¡SETENTA VECES
SIETE!
COMENTARIO
A Pedro le interesan mucho estos
consejos sobre la vida fraternal; había oído ciertas discusiones de los rabinos
sobre el tema del perdón: “¿A tu mujer?... Puedes perdonarla una vez… ¿A tu
hermano? Debes perdonarle hasta cinco veces”. ¿Qué es lo que piensan Jesús?
¿Cuántas veces tendré que perdonar? ¿Siete veces? Siete veces, no; setenta
veces siente. Ante esta respuesta, una de las más locas de todo el evangelio,
podemos encontrarnos en este momento en un estado de drama o de inmensa calma.
Drama: El Señor está pidiéndonos un perdón muy difícil y todo se rebela en
nosotros frente a esta idea. Calma: nuestra vida es tranquila y esta exigencia
de Jesús nos parece fácil: desde luego, siempre habrá que perdonar. Miremos a
nuestro alrededor. ¿Quién perdona? Incluso se piensa que perdonar sería dar más
ánimos a los imperdonables: “Anda, no te preocupes”. Obedecer a Jesús exige un
cambio ya muy conocido.
Jesús me invita al perdón inmediato, sean cuales fueren mis heridas y
mis rebeldías. Inmediato.
Matamos en nosotros al evangelio y matamos nuestra vida cuando
contemporizamos, cuando pensamos que no estamos en estado de hacer lo que Jesús
nos pide. A nosotros nos toca permanecer ante la llamada suplicando a Jesús:
quiero pero no puedo ¡Ayúdame!. Si no tengo problemas, la exigencia de Jesús es
una buena medicina preventiva, me sumerge contra corriente de un mundo
orgulloso que rechaza el perdón. El orgullo sabe disfrazarse muy bien de honor,
de sentido común, de justicia, de legítima defensa, de procurar no favorecer
los malvados, que eso es lo primero que hay que eliminar: “Tú orgullo, no te
mezcles en esto”.
Con este aire más limpio se puede entonces examinar la idea de que hay
realmente perdones malos. Cuando acepto sonreír y tender la mano porque eso me
va bien, no perdono, sino que soy un astuto. Cuando excuso a un tirano que
aplasta a los débiles, no perdono, sino que tengo miedo.
El evangelio nos ofrece un medio de cultivar en nosotros la aptitud
para una pronta reconciliación: situar nuestros perdones en el perdón de Dios.
No somos nunca el justo que otorga su clemencia a un miserable pecador. Todos,
él y nosotros somos perdonados, invitados a entrar en una misma lógica del
perdón. Es lo lógica del Padrenuestro: “Perdóname como se perdona a un hijo,
pues procuro ser tu hijo perdonando”. Afirmar: “Nunca negaré a nadie el perdón”
es decir: “Deseo seguir siendo de la familia de Dios”.
R.P. Roland Vicente Castro Juárez
ANTIFONA DE ENTRADA
Señor, da la paz a los que esperan en ti, y saca veraces a tus
profetas, escucha la súplica de tus siervos y de tu pueblo Israel.
ORACION COLECTA
Míranos,
oh, Dios, creador y guía de todas las cosas y concédenos servirte de todo
corazón, para que percibamos el fruto de tu misericordia. Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura
del Libro del Eclesiástico 27, 33. 28, 9
El furor
y la cólera son odiosos: el pecador los posee. Del vengativo se vengará el
Señor
y llevará
estrecha cuenta de sus culpas.
Perdona
la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas.
¿Cómo
puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor?.
No tiene
compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados?.
Si él,
que es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados?.
Piensa en
tu fin y cesa en tu enojo, en la muerte y corrupción y guarda los mandamientos.
Recuerda
los mandamientos y no te enojes con tu prójimo, la alianza del Señor, y perdona
el error.
SALMO RESPONSORIAL (102)
El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice, alma mía al Señor, y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R.
El perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él
rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R.
No está siempre acusando, ni guarda rencor perpetuo. No nos trata
como merecen nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas. R.
Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad
sobre sus fieles; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros
nuestros delitos. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 14,
7-9
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí
mismo.
Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor. En la
vida y en la muerte somos del Señor.
