SU ROSTRO SE TRANSFIGURO
ORACION COLECTA
Oh Dios que nos has mandado
escuchar a tu Hijo amado, alimenta nuestro espíritu con tu palabra; para que
con mirada limpia, contemplemos gozosos la gloria de tu rostro. Por nuestro
Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis 15, 5-12.
17-18
En aquellos días, Dios sacó
afuera a Abrahán y le dijo: «Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.». Y
añadió: «Así será tu descendencia.».
Abrahán creyó al Señor, y se le
contó en su haber.
El Señor le dijo: «Yo soy el
Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra.».
Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo
sabré yo que voy a poseerla?».
Respondió el Señor: «Tráeme una
ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una
tórtola y un pichón.».
Abrahán los trajo y los cortó por
el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves.
Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrahán los espantaba.
Cuando iba a ponerse el sol, un
sueño profundo invadió a Abrahán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él.
El sol se puso, y vino la
oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los
miembros descuartizados.
Aquel día el Señor hizo alianza
con Abrahán en estos términos: «A tus descendientes les daré esta tierra, desde
el río de Egipto al Gran Río Éufrates.».
SALMO
RESPONSORIAL (Sal 26)
El Señor es mi luz y mi salvación.
El
Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?. El Señor es la defensa de mi
vida, ¿quién me hará temblar? R.
Escúchame,
Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: «Buscad mi
rostro.» R.
Tu
rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu
siervo, que tú eres mi auxilio. R.
Espero
gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé
valiente, ten ánimo, espera en el Señor. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Filipenses 3, 17—4, 1
Sigan mi ejemplo,
hermanos, y fíjense en los que andan según el modelo que tengan en nosotros. Porque,
como les decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay
muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la
perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas
terrenas.
Nosotros, por el
contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el
Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro
cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que
posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi
alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 28b-36
En
aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la
montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus
vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran
Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a
consumar en Jerusalén.
Pedro
y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los
dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías.». No sabía lo que decía.
Todavía
estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar
en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escúchenle.».
Cuando
sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el
momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
COMENTARIO
Participamos
en esta semana de cuaresma de la Transfiguración de Jesucristo. Estamos ante otra epifanía de Jesús, nueva
teofanía de Dios: «mientras oraba» el hombre interior de Jesús se manifiesta,
descorriendo el velo de su cuerpo.
En el evangelio
de hoy, Lucas se centra en primer lugar en Jesús. Mientras ora, su rostro y sus
vestidos empiezan a resplandecer. Dos hombres, también resplandecientes, le
hablan de su resurrección en Jerusalén. A continuación se centra en Pedro, Juan
y Santiago. No comprenden, y ante la marcha de Moisés y Elías se ofrecen
voluntarios a construir alojamientos. Pero una nube envuelve a los tres seres
gloriosos con el consiguiente miedo de Pedro y sus dos compañeros, que oyen
cómo una voz les habla de Jesús.
Trasladémonos al
capítulo 24 de Lucas. Unas mujeres descubren que el sepulcro de Jesús está
vacío. De repente se les presentan dos hombres con vestidos refulgentes. El
miedo se apodera de ellas y los dos hombres les dicen que Jesús vive. Hay
demasiados elementos comunes en ambos relatos para no ver que entre ellos
existe una relación intencionada por parte del autor. Esta relación nos ayuda a
comprender el sentido del texto de hoy. En él no se trata de la muerte de
Jesús, sino de su vida gloriosa. Nos hallamos ante una anticipación de esa vida.
