“¡VEN!”
COMENTARIO
Pensar en el Espíritu Santo es
decirle: “¡Ven!”. Entonces, el Espíritu es invasor. Y es menester que nos
invada ya que la vida cristiana es una experiencia de vida invadida por el
Espíritu. El no tiene rostro, pero todos sus nombres dicen que es invasión:
fuego, agua, espíritu, respiración. Viento. Desde que viene, actúa.
Después de la fuerza de la partida, es la fuerza de la marcha hacia
delante. La audacia de hablar, de insistir, de crear. Para ver todo esto
tenemos los Hechos de los apóstoles. (¡Tendríamos que leerlos más!) y cualquier
vida de un santo.
El es el huésped interior, el espíritu de las profundidades que sin él
quedarían sin explorar. El nos arranca de lo superficial, no hace vivir en
donde se hunden las raíces y donde manan las fuentes. Y nos impulsa hasta el
fin: “Les guiará a la verdad completa” (Jn. 16, 13). Puede hacer que se
recorran enseguida itinerarios sorprendentes. El evangelio de hoy nos revela
este poder de transformación inmediata y total. A unos hombres aterrorizados
les dice Jesús: “Yo les envío”. ¿Unos pobres hombres enviados a la conquista
del mundo?. Sí, pero Jesús añade: “Reciban el Espíritu”. Nos lo dio y no lo sigue dando. Podemos
recibir el Espíritu: esto depende de la fuerza de nuestro “”¡ven!”. ¿Por qué pedimos tan poco el Espíritu? ¿Por
miedo a unos mundos extraños de iluminación de “carismas”? ¿O quizás por medio
a comprometernos?.
Si digo “¡Ven!”, ¿hasta dónde me llevará?. Quizás ante los tribunales.
Lo dice el evangelio: “Cuando les entreguen a los tribunales, no se preocupen
por lo que van a decir; será el Espíritu de su Padre quien hable por medio de
ustedes”. Decir “¡ven!” al Espíritu puede llevar muy lejos.
Desde los primeros mártires hasta los perseguidos en muchas partes del
mundo, de nuestra América Latina y del Perú (Tenemos tres beatos mártires), ir
hasta el fin es arriesgarse a la cárcel, a la tortura, a la muerte. ¿Y nosotros
no? ¿Quién puede prever cuál será nuestro mañana?.
No hay dos evangelios ni dos Espíritus.
La única verdadera devoción al Espíritu Santo es decirle: “¡Ven!”, no
para una cita tranquila con él, sino para dar el paso de amor y de valentía que la vida nos pide.
R.P. Roland Vicente Castro Juárez
ANTIFONA DE ENTRADA Sb 1, 7
El
Espíritu del Señor lleno la tierra y todo lo abarca, y conoce cada sonido.
Aleluya.
ORACION COLECTA
Oh, Dios, que por el misterio de esta
fiesta santificas a toda tu Iglesia en medio de los pueblos y de las naciones,
derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y
realiza ahora también, en el corazón de tus fieles, aquellas maravillas que te
dignaste hacer en los comienzos de la predicación evangélica. Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los
apóstoles 2, 1-11
Al
llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De
repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa
donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se
repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y
empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el
Espíritu le sugería.
Se
encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la
tierra. Al oír el ruido acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque
cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos,
preguntaban: «¿No son galileos todos esos que están hablando?. Entonces, ¿cómo
es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa?.
Entre
nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea,
Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la
zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros
judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos
hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.».
SALMO RESPONSORIAL ( 103)
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!. Cuántas son
tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas. R.
Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envias tu
aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. R.
Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Que le sea
agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12 3b-7. 12-13
Hermanos: Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción
del Espíritu Santo.
Hay diversidad de dones,
pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y
hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada
uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Porque, lo mismo que el
cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar
de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Todos nosotros, judíos y
griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para
formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos la llama de tu amor. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio
según san Juan 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los
discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en
esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a ustedes.».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos
se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a ustedes. Como el
Padre me ha enviado, así también os envío yo.».