Para esto murió y resucitó Cristo, para ser Señor de vivos y muertos.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO Jn 14, 7-9
Aleluya. Les doy un mandamiento
nuevo, dice el Señor: que se amen unos a otros, como yo los he amado. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús
le preguntó: Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?
¿Hasta siete veces?.
Jesús le contesta: No te digo hasta siete
veces sino hasta setenta veces siete.
Y les propuso esta parábola: Se parece el
Reino de los Cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados.
Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como
no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus
hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El empleado, arrojándose a sus pies, le
suplicaba diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.
El señor tuvo lástima de aquel empleado y
lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el empleado aquel
encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y agarrándolo lo
estrangulaba diciendo: Págame lo que me debes.
El compañero, arrojándose a sus pies, le
rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré.
Pero él se negó y fue y lo metió en la
cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido,
quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces
el señor lo llamó y le dijo: ¡Siervo malvado!. Toda aquella deuda te la perdoné
porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero,
como yo tuve compasión de ti?.
Y el señor, indignado, lo entregó a los
verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con ustedes mi Padre del
cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano.
PLEGARIA UNIVERSAL
A Dios Padre, compasivo y misericordioso, siempre dispuesto
a perdonar nuestros errores y pecados, digamos con confianza filial: R.
Padre, danos un corazón compasivo.
1.- Por el Papa Francisco, que con tanta
insistencia nos exhorta a la compasión y a la misericordia: que sea escuchado
benignamente por todos. Oremos.
2.- Por las comunidades cristianas,
grandes y pequeñas: que sean el lugar de la misericordia, la acogida y el
perdón para con todos, creyentes y no creyentes. Oremos.
3.- Por todos los países del mundo, que de
algún modo padecen los efectos de la pandemia, para que se compadezcan los unos
de los otros y se tiendan la mano en la reconstrucción de una sociedad más
solidaria. Oremos.
4.- Por todas las familias visitadas este
tiempo por la enfermedad que sean el bueno terrero donde brotan actitudes sinceras de respeto a la fragilidad y al
sufrimiento de quienes tienen a su lado. Oremos.
5.- Por todos los miembros de nuestra
comunidad: que el Espíritu Santo infunda en el corazón de cada uno de los
mismos sentimientos de Cristo Jesús. Oremos.
6.- Por nosotros que participamos en el
Banquete del amor y la misericordia de nuestro Dios: para que recibamos hoy la
fuerza para desterrar de nuestro corazón todo sentimiento de odio y de rencor. Oremos.
Escucha, Padre bueno, las suplicas de tus hijos, infúndenos
tu misericordia y haz que unidos a ti seamos en el mundo manifestación viva de
tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Sé propicio a nuestras suplicas, Señor y recibe complacido estas
ofrendas de tus siervos, para que la oblación que ofrece cada uno en honor de
tu nombre sirva para la salvación de
todos. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION
Que
inapreciable es tu misericordia, oh, Dios. Los humanos se acogen a la sombra de
tus alas.
ORACION
DESPUES DE LA COMUNION
Te pedimos, Señor, que el fruto del
don del cielo penetre nuestros cuerpos y alamas, para que sea un efecto y no
nuestro sentimiento, el que prevalezca siempre en nosotros. Por Jesucristo
nuestro Señor.
PALABRA
DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 14:
Num 21, 4b-9; Sal 77; Jn 3, 13-17.
Martes 15:
Heb 5, 7-9; Sal 30; Jn 19, 25-27.
Miércoles 16:
1Cor 12, 31—13, 13; Sal 32; Lc 7, 31-35.
Jueves 17:
1Cor 15, 1-11; Sal 117; Lc 7, 36-50.
Viernes 18:
Sab 7, 7-10.15-16; Sal 130; Lc 12,
32-34.
Sábado 19:
1Cor 15, 35-37.42-49; Sal 55; Lc 8, 4-15.
Domingo 20: Is
55, 6-9; Sal 144; Fil 1, 20c-24.27ª; Mt
20, 1-16.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Mt 18,
21-35
1.- PERDON. NO ES SOLO DEBER MORAL SINO EL ECO DE LA CONCIENCIA DE HABER
SIDO PERDONADO.
