a
renovarse en la mente y en el espíritu y a vestirse de la nueva condición
humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Juan 6, 24-35
En aquel
tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se
embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. AL encontrarlo en la otra
orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les
contestó: «Les lo aseguro, me buscan, no porque han visto signos, sino porque comiste
pan hasta saciarse.
Trabajen,
no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida
eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre,
Dios.».
Ellos le
preguntaron: «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios
quiere?». Respondió Jesús: «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el
que él ha enviado.».
Le
replicaron: « ¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es
tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito:
"Les dio a comer pan del cielo.”».
Jesús les
replicó: «Les aseguro que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino que
es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es
el que baja del cielo y da vida al mundo.».
Entonces
le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan.». Jesús les contestó: «Yo soy el
pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca
pasará sed.».
COMENTARIO
Jesús
acaba de realizar el milagro de la multiplicación de los panes y comienza un
largo discurso sobre el pan de vida. A partir del hambre de la gente que acude
a escuchar a Jesús, y a partir del pan que ha multiplicado, vamos a progresar
hacia otra hambre y otro pan.
Jesús
pregunta: ¿Para qué alimento trabajan? Dejémonos interrogar profundamente;
nuestras hambres revelan lo que somos. Queremos comer, desde luego, pero
queremos mucho más; conocer contemplar cosas hermosas, amar, tener un trabajo
interesante., esas son nuestras hambres y los alimentos por los que trabajamos.
Jesús se esfuerza en orientar a su auditorio hacia las hambres profundas, hacia
el hambre de vivir intensamente y de vivir eternamente: “No se preocupen
únicamente de las hambres pasajeras, sientan en lo más íntimo de su ser el hambre
de una vida que no pasa”.
Le
cuesta trabajo sacarles de sus ilusiones en unas provisiones fáciles y
maravillosas. Se niega a la propuesta: “Nos has dado pan, Moisés nos dio maná.
Son iguales, ¡Has tú un signo mayor!”.
¿Quién
sabe si nosotros, en secreto, no estaremos esperando signos mayores? Demuestra,
Señor, que existes que eres omnipotente, que la oración es escuchada, que los
sacramentos producen su efecto. ¡Demuéstralo! ¡Haz signos!
Quizás
sea esa nuestra hambre. Hambre de ventajas de la religión, hambre de lo
maravilloso. Escuchemos entonces con gusto a Jesús.
El
signo es el pan que les he dado, lo mismo que era también signo el maná. Signos
de un alimento superior para un hambre mayor; hay un pan de vida que da la vida
más intensa que podrían desear, la vida en este mundo y la vida eterna.
¡Danos
de ese pan! Soy yo. El pan es el símbolo de la vida. Jesús nuestro pan es Jesús
nuestra vida. Dios quiere que tengamos un hambre terrible de lo que él soñó
para nosotros y para ese hambre nos da a Jesús. Este es el proyecto de Dios en
el que hemos de entrar. Pero ¿cómo?. Entramos en el proyecto de Dios cuando
creemos en aquel que él ha enviado.
Cuando
tenemos no ya unas pequeñas hambres, sino un inmenso deseo y cuando creemos que
Jesús es el pan de este hambre.
PLEGARIA UNIVERSAL
Reunidos
para compartir el misterio de nuestra redención, pidamos al Señor para que todo
el mundo se llene de sus bendiciones y su vida. Bendice a todos los pueblos,
Señor.
1.-
Por la Iglesia, el Papa Francisco y todos los responsables de la pastoral para
que no escatimen esfuerzos a la hora de ofrecer sus servicios a los demás. Oremos
al Señor.
2.-
Por la paz de los pueblos, la paz de las familias, la paz de las personas, para
que no olviden que esa paz no se consigue luchando sino amando. Oremos
al Señor.
3.-
Por los ancianos que se quedan solos, para que encuentren sitio donde se les
atienda y se les acompañe. Oremos al Señor.
4.- Por los que carecen de trabajo, casa, alimento,
para que encuentren esa mano tendida que les ayude a suavizar su situación. Oremos
al Señor.