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Reciban el
Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a
quienes se los retengan, les quedan retenidas.».
PLEGARIA UNIVERSAL
Hermanos, llega hoy a su plenitud el tiempo pascual. Hace cincuenta días celebramos con gozo la
resurrección del Señor, hoy celebramos la madurez y el cumplimiento de la
Pascua. Pidamos a Jesús resucitado que nos dé el mejor de sus dones: el Espíritu
Santo. Digamos juntos: R.- Envíanos tu Espíritu Santo.
1.- Para que podamos amar a todas las personas sin distinción, sin hacer acepción de personas,
especialmente a los que más sufren y a los marginados. R.
2.- Para que nos convirtamos al
Evangelio, y viviendo el mandato del amor transformemos nuestra sociedad. R.
3.- Para que en nuestro mundo sean realidad la convivencia, el respeto,
la fraternidad y el amor desinteresado. R.
4.- Para que los cristianos seamos instrumentos válidos para la
evangelización, testigos de tu verdad y signo de la esperanza que no defrauda. R.
5.- Para que podamos erradicar del mundo el egoísmo, la envidia, el
rencor y la discordia de las familias, y
las injusticias de los pueblos. R.
6.- Para que seamos dóciles a la acción
de Dios en nuestras vidas y dejemos que el viva en nuestros corazones.
R.
Envíanos tu Espíritu Santo y haz que su presencia activa en nuestra historia
convierta los corazones a ti y nos acerque a todos a la santidad a la que tú
nos llamas. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos, Señor, que, según la promesa de tu Hijo, el Espíritu Santo
nos haga comprender más profundamente la
realidad misteriosa de este sacrificio y se digne llevarnos al conocimiento
pleno de toda la verdad revelada. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTIFONA DE
COMUNION Hch
2, 4.11.
Se llenaron todos de Espíritu Santo
y hablaron de las grandezas de Dios. Aleluya.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Oh,
Dios, que has comunicado a tu Iglesia los bienes del cielo, conserva la gracia
que le has dado, para que el don infuso del Espíritu Santo sea siempre nuestra
fuerza, y el alimento espiritual acreciente su fruto para la redención eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y
SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 24: Gn
3, 9-15.20; (o bien Hch 1, 12-14); Sal 86; Jn 19, 25-34.
Martes
25: Eclo 35, 1-15; Sal 49; Mc 10, 28-31.
Miércoles
26: Ap
21, 1-5; (o bien: Flp 4, 4-9); Sal 44; Mt 11, 25-30.
Jueves
27: Jr 31, 31-34 (o bien : Hb 10, 11-18) Sal 109; Mc
14, 22-25.
Viernes
28: Eclo 44, 1-9-13; Sal 149; Mc 11, 11-26.
Sábado
29: Eclo 51, 17-27; Sal 18; Mc 11, 27-33.
Domingo 30: Dt 4, 32-34.39-40; Sal 32;
Rm 8, 14-17; Mt 28, 16-20.
COMENTARIOS AL
EVANGELIO
1.- El
evangelista quiere demostrar que con la resurrección de Jesús se ha creado una
situación totalmente nueva. La resurrección señala el inicio de una nueva
creación que toma forma en la comunidad neotestamentaria de la salvación.
Con la
exaltación del Resucitado se pasa del tiempo de Cristo al tiempo del Espíritu.
El resucitado actúa en la comunidad con el poder y la actividad del Espíritu.
Este poder y esta actividad manifiestan al mundo la misión que los apóstoles
han recibido de Cristo. Con ocasión del bautismo de Jesús, el ES había
consagrado de manera oficial al Mesías y había inaugurado su actividad pública.
En Pentecostés
el Espíritu hace que el pequeño núcleo de discípulos se presente en público,
asuma el lugar que le toca en la historia de la salvación y que no lo abandone
hasta el retorno del Señor. La misión de los discípulos es anunciar el don de
la reconciliación y de la paz.
