¿TIRAR
LA PRIMERA PIEDRA?
COMENTARIO
Jesús está hablando tranquilamente, como suele hacerlo
cuando tiene ante él a un grupo de corazones sencillos que le escuchan en
silencio fascinados por su palabra. Los escribas y fariseos rompen esta paz y
con unas pocas palabras logran suscitar un huracán: odio a Jesús, desprecio por
aquella mujer a la que han sorprendido en adulterio (Lev. 20, 10 y Deut. 22,
22) y ni siquiera dirigen la palabra. ¿Acaso vale la pena? La echan por tierra
como si fuera un objeto; sólo les sirve para tender una trampa al joven
maestro: ¡que escoja entre la bondad y la ley! Silencio de Jesús. Se inclina,
traza maquinalmente unos rasgos en el suelo, reflexiona, interioriza, obliga a
los demás a interiorizar. Para él, todo tiene importancia; aquella mujer,
aquellos hombres, la ley. Respeta la ley, pero no la ve como algo estático que
inmovilice los pensamientos y los corazones. No se trata de elegir entre la
bondad y la ley; eso es un falso problema. Jesús se pregunta cómo, a partir de
la ley, podría cambiar un poco aquellos corazones endurecidos; desea ponerlos
en movimiento. Dice una palabra y el silencio cambia. Silencio pesado en el que
cada uno se encara consigo mismo. Recuerda la ley: “El testigo debe ser el
primero en tirar la piedra”. Pero recuerda además el espíritu de la ley. Está
hecha para extirpar el pecado, el del otro... ¡y el nuestro! “¿Quién eres tú,
el que quiere luchar contra el pecado? ¿No tienes tú pecados?”. Y se van. La
mujer queda libre, pero no huye. Aquel rabino le abre un mundo nuevo. Se siente
muy lejos de su miedo, del odio de los demás, del conflicto que siempre nace
entre ella y los hombres. Nunca había sido así: interior, pacífica, pura,
porque adivina muy bien que está ante la pureza infinita. Él es sin pecado.
Podría aplastarla o desecharla con desprecio o con disgusto. Inexplicablemente
ella se siente amada, como nunca lo había sido, por alguien que la acepta tal
como es, pero queriéndola mejor, seguro de que puede ser mejor. Diálogo
pudoroso que deja intacto el silencio. Ella comprende que con él hay que
escuchar. “No te condeno. Vete, pero no peques más” (Jn 1, 17).
Todo está dicho. Ni la ley,
ni las conveniencias sociales, ni el miedo pueden hacerla cambiar como aquella
voz a la vez tan firme y tan buena. No cabe complicidad con el pecado. “No
peques más”. Pero un amor tan grande la crea de nuevo. Podemos mirar a Jesús en
este momento para aprender de él a condenar con claridad un pecado sin aplastar
al culpable, dándole por el contrario todo tipo de oportunidades, recreándolo.
Pero no hemos de ponernos demasiado pronto en el sitio de Jesús. Somos nosotros
esa acusada y con frecuencia somos también los acusadores. Dejemos que el
silencio de Jesús nos penetre para recibir profundamente sus palabras de juez
que nos ama: “Tú querías condenar el pecado y ahora estás mirando tu corazón.
No te condeno, pero quiero que salgas de ahí. No peque más”, dejarse cambiar,
no por la ley o la moral o el miedo, sino por el amor de Jesús.
R.P. Roland Vicente Castro
Juarez
ANTIFONA DE ENTRADA Sal 42, 1-2
Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa contra gente sin piedad;
sálvame del hombre traidor y malvado, porque tu eres mi Dios y mi fortaleza.
ORACION COLECTA
Te pedimos, Señor Dios nuestro, que, con tu ayuda, avancemos
animosamente hacia aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la
muerte por la salvación del mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 43, 16-21.
Así dice el Señor, que abrió un camino a través del mar y una senda en
las aguas impetuosas; el que hizo salir a batalla carros y caballos, con
poderoso ejército, caían para no levantase, se apagaron como mecha que se
extingue. “No recuerden lo de antaño, no
piensen en lo antiguo; miren, voy a
hacer algo nuevo ya está brotando ¿no lo notan?. Abriré un camino por el
desierto, ríos en la llanura.
Me glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces, porque
haré brotar agua en el desierto, ríos en la llanura, para apagar la sed de mi
pueblo, mi elegido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza”.
