VIENE UNO MÁS FUERTE
COMENTARIO
Juan Bautista, un profeta muy grande, bisagra entre
el A.T. y el Nuevo, anuncia a “uno más fuerte que él”. Un poco contra corriente
de ciertas tendencias que no quieren ver en Jesús más que su debilidad de
hombre y su abajamiento, creo que hay que meditar también en esta proclamación
de sus fuerzas y su poder. El evangelio nos llama a vivir una aventura con
Jesús. Todo lo que se nos puede decir a propósito de Jesús tiene que ayudarnos
a profundizar en la primera palabra sobre él, la que pronunció Juan Bautista:
“Viene uno más fuerte que yo”.
Nuestra aventura con Jesús comienza cuando, para
nosotros, ese Jesús al que escuchamos en el evangelio, humano, amigo, que dice
cosas tan hermosas, se convierte en el centro de la historia, en el centro del
mundo actual y del mundo futuro, en el salvador de todos los hombres, en el
amor supremo. Era quizás el amigo, nuestro amigo. Se convierte a partir de
entonces en una inmensidad amigable: no podemos tratar ya con él sin sentirnos
con él y como él, hijos del Padre, hermanos universales que lo reciben todo y
lo vencen todo: ¿Cómo es posible que con su Hijo, Dios no nos regale todo?...
Pero todo eso lo superamos de sobra gracias al que nos amó” (Rm 8, 32 y 37).
Mientras no hayamos realizado esa experiencia del
“más fuerte, podemos hojear el evangelio en busca del consejos, pero lo cierto
es que esas páginas nos esperan para darnos la “presencia”, para ponernos en
contacto con Jesús y hacernos entrar en su irradiación de poder.
Uno de los primeros sermones
sobre Jesús, el de Pedro en casa del centurión Cornelio, nos hace oír esta nota
de poder y de fuerza: “Me refiero a Jesús de Nazareth, ungido por Dios con la
fuerza del Espíritu Santo” (Hch 10, 38). Y cuando Jesús, preso y llevado ante
el Sanedrín, vio cómo le planteaban la cuestión que resume todo el evangelio de
Marcos: ¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?”, respondió: “Van a ver al
Hijo del hombre sentado a la derecha del todopoderoso”. “Van a ver”... Si todo
depende de Jesús, todo depende en primer lugar de nuestra mirada sobre él. El
segundo recorrido por el evangelio que vamos a hacer será, más que los otros,
un esfuerzo por ver. Este esfuerzo tiene que conducirnos hasta una fe en Jesús
que nos haga comprender hasta qué punto aquél a quien Juan bautista veía como
“más fuerte que él” es “la fuerza misma de Dios” (1 Cor 1, 25). Cuando se
presenten las horas difíciles, este pensamiento puede llevarnos hacia Jesús con
una confianza ilimitada, incondicional.
R.P. Roland Vicente Castro Juárez
ANTIFONA DE ENTRADA Is
30, 19.30
Pueblo de Sion: el Señor vendrá a
los pueblos y hará resonar la majestad de su voz con alegría en su corazón.
ORACION COLECTA
Dios
todopoderoso, rico en misericordia, no permitas que, cuando salimos animosos al
encuentro de tu Hijo, lo impidan los afanes terrenales, para que, aprendiendo
la sabiduría celestial, podamos participar plenamente de su vida. Por Nuestro
Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del Profeta Isaías Is 40, 1-5.
9-11.
Consuelen, consuelen a mi pueblo,
dice tu Dios; hablen al corazón de Jerusalén, grítenle: que se ha cumplido su
servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble
paga por sus pecados.
Una voz grita: En el desierto
prepárenle un camino al Señor; allanen en la estepa una calzada para nuestro
Dios; que los valles se levanten, que los montes y colinas se abajen,
que lo torcido se enderece y lo
escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los
hombres juntos —ha hablado la boca del Señor—.