Es
curioso y
significativo el término empleado por
Lucas para designarla: éxodo, salida. De Egipto a Israel fue el
éxodo-tipo, el inicial, el nuclear. Pero este inicio y este núcleo se han ido
ampliando y desarrollando hasta culminar en el éxodo de Jesús, en su salida de
la muerte a la vida. De la muerte real a la vida real. Los éxodos anteriores,
representados por Moisés y Elías, se dan cita en este último y en él tienen su
culminación. Todo es fabuloso y todo es real en él. Es la realidad de la vida
de Jesús a pesar de la muerte. No es fácil, sin embargo, la captación y
aceptación de esta realidad. El desconcierto de Pedro y sus dos compañeros lo
ejemplariza. La transfiguración, que el
evangelista sitúa como un alto en el camino que sube a Jerusalén, no ha sido
otra cosa que una anticipación momentánea de la última meta y como un aliento
para seguir caminando. Jesús les manda que callen lo que han visto hasta que
todo se cumpla y el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos (Mt 17,9). El
domingo pasado contemplábamos a Jesús fiel a su vocación terrestre, sin caer en
la tentación de forzar a Dios y sin ángeles a su servicio. Hoy es el propio
Dios quien sale al encuentro de Jesús. Pedro y sus compañeros se asustan. Temen
que la nube, símbolo de la presencia de Dios, vaya a destruir a quienes ha
envuelto. Muy al contrario, es el propio Dios quien acredita a Jesús.
Escúchenlo.
PLEGARIA UNIVERSAL
La Transfiguración es asomarse a la Pascua,
para coger fuerzas y no desviarse del camino. Con esa luz que nos llega de la
Gloria del Padre, que se complace en el Hijo, nos atrevemos a presentar a Dios
nuestra plagaría repitiendo: R.- Danos fuerza para cargar la cruz.
1.- Te pedimos, Padre, por Papa Francisco y por la
Iglesia; envía tu Espíritu, para que toda ella salga renovada tras estos días
cuaresmales. Roguemos al Señor. R.
2.- Te pedimos, Padre, por todos los países de la
tierra: para que puedan gozar de leyes justas y una convivencia pacífica entre
ellos. Roguemos al Señor. R.
3.- Te pedimos, Padre, que todos los pueblos del mundo
tomemos conciencia y actuemos cotidianamente en bien de la Casa Común; para
que, poco a poco y unidos reparemos nuestro el mundo que nos has dado como
hogar. Roguemos al Señor. R.
4.- Te pedimos, Padre, por todos aquellos que cargan
con su cruz en esta vida, enfermedad, angustia, pobreza; para que tomen el yugo
suave que Cristo, con su Iglesia les propone esta Cuaresma. Roguemos
al Señor. R.
5.- Te pedimos, Padre, por todos los que nos hemos
reunidos en torno a tu mesa; que el celebrar estos misterios nos haga buscar
con más ahínco los bienes de allá arriba.
Roguemos al Señor. R.
Padre, atiende estas suplicas que tu pueblo te
presenta a través de Jesucristo, tu Hijo amado, Nuestro Señor. Amen.
ORACION
SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos, Señor que eta oblación borre nuestros pecados y
santifique los cuerpos y las amas de tus fieles, para que celebren dignamente
las fiestas pascuales. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Te damos gracias, Señor porque al participar en estos
gloriosos misterios, nos hace recibir ya en este mundo, los bienes eternos del cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 18: Dn 9,
4b-10; Sal 78; Lc. 6, 36-38.
Martes 19: 2Sam
7, 4-5. 12-14.16; Sal 88; Rom 4, 13.16-18.22; Mt 1, 16.18-21.24.
Miércoles 20: Jr. 18, 18-20; Sal 30; Mt 20, 17-28.
Jueves 21: Jr. 17, 5-10; Sal 1; Lc. 16,
19-31.
Viernes 22: Gn 37, 3-4.12-13ª.17b-28; Sal 104; Mt 21,
33-43.45-46.
Sábado 23: Miq.
7, 14-15.18-20; Sal 102; Lc. 15, 1-3. 11-32.