Hay cuatro
hechos principales:
1. El saludo, el
don de la paz, que ahora es la paz mesiánica prometida para los tiempos
escatológicos. Paz que, para los discípulos reunidos, quiere decir perdón por
la infidelidad durante la pasión, superación de la incredulidad y victoria
sobre el miedo.
2. La
identificación de Cristo. Es aquel con quien convivieron, al que
crucificaron... sus manos y sus pies...
3. La misión. La
paz y el perdón que ellos reciben deben transmitirlo a todos los hombres.
4. El
"aliento" que indica la realidad y la naturaleza del don que se les
ha hecho. "Recibid el Espíritu". Al principio de la creación el
espíritu planeaba sobre las aguas -Gn 1. 2-, es el soplo de Dios que ha dado
vida al hombre (Gn 2. 7). Así ahora el Espíritu plasma el hombre nuevo e
inaugura la nueva creación.
PERE FRANQUESA -
MISA DOMINICAL 1986, 11
2. ES/MISION:
El evangelio de
hoy fue leído ya el domingo segundo de Pascua, dentro del contexto más amplio
del episodio de Tomás. El fragmento de hoy está centrado en el Espíritu como
don pascual de Cristo resucitado. La escena se desarrolla, efectivamente,
"al anochecer de aquel día", "el primero de la semana" (cf.
20. 1) que, paralelamente al primer día del Génesis, supone el inicio de la
nueva creación y de la nueva alianza. Jesús exhala su aliento sobre el grupo de
los discípulos y les da su Espíritu del mismo modo que Dios infundió su aliento
sobre el primer hombre para darle la vida (cf. Gn 2. 7).
Juan no habla de
misión en su evangelio hasta que en este momento es el Resucitado quien da el
Espíritu y la misión a los discípulos, a los representantes de todos los que,
por su palabra, van a creer en Jesús. Donación del Espíritu y misión están
íntimamente unidos: Jesús les da el Espíritu para que les consagre como lo
consagró a Él y sean enviados como Él fue enviado. La misión supone una oferta
de vida y de salvación a todos los que quieran creer, ya que están llenos de
este Espíritu que es fuente de vida; y Jesús va a estar presente en esta misión
de los discípulos ("el que recibe a mi enviado me recibe a mí",
/Jn/13/20) del mismo modo que el Padre siempre estaba presente en la suya
("el que me ve a mí, ve al que me ha enviado", Jn/12/45).
J. ROCA - MISA
DOMINICAL 1981, 12
3. CR/TESTIGO
La Pascua
comienza de color rojo y termina de color rojo: el Viernes Santo, cuando Jesús
empieza su paso de muerte a vida, el rojo de los ornamentos nos habla de sangre
derramada, de testimonio ardiente; el domingo de Pentecostés, concluimos la
celebración de este paso de muerte a vida con el rojo del fruto, del fuego que renueva
e ilumina, del testimonio de los creyentes transformados por el Espíritu de JC.
Recordar la
entrega de JC y celebrar el don del Espíritu nos invita a pensar en una fe que
haga de nosotros hombres y mujeres con empuje, con ilusión, con entrega. Hombres
y mujeres que quieren vivir de modo que se note que hemos sido tocados por una
sangre derramada con amor infinito, y que hemos sido introducidos en una vida
más fuerte que todo mal. Hombres y mujeres que aman profundamente su fe, y que
creen que por sus venas circula la misma savia que circulaba por las venas de
JC y que quieren compartir esa alegría con todo el mundo.
J. LLIGADAS -
MISA DOMINICAL 1988, 11
4.- A este texto
remitía la siguiente frase de hace dos domingos (del ciclo A): Aquel día sabréis
que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros (Jn.14,20). Aquel
día se refiere a la escena de hoy, a Pentecostés. El autor del cuarto evangelio
concibe este día y esta escena como la inauguración del tiempo último y
definitivo de la historia. Los participantes en la escena son los discípulos.
En el cuarto evangelio este término designa a los creyentes en Jesús. Su
alcance va, pues, más allá de los doce, como también va más allá del día
indicado en el texto la situación de cautela y de miedo.
