EL MÁS GRANDE
COMENTARIO
“Una vez en casa”; encontramos en la intimidad
del grupo de apóstoles que está formando Jesús. “Los iba instruyendo”, pues quería
hacerles progresar a partir de sus discusiones. Pero, ellos no comprenden lo
que Jesús les explica, pues les preocupa otra cosa: cuestiones de prestigio y
de superioridad: “¿Quién es el más grande de ellos?”. Ven la fama de Jesús y
tienen la idea verse ministros del futuro Mesías-rey y son los discípulos de
Jesús, a los cuales les ha explicado cuál es el camino duro que hay que seguir
para salvar la vida y salvar a los hombres.
Esto
demuestra que nadie está protegido de la ambición, ni siquiera en el trato con
Jesús. ¡Cuántas personas muy sencillas al comienzo se han dejado llevar por la
ambición y han terminado acaparando las responsabilidades. Pero, el evangelio
debería ser un antídoto eficaz. Al revelarnos los gustos de Jesús, nos revela
los gustos de Dios. Imposible ignorar que Jesús detesta tres cosas: la
hipocresía, el dinero y la ambición. Venido a servir, como repite con
frecuencia, siente muy vivamente que la
ambición es el cáncer del servicio. No
se puede estar lleno de sí mismo y cuidarse de los demás: es algo matemático.
Pero el orgullo sobre todo pervierte lo que debería seguir
llamando la abnegación. La mezcla de los dos deseos, servir y dominar,
es tan pérfida que Jesús reacciona
enérgicamente contra ella. No se
trata de una discusión más o más o menos informal: está
sentado, convoca a los doce, enuncia el precepto evangélico inolvidable que
pone una distancia absoluta entre la voluntad de poder y la abnegación: “Quién
quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.
No se condena el deseo de
ser el primero. Se necesitan personas que sepan mejor que las demás organizar
la vida en común y el trabajo, y sobre todo dirigir la concertación necesaria hasta la no menos necesaria
decisión. Esos jefes son una suerte para todos los equipos, en la
iglesia y fuera de ella, algunos tienen manifiestamente dones para ello. Cuando
el entorno los escoge o los designa una autoridad superior, hurtar el hombre
sería egoísmo y cobardía ante la entrega de sí mismo que esa promoción exige. Y
precisamente Jesús le pide al “primero” un trabajo de servicio que debe
realizarse antes en su corazón. No se trata de
ceder al instinto y a la
vulgaridad: “Hacerse el último”.
La inversión que habrá de realizarse es tan inverosímil que sólo Jesús puede
erigir en principio esa locura: “Hacerse el último”.
Y para estar seguro e que no se buscará una
escapatoria, añade: “El último de todos, el servidor de todos”. Casi sentimos
ganas de decir a los primeros: “¡Animo!”. Por otra parte, Jesús acentuará más
aún la gravedad del servicio: “El que quiera ser el primero, sea esclavo de
todos, porque tampoco este hombre ha venido para que le sirvan, sino para
servir y para dar su vida” (Mc 10, 44-45).
Dar la vida. Los primeros ya están avisados, pero que los demás los estimen y les ayuden
porque los jefes – si dan su vida- pueden ser la imagen más fuerte del
auténtico primero.
R.P.
Roland Vicente Castro Juárez
ANTIFONA DE ENTRADA
Yo soy la salvación del pueblo, dice el Señor.
Cuando me invoquen en la tribulación, los escuchare y seré para siempre su
Señor.
ORACION COLECTA
Oh, Dios, que has
puesto la plenitud de la ley divina en el amor a ti y al prójimo, concédenos
cumplir tus mandamientos, para que merezcamos llegar a la vida eterna. Por nuestro
Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de la Sabiduría 2, 12. 17-20.
Se dijeron los impíos: «Acechemos al justo,
que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara
nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras
son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de
Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la
prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo
condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.».
SALMO
RESPONSORIAL ( 53)
El Señor sostiene mi vida.
Oh Dios, sálvame
por tu nombre, sal por mí con tu poder. Oh Dios, escucha mi súplica, atiende a
mis palabras. R.
Porque unos
insolentes se alzan contra mí, y hombres violentos me persiguen a muerte, sin
tener presente a Dios. R.