Súbete a lo alto de un monte,
heraldo de Sión, alza con fuerza la voz, heraldo de Jerusalén, álzala, no
temas, di a las ciudades de Judá: aquí está tu Dios. Miren: Dios, el Señor,
llega con fuerza, su brazo domina. Mirad: le acompaña el salario, la recompensa
le precede.
Como un pastor apacienta el
rebaño, su mano los reúne. Lleva en brazos los corderos, cuida de las madres.
SALMO
RESPONSORIAL (84)
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Voy
a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus
amigos.». La salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en
nuestra tierra. R.
La
misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la
fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. R.
El
Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará
ante él, la salvación seguirá sus pasos. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del Apóstol
San Pedro 3, 8-14.
Queridos hermanos: No
pierdan de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años y mil años
como un día.
El Señor no tarda en
cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha
paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se
conviertan. El día del Señor llegará como un ladrón.
Entonces el cielo
desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados y la
tierra con todas sus obras se consumirá. Si todo este mundo se va a desintegrar
de este modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser su vida!.
Esperen y apresuren la
venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos consumidos por el fuego y se
derretirán los elementos.
Pero nosotros, confiados
en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que
habite la justicia.
Por tanto, queridos
hermanos, mientras esperen estos acontecimientos, procuren que Dios los
encuentre en paz con Él, inmaculados e irreprochables.
ACLAMACION
ANTES DEL EVANGELIO Lc 3, 4.6
Preparen el camino del
Señor, allanen sus senderos. Todos verán la salvación de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 1-8
Comienza
el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el Profeta Isaías: Yo
envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita
en el desierto: Prepárenle el camino al Señor, allanen sus senderos.
Juan
bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para
que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén,
confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Juan
iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se
alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: Detrás de mí viene el
que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo
los he bautizado con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo.
PLEGARIA UNIVERSAL
La liberación es ya cercana y Dios viene a consolar a su pueblo y
a borrar el pecado por eso, con alegría serena y confianza filial, presentemos
al Padre las necesidades, angustias y esperanzas de los hombres y digamos. R.
Muéstranos tu misericordia y escúchanos.
1.-
Por la Iglesia: para que no deje de anunciar con audacia el Reino de los cielos
que nos trae Jesús, el Salvador del mundo. Oremos al Dios que nos salva. R.
2.-
Por los que gobiernan las naciones de la tierra: para que, como Juan, modelo
del auténtico servicio, ejerzan sus responsabilidades custodiando el bien común
y la dignidad de la persona, y promoviendo por todos los medios una sociedad justa,
solidaria y pacífica. Oremos al Dios de la paz. R.
3.-
Por los que con su vida y predicación alzan proféticamente su voz para anunciar
la llegada de la salvación y denunciar cuantos escándalos, atropellos y
corrupciones imperan a su alrededor: para que experimenten la fortaleza del Espíritu
y sean valientes a pesar de las incomprensiones, persecuciones e injusticias. Oremos
al Dios del amor. R.
4.-
Por los que sufren a causa de la enfermedad, la perdida de sus seres queridos, el hambre, la guerra o
la marginación para que descubran en el anuncio de la Palabra al Dios que los
salva y en el encuentren un motivo para seguir esperando. Oremos al Dios de la vida. R.
5.-
Por los que son llamados a allanar en los corazones, el camino del Salvador:
para que con generosidad le sigan y gasten su vida con el solo fin de que
Cristo sea anunciado, conocido y amado. Oremos a Dios que nos llama. R.
6.-
Por los que celebrando este banquete
eucarístico nos disponemos a recibir al Señor: para que lo hagamos con fe y
alegría, sirviendo y buscando siempre el bien de los que nos rodean. Oremos
al Señor, nuestro hermano. R.
Oh Dios, que no tardaras en venir, escucha las plegarias de tu
Iglesia reunida en oración, convierte nuestros corazones a ti, y haz que
preparemos el camino de tu Enviado con esperanza y expectación. Por Jesucristo
nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Que los ruegos y ofrendas den nuestra pobreza te conmuevan, Señor,
y al vernos desvalidos y sin méritos propios acude, compasivo en nuestra ayuda.
