jueves, 27 de mayo de 2021

LECTURAS Y COMENTARIO SANTISIMA TRINIDAD CICLO B – 30 MAYO 2021

 

CONTEMPLACIÓN TRINITARIA


 

COMENTARO

 

La Santísima Trinidad es el núcleo esencial de la fe cristiana: confesamos a un Dios Trino y Uno a la vez. Y toda nuestra vida espiritual gira en torno a la Trinidad (cuando entramos a la Iglesia; al salir de casa; al concluir o iniciar la Liturgia; cuando el futbolista sale al campo de fútbol; los sacramentos, etc.). En ella gozamos con el secreto más guardado por Dios Padre, Hijo y Espíritu: el amor.

Hay una sugerente leyenda que nos narra, cómo un peregrino, camino de un santuario llamó a una casa y preguntó por el dueño del hogar. Uno de los hijos, le respondió, tranquilo; dígame lo que Ud. desee que, aquí, los tres decidimos. Aquí, los tres, pensamos de igual manera.

La Santísima Trinidad es el hogar donde habitan tres personas que, aún siendo distintas, tienen un mismo fondo; los mismos pensamientos; los mismos ideales. Una de ellas, Jesús, nos manifestó de una forma radical y nítida a la vez, el auténtico rostro de Dios: el amor, con pasión y sin medida, por el hombre. Otra de ellas, el Espíritu, es la permanencia viva, real y operativa de los deseos de un Dios Padre que se nos sigue revelando, día a día, con toda la cercanía de la que es capaz. Y que disfruta cuando ve a sus hijos continuar la misión que Jesús nos encomendó. Dios siempre será un misterio. Se revela y, a la vez, siempre guarda una carta “indescifrable” bajo su manga. Pero, cuando le invocamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, sabemos que estamos llamando a la misma puerta de una misma casa: el cielo.

Dios siempre será un misterio de amor. Y es que, la Trinidad, nos invita a mirar hacia lo alto. Y es que, el amor de Dios, es tan infinitamente gigantesco, tan unitario, tan contemplativo que nos invita a alzar nuestros ojos y descubrir la grandeza de un Dios que se desparrama en tres personas que –aun siendo distintas- tienen un común denominador: el amor; el interés por la humanidad; la comunión entre ellas.

Es un enigma para disfrutarlo, para quedarnos embelesados cantando la gloria de la Trinidad. La Trinidad es la gran familia que vive en el corazón de Dios. Ojala que nosotros, llamándola tantas veces como lo hacemos: ¡EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO!, nos sintiésemos también tocados para  vivir como “UNO” en el amor, en la caridad, en la esperanza, en la fe, en el compromiso y en la fidelidad a la Iglesia.

Nuestro mejor final, para estas palabras, tienen que ser en este día: ¡GLORIA A LA TRINIDAD!.

Así profesamos nuestra fe: Creo en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Así celebramos la liturgia: Por Cristo, a ti Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo.  Así vivimos: empezamos a vivir en el bautismo. Hemos sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Así oramos: en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

R.P. Roland Vicente Castro Juarez

 

 

ANTIFONA DE ENTRADA  

Bendito sea Dios Padre y el Hijo unigénito de Dios y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros.

 

ORACION COLECTA

Dios Padre, que, al enviar al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación, revelaste a los hombres tu admirable misterio, concédenos, al profesar la fe verdadera, reconocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar la Unidad en su poder y grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Deuteronomio 4, 32-34. 39-40

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, su Dios, hizo con ustedes en Egipto, ante sus ojos?.

Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.».

 

SALMO RESPONSORIAL  (32 )

 

Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

 

La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R.

 

La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos, porque él lo dijo, y existió, él lo mandó, y surgió. R.

 

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R.

 

Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R.

 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 14-17

Hermanos: Los que se dejan llevar por

el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios.

Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre).

Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

 

ACLAMACION ANTES DEL EVANGELIO                                        Ap 1, 8.                                                                                                                                                                                                                                                                                               

Aleluya. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene. Aleluya.

 

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a G  alilea, al monte que Jesús les había indicado.

Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.

Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.

Y saben que yo estoy con ustedes  todos los días, hasta el fin del mundo.».

 

PLEGARIA UNIVERSAL

El Espíritu de Dios nos hace llamar a Dios Abba, Padre; por eso podemos orar  con confianza y filial y decir: R.- Escucha, Señor, nuestra oración:

 

1.-  Para que el Señor siga enviando discípulos suyos que anuncien el Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Oremos. R.

 

2.- Para que Dios lleve al mundo a la plenitud y todos los hombres vivamos en autentica fraternidad y solidaridad. Oremos. R.

 

3.- Para que Jesús, nuestro Salvador  y Redentor, nos fascine y atraiga y nos haga testigos creíbles de su Reino. Oremos. R.

 

4.- Para que el Espíritu Santo, que se nos ha dado, sea la fortaleza de los pobres, el consuelo de los desvalidos, la seguridad de los emigrantes y la vida de los hombres. Oremos. R.

 

5.- Para que la vida de la Trinidad resplandezca en el corazón de quienes han consagrado su vida a la alabanza divina y a la contemplación en el claustro. Oremos. R.

 

6.- Para que la celebración del Sacramento del amor nos acerque a la intimidad del Dios uno y trino, que  nos habita, y a la comunión con nuestros hermanos. Oremos. R.

 

 Padre, tu que nos diste el Espíritu que nos hace hijos tuyos, y en Jesús nos mostraste el camino que conduce a ti; escucha nuestras oraciones, fortalece nuestra fe y envíanos a anunciar el Evangelio y a hacer discípulos tuyos. Por Jesucristo nuestro Señor.

 

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Por la invocación de tu nombre, santifica, Señor y Dios nuestro, estos dones de nuestra docilidad y transfórmanos, por ellos, en ofrenda permanente. Por Jesucristo nuestro Señor.

 

ANTIFONA DE COMUNION      Gal 4, 6.

Como son hijos, Dios  envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: “Abba, Padre”.

 

 

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Señor y Dios nuestro, que la recepción de este sacramento y la  profesión de fe en la santa y eterna Trinidad y en su Unidad indivisible, nos aprovechen para la salvación del alma y del cuerpo. Por Jesucristo nuestro Señor.

 

 

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 31: So 3, 14-18 (o bien: Rm 12, 9-16b) Sal: Is 12, 2-6; Lc 1, 39-56.

Martes 01: Tb 2, 9-14; Sal 111; Mc 12, 13-17.

Miércoles  02:  Tb 3, 1-11ª.16-17ª; Sal 24;  Mc 12, 18-27.

Jueves 03: Tb 6, 10-11; 7, 1.9-17; Sal 127; Mc 12, 18b-34.

Viernes 04: Tb 11, 5-17; Sal 145; Mc 12, 35-37.

Sábado 05: Tb 12, 1.5-15.20; Sal; Tb 13, 2-8; Mc 12, 38-44.

Domingo 06: Ex 24, 3-8; Sal 115; Hb 9, 11-15; Mc 14, 12-16.22-26.

 

. COMENTARIOS AL EVANGELIO

Mt 28, 16-2

 

1. Mateo habla aquí por primera y única vez de la reacción de los discípulos de Jesús ante el hecho de la resurrección. En una sola escena recoge la experiencia pascual que todos los evangelistas atestiguan más detalladamente. Por lo tanto, es posible que esta duda de los discípulos o vacilación ocurriera en un momento anterior (Cfr. Lc 24, 11.37, 41; Jn 20, 25). Pero, en cualquier caso, lo importante es notar cómo los discípulos no creyeron fácilmente y no se dejaron llevar por un entusiasmo precipitado que podría disminuir después la credibilidad de su testimonio.