En el atardecer
del domingo de Pascua Juan sitúa retrospectivamente situaciones de cautela y de
miedo posteriores. Es pues toda la comunidad creyente la que se alegra con los
que vieron a Jesús resucitado. Y es también toda la comunidad creyente la que
recibe el siguiente encargo de Jesús:
Como el Padre me
ha enviado, así también os envío yo. A lo largo de la pasada cuaresma hemos
tenido ocasión de familiarizarnos con el sentido y la función que este envío o
misión tienen en el cuarto evangelio. Se trata de un trabajo fatigoso y
complejo porque choca con tendencias muy arraigadas, que, a pesar de ser
religiosas, pueden desfigurar a Dios y al Hombre. Los creyentes han recibido de
Jesús el encargo de llevar adelante la tarea emprendida por Jesús.
Cuentan para
ello con el mimo Espíritu que él tenía. Es este Espíritu el que eleva a los
cristianos a la categoría de signo visible de gracia y de enjuiciamiento en el
tiempo último y definitivo inaugurado por El.
Comentario. El
creyente en Jesús sabe hoy que Jesús está con el Padre, que él está con Jesús y
que Jesús está con él. Hoy, Pentecostés, cuando el Espíritu de Jesús y del
Padre se posesiona del creyente y lo eleva a sacramento de Dios en el mundo.
Hoy, Pentecostés, cuando el mundo empieza a ser definitivamente nuevo, porque
las gentes pueden entenderse desde su propia peculiaridad, y Babel, es decir,
la confusión deja paso a la comprensión. Hoy, Pentecostés, cuando todos
empezamos a ser conscientes de que formamos un solo cuerpo.
A. BENITO -
DABAR 1990, 31
5.- Texto. La
opción que los discípulos han hecho por Jesús les ha granjeado la enemistad de
los judíos. La expresión miedo a los judíos es de carácter religioso. No
significa miedo al pueblo judío (los discípulos eran judíos), sino miedo a la
exclusión de la sinagoga, decisión esta que los guardianes de la Ley de Dios
habían tomado contra todo el que reconociera a Jesús como Mesías (ver Jn.9,22).
Excluidos de la comunidad creyente, los discípulos de Jesús eran un grupo sin
puesto y sin paz.
La presencia de
Jesús cambia esta situación de los discípulos. Es el Jesús de siempre, al que
habían conocido, con el que habían convivido y por el que habían optado. Jesús
les devuelve primero la paz de la que carecían por estar excluidos de la
sinagoga. En segundo lugar, Jesús les da un puesto y una razón de ser en el
mundo convirtiéndolos en enviados suyos, de la misma manera que él lo había
sido antes del Padre. Surge así la comunidad creyente, que se llamará Iglesia
para distinguirse de la Sinagoga.
A diferencia de
ésta, caracterizada por el espíritu de la Ley, la nueva comunidad se
caracteriza por el Espíritu de Jesús y del Padre. En razón de este Espíritu la
nueva comunidad encarna la oferta de gracia de Dios a los hombres. Las últimas
palabras del texto se pueden parafrasear de la siguiente manera: Vosotros sois
a partir de ahora los responsables de la oferta de mi Padre a todos los
hombres. De vosotros depende ahora esta oferta.
Los
destinatarios de estas palabras no son sólo los doce como a veces se piensa, sino
la totalidad de la comunidad. El trasfondo de este texto no es jerárquico, sino
comunitario. El sentido de estas palabra es a su vez mucho más amplio y rico
que la práctica del actual sacramento de la Penitencia.
Comentario. El
texto de hoy es especialmente significativo para la Iglesia por cuanto que
marca el comienzo y el sentido de su andadura. Por su comienzo la Iglesia nace
excluida de lo que había sido su medio y marco de referencias religiosas.
Históricamente la Iglesia nace sin puesto y contra corriente, pero no respecto
al mundo civil, sino respecto al mundo religioso. El valor de ejemplaridad de
los comienzos de la Iglesia reside en que los problemas le vienen del propio
mundo de la creencia.