5.- Para que todos los cr4itianos dondequiera que nos
encontremos sepamos acoger a todos y afianzamos en al ley en la unidad Oremos al Señor.
.
6.- Por todos los que nos hemos reunidos para
compartir la mesa del Señor, para que sepamos hacer bueno uso de los bienes que
Dios nos regala cada día y los repartamos con la mayor generosidad.
Oremos al Señor.
Atiende Señor las suplicas de todos los que confiamos
en tu infinita misericordia. No mires nuestros pecados sino la fe de su
Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Te
pedimos, Señor que en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de
este sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Nuestro
Señor Jesucristo.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
A quienes has renovado con el don del cielo, acompáñalos
siempre con tu auxilio, Señor y ya que no cesas de reconfórtalos, haz que sean
dignos de la redención eterna. Por Jesucristo
nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL
DE CADA DÍA
Lunes 06: Dn 7,
9-10.13-14; Sal 96; 2P 1, 16-19; Mc 9, 2-10.
Martes 07: Jr 30, 1-2.12-15.18-22; Sal 101; Mt 14,
22-36.
Miércoles 08: Jr 31,
1-7; Sal: Jr 31, Mt 15, 21-28.
Jueves 09: Jr 31,
31-34; Sal 50; Mt 16, 13-23.
Viernes 10: 2Co 9,
6-10; Sal 111; Jn 12, 24-26.
Sábado 11: Ha 1, 12-2,
4; Sal 9; Mt 17, 14-20
Domingo 12: 1R 19, 4-8; Sal 33; Ef 4, 30-5,2; Jn 6, 41-51.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Jn 6, 24-35
1.- Cristo acaba de realizar la multiplicación de
los panes (Jn 6, 1-15). Con este motivo consigue un éxito entre la muchedumbre
bastante considerable (vv. 22-25) El discurso sobre el pan de vida parte de
estos dos hechos. Las gentes han comido un alimento perecedero, pero, hay otro
alimento que sirve para la vida eterna (vv. 26-27); la muchedumbre ha buscado a
un realizador de milagros, pero la personalidad de Jesús es de otro orden (vv.
26-27) y las obras realizadas hasta ese momento por el pueblo no son las que
van a poder merecerle la salvación: lo único que cuenta es el seguir a Cristo
(vv. 28-29).
Los oyentes se decepcionan evidentemente ante esta
argumentación y quieren rebatir las pretensiones de Cristo: su milagro es
insignificante, los antiguos vieron cosas mejores (versículos 30-31). Así,
pues, si Cristo quiere revelar el misterio de su persona, que dé una señal más
inteligible. Jesús responde afirmando que El es el pan de vida (vv. 32-35).
a) Estos versículos plantean, de manera enigmática,
pero excitante, el problema de la persona de Jesús y de la capacidad de la fe
para descubrir el misterio que se encierra detrás de los signos que lo
manifiestan. Invitan expresamente al oyente a ponerse en estado de búsqueda
auténtica para poder descubrir el alcance del discurso que sigue.
b) Choca bastante ver a Cristo presentando este
proceso de búsqueda que es, en resumen, la fe (v. 29) con términos como
"trabajo" (v. 27) y "obras a realizar" (v. 28).
Efectivamente, el trabajo que hay que hacer no es perderse en la multitud de comportamientos
que implica la ley, sino comprender que la vida de Cristo es la obra del Padre
por excelencia (cf. Jn 5, 17). Que los hombres renuncien a discutir inútilmente
sobre las muchas obras que ellos tienen que realizar para salvarse y que
reconozcan la necesidad de una sola obra: la que el Padre cumple en su hijo y
que está marcada con su sello (v. 27) y se manifiesta especialmente en el signo
del pan.