Pero Dios es mi
auxilio, el Señor sostiene mi vida. Te ofreceré un sacrificio voluntario, dando
gracias a tu nombre, que es bueno. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol Santiago 3, 16-4, 3
Queridos hermanos: Donde hay
envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que
viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva,
dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera.
Los que procuran la paz están
sembrando la paz, y su fruto es la justicia. ¿De dónde proceden las guerras y
las contiendas entre ustedes?. ¿No es de sus pasiones, que luchan en sus miembros?.
Codician y no tienen; matan, arden en
envidia y no alcanzan nada; Se combaten y no hacen la guerra.
No tienen, porque no piden. Pidan y
no reciben, porque piden mal, para dar satisfacción
a sus pasiones.
ACLAMACION
ANTES DEL EVANGELIO 2Ts 2, 14.
Aleluya. Dios nos llamó por medio el
Evangelio, para que sea nuestra la gloriosa de nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Marcos 9, 30-37
En aquel tiempo,
Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no
quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán;
y, después de muerto, a los tres días resucitará.».
Pero no
entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún,y, una
vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos no
contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y
les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el
servidor de todos.».
Y, acercando a
un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un
niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha
enviado.».
PLEGARIA UNIVERSAL
Invoquemos
con confianza filial a nuestro Padre del cielo y, sabiendo que él siempre nos
escucha, digámosle juntos: R.- Padre, escúchanos.
1.- Para que
con fortaleza y confianza los cristianos del tercer milenio anunciemos el
evangelio. Roguemos al Señor. R.
2.- Para que
los obispos, a ejemplo de Jesucristo, acojan con predilección a los pequeños,
humildes y sencillos. Roguemos al Señor. R
3.- Para que
los pueblos que sufren hambre, guerra o marginación, experimenten la compasión
de Dios en la solidaridad de toda la familia humana. Roguemos al Señor. R.
4.- Para que los perseguidos por ser cristianos
no desistan nunca de su fe en Jesucristo y experimenten que el está a su lado. Roguemos
al Señor. R.
5.- Para que
las personas afectadas por la crisis actual a causa de la pandemia encontremos
nuestra fortaleza en Dios y seamos solidarios entre nosotros.
Roguemos al Señor. R.
6.- Para que
en nuestra comunidad parroquial reinen el amor y la fraternidad y se destierren
la rivalidad, la envidia y toda clase de males. Roguemos al Señor. R.
Padre
santo, todo estoy todo lo que sesean de ti quienes participan de esta Eucaristía,
te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amen.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, en tu bondad las ofrendas de tu pueblo, para que cuanto creemos por la
fe lo alcancemos por el sacramento celestial. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTIFONA DE COMUNION
Yo soy el Buen Pastor, dice el Señor, que conozco a
mis ovejas, y las mías me conocen.
ORACION
DESPUES DE LA COMUNION
Señor, apoya
bondadoso con tu ayuda continua a los que alimentas con tus sacramentos para
que consigamos el fruto de la salvación en los sacramentos y en la vida diaria.
Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 20: Esd 1, 1-6; Sal 125; Lc 8, 16-18.
Martes 21: Ef 4, 1-7.11-13; Sal 18; Mt 9, 9-13.
Miércoles 22:
Esd 9, 5-9; Sal: Tb 13, 2-8; Lc 9, 1-6.
Jueves 23: Ag 1, 1-8; Sal 149; Lc 9, 7-9.
Viernes 24: Ag 2, 15b-2,9; Sal 42; Lc 9, 18-22
Sábado25: Za 2, 5-9.14-15ª; Sal: Jr 31, 10-13; Lc 9, 43-45.
Domingo 26: Nm 11, 25-29; Sal 18; Stgo 5, 1-6; Mc 9, 38-43.45.47-48.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Marcos 9, 30-37
Paralelos: Mt 17,
22-23 Mt 18, 1-5 Lc 9, 43-48
Por
segunda vez, Jesús revela a sus discípulos su muy próxima pasión (v. 31). Al
mismo tiempo, abandona deliberadamente la predicación a las muchedumbres (v.