Mateo concluye su evangelio con las siguientes palabras del Señor, que, terminada su obra, envía a sus discípulos a todo el mundo para que "den fruto" (Jn 15, 16). Podemos distinguir tres partes en el discurso de Jesús: a) el titulo de suprema autoridad en el que funda su mandato de ir a todas las naciones, b) el encargo o misión que reciben los discípulos de enseñar y bautizar, c) la promesa de su asistencia en esta tarea que ha de durar hasta el fin de los tiempos.

A partir de su muerte y resurrección, Jesús ha sido constituido en Señor y ha recibido el "Nombre-sobre-todo-nombre" (Fil 2, 9-11). Consciente de su potestad, el Señor envía a sus apóstoles a proclamar el evangelio a todo el mundo. La resurrección y ascensión del Señor significa la universalización de su obra. Si él se limitó a las "ovejas de Israel", los que él ahora envía no deben detenerse ante ninguna frontera.

El que ha sido bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo es de Dios y a Dios ha de obedecer en todo. Pero la voluntad de Dios no es otra que ésta: que seamos sus hijos y que vivamos como hermanos, cumpliendo lo que Jesús nos ha mandado: que nos amemos los unos a los otros.

Mateo cierra su evangelio abriendo los ojos al fin de los tiempos, cuando el Señor vuelva. Mientras tanto, hay una promesa consoladora para los que creen en él y cumplen en la tierra la misión que les ha encomendado: El Señor estará con sus discípulos hasta el fin del mundo. La confesión pública de la fe (la ortodoxia) y la práctica manifiesta del amor fraterno (la ortopraxis) son las señales de esta presencia de Jesús en medio de sus discípulos. Ambas cosas son posibles por la fuerza del Espíritu que nos ha sido dado y que alienta nuestra marcha hacia el Padre.

EUCARISTÍA 1976, 36


 

2. v. 18: La afirmación emplea la voz pasiva. Recurso típico judío por respeto a Dios. Se me ha dado=Dios me ha dado. Cielo y tierra, expresión para designar el universo creado. Toda la frase tiene un acusado colorido bíblico y es desde el trasfondo bíblico desde el que hay que percibir su sentido. Se me ha dado todo poder significa que Dios ha dado la razón a Jesús frente a otras razones. El sentido del término poder no es el de mando, dominio o jurisdicción, sino el de razón y autoridad o, si se prefiere, el de única referencia autorizada.

A. BENITO-  DABAR 1990, 30


 3. PODER/AUTORIDAD
El término poder puede entenderse en dos sentidos: como potestad (potestas) o como autoridad (auctoritas). El poder como potestad es algo conferido a una persona desde fuera de ella y puede no coincidir con unas cualidades o un peso específico en esa persona. La potestad se ejerce. Como autoridad, en cambio, el poder arranca de algo en la persona, algo intrínseco a ella, un peso específico que le hace merecedora de un reconocimiento y una elección por los demás. La autoridad no se ejerce, se vive. El poder que Dios ha dado a Jesús tiene que ver con la autoridad y no con la potestad. En la perspectiva de Mateo la resurrección de Jesús supone el reconocimiento por parte de Dios del valor universal de Jesús. Consecuencia: cualquier persona puede ser su discípulo. Antes no; sólo un judío podía serlo. El v. 19 no es una invitación al proselitismo, sino la formulación de la intencionalidad de Dios. Dios es de y para todos, y no de o para unos pocos.

A. BENITO - DABAR 1987, 31


4. JERUSALEN/GALILEA: En Jerusalén, los dirigentes dan curso entre el viejo pueblo a una mentira duradera. En Galilea, Jesús da curso a la realidad duradera del nuevo pueblo. El sentido del texto funciona una vez más en este evangelio por contraste entre Jerusalén y Galilea. Es la misma disposición que encontrábamos el domingo de Ramos, donde veíamos que ambas localizaciones tienen significado religioso. Para Mateo, en Jerusalén no hay nada que hacer: es el ámbito religioso de la mentira (vv. 11-15). Por eso el autor saca a los once de ese ámbito y los sitúa allí donde Jesús había comenzado (cf Mt 4. 12); más en concreto aún: en el monte de la gran programación de Jesús (cf. Mt 5. 1). Los once son el nuevo pueblo, en contraste con el viejo.