Pro Jesucristo nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION Ba 5, 5; 4, 36
En pie, Jerusalén, sube a la altura, contempla la alegría que Dios
te envía.
ORACION
DESPUES DE LA COMUNION
Saciados con el alimento
espiritual, te pedimos, Señor, que pro la participación en este sacramento, nos enseñes a sopesar con
sabiduría los bienes de la tierra y amar intensamente los del cielo. Por
Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes
07: Is 35, 1-10; Sal 84; Lc 5, 17-26
Martes
08: Gn 3, 9-15.20; Sal 97; Ef 1, 3-6.11-12;
Lc 1, 26-38.
Miércoles
09: Is 40, 25-31; Sal 102; Mt 11, 28-30.
Jueves
10: Is 41, 13-20, Sal 144; Mt 11, 11-15.
Viernes
11: Is 48, 17-19; Sal 1; Mt 11, 16-19.
Sábado
12: Eclo 24, 17-22 (o bien: Rm 8, 28-30) Sal:
Lc 1, 46-55; Lc 1, 39-48.
Domingo
13:
Is 61, 1-2ª.10-11; Sal: Lc 1, 46-54; 1Ts 5, 16-24; Jn 1, 6-8. 19-28.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Mc 1, 1-8
1. J/MESIAS: J/HIJO-DE-D: EV/QUÉ-ES:
Palabra "evangelio" y su significado. El helenismo consideraba
como "alegre noticia" el nacimiento de un príncipe, de un heredero
del trono. El día del nacimiento del divino Augusto significó para el mundo el
comienzo de la alegre noticia, se lee en una famosa inscripción de aquella
época.
Pero no es así como piensa Marcos. Para él el evangelio -o sea, la
alegre noticia que nos llena de gozo y de esperanza- es Jesús, su persona, su
historia, su predicación. Podemos entonces traducir de este modo: comienzo de
la alegre noticia que consiste en el hecho de que Jesús de Nazaret (ese Jesús
que llevó una vida humilde, que escogió el servicio y la cruz) es el Mesías, es
el Hijo de Dios.
Así, pues, Marcos pone al comienzo de su narración dos profesiones de
fe, en torno a las cuales se desarrollará toda su meditación sucesiva: Jesús es
el Mesías (este título lo explicará en su sentido exacto en 8, 29) y Jesús es
el Hijo de Dios (para comprender su significado profundo y sorprendente hay que
leer 15, 39). Al leer 8, 29 (y su contexto) nos vemos invitados a pasar del
Mesías al hijo del hombre: Jesús es Mesías, pero no en la línea política y
nacionalista, sino de la cruz. Al leer 15, 39, llegamos a comprender que Jesús
es verdaderamente un Hijo de Dios para nosotros, un Dios que ama al hombre y
que se revela en el amor (así es como lo comprende el centurión, ejemplo de
catecúmeno que ha logrado captar el misterio).
Pero insistamos un poco más. El título de Hijo de Dios tiene claramente
el sentido teológico tan denso que le atribuía la comunidad postpascual del
tiempo de Marcos. Es un título que Marcos utiliza con cierta sobriedad. Lo
utiliza sobre todo en tres textos importantes: en el bautismo (1, 11), en la
trasfiguración (9, 7) y en la profesión de fe del centurión al pie de la cruz
(15, 39). Hay diversas maneras de pensar en el Hijo de Dios. Parecería lógico,
por ejemplo, concebirlo únicamente en la línea de la gloria y del poder. Pero
Marcos nos cuenta más bien unos hechos que nos obligan a concebirlo en la línea
de la pobreza y del sufrimiento. Esta es la tesis central de su evangelio, como
veremos. Pero ya los tres textos citados -bautismo, trasfiguración, la cruz-
son, a este propósito, muy significativos. El bautismo coloca la vocación
mesiánica de Jesús en la línea del Siervo de Dios, de quien habló Isaías: un
proyecto de salvación que pasa a través del servicio y de la muerte por los
demás. La trasfiguración se coloca después del anuncio de la pasión y tiene la
finalidad de revelar de antemano a los discípulos que la cruz encierra la
resurrección.