30), decididamente incapaces de comprenderle, para dedicarse exclusivamente a
la formación definitiva de discípulos.
a)
Pero los apóstoles apenas si comprenden algo más que la muchedumbre. ¿Por qué
habría de ser necesario que el Mesías se sometiera al sufrimiento para obtener
la realeza?
En
algunos versículos anteriores a estos (Mc 9, 9-13), Marcos se hace eco de una
de las discusiones entre los apóstoles: Elías debe encargarse de todos los
preparativos para que el Mesías no tenga más que subir al trono. ¿Por qué,
entonces, un Mesías abocado al sufrimiento? La incredulidad de los apóstoles
tenía, sin embargo, un medio para salir de tal situación: la Escritura podía
revelarles cómo la pasión estaba sugerida por una serie de antecedentes. Parece
que las predicciones, por Cristo, de su pasión están tan fuertemente
impregnadas de referencias al Antiguo Testamento que se pueden descubrir en él
los textos a los que Jesús ha podido hacer alusión. El verbo "ser
entregado" (v. 31) está tomado de Is 53, 6 y 53, 12 y supone toda la
doctrina del Siervo sufriente. La expresión "en manos de los hombres"
(v. 31) proviene de Jer 33, 24 (o 26, 24) y de este modo asocia a Cristo al
primer gran profeta perseguido. La expresión "sufrir mucho" (v. 31)
remonta, probablemente, a Is 53, 4 y 11, según un targum arameo (abrumar) y nos
remite de nuevo a la imagen del Siervo sufriente. "Ser arrojado" (v.
31) recuerda la suerte de la piedra arrojada por los constructores Sal 117/118,
22 (cf. Act 4, 11; Mc 12, 10). Los apóstoles poseían un equipo escriturario
bastante importante que, al menos, les hacía posible comprender los
acontecimientos que iban a desarrollarse.
b)
El segundo tema de discusiones entre los apóstoles nace de la inminencia del
Reino: estos comienzan a preocuparse por el lugar que puedan ocupar en el
futuro Reino como ministros o consejeros del Mesías (v. 34; cf. Mc 10, 35-40).
Jesús aprovecha esta discusión para poner de manifiesto las condiciones de ingreso
en el Reino: no solo habrá de pasar por el sufrimiento el Mesías para entrar en
el Reino, sino que también los suyos a su vez, deberán presentarse en él como
siervos (v. 35) y como pobres (v. 36; el niño estaba considerado en aquella
época como un ser insignificante, y la palabra aramea para designarlo era la
misma que para designar al siervo).
c)
No creemos, sin embargo, que las palabras clave establezcan solo un discurso
artificial. De hecho, un denominador común reúne las parábolas de Jesús en
torno a las condiciones de acceso y de vida en el Reino.
Para
entrar en el Reino es preciso estar disponible como un niño, es decir, ser
sencillo (v. 36) y no pretender los primeros puestos (vv. 33-35). Dentro del
Reino es preciso hacerse el siervo de todos (v. 35) y ofrecer su amor a los más
insignificantes (v. 37, en el que es preciso tener en cuenta que en Israel el
niño no es objeto de ninguna consideración). Esta caridad revestirá un carácter
especial entre los responsables de la comunidad, que procurarán no escandalizar
a los pequeños, es decir, a los cristianos medio ignorantes de la casuística y
de la doctrina (v. 42) y cuya fe podría bambolearse por teorías excesivamente
avanzadas (cf. Rom 14, 1-15, 8).
d)
Es posible que Jesús haya bendecido a los niños, porque estos seres actualmente
desdeñados serán algún día los beneficiarios del Reino venido entre tanto.
Haremos
aquí una indicación precisa sobre las condiciones a satisfacer para entrar en
la ciudad futura: aceptar ser hoy tan simples como los niños, estar disponibles
para el porvenir y estar poco embarazados por los sistemas y las teorías.
Cristo ha querido reducir la ética del Reino a comportamientos infantiles.
Apunta a una sociedad que respete al pequeño y tenga en cuenta sus reacciones,
pero sobre todo desea que sus discípulos se parezcan a los niños en la
aceptación de la dependencia de los otros: el hombre, y el cristiano, "a
fortiori", no puede aspirar a salvarse solo.