c) Los signos y obras realizados por Cristo no son
solo medios para legitimar su reivindicación o justificar su misión. El
problema no está en dar pruebas de tipo intelectual, sino signos que
comprometan ya desde ese momento y continúen la obra de salvación que Cristo
trae. Con esto no es que El quiera competir con el maná. No se trata de
demostrar que El es superior a Moisés, sino de hacer comprender que tanto el
maná del desierto como los panes multiplicados por Jesús son ambos expresión
del amor que el Padre ofrece al mundo. Jesús, al ir más allá de la
significación material del maná (v. 32), estaba completamente en la línea del
Antiguo Testamento que buscó con frecuencia ver la Palabra de Dios detrás de
este alimento (Dt 8, 2-3; Sab 16, 26). Jesús deja entender, con esto, que El
también, al multiplicar los panes, trasciende la vida material y física por su
mensaje y el misterio de su persona simultáneamente (versículo 35). Pero los
interlocutores de Cristo no trascienden el plano material (v. 34). En esta
situación, a Cristo no le queda otra cosa que hacer que declarar abiertamente
que el pan multiplicado va unido a su misión espiritual y a su propia persona
hasta el punto de confundirse con ella (v. 45).
d) Cuando Cristo revela su propia persona, emplea
una fórmula nueva: pan de vida, que era algo desconocido en el Antiguo
Testamento. Juan ha, sin duda, forjado esta fórmula, así como creó las
expresiones "luz de vida" (Jn 8, 12), palabra de vida (1 Jn 1, 1),
agua de vida (Ap 21, 6; 22, 1). Probablemente pensó en el árbol de la vida del
Paraíso, símbolo de la inmortalidad de la cual el hombre quedó privado por el
pecado, que el maná del desierto no fue capaz de restituir, pero que Jesús
concede como respuesta a la fe (cf. Jn 6, 50, 54). Existe, pues, en el concepto
de pan de vida un matiz paradisíaco y escatológico: Jesús es la verdadera vida
inmortal a la que el hombre tiende desde el primer momento y que, finalmente,
le es accesible por la fe.
Juan relaciona el misterio eucarístico con la
encarnación (v. 35): el verdadero pan es el Hijo de Dios que ha venido del
cielo. El hambre se sacia recurriendo a Él. Todo el que cree en Cristo y en su
doctrina se está ya alimentando de Él. Pero la dimensión pascual de este pan no
puede ser descartada. Es fácil que la proximidad de la Pascua (Jn 6, 4) haya
sugerido a Cristo el tema del maná, así como las homilías pronunciadas en las
sinagogas con motivo de la proximidad de tal festividad (cf. Jn 6, 59).
La palabra "dar", que se repite tres
veces en el pasaje de este día, anuncia ya el don del Calvario y expresa que no
existirá pan verdadero más que cuando se haya cumplido totalmente la obra
salvífica de Cristo. El pan de vida no puede ser comido solo con la fe; es
necesario un pan concreto, que exigirá ser comido realmente y así nos integrará
dentro del misterio de la cruz.
Maertens-Frisque, Marova Madrid 1969.Pág. 232
2.- Texto. Con la marcha de Jesús al final del
domingo pasado, el autor dejaba en suspenso el reconocimiento de la realeza de
Jesús hasta la hora de la cruz. El texto de hoy restablece la comunicación de
la gente con Jesús. La primera pregunta (¿cuándo has venido?) suena casi
formal, una forma de iniciar la conversación. Inmediatamente Jesús centra el
tema en los vs. 26-27 invitando a la gente a descubrir lo que quería evocar la
acción milagrosa realizada el domingo pasado.
La formulación del descubrimiento en términos laborales
determina la siguiente pregunta de la gente. ¿Qué tenemos que hacer para
trabajar en lo que Dios quiere? La gente pide a Jesús un aval, una garantía de
lo que acaba de decir, a semejanza de lo que hizo Moisés con sus antepasados:
¿Qué signo nos ofreces tú? ¿Cuál es su trabajo?
(vs. 30-31). Jesús responde afirmando que el sello de garantía del pan lo pone
el Padre (vs. 32-33). Ante un pan que tiene un sello de garantía de tal
categoría la gente no tiene más pregunta que una petición: Danos siempre de ese
pan (v. 34). Llegamos al momento culminante del diálogo: Yo soy el pan de vida.
El que acude a mí no pasará hambre, el que cree en mí no tendrá nunca sed.