Domingo 24: Ex 3, 1-8ª.13-15; Sal 102; 1Cor. 10,
1-6.10-12; Lc. 13, 1-9-
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc/09/28b-36
Par.: Mt 17, 1-9 Mc 9, 2-10
Par.: Mt 17, 1-9 Mc 9, 2-10
1.- Texto. Tres puntos revisables. Primero, la conversación de Moisés y
Elías es sobre la salida de Jesús en Jerusalén. Segundo: Las palabras de Pedro
son más fieles al original de la siguiente manera: nuestra presencia aquí es
oportuna pues podemos construir tres tiendas. Tercero. La traducción litúrgica
parece suponer que los envueltos en la nube son los discípulos. El original no
es ni mucho menos tan explícito. Creo que los envueltos son Jesús, Moisés y
Elías.
Lucas se centra en primer lugar en Jesús. Mientras ora, su rostro y sus
vestidos empiezan a resplandecer. Dos hombres, también resplandecientes, le
hablan de su resurrección en Jerusalén. A continuación se centra en Pedro, Juan
y Santiago. No comprenden, y ante la marcha de Moisés y Elías se ofrecen
voluntarios a construir alojamientos. Pero una nube envuelve a los tres seres
gloriosos con el consiguiente miedo de Pedro y sus dos compañeros, que oyen
cómo una voz les habla de Jesús.
Comentario. Trasladémonos al capítulo 24 de Lucas. Unas mujeres
descubren que el sepulcro de Jesús está vacío. De repente se les presentan dos
hombres con vestidos refulgentes. El miedo se apodera de ellas y los dos
hombres les dicen que Jesús vive. Hay demasiados elementos comunes en ambos
relatos para no ver que entre ellos existe una relación intencionada por parte
del autor.
Esta relación nos ayuda a comprender el sentido del texto de hoy. En él
no se trata de la muerte de Jesús, sino de su vida gloriosa. Nos hallamos ante una
anticipación de esa vida. Es curioso y significativo el término empleado por
Lucas para designarla: éxodo, salida. De Egipto a Israel fue el éxodo-tipo, el
inicial, el nuclear. Pero este inicio y este núcleo se han ido ampliando y
desarrollando hasta culminar en el éxodo de Jesús, en su salida de la muerte a
la vida. De la muerte real a la vida real. Los éxodos anteriores, representados
por Moisés y Elías, se dan cita en este último y en él tienen su culminación.
Todo es fabuloso y todo es real en él. Es la realidad de la vida de Jesús a
pesar de la muerte. No es fácil, sin embargo, la captación y aceptación de esta
realidad. El desconcierto de Pedro y sus dos compañeros lo ejemplariza.
El domingo pasado contemplábamos a Jesús fiel a su vocación terrestre,
sin caer en la tentación de forzar a Dios y sin ángeles a su servicio. Hoy es
el propio Dios quien sale al encuentro de Jesús. Pedro y sus compañeros se
asustan. Temen que la nube, símbolo de la presencia de Dios, vaya a destruir a
quienes ha envuelto. Muy al contrario, es el propio Dios quien acredita a
Jesús. Escuchadle.
Alberto Benito, Dabar 1986, 16
2.- Texto. Se articula dentro de un contexto en el que Jesús acaba de
hablar de su muerte y de su resurrección, de la necesidad de ese camino para
todo el que quiera ser su discípulo y del anuncio de que algunos de los
presentes verán el Reino de Dios antes de que mueran.
En este contexto Lucas nos presenta a Jesús subiendo a un monte en
compañía de Pedro, Juan y Santiago, con la finalidad concreta de orar, y no de
manifestarse a sus discípulos. La referencia a la oración es típica de Lucas.
Un judío oraba varias veces al día, pidiendo a Dios la venida del Mesías. Lucas
parece presuponer que se trata de la oración de primeras horas de la noche,
puesto que de los tres discípulos dice más adelante que se caían de sueño.
MU/EX: La
descripción de la transformación de Jesús y el diálogo con Moisés y Elías la
sitúa Lucas durante la oración de Jesús. La escenografía es escatológica: color
blanco, brillo, gloria o resplandor, Moisés y Elías, cuya vuelta se esperaba
para el final de los tiempos. Es decir, Lucas se sitúa en este final y lo
describe desde las concepciones y los símbolos con que los judíos se lo
imaginaban. El diálogo versa sobre el éxodo de Jesús. Es el término que emplea
el texto griego, y no muerte como dice la traducción litúrgica. El término, en
sí mismo, suena al éxodo de Israel, a su salida de la cautividad de Egipto para
entrar en la tierra prometida. Tanto Moisés como Elías habían hecho la
experiencia de un camino que va de la opresión a la liberación.