Finalmente,
el discípulo será objeto de menosprecio como un ser débil e insignificante -al
igual que un niño en la sociedad judía-. Deberá tener en cuenta que este
menosprecio constituye, para él, la manera de seguir a Jesús en la subida a
Jerusalén (Mc 9, 29-32).
MAERTENS-FRISQUE
- MAROVA MADRID 1969.Pág. 92
2.-
Texto. La traducción litúrgica ha suprimido el v. 30. Partieron de allí y
caminaban por Galilea. El no quería que nadie lo supiera. El v. 31 es la
motivación-explicación de ese paso desapercibido por Galilea. Partiendo de la
zona más septentrional judía iniciamos de la mano de Marcos la andadura hacia
Jerusalén, hacia la muerte y la vida. El resumen es muy parecido al del domingo
pasado. La variación más notable es el cambio de senadores, sumos sacerdotes y
letrados por hombres en general.
Una
vez más Marcos retoma uno de sus temas favoritos: la falta de comprensión de
los discípulos. Esta falta de comprensión es también el punto de arranque de la
escena siguiente, reducida al sólo grupo de co-caminantes con Jesús hacia
Jerusalén. A estas alturas de su obra Marcos está exclusivamente interesado en
la relación maestro-discípulos. Por eso la situación esbozada es típica de una
sesión de enseñanza al estilo judío, con el maestro sentado en el suelo y los
alumnos a su alrededor. El tema escogido tiene su origen en una conversación
concreta de los discípulos durante el camino hacia Jerusalén. Una conversación
sobre rango, sobre mayor y menor, más importante y menos. Marcos no concreta
más: le basta el problema de fondo. Lo que sí concreta es la diferenciación
entre discípulos y los doce, como ya lo ha hecho en 4, 10. Marcos explicita que
se trata de una enseñanza a los doce.
La
enseñanza es teórica y práctica. La teoría es muy breve, formulada por medio de
lo que los especialistas denominan "logion": enunciado breve en forma
de máxima o aforismo.
El
que quiera ser el primero, que sea el último; el que quiera ser el primero de
todos, que sea el servidor de todos. Se trata de un enunciado por contraste, en
que el segundo miembro niega al primero: último y servidor niegan a primero.
La
enseñanza práctica es la plástica de la imagen de un niño. Es inútil que nos
preguntemos de dónde sale ese niño. El interés de Marcos es doctrinal y la
escena la monta en razón de la doctrina.
El
niño, a su vez, es una metáfora. Funciona como símbolo de pequeño, de menor, de
alguien sin rango. No pega el hablar aquí del niño como símbolo de inocencia o
de simplicidad. Las palabras finales de Jesús, es decir. el v. 37, son la
explicación de la metáfora. Expresan la actitud cristiana ante los poco
importantes o poco considerados. El esquema subyacente es el derecho judío del
emisario, según el cual el enviado está en el lugar de aquél que lo envía. Los
poco importantes están vistos como enviados de Jesús y, en última instancia, de
Dios. Recibir en mi nombre significa recibir a los pequeños por su pertenencia
a Jesús.
Comentario.
Marcos
nos vuelve a recordar hoy que no se puede hablar de Jesús, si no se parte de la
consideración de sus tribulaciones, su muerte y su resurrección. Cualquier
aspecto de su persona, incluida su divinidad, está supeditado a estos hechos.
No es fácil aceptar y asumir esto, habida cuenta de que no encaja con los modos
y maneras habituales de concebir los humanos a Dios.
El
cambio de senadores, sumos sacerdotes y letrados por hombres en general quiere
probablemente significar que los malos tratos a Jesús no son atribuibles a los
judíos en cuanto judíos, sino en cuanto a humanos. A Jesús se le hubiera
tratado igual de haber nacido y vivido en otras partes.
Ser
discípulo de Jesús es seguirle en su camino hacia Jerusalén, contando con que
la comprensión de Jesús no se adquiere de una vez por todas, sino que deberá ir
ampliando y madurando siempre.
La
diferencia básica, escribe un autor judío actual, entre los discípulos de Jesús
y los de los rabinos es que aquellos se unen a Jesús fundamentalmente para
seguirle, mientras que éstos se unen al rabino para aprender.