Comentario. A propósito de los diálogos del cuarto
evangelio será conveniente recordar los criterios de composición que regían en
la historiografía antigua. No se trata en ellos de una reproducción material de
lo dicho por los personajes, sino de reconstrucciones hechas por el escritor
buscando lo más verosímil de acuerdo con la naturaleza del personaje y de la
situación.
JN/EVANGELISTA. Refiriéndonos al diálogo de hoy, éste no
reproduce palabras textuales de Jesús. Jesús no hablaba como en el cuarto
evangelio; Jesús hablaba como aparece en Mateo, Marcos o Lucas, Juan pone en
labios de Jesús no lo que Jesús dijo, sino lo que Jesús es; pan de vida,
camino, verdad. Las palabras del Jesús de Juan son verbalizaciones de la
naturaleza y del significado de Jesús. La verdad de esas palabras no hay que
situarla en la forma reproductora sino en el fondo reproducido.
La gente iba en busca de Jesús, pero en realidad no
le buscaba a él, buscaba sus dones. Para aquella gente el enviado de Dios era
la Ley escrita, interpretada por los maestros. Frente a esta concepción Juan
afirmaba que el enviado de Dios es Jesús. Trabajar en lo que Dios quiere no es
trabajar en conocer mejor la Ley, sino en conocer mejor a Jesús y en adherirse
a él. El sello de garantía de Dios no lo tiene la Ley, lo tiene Jesús. Conocer
y adherirse a Jesús en el supuesto anterior es haber encontrado el alimento que
sacia el hambre y la bebida que apaga la sed.
Alberto Benito, Dabar 1988, 41
3. Comentario:
En su Historia de la Guerra del Peloponeso escribe
·Tucídides que los discursos de los personajes de la obra no son reproducciones
literales de lo dicho por éstos, sino reconstrucciones hechas por él, buscando
lo más verosímil de acuerdo con la naturaleza del personaje y de la situación.
Algo similar podría decirse en los diálogo-discursos de Jesús en el cuarto
evangelio (cfr. lo escrito el cuarto domingo de cuaresma propósito de Jn 3,
14-21). La situación es la descrita en el v. 24: búsqueda ansiosa de Jesús por
la gente. El v. 26 da dos lecturas explicativas de esta búsqueda: Me buscáis,
no porque habéis visto signos, sino porque habéis comido hasta saciaros. La
frase está formulada de manera tal que queda suficientemente clara cuál es la
lectura válida: hay que buscar a Jesús en cuanto que él es signo que evoca y
representa otra realidad. En el vers. siguiente el autor invita a este tipo de
búsqueda: Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que
perdura dando vida eterna. Estamos de nuevo ante el evangelista de las
afirmaciones chocantes de que hablábamos el domingo pasado. Creo que el lector
entiende por qué digo esto y que, consecuentemente, no interpretará la frase
como una invitación al pietismo. No es éste, sin embargo, el peligro que parece
preocuparle al autor en este momento. Lo que aquí le preocupa es el riesgo del
alimento espurio o en malas condiciones. Por eso añade: el alimento que os dará
el Hijo del Hombre, pues es a él a quien el Padre, Dios, ha autenticado. Cuando
más adelante escuchemos "yo soy el pan de la vida", sabremos que el
autor quiere decir que sólo Jesús es el alimento que lleva el sello de garantía.
En la pluma de Juan ésta es una afirmación que funciona como antítesis de esta
otra: la Ley del Señor es el pan de la vida. Esta es la afirmación a la que
Juan niega validez. Para él la Ley se ha convertido en un alimento espurio y en
malas condiciones, a pesar de afirmaciones como la del salmo 19 (La Ley del
Señor es perfecta, devuelve el respiro...) o del Salmo 1 (Dichoso el hombre
cuya tarea es la Ley del Señor y medita esta Ley día y noche). Las afirmaciones
de los salmos siguen siendo válidas. El problema surge cuando la Ley del Señor
deja de ser acequia (cfr. Salmo 1, 2) para convertirse en coto cerrado y
asfixiante. Entre hermenéutica y mentalidad anda la cosa. Por extraño o
sorprendente que pueda sonarnos, parece que es desde la antítesis Jesús-Ley (cfr.