SALMO
RESPONSORIAL (125)
El Señor ha
estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión. Nos parecía soñar: la boca se
nos llenaba de risas, la lengua de cantares. R
Hasta los paganos decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El
Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. R
Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los
que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. R
Al ir, iban llorando, llevando la semilla, al volver, vuelven cantando,
trayendo su gavillas. R
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 8-14
Hermanos: Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo y todo lo estimo
basura con tal de ganar a Cristo y estar
unido a él, no con mi propia justicia, la que procede de la ley, sino con aquella que nace de la fe en Cristo, la
que viene de Dios y se funda en la fe.
Así podré conocerlo a él, conocer la fuerza de sus resurrección y
participar de sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a
la resurrección de entre los muertos. No
es que haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a
ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí.
Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa:
olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante,
corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en
Cristo Jesús.
ACLAMACION
ANTES DEL EVANGELIO Jl 2,
12-13.
Ahora—oráculo del Señor—conviértanse
a mi de todo corazón, porque soy compasivo y misericordioso.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 8,
1-11.
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se
presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, entonces se sentó
y les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer sorprendida en
adulterio y colocándola en medio le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de
Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?”.
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús,
inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “El que esté
sin pecado, que le tire la primera piedra”. E inclinándose otra vez, siguió
escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron retirando uno a uno, empezando por los
más viejos.
Y quedó solo Jesús con la mujer, que permanecía allí frente a él. Jesús
se incorporó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te
ha condenado?”. Ella contestó: “Ninguno Señor”. Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y en
adelante no peques más”
PLEGARIA UNIVERSAL
A Dios que obra en nuestras vidas la salvación y que es la fuente de
nuestras alegrías, oremos sabiendo que él siempre nos escucha. Digamos juntos: R.-
Perdónanos y escúchanos, Señor.
1.- Por el Papa, los obispos y
los sacerdotes: para que dispensen con generosidad y misericordia el perdón
gratuito que viene de Dios. Oremos.
R.
2.- Por nuestro país, especialmente por los que sufren el desempleo, la
explotación y la marginación: para que con misericordia vivamos como hermanos
construyendo un mundo más justo fraterno y solidario. Oremos. R.
3.- Por cuantos sufren enfermedades por los que aún viven las secuelas
de la pandemia, por los que están privados de la libertad; para que a todos se
les manifieste el evangelio como fuente única de misericordia, consuelo y
liberación. Oremos. R.
4.- Por las mujeres que son explotadas, violentadas, excluidas; para
que en la sociedad encuentren escucha, apoyo e instituciones que velen por su
dignidad. Oremos. R.
5.- Por nosotros y por nuestras familias y comunidades: para que este
tiempo de Cuaresma obre en nuestras vidas la conversión del corazón haciendo de
cada uno de nosotros profetas de misericordia en medio de nuestra gente. Oremos.
R.
Perdona, Señor, los pecados de
tu pueblo, danos tu misericordia y haz que, unidos a Cristo que dios u vida por
nuestra salvación, vivamos como testigos de su amor. Por Jesucristo nuestro
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Escúchanos,
Dios todopoderoso y por la acción de este sacrificio, purifica a tus siervos, a
quienes has iluminado con las enseñanzas de la fe cristiana. Por Jesucristo
nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION Jn 8,
10-11.
Mujer, ¿ninguno te ha condenado? Ninguno, Señor. Tampoco
yo te condeno. En adelante no peques más.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Te pedimos, Dios todopoderoso, que nos
cuentes siempre entre los miembros de Cristo, cuyo Cuerpo y Sangre hemos
recibido. El, que vive y reina por los siglos de los siglos.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 04: Dn 13, 1-9.15-17.19-30.33-62.; Sal
22; Jn 8, 1-11
Martes 05: Num 21, 4-9; Sal 101; Jn 8, 21-30.
Miércoles 06: Dn 3, 14-20.91-92.95; Dn 3, 52-56; Jn 8, 31-42.
Jueves 07: Gn 17, 3-9; Sal 94; Jn 8, 51-59.
Viernes 08: Jr 20, 10-13; Sal 17; Jn 10, 31-42.
Sábado 09: Ez 37, 21-28; Jr 31, 10-13; Jn 11, 45-57.