Ser
grande, ser importante, tener rango: indómita aspiración humana. Desde
Jerusalén, desde el Cristo muerto y resucitado, esta aspiración recibe un
tratamiento radical. Es grande el que es pequeño; tiene rango el que hace algo
por los demás.
Cristianamente
hablando no hay importantes, sólo hay iguales. No es una cuestión de humildad,
sino sencillamente de equiparación. El fallo puede provenir tanto de la
importancia como del paternalismo.
DABAR
1988, 48
3.-
Por segunda vez anuncia Jesús a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección
al tercer día; pero en esta ocasión añade las siguientes palabras: "El
Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres". En el A.T. se
contrapone esta expresión a la de "caer en manos de Dios, cuya
misericordia es grande" (Sam 24, 41; Eclo 2, 18).
Hasta
qué punto sea terrible caer en las manos del hombre, y no en las manos de Dios,
se verá en la pasión de Jesús. Cuando los hombres hayan hecho su obra y todo
haya sido consumado, Jesús encomendará su espíritu en las manos del Padre, y el
Padre lo resucitará.
Los
discípulos no alcanzan a comprender que su maestro, a quien reconocen como
Mesías, tenga que sufrir tantas afrentas y hasta la misma muerte de cruz.
Tampoco entienden nada sobre la resurrección al tercer día. Sin embargo, el
miedo que les da preguntar demuestra que en realidad no entienden porque no
quieren entender. Los discípulos no pueden aceptar el tremendo programa que les
ha revelado su maestro. Por eso prefieren mantener la boca cerrada mientras su
corazón se va llenando de tristeza (Mt 17, 23).
Un
grupo de rezagados comienza a discutir, a espaldas de Jesús, sobre rangos y
procedencias entre los discípulos. Jesús no se da por enterado y les deja que
se despachen a su gusto. Pero tan pronto han llegado a Cafarnaún, posiblemente
ya sentado en casa de Pedro, les pregunta qué habían discutido en el camino.
Avergonzados
por su conducta y sabiendo que no podían agradar a su Maestro, callan. Los
discípulos no responden ahora por las mismas razones que antes no se atrevieron
a preguntar al Maestro sobre lo que les había dicho de su pasión. La vergüenza
de los discípulos se explica perfectamente ante Jesús, que tiene preocupaciones
mucho más profundas y sólo piensa en servir a los demás. Jesús enseña que el
mayor honor es el mayor servicio, que el primero es el que se humilla para
servir a todos. Durante la última cena Jesús lavará los pies a sus discípulos y
les servirá colocándose en último lugar.
Cuando
al día siguiente sea alzado en la cruz, los discípulos comprenderán el
significado de las palabras de Jesús. El último será entonces el primero; el
que muere por todos será el Señor de todos.
Es
menester servir a todos, pero en especial a los más humildes y pequeños. El que
sirve a los más pobres y humildes como a este niño, sirve a Jesús y al Padre
que lo envía. La actitud de Jesús frente a los niños ha sido frecuentemente mal
interpretada. No es que a Jesús le "gustaran" los niños o que los
quisiera de un modo especial por su candor o su pureza de corazón. Un niño es
para Jesús ni más ni menos que un pobre, alguien que no es habitualmente
considerado por los demás y que ocupa el último lugar de la casa. Por eso Jesús
lo toma como símbolo de todos aquellos que son sus preferidos y a quienes
tenemos que servir si queremos ser los primeros en el Reino.
EUCARISTÍA
1982, 44
4.
/Mc/09/30-48
Jesús
anuncia por segunda vez la pasión. Como en las dos predicciones anteriores (Mc
8,31-33; 10,31-34), también en ésta hay que distinguir tres momentos: el
anuncio, la incomprensión por parte de los discípulos, su adoctrinamiento en la
ciencia de la cruz. Anuncio. Lo resume una afirmación fundamental, muy
expresiva en el lenguaje bíblico: «El Hijo del hombre será entregado en manos
de los hombres». El pasivo impersonal «será entregado» corresponde al modismo
hebraizante que algunos llaman «pasivo teológico»: insinuaría que es Dios mismo
el que ha tomado la iniciativa de entregarlo. Jesús entregado a la muerte
redentora, don supremo de Dios a los hombres (Jn 3,16; Rom 8,32). El cáliz de
la pasión, voluntad del Padre (= plegaria de Getsemaní). El "Hijo de
hombre" glorioso según Daniel (c. 7) se identifica con el «Servidor» de
Yahvé humillado y entregado a la muerte, de que habla Isaías (cc. 52-53).