El judaísmo ya conocía el deber del perdón de las ofensas pero todavía
se trataba de una conquista reciente que no conseguía imponerse más que por la
composición de tarifas precisas. Las escuelas rabinas exigían que sus discípulos
perdonasen tantas o tantas veces a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos,
etc..., y estas tarifas variaban según la escuela. Así se comprende que Pedro
preguntase a Jesús cuál era su tarifa, preocupado por saber si era tan severa
como la de la escuela que exigía perdonar siete veces a su hermano.
Jesús contesta a Pedro con una parábola que libra al perdón de toda
tarifa para hacer de él el signo del perdón recibido de Dios. (...). Es la
característica del perdón cristiano: se perdona como se ha sido perdonado, uno
se apiada de su compañero porque se han apiadado de él (vv. 17 y 33; Os 6. 6;
Mt 9. 13; 12. 7).
El perdón ya no es únicamente un deber moral con tarifa, como en el
judaísmo, sino el eco de la conciencia de haber sido perdonado. Así llega a ser
una especie de virtud teologal que prolonga para el provecho del otro el perdón
dado por Dios (Col 3. 13; Mt 6. 14-15; 2 Co 5. 18-20). (...).
La Eucaristía dominical tiene una evidente dimensión penitencial: en
ella proclama y ejerce la Iglesia el perdón de Dios, puesto que no es otra cosa
que la asamblea de los pecadores pendientes de la iniciativa misericordiosa de
Dios. Pero la fraternidad de los cristianos eucaristiados y perdonados no es
real y significante para el mundo sino en la medida en que colaboran
efectivamente en las empresas humanas del perdón, de manera especial en la
edificación de la paz.
MAERTENS-FRISQUE
- NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII -MAROVA MADRID 1969.Pág.66 y 67
2. GRATUIDAD/MDA: LA TRADICIÓN
BÍBLICA PRESENTA A UN DIOS QUE AMA A UN PUEBLO QUE NO SE LO MERECE.
Quizá la característica más expresiva que tiene esta misericordia de
Dios, manifestada no sólo en su perdón al mal uso de nuestra libertad, sino en
toda su relación con nosotros, es la imposibilidad de poder ser pagada de
alguna manera por el hombre. Es auténtico amor a fondo perdido. Dios nada gana
con querernos.
La tradición bíblica presenta a un Dios que ama a un pueblo que no se lo
merece ni por su grandeza cultural, ni por su poderío político, ni por su
fidelidad religiosa, ni por ningún otro valor antecedente. Es un Dios loco de
amor por su pueblo. No existe otra razón. A nosotros se nos invita a actuar en
esta dirección de gratuidad, amando a los enemigos o invitando a quien no nos
puede invitar.
Comerciar con el amor y la relación humana "también lo hacen los
publicanos y fariseos". (...) La seguridad del amor de Dios como gracia
inmerecida e impagable aparta de nosotros todo escrúpulo legalista y potencia
nuestra decisión de entrega más allá de cualquier norma establecida.
En una sociedad utilitarista competitiva y comercial la gratuidad
resulta de difícil comprensión. El creyente se ve también afectado e incluso
contagiado por este entorno que lo rodea. La búsqueda de influencias sociales,
el cultivo interesado de las "relaciones públicas" el estar a bien
con quien nos puede valer, el hacer favores para poderlos cobrar son
tentaciones de cada día. Desde el utilitarismo habitual, preguntarse para qué
me puede servir o perdonar a quien no me puede pagar en la misma moneda suele
ser un interrogante que brota de forma espontánea.
La referencia a un Dios que se nos da como pura gracia, de manera
gratuita, ha de servirnos no sólo para organizar evangélicamente nuestro
corazón, sino también para purificar las acciones de nuestra comunidad y no
confundir el proselitismo con el verdadero servicio.
EUCARISTÍA 1987/44
3. A-DEO/A-H. NOSOTROS CREEMOS Y VIVIMOS
COMO SI FUERAN DOS RELACIONES DISTINTAS. LO CONTRARIO ES LA VERDAD:AMBAS
RELACIONES NO CONSTITUYEN MAS QUE UNA: /Mt/25/31-46.
Esta parábola está construida sobre una doble relación. La relación del
siervo con el rey y la de los siervos entre sí. El siervo malo debía de pensar
que estas dos relaciones son distintas, que su comportamiento para con los
demás siervos no tendría importancia por lo que hace a su relación con el rey.