Desde Pascua, el lector sabe que es Jesús quien tiene razón. El Templo ha quedado invalidado, con el velo roto de arriba a abajo. La autoridad, pues, ya no la ejerce el Templo (como pretenden los guías religiosos), sino Jesús: a Él es a quien Dios ha dado la razón. Este es el poder del que se habla en el v. 18).

DABAR 1981, 33


5. La plena manifestación de Jesús tiene lugar en Galilea. Allí habían sido encaminados repetidas veces los discípulos (26,32; 28, 7-10). ¿Por qué en Galilea? Probablemente para significar que Jerusalén había dejado de ser el centro del culto y de la religiosidad. Desde ahora el acceso a Dios, el verdadero templo, no se hallaba circunscrito a un lugar -ni aquí ni en Jerusalén (Jn 4, 21)- sino a una persona, a la persona de Cristo. La plena revelación tiene lugar "en el monte que Jesús les había señalado". Mateo no nos informa de este detalle en su evangelio.

No sabemos de ningún monte que Jesús les hubiese indicado previamente. El monte (MONTE/REVELACION) es mencionado únicamente por razón de su simbolismo. El monte es el lugar de la revelación. La revelación de Dios en el Antiguo Testamento tuvo lugar en el monte Sinaí. La revelación de Jesús (nuevo Moisés; aspecto de Jesús particularmente querido y destacado por Mateo) tiene lugar también en el monte: en el de la transfiguración (donde manifiesta su naturaleza), en el de las bienaventuranzas (donde manifiesta su enseñanza y sus exigencias morales) y en el de Galilea (donde manifiesta su autoridad y misión).

La resurrección de Jesús es un misterio inasequible e increíble desde la lógica humana. Afortunadamente el temor y la duda -no sólo la alegría- fueron vividos en la carne misma de los que más cerca estuvieron de Jesús. Es maravillosa la acotación de Mateo; "al verlo lo adoraron, aunque algunos aún dudaron".

La resurrección de Jesús introdujo un cambio radical en la relación de sus discípulos con él. Durante su vida terrena tenían frente a él la deferencia que el discípulo debe al Maestro. Ahora aparece la relación del creyente frente a su Señor. La postración -gesto reservado para el encuentro con los grandes monarcas divinizados o considerados con categoría divina- de los discípulos, significa claramente que los discípulos habían descubierto la divinidad en él (ver He 2, 36). La duda de algunos es explicable, y hasta plausible. Mientras no llega la convicción profunda de la fe no resulta fácil, resulta imposible, descubrir en Jesús a Dios. Este detalle de la duda de algunos resulta particularmente significativo en la pluma de Mateo, que procura siempre que puede, e incluso a veces forzando los textos, presentar a los discípulos como modelos perfectos. Tal vez porque, cuando se constata la duda, el modelo resulta más humano y atrayente. Aunque no es seguro que Mateo lo haya pensado así.

La autorrevelación de Jesús se centra en su autoridad y la misión que encomienda a sus discípulos. Su autoridad es la misma que la del Hijo del hombre. Y, para formularla, recurre a las mismas palabras de Daniel: "Se le dio imperio, gloria y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su imperio es un imperio eterno que nunca pasará, y su reino, un reino que no será destruido jamás" (Dn 7, 14). El siervo de Yahveh, doliente y humillado es el Hijo del hombre glorificado. Así se definía la verdadera categoría de Jesús después de resucitado. Pero, a continuación, la naturaleza de su autoridad. Una autoridad no impuesta sino aceptada libremente por la inserción en su misterio, el misterio pascual, mediante la recepción del bautismo y manifestada en el esfuerzo permanente por asimilar sus enseñanzas y cumplir sus exigencias. Autoridad ejercida en el ámbito de un discipulado voluntario y comprometido.