Domingo 10: Is 50, 4-7; Sal 21; Flp 2, 6-11; Lc 22,
14—23, 56.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Jn 8, 1-11
1. A/LEY
Confrontación judicial entre Jesús y la autoridad religiosa judía. Jesús
testimonia en favor de un orden basado en el amor; la autoridad judía, en favor
de un orden viejo basado en la ley.
En el evangelio de hoy, Juan nos ofrece un caso de este doble
testimonio. Los letrados y fariseos actúan desde la ley (Lv 20, 10; Dt 22, 22).
Su testimonio es orgulloso, prepotente; exhíben al reo (la mujer) como una
presa de su buen hacer moral, e incluso se permiten servirse de ella para hacer
otra presa (Jesús). Dilema: Si Jesús perdona, va contra la ley; si aprueba la
condena de muerte, contra la autoridad romana (porque desde el año 30 las condenas
a muerte dependen del gobernador romano).
Jesús testimonia desde un orden nuevo. Es curioso el hecho de que muchos
códices omitan el episodio de la adúltera; sin duda la indulgencia de Jesús le
debió parecer excesiva. Y tal vez muchos de nosotros seamos del mismo parecer.
Los v. 6 al 11 son de una maestría y belleza fuera de serie.
Jesús testimonia desde un orden nuevo, hecho de respeto, de delicadeza,
de comprensión, de amor. Jesús quiere superar todo régimen legal. Más adelante
dirá: "Vuestros juicios siguen normas humanas; yo no llevo a nadie a
juicio" (Jn 8, 15). Sólo desde esa instancia superadora del legalismo
cobran sentido y adquieren efectividad las últimas palabras: "Anda, y en
adelante no peques más".
EUCARISTÍA 1989, 12
2.- El lenguaje y el estilo del presente pasaje no es ciertamente nada
característico del Evangelio según san Juan. Por otra parte, algunos
manuscritos antiguos presentan esta narración después del capítulo XXI, v. 38,
del evangelio de San Lucas. Muchos exégetas se inclinan a pensar que nuestro
texto ha sido introducido en el Evangelio según San Juan a partir del evangelio
de san Lucas. En esta narración aparece cuál es la actitud personal de Jesús
ante el pecador. Jesús no ha venido a condenar sino a salvar (cf. 3, 17; Lc.
19, 10). Además, Jesús compromete a los hombres para que no se erijan a sí
mismos en jueces contra nadie y consideren su propio pecado personal.
La escena tiene lugar en el Templo, por la mañana. Allí está Jesús
sentado en el suelo y rodeado de un puñado de discípulo, enseñando al pueblo.
El tribunal juzgaba habitualmente en el ámbito del templo. Algunos fariseos y
escribas observan a Jesús que está también allí. Ellos saben muy bien cómo
Jesús trata a los pecadores, ellos se han escandalizado de su conducta y han
criticado que se siente a comer con los publicanos. Estos escribas y fariseos
comprenden que no deben dejar escapar la ocasión para comprometer al maestro
delante del pueblo. Entienden que Jesús no va a ser capaz de condenar a la
mujer adúltera ya que va a poder más su misericordia que el peso de la ley de
Moisés. Esperan acusar a Jesús de desacato a la ley ante el Sanedrín. Así que,
ni cortos ni perezosos, llevan a la mujer adúltera y la ponen en medio del
corro acusándola ante Jesús y todos los presentes.
Escribas y fariseos citan la pena señalada por la Ley contra las mujeres
sorprendidas en adulterio. El Dt 22, 23 s. condena a la mujer desposada que
haya cometido adulterio con un extraño en su propio pueblo a que sea lapidada;
el Lv. 20, 10 condena tanto al hombre como a la mujer adúltera a la pena de
muerte; Ez. 16, 38. 40, presupone que todos los adúlteros deben ser condenado a
muerte por lapidación. Los rabinos introdujeron más tarde algunas mitigaciones
al respecto, pero no parece que esto sucediera ya en los tiempos de Cristo.