Incomprensión.
Los discípulos no entienden nada y comienzan a discutir quién es el mayor... El
evangelista lo recuerda, aludiendo quizá a «problemas» semejantes que perduran
en la Iglesia. Contraste radical entre el pensamiento de Cristo y los egoístas
sentimientos humanos (cf. Flp 2,1-8).
Adoctrinamiento.
Sigue una colección de diversos dichos del Señor, que el evangelista encadena
artificiosamente. Marca las líneas fundamentales de la espiritualidad que se
debe respirar en la Iglesia. Idea-maestra: «Si alguno quiere ser el primero que
sea el último de todos». Es decir: "el servidor de todos" (v 35).
Signo pedagógico: al estilo de los profetas, que hablaban con gestos, el
Maestro pone un niño en medio de ellos. Lección viva de pequeñez. De humillación
connatural. De «infancia evangélica». A continuación, en torno siempre a la
presencia del niño, va desgranando reflexiones, consejos y mandamientos: acoger
a los pequeños, ser abierto y comprensivo con los demás, no escandalizar a los
débiles y saberse débil ante el escándalo... Si continuásemos la lectura hasta
el final de esta cadena de sentencias, encontraríamos el consejo-clave de la
conversación entera: «Convivid en paz unos con otros» (50). La paz florecerá en
las comunidades cristianas si los discípulos hacen suyo el espíritu evangélico
de humildad y sencillez.
Ediciones
CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 895 s.
5.-
El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el
servidor de todos
En
la sección 8,27-10,52, que presentábamos el pasado domingo, hoy encontramos el
segundo anuncio de la pasión. Cada uno de los tres anuncios va seguido de una
enseñanza particular a los discípulos que pretende romper malentendidos.
"No
quería que nadie se enterase". Jesús, llegado a este punto, considera que
su misión pública ha acabado. Ha dicho y ha hecho ya todo lo que pretendía. Lo
importante es que ahora la gente, y más todavía sus discípulos, asimilen su
enseñanza y la traduzcan a sus vidas.
La
realidad con la que Jesús se ha de enfrentar es dura: sus discípulos no le
entienden. Empieza a gustar el fracaso del evangelizador, que llegará a su
culmen en la cruz, a la que acaba de aludir. Prueba de esto es la preocupación
por ser el más importante. Preocupación ya entonces de moda entre los círculos
de los fariseos: el protocolo a observar en las sinagogas, en los banquetes
fraternos del movimiento, en las reuniones... Jesús rompe esquemas y
protocolos.
La
figura bíblica del niño no es símbolo de ternura e inocencia, sino de
marginación e indefensión. Los niños eran entonces pequeños esclavos de los
adultos, sobre todo entre las clases populares. Acoger a uno de ellos es acoger
al mismo Cristo.
MISA
DOMINICAL 2000, 12, 16
6./Mt/18/01-10 (paralelo): INFANCIA-ESPIRITUAL NIÑO
A
la pregunta única de los discípulos ("¿Quién es el mayor en el reino de
los cielos?") Jesús da una respuesta triple. Con ello se amplía
considerablemente la perspectiva. Helas aquí: si no os hiciereis como niños no
entraréis al reino de los cielos; el que se hace pequeño como un niño será el
mayor en el reino de los cielos; el que acoge aunque sólo sea a uno de estos
niños en mi nombre, a mi me acoge. Cada respuesta ha de ser examinada aparte, y
es importante poner de relieve los múltiples significados que asume sucesivamente
la palabra niño (o pequeño).
Jesús
llama a sí a un niño y lo coloca en medio de los discípulos; en un gesto
plástico, ilustrativo, como solían hacerlo los antiguos profetas, y aquí niño
significa justamente un niño. Pero ¿qué significa la expresión siguiente
"hacerse como los niños" (v.2)? Es importante responder exactamente,
aunque no es fácil, porque la invitación de Jesús es particularmente solemne
("En verdad os digo..."), y pone una condición indispensable para la
salvación ("no entraréis en el reino de los cielos"). Inmendiatamente
hay un aspecto claro: la semejanza del niño, que el discípulo debe apropiarse,
no es una cualidad espontánea, sino que únicamente es posible en la conversión;
o sea, forma parte de aquel cambio radical de la persona (mentalidad y
comportamiento) que es precisamente la conversión evangélica.