Discipulado adquirido de entre todos los pueblos de la tierra. Si durante su ministerio terreno había estado limitado por el tiempo y el espacio -particularismo- ahora caían todas las fronteras. Se inauguraba el universalismo total. De hecho, cuando Mateo escribe su evangelio, se habían roto ya muchas fronteras.

La actividad encomendada a sus discípulos se centra en introducir a los hombres en el misterio de Cristo mediante el bautismo -actividad sacramental- y en la enseñanza de cuanto el Señor dijo e hizo como norma vinculante del discípulo al Maestro, del siervo a su Señor.

El evangelio termina como comenzó. Al principio nos fue anunciado el nombre de Emmanuel (ASC/EMMANUEL), Dios con nosotros, que había sido anticipado por el profeta Isaías (Is/01/23). Ahora se nos asegura que aquella profecía se ha hecho permanente realidad: "estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". En otras palabras, sigue siendo Emmanuel, Dios con nosotros.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT - EDIC MAROVA/MADRID 1976. Pág. 1101


6. GALILEA/SIMBOLO
Contexto. Los relatos pascuales. En ellos Mateo no busca hacer crónica, sino formular el significado de Jesús resucitado. Salvo Mt. 28, 11-15, el resto del capítulo 28 está formulado en términos de anuncio de salvación.

Texto y sentido. Un marco narrativo (vs. 16-17) introduce y destaca unas palabras de Jesús (vs. 18-20).

1. Marco narrativo. Se sitúa en Galilea. Este dato nos remite al comienzo de la actividad de Jesús (Mt. 4, 12). Mateo hace, pues, coincidir el lugar de comienzo de la actividad de la Iglesia con el de comienzo de la actividad de Jesús. Este procedimiento está al servicio de una intencionalidad precisa: unidad indisociable entre Jesús y su Iglesia. Pero hay todavía más: para Mateo, Galilea es algo más que un dato geográfico. Galilea funciona en calidad de símbolo de país desilusionado y sin horizontes, al que Jesús devuelve la ilusión y la esperanza. Para Mateo, pues, la Iglesia devuelve la ilusión y la esperanza a una tierra desilusionada y sin horizontes. La Iglesia es el nuevo pueblo de Dios, que toma el relevo del viejo pueblo judío surgido del monte Sinaí (cfr. La mención del monte en el v. 16). Los once funcionan en Mateo en calidad de germen eclesial.

El v. 17 es un esbozo lacónico de toda la experiencia pascual de los discípulos . Estos tuvieron el gozo de ver a Jesús, pasaron por la indecisión de dudar y terminaron con la certeza de adorar.

2. Palabras de Jesús (vs. 18-20). Síntesis lapidaria de lo más esencial del pensamiento de Jesús acerca de sí mismo, de la Iglesia y del mundo. Su vocabulario y redacción tiene el timbre peculiar e inconfundible de Mateo. Bajo la aparente rigidez de un mosaico bizantino, en estas palabras se respira el gozo profundo de una comunidad que vivía la experiencia de tener al Señor Jesús, Vida, Luz y Fuerza de Dios.

Las palabras están estructuradas formando un tríptico: panel central: vs. 19-20a (en imperativo: mandato de misión); paneles laterales: vs. 18b y 20b (en indicativo: fundamento y garantía del mandato, respectivamente). Nótese el énfasis de totalidad, que se manifiesta en la reiteración del adjetivo "todo".

Versículo 18b. El Padre ha comunicado al Hijo la plenitud de su soberanía sobre el universo. El parecido de este poder con el poder humano se limite a la sola fonética de la palabra "poder". El poder de Dios es creativo y liberador.