Finalmente, es precisamente ante
Jesús moribundo donde se convierte el primer pagano: el centurión
reconoce en Jesús al Hijo de Dios no porque vea algún prodigio, sino porque lo
ve morir. El título programático del evangelio de Marcos no se limita a
presentar a Jesús como Hijo de Dios. Quiere demostrar que el hecho de que Jesús
sea Hijo de Dios es evangelio para nosotros, es una buena noticia esperada y
sorprendente a la vez. Jesús no es un Hijo de Dios para él, sino para nosotros.
La prerrogativa de ser hijos de Dios no se refiere sólo a él, sino también a
nosotros. En el hecho de que Jesús sea Hijo de Dios está encerrada nuestra
liberación.
En definitiva, la "alegre noticia" consiste precisamente en la
continuidad entre el Jesús de Nazaret y el Señor resucitado; consiste en el
hecho de que el Hijo de Dios y su salvación se han manifestado en Jesús y en lo
que ocurrió con él (en su solidaridad con los hombres, con los más humildes; en
su amor obstinado, derrotado, pero victorioso). Si el Hijo de Dios se hubiera
manifestado en las formas espléndidas del emperador, no habría sido una
"alegre noticia": no habría sido ninguna novedad, ninguna liberación
ni esperanza. Y si la historia de Jesús de Nazaret (su amor, sus opciones, su
anuncio) se hubiera detenido en la cruz, tampoco habría sido una alegre
noticia: habría sido una prueba más de que el amor es derrotado, de que la
esperanza de los humildes y de los mártires es inútil. La "alegre
noticia" está en el hecho de que Jesús de Nazaret, el crucificado, ha
resucitado (16, 6), es el Hijo de Dios, es el Señor.
Es importante mantener unidos estos dos aspectos de Jesús: hombre y
Dios, crucificado y resucitado, Jesús de Nazaret y Señor. En esta unión es
donde está la buena noticia. Es tarea de la Iglesia (y esto es lo que Marcos
quiere explicar) no solamente hablar de Dios, sino del Dios que se ha revelado
en Jesús de Nazaret, en el amor, en la solidaridad, en el gesto del hermano que
se siente tan afectado por nosotros que llega a dar su vida por rescatarnos. Es
que a Dios se le puede proclamar de diversas maneras. Pero tampoco es tarea de
la Iglesia el hacer simplemente comunión, solidaridad y fraternidad; es preciso
indicar en la comunión la presencia de Dios, como lo hizo el centurión, cuando
"al ver cómo había expirado, dijo: Verdaderamente era Hijo de Dios".
BRUNO MAGGIONI
- EL RELATO DE MARCOS - EDIC. PAULINAS/MADRID 1981.Pág.15 s
2.- Leemos el principio del evangelio de Marcos, que es el único de los
cuatro que empieza directamente por la presentación de aquel que abre el camino
a Jesús: Juan Bautista. Marcos es también el único que utiliza la palabra
"evangelio" para iniciar su escrito. "Evangelio" (=buena
nueva, gran noticia) no quiere decir tan sólo unos relatos sobre Jesús, sino
más bien una proclamación de lo que Jesús es y significa. Por eso indica el
evangelista los tres títulos que resumen quién es el personaje que será
proclamado a lo largo de las páginas siguientes: Jesús (persona concreta),
Cristo (realizador de las promesas), Hijo de Dios (punto de referencia
universal, presencia de Dios para todo hombre, como se verá en la profesión de
fe del centurión al pie de la cruz).