La misión de la
Iglesia es ser reveladora de Jesús y, en última instancia, de Dios. La misión
la realiza en la medida en que es portadora del Espíritu de Jesús y de Dios.
Vistas las cosas en sus comienzos históricos (así es como necesariamente las
tiene que ver la exégesis), este Espíritu, que en razón de su origen se llama
santo, está en las antípodas del espíritu que reina en los responsables de la
Ley de Dios. Los retos no le vienen a la Iglesia desde el exterior. El
auténtico reto es su capacidad de apertura al Espíritu de Jesús. Este Espíritu
cambia mucho las cosas. Probablemente las renueva siempre.
A. BENITO -
DABAR 1989, 27
6. C/UNIDAD
Con la
reiteración del saludo en el v.21 se inicia el segundo momento: libertad para
una nueva forma de existencia. Es la misión de la comunidad cristiana, alentada
por el Espíritu del Padre y del Hijo. Una comunidad donde es posible la unidad
dentro mismo de la multiplicidad, donde pueden entenderse personas con ideas
distintas, porque todos están situados en una realidad que los transciende a
todos, al mismo tiempo que los constituye: el Espíritu del Padre y del Hijo. Es
así y sólo así como la comunidad cristiana es referencia de esperanza para los
demás hombres y grupos. Es así y sólo así como es reveladora del Padre.
Es así y sólo
así como es generadora de madurez; una comunidad así, porque da la medida y la
talla de lo que es un grupo de gente madura, se convierte en modelo referencial
para todos. No porque esta comunidad enjuicie a nadie, sino porque la actitud
que se adopte ante ella pone de manifiesto y refrenda lo que cada uno es.
Confrontándose con ella, los hombres pueden conocer su propia situación;
gracias a ella pueden saber si han tomado la dirección satisfactoria o la
dirección frustrante.
DABAR 1980, 31
Viernes Santo,
pascua de resurrección, ascensión y pentecostés: en esta secuencia temporal
celebra la fe el único misterio pascual de la exaltación de Jesús y de la
salvación del hombre.
También el envío
del Espíritu pertenece al acontecimiento pascual y se proclama en el evangelio
de Juan el domingo de pascua.
El saludo
pascual del resucitado es "¡Paz!"; su don es la alegría. Ambas cosas
son frutos del Espíritu Santo (cf. Gál 5,22); él es el gran don pascual que
encierra en sí todos los demás dones. El Espíritu une para siempre a todos los
discípulos con su Maestro, con su Señor resucitado; reúne a todos entre sí e
inaugura un mundo nuevo por medio del perdón de los pecados.
Lo dicho
anteriormente se expresa en la narración de Juan con un gesto: el soplo de
Jesús sobre sus discípulos. Esto evoca el episodio del Génesis (2,7), donde se
dice que Dios exhaló su aliento sobre Adán y éste comenzó a vivir. Aquí también
se trata de una creación, una nueva vida, que es posible al hombre después de
la resurrección.
La conversión y
el perdón de los pecados aparecen siempre en la primera predicación apostólica
impulsada por el Espíritu Santo.
EUCARISTÍA 1989,
22
8.- Los
discípulos tienen miedo a los judíos y se encierran a cal y canto en una casa.
Allí permanecen hasta que la fuerza del Espíritu, como un viento impetuoso, los
eche a la calle y los disperse por toda la tierra. También nosotros, no
obstante creer que Jesús ha resucitado, seguimos teniendo miedo. Sobre todo,
miedo a la vida y a la libertad. Se nos ha educado en el miedo.
Se nos ha dicho
muchas veces que la vida es un peligro, y nos hemos olvidado que el mayor
peligro es renunciar a la vida... por miedo. Contra el miedo que guarda la ropa
e inventa sistemas de seguridad, Jesús nos ofrece la paz verdadera en medio de
los peligros del camino y aún en medio de las persecuciones. Nos ofrece la paz
de los testigos, la paz y el coraje del que predica el evangelio y confiesa que
el mundo no puede dar.