Lo contrario es la verdad: ambas relaciones no constituyen más que una. Si el
rey está dispuesto a comportarse en relación a los siervos exactamente lo mismo
que ellos se comportan entre sí, es que, en definitiva, hay un único juego de
relación, único aun siendo complejo, de los hombres entre sí y de los hombres
con Dios.
Los hombres no pueden negar el perdón a los demás porque a todos y cada
uno Dios les ha perdonado muchísimo más. Y además, esos mismos hombres no
pueden ignorar que su actitud en lo referente a sus hermanos compromete su
propia situación ante Dios. Si su relación con el prójimo es vivida bajo el
signo de la maldad, no hay razón para que su propia relación con Dios se viva
de otra manera; pero entonces son ellos las víctimas.
LOUIS MONLOUBOU
- LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE MATEO - EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág.
234
4.- Texto: Continúa con la temática del perdón introducida el domingo
pasado. Pedro, la piedra-cimiento del edificio comunitario, pregunta por los
límites del perdón de las ofensas entre hermanos. Preguntar es propio del
discípulo, deseoso de aprender. En un claro indicio del carácter didáctico de
su evangelio, Mateo prodiga las preguntas de los discípulos, y en concreto de
Pedro, al Maestro.
- La pregunta y la respuesta barajan las mismas cifras que baraja
Génesis 4, 24 para hablar de la venganza como base de actuación: "Si la
venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta y siete".
Las cifras barajadas convierten el perdón en la base de actuación superadora de
la venganza. El sentido de la respuesta es que no se pueden poner límites al
perdón: hay que hacerlo siempre.
-La respuesta tiene un desarrollo gráfico en la parábola posterior. No
se trata de una parábola pura, pues el versículo final ofrece la explicación:
Lo mismo hará mi Padre celestial con aquel de vosotros que no perdona de
corazón a su hermano (v. 35).
-Partiendo de esta explicación nos encontramos con la siguiente
equiparación dinámica: aquél de vosotros que no perdona a su hermano se
comporta igual que el empleado incapaz de perdonar una pequeña deuda a un
compañero suyo, después de que a él le han perdonado una enorme deuda. El
perdonado no sabe perdonar; los perdonados por Dios no saben perdonar al
hermano.
-En el conjunto del texto la parábola aporta, pues, un elemento nuevo a
la respuesta inicial dada por Pedro. El discípulo de Jesús no debe poner
límites al perdón, porque él sabe con creces lo que significa ser perdonado. El
discípulo de Jesús tiene motivo para perdonar. El motivo es el perdón que Dios
le otorga a él.
Comentario: El único comentario adecuado a este texto es su puesta en
práctica. Pero ¡atención!
-La venganza de la que se habla en el Génesis 4, 24 era el instrumento
jurídico del que se servían las sociedades primitivas para regular la conducta
en casos de lesión o perjuicio. La venganza trataba de evitar y cortar excesos
a la hora de exigir compensaciones por el daño sufrido. Su concreción era la
ley del talión: ojo por ojo, diente por diente. Es decir, por un ojo, un ojo y
no los dos; por un diente, un diente y no los demás.
-El perdón del que se habla en este texto es la renuncia incluso a la
compensación justa por daños y perjuicios.
-Vistas así las cosas, resulta cada vez más claro lo tantas veces
escrito en estos comentarios: ser discípulo de Jesús es ser diferente, pues
equivale a poner en marcha la utopía.
-El discípulo tiene una buena razón para poder hacerlo pues se sabe
perdonado por Dios y vive desde la experiencia de ese perdón. El discípulo se
sabe envuelto en gracia. Por eso, lo que brota del discípulo nunca serán
exigencias, sino donación, perdón y gracia.
A. BENITO -
DABAR 1990/46
5.- El perdón es una misión de la Iglesia. Esta podría ser la conclusión
de la parábola de este evangelio. Pedro, como tantas otras veces dentro del
evangelio de Mateo, se dirige a Jesús formulándole una cuestión referente al
perdón del hermano. El tema sigue al que empezó el domingo anterior: "Si
tu hermano peca..." (v. 15). Pedro lo plantea todavía dentro de una óptica
típicamente de casuística judía aferrada fuertemente al legalismo. La
generosidad de la ley es grande pero tiene un límite. Perdonando "siete
veces" Pedro pensó probablemente haber dado un paso decisivo hacia las
exigentes metas propuestas por Jesús. La respuesta de Jesús hunde las medidas
calculadas por una visión legalista.