Juan Bautista es quien invita a mirar hacia este Jesús. La primitiva
tradición cristiana aplicó a él el texto de Isaías que hoy leemos en la primera
lectura: aquella presencia del Señor que el profeta veía realizada en el
retorno del exilio, ahora se realizará plenamente en Jesús (el texto, sin
embargo, no es solamente de Isaías: se le ha añadido un versículo de Mal 3,1).
Juan es un profeta probablemente relacionado con los monjes ascetas de
Qumrán, que presiente cercana la irrupci6n de Dios para transformar el mundo, y
llama a la conversión y a prepararse. Lo hace con tonos duros y su misma imagen
ascética personal tiene también este tono. Es posible que este personaje
"más poderoso" que anuncia, lo imaginase él como una reaparición de
Elías (sin embargo, Jesús dirá que Elías es Juan: Mt 11,14; cfr. todo 11,1-19).
Lo importante es el anuncio final: Juan invita a prepararse, y el agua
es la señal de la conversión-preparación; Jesús, en cambio, vendrá a
transformarlo todo y a todos con la fuerza del Espíritu de Dios.
JOSEP LLIGADAS
- MISA DOMINICAL 1993/15
3.- Resulta sorprendente que el «evangelio de Jesucristo» comience con
las obras y palabras del Precursor. La razón es que en el Bautista han ido a
parar todas las palabras y promesas del AT, que ahora alcanzarán en Jesucristo
su última expresión y su cumplimiento. Hay una coherencia entre lo que dice
Juan y lo que hace, entre su mensaje y su vida. Aparece en el desierto llevando
una vida nada convencional; aparece solo frente a todo el pueblo. Así es el
profeta. Y los que le escuchan deberán abandonar antes las ciudades y la tierra
cultivada. Juan llama a penitencia, que quiere decir cambio de la mente y del
corazón, del hombre y de su contorno cultural. El que hace penitencia se
sumerge en el futuro de Dios, que esta viniendo, y deja atrás un hombre viejo y
un mundo viejo. Esto es lo que simbolizaba el bautismo de Juan.
EUCARISTÍA 1993/55
4.- La traducción del primer versículo y la articulación del mismo con
el segundo distan mucho de gozar de unanimidad entre los traductores y los
exegetas. Las ofrecidas en el texto litúrgico no me parecen las más adecuadas.
Propongo el siguiente texto: Comienzo de la buena noticia traída por
Jesús, Mesías e Hijo de Dios, según está escrito...
La buena noticia a la que aquí se refiere Marcos no es la obra o
evangelio que él se dispone a escribir, sino el breve mensaje proclamado
solemnemente por Jesús en Mc. 1,15. La buena noticia es la llegada del Reino de
Dios. Jesús no forma parte del contenido de la buena noticia, sino que es
portador o comunicador de la misma, el portador o comunicador autorizado por
cuanto que es el Mesías y el Hijo de Dios.
El comienzo de la buena noticia es Juan, presentado o releído por Marcos
a la luz de un texto del profeta Malaquías y de otro del profeta Isaías. Dos
viejos textos proféticos agrupados por Marcos bajo el único nombre de Isaías.
Basándose en estos textos Marcos presenta a Juan como mensajero y voz
preparatoria de Jesús. Esta función la realiza a través de su actividad
bautismal, pero sobre todo a través de su actividad oral de los dos últimos
versículos del texto, con referencia explícita a Jesús.
Jesús es anunciado como más poderoso que Juan, a quien Juan no merece
desatar las sandalias. Esta imagen gráfica no está tomada del mundo de la
esclavitud, como habitualmente se dice, sino que pertenece al ámbito del
derecho.
Desatar las sandalias tenía alcance jurídico y designaba el
reconocimiento de la primacía o del derecho del desatante sobre el desatado.
Con su afirmación de que no merece desatar a Jesús las sandalias, Juan está
reconociendo el poderío, la primacía, el derecho de Jesús sobre él. Un poderío
que el propio Juan aclara por la diferencia existente entre el agua y el
Espíritu Santo. Es bastante probable que el verbo bautizar del último versículo
haya que entenderlo en su sentido básico y primario de sumergir. Yo os sumerjo
en agua, pero El os sumergirá en Espíritu Santo.