Jesús les
muestra las llagas para que comprueben que es él mismo, el que fue crucificado
y ahora sigue viviendo. Todo el evangelio es la gozosa proclamación de esa
identidad: Jesús, el que padeció bajo Poncio Pilato y no otro, es el Señor. En
esta alegría se cumple lo que Jesús les había prometido (Jn 16,20-22;17,13).
Con esta alegría deberán anunciar a todo el mundo que han visto al Señor y que
el Señor vive. Evangelizar es anunciar la buena noticia, la mejor de todas. Y
esto sólo puede hacerse con inmensa alegría.
Jesús los envía
al mundo lo mismo que él fue enviado por el Padre. La misión de los discípulos,
la evangelización, no será posible sin la fuerza del Espíritu Santo.
El gesto de
Jesús encuentra su antecedente en Gn 2.7. donde se dice que Dios exhaló su
aliento sobre el rostro de Adán y éste comenzó a vivir. También ahora comienza
una nueva vida, una nueva creación. Esta nueva creación proclamada por el
evangelio es obra del Espíritu.
Pero la vida
nueva no es posible sin el perdón de Dios como base de reconciliación entre
todos los hombres. Predicar el evangelio es reconciliar con la fuerza del
Espíritu Santo, es recrear todas las cosas.
EUCARISTÍA 1986,
24
9.- En la
culminación del tiempo de Pascua, leemos una escena del mismo día de Pascua
(que ya leímos el domingo segundo). Eso nos muestra que lo que hoy celebramos
es realmente una de las caras de la resurrección de Jesús.
Jesús resucitado
es, para nosotros, aquel que nos ha dado su mismo Espíritu, su Espíritu Santo.
La resurrección de Jesús significa para los discípulos experimentar que en su
interior tienen aquel mismo Espíritu que movió a Jesús, y que los identifica
con él: incluso Jesús hace el gesto físico de exhalar el aliento sobre ellos,
para significar que les traspasa lo que el lleva en su interior.
Y este don del
Espíritu es lo que hace realidad en el creyente y en la Iglesia lo que Jesús
dice y da en esta aparición a los discípulos: la paz que es la síntesis de
todos los bienes; la misión de anunciar la Buena Noticia, para continuar la
misión que el Padre encomendó a Jesús; el mensaje del perdón y la
reconciliación de los hombres con Dios, de la que los continuadores de Jesús
quedan constituidos también intermediarios.
JOSEP LLIGADAS -
MISA DOMINICAL 1994, 7
10.- En Juan,
Pascua y Pentecostés se unen. El mismo día en que Jesús resucita, «el primer
día de la semana», infunde sobre sus discípulos el Espíritu Santo. Lo hace con
un gesto magnífico: exhalando su aliento sobre ellos. Este soplo recuerda, en
primer lugar, el primer soplo de Dios sobre el hombre, y lo llenó de espíritu
de vida. Jesús comunica a sus discípulos su aliento, su espíritu, el primer día
de la primera semana de la nueva era para la nueva humanidad. Estos discípulos
revivieron y quedaron transformados, recreados; empezaron a ser hombres nuevos,
superando miedos y tristezas.
Por otra parte,
este aliento de Jesús significa que transmite a los discípulos su propio
Espíritu, que es algo suyo y que es el regalo de su Pascua. Ahora los
discípulos, animados por el Espíritu, continuarán la obra de Jesús y harán
presente a Jesús. Es fácil, porque el Espíritu es el mismo.
CARITAS 1991, 1,
pág. 245
11. - El
Espíritu Santo es el aliento de Jesús. Lo que respira la Iglesia es el Espíritu
de Jesús. Lo que nosotros oramos en el Espíritu es la oración de Jesús. Toda
nuestra vida íntima es la vida de Jesús, que el Espíritu nos comunica.
El mismo día de
Pascua, el Señor resucitado, rebosante de Espíritu, exhaló su aliento sobre sus