CÓMO
REBATIR LAS 14 EXCUSAS MÁS HABITUALES PARA NO CONFESARSE
Cuando se trata de
acercarse al sacramento de la confesión es muy común escuchar algunos de los
siguientes «motivos» para justificar su inutilidad o su inconveniencia. Estos
son los 14 más habituales:
¿Quién es el señor cura para perdonar los pecados?
Sólo Dios puede perdonarlos Sabemos que el Señor
les dio ese poder a los Apóstoles; además, ese argumento lo he leído antes...
precisamente en el Evangelio: lo decían los fariseos, indignados, cuando Jesús
perdonaba los pecados... (consúltese Mt 9, 1-8)
Yo me confieso directamente con Dios, sin
intermediarios
Genial ... pero hay algunos «peros» que se tienen
que considerar... ¿Cómo sabes que Dios acepta tu arrepentimiento y te perdona?
¿Escuchas alguna voz celestial que te lo confirma?
¿Cómo sabes que estás en condiciones de ser
perdonado? Te darás cuenta de que la cosa no es tan sencilla... Una persona que
roba un banco y se niega a devolver el dinero, por más que se confiese
directamente con Dios o con un sacerdote, si no tiene intención de reparar el
daño hecho -en este caso, devolver el dinero-, no puede ser perdonada... porque
ella misma no quiere «deshacerse» del pecado.
¿Por qué le voy a decir mis pecados a un hombre
como yo?
Porque ese hombre no es un hombre cualquiera: tiene
el poder especial para perdonar los pecados (el Sacramento del Orden). Esa es
la razón por la que tienes que acudir a él.
¿Por qué le voy a decir mis pecados a un hombre que
es tan pecador como yo?
El problema no radica en la «cantidad» de pecados:
si es menos, igual o más pecador que tú.... No vas a confesarte porque sea
santo e inmaculado, sino porque te puede dar la absolución, un poder que tiene
por el Sacramento del Orden, y no por su bondad. Es una suerte -en realidad,
una disposición de la sabiduría divina- que el poder de perdonar los pecados no
dependa de la calidad personal del sacerdote, cosa que sería terrible, ya que
uno nunca sabría quién sería suficientemente santo como para perdonar. Además,
el hecho de que sea un hombre y que como tal tenga pecados, facilita la
confesión: precisamente porque sabe en carne propia lo que es ser débil, te
puede entender mejor.
Me da vergüenza
Es lógico, pero hay que superarla. Hay un hecho
comprobado universalmente: cuanto más te cueste decir algo, tanto mayor será la
paz interior que consigas después de decirlo. Y cuesta, precisamente, porque te
confiesas poco; en cuanto lo hagas con frecuencia, verás cómo superarás esa
vergüenza.
Asimismo, no creas que eres tan original.... Lo que vas a decir, el sacerdote ya lo ha escuchado miles de veces. A estas alturas de la historia, es difícil creer que puedas inventar pecados nuevos.
Por último, no te olvides de lo que nos enseñó un gran santo: el Diablo quita la vergüenza para pecar, y la devuelve aumentada para pedir perdón. No caigas en su trampa.
Siempre me confieso de lo mismo
Eso no es problema. Hay que confesar los pecados
que uno ha cometido, y es bastante lógico que nuestros defectos sean siempre
más o menos los mismos. Sería terrible ir cambiando constantemente de defectos;
además, cuando te bañas o lavas la ropa, no esperas que aparezcan manchas
nuevas, que nunca antes habías tenido; la suciedad es más o menos siempre del
mismo tipo. Para desear estar limpio basta con querer remover la mugre...
independientemente de cuán original u ordinaria sea.
Siempre confieso los mismos pecados
No es verdad que sean siempre los mismos pecados:
son diferentes, aunque sean de la misma especie. Si yo insulto a mi madre diez
veces, no se trata del mismo insulto, cada vez es uno distinto; así como no es
lo mismo matar a una persona que a diez: si asesiné a diez no es el mismo
pecado, sino diez asesinatos distintos. Los pecados anteriores ya me han sido
perdonados, ahora necesito el perdón de los «nuevos», es decir, de los
cometidos desde la última confesión.
Confesarme no sirve de nada, sigo cometiendo los
pecados que confieso
El desánimo puede hacer que pienses: «es lo mismo
si me confieso o no, total, nada cambia, todo sigue igual». No es verdad. El
hecho de que uno se ensucie, no hace concluir que es inútil bañarse. Alguien que
se baña todos los días, se ensucia igual todos los días. Pero gracias a que se
baña, no va acumulando mugre, y puede lucir limpio. Lo mismo pasa con la
confesión. Si hay lucha, aunque uno caiga, el hecho de ir sacándose de encima
los pecados hace que sea mejor. Es mejor pedir perdón, que no pedirlo. Pedirlo
nos hace mejores.
Sé que voy a volver a pecar, lo que muestra que no
estoy arrepentido
Depende... Lo único que Dios me pide es que esté
arrepentido del pecado cometido y que ahora, en este momento, esté dispuesto a
luchar por no volver a cometerlo. Nadie pide que empeñemos el futuro que
ignoramos. ¿Qué va a pasar en quince días? No lo sé. Se me pide que tenga la
decisión sincera, de verdad, ahora, de rechazar el pecado. El futuro hay que
dejarlo en las manos de Dios.
¿Y si el confesor piensa mal de mí?
El sacerdote está para perdonar. Si pensara mal,
sería un problema suyo del que tendría que confesarse. De hecho, siempre tiende
a pensar bien: valora tu fe (sabe que si estás ahí contando tus pecados, no es
por él, sino porque crees que él representa a Dios), tu sinceridad, tus ganas
de mejorar, etcétera.
Supongo que te darás cuenta de que sentarse a escuchar pecados, gratuitamente -sin ganar un peso-, durante horas, si no se hace por amor a las almas, no se hace. De ahí que, si te dedica tiempo, te escucha con atención, es porque quiere ayudarte y le importas. Aunque no te conozca te valora lo suficiente como para querer ayudarte a ir al Cielo.
¿Y si el sacerdote después le cuenta a alguien mis
pecados?
No te preocupes por eso. La Iglesia cuida tanto
este asunto que aplica la pena más grande que existe en el Derecho Canónico -la
excomunión- al sacerdote que se atreviera a decir algo que conoce por la
confesión. De hecho hay mártires por el sigilo sacramental: sacerdotes que han
muerto por no revelar el contenido de la confesión.
Me da pereza
Puede ser toda la verdad que quieras, pero no creo
que sea un obstáculo verdadero, puesto que es bastante fácil de superar. Es
como si uno dijese que hace un año que no se baña porque le da pereza..
No tengo tiempo
No creo que te creas que en los últimos meses no
hayas tenido disponibles diez minutos para confesarte. ¿Te animarías a comparar
cuántas horas de televisión has visto en ese tiempo? Multiplica el número de
horas diarias que ves por el número de días.
No encuentro un padre
Los sacerdotes no son una raza en extinción, hay
miles de ellos. En el último de los casos, en las páginas amarillas, busca el
teléfono de tu parroquia; si ignoras el nombre, busca por la diócesis, así será
más sencillo. De este modo podrás saber, en tres minutos como máximo, el nombre
de un padre con el que te puedes confesar, e incluso concertar una cita para
que no tengas que esperar.
P. Eduardo Volpacchio