Jesús, sentado en el suelo, según costumbre, puede escribir
perfectamente en el polvo. No se trata de qué escribiera, pues se trata más
bien de un gesto para mostrar su desinterés y el deseo de que lo dejen en paz. Sin
embargo, ante la insistencia de los acusadores, Jesús se levanta, pero no para
condenar a la mujer adúltera sino para denunciar la mala fe de estos escribas y
fariseos que no querían otra cosa que comprometer a Jesús ante la opinión
pública y ante el Sanedrín. Jesús no critica la dureza de la ley establecida,
ni afirma que sólo puedan dictar sentencia justa unos jueces inocentes. Jesús
denuncia, eso sí, que estos escribas y fariseos no son jueces legítimos y tan
sólo acusadores de la mala fe, hombres que se tienen a sí mismos por justos y
se erigen en jueces de los demás. Según el Dt. 17, 7, los testigos del crimen
deben ser los primeros en arrojar la primera piedra contra el reo. Jesús se
encara con sus enemigos y les dice que comience a tirar la primera piedra el
que de ellos se encuentre sin pecado. La palabra de Jesús y su actitud contra
estos hipócritas produjo el efecto deseado. Jesús se sentó de nuevo, mientras
sus enemigos se marchaban corridos.
Cuando todos se habían ido y quedó Jesús con sus discípulos y la mujer
en medio del corro. Jesús se levantó de nuevo para pronunciar ahora una palabra
de misericordia. No disculpa ciertamente la acción que ha cometido esta mujer,
pero hace valer para ella la gracia y no el rigor de la justicia.
EUCARISTÍA 1986, 13
3.- Contexto. Jesús se encuentra en Jerusalén. Es la tercera vez que el
autor del cuarto Evangelio sitúa a Jesús en esta ciudad con ocasión de una gran
fiesta judía. La ocasión, sin embargo, queda relegada a un segundo plano y sólo
le sirve al autor como trasfondo para realzar a Jesús. Quien tenga sed, que se
acerque a mí; quien crea en mí, que beba. Su persona es una incógnita para la
gente. Según unos, es bueno; según otros, desorienta, induce a error, suplanta
a Moisés y a la ley por él promulgada.
Texto. Una primera indicación breve sitúa a Jesús en una de las
explanadas del templo, enseñando a la gente que acudía a él. En el cuarto
Evangelio acudir a Jesús presupone haber roto con otros centros y personas. La
indicación sirve de telón de fondo a todo lo que sigue. El primer plano
escénico lo ocupa una mujer adúltera traída por los letrados y los fariseos,
pero el primer plano argumental lo acapara una pregunta, formulada por esos
mismos letrados y fariseos; Moisés nos manda en la ley apedrear a las
adúlteras. Tú, ¿qué dices? La pregunta apunta a una disyuntiva: o Moisés o
Jesús. De ahí su carácter comprometedor.
Moisés era vivenciado como la esencia misma de lo judío; el promulgador
de la Ley de Dios, Ley a su vez del Estado. Suplantar a Moisés era echar abajo
la obra misma de Dios. El que de vosotros esté sin pecado, que le tire la
primera piedra. Estas palabras relegan el plano argumental a segundo término y
devuelven al plano escénico su preeminencia. Estando como están, flanqueadas
por sendos silencios de un Jesús escribiendo en el suelo, la frase es de las
que impactan. Va dirigida a los letrados y a los fariseos, es decir, a los
intérpretes de la Ley de Dios y a los celosos cumplidores de la misma,
respectivamente. Ellos y la adúltera son los importantes, no la Ley de Dios.
El final es sencillamente fascinante. Lo mejor es que lo releas de la
pluma de su autor. Intérpretes y cumplidores de la Ley reconocen que también
ellos son pecadores. Ellos y la adúltera necesitan cambiar. Pero de momento
Jesús ha conseguido que una adúltera no sea condenada por otros pecadores.
Comentario. El texto es perfectamente inteligible en clave de hijo mayor
e hijo menor de la parábola de Lucas del domingo pasado. Tanto uno como otro
tienen algo en que cambiar, los que cumplen la Ley de Dios y los que no la
cumplen. Más aún, los que la cumplen no tienen ningún derecho a recriminar ni a
condenar a los que no la cumplen.
El hermano mayor del texto de hoy tiene algo que no aparecía en el mayor
del domingo pasado: el reconocimiento de su propio pecado. Este reconocimiento
le desarma en su agresividad contra otros pecadores.
El texto de Juan plantea además otra problemática en torno al puesto y
papel de la Ley en la vida cristiana. No es éste el lugar para extenderse en
esta problemática. Pero sí hay que afirmar con toda claridad que no debe ni
puede ser la Ley la instancia suprema del cristiano CR/LEY:
. La persona y el comportamiento de Jesús quitan a la ley toda pretensión de
preeminencia. Gracias a un texto como el de hoy sabemos con absoluta certeza
que la obra de Dios no pasa por la mediación de la Ley hecha código.