Jn. 1, 17) desde donde cobra el sentido.
FE/DIFICIL. v. 29: El trabajo que Dios quiere que hagáis es
el siguiente: que creáis en el que El ha enviado. Es curiosa la elección de
términos laborales en el texto de hoy: trabajo, trabajar. La elección es, sin
duda, significativa desde la anterior antítesis. Y es que, cuando se es
religioso, creer en Jesús no es un dato tan evidente como suele suponerse. Al
menos para Juan no parece que lo fuera. De ahí su presentación del creer en
Jesús como trabajo, como esfuerzo. Y si le preguntáramos por qué considera que
creer en Jesús supone trabajo, nos respondería algo parecido a esto: la
tradición, la mentalidad heredada, las ideas que se tienen, todo este complejo
y necesario mundo puede dificultar mucho la fe en Jesús. Nuestros padres
comieron el pan que Moisés les dio. No fue Moisés sino el Padre quien les dio
el pan (vs. 31-32). Una vez más el autor plantea el problema hermenéutico.
¡Cuántas veces los problemas tienen su origen en lo que se ha enseñado y quiere
ser mantenido a ultranza! Pero dificultades aparte, la realidad está ahí para
el que haga el esfuerzo de abrirse a ella (¿qué tenemos que hacer?):
Jesús sacia siempre el hambre y la sed. Volvamos
ahora al relato del domingo pasado: Jesús tomó los panes, pronunció la acción
de gracias, y los repartió a la gente (Jn. 6, 11). ¡El personalmente!, según
Juan. Signo evocador de la Pascua, escribía entonces. Hoy puedo añadir: La
Pascua es Jesús en persona: el Cordero: la Libertad. No el Templo ni la Ley,
empleando el mismo estilo tajante de Juan.
Alberto Benito, Dabar 1985, 40
4.- Contexto.
Estamos en el Evangelio de Juan. El capítulo 6 lo
concibe el autor como una celebración paralela de la fiesta de Pascua. Para
Juan, la Pascua no se celebra donde está el Templo, sino allí donde está Jesús.
La fiesta al aire libre de comienzos del cap. 6 el autor la presenta como
contrarréplica al cuadro deprimente de inválidos en Jerusalén a comienzos del
cap. 5. El Templo genera personas inválidas; Jesús, personas libres. Texto. Comienza
cuestionando la búsqueda de Jesús por parte de la gente. Se trata de una
búsqueda anecdótica, interesada, que no profundiza. Sigue en el v. 27 una
invitación a otro tipo de búsqueda, a otro tipo de esfuerzo y de trabajo. ¿Qué
trabajo es éste?, se pregunta el v. 28. Respuesta: dar crédito al enviado de
Dios (v. 29). Pregunta: danos una señal de credibilidad, como Moisés dio la
suya (vs. 30-310. ¿Moisés? No. Dios es quien da la señal de credibilidad (vs.
32-330. Esta señal es Jesús (v. 35).
Sentido del texto.
La temática del diálogo es típicamente judía. De
ahí que pueda resultarnos extraña a nosotros. Sin embargo, el diálogo empezará
a perder extrañeza si lo situamos en la clave del cuarto Evangelio. Esta clave
ha sido formulada en Jn. 1,17: "La Ley se dio por medio de Moisés; la
gracia y la verdad, por medio de Jesucristo".
LEY/ALIMENTO. El diálogo de hoy gira en torno a esta clave. La
gente ha sido enseñada en el sentido de que la Ley es el alimento de la persona
religiosa. El autor del cuarto Evangelio está en total desacuerdo con esto.
Según él, la ley genera inválidos (cfr. 5, 1-7). De ahí la invitación que hace
a la gente a que busque otro alimento distinto de la Ley. Y le propone uno:
Jesús.