La experiencia de Elías la encuentras en 1 Reyes 19. El camino del que
ha hablado Jesús a sus discípulos en el texto anterior al de hoy es exactamente
el mismo: de la muerte (opresión) a la resurrección (liberación).
En medio de la escenografía escatológica entran en acción Pedro y sus
dos compañeros. Su entrada coincide con la marcha de Moisés y Elías, marcha que
Pedro cree poder evitar haciendo una propuesta desafortunada. No sabía lo que
decía. La situación escatológica sigue. El propio Dios se hace presente bajo el
símbolo de una nube envolvente y habla a los tres discípulos sobre Jesús.
Moisés y Elías no están ya. Sólo Jesús es el importante y a quien hay que
escuchar, ya que se trata de un mensajero o enviado muy especial: es el Hijo de
Dios. Los éxodos pasados, representados por Moisés y Elías, no existen ya, eran
prefiguraciones, anticipos. El éxodo último y definitivo, que completa y da
sentido a los anteriores, es el de Jesús, su muerte y su resurrección. Cuando
éstos tengan lugar realmente, algo decisivo habrá acontecido en el tiempo: éste
habrá empezado a ser efectivamente escatológico, es decir, último y definitivo.
Hoy, segundo domingo de cuaresma, todo esto tiene sólo valor literario. El
domingo de Pascua todo esto tendrá además valor real.
Resumiendo: En su línea de instrucción cristiana expresiva y gráfica
Lucas nos presenta la muerte y resurrección de Jesús como el último y
definitivo éxodo, que da paso al nuevo tiempo.
Comentario. Caminar en cristiano es hacerlo en comunicación con Dios.
Una vez más insiste Lucas en esto ofreciéndonos el modelo de Jesús en oración.
Pero sigue sin ofrecernos el modelo de oración de Jesús. Esto lo hará más
adelante, en el cap., 11: el Padrenuestro. Según este modelo, orar es pedir a
Dios que El sea realidad entre nosotros, de forma que entre nosotros todo sea
diferente.
Al ser Dios realidad en Jesús, Lucas concibe el camino de Jesús como la
realización de lo que en la Biblia se llama el Reino de Dios. Culminación y
apoteosis de este Reino es la resurrección de Jesús. Desde ella escribe Lucas
su relato, imaginándosela como muchos judíos imaginaban entonces el final de
los tiempos.
El modelo de camino de Jesús es un modelo de éxodo, es decir, el sentido
de la marcha va de la opresión a la liberación. Ese es también el modelo de
camino al que somos invitados. Siguiendo, pues, el camino de Jesús sabemos por
anticipado y con absoluta certeza que caminamos en dirección liberadora. Con un
bagaje así, tan poco pesado y sin embargo tan importante, el camino es otra
cosa.
A.- Benito, Dabar 1989, 14
3.- Los tres discípulos que serían testigos del abatimiento de Jesús en
Getsamaní, fueron elegidos antes para ver su gloria en el Tabor.
La blancura de los vestidos de Jesús y el nuevo aspecto de su rostro
(Mateo dice que aquellos se tornaron blancos como la luz y que su rostro
resplandecía como el sol) no son más que la manifestación de la dignidad y la
gloria que le correspondía como Hijo de Dios. Moisés y Elías, representando a
la Ley y los Profetas -todo el Antiguo Testamento-, conversan con Jesús de lo
que aún ha de cumplirse en Jerusalén. Toda la historia de la salvación culmina
en Jesucristo, pero el momento de esta culminación es la hora de su exaltación
en la cruz. El Tabor no se explica sin el Calvario. TABOR/CALVARIO:
A pesar de que sólo hace seis días (Mt 17, 1) desde que Jesús les había
anunciado su pasión y muerte en Jerusalén y había reprendido precisamente a
Pedro porque intentó torcer su camino, éste sigue sin entender nada. Piensa que
ha llegado la hora de disfrutar el triunfo y que puede ahorrarse lo que ha de
suceder todavía.