Cuando esto sucede es cuando se gestan los hermanos mayores con toda su
carga de intransigencia y de displicencia.
DABAR 1989, 17
4.- Comentario. Moisés es mucho más que una figura histórica de
prestigio; encarna la razón y el ser mismo de lo judío. Entre los sabios judíos
existían profundas discrepancias en materia de interpretación de la Ley de
Moisés, pero jamás uno de ellos osaba equipararse a Moisés. ¡Pues es
precisamente esto lo que a Jesús se le propone! No se le pregunta: tal rabino
dice esto; tú ¿que dices? Se le pregunta: Moisés dice esto; tú, ¿qué dices? O
Moisés o Jesús. Lo que se plantea es una disyuntiva que afecta a la esencia
misma de lo judío. Ello explica el carácter comprometedor de la disyuntiva, ya
que de la respuesta podía derivarse un motivo cierto y válido de acusación ante
el Sanedrín o Tribunal Supremo. Sin duda, esta disyuntiva confiere gravedad a
los silencios de Jesús. Y, sin embargo, a través del gesto de escribir en
tierra, el autor ha logrado convertir esos silencios en una maravillosa escuela
de fantasía, a base de invitar a cada uno a un ejercicio de propia
introspección. En lenguaje de los evangelios sinópticos, este ejercicio
llevaría el nombre de conversión, a la que Lucas nos ha invitado también en los
dos domingos anteriores, a todos, pero muy especialmente al hijo mayor, es
decir, a los "buenos". Los mismos que hoy traen a la adúltera (hijo
menor).
Ella, por supuesto, ha actuado mal. De ahí la invitación que Jesús le
hace a no pecar en adelante. Sin embargo, no es ella el hijo problemático. Lo
mismo que el domingo pasado, el problemático sigue siendo el mayor. Hoy
entrevemos que su problema radica en la Ley y en su modo de vivirla. Tal vez
por eso, el autor nos ha dado ya la solución al problema al comienzo mismo de
la obra: La Ley se dio por medio de Moisés, la Gracia y la Verdad se han hecho
realidad por medio de Jesús (/Jn/01/17).
Ley es una cosa; gracia y verdad son otra. Letrados y fariseos saben de
lo primero; la adúltera sabe de la gracia y la verdad de Jesús. Este momento
del relato es sencillamente fantástico. Todos se han ido. Quedan solos Jesús y
la adúltera. La Ley manda apedrearla. Véase Levítico 20, 10 y Deuteronomio 22,
22. Toca, pues, a Jesús ejecutar la sentencia. Pero a cambio escuchamos:
Tampoco yo te condeno. Algo maravilloso y más allá de la Ley acaba de
acontecer. Es a lo que Juan se refiere cuando habla de gracia y de verdad.
ALBERTO BENITO
DABAR 1986, 19
5.- Comentario. Con el dato del v. 2 el autor expresa el cambio de
situación operado. Es una indicación crítica: lo nuevo frente a lo viejo, el
vino frente al agua, la gracia frente a la ley. Acudiendo a Jesús, la gente
opta por lo nuevo, por el vino, por la gracia, dejando lo viejo, el agua, la
ley. Y es precisamente este último punto, el de la ley, lo que el texto va a
abordar. Un asunto de capital importancia en todo cuerpo social. Letrados y
fariseos representan la ley legítimamente establecida; defienden la ley; piden
que se cumpla. Lo que en última instancia piden a Jesús es que se pronuncie
sobre la ley: ¿Debe o no existir un cuerpo legal, un código de leyes? Este es
el fondo de la cuestión y por ello mismo se trata de un reto, de una prueba.
Una auténtica y real prueba. ¿Qué piensa Jesús del código?
Querido lector: hay que ser claros. Jesús se ausenta, es decir, no está
por el código. ¡Qué maravilloso e indecible es el gesto de Jesús escribiendo en
tierra! No encuentro otro comentario mejor que estas palabras del mismo Jesús
en el evangelio de Mateo: "venid a mí todos los que estáis rendidos y
agobiados. Yo os aliviaré el peso. Cargad con mi yugo y aprended de mí. Soy
sencillo y humilde. Encontraréis alivio, pues mi yugo es soportable y mi carga
ligera" (/Mt/11/28-30). Esto sí que es aire fresco y gracia. Un código
puede conseguir que una adúltera muera; sólo un Jesús puede conseguir que una
adúltera empiece a vivir: "Vete, y desde ahora no peques más".