En la dinámica del cuarto Evangelio, presentar a
Jesús como alimento significa negar que la Ley lo sea. La dinámica del cuarto
Evangelio es siempre antitética: las afirmaciones sólo funcionan como negación
de otras. A nosotros puede quizá sorprendernos una cosa: el autor concibe el
dar crédito al enviado de Dios como un trabajo costoso y de mucho esfuerzo. ¡Si
nos parece tan fácil...! A la vista del texto de hoy, me brota una duda: ¿No
será que hemos hecho de Jesús lo que la gente del diálogo había hecho de
Moisés?
Dabar 1982, 41
5. - El discurso en el que se inscribe este
fragmento comienza con una pregunta de los judíos: "¿Cuáles son las obras
que Dios nos encomienda?". Y Jesús responde: "La obra que Dios pide
es creer". El Padre no exige las "obras", o sea, las prácticas de
una ley religiosa, sino más bien la fe. En el capítulo anterior, Jesús ha
afirmado que su obra es resucitar a los hombres. Aquí indica la obra nuestra:
creer en el enviado del Padre.
La palabra clave del discurso es el
"pan". Por eso Juan lo repite siete veces en cada sección de este capítulo.
Y siete veces aparecerá la expresión: "que ha bajado del cielo". Y
ahora se añade que "Jesús se hace nuestro pan cuando creemos en él".
Antiguamente Dios facilitó a los israelitas un alimento especial (el maná),
cuando les faltó todo en el desierto. Quizá los oyentes esperaban ahora que
Dios les solucionara los problemas. Y nosotros hacemos lo mismo pidiéndole
constantemente favores. Pero, si Dios se conforma con ser nuestro bienhechor y
nosotros aceptamos ser simples limosneros, pronto terminamos por fijarnos
solamente en las cosas que Dios nos proporciona; casi no se las agradecemos y,
luego, nos volvemos a quejar. Así pasó con esos israelias que, después de
recibir el maná, se rebelaron contra Dios y "murieron en el
desierto". Y es que las cosas, aunque vengan del cielo, no nos hacen
mejores ni nos confieren la vida eterna.
Por eso, ahora Dios propone algo nuevo. El
"pan que baja del cielo" no es alguna cosa, sino alguien, y ése es
Cristo. Ese pan verdadero nos comunica la vida eterna, pero, para recibirlo, se
necesita dar un paso, o sea, creer en Cristo a raíz de un compromiso personal.
Eucaristía 1988, 37
6.- El evangelio sitúa el presente diálogo en la
sinagoga de Cafarnaún (cfr. v. 59), inmediatamente después de la multiplicación
de los panes en el desierto, que se halla a la otra orilla del lago. Juan
entiende los milagros como "palabras visibles", esto es, como hechos
significativos y no tanto como hechos ostentosos. Normalmente las enseñanzas de
Jesús aclaran el significado de sus obras, de sus milagros. Y por ello Juan
enlaza aquellas enseñanzas con estos milagros.
Jesús, sin responder la pregunta que le hacen, echa
en cara a sus interlocutores que le buscan porque ha dado de comer, pero no
porque hayan entendido el significado de la multiplicación de los panes. Han
comido, pero no "han visto signos"; han recibido pan hasta saciarse,
pero no han aprendido nada. Ahora bien, lo que alimenta de verdad y lo que da
vida es la palabra de Dios. Este es el pan verdadero.
La misión de Jesús, el Hijo del Hombre, no es
resolver milagrosamente los problemas humanos, no es multiplicar panes y peces.
Y si alguna vez hace también esto, dar de comer, quiere que todos entiendan lo
que esto significa, porque se trata de "un signo". El que no cree el
signo se queda insatisfecho, se queda sin el verdadero pan que Jesús ha venido
a traer al mundo: la palabra de Dios. Este es el alimento que perdura y por el
que vale la pena trabajar.
De acuerdo con la mentalidad judía y farisaica
estos hombres se interesan ahora por los trabajos que Dios quiere, por las
obras que deben hacer para alcanzar la vida eterna; pero Jesús responde
diciendo que Dios no quiere otra cosa que ésta: que crean en su enviado. La
vida que Jesús ofrece a los que creen en él es gracia, no un salario merecido
por los que trabajan haciendo muchas buenas obras; basta con creer, el que cree
tiene la vida eterna. No obstante, la fe es siempre una respuesta libre del
hombre a la palabra de Dios, y, en este sentido, una obra, la obra que Dios
quiere.