La "nube", o la "columna luminosa", es en la biblia
el símbolo de la presencia de Dios. Aquí aparece como respuesta a la
proposición de Pedro. De la nube sale la voz de Dios. El signo de la nube es
interpretado por la palabra. Y la palabra confirma a Jesús como enviado de
Dios, como Hijo que ha venido a cumplir su voluntad. A él deben atenerse Pedro
y sus compañeros. Lo fascinante y lo tremendo de la presencia de Dios, de la
teofanía, se advierte en las palabras de Pedro y en el temor de los tres
discípulos al ser introducidos dentro de la nube.
La transfiguración, que el evangelista sitúa como un alto en el camino
que sube a Jerusalén, no ha sido otra cosa que una anticipación momentánea de
la última meta y como un aliento para seguir caminando. Jesús les manda que
callen lo que han visto hasta que todo se cumpla y el Hijo del Hombre resucite
de entre los muertos (Mt 17,9).
Eucaristía 1982, 11
4..- Texto. Sirviéndose de un dato cronológico preciso, el autor
relaciona la escena que va a seguir con las palabras precedentes de Jesús (cfr.
estas palabras en Lc. 9, 22-27). El marco y la circunstancia son los mismos que
en Lc. 6, 12. Descripción de la escena en los vs. 29-31. Es importante observar
que el autor deja fuera de esta descripción a Pedro, Santiago y Juan. Así pues,
el autor divide en dos al grupo que ha subido a la montaña. De un lado, Jesús:
de otro, los tres. Si seguimos observando con atención, percibiremos que entre
Jesús y los tres no hay comunicación de ningún tipo. Jesús habla de sus cosas
con Moisés y Elías, pero no con Pedro, Santiago y Juan. Más aún, Pedro no sabe
lo que dice. Tenemos, pues, el ámbito de Jesús por un lado y el ámbito de los
tres por otro. Dos ámbitos irreductibles, puesto que no pueden comunicarse ni,
consiguientemente, entenderse. La solución a esta situación es la nube,
conocido vehículo plástico de la presencia de Dios. Envolviéndolos a los tres,
la nube los sitúa en el ámbito mismo en que están Jesús, Moisés y Elías. La
comunicación puede ya tener lugar y con ella el entendimiento.
Comentario. Como indicaba al comienzo, el texto de hoy tiene mucho que
ver con las palabras de Jesús en Lc. 9, 22-27, palabras que a su vez habían
sido motivadas por la anterior respuesta de Pedro a la pregunta de quién es
Jesús (cfr. Lc. 9, 18-20). Entre Pedro y Jesús se había producido una
dialéctica, una tensión.
Pedro tiene una concepción de la persona de Jesús que Jesús ni comparte
ni acepta. Ambos se mueven en ámbitos distintos. Es lo que Lucas pone
plásticamente de manifiesto en el relato de hoy.
PEDRO/INCREDULIDAD D/IMAGENES-FALSAS: Pero si de la
constatación del hecho de la disparidad de concepciones pasamos a los
contenidos de esa disparidad, la sorpresa que nos llevaremos será mayúscula,
pues descubrimos que Pedro se mueve ni más ni menos en la misma línea en que se
movía el tentador del domingo pasado. Pedro concibe a Jesús en términos del omnipotente
que puede y debe imponer su mano. Pedro no entra por la concepción de un Jesús
trajinado por el acontecer histórico. Pedro no entra por Jerusalén. Pedro
quiere un Jesús fuerte, de rompe y rasga, que ponga las cosas en su sitio con
autoridad y dominio. En última instancia: quiere un Dios como tiene que ser.