DABAR 1983, 20
6.- La cuestión de la mujer sorprendida en adulterio ponía a Jesús en un
verdadero aprieto. En caso de adulterio, el marido ponía la demanda de
divorcio, que era concedido automáticamente. El adulterio propiamente dicho
sólo se daba cuando un hombre casado tenía relaciones sexuales con una mujer
casada o prometida (en este sentido el noviazgo, equivalía al matrimonio). El
casado sólo podía violar el matrimonio de otro, no el suyo propio. Porque la
fidelidad conyugal absoluta sólo pesaba sobre la mujer que en virtud del contrato
matrimonial pasaba a ser propiedad del varón. El precepto, por tanto, tendía
sobre todo a proteger el derecho del casado a la propiedad exclusiva de la
mujer. Sobre el adulterio pesaba la pena de muerte.
Hay que imaginarse la escena. "Jesús se presentó de nuevo en el
templo y todo el pueblo acudía a él y, sentándose, les enseñaba". Entonces
un grupo de "letrados y fariseos le traen una mujer sorprendida en
adulterio, la colocan en medio del corro, y le dicen a Jesús: "Maestro,
esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La Ley de Moisés nos
manda apedrear a las adúlteras: tú ¿qué dices? Le preguntaban esto para
comprometerlo y poder acusarlo". El evangelista advierte que se trata de
un lazo, de una trampa. Esperaban enredar a Jesús en esa penosa materia y que
diera una respuesta, siempre comprometedora, ante los doctores de la Ley. De
mostrarse severo, se vería que su pretendida clemencia y hermandad no era más
que mera apariencia; si, por el contrario, se mostraba indulgente, se ponía en
contra de la Ley de Moisés y la cosa no encajaría con su piedad. Cualquier
clase de respuesta es una trampa para Jesús. La pregunta insidiosa presenta
semejanzas con el relato acerca de la moneda del tributo.
Pero Jesús reacciona aquí con la misma grandeza soberana. "Pero
Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo". Esta es la primera
reacción de Jesús a la pregunta que se le hace. Empieza por no dar respuesta
alguna, dejando plantados a los interpelantes con la mujer, se inclina y escribe
con el dedo en el suelo. No es fácil la interpretación de tales gestos; pueden
significar un desinterés por todo el asunto y también pueden tener un sentido
simbólico, Algunos comentaristas piensan en esta palabras de Jeremías: (17, 13)
"Tú, Señor, esperanza de Israel. Todos cuantos te abandonan serán
destruidos. Quienes de ti se apartan serán escritos en tierra, por haber dejado
al Señor, la fuente de agua viva" (según LXX).
Se trataría de una acción simbólica: en realidad, Dios tendría que
escribir a todos los hombres en el polvo. Después se incorpora Jesús y
pronuncia unas palabras que, sin duda se encuentran entre las más importantes y
que, con razón, han alcanzado la categoría de una sentencia insuperable.
"El que de vosotros esté sin pecado, que le tire la primera piedra".
En la ejecución de una sentencia de muerte por lapidación los primeros testigos
tenían también el derecho a tirar la primera piedra. Con ello asumían la plena
responsabilidad de la ejecución capital. La afirmación indica que tal responsabilidad
sólo podía asumirla quien se sabe personalmente libre de cualquier pecado y
fallo. Sólo una persona por completo inocente podía tener derecho a declarar
culpable y ejecutar a un semejante. Pero ¿quién es ese por completo inocente?
No hay ninguna palabra de Jesús que exprese de manera tan categórica la
corrupción de todos los hombres por el mal. Es una palabra lapidaria con la
claridad cortante de una verdad que penetra hasta lo más profundo. Jesús la
lanza sin ningún otro comentario y vuelve a inclinarse para seguir escribiendo
en el suelo. Y es esa palabra la que actúa, afectando a todos hasta lo más
íntimo.
Y los acusadores van desapareciendo uno tras otro, siendo los más
ancianos los que con su mayor experiencia de la vida empiezan por desfilar.
Nada tienen que oponer a la palabra de Jesús y así se largan uno tras otro;
incluso los más jóvenes, que todavía no conocen tan bien la vida ni a sí
mismos, se sienten inseguros y desaparecen. Y quedan solos, la mujer, que
estaba en el centro y Jesús: "sólo dos han quedado -dice S. Agustín- la
miseria y la misericordia".