Los que escuchan a Jesús comprenden que éste se
presenta como enviado de Dios y que pide fe en su persona como única y
necesaria condición para alcanzar la vida eterna. Sin embargo, no les parece
suficiente lo que ha hecho Jesús en el desierto, exigen milagros mayores para
que crean en él. Mientras esto no suceda, ellos se atienen a las enseñanzas de
Moisés, pues éste sí que dio pan del cielo.
Jesús responde puntualizando, en primer lugar, no
fue Moisés el que dio pan del cielo, sino Dios; en segundo lugar, el verdadero
pan del cielo no es el maná. Los que comieron el maná murieron; los que coman
ahora el pan que Jesús ofrece, vivirán. Y este pan, el verdadero pan del cielo
no es otro que aquél que ha bajado del cielo para dar vida al mundo.
Pensando todavía en el maná, estos hombres creen
que Jesús les habla de un pan maravilloso que sacia el hambre corporal de una
vez por todas. Es el mismo malentendido de la samaritana cuando pide a Jesús
que le dé el "agua viva" para no tener ya más sed y ahorrarse la
fatiga de ir todos los días a la fuente (4, 15).
Por fin, Jesús responde con toda claridad: "Yo
soy el pan de vida", el que da la verdadera vida. Jesús es la palabra de
Dios, y el que la pronuncia, el que cree en él, vive para siempre; pues el
hombre vive de la palabra de Dios. El hambre y la sed de vivir que padece el
hombre sólo pueden saciarse con el verdadero pan bajado del cielo y con el agua
viva que salta hasta la vida eterna. Este pan de vida y esta agua viva es
Jesús, la Palabra de Dios.
Eucaristía 1982, 36
7.- Después de la multiplicación de los panes,
comienza el discurso sobre el pan de vida. El milagro había suscitado un gran
entusiasmo: habían intentado proclamarlo rey (v. 15) y, anticipándose a Jesús y
los discípulos, habían acudido corriendo a esperarlo en Cafarnaún.
Aparentemente, este "poder de convocatoria" es un éxito pastoral,
pero Jesús, con bondadosa paciencia pero también con agudeza crítica, emprende
un discernimiento a fondo de la fe de aquellos hombres. Ellos habían dicho que
era "el profeta que tenía que venir al mundo" (v. 14), o sea el
Mesías, y han corrido tras de él, pero Jesús se lamenta de que lo hagan sólo
por haberse saciado. El día anterior les había dado un pan, pero era para
hacerles desear otro tipo de alimento. Lo que deben hacer es creer (en el
sentido fuerte que esta palabra tiene en el cuarto evangelio) en aquél que Dios
ha enviado (v. 29), o sea aceptar plenamente a Jesús como enviado del Padre.
Sorprende que, como respuesta, la gente le pida un
signo, cuando precisamente acaba de realizar uno que tanto les había
entusiasmado. Jesús los ha saciado de pan, y ellos le recuerdan el maná del
desierto. Hay que tener en cuenta que los judíos distinguían entre signos de la
tierra -como la multiplicación de los panes- y signos del cielo, que
acreditaban más plenamente a los enviados de Dios, como Elías, que hizo bajar
fuego del cielo.
Ellos entienden que el maná es un pan bajado del
cielo, y por tanto es superior al pan surgido de la tierra que Jesús les acaba
de dar. Jesús acepta situarse en su misma óptica: sí, el pan del cielo vale más
que el pan de la tierra, y es mucho más importante que el pan que os acabo de
dar. El pan que Moisés os dio, propiamente, no era pan celestial. El Padre, por
el contrario, os da un pan que es realmente celestial, porque ha bajado del
cielo para dar la vida al mundo. Les está hablando veladamente de su origen
celestial. Ellos se interesan por aquel pan que les anuncia, y que les asegura
será superior al pan con que el día anterior se han saciado. Le piden que les
dé de aquel pan, y no una sola vez, sino siempre (v. 34). Jesús que los ha
llevado a donde quería, les dice que aquel pan es él mismo (v. 35). Creer en él
es lo que da la vida verdadera. En el fragmento del domingo próximo insistirá
en el tema y se presentará no sólo como "pan" sino como
"Carne" (maná y codornices).