La parábola que sigue, propia también de san Mateo, no hace más que
insistir en el punto central de reflexión propuesto por la primera lectura en
términos de perdón y cantado en el versículo aleluyático en términos de amor:
"que os améis mutuamente como yo os he amado" (Jn 13, 34).
No hay que perder el sentido global del evangelio dentro del marco de
este capítulo 18, porque es muy importante. Dentro de la Iglesia el pecado
sigue siendo una realidad con la que hay que contar. Jesús y el evangelista son
realistas. Luego, si el objeto del plan de Dios es que nadie se pierda, son
inútiles todos los escándalos y el "parece imposible". Estas son
actitudes farisaicas, sobre todo porque denotan no haber asimilado todavía que
la deuda que nunca puede llegar a pagarse es la que todo hombre tiene para con
Dios. En este sentido, la perícopa resalta la importancia que tiene el perdón
entre los hermanos que forman la comunidad; los "pequeños", empleando
la terminología del evangelista. Sin esta firme voluntad de acoger, de
proteger, de salvar lo que quizá pueda perderse, la iglesia, cualquier iglesia,
corre siempre el riesgo de la propia destrucción.
ANTON RAMON
SASTRE - MISA DOMINICAL 1978/16
6.- La primera parte del discurso (18,1-14) nos ha demostrado con
claridad que en la comunidad cristiana existen aún rivalidades, escándalos y
pecados. ¿Cómo conducirse frente a todo esto? La actitud fundamental que hay
que adoptar es el perdón sin límites, porque únicamente el perdón sin límites
("No hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete") se parece al
perdón de Dios. La parábola (18,23-25) -todo es inverosímil en esta parábola,
pero justamente por ello está claro su significado- enseña que el perdón de
Dios es el motivo y la medida del perdón fraterno.
Debemos perdonar a los otros porque sería inconcebible retener para sí
un don inmenso gratuitamente recibido. Debemos perdonar sin medida, porque Dios
nos ha hecho objeto de un perdón sin medida.
Del sentido de la gratuidad del don de Dios es de donde nace el perdón.
El versículo final de la parábola (18,35) considera el amor fraterno como una
condición para obtener el perdón de Dios.
El amor dispone al hombre al perdón. La idea está indudablemente
presente; además, se la afirma también en otros pasajes del evangelio (cfr.
/Lc/07/47). Mas no es ésta la perspectiva más profunda. El perdón fraterno es
más bien consecuencia del perdón de Dios, no respuesta; es someterse
completamente a la acción misericordiosa de Dios de suerte que pueda
desarrollarse en toda su vitalidad y difundirse. En este sentido, perdonar a
los hermanos es signo de la plenitud de la eficacia del perdón de Dios ya
recibido. De hecho, el contraste entre los dos cuadros de la parábola no tiene
como fin principal hacer ver la diversidad del comportamiento divino para con
el hombre que sabe perdonar y para con el hombre incapaz de perdonar. Intenta
más bien hacer ver lo digno que es de condena el siervo que no perdona cuando
él ha sido primero objeto del perdón divino. El siervo es condenado porque
retiene el perdón para sí y no permite que su perdón se convierta en alegría y
perdón también para los hermanos. Es preciso, por el contrario, imitar el
comportamiento de Dios (Mt 5,43-48).
BRUNO MAGGIONI
- EL RELATO DE MATEO - EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 193
7. PERDÓN/TALIÓN:
Primitivamente, una ofensa merecía una venganza "setenta veces
siete" mayor (Gn 4. 24). La ley del talión (Ex 21. 24) redujo la tarifa a
la medida de la falta. Sólo con posterioridad se descubre la noción del perdón.
Y Pedro pregunta por los límites (la constante tentación de la ley) de este
perdón. Para Jesús se ha de perdonar a los demás indefinidamente, porque todos
hemos de tener conciencia de haber sido, nosotros mismos, perdonados sin medida
por Dios: así proclamamos la Buena Nueva del perdón de Dios.