Ahora es cuando Jesús se encuentra realmente con la mujer, a la que mira
cara a cara al templo que le pregunta "¿Nadie te ha condenado?" La
mujer se encuentra frente a Jesús con su pobre humanidad, con su culpa y su
vergüenza. "Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no peques más".
Jesús no quiere condenar, sino liberar, con su decisión asegura la vida
a la mujer, dándole así un nuevo impulso vital, una nueva oportunidad. Cierto
que Jesús no declara por bueno lo que la mujer ha hecho. Lo que Jesús desea es
este nuevo comienzo para la mujer.
Esta historia pertenece a las cumbres más altas del evangelio, porque en
ella se revela de una manera visible todo el sentido de la salvación que Jesús
nos ofrece. No es como la que ofrece Juan el Bautista; para el Bautista, la
conversión es la condición para recuperar la comunión con Dios, para volver a
ingresar en la comunidad del pueblo de Dios. Jesús va al encuentro de los
hombres y los acoge en la comunión divina, en el ámbito del amor de Dios que
otorga vida y confía en que tal comportamiento, ese perdón de los pecados,
pueda tocar al hombre en lo más íntimo, a fin de moverle de esa manera a la
conversión. El perdón de los pecados que Jesús otorga gratuitamente provoca la
conversión; la conversión es la consecuencia del perdón, no su condición
propia. Este es el nuevo orden -el Reino de Dios- que Dios hace presente en el
mundo mediante la palabra y la vida de Jesús, su Hijo, un orden en el que Dios
se manifiesta a los hombres fundamentalmente como el Dios del amor
incondicional, lo cual se ve claramente en el perdón incondicional de los
pecados, como el que Jesús práctica, El hombre vuelve a encontrarse a sí mismo,
al saberse amado y acogido por Dios. Es una liberación de todas las presiones y
miedos.
7.- Este fragmento presenta un problema de crítica textual. Se trata de
una narración insertada en el evangelio de Juan de forma posterior: lo confirma
el hecho de no encontrarse en ninguno de los textos griegos orientales
importantes y que ningún comentarista griego lo conoce antes del 900. Sí, en
cambio, era conocido desde antiguo en Occidente y san Jerónimo lo incluye en la
Vulgata. Pese a este problema, es un texto canónico y sintoniza perfectamente
con el modo de actuar de Jesús. Una hipótesis sobre el retraso en entrar en el
texto evangélico sería el choque que produciría esta acción de Jesús comparada
con la disciplina penitencial de la primera comunidad. También es preciso notar
que la narración no tiene el estilo de los textos joánicos, sino que se parece
más al estilo y al pensamiento del evangelio de Lucas. Incluso en algunos
antiguos manuscritos se encuentra situado en este evangelio.
- "Los letrados y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio":
Traen a Jesús una mujer acusada de adulterio para que se defina sobre la
conveniencia de aplicarle la pena capital prevista en la Ley de Moisés. No hay
coincidencia al afirmar si el Sanedrín tenía en este momento competencias para
ejecutar este tipo de sentencias. Propiamente el evangelio de Juan niega esta
capacidad (18,31). Por eso la pregunta a Jesús es una trampa: si la absuelve va
contra la Ley, si la condena se enfrenta con el poder romano; es un dilema
idéntico al de la cuestión sobre el pago del tributo al César.
- "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra ":
Una primera impresión sería que Jesús se muestra indiferente ante el pecado: se
entretiene dibujando en el suelo y da una respuesta que parece imposibilitar
cualquier juicio humano. Es preciso, sin embargo, situar la actitud y las
palabras de Jesús en relación con la motivación del dilema que se le presenta.
La mujer, el pecado y la Ley están en manos de los fariseos como unos simples
juguetes para poner en falso a Jesús. Por eso devuelve al pecado y a la Ley
toda su fuerza para hacerlos recaer sobre los acusadores. Y a la mujer le
devuelve la paz, con el perdón y un futuro nuevo: "Tampoco yo te condeno.
Anda, y en adelante no peques más". No excusa el pecado, pero perdona al
pecador. Quizás el impacto de la narración lo podríamos resumir recordando el
comentario de san Agustín: "Dos se encontraron, la miseria y la
misericordia".