Hilari Raguer, Misa Dominical 1976, 15
8. Jn/06/22-29 FE/EGOISMO BUSQUEDA/EGOISMO:
Todas esas gentes buscan al hombre que les ha dado
de comer. Búsqueda de un beneficio inmediato, superstición: pero también miedo
al mañana. (...) ¡Buscaban a un panadero! Jamás se había visto nada igual:
¡había dado de comer a una muchedumbre! Se podía creer en él; sin duda, se le
debería consagrar como rey... Un Dios útil-utilizable: ¡eso es lo que moviliza
a las gentes! Un Dios que sirva a nuestros pequeños intereses, un
Dios-comerciante que distribuya sus beneficios cuando se ha gritado lo
suficientemente fuerte: ¡ése es el Dios admisible en el que se puede creer!
¡Hay una imagen de Dios que es inadmisible! Si, cuando hablamos de Dios, se
trata de encontrar una prolongación del hombre, entonces tienen razón los que
ya le han enterrado. Están en lo cierto los que encuentran más digno y honroso
quedarse solos, sin Dios. Si Dios fuese un déspota que nos hiciera vivir el
juego atroz de la espera y la sed, sin nombrar nuestro verdadero deseo,
deberíamos denunciarlo y procesarlo. Si Dios no fuese más que el eterno
suplidor de las deficiencias humanas, si no pasara de ser un superhombre, si no
fuera más que la prolongación infinitamente agrandada de nuestra nostalgias,
entonces, sí, deberíamos matar a Dios.
¡Buscaban a un panadero! Decidme, ¿no nos
confundimos de punto de partida cuando se trata de Dios? Un Dios al que
encontramos en nuestros gemidos, cuando andamos a tientas en nuestros lamentos
y en nuestras esperanzas frustradas... Un Dios a nuestra pequeña medida, para
satisfacer nuestros pequeños deseos... "¡Me buscáis, no porque hayáis
visto signos, sino porque habéis comido pan!".
"Me gustaría hablar de Dios no en los límites,
sino en el centro; no en la debilidad, sino en la fuerza; no a propósito de la
muerte y de la falta, sino de la vida y la bondad del hombre"
(·Bonhoeffer-D, Résistance et Soumission, p. 123). Véanse los signos: Jesús
cura, hace andar a los paralíticos, limpia a los leprosos, perdona a los que ya
no pueden soportar el peso de su pecado.
Dios no se descubre en la debilidad del hombre,
sino en su nobleza. Querían hacer de Jesús un Dios-panadero, y él huyó. El Dios
de la fe está siempre en el silencio de la adoración, cuando su rostro se
transparenta en las huellas de su presencia. Sólo Dios habla bien de Dios, y
sólo Cristo es "el intérprete" del Padre: "Lo que tenéis que
hacer es creer en el que El ha enviado". Jesús se fue de allí e invitó a
que le siguieran. Nadie puede manejar a Dios.
Abre nuestro corazón,
ilumina nuestra inteligencia
y aviva nuestro amor, Señor,
para que recibamos tu Reino
como el niño recibe el pan de su padre.
¡Que en el silencio nos sean revelados
el secreto de tu presencia
y la riqueza de tu bendito Nombre!
ilumina nuestra inteligencia
y aviva nuestro amor, Señor,
para que recibamos tu Reino
como el niño recibe el pan de su padre.
¡Que en el silencio nos sean revelados
el secreto de tu presencia
y la riqueza de tu bendito Nombre!
Dios cada día, Siguiendo El Leccionario Ferial,
Cuaresma y Tiempo Pascual, Sal Terrae/Santander 1989.Pág. 155 S.