¡Un Dios como tiene que ser! ¡Qué expresión tan castiza y significativa! Pero,
mira por dónde, Dios no quiere ser así. La voz de Dios, al final del relato,
tiene de todo menos de omnipotente y poderosa. No es una orden; es una
invitación. ¡Qué fantástico es este Dios de Jesús! Cansado de ser el Dios que
los humanos queremos que sea, hoy nos pide que le dejemos ser simplemente el
Dios de Jesús y que le aceptemos así. El domingo pasado hablábamos de
tentaciones de Jesús. Hoy hay que hablar de tentaciones de Pedro. Los dos
relatos se complementan para ofrecernos un Dios inédito. Inédito porque sigue
habiendo muchos Pedros que desean un Dios como tiene que ser, un Dios en su
puesto.
Eucaristía 1983, 17
5.- "Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una
montaña, para orar": La narración de la transfiguración en Lucas sigue a
las palabras sobre el seguimiento y las actitudes del discípulo. Se trata de
presentar a quién se sigue. Es imposible determinar lo que hay en la escena de
histórico y lo que hay de simbólico. No podemos reducirlo a una sola dimensión
y debe leerse desde la perspectiva postpascual.
-"Pedro y sus compañeros... vieron su gloria y a los dos hombres
que estaban con él ": Jesús habla con Moisés y Elías sobre su
"muerte". Literalmente el término es "éxodo", que adquiere
una riqueza de sentidos: en el marco geográfico de Lc es una referencia al
camino que Jesús inicia hacia Jerusalén y que le conducirá a la muerte; y con
el trasfondo del AT es la referencia a la liberación de Egipto (fijémonos en la
relación de Moisés con el Éxodo y, también, de Elías con el monte del Horeb,
lugar de la alianza), clave de la manifestación de la gloria del Señor. Jesús
caminando hacia la muerte también manifiesta la gloria del Señor a sus
discípulos.
-"Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle ": Hay ciertamente
una estrecha relación de esta escena con la del Bautismo. Si hasta ahora, en el
evangelio, Jesús ha sido presentado como el Mesías y el Hijo del Hombre, ahora
se da un paso más en la comprensión de su personalidad: es el Hijo que hay que
escuchar para entrar en la gloria del Reino. Las figuras de Moisés y Elías
hacen de contraluz. Son los dos representantes de los profetas que se tenía que
escuchar en la Antigua Alianza. Ahora hay que escuchar a Jesús
"solo".
-"Ellos guardaron silencio... ": Durante el ministerio de
Jesús, los discípulos, pese a haber entrado en la nube de la revelación de
Dios, no han sido aún capaces de entender y expresar claramente quién es Jesús.
Después de la resurrección serán capaces de proclamar la gloria que han
contemplado en el Hijo.
J. Naspleda, Misa Dominical 1995, 4
6.- Otra epifanía de Jesús, nueva teofanía de Dios: «mientras oraba» el
hombre interior de Jesús se manifiesta, descorriendo el velo de su cuerpo.
La escena está llena de contrastes. Jesús se encuentra en plena gloria
pero habla de su muerte. Los discípulos casi entran en el cielo, pero están
asustados y «se caían de sueño». Quieren quedarse allí, pero tienen que bajar y
subir a Jerusalén. Dios les manifiesta al Hijo escogido, pero se les ordena no
decir nada.
Se trata de un anticipo de nuestra esperanza. Jesús transfigurado es el
modelo en el que seremos transformados. Pero antes hay que escucharle, hay que
seguirle, hay que subir con él hasta la cruz, hay que entrar en la nube de
Dios. La cruz es la gran teofanía de Dios, y es amando hasta la muerte como nos
transformaremos definitivamente. No es cuestión de hacer chozas en el monte,
sino de bajar a las simas donde sufren los hermanos.
En el relato hay circunstancias parecidas a las alianzas con Abraham y
con Moisés, sólo que en plenitud.
Caritas, Pastor de tu hermano, Cuaresma 1986.Pág. 30