Si le preguntáramos al mensajero Juan qué entiende él por conversión, su
probable respuesta sería la siguiente: la transformación moral por medio del
arrepentimiento, una revolución espiritual mediante la renuncia, el abandono de
la sociedad y el exilio al desierto.
Juan mismo, en calidad de convertido, daba ejemplo de lo que pedía,
viviendo fuera de la sociedad y reeditando el antiguo inconformista que fue
Elías, a quien imitaba en reciedumbre y forma de vestir.
En Juan y en Elías, los dos modelos convertidos que el texto de hoy nos
propone, hay un denominador común, un mismo arquetipo: salida.
¿Será hoy necesario realizar esa salida, entendida como abandono de la
sociedad y marcha al desierto? Todos los fines de semana se produce algo de
esto, aunque no por conversión.
Sí, la salida es necesaria. Entendida, sin embargo, como arquetipo de
conversión, la salida no implica necesariamente un cambio de lugar geográfico.
Basta con estar en la sociedad sin vivir como vive la sociedad.
A. BENITO -
DABAR 1993/02
5. ACI DIGITAL 2003
2. Véase Malaquías 3, 1; Isaías 40, 3; Mateo 3, 1 ss.; Lucas 3, 2 ss. La
voz de Juan es como el trueno que conmueve los desiertos (S. Ambrosio); y sin
embargo, Israel no escuchó su mensaje ni preparó el camino. De ahí lo que dice
Jesús en Mateo 17, 11 - 13: Él les respondió y dijo: "Ciertamente, Elías
vendrá y restaurará todo. Os declaro, empero, que Elías ya vino, pero no lo
conocieron, sino que hicieron con él cuanto quisieron. Y así el mismo Hijo del
hombre tendrá que padecer de parte de ellos". Entonces los discípulos
cayeron en la cuenta que les hablaba con relación a Juan el Bautista.
4. El desierto en que San Juan predicaba y bautizaba se hallaba a tres o
cuatro leguas al este de Jerusalén, entre esta ciudad y el Mar Muerto. Su
nombre geográfico es "desierto de Judea". Acerca del carácter del
bautismo de Juan véase Mat. 3, 6 y nota: "Y se hacían bautizar por él en
el río Jordán, confesando sus pecados". Este bautismo no era sino una
preparación de Israel para recibir al Mesías. Tampoco era un sacramento la
confesión que los pecadores hacían, pero sí una manifestación del dolor
interior, un medio eficaz para conseguir la gracia de arrepentimiento,
condición del perdón.
Confrontado en
el versículo 3; Mateo 3, 1: " En aquel tiempo apareció Juan el Bautista,
predicando en el desierto de Judea" y Lucas 3, 2: "Bajo el
pontificado de Anás y Caifás, la palabra de Dios vino sobre Juan, hijo de
Zacarías, en el desierto".
7. La conmoción
que el Bautista con su predicación de penitencia y su modo de vivir produjo,
fue tan grande, que muchos creyeron que él fuese el "Mesías"
prometido. Para evitar este engaño, Juan acentúa su misión de
"precursor" señalando con su dedo hacia Jesús: En pos de mí, viene
uno... "Así como la aurora es el fin de la noche y el principio del día,
Juan Bautista es la aurora del día del Evangelio, y el término de la noche de
la Ley" (Tertuliano).
Véase Juan 3, 30 y nota:"Es necesario que El crezca y que yo
disminuya". Como el lucero de la mañana palidece ante el sol, así el
Precursor del Señor quiere eclipsarse ante el que es la Sabiduría encarnada.
Esta es la lección que nos deja el Bautista a cuantos queremos predicar al
Salvador: desaparecer. "¡Ay, cuando digan bien de vosotros!".