JOAN NASPLEDA, MISA DOMINICAL 1995, 4
PROPUESTA
DE CANTOS DE V DOMINGO CURESMA CICLO C
Tema: Mujer adultera (Juan 8, 1-11)
ENTRADA: NUEVA CREACION
CAMINA, PUEBLO DE DIOS,
CAMINA, PUEBLO DE DIOS,
NUEVA LEY, NUEVA ALIANZA
EN LA NUEVA CREACIÓN.
CAMINA PUEBLO DE DIOS.
CAMINA PUEBLO DE DIOS.
Mira allá en el Calvario,
en la roca hay una cruz,
muerte que engendra la vida,
nuevos hombres, nueva luz.
Cristo nos ha salvado
con su muerte y resurrección.
Todas las cosas renacen
en la Nueva Creación.
Cristo toma en su cuerpo,
el pecado, la esclavitud;
al destruirlos nos trae
una nueva plenitud.
Pone en paz a los hombres,
a las cosas y al Creador.
Todo renace a la vida
en la Nueva Creación.
COLECTA: VASO NUEVO
Gracias quiero darte
por amarme, Gracias quiero darte yo a ti, Señor. Hoy soy feliz porque te
conocí; Gracias por amarme a mí también.
YO QUIERO SER, SEÑOR AMADO,
COMO EL BARRO EN MANOS DEL ALFARERO, TOMA MI VIDA,
HAZLA DE NUEVO, YO QUIERO SER UN VASO NUEVO. (2).
Te conocí y te amé;
te pedí perdón y me escuchaste. Si te ofendí, perdóname, Señor,
pues te amo y nunca
te olvidaré
DONES:
JUNTO AL VINO Y AL PAN
JUNTO AL VINO Y AL
PAN, YO TE
TRAIGO MI VOZ VIDA
EN UNA CANCIÓN, PARA TI SERÁN.
TRAIGO RISA Y
DOLOR, TRAIGO AL
MUNDO SIN LUZ DE
LOS HOMBRES LA SED PARA QUE LA CALMES TU.
El agua de la risa de
los niños
El viento de las
madres al cantar
Hoy, para Ti serán Oh
Señor.
El fuego de la fuerza
de los hombres
La tierra de su débil
corazón
Hoy para Ti serán,
Oh Señor
COMUNION:
NADIE TE AMA COMO YO
Cuánto he esperado este momento,
cuánto he esperado que estuvieras así,
cuánto he esperado que me hablaras,
cuánto he esperado que vinieras a Mí.
Yo sé bien a qué has venido,
yo sé bien por qué has llorado,
yo sé bien lo que has sufrido,
pues de tu lado no me he ido.
PUES NADIE TE AMA COMO YO (BIS). MIRA LA CRUZ, ÉSA ES MI MÁS GRANDE PRUEBA,
NADIE TE AMA COMO YO.
PUES NADIE TE AMA COMO YO (BIS). MIRA LA CRUZ, FUE POR TI, FUE PORQUE TE AMO,
NADIE TE AMA COMO YO.
Yo sé bien lo que me dices,
aunque a veces no me hablas,
yo sé bien lo que en ti sientes,
aunque nunca lo compartas,
yo a tu lado he caminado, junto a ti,
yo siempre he ido, a veces te he cargado,
yo he sido tu mejor amigo,
pues nadie te ama como yo.
¿QUIÉN TE HA CONDENADO?
¿QUIÉN TE HA CONDENADO MUJER? NINGUNO SEÑOR, NINGUNO TAMPOCO
YO TE CONDENO, ANDA Y NO PEQUES MÁS
1. Quien se ve limpio de pecado
ante la mirada de Dios.
Nuestras piedras arrojadizas
se caen de vergüenza y confusión.
2. Cristo inocente no condena,
quiere ser nuestro salvador,
nos levanta de la caída
y llena de alegría el corazón.
SALIDA: MADRE DE LOS CREYENTES
MADRE DE LOS CREYENTES
QUE SIEMPRE FUISTE FIEL
DANOS TU CONFIANZA, DANOS TU FE. (2)
Pasaste por el mundo en medio de tinieblas,
sufriendo a cada paso la noche de la fe;
sintiendo cada día la espada del silencio,
a oscuras padeciste el riesgo de creer.
La fe por el desierto a lomos de un asnillo;
la fe cuando en las bodas, Jesús se hizo
esperar,
la fe cuando pensaron que el hijo estaba
loco,
la fe sobre el Calvario al borde de acabar.