Pero
la pregunta queda en pie: ¿En qué sentido debe el discípulo asemejarse al niño?
Probablemente el contexto originario de la invitación de Jesús se encuentra en
la escena de los niños que le salen al encuentro (/Mt/19/13-15; /Mc/10/13-16;/Lc/18/15-17).
Jesús se sorprende al ver el abandono y la confianza de los niños; lo aceptan
sin miedo y sin cálculos; sin demasiados porqués; al contrario que los adultos,
constantemente vacilantes, complicados en continua búsqueda de excusas y
justificaciones. Para entrar en el reino hay que ser así: disponibles,
confiados, simples; hay que abandonarse a la fe con sencillez de niño.
-El
Niño Y La Necesidad
La
segunda palabra de Jesús ("El mayor es el que se hace pequeño")
corresponde perfectamente a la pregunta de los discípulos e introduce una nueva
perspectiva. Aquí el pequeño no es ya el símbolo de la disponibilidad y de la
sencillez, sino el símbolo de quien carece de grandeza, de quien no cuenta, de
quien sirve. Pequeño es quien es pobre, sin peso, olvidado, no tenido en
consideración. El primer puesto en la comunidad y en el amor de Cristo es para
éstos. Hay una doble invitación. Primero: vosotros discípulos (y esto vale ante
todo para la autoridad), poned a los pequeños en el primer puesto de vuestra
consideración. Segundo: si queréis contar en el reino de Dios, haceos pequeños,
o sea, poneos en actitud de servicio. Aquí la pequeñez no es ya una situación
de hecho, sino una dimensión espiritual, que se traduce concretamente en la
actitud del servicio.
La
tercera palabra de Jesús ("El que recibe a un niño, a mí me recibe")
trae a la memoria la parábola del juicio (Mt/25/31-46) y el final de discurso
misionero (Mt/10/42). Así el niño asume una vez más un sentido nuevo; no es el
niño en sentido propio, ni el símbolo de la disponibilidad, ni el que no
cuenta, ni el que sirve; es más exactamente el necesitado. Es el sediento, el
hambriento, el desnudo, el prisionero, el marginado (Mt 25). Y es también el discípulo
o el misionero que llama a la puerta de casa para sentarse un instante (Mt
10,42).
-El
Escándalo De Los Pequeños
El
discurso sigue desarrollando todavía el tema del pequeño e introduciendo un
nuevo motivo: el escándalo (vv. 6-10). En el lenguaje bíblico, el escándalo se
sitúa en el plano de la fe, más que en el plano de la moral. Escándalo es todo
lo que pone a prueba la fe y la desorienta. Jesús condena con violencia a los
que escandalizan a los "pequeños" que creen en él. Pequeños no son
los niños, sino los fieles simples, incapaces de soportar las novedades y los
atrevimientos de los "maduros"; su fe es frágil, quizás inmadura,
escandalizable; también éstos entran en el numero de los pequeños que tienen
derecho al primer puesto en la comunidad. La comunidad debe crear un ambiente
que facilite su crecimiento en la fe; no debe constituir un obstáculo que
obligue a los débiles a sucumbir.
Este
me parece que es el sentido de la otra afirmación: "Guardaos de despreciar
a uno solo de estos pequeños". Quizás "despreciar" no sea la
traducción mejor (es demasiado fuerte), sino "descuidar". La
comunidad no puede obrar como si no existieran estos pequeños; no puede hacer
reformas sin tener en cuenta las repercusiones de las mismas en la fe de los
pequeños. Mas, por desgracia, la comunidad (ya la de Mateo) se siente tentada a
menudo a lo contrario; por tanto, ellos no cuentan, no tienen peso; el futuro
está en otras manos... Pero no es así en la estimación de Dios: "Sus
ángeles en el cielo ven el rostro de mi Padre que está en los cielos".
EDIC.
PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 187