Versículos 19-20a. En este mandato no hay ni sombra de los antiguos y modernos ensueños de dominio y proselitismo políticos.

El Mesías omnipotente no aspira a hacer de la universal comunidad humana su imperio. Ser discípulo es entrar en una nueva relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu de Dios. Esta relación relativiza y está muy por encima de todas las formas humanas de convivencia, sean éstas fascistas o democráticas. Sólo quien haya seguido a Mateo paso a paso desde sus comienzos podrá comprender lo que significa ser discípulo y que el mandato de Jesús no tiene nada de propagandístico.

Versículo 20b. Los discípulos tendrán que llevar a término su misión universal en un contexto de sufrimiento, crisis y persecución. Cuando, en la historia bíblica, Dios encomienda a alguien una misión, asegura al hombre comprometido su asistencia eficaz: No temas, yo estaré contigo. Esta asistencia es garantía de eficacia y estímulo de audacia humilde.

DABAR 1978, 29


 

7. Las primeras palabras de Jesús (v. 18b) son una revelación: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra". Con esto declara Jesús que es el cumplimiento de la profecía de Daniel (/Dn/07/13-14) respecto al Hijo del hombre (a lo cual había hecho ya referencia Jesús durante el proceso): "En las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre; se dirigió hacia el anciano y fue conducido a su presencia. Se le dio poder, gloria e imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían; su poder era un poder eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás".

Este "dominio universal" del Señor resucitado es la raíz de donde brota la universalidad de la misión. Todo el breve discurso de Jesús está dominado por la idea de plenitud y universalidad; el adjetivo "todo" aparece cuatro veces (todo el poder, todas las gentes, todo lo que ha ordenado, todos los días). La idea de la misión universal estaba también en el Antiguo Testamento; pero allí en el orden de la espera (la misión universal era una esperanza reservada para el tiempo mesiánico); aquí en el orden del cumplimiento (la misión universal es un hecho).

Hacer discípulos entre todas las gentes no significa necesariamente que todos hayan de convertirse. Lo que importa es que el pueblo de Dios esté "entre todas las gentes". CR/DISCIPULO: El fin de la misión es "hacer discípulos" (19a). La expresión es interesante; contiene todo el significado que posee en el evangelio "discípulo" ("machetes"). Es quizás la definición más sintética y correcta de la existencia cristiana: el cristiano es un discípulo. No se trata de ofrecer un mensaje, sino de establecer una estrecha relación con Cristo; una relación personal y un seguimiento. Los discípulos de los rabinos no colocaban en el primer puesto la relación personal con el maestro, sino la doctrina que el maestro enseñaba. No ocurre así en el evangelio; el discípulo se liga a la persona del Maestro y se compromete a compartir su proyecto de vida.

Dos son las condiciones para hacer discípulos: el bautismo y la enseñanza. La segunda reviste una importancia particular en el evangelio de Mateo. Jesús se define Maestro en polémica con los malos maestros, tales como los escribas y los fariseos (5,19; 15,9). Sólo en nuestro pasaje se dice que los discípulos deben, a su vez, enseñar; pero no son maestros, sino que permanecen como discípulos. Quizás parezca paradójico: discípulos y maestros simultáneamente. Pero es la verdad. No enseñan algo propio, sino solamente "todo lo que les ha mandado". Es una enseñanza con la fidelidad y la dependencia más absolutas; nace de una escucha.

"Estoy con vosotros hasta el fin del mundo", tal es la afirmación que cierra el evangelio de Mateo. Es un final con sorpresa: el Señor resucitado no se ha ido, sino que ha venido. Y la promesa que incluía el nombre de Jesús ("Emmanuel, Dios con nosotros") queda ahí mantenida.

BRUNO MAGGIONI - EL RELATO DE MATEO - EDIC. PAULINAS/MADRID 1982. Pág. 302


 

8. Palabras finales del evangelio de Mateo. Los discípulos van a "un monte" de Galilea. En un monte Jesús sufrió la tentación del poder, en un monte se transfiguró, en un monte proclamó su mensaje. Seguramente que hay que tener en cuenta todas estas indicaciones del evangelio de Mateo para captar toda la riqueza del "monte", que, además, es lugar de la presencia de Dios.

Los discípulos se prosternan. Se hallan ante una manifestación divina. Jesús, que había rehusado todo tipo de poder, ha recibido todo el poder de Dios. Y, con este poder, confía una misión a los discípulos. Los envía a todos los pueblos, también al de Israel, para "hacer discípulos".

Este "haced discípulos" se concreta en "bautizar" y "enseñar".

Bautizar en el nombre de alguien significa establecer con él una relación personal. Por el bautismo entramos en relación personal con el Dios de Jesús, Padre, Hijo y Espíritu Santo. La enseñanza no es otra que la misma de Jesús. Quizá aquí hay que recordar la enseñanza fundamental que Jesús hizo "en el monte" (capítulos 5-7 de este evangelio).

Finalmente Jesús promete su presencia continuada en sus discípulos hasta el fin del mundo.

Aquel deseo del pueblo de Israel se ha cumplido. Dios es el Emmanuel, Dios-con-nosotros. Así, el final del evangelio remite al comienzo, cuando el ángel comunica a José que al niño "le pondrán Emmanuel".

J. M. GRANÉ - MISA DOMINICAL 1993, 7


 

9. ACI DIGITAL 2003

19. Véase 10, 6 y nota: "Sino id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel". Después de Pentecostés S. Pedro abrió la puerta a los gentiles (Hech. 10) para ser "injertados" en el tronco de Israel (Rom. 11, 11 - 24) y manifestó que ello era a causa de la incredulidad de la Sinagoga (ibid. 30 s.) y así lo confirmó el Concilio de Jerusalén (Hech. 15). Más tarde el pueblo judío de la Dispersión rechazó también la predicación apostólica y entonces Pablo les anunció que la salvación pasaba a los gentiles (Hech. 28, 23 ss.) y desde la prisión escribió a los Efesios sobre el Misterio del Cuerpo Místico (Ef. 1, 22), escondido desde todos los siglos (Ef. 3, 9; Col. 1, 26), por el cual los gentiles son llamados a él (Ef. 3, 6), no habiendo ya diferencia alguna entre judío y gentil.


20. Enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado: Las enseñanzas de Jesús fueron completadas, según lo anunciara El mismo (cf. Juan 16, 13), por el Espíritu Santo, que inspiró a los apóstoles los demás Libros sagrados que hoy forman el Nuevo Testamento. De esta manera, según se admite unánimemente (cf. I Tim. 6, 3 y 20), la Revelación divina quedó cerrada con la última palabra del Apocalipsis. "Erraría, pues, quien supusiese que ésta (la jerarquía) estuviera llamada a crear o enseñar verdades nuevas, que no hubiere recibido de los apóstoles, sea por la tradición escrita en la Biblia, sea por tradición oral de los mismos apóstoles". Se entiende así cómo la Jerarquía eclesiástica no es, ni pretende ser, una nueva fuente de verdades reveladas, sino una predicadora de las antiguas, según aquí ordena Cristo, de la misma manera que la misión del tribunal superior encargado de interpretar y aplicar una carta constitucional, y de una universidad encargada de enseñarla, no es la de crear nuevos artículos, ni quitar otros, sino al contrario, guardar fielmente el depósito, de modo que no se disminuya ni se aumente. De ahí, como lo dice Pío XII, la importancia capitalísima de que el cristiano conozca en sus fuentes primarias ese depósito de la Revelación divina, ya que, según declara el mismo Pontífice, "muy pocas cosas hay cuyo sentido haya sido declarado por la autoridad de la Iglesia, y no son muchas más aquellas en las que sea unánime la sentencia de los santos Padres" (Enc. "
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